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CAUSA

Aunque las causas de la violencia familiar es un problema complejo, se conocen varios factores que
contribuyen a ella. Éstos incluyen la pobreza, cesantía, otras presiones exógenas, actitudes de aceptación
cultural de la violencia para resolver disputas, abuso sustancial (en especial de alcohol), pocos
conocimientos como padres, roles familiares ambiguos, esperanzas irreales de otros miembros de la
familia, conflictos interpersonales en la familia, vulnerabilidad psicológica o física (real o aparente) de
las víctimas por los agresores, preocupación del agresor por el poder, control y aislamiento social
familiar, entre otros.

1. El alcoholismo: un gran por ciento de las mujeres que son agredidas por sus compañeros conyugales,
están bajo el efecto del alcohol.
2. Falta de conciencia en los habitantes de una sociedad: creen que ésta es la mejor forma de realizar las
cosas.
3. Fuerte ignorancia que hay de no conocer mejor vía para resolver las cosas
4. El no poder controlar los impulsos.
5. La violencia intra-familiar es la mayor causa que existe de violencia: un niño que se críe dentro de un
ambiente conflictivo y poco armonioso ha de ser, seguro, una persona problemática y con pocos
principios personales.
6. Falta de comprensión hacia los niños: muchas madres maltratan a sus hijos, y generan así, violencia.
7. La drogadicción: muchas personas se drogan para poder ser lo que no son en realidad, para escapar
así de la realidad causando mucha violencia.
8. Medios de comunicación.
9. Ausencia de comunicación y precarias relaciones humanas.
10. Dependencia económica de la víctima.

SECUENCIAS:
La violencia familiar puede tener diferentes tipos de consecuencias, aunque se habla principalmente sobre
daños físicos y psicológicos en la salud.

Daños físicos

Dentro de los daños físicos se encuentran las lesiones, que abarcan desde cortes menores con utilización
de armas blancas (por ejemplo cuchillos, tenedores), equimosis (golpes, moretones) y fracturas, llegando
hasta la discapacidad crónica.
Un alto porcentaje de estas lesiones requiere tratamiento médico, aunque usualmente las personas que
padecen estos daños no suelen tomarlo debido a que intentan ocultar lo que les ocurre.
Además de las consecuencias mencionadas, la violencia familiar provoca un debilitamiento en las defensas
físicas debido al estrés que provoca el maltrato, el auto descuido y una mayor proclividad a tomar riesgos.
Es muy común que, a raíz del maltrato, la persona padezca enfermedades autoinmunes como la artritis
reumatoidea, el lupus eritematoso o que recurran al alcohol y las drogas para disfrazar su dolor, entre otros
trastornos.
Otra consecuencia es el embarazo no deseado, ya sea por violación o por no usar métodos anticonceptivos;
algunas mujeres tienen miedo de plantear el uso de métodos anticonceptivos con sus parejas por temor de
ser golpeadas o abandonadas. Este riesgo de embarazo no deseado acarrea muchos problemas adicionales.
Por ejemplo, si la maternidad ocurre durante la adolescencia temprana o media, antes de que las niñas
estén maduras biológica y psicológicamente, se asocia con resultados de salud adversos tanto para la madre
y para el niño. Los lactantes pueden ser prematuros, de bajo peso al nacer o pequeños para su edad.
Cuando se produce un embarazo no deseado, muchas mujeres concurren al aborto. En los países en que el
aborto es ilegal, costoso o difícil de obtener, las mujeres pueden recurrir a abortos ilegales, a veces con
consecuencias mortales.

En los niños, las consecuencias de la violencia familiar se traducen en lesiones, que les son provocadas
mientras tratan de defender a sus madres.

Daños psicológicos

La violencia familiar provoca consecuencias psicológicas importantes en las personas aunque varía su
grado según variables como factores de personalidad, habilidades de afrontamiento, recursos propios,
apoyo social y características específicas del maltrato (la duración y el grado de violencia).

Las alteraciones clínicas más significativas son:

