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Roma, 24 de noviembre de 1977

R.P: Moura :
Aprovecho la mediación del profesor Hugo Cardone, para hacerle llegar este escrito. Las
principales cosas que yo digo aquí Ud ya las conocerá, si vio mi informe al P. General (de febrero
de 1975), por los informes del P.Jalics, u otros como el que creo le hizo el P.Sobrón y por lo que
hablamos en junio pasado. Pero dado su pedido al Profesor Cardone me animo a escribirle un
poco más largamente.
Fuera del informe al P. General este es el primer escrito que hago sobre el caso. Además
junto con el informe verbal que di en privado al P. Gaviña, creo que también es el único en que
me animo a ser más explícito dando nombres de varias personas, de modo que Ud sabrá estimar
la medida prudente en el uso del mismo.
. . .
I.- ANTECEDENTES

Entré en la Compañía en marzo de 1955.Me ordené a fines de 1966. Hice la Tercera


Probación en 1968. En 1969 fui destinado al Colegio Máximo y durante ese año me preparé para
enseñar el Tratado de Deo Uno et Trino, en la Facultad de Teología.

.Colegio Máximo (1969-1971).- Durante el año 1969, mientras preparaba mi tratado, el


malestar de estudiantes y profesores hizo crisis. Se pedía a gritos un cambio en el sistema de
estudios más acorde con el Vaticano II, los Documentos de Medellín y la Congregación General.
En la segunda mitad del año, junto con el P. Scannone (decano de Filosofía) y por encargo
del P. Rector (P. Salvo), preparamos un nuevo currículo de estudios de Filosofía y Teología, que
fue aceptado favorablemente por profesores y alumnos.
Eso llevó a que, a fines de dicho año 1969, se me nombrara vicedecano de la facultad de
teología y se me encargara continuar con el planeamiento para preparar los futuros cambios
graduales de las facultades. Me desempeñé en esos puestos hasta mediados de 1971.-
Como encargado de planeamiento, hice notar varias situaciones problemáticas que
deberían corregirse, relacionadas sobre todo con la marcha económica de las facultades y con las
relaciones entre la Comunidad jesuita y las actividades académicas.
Siempre hice esas manifestaciones por los canales correspondientes y dentro de los límites
del trabajo que se me había encargado.- Durante todo ese tiempo nunca recibí observaciones del
Rector o del Provincial, tampoco de otras personas, en desacuerdo con mi conducta.

Comunidad de Ituzaingó (1970-1971)


Durante los años 1968 y 1969, en la Provincia se consideraron detenidamente los
documentos de la Congregación General y sus consecuencias a nivel de estudios, apostolado,
espiritualidad y vida comunitaria. Fruto de ello fue la experiencia de vida en grupos por parte de
los estudiantes de teología. A mediados de 1969, uno de estos grupos (6 teólogos), propuso al P.
Rector y al P. Provincial seguir viviendo en comunidad fuera del Colegio, en un barrio. Se les
puso como condición que eligieran dos profesores del teologado que los acompañen.- Los
estudiantes eligieron al P. Jalics y a mí.- Durante varios meses, en reuniones con el rector y
también con el P.Provincial, se determinaron las condiciones de la futura comunidad de teólogos.
A principios de 1979 se instaló la nueva comunidad (Ituzaingó). Yo fui nombrado
responsable de la misma. Semanalmente nos reuníamos para discernir la marcha de la
experiencia. Frecuentemente asistía a estas reuniones el P. Rector del Máximo y algunas veces el P
.Provincial. Yo semanalmente me entrevistaba con el P. Rector para informarle y para recibir
directivas.
Resultado de la marcha de la experiencia y del discernimiento común fue, por un lado, un
acopio muy rico de elementos relacionados con la vida comunitaria, el estilo apostólico, la vida
de oración y la reflexión teológica y sobre todo la creación de un ambiente de vida religiosa
vivido con profundidad. Por otra parte, para varios de los teólogos significó el replanteo de su
vocación y su salida de la Compañía, que en todos los casos se hizo detenidamente, buscando
sinceramente la voluntad de Dios y con total participación del Rector y del P.Provincial.
Durante todo ese lapso de mi cargo en dicha comunidad, los problemas se fueron
encarando con total conocimiento y aprobación del P.Rector y cuando correspondía, del
Provincial, y siempre ambos se manifestaron conformes con mi desempeño.

Traslado al CIAS (julio de 1971-1972)


Trabajos sobre Fe y Política (1972-1974).-
A mediados de 1971, el entonces P. Provincial (P. O’ Farrell), me llamó para decirme que el
P.General insistía en la importancia de la investigación teológica en Latinoamérica y que, en la
Provincia, en ese momento, la persona que estaba en mejores condiciones para preparase a ello
era yo. Me manifestó su voluntad de enviarme a la Gregoriana. Yo le pedí que, dada la relación
que tenía esa decisión con la marcha del Máximo, si podía tratarse el asunto dentro del Consejo
de las Facultades Le pareció bien.- En el Consejo pareció bien que yo me dedicara a trabajar en
teología, pero dada la situación del país, la necesidad de una reflexión sobre la realidad
latinoamericana, y el hecho de que ya había otros jesuitas argentinos en Europa, se propuso al P.
Provincial que yo iniciara mi trabajo de investigación en la Argentina, conservando clases en el
Máximo y asistiendo a reuniones de profesores e informando sobre mis estudios.- Al Provincial le
pareció bien y fui destinado al CIAS para salvaguardar mi tiempo de investigación, haciéndome
presente en el Máximo sólo para mis clases de Trinidad o para reuniones de profesores.
 Cuatro años y medio después,( fines de 1975) el P.Bergoglio (nuevo
Provincial)me iba a informar que mi envío a estudios especiales sólo fue una excusa.
En 1971, en la Consulta de Provincia (en la que estuvo presente el P. Bergoglio) se
había planteado que mi trabajo, tanto en el Máximo como en la Comunidad de
Ituzaingó, era altamente nocivo y que había que buscar una manera de alejarme.
 De esto nunca se dijo nada públicamente y a mí, al menos, nunca se me dijo
nada. Más, en un momento (fines de 1971) hubo rumores y descontento por mi
alejamiento del Máximo y expresamente el P. O’Farrell me aseguró que mi traslado no
tenía ninguna segunda intención.
 Por otra parte, hago notar que todo mi trabajo en el máximo siempre lo
comuniqué al P. Rector y lo compartí con otros profesores. Mi materia siempre la di en
equipo con el P.Scannone. Reiteradas veces en reuniones de profesores expuse los
métodos teológicos y pedagógicos utilizados, que por otra parte, eran comunes con
otros profesores de la Facultad. La aceptación de los alumnos y la adhesión a mi
persona eran evidentes. Además la Facultad me encargó la representara en el Primer
Congreso de Teólogos de Argentina (1970), donde me hice cargo de una ponencia
Estuvieron presentes allí unos doce jesuitas del Máximo y aprobaron unánimemente
mi actuación.
Retornando a mi trabajo de investigación. Pedí consejo a un profesor de Teología de Villa
Devoto muy estimado en la Argentina (P .Lucio Gera) y la conversación con él me convenció de la
urgencia de reflexionar desde la teología el hecho político latinoamericano.
Oportunamente, en reuniones de profesores del Máximo, expuse los resultados de mis
estudios.
Como consecuencia de ello la Facultad me encargó:
 - de 1972 a 1974 el Curso de teología de la Sociedad para los estudiantes de teología.
 - en la Semana Académica de 1972, sobre modelos políticos de socialización, que me
hiciera cargo de la crítica teológica. Mi intervención se publicó en Stromata, y luego también
por gestión de la Facultad, en un pequeño libro de la Editorial Bonum.
 Además, con conocimiento y aprobación de la facultad, junto con el P. Scannone
participé con otros profesores de teología y filosofía de Buenos Aires, en un Seminario sobre
Conciencia Nacional Argentina, en el Instituto de Cultura Religiosa. También mi intervención
allí fue publicada por el Instituto.
 En 1974 participé en en el equipo de investigación teológica de la Facultad. Trabajé
durante todo el año con los PP. Scannone y Vicentini. Expuse el resultado de mi trabajo en
reunión de profesores. Fui invitado a hacerlo también ante la Sociedad de Profesores de
Sagrada Escritura de Argentina. Esto último fue publicado en la Revista Bíblica de Argentina,
en marzo de 1975.
 Por otra parte, durante todos estos años (1972-1974), dada la situación del país y de la
Iglesia, fui llamado con frecuencia por congregaciones religiosas, grupos de sacerdotes,
seminarios teológicos y parroquias, para tratar problemas relacionados con Fe y Política,
teología de la liberación, etc.
 Desde 1972 a 1974 fui profesor de Teología en la Facultad de Sociología del Salvador.
De todos estos trabajos informé oportunamente a mi superior y al P.Provincial y tuve
aprobación expresa de ellos.
Durante mi permanencia en el CIAS (1971-1972) participé totalmente del ritmo de la
comunidad. Fui de los asistentes asiduos a las reuniones semanales de la comunidad, en la que
hice las veces de coordinador. Varios Padres del CIAS, sobre todo el P.Virasoro y el P.Oliva,
estaban informados de mis trabajos.

