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Anónimo del siglo XVI

Historia del doctor Johann Fausto

Edición a cargo de
Juan José del Solar

Ediciones Siruela
Título original: Historia von D. Johann Fausten
En sobrecubierta: Ilustración de la edición holandesa de 1685
Este libro recibió una ayuda a la creación literaria, en la modalidad de
traducción, del Ministerio de Cultura

© De la traducción, introducción y notas, Juan José del Solar


© EDICIONES SIRUELA, S. A., 1994
Plaza de Manuel Becerra, 15. «El Pabellón».
28028 Madrid. Tels. 3555720 1355 2202
Telefax: 3552202
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN
HISTORIA DEL DOCTOR
JOHANN FAUSTO

Dedicatoria

Prólogo al lector cristiano

1. Historia del Dr. Johann Fausto. Nacimiento y estudios del


celebérrimo mago
2. De cómo el doctor Fausto, médico, conjuró al Demonio
3. Donde sigue la disputa del doctor Fausto con el Espíritu
4. De la segunda disputa de Fausto con el Espíritu, llamado
Mefostófiles
5. Del tercer coloquio que sobre su promesa mantuvo el doctor
Fausto con el Espíritu
6. De cómo el doctor Fausto dejó caer su sangre en un crisol, lo
puso sobre carbones ardientes y escribió lo que sigue
7. Contra la contumacia del doctor Fausto pueden citarse los
versos y rimas siguientes
8. [Sobre las diversas formas en que el Diablo se le apareció a
Fausto]
9. De los servicios que el Espíritu prestó al doctor Fausto
10. El doctor Fausto quiere contraer matrimonio
11. Pregunta del doctor Fausto a su espíritu Mefostófiles
12. Una disputa sobre el Infierno y sus cavernas
13. Otra pregunta del doctor Fausto sobre el gobierno de los
demonios y su jerarquía
14. Pregunta sobre cuál había sido el aspecto de los ángeles
caídos
15. Nueva disputa del doctor Fausto con su espíritu Mefostófiles
sobre el poder del Diablo
16. Una disputa acerca del Infierno, llamado Gehenna, y de cómo
fue creado y de su forma, y de las penas que hay en él
17. Sobre otra pregunta que el doctor Fausto le hizo al Espíritu

Sigue ahora la segunda parte de esta Historia, con las aventuras


de Fausto, y otras cuestiones
18. [El doctor Fausto, hacedor de calendarios y astrólogo]
19. Una pregunta o disputa sobre el arte de la astronomía o
astrología
20. Sobre el invierno y el verano
21. Sobre el curso del Cielo, sus ornamentos y su origen
22. Pregunta el doctor Fausto cómo creó Dios el mundo y cómo
nació el primer hombre; a lo que el Espíritu, según su costumbre,
dio una respuesta de todo punto falsa
23. De cómo le fueron presentados al doctor Fausto todos los
espíritus infernales en su verdadero aspecto, y los siete principales
fueron llamados por sus nombres
24. De cómo el doctor Fausto viajó al Infierno
25. De cómo el doctor Fausto subió hasta las estrellas
26. Tercer viaje del doctor Fausto a diversos reinos y principados,
así como a importantes países y ciudades
27. Sobre el Paraíso
28. Sobre un cometa
29. Sobre las estrellas
30. Una pregunta sobre la naturaleza de los espíritus que
atormentan a los hombres
31. Otra pregunta sobre las estrellas que caen a la Tierra
32. Sobre el trueno

Sigue la tercera y última parte de las aventuras del doctor


Fausto, donde se narra lo que hizo y consiguió mediante la
nigromancia en las cortes de varios soberanos, así como también
su horrible y lamentable final y despedida
33. Una historia del doctor Fausto y el emperador Carlos V
34. Por arte mágica, el doctor Fausto le hace crecer una
cornamenta de ciervo en la cabeza a un caballero
35. De cómo el citado caballero quiso vengarse del doctor Fausto,
mas no lo consiguió
36. De cómo el doctor Fausto devoró una carga de heno, junto
con el carro y los caballos de un labriego
37. Que trata de tres nobles condes a los que el doctor Fausto
llevó por los aires a Munich, dando cumplimiento a su deseo de
asistir a las bodas del hijo del príncipe de Baviera
38. De cómo el doctor Fausto recibió dinero prestado de un judío
y le entregó en prenda su pierna, tras habérsela aserrado en
presencia del judío
39. El doctor Fausto embauca a un tratante en caballos
40. El doctor Fausto devora una carga de heno
41. Sobre una reyerta entre doce estudiantes
42. Una aventura con unos labradores borrachos
43. De cómo el doctor Fausto vendió cinco puercos a seis florines
cada uno
44. Sobre las aventuras del doctor Fausto en la corte de príncipe
de Anhalt
44a. Donde se narra otra aventura del doctor Fausto con el mismo
conde, para complacer al cual hizo surgir por arte mágica un
espléndido castillo en lo alto de una colina
45. De cómo el doctor Fausto visitó con unos estudiantes las
bodegas del obispo de Salzburgo
46. Sobre el Martes de Carnaval
47. El Miércoles de Ceniza, día del verdadero Carnaval
48. La cuarta noche de Carnaval, el jueves
49. Sobre la invocación de Elena el domingo de Quasimodo
50. Sobre un juego de manos que hizo saltar por los aires las
cuatro ruedas del carro de un labriego
51. Sobre cuatro magos que se cortaban la cabeza unos a otros y
volvían luego a colocársela, y lo que les hizo el doctor Fausto
52. Sobre un anciano que quiso apartar al doctor Fausto de su vida
impía y convertirlo, y de la ingratitud de que fue víctima
53. El segundo pacto que el doctor Fausto entregó a su Espíritu
54. Sobre dos personas a las que el doctor Fausto juntó el año
decimoséptimo después de su pacto
55. Sobre las diversas plantas que el doctor Fausto tenía en su
jardín durante el invierno, y lo que aconteció en la Navidad del
año decimonoveno después de su pacto
56. De cómo el doctor Fausto reunió un ejército contra el barón al
que, en la corte del emperador, hizo crecer una cornamenta de
ciervo en la cabeza con sus artes mágicas, el año decimonoveno
después de su pacto
57. Sobre los amoríos del doctor Fausto en los años
decimonoveno y vigésimo después de su pacto
58. Sobre un tesoro que el doctor Fausto encontró el año vigésimo
segundo después de su pacto
59. Sobre Elena de Grecia, que vivió amancebada con Fausto
durante su último año Sigue ahora lo que el doctor Fausto hizo
con su Espíritu y con otros durante su último año de vida, que fue
el vigésimo cuarto después de su pacto.
60. Sobre el testamento del doctor Fausto, en el que nombró
heredero a su criado Wagner
61. El doctor Fausto comenta con su criado el testamento
62. De cómo el doctor Fausto cayó víctima de una violenta
desesperación cuando sólo le quedaba un mes de vida, y empezó a
lamentarse y suspirar, pensando en su diabólica existencia
63. Lamento del doctor Fausto por tener que morir siendo un
hombre todavía joven y lleno de vida
64. Otro lamento del doctor Fausto
65. De cómo el Espíritu maligno atormentó al afligido Fausto con
dichos y refranes maliciosos y burlescos
66. Lamento del doctor Fausto sobre el Infierno y sus
indescriptibles penas y tormentos
67. Sigue ahora el final horrible y espantoso del doctor Fausto,
que ha de servir de ejemplo y escarmiento a todos los cristianos
68. Oratio Fausti ad Studiosos
INTRODUCCIÓN
EL lunes 4 de septiembre de 1587 aparecía en Frankfurt del
Main, en los talleres del impresor Johann Spies, la primera
edición de un librito titulado Historia del doctor Johann Fausto,
celebérrimo mago y nigromante, de cómo se entregó al Diablo
por un determinado tiempo, y de las extrañas aventuras y
encantamientos que vio y practicó entre tanto, hasta recibir al fin
su merecido castigo. El propio impresor, cuya posible autoría no
ha sido del todo descartada por los estudiosos, menciona en la
dedicatoria que el manuscrito le había sido enviado «por un buen
amigo de Espira, con el ruego de publicarlo y difundirlo a través
de la imprenta», lo que hizo aprovechando la celebración de la
feria del libro de aquel año. Distaba mucho de presentir, sin
embargo, que el modesto producto de su imprenta sería el primer
eslabón de una larguísima cadena de obras, tanto literarias e
histórico-filosóficas como artísticas y musicales, centradas en
torno a uno de los mitos fundamentales de la tradición cultural de
Occidente.
¿Quién era realmente aquel mago y nigromante cuya historia, a
decir del propio Spies, había despertado tanto interés y curiosidad
en toda Alemania durante esos decenios finales del siglo XVI?
Los escuetos y más bien escasos testimonios que poseemos sobre
su persona permiten enmarcar su arco vital entre los años 1480 y
1540, aproximadamente, situar su lugar de nacimiento en la
pequeña ciudad suaba de Kundling (Knittlingen) -aunque la
Historia mencione Rod (Stadtroda), en Turingia-, y seguir sus
pasos como estudiante de magia y teología en las universidades
de Cracovia y Heidelber, entre otras. El más antiguo de esos
documentos (20 de agosto de 1507), referido a un Fausto todavía
juvenil, es una carta del historiador y teólogo Johannes
Trithemius, abad del monasterio benedictino de Sponheim,
estudioso él mismo de la magia y el ocultismo, quien lo presenta
como un charlatán, vagabundo y embustero llamado Georgius
Sabellicus o Faustus junior, y llega incluso a acusarlo de
entregarse a prácticas sodomíticas. No menos condenatorio es el
juicio del humanista Muciano Rufo, que en 1513 afirma haberlo
oído jactarse de sus poderes mágicos y adivinatorios en una
taberna de Erfurt, al tiempo que personalidades como Lutero y,
sobre todo, Melanchton, también se refieren a él en términos muy
poco halagüeños.
Presunción de charlatán de feria, superchería y vida errática
parecen ser, pues, los rasgos distintivos del Fausto histórico a los
ojos de muchos de sus contemporáneos, aunque también se sabe
que en varias cortes principescas gozó de gran predicamento
como astrólogo y hacedor de horóscopos -dato corroborado por la
Historia- y, según una brevísima nota del célebre Agrippa von
Nettesheim, sus servicios fueron solicitados incluso en la corte de
Francisco I de Francia hacia 1528. Sea como fuere, lo cierto es
que el personaje era sin lugar a dudas un hábil manipulador de su
propia imagen, y su enorme popularidad contribuyó a crear muy
pronto en torno a su vida y hechos una leyenda que culminaría ya
a finales de siglo con la canonización literaria.
Y es que la «gran demanda por conocer su historia», de la que
habla Spies en su prólogo, se reflejó de inmediato en el volumen
de ventas y en las sucesivas reimpresiones (más de una veintena
en un período de sólo doce años) y refundiciones de la Historia,
que además fue traducida poco después al bajo alemán, danés,
inglés y francés. De 1593 data asimismo una continuación o
segunda parte dedicada a Christoph Wagner, el fámulo y discípulo
de Fausto, donde el pacto con el Diablo es también el factor
desencadenante de una serie de aventuras cuyo escenario se
amplía hasta el Nuevo Mundo. En el Faust-Book inglés se inspiró
a su vez Christopher Marlowe para componer el drama The
Tragicall History of the Life and Death of Doctor Faustus,
estrenado ya en Londres en 1592, que constituye el primer gran
hito literario en la historia de la saga fáustica.
El «libro popular» (Volksbuch) editado por Spies -la
denominación fue acuñada por la crítica literaria romántica
Johann Joseph von Görres) para designar inicialmente las
adaptaciones y refundiciones en prosa de poemas épicos o
cortesanos de muy distinta procedencia realizadas en Alemania en
los siglos XV-XVI, y destinadas a un público lector cada vez más
amplio y variopinto- relata la historia de un hombre que,
«pretendiendo escrutar todos los misterios del Cielo y de la
Tierra» (cap. 2), hace un pacto con el Diablo y se compromete a
entregarle cuerpo y alma al cabo de veinticuatro años, durante los
cuales el espíritu maligno tendrá que satisfacer, a cambio, todos y
cada uno de sus deseos. El móvil esencial de Fausto es, pues,
según el autor anónimo, la curiositas, vale decir aquel afán por
conocer lo incognoscible para el hombre, por penetrar en la
naturaleza misma de las cosas o «especular sobre los elementos»,
fórmula que solía englobar tradicionalmente las indagaciones
efectuadas en el ámbito de la alquimia y de la magia. Pero este
anhelo de conocimiento absoluto, que refleja por un lado las
aspiraciones del hombre renacentista, es a la vez considerado una
desmesura condenable, una transgresión similar a la «hybris»
griega, a la que hay que poner fin con algún castigo horrible y
ejemplar. De ahí el constante tono moralizador y edificante de la
obra, que aspira a «servir de terrible ejemplo, escarmiento
abominable y sincera amonestación a todos los hombres
soberbios, impíos e imprudentes», según leemos en la portada.
Mucho se ha insistido en la heterogeneidad formal y estilística
de la Historia, que se corresponde con cierta negligencia
compositiva tendiente a conjugar una información entresacada de
fuentes ya a la sazón anacrónicas -textos medievales citados casi
literalmente-, con algunos pasajes en los que, desde una
perspectiva imbuida de las doctrinas luteranas sobre la salvación y
la gracia, se exploran las crisis morales y religiosas del
protagonista, y a los que se suman otros de corte satírico-farsesco,
adscribibles al género del juguete cómico (los denominados
Schwänke), tan profusamente representado en la literatura
alemana de la época.
Así, los capítulos iniciales -presentación del personaje, pacto
con el Diablo, diálogos de Fausto con éste sobre el Infierno, los
ángeles y los demonios- contrastan por su lenguaje poco ágil,
reiterativo y sobrecargado de citas y alusiones bíblicas, con el
estilo más bien festivo y sencillo del que hace gala el autor al
narrar los viajes, aventuras y anécdotas que, a partir sobre todo
del extenso capítulo 26, jalonan la vida del protagonista. Llama,
asimismo, la atención el continuo cambio de actitud del narrador
frente a su personaje, cuyos trucos ilusionistas y artes mágicas
parecen a ratos divertirlo y hallar plena justificación ante sus ojos,
como ocurre, por ejemplo, en el capítulo 50, donde Fausto castiga
la descortesía de un labriego, o con sus bufonadas en la corte del
Papa, objeto de repetidas burlas por parte de un autor que revela
así muy a las claras su pertenencia a las filas de un luteranismo
acérrimo y militante.
Claridad y fluidez no son, en cualquier caso, objetivos que el
autor anónimo haya tenido muy en cuenta a la hora de redactar la
Historia. La exégesis filológica, abundante sobre todo desde
mediados del siglo XIX, ha intentado resolver los serios
problemas de comprensión planteados por las lagunas,
ambigüedades, pasajes oscuros y evidentes erratas del texto de
Spies, apoyándose tanto en la versión en verso publicada en
Tübingen en el invierno de 1587-1588, el denominado Reim-
Faust (Fausto rimado), como en las reimpresiones que se
sucedieron hasta la aparición de la refundición preparada por el
suabo Georg Rudolf Widmann (Hamburgo 1599), que ofrece
ampliaciones y modificaciones sustanciales con respecto al
material anterior. A partir de la publicación, en 1892, de una
versión manuscrita de la historia de Fausto descubierta en la
biblioteca ducal de Wolfenbüttel por el germanista Gustav
Milchsack (Wolfenbütteler Handschrift), cuya composición parece
ser anterior a la del texto de Spies y del cual se diferencia
fundamentalmente en la sustitución del «Prólogo al lector
cristiano» por un simple «Prólogo al lector» y la adición de dos
nuevos capítulos, los investigadores han supuesto incluso la
existencia de un modelo primitivo común a ambas versiones, una
especie de Ur-Faustbuch escrito algunos años antes y que, a su
vez, podría tener un precedente latino desaparecido.
La presente traducción castellana ofrece en su integridad el texto
de la editio princeps de Spies, siguiendo la edición crítica
publicada en 1988 por la editorial Philipp Reclam de Stuttgart y
preparada por Stephan Füssel y Hans Joachim Kreutzer. Aunque
la Historia contiene un total de 69 capítulos, en el índice original
sólo figuran 68, por lo que el capítulo no registrado, que sigue en
orden al 44, lleva el número 44a. Los títulos de los capítulos 8 y
18, que aparecen entre corchetes, sólo figuran en el índice de la
edición original, de donde también han sido rescatados en la
traducción. El imprescindible cotejo con ediciones más antiguas
-en especial la de August Kühne (Zerbst 1868), particularmente
valiosa por sus comentarios histórico-filológicos-, ha permitido
salvar buena parte de los escollos textuales ya apuntados, pese a
que en más de un caso exista disparidad de criterios entre los
propios hermeneutas. Para la traducción de las citas bíblicas se ha
utilizado, respetando la orientación confesional del autor y el
editor, la antigua versión castellana de Casiodoro de Reina
(1569), revisada por Cipriano de Valera en 1602.

