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Término CRIMIPEDIA: Positivismo criminológico

(2014)
CRIMIPEDIA: Positivismo criminológico

POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO

Alejandro Blanquer Molina

RESUMEN

El nacimiento del Positivismo Criminológico dio paso a una nueva era, basada en
el método científico. Un pensamiento revolucionario que vino a sustituir a la
anterior Escuela Clásica, siendo sus mayores impulsores Enrico Ferri, Raffaele
Garófalo y Cesare Lombroso. Esta nueva etapa aunaba distintas visiones, desde lo
antropológico hasta lo sociológico, pasando por la Psicología, la Biología o la
Psiquiatría, pero todas éstas formadas con un único propósito, crear una base
rigurosa de conocimientos basados en el método empírico y la robustez científica
y superar la anterior etapa carente de todos estos procedimientos.

DESARROLLO

El Positivismo Criminológico nace a finales del siglo XIX, como fruto de una nueva
era científica, en contraposición a la anterior etapa, la etapa pre-científica o más
conocida como la Escuela “Clásica” de la Criminología. Esta escuela estaba
conformada por teorías con cierto rigor y conocimientos bien fundados, pero que
al final quedaban en meros conceptos aislados y experiencias derivadas del saber,
concibiendo el crimen como un hecho individual y aislado, sin dar importancia al
entorno social. Esta concepción iusnaturalista, incapaz de ofrecer soluciones a la
hora de diseñar políticas de prevención criminal y lucha contra el delito y que
optaba por postulados metafísicos y filosóficos dio paso a una nueva era, el
Positivismo Criminológico.

Esta etapa se funda con la Escuela Positiva Italiana, cuyos mayores


exponentes son Garófalo, Lombroso y Ferri. Su mayor diferencia y a la vez crítica
hacia la anterior escuela, la Escuela Clásica, eran el hecho de basar sus paradigmas
y sus métodos en lo científico, enfrentando el método abstracto y deductivo, el
cual logra inferir algo observado a partir de una ley general, frente a su método
empírico e inductivo, el cual extrae conclusiones generales a partir de premisas
particulares, basándose en la observación de los hechos registrados. Es por ello,
por lo que los positivistas negaron ese carácter científico a las disciplinas
filosóficas propiamente dichas

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El positivismo criminológico está estrechamente ligado a la búsqueda


metódica sustentada en lo experimental, rechazando nociones religiosas, morales,
apriorísticas o conceptos abstractos, universales o absolutos, Lo que no fuese
demostrable materialmente, por vía de experimentación reproducible, no podía
ser científico. El positivismo se expandió exitosamente, como un pensamiento
progresista, revolucionario, capaz de sacar al mundo del atraso y del oscurantismo
religioso o supersticioso de los siglos precedentes.

El hombre y la ciencia serían artífices de todas las explicaciones y los


descubrimientos, capaces de superar todas las enfermedades, los obstáculos
sociales y hasta la propia naturaleza (C. Elbert, 1998)

La Escuela Positiva Italiana se caracterizó por presentar dos direcciones


bien diferenciadas, por un lado la vertiente antropológica de Lombroso, la cual
explicaba el delito como un producto de la predisposición biológica del individuo y
por otro lado la sociológica de Ferri, la cual asumía la existencia de factores
sociológicos subyacentes pero con un objetivo común, como es la robustez del
método científico y la inevitabilidad del progreso científico.

Dos conceptos muy ligados a la creación del Positivismo fueron el


Utilitarismo y el Racionalismo. Para el primero, la moralidad de cualquier acción o
ley está definida por su utilidad para los seres en su conjunto más amplio. Así,
desde una vertiente económica se puede entender como la satisfacción de las
preferencias, mientras que por otro lado, en una vertiente moral podría tratarse
de la felicidad del individuo. Para el segundo, cuyo origen trata de las primeras
etapas de la filosofía occidental, y cuyo máximo representante fue René
Descartes, daban una vital importancia al papel de la razón en la adquisición del
conocimiento. Se establece así una una subordinación de los fenómenos sociales a
las leyes de la naturaleza, así como el uso permanente y el sometimiento de la
imaginación a la observación; la naturaleza relativa del espíritu positivo y la
previsión racional, como destino de las leyes positivas. (Comte, A.,)