Comunidad de la Calle Rondeau( 1973-1974) Entre los años 1969 a 1972 participé en las
numerosas reuniones que se tuvieron en la Provincia a nivel de obras y a nivel de comunidades.
En estas reuniones aparecieron de manera muy fuerte problemas insolubles provenientes de
posturas y expectativas contrarias o heterogéneas. Se repitió en la Provincia y fue expresamente
dicho por el Provincial la necesidad de crear grupos de trabajo y aún comunidades con
homogeneidad de miras.
Impulsados por este trasfondo de la Provincia y por la riqueza y homogeneidad de lo que
habíamos vivido en la comunidad de Ituzaingó, comenzamos a reunirnos periódicamente con el
P. Jalics, el P. Dourron y el P. Rastellini, para compartir y discernir nuestra vida espiritual y
nuestros trabajos apostólicos (año 1972)
A fines de 1972 nos pareció que sería bueno para nosotros, para la provincia y para la
Iglesia hacer una nueva experiencia de vida comunitaria, dada la cantidad de elementos que ya
manejábamos y sobretodo el mutuo entendimiento.
Pedimos consejo a varios consultores de la provincia y hablamos con el P. Provincial. Nos
reunimos finalmente con el Provincial y algunos consultores. Quedaron claras la aprobación de la
experiencia y las características de la misma. Al grupo se le agregó el P. Luis Casalotto.
Nos instalamos en el departamento de la calle Rondeau, un barrio sencillo y antiguo de
Buenos Aires. La experiencia de comunidad fue riquísima y provechosísima para nosotros y la
irradiación en ambientes de religiosas, de sacerdotes, de juventud fue muy grande. No
trabajábamos con la gente del barrio por ser una parroquia antigua ya atendida. El P.Dourron
trabajaba con juventud secundaria y universitaria. El P. Casalotto daba retiros en colegios. El
P.Rastellini con religiosas. El P.Jalics dando ejercicios, dirección espiritual, escribiendo. Yo con mis
clases y trabajos en teología y comencé a atender una Villa Miseria cercana (Bajo Flores).
Lo mismo que en el caso anterior de la comunidad de Ituzaingó, la instalación de la casa y
todos nuestros gastos los costeamos con nuestro propio trabajo.
Yo fui nombrado responsable de la comunidad. El Superior de la comunidad era el mismo
P. Provincial, pero el rector del Máximo hacía las veces de observador.
Teníamos reunión comunitaria semanalmente. Yo informaba periódicamente al rector del
Máximo y al Provincial. Algunas veces ellos asistían a nuestras reuniones. Ud., P. Moura, visitó
nuestra comunidad y se mostró muy satisfecho.
Poco tiempo después de instalados (mediados de 1973) comenzaron a llegarnos rumores
indirectos(a través de laicos y religiosos) de serias críticas que algunos jesuitas hacían de nosotros.
Expresamente en el grupo de Tercera Probación a cargo del P. Camargo se hicieron acusaciones
contra nuestra vida de comunidad, nuestro tipo de trabajo apostólico nuestra vida de oración, etc
.El P. Rastellini, miembro de la comunidad y que a la vez estaba haciendo la Tercera Probación
con el P.Camargo nos avisó del hecho.
Dos veces, por lo menos, planteamos al P.Provincial con claridad el problema de estas
habladurías y él nos tranquilizó diciéndonos que era el problema de la Provincia y que cuando un
grupo trabaja se producen esas cosas. Nos alentó a no dar importancia y seguir adelante.
De esta época también es una carta del P. General pidiendo aclaraciones sobre una
“comunidad orante”, refiriéndose a nuestra comunidad. De esta carta nos informó el P.Provincial,
P.Bergoglio uno o dos años después.
En 1974, con ocasión del paso del P. General por Argentina, el P. Provincial me ofreció
hiciera mis últimos votos. En ese momento había sido muy reciente una de las avalanchas de
críticas secretas de parte de sectores de la provincia, sin que fuese posible aclarar nada ni saber
quiénes eran los acusadores. Le contesté al Provincial que no me sentía con deseos de hacer mis
últimos votos hasta que pasara un tiempo y las cosas se pacificaran. Yo sentía en ese momento
vergüenza de hacer los votos delante de la Provincia y de mucha gente, laicos y religiosas, que
habían oído esas críticas (hacer oraciones extrañas, convivir con mujeres, herejías, compromiso
con la guerrilla, etc). Además el P .Casalotto estaba muy desalentado con la Provincia y había
decidido pasar al clero secular. No era una situación armónica como para hacer la profesión. Al P.
Provincial le pareció bien respetar mi sensibilidad y retardar mis votos.

Comunidad del Barrio Rivadavia (1975)


