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Causas de la Revolución según Jean Jaurés:

Con el antiguo régimen, dominaban la nación los nobles, la Iglesia y el rey. La


monarquía francesa le había quitado el poder a la nobleza: los había
desposeído de sus grandes justicias y había derribado las altos jurisdicciones
feudales. Todo esto favorecía al interés general de la nación y al de la
monarquía. Pero esta última no suprimió la justicia de los señores “de abajo”,
es decir, la monarquía eliminó lo que molestaba al poder real, pero no lo que
oprimía y ahogaba la vida rural.
Los nobles disfrutaban del privilegio en materia de impuestos: no pagaban.
Los impuestos eran considerados una señal de plebeyez, y todos los nobles
cifraban su orgullo en no pagarlo. Solo pagaban un impuesto: el vigésimo de
la renta. La Iglesia también estaba exenta de impuestos, con lo cual todo el
fisco real pesaba sobre la población rural (pobre). Además de todo esto, los
nobles avasallaban y empobrecían al campesino (aún más) con innumerables
derechos feudales. Los campesinos estaban obligados a prestaciones
personales, humillantes, y no podían librarse de las exigencias del señor.
La supuesta ingenuidad patriarcal de los señores feudales recurría siempre
que podía a todas las añagazas mercantiles, a todas las maniobras
monopolizadoras del actual capitalismo burgués.
No había un acto en la vida rural que no obligara al campesino a pagar un
rescate. En todas las tierras de la región, los nobles cazaban a su gusto,
mientras los campesinos no podían matar la caza que devoraba sus cosechas.
El aldeano no podía hacer nada sin tropezar con el molesto feudalismo. Fácil
es adivinar las iras que se acumulaban y lo dispuestos que estarían los
campesinos a una sublevación casi unánime.
La monarquía ya había arruinado para siempre al feudalismo, antes de que
acabara con él la Revolución. La nobleza había tenido que abandonar a los
reyes casi toda su soberanía, y a los burgueses enriquecidos por la industria y
el comercio gran parte de sus propiedades. La centralización monárquica
había desempeñado para el poder feudal un papel revolucionario. Existían ya
propiedades agrícolas, exentas de todo derecho feudal y propiedad industrial
burguesa se constituía y crecía diariamente (la propiedad completa y sencilla
iba siendo el tipo dominante y normal de la propiedad en Francia).
El rey de Francia cifraba su orgullo en ser el primero de los caballeros, el
noble entre los nobles. Con la monarquía, la nobleza no desaparece porque
Luis XVI (rey) considera la supresión de los privilegios de dicha clase como
una disminución de su propio patrimonio real. Mantenían lazos apretados
con la Iglesia católica. Por un lado, limitaba el poder de la nobleza y la Iglesia
para la grandeza y libertad del poder real; por otro, no se atrevía a pedir a
estas clases los sacrificios que habrían convertido en adictos a la monarquía a
burgueses y villanos.
La nobleza no sólo saquea (gasta el presupuesto de la nación), sino que
introduce el desorden y la falsedad en el gran Estado moderno. En el siglo
XVIII, esta clase dio los más escandalosos ejemplos de corrupción y avidez
monopolizadora. Concentró en sus manos todas las formas de explotación.
Mantenía la explotación feudal del pasado, desorganizaba la fuerza
monárquica del presente y corrompía en germen el capitalismo audaz. Los
burgueses se levantaron contra ellos en la Revolución.
También contra el poder absoluto de la Iglesia, la cual en el siglo XVIII era
horriblemente opresora (persiguiendo a protestantes, sabios y filósofos). La
burguesía se aliaba con los filósofos. Voltaire era el símbolo completo de la
burguesía nueva. Inmovilidad de la vida económica de la Edad Media =
inmovilidad de la vida dogmática. Se necesitaba que el pensamiento
moderno adquiriera toda su libertad. La intolerante Iglesia católica era la
enemiga acérrima del mundo moderno. El clero estaba constituido como
orden privilegiado y no pagaba impuestos. La Iglesia fingía pobreza y recurría
al préstamo para recuperar el escaso subsidio que aparentaba ofrecer al rey.
Aquello era mera táctica, porque la Iglesia tenía disponibles bienes
considerables. Además, la Iglesia era la única que registraba nacimientos,
matrimonios y defunciones; toda la vida civil estaba en sus manos. Había un
antagonismo económico invencible entre el interés financiero de la burguesía
acreedora y el poder territorial de la Iglesia. Aquél fue uno de los móviles
más vigorosos de la Revolución.
Para que una revolución estalle es necesario que las clases inferiores sufran
un terrible malestar o una gran opresión, pero también es menester que
tengan un principio de fuerza, y por consiguiente de esperanza. Y tal era
exactamente el estado de la sociedad francesa a fines del siglo XVIII. La
burguesía había penetrado bastante con sus compras en el mundo rural para
sentirse en estado de luchar contra la nobleza y la Iglesia.
Uno de los problemas que llevó a la Revolución fue el déficit intolerable del
presupuesto. En 1789, la enfermedad era demasiado honda y crónica para
poder curarla sin tocar los privilegios de impuestos de la nobleza y el clero.
Los Estados Generales desencadenarán un movimiento casi incalculable, que
sacudirá todo el mundo. Lucharán con la nobleza y el clero; humillarán
primero y herirán después a la monarquía; levantarán por encima del
privilegio y de los poderes del pasado la afirmación gloriosa y tempestuosa
de los derechos del hombre y del ciudadano; abrirán a la democracia los
grandes caminos de la historia; afirmarán la omnipotencia de la clase
burguesa y prepararán el advenimiento del proletariado.
En París como en todas partes, la burguesía inicia y dirige el movimiento. Una
clase única, un Estado llano solo, una fuerza coherente de burgueses,
campesinos y obreros es la que reclama garantías constitucionales y entra en
acción. La burguesía representaba el esfuerzo, la acción y el trabajo. En el
movimiento revolucionario coexistían fuerzas moderadas a la cual
pertenecían las altas burguesías (denominados girondinos) y fuerzas más
extremistas o radicalizadas a las que a las que adherían la baja burguesía y el
campesinado encabezados por Robespierre.
El 14 de julio de 1789 fue “la toma de la Bastilla”: mediante este acto
simbólico, los burgueses se quejaban del abuso del poder. De esta manera, la
burguesía asalta el poder político. Reformas de 1789: matrimonio civil y
divorcio (se separan de la Iglesia), igualdad para todos ante la ley, nuevos
tribunales, se dicta un código penal y la primer “Declaración de Derechos del
Hombre y los Ciudadanos”.
La Revolución se divide en tres etapas:

