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La fe en las Sagradas Escrituras

Por: José Luis Martínez Reynoso y Christian Ramón Rodríguez Bustos

La noción de fe es muy profunda, pero es necesario releer a la luz del Nuevo Testamento
el Antiguo pues así es posible encontrar la continuidad y el progreso de esta realidad, así
paralela a la noción “revelación”

La fe en el Antiguo Testamento
Primero cabe mencionar que en el hebreo del AT, al igual que el termino de revelación, no
existe la palabra fe, sino un campo semántico que lo designaría.
Términos que lo designan:
 ´aman: mantenerse fiel a, ser estable, estar fundado.
 ´Emûnah: sostener. (designando la fidelidad de ambos)
 batah: esperar confiadamente en alguien.

La relación con Dios se establece por medio de la fe. Especialmente esto desde la
expulsión del Edén pues vivir fuera de él es esperar y confiar que Dios cumplirá su
promesa.
Posteriormente en el pacto con Noé y después la alianza con Abraham (modelo de la fe
veterotestamentaria), Moisés y el Éxodo.
La respuesta del hombre a Dios, respecto a la alianza viene en líneas. Guardarlas como
verdad y perseverar fieles.
Escuchar las palabras de Dios (pide cambio de vida), obedecer plenamente (realizar la
misión) y salir (aún a pesar de todo).
Los profetas interpretan los desfortunios como falta a la alianza y de fe y exigen cambio y
vuelta.
Los salmos lo tratan como confianza (buscan quitar los miedos por su grandeza y
misericordia).
Es así porque se le conoce como el Santo que ama y es fiel que promete y realiza la
liberación. El hombre responde con: reverencia y culto, conocimiento y amor, confianza y
obediencia, asentimiento de fe.
Creer en el AT es decir Amén a las palabras, promesas y mandatos de Yahvé.

Fe en el Nuevo Testamento
Inicialmente, la fe designa en el Nuevo Testamento lo mismo que en el Antiguo
Testamento: la relación confiada del hombre con Dios que se ha acercado hasta él,
mediante su palabra y su acción, para auxiliarle. Pero ahora la fe adquiere una
importancia mucho mayor, también como forma de autocomprensión de los hombres en
relación a Dios. Hasta tal punto es verdad este hecho que los cristianos son llamados «los
creyentes» (2 Tes 1, 10).
Presencia en los textos…
El campo semántico del ‘aman veterotestamentario, queda recogido en el Nuevo
Testamento fundamentalmente con el verbo pisteúein, y el sustantivo pístis (que aparecen
en 484 lugares).
Significado
El significado que les corresponde recorre una gama amplia. El centro al que se dirige la fe
es, en último término, Jesús de Nazaret en sus palabras, hechos y en su mismo ser
personal. Pero no dejan de encontrarse otros significados más comunes con el Antiguo
Testamento, como, por ejemplo, la fe en cuanto aceptación de verdades escatológicas
(Me 13, 21). creencia en los milagros (Mc 2, 5), obediencia a la predicación de un profeta
(Juan Bautista) (Mt 21, 32), referencia a la Ley y los profetas (Hch 24, 14), etc.

Un cambio radical
El cambio más importante del significado de la fe, en relación con el Antiguo Testamento,
es consecuencia del diferente modo de acción de Dios en la historia.
Dios habla a los hombres y actúa entre ellos de un modo personal. La fe, entonces,
encuentra un cauce más claro de expresión, ya que ahora se resume en aceptar el
mensaje de salvación que por iniciativa divina tuvo lugar de una vez para siempre en
Cristo.
La fe cristiana es, por tanto, fe en el Amor pleno, en su poder eficaz, en su capacidad de
transformar el mundo e iluminar el tiempo. “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y
hemos creído en él” (1 Jn 4,16). La fe reconoce el amor de Dios manifestado en Jesús
como el fundamento sobre el que se asienta la realidad y su destino último. 1

Fe y conversión
El hablar personal, «con rostro», de Dios en Cristo, Verbo encarnado, y las exigencias que
esa Palabra plantea a los hombres dan lugar a una personalización de la fe.
Lo que está ahora en juego no es ya principalmente la fidelidad del pueblo a una alianza a
través de los avatares de la historia, sino la conversión, la decisión personal del individuo.
La fe (morís) es, sobre todo, el acto con el que tiene lugar la conversión (Rm 4, 24), y en el
cual se hacen presentes la esperanza y la confianza.
Fe en los evangelios sipnóticos
Jesús comienza pidiendo la aceptación de su mensaje y del Evangelio más que la fe en su
persona (Mc 1, 15).
La fe referida a Jesús, incluye la afirmación, característica del Nuevo Testamento, de que
Él es el Cristo anunciado por los profetas.
La necesidad de creer y aceptar a Jesús, se expresa de otros modos distintos a los
términos «creer» o «fe» como se aprecia por ejemplo, en la autoridad inigualable con que
se presenta. Así,́ por ejemplo, exige que se acepte su palabra que llega a sustituir a la de la
ley y a Moisés («... pero yo os digo...» Mt 5, 21-45).

1 Cfr. PAPA FRANCISCO, Lumen Fidei, 15


Fe en los Hechos de los Apóstoles
En los Hechos de los Apóstoles, fe y creer significan aceptar el kerigma cristiano, el
anuncio de que Jesús ha sido resucitado por Dios, y de Cristo Señor en quien únicamente
está la salvación. Ésta es la fe que, junto con el bautismo, es considerada como necesaria
por los Apóstoles para la salvación (Hch 16,30-34; 4,12).
La fe afecta esencialmente a la entera existencia humana, que responde así ́ ante la
verdad de la intervención de Dios en el acontecimiento de Cristo. Por eso, los hombres
que se adhieren a Cristo son llamados simplemente «creyentes» (Hch 2, 44; 4, 32; 11,
21).