A fines de 1974, nombrado Provincial el P. Bergoglio se interesa especialmente por nuestra
comunidad. Tenemos una o dos reuniones con él, donde nos expresa sus temores sobre nuestra
disponibilidad (nuevo tema de las críticas). Nosotros le expresamos nuestra disponibildad, pero a
la vez nuestro deseo de que se discierna y evalúe lo vivido y hecho por nosotros, pues, a nuestro
parecer y el de muchos, era muy valioso para la Compañía y para la Iglesia. Por otra parte, se
imponía hacer una revisión de lo hecho, sobretodo por las críticas habidas, y por no haber habido
ocasión de defendernos.
Consecuencia de ello fue una reunión de dos o tres días enteros en una casa de retiro, con
el P. Bergoglio. La vivimos como una reunión muy provechosa. Allí pudimos informar
ampliamente sobre lo hecho y sobre nuestro pensamiento. No recuerdo si en días anteriores o
posteriores a esa reunión habíamos ido uno por uno a dar cuenta de conciencia exhaustiva. Yo
personalmente no dejé resquicio de mi conciencia sin dejárselo patente al P.Provincial.
En la reunión de dos días, expresamos también nuestra disposición de ir adonde el
Provincial nos mandara. El P. Bergoglio nos insistió especialmente preguntándonos si estábamos
dispuestos a disolver la comunidad. Le dijimos que sí. Sólo le preguntábamos qué juicio tenía él
sobre lo hecho y si la disolución significaba que habíamos hecho algo malo. Además recuerdo que
yo le pregunté si nos podía decir en qué trabajos de la Provincia se nos necesitaba.
El P.Bergoglio contestó que no tenía nada en contra de lo que habíamos hecho. Que
necesitaba al P.Rastellini para enviarlo a otro sitio. Que los otros tres siguiéramos en la misma
experiencia, pero que cambiáramos de diócesis. Que tratáramos con el Obispo de Avellaneda
para instalarnos allí.
Le preguntamos expresamente si ese destino seguía siendo una misión que la compañía
nos daba, porque queríamos dejar bien clara nuestra disponibilidad.
El que hubiésemos pedido una evaluación de la experiencia no significaba no estar
expuestos a disolver la comunidad y a ir adonde se nos mandara. Nos parecía obvia la
evaluación después de nuestro éxito apostólico y de las críticas graves habidas. Además
en caso de tener que deshacer la comunidad había que considerar el problema pastoral de
la gente que se apoyaba en la comunidad a quienes habría que dar alguna explicación y
evitar el escándalo. Mucha de esa gente conocía las actitudes contrarias de sectores de
jesuitas y habría considerado como injusta y facciosa una disolución de la comunidad si no
se la explicaba de alguna manera.
El P.Bergoglio nos contestó que nuestra comunidad y nuestro trabajo eran una misión que
él nos daba. Que estábamos totalmente dentro de la obediencia y la disponibilidad de la
Compañía. En cuanto a las críticas de la Provincia nos insistió que no nos preocupáramos, que
tuviéramos paciencia con la situación, que siguiéramos adelante.
Después de esta reunión nos pareció que las cosas quedaban muy claras. Además, el
mismo P. Bergoglio dio signo de los mismos. Expresamente me dijo, delante de lo otros Padres,
que estando las cosas así, yo podía pedir mis últimos votos. Yo también lo sentí así y pocos días
después fui a ver lo para pedirle hacer mi profesión. El P.Bergoglio me contestó que esperáramos
medio año (era diciembre de 1974)
Inmediatamente nos pusimos en contacto con el Obispo de Avellaneda para tratar lo de la
instalación de la comunidad. La actitud del obispo no fue clara, por lo que le informé al P.
Bergoglio que convenía que él, como Provincial, hiciera los trámites ante el obispo.
Después de unos días el P. Bergoglio me habló diciéndome que no iba a ser posible la ida
a Avellaneda. Que en lugar de trasladarnos a Avellaneda, nos mudáramos a una Barrio pobre
(Barrio Rivadavia colindante con la Villa Miseria donde yo trabajaba (Esto último había sido una
de las propuestas concretas hechas por nosotros en la reunión de los dos días).

 En la reunión de los dos días le habíamos hecho notar al P.Bergoglio que, para el caso
de adoptarse esta última solución - irnos al lado de la Villa -, había que tener presente que
significaba un compromiso grave con mucha gente: equipo de sacerdotes villeros de la
arquidiócesis, equipos de laicos que trabajaban conmigo en la Villa y pobladores del barrio y
de la Villa. Nuestra Comunidad era muy conocida y había expectativas sobre nuestro posible
traslado a ese lugar. Por lo tanto nuestro traslado debería ser garantizado por cierta
estabilidad. Nos contestó, el Provincial, que quedáramos tranquilos que garantizaba por lo
menos una presencia de tres años de la Compañía en ese sitio.

A comienzos de 1975, nos trasladamos a una casita del Barrio Rivadavia. Barrio de
emergencia junto a la Villa Miseria del Bajo Flores. (Con el P.Dourron y el P.Jalics, en el lapso de 5
años, era la tercera casa que montábamos con nuestro trabajo. A esta última tuvimos que
comprarla, refaccionarla y agregarle dos piezas antes de ir a vivir).
Como lo había anunciado el Provincial en la reunión de los dos días, el P. Rastellini fue
enviado a una Parroquia de la Provincia de Jujuy, de modo que la comunidad en el Barrio
Rivadavia se redujo a tres: P. Jalics, P. Dourron y yo.
Estimo que el año vivido en ese barrio fue riquísimo como vida de comunidad religiosa y
como irradiación en la Iglesia, tanto a nivel de religiosos, sacerdotes, universitarios, como de
pobladores del barrio y de la villa miseria.
El P. Provincial visitó la casa. Yo continué siendo el responsable de la comunidad y el
P.Provincial, el superior.

De acuerdo con el Provincial yo me había encargado de arreglar nuestro traslado con el


Vicario de la zona del Bajo Flores (Mons. Serra). El Vicario juzgó innecesario que yo hablara con
el Sr. Arzobispo. Le hice presente al Vicario las habladurías que había contra nosotros para que lo
aclarara con el Arzobispo (Mons. Aramburu). El Vicario me contestó, después de unos días, que
Mons. Aramburu le dijo que no había nada contra nosotros (comienzos de 1975)

II.-DESENLACE DE LOS HECHOS

Al poco tiempo de ubicados en nuestro nuevo destino, el P.Ricciardelli, sacerdote del


Equipo de Pastoral de Villas y destinado a ser Párroco de la Villa Miseria (según el programa de
erigirla en Parroquia a fines de años) vino a traerme un aviso especial. El Arzobispo (Mons.
Aramburu) lo alertó contra nosotros. El P. Bergoglio había ido a ver al Arzobispo para informarle
que nosotros estábamos sin permiso en el Barrio (esto ocurrió entre marzo y mayo de 1975).-
Inmediatamente me comuniqué con el P. Bergoglio. Me tranquilizó diciéndome que el Arzobispo
era un mentiroso. Que sólo eran tácticas para molestar a la Compañía. Que ya otras veces había
hecho lo mismo. Que no hiciéramos caso.- Yo le creí totalmente al Provincial.

También al poco tiempo de estar allí (marzo de 1975) recibí una nota muy escueta del
Colegio Máximo. La firmaba el P. Lazzarini(trasladado en esas vacaciones al Colegio Máximo, no
sé con qué cargo, porque los profesores no habíamos recibido noticia alguna de ello). El P.
Lazzarini me informaba que por razones de reestructuración yo no tendría más clases, sin más
explicaciones. Que si deseaba alguna explicación, fuera a preguntarle al Rector del Máximo.

Yo había estado dando ininterrumpidamente el Tratado de Deo Uno et Trino desde 1970 a
1974. El Tratado de Teología de la Sociedad, de 1972 a 1974. Además de dar ocasionalmente, por
pedido de los estudiantes y del decano, el Tratado de Gracia y Cristología. Hasta fines de 1974
había asistido a las reuniones de profesores, además de los trabajos especiales y reuniones de
equipos.

El tenor de la carta no era lo suficientemente respetuoso con respecto a mi persona como


para que animara a irlo a ver de entrada al P. Rector. Además temía que detrás hubiese todo un
problema de la provincia y de la Iglesia. Por eso, primero hablé con el P.Provincial. Me dijo que a
su parecer habían obrado muy mal conmigo en el Máximo, y que allí pasaba algo que él no sabía.

Después de lo que me dijo el P.Provincial me pareció que en ese momento no era prudente
insistir a pedir aclaraciones. Yo ya tenía exceso de trabajo en el Barrio y en Buenos Aires. Me
venía bien dejar las clases, y quería evitar toda posible irritación en la Provincia o en otros
sectores de la Iglesia.
Un mes antes de que me llegara la carta se había tratado en reuniones del episcopado el
problema de las Facultades de Teología. Yo entendía que el problema podría ser largo.
Posteriormente a mí, del Máximo fueron removidos otros profesores, especialmente de
Sagrada Escritura. Hubo también un intento de remoción de profesores en el Seminario de
Devoto. En general eran profesores que tenían simpatías por la Teología de la Liberación.
A un profesor del Máximo que pidió explicaciones en privado, al P.Scannone, sobre mi
remoción, el P.Scannone le contestó escuetamente que “las directivas de Roma eran muy claras”.
Yo le pregunté personalmente al P. Scannone , se puso rojo de cara y me dijo que no sabía nada.
Insisto que en ese momento no me pareció oportuno pedir aclaraciones “pro bono pacis”.
El problema era engorroso y no se quería hablar. Me pareció más importante aprovechar
tranquilamente el nuevo destino de la comunidad y las seguridades que es ese trabajo nos daba el
P.Provincial.