A diferencia de la Escuela Clásica, cuyas leyes tienen su origen en


razonamientos metafísicos, el Positivismo Criminológico centró sus bases en las
leyes naturales, en la naturaleza física, basando sus conocimientos en la
objetividad de la realidad observada y dando sentido a los datos obtenidos
mediante esa observación empírica mediante la interrelación de éstos. Esta es la
verdadera esencia de la corriente positivista, la forma de llevar la investigación o
el método. Este método, como hemos dicho anteriormente se trata de un tipo
inductivo-experimental y válido para fenómenos naturales y sociales.

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º Francisco Javier Comte (1798 -1875) fue el padre creador de la


corriente positivista, la cual afirmaba que la verdadera fuente del saber son
los hechos, la experiencia y la observación detallada, objetiva y causal de
esos fenómenos experimentales, mediante la aplicación de los pasos del
método científico. Este método se trata de un saber sistemático, lógico,
objetivo y autocrítico, dando lugar a una reflexión metódica sobre la
creación del conocimiento científico. A su vez, sigue unas pautas muy
concretas para alcanzar todo el rigor que se le exige, que son la
circunscripción a un tema escogido, dentro de un marco teórico
determinado, la realización de una hipótesis como planteamiento o
enunciado a una solución posible y por último, la recolección de datos y su
posterior sometimiento al contraste y a su conclusión. Para Comte, este tipo
de filosofía era una respuesta al pensamiento que centraba su importancia en
Dios y cuya intención principal consistía en liberar al hombre de la idea
falsa del mito y la tradición. El positivismo fue también un intento para
conseguir lidiar los conflictos sociales de esa época tan convulsionada. Se
trataba por lo tanto, más de una necesidad para lograr la reforma de una
nueva organización del saber y una nueva epistemología, que llevase al
hombre al conocimiento guiado por el único sentido que es la razón.
De esta manera, Comte consideraba necesaria la desaparición de una visión
cósmica tradicional, de corte teológico, en beneficio de la racionalización de
todos los procesos relacionados con la vida del hombre.

Otra diferencia entre la Escuela Clásica y la Escuela Positiva es que para la


primera el delito, entendido como la conducta típica, antisocial, culpable y
punible, es entendida como un ente jurídico abstracto, que no se haya conectado
de manera alguna al delincuente y demás características asociadas a éste. Este
argumento fue defendido por E. Ferri a la hora de destacar la importancia del
Positivismo, ya que las concepciones clásicas para la disminución de la
criminalidad habían fracasado, y el aumento de la delincuencia era evidente. Y es
que para Ferri (1887) “la escuela positiva consiste en lo siguiente: estudiar al
delito, primero en su génesis natural, y después en sus efectos jurídicos, para
adaptar jurídicamente diversos remedios a las varias causas que lo producen los
que, en consecuencia serán eficaces.”

A raíz de estas críticas, E. Ferri desarrolló su ley de la saturación, de la cual


se extraía la idea de que cada año el nivel de criminalidad estará determinado por
variables físicas y sociales en relación con factores endógenos y exógenos del
individuo.

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Esta idea dio fuerza al concepto natural del delito, el cual no se limita sólo
a la definición legal del delito, incluyendo al delincuente no como sujeto activo de
la acción, sino como el núcleo de todo el fenómeno, con unas características
biológicas, psicológicas y sociales determinadas, dando lugar a la idea de que “no
existe el delito sino el delincuente”. A partir de esta base, se entiende que el
delito, entendido como acción antisocial es una consecuencia de la peligrosidad
del criminal.