Juan José del Solar


HISTORIA DEL DOCTOR

JOHANN FAUSTO
A los muy honorables,

nobles y venerables

Caballeros Caspar Kolln,

Escribano oficial

Del príncipe elector

De Maguncia, y Hieronymus

Off, tesorero del condado

De Königstein, mis muy

Apreciados y benévolos

Señores y amigos
Por la gracia de Dios, reciban ante todo, muy honorables,
venerables y apreciados señores y amigos míos, mi saludo y
homenaje.
Como quiera que hace ya muchos años se viene hablando por
toda Alemania de las singulares aventuras del Dr. Johann Fausto,
el celebérrimo mago y nigromante, y que por doquier, en
reuniones y festejos, se advierte una gran demanda por conocer su
historia, y como algunos cronistas modernos también mencionan
aquí y allá a este mago y recuerdan sus artes diabólicas no menos
que su horrible final, muchas veces me he asombrado yo mismo
de que nadie haya escrito ordenadamente esta terrible historia ni
la haya transmitido, a guisa de admonición, a toda la cristiandad
en forma de libro impreso. Tampoco he dejado de preguntar a
hombres sabios y eruditos si esta historia ya había sido escrita por
alguien, mas nunca pude averiguar nada cierto hasta que hace
poco me fue enviada por un buen amigo de Espira 1, con el ruego
de publicarla y difundirla a través de la imprenta, para que sirva
de escarmiento a todos los cristianos y sea un terrible ejemplo de
lo que pueden los ardides del Demonio y de los crímenes que es
capaz de cometer contra el cuerpo y el alma. Y puesto que se trata
de un auténtico y terrible ejemplo en el que pueden verse no sólo
la envidia, los engaños y la crueldad con que el Maligno persigue
al género humano, sino que también permite comprobar a ojos
vistas hasta qué punto la temeridad, la soberbia y la curiosidad
sacrílega2 pueden descarriar a un hombre y ser causa segura de su

1
Espira: aunque un familiar del impresor Johann Spies (h. 1540-1623)
viviera en la ciudad de Espira, no existe prueba alguna de que fuera el autor
de la Historia.
2
Fürwitz (lat.: curiositas): junto con otros atributos negativos de Fausto,
como la soberbia, la temeridad y la lascivia, la Fürwitz, que hemos
traducido por curiosidad sacrílega, supone la transgresión de los límites
impuestos al afán del hombre por conocer verdades a las que no puede
tener acceso con su simple razón y entendimiento, a su deseo inmoderado
de pretender «escrutar los misterios del Cielo y de la Tierra», como se dice
en el cap. 2 (véase también nota 11).
alejamiento de Dios y su vinculación con los espíritus malignos,
así como de la perdición de su cuerpo y alma, de muy buen grado
me puse manos a la obra sin escatimar gastos ni esfuerzos,
esperando prestar con ello un apreciable servicio a todos aquellos
que quieran dejarse amonestar.
Sin embargo, muy honorables, venerables y apreciados señores
y amigos míos, les he querido dedicar y dirigir esta Historia no
porque crea que Vmds. tengan necesidad de este escarmiento más
que otros -pues harto bien conozco por mi trato y experiencia
cotidianos, gracias a Dios, vuestro celo y obediencia para con
Dios, la verdadera religión y la Fe cristiana-, sino por dar público
testimonio del afecto y la amistad tan singulares que surgieron
entre nosotros en parte ya en el colegio de Ursel 3, y en parte
también gracias al prolongado trato y la frecuentación que se han
mantenido hasta el día de hoy, y, Dios mediante, seguirán
manteniéndose en lo que aún nos quede por vivir en este mundo y
perdurarán luego en la patria eterna. Pues yo personalmente me
inclino a ello, y conozco asimismo la disposición de Vmds. a no
dejar pasar nada que pueda contribuir al sostenimiento de nuestra
bienhadada amistad. Por mi parte confieso, además, que es deber
mío servir y complacer a Vmds. en otras muchas cosas, y con
todo cuanto esté a mi alcance; mas no teniendo por ahora nada
mejor que ofrecerles, y sabiendo que, gracias a Dios, Vmds. se
hallan tan bien provistas y dotadas de alimentos terrestres y
bienes temporales que no han menester de mí en este sentido, he
querido rendirles homenaje con este modesto librito surgido de mi
imprenta, sobre todo porque ya en conversaciones anteriores pude
advertir vuestro solícito interés por esta Historia. Por eso ruego a
Vmds. tengan a bien contentarse por ahora con esta mercancía de
feria4, y continúen siendo mis benévolos señores y amigos.