– La ansiedad, que es producida por la mezcla de violencia repetida e intermitente con períodos de
arrepentimiento y de ternura, provoca respuestas de alerta y de sobresaltos permanentes, sensaciones de
temor, dificultades de concentración, irritabilidad y un estado de híper vigilancia.
Asimismo, la víctima también presenta trastornos del sueño, pesadillas y pensamientos obsesivos acerca
del maltrato y el maltratador.
– La depresión, la pérdida de autoestima y la culpa, son otras consecuencias provocadas por la violencia,
ya que la víctima cree que la conducta de su agresor depende de su propio comportamiento y por lo tanto
se siente responsable e intenta una y otra vez cambiar las conductas del maltratador. Sin embargo, cuando
observa que sus expectativas fracasan, desarrolla sentimientos de culpabilidad y de fracaso: mentir, tolerar
el maltrato, entre otras cosas.
El malestar psicológico crónico en el que se encuentra la víctima produce una alteración en su forma de
pensar que le hace sentirse incapaz de buscar ayuda, de proteger a sus hijos y a sí misma o de adoptar
medidas adecuadas.
– El aislamiento social, que provoca que la víctima dependa de su pareja (cuando el agresor es la pareja)
social y materialmente. El maltratador aumenta cada vez más el control sobre su víctima, que se siente
más vulnerable ante la sociedad y se cronifica el miedo a enfrentarse a un futuro incierto y peligroso.
– Los trastornos psicosomáticos, que se manifiestan en la persona que sufre de violencia con dolores de
cabeza, caída del cabello, pérdida del apetito, ansiedad crónica, fatiga, problemas intestinales, alteraciones
menstruales, etc.
Son habituales las visitas al médico de cabecera para consultar estas dolencias mientras ocultan la
verdadera causa que las provocan.
– Los trastornos sexuales, en los cuales la persona agredida pierde el interés sexual.
– En última instancia el suicidio, que se produce principalmente por el agotamiento emocional y físico.
Las muertes son un testimonio dramático de la escasez de opciones de que dispone la mujer para escapar
de las relaciones violentas.
Consecuencias psicológicas en niños

La violencia familiar generalmente está dirigida hacia la mujer, y por lo tanto, los hijos son siempre
testigos y víctimas indirectas de la situación. Asimismo y frecuentemente, sufren el maltrato de forma
directa y experimentan el mismo tipo de actos violentos que la madre. Las reacciones más frecuentemente
detectadas son los síntomas de ansiedad y depresión, sentimientos de baja autoestima, problemas en las
relaciones sociales, conductas agresivas y dificultades en el rendimiento escolar.

Las consecuencias psicológicas de la violencia durante la primera infancia y la edad preescolar están
relacionadas con el desarrollo del apego. Se observan además, trastornos en la relación con sus iguales,
conductas de retraimiento, retrasos cognitivos y dificultades de adaptación escolar.
Durante la infancia media (de 6 a 11 años), los problemas afectan al desarrollo socio-emocional. Los
menores manifiestan dificultades en la relación con sus pares con comportamientos agresivos. También
experimentan sentimientos de baja autoestima, problemas de aprendizaje y niveles altos de ansiedad y
depresión.

En la adolescencia los síntomas se relacionan con actitudes de responsabilidad excesiva, niveles bajos de
autoestima, aparición de conductas agresivas y déficit en el rendimiento académico.

Cuando el maltrato desaparece y la situación familiar se estabiliza, con frecuencia, el paso del tiempo y la
normalización del ritmo de vida facilitan la superación de las consecuencias psicológicas.

ALTERNATIVAS
facil!!.. no fomentandola!!!!, haciendo campañas de concientizacion, explicando que
es la violencia ( mucha gente es violenta con otros y no lo sabe), y creando en ellos
esa parte humana que los lleve a pensar dos veces antes de actuar de forma
impulsiva y erronea... y diciendoles tambien cuales pueden ser las concecuencias!!.

TESTIMONIOS
“Yo siempre fui una persona que sufrí la violencia intrafamiliar desde que me casé.
Llevo 33 años casada y después de 32 vine recién a denunciar, específicamente el
2005”, comienza su relato Olga Izarrauldes Leiva, mujer que no sufrió agresiones
físicas por parte de su pareja, sino que soportó humillaciones de otra manera. Se
separó “de hecho” desde abril del año pasado, denunció a su marido, lo que significó
que él ahora se encuentre con medidas cautelares.

¿Cuándo comenzaron las agresiones?