Una de las mayores aportaciones de la Escuela Positiva Italiana fue la del


enriquecimiento conceptual y de conocimientos a la hora de diseñar los tipos
criminales y sus posteriores clasificaciones. Una de las mayores y más conocidas
clasificaciones pertenece a Cesare Garófalo, considerado el padre del positivismo
biológico, el cual desarrolló su teoría del hombre criminal, por el cual atribuía al
hombre criminal un estado atávico y de regresión a estados evolutivos anteriores.

Mientras que en la Escuela Clásica, sus autores mantenían la idea de que


no existían diferencias entre el hombre no delincuente y el delincuente,
manteniendo así la idea de igualdad del género humano, para la Escuela Positiva
sí que se consideraba el delincuente como un ser distinto al hombre no
delincuente.

Esta era la razón por la cual no había de castigarse el hecho en sí mismo,


sino más bien al autor del delito. Es por lo tanto esencial, que para poder castigar
a los sujetos se tenga en cuenta algún criterio de medida a la hora de aplicar dicho
castigo, por lo que se crea el concepto de peligrosidad o “temibilidad del autor”.
Este concepto guiaba el tratamiento necesario para que el delincuente lograra la
reinserción completa y superase su necesidad delictiva, basándose en penas
indeterminadas, pero a su vez imponía también una individualización de la pena,
convirtiéndose en conceptos actuales en nuestros códigos penales. Así, en la Ley
Orgánica 10/1995 de 23 de Noviembre del Código Penal, en su artículo 6, se
justifica que las medidas de seguridad se fundamentan en la peligrosidad criminal
del sujeto al que se impongan, exteriorizada en la comisión de un hecho previsto
como delito. Además, estas medidas de seguridad no podrán resultar ni más
gravosas ni de mayor duración que la pena abstractamente aplicable al hecho
cometido, ni exceder el límite necesario para prevenir la peligrosidad del autor.
Esta peligrosidad venía dada por una serie de procesos físicos y sociales
complejos, y que se fundamentaba en una filosofía determinista, negando la
libertad en virtud de la convivencia social. En este sentido, Thomas Hobbes (1651)
defendía que la sociedad es la que impone las reglas para equilibrar los intereses y
deseos individuales, ya que en caso de no existir esa delimitación, el hombre
entraría en un estado de libertad completa, lo que le llevaría a llevar a cabo
acciones caóticas.

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El determinismo también sienta sus bases en los factores biológicos, como


son aquellos que marcan el comportamiento del individuo en base a su condición
genética y cómo influye ésta en los sistemas sociales a través de proceso
evolutivo. Otro determinismo importante es el ambiental o educacional, donde se
afirma que la educación es la causante de todas nuestras conductas, eliminando
de forma casi total el factor genético que pueda influir en estas. Uno de los
grandes defensores de esta disciplina fue B. F. Skinner, cuya obra más importante
y que sentaría los pilares del conductismo fue The Behavior of Organisms: An
Experimental Analysis, en 1938.

Este determinismo, característico de la Escuela Positiva, era la idea


contraria que defendía la Escuela Clásica con su libre albedrío, el cual trataba a
todos los hombres por igual, dejándolos elegir a su voluntad entre el bien y el mal,
sin que existan causas ajenas e impuestas a su voluntad.

Respecto a la prevención, el Positivismo aboga por una prevención


especial, centrando su eficacia en que el delincuente no vuelva a reincidir, a partir
de un tratamiento orientado a las necesidades propias y específicas de cada
delincuente. Es por ello por lo que dan gran importancia a los exámenes periciales
de médicos, sociólogos y psicólogos, los cuales destacan como imprescindibles a
la hora de poder evaluar correctamente al delincuente y establecer el nivel de
peligrosidad que alcanza. Este examen daría respuesta real a las necesidades
criminógenas del individuo y, por lo tanto, las pautas correctas para su posterior
tratamiento. Esto conduce a la idea central de que serán más útiles siempre las
políticas centradas en la dinámica del delito, que la aplicación de leyes o penas
que se implanten en el sistema judicial. Para ello, Ferri idea los sustitutivos
penales, que son medios de prevención social centrados en factores económicos,
políticos, educativos y familiares. Este concepto llevó a la idea de que se debían
reemplazar las cárceles, por ser una causa de criminalidad y no de remedio, ya
que es en las cárceles donde se forman individuos resentidos hacia la sociedad y
al salir de las cárceles cometen delitos más atroces como una venganza a la
sociedad que los condenó.