3
Ursel: se trata de Oberursel, en el actual Estado federal de Hessen, ciudad
natal del impresor Spies, donde cursó estudios en el Colegio Latino y
aprendió su oficio. Entre 1557 y 1622 existió en ella una importante
editorial luterana.
4
Messkram: mercancía de feria. La feria a la que alude Spies es la de
Frankfurt, en cuya edición de 1587 la Historia fue una de las novedades
bibliográficas.
Y, sin más, encomiendo a Vmds. y a sus respectivas familias a
la graciosa protección del Todopoderoso.
En Frankfurt del Main, el día lunes 4 de septiembre de 1587.
De Vmds. firme y seguro servidor:

Johann Spies
Impresor en la dicha ciudad
Prólogo al lector cristiano
Aunque todos los pecados sean por su propia naturaleza
condenables y atraigan la justa cólera y el castigo de Dios, hay sin
embargo uno que, debido a circunstancias diversas, es mucho
mayor y más grave, y será castigado más severamente por Dios
tanto aquí en la Tierra como en el Juicio Final. Como dice
Nuestro Señor Jesucristo mismo [Mt. 11], el día del juicio el
castigo será más tolerable para Tiro, Sidón y Sodoma que para
Corazín, Betsaida y Capernaúm. No cabe la menor duda, pues, de
que la magia y la nigromancia constituyen el mayor y más grave
de los pecados ante Dios y ante todo el mundo. De ahí que
también Samuel califique los groseros y múltiples pecados del rey
Saúl de adivinación, impiedad e idolatría [1 Sam. 15]; y el
Espíritu Santo no pueda describir todos los pecados de Saúl sino
con estas dos palabras: magia e idolatría, que es cuando un
hombre se aparta de Dios, se entrega a los ídolos y a los demonios
y les sirve, en vez de a Dios, con toda su voluntad y aplicación. Es
así como Saúl reniega de Dios y actúa imprudentemente en contra
de Su palabra y mandamiento, yendo además contra su propia
conciencia, hasta que al final desespera de Dios y pide consejo al
mismo Diablo donde la adivina de Endor [1 Sam. 28]. Pero ¿no es
acaso abominable y espantosa acción el que un hombre racional,
creado por Dios a su imagen y semejanza, con un cuerpo y un
alma tan altamente honrados y ricamente dotados, abandone de
forma tan ignominiosa a su único y verdadero Dios Creador, a
quien durante toda su vida debería testimoniar honor y
obediencia, para entregarse como propiedad en cuerpo y alma,
con la consiguiente condenación temporal y eterna, a un espíritu
creado? ¿Y, por si esto fuera poco, no a un espíritu bueno y santo,
como lo son los queridos y santos ángeles del Cielo, que han
sabido perseverar en la justicia y la pureza que les son innatas,
sino a un espíritu maligno y maldito, además de embustero y
criminal, que no perseveró en la verdad ni en la justicia y por su
pecado fue precipitado desde el Cielo a los abismos del Infierno?
¿Podría decirse algo más atroz y abominable sobre un ser
humano? Pues no sólo por sí mismo, por su soberbia y apostasía,
convirtióse el Demonio en un espíritu renegado, pervertido y
condenado, sino que es también un espíritu envidioso, astuto y
tentador, enemigo consciente y declarado de Dios y del género
humano, que envidia a Dios el honor de que goza entre los
hombres y a los hombres la felicidad y los favores que les vienen
de Dios, y en esto intenta poner obstáculos con todos los medios
de que dispone y alejar así de Dios al hombre. Sobradas pruebas
dio ya, poco después de su caída, tentando a nuestros primeros
padres, pues no sólo interpretó falsamente y tergiversó el
mandamiento expreso de Dios, acusándolo de negar a los
hombres, sus criaturas, la felicidad suprema, sino que además
incitó a Eva a desobedecer a Dios; y mintió y engañó tanto y
tantas veces que al final hizo caer no sólo a Eva, sino también,
mediante la Mujer, al propio Adán. Y no sólo a ellos dos, sino que
siempre que ha podido, ha precipitado a todo el género humano
en la perdición temporal y eterna. Y aunque más tarde Dios
volviera a apiadarse de los hombres y los ayudara con la simiente
de la Mujer, y pusiera enemistad entre ella y la serpiente
diabólica, el Demonio no deja de acechar al género humano y de
seducirlo e incitarlo a cometer toda clase de pecados sujetos a
castigo temporal y eterno, como se lee en 1 Pe. 5: «Vuestro
adversario el Diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar». Y aunque fracase con algún hombre y
se vea rechazado y expulsado, no cede, sino que sigue buscando,
y cuando encuentra una presa segura, va y toma otros siete
espíritus peores que él, y entra y mora en ella; y el postrer estado
de aquel hombre viene a ser peor que el primero [Lc. 11]. Por eso
el buen Dios nos pone tan leal y seriamente en guardia contra las
tretas y astucias del Demonio, y, sobre todo, contra sus artes
nigrománticas, y nos prohíbe usar de ellas bajo pena de durísimos
y extremos castigos, para que entre Su pueblo no haya hechiceros
y nadie acuda a consultar con ellos. Lev. 19: «No os volváis a los
encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos
con ellos. Yo Jehová vuestro Dios». Dt. 18: «...no aprenderás a
hacer según las abominaciones de aquellas naciones. No sea
hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni
quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero,
ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los
muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que
hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa
estas naciones de delante de ti». Amenaza también Dios a los
hechiceros y nigromantes, así como a sus adeptos, con el castigo
supremo, y ordena a las autoridades hacerlo cumplir en ellos. Lev.
20: «Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se
entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su
sangre será sobre ellos». Quien haya leído crónicas históricas
sabrá por ellas que cuando las autoridades no ejercían sus
funciones en estos casos, el mismo Diablo acababa siendo el
verdugo de los nigromantes. Así, Zoroastro, a quien se tiene por
Mizraim, el hijo de Cam, fue quemado por el mismísimo
Demonio. Y a otro hechicero, que tuvo la osadía de recrear ante
los ojos de un príncipe curioso la destrucción de la ciudad de
Troya, se lo llevó vivo el Demonio por los aires: Joannes
Franciscus Picus5. Del mismo modo fue castigado por sus artes
mágicas cierto conde de Matiscona: Hugo Cluniacensis 6. Otro
hechicero, de Salzburgo, quiso conjurar a todas las serpientes en
un foso, pero fue arrastrado al mismo y muerto por una serpiente
enorme y vieja [Wierus: De praestigiis Daemonum, lib 2, cap. 4]7.
En suma, que el Diablo recompensa a sus servidores como el
verdugo a su ayudante, y quienes lo invocan tienen raramente un
buen final, y así le sucedió al Dr. Johann Fausto, que vivió en una
época aún presente en la memoria de algunos y selló su pacto y
alianza con el Diablo, tuvo muchas extrañas aventuras y se
entregó a toda suerte de vicios horrendos e ignominiosos, gula,
ebriedad, fornicación y otros desenfrenos, hasta que al final el
Diablo le dio su bien merecido castigo retorciéndole el cuello de
forma espantosa. Pero eso no es todo, sino que luego vienen la
5
Joannes Franciscus Picus: se trata de Giovanni Francesco Pico della
Mirandola (1469-1533), sobrino y biógrafo del célebre humanista italiano,
notable místico y estudioso de la Biblia.
6
Hugo Cluniacensis: errónea atribución al abad san Hugo de Cluny (1024-
1109). La anécdota figura en los Libri de miraculis de Pedro de Cluny
(†1157), donde se narra la historia del impío conde de Mascon, que fue
arrebatado por los aires en un caballo negro.
7
Werus: Wier o Weyer, lean (1515-1588), médico belga, discípulo de
Cornelio Agripa, autor de las Histoires, disputes et discours des illusions et
impostures des diables el magiciens infames (1563). El título de la
traducción latina (Basilea 1568), citado por el autor de la Historia, es: De
praestigiis daemonum et incantationibus ac veneficiis libri sex. De él
provienen las anécdotas de todo el pasaje anterior.
punición y la condenación eternas, pues quienes invocan al
Demonio acaban bajando a los abismos del Infierno a encontrarse
con su ídolo, el Diablo, y son allí condenados por toda la
eternidad. Como dice el apóstol Pablo en Gál. 5: «...que los que
practican [idolatría, hechicerías] no heredarán el reino de Dios».
Y en Ap. 21 se lee: «...fornicarios y hechiceros, los idólatras y
todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con
fuego y azufre, que es la muerte segunda». ¡Buenas serán
entonces las chanzas y diversiones con el Diablo! Que esto es lo
que busca el Maligno, mancillar y destruir el cuerpo y el alma de
los hombres mediante sus artes mágicas. Pues ¿qué otra cosa
podría ocurrir cuando un hombre abandona a su Dios y Creador,
reniega de Cristo su Redentor, anula la alianza establecida con la
Santísima Trinidad en el santo bautismo, pone en peligro todas las
gracias y beneficios recibidos de Dios, así como su propia
salvación y el bienestar de su cuerpo y de su alma, invita al
Diablo a ser su huésped y suscribe pactos con él, buscando verdad
y fe en el espíritu mendaz y asesino, buenos consejos y
enseñanzas en un enemigo convicto y confeso, y esperanza, dicha
y bendiciones en el condenado dragón infernal? Pues no se trata
aquí de una debilidad, locura o negligencia humanas, ni tampoco,
como dice san Pablo, de una tentación humana, sino de una
maldad realmente diabólica, de una insensatez temeraria y de una
obstinación abominable que nunca podrán ser explicadas a fondo
por el pensamiento ni, menos aún, expresadas en palabras, y cuya
simple mención debería poner horror y espanto en el corazón de
cualquier cristiano.
Pero los cristianos piadosos ya sabrán protegerse de tales
tentaciones y ofuscaciones del Diablo, y al leer esta Historia
meditarán sobre la exhortación de Sant. 4: «Someteos, pues, a
Dios; resistid al Diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él
se acercará a vosotros». Y Ef. 6: «Fortaleceos en el Señor, y en el
poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que
podáis estar firmes contra las asechanzas del Diablo». Y, tendrán
también en mente el ejemplo de Cristo, quien apartó de sí al
Diablo con la palabra de Dios y superó todas las tentaciones.
Y para que todos los cristianos, y con ellos todos los hombres
de bien, aprendan a conocer mejor al Diablo y sus asechanzas y a
protegerse de él, he querido, por consejo de algunos hombres
sabios y eruditos, poner ante vuestros ojos el terrible ejemplo del
Dr. Johann Fausto y el espantoso final que tuvieron sus prácticas
de hechicería. Pero a fin de que nadie se vea incitado por esta
Historia a imitarlo en su sacrílega curiosidad, se han omitido
cuidadosamente las formae coniuration8 y todo cuanto pudiere
resultar perjudicial, dejando sólo aquello que pueda servir de
advertencia y escarmiento a cualquiera. Espero, lector cristiano,
que sepas comprender y utilizar cristianamente todo esto, y cuenta
con una versión latina9 que pienso dar a la luz dentro de poco.
Dicho lo cual, te encomiendo al Todopoderoso.