En julio de 1975, el P.Bergoglio lo llama en secreto l P.Jalics para comunicarle en secreto


que hay un problema con mis últimos votos. Los informes traen acusaciones gravísimas en
contra mío (yo es el día de hoy, que no sé de qué acusaciones se trataba porque el P.Jalics tenía
obligación de secreto). El P. Jalics, junto con el P. Rastellini, comunican al Provincial que ellos me
conocen muy bien y que las acusaciones no les parecen verdaderas, pero que son sumamente
graves y que se haga una investigación para aclarar si son ciertas o no. Que si son ciertas, se
proceda conmigo como corresponda; pero que si no son ciertas, se proceda contra los
informantes (Aclaro quede todo esto me enteré después, pero quedó en el misterio para mí qué
cargos se me hacían)

Un mes más tarde, (agosto de 1975), el P.Bergoglio volvió a llamar al P.Jalics para hablar
sobre el mismo asunto. Le dijo que los primeros informes habían sido evidentemente
exagerados y falsos. Que para obrar más expeditamente pidió nuevos informes sobre mí.- Que
exceptuando los informes del P.Jalics (muy laudatorios sobre mi persona), los demás, aunque no
eran tan graves como los primeros, seguían siendo muy negativos. El P.Jalics le contestó que por
qué no se comunicaba directamente conmigo.

El P. Bergoglio así lo hizo. A los pocos días me llamó. Allí me comunicó que había habido
unos primeros informes muy graves contra mí, pero que él no los tendría en cuenta. Pero de este
segundo pedido de informes, también negativo, me había hecho un resumen por escrito de los
cargos que se me hacían.

Resumidamente recuerdo lo siguiente: Errores y falsedades en mi concepción sobre Dios.


Inseguridades en mi teología. Poca salud física. Enfermedad psicológica. Necesidad de someterme
a un tratamiento psiquiátrico. Desobediencia y deslealtad al Provincial. Dividir la Provincia. No
soy apto para los votos. No puedo seguir siendo jesuita, porque donde vaya seguiré haciendo
daño.

Me tomé dos o tres días para rezar y reflexionar. En la siguiente entrevista contesté el
P.Bergoglio que no reconocía la verdad de las acusaciones, pero que pedía se me sometiera a una
investigación en todos los rubros de que se me acusaba.

En cuanto a mi teología? Había intervenido en Asambleas y Congresos, con asistencia de


obispos, profesores de teología y filosofía y de otras asignaturas de muchas universidades del
país.
Había enseñado durante cinco años en el Máximo. Siempre trabajé con otros profesores.
Había dado clases en el Instituto de Cultura Religiosa y otros seminarios de Teología. Muchísimas
veces di mis clases delante de otros profesores de teología o expresé ante ellos mi pensamiento
en reuniones especiales. En Particular, el Tratado de Trinidad, lo di los cinco años junto con el
P.Scannone, que estaba presente en casi todas las reuniones con los alumnos.-Había varios
escritos míos publicados en Revistas argentinas de teología.

Todo eso implicaba una gran cantidad de material escrito y de testimonios como para
poder dar un juicio sobre mi ortodoxia o heterodoxia doctrinal. Además yo quería que se hiciera
esa investigación, porque me interesaba hacer bien a la Iglesia y estaba dispuesto retractarme si
en mi pensamiento había algo contrario a las enseñanzas del Magisterio.
 - En cuanto a mi desobediencia al provincial, le pregunté qué pensaba él que era el
provincial. Me contestó que verdaderamente él no tenía nada de qué acusarme.
 - En cuanto a mi salud física y psicológica le pedía que me sometiera a exámenes
médicos.

El P.Bergoglio me contestó que no hacía falta nada de esto por ahora. Que había un
problema anterior, que según él era la raíz para que en la provincia hubiese una idea falsa sobre
mí. Era el problema de la comunidad, que sobre eso debíamos hablar y que dejáramos por ahora
de lado el problema de los informes sobre mi persona. Quedamos entonces en reunirnos con los
otros dos miembros de la comunidad.
Reunidos los tres con el P.Bergoglio, éste nos dice que hay muchas presiones sobre él en
contra de nuestra comunidad. Presiones provenientes de la Provincia, provenientes de Roma,
provenientes de otros sectores de la Iglesia Argentina. Se sigue hablando sobre la comunidad de
Ituzaingó (del año 1970)
Nos pide le informemos qué ocurrió en ese tiempo. Yo le hice un informe verbal (era la
segunda o tercera vez, desde su provincialato, que le hacía el mismo informe)
Aquí es donde el P. Provincial nos entera de la carta del P. General sobre la ”comunidad
orante”(es agosto o setiembre de 1975).
Aquí es cuando me entero que el anterior Provincial, en el año 1971, había dispuesto
retirarme del Máximo porque yo hacía mucho daño.
El P Bergoglio nos repite que él no tiene ni ve nada contra nosotros. Que le parece muy
bien nuestro trabajo y nuestra vida de comunidad. Pero que las presiones son muy fuertes, que él
no puede resistirlas. Más no puede aclararnos. Nos pide que recemos, que pensemos, que él
también va a hacerlo, que nos siguiéramos reuniendo.

Hicimos dos o tres reuniones. Nos habla de la disolución de la comunidad. Estamos de


acuerdo con lo que él nos mande, sólo le pedimos que vea la posibilidad de que la Compañía
evalúe y aclare las cosas y sobre todo que se tenga en cuenta el problema pastoral y el escándalo.

Nos dice que no sabe qué hacer. Que tiene mucho miedo a hacer una injusticia Le
propongo pedir ayuda a otros. Nos pide que por ahora no hablemos con ningún jesuita de la
provincia (y menos con los consultores) porque la provincia está en una situación muy delicada y
esto la alteraría y habría problema de división. Le pido al menos hablar con el P. Sily, me contesta
que el P. Sily está enfermo psicológicamente, que se crearía un problema a la Provincia. Que
tengamos paciencia y que para bien de la Provincia por ahora guardemos secreto y que
buscáramos junto con él una solución. Le insisto para hablar entonces con alguien de fuera de la
Compañía. En concreto le propongo hablar con el P. Vernazza (del equipo de pastoral de Villas
de la Arquidiócesis) al menos para ir avisándole de nuestro posible retiro y preparar los ánimos
de la gente, y por otro lado, hablar con Monseñor Pironio, que acababa de ser nombrado prefecto
de religiosos, para tratar la situación con la Compañía y la Iglesia. Acordamos en que
conversáramos con estas dos personas (ya era noviembre de 1975).
Antes de hablar con Msr. Pironio, tratamos de aclarar entre nosotros tres la situación. Los
datos que nos daba el Provincial no eran muchos. Era claro la fuerza de la presión. Además era
claro para nosotros la constancia, durante años, de estas presiones ocultas que nunca podían
someterse a un juicio claro delante de la autoridad.- Esto último sobre todo nos parecía muy
grave. Que fuera necesario volver a informar sobre trabajos de cuatro años atrás hechos por
encargo de los superiores y con total conocimiento de los mismos. Que después de la reunión de
dos días con el provincial, en la que aparecía todo aclarado, y donde se nos permitía acentuar
nuestro compromiso con un sector muy importante y grande de la Iglesia, a los seis meses, se
vuelvan a replantear las cosas y reaparezcan problemas antiguos. Y todo esto sin posibilidad de
un juicio más definitivo, lo que nos dejaba expuestos a nuevos cambios, a nuevas situaciones de
inseguridad y de tener que recomenzar. Nos pareció que así no podíamos seguir viviendo
nuestro sacerdocio y que era necesario pedir aclaraciones y seguridades más definitivas antes de
seguir adelante.
Para aclararnos más a nosotros mismos y para ayudar el diálogo con el provincial,
tratamos de buscar las razones que podrían estar detrás de la oposición a nosotros. Veíamos celos
y envidias provocados por la felicidad de nuestra comunidad y nuestra irradiación apostólica.
Desacuerdos con nuestras posturas teológicas o nuestros métodos apostólicos. Desacuerdos de
origen político, provocados sobre todo por mis incursiones en la Teología de la Liberación y por
las tensiones del país.
Sobretodo que una dificultad de fondo que podía provocar las presiones desde Roma era
nuestra vida comunitaria. El hecho que viviéramos en un barrio y no en un colegio o universidad,
como otras casas de la Provincia, podía ocasionar temores. Nos constaba que nuestro modo de
vivir era según el espíritu de la Compañía y que teníamos todos los permisos, pero admitíamos
que había gente que podía asustarse y asustar a Roma, sobre todo por nuestro influjo en otros
religiosos. Además nos constaba que nuestra experiencia no era la única de la Compañía.
Por otra parte, también nos constaba de la armonía de nuestra vida en comunidad y de la
eficacia apostólica de nuestro ritmo de vida y de nuestro tipo de trabajo. Mucha gente se
alimentaba religiosamente en nuestra comunidad.

