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Así nació 'El Principito'

Periódico la vanguardia

Antoine de Saint-Exupéry no era feliz en Nueva York. Escribía a sus amigos largas cartas en cuyos márgenes o
reversos dibujaba a un hombrecito rubio, primero con alas, luego con bufanda, una especie de álter ego infantil, de
cabello alborotado, que le permitía expresar cosas que a su personaje de afamado escritor y aviador adulto le hubiera
costado decir. Algunos de esos amigos le animaron a que, un día, diera vida propia a ese muchachito
.

Ese dibujo al margen acabaría siendo El Principito , la obra


literaria más traducida del siglo XX -a 257 lenguas-, y su
autor la publicó en Nueva York, el 6 de abril de 1943, en una
doble edición: traducida al inglés y en el original francés. Sin
embargo, sus compatriotas en Francia no la pudieron leer
hasta que se liberaron de la ocupación nazi y Gallimard la
imprimió en París en abril de 1946, dos años después de la
muerte del autor al ser derribado su avión en un vuelo de
reconocimiento para los aliados cerca de Marsella.

Ahora, la editorial Salamandra publica -justo antes de que se


acabe el año en que se conmemoran los 70 de su primera edición- La historia completa de El Principito, que, además del
texto y las acuarelas que Saint-Exupéry creó para la historia, incluye un ensayo de Alban Cerisier, que ha coordinado
además los trabajos de otros autores, los testimonios directos de la época y sobre todo varios dibujos y cartas inéditas
del autor, que arrojan luz sobre la génesis del libro.

El aristócrata Saint-Exupéry se sentía profundamente aislado y vulnerable: su vida conyugal era inestable, no tenía
noticias sobre su familia, su país -que simbolizaba los ideales de libertad y de una cultura emancipadora- estaba ocupado
por los alemanes, y él, que no hablaba ni una palabra de inglés, no se adaptaba al estilo de vida de Estados Unidos,
paradigma de los valores utilitarios del capitalismo. Encima, los exiliados franceses le calumniaron lanzándole
acusaciones de colaboracionismo con el gobierno de Vichy. La actriz Annabella, esposa de Tyrone Power, explica que,
ante el rechazo que sufrió por parte del mismísimo De Gaulle, que le acusó de trabajar para los alemanes, "Antoine se
refugió en la pureza del Principito porque no podía aferrarse a un hombre, De Gaulle". "Es muy curiosa la desesperación.
Necesito renacer", escribe él.

Y renacer significaba recuperar al niño que llevaba en su interior. La angustia de Saint-Exupéry contrastaba con que era
visto por los norteamericanos como un triunfador y un héroe: hizo cinco vuelos de ida y vuelta entre los dos continentes,
sus novelas tenían gran éxito, y una de ellas, Vuelo nocturno, hasta había sido adaptada al cine, protagonizada por Clark
Gable. Saint-Exupéry dirigió numerosas cartas de amor a una mujer de la que estaba prendado; las firmaba con la cara
del Principito y su bufanda y hacía hablar al personaje en su lugar. Tras ser animado por varios amigos, que veían una
historia en aquel personaje que aparecía dibujado no sólo en las cartas sino en las agendas del autor y en cualquier
anotación, se puso a escribir en verano de 1942 y, para otoño, había finalizado su primera versión, acuarelas incluidas.
Escribía -y dibujaba- de madrugada, de medianoche hasta las siete de la mañana, como observó André Maurois, invitado
en la mansión que Saint-Exupéry tenía en Long Island: "En plena noche, nos llamaba a gritos para enseñarnos algún
dibujo del que estaba contento". A su amigo Pierre Lazareff le leyó el final llorando, "como si presintiera que su propio fin
se parecería al del principito".

Intranquilo por la situación mundial ("mi primer fallo es vivir en Nueva York cuando los míos están en la guerra y
mueren"), consiguió al fin que los aliados le movilizaran de nuevo -con 43 años, era el más viejo de la tropa- para
diversas misiones aéreas en África y Europa desde febrero de 1943.