Uno de los autores más influyentes en el nacimiento del pensamiento


positivista dentro de la Escuela Italiana fue Lombroso (1835 – 1909).

Cesare Lombroso fue médico, psiquiatra, antropólogo y político, y fue el


mayor impulsor de la ideología de la antropología aplicada, tal y como dejó
patente con su obra “Tratado antropológico experimental del hombre
delincuente” publicado en 1876, donde sentó las bases de la Criminología
moderna. Lombroso hizo una teoría del delincuente basada en datos
antropométricos, formulada a partir de sus análisis durante largos años a través
de autopsias, informes médicos y observaciones en distintas cárceles europeas.

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A su vez, estableció una tipología para dividir a los delincuentes en seis tipos
distintos:

1- El delincuente atávico. Se trataría de una subespecie de humano, degenerado y


atávico. Esta regresión como organismo humano nació a raíz de unas
investigaciones al examinar cráneos de distintos delincuentes. Para Lombroso,
estos estigmas se transmitirían por herencia.

2- El loco moral. Este tipo se trataría de una especie de idiota moral, que no
puede elevarse a comprender el sentimiento moral y que tuvo una educación muy
deficiente durante la infancia. Se consideran ciegos morales, porque su retina
psíquica es o se transforma en anestésica. Y como falta en ellos la facultad de
utilizar nociones de moral, los instintos latentes en el fondo de cada hombre
toman en él ventaja.

3- El delincuente loco, que a su vez desemboca en distintos tipos como el


delincuente alienado, alcohólico, histórico y mattoide. La diferencia conceptual
entre el delincuente loco y el loco moral consiste en que el delincuente loco moral
ha cometido un delito con plena responsabilidad y enloquece después en la
prisión, mientras que el loco delincuente son enfermos mentales que delinquen
sin la necesaria capacidad de entender y querer.

4- El epiléptico. En este caso se trata de individuos violentos y agresivos. No


padecen ninguna enfermedad mental declarada, ni el clásico estado alcohólico.
Cometen delitos gravísimos sin experimentar después, remordimientos,
coincidiendo al referirse a determinadas sensaciones (vértigos, temblores, pérdida
del control, etc.) durante el acceso comicial. Algunas características peculiares de
estos delincuentes son: la destructividad, precocidad sexual y alcohólica,
obscenidad, sonambulismo y estados crepusculares, rapidez de cicatrización de
las heridas, tendencia a la holgazanería, canibalismo, vanidad, cambios de humor,
amnesias frecuentes o propensión al tatuaje.

5- El delincuente ocasional, que a su vez pueden ser pseudo criminales,


criminaloides y habituales. Este tipo de delincuente es uno de los tipos donde
menos se profundizó y por lo tanto menos poder conceptual tiene.

6- El delincuente pasional. Estos delincuentes tienen hace un uso de la violencia


como forma de pasión, ya sea sentimental, ideológica, religiosa o de cualquier
otro tipo.

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Esta tipología la fue mejorando durante años, introduciendo nuevas


características, y posteriormente añadiendo nuevos tipos, como fueron la
criminalidad femenina y el delito político. Respecto a la delincuencia femenina,
Lombroso publicó “La donna delinquente, la prostituta e la donna nórmale”,
donde consideraba la prostitución como un fenómeno atávico de la mujer y
alternativo de la criminalidad. Este tipo de actividad era una forma natural de
regresión, por lo que la mujer no se le consideraba criminal, sino impura, por lo
que el delincuente nato femenino abundaba más entre mujeres prostitutas que
entre las mujeres delincuentes.
Respecto a la delincuencia política, se trababa de un delincuente peculiar, donde
no existía un tipo unitario y homogéneo de delincuente político.