Teníamos idea de que lo nuestro podía ser un aporte muy rico a la vida religiosa en la
Iglesia. Queríamos vivirlo en la Compañía.

Por la marcha de las conversaciones con el Provincial parecía muy difícil que la Compañía
nos permitiera seguir en esa comunidad e incluso ya veíamos que se hacía difícil nuestra misma
permanencia en la Compañía, al menos en la Provincia.

También veíamos muy difícil que en ese momento en la Compañía se hiciese un


discernimiento sobre la situación.

Todo esto lo expresamos sintéticamente a Monseñor Pironio. Además, a partir de esos


supuestos, le pedimos: en primer lugar, si había posibilidad de que se diera un juicio de Iglesia
sobre nuestro trabajo, sea desde la Compañía, sea desde afuera de la Compañía; y en segundo
lugar, si había posibilidad para continuar la experiencia, dentro o fuera de la Compañía.

Mons .Pironio nos pidió algo por escrito. Le dejamos por duplicado: Una cronología
sintética de los hechos vividos desde la comunidad de Ituzaingó, una breve exposición de
nuestra experiencia de vida religiosa, y de lo que nosotros pensábamos sobre ello y de lo que
podría ser el desentendimiento con la Compañía, y en tercer lugar, un esbozo de estructuración
de vida religiosa en caso de que no pudiéramos seguir en la Compañía y fuese posible realizarla
fuera.
Mons. Pironio nos dijo que haría considerar el asunto por un perito en Roma. Nos
prometió que en caso necesario hablaría con el P. Arrupe. A su vez nos dijo que mientras tanto
nosotros habláramos con Mons. Zazpe y Mons. Serra.

En diciembre de 1975, nos volvimos a reunir con el P. Bergoglio. Le informamos sobre


nuestro pensamiento (lo que habíamos pensado acerca de la vida religiosa) y si allí no habría
alguna razón para las presiones. Nos contestó que él también creía que allí podría estar una de las
raíces del problema. Le informamos de nuestra entrevista con Pironio y que veríamos a Zazpe y a
Serra.

El P. Bergoglio seguía afirmando que no veía en nosotros nada contra la Compañía, pero
que las presiones desde Roma y desde Argentina eran cada vez más fuertes.
Para esta época también se acentuaron rumores provenientes de la Compañía sobre la
participación nuestra en la guerrilla (por ejemplo, afirmaciones en ese sentido hizo el profesor
Rodríguez Amenábar, del Máximo, y según él se fundaban en lo que decían de nosotros los
jesuitas del Máximo) Afirmaciones parecidas ya se habían producido en meses anteriores. Como
estaban las cosas en Argentina, una afirmación así, salida de bocas importantes (como son las de
un jesuita)podría significar lisa y llanamente nuestra muerte. Las fuerzas de extrema derecha ya
habían ametrallado en su casita a un sacerdote, y habían raptado, torturado y abandonado muerto
a otro. Los dos vivían en Villas Miserias. Nosotros habíamos recibido avisos en el sentido de que
nos cuidáramos.

El P. Jalics, personalmente había hablado con varios jesuitas para avisarles la situación y
hacerles notar el peligro. También había hablado de esto con el P.Bergoglio, haciéndole ver cómo
sobre todo mi vida era puesta en serio peligro.

En ese mes de diciembre (1975) dada la continuación de los rumores sobre mi participación
en la guerrilla, el P.Jalics volvió a hablar seriamente con el P. Bergoglio. El P. Bergoglio reconoció
la gravedad del hecho y se comprometió a frenar los rumores dentro de la Compañía y a
adelantarse a hablar con gente de las Fuerzas Armada para testimoniar nuestra inocencia.
...

En la reunión que tuvimos la Comunidad con el P. Bergoglio en ese mes de diciembre, le


insistimos la necesidad de hablar de nuestra situación global con algún jesuita de la Provincia.
Hasta ese momento habíamos guardado secreto, según su pedido. Esta vez aceptó que lo
hiciéramos con prudencia. Nos recomendó que aprovecháramos las vacaciones para pensar
alguna solución, pero por su parte él no nos daba ninguna opción concreta. Quedamos en volver
a reunirnos en febrero.

Yo hablé con el P. Oliva, del CIAS, y le conté brevemente la situación .El P. Oliva le escribió
a Ud., P. Moura, pidiéndole que se consideraran las cosas con cuidado antes de actuar. Por otra
parte el P. Oliva hizo una reunión en la comunidad del CIAS para preguntar a los miembros de la
comunidad si alguno de ellos pensaba que nosotros debíamos irnos de la Compañía, o si teníamos
que disolver la comunidad o si en nuestro trabajo había algo contrario a la Iglesia o a la
Compañía. Según me comunicó el P.Oliva, los jesuitas del CIAS afirmaron que no veían nada en
contra de nuestra comunidad o nuestro trabajo y estimaban que debíamos seguir en lo que
estábamos porque hacíamos bien.
 Al poco tiempo de esta reunión, el P. Bergoglio me comunicó que el P. General le
había escrito para quejársele de la reunión hecha en el CIAS sobre nosotros y me recomendó
silencio.

De todos modos, en el entretanto, pude ir a Mendoza para hablar con el P. Vicentini. Me


dijo que él había sido uno de los informantes sobre mí, pero que su informe era en un sentido
distinto al resumen que me dio el Provincial. Que no pensaba que debían negárseme los votos, ni
mucho menos que debía salir de la Compañía. También dijo que él no creía que en la Provincia
hubiese tantas presiones contra nosotros.
El P .Vicentini me aconsejó que me fuera de la Provincia, pero que tratara de no salir de la
Compañía.
También dos meses antes, había hablado brevemente con el P.Scannone sobre el problema
de mis informes. También me dijo que él había sido uno de los informantes y que su informe era
en un sentido totalmente distinto al resumen que pasó el provincial. Me prometió hablar sobre el
asunto con el P. Bergoglio.

No recuerdo que otros datos recogí en esas vacaciones, pero me di cuenta, en ese tiempo,
que la presión de la Provincia no aparecía tal como la pintaba el Provincial.
....

