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BEVERLY HUNGRY WOLF

IA VIDA DE IA MUJER
PIEL ROJA
Cómo vivían mis abuelas
Beverly Hungry Wolf

LA VIDA
DELA MUJER
PIEL ROJA
(Cómo vivían mis abuelas)

Traducción
de
Esteve Serra

HESPERUS
PARA MI MADRE
HESPERUS
23

© 1992, Beverly Hungry Wolf


© 1998, para la presente edición,

José J. de Olañeta, Editor


Apartado 296 - 07080 Palma de Mallorca

ISBN: 84-7651-043-8
Depósito L.: B-5.078-1998

Impreso en Liberduplex, S.L. - Barcelona


Printed in Spain
Agradecimientos

LA IDEA de hacer este libro la tuvo mi madre, Ruth Pequeño Oso, que du-
rante años estuvo diciéndome que le gustaría escribir un libro sobre la vida de las
mujeres de nuestro pueblo. Una de sus posesiones más preciadas es un manuscri-
to de su padre, que contiene su versi6n de la historia de nuestro pueblo. Cuando
me casé con mi esposo, que ya era escritor, mi madre pensó que él y yo podría-
mos ayudarla a llevar a cabo su proyecto. Sin embargo, mi esposo creía que era
yo misma quien debía trabajar en el proyecto, y por consiguiente me puse ma-
nos a la obra.
Durante mis frecuentes visitas a mi madre empecé a registrar sus relatos en
cinta magnetof6nica y a transcribirlos en mi tiempo libre. Después de trabajar
duro durante casi toda su vida para conseguir cierto nivel de prosperidad y de
comodidades modernas, mi madre no deseaba volver a vivir según nuestras cos-
tumbres ancestrales. No obstante, fue criada por su abuela, que vivi6 la mayor
parte de su vida en los viejos tiempos, y es consciente de que los conocimientos
que obtuvo de joven son valiosos y de que hoy en día se están perdiendo.
Mi madre siempre ha sido para mí un gran ejemplo de bondad y generosidad
tradicionales combinadas con el trabajo duro y la devoci6n a su familia. Ha cria-
do a siete hijos y una hija, y su casa siempre ha sido un lugar popular para doce-
nas de nietos, sobrinos y sobrinas, primos, tías, y demás. Desde hace años, cuida
también de mi abuela. Cuando ella y mi padre se casaron, pasaban los inviernos
en tiendas de lona, con temperaturas que a menudo eran de muchos grados bajo

7
8 La vida de la mujer piel roja

cero. Cuando yo era pequeña, vivíamos todos juntos en una casa de troncos de
una sola habitación construida por mi padre y su tÍo.
También recogí relatos de mi abuela, Hilda Estrangula al Lobo, que tiene
más de noventa años. Pero gran parte del material que recogí de mi madre y mi
abuela versa sobre la historia de mi familia, lo que tiene más valor para mis hijos
y mis parientes que para los lectores de este libro. Y o quería presentar las histo-
rias de más mujeres de nuestra tribu, y no sólo de aquellas con las que estoy em-
parentada inmediatamente. Por esto llamé a este proyecto Cómo vivían mis
abuelas. Según la costumbre tribal, todas las ancianas del pasado son mis abue-
las.
Otra influencia importante en mi vida-y en la elaboración de este libro-ha
sido Paula Cabeza de Comadreja, que dedicó toda su vida a convertirse en una
de las mujeres más sabias de las cuatro tribus de la nación blackfoot. Su esposo y
mi padre son hermanos adoptivos, y ella me ha tomado como hija adoptiva, lo
que he considerado como un honor muy grande. Hombres y mujeres han bus-
cado su consejo a menudo sobre toda clase de cuestiones tribales de orden reli-
gioso y social. Es bien conocido su saber sobre los Paquetes de la Pipa de Medici-
na, tan importantes para la tribu. Nos ha aconsejado a mi esposo y a mí durante
los dos períodos en que actuamos como guardianes de los Paquetes de la Pipa de
Medicina, y nos ayudó a dirigir las ceremonias que nuestro cargo nos exigía or-
ganizar. Además de registrar muchos relatos que ella me ha contado, también he
conseguido que su hermana, Annie Cuervo Rojo, me facilitara algunos comen-
tarios relacionados con esos relatos.
Hay muchas mujeres en mi pueblo a las que considero sabias y buenas narra-
doras de relatos. Mi deseo es que algunos jóvenes sigan mi ejemplo y registren lo
que sus abuelas y sus madres tienen que decir antes de que nos dejen para siem-
pre. La colección de relatos que ofrezco en este libro se debe a sólo unas pocas de
esas mujeres -aquellas con las que estoy emparentada o con las que somos bue-
nas amigas-. Entre éstas citaré a la señora Airnie Cabalga-ante-la-Puerta, Rosie
Davis, Annie Wadsworth, Grandma Mary Ground y mi tía, Mary Un Lunar.
Para preparar este libro he estudiado el material que se puede encontrar en
las muchas publicaciones que existen sobre las tribus blackfoot. Entre ellas, las
obras de James Willard Schultz, George Bird Grinnell, John Ewers y Clark
Wissler. Incrementé mi colección de leyendas tribales acudiendo a un libro so-
bre mitos blackfoot publicado en 1909 por el Museo Americano de Historia
Natural. Estos mitos fueron recopilados por un blackfoot mestizo llamado Da-
Agradecimientos 9

vid Duvall y son prácticamente iguales a las leyendas que aún se cuentan hoy,
pero en muchos casos más completos.
Grabé por primera vez algunos relatos que aparecen en este libro cuando
ayudaba a mi esposo a recopilar su obra The Blood People, publicado por la edito·
ria! Harper & Row. A juzgar por su experiencia con aquel libro, espero recibir
muchas respuestas agradables y unas pocas críticas, algunas de ellas basadas en la
sencilla razón de que "es mejor que los viejos se lleven estos relatos consigo". A
esto sólo puedo responder diciendo que todas las mujeres que me ayudaron creí-
an que un libro como éste no podría sino ayudar a las jóvenes generaciones de
nuestro pueblo, que necesitan comprender sus costumbres ancestrales para po-
der apreciarlas. Este libro también quiere dar a los que no son de nuestra tribu
una mejor oportunidad para respetar y admirar las costumbres seguidas por mis
antepasadas.
Las fotografías que aparecen en este libro se han reunido a lo largo de mu-
chos años y proceden de muchas fuentes. Entre otras, álbumes familiares, tien-
das de objetos de segunda mano y de antigüedades, el Museo N aciana! del Cana-
dá y la Fundación Glenbow-Alberta.
Quiero dar las gracias al Canada Council, que costeó una temporada de tra-
bajo con mis abuelas. Compartí con ellas parte de la subvención, y espero hacer
lo mismo con todo lo que pueda llegar a ganar con este libro.
También quiero dar las gracias a mi marido, Adolf Hungry Wolf, por ani-
marme a seguir trabajando en este proyecto cuando yo quería abandonarlo. Él
ha escrito muchos libros similares, y siempre pensé que su trabajo era divertido
y fácil. Ahora sé que la tarea de registrar la historia y las tradiciones de los ancia-
nos es una ocupación muy absorbente y tan poco gratificante que no muchas
personas la intentan. Mi marido me ahorró el trabajo más penoso de todos al re-
visar mis muchas páginas mal mecanografiadas y prepararlas para su publica-
.'
ClOil.
Espero que algunas de las jóvenes que lean este libro lleguen algún día a ser
abuelas, y que sigan unas costumbres que también sus nietos consideren un día
lo bastante valiosas como para dejar constancia de ellas.
Indice

AGRADECIMIENTOS ....................................................................... 7

INTRODUCCIÓN ............................................................................. 15

QUIÉNES SON MIS ABUELAS ........................................................ 17

La abuela más anciana de mi pueblo .......................................... ........ 19


Una boda blood tradicional: Una abuela que se casó a los siete años .. 22
La histora de Mujer Morena ......................................................... 25
Las mujeres sagradas entre mis abuelas ....................................... ........ 26
Reflexiones de la mujer sagrada, señora Cabalga·ante·la·Puerta .......... 29
La historia de Captura-Dos-Caballos .................................................. 33
Leyendas de la Danza del Sol .. .. ...... ... ... .... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 35
Origen del tocado de la mujer sagrada ......................................... 36
Cómo el Lucero del Alba contribuyó al Natoas ......................... 39
La abuela que tenía el poder de llamar a los espíritus .. ... ... ... ... ... ... ... .. 41
Historias de mi tía, Mary Un Lunar, de la tribu sarcee ...................... 43
Cómo vivíamos juntas mi abuela y yo (por Mary Un Lunar) .. ........ 46
Una abuela que participaba en las expediciones guerreras .................. 49
Águila Corredora -Mujer guerrera de los blackfoot ................... 52
U na mujer que seguía los usos de los hombres ............................ 57
11
12 La vida de la mujer piel roja

El blood que reclamó a su esposa robada (y luego puso nombre al herma-


no de mi abuelo por el incidente)..................................................... 59
Las iniciaciones de Paula Cabeza de Comadreja, una anciana blood
(por Paula Cabeza de Comadreja)................................................... 62
Comentarios de Paula Cabeza de Comadreja sobre la vida............. 65
Dos hermanitas (por la hermana de Paula Cabeza de Comadreja,
Annie Cuervo Rojo).................................................................... 67
Recuerdos de infancia (por Paula Cabeza de Comadreja)................. 69
La vez que las monjas nos llevaron a la Danza del Sol (por Paula
Cabeza de Comadreja) .. ... ... ... ... ... .... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 72
APRENDIENDO DE MIS ABUELAS............................................... 91
EL CAMPAMENTO DE MI ABUELA (por Ruth Pequeño Oso)...... 95
APRENDIENDO A ACAMPAR COMO MIS ABUELAS ............... 103
LAS DANZAS DE MIS ABUELAS .................................................... 111
MITOS Y LEYENDAS DE MIS ABUELAS...................................... 117
Cómo fuimos hechas las mujeres, según los ancianos........................... 118
Cómo los hombres y las mujeres volvieron a estar juntos.................... 120
La mujer que se casó con una gota de agua.......................................... 122
El hombre que fue abandonado por sus esposas.................................... 123
La mujer caballo.................................................................................. 124
La esposa maltratada........................................................................... 125
La joven blanca que se casó con un fantasma indio............................. 126
La muchacha que se convirtió en un oso malo .................................... 127
La mujer que se casó con un perro....................................................... 129
La esposa infiel ... ... ... ... ... ... ... .. .. ... .. ... ... ... ... ... ... ... .... .. .. ..... ... ... ... ... ... ... .. 131
Por qué una mujer hizo que los perros dejaran de hablar.................... 133
La mujer cuya cabeza permaneció fiel................................................. 133
Kutuyis, el joven que ayudaba a todas las mujeres............................... 134
La mujer que hizo volver al bisonte.................................................... 138
EN TORNO A LA CASA - ALGUNAS ENSEÑANZAS DE LAS
ABUELAS ................................................................................. ,........ 159
La abuela en su casa (por Ruth Pequeño Oso}...................................... 159
Indice 13

Preparación de las entrañas........................................................... 160


Sobre bebés y niños .... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .. .. .. .. .. ... ... ... ... . 164
Sobre el control de la natalidad........................................................... 174
La salvia de las mujeres....................................................................... 175
La preparación de la comida .. .... .. .... .. .. .. ...... .... .. ...... .... .. .... ..... .... ... ... .. 176
El secado de la carne .... ... ... ... ...... ... .. .... .. ... ... ..... ... ... .. ... ... ... ... ... ... ... 177
Algunas recetas............................................................................... 179
Los vestidos de mis abuelas .. ... ... ... ... ... ... ... ... ... .... ...... .. .... .... .. .......... ... .. 187
Mocasines ... .. ... ... ... ... ... ... ... ... ... .. .... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .... .. .... .. .... 190
Los vestidos.................................................................................... 195
El curtido .... ... ... ... ... .. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .... .. .... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . 199
Preparación del cuero crudo ......................................................... 200
Reblandecimiento del cuero crudo ............................................... 200
Comentarios sobre el curtido (por la señora Cabalga-ante-la-
Puerta)................................................................................ ......... 202
El ahumado de la piel curtida........................................................ 205
Otras labores artesanales..................................................................... 205
Tendones y utensilios.................................................................... 205
El bordado con púas de puerco espín ........................................... 206
El bordado con abalorios............................................................... 209
Juguetes.......................................................................................... 212
Cunas.............................................................................................. 212
Utensilios....................................................................................... 213
1ntroducción

ME LLAMO Beverly Hungry Wolf[Lobo Hambriento J. Mi nombre de fami-


lia es Pequeño Oso, y procede del abuelo de mi padre. Nací en el Hospital de los
IndiosBlood en 1950 y me crié en la Reserva de loslndiosBlood, que es la mayor
del Canadá. Crecí entre parientes y ancianos tradicionales, hablando tan s6lo la
lengua blackfoot. Después fui al internado de la reserva y me esforcé por apren-
der el modo de vida moderno, como los demás bloods de mi generaci6n. Luego
realicé estudios superiores, me dediqué a viajar, en los últimos años sesenta, e in-
cluso di clases en el mismo internado donde mucho antes había estudiado.
Durante todo este tiempo todavía había muchas personas mayores entre los
bloods que conocían y practicaban nuestro sistema de vida ancestral. Creían
que ellos iban a ser las últimas generaciones que mantendrían estas antiguas tra-
diciones bloods. Mis padres también lo creían, y los j6venes como yo misma dá-
bamos por sentado que sería así. De hecho, las monjas de la escuela nos castiga-
ban si hablábamos nuestra lengua nativa en voz alta y desaprobaban cualquier
otro signo de la cultura india. Pero incluso en casa se nos decía que no molestára-
mos a las personas mayores, especialmente durante sus muchas celebraciones
tradicionales, y a menudo nos avergonzábamos de estar con nuestros anticua-
dos abuelos en público.
No fue hasta que me casé con mi marido, Adolf Hungry Wolf, cuando em-
pecé a intentar aprender las costumbres de mis abuelas. Aunque había nacido en
Europa, mi esposo sabía más sobre la forma de vivirtradicional de los indios que

15
16 La vida de la mujer piel roja

yo o que cualquier joven de mi generación en aquella época. Me animó a encon-


trar una fuente de orgullo y de sentido en mi estirpe y en mi nombre heredita-
rio, SikskiAki -Mujer de Cara Negra-, que heredé de una bisabuela mía poco
después de nacer. Ahora intento vivir de acuerdo con muchas de las costumbres
de mis abuelas y trato de criar a mis hijos con arreglo a ellas. Soy madre de cuatro
niños y una niña.
En los años que han transcurrido desde que empecé a seguir las costumbres
de mis abuelas he llegado a valorar las enseñanzas, los relatos y los ejemplos de
vida cotidianos que ellas han compartido conmigo. Compadezco a las mucha-
chas más jóvenes del futuro que habrán perdido la oportunidad de conocer a al-
guna de estas admirables ancianas. Pienso en cuánto podría haberme ayudado
un poco de este saber cuando era más joven. A causa de esto he compuesto este
libro, para que sea un documento permanente sobre mis abuelas. Éste es mi tri-
buto para ellas.
No escribo este libro porque crea que soy una experta en mi linaje y mi cul-
tura nativos, ni porque espere ganar mucho dinero con él. Lo hago en un esfuer-
zo por llenar un espacio de la historia que ha estado vado durante demasiado
tiempo. El mundo actual está tan atestado que con frecuencia nos dirigimos a los
libros para experimentar cómo era la vida en otros tiempos y otras culturas. Pe-
ro no existen tales libros sob1 e mis abuelas indias de la nación blackfoot, ni de la
división a la que pertenezco, los bloods. Hay libros que hablan del robo de caba-
llos, la caza del bisonte y las expediciones guerreras. Pero, para el lector, parece
como si las mujeres indias tuvieran una vida aburrida, dedicada a tareas monóto-
nas, y que su espíritu estuviera vacío de relatos y anécdotas.
Espero que este libro proporcione algo de inspiración y de guía a las jóvenes
que crecen detrás de mí. Espero, asimismo, que ilumine a muchos otros lectores
enseñándoles que las mujeres indias poseen unos conocimientos con los que
contribuir a la historia del mundo. Deseo que más personas compartan las cos-
tumbres de sus abuelas. Creo que ayudaría a mejorar la actual situación del mun-
do el que todos aprendiéramos a valorar y a respetar las costumbres de las abue-
las -de las nuestras y de las de todos los demás.
Quiénes
son mis abuelas

MI ABUELA, AnadaAki, nació en un tipi en la década de 1880. Ha recorrido un


largo camino hasta llegar a su actual lugar en la vida, que incluye el hecho de ser la
persona más anciana de la familia, así como una aficionada entusiasta del serial tele-
visivo "As the World Turns". Al oír su voz de acento británico pidiendo a gritos
que alguien encienda el televisor, uno no se imaginaría que se crió en casa de uno de
los últimos grandes hombres de medicina de los bloods.
AnadaAki significa Mujer Bonita en nuestro idioma. Es el nombre que ella ha
llevado más tiempo. Cuando ingresó en la escuela fue conocida con el nombre de
Hilda Cabeza Pesada, y cuando se casó con mi abuelo se convirtió en Hilda Beebe.
Después de morir mi abuelo volvió a casarse y fue conocida como Hida Estrangula
al Lobo. Y para completar esta serie de cambios de nombre, el nombre de su verda-
dero padre eraJoseph Trollinger, un nombre alemán que nunca utilizó.
La abuela AnadaAki ha pasado gran parte de sus últimos años en casa de mis
padres, aunque creo que ella preferiría vivir en su propia casa. Como la madre de
mi padre murió cuando él era un niño pequeño, AnadaAki es la única de mis
verdaderas abuelas que he conocido. Pero entre los indios el parentesco está mu-
cho más generalizado que en muchos otros pueblos. Por ejemplo, todas mis pa-
rientes femeninas de la edad de AnadaAki son mis abuelas, lo mismo que otras
que son más jóvenes. Asimismo, a todas las mujeres de mi tribu que vivieron ha-
ce mucho tiempo las llamamos abuelas. Además, es habitual que cualquier mu-
jer anciana de la tribu, cuando habla bondadosamente, llame "nieta" a cualquier
17
18 La vida de la mujer piel ro¡a

mujer joven o muchacha. Así, pues, el tÍtulo de mi libro se refiere en realidad a


las costumbres de las mujeres de mi tribu, no s6lo a las madres de mis padres.
La madre de AnadaAki se llamaba Primero-en-Matar, nombre procedente
de un antiguo guerrero que se había distinguido con esta acción en una batalla.
Primero-en-Matar tenía un hermano llamado Sweetgrass, y ambos crecieron en
los tiempos del bisonte. Cuando fue mayor se cas6 conJoe Trollinger, un ale-
mán que se había instalado entre los bloods. Fue conocida como Lucy Trollin-
ger y, junto con su esposo, ayud6 a regentar un hotel-restaurante en el camino
de carro que unía la reserva blood y lo que posteriormente sería la ciudad de Cal-
gary, y que entonces era un fuerte y un almacén. Los bloods llamaban a su espo-
so El-Último-en-Enfadarse, porque su expresi6n favorita era: "Primero te enfa-
das tú, luego me enfadaré yo." Los viajeros le pusieron el mote de Rutabaga
[Nabo] J oe a causa de lo mucho que le gustaba esa hortaliza.
Joe y Lucy tuvieron cinco hijos, y cuatro de ellos vivieron más de noventa
años. AnadaAki era la más joven, y la única que no conoció a su padre. Su hija ma-
yor era sordomuda, pero cuando Lucy descubri6 que J oe se disponía a llevarla a
Alemania para someterla a tratamiento, cogió a todos sus hijos y se fue a vivir de
nuevo con los bloods. Poco después se casó con un joven guerrero llamado Cabe-
za Pesada, que aceptó a los niños como si fueran suyos. Él y Lucy no tuvieron más
hijos, pero AnadaAki naci6 poco después de que se casaran. A pesar de su educa-
ci6n completamente blood, puedo decir que mi abuela tiene, sin duda, costum-
bres y características que comúnmente se consideran más alemanas que blood.
Entre otras cosas, sus ojos azules son una señal de su ascendencia europea.
Cuando mi abuela tenía uno o dos años, Cabeza Pesada se convirtió en uno
de los últimos bloods que llevaron a cabo el ritual de la autotortura. Había ido a
capturar caballos de una tribu enemiga y se encontró en una situación peligrosa.
A fin de obtener ayuda y valor, hizo el juramento de que llevaría a cabo este ri-
tual en la siguiente ceremonia de la Danza del Sol, que es el acontecimiento tri-
bal principal de nuestra vida tradicional. Delante de todo el pueblo, su pecho fue
agujereado en dos sitios en los que se insertaron dos espetones de sauce. A éstos
se ataron dos largas cuerdas, que colgaban del Poste Central simb6lico en el pa-
bell6n sagrado de la Danza del Sol. Cabeza Pesada tenía que tirar de estas cuer-
das y danzar hasta que los espetones le desgarraran la piel y le dejaran libre. Hoy
en día, esta ceremonia puede parecer cruel, pero mis antepasados tenían mucha
fe en ella y, en su vida basada en la naturaleza, estaba llena de sentido. Un par de
años más tarde, la ceremonia fue prohibida por el gobierno.
Quiénes son mis abuelas 19

Cabeza Pesada sufrió a causa de sus heridas de la Danza del Sol durante cier-
to tiempo. Se fue a las montañas para poder gritar y sufrir solo, y allí recibió cier-
tos poderes místicos para curar las enfermedades con plegarias, canciones y hier-
bas. Cuando tuvo más años se convirtió en el guardián de diversos paquetes de
medicina de la tribu y fue miembro de antiguas sociedades. Entre los bloods, un
hombre hace todas estas cosas en compañía de su esposa -de la principal, si tiene
dos o más-, y, así, mi bisabuela, Primero-en-Matar, empezó a aprender los can-
tos y ceremonias de nuestras costumbres sagradas. Su vida experimentó el cam-
bio de pasar de ayudar a un esposo a alimentar y alojar a los viajeros del camino
de carro a ayudar a otro esposo a tratar a los enfermos y a dirigir sus ceremonias
religiosas cuando estaban bien.
La abuela AnadaAki creció oyendo estos antiguos cantos y observando las
ceremonias. Pero su madre sabía ·que las costumbres modernas iban a dominar
definitivamente y por ello se aseguró de que sus hijos recibieran una educación
adecuada. Mi abuela fue enviada a una escuela especial para chicas dirigida por
un ama de llaves británica llamada Miss W ells. A diferencia de los internados y
las escuelas de misioneros, que se contentaban con que sus alumnos aprendieran
un poco de las enseñanzas básicas y un poco de agricultura, Miss Wells quería
que sus jóvenes alumnas aprendieran a convertirse en damas en el auténtico esti-
lo británico del momento. Les enseñaba formas refinadas de cocinar, de vestirse
y de peinarse. Les inculcaba hábitos como el de tomar el té con elegancia, poner
la mesa con corrección y llevar broches para cerrar las blusas. No sólo les daba
enseñanzas sobre agricultura, sino también sobre jardinería y sobre cómo rode-
ar sus casas con hileras de arbustos. Las muchachas incluso tomaron su acento
británico. Estas alumnas llegaron a ser conocidas como "las chicas de Miss
Wells", y prácticamente todas ellas se convirtieron en esposas eficientes encar-
gadas de prósperas granjas entre los bloods. Aun en su ancianidad, a mi abuela
nada le gusta más que un broche-como regalo o unas galletas y té para merendar.

LA ABUELA MAS' ANCIANA


DE MI PUEBLO
A menudo he oído decir que en el pasado había más gente anciana que hoy, y
que era más frecuente que las personas llegaran a superar los cien años de edad.
Sé que la tasa de mortalidad infantil era realmente alta entonces y que los hom-
20 La vida de la mujer piel roja

bres tenían muchas posibilidades de morir en la guerra antes de llegar a adultos.


Pero supongo que la alimentación natural y el duro estilo de vida que practica-
ban propiciaban que los que sobrevivían a las enfermedades infantiles y a los pe-
ligros de la guerra alcanzaran una edad muy avanzada. Sin embargo, mis antepa-
sados no llevaban una cuenta muy exacta de sus años, e incluso hoy hay algunos
ancianos que no pueden decir exactamente qué edad tienen.
U no de estos ancianos es Rosie Davis, una amiga de toda la vida de mi abue-
la, AnadaAki. Mi abuela, cuando tenía poco más de noventa años, decía que Ro-
sie era bastante mayor que ella, por lo que ésta debía pasar de los cien años. Pero
el comentario de Rosie sobre su edad era: "No sé exactamente cuántos años ten-
go, porque nadie me ha dicho nunca el año exacto de mi nacimiento. La gente
suele decir que tengo cien años, y probablemente tienen razón. Sé que todavía
era una niña pequeña cuando se firmó el tratado de 1877, aunque no recuerdo
ningún hecho al respecto.
"Nací en Fort Benton, que era un importante puesto comercial de Montana
en aquel tiempo. Mi madre estaba casada con un hombre blanco llamado Smith,
que trabajaba en un barco de vapor del río Missouri lejos de Fort Benton. Vivía-
mos allí cuando yo era joven, y esperábamos que mi padre viniera a vernos entre
viaje y viaje. Cuando se prepararon para redactar las listas de las bandas para la
firma del tratado, regresamos allí. El tratado era entre las distintas tribus de in-
dios canadienses y la reina de Inglaterra. El padre de mi madre era el viejo Pipa
de Hierro, y él bajó con varias personas para llevarnos a casa. Le dijo a mi padre
que intentaría mandarnos de vuelta a Fort Benton de un modo u otro.
"Nos tomó bastante tiempo llegar a casa, y hubo varios retrasos antes de que
finalmente se estableciera el tratado. En aquel momento mi abuelo no pudo en-
contrar a nadie que nos acompañara de vuelta a Fort Benton. Era muy peligroso
circular por aquel territorio a causa de las muchas bandas guerreras que había.
Así, pues, mi madre nunca volvió a ver a su verdadero padre. Se casó con Jefe
Volador, que era más conocido como Joe Healy. Él me crió como si fuera su
propia hija.
"J oe Healy quedó huérfano cuando no era más que un niño. Sus padres esta-
ban acampados en un tipi fuera de Fort Whoop-Up, cerca de la actual ciudad de
Lethbridge, Alberta. Durante la noche, llegaron unas gentes enemigas del lado
oeste de las Rocosas y dispararon dentro del tipi con sus rifles. Mataron a los pa-
dres deJoe y a sus dos hermanas, y a él le hirieron en el muslo. Los traficantes sa-
lieron y le encontraron, y enterraron al resto de su familia. U no de los trafican-
Quiénes son mis abuelas 21

tes se llamaba Healy y adoptó al niño herido. Le hizo cuidar por unas monjas y
más tarde le mandó a la escuela en Fort Shaw, Montana. Fue uno de los prime-
ros bloods que recibió una educación. Aprendió inglés y posteriormente traba-
jó como guía e intérprete de la Policía Montada del Noroeste.
"Me acuerdo bien de los hechos que llamamos la Danza del Sol de los Dis-
turbios. Ocurrieron hacia 1890, más o menos en la misma época en que el viejo
Cabeza Pesada fue uno de los últimos en practicar la Danza de la Tortura. Esta-
ba sentada dentro de la sagrada tienda de medicina, cerca de mi abuelo, Pipa de
Hierro. Él era uno de los hombres de medicina, y la gente se le acercaba con pi-
pas cargadas y ofrendas de ropa para que él las bendijera. Rezaba por ellos y les
pintaba la cara. En aquella época ya era viejo y estaba débil.
"Los problemas empezaron cuando la policía montada entró en la tienda de
medicina para detener a varios jóvenes que habían cortado cabelleras y robado
caballos en una expedición guerrera. En aquella época, el tratado lo prohibía, y
los policías montados habían amenazado con arrestar a los que habían violado la
ley. Naturalmente, nadie pensó que fueran a entrar en la tienda sagrada para in-
tentar detener a la gente mientras estaban orando y celebrando sus ceremonias,
pero eso es lo que hicieron. Todo el mundo se asustó porque parecía que podía
haber disparos dentro de la tienda de medicina. Los guerreros estaban contando
sus hazañas guerreras y todos ellos iban armados. La gente salió precipitada-
mente de la tienda. Atravesé la tienda y conduje a mi abuelo hasta su tipi. Mucha
gente se marchó a su casa después de aquello y la Danza del Sol se suspendió,
aunque ya no hubo más disturbios y los hombres a los que buscaban habían
huido."
Rosie Davis se convirtió en una ''chica de Miss Wells'' en la escuela, como
mi abuela. A resultas de ello, también ella habla con un ligero acento británico y
le gusta llevar broches. También es recordada como una enérgica ama de casa y
miembro de una familia granjera próspera y moderna. Estuvo casada durante la
mayor parte de su vida con Charlie Davis, que también era hijo de madre blood
y padre blanco. De hecho, su padre fue el primer representante del gobierno en
los Territorios del Noroeste, y su tío fue durante mucho tiempo alcalde de Fort
Macleod, una población próxima a la reserva blood.
Aunque la ascendencia mixta y la educación de Rosie probablemente con-
tribuyeron a sus costumbres modernas, la pareja también era conocida por prac-
ticar algunas costumbres blood muy tradicionales. Durante varios años fueron
los guardianes de la Pipa de Medicina Antigua, que es el paquete sagrado más an-
22 La vida de la mujer piel roja

tiguo y altamente venerado entre los bloods. Charlie siempre llevaba el pelo lar-
go y con trenzas, y Rosie era conocida por sus excelentes trabajos de artesanía.
De hecho, siguió realizando ornamentos de abalorios hasta que, casi centenaria,
su débil vista le obligó a abandonar esta tarea.
Rosie Davis también era una ávida lectora, lo cual es un pasatiempo sorpren-
dente para una mujer nacida en los tiempos del bisonte. Era difícil imaginársela
viviendo en los campamentos de tipis de aquellos tiempos, al verla sentada en su
casa moderna, disfrutando de un té con pastas, y al oír su discurso sobre libros
modernos tales como Enterrad mi corazón en Wounded Knee.
Rosie aceptó la llegada de la vida moderna como algo inevitable, pero no le
gustaba. Se sentía triste cuando veía cómo los cercados y los límites de tierras ce-
rraban las llanuras abiertas y el ganado ocupaba el lugar de los animales salvajes.
No dudaba en decir que la vida de antaño era mucho más sana. Pero le preocupa-
ban especialmente los nuevos sistemas de criar a los niños: demasiado tiempo
dentro de casa, y sin disciplina ni guía y comprensión paternas. Solía decir:
"¡Oh, éramos felices cuando yo era jovencita! Solíamos jugar fuera todo el
día. Cuando hacía buen tiempo montábamos a caballo o construíamos cabañas
de juguete e imitábamos a nuestras madres. En aquellos tiempos había muchos
zorros, coyotes y lobos en el país, y a veces íbamos a cazarlos. En invierno, des-
cendíamos por las colinas deslizándonos sobre piezas de cuero rígidas, o jugába-
mos en el hielo: hacíamos girar peonzas con unos látigos, patinábamos con unos
palos labrados llamados serpientes de nieve, o golpeábamos piedras redondas
con unos palos, como en el hockey.
"No, no creo que sea tan grande ser tan viejo. Todo estuvo muy bien hasta
hace poco, viendo a tantos nietos, biznietos y tataranietos. Tengo la sensación
de que todos los jóvenes son mis nietos. Pero ahora estoy casi ciega y casi he per-
dido el sentido del gusto y el apetito. No me apetece comer nada, a menos que
sea algo muy dulce que pueda saborear. La vida ha sido muy buena conmigo, pe-
ro no quiero terminarla volviéndome desvalida y débil."

UNA BODA BLOOD


TRADICIONAL:
Una abuela que se casó a los siete años
En los viejos tiempos de la caza del bisonte y de la vida en la naturaleza, mis
abuelas a menudo se casaban siendo todavía niñas, mientras que mis abuelos con
Quiénes son mis abuelas 23

frecuencia debían esperar hasta haber conquistado su amor con sus constantes
luchas y aventuras, lo que generalmente no ocurría hasta que tenían casi treinta
años. No era infrecuente que los hombres de entre veinte y treina años estuvie-
ran solteros y vivieran en las tiendas de sus padres, y era habitual que un hombre
notable de sesenta o setenta años tuviera seis o siete esposas, entre ellas algunas
lo bastante jóvenes como para ser sus nietas.
La cuestión de la poligamia y de las esposas muy jóvenes también hay que
entenderla desde el punto de vista de los estilos de vida naturales de mis ante-
pasados a fin de poder entenderla y apreciarla. Para encontrar otros ejemplos
de este tipo de relaciones entre macho y hembra sólo tenemos que fijarnos en
los animales salvajes, como el bisonte o el alce, en cuya proximidad vivían
mis antepasados. Los grandes machos viejos son los únicos que tienen hare-
nes de hembras, mientras que los bisontes jóvenes merodean juntos y sólo de
vez en cuando consiguen encontrar una hembra suelta para hacer de ella su
pare¡ a.
Uno de los resultados de estas relaciones de antaño, si damos algún valor
a la filosofía de la supervivencia del más apto, es que en el pasado los hombres
más viejos de mi pueblo eran aquellos que habían sobrevivido a los numero-
sos peligros de la guerra y de la vida en la naturaleza virgen, y su descendencia
podría tener posibilidades de sobrevivir igual que ellos. A causa de las gue-
rras constantes, la tasa de mortalidad entre los hombres jóvenes era muy alta,
lo que daba lugar a que las mujeres fueran mayoría en nuestro pueblo. Ésta
era, probablemente, la razón principal por la que los hombres tenían varias
esposas.
Sin embargo, al igual que los bisontes salvajes protegen celosamente sus ha-
renes y luchan contra los instrusos, también mis abuelos vigilaban a sus esposas.
Las costumbres tribales les autorizaban a matar a los intrusos, o al menos a recla-
mar castigos muy duros, pero, con todo, las exigencias de la naturaleza no siem-
pre se podían ignorar. Muchas esposas jóvenes de hombres mayores con gran-
des familias sufrían a causa de la soledad y del deseo de ser amadas. Muchos
jóvenes arriesgaban su vida para encontrar una satisfacción mutua si podían en-
contrarse con una de estas muchachas solitarias cuando iban a buscar agua o leña
para el fuego. Había algunos ancianos que incluso autorizaban estas relaciones
mientras fuesen discretas y no acarrearan la deshonra pública. A veces ocurría
que un marido más viejo cedía una de sus esposas más jóvenes si sabía que estaba
desesperadamente enamorada de un buen joven. No obstante, lo mÁs frecuente
24 La vida de la mujer piel roja

era que estos romances ocasionaran mucha frustración e infelicidad, y el suici-


dio no era raro entre las mujeres jóvenes y acongojadas.
La gran prueba de la verdad de la virtud de las mujeres era la gran ceremonia
de la Danza del Sol, ya que sólo las mujeres que habían sido fieles a sus esposos
tenían derecho a hacer los votos sagrados.No era raro que un marido desafiara a
su esposa a organizar una Danza del Sol si dudaba de su fidelidad. Todos los
miembros de la tribu eran educados en la idea de que mentir en unas circunstan-
cias tan sagradas significaba la muerte para el mentiroso y el sufrimiento para
sus parientes. Esto no quiere decir que la Danza del Sol fuera principalmente
una prueba de la verdad para las mujeres consagradas, ya que la mayoría de esas
mujeres llevaban una vida del todo irreprochable, y todos lo sabían. Pero hay
historias de mujeres cuya virtud fue impugnada públicamente y cuya muerte
subsiguiente todo el pueblo tomó como una prueba terminante.
Muchos padres se sentÍan dichosos de dar a sus hijas en matrimonio cuando
todavía eran muy jóvenes e inocentes. Se creía que sería mejor para ellas crecer
en la casa de su esposo, especialmente si ya había otras esposas que pudieran en-
señarles las costumbres de la casa. Si un hombre trataba bien a sus esposas y éstas
tenían hermanas más jóvenes, los padres a menudo decían: "Ha demostrado ser
un buen yerno, y por eso sabemos que no te irá mal con él." Los padres pobres o
enfermos a menudo entregaban a sus hijas a una edad temprana si tenían dificul-
tades para mantenerlas. Si bien la mayoría de las mujeres no se casaban hasta que
tenían catorce o dieciséis años, y algunas no se casaban nunca, en los _viejos tiem-
pos un número de mujeres bastante grande iniciaban su vida de casadas como es-
posas niñas. U na de éstas es una señora muy bondadosa que ha llegado a los
ochenta años sintiéndose muy satisfecha con su vida. Es una de aquellas que
siempre llaman "nietas" a las muchachas de mi edad. Yo siento una verdadera
admiración por su sabiduría y su experiencia.
La señora Annie Wadsworth es más conocida entre su gente como Mujer
Morena. Su padre se llamaba Becerro de la Luna, y su madre Mujer Que Se Des-
liza Hacia Adelante. Tenía dos hermanos muy conocidos llamados Ernest Roca
Brava y Fred Plumas de la Cola. Cuando tenía siete años sus padres la dieron en
matrimonio a Willie Wadsworth, de dieciocho años de edad, que acababa de gra-
duarse en el internado de la reserva. Ella dice que la trató muy bien durante toda
su larga vida en común, y está orgullosa de sus éxitos como granjeros y de sus
funciones tradicionales tales como la custodia de una pipa de medicina. Tuvie-
ron doce hijos.
Quiénes son mis abuelas 25

LA HISTORIA DE MUJER MORENA

Sí, todavía corría con las niñas. Todavía era pequeña y traviesa. Mi padre me
dijo un día: "Vas a casarte. Hay un chico que acaba de salir de la escuela. Es un
buen muchacho y se portará bien contigo."
Me sentí muy orgullosa de que fuera a casarme. Antes hubiera tenido que re-
cibir una educaci6n, pero obedecí la orden de casarme que me daba mi padre pa-
ra que alguien cuidara de mí. Por aquel entonces él empezaba a estar enfermo.
Mi madre me cosió mocasines para la boda. Cuando llegó el invierno, fue en
N aviciad; me dieron mi caballo y le sujetaron una narria[travois}. Llevaba mi ro-
pa de cama y dos parfleches o cajas de cuero; una estaba llena de mocasines y la
otra estaba llena de carne seca. Los que se llaman almohadones (respaldos) tam-
bién iban cargados, y encima de todo pusieron varias mantas. Y o iba montada
en un caballo y había dos caballos más con muchas mantas atadas; eran regalos
de mis parientes. No me acuerdo de todo porque era pequeña. No sé cuántos ca-
ballos más enviaron después; mi marido cambi6 algunos de ellos por vacas.
Y o llevaba un vestido de cuero de ante. Mis polainas estaban adornadas con
abalorios, e iba envuelta en una manta fina cerrada por delante con un imperdi-
ble. Mi chal era una manta de lana fina. Llegamos al viejo lugar donde íbamos a
recoger los víveres. Allí vivía un intérprete. Se llamaba Joven Toro Roñoso y
era un blanco-negro [el negro Dave Mills]. Mi madre me dijo que esperara allí un
rato mientras ella iba a buscar los víveres. Era día de aprovisionamiento.
Así, pues, me quedé allí sentada. Luego entró una mujer, me besó y me dijo
que nos íbamos. Y o esperaba ver a mi madre, pero aquel día no volví a verla. Me
llev6 fuera y me hizo montar en el caballo que arrastraba el travois. Así, nos pu-
simos en marcha de nuevo. La mujer guiaba a los otros dos caballos. También
ella iba montada.
Llegamos a una casa. Era la casa de mi difunto hermano, Bull Shields. Allí vi-
vía un hombre llamado Cabeza de Toro. Tenía dos esposas. U na de ellas se lla-
maba Shaggy. Ambas salieron de un salto y me hicieron bajar del caballo. Debía
tener un aspecto cómico. Una mujer llamada Annie empezó a reírse de mí. Era
la mujer de J ohn Cotton. Y o debía tener un aspecto realmente c6mico. Era in-
vierno y llevaba puesto mi vestido de piel de ante, y mi chal era una pequeña
manta fina.
Nos dieron de comer y reemprendimos la marcha, sin parar. Finalmente ya
no pude ver mi tierra, que estaba más allá de la casa de aprovisionamiento. Lle-
26 La vida de la mujer piel roja

gamos a un lugar llamado Sauces-en-el-Agua. Cuando entramos en el campo


abierto, vimos una casa con tejado de tierra. Entramos y tomaron mis pertenen-
cias. A un lado había una cama de madera, una antigua cama de antaño, decorati-
vamente tallada. ¡Era la cama del hombre con quien iba a casarme!
Entraron todas mi mantas. El muchacho tenía una hermana. Le pregunté:
"¿Tienes juguetes?" Sac6 una caja de cuero llena de juguetes. Escogi6 algunos y
me los dio. Luego me dio la caja de cuero para que pudiera guardar mis juguetes
en ella.
Me sentí muy sola al cabo de tres días de estar allí. Tenía un nudo en lagar-
ganta. No pensaba en mi madre. Pensaba en mi padre porque era a quien más
quería. Una persona me pregunt6: "Qué te pasa?" Le dije: "Los collares me
aprietan demasiado, por esto lloro". Y me los aflojó. La mujer sabía que me sen-
tía sola y que echaba de menos a mis padres. Dijo: "Vendréis los dos, iréis a ver a
tu madre." Y o ansiaba ir, )r nos fuimos.
Cuando llegamos a la cima de la cordillera vi mi casa abajo en el valle. Me
sentÍa realmente feliz. Ni siquiera saludé a mi madre. Salté sobre mi padre y le
abracé. ¡Estaba tan contenta de verle! Dormimos allí, y por la mañana empeza-
mos a ir hacia el oeste.
Dos años depués, la madre del hombre con quien me había casado vino al
oeste. Su yerno era Lobo Desmochado, el jefe principal, y allí es donde ella se
trasladó también. Entonces tuve que demostrar mi valor. Empecé a cocinar en
aquel mismo momento. Yo tenía nueve años cuando ella se fue al oeste y la otra
madre de mi esposo -la hermana de su verdadera madre- fue muy mala con-
migo. Acostumbraba a acarrear dos cubos de agua. Mira que dedos tengo por to-
do el trabajo que hice. Por esto trato bien a mis nueras, porque aquella mujer me
trat6 muy mal a mí. Nunca me daba pan. Antes de acostarme cogía un poco de
pan y me lo comía en la cama. Mi esposo se ponía furioso por las migajas de pan
que había siempre en la cama.

LAS MUJERES SAGRADAS


ENTRE MIS ABUELAS
Todas mis abuelas tradicionales rezaban mucho y creían en su religión. Para
mí eran todas mujeres santas que practicaban un estilo de vida sagrado. Pero en-
tre ellas habla algunas especiales, que el resto de la tribu veneraba como mujeres
Quiénes son mis abuelas 27

sagradas. Eran las i;iatrocinadoras de la Danza del Sol o de las ceremonias del pabe-
llón de medicina. Esta es la ceremonia religiosa más importante para mi pueblo, y
siempre está patrocinada por una noble mujer que ha sido fiel a su esposo y ha lle-
vado una vida honrada en todo. Este hecho, por sí solo, ha contribuido desde anti-
guo a que las mujeres tuvieran una posición especial en nuestra tribu.
La leyenda de la ceremonia del pabellón de medicina ha sido transmitida desde
nuestros remotos antepasados. Aun hoy, la mayoría de los nuestros conocen al
menos algunas partes de ella. He oído versiones largas contadas por varios de mis
parientes mayores. Esta leyenda es tal vez comparable al relato de la Navidad entre
los cristianos. Dice a nuestro pueblo que el Sol es el representante principal del
Creador. También cuenta cómo algunos de nuestros antepasados más remotos
fueron llevados al Sol para que, al volver a la tierra, transmitieran bendiciones a
nuestro pueblo. Gran parte de nuestra religión se centra en torno a las maravillo-
sas historias y ceremonias que aquellos antepasados trajeron del Sol. Cada mujer
sagrada que ha patrocinado una Danza del Sol ha representado a una de las legen-
darias mensajeras del Sol. Por esto las mujeres sagradas también son conocidas co-
mo Mujeres del Sol, y los pabellones sagrados que construyen también se llaman
Pabellones del Sol. Todo el pueblo se relÍne para ayudar a construir estos pabello-
nes, en mitad del verano, cuando el Sol está más cerca de nuestra tierra. En los vie-
jos tiempos, éste era prácticamente el único momento del año en que todas las ban-
das de la tribu se reunían en un mismo lugar. Todo el mundo podía presentarse
ante la mujer sagrada, dentro del Pabellón del Sol, para recibir algo de las bendicio-
nes enviadas desde el Sol por la mujer a la que cada mujer sagrada ha representado.
Todavía quedan algunas mujeres sagradas en las divisiones de la Confedera-
ción Blackfoot, aunque la ceremonia del pabellón de medicina anual ya no se cele-
bra. Entre los bloods, no hubo Pabellón del Sol durante un período de diez años, y
entre los piegans del norte, durante más de veinte años. Pero, con el renacimiento
espiritual y cultural de los iíltimos años, se han erigido varios pabellones de medi-
cina, por lo que las generaciones más jóvenes vuelven a tener la posibilidad de espe-
rar con ilusión este poderoso drama espiritual.
Resulta que dos de las mujeres sagradas más ancianas de los ií!timos años son
abuelas mías, y considero que mi relación con ellas ha sido una bendición para to-
da la vida. Además, varias de mis abuelas de antaño también construyeron Pabe-
llones del Sol, aunque me imagino que todos los jóvenes de nuestras tribus tienen
abuelas de éstas, si bien no conocen nada de ellas. Este conocimiento nos ayuda a
sentir orgullo de nuestros antepasados.
28 La vida de la mujer piel roja

Una de las dos ancianas mujeres sagradas que he conocido era SeseenAki, o
la señora Muchos-Rifles, de los piegans del norte. Tenía alrededor de cien años
cuando falleci6, no hace mucho. Era ciega desde hada muchos años y no podía
organizar más Danzas del Sol. Pero siempre acudía a las ceremonias e impartía
sus bendiciones mediante plegarias, canciones, y con su saber. Era muy emocio-
nante oírla rezar por todos y diciendo que todos eran sus parientes. Como mu-
chos ancianos, creía muy intensamente en el amor a toda la humanidad.
Durante muchos años, la anciana SeseenAki fue la única mujer sagrada del
pueblo piegan del norte. Pero el año anterior a su muerte ayud6 a iniciar a Jose-
phine Zapato de Cuervo en su tarea sagrada, de modo que ahora una mujer más
joven puede tomar su lugar. Durante más de veinte años,Josephine y su esposo,
Joe Zapato de Cuervo, han sido también los guardianes de un paquete de una pi-
pa de medicina.
La mujer sagrada que he conocido mejor es la señora Cabalga-ante-la-Puer-
ta, cuyo nombre indio es Mujer-que-Roba-Diferentes-Cosas. Su nombre es un
buen ejemplo de las ins6litas costumbres blackfoot, pues estoy completamente
segura de que esa mujer nunca ha robado nada en toda su vida. Entre los blóods,
nadie duda de la pureza de su reputaci6n. El nombre le vino de un pariente cuan-
do era tan s6lo un bebé. Este pariente era un viejo guerrero que estaba orgulloso
de haber robado muchas cosas diferentes en sus incursiones guerreras y quería
bendecir a la niña con su vida de buena suerte.
Hace unos años, la señora Cabalga-ante-la-Puerta acampó con nosotros en
nuestro tipi durante una ceremonia de la tienda de medicina con nuestros pa-
rientes blackfoot de Montana. Fue para ayudar a la señora Muchos-Rifles, que
estaba ciega, a quien habían pedido que iniciara a una joven que patrocinaba la
ceremonia. Dijo que, para las ancianas como ella, eran muy duros los cuatro días
de trabajo ceremonial y ayuno que preceden a la construcci6n de la tienda de
medicina, y sin embargo apenas se quej6 mientras lo hada. La mayor parte de las
tareas sagradas realizadas durante estos cuatro días es privada, pero hacia el final
el tipi de la mujer sagrada se abre a fin de que la gente pueda entrar un momento
y ver, mientras el sagrado tocado Natoas es colocado en la cabeza de la mujer. La
señora Cabalga-ante-la-Puerta me dio una bendici6n especial en aquel momen-
to haciéndome entrar ante ella para llevar a cabo unabreve ceremonia durante la
que fui iniciada en el uso de un collar sagrado como los que llevan las mujeres sa-
gradas y sus esposos. Este collar está compuesto por abalorios, una concha y un
mech6n de cabello, todo ello dotado de significados simb6licos. Mientras la
Quiénes son mis abuelas 29

anciana mujer sagrada me pintaba el rostro, cantaba una canción y me coloca-


ba el collar, pensé en el mucho tiempo que hacía que mis antepasados habían
estado transmitiendo estos significados y estas bendiciones mediante la misma
iniciación ceremonial.

REFLEXIONES DE LA MUJER SAGRADA,


SEÑORA CABALGA-ANTE-LA-PUERTA
Mujer-Piedra-de-Bisonte-Amarillo fue la primera que me inici6 en el
O kan, o ceremonia de la tienda de medicina. De esto hace unos cuarenta años,
cuando aún no había dejado de tener hijos. Hice mi primer voto por mi hija,
que estaba en el hospital, casi muriéndose. Me encontraba allí con ella. Y las en-
fermeras dijeron que estaba muerta. Empezaron a cubrirla, pero mi anciana
madre y yo no les dejamos hacerlo. En lugar de eso, empezamos a tratarla a
nuestra manera india, y la hicimos revivir. Las enfermeras eran monjas católi-
cas, y se limitaron a mirar. Si una de ellas hubiera hecho revivir a mi hija de ese
modo, creo que habría salido en los peri6dicos.
Mi madre también patrocinaba Danzas del Sol. Crecí con este tipo de vida
porque ella me tenía junto a sí. Aquella primera vez que prometí realizar la
Danza del Sol, dije que ayunaría durante cuatro días. Éste es el sistema antiguo.
En Danzas del Sol posteriores me dijeron que s6lo tenía que ayunar dos días.
Las cosas han cambiado.
Me hicieron mascar tabaco. Mujer-Piedra-de-Bisonte-Amarillo tenía mu-
cho poder para organizar Danzas del Sol y era famosa por su conocimiento del
ceremonial. Desgajaba un trozo de tabaco enrollado, me lo ponía en la boca y
decía que lo mascara para evitar la sed y el hambre. Me daba un pañuelo y me
decía que escupiera el tabaco en él. Me advertía que no me tragara la saliva.
Y o era muy joven cuando empecé con estas cosas sagradas, y ahora, debido
a ello, soy una mujer anciana. Ha sido una vida muy dura, especialmente du-
rante las ceremonias de la tienda de medicina. A veces, cuando tenía que salir
fuera durante los cuatro días de rituales, mis ayudantes tenían que sostenerme,
de tan débil que estaba. Siempre he sido fiel a mis deberes religiosos para ayu-
dar a mi familia y a mi pueblo. Todas las personas más jóvenes son como mis
hijos.
30 La vida de la mujer piel roja

Tres veces construí una tienda para Mujer Escudo-Blanco. La inicié cada
vez, y llevó mi tocado Natoas, del paquete sagrado que cuelga sobre mi cama.
Dos veces mi hermana transfirió la ceremonia sagrada, y yo la transferí dos ve-
ces sola; una vez la transferí teniendo a mi hermano de compañero. Esto fue des-
pués que muriera mi esposo. Naturalmente, mientras éste vivía, él fue mi com-
pañero en las Danzas del Sol. He transmitido dos veces la ceremonia con la
señora Muchos-Rifles, las dos veces a mujeres de los piegans del sur, en Montana
[los blackfeet). La he transferido tres veces más en los últimos dos años, y puedo
transferirla de nuevo en el futuro, si alguien realiza el voto.
Algunos de mis nietos dicen que no les gusta el olor de mi incienso de pino.
Me dicen: "¿Por qué pones pino entre tus ropas? Tienen un olor extraño y sa-
grado." Me imagino que otros niños de la escuela se burlaban de ellos, aunque
nosotros, cuando éramos jóvenes, nos enorgullecíamos de oler de ese modo. En
aquellos tiempos usábamos el pino como perfume. Son las mismas agujas de pi-
no que utilizamos para hacer incienso para los paquetes de las pipas de medicina.
También hacemos perfume con unas flores llamadas Perfume Gros-V entre,
porque son las favoritas de los indios gros-ventres. Machacábamos estas flores y
las mezclábamos con agujas de pino y un poco de yesca de álamo; con ello ha-
cíamos un perfume realmente fragante que guardábamos en saquitos. Mi esposo
acostumbraba a perfumar su almohada y las cosas con que dormía. Cuando mu-
rió puse mucho perfume de ése en su ataúd y en la manta en que iba envuelto.
Ahora, a veces, estando sentados en casa, nos llega de no se sabe dónde una vaha-
rada de ese perfume. Siempre les digo a mis nietos: "Eso debe ser él que viene a
verme."
U na vez fui a celebrar el duelo por uno de mis parientes que había muerto.
Mis hijos me llevaron a la casa de este pariente, y unos nietos me devolvieron a
casa más tarde. Durante el camino de vuelta las muchachas dijeron: "Pongamos
un poco de perfume a la abuela", y empezaron a ponerme perfume de ese que
venden en las tiendas. Yo pensé para mí: ''¿Qué pensarán en casa? Me fui lloran-
do la muerte de un pariente y regreso oliendo tan fino".
Todos mis hijos se criaron con mi leche. Mira ahora a todos esos niños que
no se han criado de forma natural -les alimentaron con leche de todas clases, y
no saben escuchar y no tienen compasión de sus semejantes ... -Si mis hijos no
me escuchaban, les agarraba y les daba una buena tunda. También he zurrado a
mis nietos. Pero, desde el día en que uno de ellos murió en un accidente ocurrido
lejos de casa, he tenido compasión de los demás y ya no he vuelto a pegarles.
Quiénes son mis abuelas 31

Yo crecí alrededor de un tipi, y he acampado en un ti pi durante casi toda mi


vida. Cuando dejamos de acampar en un tipi, empezamos a utilizar una tienda
de campaña porque éramos demasiado viejos para manejar los palos del tipi. Mi
esposo siempre invitaba a mucha gente a nuestro campamento. Si veía a algún
visitante que se acercaba, me decía: "Acaban de llegar algunas personas, es mejor
que les prepares algo de comer." Se enviaba a alguien para que les invitara, y lue-
go se les daba de comer. Solían visitarme muchos parientes de los blackfeet de
Montana. U na de las esposas de mi abuelo era de esta tribu, y esa esposa tenía
muchos parientes. Pero la mayoría de ellos están muertos ahora.
En una de estas ocasiones en que mi esposo tenía invitados me ocurrió algo
divertido. Y o siempre iba corriendo de un lado para otro para poder hacer todas
mis tareas. Tenía una caja grande de madera en la que guardaba todos los alimen-
tos cuando acampábamos. Esta vez tomé un montón de huevos y los puse en el
suelo. Luego me dediqué a otra cosa y, cuando me volví para cocinar, me había
olvidado de los huevos. Me senté encima de ellos, y de repente sentí que tenía al-
go muy pegajoso debajo de mí. Me levanté de un salto y todos mis hijos se pusie-
ron a reír. Dijeron: "Madre, por detrás estás toda amarilla de los huevos sobre
los que te has sentado". Tuve que cambiarme de ropa a toda prisa, mientras mis
hijos no dejaban de reir. Finalmente les dije que ya se habían reído bastante y
que ayudaran a poner la mesa para nuestros invitados.
Siempre preparaba mis provisiones mucho antes de partir hacia los campa-
mentos de la Danza del Sol. Compraba muchos comestibles y cortaba en tajadas
mucha carne para dejarla secar. Cortaba la carne y un poco de grasa y luego her-
vía las dos cosas juntas antes de colgarlas para que se secaran. Después esparcía
un poco de poleo sobre las porciones secas y las guardaba una encima de otra en
mis bolsas de cuero. Esto les daba un sabor agradable y mantenía alejados a los
insectos. En aquellos tiempos mi esposo y yo cultivábamos un huerto y plantá-
bamos muchas patatas tempranas. En el momento de la Danza del Sol podíamos
recoger muchas de ellas. Vendíamos las grandes a un hombre blanco que vivía
cerca. Nos daba cinco d6lares por saco de patatas. Después nos llevábamos todas
las pequeñas a la Danza del Sol.
Mi esposo y yo vivimos de acuerdo con nuestra religi6n india durante todos
los largos años en que estuvimos juntos, y yo sigo haciéndolo aún hoy. Celebra-
mos muchos traspasos ceremoniales. Se nos dio un paquete de una pipa de medi-
cina que guardamos durante muchos años. Perteneci6 originalmente a la divi-
sión blackfoot, por lo que nosotros, los bloods, la llamábamos la pipa de
32 La vida de la mujer piel roja

medicina blackfoot. Era un paquete pesado porque en él había muchos artículos


sagrados, entre ellos dos pipas sagradas. Lo traspasamos a Mike Orador del
Águila y asu esposa, y ellos lo dieron a Steve Oka. Cuando muri6 su esposa, Ste-
ve Oka lo vendi6 a un museo de Calgary, y allí es donde se encuentra ahora.
Los propietarios de estos paquetes tienen que llevar unos collares especiales,
y no había collares con esta pipa de medicina. Mi padre aún vivía en aquella épo-
ca. Fue a visitar a un anciano hombre santo y jefe de la pipa de medicina llamado
El-que-Enciende-el-Fuego. Mi padre dijo a El-que-Enciende-el-Fuego y a su es-
posa: "Quiero contrataros para que completéis el paquete para mi hija y su es-
poso. Dadles nuevos collares y brazaletes como los que deben llevar los propie-
tarios de paquetes." Estas cosas no pueden hacerse sin más, hay que estar
iniciado. Así, pues, nos hicieron los nuevos objetos, con conchas y abalorios, y
mi esposo y yo fuimos iniciados en ellos. La esposa de El-que-Enciende-el-Fuego
me dijo: "Habéis recibido estas cosas aparte de vuestro paquete, y por lo tanto
los conservaréis con vosotros cuando vayáis a transferir la pipa de medicina." Y
esto es lo que hicimos, y ahora todavía llevo mi collar de conchas todos los días.
Me ayuda a envejecer.
Os daré un ejemplo de los muchos sacrificios que tenéis que hacer para se-
guir nuestra religi6n india. El paquete de la pipa de medicina se nos transfiri6 en
una casa. Fue durante el invierno. Cuando la ceremonia del traspaso hubo ter-
minado y se hubieron pagado muchos caballos y mantas a los propietarios ante-
riores, mi padre dijo a El-que-Enciende-el-Fuego: "Por favor, inicia a mi hija pa-
ra que pueda transportar el paquete en la espalda. Tal vez en el futuro pueda
tener esta necesidad." No podíamos hacer nada con el paquete hasta ser inicia-
dos.El-que-Enciende-el-Fuego llev6 a cabo la ceremonia adecuada, y me pusie-
ron el paquete ala espalda, con las pesadas correas sobre mis hombros. Mi padre
llev6 un buen tronco de caballos ante la puerta para El-que-Enciende-el-Fuego,
sólo para pagarle por esta iniciación en particular.
He tenido un paquete de castor durante muchos años. Es el paquete de medi-
cina más grande de todos los de nuestro pueblo. Para abrirlo se realiza una cere-
monia muy larga, durante la que se cantaban varios centenares de canciones. To-
dos los hombres y mujeres se reúnen para cantar estas canciones y danzar con las
diferei;ites partes del paquete. Imitamos a las pieles de ave y de animal que hay en
ellas. Eramos realmente muy felices realizando esta ceremonia del castor, pero
ahora no queda nadie que sepa dirigirla. Creo que yo poseo el último paquete de
castor de los bloods.
Quiénes son mis abuelas 33

Esas cosas-que-cantan [expresi6n con que los blackfoot designan a las radios
y tocadiscos] me desagradan mucho. Cuando los apagan, todavía los oigo sonar
en mi cabeza. A veces, cuando estoy en mi habitación, rezando, me siento como
si tratara de vencer a estas cosas. Mi hija se levanta y las apaga, y dice a los chicos
que hay en la casa: "Cuando vuestra abuela está rezando no debéis ahogar sus pa-
labras con vuestra música." Después escuchan, y yo puedo oírme a mí misma.
La hija que estuvo a punto de morirse -aquella por la que realicé mi,Primera
Danza del Sol- era también miembro de la Sociedad de los Cuernos. Esta es la
sociedad secreta de los hombres bloods, y mi hija es una de las pocas mujeres que
hayan pertenecido nunca a ella como miembros de pleno derecho. Por lo gene-
ral, las mujeres s6lo participan junto con sus esposos, excepto las que organiza-
mos Danzas del Sol, que podemos no participar en absoluto. Mi esposo era
miembro sin mí, y también hizo la promesa de que mi hija ingresaría en la socie-
dad cuando ella estaba tan enferma. Recibi6 el paquete de miembro de parte de
Lobo Desmochado, nuestro anciano jefe principal. Le hice un traje nuevo de an-
te con abalorios para que lo llevara durante las danzas públicas de la sociedad.
Nunca hubieras dicho que no era un hombre. De todos modos, estaba bastante
delgada.
Además de tener a una hija en la Sociedad de los Cuernos, mi hijo, llamado
Niño Sagrado, ingres6 en ella cuando s6lo tenía catorce años, lo cual es una edad
muy temprana. También hemos poseído cuatro tiendas pintadas. Todas tenían
dibujos muy antiguos, transmitidos desde hace mucho tiempo. Mi esposo, antes
de morir, entreg6 la Tienda con el Pez Pintado a uno de mis nietos. También dio
la Tienda Pintada de Amarillo a otro nieto. Dijo: "Las daré a mis nietos para que
puedan construir tipis pequeños y jugar en ellos", pero muri6 antes de que pu-
dieran hacerlo.

