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Grandes Mujeres Científicas de la

Historia
Encuestas de británicos y estadounidenses dicen que pocas personas
pueden nombrar el nombre de una científica mujer famosa. Éstas
son algunas de las mujeres que han triunfado en ciencias como la
medicina, física y matemáticas. Usted seguramente puede reconocer
algunas de estos científicos mujeres, quizás otras pueden ser nuevas
para usted, por lo que vale la pena explorar un poco sobre sus vidas.

Pese a que durante muchísimo tiempo no les fue permitido estudiar o enseñar en la
universidad, participar de instituciones científicas o simplemente aprender sobre el
mundo y sus circunstancias, existieron mujeres que se las ingeniaron para dejar su
huella en la ciencia. Ellas han hecho valiosas contribuciones a la ciencia. Algunas de
las mujeres científicas de tiempos muy antiguos se han enfrentado a dificultades para
obtener el debido reconocimiento de su trabajo de la sociedad. inclusive Hipatia fue
asesinada en la calle por el hecho de buscar verdades científicas que contradecían la
palabra sagrada de la Biblia. Con el paso de los años, la sociedad se dio cuenta del
valor de sus incansables trabajos científicos y muchas hoy son reconocidas, pues
gracias a su pasión, han logrado una sociedad diferente.

La lista es mínima, y estamos en deuda con muchas de las que aquí


hoy están ausente, que no por estar ignoradas, hayan tenido un
papel menor en la historia de la ciencia, pero con algo hay que
comenzar, y a los fines de iniciar con una primera entrega de
difusión de los principales trabajos científicos de la historia, creemos
que es suficiente.

Marie Curie era una química y física polaca pionera en el campo de la radiactividad,
fue, entre otros méritos, la primera persona en recibir dos premios Nobel y la primera
mujer en ser profesora en la Universidad de París. Junto con Pierre Curie estudiaron
materiales radioactivos y descubrieron dos elementos, el polonio, al que dieron este
nombre en honor a Polonia, y el radio. Su trabajo inicial lo llevaron a cabo bajo
condiciones difíciles, en laboratorios atestados y húmedos. También estudiaron los usos
médicos de la radioactividad en las radiografías y tratamiento de tumores
cancerígenos.

Un interesante libro de la investigadora científica Valeria Edelstein llamado


“Científicas” da un bello relato sobre decenas de grandes mujeres que aportaron ideas a
las ciencias y muchas otras fueron destacadas inventoras, con singulares logros que hasta
nuestros días se siguen utilizando, como el famoso “Liquida Papel” para remendar los
errores en aquellas viejas máquinas escribir.
Así trata Valeria a cuatro importantes científicas, que hoy lamentablemente son muy poco
reconocidas. Una matemática: María Agnesi,una física: Laura Bassa, una química: Marie-
Anne Prierrette Paulze y una amante ayudante del padre de la química
(Lavoisier):Gabrielle Emilie Le Tonelera de Bretel.

Una matemática: María Ignasi, quien supo transformarse de niña prodigio en famosa
matemática y finalmente abandonó la ciencia para dedicarse a la religión y la caridad. Sí,
así como lo leen: una carrera veloz, pero productiva. A los 9 años hablaba siete idiomas,
y a los 10, ya conocía las obras de los científicos más importantes. Con solo 21 años
empezó a escribir su libro más famoso, sobre cálculo diferencial, Instituciones analíticas,
publicado en 1748.

El mismísimo papa Benedicto XV le envió una carta para convencerla de aceptar una
cátedra de Matemáticas y Filosofía Natural en la Universidad de Bolonia, que finalmente
tomó. Pero cuando tenía 34 años su papá, profesor de Matemática y quien le había
inculcado su amor por la cultura, murió y María dejó la ciencia para nunca más volver.
En su lugar, se dedicó a los estudios religiosos y a ayudar a pobres y ancianos.

Una física: Laura Bassa, quien se doctoró en Filosofía en 1733 pero, pese a publicar
casi treinta artículos sobre química, física, hidráulica, matemáticas y mecánica, solo logró
obtener la cátedra de Física Experimental de la Universidad de Bolonia en 1776, dos años
antes de su muerte. A pesar de haber sido admitida como profesora, no podía acceder a
la jerarquía académica por ser muer, y se le prohibía dar conferencias públicas. Por eso,
desafiando los prejuicios, dictó en su casa, junto a su marido, clases de física experimental
y también instaló un laboratorio donde se reunían grandes científicos.

Si la montaña no va a Mahoma… Se ve que nunca dejó su niñez de lado porque dos de


sus obras más famosas las dedicó a estudiar qué ocurre con las burbujas en los líquidos.

Una química: Marie-Anne Prierrette Paulze, la esposa del padre de la química


moderna (o la madre para simplificar), que a los 14 años se casó con el abogado, geólogo
y químico Antoine-Laurent Lavoisier y de un plumazo consiguió marido y tutor, todo en
uno. Rápidamente aprendió química, y mucho más con su esposo, al que ayudaba en el
laboratorio que tenían en su propia casa.

También dibujaba los equipos y traducía para Antoine los tratados de química del latín y
el inglés al francés. El de 1789 fue un año clave porque Lavoisier publicó el primer texto
de química moderna, Tratado elemental de Química, con la colaboración de Marie-Anne.

En 1794, durante la Revolución Francesa, Antoine fue acusado de traición y guillotinado


en París. La viuda Marie-Anne siguió adelante, organizó un salón científico en su casa y
reunió todos los trabajos que habían hecho juntos. En 1805 publicó Memorias de química
con el nombre de su marido (algo más que obvio a esta altura de las circunstancias).

Una amante: Gabrielle Emilie Le Tonelera de Bretel, la marquesa de Chítele, más


conocida por sus amantes y amores tumultuosos y su relación extramatrimonial con
Voltaire que por sus aportes científicos. Sin embargo, ella fue quien introdujo en Francia
la filosofía natural de Newton y el vitalismo de Leibnitz y Conway. Además, fue otra de
las que se vistió de hombre para burlar las reglas de la época. Ya sabemos que las
academias de ciencias estaban cerradas para las mujeres. Pero no eran el único lugar para
las discusiones científicas, también se dirimían estas cuestiones en los cafés de París.
Claro que allí tampoco podían entrar las mujeres.

En 1734, Emilie intentó entrar en el café Grado para discutir asuntos matemáticos con
Maupertuis, pero le prohibieron el ingreso. Una semana después regresó vestida de
hombre y, obviamente, la dejaron entrar. Aclamada y aplaudida (en realidad, aclamado y
aplaudido) por el famoso matemático y sus amigos, los dueños del café fingieron no darse
cuenta de que era una mujer y la sirvieron con honores para no perder a su célebre
clientela. Así fue como Emilie se convirtió en cliente regular del Café Grado, siempre
vestida de hombre, y les hizo “pito catalán” a las absurdas prohibiciones de la época. Y
este no fue el único momento.

Su relación clandestina con Voltaire fue tan fuerte que se mostraban en público sin
importarles el “qué dirán”. Además de protegerlo y de ir a la cárcel, contribuyó
escribiendo parte de su obra Los elementos de la filosofía de Newton, aunque no figura
como autora.

Y ahora es el momento de reivindicar a Voltaire porque, pese a sus horrorosos


comentarios respecto de la capacidad inventora de la mujer, sí indicó en el prólogo la
importancia de la contribución de Emilie. Una de cal y una de arena.
DOROTHY HODKIN: GRANDES MUJERES CIENTIFICAS

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