8
Formae coniurationum: conjuros.
9
Esta prometida versión latina de la Historia nunca llegó a publicarse, y
los comentaristas consideran muy improbable su existencia.
HISTORIA
DEL DOCTOR JOHANN FAUSTO
celebérrimo mago y nigromante,
de cómo se entregó al Diablo
por un determinado tiempo,
y de las extrañas aventuras y encantamientos
que vio y practicó entre tanto,
hasta recibir al fin su merecido castigo.
Compuesta en gran parte a partir de
sus propios escritos póstumos,
reunida e impresa para servir
de terrible ejemplo, escarmiento abominable
y sincera amonestación
a todos los hombres soberbios, impíos e imprudentes.
SANTIAGO IV
«Someteos, pues, a Dios; resistid al
Diablo, y huirá de vosotros»
CUM GRATIA ET PRIVILEGIO
Impreso en Frankfurt del Main
por Johann Spies
M.D.LXXXVII

[1]
Historia del Dr. Johann Fausto. Nacimiento y estudios
del celebérrimo mago

Justificación de los padres del doctor Fausto

El doctor Fausto, hijo de un labrador, nació en Rod 10, cerca de


Weimar, y tuvo en Wittenberg una gran parentela. Fueron sus
padres cristianos temerosos de Dios, y su tío, un burgués
acaudalado residente en Wittenberg, lo educó y crió como a un
hijo suyo. Pues no teniendo herederos, adoptó a Fausto como a su
hijo y heredero y lo mandó a la universidad a estudiar teología.
Éste, sin embargo, se apartó de tan pío propósito y usó de la
palabra de Dios en vano. Por eso debemos eximir de toda culpa a
esos padres y parientes, que sólo deseaban velar por su bien
-como hacen todos los padres piadosos y responsables-, y no
mezclarlos en esta historia; pues los padres de aquel hijo impío no
vieron ni fueron testigos de sus abominables crímenes. Y una cosa
es cierta: los padres del doctor Fausto -como es de todos sabido
en Wittenberg- alegráronse sobremanera de que aquel tío lo
adoptara como a un hijo. Y cuando más tarde advirtieron la
excelencia del ingenio y la memoria de su hijo, es un hecho que
se preocuparon mucho de él, tal y como Job, en el capítulo 1, se
preocupó de sus hijos para que no pecaran contra el Señor. Pero
ocurre a menudo que de padres piadosos salen hijos impíos y
desalmados, como puede verse en los ejemplos de Caín (Gén. 4),
Rubén (Gén. 49) y Absalón (2 Re. 15 y 18). y si cuento todo esto
es porque muchos han reprochado a esos padres un
comportamiento culpable y erróneo, cosa de la cual quisiera
excusarlos, pues se trata de habladurías que no sólo los presentan
0
1
Roda, hoy Stadtroda, aunque el Fausto histórico parece haber nacido no
en Turingia, sino en un pueblo de Suabia llamado Kundling, Kündtlingen o
Knüttling, según diversos testimonios de la época, entre otros uno del
reformador Philipp Melanchton (1563). Es importante observar, sin
embargo, que el autor de la Historia, estricto luterano como lo demuestra
en la escena de Fausto ante la corte papal (cap. 26), cargada de sarcasmo y
socarronería, hace vivir a su héroe en la ciudad de Wittenberg, cuna del
luteranismo.
como personas despreciables, sino que pretenden afirmar que
Fausto aprendió sus malas artes de ellos. Y es que les imputan
varios cargos, como que de joven le permitieron toda suerte de
excesos y no le hicieron estudiar asiduamente, lo cual va sin duda
en detrimento de ellos. Se dice también que cuando los parientes
advirtieron su maligna inteligencia y su escasa inclinación por la
teología, así como que se entregaba a la magia -cosa confirmada
por rumores públicos-, previniéronle a tiempo y trataron de
disuadirlo. Pero ésas no son sino murmuraciones y no hay que
denigrarlos por eso, pues están libres de toda culpa. Y ahora basta
ya de digresiones y volvamos a nuestra historia.
Como el doctor Fausto poseía una inteligencia rápida y
despierta, además de talento y propensión al estudio, causó tan
buena impresión en su examen ante los rectores que fue
examinado para el grado de magister junto con otros dieciséis
maestros, a quienes superó y venció en habilidad durante el
interrogatorio, de suerte que tras haber estudiado suficientemente
su parte, fue nombrado doctor en teología. Pero al mismo tiempo
era un espíritu necio, insensato y altanero, por lo que siempre le
llamaban el «especulador»11. Empezó a frecuentar malas
compañías, se apartó de las Sagradas Escrituras, arrinconándolas
encima de la puerta o debajo del banco, y llevó una vida de
infamia e impiedad (como se verá en el transcurso de esta
Historia). Muy cierto es el refrán que dice: «Al que quiere irse
con el Diablo, no hay quien lo detenga o se lo impida».
Además, el doctor Fausto conoció a gente como él, que manejaba
palabras, figuras, caracteres, conjuros y sortilegios caldeos,
persas, árabes y griegos, o como se llamen esas prácticas de

1
1
Damos aquí al término «necio» (thumm, en el original) el valor de
«imprudente o falto de razón, terco y porfiado en lo que hace u dice», que,
en segunda acepción, le asigna el Diccionario de autoridades. Para la
germanista Barbara Konnecker (véase bibliografía), el adjetivo alemán
recuperaría aquí su antigua connotación religiosa y aludiría a la contumaz
ceguera y temeridad de Fausto, que quiere penetrar con la razón en ámbitos
a los que sólo la fe tiene acceso. De ahí también el mote de «especulador»
(Speculierer), con el que los teólogos luteranos del siglo XVI designaban a
quien pretendía indagar misterios divinos por vías que no fueran las
contenidas en las Sagradas Escrituras.
conjuración y hechicería. Y tales prácticas no eran sino
Dardaniae artes12, conjuros nigrománticos, envenenamientos,
vaticinios y encantamientos, o como quieran llamarse esos libros,
vocablos y denominaciones. Mucho se aficionó a todo esto el
doctor Fausto, que se pasaba día y noche especulando y
estudiándolo, y desde entonces no quiso ser llamado teólogo, se
convirtió en un mundano13 se llamó a sí mismo doctor medicinae,
llegó a ser astrólogo y matemático, y, por pura conveniencia,
médico. En un principio ayudó a mucha gen te con sus artes
médicas, recurriendo a hierbas, raíces, drogas, pócimas, recetas y
clisteres. Además, y sin ánimo de elogiarlo, era buen orador y
muy versado en las divinas Escrituras. Conocía perfectamente la
Ley de Cristo: y quien conozca la voluntad del Señor y no la
acate, será doblemente golpeado. Además: nadie puede servir a
dos amos a la vez. Y también: no tentarás al Señor tu Dios. Pero
él echó todo esto en saco roto, y durante un tiempo descuidó por
completo su alma, por lo que en su caso no puede haber excusa de
ningún género.

[2]
De cómo el doctor Fausto, médico, conjuró al Demonio

Como ya dijimos antes, el doctor Fausto era proclive a amar lo


que no debía amarse, y a ello consagró sus esfuerzos día y noche,
ciñéndose alas de águila14 y pretendiendo escrutar todos los
misterios del Cielo y de la Tierra. Pues su sacrílega curiosidad, su
insolencia y su falta de escrúpulos lo incitaban e impulsaban a un
2
1
Dardaniae artes: artes mágicas que reciben su nombre de Dárdano,
legendario fundador le la dinastía de los reyes de Troya, considerado uno
de los grandes magos de la Antigüedad.
13
Weltmensch: mundano. «Se llama también al sujeto que atiende
demasiadamente, y se emplea en las cosas del mundo» (Diccionario de
autoridades). Los comentaristas alemanes puntan asimismo que, en el siglo
XVI, el término podía aludir al interés por el estudio de las ciencias
naturales, a las que Fausto se dedica tras haber concluido sus estudios
teológicos.
14
Ceñirse alas de águila: imagen bíblica, véase Prv. 23,5 e Is. 40, 31.
grado tal que, durante un tiempo, se aplicó a poner en práctica y
probar diversas fórmulas mágicas, figuras, caracteres y conjuros
para que se le apareciera el Diablo. Con este fin se dirigió una vez
según relatan otros y dio a conocer más tarde el propio doctor
Fausto- a un espeso bosque situado en las proximidades de
Wittenberg, llamado el bosque de Spess15. Y una noche, en una
encrucijada de dicho bosque, trazó con una vara varios círculos
concéntricos y luego, en la parte superior, otros dos, secantes del
círculo más grande. Y allí invocó al Diablo entre las nueve y las
diez de la noche. Rióse sin duda el Maligno maliciosamente y
debió de pensar, al tiempo que mostraba el trasero a Fausto: «Muy
bien, voy a enfriar tu denuedo e intrepidez y a sentarte en el banco
de los necios, a fin de que no sólo tu cuerpo, sino también tu alma
me toque en suerte. Serás mi hombre de confianza, y allí donde
no me venga en gana ir, te enviaré como mi mensajero». Lo cual
sucedió, y el Diablo embaucó a Fausto e hizo con él lo que le vino
en gana. Cuando el doctor Fausto invocó al Diablo, éste actuó al
principio como si no quisiera presentarse en el lugar designado ni
llegarse hasta los círculos, y armó tal alboroto en el bosque que
todo parecía venirse abajo y los árboles se curvaban hasta el
suelo. Manifestóse luego con tal fuerza que el bosque entero
pareció llenarse de diablos que pronto empezaron a aparecer por
encima y al lado de los círculos trazados por el doctor Fausto,
haciendo un estrépito como de carros y carretas que avanzaran
rodando. De los cuatro rincones del bosque partieron después
unas como flechas y rayos en dirección a los círculos, y al poco
rato resonó una especie de potente arcabuzazo y apareció un
resplandor. Y en el bosque se oyeron entonces muchos y muy
gratos instrumentos musicales y cánticos; también hubo algunos
bailes, seguidos de varios torneos con lanzas y espadas. Y el
tiempo se le fue haciendo tan largo al doctor Fausto que por un
momento pensó en salirse del círculo, aunque al final volvió a su
impío y temerario propósito, y persistió en su intención primera,
pasara lo que pasara, y siguió invocando al Diablo como acababa

5
1
Spesser Wald: en los tiempos del Fausto histórico aún existía cerca de
Wittenberg un bosque llamado Speck, lo que permitiría suponer una
confusión por parte del autor de la Historia.
de hacerlo poco antes. A lo que el Maligno replicó aparatosamente
ante sus ojos, dejándose ver en forma de un grifo o dragón que
planeaba y aleteaba por encima del círculo, y cada vez que el
doctor Fausto repetía su conjuro, la bestia silbaba y gemía
penosamente. Poco después cayó una estrella de fuego de una
altura de hasta tres o cuatro brazas, que se convirtió en una bola
ardiente y puso gran espanto en el ánimo del doctor Fausto. Pero
éste persistió en su propósito y tuvo a gran honra el haber
sojuzgado al Diablo, jactándose luego en una reunión de que la
autoridad suprema de este mundo se le hubiese sometido y le
obedeciese. A lo que unos estudiantes replicaron no conocer
ninguna autoridad que estuviera por encima del Emperador, el
Papa o el Rey. Y el doctor Fausto replicó: «El amo al cual he
sojuzgado está muy por encima», y apoyó su afirmación en la
Epístola de san Pablo a los Efesios: el príncipe de este mundo, en
la Tierra y bajo el Cielo, etc. Conjuró, pues, esa estrella una, dos y
tres veces, tras lo cual brotó un río de fuego de la altura de un
hombre, que al punto volvió a menguar y dejó ver seis lucecillas,
una de las cuales saltó hacia arriba y otra hacia abajo hasta dibujar
la figura de un hombre de fuego, que dio vueltas en torno al
círculo durante un cuarto de hora. Poco después, el Espíritu
diabólico adoptó la figura de un monje con hábito gris, y
dirigiéndose a Fausto le preguntó qué deseaba. Y el deseo del
doctor Fausto fue que se le presentase al día siguiente a las doce
en su casa, a lo que el Diablo se negó en un principio. Pero el
doctor Fausto lo conjuró en nombre de su amo y señor a que
atendiese su deseo y lo pusiera en práctica, cosa que el Espíritu
acabó por conceder y aprobar.