LA HISTORIA DE
CAPTURA-DOS-CABALLOS
Nuestros parientes blackfoot de Montana tenían un famoso jefe principal
llamado Becerro Blanco, que muri6 en Washington, D.C. mientras tramitaba
asuntos de su tribu en 1903. Tenía ocho esposas y muchos hijos. U na de estas es-
posas era Captura-Dos-Caballos, que naci6 a mediados del siglo pasado. En 1923
contó el siguiente relato a Walter McClintock, de cuyas notas la cito:
34 La vida de la mujer piel roja

"Tenía siete años cuando me convertí en esposa de Becerro Blanco. Mi her-


mana mayor ya era esposa suya. Recuerdo mi edad porque ya había vivido un
año con mi esposo cuando me cayó el primer diente. Nunca me ha interesado
ningún otro hombre, ni he tenido ningún amante secreto.
"Mi padre era Hombre Serpiente-Negra. Fue el jefe principal de la tribu ha-
ce muchos años. Recuerdo la primera vez que dijo a nuestra gente que íbamos a
recibir comida del gobierno. En aquel momento acampábamos en el lugar don-
de el río Yellowstone desemboca en el Missouri. Muchos indios padecían ham-
bre porque los bisontes habían desaparecido.
"A lo largo de mi vida he organizado tres ceremonias de la Danza del Sol. Di
la primera Danza del Sol a causa de una batalla con los assiniboines. Hice una
promesa para que el Sol protegiera a algunos de mis parientes en la lucha. Cele-
bré la segunda para cumplir una promesa de mi hijo Rifles Cruzados. La hizo en
una batalla, al verse rodeado de enemigos. Rifles Cruzados escapó y vino a casa.
Cuando le vi corrí a su encuentro. Me besó y dijo: 'Madre, te he creado muchos
problemas. Luchando con los crows, me vi rodeado y pensé que iban a matar-
me. Hice una promesa al Sol. PrometÍ que si salía vivo tú harías una Tienda de
Medicina. Sé que esto significa sufrimiento para ti, pasas hambre, adelgazas y te
debilitas'. Pero estaba contenta. Enseguida hice mi voto y permanecí rezando
día y noche hasta que llevé a cabo la ceremonia.
"Tenía catorce años cuando me instruí sobre las pipas de medicina. Un día
Becerro Blanco tenía visitantes en nuestro tipi. Se le terminó el tabaco y me ro-
gó que fuera a pedir un poco a su amigo Cuatro Osos, el famoso hombre de me-
dicina. Cuando llegué a la tienda de Cuatro Osos la encontré muy llena de gen-
te. Me pregunté qué estaría pasando, pero no tenía ni idea de que fuera una
ceremonia de la pipa de medicina. Me quedé en la puerta y pedí el tabaco a Cua-
tro Osos. Dijo que no tenía. Me dispuse a partir, pero Cuatro Osos me hizo vol-
ver. Dejó su asiento del fondo del tipi y tomó un poco de tabaco de un paquete
que colgaba sobre la puerta. Era un paquete de una pipa de medicina. Quemó in-
cienso y sostuvo el tabaco sobre éste, y luego hizo una plegaria. Me dijo: 'Aquí
tienes un poco de tabaco. Te lo doy junto con el paquete sagrado que cuelga en-
cima de la puerta. Puedes tomar tabaco de ahí siempre que quieras.'
"Me sentÍ orgullosa de que me hubiera hecho un regalo tan importante. Llevé
el tabaco a toda prisa a Becerro Blanco y le di el mensaje. Me miró de una forma
extraña (porque recibir la pipa de medicina significaba muchos gastos y mucha
responsabilidad, pero estaba obligado a seguir adelante debido al modo en que se
Quiénes son mis abuelas 35

le había ofrecido) y dijo: 'Vuelve con Cuatro Osos y dile: Becerro Blanco hizo
en su juventud el voto de que, si alguien le ofrecía alguna vez una pipa de medici-
na, la aceptaría'.
"Le dije a Cuatro Osos lo que había dicho Becerro Blanco, e inmediatamen-
te reunió a un grupo de hombres y se dirigieron a nuestro ti pi con el paquete
cantando y tocando el tambor. Cuatro de ellos pusieron un manto sobre Bece-
rro Blanco y le condujeron al tipi de Cuatro Osos. Allí celebraron la ceremonia
de transmisión del paquete.
,,Poco después.de esta ceremonia cinco gros ventres atacaron nuestro cam-
pamento y se llevaron varios caballos. Becerro Blanco les siguió con una banda
de nuestros guerreros y mataron a todos los gros ventres. Tornaron sus cabelle-
ras y con ellas hicimos una Danza de las Cabelleras. Esto fue un buen signo para
nosotros.''

LEYENDAS DE LA DANZA DEL SOL


Nunca he oído una descripción detallada de cómo empezó la ceremonia de
la tienda de medicina entre mis antepasados. Hay una antigua leyenda sobre un
muchacho llamado Cara Cortada, de quien se dice que trajo del Sol las instruc-
ciones para construir el actual pabellón sagrado. Cara Cortada realizó un viaje
místico al Sol en busca de ayuda para que le desapareciera de la cara una fea cica-
triz a fin de que la hermosa muchacha a la que amaba se casara con él. El Sol eli-
minó la cicatriz, dio al muchacho un gran poder y le dijo que construyera una
copia de su propia cabaña, el pabellón del Sol, entre su pueblo. Los antropólo-
gos dicen que mis antepasados recibieron la Danza del Sol de las tribus del sur,
que originalmente la recibieron de los aztecas de Méjico.
Existen varias leyendas que contienen explicaciones de los orígenes de diver-
sas partes de la ceremonia de la Danza del Sol. Después que Cara Cortada habla-
ra al pueblo de construir el pabellón sagrado, otro joven recibió instrucciones
de reunir en este pabellón a todas las mujeres virtuosas y de que confesaran las
veces en que, durante su vida, habían recibido proposiciones de hombres que no
fueran sus esposos. Tenían que dar los detalles de cada encuentro, pero si habían
accedido a esas proposiciones, quedaban descalificadas. A las que se calificaban
se les instruía a ayudar a cortar el centenar de lenguas de bi.sonte que se convirtie-
ron en el sacramento tribal de la Danza del Sol. Cualqmera de estas mujeres te-
36 La vida de la mujer piel roja

nía derecho después a hacer el voto necesario para la ceremonia anual de la caba-
ña de medicina.

ORIGEN DEL TOCADO


DE LA MUJER SAGRADA

Se dice que esas primeras mujeres sagradas sólo llevaban en la cabeza coronas
de ramas de enebro trepador. En aquel tiempo la ceremonia todavía era bastante
sencilla, pero más tarde se hizo muy compleja. Un añadido importante fue el
Natoas, o tocado de la mujer sagrada, por el que se cantan muchas canciones sa-
gradas. Así es cómo se ha transmitido el relato del origen de este tocado.
Había una vez un ante hembra que dejó a su esposo y huyó con otro macho.
Su esposo quería que volviera con él y para ello buscó la ayuda de diferentes aves
y animales. El alce y el cuervo fueron los únicos que quisieron ayudarle. Como
se hallaban en lo más espeso del bosque junto a las montañas, el cuervo se ofre-
ció a ir a mirar primero. Se fue volando y permaneció fuera durante cuatro días
antes de regresar con la noticia. Dijo que había descubierto a la pareja huida y,
con su poder, había hecho que no se movieran de la zona en que se encontraban.
El esposo tuvo miedo de desafiar a su rival, por lo que preguntó al alce y al
cuervo cómo podrían ayudarle. El alce dijo: "Con mis pesados cuernos, tengo el
poder de golpear muy fuerte." El esposo se animó, y dijo: "Con mis grandes
cuernos, tengo el poder de cornear muy fuerte." El cuervo se limitó a decir:
"No os preocupéis, los tres juntos podemos vencerle". Y así se dirigieron al lu-
gar donde habían descubierto a la pareja.
Cuando estuvieron cerca, el esposo de nuevo tuvo miedo de su rival. Dijo al
alce: "¿Cómo va a ayudarme este cuervo si tengo problemas? No tiene más que
las alas con que vuela". Y en eso el alce también empezó a preocuparse. Al poco
el cuervo descendió y les dijo: "Los que buscamos están ahí delante, junto a un
gran álamo."
El ante caminó hacia su esposa y su rival, el alce le seguía de cerca, y el cuervo
volaba por encima de ellos. Los tres cantaban sus canciones de poder. Con cada
paso que el alce daba, sus patas se hundían más en el duro suelo. Esto era prueba
de su fuerza. Cuando el ante llegó junto a su esposa, corneó el gran álamo y cada
vez que lo hizo arrancó de él astillas. Luego llegó el alce y embistió el árbol con
sus cuernos y le hizo grandes muescas. En ese punto, el ante rival embistió el
Quiénes son mis abuelas 37

gran árbol y lo derrib6 al suelo con gran estruendo. El esposo y su amigo el alce
se asustaron mucho y decidieron hacerse amigos del otro ante. S6lo el cuervo
quería continuar con el desafio. Pero el alce dijo al esposo: "Este ante tiene de-
masiado poder para nosotros, por eso es mejor que nos dirijamos hacia él y nos
hagamos amigos. ¿Qué puede hacer este cuervo para ayudarnos si s6lo tiene alas
con las que volar?" El esposo contestó: "Sí, tienes razón. Le regalaré mi manto y mi
tocado". Y el alce dijo: "Yo le daré mis pezuñas." El cuervo se encogi6 de hombros,
decepcionado, y añadi6: "Muy bien, entonces yo le daré las plumas de mi cola. Si hu-
bierais estado de acuerdo conmigo en continuar el desafío, yo me habría plantado en
su cabeza y con mi largo pico le habrÍa hecho saltar los ojos. Vosotros podriais ha-
berle vencido fácilmente una vez que yo le hubiera cegado."
Cuando los otros dos oyeron esto cambiaron de parecer y dijeron: "Vaya-
mos hacia él y desafiémosle, pues", pero el cuervo dijo que era demasiado tarde,
dado que ya habían cedido a su cobardía. Mientras tanto, el otro ante estaba es-
cuchando su conversaci6n y tuvo miedo del cuervo. Decidi6 aceptar los regalos
mientras llevaba ventaja. Así pues, le dieron sus regalos, el esposo recuper6 a su
esposa, y el otro ante siguió su camino.
Es un misterio cómo el primer ante se hizo con este tocado, pero era un Na-
toas como el que las mujeres sagradas llevan en la Danza del Sol. Tenía una ban-
da de cuero que sostenía largas plumas que representaban el poder que tiene el
ante de cornear con sus cuernos. Pero, como los machos ya tienen cuernos, el to-
cado se hizo para que lo llevara un ante hembra, junto con el manto que también
ofrecieron.
El ante que recibi6 los regalos no tenía una esposa que pudiera llevar estas
cosas, por lo que decidi6 dárselas a la gente que acampaba en la proximidad. Se
transform6 en hombre y llev6 los objetos a aquella gente. Les enseñ6 la ceremo-
nia adecuada para utilizarlos y les dijo que siempre tenían que colocar un álamo
pequeño con el que pudieran imitar el desafío por el que él había pasado para ob-
tener los regalos. Hasta hoy, este desafío se representa de nuevo durante cada ce-
remonia de la tienda de medicina.
El hombre que recibi6 este primer Natoas era un gran hombre santo que
también poseía el primer paquete de castor. Puso el tocado sagrado con su pa-
quete y dej6 que su esposa lo llevara siempre que se celebraba la ceremonia del
paquete. También era el director de la ceremonia de la tienda de medicina, ya
que era un hombre muy sabio. Su esposa también llevaba el Natoas en esta cere-
monia. Cuando las mujeres sagradas que hadan voto de realizar la Danza del Sol
38 La vida de la mujer piel roja

supieron del poder del tocado de la esposa del hombre del paquete de castor, pidie-
ron tomarlo prestado para llevarlo en la cabeza en cada ceremonia de la Danza del
Sol. Así fue cómo esta ceremonia se transfirió a las mujeres de la Danza del Sol de
antaño, que sustituyeron sus sencillas coronas de enebro por este poderoso y sagra-
do tocado.
En los viejos tiempos había a veces cuatro o más mujeres que prometían orga-
nizar la Danza del Sol el mismo año, y todas ellas llevaban a cabo la ceremonia jun-
tas. Dado que cada una tenía un paquete Natoas, había probablemente hasta diez o
doce de ellos al mismo tiempo. Hoy sólo sé de uno para cada una de tres de nuestras
divisiones, mientras que la cuarta debe pedirlo prestado cada vez que desea realizar
la Danza del Sol. Por desgracia, también sé de una media docena de estos paquetes
sagrados que se encuentran en museos o en manos de coleccionistas privados.
Los objetos sagrados de cada Natoas están protegidos dentro de un resistente
cilindro de cuero, que por fuera tiene dibujos pintados y un fleco en un borde. Sólo
dos de los objetos sagrados se guardan fuera de la bolsa -un "palo de arrancar na-
bos" especial y un paquete de pezuñas de alce-y están atados al fleco. El resto de los
objetos está envuelto en tela dentro de la caja de cuero. El contenido típico de la ca-
ja comprende una bolsa de piel de tejón para el tocado; pieles de comadreja, ardilla
y ardillón para la ceremonia; bolsas de pintura sagrada, y bolsas de grasa para mez-
clar con la pintura; carracas de cuero y una lámina de cuero sobre la que golpear
con las carracas; un palo ahorquillado para llevar las brasas al altar, y bolsas de in-
cienso para usar en el altar; un manto especial de ante que debe llevar la mujer sa-
grada durante la Danza del Sol; y un trípode para sostener el paquete cuando está
colgado fuera. En algunas de las bolsas pequeñas del interior del paquete también
hay collares, plumas y otros objetos que se emplean durante la larga ceremonia del
paquete.
Existe un paquete Natoas abierto y en exhibición en el Museo del Indio de las
Praderas, institución gubernamental situada en Browning, Montana, en la reserva
de nuestros parientes blackfoot. Un año viajamos a esta reserva con la señora Ca-
balga-ante-la-Puerta, para una Danza del Sol que ella ayudó a transferir. Se escanda-
lizó cuando la llevamos al museo y le mostramos el paquete abierto. Para ella, ese
paquete representaba la vida sagrada a la que ella se había consagrado por el bien de
su pueblo. Su propio Natoas siempre permanece colgado sobre su cama, cerrado y
cubierto con un chal de lana. Casi lloraba cuando dijo: "¿Es que esta gente del mu-
seo no tiene respeto por nada?" No sabía que el conservador del museo era un in-
dio.
Quiénes son mis abuelas 39

CÓMO EL LUCERO DEL ALBA


CONTRIBUYÓ AL NATOAS

Una de las antiguas leyendas de nuestro pueblo se refiere a una joven que se
casó con el lucero del alba. Esta mujer se quedó en los cielos con Lucero del Alba
durante un tiempo y, cuando regresó, trajo consigo un nabo sagrado y un palo
especial del tipo que mis abuelas usaban para arrancar de la tierra los nabos sil-
vestres. Se le ordenó que pusiera estos objetos junto con el paquete de la mujer
sagrada, y desde entonces han sido utilizados en la ceremonia de la Danza del
Sol. Así es cómo sucedió.
U na noche, dos hermanas estaban tendidas fuera de su tienda, mirando el
cielo. Una de ellas señaló el Lucero del Alba (la estrella polar o Júpiter) y dijo:
"Ojalá pudiera tener como esposo a esa hermosa y brillante estrella."
Pocos días después, estas mismas hermanas se encontraban recogiendo leña.
A una de las muchachas se le rompió la correa de su haz de leña cuando se dirigía
a casa con su carga, y tenía dificultades para seguir adelante. Finalmente, la otra
hermana dijo: "Yo iré delante con mi carga y tú puedes seguirme." La que se
quedó atrás era la que había querido casarse con la estrella. Tan pronto como su
hermana hubo partido, un hermoso joven surgió de entre los matorrales y se di-
rigió hacia ella. La muchacha se puso en pie, dispuesta a huir, pero él se interpu-
so en su camino y le dijo: "La otra noche deseaste casarte con una estrella bri-
llante del cielo. Yo soy esa estrella, mi nombre es Lucero del Alba." Llevaba
sujet>¡ en el pelo una pluma de águila y sostenía otra que puso en el pelo de la jo-
ven. Esta se desmayó, y cuando volvió en sí se encontró en un lugar desconoci-
do, lejos de su casa.
Lucero del Alba presentó su nueva esposa a sus padres, que eran el Sol y la
Luna. Le dieron la bienvenida, y la anciana, la Luna, le entregó un palo y le dijo:
"Puedes salir a pasear y arrancar nabos al mismo tiempo. No habrá nadie que te
moleste, por lo que puedes hacer lo que desees, excepto una cosa: no arranques
aquel gran nabo que crece lejos de aquí. Es un nabo especial y sagrado que no de-
be arrancarse."
La joven hizo lo que le habían dicho, todo el mundo la trataba amablemen-
te, y era feliz en su nuevo hogar. Se había olvidado por completo de su gente y
del lugar de donde procedía. Incluso tuvo un hijo con su esposo, Lucero del Al-
ba. Algún tiempo después, se encontraba sentada fuera y empezó a pensar en el
gran nabo sagrado. Como nadie se acercaba nunca por allí, pensó que nadie se
40 La vida de la mujer piel roja

enteraría si lo arrancaba para verlo y luego volvía a ponerlo en su lugar. Nunca


había visto un nabo que ni de lejos se acercara a su tamaño. Así, pues, mientras
su hijito gateaba y jugaba por allí, se fue y empezó a cavar con su palo alrededor
del nabo hasta que por fin pudo moverlo. Sin embargo, no tenía bastante fuerza
para sacar el nabo de su agujero, y su palo de excavar se le había quedado encaja-
do tan fuertemente que tampoco podía arrancarlo. Se sentó, preocupada, y se
preguntó qué podría hacer.
Estando allí sentada, dos grandes grullas se posaron junto a ella. Eran grullas
sagradas y habían venido para ayudarla. Una de ellas dijo: "He pasado toda mi
vida con mi esposo y nunca he estado con otro. Por esta razón tengo poder para
ayudarte." A continuación, esta grulla hizo incienso y enseñó a la joven varias
canciones y una ceremonia, durante la cual arrancó el palo de excavar, así como
el gran nabo. La joven miró a través del agujero en que antes estaba el nabo y pu-
do ver el campamento de su gente, allá abajo, muy lejos. De pronto sintió año-
ranza de sus parientes y deseó vivamente volver con ellos. La grulla le dijo: "Tu
esposo te permitirá regresar a tu casa. Llévate este palo de excavar y utilízalo du-
rante la Danza del Sol, que podrás patrocinar cuando regreses con los tuyos."
Cuando volvió con su esposo, éste supo inmediatamente lo que había suce-
dido. Dijo: "No quiero renunciar a ti, pero te dejaré que vuelvas con tu familia
porque sé que a partir de ahora te sentirías triste y sola. Llévate a nuestro hijo
contigo, y él podrá llegar a ser un caudillo de tu pueblo. Pero no debes dejar que
toque el suelo durante siete días depués de tu regreso o, si no, se convertirá en un
bejín y volverá aquí para vivir como estrella.". Luego prendió una pluma de
águila en la cabeza de su esposa, y ésta se vio misteriosamente transportada a la
tierra con su hijito.
Los padres de la joven estuvieron muy contentos de tenerla de vuelta y con
vida, ya que habían dado por sentado que había muerto o que había sido captu-
rada por algún enemigo. Se quedaron asombrados cuando oyeron su relato y se
maravillaron con su nuevo nieto. La muchacha les dijo que el pequeño no debía
tocar el suelo durante siete días. Dijo a su padre que pintara un signo en su tipi,
tal como le había ordenado Lucero del Alba, para recordar a todos este tabú. El
padre pintó una gran cruz en el extremo superior de su tienda, en la parte de
atrás, y desde entonces las tiendas pintadas de nuestro pueblo han llevado ahí es-
te signo que representa al Lucero del Alba.
Pasaron seis días sin ningún contratiempo, pero en el séptimo la joven ma-
dre dej6 en la tienda a su hijo mientras ella iba a buscar leña. La abuela olvid6 el
Quiénes son mis abuelas 41

tabú y dejó que el niño se arrastrara por el suelo del ti pi. Cuando la madre regresó
no vio al niño, y la abuela le dijo: "La última vez que lo vi estaba jugando debajo
de esta piel de bisonte." La madre levantó rápidamente la piel, pero todo lo que
encontró fue un bejín corriente, como los que crecen en toda la pradera. Aquella
noche miró al cielo y descubrió una nueva estrella que resplandecía en él.
Al cabo de un tiempo, esta misma mujer hizo el voto de celebrar una Danza
del Sol. Junto con los demás objetos utilizados por la mujer sagrada, llevó su palo
de excavar sagrado y una hoja fresca y grande de nabo silvestre. Enseñó a los de-
más la ceremonia correspondiente, y todo ello ha continuado hasta hoy. Ade-
más, pintó unos círculos alrededor del fondo de la tienda de su padre, en memo-
ria de su hijito. La mayoría de las tiendas pintadas tienen ahora estos círculos, y
ésta es la razón por la que son llamados bejines, o estrellas caídas del cielo.

,
LA ABUELA QUE TENIA, EL PODER
DE LLAMAR A LOS ESPIRITUS
Cuando mi padre era joven, pasó mucho tiempo con el hermano de su ma-
dre, Willie Pluma de Águila. Este hombre vivió mucho tiempo con mi esposo y
yo en los últimos años, antes de fallecer. Su madre se llamaba SikskiAki, que es el
nombre con que se me conoce en la lengua blackfoot. Dio a mi esposo el nombe
de N atosina, o Jefe del Sol, que había pertenecido a su padre. Poco antes de mo-
rir, dio a nuestro hijo menor su propio nombre, Atsitsina, u Hombre del Búho
de la Pradera, para completar un trío de nombres que le habían acompañado des-
de la infancia.
, El padre de Willie Pluma de Águila también era conocido como Pluma de
Aguila. Nació alrededor de 1850, de una mujer cuyo nombre, Otsani, ya es intra-
ducible. Era una de las varias esposas de un jefe llamado No-tiene-Miedo-de-los-
Indios-Gros-Ventres. Un comerciante de aquellos tiempos entendió mal su
nombre, Otsani, y pensó que era Old Charlie, que se convirtió en su apodo por
el resto de su vida.
Otsani vivió hasta una edad muy avanzada y pasó sus últimos años en casa de
su hijo, Pluma de Águila, y en compañía de sus nietos, como Atsitsina. Él nos
contaba cosas sobre ella, y el que sigue es uno de sus relatos.
"Os contaré una historia sobre mi abuela, Otsani. Era la madre de mi padre
y solla llevarme a su espalda cuando era pequeño. Era una persona muy podero-
42 La vida de la mujer piel roja

sa. Conocía todas nuestras ceremonias religiosas y curaba a la gente. Entre otros
métodos curativos, utilizaba espinas de cactus y púas de puerco espín para efec-
tuar lo que ahora se llama acupuntura. Enseñó a mi padre cómo hacerlo, y él una
vez me curó con este método una rodilla muy hinchada. En algunas ocasiones
mi abuela también utilizaba este tratamiento para expulsar a los malos espíritus
del cuerpo de una persona si algún enemigo les había hechizado y les hada sen-
tirse mal. Tenía el Poder de comunicarse con los espíritus, y una vez le vi hacer-
lo.
"En una ocasión, cuando todavía era joven, no había nada de comida en la
casa de mi padre. Mi hermano No-Posee-Bellos-Caballos Uack Cuerno Bajo] y
un primo nuestro dijeron: 'Vamos a robar una vaca y así tendremos comida.'
Alguien les dijo: 'Es mejor que no lo hagáis. El viejo se enterará y se pondrá fu-
rioso. No le gusta que hagamos nada contra la ley. A todo el que cojan matando
le caerán muchos años de cárcel.' No hicieron caso y se marcharon y mataron
una vaca. La mataron a toda prisa porque tenían miedo de que alguien les cogie-
ra haciéndolo.
"Cuando hubieron llevado toda la carne a casa, mi primo descubrió que ha-
bía perdido su cuchillo. Dijo: 'Si la policía lo encuentra me cogerá porque lleva
mi marca grabada en el mango.' Su padre, Se-Sienta-Sacando-el-Pecho, le dijo:
'La anciana Otsani tiene el Poder de encontrar cosas que se han perdido. Dale es-
te tabaco y pídele que encuentre tu cuchillo. Te meterán en la cárcel si la policía
lo encuentra antes que tú.'
"Mi primo cogió el tabaco, se lo dio a la anciana y le pidió que le ayudara a
encontrar su cuchillo. La mujer probó el tabaco, porque no veía muy bien. 'Oh,
tabaco de verdad', dijo, y se alegró porque le gustaba fumar. Luego sacó unos
platos, puso en ellos riñón e hígado crudos y los depositó sobre la mesa, junto
con un vaso de agua. Luego cantó algunas canciones. Nos dijo que apagáramos
la luz. Permaneció sentada tranquilamente y todos esperábamos, preguntándo-
nos qué iba a ocurrir. Al cabo de poco, los perros empezaron a ladrar y hubo un
ruido como el de alguien que llegara corriendo hasta la casa, jadeando. ¡Supimos
que se trataba de un espíritu!
"La anciana dijo al espíritu: 'Muy bien, aquí tienes un poco de agua, ¡bebe!'
Luego oímos ruidos como el de un vaso tintineando contra algo sólido. Después
la anciana dijo: 'Muy bien, aquí hay un poco de comida para ti.' Hubo más rui-
dos extraños. Luego ofreció una fumada al espíritu, y pudimos ver cómo el taba-
co se encendía y emitia un resplandor. Despu~s la anciana explicó al espíritu
Quiénes son mis abuelas 43

cuál era el problema y le pidi6 que fuera a buscar el cuchillo de mi primo. La an-
ciana nos dijo que volviéramos a encender la luz. No había nadie y toda la comi-
da y el agua habían desaparecido.
"Al cabo de un rato los perros empezaron a ladrar de nuevo. La anciana dijo
que apagáramos la luz rápidamente. Luego oímos un fuerte golpe. Después de
esto la mujer ofreció otra fumada al espíritu, y éste desapareció. Cuando encen-
dimos la luz vimos el cuchillo en el suelo. Pues bien, todos vimos c6mo sucedían
estas cosas y sabíamos que la mujer no sali6 de la casa para ir a buscar el cuchillo.
Además, ella no sabía d6nde estaba. Sin duda tenía poderes misteriosos."

,
HISTORIAS DE MI TIA,
MARY UN LUNAR,
DE LA TRIBU SARCEE
Soy Mary Un Lunar. Mi nombre de soltera era Mary Vientre Grande. En
lengua sarcee mi nombre es Mujer de Agua. Pertenezco a la tribu sarcee, y vivo
cerca de las Montañas Rocosas, al oeste de Calgary, Al berta, donde nuestro pue-
blo tiene una pequeña reserva india. Soy una de las últimas mujeres que fueron
criadas de acuerdo con los usos tradicionales sarcees. Ahora animo a los j6venes
a que traten de aprender algunas de estas costumbres, porque nosotros vivimos
una vida buena con ellas.
Estoy emparentada contigo, Beverly, porque mi madre y tu abuela Hilda
eran primas. Esto hace que tu madre y yo seamos primas, con lo que, según los
usos indios, resulta que yo soy tu tía. Conozco algo de mis antepasados bloods,
pero fui criada principalmente según los usos sarcees. Las costumbres de los sar-
cees y los bloods son muy similares, sólo el idioma es bastante diferente. Nues-
tra tribu siempre fue pequeña, y por esto vivíamos como parientes con las otras
tribus a las que llaman la Confederación Blackfoot. Vivían en este territorio, en
Alberta, y más abajo, hasta Montana.
Mi padre era el jefe principal de esta tribu. Su nombre era Vientre Grande y
ya era un hombre mayor cuando yo nací. Apenas le conocí porque siempre esta-
ba muy ocupado. No s6lo era el jefe principal, sino que también era un médico
indio. Tenía muchos poderes y no quería niños alrededor demasiado tiempo
por miedo de que hicieran algo que ofendiera a sus poderes y se lastimaran. Me
44 La vida de la mujer piel roja

crió mi abuela. Siempre la llamaba "abuelita", pero en realidad era una prima
hermana de mi padre. Era lo bastante mayor como para ser mi abuela.
Mis padres acampaban en un ti pi no muy lejos de la casa donde vivo ahora.
En aquellos tiempos no contábamos con los médicos modernos, por lo que nací
allí mismo, en el tipi. Cuando ya era mayorcita, mi abuela perdió a su marido.
Su nombre era Anciano-Moteado. Mi abuela era conocida como la señora An-
ciano-Moteado. Me llevó a vivir con ella, para que le hiciera compañía. En cual-
quier caso, mi madre siempre estaba muy ocupada trabajando para mi padre. Él
actuaba como un rey y esperaba que todo el mundo le sirviera. Esto formaba
parte de su vida de atención a invitados y dignatarios, y también de curar a las
personas y rezar por ellas. Era tan cuidadoso con su poder de medicina que ni si-
quiera participaba en las ceremonias, como la Danza del Sol. La única ceremo-
nia tribal en la que tomaba parte era la Danza de la Pipa de Medicina. Poseía un
paquete de la pipa sagrada que había sido transmitido por muchas generaciones
de sarcees. Por alguna razón, este paquete de la pipa acabó en el museo provin-
cial de Edmonton. Nuestra tribu ha estado tratando de recuperarlo.
Cuando murió mi padre, en 1920, vino mi madre y me llevó a vivir de nuevo
con ella. Entonces sólo me tenía a mí y a mi hermano George -tu tío George
Corredor. Antes de esto, sólo le tenía a él, por lo que creció como un muchacho
mimado. Pero mi hermano y yo siempre nos hemos llevado bien, y ahora tam-
bién. Mi madre también tenía cuatro hermanos y hermanas. Eran J ack y J oe
Pluma Grande, la señora Niño del Cuervo y Martha Buen Jinete. El padre de mi
madre era el viejo Pluma Grande.
Durante una temporada fui al internado de los misioneros, pero no conside-
ro que aquello fuera realmente una escuela. Tenía ocho años cuando ingresé en
él, pero aquella gente sólo nos quería para trabajar. Teníamos que lavar los pla-
tos, fregar los suelos y trabajar en el campo. Sólo de vez en cuando nos hacían
quedar en las aulas para enseñarnos cuatro cosas básicas. No creo que los maes-
tros estuvieran particularmente interesados en educarnos, sólo querían que
aprendiéramos a trabajar. Creo que todavía es así; el gobierno debe pensar que
los indios están aprendiendo demasiado, ya que no deja de recortar el presupues-
to para la educación de nuestros jóvenes.
Algún tiempo después de morir mi padre, mi madre se casó con un blanco
llamado Arnold Lupson, que se convirtió en mi padrastro. Era un hombre muy
interesante que tenía un gran amor por los indios, y los ancianos también le que-
rían mucho. Se dedicaba a confeccionar sillas de montar y arneses y trabajaba en
Quiénes son mis abuelas 45

la ciudad de Calgary. Trataba de mi madre realmente bien, y construy6 una bo-


nita casa de troncos para ella en el terreno de la reserva que mi madre había here-
dado. Los ancianos le dieron el nombre de Plumas de la Cola del Águila.
Cuando mi madre empez6 a verse con Arnold Lupson, mi hermano se puso
muy celoso. Recuerdo una vez en que ella y mi tía engancharon los caballos al
carro para dirigirse a la ciudad. Mi hermano sali6 y desenganch6 el tronco cuan-
do las dos mujeres ya estaban sentadas en el carro, dispuestas a partir. Me reí mu-
cho de él. Pero después de la boda con Arnold todos nos llevamos bien. Él no se
traslad6 a la reserva. Venía de visita muy a menudo, y mi madre iba a la ciudad
para verle. S6lo distaba unas dos horas en carro. Sin embargo, él vivía de su ne-
gocio de guarnicionería y mi madre no quería vivir en la ciudad. Por ley, ella hu-
biera podido perder los derechos que le otorgaba el tratado, pero los mantuvo, y
la gente de aquí, de la reserva, nunca la molestó al respecto.
Arnold Lupson estaba muy interesado en nuestra cultura y nuestra religi6n.
A menudo asistía a las ceremonias y poseía un tipi con un dibujo pintado por él.
Siempre hacía fotografías y tomaba nota de cosas. Quería hacer una relaci6n es-
crita de los ancianos y de sus historias, y aquéllos estaban contentos de saber que
algo de su vida iba a conservarse para el futuro. Si alguien hiciera hoy algo así, es
seguro que algunas personas hablarían. Pero en aquellos tiempos las personas
todavía se amaban unas a otras y se ayudaban mutuamente siempre que podían.
Me casé con Frank Un Lunar hace casi cincuenta años.Es decir, nos casamos
según !acostumbre india. En realidad, vivimos juntos durante cuarenta años an-
tes de casarnos legalmente y de tener un certificado de matrimonio. Algunos
bromean con esto y nos preguntan si necesitamos todo ese tiempo para decidir-
nos. Toda nuestra vida hemos sido felices juntos y nos hemos llevado bien.
También compartimos todos nuestros problemas. Tenemos una buena peque-
ña familia y no padecemos problemas de alcohol. Si alguno de nuestros parien-
tes pr6ximos bebe, no viene a molestarnos con ello. Nos respetan.
Hoy en día muchos j6venes tienen una gran confusi6n sobre la vida. Puedo
culpar de ello a diversas personas, al gobierno, etc. Pero la mayor parte de culpa
es suya. Hay muchas cosas buenas en la cultura india, y pueden recuperar mu-
chas de ellas si quieren. Pero tienen que tomar esta decisión. Todavía quedamos
algunos viejos que podemos enseñarles, pero tienen que venir a pedirlo, no po-
demos ir detrás de ellos. Durante un tiempo tuvimos un buen programa aquí, en
la reserva, gracias al cual nos reuníamos con los jóvenes en encuentros regulares
y les contábamos historias y otras cosas. Pero al cabo de un tiempo parecieron
46 La vida de la mujer piel roja

perder interés y al final todo acabó. Intentamos organizar campamentos de ve-


rano. Hemos hecho algunos, y ha valido la pena. Un muchacho tuvo la suerte de
cazar un alce. Enseñamos a las jóvenes a secar la carne y a trabajar el cuero, y co-
sas así. Los niños disfrutaron, pero estas cosas tendrían que repetirse mucho más
a menudo si realmente quieren aprender.
Espero que los jóvenes que están perdidos algún día se despierten y se den
cuenta del mal que hay en su modo de vivir. Todo esto del alcohol, las drogas y
las relaciones diferentes no conduce a una vida feliz. Me preocupan mucho mis
nietos. ¿Qué harán con su vida cuando yo ya no esté aquí?

CÓMO VIVÍAMOS JUNTAS


MI ABUELA Y YO
por Mary Un Lunar

Recibí mi educación de mi cultura. Mis maestros fueron mis abuelas, y estoy


realmente agradecida por ello. La abuela con la que viví era la señora Anciano
Moteado. Yo era una niña pequeña cuando me llevó consigo porque su esposo
había muerto. Vivimos todo el tiempo en tiendas y ti pis de lona, incluso duran-
te el invierno. Siempre me sentí caliente, y sin duda alguna disfrutaba con aquel
tipo de vida. Sólo nos vestíamos a la manera india tradicional -vestidos largos,
mocasines y chales. Así es como fui criada. Ni siquiera tenía un abrigo entonces.
No me acuerdo de mi abuelo, Anciano Moteado. Pero sé que, cuando mu-
rió, a mi abuela le cortaron los dedos meñiques, y también el pelo. Aquella gente
de antaño realmente sentía dolor cuando perdía a un ser querido. A partir de en-
tonces siempre llevó el pelo suelto y pasó el resto de su vida siguiendo sus cos-
tumbres tradicionales. Por esto tuve suerte de vivir con ella.
Mi abuela era muy buena y siempre hablaba en tono amable conmigo o con
cualquier otra persona. No era una vieja mala. Cuando empezó a enseñarme
nuestras costumbres tradicionales dijo: "En el futuro no te arrepentirás de ha-
ber aprendido estas cosas, por lo que no debes preocuparte si te doy órdenes to-
do el tiempo." Me enseñó a cocinar y a coser, a hacer ornamentos de abalorios y
a confeccionar todos los distintos accesorios y utensilios para el interior del ti pi.
Hace u• par de años quisieron empezar a elaborar artesanía tribal aquí, y tuve
que enseñar a los hombres el modo de hacer respaldos de sauce porque yo era la
única que sabía hacerlos. Y también puedo cantar todavia todas las antiguas can-
Quiénes son mis abuelas 47

ciones de la tribu, pues mi abuela las cantaba todo el tiempo y yo crecí oyéndo-
las. A veces las grabo para mis nietos, para que también ellos puedan aprender-
las.
Todas las cosas con que jugaba eran parte de nuestra cultura. Tenía tipis pe-
queños y todos los objetos que hay en el interior. También tenía muchas muñe-
cas. Era muy hábil haciendo muñecas. Utilizaba alambres para empezarlas, y
luego envolvía los alambres para hacer el cuerpo. Después las vesda con vestidos
indios. Mis amigos y yo hacíamos un gran número de muñecas. Los que tenían
el pelo más largo daban un poco para hacer los cabellos de nuestras muñecas.
Luego los chicos cazaban ardillones y ardillas, las despellejaban y con las peque-
ñas pieles hacíamos vestidos para las muñecas y alfombras para nuestros peque-
ños tipis. A veces los chicos construían corrales y capturaban ardillones, que en-
cerraban en ellos. A mi hermano George le gustaba marcar a los ardillones en
sus corrales, y luego los soltaba.
Mi abuela siempre cocinaba en un fuego al aire libre, incluso en invierno.
Antaño, en el otoño, todo el pueblo se trasladaba a las montañas para cortar leña
y cazar para el invierno. Acampábamos todos juntos durante unos dos meses.
Había otra viuda anciana, llamada la señora Tienda Amarilla, que quería mucho
a mi abuela. No sé qué parentesco había entre ellas, pero solía venir a vivir en
nuestra tienda con mi abuela y yo. Nuestro sitio de acampada favorito estaba
justo detrás de mi casa, aquí, el mismo lugar donde nací.
Mi abuela y yo vivíamos de alimentos silvestres. No había mucha caza ma-
yor por estos lugares, ni siquiera entonces, pero cazábamos con trampas mu-
chos conejos, urogallos y chachalacas de las praderas. A veces mi abuela seguía el
rastro de los ratones a través de la nieve para encontrar sus madrigueras y poder
coger las raíces de lirio que los ratones almacenaban. En aquellos tiempos podía-
mos sobrevivir a base de comer casi cualquier cosa, y mírame ahora: necesito
huevos para desayunar, y obtenemos la mayoría de nuestros alimentos medio
preparados en las tiendas.
También teníamos huevos para comer en aquellos tiempos. En primavera y
verano, mi abuela y yo buscábamos huevos de aves silvestres. Los huevos de pa-
to son deliciosos, siempre y cuando se coman pronto, mientras aún son blandos.
U na vez que se han endurecido no son buenos para comer. En una ocasión in-
cluso comimos huevos de urraca, pero no me gustaron.
Diversas personas nos traían carne y otras cosas que obtenían con la caza.
Comíamos ratas almizcleras y castores. De todas estas cosas silvestres, las colas
48 La vida de la mujer piel roja

de castor son mis favoritas. Pones la cola en un palo y la asas sobre un fuego al ai-
re libre. Le vas dando vueltas hasta que está blanda y en el punto. Sabe como el
esturión blanco. Y comíamos toda clase de tripas. Algunas las hervíamos y otras
las asábamos. A veces también las rellenábamos de carne y bayas, igual que las
salchichas. Las tripas de caballo eran las Únicas que no comíamos. Solíamos
comprar carne seca de alce a nuestros vecinos, los stoneys. Su reserva está más
cerca de las montañas y tienen muchos antes y alces. No cabe duda que llevába-
mos una vida sana entonces. Apenas conocíamos el azúcar o el alcohol, y éstas
son dos cosas que echan a perder a los jóvenes de hoy.
En aquellos tiempos no teníamos fuentes ni pozos. En verano obteníamos el
agua de los arroyos, y en invierno fundíamos la nieve o el hielo. Me crié con el
agua de nieve, y hoy en día no puedes siquiera beberla porque te envenenas. El
aire está contaminado, incluso aquí, en la reserva, pero en aquella época era
completamente puro. Las ciudades han crecido demasiado y diseminan su vene-
no hasta demasiado lejos, incluso en la tierra virgen.
Recogíamos toda clase de bayas silvestres. Las serbas y amelanquieres eran
nuestras favoritas. Las poníamos a secar al sol, tal cual, o bien las machacábamos
con un mazo de piedra y hacíamos pastelitos con ellas. Recogíamos muchos to-
mates silvestres [escaramujos] y los machacábamos para luego mezclarlos con
grasa; con ello hacíamos conservas para el invierno. Hacíamos lo mismo con ba-
yas de kinni-kinnick; separábamos las bayas de las hojas y, así, nos fumábamos
unas y nos comíamos las otras. A veces hacíamos una sopa con los escaramujos
hirviéndolos con un hueso, por el tuétano, y añadiéndoles harina y azúcar.
Después de morir mi padre, mi madre empezó a vivir conmigo y con mi
abuela. Viajábamos en carro y en calesa siempre que teníamos que hacerlo. En
aquellos tiempos era difícil ganar un dólar, pero sin duda se podían comprar mu-
chas cosas con él. Solíamos ir por la pradera a recoger huesos secos y los vendía-
mos en la ciudad. Oí decir que los utilizaban para fabricar pólvora y fertilizan-
tes. Tomábamos el dinero y comprábamos un montón de carne, lo llevábamos a
casa y lo secábamos si era verano. En invierno podíamos, simplemente, colgarlo
fuera, ya que quedaba congelado, y cortar cada vez la parte que necesitábamos.
Nos daban gratis las tripas que queríamos. Por un dólar podíamos compar cinco
hogazas de pan o unas cuantas libras de harina.
A los sarcees de antaño no les gustaba mucho el pescado, pero, para mí, es un
placer cada vez que puedo conseguir una trucha o un esturión. Lo que sí come-
mos mucho son conejos. Después que mi madre viniera a vivir con nosotras,
Quiénes son mis abuelas 49

capturábamos muchos para que ella los secara. Tenía un ahumadero con una
forma parecida a un tipi. Dentro había unas perchas donde colgaba la carne y
otras cosas. Cogía un montón de conejos, les cortaba la cabeza, los despellejaba
y les quitaba las entrañas. Después, provistos de unos palos, los esparcía fuera y
los colgaba de las perchas, sobre un fuego humeante, y todos los conejos se asa-
ban.
Yo ya estaba casada cuando murió mi abuela. Fue en diciembre de 1942, y
todavía vivía conmigo. Siempre había sido como una madre para mí. Hacia el fi-
nal se puso tan enferma que apenas podía caminar. Mi hija Lottie nació enton-
ces. El último deseo de mi abuela fue levantarse una vez más para mecer a Lottie
en su cuna. Murió inmediatamente después.
En 1950 mi padrastro, Arnold, murió súbitamente. Ni siquiera sabíamos
que estuviera enfermo, pero resultó que tenía cáncer. En los tiempos antiguos
llamaban al cáncer el "gran furúnculo" o el "gran grano", y tenían una cura
para ello. No sé qué raíz usaban, pero mi abuela conocía todas las raíces y hier-
bas realmente bien. En los viejos tiempos no tenían muchas enfermedades o do-
lencias, excepto las que les contagiaban los traficantes, y más tarde las que sufrie-
ron cuando empezaron a ir a los internados. ¡Ojalá pudiera regresar a aquellos
viejos tiempos!

UNA ABUELA QUE PARTICIPABA


EN LAS EXPEDICIONES GUERRERAS
El padre de mi padre nació demasiado tarde para participar en expediciones
guerreras, pero no su hermana mayor. Su nombre era Mujer de Odio y era la
única esposa de un famoso guerrero llamado Cola de Comadreja. Entre las haza-
ñas de éste se cuenta que una vez se tendió sobre el rastro de un oso gris y, cuan-
do el oso se irguió sobre él y empezó a golpear con sus garras, se levantó de un
salto y le clavó un enorme cuchillo en el corazón. De niño vivió varios años con
el pueblo crow, que eran nuestros enemigos más respetados. Murió más o me-
nos al mismo tiempo que su esposa, en 1950, a la edad de noventa y un años.
Cola de Comadreja realizó sus primeras expediciones guerreras cuando era
adolescente, antes de que se casara con su esposa. Era costumbre que los miem-
bros de una partida guerrera se reunieran delante de la tienda de su jefe con el fin
de danzar y cantar canciones para infundirse animo. A menudo cada miembro
50 La vida de la mujer piel roja

cantaba sus propios cantos, con palabras que contenían mensajes especiales para
su amada o su esposa. Cola de Comadreja dijo más tarde que una de sus primeras
canciones contenía las palabras: "Muchacha, yo te amo, ¡no te preocupes por
mí! Comeré bayas cuando vuelva a casa."
Pero, una vez que Cola de Comadreja y Mujer de Odio se casaron, ella a me-
nudo no se quedaba sentada en casa preocupada por él. Como explicó Cola de
Comadreja en una ocasión: "Mi mujer decía que me amaba, y, si yo había de
morir en una expedición guerrera, ella también quería morir. La llevé conmigo
en cinco expediciones guerreras. En algunas de ellas yo era el jefe, y mi esposa no
estaba obligada a cocinar o a realizar otras tareas de este tipo. Llevaba un revól-
ver de seis tiros. En una ocasión robó un caballo con su silla, su bolsa de muni-
ción y una maza de guerra." Esto se consideraba una proeza incluso para los
hombres.
Las aventuras guerreras de Cola de Comadreja todavía las cuentan hoy algunos
ancianos. Por otra parte, un antropólogo pasó una temporada con él en sus últimos
años y recogió los detalles de su vida. Por desgracia, nadie pidió a su mujer que contara
sus historias sobre las expediciones guerreras en las que participó, ya que ella fue la úl-
tima de nuestras mujeres que tuvo experiencias de este tipo.
Una de las primeras partidas guerreras en las que Cola de Comadreja y Mujer de
Odio participaron juntos estaba compuesta por más de veinte miembros. Partieron
de los campamentos blood y se dirigieron hacia el este, en busca de los sioux de Toro
Sentado, que entonces se habían exiliado al Canadá, después de su victoria sobre Cus-
ter. Aunque Toro Sentado se había convertido para muchos en un héroe famoso, a la
gente de mi pueblo, en aquella época, no le gustaba ni se fiaba de él particularmente.
Su presencia en el país hacía que la vida fuera incómoda por todos lados, y sus guerre-
ros continuamente lanzaban ataques inesperados contra las tribus vecinas.
El jefe de esta partida guerrera era Niño del Águila, a quien no le entusiasmaba el
hecho de llevar a una mujer en el grupo. La mantuvo ocupada cortando carne y reali-
zando otras tareas para el resto del grupo. Otro de los miembros de éste era uno de sus
hermanos menores, un tío de mi padre al que se conocía entonces con el nombre de
Vuelo de Águila. Cuando llegaron a la proximidad de los campamentos enemigos, es-
te hermano temió por la seguridad de su hermana y trató de convencer a Cola de Co-
madreja de que la llevara a casa. Finalmente divisaron uno de los campamentos sioux,
y en ese momento el jefe y el hermano de la mujer insistieron en que ésta esperara al
resto del grupo junto a un bosquecillo. Dejaron a Cola de Comadreja esperando con
ella.
Quiénes son mis abuelas 51

Pasó la noche y, al amanecer, Cola de Comadreja vio que los sioux sacaban a sus
caballos de un cercado del campamento. Los guerreros bloods que estaban escondi-
dos inmediatamente ataron a algunos de los caballos, montaron en ellos y ahuyenta-
ron al resto de la manada. En su excitación se olvidaron por completo de Cola de Co-
madreja y su mujer.
Cola de Comadreja no tuvo más opción que dirigirse a otro de los campamentos
próximos y tratar de robar unos caballos con los que pudieran volver a casa. Consi-
guió uno y lo llevó a su mujer. Le dijo que montara en él y esperara mientras iba por
otro caballo. Pronto encontró uno bueno, con una pluma atada en la crin y otra en la
cola. Cuando lo hubo atado y montado, vio otro hermoso caballo cerca del primero,
y también lo cogió. Regresó con su mujer y ambos escaparon. En su excitación se de-
jaron olvidado un pequeño paquete que contenía carne seca y un buen cuchillo. Por
suerte, había carne seca en uno de los lugares donde habían acampado con el grueso de
la partida unos días antes. Tardaron menos de cuatro días en volver a casa.
Probablemente, la aventura más emocionante en que tomaron parte Cola de Co-
madreja y Mujer de Odio fue una en que tuvieron que habérselas con tres diferentes
tribus enemigas. Para empezar, se unieron a una partida guerrera blood dirigida con-
tra los crows, con los que Cola de Comadreja había vivido cuando era niño. Conocía
bien el territorio, y el grupo no tuvo ningún problema para robar un gran número de
caballos de los crows. Sin embargo, en el camino de regreso se toparon con una parti-
da guerrera de crees que les superaba mucho en número. Hubo un combate, durante
el cual uno de los crees murió. Mientras los bloods buscaban refugio, el resto de los
crees se fue, llevándose consigo a todos los caballos recién capturados por los bloods.
A pie, Cola de Comadreja, Mujer de Odio y su grupo se dirigieron hacia el norte
en busca de un campamento de gros ventres amigos. Por error, penetraron en un
campamento de assiniboines, que eran grandes enemigos. Afortunadamente, la pri-
mera persona que encontraron en el campamento fue un blood llamado Baja Des-
lizándose, que se había casado con una mujer assiniboine y se había unido a su tribu.
Se ofreció a llevarlos a la tienda del jefe y a actuar de intérprete para ellos. Cuando es-
tuvieron dentro encontraron que el jefe no tenía muchos deseos de aceptarlos como
amigos, mientras que el resto del campamento se reunía fuera a toda prisa y rodeaba la
tienda. Los bloods vieron que iban a tener problemas. Finalmente estalló una discu-
sión y los bloods se pusieron en pie de un salto y apuntaron al jefe con sus armas. Mu-
jer de Odio llevaba su revólver de seis tiros, que apuntó como los demás. Luego Cola
de Comadreja lanzó un potente rugido con el fin de impresionar a la gente con su
poder.
52 La vida de la mujer piel roja

Baja Deslizándose explicó a gritos a su gente, en su propia lengua, que Cola de Coma-
dreja era un hombre feroz que había matado a mucha gente con su poder, que le venía del
oso gris. La gente se asustó y huyó en busca de refugio, con lo que Cola de Comadreja y
su grupo tuvieron la posibilidad de escapar.
Despu~s de este episodio, el grupo se dividió. Cola de Comadreja, Mujer de Odio y
otro hombre se dirigieron hacia el sur para tratar de conseguir una vez más caballos de los
crows. En el camino se encontraron con un enemigo solitario -un crow- a quien pensa-
ron matar y cortar la cabellera. Pero cuando se acercaron a él vieron que tenía un aspecto
muy lastimoso y comprendieron que estaba de duelo. Resultó que había perdido a su es-
posa y no le importaba vivir o morir, por lo que Cola de Comadreja hizo una plegaria al
Sol, pidiendo compasión para sí mismo en el futuro, y dejó al hombre en libertad. Él y su
esposa volvieron a encontrar al mismo hombre en 1926, durante una celebración india.
Los tres siguieron su camino hacia el territorio crow y lograron robar catorce bue-
nos caballos, con los que regresaron sanos y salvos a sus campamentos. A Mujer de Odio
se le pidió que contara esta aventura durante la Danza del Sol tribal, lo que constituyó un
grande e insólito honor para una mujer.