El origen del libro se sitúa en el accidente que sufrió en el desierto de Libia, en diciembre de 1935, y su consiguiente
larga errancia por las dunas, con alucinaciones visuales y auditivas provocadas por la sed que le hicieron entablar un
diálogo entre sus dos yo: el que cree que no hay esperanza y el que la tiene, el que razona y el que imagina. Según
escribió en sus memorias, sólo tenía, para alimentarse -junto a su compañero André Prevot-, uvas, dos naranjas y un
poco de vino. La deshidratación les hizo dejar de transpirar al tercer día, aseguraba. Al final, les rescató un beduino a
camello. De hecho, la obra empieza, como es sabido, con un aviador accidentado en el desierto que se encuentra al
misterioso principito; un dibujo finalmente no incluido en la novela muestra al martillo del aviador en plena reparación, con
una mano del hombre, que se adivina en la posición del dibujante.

Se muestran, asimismo, las dos hojas manuscritas inéditas que fueron subastadas el 16 de mayo del 2012 en París y
que son un capítulo no incluido en el libro final que narra el encuentro del personaje con un señor que hace crucigramas
(y del que reproducimos un fragmento en esta página).

Consuelo Suncín, la esposa de Saint-Exupéry, se identifica en una carta de octubre de 1943 con la rosa engreída de
cuatro espinas que el Principito cuida en su planeta: "Nunca ha sido fácil, no lo es, mi amor, mi querido niño (...) Ni el mal
de nuestras naturalezas ardientes y locas nos ha matado. Entonces, querido, piensa (...) cuántas alegrías habrá para tu
rosa, tu rosa orgullosa que te dirá: 'Soy la rosa del rey, soy diferente de todas las rosas, ya que él me cuida, me hace
vivir, me respira...'". Cuando, en el libro, el Principito comprende que el lazo que se ha creado entre la rosa y él es único,
dice: "Hay una flor, creo que me ha domesticado". Esa flor encarna el amor, sus alegrías y sufrimientos, y es una
referencia del hogar que, en la agitada vida de los hombres, invita al retorno. Las infidelidades, que tanto prodigaba
Saint-Exupéry, son el campo repleto de flores que el Principito se encuentra en la Tierra, y que al principio observa
fascinado aunque al final se da cuenta de que con la única rosa de su planeta tiene unos lazos únicos. Delphine Lacroix
asegura en el libro que "la pareja (Antoine y Consuelo) reconcilió su complicada vida a través de este cuento para niños".

Otros dibujos son más anecdóticos, como los esbozos que tomó de un amigo tendido en el suelo del jardín para crear
luego, a partir de ahí, un dibujo del personaje.

La identificación del autor con el protagonista de la historia es clara en varias cartas. Saint-Exupéry, que cayó en
profundas simas de tristeza e incluso un tiempo en el alcoholismo, dibuja a un Principito que llora, a diferencia de las
personas mayores, pero que también estalla en una risa capaz de despertar al universo. En mayo de 1944, escribe a una
amiga (Madame de Rosa): "Hay gente-carretera nacional y hay gente-senderos. La gente-carretera nacional me aburre.
(...) Van hacia algo preciso, una ganancia, una ambición. A lo largo de los senderos, por el contrario, hay avellanos, y se
puede pasear entre ellos para mordisquear sus frutos".

Los viajes del Principito a otros planetas reflejan las ideas que tenía el autor sobre la humanidad. Primero, visita varios
planetas habitados por un único ser, con "hombres convertidos en islotes", escribe en sus cuadernos, donde "las
relaciones humanas se empobrecen": hay un rey que quiere ejercer el poder, un vanidoso que solo aspira a recibir
elogios, un borracho que bebe para olvidar la vergüenza que siente por beber, un hombre de negocios que sueña que
posee todas las estrellas, un farolero que sigue continuamente una consigna absurda... Y, ya en la Tierra, aparecerá un
guardagujas o un "mercader de píldoras", que representan, en palabras de Lacroix, "el absurdo de la condición humana,
sumisa al progreso tecnológico y al desarrollo de la civilización". En 1944, el autor se pregunta: "¿Qué quedará de
nuestra civilización, donde lo espiritual ha sido masacrado? ¿Qué quedará de nosotros si no sabemos alzar nuestro
entusiasmo más allá de los monstruos de la mecánica, resultado del cerebro de nuestros ingenieros? Eso es, parece, la
civilización. Esta civilización es idiota".