[3]
Donde sigue la disputa del doctor Fausto con el Espíritu

Después de llegar a su casa por la mañana, el doctor Fausto


mandó al Espíritu que acudiera a sus aposentos. Y, de hecho, éste
se presentó para escuchar lo que deseaba Fausto. Resulta
asombroso ver que, cuando Dios retira su mano, un Espíritu
pueda apoderarse a tal punto de un ser humano. Aunque, como
dice el refrán: Quien con el Diablo anda, con él acaba. Volvió a
iniciar, pues, el doctor Fausto sus prácticas mágicas, conjuró de
nuevo al Maligno y le planteó algunos artículos:
I. En primer lugar, debería someterse a él y obedecerle en todo
cuanto le pidiera, exigiera u ordenara durante toda su vida, hasta
la muerte de Fausto.
II. No debería ocultarle nada que el doctor Fausto quisiera
saber de él.
III. y no debería responder nada falso en ninguno de sus
interrogatorios.
Rechazó el Espíritu al punto estas propuestas y se negó a
obedecer, dando como razón que él sólo tenía poder absoluto en la
medida en que se lo concediera su amo, que reinaba por encima
de él. Y dijo:
-Querido Fausto, atender tus deseos es algo que no está en mi
poder ni albedrío, sino en los del dios infernal.
A lo que Fausto replicó:
-¿Cómo debo entender esto? ¿Acaso no es tu poder suficiente?
Y el Espíritu respondió:
-No.
Volvió a decirle Fausto:
-Querido Espíritu, dime a qué se debe.
-Has de saber, Fausto -dijo el Espíritu- que entre nosotros
existe el mismo gobierno y regimiento que en la Tierra, pues
tenemos nuestros gobernantes y regentes, así como nuestros
servidores, y yo soy uno de éstos. Y llamamos Legión a nuestro
reino16. Pues aunque Lucifer, el ángel rebelde, provocara su
propia caída con su soberbia e insolencia, organizó una legión y
un gobierno de muchos diablos y le llamamos el Príncipe de
Oriente, pues tiene su señorío en Levante. También hay otros
señoríos en el Mediodía, Septentrión y Poniente. Y como Lucifer,
el ángel caído, ejerce su principado y soberanía bajo el Cielo,
nosotros tenemos que transformarnos, ir adonde están los
hombres y someternos a ellos. Pues el hombre, con todo su
poderío y sus artes, no podría sojuzgar a Lucifer, sino que éste ha
de enviarle un Espíritu, como me ha enviado a mí. Cierto es que
6
1
Véase Lc. 8,30.
jamás hemos revelado al hombre los verdaderos fundamentos de
nuestras moradas ni de nuestro gobierno y regimiento, excepto
tras la muerte de un condenado, que entonces lo conoce y siente
todo.
Aterróse el doctor Fausto al oír esto y dijo:
-No quisiera ser condenado por tu culpa.
A lo que el Espíritu respondió:
«Aunque no lo quieras, no hay súplica que valga,
Y si no hay súplica que valga, tendrás que acompañarme,
Si serás retenido, no lo sabes,
Pero has de acompañarme, y no hay súplica que valga,
Tu desesperado corazón te ha perdido.»
Y el doctor Fausto replicó:
¡Que el mal de piedra te ataque! ¡Fuera de aquí!
Ya se disponía el Espíritu a retirarse, cuando Fausto cambió de
parecer bruscamente y lo instó a presentarse de nuevo a la hora de
vísperas en el mismo lugar, y escuchar lo que aún tenía que
proponerle. Dio su consentimiento el Diablo, y desapareció de su
vista. Y en esto puede verse cuáles eran el sentimiento y la
opinión del impío doctor Fausto cuando el Diablo le escarneció,
según dicen, con la canción del pobre Judas 17, anunciándole que
iría al Infierno. Pero Fausto persistió en su obstinación.

[4]
De la segunda disputa de Fausto con el Espíritu, llamado
Mefostófiles18

Por la tarde, a la hora de vísperas, o sea entre las tres y las


cuatro, el Espíritu volador volvió a aparecérsele a Fausto y le
7
1
Den armen Judas singen: locución proverbial alemana, muy en boga en
los siglos XVI y XVII, que equivalía a escarnecer y mofarse de alguien con
sorna. El Diablo volverá a utilizarla contra Fausto al final del cap. 65.
18
Mephostophiles: entre las diversas hipótesis sobre el origen de este
nombre -forma antigua de Mefistófeles-, quizás la más aceptada es la que
lo hace derivar de tres palabras griegas: la partícula negativa μη, el
sustantivo φως (luz), y el adjetivo φιλής (el que ama), es decir: el que no
ama la luz.
ofreció Someterse a él y obedecerle en todo orden de Cosas, pues
su amo le había dado poder para hacerlo. Díjo1e a Fausto:
-Te traigo la respuesta, y tú también deberás darme una. Pero
antes quisiera escuchar tu deseo, ya que me ordenaste
presentarme a esta hora.
Y el doctor Fausto le respondió, aunque titubeando y con gran
perjuicio de su alma, pues no anhelaba otra cosa que dejar de ser
hombre y convertirse en un diablo de verdad, o en un miembro de
las huestes infernales. Y presentó al Espíritu loS siguientes
deseos:
Primero: que también él pudiera adoptar y Conservar la forma,
el aspecto y las capacidades de un Espíritu;
Segundo: que el Espíritu hiciese todo cuanto él deseara y le
diese cuanto le pidiera;
Tercero: que se sometiese a él y le obedeciese Con asiduidad y
empeño, Como un criado;
Cuarto: que se presentase en su casa cada vez que él lo
invocara y se lo pidiera;
Quinto: que gobernase, invisible, su casa, y no se dejase ver
por nadie que no fuera él mismo, a no ser que él se lo ordenase;
Sexto y último: que se le apareciese cuantas veces se lo
exigiera y en la forma que él mismo le impusiera.
Acerca de estos seis artículos respondió el Espíritu a Fausto
que estaba dispuesto a complacerlo y obedecerlo por entero,
siempre y cuando Fausto aceptara, a su vez, varios artículos que él
pensaba proponerle, y que si lo hacía, no habría luego nada que
temer. He aquí los artículos del Espíritu:
Primero: que él, Fausto, le jurase y prometiese que sería suyo,
es decir, del Espíritu;
Segundo: que estaría dispuesto a corroborar esto con su propia
sangre, comprometiéndose con él por escrito;
Tercero: que sería enemigo de todos los fieles cristianos;
Cuarto: que abjuraría de la fe cristiana;
Quinto: que no se dejaría tentar si alguien intentara convertirlo.
A cambio, el Espíritu concedería a Fausto un plazo de varios
años, al término de los cuales vendría a llevárselo. Y si observaba
todos esos puntos, tendría todo cuanto su corazón pudiera codiciar
y desear, y pronto se sentiría capaz de adoptar la forma y el
comportamiento de un Espíritu. y fue talla temeridad del doctor
Fausto, espoleada por su orgullo y su presunción, que si bien dudó
un momento antes de comprometer la salvación de su alma, al
final llegó a un acuerdo con el Espíritu maligno y le prometió
observar todos los artículos. Pensó que el Diablo no era tan negro
como lo pintan, ni el Infierno tan caliente como dicen que es, etc.

[5]
Del tercer coloquio que sobre su promesa mantuvo el doctor
Fausto con el Espíritu

Una vez hecha esta promesa, pidió el doctor Fausto al Espíritu


que se presentara al día siguiente muy temprano y le ordenó que,
siempre que se lo pidiera, se le apareciese bajo la forma y con el
hábito de un monje franciscano, llevando una campanilla 19, y le
diera antes varias señales para que, al oír el tintineo, él supiera
que se estaba acercando. Seguidamente preguntóle por su nombre
y cómo le llamaban. Respondió el Espíritu que su nombre era
Mefostófiles. Y en ese mismo instante aquel hombre impío se
apartó de su Dios y Hacedor, que lo había creado, y pasó a ser
miembro de la legión infernal. Esa caída no tuvo otra causa que su
soberbia, desesperación, temeridad y atrevimiento, tal como les
ocurrió a los gigantes, de quienes cuentan los poetas que
amontonaron montañas para hacerle la guerra a Dios, y tal como
le ocurrió también al Ángel maligno, al que Dios expulsó por
haberse rebelado contra Él, movido de su soberbia y presunción.
Pues de gran subida, gran caída.
Tras lo cual, e impulsado por su gran soberbia y temeridad, el
doctor Fausto preparóle al Espíritu maligno su contrato,
reconocimiento, instrumento escrito y confesión: jacto en verdad
aterrador y abominable! Y este instrumento fue encontrado en su
casa tras su lamentable desaparición. Todo lo cual quiero yo
referir aquí como advertencia y escarmiento a todos los cristianos
9
1
El motivo del Diablo con hábito de monje y una campanilla podría
remitir a un pasaje e las Tischreden oder Colloquia (Conversaciones) de
Lutero, publicadas por primera vez en 1566, que constituyen una de las
fuentes más importantes de la Historia.
piadosos, a fin de que nunca cedan ante el Diablo ni causen así
perjuicio a sus cuerpos ni a sus almas, como lo hizo poco después
el doctor Fausto tentando a su pobre fámulo y criado con aquel
diabólico instrumento. Y cuando ambas partes se hubieron
comprometido mutuamente, cogió el doctor Fausto una afilada
lanceta y se punzó una vena de la mano izquierda, y dicen de
buena fuente que en esa mano apareció grabada con letras de
sangre la siguiente inscripción: O homo fuge!, es decir:
«¡Hombre, huye de él y haz el bien!», etc.