Pudimos entrevistarnos con Mons. Zazpe y Mons. Serra. A ellos les pasamos copia de los escritos
que tenía Mons. Pironio. Fueron las tres únicas personas a quienes los pasamos. Ambos nos
trataron con mucha amabilidad, pero era evidente que no querían intervenir en el problema.


En el mes de febrero (1976) volvimos a reunirnos con el P. Bergoglio. Le comuniqué mi
impresión de que, al menos al nivel de mis relaciones con la provincia, no había encontrado gente
que se quejase de nosotros de la manera como él decía, y además que dos de los informantes no
estaban de acuerdo con el resumen que él había hecho (agregándolo al P. Jalics, también
informante, eran tres los informantes en desacuerdo con el resumen). Cambió de conversación
diciendo que había quejas de los obispos contra el P.Jalics. Yo insistí. El P.Bergoglio me reconoció
que el problema de mis informes quedaba sin aclarar, pero agregó inmediatamente que nuestra
situación era muy seria (sin decir de qué se trataba, la única expresión era: presiones en contra
nuestra, de Roma y de Argentina) y que él nos aconsejaba que nos fuéramos de la Compañía.

Le contesté que una decisión así no se podía tomar de un momento al otro.


Me respondió que no se podía esperar porque el P. General lo urgía y estaba en una postura
muy firme.
Le insistí en el problema de conciencia de tener que resolver así nuestra vocación, y en el
problema pastoral de tener que abandonar repentinamente los compromisos tomados, y el
escándalo consiguiente. Le hice notar cómo era fundamental disponer de un tiempo de transición.
(Además del problema de conciencia y del problema pastoral, yo esperaba que disponiendo de
un poco más de tiempo se aclarara el misterio de las presiones. Que surgiera alguna acusación
concreta para poder defendernos. Pensaba en poder ir a hablar con algunos otros jesuitas de la
Provincia. Pensaba que la carta del P. Oliva a Ud., P. Moura, podría surtir algún efecto. Y
esperaba lo que podría hacer Mons. Pironio)

El P. Bergoglio nos contestó que una solución que permitiría darnos el tiempo para aclarar
las cosas y para solucionar el problema pastoral era que los tres pidiéramos ser considerados en
situación de legitime absens. Que eso a él lo liberaba de las presiones y a nosotros nos daba
tiempo. Que esa misma semana él debía viajar a Roma para ver al General. Que hiciéramos los
pedidos de legitime absens y que yo redactara un informe de la situación al General.
Antes de que partiera el P.Bergoglio le entregué el informe para el P. General, en el que
brevemente lo ponía al tanto de la situación y los pedidos de legitime absens.

Mientras el P. Bergoglio estaba en Roma, pasó por Argentina Mons. Pironio. Lo fui a ver.
Me dijo que desgraciadamente se había olvidado totalmente de nuestro problema. Me dijo
además que para ser sincero, el P. Bergoglio lo había ido a ver para decirle que el P.General era
contrario a nosotros. Se me volvió a ofrecer para hablar con el P. General. Le respondí que por
ahora no correspondía porque yo acababa de enviarle un informe escrito. Que esperáramos su
contestación.

En menos de diez días el P. Bergoglio estaba de regreso de Roma. Nos leyó una carta del
P.General donde le decía que disuelva la comunidad en el término de 15 días, que envíe al P.
Jalics a EE UU y a los dos argentinos nos envíe a otras casas de la Provincia.

Me extrañé que no hubiera la más mínima alusión al informe, ni al pedido de legitime


absens. El P. Bergoglio me contestó que la orden del General era muy dura. Que él mismo le había
representado al General que darnos esa orden significaba echarnos de la Compañía, pero que el
General no quiso cambiar de actitud.

Le insistí en el problema pastoral y en el escándalo. Me contestó que había una manera de


solucionar eso: que pidiéramos las dimisorias. Que entonces, mientras se hacían los trámites y
buscábamos obispo benévolo, disponíamos de unos meses para dejar las cosas arregladas. Que
él nos garantizaba que hasta el mes de setiembre podríamos disponer para dejar todo arreglado
en la Villa. Y que además, si pedíamos las dimisorias, retiraba la orden de santa obediencia dada
al P. Jalics.

Nos tomamos tres días para pensar. Nos pareció claro que en la Compañía se nos cerraban
todos los caminos. Los rumores y acusaciones nos seguían desde cuatro años atrás, por lo menos,
sin que fuese posible aclararlos ni defendernos, ni saber quién acusaba y con qué pruebas.
Habíamos sido radiados de la marcha de la provincia.

 Una pequeña prueba de esta última afirmación constatable aquí en Roma. Los
Libros del P.Jalics, tan conocidos y usados en la Argentina, no habían sido colocados en la
Biblioteca del Máximo y a un profesor del Máximo que los usaba le avisaron que dejara de
usarlos. Aquí pude constatar que esos libros tampoco fueron enviados a la Biblioteca de la
Curia.

El Provincial no hacía nada por defendernos y ya nosotros empezábamos a sospechar de


su honestidad. Estábamos cansados de la provincia y totalmente inseguros.
Nos parecía totalmente injusto el proceso de las “presiones“, sin que hubiese posibilidad
de saber de qué se trataba, sin que el provincial nos acusara de nada y sin que nos hubiese
ofrecido una salida concreta. Sólo al final una orden tajante, con la autoridad del General y con
plazo breve y conminatorio.
Nos parecía totalmente injusto que no hubiese ninguna alusión del General a nuestro
informe y que no se tuviera en cuenta el pedido de legitime absens, ni se dieran razones, ni acuso
recibo del mismo.
Nos parecía totalmente injusta la orden al P.Jalics de trasladarse a los EE UU, que en el
contexto de todo lo ocurrido aparecía públicamente como un castigo.

Por otra parte, nosotros habíamos empezado a avisar a la gente que deberíamos disolver
la comunidad y abandonar los compromisos. Eso provocó ciertas reacciones e hizo que algunas
personas nos comunicaran cosas tenidas en secreto. Nos enteramos, por ejemplo, que en el año
anterior, en reuniones de provinciales religiosos y religiosas, se habían hecho falsas acusaciones
contra nosotros. Esto hacía peligrar nuestro sacerdocio.

Además la situación del país hacía que nuestra vida peligrara, si no teníamos una
protección eclesiástica segura.

Nos pareció que lo más urgente era salvar nuestro sacerdocio y nuestras vidas. Lo más
seguro sería conseguir un obispo. Además nos parecía el camino más fácil porque el P. Provincial
daba muestras de querer allanarnos la salida.

Decidimos pedir las dimisorias. El P.Bergoglio nos dijo que no era necesario poner
razones, que las redactáramos simplemente, cosa que hicimos (Miércoles de Ceniza de 1976 (Yo,
al redactar las dimisorias sin razones, tuve todavía la vaga esperanza de que de Roma pidieran
alguna explicación y se ofreciera una oportunidad para aclarar las cosas.)


El P.Bergoglio nos recomendó que fuéramos a ver a Mons. Raspanti. Que él, (el Provincial),
informaría favorable y rápidamente para allanar el camino y que con Mons. Raspanti sería fácil.

Mons. Raspanti nos recibió muy bien. Se mostró muy dispuesto a aceptarnos. Incluso
supimos que ya teníamos parroquias asignadas. Pero cuando llegaron los informes del
provincial, todo se detuvo. Msr.Raspanti me pidió que fuera ante el Provincial y me retractara. Yo
le pregunté -“¿De qué?- porque no sabía de qué se trataba. Mons. Raspanti, como vio que yo
insistía en mi ignorancia me prometió que iba a volver a hablar con el provincial y que a mi vez
yo conversara nuevamente con el P. Bergoglio.