ÁGUILA CORREDORA - MUJER GUERRERA


DE LOS BLACKFOOT

Águila Corredora se ha convertido en la mujer más famosa de la historia de la


nación blackfoot porque renunció a las labores domésticas a cambio de las activida-
des guerreras practicadas habitualmente por los hombres. De hecho, tuvo tanto
éxito en sus aventuras guerreras que muchos hombres la consideraban un jefe y la
seguían de buena gana siempre que ella quería dirigirlos. Finalmente, murió duran-
te una de sus aventuras guerreras.
Como esta mujer murió hacia 1850, los verdaderos hechos de su vida son difíci-
les de separar ahora de las leyendas populares. Mis abuelas aún hoy hablan de ella, y
en las estanterías de algunas bibliotecas se puede encontrar un viejo libro sobre su
vida. Sin embargo, todas las historias coinciden en que esta mujer tuvo mucho éxi-
to en todas sus acciones, salvo en la última, y que era muy querida y respetada por
su pueblo. Se considera generalmente que también era una mujer sagrada que orga-
nizaba Danzas del Sol, para las cuales se cualificó al no casarse ni tener ningún
amante en toda su vida. Se dice que se consagró al Sol a consecuencia de una visión
de poder.
Quiénes son mis abuelas 53

El relato popular dice que Águila Corredora empezó la vida como una mu-
chacha blackfoot corriente llamada Mujer Comadreja Parda. Tenía dos herma-
nos y dos hermanas, y su padre era un célebre guerrero. Cuando llegó a la edad
en que los chicos empiezan a practicar la caza, pidió a su padre que le hiciera un
juego de flechas y arco con el que pudiera practicar. Su padre lo hizo, aunque no
sin cierta oposición por parte de sus esposas. Se dice que incluso permitió que su
hija le acompañara a cazar bisontes y que ella aprendió a disparar lo bastante
bien como para derribar a algunos.
Se dice que fue durante una de las cacerías de bisontes con su padre cuando
esta muchacha fuera de lo común mostró por primera vez su valor guerrero. Só-
lo había unos pocos cazadores blackfoot en el grupo, y no se encontraban muy
lejos de los campamentos cuando una partida guerrera enemiga los atacó y persi-
guió. Mientras los blackfoot cabalgaban hacia el campamento a toda velocidad,
el caballo del padre de Mujer Comadreja Parda fue herido. Una de las proezas
más valerosas que realizaban los guerreros de antaño era desafiar el fuego enemi-
go mientras hacían marcha atrás montados en su caballo para rescatar a un com-
pañero que lo había perdido. Esto es lo que la hija hizo por su padre. Ambos es-
caparon en el caballo de ella después que la muchacha se detuviera para
descargar la carne fresca con que iba cargado. Cuando el resto de la tribu recibió
la noticia del ataque, una gran multitud de guerreros salió en persecución del
enemigo, matando a muchos de ellos y haciendo huir al resto. El nombre de la
muchacha fue mencionado durante los días y las noches que siguieron, cuando
la gente contaba lo que había tenido lugar durante aquel combate. Se dice que al-
gunas personas se quejaron y temieron que la muchacha que realizaba hazañas
de hombre pudiera ser un mal ejemplo que indujera a otras jóvenes a abandonar
sus tareas domésticas.
Sin embargo, cuando su madre se puso irremediablemente enferma poco
después, la futura mujer guerrera decidió por sí misma hacerse cargo del trabajo
de la casa. Como era la hija mayor de la familia, no había nadie más que pudiera
cocinar y curar las pieles mientras su madre se apagaba lentamente. Así, pues,
trabajó duro para aprender lo que no había querido aprender hasta entonces y
enseñó a sus hermanos y hermanas más jóvenes a ayudar siempre que pudieran.
Es difícil decir durante cuántos años esta joven ocupó el lugar de su madre en
la dirección del hogar familiar, pero se dice que lo hizo muy bien. No obstante,
también se dice que lo hizo sin obtener ningún placer en ello, ya que probable-
mente ya había experimentado demasiadas emociones en las aventuras propias
54 La vida de la mujer piel roja

de las actividades de los hombres. En todo caso, no tuvo ningún novio y no se inte-
resó por los planes de matrimonio que tenían las otras muchachas de su edad.
El momento crucial de la vida de la joven llegó cuando su padre murió hallán-
dose en el sendero de la guerra. La noticia de su muerte también mató a su viuda,
que ya estaba muy débil. La joven y sus hermanos y hermanas de pronto queda-
ron huérfanos, y ella decidió en ese punto consagrarse a su sueño de poder, que la
instruía en el seguimiento de los usos de los hombres. Llevó a vivir en la tienda a
una viuda para que ayudara en las tareas domésticas, e instruyó a sus hermanos y
hermanas para que cada uno realizara su parte. Incluso llevaba un rifle -heredado
de su padre-, en una época en que muchos hombres todavía dependían principal-
mente de sus arcos y flechas.
Su primera aventura guerrera llegó poco después de que ella y su familia termi-
naran el duelo inicial. Una partida guerrera de hombres partió de los campamen-
tos blackfoot tras las huellas de unos guerreros crows que les habían robado caba-
llos. Cuando esta partida ya había avanzado mucho en su camino, uno de sus
miembros se dio cuenta de que alguien les seguía a distancia. Resultó ser la joven,
armada y vestida para la batalla. El jefe de la partida le ordenó que regresara, la
amenazó, y finalmente le dijo que volvería con todo el grupo a casa si ella no se iba.
Se dice que ella se rió y le dijo: "Puedes regresar si quieres; yo continuaré sola."
Uno de los miembros de este grupo era un joven que era primo de la mucha-
cha -un hermano, según las relaciones de parentesco blackfoot- y se ofreció a
acompañarla él mismo de regreso a casa. Cuando la muchacha volvió a negarse, el
jefe de la partida encargó al primo que velara por la seguridad de la joven, de modo
que todos pudieran continuar su camino. Ella creció junto a este primo, aprendió
a cazar a su lado, y ambos se llevaron bien, en general.
La partida guerrera, con la muchacha, prosiguió la persecución durante varios
días antes de llegar a los campamentos enemigos de los crows. Hicieron una incur-
sión afortunada, entrando y saliendo del campamento muchas veces, a cubierto de
la noche, para sacar a los caballos selectos que sus dueños guardaban delante de las
tiendas. Se dice que la mujer y su primo fueron juntos y que ella sola capturó once
de los valiosos corceles. Antes del alba ya estaban montados en sus caballos roba-
dos y se dirigían de vuelta a su territorio, llevando delante de ellos al resto de lama-
nada capturada. Los crows descubrieron su pérdida por la mañana y persiguieron
a la partida durante un trecho. Pero los incursores podían cambiar de caballo
siempre que los que cabalgaban quedaban agotados, y de ese modo pronto dejaron
muy atrás a los perseguidores enemigos.
Quiénes son mis abuelas 55

Sin embargo, la parte más excitante de esta primera aventura guerrera de la


joven blackfoot aún tenía que llegar, según la leyenda que la ha sobrevivido.
Mientras el resto del grupo descansaba y preparaba la comida en un lugar escon-
dido, ella se quedó vigilando la pradera desde lo alto de un otero cercano. Desde
allí vio que se acercaban dos jinetes enemigos y, antes de que pudiera alertar al
resto de su grupo, los enemigos ya estaban dispuestos para rodear la manada cap-
turada. Dicen que ella bajó corriendo del otero con su rifle y consiguió agarrar la
cuerda del caballo guía de la manada a fin de impedir que el resto saliera corrien-
do. Después, cuando los enemigos la estaban cercando, sin esperar ninguna difi-
cultad por parte de una mujer, disparó al que llevaba un rifle y obligó al otro a
darle la espalda y tratar de escapar. En vez de volver a cargar su propio rifle, la
mujer corrió y cogió el del enemigo caído, y disparó contra el que huía. Erró el
tiro, pero los demás miembros de la partida le persiguieron y poco después le
abatieron también. Los compañeros de la mujer estuvieron muy sorprendidos y
complacidos por lo que ella había hecho. No sólo había evitado que toda suma-
nada fuera capturada, sino que también había matado a un enemigo y se había
hecho con su arma. Incluso capturó a su caballo, y uno del grupo tomó su cabe-
llera y la ofreció a la mujer. Dicen que ella no la quiso, pero se sintió mejor cuan-
do le recordaron que había vengado la muerte de su padre.
Aunque la primera experiencia guerrera de la joven fue muy afortunada,
muchas personas todavía pensaban que los jefes debían impedirle que siguiera
los usos de los hombres. Sin embargo, los comentarios críticos cesaron comple-
tamente cuando ella siguió el consejo de los sabios ancianos y partió para ayunar
y buscar una visión. Permaneció en soledad cuatro días con sus noches y los Es-
píritus la recompensaron con una visión que le dio el poder que los hombres
consideran necesario para llevar una vida exitosa de guerrero. Las visiones de es-
ta clase no siempre son concedidas a los que las buscan, y las mujeres las han reci-
bido muy raras veces. De acuerdo con la costumbre tribal, nadie le hizo pregun-
tas sobre la visión, ni nadie dudó de su derecho a seguir las instrucciones que
había recibido con ella. A partir de aquel momento la gente la consideró como
una persona fuera de lo común, con poderes especiales, a quien sólo los Espíri-
tus podían juzgar y guiar.
La segunda aventura guerrera de la joven la llevó hacia el oeste de las Monta-
ñas Rocosas, a los campamentos de la tribu kalispell. Entre sus compañeros ha-
bía algunos que ya habían estado en su primera incursión guerrera. Uno de ellos
era su primo/hermano, junto al cual pasaba mucho tiempo. Esta vez, en lugar
56 La vida de la mujer piel roja

de llevar su vestido de piel de ante, se puso unas ropas nuevas de guerrero, con
polainas, camisa y taparrabo. También llevaba un magnífico escudo de cuero
que le había regalado el hombre que se cas6 con la viuda que se había trasladado a
vivir a la casa de los huérfanos un poco antes.
La segunda expedición tuvo unos resultados excelentes, aunque un miem-
bro del grupo perdi6 la vida en ella. Capturaron una manada de más de seiscien-
tos caballos, y mataron a varios enemigos durante el combate que se produjo
cuando fueron descubiertos. La joven recibi6 dos flechas, que la habrían matado
si en vez de clavarse en su escudo se hubieran clavado en su cuerpo.
Cuando la tribu se reuni6 para la ceremonia de la tienda de medicina anual,
se requirió a la joven que se pusiera en pie con los otros guerreros y contara al
pueblo sus hazañas. Otras mujeres lo habían hecho, pero normalmente se pre-
sentaban en compañía de sus esposos y no habían llevado a cabo proezas tan in-
trépidas como ella. Cuando finaliz6 su relato, el pueblo la aplaudi6 con golpes
de tambor y gritos de guerra, como era costumbre. Se dice que luego el jefe prin-
cipal de la tribu, un hombre llamado Caminante Solitario, la honr6 de un modo
nunca visto para una mujer. Después de un breve parlamento y una plegaria, le
dio un nombre nuevo -Aguila Corredora-, un nombre antiguo que habían lle-
vado varios guerreros famosos de la tribu antes que ella. Además, la Sociedad de
Guerreros de los guerreros j6venes la invit6 a ser miembro de ella, honor que,
según se dice, también aceptó.
A partir de ese momento, Águila Corredora, la joven guerrera, fue el jefe, y
no una simple seguidora, de las partidas guerreras en las que particip6. No sé de-
cir en cuántas de estas expediciones tomó parte, ni cuántos caballos capturó, ni
los enemigos que mat6. Hay muchas leyendas sobre ello. También hay leyendas
sobre hombres que no podían aceptar que esta orgullosa mujer no quisiera tener
marido, y que intentaron por todos los medios conocidos hacerle cambiar de
idea sobre el matrimonio. Pero la cuesti6n qued6 zanjada cuando ella explic6
que el Sol se había aparecido en su visi6n y le había dicho que debía pertenecerle
sólo a ~l, y que ella no podría seguir viviendo si rompía este mandamiento.
Si Aguila Corredora vivi6 en el sendero de la guerra, también muri6 en él.
Sucedi6 en una ocasi6n en que dirigi6 una gran partida de guerreros contra la tri-
bu flathead en venganza por la muerte de varios hombres y mujeres que habían ido
a cazar y descuartizar bisontes. El grupo que parti6 en busca de venganza era muy
grande, y ella lo condujo directamente hasta el límite del campamento flathead du-
rante la noche. Al alba, después de esperar que sus pastores limpiaran el
Quiénes son mis abuelas 57

campamento de caballos de precio, lanzó el grito de ataque. Se entabló una larga


batalla en la que muchos enemigos murieron.Tras los disparos iniciales, la bata-
lla se convirtió en una refriega cuerpo a cuerpo en la que las mazas y los cuchillos
fueron las armas principales. Águila Corredora fue atacada por un corpulento
enemigo provisto de una maza, al que mató, pero ptro apareció por detrás de
ella y la mató con su maza. Uno de los hombres de Aguila Corredora mató, a su
vez, a ese hombre. Cuando terminó la batalla, los miembros de su partida la en-
contraron, con el hombre corpulento delante, el otro detrás, y ella muerta en
medio. Y así terminó la carrera de la mujer guerrera cuya vida se ha convertido
en una leyenda entre los blackfeet.

UNA MUJER QUE SEGUÍA


LOS USOS DE LOS HOMBRES

El pueblo kootenay vive junto a los bloods, hacia el oeste, al otro lado de las
Montañas Rocosas. En los tiempos del bisonte venían a menudo a nuestro terri-
torio de praderas para cazar. A veces estábamos en paz con ellos, y a veces luchá-
bamos. En ocasiones, nuestros hombres y mujeres se casaban con los suyos.
Los kootenays tuvieron una vez una mujer similar al Águila Corredora de
nuestras tribus, en el sentido de que dejó de lado sus tareas domésticas para dedi-
carse a cazar y a guerrear como los hombres. Sólo que esta mujer kootenay fue
un paso más allá al tomar a otra mujer como esposa. Su historia se menciona en
varios libros y diarios antiguos de los primeros comerciantes y viajeros. Claude
Schaeffer los utilizó en sus notas de campo inéditas para componer el siguiente
relato de la interesante carrera de esta mujer.
"Durante su estancia en Fort Astoria, Thompson reanudó su relación con
una mujer pintoresca y fuera de lo corriente de la tribu f!atbow. Esta mujer iba a
convertirse no sólo en el personaje más notorio de la historia primitiva de los
kutenay, sino también, y después de Sacajawea [una mujer shoshone que guió a
los exploradores blancos Lewis y Clark a través de su antiguo territorio tribal],
en tal vez la mujer más célebre de los indios de la altiplanicie de aquel período.
Además, fue en parte responsable de la expansión inicial de la Compañía de Pie-
les del Pacífico hacia el interior. Oso Gris Sentado-en-el-Agua, como fue conocida
por su pueblo, se casó con el criado de Thompson, Boisverd, en 1808. Éste la llevó
a vivir a un almacén de pieles, probablemente Kootanae House. Allí tuvo
58 La vida de la mujer piel roja

una conducta tan disoluta, contraria a las normas kutenai, que Thompson se vio
obligado a enviarla a su casa. Madame Boisverd explic6 a su pueblo que el hombre
blanco le había cambiado el sexo, en virtud de lo cual ella había adquirido poder es-
piritual. En lo sucesivo adopt6 un nombre masculino, se visti6 con ropas y armas
de hombre, se dedic6 a actividades masculinas y tom6 a una mujer como esposa.
"Su presencia posterior en Spokane House [un puesto comercial en lo que
ahora es el estado de Washington] se hizo molesta, y Finan McDonald, a fin de li-
brarse de ella[la envi6 junto con su compañera] con un mensaje paraJohn Stuart a
Fort Estekatadene, en la actual Columbia Britfoica. Las dos mujeres se perdieron,
siguieron el [río] Columbia hasta su desembocadura y fueron a parar al puesto de
Astor [cerca de Portland, Oregon, un viaje muy largo incluso en autom6vil]. Los
traficantes de Fort Astoria obtuvieron de la mujer 'importante informaci6n sobre
el interior del país' y decidieron enviar una expedici6n bajo el mando de David
Stuart.
"Al encontrar a la pareja en Fort Astoria, Thompson enseguida reconoci6 a
madame Boisverd y cont6 su historia a sus anfitriones. El 22 de julio, una partida
formada por el grupo de Thompson, David Stuart y sus hombres y las dos mujeres
kutenai parti6 hacia el interior. Las mujeres habían accedido a actuar de guías para
los hombres de Fort Astoria. Las profecías de madame Boisverd sobre la viruela y
otros acontecimientos temibles hechas durante el camino que siguieron a lo largo
del Columbia no habían gustado a los indios de la zona, por lo que, cuando estu-
vieron de regreso, ella y su compañera fueron objeto de amenazas. Las dos muje-
res, en un momento determinado, buscaron la protecci6n de Thompson, que
tranquiliz6 a las tribus del Columbia inferior respecto al futuro. Thompson y sus
hombres continuaron hasta el Snake, subieron por este río hasta Palouse, y luego
prosiguieron por tierra hasta Spokane House. El grupo de Stuart, guiado por las
dos mujeres, remont6 los ríos Columbia y Okanagan para establecer un puesto en
territorio de los indios shuswap.
"Se dice que madame Boisverd [Oso Gris Sentado en el Agua] y su compañera
continuaron hasta el puesto de la actual Columbia Británica y fueron atacadas por
indios hostiles, que hirieron a la primera en el pecho. Entregaron su mensaje a
John Stuart y regresaron al Columbia con una respuesta.
"En 1825, una mujer llamada Bundosh, descrita como una mujer que vestía
ropas de hombre y que era un personaje importante entre los kutenai, es men-
cionada en el diario deJohn Work, comerciante de la Compañía del Río Hud-
son de Flathead Post. Doce años más tarde, la travestida kutenai es mencionada
Quiénes son mis abuelas 59

en el diario de W.H. Gray, el misionero protestante, que viajaba hacia los Estados
Unidos en compañía de Francis Ermatinger, el comerciante flathead. Una parti-
da de flathead había sido rodeada por blackfeet, y Bowdash, como se la llama
aquí, había ido de un bando al otro tratando de mediar entre ambos. En su último
viaje engañ6 a los blackfeet, mientras los flathead, como ella sabía, escapaban ha-
cia Fort Hall. [Fue] muerta por los blackfeet tras salvar al grupo de flathead, el
pueblo con el que había estado en estrecha relaci6n en sus últimos años."

,
EL BLOOD QUE RECLAMO
A SU ESPOSA ROBADA
(Y luego puso nombre al hermano
de mi abuelo por el incidente}

En los tiempos anteriores a las armas de fuego y los caballos, la raz6n princi-
pal por la que nuestro pueblo iba a la guerra contra otros era la captura de mujeres
enemigas, o la recuperaci6n de las mujeres propias. Debido a esto, los matrimo-
nios intertribales eran una costumbre antigua, y, en realidad, no es probable que
existan en ninguna tribu miembros de pura sangre. Por los relatos que he oído,
no era infrecuente que todo un campamento de hombres fuera expulsado y sus
mujeres capturadas y llevadas a casa por los vencedores. Naturalmente, algunas
de las mujeres cautivas también morían, pero si aceptaban su destino y podían
trabajar, sus apresadores se casaban con ellas.
En la historia de mi familia hay varios casos de mujeres capturadas. El bisa-
buelo de mi madre apres6 una vez a una mujer de la tribu shoshone, que vivía en
el territorio situado al sur del nuestro. Se llamaban a sí mismos Pueblo del Río,
pero el signo que hacían para representar su nombre, hace mucho tiempo, signifi-
ca Serpiente en nuestra versi6n del lenguaje de signos, y por esto llamábamos Ser-
pientes a este pueblo. El bisabuelo de mi padre era un guerrero llamado Cima
Grande, y tuvo un hijo con esta mujer shoshone antes de que los hermanos de és-
ta fueran a rogarle que la pusiera en libertad. Cima Grande le dio la libertad, ya
que tenía otras esposas de su propio pueblo. Guard6 consigo al hijo, pero la mu-
jer ya estaba embarazada de siete meses de otro. El hijo que se qued6 con él fue
con los años el Pequeño Oso que dio nombre a mi familia. El que la mujer dio a
luz después de dejar a los bloods fue Pocatello, un célebre jefe shoshone del que la
ciudad de Pocatello, Idaho, tomó el nombre.
60 La vida de la mujer piel roja

Pequeño Oso tuvo varios hijos, entre los cuales el padre de mi padre y un fa-
moso danzarín y "gentleman indio" llamado Araña. Araña obtuvo su nombre
a raíz de un famoso incidente en el que se vio envuelta otra mujer cautiva. He
aquí el relato.
Un blood llamado Tienda Pintada de Amarillo partió a la caza del bisonte
con un grupo de compañeros. Mientras estaban fuera, su campamento fue ataca-
do por una partida guerrera cree, que capturó a la mayoría de las mujeres. Cuan-
do los hombres regresaron estuvieron muy apenados por su pérdida, pero sabí-
an que los crees los superaban mucho en número y por esto no trataron de
seguirles. Tienda Pintada de Amarillo oyó decir que su esposa había sido captu-
rada viva, por lo que planeó el modo de recuperarla.
Tienda Pintada de Amarillo tomó consigo varios caballos y otros objetos
para dárselos al cree a cambio de su esposa. Poco después llegó al campamento
cree y averiguó en qué tienda se hallaba su mujer. Tienda Pintada de Amarillo
besó a su esposa cuando la vio. Ella le dijo que temía por sus vidas porque el
hombre que la tenía cautiva poseía una medicina muy poderosa.
Los crees habían ido a cazar. Al regresar, el capturador preguntó: "¿Quién
es nuestro visitante?" La mujer dijo: "Es tu hermano." El cree había visto los ca-
ballos fuera, por lo que sabía cuál era la intención de la visita de Tienda Pintada
de Amarillo. Sin embargo, no deseaba entregar tan fácilmente a la mujer. Dijo:
"Te mostraré el poder de mi medicina. Si tú eres más fuerte, tomaré tus caballos
y podrás recuperar a tu mujer."
El cree sacó de una bolsita una figura de madera pintada de rojo que repre-
sentaba a un hombre. El cree empezó a cantar y a tocar el tambor, y pronto la fi-
gura se puso en pie y se dirigió hacia Tienda Pintada de Amarillo. Su esposa le
gritó: "¡No dejes que esto te toque o serás hombre muerto!" Tienda Pintada de
Amarillo desató una bolsita de cuero que llevaba sujeta a su trenza de atrás. Sacó
de la bolsa un pedazo de cuero cortado en forma de araña. Arrancó un poco de
hierba y puso a la araña encima mientras cantaba su propia canción de poder.
Cubrió a la araña con la mano durante un momento y sopló entre sus dedos.
Cuando levantó la mano la araña se había convertido en una araña de verdad y
andaba alrededor del manojo de hierba.
Tienda Pintada de Amarillo depositó la araña en el suelo, justo en el camino
del hombrecillo del cree. La araña saltó hacia delante y agarró a la figurita. En un
instante envolvió a la figura con sus hilos y la arrastró tras de sí mientras se enca-
ramaba a uno de los palos de la tienda.
Quiénes son mis abuelas 61

El cree comprendió que estaba derrotado. Rogó a Tienda Pintada de Amari-


llo que le perdonara la vida. Le dijo que tomara a su esposa y conservara sus caba-
llos. Le ofreció darle cualquier otra cosa que deseara. Tienda Pintada de Amari-
llo cantó otra canción y la araña soltó su carga y volvió a toda prisa al montón de
hierba. El hombre cubrió la araña, sopló sobre ella, y de nuevo ésta volvió a te-
ner el aspecto de un pedazo de cuero en forma de araña. La guardó de nuevo en
su bolsa y la ató a su trenza. La figurilla del hombre yacía arrugada donde la ara-
ña la había soltado.
Luego Tienda Pintada de Amarillo dijo al cree: "Sólo he venido aquí
por mi mujer. Si me das de comer, partiremos enseguida hacia nuestra casa.
Quiero que te quedes con los caballos que te he traído y tú serás mi herma-
no. Puedes venir a nuestro campamento como invitado mío siempre que
quieras." El cree se alegró de oír estas palabras, y supo que no habría más
problemas una vez que Tienda Pintada de Amarillo hubiera aceptado co-
mer en su t1pi.
En aquella época Pequeño Oso tenía muy enfermo a uno de sus hijos.
Estando Tienda Pintada de Amarillo de visita, le dio la criatura para que la
sostuviera en sus brazos, y Pequeño Oso pidió al anciano que rezara por la
salud del niño. Tienda Pintada de Amarillo preguntó: "¿Quieres que esta
criatura llegue a ser un hombre?" Pequeño Oso le contestó que sí. Luego el
anciano dijo a Pequeño Oso que preparara incienso. Dijo: "Cantaré mi
canción de poder. Si mi poder cobra vida daré su nombre a este niño, y cre-
cerá para convertirse en un hombre fuerte." Sacó su araña de cuero, la puso
sobre un puñado de hierba y empezó a cantar. Después de soplar en suma-
no, la araña se puso a caminar y luego corrió por el suelo hacia Pequeño
Oso y su mujer, que la vieron. Después volvió con Tienda Pintada de Ama-
rillo, y éste la guardó. El hombre dijo: "Como mi poder ha cobrado vida
por vuestro hijo, yo le daré el nombre de Araña."
Araña vivió hasta una avanzada edad. Murió pocos años antes de nacer
yo. Era un granjero cuyo pasatiempo favorito consistía en asistir a la danzas
indias. Los ancianos dicen que cuando danzaba se movía con tanta gracia
que parecía un plumón de águila. Siempre llevaba vestidos con decoracio-
nes de abalorios muy elaboradas, se pintaba la cara con dibujos brillantes y
sorprendentes y se hacía peinados especiales, por los que era famoso. Nun-
ca se cortó el pelo durante toda su vida, lo que le valió su otro nombre, Pelo
Largo.
62 La vida de la mujer piel roja

LAS INICIACIONES DE PAULA


CABEZA DE COMADREJA, UNA ANCIANA BLOOD
por Paula Cabe-za de Comadreja

Voy a contaros algo sobre las iniciaciones sagradas por las que he pasado a lo
largo de mi vida de más de setenta años a fin de haceros ver que una mujer puede to-
mar parte en nuestra cultura tribal. Como mi padre me quería mucho, me llevaba
consigo a toda clase de ceremonias a las que asistía. Su nombre era Acero, y era fa-
moso por haber recibido más iniciaciones sagradas que nadie de aquí, entre los blo-
ods. Poseía varios paquetes de pipas distintos e ingres6 muchas veces en la Sociedad
de los Cuernos. Vivi6 hasta casi llegar a centenario, y muri6 no hace muchos años.
Cuando yo era pequeña, mi padre me compr6 un dibujo de tienda pintada.
El dibujo fue pintado en un tipi nuevo para realizar la ceremonia de transferen-
cia. No era un tipi grande, era tan s6lo un pequeño tipi lo bastante grande para
que los niños pudieran jugar en él. Mi madre me lo construy6 para que pudiera
usarlo con mis amigos. Contrataron a un anciano para que dirigiera la ceremo-
nia, de modo que yo fuera adecuadamente iniciada para el ti pi. Mi madre se sen-
tó en el ti pi conmigo, como compañera mía. No era la única niña que había reci-
bido un tipi de éstos. Había unos pocos más.
Mi hermana y yo estábamos en el internado. Eran los tiempos en que ni siquiera
nos dejaban ir a casa para asistir a la Danza del Sol. Mi madre llegaba a la escuela y
montaba el ti pi en verano. Lo levantaba al lado mismo del colegio, y nadie decía nada.
Ponía un pequeño revestimiento de tipi con dibujos pintados en él. Curtía varias pie-
les de animales pequeños y las ponía en el interior del tipi como alfombras. Incluso
confeccionaba bolsitas de cuero y las ponía repartidas por dentro de la tienda, igual
que en una tienda normal. A veces, cuando se dirigía a visitarnos en el colegio, mi ma-
dre se detenía en la tienda de Cuervo de Pico Largo [el comerciante R.N. Wilson] y
compraba muchas cosas de comer. Después me decía que invitara a todas mis amigas
en el tipi y ella servía una gran comida, con toda clase de productos y de bayas. A ve-
ces, incluso las monjas salían y se sentaban en el pequeño tipi con nosotras.
El dibujo de mi tipi era muy bonito. Lo recibi6 en un sueño un anciano de an-
taño. La cubierta estaba pintada de amarillo y tenía cuatro líneas de círculos de co-
lores que iban del extremo superior hasta el fondo. Los círculos representaban es-
trellas, y había una hilera de ellas en cada una de las cuatro direcciones -este, oeste,
norte y sur. No sé durante cuántos años tuve este ti pi, pero al final se estrope6 y de-
Quiénes son mis abuelas 63

sapareció. Nunca he pintado este dibujo en otra cubierta, y ahora mismo podría
transferir el dibujo a otra persona si me lo pidieran.
También fui iniciada a compartir la posesión de un paquete de una pipa de me-
dicina cuando era muy pequeña. Cada uno de estos paquetes es propiedad de un
hombre y una mujer, y con ellos va un niño que lleva la envoltura especial del mo-
ño y la cinta de piel para la cabeza que se guardan con el paquete. Por esto me lo
transfirieron a mí, y yo me sentaba delante mismo de las personas principales cada
vez que se celebraba la ceremonia de la apertura del paquete. He estado entre paque-
tes de pipas de medicina toda mi vida, y conozco todos sus cantos y ceremonias.
Mokakin y yo nos casamos en 1921. Su nombre significa Tasajo, aunque hoy se
le conoce también con el nombre de su tío, Costillas de Águila. Todavía éramos
muy jóvenes cuando hicimos la promesa de guardar el paquete llamado Pipa de Me-
dicina de la Parte Posterior del Fuego. Lo tratamos muy bien. Tenía mucho miedo
de hacerle algo malo, pues existen muchas reglas y regulaciones que hay que obser-
var. Los que nos iniciaron en ello eran la auténtica gente de antaño, por lo que fui-
mos iniciados a la manera antigua. La ceremonia duró un par de días. Nos iniciaron
incluso en la manera de acostarnos por la noche y de levantarnos por la mañana.
Vivimos muy bien junto a este paquete de la pipa de medicina. Lo sacaba fuera
todas las mañanas, antes de salir el sol, como era costumbre. Siempre tenía que en-
cender un fuego en la cocina para poder hacer incienso antes de sacar el paquete
fuera. Lo vigilaba durante el día para que no le ocurriera nada mientras colgaba fue-
ra. Los trípodes que acompañan a los paquetes son para esto, para colgar los paque-
tes. Pero cuando la gente empezó a vivir en casas se limitó a clavar un clavo grande
en la parte de atrás, del que podía colgar el paquete durante el día. Antes de que se
pusiera el sol volvía a hacer incienso y volvía a poner el paquete dentro de la casa.
Hacía incienso una vez más antes de acostarnos. Así es cómo aprendimos realmen-
te a rezar. Ésta es una de las razones por las que tienes que hacer incienso a menudo
para tus paquetes, ya que así aprendes a rezar. Desde entonces he estado rezando
continuamente, y hoy todavía rezo.
Algún tiempo después de que obtuviéramos por primera vez este paquete de
pipa de medicina, nos transfirieron un gran tipi con un dibujo pintado. Procedía
de la división blackfoot. Era la Tienda Pintada con la Nutria Amarilla. Más tarde
también tuvimos la Tienda Medio Pintada de Rojo y la Tienda Pintada de Amari-
llo. Contando la tienda pintada que tuve de niña, he tenido cuatro tiendas sagradas
a lo largo de mi vida. Cada una tiene sus propios poderes, y su historia, y puedo in-
vocarlos en mis plegarias y obtener ayuda de este modo. Esta es nuestra fe religiosa.
64 La vida de la mujer piel roja

Mokakin y yo también ingresamos varias veces en la Sociedad de los Cuer-


nos. Primero tuvimos el paquete del miembro llamado Tiene-una-Carraca, que
es uno de los principales. Estos paquetes de los miembros vienen de muy anti-
guo. Tuvimos este paquete durante varios años, y también lo traté bien, al igual
que nuestra pipa. Luego cedimos nuestra pipa de medicina a otra familia que ha-
bía hecho una promesa por ella, lo mismo que habíamos hecho nosotros. Cada
vez que se transfería, los nuevos propietarios regalaban sus mejores caballos, ca-
rros, a veces ganado, mantas, dinero y otras propiedades valiosas. Esto era para
demostrar su gran sinceridad al asumir una responsabilidad tan sagrada. En el
pasado, sólo los jefes principales y sus familias cuidaban de los paquetes de las pi-
pas de medicina. El padre de mi padre era un jefe principal en los viejos tiempos,
y se convirtió en el hombre de la pipa de medicina más importante de la tribu.
La Pipa de Medicina de la Parte Posterior del Fuego cambió de familia varias
veces. Después hicimos el voto de guardarla de nuevo. La primera vez nos la
transmitieron Frente Negra y su esposa, y esta segunda vez la recibimos de Jine-
te de Día y su esposa. Al cabo de un tiempo la pasamos a Fred Grasa de Coma-
dreja y su esposa. La segunda vez que recibimos la pipa no quedaban tantos an-
cianos para la ceremonia, por lo que fue más corta que la primera.
En nuestra ancianidad hemos vuelto a tener la Pipa de la Parte Posterior del
Fuego, aunque no hacía mucho que la teníamos cuando nuestro hijo, Frank, la
pidió. Se la transferimos a él y a su esposa, pero yo me quedé con ellos como per-
sona encargada del cuidado del trípode, que es un deber sagrado. Contando esta
última tarea, he poseído la pipa de medicina cuatro veces, que es un número sa-
grado en nuestras costumbres. Está basado en las cuatro direcciones del mundo
y en el número de las estaciones del año.
Poco después de que nuestro hijo tuviera esta pipa, fue transferida a nuestro
nieto, Frederick Cabeza de Comadreja, y hace poco ha sido transferida a otro de
nuestros hijos, Moses. Mientras que otras pipas de medicina de los bloods han si-
do vendidas a los museos, ésta se ha quedado aquí. Cuando una persona está en-
ferma o necesita ayuda, puede pedirle fuerza y prometer que bailará con ella en
la siguiente ocasión en que se abra. Para hacer esto, tienen que pagar algo de sus
propiedades, y si pueden pagar mucho tienen la posibilidad de que les sea trans-
ferido el paquete y, así, poder cuidar de él durante un tiempo.
En el pasado había varias sociedades de hombres con distintos nombres, pe-
ro todas juntas se llamaban la Sociedad de la Amistad. De éstas, las tinicas que to-
davía existen son los Cuernos y los Perros Bravos. Estas sociedades eran la poli-
Quiénes son mis abuelas 65

cía de la tribu. Hacían cumplir las leyes tribales y las órdenes de los jefes. Los
Perros Bravos se han revitalizado recientemente, y los Cuernos casi se extin-
guieron hace unos años. Un grupo de hombres más jóvenes tomó el relevo justo
a tiempo. Ahora estos grupos más jóvenes cuentan con mi esposo, Mokakin, pa-
ra enseñarles lo que tienen que hacer. Él es ahora su abuelo.
Los Cuernos son la sociedad secreta de los hombres, y las Motokiks son la
sociedad secreta de las mujeres. He pertenecido a esta sociedad durante muchos
años. Ostenté en ella una de las funciones principales, a la que pertenecía un pa-
quete con lo que llamamos un tocado de serpiente, que yo sólo sacaba y me po-
nía en ciertas ceremonias sagradas. En los últimos años, un grupo de mujeres
más jóvenes ha entrado en esta sociedad. Como Mokakin con los Cuernos, yo
actúo de consejera para estos nuevos miembros. Soy su abuela. Ésta es la recom-
pensa que Mokakin y yo hemos recibido por nuestra fe en las costumbres sagra-
das de nuestro pueblo. He tomado parte tan a menudo en todas estas antiguas ce-
remonias que podría dirigirlas todas si nuestras costumbres no exigieran que los
directores de las ceremonias fueran hombres.

COMENTARIOS DE PAULA CABEZA DE COMADREJA


SOBRE LA VIDA

Los bloods ancianos estamos muy preocupados por el comportamiento de


los jóvenes. Hay muy poco respeto por las cosas hoy en día. Muchos de nosotros
pensamos que la razón de esto es que muchos jóvenes han sido amamantados
con biberón. La leche con la que se criaron procedía de las vacas, y por esto los
jóvenes de hoy han tomado la naturaleza de las vacas. Y a sabéis que las vacas sólo
piensan en sí mismas, aun cuando les guste ir en grupo. Muchos jóvenes son así.
Sí, creo que todavía hay esperanza de que cambien, en el futuro ... Si escu-
chan a buenos guías y aprenden a tener respeto por todas las cosas, no sólo las
que son suyas, y si rezan. La oración es lo que nos ha guiado a los viejos alo largo
de la vida. Hemos pasado por épocas malas. Todos hemos tenido nuestra parte
de cosas malas. Pero, gracias a nuestras plegarias y a nuestra fe en el Creador, re-
cuperamos nuestro equilibrio y nos esforzamos cuanto podemos por vivir co-
rrectamente.
Hace unos años Mokakin y yo celebramos nuestro cincuenta aniversario de
bodas. Incluso los personajes del gobierno nos enviaron felicitaciones. Hemos
66 La vida de la mujer piel roja

compartido una larga vida -tiempos buenos y tiempos malos. Nos hemos he-
cho más sabios con las experiencias que hemos tenido.
Nuestras transferencias sagradas son las cosas que nos dan más fuerza en la
vida. Creíamos en nuestra religi6n, tal como nos la habían transmitido nuestros
ancianos. Por cada cosa importante que hacían en la vida había una transferen-
cia -una iniciación. U na persona que ya ha experimentado esta transferencia y
lo sabe todo acerca de ella iniciará a un recién llegado. Puede ser para un paquete
de una pipa de medicina, o tal vez para un paquete de una sociedad. Éstas son co-
sas que nos hacen vivir -las ceremonias y los significados de estas iniciaciones
nos enseñan sobre la vida, y por esto tratamos de aprenderlas. Es lo mismo que
para un hombre blanco estudiar y aprender un oficio. Te ganas la vida con ello.
S6lo que en los viejos tiempos no trabajaban por dinero. S6lo trabajaban por bi-
sontes y caballos del enemigo y por cosas bonitas.
En nuestra vida india, Mokakin y yo nó hacíamos lo que queríamos. Toma-
mos posesión de estos diferentes paquetes de medicina, y cada uno tiene sus pro-
pias iniciaciones. Por ejemplo, para confeccionar los mocasines sagrados que se
llevan en algunas ceremonias hay una iniciaci6n. Hay otra para arreglar estos
mocasines. Existe otra para hacer las bolsas de cuero en las que guardamos la
pintura sagrada. Hacen incienso y guían nuestra mano en todos los primeros
movimientos, para cortar, para coser y para rematar el trabajo. Y mientras tanto
todos están rezando. Cada vez que recibimos una iniciación de éstas, nos pinta-
mos la cara. Esto significa que recibes otra cosa por la que vivir, y estas cosas se
van sumando.
Pero hoy en día la mayoría de las personas no tienen mucho interés por estas
costumbres tal como nos han sido transmitidas. Quieren practicarlas a su mane-
ra. Tienen sus propias ideas sobre el hecho de ser indios. Confeccionarán ob-
jetos sagrados o dirán que conocen una ceremonia cuando nunca se han pintado
la cara para hacer estas cosas. Establecen sus propias normas y utilizan las cosas
transmitidas por el Creador. Veo que a mi alrededor suceden estas cosas y creo
que esto es malo. Y no me importa hablar claro y decir lo que pienso. Soy una
mujer anciana, y he sido iniciada y recibido el derecho a muchas, muchas cosas
en la vida.Todos los bloods mayores lo saben. Cuando digo lo que pienso, algu-
nos pueden creer que soy una mandona. Pero todo el mundo sabe que es tradi-
ci6n nuestra respaldar lo que uno dice con sus iniciaciones. Los jefes de la tribu
siempre recibieron la mayoría de las transferencias y tuvieron a su cuidado los
principales paquetes. Tengo los derechos de muchas cosas de las que ni siquiera
Quiénes son mis abuelas 67

hablo porque no quiero complicar demasiado las cosas. Pero tenemos que ceñir-
nos a la sabiduría de nuestros antepasados, y no querer ser más listos que ellos ha-
blando sobre el Creador y todo lo creado.
Empez6 a gustarme Mokakin cuando estaba en el internado -San Pablo,
aquí en la reserva. Esto era en los tiempos en que vivíamos en el colegio práctica-
mente todo el año. Crecimos allí, mi hermana y yo. Mi padre planeaba escoger-
me un esposo para cuando saliera del colegio. Quería a alguien de una familia ri-
ca, alguien que recibiera muchas transferencias y cuidara bien de su familia en
este aspecto. Y o quería casarme con Mokakin, y por esto un día él vino a buscar-
me a caballo. Me escapé del colegio y huimos juntos. En aquellos tiempos, los pa-
dres aún escogían a los esposos de sus hijas.
Hoy en día, los j6venes ni siquiera piden consejo a sus padres sobre el matri-
monio. Se buscan uno al otro, aun cuando todavía sean jóvenes. Cuando éramos
jóvenes, siempre nos hacían estar con otras chicas. Nuestras madres, tías y pa-
rientes nos vigilaban muy de cerca. No permitían siquiera que un solo chico ron-
dara por allí.No sabíamos lo que era ir a dar un paseo solas. Tan pronto como os-
curecía, teníamos que estar dentro de la casa. Esto era así sobre todo durante los
campamentos de las Danzas del Sol. Ahora los chicos hacen lo que les viene en
gana, de día y de noche. Os digo que era mucho mejor cuando la vida era estricta.
En el colegio hablaron de meter aMokakin en la cárcel por haberme llevado
consigo.Era mayor que yo. Pero yo tampoco era tan joven. Ya tenía intención
de dejar el colegio, y mi padre ya estaba buscando un yerno. Pero mi padre no
quería a Mokakin, así que me fui con él. Después de esto tuvo que aceptarle, ya
que yo era su Minipoka, su niña especial.

DOS HERMANITAS
por la hermana de Paula Cabeza de Comadreja,
Annie Cuervo Rojo

Mi padre eligi6 a mi hermana como Minipoka, o favorita. No sé por qué la


escogió a ella, pero en aquellos tiempos era costumbre hacer esto. Recibía un tra-
to especial en cualquier cosa que hiciera, y mi padre la llevaba consigo a las cere-
monias y danzas mientras yo me quedaba jugando en casa.
No es que mi padre me tratara mal por ello. A veces intentaba que yo fuera
iniciada en algunas cosas sagradas al mismo tiempo que mi hermana, pero yo
68 La vida de la mujer piel roja

siempre me escapaba. Siempre prefería jugar con mis amigas. No me trataban mal
en absoluto, pero sin duda tenía celos porque mi hermana recibía un trato espe-
cial. Hacía cosas para molestarla. Le hacía muecas, cuando nadie nos veía, y la lla-
maba, "¡Ponah, Ponah!", decía en voz baja, y cuando ella miraba y veía mis mue-
cas se ponía realmente furiosa. Su verdadero nombre es Mujer Diferentes
Personas, pero la llamaban Paula, como me llamaban a mí Annie, Paula !ron y
Annie !ron, nos llamaban en el colegio. Las personas mayores no sabían pronun-
ciar Paula, y por esto la llamaban Ponah, y este nombre le ha quedado para siem-
pre.
Ya desde la época de nuestra juventud, mi hermana supo muchas cosas sobre
las costumbres indias. Confeccionábamos muñecas con tela y cuero, y les ponía-
mos cabellos auténticos. Ella sabía la manera de hacerlas muy bien. Tenía un pe-
queño tipi pintado, que incluso le fue transferido con una ceremonia. Después de
esto empezó a poner mala cara a nuestros padres porque no tenía un paquete de pi-
pa de medicina para su tipi. Nuestros padres tuvieron varios de ellos, en distintas
épocas. De modo que le hicieron un pequeño paquete de pipa de medicina para
que lo colgara en su tipi. Cuidaba de él igual que nuestra madre cuidaba de los de
verdad -así es cómo aprendió a cuidar tan bien los paquetes de medicina. Este pe-
queño paquete que tenía no le fue transferido, era sólo una imitación. Pero había
un par de paquetes pequeños que eran transferidos a los hijos de personas acomo-
dadas. Uno de ellos se encuentra aún entre los bloods. Se lo conoce como la pipa de
medicina de los niños. Cuando mi esposo, Frank, todavía vivía hicimos transferir
este paquete a una de nuestras nietas favoritas.
Cuando mi hermana quería algo, lo que fuese, sólo tenía que ir a mi padre y
portarse bien, y él se lo conseguía. Si portarse bien no resultaba, entonces ponía
mala cara hasta que se lo daba. Si lo hacía yo, mi padre se ponía furioso y me expul-
saba. Nuestra familia tenía una buena situación en cuanto a caballos y propieda-
des. Mi padre solía hacerle a mi hermana caballitos de juguete y les ponía crin au-
téntica. Tenía un pequeño travois o narria que podía enganchar a algunos de esos
caballitos. Uno de ellos tenía cuatro muñequitas que sacaban la cabeza del bulto
del travois, como los niños de verdad. Tenía incluso pequeños paquetes que imita-
ban a los de la Sociedad de los Cuernos y de las Motokiks. Por esto ingresó en estas
sociedades siendo aún joven. Y o ingresé en las Motokiks no hace mucho, ya de
VlfJa.
Recuerdo un día, cuando éramos jóvenes, en que sin duda puse las cosas difí-
' ciles a mi padre y mi hermana. Todas las mañanas nos pintaba la cara para que
tuviéramos buena suerte durante el día. Mientras nos pintaba delante del altar
Quiénes son mis abuelas 69

familiar rezaba. Las personas ancianas solían hacerlo todo el tiempo. Mi hermana siem-
pre insistía en que la pintaran primero, y mi padre siempre se lo consentía. La llamaba
para pintarla, y yo huía y me escondía. No tenía ganas de que me pintaran la cara.
Ahora bien, aquella mañana en concreto Ponah todavía no se había levanta-
do. Le dije a mi padre: "Date prisa y píntame, porque voy a montar a caballo." Él
respondió: "Espera, tu hermana todavía duerme." Pero yo insistí en darle prisa y
finalmente dije: "Si no lo haces ahora mismo, hoy no me pintaré la cara." Debió
de haber estado pensando cómo reaccionaría Ponah si me pintaba a mí primero.
Pero finalmente accedió a pintarme la cara y yo pude irme y dejarle en paz.
Tan pronto como me hubo pintado, salí corriendo, pero me olvidé por com-
pleto del paseo a caballo. Me quedé rondando junto a la ventana para poder mirar
adentro y ver si mi hermana ya estaba levantada. Finalmente vi cómo se sentaba
en la cama. Tenía un cabello muy largo, y mi madre estaba peinándoselo. Luego
mi padre dijo a mi madre que la llevara fuera. No teníamos lavabos en aquellos
tiempos. Cuando volvieron a entrar, yo ya estaba sentada dentro. Ponah no deja-
ba de mirarme, pero no decía nada. Creo que sabía que algo andaba mal, pero no
sabía qué. Mi padre le dijo a mi madre que le diera de comer. Ella preguntó a mi
madre:" ¿Hay huevos?" Yo le dije: "Sí, ahí fuera hay un gran pájaro volando y tie-
ne huevos muy grandes." Mi madre se enfadó conmigo, pero yo me limité a decir:
"Bueno, ella quiere huevos, y yo sólo quiero ayudarla." Me dijo que me callara.
Así pues, los huevos fueron cocidos y servidos a Ponah en una fuente. Se dis-
ponía a tomar el primer bocado cuando yo la llamé suavemente: "¡Ponah!" Me
miró y yo señalé mi cara. Se puso a chillar: "¡Tiene la cara pintada!", y se echó ha-
cia atrás, tiró al suelo la comida y no dejaba de gritar como si la hubieran herido:
"¡Tiene !acara pintada!" Mi padre se levantó de un salto y yo salí por la puerta co-
rriendo lo más deprisa que pude hacia donde estaba mi caballo. Nadie me cogió,
pero me gritaban: "¡Vuelve, que te lavaremos la cara para que podamos pintarla a
ella primero!" Ya casi estaba junto a mi caballo y contesté: "No, yo ya estoy pin-
tada, ¿por qué debería querer quitarme la pintura otra vez?" Por lo general, me
limpiaba la cara inmediatamente después de que me pintaran, pero esta vez con-
servé la pintura todo el día. Mi hermana se quedó llorando.

RECUERDOS DE INFANCIA
por Paula Cabeza de Comadreja
Cuando éramos pequeñas aprendimos a hacer las tareas domésticas mirando
a nuestra madre, observando cómo hacía las cosas. Era muy trabajadora y era
70 La vida de la mujer piel roja

muy buena en todo. Esto era en los tiempos en que las mujeres todavía trataban
a los hombres como reyes; no hacían nada para ayudar en casa. Mi padre se sen-
taba y fumaba su pipa, o cantaba canciones y conversaba, y dejaba que mi madre
le sirviera y se hiciera cargo de todo. Éramos muy j6venes, y por esto ella tam-
poco nos hacía trabajar a nosotras. Solamente jugábamos y mirábamos.
No vivíamos en una casa muy grande cuando éramos pequeñas. Pero era
una casa buena y cálida hecha de troncos. Mi padre siempre procur6 a mi madre
una casa de troncos aparte en la que cocinar. En ella tenía mesas y sillas, y la tenía
a su gusto. Siempre empezaba su tarea cortando algo de leña y luego limpiando
su zona de trabajo. Si había que preparar una comida, cocinaba. Si no, se sentaba
y cosía o hacía labores de abalorios. Nunca permanecía ociosa. Mi hermana y
yo aprendimos bien de ella a no estar ociosas.
Durante el día, mi padre a menudo ensillaba el caballo y se iba de visita. Ca-
balgaba hasta la casa de su madre. Su padre tuvo varias esposas y todas ellas eran
madres de mi padre. Otras veces iba a visitar a diferentes parientes y amigos. En
la época anterior a mi nacimiento, mi padre había ido a la guerra con algunos de
esos amigos, y siempre hablaban de aquellos tiempos en que iban juntos. Lama-
nera de actuar consentida de mi padre era un resto de aquellos tiempos en que
los hombres guerreaban, cazaban y cuidaban de los caballos de la familia, y las
mujeres hacían todas las tareas domésticas.
Mientras mi padre se iba con el caballo, mi madre se quedaba en casa con no-
sotras y hacía su trabajo. A veces cosía cosas para nosotras, o curtía pieles para
hacer alfombras o vestidos. Miraba el sol, y cuando éste llegaba a cierto punto
del cielo encendía el fuego para preparar la comida. Hacía té, porque sabía que
mi padre pronto estaría de vuelta. Siempre regresaba antes de la noche. Cuando
entraba, ella le servía el té. Él se sentaba en su sitio, al fondo de la habitaci6n,
junto al altar y debajo de sus paquetes. Tornaba su té despacio, y cuando había
bebido la mitad tiraba el resto. Creo que lo hacía para demostrar quién mandaba
allí. Sin duda, tenía un elevado concepto de sí mismo.
Mientras mi padre tomaba el té, yo me sentaba muy cerca de él. Me acaricia-
ba, y mi hermana se sentaba al otro lado de la habitaci6n y me hacía muecas.
Cuando la comida estaba lista, mi madre servía a mi padre, y yo comía de supla-
to, con él. Mi hermana pensaba que yo era una auténtica malcriada.
Cuando era pequeña tenía mi propio saco de carne seca. Mi madre siempre
me llevaba consigo a recoger las raciones del gobierno, una vez por semana.
Cuando regresábamos a casa con ellas, empezaba a cortar la carne. Me sentaba a
Quiénes son mis abuelas 71

su lado y hacía todo lo que hacía ella. Tendía una cuerda a lo largo de la habita-
ción, cerca del techo, en la que colgaba las tiras de carne para que se secaran. Po-
nía una cuerda para mí y yo colgaba mis propias tiras. Tenía mis propias bolsas
de serbas, amelanquieres y otras bayas, que yo misma había secado. Mientras las
recogía y las secaba, mi padre me confeccionaba bonitas bolsas con las pieles de
becerros nonatos y otros animales pequeños. En aquellos tiempos guardaba to-
das mis cosas en bolsas.
A veces tenía mucha carne seca almacenada y mi madre me decía: "Hierve
un poco de tu carne, no tenemos nada para comer en esta casa." Me ponía en pie
de un salto y empezaba a cocinar. Mi hermana y yo teníamos utensilios de coci-
na iguales que nuestro padre nos había comprado en el almacén. Teníamos pe-
queños pucheros de hierro fundido, de aquellos que tienen tres patas cortas para
sostenerse. En blackfoot los llamamos "los que tienen pezones". Eran unos pu-
cheritos realmente encantadores.
Sacaba mi pucherito de tres patas y preparaba la comida. Por lo general, mis
comidas consistían en carne seca, que yo hervía con un poco de grasa y bayas se-
cas. Esto era un entrenamiento para cuando fuera mayor.
Siempre servía primero a mi padre. U na vez estaba sirviendo mi comida y le
llegó el turno a mi hermana. Dijo: "No voy a comer nada de su comida porque
las moscas han tenido mosquitas encima de ella y me da asco comerla." Yo me
puse a llorar y mi padre me miró y dijo: "¿Qué le ha pasado a mi niña?" Mi her-
mana salió corriendo antes de que pudieran reñirla.
Mi hermana se fue al internado antes que yo. Entonces fue cuando aprendí
más sobre nuestras antiguas tradiciones y religión, porque estaba junto a mi pa-
dre todo el tiempo. Mi padre y mi madre cuidaban muy bien de sus cosas sagra-
das, y mi padre aprendía todo cuanto podía sobre ellas. No es extraño que llega-
ra a una edad muy avanzada. A nadie se le había ocurrido nunca ponerse delante
de él o de su altar. Esto estaba estrictamente prohibido en nuestra religión.
Finalmente, tanto mi hermana corno yo estuvimos en el internado, y apren-
dimos muchas cosas de las monjas. Nos enseñaban las maneras de vivir moder-
nas, pero ahora incluso estas cosas se consideran pasadas de moda y se pierden.
Cuando terminamos la escuela ambas nos casamos y fuimos a vivir en casa de
nuestras suegras respectivas. Y entonces fue cuando aprendimos realmente có-
mo se hacían las cosas y cómo es la vida, después de casarnos. El resto era sólo un
entrenamiento para llegar a este punto, pero nuestra vida real no empezó hasta
después de casarnos y tener hijos.
72 La vida de la mujer piel roja

La madre de Mokakin sabía hacer realmente bien las tareas de las mujeres, y
era agradable vivir con ella. Me parecía que todo lo que hacía resultaba bien. Y
también era muy piadosa y sabía mucho sobre nuestra religi6n. Ella y su esposo
habían poseído muchos paquetes de medicina. Yo observaba c6mo trabajaba con
los abalorios y me maravillaba de lo perfecto que le quedaba. Creo que de la madre
de mi esposo aprendí mucho sobre el modo de ser una buena esposa y ama de casa.
Después de casarme eché mucho de menos a mi padre y a mi madre. Incluso
cuando todos acampábamos para la Danza del Sol, mi madre se instalaba lejos de
nosotros y apenas la veía. Estaba muy chapada a la antigua y por esto no se ponía
muy cerca de donde estaba su yerno. Venía a nuestro ti pi muy temprano y nos tra-
ía comida. Nos llamaba desde fuera y decía: "Aquí os dejo algo de comida ya pre-
parada." Ésta era la costumbre antigua. O me decía que fuera a su tipi más tarde.
Cuando tenía tiempo iba a verla y ella solía tener un par de mocasines adornados
con abalorios para mi suegro. Esto era otra costumbre, el que la madre de la esposa
hiciera mocasines para el padre del esposo. Cuando iba a recogerlos, no podía que-
darme de visita mucho rato porque en aquellos tiempos se consideraba incorrecto
que yo permaneciera mucho tiempo en cualquier sitio que no fuera mi propia ca-
sa. En aquella época no se veía a las mujeres respetuosas circulando ociosas por los
campamentos, haciendo visitas y charlando.
En los días de mi juventud había algunas mujeres que eran bien conocidas por
sus costumbres disolutas. Solían ser mujeres mayores, de más edad que yo. A me-
nudo eran divorciadas o viudas. La gente tenía diversas expresiones para referirse
a ~Has. Decían: "Tiene un hijo blanco" (engendrado por alguien de la ciudad) o
"Esta tiene un padre blanco". Estas mujeres por lo general no se relacionaban con
los demás porque sus amigos se avergonzaban de ellas. En mi juventud realmente
no sabíamos mucho sobre esto, sólo oíamos comentarios. No conocíamos los de-
talles por nosotras mismas, sólo conocíamos rumores. Hoy en día a nadie le preo-
cupa mucho este tipo de conducta porque es muy frecuente. Esto es un signo de lo
mucho que ha cambiado la vida en mis tiempos.