[6]
De cómo el doctor Fausto dejó caer su sangre en un crisol, lo puso
sobre carbones ardientes y escribió lo que sigue:

«Yo, Johannes Faustus, doctor, declaro y confirmo


públicamente con mi propia mano mediante esta carta que, tras
haberme propuesto especular sobre los elementos20, y no hallando
en mi mente capacidad para hacerlo a partir de las facultades que
graciosa y generosamente me han sido otorgadas desde lo alto, ni
pudiendo tampoco aprenderlo de los hombres, me he sometido al
Espíritu enviado hasta mí, aquí presente, que tiene por nombre
Mefostófiles y es servidor del Príncipe infernal de Oriente,
eligiéndole para que me enseñe e instruya en tales menesteres, el
cual se ha comprometido asimismo a someterse a mí y
obedecerme en todo orden de cosas. A cambio de lo cual yo le
prometo y certifico que, así que hayan transcurrido veinticuatro
años desde la firma de la presente, tendrá poder para dirigirme y
gobernarme según su deseo y conveniencia, disponiendo de mí y
de todo lo mío, cuerpo, alma, carne, sangre y bienes, por toda la
eternidad. También reniego por la presente de todos los seres
vivos, de toda la cohorte celestial y de todos los hombres, así sea.
En fe de lo cual escribo y ratifico de mi puño y letra este contrato,
suscribiéndolo con mi propia sangre, en plena posesión de mi

0
2
«Die Elementa zu speculieren»: indagar y ahondar en la esencia misma
de las cosas, fórmula usada tradicionalmente por quienes se dedicaban a la
alquimia o a la magia.
sano juicio y facultades y por voluntad expresa, cerrándolo y
lacrándolo, etc.»

Firmado: Johann Fausto, experto en


elementos y doctor en teología

[7]
Contra la contumacia del doctor Fausto pueden citarse los versos
y rimas siguientes:

Quien se complace en la soberbia y presunción,


Y en ellas busca goce y diversión,
Y al Demonio en imitar se empeña,
Alma, cuerpo y bienes perderá
Y el castigo eterno sobre sí atraerá.
Item:
Quien sólo de este mundo quiera disfrutar,
Y en la eternidad a pensar se niegue,
Y al Diablo día y noche se entregue,
De su alma más le valdría bien cuidar.
Item:
Quien no impide por insensatez al fuego arder
ni en su empeño por lanzarse a un pozo ceja,
¡Merecido lo tendrá si allí la vida deja!21

[8]
[Sobre las diversas formas en que el Diablo se le apareció a
Fausto]

En el tercer coloquio presentósele a Fausto su Espíritu y criado


muy contento y bajo las formas y apariencias siguientes: iba y
venía en torno a la casa con el aspecto de un hombre

1
2
Estos versos reproducen, con algunas modificaciones, los títulos de los
capítulos 3, 43 45 del gran poema satírico La nave de los locos (1494), del
humanista alemán Sebastián Brant (458-1521).
incandescente del cual salían ríos y rayos de fuego. Luego se oyó
un rumor y murmullo muy grandes, como cuando cantan los
monjes, sin que nadie supiese qué canto era aquél. Agradóle
mucho al doctor Fausto esa fantasmagoría, mas no quiso que el
Espíritu entrase en su morada hasta ver qué ocurriría y en qué iría
a parar todo aquello. Poco después se alzó un estrépito como de
lanzas, espadas y otras armas, y él pensó que querían tomar la
casa por asalto. Más tarde oyó se también un alboroto de perros y
cazadores, y unos perros persiguieron y acosaron a un ciervo
hasta el salón del doctor Fausto, donde le dieron muerte.
Seguidamente aparecieron en el salón de Fausto un león y un
dragón que combatían entre sí, y por mucho que el león se
defendiese con valor, sucumbió a su adversario y fue devorado
por él. El fámulo del doctor Fausto dijo que el monstruo se
asemejaba a una enorme serpiente: vientre amarillo, blanco y
moteado, alas y parte superior del cuerpo negras, la mitad de la
cola enroscada como la concha de un caracol, que llenaba todo el
salón, etc.
A continuación se vio entrar a un hermoso pavo real con su
hembra, que se pelearon y pronto se reconciliaron. Surgió luego
un furioso toro que se precipitó hacia donde estaba el doctor
Fausto, causándole no poco espanto; pero en el instante mismo en
que iba a alcanzarle, derrumbóse ante él y se desvaneció. Después
apareció un mono viejo y grande que le tendió su mano antes de
saltar sobre él, acariciarle y abandonar nuevamente el salón. De
allí a poco quedó todo envuelto en una niebla muy espesa que no
le permitió ver nada al doctor Fausto; mas en cuanto se hubo
disipado, vio a sus pies dos talegos: el uno lleno de oro, y el otro,
de plata. Por último se alzó una dulce música de órgano,
positivo22, arpas, laúdes, violines, trompetas, flautas de pico,
cromornos23, pífanos y otros instrumentos similares (cada uno con
cuatro voces), de manera que el doctor Fausto no pensó sino que
se hallaba en el Cielo, cuando en realidad estaba con el Diablo.

2
2
Positiff: positivo. Pequeño órgano de salón sin juego de pedales.
3
2
Krumbhörner: cromorno. Antiguo instrumento musical de viento y
madera, curvado en semicírculo en la parte inferior del tubo, con seis
agujeros en su parte recta. Alcanzó gran popularidad en el siglo XV.
Aquello duró una hora entera y reafirmó tanto a Fausto en su
propósito que se dijo que jamás tendría motivo de arrepentirse.
Por donde se ve cómo el Demonio hizo surgir esos sones tan
deleitosos para que el doctor Fausto no se apartase de su
propósito, sino más bien desease darle cumplimiento con mayor
gusto aún y pensase: «En verdad no he visto nada malo ni
abominable, sino que todo es placer y alegría».
Tras lo cual el espíritu Mefostófiles entró en el salón del doctor
Fausto bajo la forma y apariencia de un monje. Díjole Fausto:
-Has comenzado maravillosamente con tus encantamientos y
transformaciones, que me han alegrado sobremanera. Si continúas
así, podrás obtener de mí lo que quieras.
Respondióle Mefostófiles:
-¡Oh! Esto no es nada. Te serviré en muchas otras cosas y te
haré ver prodigios y portentos aún más fuertes y grandiosos, así
como todo lo que me pidas, con la única condición de que des
cumplimiento a la promesa y al compromiso que has suscrito.
Fausto le entregó el instrumento diciendo:
-¡Aquí tienes el pacto!
Mefostófiles se lo aceptó, no sin antes pedir al doctor Fausto
que conservase una copia. Cosa que hizo el muy impío.

[9]
De los servicios que el Espíritu prestó al doctor Fausto

Se puede tener por cierto que cuando el doctor Fausto


suscribió con su propia sangre aquel abominable pacto con el
Espíritu maligno, e] mismo Dios y toda la cohorte celestial se
apartaron de él. Y a partir de entonces empezó a vivir no como un
justo y pío padre de familia, sino como el Diablo, del que Nuestro
Señor Jesucristo dijo que encuentra morada y refugio cuando
habita en el interior de un hombre. Pues el Diablo se instaló y
comenzó a vivir en su casa, según reza el dicho de que el doctor
Fausto tuvo al Diablo como huésped.
Vivía Fausto en la casa de su piadoso tío, quien se la había
legado por testamento, y tenía con él por fámulo a un joven
estudiante llamado Christoph Wagner24, un pícaro temerario al
que le gustaba mucho aquel juego. Y como su amo lo consolaba
diciéndole que haría de él un hombre diestro y muy
experimentado, y la juventud es en principio más proclive al mal
que al bien, él siguió el mismo camino. Así pues, como queda
dicho, no tenía el doctor Fausto en casa a nadie más que a su
fámulo y a su Espíritu maligno, Mefostófiles, el cual entraba y
salía continuamente, adoptando el aspecto de un monje. Y su amo
lo invocaba en su gabinete de trabajo, que mantenía siempre
cerrado.
Tenía Fausto abundancia de víveres y provisiones. Cuando
deseaba un buen vino, el Espíritu iba a buscárselo en las bodegas
que más le gustaban; al punto que el propio Fausto declaró una
vez haber causado grandes estragos en las bodegas de su señor el
Príncipe Elector, así como en las del duque de Baviera y del
arzobispo de Salzburgo. También tenía a diario viandas cocinadas,
pues eran tales sus poderes mágicos que con sólo abrir la ventana
y nombrar algún ave que le apeteciera, ésta entraba volando hasta
donde él se hallaba. Traíale asimismo su Espíritu los manjares
más delicados de todas las grandes mansiones vecinas, de las
cortes de príncipes y condes, todo principescamente preparado. Él
mismo y su criado llevaban suntuosas vestiduras que el Espíritu
tenía que comprar o robar de noche en Nuremberg, Augsburgo o
Frankfurt, ya que los comerciantes no acostumbran pasar la noche
en sus tiendas. Y los curtidores y zapateros también sufrieron
mermas considerables.
En suma, que era toda mercadería robada o prestada: ¡vaya
honorabilidad la de esa casa y esas provisiones! Más bien
impiedad, pues, como dice Cristo Nuestro Señor a través de san
Juan, el Diablo es también ladrón y asesino, pues de verdad lo es.
Prometióle además el Maligno que le entregaría veinticinco
coronas semanales, que en un año suman mil y trescientas. Y tal
fue su asignación anual.

4
2
El joven y disoluto fámulo de Fausto se convertirá en protagonista de la
continuación de la Historia, conocida como Libro de Christoph Wagner
(Wagnerbuch), 1593. Véase el final del cap. 61.
[10]
El doctor Fausto quiere contraer matrimonio

Llevaba, pues, el doctor Fausto una vida epicúrea día y noche,


sin creer que hubiera un Dios, ni Infierno, ni Diablo, y pensando
que el alma moría junto con el cuerpo. Y tanto lo aguijoneaba su
concupiscencia día y noche que se propuso contraer matrimonio y
tomar mujer. Preguntó entonces al Espíritu, que era enemigo del
matrimonio creado e instituido por Dios, si podía casarse. Y el
Espíritu maligno inquirió a su vez qué pretendía hacer con su
persona, y si no recordaba su promesa ni pensaba mantenerla,
pues había jurado ser enemigo de Dios y de todos los hombres. Y
añadió que no pudiendo servil: a dos amos -Dios y el Diablo, o
sea él-, tampoco podía Fausto iniciar una vida matrimonial: «Pues
el matrimonio es obra del Altísimo, y nosotros nos oponemos a él,
ya que todo lo relacionado con el adulterio y la lujuria nos resulta
de grandísimo provecho. Por eso, Fausto, has de ser cauto y
precavido, pues si llegaras a casarte, ten por seguro que nosotros
te desgarraríamos en mil pedazos. Recuerda también, querido
Fausto, todas las inquietudes, contrariedades, enojos y
desavenencias que trae consigo la vida matrimonial».
Diole el doctor Fausto una y mil vueltas al asunto, pues el
corazón de los impíos es incapaz de hacer nada bueno al ser el
Diablo quien los dirige y gobierna. Por último, mientras
reflexionaba, mandó a su monje que se presentase, y como no
casarse es propio de los monjes y las monjas, que tienen
prohibido hacerlo, también el monje del doctor Fausto intentó
apartarlo una y otra vez de su propósito. Viendo lo cual le dijo el
doctor Fausto: «¡Pues yo quiero casarme, pase lo que pase!». y al
tiempo que esto decía abatióse sobre la casa un viento
tempestuoso que parecía querer derribarlo todo, y las puertas
saltaron fuera de sus goznes y la casa entera empezó de pronto a
arder, como si quisiera reducirse a cenizas. Precipitóse el doctor
Fausto escaleras abajo, mas fue empuñado por un hombre que
volvió a lanzarlo hacia su aposento, impidiéndole mover manos y
pies. Brotaba el fuego por doquier en torno a él, como queriendo
devorarlo. Él invocó entonces a su Espíritu pidiendo auxilio y
declarándose dispuesto a vivir en todo según sus deseos, consejos
y ejemplos. Y de pronto se le apareció el Diablo en persona,
aunque bajo una forma tan horrenda y repugnante que Fausto no
pudo mirarlo.
Y el Diablo le respondió diciendo:
-Dime ¿qué pretendes hacer ahora?
Respondióle el doctor Fausto brevemente que no había
mantenido la promesa empeñada ni había contado con todo
aquello, y le pidió gracia y perdón. Satán le dijo entonces en
pocas palabras:
-Sea, pero manténla en lo sucesivo, te lo digo yo: ¡manténla!
Y desapareció.
Tras lo cual se le acercó el espíritu Mefostófiles y le dijo:
-Si mantienes tu promesa en el futuro, miraré de saciar tu
concupiscencia de otra forma, y nunca más en tu vida querrás
algo distinto de lo que voy a proponerte. Pues si no puedes vivir
en castidad, cada día y cada noche traeré a tu cama a una mujer
que hayas visto en la ciudad o en cualquier otro sitio y con la cual
quieras satisfacer tus impúdicos deseos, y haré que permanezca a
tu lado en esa su forma y apariencia.
Tanto agradóle aquello al doctor Fausto que el corazón le
tembló de alegría y se arrepintió de su propósito inicial. Cayó
luego presa de una lascivia y concupiscencia tan grandes que día
y noche ansiaba poseer mujeres bellas, de suerte que si un día
fornicaba con algún demonio, al siguiente tenía ya otro en mente.