Léon Werth, el crítico y ensayista al que está dedicado El Principito, dice: "Saint-Exupéry no había extirpado de sí mismo
su infancia. Los adultos no conocen a sus semejantes más que por pequeños fragmentos mal unidos, mal iluminados por
una luz dudosa. Pero el niño los ve bajo una luz absoluta, con la misma claridad que el Ogro a la Bella Durmiente. (...)
Saint-Exupéry poseía el arte de devolver a los hombres esa certidumbre".
(...) "¿Dónde están los hombres?", se preguntaba el Principito desde que empezó a viajar.

Encontró al primero de ellos en una carretera. "¡Ah! Ahora sabré qué es lo que piensan sobre la vida en este planeta -se
dijo-. Mira, quizá este sea un embajador del espíritu humano...".

-Buenos días -le dijo con alegría.


-Buenos días -repuso el hombre.
-¿Qué haces?
-Estoy muy ocupado -replicó el hombre.
-¿Qué haces?
-Estoy muy ocupado -replicó el hombre.
"Claro que está muy ocupado -pensó el Principito-, pues habita en un planeta muy grande. Hay tanto que hacer..." Y él
no quería molestarlo demasiado.
-Quizá te pueda ayudar -le dijo sin embargo, pues tenía muchas ganas de ser útil.
-Quizá -contestó el hombre-. Hace tres días que trabajo sin resultados. Busco una palabra de seis letras que empieza por
G y que significa "gargarismo".
-Gargarismo -dijo el Principito.
-Gargarismo -dijo el hombre.
¿Por qué leer 'María', de Jorge Isaacs?
REVISTA SEMANA. JUNIO 2017

Hace 150 años Isaacs publicó la primera


novela colombiana que traspasó las
fronteras y se convirtió en un éxito
internacional. Un libro tan importante para
entender la historia del país como La
vorágine o Cien años de soledad.

Cuando Jorge Luis Borges leyó María, la novela insignia de Jorge Isaacs, muchas voces de las letras
hispanoamericanas decían que el libro era ilegible. Y que para esa época (finales de los años treinta)
nadie era tan romántico ni tan ingenuo como para enternecerse con una historia de amor escrita en
1867. Pero el escritor argentino, famoso por ser un lector exigente y voraz, quedó enganchado.

“La ‘María’ no es ilegible y Jorge Isaacs no era más romántico que nosotros –escribió días después
en la revista argentina El Hogar–. Puedo dar mi palabra de haber leído ayer sin dolor las 370 páginas
que la integran, aligeradas por grabados al cinc. (…) Si al lector no le basta mi palabra, o quiere
comprobar si esa virtud no ha sido agotada por mí, puede hacer él mismo la prueba, nada
voluptuosa por cierto, pero tampoco ingrata”.

La anécdota no es extraña. Incluso hoy, 150 años después de publicada, muchos lectores la
consideran romántica en exceso, muy lejana y difícil de leer. Pero quien se sumerge en las páginas
de la mejor novela colombiana del siglo XIX suele quedar maravillado por la historia de amor, por la
descripción de los paisajes o por su narrativa poética.

Un viaje al pasado

Isaacs –nacido en Cali en 1837, cuando Colombia aún era la República de la Nueva Granada–
creció en lo que hoy es Valle del Cauca, en una época en la que el esclavismo estaba vivo y las
diferencias sociales eran mucho más marcadas que hoy. Su padre, George Henry Isaacs, un judío
nacido en Jamaica y nacionalizado colombiano, hizo fortuna gracias a la explotación de oro en el
Chocó, y compró dos haciendas: Manuelita y El Paraíso. En ese ambiente nació la inspiración de
María. El libro comenzó a hacerse realidad en 1864, cuando el presidente Tomas Cipriano de
Mosquera nombró a Jorge Isaacs subinspector de la construcción de un camino de herradura entre
Cali y Buenaventura. En esos días, en medio de la inclemencia de la selva y enfermo de paludismo,
comenzó la novela que siempre había tenido en la cabeza. Sería la historia de amor de Efraín y
María, dos primos obligados a separarse por la oposición de su familia y la enfermedad de ella.