LA VEZ QUE LAS MONJAS


NOS LLEVARON A LA DANZA DEL SOL
por Paula Cabeza de Comadreja
Esto sucedió cuando mi hermana y yo todavía éramos muy jóvenes y estu-
diábamos en el internado. Era verano y la gente estaba acampada en los terrenos
Quiénes son mis abuelas 73

de la Danza del Sol. Todas deseábamos ir. Echaba terriblemente de menos a mi


padre, que también estaba allí acampado.
Las monjas del colegio tenían muchas dificultades para evitar que hablára-
mos blackfoot entre nosotras. Así que nos dijeron que si hablábamos sólo en in-
glés durante una semana nos llevarían a la Danza del Sol. jÜh, Dios mío! tenías
que habernos oído durante la semana siguiente; nada más que inglés adonde-
quiera que fuésemos. Lo hicimos todo el tiempo.
Llegó el día de ir a la Danza del Sol, y nos pusimos en marcha. A cierta dis-
tancia de los campamentos había una cañada, y justo antes de atravesarla las
monjas nos dijeron que nos sentáramos. Así es c6mo nos llevaron a la Danza del
Sol.Apenas pudimos reconocer a nadie,y mucho menos visitarles. Nosotras ha-
bíamos creído que nos llevarían directamente al campamento.
En aquellos tiempos la Danza del Sol duraba mucho -un mes o más- porque
había muchas sociedades todavía activas y un gran número de ceremonias que
realizar. Las sociedades actuaban por turno danzando en días diferentes. Esta-
ban las Palomas, los Perros Locos, los Guerreros, los Portadores de Cuervos y
los Cuernos. Los Cuernos necesitaban cuatro días para llevar a cabo sus danzas,
y también las Motokiks, sociedad compuesta por mujeres. Luego, al final, te-
nían un día o dos para la Sociedad de los Cabellos Partidos -una danza de pow-
wow en la que tomaba parte todo el mundo.
En aquellos días también había mucha actividad con las pipas de medicina.
Durante la celebración de la Danza del Sol podían transferirse hasta cuatro de
ellas. Algunos de los propietarios abrían sus paquetes de pipas de medicina para
celebrar una danza y repartir tabaco. A veces un propietario quiere ceder su pa-
quete de pipa de medicina, y nadie hace la promesa de quedárselo. El propietario
reúne a varios ancianos de la pipa de medicina y abren el paquete durante la no-
che. A la mañana siguiente, temprano, se dirigen al tipi de alguien que tiene mu-
chas propiedades. Puede afrontar el alto coste de la ceremonia de transferencia.
Tal vez tiene un determinado caballo que el propietario del paquete desea.
Duerme todavía cuando llega el grupo. Llevan la pipa de medicina y otras partes
del paquete. Tendrá la primera noticia cuando el jefe del grupo lance el grito de
guerra y los demás se unan a él. A veces estará durmiendo sin ropa, y se llevará
una sorpresa. Nosotros decimos que "se ha despertado con una pipa de medici-
,,
na .
En aquellos tiempos también hacían otras ceremonias en la Danza del Sol.
Había dos o tres paquetes del castor, y a veces se abrían o se transferían. Mi pa-
74 La vida de la mujer piel roja

dre, en una ocasión, tuvo uno de estos paquetes. Su padre se llamaba Khi-soum
-Sol-y era el principal hombre del castor de los bloods. Él y sus esposas lo sabí-
an todo acerca de las aves y animales que había en el paquete. Debía haber cente-
nares de ellos, todos despellejados y curtidos. Algunos llevaban cosidos abalo-
rios de vidrio a modo de ojos. Otros estaban rellenos de pelo para parecer reales.
A nosotros, los niños, nos pintaban y bendecían por algunas de estas cosas. Mi
abuelo Khi-soum era un auténtico hombre del castor, era igual que un obispo.
Sabía todas las numerosas canciones relativas al paquete, y conocía todas las le-
yendas y ceremonias. Los hombres del castor conocían el clima y el cambio de
las estaciones. Llevaban la cuenta de los días y de las lunas por medio de palos
que guardaban en sus paquetes. Estaban encargados de la Danza del Sol y de las
Ceremonias del Humo Sagrado que todavía celebramos durante las noches de
invierno.Tenían incluso pipas de medicina en sus paquetes. Se las llamaba pipas
del cas:or, o pipas de agua, porque en ella es donde nuestro pueblo las recibió
por pnmera vez.
Miembros de la sociedad de mujeres blood, las Motokiks, construyendo la tienda de su
reunión anual en el centro del campamento de la Danza del Sol. Esta fotografía es de
1891, pero todavía acampamos aquí todos los veranos. (!'OTO, GLENBOW-ALBERTA INSTI-
TUTE)
Ponah y yo (arriba) durante una de sus
muchas visitas a mi casa de las montañas.
Abajo: Ponah sentada en nuestro tipi du-
rante un día frío de la Danza del Sol y
compartiendo una de las dpicas pipas pe-
queñas de señora de los blackfoot. (FO·
TOS: ADOLF HUNGRY WOLF)
Tres generaciones sentadas tomando el aire en el campamento de la Danza del Sol. Yo,
mi abuela, AnadaAki (Hilda Estrangula-al-Lobo), y mi madre, Bonita-Mujer-Cuervo
(Ruth Pequeño Oso), en 1977. (FOTO: ADOLF HUNGR Y WOLF)

Hermano y hermana conversando durante una ceremonia en nuestro tipi. Mi abuela,


AnadaAki, renfa entonces noventa años, y su hermano, Joe Cabeza Pesada, tenía noven-
ta y dos. En el primer plano se ve nuestra cocina de escaño, en la que estoy preparando las
porciones de pan frito que ellos comen. (FOTO: ADOLF HUNGRY WOLF)
Yo y mi hijo Okan en su cuna de tabla. Así es cómo mis abuelas solían llevar a sus bebés
cuando tenían que caminar con ellos. Cuando iban a caballo, colgaban esa ancha correa
del hombro en el pomo de su silla de montar. Cuando trabajaban al aire libre, colgaban
la correa de una rama gruesa de un árbol y el viento mecía a sus bebés. En las casas moder·
nas y en l~ ciudades, estas cunas me parecen incómodas, pero me gustan para caminar o
como medida adicional de seguridad cuando viajamos en nuestra camioneta. Una vez
llevé a O kan a un restaurante y apoyé su cuna en la mesa, ¡y se cayó de bruces al suelo!
(FOTO: ADOLF HUNGRY WOLF)
Arriba: La abuela más anciana -la señora Rosie Davis- narrando recuerdos de sus intere-
santes cien años en el moderno comedor de su casa de dos pisos. Abajo: Era una mañana
fría y ventosa en el campamento anual de la Danza del Sol. Mi abuela, AnadaAki, y yo
compartimos un momento de humor en mi tipi, junto al calor de la cocina. (FOTOS:
ADOLF HUNGR Y WOLI'}
Un joven blood llamado Pluma Negra y sus dos esposas. Uno de sus hijos, cuando ya era
viejo, vivía en la casa vecina a la de mi familia. Decía que su padre y sus madres se lleva-
ban bien. Algunos hombres notables y ambiciosos del pasado llegaron a tener hasta diez
esposas. El último que oficialmente tuvo do. murió más o menos en la época en que yo
nací. (roTO: GLl::\IBOW-ALBERTA INSTITUTE)

Tres importantes mujeres blood.s .t punto para una celebración en la décacll de 1920. De
izquierda a derecha vemos a Mujer-Doble-Victoria, Cara-Pesada y Agarra-a-un-Hom-
bre. Eran directoras de ceremonias sagradas, miembros de la socieclld de las Motokiks y
estaban c.tSJ.da.s con hombres principales. Salvando la tela de sus vestidos y la gorra del
centro, tienen el aspecto que podrían haber tenido hace doscientos años. (FOTO: GLE.."\·
BO~'·ALBFRTA P.'STITUTE)
Tres generaciones en los años veinte de este siglo. Mi da Mary Un Lunar esd en el cen-
tro. A la derecha está su madre, la futura señora de Arnold Lupson, y a la izquierda, su
abuela. (FOTO: AR.NOLD LUPSON, GLENBOW· ALBERTA INSTITUTE)
La madre de mi tía Mary, calentando té y secando tajadas de carne en un fuego de campa-
mento al aire libre en los años veinte. (FOTO: ARNOLO LUJ>SON, GLF.NBOW-ALBERTA INSTI-
TUTE)
La abuela de mi tÍa Mary está descarnando una piel de cría como preparación para el cur-
tido. Utiliza un utensilio para raspar en forma de L con una hoja metálica fijada en el la-
do cono. La gente mayor solía hacer una sopa con los restos de grasa que se habían raspa-
do. Abajo: La anciana tÍa de mi tfa Mary machacando bayas frescas con su piedra y su
mortero mientras fuma su pequeña pipa de señora. Después de machacar todas las bayas,
hacía pastelitos con ellas y los dejaba secar al sol. (FOTOS: ARNOLD LUPSON, GLENBOW-
ALBERTA INSTITUTE)
El niño de mi tía Mary, Freddie Un Lunar, tendido en el tipo de hamaca que mis abuelas
sujetaban entre dos palos del ti pi. Por la noche las bajaban al suelo para que los fantasmas
no se subieran por los palos del ti pi para molestar a los bebés. (Foro: AR.NOLD LUPS01'.
GlENllOW·AlBERTA INSTITUTE)

El padrastro de mi tía Mary, Arnold Lupson, delante de la nueva casa de troncos que aca-
baba de construir para la madre de mi tfa, que era su esposa india. Ella aparece en el mar-
co de la puerta. (Foro: GlENBOW·AlBERTA !NSTITUTE)
Mi cía Mary Un Lunar, de la tribu Sarcee, que son antiguos aliados de mis antepasados.
Aba10: Mi cía Mary Un Lunar con su primogénito envuelto en una bolsa de musgo-una
bolsa de ante o de tela llena de musgo seco y suave que sirve para que el niño esté bien
acolchado y también como pañal. (FOTOS: ARNOLO LUPSON. GLENBOW-ALBERTA INSTITU·
TE)
Yo y mi hijo pequeño, Iniskim. Una de mis
primas mayores realizó el bordado floral
con abalorios y yo monté la cuna de tabla.

Aba¡o: Mis ancianas y yo en Browning,


Montana, a punto de entrar para la Ceremo-
nia de la Pipa de Medicina anual de George y
Molly Mujer Coceadora. De izquierda a de-
recha: Paula Cabeza de Comadreja {Ponah);
su hermana, Annie Cuervo Rojo; Mujer
Lluviosa (señora de Lobo Listado); su her-
mana, Mujer-que-Roba-Diferentes-Cosas
(señora de Cabalga-ante-la-Puerta). Aquel
día recorrimos en automóvil más de dos-
cientas millas sólo para asistir a esta ceremo-
nia y volver a casa. Estas ancianas me hicie-
ron reír durante todo el camino con sus
divertidas historias y canciones. (FOTO'
ADOLF HUNGRY WOLF)
Mi chico pequeño, lniskim, con una de sus bisabuelas lejanas, la señora de Jim Bottle,
que estaba de visita en nuestro tipi. lniskim sabía que a ella le gustaban los caramelos, de
modo que le pidi6 algunos. Ella no quería que comiera muchos, y le dijo: "No tengo ca-
ramelos; mira: ¡no tengo dientes para masticarlos!" (FOTO, ADOLF l IUNGR Y WOLF)
Arriba: La señora dejohn Stevens curtiendo una gran piel de alce que está sujeta a un ar-
maz6n. Esta tarea era can habitual para mis abuelas como hacer la colada lo es hoy para
mí. Apenas queda ninguna mujer en mi tribu que siga curtiendo. Esta señora pertenece a
la tribu vecina de los Stoneys. Como era una pariente adoptiva de mi esposo, a menudo
la contratábamos para que curtiera pieles para nosotros. Abajo: ¡Las mellizas de ochenta
años! La señora Hombre-Blanco-Parti6 y la señora Oso del Aguila han sido Íntimas du-
rwce toda su larga vida, aunque hayan criado a varias familias en lugares diferentes de la
Reserva Blood. Dicen que nunca se han peleado. Ambas han sido guardianas de paquetes
de medicina sagrados y de antiguos rituales. (FOTOS: ADOLF HUNGRY WOLF)
Mujer-que-Roba-Diferentes-Cosas, o Annie Cabalga-ante-la-Puerta, que durante mu-
chos años fue la úlrima mujer sagrada de los bloods. En esta fotografía aparece cuando re-
sidía con nosotros en nuestro ti pi durante una Danza del Sol celebrada con nuestros pa-
rientes blackfoot de Montana. Ella era la abuela que iniciaba para las ceremonias. (FOTO:
ADOLI' HUNGRY \t'OLF)
Los bloods realizaron por ú !tima vez la Danza del Paquete del Castor en 1967, cuando se
tom6 esta fotografía. Las mujeres saltan sobre sus rodillas e imitan a los castores, mien-
tras cuatro hombres cantan y agitan carracas de cuero en el fondo. La segunda mujer por
la izquierda es la tía de mi madre, la señora Hombre-Blanco-Parti6, que una vez estuvo
en posesi6n de un paquete de castor con su esposo. Enfrente de ella está la mujer sagrada,
señora Cabalga-ante-la-Puerta, que tuvo el último paquete de castor de los bloods. Esta
ceremonia era una dramatizaci6n de la vida en armonía con la naturaleza que llevaban
mis antepasados. Durante su transcurso, las mujeres cantaban canciones sobre todas las
aves y animales importantes que conocían, les dirigían plegarias y los imitaban. Cada
uno de estos animales estaba representado por una piel disecada guardada en el gran pa·
quete de medicina, que un hombre y su esposa tardaban coda una vida en aprender a cui-
dar. Hoy en día la mayor parte de la ceremonía y el saber asociado con ella se ha perdido.
(FOTO: MUSEO PROVINCIAL DE ALBERTA)
Aprendiendo de
mis abuelas

Hay una emoción especial en despertarse en un ti pi. Creo que esto ha contri-
buido a que el hecho de vivir en ti pis se haya convertido en algo tan popular en-
tre muchas clases diferentes de personas en los últimos años. Incluso entre los
indios hay una tendencia a volver a utilizar tipis en los campamentos tribales.
Los tipis son un vínculo estético con nuestro pasado ancestral, además de unas
viviendas bellas y prácticas para acampar.
Esto se incrementa en gran medida cuando el tipi forma parte de un campa-
mento sagrado tradicional, como la Danza del Sol de mi pueblo. Todavía acam-
pamos repartidos en familias y bandas, como parte de un gran círculo tribal. Es-
te círculo siempre comprende a la mayoría de nuestros ancianos, que esperan
con ilusión este acontecimiento anual durante todo el año. Además, el círculo
parece crecer de año en año ya que cada vez hay más jóvenes de nuestro pueblo
que descubren la fuerza espiritual que se puede recibir con esta experiencia.
Me encanta despertarme temprano una mañana de verano y oír a algún an-
ciano que canta en una de las tiendas. Otro anciano recorrerá el círculo del cam-
pamento para anunciar los acontecimientos del día, y añadirá unas palabras de
consejo y aliento. Ésta es nuestra forma tradicional de difundir las noticias y la
información.
Pero lo mejor del campamento de la Danza del Sol es que puedo visitar a to-
das mis distintas abuelas -tanto mis verdaderas parientes como aquellas ancia-
nas con las que tengo una estrecha amistad. El campamento de la Danza del Sol
91
92 La vida de la mujer piel roja

las hace sentirse realmente muy cerca de su antigua manera de vivir, por lo que
es el mejor momento para aprender sobre los usos de mis abuelas. Intento prepa-
rar lo mejor que puedo todo lo que necesito para mi propia familia antes de la
Danza del Sol a fin de poder disponer de mucho tiempo para ayudar a mis abue-
las y aprender de ellas. Siempre están contentas de tener a alguien cerca que haga
pequeñas tareas para ellas, y ésta es la mejor manera de aprender a realizar co-
rrectamente las faenas tradicionales.
Admiro la dedicación que mis abuelas muestran por sus costumbres tradi-
cionales. Hace que me dé cuenta de lo muy difícil que es superar el estilo de vida
en que hemos sido educados los más jóvenes. Hoy en día tenemos la libertad de
mantenernos en las formas de vida modernas o de vivir de acuerdo con nuestros
usos tradicionales, si queremos. Hasta hace poco, a nuestras generaciones más
jóvenes no se les daba la posibilidad de realizar esta elección. Pero, con todo, es
difícil decidir qué valores emplear para tomar decisiones sobre el estilo de vida
que queremos seguir. Y mientras tanto nuestros mayores van muriéndose y lle-
vándose consigo sus conocimientos tradicionales.
Muchos de nuestros jóvenes tienen una idea muy confusa acerca de lo que
significa ser realmente un indio. Aun cuando tengan libertad para aprender so-
bre sus tradiciones -en la escuela incluso se les anima y se les enseña a hacerlo-,
muchos de ellos parecen no querer tener nada que ver con nuestros usos anti-
guos. Todas las numerosas generaciones de propaganda del gobierno y de los
misioneros contra nuestras costumbres no se pueden superar en unos pocos
años.
Por ejemplo, muchos jóvenes no tienen más conocimiento de nuestros pa-
quetes de medicina tribales que el hecho de temerlos. No comprenden que estos
paquetes son símbolos sagrados mediante los cuales se ayuda y se educa a nuestra
gente. A menudo, ni siquiera los hijos de personas que son guardianes de estos
paquetes saben nada sobre ellos, excepto que deben mantenerse alejados de
ellos. No puedo decir que los padres sean tampoco de ninguna ayuda en estos ca-
sos. Tal vez porque muchos padres también están empezando a aprender nues-
tras antiguas costumbres, no saben bastante todavía para enseñar a sus hijos.
Nuestros jóvenes necesitan mucho que se les aliente y se les guíe para aprender
sobre estas cosas e intentar poner en práctica algunas de ellas.
Recuerdo que, cuando empezaba a preguntar a mis abuelas acerca de sus an-
tiguas costumbres, a veces me desanimaban y me hacían sentir tonta por tener
estos intereses. Cuando empecé a llevar faldas y vestidos largos, incluso mi abue-
Aprendiendo de mis abuelas 93

la me dijo que no debería hacerlo. "Pareces una anciana", me dijo. Aun cuando
su fe en estas tradiciones era muy fuerte, se les había hecho creer que no había fu-
turo en este mundo para sus hijos y nietos si no desechaban estos usos antiguos.
Pero, una vez que mis abuelas vieron que mi interés por aprender sus cos-
tumbres antiguas era sincero, me animaron mucho. No creían que a ninguna de
las muchachas jóvenes nos interesara saber cortar bien la carne para secarla o po-
ner las suelas en los mocasines de modo que se pudiera andar bien con ellos.
Creo que les gustó saber que ellas tenían algo muy especial que ofrecernos a los
jóvenes, aunque les costara un poco creer que los tiempos habían cambiado lo
suficiente como para hacer que los jóvenes quisiéramos aprender.
Creo que la historia de los indios a menudo ha pasado por alto a las mujeres.
Recibimos la impresión de que las mujeres se limitaban a realizar sus monóto-
nas tareas cotidianas y no tenían ninguna ilusión ni nada de que hablar. Cuando
era joven creía que las mujeres indias de antaño eran vendidas y tratadas como
esclavas, pues esto es lo que decían los libros. He descubierto que en algunas tri-
bus las mujeres no eran demasiado bien tratadas, pero en otras eran iguales a los
hombres, y en algunas incluso actuaron como jefes y guías.
En realidad, cuando uno juzga la vida tradicional de mis abuelas de acuerdo
con los valores modernos puede decir, en efecto, que llevaban una vida muy du-
ra y que eran muy maltratadas. La mujer moderna se rebelaría contra la obliga-
ción de llevar a casa pesadas cargas de leña en medio del frío invierno mientras su
marido se quedaba sentado en casa fumando y atendiendo a sus amigos. Y sin
embargo mis abuelas lo hacían mientras podían andar, y no se sabe que se queja-
ran. También llevaban agua que recogían a través de los agujeros que cortaban
en la superficie helada del río. Pero mis abuelos, a su vez, pasaban fuera innume-
rables días y noches gélidos en esos mismos fríos inviernos, buscando caza para
llevar a casa, o defendiendo a sus familias de enemigos acechantes, o caminando
varios centenares de kilómetros para llevar a casa los caballos necesarios y el ho-
nor social. Los tiempos han cambiado tanto que apenas podemos imaginar las
dificultades cotidianas con las que se enfrentaban nuestros antepasados. Por esta
razón es muy difícil hacer juicios sobre su forma de hacer las cosas.
Diré tan sólo que en la cultura de mi pueblo el trabajo de las mujeres era ge-
neralmente respetado y honrado, pues los hombres sabían muy bien que no po-
drían vivir sin ellas. La gente de antaño consideraba un gran honor el que las mu-
jeres tuvieran y criaran a los niños, asegurando con ello que en el futuro habría
personas. Igualmente honorable era la tarea femenina de crear las tiendas que
94 La vida de la mujer piel roja

constituían los hogares, montándolas y plegándolas cuando se levantaba el cam-


pamento, calentándolas y procurando lecho y vestido a los miembros de la fa-
milia. En la vida social de mis abuelas, una familia no se juzgaba tan sólo por la
bravura y generosidad del hombre, sino también por la bondad y los hábitos de
trabajo de la mujer. Incluso la esposa de un hombre pobre podía ser honrada por
el pueblo gracias al hecho de ser una buena ama de casa.
Esta vida tradicional de gobierno de la casa pasaba de madre a hija a través de
la experiencia diaria, no a través de escuelas ni de libros. Por esto creo que el
campamento de la Danza del Sol es tan importante para las jóvenes de mi pue-
blo. Por esto también creo que las mujeres jóvenes deben ofrecer su ayuda y
amistad a las ancianas. ¿Qué mejor manera hay de aprender qué leña arde mejor
en un fuego y qué clase de carne es mejor para asar? ¿Cómo, si no, sabría que una
de las más hermosas recompensas de ser una anciana viene de salir del círculo del
campamento cada mañana, mirar al sol naciente y pronunciar los nombres de
todos los hijos, nietos, bisnietos y amigos durante una oración que muestra la
gratitud y la humildad de la anciana ante el Creador y que hace brotar lágrimas
de júbilo de los ojos de todos los presentes en el campamento que la oyen?
El campamento de mi abuela

por Ruth Pequeño Oso

TAL COMO YO la recuerdo, mi abuela acampaba de manera muy simple en


su ti pi. Apenas usaba accesorios de lujo, como tiendas auxiliares, hornillos o si-
llas. Cocinaba en un fuego al aire libre, arrodillada en el suelo junto a él. Daba de
comer a sus invitados en el suelo, y ella también comía así. Pero debo decir que
era un ama de casa muy limpia y eficiente.
Cuando se preparaban para trasladarse desde su casa de troncos al campa-
mento de la Danza del Sol, mis abuelos quitaban la cama del carro y dejaban el
tren de rodaje, lo que es como separar la carrocería del armazón y las ruedas de
un coche. Luego ponían los palos del ti pi sobre el tren de rodaje, entre las rue-
das, y los cubrían con la cubierta del tipi. Mi abuela hacía la mayor parte del tra-
bajo, pero mi abuelo la ayudaba. Desplegaba la cubierta del tipi y ponía encima
el resto de sus pertenencias antes de envolverlas con ella parcialmente. Luego
ponía sus respaldos de sauce y los trípodes que los sostenían dentro del ti pi. Te-
nía cuatro de ellos, un par para ella y un par para mi abuelo. Luego ponía los re-
vestimientos interiores del tipi. Tenía un baúl anticuado en el que guardaba sus
vestidos de danza y sus objetos religiosos. Lo depositaba sobre la cubierta del ti-
pi, y a lo largo de él ponía sus parfleches -aquellas maletas de cuero en las que se
guarda comida, vestidos y otros pertrechos. Luego lo cubría todo con sus cosas
de dormir, que consistian en un colchón, varias sábanas y algunas pieles. Cuan-
95
96 La vida de la mujer piel roja

do lo había puesto todo, lo envolvía con la cubierta del tipi, que sujetaba muy
bien al tren de rodaje.Yo solía acompañar a mis abuelos a la Danza del Sol, ya
que así podía hacer diligencias para ellos. Mi hermano se quedaba en casa para vi-
gilar los caballos de mi padre. Cuando llegábamos a los terrenos de la Danza del
Sol mi abuela era la que lo disponía todo para nuestra acampada. Ponía todas sus
pertenencias en montones bien hechos sobre el suelo. Luego extendía los palos
del tipi. Y a tenía marcados los cuatro palos principales en el lugar donde había
que atarlos. Primero los ataba y después hada que los hombres los levantaran.
Utilizaban una cuerda larga de cuero para tirar de los palos. Luego les mandaba
que fueran levantando el resto de los palos que constituían el armaz6n del tipi
hasta que todos estaban colocados. Había unos veintiocho o treinta de estos pa-
los. El principal es aquel al que se sujeta la cubierta del tipi, y mi abuela ordenaba
a los hombres que lo colocaran en último lugar. Para cerrar la parte delantera de
la cubierta utilizaba unos espetones de palo de entre nueve y catorce centíme-
tros de largo. A estos espetones les llamamos botones. Abotonaban el tipi desde
arriba hasta la puerta. Mi abuela solía llamar a algún chico para pedirle que se su-
biera al ti pi y sujetara los botones de arriba. Siempre llevaban consigo una esca-
lera para subirse a él.
Cuando la cubierta estaba colocada, mi abuela entraba dentro y empezaba a
separar los palos hacia fuera para que la cubierta se tensara y el ti pi quedara bien
colocado en su sitio. Luego sacaba su paquete de estacas y daba la vuelta al tipi
lanzando una estaca en cada lugar de la parte inferior de la cubierta en que había
un lazo. Después se arrodillaba y con su pequeña hacha aseguraba el ti pi ponien-
do las estacas a través de los lazos y clavándoles la punta en el suelo. Había dos
palos más, que ella clavaba en la punta de las orejas del ti pi. Con ellos controlaba
el tiro del humo del fuego que encendía en el interior del ti pi.
Cuando mi abuela ya tenía arreglado el exterior de su tipi, entraba dentro
para colocar el revestimiento. Se trata de la larga cortina que cuelga alrededor
del interior del ti pi e impide que el viento penetre en él. Está atado a los palos del
tipi deforma que el viento sople hacia arriba y empuje el humo hacia fuera. Ata-
ba la larga cuerda del revestimiento al palo principal, el que está situado al fondo
y sostiene la cubierta. Desde allí llevaba la cuerda hacia la entrada por ambos la-
dos. Hacía un lazo con ella en torno a uno de cada dos palos y sujetaba los dos ex-
tremos a los palos de cada lado de la entrada.
Luego sacaba su mejor revestimiento y lo extendía en el lugar en que iba a es-
tar la cama principal-la suya y de mi abuelo. No era directamente en el fondo,
El campamento de mi abuela 97

mirando desde la entrada, sino un poco hacia el sur. Los paquetes de medicina
colgaban directamente en el fondo, en el lugar de honor. Luego colgaba el resto
de sus revestimientos, hasta llegar a la entrada. A continuación instalaba las ca-
mas poniendo en el suelo los colchones y colocando los respaldos en sus trípo-
des. Se colocaba un respaldo en cada extremo de cada colchón, y esto constituía
un lecho completo. En un ti pi caben fácilmente seis camas, pero por lo general
sólo se ven cuatro: dos en el lado sur y dos en el norte.
Después apilaba sus parfleches entre los trípodes de los respaldos. A veces se
ponen alrededor del ti pi para que mantengan sujeta la parte inferior del revesti-
miento, ya que están pesadamente cargados de carne seca y tasajo. A modo de al-
fombras y sábanas de debajo del colchón siempre utilizaba pieles con el pelo ha-
cia fuera. Casi nunca disponían de pieles de bisonte, por lo que utilizaban sobre
todo pieles de vaca. Y o la veía trabajar mucho y curtir de ese modo un gran nú-
mero de pieles; mi abuela lo hacía.
Cuando el interior del tipi estaba arreglado, instalaba el trípode de cocinar
en el centro. En él colgaba sus marmitas sobre el fuego, generalmente por medio
de una cadena. Tan pronto como había terminado el duro trabajo de montar el
tipi, empezaba a preparar una comida. Mi abuelo por lo general daba una vuelta
por el círculo del campamento, anunciando en voz alta que invitaba a cenar a de-
terminados visitantes, ya en la noche del primer día que pasaban allí.
Los hombres salían a estacar a los caballos, esto es, a los caballos de montar.
Dejaban que los caballos de tiro, los que arrastraban los carros cargados, fueran a
pacer. Luego ponían las sillas y arneses dentro, junto a la entrada y hacia el sur.
Si había una tienda suplementaria los dejaban en ella, y si mi abuela recibía de-
masiados visitantes también los alojaba allí.
Si el visitante era una persona muy conocida llevaba consigo a su familia al
tipi. De lo contrario, sólo iba el hombre, o llevaba a su esposa, si ésta había sido
invitada. Como no hay ninguna población ni ningún almacén cerca de los terre-
nos de la Danza del Sol, mi abuela tenía que prepararse antes de ir al campamen-
to. Solían permanecer en él durante tres o cuatro semanas, y recibían a un gran
número de visitantes a los que había que dar de comer. Mi abuela consumía mu-
cha comida durante ese tiempo.
¡Oh, Dios mío! Todavía me acuerdo muy claramente del aspecto del ti pi de
mi abuela cuando estaba completamente moblado y lleno de invitados. Como
mi abuelo era un jefe religioso, solía tener a personas importantes de visita, por
lo que desde el principio me enseñaron a no molestarlas ni a alborotar en el tipi.
98 La vida de la m11jer piel roja

Cuando mi abuela empezaba a cocinar se arrodillaba en el suelo y así es c6-


mo trabajaba; no cambiaba mucho de postura. Disponía un círculo de piedras
en el centro, y dentro de él encendía un fuego. No poseía cosas como cocinas de
campaña o esos modernos hornillos Coleman que hoy usa la gente. Tenía la co-
mida apilada junto a ella, y se sentaba de forma que le quedara a mano la leña,
que estaba en el mismo lado que las sillas y arneses. Los comestibles que emplea-
ba eran principalmente carne seca, harina, levadura, bayas, patatas, grasa, azú-
car, sal y té.No solía tener artículos especiales. Casi nunca le vi comprar alimen-
tos enlatados, como hacían muchas mujeres de la época. De vez en cuando
servía fruta o tomates en lata, pero siempre como un obsequio especial. A veces
también tenía arroz, judías o macarrones. Pero la mayor parte del tiempo coci-
naba al antiguo estilo indio, en el que era una verdadera experta.
El interior del tipi se calentaba mucho con su fuego, especialmente durante
los cálidos días de verano en que no hada viento. Pero no hacía tanto calor cerca
del suelo, donde ella se sentaba. Ésa era la zona de trabajo, y detrás estaban lazo-
na de recibir las visitas y la de dormir. No tenía tapices colgados de pared a pa-
red, como tienen muchos ti pis hoy en día. Esto no se puede hacer cuando hay un
fuego descubierto. S6lo tenía algunas pieles de becerro y de vaca alrededor de las
camas, y en especial en la cabecera de la de ella y su esposo. Estaban curtidas con
el pelo hacia fuera. Tenían sus bolsas sagradas colgadas de los trípodes instalados
en la cabecera de su cama. Nadie les preguntaba qué había dentro, y nadie estaba
autorizado a tocarlas o a ponerse delante de ellas. Mi abuelo era el jefe de la So-
ciedad de los Cuernos y mi abuela era una Motoki de la sociedad de las mujeres.
Poseían un paquete sagrado de cada sociedad, además de sus otras bolsas de hier-
bas medicinales y otras medicinas. El baúl también estaba colocado en la cabece-
ra de la cama, y es allí donde guardaban sus otros objetos sagrados. Como mi
abuelo era un médico indio, guardaba sus medicinas cerca de sí.
El anciano también guardaba sus cosas de fumar junto a las bolsas de medici-
na en la cabecera de su cama. Solía tener un par de pipas, con cazoleta de piedra
negra, y algunas otras cosas que descansaban en su tabla de tabaco -una tabla
grande y cuadrada que se utilizaba para cortar y mezclar las hierbas y el tabaco
que usaba para hacer una mezcla cuando iban sus invitados. La tabla estaba deco-
rada con tachuelas de lat6n.
Entre su cama y el fuego, en el centro, estaba su altar, punto en el que habían
quitado la hierba y escarbado la tierra dándole una forma determinada. Allí es
donde hacían incienso cada vez que iban a rezar o a sacar sus paquetes de medici-
El campamento de mi abuela 99

na por la mañana, o cuando volvían a entrarlos, antes de oscurecer. Cuando ha-


cía buen tiempo, colgaban los paquetes en los trípodes de madera, fuera del tipi,
en la parte de atrás.Junto al altar tenían un palo ahorquillado especial que servía
para coger las brasas del fuego, sobre las cuales hacían el incienso. Para hacerlo,
usaban ''sweetgrass", de laque siempre tenían a mano varias tiras trenzadas. Las
personas encargadas de las pipas de medicina usaban el pino oloroso en vez de la
"sweetgrass". A veces mi abuelo hacía incienso con pino oloroso porque era
uno de los jefes de la ceremonia de la pipa de medicina. Generalmente era mi
abuela la que elaboraba el incienso en su tipi.

LA COCINA DE MI ABUELA

Mi abuela siempre cocinaba en fuegos descubiertos. En los días muy caluro-


sos le gustaba encender los fuegos fuera del tipi y cocinar sobre ellos. Habitual-
mente cocinaba dentro del ti pi ..Tenía un trozo de cadena que colgaba del gran
trípode de madera colocado sobre el fuego. En el extremo de la cadena había un
gancho del que mi abuela colgaba sus marmitas de hierro fundido. Poseía varias
marmitas, entre otras las de la Compañía de la Bahía de Hudson, en las que cabí-
an cinco o incluso siete litros de agua. Fueron las primeras marmitas que tuvie-
ron las mujeres bloods, hace cien años o más. Colgaba la marmita de agua enci-
ma mismo del fuego.
Lo primero que hacía era té. Mientras el agua se calentaba, preparaba la hari-
na para hacer el pan ázimo, que era uno de los elementos principales de sus me-
nús. Amasaba una buena cantidad de pasta, suficiente para unas tres hogazas de
pan. Por entonces el agua ya hervía. La apartaba del fuego y hada su té. Luego
ponía patatas y carne seca dentro del resto del agua y volvía a colgar la marmita
sobre el fuego. De vez en cuando añadía leña para que el fuego no disminuyera.
Cuando estaba a punto para hacer el pan ázimo, engrasaba la sartén y ex-
tendía en ella parte de la pasta de modo muy uniforme. Separaba las cenizas y las
brasas de la parte principal del fuego. Las extendía de modo regular -estaban al
rojo vivo-y depositaba la sartén directamente encima. Luego la movía de un la-
do a otro, con el mango, y se aseguraba de que la parte inferior del pan quedaba
bien tostada. Siempre sabía cuando estaba bien tostada y entonces retiraba la
sartén de las brasas. Cogía una de las estacas del ti pi y la utilizaba para sostener la
sartén por el mango de modo que el calor tostara la parte superior del pan. No
100 La vida de la mujer piel roja
daba la vuelta al pan en la sartén, sino que simplemente levantaba la sartén y de-
jaba que con el calor el pan se tostara por arriba.
Cuando lo tenía todo preparado, los invitados de mi abuelo ya estaban sen-
tados conversando. Naturalmente, el hecho de estar cocinando no le impedía a
mi abuela participar en la conversación. Colocaba un mantel individual delante
de cada invitado. Más tarde, nosotros utilizamos manteles comprados en las
tiendas, pero en aquellos tiempos mi abuela usaba sacos blancos de harina bien
lavados y limpios. Ponía uno doblado para cada invitado. La primera persona a
.la que servía era siempre su esposo; esto es lo que mandan nuestras costumbres.
Ponía en un cuenco su carne, sus patatas y su pan. Estas personas religiosas siem-
pre poseen cuencos de madera especiales en los que no come nadie más que ellas.
Ponía el cuchillo y el tenedor de su esposo dentro del cuenco; nosotros no los
colocamos al lado. Luego ponía la sal y el azúcar junto a él, y también la mante-
quilla, si la había. Les gustaba untar mantequilla en el pan. Sólo después de que
su esposo estuviera completamente servido servía a los demás. Naturalmente,
durante todo este tiempo los comensales seguían conversando.
Si no había visitantes, el siguiente en ser servido era el hijo mayor o el emple-
ado. Su cama era la primera hacia el norte en la parte del fondo, a la derecha del
fuego, entrando. Pero si tenían invitados, no se sentaba allí, porque mi abuelo
siempre hacía sentar a sus invitados según su categoría tradicional. Los invitados
más honrados eran los que se sentaban más cerca de él, justo enfrente de él y sus
paquetes. Las personas que poseían pipas de medicina y paquetes de castor siem-
pre eran las que se sentaban más cerca.
Los hombres se sentaban todos con las piernas cruzadas, dondequiera que estu-
viesen. Naturalmente, los hombres siempre se sentaban en el lado norte del tipi, y
las mujeres en el lado sur. Si un hombre iba acompañado de su esposa, ésta por lo ge-
neral se sentaba en el mismo lugar que ocupaba su esposo pero en el lado de las mu-
jeres. Las mujeres nunca se sentaban con las piernas cruzadas. Se sentaban o bien
con las piernas dobladas hacia un lado, o bien con las piernas rectas.
Una vez que se había servido toda la comida, mi abuela servía la bebida. Pon-
gamos que tenía té. Llenaba todas las tazas de té y luego las pasaba a los invitados.
Cuando terminan de comer, apartan los platos de sí y ella recorre el círculo para
recogerlos. Luego se sienta junto al fuego y lava todos sus platos en el mismo mo-
mento. La mayoría de los visitantes llevaban consigo sus propios platos, cubiertos
y tazones, especialmente si eran personas religiosas. Si al final sobraba comida, mi
abuela la repartía entre los tazones y los visitantes se la llevaban a su casa.
El campamento de mi abuela 101

Mi tío,Joe Cabeza Pesada, era el que hacía por lo general los trabajos duros y
las tareas de fuera del ti pi. Era el hijo mayor y salia dormir hacia el fondo de la
tienda. Cuidaba de los caballos e iba al bosque a buscar agua y leña. Mi abuelo no
tenía tiempo para estas tareas porque era un guía religioso. La gente lo tenía ocu-
pado haciendo anuncios en el campamento o cuidando sus paquetes de pipas de
medicina. Mi abuela tenía también muchos deberes religiosos que cumplir. Al-
gunos días hacía todo el trabajo de la jornada por la mañana porque luego iba a
estar el resto del día ocupada en sus tareas religiosas.
Aprendiendo a acampar
como mis abuelas

LA MANERA EN que mi pueblo acampa en la reuni6n anual de la Danza del


Sol sin duda ha cambiado desde la época en que mi madre era una niña que acom-
pañaba a sus abuelos. Por ejemplo, no sé de nadie que todavía use un fuego abier-
to para cocinar todas las comidas. Y nadie se traslada ya a los terrenos del campa-
mento con caballos y carros; todo el mundo lleva sus pertrechos en camionetas,
y algunos incluso llevan caravanas en las que residen. Hay muchísimas tiendas
de camping de color naranja y amarillo, y muchas personas utilizan cocinas de
propano.
Cuando mi marido y yo acampamos por primera vez en la Danza del Sol
quisimos hacerlo de un modo muy tradicional. Mi madre me ayudó a coser un
tipi nuevo, y mi abuela nos dijo que lo pintáramos con uno de los dos diseños
que ella y mi abuelo poseían hace muchos años. Estos diseños de los ti pis de los
blackfoot son muy antiguos y pasaban de una familia a la siguiente. El ti pi puede
estropearse por el uso y se puede cambiar muchas veces, pero el diseño siempre
es igual. Va acompañado de canciones especiales, de relatos y de pinturas del ros-
tro, y una familia tiene que ser iniciada antes de tener derecho a usar estas cosas.
Se supone, incluso, que con cada diseño de tipi hay un paquete de medicina,
pero la mayoría de ellos se han perdido con el tiempo. Todavía hay en uso varias
docenas de diseños de ti pi en la N aci6n Blackfoot. Todos ellos se consideran sa-
grados.
Los modernos usuarios de tipis se preocupan mucho por las medidas de sus
tiendas. Siempre que alguna de estas personas ve nuestro tipi, en casa o en un
103
104 La vida de la mujer piel roja

campamento, pregunta: "¿Es una tienda de cinco metros y medio o de seis?" Les
sorprende que los indios no clasifiquen los tipis de esta manera. Dirán más bien:
"Es un ti pi de cuatro bandas, o de cinco bandas", refiriéndose al número de bandas
de lona empleadas para hacer la cubierta. Lo más frecuente es que los indios des-
criban sus tiendas diciendo simplemente que son pequeñas, grandes o muy grandes.
Nuestro primer tipi no era muy grande. Tenía sólo cuatro bandas y media de
lona de 1,20 metros de ancho, una encima de la otra, contando la parte de atrás del
tipi levantado. En aquel momento sólo teníamos que vivir en él tres personas. Mi
madre y yo lo hicimos en dos días, y utilizamos material por valor de unos cien dó-
lares. El trabajo se hizo deprisa porque mi madre ha hecho muchos tipis y utiliza la
máquina de coser de pedal para coser la mayor parte de la tela. Incluso viene gente
de otras tribus pidiéndole que les cosa sus tipis. Se siente tan honrada y tiene tantos
deseos de complacer que apenas cobra nada por su trabajo. Esto probablemente
contribuye a que aumenten los pedidos.
Mi madre usa otro tipi como modelo cuando empieza a cortar las piezas para
hacer uno nuevo. Prefiere utilizar uno que se haya montado varias veces y haya de-
mostrado tener una forma correcta. U nas ligeras variaciones en las medidas y en el
cosido pueden dar como resultado una gran diferencia cuando uno intenta montar
el tipi correctamente. Hay tipis que acaban estando muy bien montados, y otros
que no.
Tomábamos todas las medidas al aire libre, en la pradera junto a la casa de mi
madre. Todavía me acuerdo muy bien de aquel día porque era un día tÍpicamente
ventoso y tuvimos muchas dificultades para impedir que volaran las piezas de lona.
Numeramos las bandas de lona y luego las cosimos dentro de casa.
Cuando hubimos cosido las bandas, volvimos a salir al viento para marcar cosas
como la abertura de arriba, las aletas y la entrada. Hubo que cortar todas estas cosas,
hacerles el dobladillo y reforzarlas. Mi madre prefiere usar tela de algodón para ha-
cer los refuerzos. Dice que la lona añade demasiado peso a la cubierta. Ésta es otra
diferencia entre los usuarios de tipis indios y no indios. Hoy en día estos últimos
con frecuencia viven en sus tipis durante todo el año y necesitan cubiertas fuertes y
resistentes. La mayoría de los indios, por otra parte, sólo utilizan los tipis durante
unas semanas cada año y les interesa que la cubierta sea lo bastante ligera como para
poderla poner y quitar fácilmente cuando se trasladan de powwow en powwow. A
diferencia de los usuarios modernos, los indios raramente ponen impermeabiliza-
dor en las cubiertas. Les añade demasiado peso y hace que el polvo se pegue a la lona
y la ensucie.
Aprendiendo a acampar como mis abuelas 105

Tuvimos que sacar al viento la cubierta nueva por tercera vez para cortar la
forma redonda de la base. Después de cortarla, le hicimos el dobladillo y cosi-
mos lazos a su alrededor. En estos lazos se introducen las estacas que sujetan el ti-
pi al suelo. Los lazos de lona que acostumbramos a utilizar son bonitos, pero
creo que se rompen más fácilmente que los ojales de metal de los ti pis comercia-
les. Cuando los vientos de la pradera empiezan a soplar, estos lazos tienen que
soportar una gran tensión.
Aunque, con la ayuda de mi madre, no me tomó mucho tiempo confeccio-
nar mi primera cubierta de tipi, fue difícil trabajar con tanta lona. Me maravillé
de la habilidad de mis antepasados, cuyos tipis a menudo eran igual de grandes,
pero estaban hechos con pieles de bisonte grandes y pesadas en vez de lona. Se
habrían necesitado doce o catorce de estas pieles para hacer un tipi como el nues-
tro. ¡Imaginemos lo que sería levantar todas estas pieles unidas en una sola pieza!
Además, hubiera tenido que rascar y curtir todas esas pieles, y luego habría teni-
do que coserlas a mano, usando tiras de tendón en vez de hilo. No habría dis-
puesto de tijeras para cortar, ni de alfileres para embastar; sólo mi cuchillo y un
punzón para hacer los agujeros por los que introducir el tendón.Naturalmente,
en aquellos tiempos vivían en sus ti pis todo el año, y las gruesas pieles les calenta-
ban mucho más que nuestra lona. Imaginemos lo que sería estar en un tipi en
enero, a cuarenta grados bajo cero, con una tempestad de nieve terriblemente
fría soplando a través de cada poro y abertura de nuestro único refugio.
En los tiempos del bisonte de mis abuelas, varias de ellas se juntaban para
ayudarse mutuamente en la confección de sus tipis. Cuando una mujer tenía
curtidas todas las pieles necesarias y los tendones preparados, invitaba a sus ami-
gas y parientes para realizar el trabajo. Preparaba una gran comida y tabaco para
los descansos. A veces conseguía que una anciana, antes de comenzar, hiciera
unas plegarias y pintara la cara de las trabajadoras con el fin de asegurar que se
iba a construir un nuevo hogar bien hecho. La mayoría de las familias se procu-
raban un tipi nuevo cada año, junto con un nuevo juego de palos que obtenían
de los pinos de las colinas o de los bosques próximos a las montañas.
Algunos tipis de piel de bisonte eran bastante pequeños, y otros bastante
grandes. Entre los antepasados de mi padre había un famoso jefe cuyo tipi era
tan grande que habían de empaquetarlo en dos secciones. Cuando lo erigían te-
nían que unir la parte de delante y la de atrás, y no sólo la de delante. Este jefe te-
nía varias esposas y muchos hijos, por lo que había muchas personas que podían
trabajar en la confecci6n y levantamiento de una tienda tan grande. Su nombre,
106 La vida de la mujer piel roja

por lo demás, era Padre-de-Muchos-Hijos. La banda a la que pertenece mi fami-


lia se llama Muchos Hijos.
Es fácil imaginar lo ansiosa que estaba de probar mi primer ti pi cuando lo tu-
ve terminado. Pero, como nos iban a transferir un diseño de ti pi, primero tenía-
mos que pintar este diseño en el tipi. Los nuevos propietarios de un diseño pue-
den contratar a alguien que lo pinte por ellos, o bien pueden hacerlo ellos
mismos, a menos que vayan a recibir la vieja cubierta con el diseño ya pintado.
Por lo general, los primeros propietarios ya la han desgastado con el uso, por lo
que la llevan a un lago y la hunden con piedras, tal como requiere la tradici6n.
El diseño que nos dio mi abuela se llama la Tienda Pintada con la Nutria
Amarilla. La última vez que se había utilizado en una cubierta de tipi fue años
antes de que muriera mi abuelo, al que no llegué a conocer, por lo que aquella cu-
bierta había desaparecido hacía mucho tiempo. Mi abuela dijo que habían entre-
gado un buen caballo y muchas más cosas a la anciana pareja que se lo había da-
do.
Tuve una penosa experiencia con nuestra cubierta nueva ya antes de pintar-
la o levantarla. Mi esposo y yo la extendimos en el suelo al lado de casa la noche
antes de pintarla. Dedicamos las últimas horas de luz diurna a trazar los dibujos,
y queríamos ponernos a trabajar a la mañana siguiente temprano. En aquella
época vivíamos en una vieja casa de troncos en Bullhorn Coulee, en la Reserva
Blood. Había muchos caballos vagando por aquella parte del territorio y algu-
nos vinieron a nuestra casa durante aquella noche. Creo que debieron celebrar
una danza de caballos encima de mi cubierta nueva porque, cuando nos levanta-
mos, la encontramos llena de sucias marcas de cascos. Me puse tan furiosa que se-
guí el ejemplo de mis abuelas y no dije nada. Cogí lejía y agua caliente y lavé la di-
chosa cosa.
Teníamos un boceto que nos mostraba c6mo debía ser el diseño pintado, y
lo copiamos exactamente en la gpn cubierta. Un error en la pintura podría ha-
ber echado a perder nuestro primer ti pi, por lo que trabajamos con cuidado. La
parte superior de la cubierta estaba pintada de negro, para representar el cielo de
la noche, que es cuando el primer propietario tuvo su visi6n. En las aletas había
pintados unos círculos del tamaño de un plato, en dos modelos distintos que re-
presentaban dos importantes constelaciones del cielo. En la parte posterior deja-
mos un espacio en el cielo negro para poner una gran cruz de malta, que repre-
sentaba el lucero del alba. En torno al centro del tipi pintamos ocho nutrias,
cuatro machos y cuatro hembras. Es interesante que la tradici6n exige que los
Aprendiendo a acampar como mis abuelas 107

animales hembras se pinten en el lado del tipi en que, por la parte de dentro, se
sientan los hombres (el lado norte), mientras que los animales machos se pintan
en el lado opuesto, donde se sientan las mujeres. Nadie parece conocer el origen
de esta tradición, ni su significado.
La parte principal de nuestro tipi estaba pintada de amarillo, para represen-
tar las arenas de las corrientes fluviales donde viven las nutrias. En este tipi utili-
zamos pinturas al 6leo porque las pinturas de tierra de antaño son escasas y difí-
ciles de encontrar, en especial algunos colores, como el amarillo. Alrededor de
la base del tipi pintamos una ancha banda negra con proyecciones redondeadas
que simbolizaban las colinas pr6ximas a los arroyos donde viven las nutrias. Pa-
ra esta banda y para el cielo nocturno pudimos haber empleado carb6n vegetal
mezclado con grasa y agua caliente, pero hicimos una pintura uniforme usando
6leo en toda la cubierta. En aquel momento no sabíamos que esto haría que ésta
fuera dos veces más pesada que la lona original. Sin embargo, también lo conver-
tía en uno de los ti pis más cálidos e impermeables del lugar.
Antes de que mi nuevo tipi estuviera listo para poder acampar, tuve que co-
ser las cortinas de revestimiento que cuelgan de los palos alrededor del interior
del ti pi. No tenía idea de lo importante que era esto. Por consiguiente, me limité
a coser dos largos rectángulos de la lona que había sobrado después de hacer la
cubierta. Ponah y Mokakin nos prestaron uno de estos revestimientos antiguos
con dibujos pictográficos que representaban historias guerreras, por lo que me
figuré que ya lo teníamos todo a punto.
A prop6sito, el lector tal vez se preguntará por qué digo "mi tipi." Una de
nuestras tradiciones ancestrales es la de que el tipi y su contenido doméstico per-
tenecen a la mujer. Si se separa de su marido, éste se queda a la intemperie, aun-
que por lo general se va a vivir con sus parientes o amigos. El diseño del tipi es
tranferido a los dos esposos juntos, pero la cubierta en el que está pintado le per-
tenece a ella.
El transporte de los palos del tipi al campamento es habitualmente el mayor
problema de todo el traslado. Los que tienen la suerte de disponer de un buen re-
molque que un vehículo pueda arrastrar ven c6mo se abusa de su amabilidad.
Mokakin tenía uno de estos remolques, y le he visto transportar seis o siete jue-
gos de palos de tipi al campamento en el espacio de unos pocos días. La mayoría
de los palos miden al menos diez metros y medio, y por lo general hay unos
veinte en cada juego, por lo que constituyen una carga pesada y difícil de mane-
jar. Sin embargo, hay gente que consigue sujetar sus juegos de palos encima de
108 La vida de la mujer piel roja

sus furgonetas y llevarlos al campamento -generalmente por las carreteras se-


cundarias de la reserva, a fin de evitar a los ceñudos policías de la autopista. A ve-
ces los vehículos utilizados para trasladarse van tan sobrecargados que apenas
consiguen llegar renqueando al campamento, especialmente si contienen todo
el equipo de acampada, la familia y sus niños y además un par de vecinos sin ve-
hículo propio.
Mokakin y mi padre nos ayudaron a instalar nuestro ti pi la primera vez que
lo usamos. Por lo general, varios hombres de la misma parte del campamento se
ayudan mutuamente a montar las tiendas. Hoy en día las mujeres raramente su-
pervisan algo, y mucho menos levantan las tiendas como solían. Siempre oigo
discutir a los hombres sobre c6mo hay que realizar cada paso, y me han dicho
que la operaci6n era mucho más fluida antaño, cuando las mujeres se ocupaban
de ella.
Ese primer tipi qued6 muy bien instalado, como la mayoría de los que hace
mi madre. Pero tan pronto como empecé a trabajar en el interior descubrí algo
que había hecho mal. Al coser los revestimientos en forma de rectángulo no tu-
ve en cuenta que el ti pi es más estrecho hacia la parte superior que en la base. Co-
mo los revestimientos cuelgan como unos faldones, los míos se arrugaban de
manera extraña a la altura de la cuerda principal, atada de palo a palo, a la que es-
taban sujetos. Asimismo, los revestimientos no tenían bastante longitud para
recubrir toda la cara interior del ti pi. Hacia la puerta s6lo teníamos los palos del
tipi y la cubierta exterior, lo que era como estar en una casa y tener sólo los mon-
tantes de la pared y la cubierta exterior, sin aislamiento ni paredes internas. Mis
abuelas tenían la casa montada de manera muy simple, de modo que realmente
no se podía quitar nada si se quería conservar una unidad que cumpliera todas
sus funciones. Durante nuestra primera experiencia de acampada en nuestro ti-
pi tuvimos que aguantar algunas frías corrientes de aire.
Se necesitaron dos viajes de furgoneta para transportar todos nuestros per-
trechos al campamento de la Danza del Sol. Mi madre se reía de ello y me cont6
de qué modo tan fácil y práctico empacaba siempre mi abuela. En los años que
han pasado desde entonces me he dado cuenta de que se necesita tiempo para
aprender a hacer bien estas cosas, aun cuando formen parte de un estilo de vida
supuestamente simple. Éste es uno de los retos con los que nos enfrentamos las
generaciones más jóvenes al tratar de seguir nuestras costumbres tradicionales.
Estamos acostumbrados a tener muchas comodidades y no sabemos muy bien
c6mo vivir con lo básico. Además, los j6venes del pasado credan con estas cos-
Aprendiendo a acampar como mis abuelas 109

tumbres y no tenían que ir experimentando y cometiendo errores. Estos errores


pueden ser a costa de la seguridad y comodidad de toda la familia, hoy en día, y
ésta es la razón por la que creo que muchos indios prefieren los usos modernos a
los tradicionales.
Todavía se pueden ver accesorios de tipi elaborados y tradicionales en cam-
pamentos como la Estampida de Calgary, en los que se otorgan premios en me-
tálico a los mejores ejemplares. Pero rara vez se ve que las familias indias usen ti-
pis como éstos en los campamentos de la Danza del Sol o en los powwows. De
entrada, los coleccionistas de estos artículos indios de estilo antiguo han hecho
incrementar su precio de forma tal que muchos indios no tienen medios para
comprarlos, o para conservarlos si pueden confeccionarlos en casa. Objetos tra-
dicionales tan importantes como las pieles de bisonte o las marmitas de cobre
son.muy difíciles de encontrar, aun pagando lo que sea. A menudo los únicos ti-
pis con fuegos descubiertos son aquellos en los que se guardan paquetes de medi-
cina. Incluso en éstos se cocina por lo general en un hornillo o en una tienda cer-
cana, y el fuego se conserva principalmente para hacer el incienso necesario.
Armazones de cama y catres sustituyen habitualmente a los antiguos lechos,
por lo que no hay necesidad ni espacio para los trípodes y respaldos del pasado.
La antigua hoguera central siempre ordenaba el movimiento del interior del tipi
en torno a un círculo -una parte del círculo sagrado que muchas personas aso-
cian con esta clase de vida. Los ti pis modernos no tienen un centro especial, o
una dirección del movimiento, lo que puede resultar muy desorientador e incó-
modo para los que están acostumbrados a los usos antiguos, aunque sea más
práctico para muchas personas de hoy.
A las personas mayores que ya no pueden montar sus propios ti pis les gusta
que las inviten a visitar los ti pis de otros, sobre todo los que están instalados al es-
tilo tradicional. Como en nuestra casa tenemos un paquete de una pipa de medi-
cina, nuestro tipi siempre debe tener los elementos tradicionales básicos, tales
como el fuego central, el altar y los respaldos. A mis abuelas les gusta entrar a
descansar mientras observan cómo realizo mi trabajo. Por supuesto, no dudan
en señalar mis errores, cosa que me ayuda a aprender.
Después de acampar en esa primera Danza del Sol con sólo un fuego des-
cubierto en mi tipi he llegado a apreciar el hecho de tener al lado una cocina de
leña de campaña. La instalo junto al fuego, hacia el lado de la puerta. Pongo una
chimenea lo bastante alta como para que mantenga el humo más arriba que los
ojos de una persona de pie. Por lo general atamos un alambre a la chimenea y su-
110 La vida de la mujer piel roja

jetamos los extremos del alambre en dos palos opuestos del tipi para impedir
que caiga.
Lo peor del fuego descubierto era el humo, que convertía muchas de mis se-
siones de cocina en agonías lacrimosas. Además, este fuego limitaba el tipo de
comidas que podía preparar, y fácilmente quemaba todo aquello que no coda
con el fuego adecuado. Por iíltimo, los fuegos abiertos lanzaban chispas por to-
do el ti pi, que quemaban la ropa de cama y eran un peligro para los ocupantes,
cada vez que utilizaba un tipo de leña inadecuado. Al principio creía que gran
parte de los problemas que me causaba el fuego eran debidos al uso de madera
inadecuada (el pino era peor, y el álamo era mejor), pero descubrí que el más li-
gero cambio en la dirección del viento impedía que el humo subiera correcta-
mente. A menudo se acumulaba justo en el nivel en que yo trabajaba. Otro pro-
blema era el de tener a mano suficiente leña seca, ya que la leña húmeda en un
fuego descubierto es un auténtico desastre.
En algunos aspectos, mi campamento no es muy diferente del de mi bisabue-
la cuando mi madre vivía con ella. Utilizo ropa de cama, trípodes y respaldos si-
milares, y un baiíl para los vestidos y utensilios de danzar. Tengo un fuego y un
altar para hacer incienso para los paquetes de medicina. Y lo mejor es que tengo
un tipi que da a cada experiencia de acampada ese buen espíritu perenne de mis
antepasados.
Pero también instalo dentro de mi tipi una mesa para cocinar. No me crié en
el suelo como mis abuelas, y por esto me resulta difícil estar cómoda cuando tra-
bajo de esta manera mucho tiempo. Tengo una lámpara de keroseno, y un refri-
gerador para el agua de beber, y un par de sillas para los ancianos a quienes les
cuesta levantarse y sentarse. También llevo mucha fruta y verdura, y otras cosas
de comer que mis abuelas habrían considerado muy lujosas. Pero a menudo mis
abuelas me felicitan por mis esfuerzos, incluso con las novedades incorporadas,
y siempre saborean mis comidas cuando les sirvo la antigua combinación de car-
ne seca hervida con patatas, servida con pan frito y seguida de un plato de bayas.
Con todas las comodidades modernas y la amplia selección de comida que ofre-
cen los comercios, es agradable ver que los sencillos usos de mis abuelas todavía
satisfacen y que muchos incluso los consideran exquisiteces y placeres especia-
les.
Las danzas
de mis abuelas