[11]
Pregunta del doctor Fausto a su espíritu Mefostófiles

Cuando el doctor Fausto hubo fornicado con el Demonio de


forma vergonzosa y abominable, como queda dicho arriba,
entrególe el Espíritu un grueso libro sobre muy diversos asuntos
de magia y nigromancia, con el cual pudo holgarse al igual que
con su diabólico matrimonio. Más tarde encontraron esas artes
dardanias en casa de su fámulo Christoph Wagner. Y espoleado
poco después por su sacrílega curiosidad, mandó venir a su
espíritu Mefostófiles, con el que quería conversar, y le preguntó:
-Siervo mío, dime ¿qué clase de Espíritu eres?
Y el Espíritu le respondió diciendo:
-Mi señor Fausto, yo soy un Espíritu, un Espíritu alado que
impera bajo el Cielo.
-Y dime ¿cómo fue la caída de tu amo Lucifer?
Dijo el Espíritu:
-Señor, mi amo Lucifer era un ángel bello creado por Dios, una
criatura destinada a la felicidad suprema, y por él sé que los
dichos ángeles se denominan Jerarquías 25, y que éstas eran tres:
Serafines, Querubines y Tronos. Los primeros, príncipes
angélicos, tienen por misión gobernar a los ángeles, los segundos
mantienen, gobiernan o protegen a los hombres, y los terceros
defienden y ponen en guardia contra nuestros poderes
demoníacos, y son llamados Principados y Potestades. También se
les llama Mensajeros de grandes prodigios, Anunciadores de
grandes cosas y Ángeles de la solicitud, Guardianes de los
hombres. Y Lucifer también era uno de los arcángeles bellos, y su
nombre era Rafael, y los otros dos eran Gabriel y Miguel. Tal es
la breve relación que puedo darte.

[12]
Una disputa sobre el Infierno y sus cavernas

Soñaba el doctor Fausto con el Infierno, como suele decirse, e


interrogó luego a su Espíritu acerca de la naturaleza, ubicación y
creación del Infierno, y de cómo era realmente. El Espíritu le
informó que en cuanto cayó su amo, y sólo entonces, estuvo el
Infierno listo para recibirlo, y que allí no hay sino tinieblas entre
las que Lucifer, atado con cadenas, expulsado y proscrito, espera
ser llamado a juicio; que no hay allí sino niebla, fuego, azufre, pez
5
2
Esta distribución de los ángeles en tres jerarquías -que corresponden sólo
a la primera tríada de órdenes angélicas establecida por el Pseudodionisio
Areopagita en el siglo V (Liber de coelesti hierarchia)-, y todo el pasaje
siguiente, incluida la errónea identificación del arcángel Rafael con Lucifer,
están sacados del Liber chronicarum (Libro de las crónicas, 1493) del
humanista alemán Hartmann Schedel (1440-1514), otra de las fuentes más
profusamente utilizadas por el autor de la Historia.
y otras hediondeces. «Y nosotros, los demonios, no podemos
saber cuáles son el aspecto y la naturaleza del Infierno, ni cómo
fue creado y constituido por Dios, pues no tiene fondo ni límites.
Tal es la breve relación que puedo darte.»

[13]
Otra pregunta del doctor Fausto sobre el gobierno de los
demonios y su jerarquía

Tanmbién tuvo el Espíritu que informar a Fausto sobre la


morada de los demonios y su gobierno y poderío. Y respondió
diciendo:
-Fausto, señor mío, el Infierno y sus regiones son nuestra
morada y residencia, y ocupan tanto espacio como el mundo
entero. Por encima del Infierno y del mundo, hasta llegar debajo
del Cielo, hay diez señoríos y reinos -entre ellos seis muy
poderosos-, que son las instancias supremas entre nosotros, a
saber:
1. Lacus mortis.
2. Stagnum ignis.
3. Terra tenebrosa.
4. Tartarus.
5. Terra oblivionis.
6. Gehenna.
7. Herebus.
8. Barathrum.
9. Styx.
10. Acheron26.
6
2
La lista de los diez nombres del Infierno -curiosa combinación de
elementos paganos y cristianos- proviene del Elucidarius, compendio
medieval de conocimientos teológicos que el autor se limita a citar casi
textualmente.
Lacus mortis: lago de la muerte. Stagnum ignis: lago de fuego (Ap.
20,14). Terra tenebrosa: tierra tenebrosa. Tartarus: Tártaro, región infernal
en la antigua mitología griega. Terra oblivionis: tierra del olvido. Gehenna:
palabra hebrea que designa al Infierno. Herebus: Erebo (gr.), río infernal y
el Infierno mismo. Barathrum: báratro (gr.), abismo. Styx: Estigia (gr.),
»Allí gobiernan los demonios, llamados Flegetón. Y entre ellos
hay cuatro reinos gobernados por Lucifer en Oriente, Belcebú en
Septentrión, Belial al Mediodía y Astarot en Occidente. Y este
reinado y disposición permanecerán hasta el Juicio de Dios. Tal es
la relación de nuestro gobierno.

[14]
Pregunta sobre cuál había sido el aspecto de los ángeles caídos

Nuevamente se propuso el doctor Fausto mantener una


conversación con su Espíritu y que le dijese qué aspecto había
tenido su amo cuando moraba en el Cielo. Y esta vez pidióle su
Espíritu tres días de plazo, y al tercer día le dio la siguiente
respuesta:
-Mi amo Lucifer, así llamado ahora por haber sido expulsado
del reino de la luz celestial, también fue antes un ángel de Dios,
un Querubín, y vio todas las obras y criaturas de Dios en el Cielo;
y eran tales su hermosura, prestancia, rango, autoridad, dignidad y
esplendor que descollaba sobre todas las demás criaturas divinas y
por encima del oro y las piedras preciosas, y alumbrábalo Dios de
tal manera que eclipsaba el fulgor del sol y las estrellas. Y en
cuanto lo hubo creado, púsolo en lo alto del monte de Dios y
encomendóle el gobierno de un principado, pues era perfecto en
todo orden de cosas. Mas cuando espoleado por su soberbia y
presunción quiso rebelarse en Oriente, fue destronado y arrojado
por Dios de la morada celestial al fuego que jamás se extinguirá y
antes bien arderá eternamente. Ornábanle las coronas de todo el
celestial boato. Y como a sabiendas y temerariamente alzóse
contra Dios, Dios se sentó en su trono de justicia y lo juzgó y
condenó en seguida al Infierno, de donde no podrá escapar por
toda la eternidad.
En cuanto hubo oído al Espíritu hablar de estas cosas, púsose
el doctor Fausto a especular y revolver distintas opiniones y
consideraciones, y luego, en total silencio, se apartó del Espíritu y
laguna del Infierno. Acheron: Aqueronte (gr.), río del Infierno. Phlegeton:
Flegetón, otro río infernal de la mitología griega, hijo del Cocito,
presentado aquí erróneamente como el nombre de una jerarquía de diablos.
se encaminó a su aposento, donde se echó en su cama y rompió a
llorar amargamente, suspirando y clamando desde la más hondo
de su corazón. El relato del Espíritu le hizo ver cómo el Diablo y
ángel caído había sido magníficamente adornado por Dios y, de
no haber sido tan soberbio y contumaz contra Él, habría tenido
vida y morada eternas en el Cielo, mientras que ahora vivía
proscrito y rechazado por toda la eternidad. Y dijo: «¡Ay mísero
de mí, que otro tanto habrá de ocurrirme, pues yo también soy una
criatura de Dios y la soberbia de mi carne y de mi sangre me ha
llevado a condenarme en cuerpo y alma y ha confundido a tal
punto mi entendimiento y mis sentidos que yo, criatura de Dios,
me he apartado de Él y me he dejado persuadir por el Diablo a
entregarme y venderme a él en cuerpo y alma! Por eso no puedo y
a esperar gracia alguna y, como Lucifer, seré arrojado a las penas
y a la condenación eternas. ¡Ay mísero de mí! ¡De qué infamia
tengo que acusarme! ¡Más me valdría no haber nacido!».
Así se lamentaba el doctor Fausto. Mas no quería alentar fe ni
esperanza nuevas que le permitieran, mediante el arrepentimiento,
recuperar la gracia de Dios. Pues si hubiera pensado: «el Diablo
me ha pintado las cosas de un color tal que ya es hora de que alce
la mirada al Cielo, porque quiero volver atrás y suplicar a Dios
que me otorgue Su gracia y perdón, pues no hacer nuevamente el
mal es ya una gran penitencia», y luego hubiera ido a la iglesia,
entre la comunidad cristiana, y hubiera observado la doctrina
sagrada, oponiendo así resistencia al Diablo, aún habría salvado
su alma, aunque hubiese debido dejarle su cuerpo aquí abajo. Pero
en todas sus opiniones y pensamientos era Fausto un hombre
irresoluto y carente de fe y esperanza.