La abolición de la esclavitud y las deudas dejaron en la quiebra a su padre. Isaacs viajó a Bogotá
para apersonarse de la situación y conoció a José María Vergara y Vergara, quien lo introdujo en El
Mosaico, un grupo literario en el que dio a conocer el manuscrito de su novela. Ellos lo animaron a
publicarla en la imprenta de José Benito Gaitán a finales de mayo de 1867, hace 150 años. Aunque
de esa primera edición solo salieron 800 ejemplares, la novela se convirtió en un éxito inmediato.

Los lectores y hombres de letras de todo el continente empezaron a hablar de María. Les llamó la
atención que, en una época en que llegaban a América Latina las novelas románticas y
costumbristas de autores europeos como el alemán Goethe y el francés Chateaubriand, Isaacs fuera
el primero en adaptar ese estilo a los usos, los paisajes y la sociedad locales.
También contribuyeron a su popularidad la forma poética y descriptiva de referirse a los paisajes, el
hecho de narrar una historia de pasión sin salirse de los códigos morales de la época y la
decisión de mezclar elementos autobiográficos con la ficción. “Es la historia universal de un amor
fatídico e imposible, pero narrada desde este continente con un lenguaje literario exquisitamente
escrito, poético, visual, musical y sensual”, cuenta Luz Mary Giraldo, experta
en literatura colombiana. Para Darío Henao, director del Centro Virtual Isaacs de la Universidad del
Valle, “fue la primera novela colombiana que logró convertirse en un éxito en todo el continente”.

Lo más importante para los expertos, sin embargo, es que María sirve para entender una parte de la
historia de Colombia. La relación prohibida entre Efraín y María tiene lugar en una hacienda del Valle
del Cauca en una época en la que el país salía del feudalismo dejado por la Colonia. “Al leer la
novela quedan claras nuestras maneras de pensar, sentir, decir y actuar durante una época
importante –explica Giraldo–. Se puede ver cómo funcionaba nuestra sociedad, cómo se
relacionaban los terratenientes con los esclavos, cuáles eran los usos y las costumbres del diario
vivir, la comida de la época, la decoración de las mansiones. Uno lee la novela y viaja al pasado de
Colombia, entiende de dónde venimos”.

Ese mundo feudal se desmoronaba cuando salió la novela y el país estaba entrando en un periodo
de turbulencia política. El mismo Isaacs lo vivió cuando la quiebra lo obligó a rematar las haciendas
familiares y cuando decidió militar en el liberalismo radical. De hecho, participó en varias guerras
civiles (1854, 1861, 1876, 1880 y 1885) y en alzamientos contra el régimen conservador de Rafael
Núñez. Eso lo convirtió en un enemigo de los regímenes de finales del siglo XIX, algo que, junto al
hecho de que no se garantizaba el pago de derechos de autor, lo llevó a morir en la pobreza y sin
honores. Pero, a diferencia del destino de su autor, la historia de amor le dio la vuelta al mundo. Para
1967, 100 años después de la publicación de la novela, circulaban unas 150 ediciones con
traducciones al inglés, el francés y el italiano. El libro, incluso, marcó un camino en lo audiovisual,
pues no solo es una de las historias colombianas con más versiones en cine y televisión, sino que
sirvió de argumento del primer largometraje de ficción hecho en el país, dirigido por Máximo Calvo y
Alfredo del Diestro en 1921. Para el cineasta caleño Luis Ospina, quien hizo un documental titulado
En busca de María (1985), “la historia contiene los elementos típicos del romanticismo que la hacen
atractiva para los directores: el amor imposible, la enfermedad, la imposibilidad de los amantes de
estar juntos, el exilio y hasta el incesto”.