EN LOS TIEMPOS antiguos había básicamente sólo dos tipos de danzas públi-
cas. U na era la Danza de Guerra, que realizaban los guerreros a punto de partir
por el sendero de la guerra. Danzaban para aumentar sú valor y su entusiasmo.
Las mujeres permanecían a su alrededor y les apoyaban cantando y lanzando
gritos de guerra, pero no danzaban realmente. La otra danza se celebraba cuan-
do los guerreros regresaban, si traían cabelleras consigo y no habían sufrido ba-
jas. Esta Danza de las Cabelleras la hacían principalmente las mujeres, las espo-
sas, madres y hermanas de los que habían conseguido las cabelleras, así como las
que habían estado de luto por un pariente muerto a manos del enemigo. Estas
mujeres sostenían bien alto las cabelleras recién cortadas en la punta de un palo
mientras se entregaban a una danza de victoria, que incluía muchos gritos y ges-
ticulaciones. Después de las danzas, las cabelleras por lo general se tiraban.
Además de las dos danzas públicas, la gente de antaño celebraba también
muchas danzas ceremoniales. La participación en estas danzas se limitaba gene-
ralmente a los miembros iniciados. U na de ellas era la Danza de la Pipa de Medi-
cina, que se realizaba al menos una vez al año para cada paquete de pipa de medi-
cina. Los hombres danzaban por turnos con diversos artículos de los paquetes.
Las mujeres por lo general permanecían en segundo término y danzaban sin
moverse de su sitio, doblando las rodillas y lanzando un grito de vez en cuando,
para ayudar e inspirar a los hombres que danzaban. Hay un paquete de pipa de
medicina al que se asocia la costumbre insólita de permitir a las mujeres danzar
111
112 La vida de la mujer piel roja

con su contenido al igual que los hombres, turnándose una después de otra. Se
trata de la Pipa-del-Fondo-Hacia-el-Fuego, que ha pertenecido a Paula Cabeza
de Comadreja y de la que hablamos en otro lugar.
Hay otra tradición común a todos los paquetes de pipas de medicina que
también permite danzar a las mujeres. Esto se da cuando una mujer se encuentra
en peligro dé muerte y ella o un pariente suyo invoca a los poderes de una deter-
minada pipa sagrada para que la salven. Si sobrevive, está autorizada a danzar
con la pipa sagrada u otra parte de su paquete. No obstante, su danza es muy dis-
creta y seria comparada con la danza general de la pipa de medicina ejecutada
por los hombres. Se considera una bendición muy especial, por la que se espera
que la mujer y sus parientes darán generosos regalos en forma de mantas y otras
cosas a los guardianes del paquete. Esta costumbre todavía se observa hoy en día.
Para muchas mujeres ha sido su única oportunidad de estar tan cerca de uno de
los objetos sagrados de la tribu.
Los paquetes del castor de mis antepasados tenían ceremonias aún más com-
plejas que los de las pipas de medicina. Estos paquetes contenían las pieles con-
servadas de casi todas las especies de aves y animales que vivían en el territorio de
nuestra tribu. Cada una de estas pieles tenía una o más canciones, que se canta-
ban a lo largo de la ceremonia. Al mismo tiempo, los participantes danzaban
con las pieles e imitaban al ave o al animal con movimientos simbólicos. Algu-
nas de estas danzas las ejecutaban los hombres, y otras las mujeres, y en varias de
ellas participaban todos juntos. Una de las danzas finales simbolizaba el aparea-
miento del bisonte. Dos cada vez, los hombres y mujeres danzantes se empareja-
ban y hacían cuanto podían para imitar los actos del bisonte salvaje, con gran re-
gocijo por parte de la multitud de espectadores.
Otra danza ceremonial en la que las mujeres imitan las acciones del bisonte
es la que realiza la antigua sociedad de las mujeres, las Motokiks. Tengo entendi-
do que esta sociedad antaño estaba activa en todas las divisiones de la Nación
Blackfoot, pero hoy en día sólo pervive entre los bloods. Todos los años, duran-
te el campamento de la Danza del Sol, los miembros del grupo instalan una tien-
da especial dentro del círculo del campamento. Durante cuatro días celebran sus
reuniones y ceremonias religiosas., la mayoría de las cuales son privadas. Los
hombres sólo toman parte en algunas de estas ceremonias, especialmente en las
danzas públicas, en las que cuatro hombres con carracas cantan las canciones de
la danza. Los miembros llevan antiguos tocados que guardan dentro de sus pa-
quetes de medicina durante la mayor parte del año. Estos, junto con los N atoas
Las danzas de mis abuelas 113

utilizados en la Danza del Sol, son los únicos paquetes de medicina que pertene-
cen específicamente a las mujeres, y toda la tribu los tiene en gran estima.
Cuando terminaron los tiempos de las partidas guerreras y del cortar cabe-
lleras, a finales del siglo pasado, la antigua Danza de las Cabelleras evolucion6
hasta convertirse en una danza social conocida como la Danza del Círculo o la
Danza de la Cola Larga. Era una danza lenta en la que la gente se unía de manos y
brazos y se movía hacia un lado en grandes círculos. Hombres, mujeres y niños
tomaban parte en esa danza, pero viendo fotografías antiguas parece que los
danzantes eran las más veces filas de mujeres. Esta danza aún se realiza, aunque
con un ritmo ligeramente más rápido, bajo el nombre actual de Danza Circular.
Es la versión nativa de una "danza lenta'', y se solicita a menudo cuando los dan-
zantes rápidos empiezan a estar agotados.
Otra danza popular para hombres y mujeres es la llamada Danza del Búho.
Tiene un vivo ritmo de golpes de tambor alternativamente fuertes y suaves con
el que generalmente la gente danza en parejas, una detrás de otra, en una línea
circular u ondulante alrededor del terreno de danza. Algunos hombres vestidos
con ropas de fantasía danzan solos, mientras que otros lo hacen con una mujer
en cada brazo. Incluso los ancianos parecen disfrutar mucho con esta danza,
aunque cuando eran j6venes las costumbres tribales desaprobaban la exhibición
de intimidad necesaria para ejecutarla correctamente. Como la mayoría de las
nuevas danzas de estilo indio que practican los bloods, ésta procede de otras tri-
bus.
Las danzas siempre fueron importantes para las actividades de galanteo de
mis abuelas. Eran de las pocas ocasiones en el pasado en que los hombres y las
mujeres jóvenes podían estar en compañía -aun cuando las jóvenes estaban por
lo general bien vigiladas. Todo el mundo se ponía sus mejores vestidos con el fin
de tener un aspecto agradable. Los que ya se gustaban de antemano se esfor-
zaban en mandarse señales y mensajes, si bien la comunicaci6n directa habitual-
mente estaba prohibida hasta después del matrimonio. Mi abuelo, Willie Pluma
de Águila, nos contó lo siguiente sobre las danzas públicas de sus tiempos de ju-
ventud, hacia 1920:
"En una danza, las señoras se sentaban a un lado y los hombres en el otro.
Antes de asistir a la danza, una muchacha pensaba en su amigo. Pensaba: 'Me
pondré mi mejor vestido para que se fije en mí.' Un hombre soltero pensaba lo
mismo. Las mujeres se sentaban y observaban, y los tambores empezaban con
una buena canción. Los hombres danzaban del mejor modo que sabían con el
114 La vida de la mujer piel roja

fin de impresionar a sus enamoradas. Eran como los nuevos danzantes -movían
las caderas como los danzantes blancos que parece que bailen solos. Los hom-
bres danzaban lo mejor que podían y todo el tiempo miraban a sus enamoradas.
Lo hacían muy bien: algunos sabían c6mo lanzar buenas miradas furtivas a las
muchachas.
"Los hombres a quienes les gustaba presumir se pintaban la cara, y las muje-
res s6lo observaban. Los que se exhibían danzaban muy despacio para que todo
el mundo pudiera verlos bien. Siempre ponían muy buena cara. Hacia el final de
la danza tenían los ojos al lado de la cabeza, ya que así es c6mo miraban a sus ena-
moradas toda la noche. Las mujeres hacían lo mismo cuando se levantaban y
formaban sus Danzas del Círculo."
Un aspecto interesante de las Danzas del Círculo era que las mujeres podían
llevar los tocados especiales de sus esposos-los de plumas caudales de águila, que
se sostienen derechos, y los de pieles de comadreja y cuernos. Eran tocados sa-
grados, por los que los esposos habían sido iniciados. En el momento de la trans-
ferencia hacían que sus mujeres también fueran pintadas y bendecidas para que
pudieran tener derecho a llevarlos. Esta costumbre derivaba de las antiguas
Danzas de las Cabelleras, en las que las mujeres llevaban los vestidos de sus espo-
sos y sostenían sus armas mientras danzaban con las cabelleras.
Había incluso tocados especiales, del estilo de los tocados de los hombres,
que se transferían s6lo entre mujeres y se usaban durante las Danzas del Círculo.
Tengo entendido que había cuatro de ellos entre los bloods, pero probablemen-
te fueron enterrados con sus últimas propietarias.
Estas explicaciones sobre la danza no serían completas sin algunos comenta-
rios sobre las danzas actuales, ya que éstas forman parte de los acontecimientos
culturales en los que todavía participan muchas personas de mi pueblo. Cuando
se observa a los danzantes y las danzas indias actuales se puede ver enseguida que
sus raíces proceden de las danzas antiguas que he descrito. Sin embargo, como
en todas las cosas de la vida, han tenido lugar muchos cambios durante las gene-
raciones y tiempos recientes. Las mujeres participan en prácticamente todas las
danzas. Se han visto algunas muchachas vestidas con vestidos masculinos de fan-
tasía, entre ellos taparrabos y tocados, y realizando versiones modernas de la
Danza de Guerra de antaño. Otras se han presentado en el terreno de danza con
minifaldas de ante y otras modas actuales similares. Incluso se permite danzar a
las que visten pantalones y blusas de calle, siempre que lleven el chal obligatorio
en los hombros.
Las danzas de mis abuelas 115

Uno de los placeres de observar a las mujeres en estas danzas actuales es que
algunas aparecen ataviadas con bellos vestidos tradicionales que es raro ver en
otras ocasiones. En las danzas de los bloods, algunas mujeres llevan hermosos
vestidos de ante y de tela artesanal heredados de abuelas que los confeccionaron
en los viejos tiempos. Otras llevan vestidos nuevos copiados de los antiguos. En
los últimos años ha habido un renacimiento de los estilos de vestir tradicionales,
tanto entre los hombres como entre las mujeres. Antes de esto, los hombres a
menudo experimentaban con nuevos estilos inspirados en otras tribus e incluso
otras naciones, mientras que las mujeres permanecían mucho más fieles a sus
propios estilos tribales.
El estilo más frecuente de danza india, hoy en día, es la Danza de Guerra mo-
derna, o Danza de Fantasía, en la que los hombre realizan muchos pasos y movi-
mientos giratorios rápidos. Antiguamente, las mujeres siempre se limitaban a
contemplar este tipo de danza. Pero hoy se puede ver a las mujeres en el terreno
de danza en cada serie, excepto en las que se anuncian como específicamente re-
servadas a los hombres, que son generalmente las danzas de concurso. Hay se-
ries aparte de danzas de concurso para las muchachas y las mujeres, durante las
cuales los hombres sólo miran. Las mujeres deben danzar con gracia y modestia,
no con pasos y giros rápidos. Se las juzga por la suavidad de sus pasos, el fluir de
sus manos y cuerpos, y por su aspecto general. El público indio se divertía cuan-
do señoras no indias hacían apariciones ocasionales en los terrenos de danza tra-
tando de combinar el ritmo rápido de los tambores con vivos pasos de baile de
salón, y sin comprender en absoluto el sentido de la modestia y la suavidad. En
tiempos recientes, sin embargo, algunas de las muchachas más jóvenes se han
aficionado a estilos de danza más nuevos que son una especie de cruce entre los
de los hombres y los de las mujeres. A menudo visten estilos modernizados de
vestidos indios, con flecos largos y finos que acentúan sus rápidos movimientos.
Algunos grupos de chicas y mujeres jóvenes incluso han invadido el terreno tra-
dicionalmente masculino de tocar el tambor y cantar en los powwows, y son
objeto de elogio por sus esfuerzos. En el pasado, las mujeres que deseaban cantar
las pegadizas tonadas de los powwows tenían que contentarse con permanecer
alrededor de los tambores y cantores masculinos y ayudarles con agudas voces
de falsete que a menudo añadían armonías de belleza inolvidable.
Mitos y leyendas
de mis abuelas

UNO DE MIS recuerdos infantiles favoritos es el de sentarme junto a mis


abuelas y oír cómo nos contaban a los niños los muchos diferentes mitos y le-
yendas que han sido transmitidos por mis antepasados. Al igual que los cuentos
de hadas de otros pueblos, nuestras leyendas permitían que las imaginaciones in-
fantiles hicieran lo imposible. Sin embargo, muchas de estas leyendas eran un
entretenimiento tanto para los niños como para los adultos. De hecho, muchas
de ellas eran leyendas específicamente para adultos, llenas de temas sugerentes y
aventuras tribales. De acuerdo con nuestras tradiciones tribales, no puedo con-
tar estas leyendas en un lugar público, como este libro.
Aunque las guerras y las luchas son temas populares en las leyendas primiti-
vas, las que yo he aprendido contienen muchas aventuras místicas de mujeres.
Tal vez el hecho de contar estos relatos era una forma de liberación para mis
abuelas, cuya vida cotidiana era por lo general menos movida que la de los hom-
bres. Muchas leyendas hablan de mujeres que se casaron con animales salvajes y
tuvieron hijos de ellos, tema que podía tener muchos más significados para una
vida próxima a la naturaleza que los que podríamos comprender en estos tiem-
pos modernos.
Muchas leyendas blackfoot hablan de los orígenes de nuestras complejas ce-
remonias sagradas, de los paquetes de medicina y de las sociedades guerreras. Es-
tos relatos son una prueba más de la elevada posición social alcanzada por las
mujeres en los tiempos de mis abuelas. Las mujeres toman parte en la mayoría
117
118 La vida de la mujer piel roja

de estos orígenes religiosos legendarios y son las receptoras de los rituales religiosos
más importantes que se describen. Aunque en todos los aspectos de nuestra cultura
se hace hincapié en la virtud, es interesante observar en estos relatos que la mayoría
de los rituales son ofrecidos a mujeres después que éstas han tenido relaciones insóli-
tas con seres místicos. Por lo general, los seres místicos dan los rituales a los esposos
o padres de las mujeres. Esto está de acuerdo con nuestras tradiciones tribales, que
permiten que un hombre recupere su honor tras haber violado a la esposa o la hija
de otro haciendo generosos regalos al marido o a los padres. No obstante, el esposo
puede rechazar los regalos y quitar la vida a la esposa o al amante, o a ambos.
Otro hecho interesante acerca de nuestras leyendas tribales es que explican los
orígenes de muchos espectáculos y fenómenos naturales por los que los niños nor-
malmente sienten curiosidad. Además de los relatos específicos sobre los orígenes
de las ceremonias y objetos religiosos, y de cosas tales como las estrellas y las conste-
laciones, tenemos las numerosas leyendas de Napi, en las que se explican los oríge-
nes de todo, desde las tierras y montañas hasta las acciones de coser y curtir. Care-
ciendo de los conocimientos cientificos del mundo moderno, mis abuelas
aceptaban estos orígenes legendarios como respuesta a cualquier pregunta. Muchas
personas, hoy en día, podrían considerar primitiva esra actitud, pero era perfecta-
mente adecuada cuando a las personas les preocupaba principalmente vivir en ar-
monía con la naturaleza más que perseguir teorías científicas. En otros términos,
todo lo que mis abuelas no podían explicar a sus hijos basándose en un conocimien-
to de hecho, lo explicaban mediante el relato de un mito o una antigua leyenda.
Las leyendas presentadas en este libro no son más que una pequeña muestra
de las muchas que existían. Cada narrador daba una versión ligeramente dife-
rente, según cómo le hubieran contado a él el relato. La narración de historias
era uno de los pasatiempos favoritos en los viejos tiempos, y todo incidente inte-
resante era contado una y otra vez. Y o misma he visto cómo algunos de estos in-
cidentes se convertían en leyendas. Sólo puedo imaginar cómo la vida llena de
colorido del pasado debe haber inspirado a los que se sentaban por la noche en
los fuegos de campamento ante un público ansioso de distracción.

CÓMO FUIMOS HECHAS LAS MUJERES,


SEGÚN LOS ANCIANOS
Tal como lo he oído en nuestras historias ancestrales, la primera mujer fue
hecha como compañera del primer hombre. El Creador tomó un pedazo de
Mitos y leyendas de mis abuelas 119

hueso de bisonte y un poco de tendón y luego los cubrió de barro y les dio for-
ma. Cuando el Creador sopló sobre el cuerpo, éste cobró vida. Hizo lo mismo
con la mujer, y les enseñó a ambos cómo hacer más seres de su clase. Mientras su-
cedía todo esto, un lobo apareció y ofreció su ayuda. Sopló sobre la mujer y al
mismo tiempo lanzó un aullido; los ancianos dicen que ésta es la razón por la
que las mujeres tienen una voz más aguda que los hombres.
Dicen que el primer hombre y la primera mujer vivieron felices juntos du-
rante bastante tiempo. Tuvieron dos hijos, ambos varones. Todos los días el
hombre salía a cazar y la mujer recogía leña y acarreaba agua. Pero un día el
hombre regresó a casa antes de lo habitual y descubrió que su mujer todavia no
estaba en casa. Sospechó algo y dijo a los muchachos que se prepararan por si
ocurría algo malo.
A la mañana siguiente el hombre dijo a su esposa que se iba a cazar, pero, en
vez de ello, subió a una alta colina desde la que podía observar su campamento.
Pronto vio a su esposa que iba por leña, y después por agua. Poco antes de que la
mujer llegara al río, su esposo vio a una gran serpiente que se arrastraba detrás de
una roca y se transformaba en un hombre apuesto. Luego supo lo que sucedía y
volvió a toda prisa al campamento para avisar a sus hijos. Les dio cuatro objetos
mágicos que tenían un gran poder. Dijo a los muchachos que su madre estaba
hechizada por la serpiente y que se convertiría en un monstruo malvado cuando
se enterara de que ellos sabían lo que ocurría. Les dijo que huyeran para salvar su
vida.
Mientras los dos muchachos huían oyeron una gran conmoción en el cam-
pamento, y pronto vieron a un monstruo terrible que les seguía. Lanzaron tras
de sí uno de los objetos mágicos, y se formó una gran cadena de montañas. El
monstruo tuvo que escalar estas montañas, pero pronto volvió a atrapar a los
muchachos. Éstos lanzaron tras de sí otro de los objetos mágicos, y se formó un
gran bosque. El monstruo tuvo que abrirse paso entre la espesura de árboles y
matorrales, pero pronto volvió a estar detrás de ellos. Lanzaron el tercer objeto
mágico, y se formó un gran pántano que el monstruo tuvo grandes dificultades
para vadear. Finalmente los muchachos arrojaron el último objeto mágico y se
formó una enorme masa de agua que el monstruo no pudo atravesar. Dijeron
que esto era el océano. Los dos muchachos se encontraban ahora al otro lado del
'
oceano.
Pasaron unos años y, finalmente, uno de los muchachos dijo al otro: "Her-
mano, me siento solo en este sitio. Quédate aquí para ayudar a la gente, y míen-
120 La vida de la mujer piel roja

tras yo iré al otro lado y veré qué puedo hacer allí." El muchacho que volvió a
esta parte se llamaba Napi, que en blackfoot significa Anciano. Napi vino aquí
e hizo muchas cosas misteriosas, algunas muy Útiles, y otras muy crueles y ma-
las. Sus hazañas se han transmitido a lo largo de los siglos en una serie de leyen-
das tribales que todavía se cuentan hoy. Muchas de estas leyendas son tan vul-
gares que sólo se las cuentan entre sí los adultos. Napi fue el primer hombre
que usó y abusó de las mujeres para su propio placer y diversión. También se le
atribuye el haber hecho muchos cambios en la naturaleza. Su lugar de acampa-
da favorito estaba al pie de las Montañas Rocosas, en un lugar en que los mapas
modernos muestran el nacimiento del río Old Man [Anciano], en el sur de Al-
berta, Canadá.

CÓMO LOS HOMBRES Y LAS MUJERES


VOLVIERON A ESTAR JUNTOS

Cuando N api regresó a este lado del océano, el Creador ya había hecho a
más personas. Su vida era muy dura porque todo el territorio estaba cubierto
de montañas, bosques y pantanos. Así pues, Napi cubrió los pantanos con tie-
rra y dividió a la gente en diferentes tribus. Pero las mujeres no se llevaban
bien con los hombres, por lo que Napi las mandó a otra parte repartidas en di-
ferentes grupos. Poco después, se reunió con la jefe de las mujeres con el fin de
decidir sobre algunas cosas importantes.
La jefe de las mujeres dijo a Napi que él podía tomar la primera decisión
siempre que ella pudiera tener la última palabra. Él estuvo de acuerdo con ello,
y los ancianos dicen que desde entonces siempre ha sido así entre hombres y
muJeres.
N api dijo que su primera decisión era hacer que los cuerpos de las perso-
nas se cubrieran de pelo para que estuvieran calientes. Pero la mujer dijo:
"Pueden tener pelo, pero sólo en la cabeza para protegerse de la lluvia y la
nieve. Si quieren tener el cuerpo caliente, tendrán que vestirse con
pieles."
A esto, Napi dijo: "Entonces tendrán que aprender a usar herramientas para
poder utilizar pieles. Los hombres podrán curtirlas deprisa, pero las mujeres ne-
cesitarán mucho tiempo." La mujer contestó: "Sí, aprenderán a curtir. Cuando
Mitos y leyendas de mis abuelas 121

los hombres curtan rápidamente sus pieles serán rígidas y delgadas, pero cuando
las mujeres necesiten mucho tiempo sus pieles serán agradables y suaves."
Después N api decidió que las personas tendrían que aprender a cocinar su
comida. Dijo: "Los hombres podrán cocer rápidamente en un fuego abierto,
mientras que las mujeres cocinarán lentamente y necesitarán utensilios." La
mujer estuvo de acuerdo, pero añadió: "Cuando los hombres cocinen rápida-
mente en sus fuegos abiertos, su comida será ordinaria y se quemará, mientras
que la comida lenta que las mujeres cocinen será de todas las clases y sabrá mu-
cho mejor."
Finalmente decidieron sobre la vida y la muerte. Napi cogió una astilla de
hueso de bisonte y la arrojó al río; luego dijo: "La gente tendrá que morir por-
que, si no, habrá demasiada. Pero, al igual que esta astilla flota en el agua, tam-
bién las personas flotarán durante cuatro días y luego nacerán de nuevo." La
mujer cogió una piedra y la lanzó al río, diciendo: "Sí, tendrán que morir, pero,
al igual que esta piedra se hunde y no vuelve, tampoco las personas volverán una
vez que hayan muerto."
Pasó el tiempo y un día N api se reunió de nuevo con la jefe de las mujeres.
Ésta lloraba porque su única hija se había muerto. Dijo a Napi: "Cambiemos
una de las cosas que acordamos: dejemos que la gente flote cuatro días, como tú
dijiste, y que luego vuelva de nuevo a la vida." Pero Napi le dijo: "No, acorda-
mos que tú tendrías la última palabra, yya has decidido." Así pues, la mujer per-
dió a su hija.
Cuando N api y la jefe de las mujeres volvieron a encontrarse, ésta le dijo.
"Tú decidiste que los hombres y las mujeres vivieran separados, y ahora yo
quiero tener la última palabra sobre esto. A partir de ahora hombres y mujeres
vivirán juntos a fin de que puedan ayudarse unos a otros. Quiero que lleves a to-
dos los hombres al campamento de mis mujeres para que puedan elegir a su pare-
ja." Napi estuvo de acuerdo en que esto se hiciera.
En aquellos tiempos los hombres vivían una vida realmente lamentable. Los
vestidos que llevaban estaban hechos de pieles rígidas, apenas curtidas. No sabí-
an hacer mocasines ni tiendas, y ni siquiera podían mantenerse limpios. Casi es-
taban muertos de hambre porque la comida que comían siempre era insulsa y
por lo general estaba quemada. Cuando Napi les dijo lo que se había acordado,
sintieron un vivo deseo de unirse a las mujeres.
Las mujeres se vistieron y perfumaron para la gran ocasión. Su jefe fue la
única que no lo hizo. Se vistió con pieles viejas y rígidas y se quitó los mocasines,
122 La vida de la mujer piel roja

pensando que así resultaría más atractiva para aquel a quien quería. Dijo a las de-
más mujeres que podían escoger al hombre que quisieran, excepto a Napi. Lo
quería para sí.
Después los hombres llegaron al campamento de las mujeres, y éstas los es-
cogieron, uno a uno, como pareja. La jefe de las mujeres se dirigió hacia Napi y
le tomó del brazo para llevarlo a su tienda. Napi separó violentamente su brazo
de ella y la imprecó: "¡Apártate de mí, mujer horrible, no quiero nada con al-
guien como tú!" Se volvió hacia el otro lado y admiró a todas las guapas mujeres,
y se preguntó cuál de ellas le elegiría.
La jefe de las mujeres se sintió ofendida por su reacción, por lo que se fue a su
tienda y se puso su mejor vestido. Se lavó, se trenzó el pelo y se puso perfume, y
luego salió a buscar otro hombre. Cuando Napi la vio, pensó: "¡Dios mío, qué
guapa es, y creo que viene a buscarme!" Pero la mujer tomó al hombre que esta-
ba al lado de Napi, y pronto todos los hombres y mujeres estuvieron empareja-
dos, excepto Napi. Se fue errando por las montañas, llorando, y dicen que a par-
tir de entonces se volvió intratable a causa de su soledad.

LA MUJER QUE SE CASÓ CON UNA GOTA DE AGUA


Había una vez una hermosa joven que vivía con sus padres. Muchos hom-
bres la habían pedido en matrimonio, pero ella los rechazó a todos. Sus sueños le
habían mostrado un hombre que había de ser su esposo, por lo que ella esperaba
a que éste apareciera. Le conocería por su pelo castaño claro, el tinte ligero de su
piel y por la piel de bisonte de cierto color castaíl.o claro que llevaría.
Un día la joven estaba recogiendo leña para su madre. Entre los matorrales
vio una gota de agua que era muy grande y de forma inusual. Era a finales de oto-
ño, y la gota estaba congelada. No pudo evitar contemplarla y preguntarse có-
mo había podido formarse, especialmente porque tenía un color castaño pecu-
liar que le hacía pensar en su sueño. La muchacha pensó para sí: "Por todo lo
que he visto en mi sueño, podría casarme perfectamente con esta gota."
Al día siguiente, la muchacha volvió a salir para recoger leña, cuando de
pronto apareció ante ella el hombre al que había visto en su sueño. Tenía la piel
clara, el pelo castaño, y le cubría una piel de bisonte de color castaño claro. Sin
vacilar, ella se dirigió hacia él, le besó y se convirtió en su mujer. Corrió hacia su
casa y les habló a sus padres de su nuevo yerno, y ellos enseguida embalaron sus
Mitos y leyendas de mis abuelas 123

cosas y se mudaron a casa de unos parientes para que su hija tuviera una tienda
propia.
Todo el mundo decía que el esposo de la muchacha parecía muy extraño, pe-
ro también que era muy apuesto. Estaba tan enamorada de él que a menudo le
besaba y le acariciaba. Vivieron juntos muy bien y muy felices durante todo el
invierno. Pero cuando llegó la primavera, él se puso enfermo y dijo a su esposa
que iba a morir. La muchacha se apenó mucho y quiso que le tratara un médico,
pero él le dijo que era inútil porque sabía que iba a morir.
Durante un par de días el esposo yació en cama, y cada vez estaba más enfer-
mo. Su esposa se dio cuenta de que empezaba a despedir una intensa fragancia.
U na mañana se despertaron y encontraron el campamento presa de una gran ex-
citación, pues se estaban formando unas nubes negras sobre las montañas que
anunciaban la llegada del viento Chinook -los vientos cálidos que derriten la
nieve y el hielo en el territorio blackfoot.
Cuando el hombre oyó hablar del tiempo que se avecinaba, pidió a su esposa
que le ayudara a ir al bosque. La besó y la abrazó, y le dijo que cuidara bien del
hijo que habían hecho pero que él nunca vería. Luego le pidió a la joven que se
fuera y le dejara morir solo. La muchacha empezó a alejarse, pero cambió de
idea y regresó para sostener a su esposo, mas éste ya no estaba. En su lugar, sólo
encontró que la nieve del lugar donde él estaba en pie se había derretido, y en el
centro vio el mismo gran montón de gotas insólitas y comprendió lo que había
pasado. Aquel verano dio a luz a un niño que tenia la piel clara y el pelo castaño
y muchos poderes mágicos. Cuando creció se convirtió en un jefe, y la gente le
llamaba Jefe Gota de Agua.

EL HOMBRE QUE FUE


ABANDONADO POR SUS ESPOSAS
Había una vez un hombre cuyas dos esposas no tenían vergüenza alguna de
su manera de comportarse en público. Su esposo se sentía tan violento que tras-
ladó su campamento a un punto distante de la pradera, lejos del resto del pueblo.
Pasaba el tiempo cazando y poniendo trampas, o bien sentado en cierta piedra
situada en la cima.de una colina. Las dos esposas se aburrían mucho con esta vida
aislada y decidieron matar al esposo y dejarle.
En la siguiente ocasión en que el hombre salió a cazar, las dos esposas subie-
ron a la colina favorita del esposo y cavaron un hoyo muy profundo. Cuando
124 La vida de la mujer piel roja

terminaron, cubrieron la abertura, primero con ramas y matorrales, y luego


con la tierra original. Encima de todo volvieron a poner la piedra en que solía
sentarse el hombre. Después se fueron a casa y actuaron como si nada hubiera
ocurrido.
Al día siguiente el hombre subió a su colina para sentarse y contemplar el te-
rritorio, pero cuando se sentó en la piedra las ramas cedieron y cayó al pozo, del
que no pudo salir. Las esposas recogieron la tienda y sus pertenencias y regresa-
ron al campamento de su gente. Cuando llegaron empezaron a llorar y amos-
trar señales de duelo, diciendo que su esposo había sido muerto mientras cazaba.
Pero sucedió que un gran Lobo de Medicina pasó cerca de la colina y oyó los
gritos del hombre. Se apiadó de él y dijo que lo adoptaría como hijo. Primero
llamó a otros lobos de la zona y luego todos se pusieron a excavar una zanja has-
ta el fondo del pozo, por la que el hombre pudo salir. A continuación, el Lobo
de Medicina celebró una ceremonia para su nuevo hijo, y el hombre tomó algu-
nas características de lobo. A partir de aquel momento podía cazar y correr con
los lobos.
Algún tiempo después, los hombres vieron que sus trampas para los lobos y
coyotes -cuyas pieles utilizaban para determinadas prendas de vestir- no tenían
éxito alguno. Siempre que les ponían trampas, el cebo desaparecía y no había nin-
gún lobo en la trampa. La gente sospechó y decidió poner una emboscada para
descubrir cuál era la causa de todo ello. Dejaron a un grupo de guerreros escondi-
dos detrás de una roca situada junto a una trampa para lobos. Por la noche, cuan-
do llegó el hombre con sus amigos lobos, los guerreros lanzaron sus lazos y lo cap-
turaron. Gruñó y mordió, pero consiguieron atarlo y llevarlo al campamento.
Cuando se hizo de día reconocieron al hombre y éste les contó lo sucedido.
El Lobo de Medicina había dicho al hombre que, si alguna vez le capturaba
su propia gente y deseaba romper el hechizo de ser como un lobo, tenía que en-
contrar y sacrificar a sus dos esposas. Las mujeres ya tenían otro esposo, pero,
con la ayuda de los guerreros, las apresó, las ató y se las llevó ala pradera para en-
tregarlas a los lobos. Nunca más volvieron a verlas, y el hombre vivió normal-
mente entre los suyos durante el resto de su vida.

LA MUJER CABALLO
Hace mucho tiempo, un campamento de bloods se trasladaba de un lugar a
otro. Durante el camino, una carga perteneciente a una joven se afloj6 y cay6 al
Mitos y leyendas de mis abuelas 125

suelo. La mujer se detuvo para recomponer el equipaje mientras el resto de


la banda seguía su camino hacia el nuevo lugar de acampada. Al poco de ha-
ber partido los demás, un hermoso joven surgi6 de la espesura y se par6 de-
lante de la mujer. Ésta se asust6 mucho y le pidi6 que la dejara en paz, pues
ya tenía marido. Pero el hombre la oblig6 a ir con él. Aquella noche, el es-
poso de la mujer regres6 al lugar para buscarla, pero todo lo que encontr6
fue el paquete medio desatado abandonado en el mismo sitio en que la mu-
jer lo dej6. Supuso que había sido capturada por un enemigo y llor6 su pér-
dida.
U nos años más tarde, se dio el caso de que el mismo grupo acampó de
nuevo en ese mismo lugar. Estando allí descubrieron una manada de caballos
salvajes, y alguien vio que parecía haber una persona entre ellos. Los guerre-
ros salieron rápidamente tras la manada y pudieron echar el lazo a la extraña
persona. Tenía la cabeza y el pecho de una mujer, pero el cuerpo y las patas
eran de caballo, todo cubierto de pelo. La mujer luch6 y se encabrit6 igual
que un caballo salvaje, y un potrillo gimi6 por ella cuando los guerreros fi-
nalmente lograron llevársela.
De vuelta en el campamento, el esposo de la mujer la reconoci6, pero ella no
quería saber nada de él ni de nadie. Forceje6 para liberarse igual que un animal
salvaje. Finalmente el esposo dijo que era inútil tenerla allí atada, por lo que la
dejaron en libertad y la observaron mientras huía corriendo en pos de la manada
de caballos. Nadie volvi6 a verla nunca más.

LA ESPOSA MALTRATADA
Había una vez un hombre que tenía dos esposas, una de las cuales era su favo-
rita y la otra era la que tenía que hacer todo el trabajo; además, siempre la maltra-
taban. U na noche oyeron que esta mujer cortaba leña fuera de la tienda. El hom-
bre y su favorita estaban besándose y acariciándose, pero al final se preguntaron
por qué la otra esposa cortaba leña durante tanto tiempo. "Ve a ver lo que ha-
ce", dijo el esposo a su favorita, y ésta salió a ver qué pasaba.
La mujervolvi6 a entrar corriendo y dijo a su esposo: "¡No está cortando le-
ña, está usando el hacha para afilar su pierna!" Ambos se asustaron mucho y sa-
lieron de la tienda para huir. "¡Esperadme!", gritó la otra. "Ahora iba a jugar a
un juego de puntapiés con vosotros." Siguieron corriendo lo más deprisa que
126 La vida de la mujer piel roja

podían, mientras la otra mujer los perseguía. Finalmente llegaron a otro campa-
mento y fueron corriendo a la tienda del jefe para pedirle que les protegiera.
El jefe salió para ver qué era lo que se acercaba, y la otra mujer le dijo gritan-
do: "Tú seras el primero en probar mi nuevo juego de puntapiés." Y le dio una
patada con su pierna puntiaguda que le agujereó el estómago y lo mató. Las otras
personas del campamento vieron lo sucedido y trataron de escapar, pero ella les
persiguió y mató a muchos. Finalmente, un bravo guerrero se le acercó por de-
trás y la derribó de un mazazo, después de lo cual la gente encendió rápidamente
una hoguera sobre su cuerpo y la quemó.

LA JOVEN BLANCA QUE SE CASÓ


CON UN FANTASMA INDIO

Dicen que uno de los primeros colonos que se instalaron en el antiguo terri-
torio blackfoot era un hombre blanco que se ganaba la vida criando bisontes. Él
y su esposa sólo tenían una hija, apenas adulta. Se sentía muy sola porque no ha-
bía ningún vecino con hijos que pudieran ser compañeros de juegos o novios.
Un día encontró un esqueleto y lo llevó a su casa, pretendiendo que era un nue-
vo amigo.
Aquellos blancos no tenían miedo de los fantasmas, como nosotros, los in-
dios, y por esto los padres dejaron que la muchacha conservara el esqueleto. Le
hablaba y dormía con é~ e incluso fingía darle de comer. Una mañana se des-
pertó y descubrió que el esqueleto se había convertido en un apuesto joven in-
dio. Sus padres se alegraron de ello y les dejaron que vivieran juntos como mari-
do y mujer.
Pasó el tiempo y el joven indio dijo que quería ir a visitar a sus parientes. Así
pues, el padre de la muchacha puso sillas de montar a algunos de sus bisontes pa-
ra que la joven pareja pudiera cabalgar en ellos. De ese modo llegaron a los cam-
pamentos bloods de donde el joven era originario, y todo el mundo se sorpren-
dió mucho al verles y al escuchar su historia. Él y la muchacha se quedaron una
temporada en la tienda de sus padres, pero finalmente la joven sintió añoranza y
decidieron volver al rancho de su padre. Llevaron consigo a los padres del joven,
y después que abandonaron los campamentos bloods ningunos de ellos volvió a
ser visto jamás.
Mitos y leyendas de mis abuelas 127

LA MUCHACHA QUE SE CONVIRTIÓ


EN UN OSO MALO
Hace mucho tiempo, en los campamentos bloods había una familia de huér-
fanos que vivían juntos en su tienda. Había seis hermanos mayores y otro pe-
queño, y una muchacha mayor y otra más joven. Los muchachos mayores se de-
dicaban a cazar, la muchacha mayor cocinaba, y la más joven cuidaba de su
hermano pequeño. Las cosas les iban bien.
Todas las mañanas los cazadores se marchaban temprano, y la hermana ma-
yor pronto les seguía para ir a recoger leña y agua. Pero, con el paso del tiempo,
esta hermana mayor empezó a estar fuera la mayor parte del día, diciendo que
necesitaba todo este tiempo para hacer su trabajo. La hermana más joven sintió
curiosidad, y un día decidió seguirla. Tuvo una gran sorpresa cuando descubrió
a su hermana mayor haciendo el amor con un gran oso en el bosque. Volvió co-
rriendo a su casa y se preguntó qué podía hacer.
Aquella noche, cuando la muchacha mayor salió fuera del tipi, la más joven
contó a sus hermanos lo que había presenciado. Los hermanos se enfadaron mu-
cho, sabiendo que el resto de la tribu les ridiculizaría si se enteraban del hecho. A
la mañana siguiente siguieron a su hermana mayor hasta el lugar donde se en-
contró con el oso, y luego mataron a éste. Se fueron de allí disgustados, dejando
a su hermana llorando y lamentándose.
Cuando la muchacha se dispuso finalmente a dejar a su amante, le cortó una
de sus garras como recuerdo y se la llevó consigo, apretada contra su cuerpo.
Volvió a su casa, pero se negó a hacer nada más que lamentarse por su amante
muerto. De un modo u otro, la gente se enteró del asunto y se puso a molestar a
la chica y a burlarse de ella, lo que le hizo sentirse aún peor. Alguien llegó a
echarle tierra a la cara, cosa que le hizo ponerse muy furiosa. En su cólera se vol-
vió de repente muy fuerte y mala. Rugió como un oso y se lanzó a atacar a la gen-
te. Antes de que la cólera la abandonara ya había matado a muchos, y el resto del
campamento había huido. La hermana pequeña agarró a su hermanito y fue a es-
conderse en el bosque.
Cuando los hermanos mayores, de regreso de la cacería, se acercaron al cam-
pamento se encontraron con sus hermanos pequeños, que les contaron lo que
había ocurrido. Los hermanos discutieron el asunto y decidieron lo que tenían
que hacer. Dijeron a su hermanita que volviera a casa y actuara corno si no estu-
viera preocupada, pero que recogiera mocasines y ropa de repuesto para poder
128 La vida de la mujer piel roja

escapar. Le dijeron que esparcirían púas de cactus delante de la puerta de la tien-


da, dejando un sendero estrecho por el que ella podría pasar, pero que su herma-
na no vería.
La hermana pequeña cogió a su hermanito y regresó a su casa. La hermana
mayor se portó de modo muy amistoso y dijo que lamentaba su comportamien-
to anterior. La hermana pequeña, mientras tanto, recogió cuidadosamente lo
que le habían dicho y se preparó para escapar. Casi estaba fuera de la puerta con
las cosas y con su hermanito, cuando la hermana mayor adivinó lo que pasaba y
se encolerizó mucho. Rugió y saltó sobre ellos para agarrarlos, pero ellos esca-
paron por el estrecho sendero, mientras que la hermana-oso pisó las púas y aulló
de dolor. Los hermanos mayores recogieron a los pequeños y todos juntos hu-
yeron a toda prisa hacia el bosque. El oso malo pronto les persiguió.
Uno de los hermanos tenía mucho poder misterioso. Cuando vio que el oso
estaba a punto de atraparles, escupió por encima del hombro e inmediatamente
se formó un lago detrás de ellos. El oso se retrasó al tener que rodear el agua.
Cuando volvió a estar a punto de atraparlos, el hermano poderoso lanzó hacia
atrás su peine de púas de puerco espín e inmediatamente se formó un espeso bos-
que. Cuando el oso malo lo atravesó, decidieron subirse todos a un árbol muy
alto. El oso malo, desde abajo, les dijo: "Bueno, ahora os mataré a todos sin re-
medio." Y empezó a sacudir el árbol con toda su fuerza.
Al cabo de poco cuatro de los hermanos habían caído del árbol y yacían en el
suelo, aturdidos. El oso ya iba a matarles cuando el hermano poderoso sacó una
flecha de su carcaj y la disparó contra el oso, clavándosela entre los ojos. Al ins-
tante se convirtió de nuevo en su hermana, pero estaba muerta. El hermano po-
deroso se sintió tan mal por haber matado a su hermana que propuso a los demás
irse todos a algún lugar lejano. Los hermanos le preguntaron dónde podrían ir,
y como respuesta él les dijo que cerraran los ojos. Luego tomó otra de sus flechas
y la lanzó hacia el cielo. Cuando los volvieron a abrir, estaban todos flotando en
el cielo.
Los ancianos dicen que esto fue el principio de la parte de la constelación de
la Osa Mayor conocida como el Gran Cazo. En blackfoot se llama los Siete Her-
manos. Dicen que los cuatro hermanos que cayeron del árbol son las cuatro es-
trellas inferiores del Gran Cazo. Dicen que la hermana pequeña creció y se casó
con una de las estrellas del Gran Cazo, y que es la estrella brillante, conocida co-
mo Estrella Polar, a la que los ancianos llaman "la estrella que nunca se mueve".
En los viejos tiempos era utilizada como brújula nocturna.
Mitos y leyendas de mis abuelas 129

LA MUJER QUE SE CASÓ CON UN PERRO

Dicen que ésta es una historia auténtica, porque explica los orígenes de la an-
tigua sociedad guerrera blackfoot llamada de los Perros. Sucedió hace muchísi-
mo tiempo, antes de que los indios conocieran los caballos. Todavía utilizaban
perros para transportar sus pertenencias de un lugar a otro.
Había una bonita joven que era hija de un jefe. Muchos jóvenes querían ca-
sarse con ella, pero a la muchacha no le gustaba el modo en que lo planteaban,
por lo que permanecía soltera. Su mejor amigo era un gran perro viejo que per-
tenecía a su tÍo. A menudo lo llevaba consigo para que la ayudara a acarrear leña
y agua. Al perro le gustaba la muchacha y siempre era muy obediente. Un día
ella le dijo: "Ojalá fueras un hombre y pudiera casarme contigo."
Aquella noche la joven se despertó y vio que alguien se deslizaba dentro de
su lecho. El hombre le tapó la boca para que no gritara, pero por lo demás la tra-
tó muy cariñosamente. Estuvieron juntos un rato, y ella tuvo la previsión de co-
ger un poco de carbón del fuego y hacer una marca con él en la espalda y el cabe-
llo del hombre sin que éste se diera cuenta. Le sorprendió que tuviera un cabello
tan suave y fino.
Resultó que al día siguiente había una gran danza, y la joven observó muy
atentamente a los hombres para ver si alguno de ellos tenía las marcas negras del
carbón. Estaba ansiosa de descrubrir quién era el hombre, pero no se atrevía a
decir nada a su padre por miedo de ser acusada de invitar a un hombre a su lecho
aquella noche. No vio a nadie con marcas negras y ya regresaba a su tienda muy
triste cuando el gran perro de su tÍo vino a lamerle la mano. Y resultó que tenía
unas marcas de hollín en la cabeza y en el lomo, y por un momento la joven se
asustó de veras. Pero luego pensó para sí: "No puede ser este perro, pues sé que
fue con un ser humano."
Aquella noche el mismo hombre se introdujo en el lecho de la joven. Mien-
tras él estaba con ella, la muchacha cogió uno de sus dedos medios y lo mordió
muy fuerte, hasta llegar al hueso. Al día siguiente se celebraba otra gran danza, y
la joven observó atentamente para ver qué hombre tenía la mano herida. Como
su padre era el jefe, la joven le hizo una petición especial, a la que el hombre acce-
dió. Quería que todos los danzantes pusieran las manos en alto mientras recorrí-
an el círculo. Así lo hicieron, pero no vio a ninguno con una herida como la que
buscaba.
130 La vida de la mujer piel roja

Aquella tarde, cuando fue por agua y comida el gran perro de su tío fue
corriendo a acompañarla. La muchacha enseguida advirtió que el perro coje-
aba, y cuando se detuvo para mirarle la pata vio que uno de los dedos tenía
una gran herida. Miró al perro y le dijo: "¡Eres tú el que ha estado viniendo a
mi cama por la noche!'' El perro inmeditamente se convirtió en un joven que
dijo a la muchacha: "No es culpa mía. Tú fuiste la que deseaba que yo fuera
un joven, así que en eso me he convertido."
La muchacha quedó muy turbada con su descubrimiento. La gente sabría
que su amante era un extranjero, y si descubría que en realidad era un perro,
quedaría deshonrada, Sin embargo, sabía que debía cumplir su palabra de ca-
sarse con él y, además, era un joven muy apuesto y gentil. De mutuo acuer-
do, decidieron huir y vivir en otra parte.
Aquella noche, cuando todo el mundo estaba acostado, la muchacha co-
gió mocasines de repuesto, comida y algunos utensilios, y abandonó la tien-
da de sus padres. Su amante ya la esperaba en la espesura, todavía con forma
de joven. Cuando llegó la mañana, el padre de la muchacha envió un prego-
nero por el campamento preguntando si alguien había visto a la joven. Se
preguntaban adónde habría ido, especialmente después que su tÍo anunciara
que su gran perro de travois tampoco estaba.
Pasaron varios años y la muchacha empezó a sentir mucha añoranza de
sus padres y del resto de su gente. Finalmente, ella y su esposo decidieron ha-
cer una visita al campamento sin dar a conocer a nadie su verdadera identi-
dad. Aparecieron con sus dos hijos y varios perros que arrastraban sus perte-
nencias. Se dirigieron a la tienda del tÍo de la joven y se anunciaron, y él les
invitó a quedarse allí. La muchacha llevaba el pelo de modo que le tapaba la
mayor parte del rostro, y nadie sospechó nada.
Sin embargo, a su tío le extrañaron algunas cosas peculiares que hacían
sus invitados. Cuando les preguntó la razón de que hablaran la lengua black-
foot, le dijeron que su tribu también hablaba esa lengua. Nunca había oído
hablar blackfoot a otra tribu. Asimismo, cada vez que servían carne para co-
mer, el visitante rogaba que le excusaran y se iba con su pieza de carne antes
de que pudieran cocerla. Un día, uno de los hijos del tío le siguió y le encon-
tró comiéndose la carne cruda lejos del ti pi. Finalmente, una mañana el tío se
despertó más temprano que los demás y vio al visitante que aún dormía.
U no de los pies le salía por debajo de las sábanas. El pie era como el de un pe-
rro.
Mitos y leyendas de mis abuelas 131

Cuahdo el tío se encar6 con la joven pareja, el esposo le dijo: "Sí, yo era tu
gran perro, y esta mujer es la hija de tu hermano. Tengo mucho poder, y así es
c6mo hemos llegado a ser marido y mujer." La joven fue a la tienda de sus padres
y también se lo cont6 todo. Sus padres estuvieron contentos de verla de nuevo y
de saber que tenían nietos. Respetaban el poder del perro y dijeron que les satis-
facía tenerlo de yerno, de modo que la pareja instal6 su propio ti pi en el campa-
mento.
No obstante, cuando la noticia circuló por el campamento, algunos jóvenes
sintieron envidia de que el hombre-perro tuviera una esposa tan bella. Excita-
ron a la gente y pronto la joven pareja fue objeto de comentarios groseros y
otros insultos. El padre de la muchacha trat6 de poner fin a esto, pero la gente
aún reaccion6 peor. Finalmente la joven pareja desmont6 su tienda y se fue del
campamento. Entonces el hombre empez6 a ladrar como un perro, y todos los
perros del campamento le respondieron y se fueron corriendo con él. Se convir-
ti6 en el jefe de todos ellos, y la gente se qued6 sin ningún perro para transportar
sus pertenencias.
Algunos de los j6venes que habían iniciado la agitaci6n dijeron que matarí-
an al jefe de los perros. Pero el joven dio 6rdenes a los animales, que les atacaron,
y los que no murieron volvieron huyendo a los campamentos. Viendo esto, to-
do el pueblo pidi6 disculpas y prometi6 tratar al hombre-perro y a su familia
con respeto si les devolvía sus perros. Él accedi6 y se traslad6 de nuevo con su fa-
milia al lugar que habían ocupado antes en el círculo del campamento.
Cuando el hombre-perro lleg6 a viejo dio a su hijo su poder especial de pe-
rro. El hijo lleg6 a convertirse en un gran jefe y utiliz6 el poder para constituir la
Sociedad del Perro con un grupo de compañeros j6venes. Esta sociedad existi6
hasta algo después de que terminaran los tiempos guerreros, cuando ya no hubo
necesidad de ella, y fue disuelta. El hijo del hombre-perro fue un famoso corre-
dor. Su hija se convirti6 en una mujer santa célebre por su bondad y sus buenas
costumbres domésticas.

LA ESPOSA INFIEL

Hace mucho tiempo había un cazador que poseía mucho poder misterioso.
Todos los días iba a cazar toda clase de animales salvajes y dejaba a su esposa al
cuidado de la casa. Su única preocupación era que no confiaba en su mujer cuan-
132 La vida de la mujer piel roja

do estaba sola, y empezó a sentirse celoso. Decidió usar su poder para averiguar
si su esposa le era infiel.
A la mañana siguiente le dijo a su mujer que partía para una larga cacería de
la que no regresaría hasta pasados dos o tres días. Su esposa dijo que le prepararía
una gran comida antes de que se fuera y salió a recoger más leña y a buscar un po-
co más de agua. Mientras ella estaba fuera, el hombre tomó cierta parte de un
animal salvaje e hizo un nudo con ella, porque esto formaba parte de su medici-
na. Puso la pieza atada bajo la cama en que su esposa dormía, luego comió y par-
tió para su larga cacería.
Aquella noche la mujer mandó un mensaje a su amante. Cuando éste llegó,
la mujer le dijo que podía quedarse toda la noche, ya que su esposo no tenía que
volver hasta al cabo de dos o tres días. Cuando llegó la mañana, la tienda estaba
atestada de gente que lanzaba risitas, y había mucha más esperando fuera porque
no podía entrar. Parece ser que por el campamento había corrido el rumor de
que la mujer y su amante estaban pegados uno al otro debajo de las sábanas, y to-
do el mundo quería ver esta extraña situación.
El padre del joven estaba muy preocupado. El cazador era conocido por su
poder y el padre temía que fuera a matar a su único hijo. Acudió a todos los
hombres de medicina del campamento para que intentaran separar a los dos
amantes, pero nadie pudo hacer nada. Finalmente, aconsejaron al anciano padre
que reuniera todas sus propiedades de valor y se dirigiera con ellas hacia el caza-
dor que regresaba, rogándole al mismo tiempo que perdonara la vida a su hijo.
El cazador regresó a su casa temprano, preguntándose por el resultado de su
prueba mística. Desde lejos ya supo la respuesta, pues vio a la muchedumbre que
se había congregado alrededor de su ti pi. Por el camino encontró al padre del jo-
ven amante, y cuando oyó la explicación del anciano accedió a perdonar la vida
al chico. Se dirigieron juntos hacia el ti pi, y la multitud se apartó, impaciente de
ver qué iba a hacer el esposo engañado. Su esposa y su amante todavía estaban
pegados uno al otro.
El cazador dijo a varios hombres que levantaran a la pareja. Luego metió la
mano debajo del lecho y sacó la pieza anudada. La sostuvo en lo alto para que to-
do el mundo la pudiera ver y después la arrojó al fuego, donde se retorció y chis-
porroteó para, finalmente, consumirse. En ese punto los dos amantes quedaron
separados. El joven tomó su manto y se cubrió con él, avergonzado, mientras sa-
lía a toda prisa de la tienda a través de la multitud. La mujer nunca se atrevió a ser
infiel de nuevo a su esposo, y éste decidió conservarla como esposa.
Mitos y leyendas de mis abuelas 133
,
POR QUE UNA MUJER HIZO
QUE LOS PERROS DEJARAN DE HABLAR
Dicen que, en los tiempos antiguos, nuestros antepasados podían hablar con
todas las aves y todos los animales. Con el paso del tiempo perdieron esta capaci-
dad, hasta que los únicos con los que pudieron hablar fueron los perros. Esto era
cuando tenían muchos perros que utilizaban para hacerles trabajar y como ani-
males de compañía, antes de la llegada de los caballos.
Había un hombre y su esposa que poseían un perro muy grande. Un día este
perro siguió a cierta distancia a la mujer cuando ésta salió a buscar leña y agua.
La descubrió abrazada a otro hombre, que era su amante. Volvió corriendo jun-
to a su dueño y le contó lo que había visto.
Cuando la mujer regresó a su casa, el marido empezó a reñirla, y finalmente
cogió un palo y la golpeó hasta que la mujer perdió el conocimiento. Luego se
fue. Pues bien, cuando la mujer volvió en sí vio al perro y adivinó cómo su espo-
so se había enterado de lo suyo. Se daba el caso de que la mujer tenía ciertos po-
deres misteriosos, y los utilizó para cambiar la voz del perro de modo que ya no
fuera capaz de hablar. Desde entonces los perros sólo han podido comunicarse
mediante ladridos y gemidos, aunque los ancianos dicen que algunos perros to-
davía pueden entender las palabras de los hombres.