Mientras tanto, el Vicario de la Diócesis y algunos sacerdotes nos dijeron que el Obispo
(Raspanti) había leído en reunión de Consejo Presbiteral una carta del P. Provincial donde había
acusaciones contra nosotros, suficientes como para que no pudiéramos ejercer más el sacerdocio.
Era secreto el tipo de acusaciones.

Fui a hablar con el P.Bergoglio. Negó totalmente el hecho. Me dijo que su informe había
sido totalmente favorable. Que Mons. Raspanti era una persona de edad que a veces se confundía.

Mons. Raspanti volvió a hablar con el P.Bergoglio y, según le comunicó al P. Dourron, el P.


Bergoglio le confirmó todas las acusaciones que tenía contra nosotros.

Volví a hablar con el P.Bergoglio y me dijo que según Mons. Raspanti sus sacerdotes se
oponían a que nosotros entráramos en la Diócesis.

El P. Luis Dourron ya hacia seis años que trabajaba en esa Diócesis en su pastoral de
Colegios. Msr.Raspanti lo aceptó pese a los informes, pero no aceptó al P.Jalics ni a mí.


Los sacerdotes del Equipo de Villas de la Arquidiócesis hubiesen querido que yo siguiera
trabajando con ellos. El responsable del equipo, P. Botán, fue a hablar con Mons. Aramburu.
Mons. Aramburu le contestó que había acusaciones muy graves contra nosotros tres, por
supuesto secretas. Que de ninguna manera podía recibirnos. Y que yo no fuera a verlo.

Posteriormente Mons. Serra le insinuó a uno de los sacerdotes del equipo de Villas que se
quejaba del problema, que las acusaciones venían del Provincial.

Por medio de un amigo pudimos ponernos en comunicación con el Vicario de la Diócesis
de Lomas de Zamora. Por nuestro amigo y por nosotros se puso al tanto de todo y nos prometió
hablar con el obispo en seguida. Nos alentó diciéndonos que Mons. Colino no se dejaba engañar
por informes falsos. A los pocos días recibimos una carta del Vicario donde nos decía que la
contestación del Obispo había sido “rotundamente no”, sin dar más explicaciones.

Todavía hubo un intento más para conseguir obispo. Un sacerdote de la Arquidiócesis


(Eduardo González) aprovechó que tuvo que estar presente en una reunión de obispos para tratar
de hablar con algunos por el caso nuestro. Mons. Zazpe le contestó que no era posible hacerse
cargo de nosotros porque el Provincial andaba diciendo que nos echaba de la Compañía.

Para agravar las cosas, por ese tiempo recibí un aviso de Mons. Serra (Vicario Zonal) donde
me comunicaba que yo quedaba sin licencias en la Arquidiócesis. La razón que me daba para
quitarme las licencias era una comunicación que había hecho a la Arquidiócesis el P. Provincial
en el sentido de que yo salía de la Compañía.

Fui a hablar con el Provincial. Me contestó que sólo era un trámite de rutina. Que no
tenían por qué quitarme las licencias. Que eran cosas de Aramburu. Que yo siguiera celebrando
Misa en privado, que él me daba licencias hasta que consiguiera obispo.-Esta fue la última vez
que vi al Provincial antes de salir de la prisión. La entrevista fue entre 7 ó 10 días antes de que
me prendieran.

Los sacerdotes del equipo de Villas, enterados de mi suspensión, protestaron en una carta
al Provincial de la que mandaron copia al Nuncio, a Mons. Aramburu y a Mons. Raspanti.

En el equipo de pastoral de Villas había otro jesuita (el P. Messegeier). El quiso averiguar
en la Compañía qué pasaba con nosotros, pero, según lo manifestó al equipo de villas, se encontró
con un silencio total.

Nos dimos cuenta que sería imposible conseguir obispo si no se aclaraba el problema de
las acusaciones secretas y que nuestro sacerdocio y nuestras vidas corrían mucho peligro.
Decidimos recurrir a la justicia canónica. El P.Jalics fue a consultar a un canonista, quien le
dijo que se ser las cosas así, eran gravísimas, le recomendó que fuéramos a ver a Mons. Bossoli,
que él mismo concertaría la entrevista. Mons. Bossoli contestó a este sacerdote canonista que
de ninguna manera podía recibirnos, porque Mons. Aramburu antes de salir para Roma (para su
consagración cardenalicia) había dejado instrucciones estrictas en el sentido de que no nos
recibieran si llegábamos a pedirle audiencia.


Dos días después de la negativa de Msr Bóssoli ocurrió la intervención de las Fuerzas
Armadas. El domingo 23 de mayo, a media mañana, se hicieron presentes unos doscientos
hombres armados (según versiones posteriores). Paralizaron la Villa. Requisaron totalmente
nuestra casa, llevándose mis papeles y documentos. Llevaron presos a ocho jóvenes catequistas
que había en ese momento. Nos llevaron presos al P. alics y a mí.

A los catequistas les preguntaron sobre cómo celebraba la Misa y sobre mi teología. Los
dejaron libres uno o dos días después, según me enteré al salir.

Con el P.Jalics estuvimos cinco meses encadenados de pies y manos y con los ojos tapados.
Totalmente incomunicados.

Los primeros cuatro o cinco días yo los pasé sin comer, sin tomar agua, sin ir al baño. Un
mes y medio después me pude cambiar la ropa con la suciedad.

Al 6º día me ubicaron junto al P. Jalics. Me empezaron a dar de comer y pude ir al baño.


Allí estuvimos encadenados y sin ver luz, e incomunicados totalmente, los cinco meses.

Sólo me interrogaron durante los primeros días. Me drogaron para hacerme hablar
inconsciente. Habían recibido serias acusaciones de que yo era guerrillero. Me pedían que aclare
por qué no tenía licencias. Me preguntaron sobre mi actividad en la Villa. Sobre mis opiniones de
Historia Argentina. Si tenía relaciones sexuales con una catequista.

Antes de empezar a darme de comer recibí la única explicación que me dieron. Había
serias denuncias sobre mí. Haberme tomado preso para ellos había resultado ahora un gran
problema, porque había habido una reacción fortísima de la Iglesia y de muchos sectores de todo
el país. Que yo era un buen sacerdote pero que tenía una equivocación: haberme ido a vivir junto
a los pobres. Que eso era una interpretación materialista del Evangelio. Que Cristo cuando habla
de la pobreza, habla de pobreza espiritual. Que en la Argentina los pobres son los ricos y a ellos
yo tendría que atenderlos. Que aunque no soy culpable de nada, sin embargo, por “esos
problemas de los hombres”, aunque voy a quedar libre voy a tener que ir a pasar un año en un
colegio.

Después de esto me trasladaron y estuve los cinco meses antedichos sin recibir nuevas
explicaciones.
El 23 de octubre por la noche fuimos anestesiados y abandonados dormidos en el medio
del campo, al sur de la Provincia de Buenos Aires. Llevados seguramente en helicóptero por la
distancia y los pantanos adyacentes.

Al día siguiente al mediodía, apenas llegados a Buenos Aires, y conseguimos un teléfono le
hablé al P. Provincial.

Dos días después, (26 de octubre, 1976), nos reunimos con el P.Bergoglio en casa de mi
madre. Yo estaba sin documentos y no podía moverme. Ese día quedamos en que el P
.Provincial trataría mi incardinación con Mons. Novak. Ese día me dijo que no era necesario que
yo firmara las dimisorias porque para hacer el trámite más expedito él había hecho un acta bajo
testigos, con lo que quedaba clara mi salida de la Compañía. Yo entendí que eso se había hecho
en ese momento y en razón de que yo no podía salir de la casa de mi madre y para acelerar mi
incardinación. El Provincial no me dijo que con esa acta yo había sido expulsado. Tampoco me
dijo que eso había sido el 20 de mayo (o sea tres días antes de caer preso) como Ud., P Moura, le
informó al P. Jalics.
Además, después de los cinco meses de cadenas, falta de luz, incomunicación y sustos, yo
me sentía mareado con todas las emociones; poder moverme, ver la luz, ver a los seres queridos y
la cantidad ininterrumpida de gente que hasta la noche tarde pasaban por la casa de mi madre.
Interiormente me sentía inseguro y con deseo que se arreglaran las cosas de cualquier manera,
después de los sustos y amenazas de muerte vividos en la prisión. Para agravar las cosas, al día
siguiente la policía empezó a buscarme y tuve que esconderme.