Desde el comienzo. Yo me casé con un hombre alcohólico pero nunca me imaginé que
vivir con un hombre así traería tales consecuencias. El era un trabajador de Codelco y
todos los fines de semana tomaba y esos días para mí comenzaron a ser una tortura.
Desde el viernes yo ya comenzaba con mis nervios y eso se los transmitía a mis niños
que estaban chichos y el ambiente de la casa ya se ponía distinto. Los fines de semana
se iba a jugar a la pelota a las canchas de Las Vegas y de ahí los asados y ahí llegaba
agresivo. Yo entiendo que los hombres tengan que divertirse, jugar a la pelota y tomarse
unos trago, pero no para que lleguen a la casa agresivos. Es como un círculo vicioso.
¿Qué tipo de agresiones recibía usted?
Sicológica, económica y sexual. Físicamente nunca porque yo fui muy “chora”. El
manejaba la plata, me mandaba a pagar las cuentas y no me daba plata ni siquiera
para comprarme un helado. Nunca se preocupó ni de comprar ropa de cama, vasos,
platos. Yo tenía que sacar de donde fuera y con algunos trabajos de manualidades
lograba comprar algunas cosas, lo que al final era fomentar.
Desde el punto de vista sexual, él llegaba borracho, en cuatro patas. El sexo tiene que
ser por consentimiento, pero se comportaba como un animal. Y yo soportaba eso
porque en una casa, con tres dormitorios y con niños chicos, no podía estar peleando.
¿Asumió que tenía que vivir así?
Claro, porque no tengo a nadie más a quien recurrir, soy de Tocopilla, traje mis hijos al
mundo y me culpaba por lo que estaba pasando.
¿Cómo se comportaba?
Cuando llegaba borracho era de esos hombres que llegaba gritando, abría las puertas,
las ventanas y comenzaba a gritar groserías horribles para que las escuchara todo el
barrio. Ahí con los niños nos escondíamos en una pieza con llave y él agarraba a
puñetes la puerta y nos decía que saliéramos con puros garabatos. Mis niños estaban
chiquititos.
¿Agredió a sus hijos?
En esa época, físicamente no, pero hace poco sí.
¿Cómo fue eso?
Tengo mi hija mayor, tiene más de 30 años, es asistente social y él nunca la quiso. Casi
todos los hombres quieren que su primer hijo sea varón, pero eso no fue así y las
distancias con ella comenzaron a ser horribles. Esa rabia se fue acumulando hasta que
ocurrió. Mi hija nunca fue atrevida, fue muy sumisa, y como él no me podía agredir a
mí empezó a agredirla a ella.
Un día llegó muy borracho, el 4 de abril de 2006 y gritando desde la calle. Estábamos
acostados y mi hija estaba en el computador. Como no vio a nadie más con quien
desquitarse comenzó a molestar a la niña, le reclamaba, le decía que era mala y mi hija
le decía que la cortara y que la dejara trabajar. Hasta que comenzó a pegarle a la silla
donde estaba ella y le pasaba a llevar las piernas. Después de eso le tomó el brazo y
se lo comenzó a retorcerlo además de gritarle fuertemente en el oído y a insultarla, lo
que al final le ocasionó un trauma acústico. Mi hija le preguntó si le quería pegar y le
respondió que sí porque la odiaba. Fue en ese momento que él le iba a dar un puñete
y grita. Ahí apareció mi hijo y le dijo “corta el hueveo, hasta cuando”. De ahí se le fue
encima de mi hijo y lo tiró por el pasillo. Llamamos a carabineros y él salió arrancando.
Se fue donde un vecino. Cuando carabineros se retiró de la casa él volvió haciendo
escándalo de nuevo. Ahí avisamos de nuevo y aparecieron inmediatamente. Cuando
él los vio empezó cínicamente a preguntar qué pasaba. Ahí se lo llevaron preso y le
constatamos lesiones. Hasta el día de hoy no puede llegar a la casa.

Al borde del homicidio


20 años casada y medio año de convivencia con su mismo esposo fueron suficientes
para que esta mujer loína decidiera unirse a la lucha contra la violencia al interior del
hogar.
Nunca pensó que duraría tanto tiempo soportando golpes, amenazas, berrinches e
insultos por parte del hombre que alguna vez amó, o quizá, todavía sea así, pero no
como para aceptarlo nuevamente como el compañero de toda su vida. Lo cierto es que
esta mujer de 43 años que prefiere mantener su nombre en el anonimato, toda vía
guarda en su interior la pena de haber visto desvanecerse la alegría de su hogar. Ahora,
sus tres hijas que dejó su matrimonio son su fuerza de vida, son su proyección, son la
oportunidad de poder volver a ser feliz con los logros personales que alcance cada una
de ellas. A pesar de ser una atractiva mujer, dice que le será muy difícil rehacer su vida,
porque una parte de ella está marchita. No puede confiar en cualquier hombre, porque
dice que cada uno siempre entrega señales que dan a conocer que pueden ser
potenciales agresores. Ella reconoce que se siente más madre que mujer y eso la tiene
tranquila porque tiene grandes razones por qué seguir con optimismo en la vida, sus
hijas.
“Yo provengo de una familia que también es violentadota, soy la menor. Desde pequeña
soporté la violencia de mi mamá, papá y hermanos, entonces uno se va acostumbrando
a un sistema de vida. No la pasé muy bien. O sea, mis papás y hermanos nunca me
golpearon, pero la agresión es sicológica”.