LA MUJER CUYA CABEZA


PERMANECIÓ FIEL
Había una vez un hombre que tenía muchos celos de su mujer cada vez que
tenía que alejarse de ella para ir a cazar o a unirse a una partida guerrera. En una
ocasión en que regresaba de uno de estos viajes, tuvo la seguridad de que su espo-
sa le había sido infiel. Ella afirmaba que no era verdad, pero él se fue encolerizan-
do cada vez más hasta que finalmente agarró un cuchillo y le cortó la cabeza. Pe-
ro, cuando se iba, la cabeza de su mujer le siguió rodando por el suelo mientras
exclamaba: "Espérame, soy tu esposa fiel y te seguiré adondequiera que vayas."
Y sucedió que la cabeza de la mujer pudo continuar realizando todo el traba-
jo de la tienda que solía hacer con su cuerpo. Era un misterio cómo podía coci-
nar, coser y curtir pieles. Lo extraño era que lo hacía todo cuando nadie miraba.
Le dijo a su esposo que no debía dejar entrar a nadie mientras ella hacía su tarea.
134 La vida de la mujer piel roja

Un día, mientras la cabeza de la mujer estaba ocupada con su trabajo, un


hombre del campamento pudo mirar por casualidad dentro del ti pi. Lanz6 una
fuerte exclamaci6n, y la cabeza de la mujer le vio y se enfad6 mucho. Grit6:
"Acabas de cometer un error", y empezó a perseguirle. Cuando alcanzó al
hombre le golpe6 y le mat6. Otras personas del campamento vieron lo que ocu-
rría, se asustaron mucho y huyeron. La cabeza las persiguió, pero ellas atravesa-
ron un río. La cabeza se metió en el río tras ellas, pero la corriente se la llevó flo-
tando.

KUTUYIS, EL JOVEN QUE AYUDABA


A TODAS LAS MUJERES
Hace mucho tiempo vivía una pareja anciana que tenía un yerno muy malo.
Las tres hijas del matrimonio estaban casadas con ese hombre, pero él no dejaba
que sus padres fueran a visitarlas. Tenía una tienda grande y confortable, mien-
tras que los ancianos vivían al lado en un tipi pequeño y viejo. Hacía que el an-
ciano le ayudara a descuartizar y a llevarse a casa la carne que cazaba, pero no le
dejaba coger nada más que las peores sobras para que las cocinara su mujer. La
única que se apiadaba de los ancianos era su hija menor, que a veces se las arregla-
ba para esconder una pieza buena de carne bajo su vestido y dejarla en la puerta
del pequeño tipi de sus padres.
Un día, mientras el suegro regresaba a casa tras haber ayudado al cazador,
vio un coágulo de sangre fresca junto al camino. Pens6 que con ello se podría ha-
cer una buena sopa para él y su esposa, y decidi6 cogerlo. Para que su yerno no se
enterara, fingi6 que se le caían las flechas, y se detuvo para recogerlas. Primero
ech6 el coágulo al fondo de su carcaj. El yerno maldijo al anciano por ser tan tor-
pe, pero no se dio cuenta de lo que aquél había hecho.
La anciana prepar6 con ilusi6n la sopa hecha con coágulos de sangre. Pero,
cuando la sangre empez6 a hervir, oyó el lloro de un niño que surgía de su mar-
mita. Rápidamente, apart6 la marmita del fuego y sac6 de ella a un niño peque-
ño. El yerno también había oído a la criatura, e inmediatamente envió a su espo-
sa más joven para que averiguara qué sucedía. Pensó que, si era una criatura y era
un niño, lo mataría, pero la joven esposa le dijo que era una niña. La anciana lo
había disfrazado para ocultar que era un var6n.
El yerno no se fió de su joven esposa, y envió a la siguiente para que hiciera
averiguaciones. La segunda esposa volvi6 y dijo también que era una niña, por
Mitos y leyendas de mis abuelas 135

lo que envió a su esposa mayor y, cuando ésta le dijo que era una niña, se puso
muy contento. "Dentro de unos años", dijo, "haré de ella mi cuarta y más joven
esposa". Incluso mandó que una de sus mujeres preparara un poco de caldo de
carne fresca, que envió a los ancianos para que alimentaran con él a la criatura.
Aquella noche, el anciano matrimonio tuvo una gran sorpresa cuando el ni-
ño les habló. Dijo: "Debéis levantarme y dirigir mi cabeza hacia las Cuatro Di-
recciones.'' El anciano así lo hizo, y, cuando terminó, el niño había crecido has-
ta convertirse en un hermoso joven. Dijo: "He venido aquí porque me da pena
el modo en que os tratan. Tengo mucho poder y os ayudaré." Luego dijo al an-
ciano que al día siguiente se levantara antes que su yerno y fuera a cazar por su
cuenta. Sabía que esto encolerizaría mucho al yerno.
A la mañana siguiente, el anciano hizo lo que le habían ordenado. Poco des-
pués de su partida, el yerno le llamó para que fuera a ayudarle. La anciana res-
pondió que ya había salido a cazar. Su yerno se enfureció y gritó: "Debería ma-
tarte ahora mismo, pero primero iré a matar a tu esposo." Y se fue a buscar al
cazador.
El anciano ya había matado una vaca vieja cuando su yerno le encontró. Es-
taba sentado comiendo un riñón crudo, tal como le había dicho que hiciera el
hombre del coágulo. Cuando el yerno apareció, le dijo: "Esta vez has ido dema-
siado lejos, y te voy a matar", pero, antes de que pudiera hacer nada, el hombre
del coágulo le mató de un flechazo. Luego dijo: "Dejémosle aquí con esta vieja
vaca. En su tienda tiene mucha carne buena que ahora será vuestra."
Cuando el anciano llegó a su casa, el hombre del coágulo ya se estaba prepa-
rando para partir. Había matado a las dos esposas mayores del yerno porque
nunca habían ayudado a sus padres. Dijo a la joven que se quedara con ellos
mientras vivieran. Luego les contó que su verdadero nombre era Kutuyis y que
era una de las estrellas del cielo que nunca se mueven, y que podían invocarle en
sus oraciones si necesitaban su ayuda en el futuro. Pero antes, dijo, tenía que ir a
ayudar a otras personas que sufrían inútilmente. Y se marchó.
Kutuyis anduvo durante un tiempo hasta que llegó a un campamento de
mujeres ancianas. Cuando se presentó ante ellas, una dijo: "¡Hai-Yah! ¿Qué ha-·
ce un joven como tú entre unas viejas como nosotras? Ninguna persona joven
viene nunca a visitarnos." Kutuyis les dijo que estaba hambriento y que quería
un poco de carne seca. Le dieron mucha, pero él la miró y dijo: "Bien, me habéis
dado la carne seca, pero ¿dónde está la grasa que siempre la acompaña?" (La car-
ne seca se come generalmente con porciones de grasa.) La anciana lanz6 una mi-
136 La vida de la mujer piel roja

rada rápida alrededor y le dijo: "¡Chitón! No pronuncies esta palabra en voz al-
ta. Hay una manada de osos grises que vienen aquí y se nos llevan toda la grasa; si
te oyen pedirla te matarán." Kutuyis les dijo que se ocuparía de ello por la maña-
na.
Al día siguiente salió a cazar y mató una vaca joven y gorda. La descuartizó y
llevó las mejores piezas al campamento, especialmente la grasa. Al cabo de poco
dos osos ¡¡rises de la manada se presentaron y pidieron la grasa que estaba co-
miendo. El les dijo que se marcharan y dejaran de molestarle. Se fueron, pero
pronto vino en su lugar el jefe de los osos grises, dispuesto a luchar. Kutuyis ha-
bía calentado unas piedras en el fuego, y cuando el oso jefe le atacó cogió las pie-
dras y las arrojó por la garganta del oso. Cuando éste estuvo muerto, Kutuyis se
dirigió al campamento de los osos grises y empezó a matar a todos los demás. Só-
lo dejó con vida a una madre embarazada, y de ella proceden todos los osos gri-
ses que viven hoy. Aquellos osos grises vivían en una gran tienda pintada con
símbolos de los osos grises, que Kutuyis entregó a las ancianas. Así es cómo el
pueblo hlackfoot entró en posesión de la Tienda Pintada con el Oso Gris. Tam-
bién puso en libertad a todas las hermosas jóvenes que los osos tenían cautivas, y
dio a las ancianas todos los montones de grasa que los osos grises habían acumu-
lado en su tienda.
Kutuyis prosiguió sus viajes. Al cabo de cierto tiempo llegó a otro campa-
mento de mujeres ancianas. También ellas se extrañaron de que las visitara, en
vez de quedarse con los jóvenes. Él les dijo: "Voy caminando sin rumbo fijo y
ahora tengo hambre; dadme un poco de vuestra carne seca." Como en el otro
campamento, le dieron mucha carne seca, pero nada de grasa. Cuando pidió un
poco, las mujeres le dijeron: "Chitón, no pidas eso en voz tan alta. En nuestro
campar;iento está la Tienda Pintada con la Serpiente, y el jefe de las serpientes vi-
ve allí. El y sus otras serpientes se llevan toda la grasa que conseguimos y matan a
cualquiera que se atreva siquiera a pedirles un poquito." Kutuyis les dijo que se
ocuparía de ello.
Aquella noche se dirigió a la Tienda Pintada con la Serpiente fingiendo ser
un visitante. Cuando entró se encontró con una gran serpiente enrollada en me-
dio del tipi con la cabeza apoyada en el regazo de una hermosa joven. La serpien-
te tenía un cuerno en lo alto de la cabeza y la muchacha le daba masajes al-
rededor de él. La serpiente parecía estar dormida. Kutuyis vio un cuenco de sopa
de sangre recién hecha junto al fuego, así que se sentó y empezó a bebérsela. La
sopa de sangre era una golosina que en aquel momento le apetecía muchísimo.
Mitos y leyendas de mis abuelas 137

La joven dirigió muecas asustadas a Kutuyis y le dijo en un susurro que dejara la


sopa y se marchara corriendo antes de que le mataran. Pero, en vez de obedecer-
la, Kutuyis dio un fuerte chasquido con los labios y dejó que la sopa bajara por
su garganta con un gorgoteo. La enorme serpiente se despertó y miró a Kutuyis.
Kutuyis acababa de terminar la sopa y arrojó el cuenco al fuego, que levantó
un montón de chispas. Durante un instante, la serpiente se distrajo y Kutuyis se
levantó de un salto con un gran cuchillo de piedra que llevaba escondido y cortó
la cabeza de la serpiente. Fue rápidamente por todo el tipi y mató a todas las de-
más serpientes, excepto a una que estaba embarazada. De ella provienen todas
las serpientes que viven hoy. Luego puso en libertad a todas las bellas mucha-
chas que la serpiente tenía cautivas. A las ancianas les dio las enormes reservas de
grasa y carne seca de la serpiente, así como la Tienda Pintada con la Serpiente,
que todavía está en poder del pueblo blackfoot. Después continuó sus viajes.
Siguiendo su camino, Kutuyis llegó a un río y el viento empezó a soplar. So-
pló cada vez más fuerte, hasta que al final le arrastró al agua y a la garganta de un
gran pez. Era un gran pez succionador y el viento era su poder de succión, con el
que conseguía su comida. Cuando Kutuyis llegó al estómago del pez encontró a
una multitud de personas allí reunidas, algunas de las cuales ya estaban muertas.
Kutuyis dijo a los demás que se pusieran en pie con él para ayudar le a realizar su
Danza de Medicina. Luego empezó a cantar.
Mientras la gente danzaba arriba y abajo siguiendo su canto, Kutuyis se pin-
tó la cara y sacó su gran cuchillo de piedra. Se lo sujetó en lo alto de la cabeza de
forma que la punta quedara levantada hacia arriba, y luego se puso a danzar arri-
ba y abajo con toda su fuerza. Avanzó danzando hacia la parte frontal del pez,
hasta que finalmente dio un salto en el lugar preciso de modo que su cuchillo
atravesó el corazón y la arteria del pez. Luego sacó el cuchillo e hizo un gran cor-
te entre las costillas del pez por el que toda la gente pudo salir. Después volvió a
la orilla y siguió su camino.
La gente a la que había rescatado del interior del pez advirtió a Kutuyis que
no se detuviera para luchar con cierta mujer a la que iba a encontrar en su cami-
no. Le dijeron que mataba a todos los que lo hacían. Al cabo de un tiempo Kutu-
yis encontró a esa mujer, y enseguida ésta le pidió que se detuviese y combatiera
con ella. Kutuyis le dijo: "Sí, lucharé contigo, pero dame unos instantes para
que pueda recuperar el aliento." Mientras descansaba, dirigió una mirada a su al-
rededor, y pronto vio muchas puntas afiladas de cuchillo que apenas sobresalían
de un espeso montón de hierba sobre el que la mujer pretendía luchar. Así pues,
138 La vida de la mujer piel roja

le dijo: "Antes de empezar a luchar, practiquemos un poco." Mientras realiza-


ban diversos movimientos de práctica, Kutuyis esperaba su oportunidad, y en
un momento dado agarró a la mujer y la arrojó de espaldas sobre el montón de
hierba, donde sus propios cuchillos la partieron en dos. Y Kutuyis siguió ade-
lante.
Al cabo de un tiempo llegó a otro río. En la orilla vio a una vieja sentada en
un columpio bajo un gran árbol. La observó cómo se columpiaba, una y otra
vez, y cómo, en su impulso, llegaba hasta situarse muy adentro del río, sobre un
punto en que el agua corría a gran velocidad. Cuando la vieja vio a Kutuyis, dejó
de columpiarse y le invitó a subirse al columpio con ella. Él sabía que la mujer te-
nía intención de hacerle caer de un golpe cuando llegaran al punto de peligro, tal
como había hecho con muchas otras personas que habían pasado antes que él.
Le dijo: "Estaré listo en un momento. Colúmpiate una vez más tú sola para que
pueda ver cómo se hace." La vieja se lanzó con el columpio con gran impulso, y,
cuando estuvo sobre el lugar peligroso del agua, Kutuyis fue con su cuchillo de
piedra y cortó la parra que sostenía el columpio. La vieja cayó en el agua y desa-
pareció.
Después de esto ya no quedaron más monstruos en el país de los blackfoot,
por lo que Kutuyis dio por terminados sus viajes. Utilizó su poder para volver al
cielo y convertirse en una de las estrellas que nunca se mueven. Los ancianos del
pasado sabían cuál de ellas era, pero imagino que se llevaron consigo este conoci-
miento.

LA MUJER QUE HIZO


VOL VER AL BISONTE
Hace mucho tiempo, antes de que los indios tuvieran caballos, ocurría a ve-
ces que pasaban hambre porque no podían trasladar sus campamentos lo bastan-
te deprisa como para seguir a las manadas de bisontes. Esta historia tiene lugar
durante una de esas hambres.
Había tres hermanas que estaban casadas con el mismo hombre. Un día sa-
lieron a recoger leña. La hermana más joven iba cargada con un gran montón de
leña y la correa con que lo sujetaba se rompió. Cada vez que se detenía para arre-
glar la correa, ésta se rompía de nuevo. Sus hermanas regresaron a la tienda
mientras ella trataba de arreglar la correa por cuarta vez. Cuando se inclinó para
Mitos y leyendas de mis abuelas 139

hacerlo creyó oír una voz que cantaba. Miró a su alrededor, pero no vio a nadie.
Y sin embargo la voz parecía venir de muy cerca. Se asustó y se levantó para
marcharse, pero la voz la llamó. Luego vio, en la dirección de la que procedía la
voz, una piedra de aspecto poco común que descansaba en el suelo cerca de su
montón de leña. Se acercó para ver mejor y vio que la piedra estaba colocada en-
cima de un puñado de pelo de bisonte. La voz empezó a cantar de nuevo; proce-
día de la piedra: "Tú -mujer- ¿vas a recogerme? ¡Soy poderosa! El bisonte es
nuestra medicina.''
La joven se inclinó y recogió la piedra. En aquellos tiempos la gente no tenía
bolsillos, y ella no llevaba su bolsa de diversos usos. Se puso la piedra debajo del
cinturón, tocando a la piel, y se fue a casa. No dijo a nadie lo que había sucedido.
Aquella noche tuvo un sueño. La piedra acudió junto a ella y volvió a cantar
su canción. Luego le dijo: "He venido a ti y a tu pueblo porque me compadezco
de vosotros. Mi poder es capaz de comunicarse con el bisonte y traerlo aquí. Te
he elegido a ti para que me llevaras al campamento porque eres humilde y sé que
tus pensamientos son buenos. Debes pedir a tu esposo que invite a todos los
hombres santos a tu tienda mañana por la noche. Te enseñaré algunas canciones
y una ceremonia que debes mostrarles. Si lo haces, haré que mi poder haga vol-
ver a los bisontes. Pero de bes advertir a tu pueblo de lo siguiente: mi poder siem-
pre es anunciado por una fuerte tormenta, y cuando llegue por primera vez ten-
drá la apariencia de un bisonte, un macho solitario. Debes decir a tu gente que
no le hagan daño. El resto de la manada vendrá tras él tan pronro como haya
atravesado sin daño vuestro campamento."
Durante su sueño, la mujer aprendió varias canciones que nunca antes había
oído. El Iniskim, o Piedra del Bisonte, le dijo que él tenía muchos parientes en la
pradera, y que todos ellos estaban en contacto con el mismo poder que él. Le di-
jo que cualquiera de los suyos que deseara obtener buena suerte de este poder,
debía buscar a uno de sus parientes y llevarlo a su casa y tratarlo con respeto.
Cuando la joven se despertó, se preguntó qué debía hacer con respecto a su
sueño, pues tenía un poco de miedo de su esposo, ya que ella era la esposa más jo-
ven. Sólo la esposa que se sienta al lado del esposo toma parte en las funciones ce-
remoniales de aquél, nunca la esposa que se sienta más cerca de la puerta. Cuan-
do el esposo se marchó, la joven habló de la piedra y del sueño con su hermana
mayor. La hermana dijo: "Le contaré a nuestro hombre lo que me acabas de
contar. Si tu sueño es cierto, puedes tomar mi lugar junto a él. Pero, si no lo es, te
compadezco por lo que tendrás que sufrir."
140 La vida de la mujer piel roja

Cuando el esposo se enteró del asunto, mandó inmediatamente invitaciones


a los hombres santos del campamento. Poco después se reunieron en la casa de la
joven y se les sirvió una pequeña ración de bayas, y caldo hecho con raspaduras
de cuero. Cuando les explicaron por qué habían sido invitados se emocionaron
mucho, aunque uno o dos se levantaron y se fueron. Los ancianos siempre se
mostraban escépticos ante alguien que afirmara haber tenido una visión y haber
recibido un poder durante un sueño.
Con la aprobación de los hombres santos que se quedaron, el hombre pidió
a su joven esposa que se sentara a la cabeza del ti pi y dirigiera la ceremonia que se
le había enseñado. La mujer tenía una diminuta porción de grasa, que mezcló
con pintura sagrada en las palmas de las manos. Mientras cubría la Piedra del Bi-
sonte con la pintura sagrada, cantó una de las canciones:
Iniskim, dice: el bisonte es mi medicina.
lniskim, está diciendo: ¡Soy poderoso!
Entonces los hombres supieron que no se trataba de una piedra ordinaria, si-
no de una piedra sagrada. Estaban ansiosos de ver si realmente tenía algún po-
der. Luego la mujer frotó el lniskim sobre su cuerpo cuatro veces y rezó larga-
mente. Después cantó otra canción:
¡Este lniskim, hombre mío, es Poderoso~
, Durante la canción pasó el lniskim a su esposo, que estaba sentado a su lado.
Este se frotó el cuerpo con él y rezó, mientras su esposa continuaba cantando las
canciones sagradas. La ceremonia prosiguió de este modo hasta que el Iniskim
hubo pasado por todos los reunidos. En aquel momento la mayoría de los hom-
bres ya podían cantar una o dos de las canciones.
Antes de que partieran, la mujer les explicó la advertencia que había recibi-
do en su sueño. Se envió a un pregonero por todo el campamento para que dijera
a todo el mundo que sujetaran sus tipis y se prepararan para una gran tormenta.
También se les dijo que no hicieran daño alguno al bisonte macho que aparece-
ría solo en el campamento después de la tormenta. La mayo ria de las personas si-
guieron el consejo, pero unos cuantos se rieron y dijeron que aquello no era más
que el sueño loco de una mujer.
Y a había transcurrido bastante tiempo después de anochecer cuando el
tiempo empezó a cambiar. La mayoría de los habitantes del campamento se ha-
bían acostado. Sólo el esposo, su mujer y algunos hombres santos permanecie-
Mitos y leyendas de mis abuelas 141

ron levantados y continuaron cantando las canciones del Iniskim. Empezó a so-
plar una brisa que hizo crujir las cubiertas de los ti pis. Al cabo de poco la brisa se
convirtió en viento, y las cubiertas de los tipis se agitaron con fuerza contra los
palos. El viento fue haciéndose cada vez más fuerte, y de pronto todo el mundo
se despertó por el ruido de un gran álamo que se resquebrajaba por la fuerza del
viento. Los tipis mal sujetos de los que no creyeron a la mujer también fueron
derribados por el viento, y todo lo que contenían fue arrojado lejos. Mientras la
gente rezaba pidiendo protección, se oyó un fuerte ruido de cascos y una pesada
respiración en medio de las tinieblas del campamento. Era el bisonte solitario
que se paseaba por el campamento. Nadie se atrevió a hacerle nada.
Por la mañana la tormenta se terminó y junto al campamento había una
gran manada de bisontes pastando. La gente pudo cazar a todos los que necesita-
ba, pues los animales se limitaban a caminar por allí sin alarma ninguna. La gen-
te lloró de felicidad por tener de nuevo comida de verdad. Estaban deseosos de
sustituir su ropa de cama y sus tipis viejos, y de arreglar los agujeros de sus tipis y
sus mocasines.Toda el mundo presentó sus respetos a la joven esposa, que ahora
ocupaba el lugar contiguo al de su esposo en la cabeza del tipi. Todos llevaron
una pequeña ofrenda de carne o grasa de bisonte y la depositaron ante el sagrado
Iniskim, que estaba colocado sobre un pequeño montón de pieles dentro del re-
cinto del altar en el fondo del tipi.
Desde entonces mi pueblo ha tenido siempre el poder de los Iniskims. Cada
familia poseía al menos uno de ellos, y también había muchos en el interior de
muchos paquetes de medicina. A veces se daba a los chicos y a las chicas un Inis-
kim prendido en el extremo de un collar, que podían llevar como amuleto de
buena suerte.
He aquí una fotografía de mi abuela, AnadaAki, en 1939. Está dando de comer a mi her-
mano mayor, Ojos Negros (Gilbert Pequeño Oso). Apoyada en la casa de troncos, está
sentada su madre que hace un bordado de abalorios. (Foro, HILDA ESTRANGULA AL LO-
BO)
Un grupo de mujeres iniciadas efectuando la Danza del Paquete del Castor durante la ce-
remonia que se realiza durante un dfa encero en el interior de un ti pi. La señora Cabalga-
ante-la-Puerta está frente a la cámara, a la derecha. (FOTO: MUSEO PROVINCIAL DE ALBER·
TA)
U na mujer de la sociedad sagrada de las Motokiks llevando el tocado especial de cuernos
de bisonte y plumas que era la insignia de su sociedad. En la boca tiene un silbato de hue-
so de águila, que se tocaba durante las danzas dela sociedad. Su nombre eraMakah, o Ba-
jita, y era hermana de mi bisabuelo Cabeza Pesada. (FOTO: EO\\'ARD S. CüRTIS, GOOD MEDI-
CINE FOUNDATION)
Tres niños y su ti pi de juguete hecho con sacos de harina. Pertenecen a nuestros vecinos,
la tribu Stoney. Los niños se vestían generalmente con versiones en miniautura de los
vestidos de los adultos, a veces incluso con tocados, camisas y vestidos de ante muy ela-
borados. (FOTO: GLENBOW-ALBERTA NSTITUTE)
Abajo: Una madre y su hijo de la tribu black-
foot, hacia 1900. La pieza de tela que lama-
dre lleva en el hombro se usaba para cubrir
la cara del niño y protegerle de las moscas y
del exceso de luz. (FOTO: GOOD MEDICINE
FOUJ'.'DATION}. Arriba a la derecha: U na mu-
jer a punto de raspar el pelo de una piel de
cría que ha clavado en el suelo, a la manera
antigua. El raspador está hecho con un tro-
zo de asta de alce y una hoja de acero sujeta
con fuertes tiras de cuero. (FOTO: GEORGE
BIRD GR.IN:'<ELL, GOOD MEDIC INE FOlI'.\'DA-
TJON}. Abajo, a la derecha: U na anciana de la
tribu blackfoot secando tajadas de carne so-
bre un fuego abierto junto a su ti pi pintado.
(FOTO: MUSEO PROVINCIAL DE ALBERTA)
Una mujer blackfoot y su hija en los primeros años de las reservas. Los estilos de vestido
antiguos seguían llevándose todos los días, pero solían confeccionarse con materiales co-
merciales más cómodos, como la tela. Estas dos mujeres parecen estar de luto por algún
pariente cercano. La mujer mayor se ha cortado el pelo de cualquier manera y viste ropas
arrugadas, mientras que la hija lleva el pelo suelto -ambas cosas son señales de luto. Era
habitual que las mujeres también se hicieran cortes con un cuchillo en los brazos y pier-
nas, o que se cortaran un dedo, si realmente amaban a la persona que habla muerto. (FO·
TO: GOOD MEDICINF. FOüNDATION)
La señora Dos Rifles-Becerro Blanco y su nieta en 1920, en el Parque Nacional de Gla-
cier. Es una tradición black.foot el que los abuelos se queden con uno de sus nietos para
criarlo y para que les haga compañía. En la lengua blackfootesrosniñosse llaman "niños
de los ancianos". Algunos de ellos, de mayores, eran muy sabios, sobre todo en lo refe-
rente a la cultura tribal, mientras que otros se volvían perezosos y malcriados. (FOTO:
GLAClER STUDIO. COLECOÓN DE LA GOOD MEDICINE FOUNDATION)
Una mujer miembro de la ~ociedad de las Motokiks llevando su tocado sagrado y soste-
niendo una bolsa decorada con abalorios que comiene su pipa ceremonial. El nombre de
la señora era Mujer del Pueblo de la Serpiente y el tocado indica que era una de las miem·
bros Toro Roño~o de su sociedad. Durante las danzas de la sociedad, la mujer tenía que
acruar como un bisome macho enloquecido, resoplando y coceando a los demás. (FOTO:
MUSEOS ~ACIOt-:ALES UEL CAJ\iADÁ)
Helen Va Delante, una mujer distinguida de la tribu Crow, que eran los enemigos más
respetados de mis antepasados. Los guerreros de ambas tribus se dedicaban durante toda
la vida a capturarse mutuamente mujeres y caballos. Como resultado de ello, ahora mu-
chos estamos emparentados y hay un intenso intercambio de visitas entre los antiguos
enemigos. Esta mujer lleva un vestido de lana roja comercial, que era de lo más aprecia-
do, decorado con muchos dientes de alce -los diamantes de mis antepasados-. (FOTO:
WANNAMAKER, GOOD MEDICINE FOUNDATION)
:Mi familia, en casa junto al tipi. De izquierda a derecha: mi marido, Adolf, mis hijos
Adolf, Iniskim y O kan, y yo y mi hija Estrella en el verano de 1979. (FOTO: PAULSCHOL·
DICE)
Una ¡oven blackfoot sentada en la orilla del lago. Sin duda mis abuelas a veces se sentaban
así, añorando a sus esposos, que durante semanas o meses habían partido por el sendero
de la guerra. (FOTO: COLECCIÓ:--1 DE LA GOOD MEDICINE FOUNDA1101')

Mujeres blackfoot viajando. Así transportaban mis abuelas sus sencillas pertenencias de
un campamento a otro. Las cosas todavía eran más sencillas en los tiempos anteriores a
los caballos, cuando las narrias eran arrastradas por perros. (FOTO: COLECCIÓN DE LA
GOOD MEDICINE FOUNDATION)
Dirigentes recientes de la ceremonia sagrada de la Danza del Sol en el interior de su ti pi
sagrado, en la división Piegan del norte de la nación blackfoot. A la izquierda está la mu-
jer sagrada blood, la señora Cabalga-ante-la-Puerta, que estaba iniciando a una nueva
mujer sagrada,Josephine Zapato de Cuervo (Mujer-Nez-Perce), sentada a su lado. En el
centro está el esposo dejosephine,Joe, y junto a él se halla Mike Nada Debajo, que ayu-
daba a la viuda señora Cabalga-ante-la-Puertaa iniciar a la nueva pareja. A su lado está mi
marido, Adolf, que tuvo el honor de servir como ayudante en la ceremonia. Delante de
él hay unas matracas de cuero utilizadas para acompañar las muchas canciones sagradas
que deben cantarse en esta ceremonia. Entre los dos hombres e~tá el paquete sagrado del
Natoas, que ya ha sido bajado del lugar donde está colgado habitualmente, un palo del
fondo del cipi. Después de más cantos y ceremonias, el paquete fue abierto y el tocado sa-
grado extraído y montado, y puesto en la cabeza de la nueva mujer sagrada. (FOTO: BE·
VERLY HUNGRY WOLF). Aba¡o: Lo antiguo y lo moderno: en un campamento de tipis,
ttendas de lona y tiendas de camping modernas, una anciana prepara sus comidas a lama-
nera antigua, en un fuego al aire libre. (FOTO: ADOLF HUNGRY WOLF)
u na madre blackfoot y su hijo en 1920. (FOTO: GLACIERSTUO!O, COLECCIÓN DE LA GOOD
MEDICINE FOUNDATION)
Derecha: Un vestido de piel de anre de mujer
con adornos de conchas y abalorios. Estos
vestidos se llevaban sólo en ocasiones espe-
ciales y a menudo duraban coda la vida, e in-
cluso se enterraba a las mu jeres con ellos.
(FOTO: GOOD MEDICINE FOUNDATION).
Abajo: Un par de mocasines de mujer her-
mosamente bordados, con la habitual caña
alta de piel ahumada. Los estilos de vestir
tribales eran muy variados. Mis abuelas del
pasado llevaban mocasines bajos con un par
de polainas ceñidas aparte en lugar de las ca-
ñas altas más recientes. (FOTO: ADOLF HUN-
GRY WOLF)
Así es c6mo mis abuelas llevaban la leña a casa, día tras día, verano e invierno. Podemos
imaginar lo contentas que estarían de poder comprar hachas a los comerciantes para ayu-
darse en su trabajo. Los hombres a veces ayudaban a recoger leña, pero esta tarea, lo mis-
mo que el acarrero del agua, era cosa principalmente de las muieres. (FOTO: GEORGE BIRD
GRlNNELL, GOOD MED!Cll'\F. FOUNDATION)
Una niña y su tipi sagrado en miniatura. Este aspecto debía de tener, más o menos, mi
abuela Ponah cuando era pequeña y poseía su propio tipi. (rOTO: EDWARD S. CURTIS,
GOOD MEDICCNE FOUNDATION)

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Una madre e hija mestizas de la tribu blackfoot, bacía 1920. El marido de la muíer era
Thomas Magee, administrador de correos y farmacéutico local y apasionado fotógrafo
que regiStrÓ en película muchos acontecimientos de la tribu que de otro modo podrían
haberse perdido. Mientras que algunos mestizos de los primeros años de las reservas des-
preciaron su ascendencia y su patrimonio indios, otros participaron muy activamente
en las tradiciones y contribuyeron a que pervivieran hasta el presente. Los mejores entre
los primeros relatos escritos de la vida de los blackfoot se hicieron con la imponanre
ayuda de mestizos bien informados. (FOTO: THOMASMAGEE)
En torno a la casa-
Algunas enseñanzas
de las abuelas

LA ABUELA EN SU CASA
por Ruth Pequeño Oso
Cuando era pequeña pasaba mucho tiempo junto a mi abuela. Era una seño-
ra muy bondadosa, aunque se llamara Mata Dentro. Este nombre se lo dio un
viejo guerrero que había matado a un enemigo dentro de su propia tienda. Su es-
poso era el viejo Cabeza Pesada, cuyo nombre todavía llevan los numerosos
miembros de la familia Cabeza Pesada, que son parientes cercanos míos.
Hacia 1920 vivía con mi abuela y el abuelo Cabeza Pesada. La vida era muy
simple en la Reserva Blood durante los locos años veinte. Apenas había ningún
automóvil, no había electricidad ni ninguna de las diversiones modernas. Los
miembros más ancianos de la tribu todavía vivían de acuerdo con sus costum-
bres tradicionales. Todos teníamos que trabajar duro para que nuestra vida tu-
viera un mínimo de comodidad.
U na de las tareas básicas de mi abuela era preparar la comida de la familia.
Supongamos que disponía de todo el cuerpo de una vaca recién muerta. Lo pre-
paraba del mismo modo en que había aprendido a preparar el bisonte cuando
era joven. Yo la ayudaba muchas veces, y todavía recuerdo muy bien cómo lo
hacía.
Antes de empezar a descuartizarla, siempre afilaba su hacha y sus cuchillos.
Cogía el hacha y empezaba a cortar el cuerpo a lo largo del espinazo. En ese mo-
159
160 La vida de la mujer piel roja

mento el animal ya estaba desollado. Lo cortaba y luego separaba la carne que


recubría el espinazo en una larga tira, desde el cuello hasta el extremo de las cos-
tillas. Este lomo acaba teniendo unos 120 cm de longitud, y es una de las piezas
favoritas por lo tierna que es la carne. La mayoría de las mujeres descuartizaban
tan bien que nunca rompían esta larga pieza de lomo. A veces esta carne se asaba
y se trituraba mezclada con bayas, y con ello se hada un tasajo muy bueno. La
Sociedad de los Cuernos utiliza esta clase de tasajo para su comida sagrada de co-
munión. Y o solía ayudar a mi abuela cuando lo hada para mi abuelo, que era
uno de los jefes de la Sociedad de los Cuernos.
Las costillas de la parte de delante se llaman las costillas de los hombros, o
principales. Se consideran un manjar especial. Las costillas se cocinaban en el ti-
pi sobre un fuego abierto. Mi abuela las separaba, luego hervía las principales y
colgaba el resto en un armazón de tipi sobre el hoyo del fuego. Después encen-
día un fuego debajo de ellas para que el humo las secara y pudiera guardarlas. Co-
mo tenían que consumir las piezas que se estropeaban primero, solían conser-
varlas todas excepto las costillas principales.

Preparación de las entrañas


U na de las primeras cosas de la vaca que mi abuela preparaba eran las entra-
ñas, porque son lo que se estropea más deprisa. Las más importantes eran el co-
razón, los riñones, el hígado y los pulmones. La lengua, la partía en dos y la col-
gaba para que se secara, y lo mismo hada con los pulmones. El resto, o bien se
comía crudo, o se asaba sobre las brasas, o se hervía y se ponía a secar al sol.
A continuación se ocupaba de los intestinos. En verano no se conservaban
más que para dos comidas, por lo que la mayoría de ellos se secaban para evitar
que se echaran a perder. Los carniceros de la ciudad no apreciaban los intestinos,
y por esto las señoras indias conseguían gratis todos los que querían. Algunas lo
hacen aún. La mayoría de los no indios no saben lo nutritivas que pueden ser las
tripas.
El sapotsis, o tripa de Crow, es un manjar blackfoot de los tiempos antiguos,
cuando los indios no podían hacer comidas muy variadas. Se prepara tomando
una parte del intestino principal y rellenándolo de carne antes de asarlo sobre las
brasas. En primer lugar se quita la suciedad del intestino y se lava muy bien por
fuera, teniendo cuidado de dejar la capa de grasa. Luego se extiende una tira larga
de lomo al lado de la tripa limpia. A continuación se vuelve la tripa al revés, des-
En torno a la casa -Algunas enseñan= de las abuelas 161

pacio, sobre la tira de carne, hasta que se llega al final. Si uno quiere, puede aña-
dir agua, e incluso sal y pimienta. Y por último se atan los extremos con tendón
o un hilo fuerte.
Cuando mi abuela hacía tripas de Crow, las echaba directamente sobre las
brasas después de atarlas. Más adelante, las mujeres se volvieron más modernas y
primero hervían las tripas de Crow atadas en una olla de agua sobre el fuego.
Después de hervirlas, las echaban a las brasas el tiempo justo para darles un sabor
de carne a la parrilla.
Los callos eran otra parte muy popular del intestino. Se quita la suciedad del
intestino y se lava muy bien. Cada secci6n del intestino tiene su propio nombre,
pero no sé c6mo se dirían en inglés. Por ejemplo, hay una parte que es muy grue-
sa. Por dentro tiene como una capa de pelusa. Ésta se raspa y se vuelve a lavar la
tripa. Mi abuela era una gran experta en el raspado de esa capa de pelusa. Comía
una parte cruda y el resto lo hervía o lo asaba. Colgaba las partes más delgadas
para que se secaran y daba las puntas rasgadas a los perros.
Hay otra parte del intestino que es bastante ancha y está llena de excremen-
tos. La parte más gruesa tiene una especie de revestimiento duro por dentro. Mi
abuela decía que esta parte es buena para las madres embarazadas; decía que si la
madre la comía el niño tendría una bonita cabeza redonda. A las madres emba-
razadas no se les permitÍa comer ninguna otra parte de los intestinos porque per-
dían el color de la cara.
El segundo est6mago recibe toda clase de nombres blackfoot. Algunos lo
llaman el Muchos Pliegues, o la Biblia India, o el Catálogo de Eaton. Se encuen-
tra al comienzo de las tripas y está formado de muchas hojas o páginas. Hay que
lavarlo perfectamente o, si no, tiene mal sabor. Los ancianos a menudo lo comí-
an crudo, pero algunas partes por lo general se hervían o se asaban, y el resto se
secaba.
Las tripas de médula son intestinos pequeños entreverados de grasa. Mi
abuela generalmente los echaba sobre las brasas para que se asaran. No se vuel-
ven al revés. Es divertido ver cómo se cuecen directamente en las brasas porque
se retuercen con el calor hasta que están bien arrugadas. U na manera más recien-
te de cocinarlas es cortándolas en piezas de unos nueve centímetros. Estas piezas
se rebozan con harina, se sazonan con sal y pimienta y se fríen en una sartén. To-
man forma de anillo y saben realmente bien.
Otro bocado delicado se encuentra en el último extremo de los intestinos
-la última parte del colon. Se limpia muy bien esta parte y se ata uno de sus ex·
162 La vida de la mujer piel roja

tremos. Luego se rellena la pieza con bayas secas y un poco de agua y se ata el
otro extremo. Se hierve durante todo el día, hasta que está muy tierno, y ya tene-
mos una morcilla blackfoot. Se puede cortar para servirla en trozos de ocho o
'
nueve cent1metros.
Mi abuela sólo podía preparar una o dos de estas recetas con intestinos cada
vez que conseguía un animal, por lo que tenía que secar el resto de las entrañas.
Las limpiaba a conciencia y eliminaba el exceso de grasa de manera que lo que
quedaba sólo cubriera las tripas de modo uniforme. Luego las volvía del revés y
las limpiaba de nuevo hasta que desaparecía todo rastro de suciedad. Luego las
hervía hasta que empezaban a cocerse. Las apartaba del fuego antes de que se vol-
vieran blandas y tiernas, y luego las colgaba en sus cuerdas cerca del techo para
que se secaran. Hinchaba soplando algunas de ellas hasta que quedaban como
globos. Eso hacía que se secaran más deprisa.
Los pulmones no se cocían, sino que se cortaban en rodajas y se colgaban pa-
ra que se secaran. Todo el exceso de grasa de dentro del cuerpo también se colga-
ba a fin de que perdiera la humedad. Más tarde se servía junto con la carne seca.
Parte de la grasa del animal se usaba como manteca en vez de dejarla secar.
Si el animal era una hembra, mi abuela preparaba las ubres hirviéndolas o
asándolas.Nunca se comían crudas. A veces se comían los sesos -siempre cru-
dos-, pero por lo general los guardaban para utilizarlos para curtir. La lengua
siempre se hervía, si no se secaba. Es un manjar antiguo, y servía como alimento
de comunión en la Danza del Sol. Incluso los animales viejos tienen la lengua
tierna.
Si el animal era grande, cortaba la carne de los carrillos y del interior de la ca-
beza. Esta carne siempre se tenía que hervir durante mucho tiempo para que
quedara tierna. Como mi abuela había estado casada con un alemán, aprendió a
elaborar el queso de cerdo que es tan popular por aquí. Trituraba la cabeza con
el hacha y hervía todos los pedazos hasta que el hueso .se separaba de la carne.
Posteriormente, este tipo de plato se hizo muy popular entre los bloods.
Si el animal era una hembra con una cría aún no nacida o mamantona, ésta se
daba a los más ancianos porque era muy tierna. La carne se hervía, y las tripas se
sacaban y se trenzaban, y luego también se hervían. Si el becerro era demasiado
pequeño, simplemente se tiraba.
Los huesos del animal se rompían para extraer de ellos la médula. Por ejem-
plo, las tibias se pelaban, y luego mi abuela cogía una piedra grande, o el hacha, y
golpeaba los huesos por la mitad, en un punto equidistante a ambas aniculacio-
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 163

nes. Después extraía la médula y la ponía en un recipiente para servirla más ade-
lante con sus comidas. Como golosina infantil, yo extraía parte de esta médula
para comérmela allí mismo. Utilizaba una ramita de sauce a la que le quitaba la
corteza. Mascaba uno de los extremos hasta que parecía un pincel viejo y chupa-
ba la médula de la parte que era como las cerdas del pincel. Mi abuela, más tarde,
hervía los huesos durante un buen rato. La grasa que salía se espumaba y se depo-
sitaba en un recipiente especial. Se convertía en algo semejante a manteca com-
pacta.
Mi abuela mezclaba poleo con la grasa y la carne seca cuando las guardaba en
sus parfleches de cuero para almacenarlas. Recogía el poleo en verano y otoño y
lo colgaba para secar. Luego arrancaba las hojas de los tallos y ponía estas hojas
en la grasa y la carne. Cerraba las bolsas bien cerradas, y el poleo alejaba a los in-
sectos y también impedía que la grasa se estropeara.
Las pezuñas se hervían hasta que todo su cartílago estaba blando. Mi abuela
guardaba las patas del animal para esto. Las ataba juntas y las colgaba de un ár-
bol, fuera. A veces las guardaba así durante bastante tiempo, incluso en épocas
de calor, antes de hervirlas. No recuerdo que las moscas se posaran en ellas.
Cuando decidía hervir las pezuñas, cortaba las patas por la mitad y trataba de
quitarles todo el pelo posible. Luego las hervía durante todo el día. Por lo que re-
cuerdo de esas pezuñas hervidas, apenas había nada bueno para comer en ellas.
Pero a mis abuelos les gustaban. Quizá eran sus recuerdos de antaño, cuando el
hambre les obligaba a comer estas cosas de vez en cuando. Guardaban las pezu-
ñas hervidas para utilizarlas como campanillas en las puertas de los tipis, y otras
cosas similares. Eran la versi6n antigua de las campanillas, que más tarde ob-
tuvieron comprándolas a los comerciantes. Se podían cortar y se les podía dar
forma mientras estaban blandas de haber hervido. Después volvían a endurecer-
se.
Si el animal lo había matado en casa mi abuela, ésta siempre aprovechaba
también la sangre. Un plato favorito consistía en tomar una taza llena de sangre
con un platillo de harina. Esta mezcla se amasaba con los dedos hasta que todos
los coágulos y grumos se deshacían. Generalmente, mi abuela guardaba el caldo
de las costillas principales que antes había preparado para mi abuelo. Hervía al-
gunas servas en este caldo y luego vertía en él muy despacio la mezcla de la san-
gre. Lo iba removiendo y probando hasta que le parecía que tenía una sopa de
sangre como la que a ella le gustaba. Esta sopa todavía se usa como comida sagra-
da durante las ceremonias nocturnas del Humo Sagrado.
164 La vida de la mujer piel roja

A veces mi abuela utilizaba la sangre para hacer salchichas. Vertía la sangre


fresca directamente en algunas de las tripas que había limpiado y atado por un
extremo. Llenaba la tripa hasta la mitad con sangre; luego ataba el otro extremo
y la hervía hasta que estaba hecha.
Siempre que mis abuelos mataban un animal, invitaban a sus amigos y veci-
nos a compartir una parte con ellos -especialmente las partes que se estropeaban
más deprisa. Primero separaban las porciones principales que querían guardar
para sí y preparaban la mayor parte de la carne para secarla. Luego cocinaban la
que iba destinada a sus invitados. Es una vieja costumbre el que, cuando una fa-
milia dispone de mucha carne fresca, invite a un gran número de personas para
que les ayuden a comerla. En otra ocasi6n en que los invitados tengan mucha en
su casa, invitarán, a su vez, a los demás. Muchos de nosotros todavía lo hacemos
hoy en día.
Cualesquiera que fuesen los invitados -incluso si había un gran jefe- mi
abuela siempre servía primero a mi abuelo. El cabeza de familia siempre se sien-
ta y es servido en primer lugar, especialmente cuando es un hombre santo, como
era el caso de mi abuelo. Podía pronunciar una oración antes de empezar a co-
mer, o podía pedir a otra persona que lo hiciera, sobre todo si había alguien cu-
yas plegarias eran conocidas por su fuerza. Pero, como de todos modos rezaban
todo el día, no lo hacían necesariamente antes de cada comida. Rezaban sobre
todo en las comidas importantes, o si había un invitado de honor. Actualmente
oigo más plegarias en las comidas, pero menos en otros momentos.

SOBRE BEBÉS Y NIÑOS


Mis abuelas por lo general no sabían nada sobre el nacimiento de los niños
hasta que ya estaban en condiciones de tener el primer hijo. A mí también me
educaron de esta manera, y eso es uno de los aspectos de nuestras costumbres
que nunca he entendido. De jovencita solía preguntar a mi madre sobre la mane-
ra de tener hijos. Ella, o bien no me escuchaba, o bien me decía: "Cuando llegue
el momento ya lo sabrás." A ella la educaron igual, y también a su madre. Mis
amigas y yo a veces comentábamos habladurías y rumores sobre la cuesti6n, pe-
ro en realidad nunca supimos mucho sobre ello. Algunas de las cosas que oíamos
eran buenas, y otras horripilantes.
Todavía oigo hablar a veces del estereotipo de la madre india que da a luz so-
la, en el campo, y luego vuelve a casa y continúa su trabajo como si nada hubiera
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 165

pasado. Si alguna vez hubo indias que lo hicieron, no fueron, sin duda, mis abue-
las. Tan pronto como mis abuelas del pasado sabían que estaban embarazadas,
aminoraban su ritmo de trabajo e iniciaban un período de disciplina durante el
cual se les prohibía hacer muchas cosas.
Si se trataba de un primer embarazo, la futura madre recibía el consejo de
una mujer mayor y con más experiencia, a menudo una cuñada o la suegra. Al-
gunas tribus tenían elaboradas ceremonias para las muchachas que llegaban a la
pubertad, pero la nuestra no. Aun hoy, muchas jóvenes de nuestra tribu están
a
realmente a oscuras sobre todo lo referente tener hijos. Con la falta de discipli-
na actual, esto ha creado muchos problemas.
Si el esposo de una mujer embarazada podía permitirse el tener otra esposa,
era frecuente que la tomara en este momento, a fin de que pudiera ayudar en las
tareas domésticas. De lo contrario, podía pedir a una hermana más joven -ya
fuera su propia hermana o la de su esposa- que se trasladara a vivir con ellos para
ayudar. Si tenía a su madre o a una tía viudas, podía ser una de éstas la que fuera a
vivir con ellos. La madre de su esposa no era adecuada para ayudar, ya que no se
le permitía estar en compañía de su yerno.
Esto es lo que mi madre aprendi6 sobre restricciones a las embarazadas:
11
Cuando una mujer se da cuenta de que está embarazada, tiene que privarse
de muchas cosas que está acostumbrada a hacer. Por ejemplo, no se le permite
comer determinados alimentos, como corazón o vísceras. Los ancianos dicen
que esto haría empalidecer el rostro de la madre. Si come músculos de las patas,
dicen que tendrá calambres. Si come sesos, su hijo tendrá muchos mocos. Y no
puede estar en la entrada de su casa para mirar afuera. Si hay algo fuera que quie-
ra ver, tiene que salir del todo y mirar desde fuera, no desde la puerta. Si no salía
completamente al exterior, iba a tener un parto difícil, decían. Aquellos indios
de antaño eran muy estrictos con sus creencias. Hoy diríamos que eran supersti-
ciosos. Pero entonces era simplemente su forma de vivir."
Mi abuela, AnadaAki, me cont6 lo siguiente de su primer parto:
"Cuando pensé que estaba embarazada, miré la luna y empecé a contar des-
de aquel momento. Conté nueve meses, y en el décimo se produjo el parto. Al-
gunas mujeres lo pasan muy mal, otras lo encuentran fácil. En cuanto a mí, los
dolores del parto empezaron por la noche. Seguí con ello durante todo el día si-
guiente, la noche de ese día y la mañana del siguiente. Debía de ser cerca del me-
diodía cuando nació mi hijo. Nos acompañaban nuestros médicos indios, que
nos preparaban brebajes. A uno de estos médicos le llamaron esa última maña-
166 La vida de la mujer piel roja

na. Mi esposo le dio lo mejor de sus caballos como paga. Cuando hubo escogido su
caballo, entró directamente y rezó por mí y me trató. Después de esto empecé a
sentirme bien y llena de ánimo.
"Inmediatamente después de que naciera el niño y se hicieran cargo de él, mi
madre comenzó a lavarme. Una vez limpia, empezó a darme un masaje para vol-
ver a ponerme los huesos en su sitio. Me dieron de beber un poco de caldo y des-
pués me hizo echar para que descansara. Aquel primer niño murió porque mima-
dre, a causa de la excitación, cortó el cordón umbilical demasiado corto y entró
aire en el estómago del bebé y lo mató. Si yo hubiera estado en un hospital, po-
drían haberle operado y se habría salvado. No había ningún médico indio que pu-
diera ayudar. Los médicos indios tienen muchas buenas hierbas y medicinas. Es
una lástima que los médicos modernos no aprendan a conocerlas y a utilizarlas. Si
lo hicieran, estaría muy bien."
De acuerdo con las costumbres de mis abuelas, cuando nace un niño se le en-
vuelve con harapos viejos. La madre de la joven solía guardar trapos viejos desde
un tiempo antes del parto. Por supuesto, eran trapos limpi\>S· El bebé iba vestido
así durante sus primeros treinta días, y la madre también. Esta seguía llevando la
ropa que llevó durante el embarazo. Por lo general se quedaba con su madre du-
rante ese tiempo, lejos de su esposo. Ninguna persona enferma podía estar en la ca-
sa donde cuidaban de ella. No realizaba ningún trabajo pesado durante esos trein-
ta días.
Durante este período de reclusión, la nueva madre era bañada y sometida a
una ceremonia de purificación cada cuatro días. Su madre la lavaba y luego la cu-
bría con una manta.Tenía que sentarse junto al altar, donde se hacía el incienso. El
incienso ascendía por debajo de la manta y purificaba el cuerpo de la joven madre.
Mi abuela, AnadaAki, todavía vivió todas estas experiencias cuando era joven.
Para devolver su forma al cuerpo de la madre, ésta, además de someterse a los
masajes, debía llevar un "cinturón" o faja de cuero. Era lo bastante ancho como
para cubrir su abdomen y estaba sujeto muy firmemente. No utilizaba alfileres pa-
ra sujetar el vestido de harapos. Liaba el bulto de harapos de su bebé con cordones
de cuero. Éste era una especie de período de prueba con el que se aseguraba que to-
dos sobrevivirían al nuevo nacimiento. En aquellos tiempos era frecuente que los
niños murieran a los pocos días de nacer, y no era raro que las madres también mu-
rieran del parto.
Al cabo de los treinta días trasladaban el campamento, la madre era purifica-
da una vez más, y se vestían con sus nuevas ropas. Generalmente hacían una
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 167

nueva cuna para el niño. Y, más o menos en ese momento, también le ponían un
nombre.
Por lo general, el padre se encargaba de la ceremonia de dar el nombre al ni-
ño. Si era un hombre importante, o un hombre santo, podía ser que él mismo
pusiera un nombre a sus hijos. Pero la mayoría de los hombres llevaban a sus hi-
jos a algún anciano notable. Estos ancianos eran personas que habían tenido una
vida larga y buena y cuyas plegarias eran conocidas por su fuerza. El padre siem-
pre entregaba al anciano algún tipo de regalo o de paga -quizás un caballo, o va-
rias mantas, o algo de dinero, o tal vez las tres cosas a la vez, si realmente quería
que su hijo tuviera un buen nombre desde el principio.
El anciano escogido inicia la ceremonia de dar el nombre con una plegaria_
Tornará un poco de pintura de tierra sagrada y pintará el rostro del niño mien-
tras reza. Esto es la primera bendición que recibe el niño desde que nace. Esta
bendición también la reciben los padres durante la ceremonia. Como parte de la
oración, el anciano anuncia el nombre que ha elegido para el niño, y se proclama
en voz alta para que todos puedan oírlo. A continuación se expresan deseos de
buena suerte y larga vida. Esta costumbre todavía es muy común entre los blo-
ods. La mayoría de los adultos tienen un nombre especial, en lengua blackfoot,
que recibieron de este modo. Respecto a la imposición de los nombres, mi ma-
dre tiene que añadir lo siguiente:
"Las madres por lo general dan apodos a sus hijos, mediante los cuales se les
conoce cuando son pequeños. A menudo consisten en una descripción de algún
rasgo notable del niño, como Niña de Cara Redonda, Niña de Pelo Largo, o Ni-
ña Rechoncha. Habitualmente, cuando el niño es algo mayor, estos nombres se
abandonan. Sin embargo, a uno de mis hijos le pusimos Ojos Negros y todavía
se le conoce por este nombre.
"Casi no sé de ningún caso en que nuestros ancianos dieran nombres que
describieran realmente al niño en algún aspecto. Otras tribus lo hacen, pero no-
sotros generalmente damos nombres heredados de nuestros antepasados. La
mayoría de nuestros nombres famosos de antaño todavía los llevan hoy algunos
miembros de nuestra tribu. Por ejemplo, uno de mis hijos recibió hace poco el
nombre de Cuerno Bajo, en honor de su bisabuelo, que era un jefe de la tribu. El
Cuerno Bajo del que procedía el nombre vivió hace tanto tiempo que es mencio-
nado en nuestras leyendas.
"Mi hija lleva el nombre de su bisabuela, SikskiAki, que significa Mujer de
Cara Negra. Es un honor que le concedió uno de los hijos de aquella bisabuela,
168 La vida de la mujer piel roja

que era un hombre anciano cuando nació mi hija. Él ya no está ahora, pero el re-
cuerdo de su madre pervive a través de su nombre.
"Mientras que los hombres las más veces tienen un nombre heredado, las
mujeres generalmente recibían nombres de famosas hazañas guerreras. Se pedía
a los viejos guerreros y jefes que dieran estos nombres a las niñas pequeñas con el
fin de bendecirlas con la buena suerte y el éxito de las expediciones guerreras.
Algunos nombres corrientes eran Mujer Apuñalado-en-el-Agua, Mujer-Dispa-
ro-Preciso y Mujer Captura-de-Medicina. Una cosa que todas tenemos en co-
mún es que nuestros nombres terminan con Mujer. Esto es extraño, ya que no
hay muchos nombres de hombre que terminen con Hombre."
Nuestro difunto abuelo, Willie Araña-al-Blanco, fue objeto de una poderosa
ceremonia cuando nació, en 1877. Su madre había tenido mala suerte con los hi-
jos. Hasta nacer él, todos habían nacido muertos o habían muerto poco después
de nacer. Sus padres deseaban desesperadamente que viviera, por lo que acudie-
ron a una anciana señora llamada Mujer Nutria Sagrada, que era una mujer santa
célebre por sus poderes espirituales. La anciana señora rezó por él y luego se cor-
tó una parte del dedo meñique y la dio al Sol como ofrenda. Mis abuelas conside-
raban esto como una forma de sacrificio poderosísima. Muchas de ellas hacían
lo mismo en momentos de necesidad.
La anciana señora también tomó a nuestro abuelo, lo envolvió con unas
mantas y lo ató en lo alto de un árbol como si estuviese muerto. Su madre estaba
al pie del árbol y se lamentaba por él. La anciana señora dijo a la madre que nun-
ca tendría que volver a hacer esto. Tenía razón, ya que nuestro abuelo vivió has-
ta los noventa y siete años.
Mis abuelas siempre han tenido una relación estrecha con sus nietos, aun
hoy en día. Es frecuente que los abuelos tengan viviendo en su casa a uno de los
nietos y lo críen. Uno de nuestros cuatro hijos vive con mis padres en estas con-
diciones. Él y mi padre nacieron el mismo día, el 9 de enero, y ambos tienen el
mismo nombre, Edward. La tradicional intimidad entre ancianos y nietos pro-
piciaba que los pequeños recibieran los mismos valores con los que fueron edu-
cados sus padres. También favorecía que los niños recibieran mucha atención,
cosa que, tristemente, a muchos niños modernos parece faltarles. Si la madre y
el padre de un niño que lloraba se hallaban ocupados, siempre solía haber por
allí una abuela o un abuelo que podía ver qué sucedía. En consecuencia, no tene-
mos la costumbre de zurrar a los niños, aunque a veces se hacía. Esta abundante
atención ayuda a explicar cómo los padres conseguían manejar a media docena o
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 169