Reencuentro con un clásico

Este mes, cuando el libro está cumpliendo 150 años, las campañas para incentivar su lectura
abundan en los colegios, las bibliotecas, las redes sociales y espacios como la Feria del Libro.
El Ministerio de Cultura incluso declaró 2017 el año de Jorge Isaacs, una oportunidad perfecta para
redescubrir su obra y leer uno de los clásicos de las letras nacionales. Para eso, Cristo Rafael
Figueroa, profesor de la Universidad Javeriana, cree que los lectores de hoy deben ver el libro “no
solo como una lectura romántica y un monumento a la lágrima, que no lo es, sino como una historia
muy real de una época importante para el país”. De hecho, el escritor Antonio García Ángel, cuenta
que es tan fácil de leer como una novela contemporánea: “Los personajes están bien delineados, las
descripciones de la naturaleza son maravillosas y hay una tensión que se mantiene a lo largo de
toda la historia”. Además, es un clásico romántico para la literatura colombiana al nivel de Romeo y
Julieta para los británicos. Como dijo a SEMANA el escritor William Ospina, “cuando nuestra América
andaba buscando la novela síntesis del mestizaje, García Márquez la encontró en ‘Cien años de
soledad’. Cuando buscaba la gran novela del territorio, Rivera la encontró en ‘La vorágine’. Pero todo
había empezado antes, porque cuando América Latina buscaba su gran novela romántica, Isaacs la
encontró en ‘María’. Ese libro le marcó su destino a la literatura colombiana”.
2017: el año de Jorge Isaacs

REVISTA ARCADIA

Este año se cumplen 150 años de ‘María’, la obra cumbre del escritor vallecaucano, por lo cual el
Ministerio de Cultura celebra su legado y difunde su trabajo en todo el país. En el marco del
lanzamiento estuvieron dos bisnietos de Isaacs, llamados Efraín y María, junto con el escritor William
Ospina.

El 5 de abril se inauguró 2017 como el año de Jorge Isaacs en la Biblioteca Nacional de Colombia por
el Ministerio de Cultura de Colombia. 180 años después de su nacimiento, y 150 después de la
publicación de su novela María, la vida y obra del escritor vallecaucano se celebrará a lo largo del país
durante el resto de este año. Además del escritor William Ospina, la Directora de la Biblioteca y las
Secretarias de Cultura del Valle del Cauca y la ciudad de Santiago de Cali, la presentación contó María
y Efraín Isaacs, dos de los bisnietos del escritor. Isaacs nació en Cali, en la entonces República de la
Nueva Granada, el primero de abril de 1837. Vivió en todo el país, recorriéndolo como guerrero y
explorador hasta llegar Ibagué, donde murió el 17 de abril de 1895 a sus 58 años.
Portada de la novela María de Jorge Isaacs publicada en 1897 por Éditions Mateu.

“María era gran novela romántica que América Latina andaba buscando
en el siglo XIX” declaró Ospina, “como lo fue Cien Años de Soledad para
el final del siglo XX. Antes de Gabo, era Isaacs el rostro de Colombia para
el mundo”. La novela narra la desdichada historia de amor de María y su
primo Efraín en una hacienda del Valle del Cauca y ha sido traducido a
más de treinta idiomas.

María Isaacs, bisnieta del autor, destacó lo variada que fue la vida de su
ancestro: “este año es importantísimo porque en este momento se va a
resaltar no solamente la obra como tal, sino también sus otras facetas.
Fue educador, congresista, periodista y aventurero. Estuvo mucho tiempo
en la Guajira y producto de ello escribió el libro Las tribus indígenas del
Magdalena”. Notó, además, que aunque su trabajo más conocido es la
novela, tiene poesía y otros textos para dar a conocer. La agenda cultural "va a ser mágica. Cuenta
con exposiciones y actividades, como una obra de teatro, se hará una restauración de su monumento
que está bastante deteriorado e incluso un ballet y un concurso de poesía" dijo.

Efraín María Isaacs, su primo segundo, está enfáticamente de acuerdo: “Los colombianos lo vemos
como el autor de una novela, pero ahí hay un hombre grande, un antropólogo, biólogo, ambientalista
que trabajó con Humboldt, y todo eso se ve en María. No solo plasma el país de la época, la novela
es contestataria y pide la eliminación total de la esclavitud. Eso en el Valle del Cauca, que se puede
considerar una de las zonas más esclavistas del momento". Insiste en entender los elementos políticos
de la obra, escrita por un hombre que participó activamente en las guerras del país. En cuanto a su
nombre, que como el de su prima segunda hace eco a los protagonistas de la novela, siente que es
"un privilegio. Pero no pretendo montarle al viejo ni tampoco parapetarme con él. Es un héroe y no lo
digo yo sino los hechos".

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