El P Bergoglio informó a Msr Novak sobre mi persona, verbalmente. Lo hizo delante mío
para que no hubiese más problemas, según dijo. Informó muy favorablemente. Dijo además que
yo no salía de la Compañía por ningún problema sacerdotal ni religioso, ni disciplinar. Que el
único problema era el de tensiones entre grupos humanos.
El P. Bergoglio con protección de la Nunciatura hizo el trámite de mis documentos. Me
facilitó mi documentación de la Compañía. Pagó mi viaje a Roma porque la diócesis no podía
hacerlo. Aquí en Roma intervino para que se me recibiera en el Colegio Pío Latino y para facilitar
mi ingreso en al Gregoriana.
En el trámite de incardinación y de traslado a Roma, entiendo que se comportó con mucha
diligencia y corrección. Mi obispo quedó muy agradecido de ello.
Pero explicaciones sobre lo ocurrido anteriormente no pudo darme ninguna. El se
adelantó a pedirme por favor que no se las pidiera porque en ese momento se sentía muy
confundido y no sabría dármelas. Yo tampoco le dije nada. Qué podía decirle.

Volviendo al tema del acta bajo testigos, Ud., P.Moura, en junio, cuando lo vi junto con el
P.Jalics, me habló de una reunión ante testigos donde el P. Bergoglio me hizo una intimación o
algo por el estilo. Ahora el Profesor Cardone me ha vuelto a hablar de ello. Esa reunión no
existió ni nada por el estilo. Yo nunca recibí ninguna intimación.
Según Ud. le dijo al P.Jalics esa reunión había sido el 20 de mayo, tres días antes de mi
prisión. La última vez que yo vi al P.Bergoglio fue entre 7 ó 10 días antes de mi prisión, a
propósito del problema de mis licencias y allí él mismo me dio licencias para celebrar en casa de
la Compañía, cosa que o creo se le hubiese ocurrido hacer si me intimaba la salida. Además
estuvimos solos, sin testigos. Además, si hubiese existido esa reunión, ¿a qué venía la explicación
que me dio en casa de mi madre, después que quedé libre, diciéndome que para hacer los
trámites más expeditos había hecho firmar un acta bajo testigos?

Todo esto es un resumen de los principales hechos: de cada cosa se podrían dar más datos
y explicaciones, o más nombres de personas. Pero creo que para dar una idea de la situación esto
basta, por ahora.

Tampoco explico nada acerca de lo que fueron mis trabajos en teología, ni nuestra
experiencia de comunidad, ni nuestro trabajo apostólico. Seguramente aquí estén las raíces más
hondas del conflicto. Pero me pareció más claro, en esta exposición, limitarme más a lo que
directamente fueron los hechos en nuestra relación con nuestros superiores.

En momento oportuno si fuera necesario y hubiese disposición para escucharme, estoy


dispuesto a aclarar cada cosa con más detalles.

Esto, en primer lugar, quiere ser un intento, a partir de la caritativa intervención del
Profesor Cardone, de recuperar con la Compañía un diálogo que en el momento debido no
existió.

Si es posible y en la medida que sea necesario para mayor gloria de Dios y bien de la
Iglesia, también quiere ser un intento de que, si se aclaran las cosas, se repare la fama del P.
Dourron, el P. Jalics y la mía, dentro y fuera de la Compañía.

Yo, después de 20 años de jesuita , de haber puesto toda mi capacidad creativa en puestos
críticos para la Iglesia de hoy como son las relaciones entre Fe y Política en América Latina, la
convivencia evangélica con los pobres , la búsqueda de una renovación de la vida religiosa, -
después de haber hecho siempre las cosas dentro de la obediencia, de haber sido claro y
habiendo dado informes exhaustivos a mis superiores y compañeros de trabajo de mis
pensamientos, de mis sentimientos y mis actividades,
-me siento con el derecho de hacerle a Ud., P.Moura, muchas preguntas (ya que el
Provincial no podía contestármelas).
Aquí van algunas:
 -Por qué, si había alguna acusación contra nosotros no se hacía claramente y se
daba lugar a que nos defendiéramos?
 -Por qué, cuando aparecen informes claramente acusatorios contra mí no se quiere
investigar?
 -Cómo puede ser que en secreto se nos siga acusando de cosas antiguas y que
públicamente no se pueda aclarar nada?
 -Por qué , si el P.Provincial no tiene nada contra nosotros?, si pocos meses antes nos
había dado un destino que implicaba un compromiso con otros sacerdotes, laicos y fieles?,
si lo hizo después de un largo discernimiento?, si se trataba justamente de un destino que
merecía la mayor protección de la Compañía, como es la presencia entre los pobres, la
reflexión teológica sobre este hecho y la renovación de la vida religiosa?, por qué debe
retractarse ante la presencia de presiones secretas venidas de Roma y de Argentina?
 Qué son esas presiones?
 Por qué si sobre todo esto no se podía decir nada, el provincial no nos daba
ninguna orden concreta, se sentía indeciso y tenía miedo de cometer una injusticia?
 Por qué, para dar esta orden, esperó a dárnosla de tal manera y en tal situación
que significaba que nos fuéramos?
 Por qué nos se tuvo en cuenta nuestro pedido de legitime absens?
 Por qué se reaccionó con una orden tan tajante, cuando además del pedido de
legitime absens había un informe donde se mostraba que la situación no era clara, había una
situación muy engorrosa en la Argentina, había acusaciones antiguas y pésimos informe
sin aclarar, hay una situación no clara en América Latina cuando se trata del tipo de
apostolado en el que estábamos nosotros?
 No es sintomático y se presta a conjeturas el hecho de que después de tantos años
de rumores en contra de nosotros los Provinciales no hayan podido defendernos, y en
cambio, los acontecimientos se desaten contra nosotros en un momento en que en la
Argentina sube al poder un gobierno que permite una fuerte actuación de la extrema
derecha?
 Por qué cuando nosotros “pro bono pacis” nos vamos de la Compañía, se informa
en secreto y con mentiras a los obispos para que no nos reciban?
 Por qué se me quitan las licencias?
 Cómo se hace eso sabiendo y habiéndose hecho expreso ante el provincial y ante
otros jesuitas de la Provincia, nuestra situación de peligro de vida, dado el estado de las
cosas en la Argentina y los rumores habidos?
 Si por el bien de la Compañía o de la Iglesia se pensaba que tendríamos que irnos
del país, por qué no se nos dijo? Yo se lo pregunté expresamente al P. Bergoglio. Me
contestó que siguiéramos buscando obispo en le país.
 Cómo se explica que haya un acto ficticio en el que se me expulsa de la Compañía,
sin que yo lo sepa, justo tres días antes de mi prendimiento?

Quiero hacerle notar el respeto que me merecen su persona, P. Moura, la del P. General y la
del Provincial argentino (aunque ahora dude de la coherencia de sus actos). Por eso, dándoseme la
oportunidad, hablo con sinceridad y claramente.
No busco ningún efecto práctico con este informe. Pero me siento con el derecho y el deber
de hablar claro ante la Compañía, cuando se me escucha, y de tratar de restablecer relaciones de
confianza con una institución a la que me ligan lazos espirituales tan fuertes y verdaderos.
Con afecto en el Señor
Orlando Yorio

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