Todas estas teorías no estuvieron carentes de críticas desde varios puntos


de vista. Por un lado, es difícil extrapolar el comportamiento de otros organismos
como puedan ser los animales a los comportamientos de los humanos. Por otro
lado, una de las críticas más duras contra su teoría fue la de que no existía
correlación entre los estigmas atávicos y el ser un delincuente, ya que muchos
individuos presentan anomalías y no por ello comienzan una carrera criminal e
igualmente a la inversa.

Algo más tarde llegaría la corriente sociológica de la mano de Ferri (1856 –


1929).E. Ferri político, sociólogo y criminólogo, además de ser estudiante de
Lombroso.A diferencia de su profesor, Ferri se enfocó más que en las diferencias
de corte biológico, en las influencias sociales y económicas del criminal. Sus
investigaciones sirvieron para desarrollar métodos de prevención del crimen, en
lugar de enfocar los esfuerzos del poder. Fundó la revista “Scuola Positiva” y se le
considera padre de la Sociología Criminal.

Ferri estudió en profundidad el método científico, desarrollando su teoría


de la criminalidad y posterior tipología criminal. Para Ferri, el delito no era un
fenómeno que surgía a partir de una determinada patología individual, sino que
se trataba de un hecho que estaba influido por características individuales, físicas
y sociales. Esta idea se puede observar en su obra “El crimen, causas y remedios”,
donde en ella se trataban tanto las causas sociales del delito como las individuales
y en ella se abandonaba el punto de vista pesimista de que no existe remedio para
el delito. Se entiende por tanto, que la criminalidad era un fenómeno social más,
como otros muchos que puedan darse en la naturaleza, pero que estaba
determinada por una dinámica propia.

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Otro concepto que acuño Ferri fue el de los sustitutivos penales, capaces
de desarrollar programas político criminales de lucha y prevención del delito, sin
necesidad de entrar en juego el Derecho Penal. Por lo tanto, esta lucha debería
llevarse a cabo a través de acciones reales y científicas que anticipen la barrera de
los poderes públicos, incidiendo sobre los distintos factores sociales criminógenos
con el fin de neutralizarlos. Estos podían ser desde factores económicos, religiosos
y educativos hasta políticos, legislativos o familiares.

Toda esta idea hizo que Ferri defendiera la Sociología Criminal por encima
del Derecho Penal, como instrumento de lucha contra el delito. Esta Sociología
Criminal estaría conformada por la Psicología Positiva, la Antropología Criminal y
la Estadística Social.

Respecto a las tipologías referidas a los delincuentes, Ferri añadió otra


más, en este caso el delincuente involuntario.

El tercer autor que más impacto tuvo en el Positivismo Criminológico fue


Garófalo (1852-1934). Fue jurista, magistrado y uno de los mayores defensores
del movimiento denominado Positivismo moderado.

Garófalo se hallaba en una posición intermedia entre Ferri y Lombroso, no


llegando a decantarse ni por la antropología ni por la sociología criminal.

Uno de los primeros conceptos introducidos por el autor fue el de “delito


natural”, donde trataba de definir el concepto que era y siempre había sido el
delito, a través del tiempo, las costumbres y los distintos pueblos. Es decir, trataba
de dar un concepto sobre lo que es delito por naturaleza.

Para llevar a cabo esta tarea, Garófalo comenzó a investigar los distintos
hechos a través de las distintas épocas y pueblos, pero con el requisito específico
de que siempre fueran considerados como delitos tales acciones.

Pero en este aspecto surge un gran inconveniente, que es la dificultad


para diferenciar los hechos considerados como delitos, ya que distintas acciones
en un determinado momento no fueron las mismas en todos los tiempos, y se da
el caso de que, hechos que hoy son delitos, no lo eran en la antigüedad.