¿Y con su marido?
Cuando conocí a mi marido, al principio todo bien, porque se puso como una careta y
eso duró cerca de un año y de a poco se fue incrementando.
¿Cuándo fue la primera vez que la agredieron?
Una vez estaba conversando con un sobrino de mi marido que teníamos casi la misma
edad afuera de la casa. En esa época éramos lolos y estábamos conversando nada
importante. Cuando entré a la casa él me dio una cachetada. En ese momento yo quedé
para adentro y mirando a la muralla. No reaccioné, no supe qué hacer en ese momento
frente a esa agresión. Al final, me levanté y le serví té y aquí no ha pasado nada.
¿Se fue haciendo frecuente este tipo de hechos?
No fue cosa de todos los días, eran cada seis meses. Lo que me recuerdo es que en la
segunda agresión él me pegó y yo reaccioné, me defendí de alguien más grande y le
puse la primera denuncia.
¿Se pudieron reconciliar en algún momento?
De ahí en adelante ya nada fue lo mismo. Yo quería ir a trabajar o hacer algo y él no
me dejaba. El se justificaba con sus celos para agredirme y me decía que yo no podía
salir porque esta ciudad no era para mujeres porque estaba llena de schoperías y otras
cosas, y yo le hacía caso y me la pasaba encerrada.
Usted es madre, ¿En algún momento sufrió agresiones cuando estaba embarazada?
No tuve agresiones físicas, pero sí sicológicas. De mi segunda hija yo lloré mucho pero
no me daba cuenta de lo que me estaba pasando. Pero de a poco le fui contando a sus
hermanas mayores y ellas me decían que tenía que dejarlo porque él era así ya que
tenía como mal ejemplo las golpizas que le daba su papá a su madre por cualquier
cosa.

¿Usted aceptó vivir así?


Cuando me comenzó a pasar me dije, “esto es lo que me espera en mi vida”.
La verdad es que yo me siento más madre que mujer, entonces por el bienestar de las
chicas, por no tener donde llevarlas, continué con esa forma de vida.
¿Fueron muchas las agresiones?
No muchas porque aprendí a defenderme. Me di cuenta que el violentador es cobarde.
Aprendí, cuando me iba a agredir, a partir a la cocina y tomar el cuchillo más grande
que tuviera. La última vez que intentó agredirme, lo enfrenté con el cuchillo y él arrancó.
Entonces, como se daba cuenta que no me podía pegar porque yo me defendía,
comenzó a desquitarse con las cosas, rompía el computador, la cocina, hizo pedazos
un reproductor de video y me decía, “yo las pago, yo las compro y yo las rompo”. Las
plantas también eran víctimas y mi perro, mi quiltro también recibía su parte y ahí yo
también tenía que salir a defenderlo. Lo pateaba y con el tiempo el perro ya tendía a
atacarlo, pero nunca lo hizo. El con eso también me hacía daño.
¿Cuál fue el episodio más dramático que vivió?
Fue cuando llegó el final de la convivencia. Como contaba, yo me defendía con un
cuchillo y recuerdo que en ese tiempo yo estaba trabajando. Meses atrás, en una
ocasión él me tomó todas las cosas del dormitorio y las tiró al comedor. No quería que
durmiera con él porque me consideraba una prostituta. Me levantaba a las 5.30 para
irme al trabajo y a esa hora me agredía sicológicamente y de otras maneras. Por
ejemplo, a esa hora yo me bañaba y para molestarme me apagaba el cálefont.
En una ocasión, era tanto el escándalo y la agresión sicológica que él estaba aplicando
sobre mis hijas, que yo fui a la cocina, tomé el cuchillo, lo perseguí y él salió arrancando
hacia la calle.
A los minutos volvió y ahí yo lo tomé y empecé a enterrarle el cuchillo en el cuello. Mis
niñas comenzaron a llorar y a decirme que me detuviera, yo las miraba pero no las veía,
y ahí me di cuenta que yo estaba dispuesta a matarlo. No veía otra solución para que
la casa estuviera en armonía, pensé en eliminar al agresor. Cuando reaccioné, ahí yo
me dije que esta situación ya no podía continuar.
¿Siente que perdió años de su vida?
No, porque tengo a mis niñas y están bien criadas, están como quiero. Mi hija mayor
está estudiando Derecho y ya está en tercer año, no tiene guagua, es una señorita. Mi
otra hija tiene 17 y ya está en cuarto medio y mi hija menor ya está en cuarto básico.
Ellas son muy responsables y yo no quiero que les pase lo que a mí. Yo siempre quise
tener una profesión y nunca me lo permitieron.
¿Una mujer agredida puede rehacer su vida?
Es muy difícil volver a confiar en un hombre nuevamente. Para mí, mi ex marido es el
maestro de los agresores, entonces, si yo veo una pequeña chispita de eso en alguna
persona que conozca doy inmediatamente un paso hacia atrás.

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