1º. Revolución Constituyente: 1789 – 1792: se reemplazan los Estados Generales por una
Asamblea Nacional. Esta Asamblea redacta la “Declaración de Derechos del Hombre y los
Ciudadanos” (con influencia de Locke [resistencia a la opresión] y Rousseau [voluntad general]), en
la que se establece la igualdad ante la ley, la soberanía popular, la supresión de los privilegios de la
nobleza y el clero (no más feudalismo). Se establece un Estado liberal de derechos bajo tres
principios fundamentales: libertad, igualdad y fraternidad. 1791: Constitución, régimen
monárquico parlamentario. Este régimen beneficiaba a la alta burguesía pero no le agradaba a la
parte más radicalizada.

2º. Convención: 1792 – 1795: esta etapa fue dirigida por la baja burguesía (los jacobinos) con
su representante Robespierre. Se establece una Convención reemplazando la Asamblea Nacional.
Poder ejecutivo: “Comité de Salvación Pública” dirigido por Robespierre quien instaura un período
de “terror revolucionario” en el que perseguirá y dará muerte a todos los opositores de la
revolución extrema (en ese momento decapitan a Luis XVI). República francesa. La revolución se
les va de las manos y el sector moderado de la revolución vuelve a tomar el poder.

3º. Directorio: 1795 – 1799: poder ejecutivo: directorio; se reemplaza la Convención por una
Asamblea Bicameral con dos cámaras.

Los militares hacen un golpe de Estado con Napoleón Bonaparte: El Consulado, Napoleón se
convierte en Emperador en 1804 y termina con la República francesa.

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