más de niños pequeños dentro de sus atestados tipis en los largos y fríos días y
noches de invierno. Los mayores contaban historias, realizaban juegos y ayuda-
ban de formas diversas a mantener ocupada la mente de los niños.
Cuando yo era joven, solía llevar a mi hermano pequeño a casa del tío de mi
padre, porque su esposa nos contaba historias de los tiempos antiguos. Era una
narradora realmente buena, y a nosotros no nos importaba caminar varias mi-
llas por la pradera para visitarla, a ella y también a nuestros primos. Nos tenía
entretenidos durante horas. Puedo imaginarme c6mo habría sido si todavía hu-
biéramos vivido en nuestros antiguos campamentos de tipis, con tías y tíos y
abuelos viviendo a corta distancia de nuestra casa.
En el pasado era frecuente que, a las viudas mayores que estaban solas, algún
pariente les diera un niño huérfano. Todo niño que hubiera perdido a su madre
era adoptado por un pariente, generalmente la abuela. El primer marido de mi
abuela, Joe Beebe, fue criado de este modo. Su madre muri6 en el patto, y por es-
to lo cri6 su abuela. Esta anciana lo llevaba con distintas madres que amamanta-
ban a sus hijos para que él pudiera también alimentarse con un poco de leche. En
otros momentos lo alimentaba a base de caldos y, cuando el niño estaba dema-
siado irritado, le dejaba chupar sus propios pechos, ya secos.
Mi abuelo chup6 tanto tiempo los pechos de su abuela que éstos empezaron
a dar leche. Esto es cierto, pues varios parientes me han contado que todos los
ancianos hablaban del hecho. Ella estaba muy orgullosa de sí misma y exhibía su
capacidad de cría siempre que podía.
Generalmente, a los niños no se les alimentaba con nada más que con leche
materna durante los primeros tres o cuatro meses. Su primera comida solía ser
un poco de caldo, y se les daban huesos pata que los chuparan. He oído contar de
niños que mamaron hasta pasados los seis años de edad. No era rato que un niño
que estaba jugando de pronto se metiera corriendo en el ti pi y pidiera a su madre
que le diera de mamar. A algunas madres les gustaba amamantar a sus hijos du-
rante mucho tiempo como forma de control del embarazo. Pero me han dicho
que esto no siempre funcionaba.
Los bebés permanecían envueltos la mayor parte del tiempo. Iban vestidos
en la parte superior del cuerpo, mientras que la inferior estaba recubierta de
musgo suave y seco. Después los envolvían con tela o cuero suave y los ponían
dentro de su bolsa o cuna de musgo. La bolsa de musgo queda atada por la parte
anterior de modo que sólo queda al descubierto la cabeza del beb~. Se sujeta una
tabla en la patte posterior de la bolsa a fin de darle un mateo s6lido, pata trans-
170 La vida de la mujer piel roja

portarla y para que el bebé quede más protegido. Yo he usado ambas cosas con
mis hijos.
Me gusta mucho observar a los bebés cuando desato su bolsa de musgo y esti-
ran los bracitos y las piernas. Se acostumbraban tanto a estar en su bolsa que a
menudo no se dormían si no les ponía en ella. De este modo están tan bien acol-
chados que me siento muy segura cuando tengo que moverlos. Siempre me han
dicho que los bebés no son lo bastante fuertes como para estar en brazos todo el
tiempo, a menos que estén bien protegidos, como en este caso.
Las cunas de este tipo eran casi esenciales en los tiempos en que mis abuelas
realizaban todos sus viajes a caballo. La correa de la parte posterior de la cuna se
colgaba en la gran asta de la silla de montar femenina de estilo tradicional. Si la
madre estaba trabajando por el campamento, colgaba la correa en alguna rama a
cuya sombra pudiera dormir el bebé.
Dentro del tipi, o de la casa, mis abuelas hacían pequeñas hamacas donde po-
nían a los bebés para que no entorpecieran el paso. Y o he utilizado este sistema
con mis hijos. Sujetaba dos cuerdas paralelas en dos paredes adyacentes de modo
que colgaran como un columpio. Luego doblaba una manta de un lado a otro
entre las dos cuerdas, con lo que quedaba como una hamaca en miniatura. Se
puede hacer de manera más sencilla cogiendo una pieza de lona rectangular y ha-
ciendo un dobladillo en los dos lados más largos de modo que se pueda hacer pa-
sar una cuerda a través de cada dobladillo. Después se sujetan a las paredes los ex-
tremos de las cuerdas. En un tipi, las cuerdas van de un palo a otro.
El bebé se coloca dentro de esta pequeña hamaca en su bolsa de musgo. Y o
suelo atravesar un palo entre los dos lados de la hamaca con el fin de ensancharla
y asegurar que el niño tiene bastante espacio para respirar_ Si puedo, cuelgo la
hamaca sobre mi cama, por si se cayera. Y también la descuelgo por la noche y
dejo que el bebé duerma conmigo o en su propia cama. No la tengo encima du-
rante la noche, y mis abuelas dicen que los malos espíritus a veces descienden
por los palos del ti pi por la noche y tratan de llevarse a los bebés. Muchas veces
he tranquilizado a bebés llorones metiéndolos en la hamaca y meciéndolos has-
ta que se quedaban dormidos.
Cuando el niño empieza a andar se le dan las primeras lecciones de respeto.
Todas las familias solían tener un altar en su tipi, y los niños tenían que aprender
desde el principio que no podían jugar a su alrededor. Los padres, más que pegar
a los niños, preferían alejarles de las malas costumbres infundiéndoles temor.
Podían hacer que a sus hijos les asustaran los objetos peludos. Cada vez que el pe-
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 171

queño trataba de meterse en algiín lugar en que no debía, la madre ponía algo pe-
ludo encima del objeto y el niño se refrenaba por miedo.
Cuando los niños llegaban a la edad en que ya podían comprender algunas
cosas, los padres siempre les decían cosas así: "No te alejes del ti pi, o vendrá el lo-
bo y se te llevará", o "no salgas por la noche porque es cuando los fantasmas sa-
len y podrían venir por ti''. Frases como éstas impedían que los niños pequeños
se alejaran de la casa. Si la madre tenía que ir a alguna parte a pie, se llevaba al pe-
queño, envuelto en una manta y colgado a su espalda. En comparaci6n con las
madres modernas, mis abuelas prestaban mucha atención a sus hijos. Los niños
crecían en medio de la actividad cotidiana de la casa, y por esto aprendían los va-
lores y costumbres familiares de un modo natural.
Mi abuela me cont6 lo siguiente sobre su infancia:
"Y o era la menor de mis hermanos. Mi madre quería que llegáramos a viejos
y por esto nos animaba a seguir sus consejos. Nos enseñó desde el primer mo-
mento a respetar a las personas mayores. Como mi padre era un hombre de me-
dicina, siempre nos visitaba mucha gente. A veces mi madre me daba un trozo
de carne y me decía: 'Pídele a aquella señora que te lo mastique.' Se trataba de al-
guna anciana especial, de alguien con mucho poder para curar o para organizar
Danzas del Sol. La anciana masticaba mi carne y luego me la daba para que la tra-
gara. Esto era una bendición para mí, algo como recibir una parte de su vida. Se
nos enseñaba que, siempre que tuviéramos alguna moneda de sobra, la diéramos
a personas ancianas como ésta".
"Como siempre había muchas personas espirituales que venían a visitar a
mi padre, se nos enseñaba a no alborotar en su presencia. Las personas que po-
seen poderes espirituales tienen la obligaci6n de seguir un gran número de re-
glas. Nunca se nos permitía pasar por delante de ellos, especialmente si estaban
fumando. Éstas eran las reglas, y a nosotros nunca se nos ocurrió discutirlas. Mi
padre pintaba a sus hijos y nietos, y rezaba por ellos, para que no les ocurriera
nada malo si por accidente pasaban por delante de él o hacían algo en contra de
1-as reglas.
"Si los niños de una casa no se portaban bien, la madre o el padre podían ir a
buscar a algún anciano o anciana para que les diera una reprimenda. Si los niños
seguían portándose mal, el anciano o anciana sacaba un punz6n y les agujereaba
las orejas allí mismo. Esto era muy eficaz para enseñar una lección a los niños.
"De todos modos, en mi juventud todos los niños -chicos y chicas- tenían
las orejas agujereadas para llevar pendientes. Generalmente esto lo hacía alguna
172 La vida de la mujer piel roja

anciana cuando los niños aún eran bebés. Las piezas de concha redondas eran el
tipo de pendiente más popular entre los bloods."
Como pasamos mucho tiempo con nuestros mayores, mis hijos han aprendi-
do desde el principio a ser respetuosos. Aun hoy vienen a nuestra casa ancianos
que tienen ciertas reglas que hay que observar en su presencia. Cuando estaba
nuestro abuelo, por ejemplo, todo el mundo tenía que permanecer sentado mien-
tras él comía. Los niños disfrutan con los ancianos porque con ellos oyen mu-
chos relatos y canciones. Algunas canciones infantiles contienen frases absurdas
como: "Urraca, urraca, ven ante mí y clava tu bolsa junto a la puerta"; o "ardi-
116n, ardill6n, con pechos robustos; con pechos robustos; con pechos robustos".
A veces, la persona anciana hace jugar un juego a los niños, como el de apre-
tarse unos a otros el dorso de la mano y mantenerlas bien agarradas hasta que hay
un gran mont6n de manos. Al primero que se suelta, los demás le hacen cosqui-
llas. Las canciones se llaman canciones de cuna, y las madres las cantaban a sus be-
bés para que se durmieran. U na que les daba mucho miedo decía estas palabras:
"Lobo, lobo, ven a comerte a este niño que no quiere dormir."
A los niños pequeños se les dejaba que jugaran juntos, y en verano a menudo
iban desnudos. Pero, tan pronto como tenían edad suficiente para conocer la di-
ferencia entre niños y niñas, se los separaba. A partir de entonces, las niñas eran
vigiladas atentamente por sus madres y tías, y no se permitía que ningún chico se
les acercara. Si hacían algo que pudiera ocasionar un descrédito para la familia,
eran castigadas severamente -sobre todo por parte de sus propios hermanos.
Hermanos y hermanas aprendían a respetarse mutuamente desde una edad
muy temprana. A las chicas nunca se les permitía que se vistieran indecorosa-
mente delante de sus hermanos. Algunas de estas costumbres han pervivido hasta
hoy, puedo asegurarlo. Yo era la única chica de mi familia, y tenía seis hermanos
que me vigilaban. Estas costumbres sin duda fueron causa de muchas lágrimas y
disgustos para mí y para algunas de mis amigas -como cuando teníamos novios a
quienes nuestros hermanos no aprobaban, o como cuando queríamos seguir la
moda y llevar faldas más cortas.
En los tiempos en que mis abuelas eran niñas, los únicos juguetes que tenían
eran pequeñas copias de los objetos con los que sus madres trabajaban -pequeños
tipis y equipos de acampada, muñecas y cunitas, y herramientas en miniatura pa-
ra curtir y cocinar. Se les hablaba de las mujeres santas que organizaban las Dan-
zas del Sol, con la esperanza de que aprendieran a ser honradas, buenas y virtuo-
sas.
En tomo a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 173

A menudo he oído decir que los indios de antaño vendían a sus hijas. Hay algo
de verdad en ello, pero en gran parte obedece a una comprensión errónea de nues-
tras costumbres. Cuando un joven digno se casaba con una muchacha respetable,
ambas familias intercambiaban regalos. Sin embargo, para obtener la aprobación
de los padres de la muchacha, el joven tenía de demostrar primero cuán generoso
podía ser enviándoles varios buenos caballos y otras pertenencias. Como en la
transacción los padres perdían a una buena trabajadora de la casa, estos objetos de
valor podían considerarse como el rendimiento de la inversión que habían reali-
zado criando ala hija hasta su plenitud. Imagino que algunos padres considerarían
la cuestión en estos términos -en especial los padres que tenían varios hijos varo-
nes. Hay que tener en cuenta que el matrimonio de la hija significaba que a partir
de aquel momento la joven estaría comprometida con su esposo y con la familia
de éste. Era frecuente que los padres apenas volvieran a verla después de la boda.
El modo en que un joven expresaba por primera vez su deseo de casarse con
una muchacha determinada era enviando un regalo muy especial a los padres de
ésta. Como el hombre era el que mandaba en su familia, era él quien debía decidir.
Pero es indudable que la mayoría de los hombres consultaban con sus esposas an-
tes de decidir, y los hombres bondadosos también consultaban a sus hijas. Esta
costumbre ha desparecido en los últimos años, desde la época del matrimonio de
mi madre.
Este regalo especial, generalmente lo llevaba a los padres de la muchacha un
amigo del joven que la quería. Si los padres aceptaban el regalo, el matrimonio
quedaba decidido. A veces esto ocurría aunque a la muchacha no le gustara su pre-
tendiente, o aunque ya estuviera enamorada de otro. En la mayoría de los casos,
sin embargo, a las jóvenes no les importaba. Habían estado vigiladas tan de cerca
mientras crecían que en realidad no tenían mucho que opinar sobre los diversos
hombres a los que podían elegir. Había unos pocos jóvenes que sobresalían por su
bravura o por su riqueza precoz. Los padres de las muchachas trataban de conse-
guir a estos jóvenes como yernos, ya que tenían más posibilidades de mantener
bien a sus hijas, e incluso a ellos mismos cuando fueran viejos. Los padres que te-
nían varias hijas esperaban que la mayor pudiera encontrar un marido ambicioso
que también pudiera tomar como esposas a las hermanas menores cuando tuvie-
ran edad para ello. Algunos jefes tenían hasta diez esposas, muchas de las cuales
eran a menudo hermanas. Sé de una mujer que sólo tenía seis o siete años cuando
se convirtió en la esposa más joven de un jefe principal que se había casado con su
hermana mayor.
174 La vida de la mujer piel roja

Algunos padres intentaban que sus hijas se casaran a una edad muy tempra-
na a fin de que fueran fieles a su primer esposo y quizás algún día pudieran orga-
nizar una Danza del Sol. Una de mis abuelas lejanas, que aún vive, fue entregada
como esposa a un joven cuando ella s6lo tenía siete años. Sus padres eran pobres,
y ese joven era muy prometedor. Acababa de terminar sus estudios. Los dos pa-
saron la vida juntos, tuvieron muchos hijos, las cosas les fueron bien y fueron fe-
lices. Todavía se ríe cuando cuenta cómo la hermana pequeña de su marido le
dejaba sus juguetes para jugar, después de la boda, y c6mo su esposo se enfadaba
con ella porque comía pan a hurtadillas en la cama y la dejaba llena de migas.
Hoy en día una muchacha se reiría si sus padres le dijeran con quién tenía
que casarse. Probablemente se pelearía con sus hermanos si éstos le dijeran có-
mo tenía que vestirse y comportarse. La ley castigaría duramente a estos herma-
nos si cortaran la nariz a su hermana como castigo por traer la deshonra a la fa-
milia con un comportamiento público disoluto. Y me pregunto cuántos
jóvenes serían capaces de reunir suficientes caballos y otras cosas para satisfacer
a los padres de una buena esposa potencial. Y sin embargo éstas son las costumbres
que mis abuelas conocían y por las que vivían hasta hace unos pocos años.

SOBRE EL CONTROL DE LA NATALIDAD


U na cosa que a muchas mujeres jóvenes les gusta saber respecto a las costum-
bres de mis abuelas es qué hacían para evitar tener hijos; cuáles eran sus métodos
naturales para controlar la natalidad. La historia tribal y los relatos familiares
nos enseñan que la natalidad no se controlaba mucho en los tiempos antiguos.
Había personas que no podían tener hijos, entre ellas varios hombres muy fa-
mosos del pasado. Pero entre el resto de las personas era frecuente ver familias
con ocho, diez o doce hijos. Como se sabe, la naturaleza regula la natalidad con
la edad, la salud, el tipo de alimentaci6n, etc. Nuestra gente, por lo general, se
contentaba con esto. Hay que tener en cuenta que la vida de antaño era dura y
peligrosa, y la mortalidad infantil a menudo era alta. Y también había mucha
tierra y generalmente mucha comida para todos los que conseguían vivir.
He oído hablar de ciertas plantas y hierbas que se usaban para evitar el parto.
A menudo, más que evitar el embarazo, lo que hacían era interrumpirlo. Los
hombres y mujeres que administraban estas cosas eran personas poderosas que
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 175

poseían grandes conocimientos sobre sus hierbas medicinales.No sé de nadie así


que viva todavía. Personalmente, nunca me ha tratado ninguna de estas perso-
nas por esta cuestión, por lo que no estoy en condiciones de decir nada más so-
bre ello.
Había otra forma de impedir el embarazo que mencionaré sólo como curio-
sidad. Mis abuelas me han dicho que la clase de poderes espirituales necesarios
para que esto funcione ya no existen hoy. Las iíltimas personas que participaron
en estas tradiciones ya casi han desaparecido.
Este sistema no incluía el uso de hierbas, sino tan sólo una fe intensa en los
poderes de ciertos espíritus. Las personas que poseían estos poderes confeccio-
naban símbolos de serpientes o de mariposas, que se consideraban poderosos en
relación con el parto. Estos símbolos se entregaban a las mujeres que no querían
tener hijos. Tenían que llevarlos consigo, junto a su cuerpo, todo el tiempo. Por
ejemplo, las serpientes se hacían con cuero, se rellenaban y se llevaban como un
cintur6n. El relleno estaba formado de materiales especiales, y el cuerpo de la
serpiente estaba recubierto especialmente de abalorios y pinturas sagradas. A
menudo se ordenaba a las mujeres que permanecieran sobre la humareda produ-
cida por un incienso especial, a fin de que el humo ascendiera por su cuerpo. Te-
nían que hacerlo todas las noches mientras no quisieran tener más hijos.
Me han hablado de un hombre que vivi6 hace mucho y que era famoso por
sus poderes relacionados con el nacimiento. Dibujaba la figura esquemática de
un hombre en la manta de una mujer determinada, y ésta no tenía más hijos. Si la
mujer cambiaba de idea y querÍa volver a tener hijos, el hombre simplemente se
sentaba sobre la manta durante un rato y cambiaba el hechizo.

LA SAL VlA DE LAS MUJERES


0 rtemisia Erigida)
Había una planta, en el mundo de la botánica blackfoot, que se reservaba
prácticamente para el uso exclusivo de las mujeres. Por esta raz6n se la llamaba
salvia de las mujeres. Había una planta similar que se llamaba salvia de los hom-
bres porque era utilizada principalmente por los hombres. Ambas clases crecían
en abundancia en las praderas, juntas y separadas. La salvia de las mujeres tiene
las hojas más pequeñas y muchas más vainas de semillas que la salvia de los hom-
bres, que crece de forma más tupida. Ambas tienen las hojas de color gris y un sa-
bor amargo.
176 La vida de la mujer piel roja

Las mujeres usaban esta salvia para toda clase de cosas, internas y externas.
Se tomaba como brebaje para los resfriados y enfermedades del pecho, así como
para otras dolencias. Muchas de estas prácticas eran enseñadas a las mujeres mé-
dicos en sueños y visiones.
Utilizaban esta salvia como emplasto para cortes y hemorragias nasales, co-
mo relleno en los mocasines para el mal olor de pies y, bajo las axilas, como des-
odorante. Arrancaban las hojas y con ellas hacían una almohadilla que usaban
durante la menstruaci6n. Las almohadillas no s6lo absorbían la sangre, sino que
también servían como medicaci6n para impedir que la piel se irritara. Habitual-
mente se usaban manojos de esta salvia a modo de papel higiénico.
,
LA PREPARA CION DE LA COMIDA
Con todos los nuevos tipos de comida que la civilizaci6n ha traído consigo,
los indios ya no comen, ni de lejos, de un modo tan sano como solían. Pero hay
algo que sigue igual: la dieta básica del indio es la carne, junto con ciertas clases
de tubérculos. En los viejos tiempos era carne de caza, sobre todo de bisonte, y
raíces silvestres como camas y nabos. Hoy en día la carne viene sobre todo de la
carnicería, y las verduras de la tienda de ultramarinos. Por desgracia, los niños se
aficionan enseguida a todas esas comidas preparadas que hoy son tan fáciles de
conseguir. Esta comida es tan dulce y fácil de comer que a algunos niños ya ni si-
quiera les gusta la carne y la verdura.
Y o crecí con el sabor de la carne de caza, las tripas cocidas y las sopas deba-
yas. Todavía las considero mis comidas favoritas. Nunca supe de un indio black-
foot que fuera vegetariano. Pero he aprendido sobre las comidas modernas y so-
bre c6mo distinguir las buenas de las malas. Incluso en el internado nos
enseñaron acerca de los valores nutritivos. He oído muchas críticas contra nues-
tros internados y contra las monjas que lo dirigían, pero raramente veo señalar
las muchas cosas buenas que allí teníamos y que allí aprendimos. Gran parte de
lo que comíamos se cultivaba en el huerto del colegio, donde podíamos vigilar-
lo. Como no tenía el toque personal de las comidas caseras de nuestras madres,
tendíamos a burlarnos de esta comida y a rechazarla. Se cocinaba en grandes can-
tidades para una gran cantidad de alumnas, pero era una alimentaci6n básica y
nutritiva.
Enctientro que algunos de los sistemas de cocinar de mis abuelas no son
prácticos en una bulliciosa casa actual. Pero sus métodos constituyen sin duda
En tomo a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 177

un buen conocimiento de supervivencia, ya sea para acampar o por cualquier


cosa que pudiera suceder en el mundo que hiciera que estos conocimientos fue-
ran importantes para sobrevivir. Si quiere tener una idea de cómo cocinaban
mis abuelas de antaño, s6lo tiene que imaginar esto: ha de preparar una comida
para diez personas hambrientas, pero no dispone de horno, ni de ollas, ni de sar-
tenes, ni de platos. De hecho, no tiene siquiera un buen cuchillo ni cerillas. Por
esto mis abuelas cocinaban de manera muy simple. Sus cuerpos estaban mucho
más en armonía con la naturaleza de lo que nunca podrían estarlo los_nuestros,
ya que su comida era sencilla y tomada directamente de la naturaleza.

EL SECADO DE LA CARNE

La carne seca, o tasajo, es fácil de hacer. El proceso principal es el de cortar la


carne fresca en tajadas lo bastante finas como para que se sequen rápidamente
antes de que se puedan estropear. Después se cuelgan estas tajadas de unos corde-
les sujetos de un lado a otro del techo. El calor de la cocina secará las tajadas en
unos pocos días. U na vez que están completamente secas, se pueden guardar du-
rante años.
Para empezar, no se corta la carne en tiras pequeñas. Esto se hace al final, con
las sobras. Lo más fácil es empezar con uno de los cuartos traseros de un animal
-tanto da si es bisonte o vaca, ciervo u oveja-. De hecho, este método sirve inclu-
so para ciertas verduras.
Cortar los cuartos traseros es un poco como desenvolver un paquete de car-
ne compuesto de muchos paquetes pequeños. Es similar a cortar en rodajas una
manzana sin que se rompa la cáscara. Un corte transversal de la pieza revela un
montón de secciones planas enrolladas unas dentro de otras, como una antorcha
hecha con un peri6dico enrollado. La idea es desenrollar las secciones y aplanar-
las sin hacer muchos destrozos.
Cuando se han separado las secciones unas de otras, se corta cada una de ellas
longitudinalmente, no de través. Luego se empiezan a cortar en tajadas de modo
que se desenrollarán y quedarán planas. Estas piezas planas son las que se colga-
rán para secar. Si se quiere eliminar la sangre y limpiar las piezas, se pueden po-
ner en remojo en una solución de agua con sal dentro de un cuenco grande, antes
de colgarlas para secar. Depende de lo que a uno le guste la carne con aspecto y
sabor sanguinolento.
178 La vida de la mujer piel roja

Generalmente preparo la carne seca durante las estaciones frías, cuando no


hay moscas y la cocina permanece caliente gracias al fuego del horno. Cuando
tengo que secar carne en un tiempo más cálido escojo entre varias posibilidades.
La más sencilla es secar la carne al aire libre manteniendo debajo de ella un fuego
bajo y humeante. Esto hace que se seque más rápido y mantiene alejadas a las
moscas. O, después de remojar la carne en el agua con sal, se puede añadir un po-
co de pimienta y colgarla en un ahumadero. El ahumadero más simple es un tipi
pequeño, con una puerta que cierre herméticamente y unos buenos alerones su-
periores. Se cuelga la carne en cordeles atados entre varios palos, a unos 150 o
200 cm del suelo. Luego se enciende un buen fuego en el centro y se deja arder
hasta que hay muchas brasas. A continuación se pone un montón de leña verde
sobre las brasas. En estos casos solemos utilizar troncos partidos de álamo. Estos
troncos silbarán y humearán terriblemente, sobre todo después de cerrar bien el
ti pi para que en su interior no haya corrientes de aire. U nos dos días bastarán pa-
ra secar la carne de un ciervo o un alce.
Otro método de preparar la carne para que se seque en tiempo caluroso es
hervirla o cocerla primero en el horno durante un rato. Después de colgarla en
los cordeles, se toman unos palitos del tamaño de mondadientes y se insertan en-
tre las dos mitades de cada pieza, separándolas para que no se peguen. Estos pali-
tos harán que la carne se seque mucho más deprisa y ayudarán a evitar que en ella
se produzcan las zonas oscuras a las que acuden principalmente las moscas. En
un día o dos la parte superior de la carne se habrá secado y endurecido. Luego se
toman todas las piezas y se doblan y se cuelgan con la otra parte hacia arriba, que
se secará a su vez. La mayoría de las moscas no pueden penetrar en esa cáscara
dura. Por lo ge.geral, se necesitan cuatro o cinco días para que la carne se seque
bien en mi cocina. Luego la guardo en sacos de lona.
Todavía he aprendido otro sistema de preparar la carne para conservarla, y
es el de pulverizarla. La cuezo un rato en el horno, hasta que empieza a tomar un
color rojo. Después la rocío con agua y la machaco con un mazo. Pongo un
montón de piezas en una toalla o en un trapo y las dejo sobre una superficie du-
ra. Mis abuelas usaban unas piedras especiales para esto, una oblonga para ma-
chacar y otra plana para la superficie dura. Cuando la carne ya está machacada,
la dejo en una fuente para que se seque durante un día o dos. Luego la guardo en
un tarro grande.
Utilizo la carne machacada para añadirla a platos sin carne durante las tem-
poradas de calor. La mezclo con salsas de carne, o añado una cucharada a un
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 179

cuenco de sopa o ensalada, o simplemente espolvoreo un poco sobre lo que co-


mo. Naturalmente, se puede comer toda clase de carne seca tal cual, como ten-
tempié energético. Pero como más la sirvo es hervida. He aprendido a dejarla
hervir todo el día para que se vuelva muy tierna. Especialmente si procedía de
un animal viejo o correoso. La carne joven y tierna es mejor, por supuesto, pero
generalmente la comemos fresca. S6lo los animales grandes tienen bastante car-
ne para poderla secar.

ALGUNAS RECETAS

No puedo decir que posea un mont6n de recetas de mis abuelas transmitidas


de generaci6n en generaci6n. Y a ha leído sobre los métodos tradicionales de co-
cinar que se usaban en los tiempos antiguos. La falta de utensilios, de especias y
de alimentos variados hacía que la cocina fuera bastante simple. Mis abuelas s6lo
aprendieron a utilizar comida comprada en las tiendas a partir de la época de las
reservas, por lo que mis recetas sólo proceden de ese período.
Me han contado algunas historias divertidas sobre cómo reaccionó la gente
de antaño ante algunos de los alimentos entregados por el gobierno o vendidos
por traficantes y tenderos. Por ejemplo, cuando recibieron arroz por primera
vez lo tiraron porque creyeron que el gobierno trataba de hacerles comer larvas
secas. También tiraban la harina con el fin de utilizar los sacos para hacer vesti-
dos. En aquellos tiempos, los niños estaban muy orgullosos de llevar camisas
con dibujos y palabras escritas. Cuando recibieron granos de café por primera
vez, trataron de cocerlos en las brasas porque eran demasiado duros para comer-
los crudos. Creo que estas cosas ocurrían porque se les entregaban estos alimen-
tos nuevos sin instrucciones sobre el modo de usarlos.
Tras el inicial desperdicio de harina, mis abuelas no tardaron mucho en
aprender a utilizarla. Desde entonces, el pan se ha convertido en un elemento
básico de toda comida india. A menudo se prefiere el pan de levadura, pero el
pan frito es mucho más fácil de hacer y de guardar. La falta de espacio vital de los
primeros tiempos de las reservas (y, hasta cierto punto, también de hoy) no per-
mitía tener mucho sitio donde dejar la masa de pan para que se leudara. Mima-
dre me cont6 el caso de una mujer que solía envolver su masa en un gran abrigo
para protegerla. En una ocasi6n se olvid6 de ella, y el pan sigui6 hinchándose
hasta que las mangas del abrigo se llenaron de masa y el abrigo parecía vivo. La
180 La vida de la mujer piel roja

casa estaba atestada de gente, por lo que la anécdota del abrigo lleno de masa cir-
cul6 por toda la tribu.

PAN FRITO INDIO


Ninguna comida "tradicional" india está completa sin un gran mont6n de
pan frito, aunque nuestros antepasados nunca habían probado ninguna clase de
pan y ni siquiera conocían la harina. En los powwows y otras celebraciones in-
dias hay tantos puestos de venta de pan frito como de perros calientes en una fe-
ria de condado. Algunas familias se pagan el viaje de un powwow a otro com-
prando un gran saco de harina, haciendo con ella pan frito, colgando un cartel
anunciando su producto y vendiéndolo a tanta velocidad como pueda freírse.
Los ingredientes para una hornada básica son los siguientes:
3 tazas de harina
1 cucharilla de levadura
1 pizca de sal
agua
Ponga los ingredientes secos en un cuenco, y luego apártelos a un lado del
mismo antes de añadir el agua. Añada agua suficiente para formar una masa rígi-
da y amásela bien. Caliente un poco de manteca o de aceite en una sartén y añada
la masa, a la que se habrá dado la forma de pastelitosplanos de unos 12 cm. Fría
cada pastelito hasta que esté dorado, déle la vuelta y haga lo mismo con el otro
lado. Sírvalos solos o con mermelada.

PAN ÁZIMO INDIO


El pan ázimo es un pan plano hecho a la medida de su sartén y servido con
cualquier comida en lugar de galletas o pan de levadura. Los ingredientes básicos
y el proceso de elaboraci6n son los mismos que para el pan frito, excepto que no
se fríe ni se cubre de aceite. En vez de esto, se hace una pieza grande con todo
mezclado y se pone en la sartén untada de aceite. Se puede cocer sobre un fuego
abierto, en el fogón de la cocina o en el horno. Si se añade un poco de manteca o
grasa a la masa se obtiene una especie de galleta hojaldrada que, servida con mer-
melada, constituye un postre bueno y rápido de hacer. De este modo se conser-
va mejor que si no se le añade nada, ya que en este caso se seca y la corteza se en-
durece muy deprisa. Naturalmente, estos tipos de pan son tan fáciles de hacer
que no es necesario elaborar de una vez la reser~a de una semana.
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 181

Las recetas básicas del pan frito y del pan ázimo se pueden variar de muchas
maneras_ Un ingrediente que se usa mucho en verano es un puñado de bayas sil-
vestres frescas, como "saskatoons" o guillomos de fruto morado. Si se añade
una taza de harina de maíz y un poco de manteca o grasa y se hornea, se obtiene
pan de maíz. A veces hago pan ázimo como plato principal de la comida, espe-
cialmente cuando acampamos, cortándolo en cuadrados, rellenándolos con
queso y cerrándolos, y luego friéndolos.

PAN DE LEVADURA FRITO


Hay dos maneras de hacer pan de levadura frito, aunque los resultados vie-
nen a ser lo mismo. Sabe muy bien de ambas maneras, sobre todo si se sirve con
mermelada y chocolate caliente un día frío de invierno. Si está haciendo pan de
levadura normal, coja del montón de masa levantada la cantidad suficiente para
freírla y comerla. Cuando era pequeña, el día en que mi madre hacía pan, siem·
pre freía una parte, y todos los niños esperábamos impacientes nuestra raci6n.
Los ingredientes para hacer pan de levadura frito son:
una taza de agua tibia
un paquete de levadura
dos cucharadas soperas de mantequilla o manteca
una cucharada sopera de azúcar
una cucharadita de sal
cuatro tazas de harina
Ponga los dos primeros ingredientes en un cuenco y deje reposar la mezcla
durante unos cinco minutos. Añada el resto de los ingredientes excepto la hari-
na, de la que sólo añadirá de momento dos tazas y media. Remuévalo todo bien,
y luego añada el resto de la harina hasta que esté bastante firme para manipular-
la. Amase bien esta mezcla y luego déjela subir durante más o menos una hora.
Caliente la manteca o aceite en una sartén y vaya dejando en ella porciones de la
masa, y fríalas bien fritas. A veces hago con las porciones terminadas lo mismo
que los mejicanos con las tortillas; las abro y las relleno con una mezcla de judías
cocidas, queso rallado y verduras.

CORAZÓN DE VENADO RELLENO


Ésta receta es uno de los platos favoritos de los cazadores. !ioy en día, lama-
yor parte de mi pueblo compra la carne en tiendas o carnicerías, pero todavía
182 La vida de la mujer piel roja

hay hombres que van a cazar para completar el abastecimiento de comida de sus
familias. Pueden cazar ciervos y aves silvestres en las praderas y en las hondo-
nadas de los ríos de la reserva, o pueden ir a las Montañas Rocosas a cazar antes y
alces en tierras desocupadas del gobierno durante todo el año. El corazón de
ante o de alce son los que van mejor para esta receta que sirve para una cena de
toda la familia.
un corazón fresco de alce o de ante (o de vaca, si prefu:re los
corazones domesticados a los salvajes}
1/8 de libra de mantequilla o margarina fandida
una cebolla pequeña, picada
un tallo de apio
una taza de migas de pan
media cucharadita de sal y media de pimienta
Limpie muy bien el corazón y separe las entrañas, que troceará para añadir-
las al resto de la mezcla. Funda la mantequilla o margarina y saltee las cebollas, el
apio y los trozos de carne. Añada las migas de pan, sal y pimienta y rellene el co-
razón con esta mezcla. Póngalo en un asador y añada aproximadamente una ta-
za de agua. Cuézalo a 325 grados durante tres horas, o hasta que esté hecho.

CORAZÓN DE CIERVO
un corazón fresco
una cucharada de sal
cuatro cucharadas de harina
1/4 de cucharadita de pimienta
tres cucharadas de grasa y jugo
agua
dos zanahorias y dos tallos de apio
media taza de pimiento verde picado
Limpie el corazón completamente y déjelo en remojo en agua con sal duran-
te al menos una hora, pero es preferible que sea toda la noche. Asegúrese de que
queda completamente cubierto. Después enjuáguelo bien, y séquelo con una to-
alla. Córtelo en tajadas de 1 cm y espolvoréelas con harina sazonada. Funda la
grasa y saltee las tajadas hasta que estén ligeramente doradas. Añada agua para
cubrirlo y déjelo cocer así durante una hora, y luego añada las verduras. Añada
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 183

más agua si es necesario.Justo antes de servirlo, añada un poco de harina sazona-


da para hacer la salsa. Sírvalo con puré de patatas.

HÍGADO DE VENADO
un hígado fresco
una taza de harina
sal y pimienta
aceite
una cebolla, cortada en rodajas
Limpie el hígado y déjelo en remojo en agua con sal, lo que le quita~á el sabor
de sangre. Congele el hígado hasta que lo necesite para cocinarlo. Córtelo en ta-
jadas mientras todavía esté congelado y espolvoréelo con harina y sal y pimien-
ta. Caliente un poco de aceite en la sartén y saltee los aros de cebolla durante un
rato, y luego vierta encima las tajadas de hígado. Sírvalo con puré de patatas y
salsa.

TRIPA DE CROW MODERNA


Mi madre ya ha contado cómo su abuela preparaba al estilo antiguo el sapot-
sis, o tripa de Crow, el manjar blackfoot. Era básicamente una tira de tripa vuel-
ta del revés sobre una tira de lomo. Los indios ancianos todavía prefieren este es-
tilo, pero los que tienen gustos modernos lo encuentran demasiado sencillo, por
lo que ofrezco esta variación.
Corte una sección de unos 30 cm del intestino grueso de un alce, un ante o
una vaca doméstica. Límpielo completamente por fuera. Corte dados de carne
tierna, junto con sus verduras preferidas. Empiece a volver del revés el intestino
y meta dentro la carne y las verduras. No lo ponga demasiado apretado porque,
si no, se reventará al cocerlo. Añada un poquito de agua al final y haga un nudo
en ambos extremos. Limpie la parte exterior completamente, y luego póngalo
en agua para que hierva despacio. Hiérvalo hasta que esté tierno, y después cór-
telo en secciones de 10 cm y sírvalo. Si desea que en el interior haya un jugosa-
broso, moje el relleno en harina sazonada antes de meterlo en la tripa. Sírvalo
con pan frito.

QUESO DE CABEZA DE VENADO


Si usted caza o mata animales, probablemente habrá lamentado no poder
aprovechar las cabezas. La próxima vez, después de desollar la cabeza y quitarle
184 La vida de la mujer piel roja

los ojos, trocéela en piezas de un tamaño adecuado para cocerlas. Ponga estas
porciones en remojo en agua con sal durante toda la noche a fin de quitarles la
sangre. Al día siguiente ponga todas las piezas en una olla grande, junto con to-
dos los restos de carne del animal. Hierva todo esto hasta que toda la carne se
desprenda de los huesos, y luego quite estos últimos. Pique bien fino la carne
que quede, añada cebollas, sal y pimienta a su gusto, y hiérvalo todo hasta que las
cebollas estén tiernas. Vierta toda la mezcla en una sartén y déjela enfriar. Aña-
da una cucharada de gelatina mezclada con 114 de taza de agua fría por cada dos
tazas de la mezcla y déjelo solidificar.

SOPA DE BAYAS INDIA


Mis abuelas hacían sopa de bayas de la misma manera que las madres moder-
nas usan el budín. Era un postre sano y un manjar especial, así como un alimen-
to sagrado para ocasiones como las ceremonias de la pipa de medicina. Las "sas-
katoons" (también llamadas serbas, y similares a las gaylussacias y a los
arándanos) son las bayas ideales para el caso, pero servirán incluso las pasas de
Corinto. Mis abuelas secaban grandes cantidades de esas bayas extendiéndolas al
sol durante un par de días, encima de pieles, mantas o piezas de lona limpias. De
vez en cuando hay que darles la vuelta para evitar que cojan moho.
Si las bayas se han secado, primero hay que dejarlas en remojo hasta que se
hayan ablandado un poco. Se necesita aproximadamente una taza y media deba-
yas secas para una ración familiar de sopa. Mezcle las bayas que ha puesto en re-
mojo con unos tres litros de caldo de las costillas o carne que haya hervido para
la comida principal. Deje hervir esta mezcla hasta que las bayas estén bastante
blandas, y luego añada una mezcla de agua y 3/ 4 de taza de harina, que hará que
la sopa sea espesa. Añada una taza de azúcar o dulcificante a su gusto y sírvalo.
Mis abuelas solían comprar a tribus del lado oeste de las Montañas Rocosas
las verdolagas que allí crecen. Las pelaban y añadían un poco a la sopa de bayas,
junto con pedacitos de carne tierna o de lengua. En las ceremonias se suele servir
pan frito con la sopa de bayas.

TORTA VOLTEADA DE BAYAS


Puede utilizar las mismas clases de bayas con las que prepara la sopa deba-
yas. Es mejor cuando éstas son frescas y abundantes, pero también se puede ha-
cer con bayas secas, después de haberlas tenido en remojo hasta que se han re-
blandecido. He aquí los ingredientes:
En tomo a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 185

cuatro tazas de bayas


1/4 de taza de mantequilla o margarina
una taza de azúcar
dos huevos
una cucharadilla de vainilla
una taza y media de harina
una cucharada de levadura
Mezcle tres tazas y media de bayas con suficiente azúcar para endulzarlas.
Añada un par de cucharadas de harina y un par de agua caliente. Vierta esta mez-
cla en una sartfo. Cúbrala con la pasta hecha con los restantes ingredientes y
cuézalo en el horno.

BISTEC SUIZO DE ALCE O VENADO


Éste es el plato de carne favorito en mi familia, tal vez porque combina la as-
cendencia suiza de mi marido con las carnes silvestres de mis antepasados.
tres libras (aprox. 1 kg 300 g) de carne
114 de taza de harina
sal y pimienta
tres cucharadas de grasa
tres cucharadas de cebollas picadas
112 taza de apio picado
una taza de tomate de lata
una taza de salsa de tomate
Corte la carne en pedazos para freír, e intente conseguir las partes más tier-
nas del animal. Límpiela bien con agua con sal y rebócela con harina sazonada
con sal y pimienta. Funda un poco de grasa en una sartén y dore los dos lados de
la carne, dándole la vuelta sólo una vez. Añada las cebollas y el apio a la sartén y
siga friendo. Espere hasta el final para añadir los tomates en lata y la salsa. Añada
un poco de agua siempre que sea necesario. Sírvalo con patatas fritas.

CARNE AHUMADA
La carne seca, o tasajo, se hace simplemente cortando carne fresca en tajadas
finas y colgándolas para que se sequen. En verano, esto resulta difícil a causa de
las molestas moscas, por lo que es más seguro ahumarla. Con este sistema, no só-
186 La vida de la mujer piel roja

lo se seca más deprisa, y sin que las moscas la estropeen, sino que también ad-
quiere un sabor ahumado que a algunas persones les encanta.
Y o sigo el ejemplo de mis abuelas ahumando la carne dentro de un tipi. Uso
uno viejo que está demasiado deteriorado para acampar con él. Preparo la carne
el día anterior cortándola en tajadas y dejándola en remojo durante toda la no-
che en una solución de media taza de sal gruesa por cada cinco litros y medio de
agua. Asegúrese de que la sal está disuelta antes de poner la carne en la solución.
A la mañana siguiente escurro la carne, y después la limpio con agua clara y la es-
polvoreo ligeramente con pimienta. A continuación la cuelgo en los muchos
cordeles que hay sujetos dentro del tipi desde los palos de un lado a los del otro,
aproximadamente a la altura del hombro.
Cuando la carne está colgada, encendemos una pequeña hoguera en el ho-
yo del fuego y la vigilamos atentamente hasta que tenemos un buen lecho de
brasas. A continuación apilamos leña verde -álamo, en nuestro caso-, que
arderá sin llama y humeará. Después salimos, antes de que nos escuezan de-
masiado los ojos, y cerramos la puerta y los alerones del ti pi lo más herméti-
camente posible. Ahumo la carne de este modo durante unos tres días. El se-
gundo día le doy la vuelta. De vez en cuando echo un vistazo, para
asegurarme de que el fuego no ha prendido y no produce llamas que quemarí-
an la carne. Después que ésta está seca y el proceso ha terminado, se conserva-
rá durante muchos años.

COSTILLAS ASADAS EN EL FUEGO DE CAMPAMENTO

Mis abuelas tenían dos maneras fáciles de asar las costillas directamente so-
bre un fuego abierto. Con el primer sistema utilizaban un lado entero de las cos-
tillas de un animal. En un par de sitios insertaban un palo verde, uno de cuyos
extremos clavaban en el suelo junto al fuego, de modo que el calor de las llamas
fuera directamente a las costillas. De vez en cuando les daban la vuelta, hasta que
estaban bien asadas.
Para asarlas de la otra forma, las separaban repartiéndolas según el núme-
ro de comensales. Formaban un buen lecho de brasas en su fuego y luego api-
laban encima leña verde, sobre la que ponían las costillas, que se asaban con
el calor y el humo. Si brotaban las llamas, rociaban el fuego con un poco de
agua. Este mismo método puede utilizarse hoy en día con una estufa de leña
de carga frontal.
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 187

LOS VESTIDOS DE MIS ABUELAS


Los bloods son conocidos como un pueblo orgulloso, y un signo evidente
de este orgullo es su aspecto tradicional. Y a los relatos escritos más antiguos dan
constancia del elaborado vestir y hermosa apariencia de los miembros de la na-
ción blackfoot. En aquellos tiempos eran comparables a otros seres salvajes en
el sentido de que los hombres siempre tenían un aspecto más llamativo que las
mujeres. Sin embargo, tanto los hombres como las mujeres poseían vestidos de
piel blanca bordados con púas de colores y otros artÍculos naturales que sacaban
de sus bolsas de cuero y se ponían siempre que una ocasión especial lo requería.
Los elementos básicos del atuendo que llevaban mis abuelas eran los vestidos y
los mocasines. Ambos se hacían con pieles curtidas suaves y seguían diseños triba-
les básicos que los miembros de otras tribus podían identificar rápidamente. Las
pieles de ciervo eran las preferidas para estas prendas, aunque la de antílope era más
suave y más delgada para la ropa de verano, y las pieles de alce joven eran más grue-
sas y aptas para el invierno. Las pieles destinadas al uso diario generalmente se ahu-
maban, ya que, de no hacerlo, al mojarse el vestido, las pieles se encogían y se volví-
an rígidas. Los vestidos solían confeccionarse con pieles blancas, que se restregaban
regularmente con bloques secos de arcilla blanca para limpiarlos. Hoy en día, a me-
nudo se usa harina blanca en vez de arcilla.
Si bien los mantos no eran tan prácticos para las mujeres como los vestidos y
los mocasines, tenían al menos la misma importancia. Servían como jerseys,
abrigos y chaquetas. Para los hombres eran prácticamente indispensables, ya
que muchos sólo llevaban debajo un taparrabo y mocasines. Aun hoy es acepta-
ble que una mujer salga a danzar en un powwow, sin más decoración que un
manto moderno, que será o bien un chal de tela con flecos, o bien una manta de
lana con flecos. Debajo se puede llevar un vestido, o simplemente ropa de calle
moderna, incluso pantalones vaqueros y zapatos comerciales.
Los mantos antiguos eran por lo general pieles de bisonte curtidas, preferi-
blemente de hembras jóvenes. Los mantos para las niñas se hacían con pieles de
becerros. Los mantos de verano se hacían a veces con pieles de alce curtidas y sin
pelo. Ambas clases de mantos estaban decoradas con tiras pintadas, o de púas o
abalorios, en filas paralelas, para las ocasiones especiales. Los hombres a menu-
do utilizaban decoraciones que simbolizaban sus hazañas guerreras y sus pode-
res religiosos. No obstante, los mantos de uso diario se dejaban sin decorar, tan
sólo se recortaban según la estatura del usuario.
188 La vida de la mujer piel roja

Las pieles de buey no se¡itilizaban como sustitutos de las de bisontes para los
mantos. En cambio, sí que se usaron las mantas o chales de lana regalados por el
gobierno o comprados. Los preferidos eran los que tenían dibujos de vivos colo-
res, como los procedentes de la Fábrica Pendleton de Oregón. En el Canadá, la
Compañía de la Bahía de Hudson introdujo mantas con franjas de colores que
también fueron muy apreciadas. Los mantos de piel de alce todavía eran habi-
tuales en los años veinte de este siglo, tal como se ve en las fotografías de danzas
de esa época, y hoy aún forman parte de la vestimenta de la mujer sagrada duran-
te la Danza del Sol.
Mis abuelas han sido conocidas desde siempre por su gran modestia. Parte de
esta modestia procede sin duda de la importancia que nuestra tribu concede a la
virtud, si bien en gran medida debe provenir de los misioneros y otros que em-
pezaron a influir en nuestros usos sociales a partir de 1800. Las informaciones
antropológicas y las notas de los diarios escritos antes del año 1800 indican que
las mujeres de los tiempos antiguos no siempre iban cubiertas del todo, especial-
mente de la cintura para arriba, y esto también era habitual en muchas otras tri-
bus. De hecho, las mujeres de algunas tribus de las Praderas del Sur llevaban sólo
faldas durante el verano hasta el final del siglo diecinueve.
Mis abuelas iban limpias, y también pulcramente vestidas, según los textos y
relatos antiguos que han llegado hasta nosotros. Cuando hacía calor, general-
mente se bañaban todos los días en una parte del lago o río cercano que se reser-
vaba para su uso privado. Por lo general, esperaban hasta que habían terminado
las tareas de la mañana y la mayoría de los hombres habían salido a cazar. Mien-
tras iban sin vestido, solían limpiarlo usando panes de arcilla blanca y raspándo-
lo con piedras rugosas. Solían lavarse el pelo al mismo tiempo, simplemente con
agua fría, aunque a veces se lo lavaban junto a su tienda con una cocción de hier-
bas y perfumes si lo querían más limpio, o para que oliera bien, o para eliminar
los piojos o la caspa, molestias que no eran frecuentes. En invierno, las mujeres
se limpiaban de vez en cuando con un baño de vapor.
Mientras que los hombres blackfoot podían escoger entre varios peinados
tradicionales, las mujeres usaban principalmente sólo uno: se hacían la raya en
medio del cabello y una trenza a cada lado, sujetando los extremos con una tira
de cuero o de tela lisa. El hecho de envolver el extremo de las trenzas con tela ro-
ja es un estilo simbólico de los hombres, aunque algunas jóvenes han adoptado
ingenuamente este estilo en los últimos tiempos. Mientras trabajaban, muchas
mujeres se ataban las puntas de.las trenzas detrás de la cabeza para que no les mo-
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 189

lestaran. Las mujeres más jóvenes sólo llevaban el pelo suelto cuando estaban de
luto por la muerte de algún familiar. Las mujeres mayores a menudo estaban de
luto con tanta regularidad por la pérdida de hijos, nietos y otros parientes, que
llevaban el pelo suelto todo el tiempo, por lo general cortado justo por debajo de
los hombros.
Si ha llevado alguna vez un vestido de piel durante varios días y noches, so-
bre todo en verano, enseguida comprenderá por qué mis abuelas se apresuraron
a conseguir tela de los comerciantes, incluso pagando un alto precio. La primera
tela fue lana gruesa, lo que no podía significar una gran mejora en cuanto a co-
modidad y frescor, aunque se podía lavar fácilmente. Pero cuando pudieron
conseguir telas de algodón, más ligeras, el vestido de las mujeres sufrió una revo-
lución. Pudieron, finalmente, vestirse y trabajar con comodidad en verano.
Con todo, la mayoría de las mujeres siguieron llevando sus chales todo el tiem-
po, ya fuera invierno o verano. Generalmente se los ponían para cubrirse todo
el cuerpo y luego se sujetaban un cinturón en la cintura de modo que el chal col-
gara de la cintura hacia abajo, doblado por la mitad. Si no trabajaban, las mujeres
solían doblar los chales por la mitad, de una punta a otra, y los llevaban sobre los
hombros de manera que una punta quedara más abajo por la espalda. Algunas de
mis abuelas todavía se visten de este modo cuando van a la ciudad. Del resto, la
mayoría lleva al menos un jersey grueso. Y más frecuentemente un abrigo, in-
cluso en verano, como un signo de su recato tradicional.
Mis abuelas no hadan ropa interior del tipo que hoy conocemos. En invier-
no alargaban sus polainas, que normalmente llegaban a las rodillas, hasta las ca-
deras. Estas polainas estaban hechas de piel de bisonte con el pelo hacia dentro.
Los vestidos eran holgados, con mangas anchas, lo que permitía que el aire circu-
lara en verano y que en invierno pudieran llevar otra prenda debajo. Con los
vestidos de tela se hizo habitual el llevar debajo una blusa estampada de algodón,
cuyas mangas sobresalfan y añadían color y belleza al atuendo. Los vestidos hol-
gados y las mangas anchas también eran prácticos para las madres que amaman-
taban a sus hijos, pues sólo tenían que echarse la manga hacia arriba para poner
los pechos al descubierto.
Mis abuelas confeccionaban diversos tipos de prendas para la cabeza con pie-
les curtidas para llevar en invierno o en los días ventosos. A veces usaban pañue-
los hechos con pieles curtidas delgadas. Con la llegada de las telas, los pañuelos
de estilo campesino se convirtieron en una prenda corriente hasta hoy. A ningu-
na de mis abuelas se le ocurriría ir a la ciudad sin un pañuelo en la cabeza. A una
190 La vida de la mujer piel roja

de ellas le gusta llevar los pañuelos enrollados y atados en forma de cinta para la
cabeza, aunque este estilo nunca ha sido muy común. Se le aconsejó que lo hicie-
ra en un sueño.