Fe en Juan
La fe en la persona de Jesús, y no solo en su testimonio, es un tema que aparece con
mucha frecuencia, y ocupa un lugar central (cfr. Jn 6, 9).
Los equivalentes de la fe son «recibir a Jesús», «aceptar su testimonia», «seguirle»,
«permanecer en El» (cfr. Jn 6, 35; 10, 26-30).
En Juan la fe está ligada a la persona de Jesús, es fe personal en Él, en su nombre; es decir,
en su misión y filiación divinas (Jn 2, 11; 3,16; 6, 31; 8, 24). Por ello, representa la más
clara personalización que se da en el acto de fe, porque Cristo es al mismo tiempo en
quien y a quien se cree.
La fe es entonces el camino para la salvación personal, y tiene sobre todo un sentido
dinámico, activo (Juan usa casi siempre el verbo pisteúin, en lugar de pístis).
El carácter dinámico y existencial de la fe va acompañado por el aspecto de conocimiento,
que en Juan se da de manera especialmente intensa.
En Juan, conocer y creer aparecen casi como sinónimos: «Creemos y sabemos que eres el
Santo de Dios» (Jn 6, 69).
En consecuencia, en los evangelios, y sobre todo en Juan, Jesús se muestra como el
revelador y la revelación de Dios.
De modo particular, después de la Resurrección, la fe se centra en Cristo —que es
confesado como «Kyrios», como Señor— y en la obra que Dios ha realizado en Él.
Un paso natural de creer se encuentra en el testimonio: «El que lo vio da testimonio, su
testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis»
(Jn 19,35).
«La plenitud a la que Jesús lleva a la fe tiene otro aspecto decisivo. Para la fe, Cristo no es
sólo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también
aquel con quien nos unimos para poder creer (…) Junto a « creer que » es verdad lo que
Jesús nos dice (cf. Jn 14,10; 20,31), san Juan usa también las locuciones « creer a » Jesús y
« creer en » Jesús. « Creemos a » Jesús cuando aceptamos su Palabra, su testimonio,
porque él es veraz (cf. Jn 6,30). « Creemos en » Jesús cuando lo acogemos
personalmente en nuestra vida y nos confiamos a él, uniéndonos a él mediante el amor y
siguiéndolo a lo largo del camino (cf. Jn 2,11; 6,47; 12,44)»2.

2 Cfr. PAPA FRANCISCO, Lumen Fidei, 18


Fe en San Pablo
En las cartas de San Pablo, la fe constituye un tema capital y difícil al mismo tiempo, sobre
todo a partir de la interpretación luterana de la carta a los Romanos y de la carta a los
Gálatas.
La fe brota del oír la palabra (Rm 10. 14-21) y se realiza plenamente mediante la
aceptación «obediente» de esa palabra. Es además gracia de Dios, sostenida por el
Espíritu divino que acompaña a la palabra.
En cuanto gracia, la fe supera lo que el hombre puede hacer por sí mismo (cfr. Fil 1, 29:
«os ha sido otorgado no solo creer en Cristo, sino también el padecer por Él»).
Resurrección: Garantía de la fe
La garantía de la fe radica en la resurrección de Cristo que «manifiesta la total fiabilidad
del amor de Dios a la luz de la resurrección. En cuanto resucitado, Cristo es testigo fiable,
digno de fe (cf. Ap 1,5; Hb 2,17), apoyo sólido para nuestra fe. “Si Cristo no ha resucitado,
vuestra fe no tiene sentido” (1 Co 15,17)»3.

Fe y obras (Pablo y Santiago)


Los puntos de la enseñanza paulina sobre la fe, cuya interpretación ha sido objeto de
discusión teológica y eclesial, se refieren a la relación entre la fe y la ley, y entre la fe y las
obras (doctrina de la justificación) (Rm 10, 9).
A eso se debe responder diciendo que la fe no es algo aislado, sino que determina toda la
vida moral del hombre. De la nueva existencia de la fe surge el deber (cfr. Gál 5, 25).
Como pone de manifiesto la carta de Santiago, una fe que consistiera en una pura
aceptación teórica, independiente de la vida y de las obras, no seria plenamente fe (cfr.
Sant 2,14-26).

Fe y obras = Fidelidad
La misma idea aparece en el texto clásico sobre la fe del capitulo 11 de la carta a los
Hebreos, en el que, después de presentar la fe como «garantía de lo que se espera» y
«prueba de las realidades que no se ven» (Heb 11, 1), se recoge el ejemplo de la fidelidad
de algunos personajes del Antiguo Testamento en momentos centrales de su vida.
Fe como obediencia
La fe tiene que ver con el entendimiento y la voluntad. La aceptación del mensaje de la
salvación se llama obediencia (de «ob-audire» Rm 10, 16).
La «obediencia» de la fe implica la renuncia a la propia bondad y sabiduría, y la sumisión
plena a la economía de la salvación dispuesta por Dios.
La inteligencia de la fe se refiere, sobre todo, al contenido del mensaje, y a la propia
situación del hombre ante Dios.
Aparece acentuado el papel de la voluntad en el acto de fe, el cual está orientado al
conocimiento y a la confesión (Rm 10, 17; 10, 9).

3 LF 17

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