Para evitar este fallo metodológico, Garófalo cambió el objeto de su


estudio, y en vez de investigar los hechos tal cual, comienza a investigar
qué sentimientos lesionan los delitos. Esta idea había surgido con anterioridad al
haber observado que los delitos lesionan sentimientos, por lo que podrían existir
sentimientos perdurables, cuya lesión siempre hubiese sido considerada como

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ilícita; y su tarea lo lleva a la conclusión de que existen dos tipos de sentimientos,


cuya lesión la humanidad siempre consideró delito: el sentimiento de piedad y el
sentimiento de probidad. Esta definición, sin embargo no fue bien recibida por la
doctrina, ya que resulta casi imposible elaborar una lista universal de delitos y
sobretodo unido a conceptos tan ambiguos como estos dos sentimientos.

Otro concepto introducido por Garófalo fue el de la teoría de la


criminalidad, la cual entiende que es fundamental la herencia endógena psíquica
o los llamados instintos, ya que la mayoría de los delincuentes tienen una
variación psíquica. A pesar de negar la existencia directa de un criminal de base
antropológica, reconoce que existen algunos datos morfológicos relevantes a la
hora de describir un tipo criminal. Por lo tanto, el delincuente para él se trataría
de un ser con una carencia vital dentro de la esfera de la moral, con una
personalidad totalmente alterada.

Por último, el concepto más importante introducido por Garófalo fue el


del fundamento del castigo. En este sentido, los derechos del individuo quedarían
subordinados al orden social. Al igual que el medio elimina a los organismos que
no son útiles o las características de una determinada especie como hace la
selección natural a la hora de desarrollar o mantener dichas características, el
Estado debe ser el encargado de inoculizar al delincuente que no sea capaz de
adaptarse al medio social en el que se encuentra viviendo. Este tipo de
pensamiento justificó en gran medida distintas penas que siguen vigentes en
pocos Códigos Penales, pero que en su día se aplicaron severamente como es la
pena de muerte o el destierro. Un aspecto importante a tener en cuenta, antes de
aplicar dichas penas, era la necesidad de estudiar las características concretas de
cada individuo respecto de la aplicación de ésta, sin que entraran en juego la
proporcionalidad de la pena o la prevención. La idea de resocialización o
reinserción se trataba de una meta imposible, al entender que la base orgánica y
psíquica del individuo impedía tal hecho.

La Escuela positiva también tuvo sus repercusiones a nivel nacional,


siendo en nuestro país Dorado Montero y Bernardo Quirós sus mayores
exponentes.

Dorado Montero intentó aunar la filosofía correccionalista con los


postulados de la Escuela Positiva. Luchó por un derecho no represivo o protector
de los criminales, cuyo propósito era modificar la voluntar criminal. Era un
defensor de la "Pedagogía correccional", la cual entendía que los delincuentes
estaban desprovistos por completo del castigo de sentido represivo y doloroso,
animado tan sólo de una finalidad tutelar y protectora. Fue también un gran

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defensor de la supresión del Derecho positivo, siendo uno de los primeros autores
en formar parte de la Criminología Radical, la cual provenía de la crítica al poder
punitivo con los marcos ideológicos que reclaman cambios sociales y una
reestructuración en la sociedad profunda, viendo al Derecho Penal como un mero
instrumento de control social de las clases hegemónicas o poderosas para
someter y controlar a las desposeídas. Por su parte, Bernardo Quirós empleó un
método de trabajo eminentemente empírico en sus investigaciones sobre la
criminalidad de su tiempo, destacando la importancia de factores antropológicos
y sociológicos.

CONCEPTOS RELACIONADOS

Escuela Positiva, Escuela Clásica, Lombroso, Ferri, Garófalo, Método, Prevención.

BIBLIOGRAFÍA

Compte, A. (1844). Discurso sobre el espíritu positivo

García-Pablos de Molina, A. (2008). Tratado de Criminología. Ed. Tirant lo Blanch,


Valencia.

Elbert, C.A. (1998). Manual Básico de Criminología. Ed Eudeba, Buenos Aires.

Garrido, V., Stangeland, P. y Redondo, S. (2006) Principios de Criminología Ed.


Tirant lo Blanch, Valencia.

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