MOCASINES

Mis abuelas confeccionaban y utilizaban dos tipos de mocasines, aunque só-


lo uno de ellos sigue usándose hoy en día. El tipo más antiguo está hecho con
una sola pieza de piel flexible, doblada por la mitad y cosida por un lado. Las len-
güetas y las orejas de los tobillos se añadían por separado. Muchas generaciones
han conocido estos mocasines como el "mocasín auténtico" en lengua black-
foot. Es suave y cómodo, pero las suelas se desgastan rápidamente y son difíciles
de reparar. Es el estilo de mocasín que siguen usando habitualmente muchas tri-
bus del lado oeste de las Montañas Rocosas, ya que los caminos de los bosques
no destrozan tanto las suelas como las piedras y el suelo duro de las llanuras.
Según los informes antropológicos, los artesanos blackfoot comenzaron a
confeccionar el tipo, hoy habitual, de mocasines de dos piezas en la primera mi-
tad del siglo diecinueve. Este estilo consta de una pieza superior de piel flexible
cosida alrededor de una suela de cuero grueso y rígido, que es resistente y se pue-
de reemplazar. Es el tipo de mocasín que usan desde hace mucho tiempo muchas
tribus de las Praderas, al este del territorio blackfoot.
Con estos dos tipos básicos son posibles muchas variaciones. El material, la
decoración y la altura del tobillo son las más importantes. Estas variaciones de-

MODELO DEL MOCASÍN MODELO DEL MOCASÍN


DE UNA PIEZA CON SUELA DURA
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 191

penden de los materiales que se pueden conseguir y del uso al que estén des-
tinados los mocasines. Mis abuelas solían tener a mano varios pares de mocasi-
nes para las distintas ocasiones. Los más sencillos eran bajos y sin adornar, y
servían para el uso diario.
Pocas personas blackfoot de hoy llevan todavía mocasines todo el tiempo, y
creo que las que lo hacen son todas abuelas. Pero, cuando yo era pequeña, re-
cuerdo que muchas personas mayores los llevaban siempre. Generalmente se
ponían chanclos o botas de goma encima de los mocasines cuando iban a la ciu-
dad, o cuando el terreno estaba mojado o cubierto de nieve. Aparte del falleci-
miento de estos ancianos, otra causa del declive del uso de mocasines es el alto
precio y la escasez de pieles curtidas adecuadas.
Mi familia usa principalmente mocasines desde hace varios años. He visto
que el tipo de dos piezas es el más práctico para el uso diario. Los confecciono
utilizando piel de ciervo curtida al humo para la parte de arriba y cuero curtido
industrialmente para las suelas. Para evitar la suciedad y dar más consistencia a
los mocasines, les añado unas orejas en los tobillos de unos diez o doce centíme-
tros de alto, aunque, cuando hace calor, a veces las quito. Por lo general, prescin-
do de los adornos de abalorios porque con el uso se rompen y toman un aspecto
raído. A veces recorto las orejas y espacio las costuras con tela de lana roja, prác-
tica que era habitual entre mis abuelas.
Para llevar en invierno, hago los mocasines de una sola pieza, pero utilizan-
do piel de oveja en vez de cuero. Los mocasines hechos s6lo con piel no son muy
cálidos y es difícil hacerlos lo bastante grandes para que en ellos quepan los grue-
sos calcetines de invierno y al mismo tiempo sean bonitos. La piel de oveja es cá-
lida pero no muy duradera, por lo que pongo cuero de curtido industrial sobre
todos los lugares que tienen mucho desgaste e incluso guardo una suela de re-
cambio. También añado unas orejas de piel de oveja que llegan hasta las rodillas.
Antes de usar los mocasines, los impermeabilizamos. En los viejos tiempos, mis
abuelas hadan el mismo tipo de mocasín de invierno, s6lo que usaban pieles de
bisonte, más resistentes y cálidas, sin quitarles el pelo.
Aunque con la piel curtida a mano se confeccionan los mocasines más be-
llos, el cuero curtido industrialmente es casi igual de resistente. Las pieles de alce
y ante son más gruesas y cálidas, pero no son tan resistentes como las de ciervo,
independientemente de c6mo estén curtidas. Muchas personas prefieren las pie-
les blancas para la parte superior, sobre todo las que s6lo llevan mocasines para
"endomingarse''.. Pero, si se mojan mucho, generalmente se estropean porque
192 La vida de la mujer piel roja

encogen y se vuelven rígidas, mientras que el cuero ahumado no encoge mucho


y puede volver a ablandarse con los dedos. El cuerpo comercial por lo general
no encoge ni se vuelve rígido, pero se reseca y se agrieta.
Hoy en día, entre los de mi pueblo, los mocasines se llevan principalmente
para las danzas de los powwows o para asistir a ceremonias religiosas. Siempre
hay trabajo abundante para las mujeres que confeccionan buenos mocasines y
saben hacer bonitas decoraciones. Con todo, muchas personas se ven obligadas
a comprar mocasines de confección industrial que a menudo son pobres de as-
pecto y calidad. Aprender a hacer mocasines no es muy difícil e incrementa con-
siderablemente el placer de llevarlos.
Aprendí a hacer mocasines cuando terminé el bachillerato, pero incluso mis
primeros pares quedaron bastante bien. No sé cuántos pares he cosido y borda-
do desde entonces, pero, con cinco hombres en la familia, es fácil imaginar que
han sido unos cuantos. Lo primero que aprendí a valorar es un buen juego de
plantillas para todos los usuarios de mocasines de mi familia, y aprendí a guardar
en lugar seguro estas plantillas a fin de poder localizarlas cada vez que las necesi-
taba. La base de un buen par de mocasines es una buena plantilla, que por lo ge-
neral hago con cartón. En el caso de los adultos, las plantillas son prácticamente
permanentes, pero, para los niños, hay que irlas corrigiendo a medida que crece
el pie.
Cuando dibujo un pie para hacer la plantilla, sujeto el lápiz en posición ver-
tical y me aseguro de que el pie está firme contra el suelo. Para el mocasín de una
sola pieza, voy resiguiendo la parte anterior del pie hacia la parte más ancha, en
el lado, y luego, a partir de allí, trazo una línea recta, como en la ilustración. Para
el estilo de dos piezas, añado un centÍmetro por cada lado. Primero hago la plan-
tilla con papel y la pruebo con el pie. En ambos tipos de mocasines, la lengüeta se
puede cortar directamente en la parte superior, como se ve en el dibujo, o se pue-
de añadir por separado. En este caso, la abertura de arriba se corta en forma de T.
Los mocasines siempre se cosen de dentro hacia fuera, para ocultar y proteger
las puntadas. Empiezo cosiendo el tipo de una sola pieza por el lado más corto,
luego sigo por la parte de delante y después bajo por el lado más largo hasta la
parte posterior. A continuación vuelvo a comprimir el mocasín para poder co-
serlo bien, dejando para el final la pequeña tira que cierra la parte posterior.
Coser el mocasín de dos piezas es un poco más delicado porque, si las prime-
ras puntadas están mal puestas, todo queda ladeado. Empiezo haciendo una
puntada de sostén en la parte de los dedos para que las dos piezas se mantengan
En tomo a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 193

juntas, luego hago otra en la mitad de ambos lados. Cuando hago las puntadas de
los lados me aseguro de que la costura de la lengüeta está exactamente enfrente
de ellas, no en un ángulo. A continuación empiezo a coser cada lado, empezan-
do por la puntada de sostén de la parte de los dedos.
Mis abuelas siempre utilizaban tendón para coser sus mocasines, lo que sig-
nifica que tenían que coger sus punzones y hacer agujeros en ambas piezas antes
de cada puntada. Hacían las puntadas muy juntas, por lo que en total era mucho
trabajo. Algunas personas, hoy en día, usan hilo, pero nunca resiste mucho. Mu-
chas mujeres de edad usan todavía tendón. Y o me siento afortunada por haber
localizado un producto reciente que combina la resistencia del tendón con la co-
modidad de coser con hilo. Se llama tendón de imitación y se vende en carretes
en muchas tiendas de artesanía india.
El mocasín de una pieza completo es demasiado bajo para ser práctico sin la
adición de las orejas de los tobillos. Para el verano, éstas pueden ser de tan sólo
tres o cuatro centímetros de alto, pero generalmente se hacían de modo que cu-
brieran toda la parte descubierta de la pierna del usuario bajo las polainas o el
vestido. Se hacían suficientemente anchas para que se solaparan por delante, y se
sujetaban con largas tiras que se enrollaban varias veces alrededor del tobillo. En
el pasado, la mayoría de los mocasines de dos piezas tenían orejas de los tobillos
de entre cinco y quince centímetros de alto, pero hoy en día no son tan frecuen-
tes. Esto es debido a que la mayoría de estos mocasines se llevan principalmente
para danzar, de modo que las orejas darían demasiado calor y serían incómodas.
Las orejas solían hacerse de piel sin decorar, en invierno de piel peluda, y en los
últimos años, cuando empezó a ser difícil obtener cuero, a menudo eran de lona.
De hecho, he oído decir que muchos mocasines estaban hechos completamente
de lona, hacia finales del siglo pasado y principios del presente, pero no he visto
más que unos pocos pares en las colecciones de los museos. Uno de éstos estaba
completamente recubierto de abalorios y parecía tan bueno como los de piel.
Mis abuelas tenían diversos sistemas de decorar los mocasines que hacían,
entre otros los flecos, el bordado de abalorios, la pintura y la adición de pieles o
tela. Un detalle habitual en los mocasines blackfoot es la pequeña tira con flecos
que sale del talón y que en otras partes se corta. El Dr. Clark Wissler dijo, en
1910, que, de trece pares de mocasines blackfoot que había reunido, cuatro te-
nían la tirita cortada, tres tenían un fleco, otros tres tenían dos flecos, y otros
tres tenían flecos a lo largo de toda la costura del talón. Esto último se hacía aña-
diendo una tira de cuero, llamada vira, entre la costura. Esta vira se encuentra a
194 La vida de la mujer piel roja

menudo entre la costura lateral de los mocasines de una pieza, aunque rara vez
en la de los de dos piezas. Era frecuente poner una vira de lana roja en la costura
entre los mocasines y las orejas de los tobillos altas. A menudo esta vira de tela
tenía una anchura de uno o dos centímetros y estaba cosida con punto de cruz, o
con abalorios sobrepuestos, formando una decoraci6n muy bella.
En 1833, el errante príncipe Maximiliano escribi6 que los mocasines black-
foot a menudo estaban pintados de un color diferente en cada pie. Esto podía
responder a algún prop6sito sagrado, aunque hacia 1940 ninguno de los ancia-
nos parecía saber nada sobre ello. Los propietarios de pipas de medicina y otras
personas sagradas tienen la tradici6n de pintar ambos mocasines con pintura de
tierra roja sagrada, y de vez en cuando de otros colores.
Se dice que los mocasines blackfoot completamente recubiertos de borda-
dos de púas o abalorios no eran tan frecuentes como en otras tribus, aunque exis-
ten muchos ejemplos de este tipo de mocasines en las colecciones de los museos.
La mayoría de los mocasines parecen haber estado decorados con pequeños di-
bujos en la zona situada entre los dedos y el empeine. Entre los dibujos caracte-
rísticos encontramos los" ojos de cerradura", las bandas transversales y diversas
variantes de una figura con tres puntas que muchos creen que representa las tres
divisiones de la naci6n blackfoot. Los adornos de abalorios y de púas siempre se
aplican a la parte superior del mocasín antes de coserla a la suela. Volver del re-
vés un mocasín completamente cubierto de abalorios, una vez que está cosido,
es siempre una primera y buena prueba de la durabilidad del bordado.
En el pasado no había ninguna diferencia particular entre los mocasines de
los hombres y los de las mujeres, ya fuera de estilo o de decoraci6n, salvo que los
que llevaban las mujeres siempre tenían orejas en los tobillos, mientras que los
que llevaban los hombres a veces no las tenían. Las polainas de las mujeres se
ajustan de forma ceñida sobre estas orejas del tobillo. En épocas más recientes la
mayoría de las mujeres han adoptado el estilo alto de mocasín que tradicional-
mente han usado otras tribus distintas de la nuestra. Estos mocasines llegan has-
ta debajo de las rodillas y así eliminan la necesidad de polainas adicionales. Ge-
neralmente estos mocasines altos llevan flores bordadas -una en la punta y otra
bastante arriba de la oreja del tobillo. Los mocasines de los niños son iguales que
los que llevan los adultos, s6lo que más pequeños.
Los dibujos de esta página representan algunos de los diseños más básicos
usados en los mocasines blackfoot, según un estudio realizado en los años cua-
renta de este siglo por John Ewers. Los ancianos de esa época le dijeron que el di-
En tomo a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 195

bujo de la figura A es el más antiguo de todos. Lo llamaban el dibujo de la "nariz


torcida" y decían que era especialmente usado en los mocasines de una pieza he-
chos con piel de bisonte. Se hacía generalmente con púas rojas y blancas, o con
abalorios rojos y azules o rojos y amarillos (sobre todo con los antiguos y gran-
des "abalorios auténticos").
Al diseño en forma de "ojo de cerradura" de la figura B lo llamaban dibujo
"redondo". A veces la forma básica era de tela comercial recortada, cosida y só-
lo bordeada de abalorios. A menudo se combinaba con una banda estrecha que
reseguía toda la base de la parte superior del mocasín.
La figura C muestra lo que se llamaba el dibujo "cruzado" o "de franjas",
que generalmente se hacía con la mencionada banda estrecha de abalorios al-
rededor de la base de la parte superior, como se ve en el dibujo. El rojo, el amari-
llo y el verde eran los colores que más se usaban con este diseño.
Mientras que las tres primeras figuras muestran diseños que eran comunes
en diversas tribus, además de los blackfoot, la figura D representa uno que pare-
ce haber sido exclusivo de esta tribu. Existían numerosas variantes de este dise-
ño, muchas de las cuales las he visto en colecciones de museos. Según John
Ewers, este diseño se llamaba "ornamento de los tres dedos", "labor de mesti-
zo" o "labor del hombre blanco", y las personas con las que él habló negaban
cualquier simbolismo tribal para los tres dedos. Sin embargo, algunos de nues-
tros ancianos bloods nos han dicho que las tres puntas representan las tres divi-
siones, con un origen común en la tierra, que está representada por la sección se-

A B e D E

o (J o Q o
: 1 ~ ~
196 La vida de la mujer piel roja

mioval. No dijeron si se trataba de una tradición antigua o de una conclusión


más reciente, pero el dibujo en sí es claramente antiguo. La zona del interior de
la parte redondeada se llena habitualmente con tela comercial de color rojo.
La figura E muestra un diseño floral básico, del que existen muchísimas va-
riantes. Algunos diseños florales se hicieron muy intrincados tras la aparición
de los abalorios pequeños en los años setenta del siglo pasado.

LOS VESTIDOS

El estilo básico de vestido tradicional que llevaban mis abuelas debi6 de ge-
neralizarse hacia el año 1800. El comerciante y explorador David Thompson es-
cribi6 en la década de los ochenta del siglo pasado que los vestidos eran entonces
muy similares a las modernas combinaciones de las mujeres: cuerpos rectangu-
lares sostenidos por unos tirantes en los hombros. A ellos se les añadían mangas
separadas cuando hacía más frío. Las mujeres de las tribus vecinas llevaban vesti-
dos similares, aunque hoy en día no existe ningún ejemplar blackfoot en los mu-
seos.
El tipo de vestido que todavía llevan hoy en día algunas mujeres en ocasiones
especiales tiene una esclavina cosida al cuerpo principal, de modo que el vestido
completo cubre del todo a la usuaria, incluso los hombros y la parte superior de
los brazos. Se necesitan al menos dos pieles de ciervo grandes para confeccio-
narlo.
Los vestidos se hacían con la cabeza de las pieles en la parte inferior del vesti-
do. Los cuellos y patas delanteras se dejaban en su forma natural, para dar a los
vestidos el característico borde inferior ondulado que se ve en fotografías anti-
guas de mujeres. Por lo general llevaban flecos.
Las partes superiores de los vestidos tenían diversas variantes. El método
más común consistía en cortarlas casi completamente rectas y después unirlas
mediante una tercera pieza, el hombrillo. Éste tenía la forma de un largo rectán-
gulo, como se ve en la figura A de la ilustraci6n. La figura B muestra la forma ge-
neral de la parte superior del vestido, con el hombrillo sujeto, mientras que la fi-
e
gura muestra el método más usual de juntar el hombrillo con las partes de
delante y de detrás. A menudo el hombrillo se hacía juntando las dos tiras que se
habían separado de los cuartos traseros de las pieles al cortar la parte principal
del cuerpo. A veces se cosían dos pieles grandes de manera que los últimos centí-
metros pudieran doblarse, en la parte anterior y en la posterior, y coserse al igual
En tomo a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 197

que el hombrillo separado. Algunos vestidos carecían de hombrillo y se hacían


cosiendo simplemente dos pieles con la parte de arriba adaptada a los hombros y
brazos. Los vestidos modernos de ante, al igual que las camisas y polainas mo-
dernas para los hombres, se distinguen por estar muy bien cortados. Por lo gene-
ral no tienen las patas y otras formas naturales, mientras que sus flecos son gene-
ralmente muy regulares.
Se utilizaban varias clases de puntos para coser los vestidos de ante. Las cos-
turas de la parte superior generalmente se volvían hacia dentro cuando se com-
pletaban. No obstante, a lo largo de los lados, las costuras a menudo se dejaban a
la vista, con las puntadas algo separadas del borde de la piel. Esto hacía que que-
daran dos alerones estrechos y paralelos que se recortaban en cortos flecos todo
a lo largo de los lados. A menudo se insertaban ribetes, con los que luego se ha-
cían flecos, en las costuras de los lados. Con frecuencia se cosía una pieza trian-
gular de piel en medio de la costura, hacia el borde inferior del vestido, para ha-
cer que la falda ondeara y hubiera más espacio para las piernas. Obsérvese que
los puños de las mangas no se cosían.
Como sucedía con los mocasines y otros artículos de piel que iban a ser deco-
rados, las pieles utilizadas para los vestidos se llevaban con el lado interior hacia
fuera. El bordado con abalorios es mucho más fácil de hacer en este lado que en
el suave lado exterior de la piel curtida. Un examen atento revela que la mayoría
de los vestidos tienen piezas de piel añadidas en diversos lugares para completar
las pieles de base. En los vestidos en que la parte posterior de una piel cuelga por
198 La vida de la mujer piel roja

delante en forma de hombrillo, generalmente se deja la cola, aunque recortada.


La cola cuelga en el centro del pecho y de la espalda. En algunos vestidos simple-
mente se cosía una cola de ciervo en este mismo lugar. Muchos vestidos tenían
como único adorno estas colas de ciervo, junto con cortos flecos en las costuras
y bordes.
La mayoría de los vestidos de las colecciones de los museos también están de-
corados con bordados de abalorios, piezas de tela comercial y objetos tales como
conchas, dientes de animales y dedales. Es a través de estas decoraciones como
mejor podemos distinguir a los vestidos blackfoot de los de otras tribus, ya que
los estilos básicos de los vestidos son a menudo similares. U na de las característi-
cas notables de los vestidos blackfoot es una curva en la pieza del pecho -borda-
da con abalorios- que se asemeja a la forma que toman los cuartos traseros de
una piel de ciervo cuando ésta está cosida al vestido formando su hombrillo.
Otras particularidades tribales son un símbolo triangular en la zona inferior de
la parte delantera, con un antiguo significado de feminidad, y otros dos símbo-
los, situados más abajo, que, según algunos, representan los riñones, aunque su
significado original puede haberse perdido con el tiempo.
El bordado con abalorios en los vestidos antiguos se hacía con los "abalorios
auténticos", y generalmente con el sistema del "lazy stitch" [véase más adelan-
te, pág. 210]. La pieza del pecho solia ser de dos colores, tales como blanco y ne-
gro, azul claro y blanco, o rosa y verde. Generalmente se combinaban los colo-
res oscuros y claros para que hicieran contraste. A veces las tiras y líneas de color
eran interrumpidas por pequeñas secciones geométricas, pero rara vez con
otros dibujos. Sin embargo, los dibujos -y más colores- se usaron a menudo en
las bandas de los hombros que se generalizaron en este tipo de vestidos después
que se pusieran en circulaci6n los abalorios pequeños. También eran populares
las tiras estrechas de abalorios sobre el borde inferior de los vestidos. Los re-
miendos de la parte inferior de la mayoría de los vestidos se hacían habitualmen-
te con tela industrial, con un lado rojo y el otro negro o azul oscuro. A menudo
también estaban ribeteados de abalorios. Además, se usaban pequeñas piezas de
tela para revestir los muchos hilos de piel de ante que colgaban de diferentes par-
tes de los vestidos. Los vestidos antiguos estaban decorados con púas de puerco
espín en vez de abalorios.
Los primeros vestidos de tejido estaban hechos generalmente de lana roja o
azul. Esta lana tendía a estirarse o a deshilacharse, a menos que se utilizara en
formas más cuadradas que las de los vestidos antiguos. Así, se crearon nuevos es-
En tomo a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 199

tilos de vestidos para poder usar la tela_ Esta lana industrial siempre tenía
una franja blanca, conocida con el nombre de hirma, donde se sujetaba la tela
durante el proceso del teñido. Estas franjas blancas siempre se colocaban en
el borde inferior del vestido (así como en las polainas de los hombres y en
otras prendas) como forma de decoraci6n. Además, por lo general se aplica-
ban bordados de abalorios con abalorios auténticos o de semillas. En algu-
nos casos el bordado tenía la forma de la antigua pieza del pecho; en otros s6-
lo consisda en una pequeña tira a lo largo de los hombros, y en otros cubría
toda la parte superior. Se hizo popular un nuevo estilo de decoraci6n en el
que hileras de abalorios alternaban con hileras de conchas de cauri, o a veces
con dientes de alce. Este estilo era especialmente frecuente en los vestidos de
tela más ligera que fueron los más populares entre la última década del siglo
pasado y la segunda del presente. Los bordados de abalorios de estos vestidos
ligeros se hacían a menudo con abalorios grandes de forma tubular conoci-
dos como "abalorios de cesta". La parte inferior de estos vestidos estaba
muy decorada, generalmente con muchas hileras paralelas de cintas de dis-
tintas anchuras y colores. El satén era un tipo de tela muy popular en ese pe-
ríodo, y se usaban muchos colores diferentes. Los vestidos se confecciona-
ban generalmente con máquina de coser y los dobladillos estaban bien
hechos. Las mangas se cosían en toda su longitud, y la parte superior de los
vestidos a menudo estaba forrada por dentro para dar soporte a los abalorios
y las conchas.
El uso generalizado de la tela dio lugar a muchas variaciones nuevas en el
atuendo de las mujeres. Un estilo popular comprendía una esclavina, decorada
con abalorios y conchas, que se podía llevar encima de cualquier vestido simple
de algod6n. Algunas esclavinas eran en realidad los restos decorados de vestidos
de tela viejos. Algunos vestidos de tela estaban decorados con añadidos de ante
con flecos. Había vestidos hechos con terciopelo, con decoraciones de cintas Y
lentejuelas metálicas. Los vestidos más valiosos tenían la parte superior cubierta
de dientes de alce o conchas de cauri.
200 La vida de la mujer piel roja

EL CURTIDO
En los tiempos de mis abuelas una mujer era juzgada por el aspecto de sus
curtidos. U na buena curtidora era considerada una mujer laboriosa, mientras
que una mala curtidora se consideraba perezosa. Imagino que pensaban que, si
una mujer no sabía curtir bien, tampoco sabría hacer bien muchas otras cosas.
Esto ocurría en los tiempos en que el cuero era un artículo fundamental en la vi-
da cotidiana de la gente.
El proceso básico de convertir pieles frescas en cuero preparado tenía diversas
variantes. Las variantes dependían del uso al que iba a ser destinada la piel, así como
de las habilidades y deseos de la persona que curtía. En cualquier caso, el curtido era
tarea de las mujeres entre los bloods y en otros pueblos de las Praderas.
La primera fase del curtido consiste en convertir una piel fresca en cuero cru-
do. Se trata de una piel limpia pero no curtida. El cuero crudo se utilizaba las más
veces para los diversos tipos de recipientes de almacenamiento que usaba la gen-
te. Por ejemplo, los que usaban mis abuelas como maletas se llamaban "parfle-
ches" (una palabra francesa), o "cobertura para las cosas" (traducido del black-
foot). Un parfleche está hecho de una sola pieza s6lida de cuero crudo, doblada
más o menos como un sobre, y que a veces mide 60 por 90 cm.Los parfleches se
usaban para guardar ropa y alimentos secos. Generalmente estaban decorados
por fuera con dibujos geométricos. Cuando estaban completamente llenos,
correctamente cerrados y atados con varias cuerdas, eran prácticamente inaccesi-
bles a los ratones y a los insectos. El cuero crudo también se utilizaba para confec-
cionar bolsas cuadradas, para guardar objetos sagrados; bolsas cilíndricas, para
guardar tocados y vestidos especiales; alforjas, para ser transportadas; y también
suelas de mocasín, parches de tambor y carracas.
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 201

PREPARACIÓN DEL CUERO CRUDO


Las mejores pieles para hacer artículos de cuero crudo son las de bisonte y,
más recientemente, las de buey. El primer paso consiste en estirar la piel, lo que
solía hacerse clavándola en el suelo con estacas de tipi y con el lado del pelo hacia
abajo. Se usa una herramienta de descarnar para quitar toda la grasa y trozos de
carne que hayan quedado pegados a la piel. Se puede usar un cuchillo, pero no es
tan práctico. Esta tarea requiere más fuerza que maña. Lo único que hay que te-
ner en cuenta es no rasgar la piel mientras se rasca.
Después de quitarle toda la carne, la piel se dejaba secar y blanquear al sol
durante varios días. A veces se le echaba agua caliente por encima. A conti-
nuación, el lado limpio de la piel se raspa para obtener una superficie regular
con una herramienta que parece una azuela. La piel se puede dejar gruesa si se
va a quedar como cuero crudo, o se puede hacer muy delgada si se quiere una
piel blanda. Para esta tarea, la piel seca se puede dejar clavada en el suelo o se
puede llevar a un lugar sombreado y extenderla en un sitio adecuado. La he-
rramienta de raspar se utiliza con las dos manos, como un cepillo de carpinte-
ro.
Cuando el lado carnoso se ha raspado completamente, se da la vuelta a la
piel para quitarle el pelo. Esta operación solía realizarse con la misma herra-
mienta y el mismo método utilizados en el otro lado. En épocas más recien-
tes, las mujeres, llegadas a este punto, tomaban las pieles y las ponían en re-
mojo en tinas o toneles de agua. En el pasado no había toneles, pero algunas
mujeres ponían a remojar sus pieles a la orilla de un río o un lago. Sin embar-
go, los perros y los coyotes tienen la mala costumbre de llevarse estas pieles.
Y o misma he perdido varias de ese modo. El agua reblandece la piel al cabo de
un par de días y el pelo se puede arrancar a mano, en vez de con un raspador.
Si el pelo se quita de esta manera, hay que volver a estirar la piel para que se se-
que. Entonces es cuero crudo.

REBLANDECIMIENTO DEL CUERO CRUDO


El cuero crudo se ablandaba un poco para confeccionar cuerdas y cinchas de
las sillas de montar antiguas. Si se hacía bien, se convertía en cuero blando, que se
usaba para las cubiertas de los tipis y también para vestidos, bolsas y mocasines.
La piel de bisonte era la mejor para las cubiertas de los tipis, y para los mantos
utilizados como vestidos y ropa de cama. Las pieles destinadas a vestidos solían
202 La vida de la mujer piel roja

ser de ciervo, de carnero salvaje de cuernos grandes y de cabra de las Montañas


Rocosas porque son delgadas y ligeras, y sin embargo resistentes. Las pieles de
ante y alce no lo son tanto, y en cambio son bastante pesadas, por lo que no eran
tan utilizadas. Sin embargo, muchas tribus de fuera de las Praderas que vivían en
tipis usaban estas pieles grandes para las cubiertas de los tipis, así como para
mantos y mocasines. Yo hago buenos mocasines de invierno para mi familia
con piel ahumada de ante porque es gruesa y cálida. Mis abuelas hacían mocasi-
nes de invierno con piel de bisonte con el pelo hacia dentro. Hacían sombreros
y mitones con lo mismo.
Para reblandecer una pieza de cuero crudo, primero se extiende en el suelo
y se recubre en toda su superficie con una pasta grasienta. En el pasado, ésta se
hacía con una mezcla de grasa animal y sesos e hígado machacados. En épocas
posteriores, una mezcla muy común ha sido la de manteca, harina y agua ca-
liente. Esta mezcla se aplica primero a la piel con las manos y luego se frota con
una piedra lisa de modo que el calor se distribuya por todos los poros. Cuando
la piel se ha recubierto completamente, se vuelve a humedecer y se enrolla para
que se seque. Después de dejarla secar por algún tiempo, se vuelve a humede-
cer. En ese momento habrá encogido bastante, por lo que debe estirarse otra
vez después de humedecerla. Cuando vuelve a estar seca, se raspa en toda su su-
perficie con una piedra de canto rugoso. Mi madre decía que se recogían pie-
dras especiales para esta tarea. Se golpeaban unas con otras hasta que una de
ellas tenía el canto lo bastante quebrado y {in lado liso que se adaptara bien a la
mano de la mujer que la usaba. Alternativamente, la piel es frotada hacia ade-
lante y hacia atrás a través de un lazo de cuero crudo o de tendón grueso y re-
torcido. Esta fricción provoca calor que favorece el secado y también blan-
quea la piel. La piedra rugosa se utiliza para dar a la piel un aspecto uniforme y
granulado.
El curtido a mano de pieles de bisonte y de buey es un trabajo muy duro. No
es extraño que las mujeres de la tribu blood ya no lo realicen. Las pocas mujeres
que todavía curten algo trabajan sólo con pieles de ciervo o de becerro. Algunas
de nuestras tribus vecinas todavía dependen más de la naturaleza para obtener
alimentos y otras cosas para vivir, por lo que sus mujeres curten más pieles. Pe-
ro, incluso entre nuestros vecinos, no he encontrado a nadie dispuesto a curtir
pieles grandes como las de bisonte o de vaca. Cuando la gente quiere curtir pieles
de éstas, las llevan a las tenerías de las ciudades o a las cercanas colonias religiosas
de los hutteritas.
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 203

COMENTARIOS SOBRE EL CURTIDO


por la señora Cabalga-ante-la-Puerta

CRÍAS NONATAS
He curtido muchas pieles de crias nonatas. Son fáciles de conseguir y tienen
muchos usos. Para desollar ala cría se puede cortar la cabeza y dejar suelta la piel
de alrededor del cuarto delantero, y luego se tira de ella como si fuera un guante
de goma. Cuando se tiene la piel, se rellena de hierba o de cualquier otra cosa y se
deja secar Cuando está seca se puede quitar raspando parte del tejido, pero mu-
chas personas ya empiezan a curtir en ese mismo momento. Naturalmente, an-
tes se quita el relleno. Después se puede untar con aceite para que se reblandezca
más. Cuando está untada se empieza a fregarla y arrugarla. De vez en cuando se
puede esparcir un poco de harina por encima_
Recuerdo la última piel de cría que curtí de esta manera -era una cría de cier-
vo. Alguien mató a la madre junto al río y me llevaron el cervatillo no nacido.
Era moteado y sus pequeñas pezuñas todavía estaban unidas. La rellené y la dejé
secar, y después la unté con aceite. Cuando la piel hubo absorbido el aceite, hice
una pasta con agua y harina y puse un poco de ésta cada vez.Trabajé la piel como
si estuviera lavando unos guantes. Luego utilicé una piedra rugosa para raspar
toda la piel hasta que se reblandeció. La volví del revés y cepillé el pelo moteado.
Utilizamos estas bolsas pequeñas para guardar el tabaco y las ralees y hierbas
que usamos como medicina. A veces las empleamos para las bayas secas. En al-
gunas ocasiones hadamos bolsas de almacenaje cosiendo tres o cuatro cabezas
despellejadas de ciervo o de alce. En otras ocasiones usábamos la piel de las patas
de esos animales. Empleamos la sección comprendida entre la rodilla y la pezu-
ña, dejando en la parte de atrás las pequeñas pezuñas. Las pieles para estas bolsas
se curten aproximadamente igual que las de las crías. No se reblandecen mucho,
sólo lo suficiente para usarlas como bolsas de almacenaje.

PIELES DE CRÍA CON PELO

Y o solfa curtir muchas pieles de cría para usarlas como alfombras en nuestro
tipi. Para curtirlas empezaba extendiéndolas para que se secaran. Antiguamente
empleaban estacas de tipi para sujetar estas pieles al suelo. Ahora pasamos una
204 La vida de la mujer piel roja

cuerda o bramante a través de los agujeros que hacemos a lo largo del borde de la
piel. Atamos la cuerda alrededor de un bastidor hecho con cuatro palos unidos
en los ángulos. A veces simplemente clavamos con clavos las pieles frescas en
una pared, como la de nuestro establo.
Mientras la piel está extendida, y después que se ha secado, se toma un raspa-
dor y se quita la grasa y la carne y el tejido secos. Mientras se raspa se va compro-
bando la piel, hasta que tiene el grosor adecuado. Después se baja y se le aplica
aceite a conciencia. El aceite de pata de vaca va muy bien. Se deja que se empape
bien de aceite durante un par de días, y después se aplica la pasta de harina. Algu-
nas personas machacan hígado o sesos y lo mezclan con el aceite. A continua-
ción se dobla la piel varias veces y se deja aparte durante un par de días. Después
se despliega y se frota de un lado a otro con un objeto cortante. Se deja el lado del
pelo dentro y se raspa el otro lado hasta que se ha ablandado lo suficiente. Como
objeto cortante me gustaba usar una hoja no afilada de guadaña sujeta al tronco
de un árbol. A veces empleaba simplemente una cuerda, atada como un tirador a
un árbol. Ponía la piel atravesada en ese dispositivo, la sostenía por ambos ex-
tremos y tiraba adelante y atrás a través de la cuerda lo más fuerte que podía. Se
usa el mismo sistema para curtir pieles grandes, como las de vaca o bisonte. Pero
es mucho más difícil trabajar con éstas.

ELABORACIÓN DEL CUERO FLEXIBLE

El cuero flexible es la piel que empleamos para confeccionar nuestros mejo-


res vestidos. Si quiero hacer un nuevo vestido para mí, o una camisa para mi es-
poso, me esforzaré para lograr un cuero flexible realmente blando. Una mujer
es juzgada por el aspecto de sus curtidos, tanto si es una buena trabajadora como
si no. No sé cuántas pieles habré curtido en mi vida, ni cuántas prendas de vestir
habré hecho con ellas.
Se empieza extendiendo la piel de ciervo fresca para que se seque, lo mismo
que con una piel de cría con el pelo. Se quita toda la carne y grasa con un cuchi-
llo. Cuando la piel está seca se extiende sobre algo sólido, como, por ejemplo, un
tronco. Se deja el lado del pelo hacia arriba y se empieza a quitar éste con un ras-
pador. Hay que asegurarse de que se han quitado todos los pelos, incluso los pe-
queños y cortos que hay debajo de los largos. Si se deja algún pelo, la piel será di-
fícil de manejar. Se raspa, también, el lado sin pelo de la piel. Para hacerlo, ésta se
puede humedecer y estirar.
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 105
Cuando la piel está limpia y suave por ambos lados, se empieza a tratar. Mi
mezcla consiste en grasa de cerdo mezclada con un poco de aceite de carbón [ke-
roseno]. Se frota la piel con esta mezcla hasta que aquélla se vuelve casi blanca.
Esto ocurre cuando está bien empapada de aceite.
Mientras se empapa, se llena una tina de agua caliente y se añade un poco de
jabón. Algunas personas también ponen sal. Luego se introduce la piel en el
agua y se sumerge en ella. Cuando está bien empapada, se saca la piel y se retuer-
ce. Y o suelo enrollarla en un poste y utilizo un buen palo para retorcerla hasta
que deja de gotear. Después se frota y se estira la piel mientras se seca. Algunas
personas emplean una hoja de guadaña vieja sujeta a un poste para frotar con ella
la piel de un lado a otro.
Este frotamiento y este secado es la parte del proceso que reblandece la piel,
por lo que hay que trabajar duro. Si uno se cansa, envuelve la piel en una tela hú-
meda hasta que se ha repuesto. Luego se frota un poco más hasta que está com-
pletamente seca. Cuando está seca tomo un poco de harina y frotando la hago
penetrar muy bien en la piel para que adquiera un color blanco puro. Agujereo
una lata y la utilizo para raspar toda la superficie de la piel después que la he fro-
tado con harina. La uso como papel de lija.
Durante los últimos años he vivido en la ciudad, por lo que ya no dispongo
de un lugar seguro donde extender mis pieles. Ahora hago los curtidos de una
manera un poco distinta. Inmediatamente después de quitar todos los restos de
carne de la piel, la pongo en remojo en una tina de agua. Necesita bastante tiem-
po para reblandecerse, pero sé que está a punto cuando puedo arrancar el pelo a
puñados. La voy inspeccionando regularmente hasta que puedo hacerlo. Arran-
co todo el pelo, y luego tomo un cuchillo de hoja ancha y raspo toda la sustancia
negra que queda en la piel después de quitar el pelo. Después busco un rincón en
el que pueda extender la piel hasta que esté seca. A continuación le doy aceite y
la trato igual que las otras pieles que he curtido.
Actualmente, la razón principal por la que necesito las pieles es para hacer
aquellos collares de la Danza del Sol que llevamos durante las ceremonias de la
tienda de medicina. Como he organizado Danzas del Sol, puedo hacer estos co-
llares y transferirlos a las personas que los quieran. Siempre hay alguien que me
pide uno, ya que son amuletos sagrados con los que vivir. Se hacen con abalo-
rios, mechones de pelo y aquellas conchas largas y delgadas (dentaliums). Tengo
que emplear piel curtida a mano para las tiras del collar porque el cuero curtido
industrialmente se rompe con demasiada facilidad.
206 La vida de la mujer piel roja

EL AHUMADO DE LA PIEL CURTIDA

Puedo decir por algunas tristes experiencias mías que una hermosa piel curti-
da blanca nunca tendrá el mismo aspecto si alguna vez se moja mucho. Encogerá y
se endurecerá, y, aunque se la trabaje mucho, nunca volverá a ser realmente suave
y bella. Pero si se ahuma correctamente la piel después de curtirla, no se volverá rí-
gida cuando se moje. Frotándola un poco, volverá a ser flexible. Por esta razón la
piel ahumada es la más usada para mocasines, guantes y chaquetas.
El ahumado de la piel curtida puede darle varios tonos de marrón o amarillo.
Depende del tipo de leña utilizado, así como del tiempo que esté recibiendo hu-
mo. Generalmente los tonos y colores más claros se usan para los vestidos por-
que dejan el cuero más flexible. La piel ahumada oscura se emplea para los moca-
sines, ya que está más impermeabilizada.
El armazón para sostener una piel se hace, bien levantando varios palos cor-
tos en la forma de un armazón de tipi, o bien clavando ramas de sauce en el suelo
y atándolas unas con otras en forma de arcos, como una pequeña cabaña de su-
dar. Se enciende un fuego dentro de la estructura y se lo deja arder bien hasta que
hay un buen lecho de brasas. A continuación se coloca sobre las brasas la verda-
dera leña que servirá para ahumar la piel, antes de que ésta se cuelgue del arma-
zón. La piel se cose o se ata para que quede un recinto bien cerrado, con la leña de
ahumar dentro. La madera podrida de diversas clases es la mejor para esto. Lo
importante es que haya mucho humo, pero nada de fuego. Las llamas enseguida
chamuscan la piel y la inutilizan, así que el proceso debe vigilarse atentamente.
En una ocasión ahumé una piel dentro de una leñera, en invierno. Encendí
un fuego en un cubo viejo, y apilé la leña podrida (álamo, en este caso) encima de
las brasas. La piel estaba cosida excepto por una abertura redonda en un ex-
tremo. Se emplearon trozos de lona para tapar todas las rendijas en los puntos en
que la piel se unía. La piel colgaba del techo de la leñera mediante una cuerda.
Una falda de lona llegaba hasta el suelo y mantenía la piel sobre la leña humean-
te. Se necesitaron unas tres o cuatro horas para ahumar toda la piel de alce.

OTRAS LABORES ARTESANALES


TENDONES Y UTENSILIOS
Mis abuelas a menudo confeccionaban a mano todos sus utensilios de coser,
incluso después de tener la posibilidad de comprar los materiales a traficantes y en
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 207

almacenes. Utilizaban cuchillos de piedra y piedras de borde afilado para cortar.


Usaban trozos de hueso puntiagudos -a menudo sacados de todo el hueso de una
pata- como punzones, con los que hadan los agujeros por donde pasaban el hilo.
Y empleaban tendones de animales como hilo. Los tendones se ablandan en la bo-
ca antes de coser. Si la punta se deja sin remojar permanece dura y sirve como una
aguja para introducir el resto del tendón en los agujeros practicados con el pun-
zón. Esto es lo que me dijo la señora Cabalga-ante-la-Puerta acerca del tendón:
"Todavía uso tendón en vez de hilo cuando hago objetos sagrados. El tendón
se encuentra a lo largo de la espina dorsal de animales como las vacas, los ciervos y
los alces. Se coge un tendón y se le quita toda la carne; luego se pega la tira sobre
una superficie plana, donde pueda secarse. En una ocasión pegué un tendón fresco
de ciervo en el exterior del marco de mi ventana y me olvidé de él. Debió de secar-
se y caer, pues nunca volví a verlo. Imagino que los perros se lo comieron."
U na tira de tendón dura mucho tiempo. Cuando necesitamos un poco
lo arrancamos de la pieza principal, por muy grueso que lo necesitemos. Se
moja en la boca hasta que está blando, luego se sostiene una punta y se enro-
lla el resto en el regazo con la palma de la mano muchas veces. Esto lo retor-
cerá de manera que parecerá hilo. Después de coserlo se secará y se volverá
rígido y duro. Es mucho más resistente que el hilo, especialmente en pren-
das como las suelas de los mocasines. Para el bordado con abalorios, en-
cuentro mucho más fácil utilizar agujas e hilo. Sin embargo, desde hace po-
co algunas tiendas venden "tendón comercial", que está hecho en América
del Sur y viene en carretes grandes. Se puede desenrollar como el hilo y cor-
tarlo más delgado, como el tendón, y es muy fuerte. ¡A mis abuelas sin duda
les habría gustado!

EL BORDADO CON PÚAS DE PUERCO ESPÍN

Un antiguo arte blackfoot de decoración de los vestidos y otros artículos de


cuero blando es el de coser las púas de un puerco espín de manera que formen fi-
guras y dibujos. Según nuestras leyendas, este arte fue enseñado a las gentes de
los tiempos antiguos por Trueno. Desde entonces se ha considerado un artesa-
grado. Los que desean aprenderlo y practicarlo acuden a un anciano experimen-
tado para que les inicie y les instruya. Todavía existen varias personas que han
208 La vida de la mujer piel roja

recibido esta iniciación. No obstante, mi madre me expresó la opinión corrien-


te en la tribu de que los que trabajan con las púas pronto se vuelven ciegos y a
menudo sufren problemas internos debido a alguna clase de poder presente en
las púas.
Las púas de puerco espín se utilizaban en sus colores naturales, así como te-
ñidas. Todos los colores principales para teñirlas se obtenían de plantas diferen-
tes, que generalmente se humedecían, se cubrían con las púas y luego se envolví-
an hasta que se secaban. En aquel momento el color ya solía impregnar las púas
de modo permanente. Después que los traficantes introdujeran las telas de co-
lor, en el siglo pasado, algunas personas tiñeron sus púas hirviéndolas junto con
piezas de tela. Otras, en tiempos más recientes, han empleado tintes comercia-
les.
Los bordadores mojan las púas en la boca para ablandarlas antes de coserlas.
Entre los utensilios básicos que se necesitan, además de púas de diversos tama-
ños y colores (todas ellas guardadas en bolsas separadas -tradicionalmente he-
chas con vejigas de vaca secas y ablandadas-), se cuentan muchos ramales de ten-
dón enrollado, un punzón, un objeto liso utilizado para aplanar las púas
después de cosidas, y una pieza de piel curtida sobre la que aplicar el bordado.
Un método corriente para coser las púas a la piel es el siguiente. Se cosen dos
hilos de tendón paralelos haciendo una puntada después de cada intersección de
una púa doblada de atrás para adelante, empezando por el extremo más grueso y
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 209

terminando por la punta. La punta y el siguiente extremo ancho se sobreponen


entonces de modo que la juntura no se vea en el bordado terminado. Una tira de
púas elaborada de esta manera es muy estrecha.

EL BORDADO DE PÚAS
por Ruth Pequeño Oso

En los viejos tiempos se solían decorar los vestidos y los artículos de lujo con
púas coloreadas de puerco espín. Esto era así sobre todo antes de que las mujeres
conocieran los abalorios y empezaran a hacer bordados con ellos. El bordado
con púas era un arte especial y, antes de empezar a Practicarlo, una mujer tenía
que ser iniciada por una anciana. Todavía es así hoy en día; ésta es la razón de que
queden pocas personas que conozcan este arte entre los blackfoot. Dicen que to-
das las personas que hacían bordados con púas acababan enfermas y con hemo-
rragias. No sé qué tipo de sustancia hay en una púa de puerco espín, pero dicen
que enfermaban a causa de ella. Tenían que mojar las púas en la boca y usar los
dientes para aplanarlas, y así es cómo ingerían esa sustancia.
Nunca recibí la iniciación necesaria para trabajar con púas, así que no hice
más que bordados de abalorios. Pero he conocido a señoras que eran muy hábi-
les con las púas. Las guardaban en bolsas especiales hechas con vejigas de bison-
te. Las vejigas se hinchaban y se ataban, y luego se colgaban para su secado.
Cuando estaban secas, las frotab.an de un lado a otro hasta que las fibras se ablan-
daban y la bolsa era bastante flexible. Después se doblaba longitudinalmente
dos o tres veces. Las púas se introducían en la bolsa a través de una hendidura.
Las bolsas eran lo bastante rígidas como para impedir que las púas se doblaran.
Sólo se usaban determinadas púas-las delgadas y largas eran las mejores. Por
esta razón, se preferían las pieles de los puerco espines jóvenes. Los viejos son
más grandes que los jóvenes y tienen púas más largas y gruesas. Tengo entendi-
do que éstas tienden a rajarse más fácilmente cuando se aplanan entre los dien-
tes. Las mejores son las de la parte posterior del animal. Un sistema fácil de
arrancarlas de la piel es frotarla con un saco de arpillera. Las púas se clavan en el
saco, de donde se pueden arrancar sin pincharse.
Las púas se empleaban con su color natural y también teñidas. Antiguamen-
te sólo disponían de unos pocos colores básicos, como el rojo, el amarillo y el
verde. Más adelante aprendieron a usar diversos artículos de los comerciantes
para teñir. U no de los preferidos era la tela de lana roja, que se poníaen remojo y
210 La vida de la mujer piel roja

se hervía junto con cosas como púas y plumas para que adquirieran el color rojo.
Más tarde aún, los comerciantes se dieron cuenta de ello y empezaron a surtirse
de cajas de tinte, que la gente usaba tal cual y mezclado con otros productos para
conseguir muchos tonos de colores generalmente vivos.
Además de pasar por una iniciaci6n tradicional, la bordadora de púas black-
foot debe observar varias reglas. Por ejemplo, se dice que las bordadoras se vuel-
ven ciegas si arrojan una púa de puerco espín al fuego, o si trabajan por la noche.
También se dice que una bordadora se pinchará mucho los dedos con las púas si
cose mocasines en su casa. No debe comer ciertas cosas, como carne de puerco
espín, ni debe permitir que nadie pase por delante de ella mientras está bordan-
do.
EL BORDADO CON ABALORIOS
El bordado con abalorios de mis abuelas es famoso entre los estudiosos de la
cultura nativa por sus colores y diseños agradables y por su aspecto compacto y
uniforme. El estilo de bordado tradicional de los blackfoot es el encaje de aplica-
ci6n, que requiere el uso simultáneo de dos hilos. Un hilo se utiliza para ensartar
los abalorios, y el otro para sujetar con puntadas los abalorios ensartados. Esto
hace que el bordado acabado tenga un aspecto diferente del realizado por mu-
chas otras tribus de las Praderas, como los sioux. Su estilo se llama el "lazy
stitch" y utiliza s6lo un hilo, lo que deja a los abalorios en hileras algo sueltas de
aspecto acanalado, en vez de quedar planos. Las bordadoras blackfoot tradicio-
nales rara vez emplean el "lazy stitch", ni el telar de abalorios, que es el otro sis-
tema generalizado para bordar con abalorios.
Entre los colores más utilizados por las bordadoras blackfoot tradicionales
se cuentan el azul claro y el azul oscuro, el amarillo "sucio", el rosa "Cheyen-
ne", el rosado y el verde oscuro. Naturalmente, también se usaban muchos
otros colores, en una gran variedad de tonos. Los tonos de los colores de los aba-
lorios varían de una remesa a otra, pero la mayoría de bordados blackfoot anti-
guos que he visto utilizan los colores mencionados. Los abalorios antiguos esta-
ban hechos en Italia, y los comerciantes los conocen como "abalorios
italianos". Son de vidrio bueno, y los colores son muy suaves y sutiles. Tienen
formas desiguales, lo que da una textura especial al bordado acabado. La mayo-
ría de los abalorios modernos se venden con el nombre de "abalorios checoslo-
vacos", pues están hechos en ese país. Tienen una bonita forma regular y colores
muy vivos, y se pueden distinguir fácilmente de los de estilo antiguo.
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 211

EL PUNTO SOBREPUESTO
Visto de lado y visto desde arriba

Los diseños geométricos de abalorios blackfoot son a menudo figuras gran-


des formadas mediante una cuidadosa combinación de muchas otras más peque-
ñas, empezando generalmente con cuadrados, franjas, triángulos o rectángulos.
Cada figura pequeña dentro de la mayor es por lo general de un color distinto.
Algunos diseños tienen nombres comunes, como el "dibujo ck la montaña" y el
"dibujo de la pluma", Por lo demás, no existe un significado general de la tribu
para cada diseño con abalorios -sólo el que cada bordadora pueda atribuirle.

UN POCO DE HISTORIA ACERCA


DE LOS ABALORIOS Y EL BORDADO CON ABALORIOS
Dado que el bordado con abalorios y el uso de abalorios es la forma de artesa-
nía más popular de las que se practican hoy, quiero ofrecer algunos datos histó-
ricos acerca de ello. En primer lugar, es interesante observar que, si bien este
tipo de bordado se considera un ejemplo de "artesanía india", nunca se habría
producido sin la introducción de los abalorios por parte de comerciantes blan-
cos. Mis abuelas de antaño empleaban púas de puerco espín para decorar sus ves-
212 La vida de la mujer piel roja

tidos y otros objetos. Cuando conocieron los pequeños abalorios aprendieron a


utilizarlos en sustituci6n de las púas en sus labores de adorno.
Los abalorios hechos con bayas secas, vértebras de peces y serpientes, garras
de animales, dientes, conchas y otros objetos naturales han sido utilizados por
mis antepasados durante innumerables generaciones. No obstante, desde hace
más de doscientos años, los abalorios más populares han sido los producidos
por diversos fabricantes y artesanos europeos, importados y distribuidos por
comerciantes. Prácticamente todos los objetos sagrados y ceremoniales de ori-
gen blackfoot -ya estén en poder de la gente o en las colecciones de los museos-
tienen algunos de esos abalorios europeos en su decoraci6n.
John Ewers presenta una buena historia del bordado con abalorios entre los
blackfoot en su libro Blackfeet Crafts. Dice que algunos abalorios comerciales
pudieron haber llegado al pueblo blackfoot en los primeros años del siglo die-
ciocho a través del comercio con tribus que entonces tenían contacto directo
con los comerciantes, lo que no era el caso de mis antepasados. Hacia la década
de 1780, algunos de esos comerciantes habían llegado a establecer relaciones di-
rectas con el pueblo blackfoot. Hacia 1830, muchos hombres y mujeres impor-
tantes de la tribu ya llevaban camisas y vestidos decorados con grandes abalorios
de bordar conocidos hoy como abalorios de poni. La combinaci6n de colores
más habitual era la de azul celeste y blanco. Estos primeros bordados con abalo-
rios solían seguir los estilos y los diseños del bordado con púas. En aquella época
muchos artículos se decoraban con una combinaci6n de púas y abalorios.
La gente de antaño llamó a estos abalorios más antiguos abalorios auténticos
después que tuvo conocimiento de otros de otras clases. En 1870, ocho madejas
de estos abalorios se valoraban igual que un buen manto de piel de bisonte. U na
madeja tenía unas diez sartas de abalorios de veinte centímetros de longitud. Los
"abalorios de collares", más grandes, eran mucho más costosos. Algunas sartas
antiguas de estos abalorios todavía pasan de una generación a otra como joyas fa-
miliares. Se han utilizado muchos estilos de abalorios de collar. Entre los más
antiguos y valiosos están los que se conocen como abalorios de mofeta. Son bas-
tante grandes, generalmente de vidrio azul, con dibujos en relieve y hechos a
mano de pequeños capullos rojos y blancos, unidos entre sí por líneas de arabes-
cos. Hoy en día todavía se encuentran algunos entre el contenido de los paque-
tes de medicina.
Se dice que el tipo de abalorios y el estilo de bordado más habituales en la ac-
tualidad se generalizaron entre los blackfoot durante la década de 1870. En aque-
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 213

lla época se introdujeron abalorios de tamaños tan pequeños (la mayoría de me-
nos de la mitad que el de los "abalorios auténticos") que mis abuelas empezaron
a demostrar sus habilidades artísticas con bordados de diseños intrincados y de
muchos colores. Objetos que hasta entonces habían estado decorados principal-
mente con orlas o pequeñas zonas de dibujos, a partir de esa época fueron recu-
biertos completamente de abalorios. Entre estos objetos se contaban mocasines,
chalecos, cunas y bolsas grandes y pequeñas. Los diseños bordados de hojas y
flores de colores se hicieron muy populares.

JUGUETES

Los juguetes tradicionales de los blackfoot eran principalmente muñecas o


reproducciones en miniatura de todas las cosas utilizadas por los adultos. Las
muñecas las hacían sobre todo las mujeres, aunque tanto los niños como las ni-
ñas jugaban con ellas. Por otra parte, los juguetes para los niños los hacían nor-
malmente los padres, mientras que los de las niñas los hacían las madres. Estos
juguetes, por lo general, se conservaban como un tesoro, y los más pequeños se
guardaban en bolsas de cuero especiales.
Había toda clase de muñecas, desde las sencillas que tenían los brazos y pier-
nas hechos con ramas de sauce, hasta las lujosas, con vestidos completamente
bordados de abalorios y cabello humano auténtico. A las niñas mayores se les
daban muñecas completas junto con pequeños tipis y otros utensilios domésti-
cos, y a veces incluso pequeños paquetes de medicina. Las cunas, muñecas bebés
y caballos con narrias para arrastrar los pertrechos familiares también eran muy
populares.
Entre los juguetes favoritos de los niños se contaban los arcos y flechas, los
látigos y peonzas, los tambores y otros instrumentos, y los arneses de caballo.
También eran frecuentes los muñecos en forma de niños y de guerreros. Los
chicos siempre buscaban ramas y partes de árboles que pudieran usar como ca-
ballos de imitación para practicar saltos, carreras y el arte de montar en general.

CUNAS

Las madres blackfoot tradicionales llevaban a sus bebés en cunas de tabla pa-
ra protegerlos. El armazón de estas cunas solía ser de ramas de sauce curvadas,
sujetas y cruzadas transversalmente. Posteriormente se hicieron con tablas
214 La vida de la mujer piel roja

grandes, resistentes y conadas en la forma deseada. En ambos casos están cubier-


tas con varias piezas de ante cuidadosamente unidas. La pieza de piel destinada a
recubrir la porci6n grande de tabla que protege la pane posterior de la cabeza a
menudo se cubría de un bordado de abalorios en parte o totalmente antes de co-
locarla. El bebé queda firmemente sujeto con cordones dentro de una bolsa
oblonga que forma pane de la cubiena de piel. Ésta tiene una pequeña capucha
que se ajusta c6modamente alrededor del rostro del bebé y le protege del frío y el
viento, así como de los insectos.
Las variaciones en las cunas eran frecuentes. Algunas tenían un forro inte-
rior de piel con pelo. Otras tenían delantales decorados que colgaban por delan-
te y cubrían los cordones de la bolsa. Otras llevaban colgando largas sartas de
abalorios y conchas destinadas a distraer al niño con sus movimientos y su casca-
beleo. En épocas posteriores algunas cunas iban recubienas de tela e;, vez de
piel.
Estas cunas llevan sujetas en el dorso unas correas resistentes, de izquierda a
derecha, mediante las cuales las madres pueden llevarlas colgadas a la espalda.
Las cunas también se colgaban por estas correas en el pomo de la silla de montar
de la madre cuando ésta iba montada a caballo. Si las madres estaban trabajando
al aire libre, a menudo colgaban las cunas en una rama resistente de algún árbol
cercano. Si soplaba la brisa, la cuna se mecía y hacía que el bebé se durmiera.
Yo he utilizado estas cunas de tabla para mis hijos, así como las bolsas de
musgo, más sencillas y pequeñas. Estas últimas son las bolsas de los bebés, que
constituyen la parte principal de las cunas de tabla. He descubieno que ambas
son muy útiles para cuidar de los niños, aunque la cuna de tabla probablemente
sería inc6moda en una ciudad. No sé por qué mis abuelas nunca hicieron las cu-
nas con un protector curvo del rostro como el que hacían muchas otras tribus.
Esta pieza podría ser muy importante en el caso de usar una cuna de tabla en lu-
gares de suelo duro. En dos ocasiones mis hijos cayeron de cara por carecer de es-
ta protecci6n, y las dos veces lo pasé muy mal hasta que estuve segura de que no
había pasado nada grave.

UTENSILIOS

En los viejos tiempos, los utensilios los hacían tanto los hombres como las
mujeres. Extraían nudos grandes de los troncos y los vaciaban para convertirlos
en tazones. Con los más pequeños hacían cucharas. Estos tazones fueron susti-
En torno a la casa -Algunas enseñanzas de las abuelas 215

tuidos por artículos comerciales hace mucho tiempo, pero en épocas posterio-
res siguieron haciéndose unos pocos para acompañar a los paquetes de las pipas
de medicina. Aún hoy, los propietarios de paquetes de pipas de medicina tienen
la obligación de comer en cuencos de madera, especialmente en las ceremonias.
Se hacían cucharas y tazones pequeños con los cuernos de bisontes y mus-
mones. Estos cuernos se hervían hasta que estaban blandos y luego se labraban
en la forma deseada. Para formar la hechura de tazón, se colocaba una piedra del
tamaño adecuado dentro del cuerno ablandado y se dejaba allí hasta que el cuer-
no volvía a endurecerse.
Se dice que, hace mucho tiempo, los hombres y las mujeres blackfoot elabo-
raban una cerámica tosca. No hay nadie hoy en día que haya visto tal cerámica,
y pocos han oído hablar sobre cómo se hacía. El proceso básico consistía en
mezclar cenizas, arena y conchas trituradas y hacer con ello un barro espeso. Es-
te barro se moldeaba con las manos y se dejaba secar al sol. Estos objetos al pare-
cer sólo servían como recipientes temporales, especialmente para c~ntener
agua. Ninguno ha llegado hasta nosotros.
En el pasado, el recipiente más corriente para el agua se hacía a menudo con
el estómago de un ciervo o un antílope. El agua se echaba-dentro a través del ex-
tremo abierto, que después se cerraba atándolo. Estas bolsas se colgaban en un
trípode o en uno de los palos del tipi. Durante los viajes se usaban como cantim-
ploras. Aunque se lavaban a conciencia, debían dar al agua un sabor fuerte.

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