[15]
Nueva disputa del doctor Fausto con su espíritu Mefostófiles
sobre el poder del Diablo

Cuando se hubo disipado un poco su congoja, el doctor Fausto


interrogó a su espíritu Mefostófiles sobre el gobierno, el poder,
los ataques y acechanzas, las tentaciones y la tiranía del Diablo, y
sobre cómo había éste actuado en todo desde el principio. A lo
que el Espíritu respondió:
-Esta cuestión y pregunta que debo aclararte, mi señor Fausto,
producirá en ti cierta desazón y te hará meditar; además, no has
debido hacérmela, pues atañe a nuestros misterios y yo no puedo
revelarlos. Has de saber, no obstante, que en cuanto fue
expulsado, el Ángel caído pasó a ser enemigo de Dios y de todos
los hombres, y, como aún lo hace ahora, tuvo la osadía de ejercer
todo género de tiranía sobre estos últimos; pues aún puede verse a
diario cómo uno sufre una caída mortal, otro se ahorca, se ahoga o
se apuñala, y un tercero es apuñalado o cae presa de la
desesperación o algo parecido. También resulta evidente que
cuando el primer hombre fue creado por Dios como un ser
perfecto, el Diablo le tuvo envidia y empezó a acecharlo,
haciendo caer en el pecado y privando de la gracia de Dios a Adán
y Eva con toda su descendencia. Tales son, querido Fausto, los
ataques y la tiranía de Satanás. Lo mismo hizo con Caín, y
consiguió que el pueblo de Israel adorase dioses ajenos, les
ofreciera sacrificios y fornicase con mujeres paganas. También
tenemos a un espíritu que atormentaba a Saúl y le hizo perder el
juicio y acabar con su vida27. Y a otro espíritu llamado Asmodeo,
que mató a siete hombres en estado de impureza28. Y al espíritu
Dagón, por el que hubo gran mortandad y perecieron treinta mil
hombres y fue tomada el arca de Dios 29. Y a Belial, que hostigó el
corazón de David para que censara a su pueblo, provocando la
muerte de sesenta mil hombres30. También uno de nuestros
espíritus hostigó tanto al rey Salomón que acabó adorando ídolos,
etc.
»Somos, pues, un número incalculable de espíritus que tientan
a los hombres y los inducen a pecar. Andamos dispersos por el
mundo y con toda suerte de astucias y maldades intentamos
apartar a los hombres de su fe y los incitamos a pecar, al tiempo
que nos fortalecemos como mejor podemos. Estamos contra
7
2
Véase 1 Sam. 16, 14 y 31, 4.
8
2
Véase Tob. 3,8.
9
2
Véase 1 Sam. 4, 11 y 5, 2-5.
30
Véase 2 Sam. 24, 15.
Jesús, perseguimos a los suyos hasta la muerte, poseemos los
corazones de los reyes y príncipes del mundo y combatimos la
doctrina de Jesús y a sus seguidores. Todo esto, maestro Fausto,
puedes comprobarlo en ti mismo.
Replicóle el doctor Fausto:
-¿De modo que a mí también me has poseído? Dime la verdad,
querido amigo.
Y el Espíritu respondió:
-Sí. ¿Por qué no? Pues en cuanto escudriñamos tu corazón y
vimos qué pensamientos en él se agitaban, y que nadie sino el
Diablo podría ayudarte a realizar tu obra y tus propósitos,
infundimos aún más osadía e insolencia a tus pensamientos y
ansias de saber, espoleándote para que no hallases paz ni de día ni
de noche, sino que todos tus anhelos e ilusiones se cifrasen en
cómo llevar a término las prácticas de hechicería. Y cuando
después nos conjuraste, te volvimos tan insolente y temerario que
antes te hubieras dejado llevar por el Diablo que abandonar tu
empresa. Luego te alentamos todavía más hasta plantar en tu
corazón el deseo de no desistir de tu propósito y tener un Espíritu
a tu servicio. Por último hicimos que te sometieras en cuerpo y
alma a nosotros. Todo esto, señor Fausto, puedes comprobarlo por
ti mismo.
-Es verdad -dijo el doctor Fausto-, ya no puedo hacer nada, he
caído en mi propia trampa. Si hubiera tenido pensamientos
piadosos y me hubiera dirigido a Dios mediante la oración, sin
permitirle al Diablo echar raíces tan hondas en mi alma, no me
habría ocurrido esta desgracia. ¡Ay, qué he hecho!
Replicó el Espíritu:
-¡Allá tú!
Y el doctor Fausto se alejó de él con tristeza.

[16]
Una disputa acerca del Infierno, llamado Gehenna, y de cómo fue
creado y de su forma, y de las penas que hay en él

No paraba de sentir el doctor Fausto remordimiento en su


corazón, y pensaba con horror en la falta que cometiera al
renunciar a la salvación de su alma y entregarse en propiedad al
Diablo a cambio de la felicidad terrenal. Pero su arrepentimiento
era como el remordimiento y la penitencia de Caín y de Judas,
pues si bien se arrepentía en su corazón, desesperaba de conseguir
la gracia de Dios y parecíale imposible recuperar la clemencia
divina. Al igual que Caín, que desesperaba de que sus pecados le
fueran perdonados por ser demasiado graves, y al igual que Judas,
etc., también el doctor Fausto alzaba los ojos al Cielo, mas no
conseguía ver nada. Soñaba, como dicen, con el Diablo y el
Infierno, y pensaba y meditaba en lo que había hecho, creyendo
que mediante muchas y frecuentes disputas, preguntas y
conversaciones con el Espíritu podría llegar a enmendarse,
arrepentirse y abstenerse del pecado. Mas todo era en vano, pues
el Diablo lo tenía firmemente atado en sus redes.
Tras lo cual volvió a proponerse el doctor Fausto (pues había
soñado nuevamente con el Infierno) tener otra conversación y
coloquio con el Espíritu. Y preguntóle primero qué era el Infierno,
y en segundo lugar cómo había sido creado y dispuesto, y en
tercer lugar cuáles eran los lamentos y padecimientos de los
réprobos, y en cuarto y último lugar si un condenado podía
recuperar alguna vez la gracia de Dios y ser rescatado de las
penas infernales., Pero el Espíritu no dio respuesta a ninguna de
sus preguntas y le dijo:
-Mi señor Fausto, más te valdría dejar de preguntar y discurrir
sobre el Infierno y sus efectos. Pues ¿qué has hecho de ti mismo,
mi querido amigo? Y aunque consiguieras subir al Cielo, yo te
precipitaría otra vez hasta el Infierno, porque eres mío y tu lugar
está en ese establo. Por ello, querido Fausto, deja ya de hacer
tantas preguntas sobre el Infierno y pregúntame otras cosas, que si
te respondiera, créeme, tu remordimiento, congoja, preocupación
y pesadumbre serían tales que desearías no haberme hecho esas
preguntas. De ahí que en mi opinión deberías olvidarlas.
Pero el doctor Fausto le dijo:
-Quiero saberlo todo o no podré vivir. Debes decírmelo.
-Muy bien -dijo el Espíritu-, te lo diré, que a mí poco me
acongoja. Me preguntas qué es el Infierno. Muchas son las formas
y significados del Infierno. Algunos lo llaman Desierto de la Sed,
pues el hombre no puede hallar en él solaz ni frescura. Otros
dicen que Infierno es el nombre de un valle situado a escasa
distancia de Jerusalén31. Pero el valle infernal tiene tal anchura y
profundidad que viene a quedar muy lejos de Jerusalén, es decir
del Trono de los cielos, donde viven y moran los habitantes de la
Jerusalén celestial; de suerte que los réprobos han de morar para
siempre en aquel desolado valle sin poder alcanzar nunca las
alturas de Jerusalén. También se llama Infierno a un lugar tan
vasto que los condenados a morar en él no llegan nunca a ver sus
confines. Se habla asimismo del Infierno como de un lugar de
fuego eterno, donde todo lo que entra ha de inflamarse y arder al
igual que una piedra en un horno encendido; y aunque el fuego
haga arder la piedra, ésta jamás se quemará o consumirá, sino que
se endurecerá solamente. Del mismo modo arderá siempre el alma
del condenado y el fuego jamás podrá consumirla, sino sólo
aumentar sus padecimientos. Llámase también al Infierno el
tormento eterno, que no tiene principio, esperanza ni final, y
también las tinieblas de una torre en la que no se puede ver la
gloria de Dios, ni la luz, ni el sol, ni la luna, pues si tan sólo
hubiera en ella la claridad y luminosidad de alguna de vuestras
noches más oscuras, aún quedaría la esperanza de ver un
resplandor. El Infierno tiene además un abismo llamado Chasma.
Y así como un terremoto da origen, cuando sobreviene, a. un
precipicio de insondable profundidad, y la tierra se entreabre y
desde aquellas simas parece que subieran vientos tempestuosos,
así es también el Infierno, cuya salida tan pronto se ensancha
como se estrecha y vuelve luego a ensancharse. También se llama
al Infierno, Petra, piedra, y ésta adopta asimismo diversas formas,
como saxum, scopulus, rupes y cautes32, y así es. Y está el
Infierno cimentado de manera tal que no tiene alrededor ni tierra
1
3
Valle de Hinom (Gehenna), localizado desde el siglo II a. de C. en la
vertiente meridional de Jerusalén (véase 2 Re. 23, 10 y Jer. 19, 2). Se
asociaba con el lugar de castigo eterno de los condenados.
32
Toda esta nomenclatura latina del Infierno proviene del Dictionarium
latino germanicum et vice versa germanico latinum (1536) de Petrus
Dasypodius: saxum; roca; scopulus: pico, picacho; rupes: peña; cautes:
grieta; carcer: cárcel; damnatio: condena; pernities, exitium: decadencia y
destrucción; confutatio, damnatio, condemnatio: confutación, condena,
condenación.
ni piedras como un peñón, que así como Dios cimentó el Cielo,
así púsole también un fondo al Infierno, muy duro, áspero y
puntiagudo como un peñón escarpado. Es llamado también
Carcer, pues el réprobo ha de estar eternamente prisionero en él.
Asimismo recibe el nombre de Damnatio, pues en el Infierno,
como en una prisión eterna, el alma es juzgada y condenada, y la
sentencia sobre los malhechores y culpables se pronuncia como
en un tribunal público. De ahí que también se llame Pernicies y
Exitium, es decir perdición, pues las almas sufren allí un daño
terrible que perdura eternamente, y también Confutatio,
Damnatio, Condemnatio, entre otros nombres similares, una
condenación de las almas, pues el hombre se precipita él mismo
en aquellos abismos y simas, como aquel que, estando en lo más
alto de un peñón, mira el valle a sus pies y siente vértigo. Pero el
hombre desesperado no sube hasta allí para mirar el paisaje, sino
que cuanto más alto suba deseoso de lanzarse al abismo, más
hondo habrá de caer. Lo mismo ocurre con las almas condenadas
al Infierno: cuanto más hayan pecado, a mayor profundidad
habrán de precipitarse. Hay que decir por último que el Infierno
está hecho de tal modo que es imposible especular acerca de él y
comprender cómo Dios pudo depositar su cólera en un lugar
semejante, construido y creado para los réprobos pues tiene
muchos nombres tales como Morada Infamante, Abismo, Fauces,
Sima y Profundos Infiernos. Y es que las almas de los réprobos no
sólo han de morar allí quejándose y lamentándose del fuego
eterno, sino también sufrir vergüenzas, mofas y sarcasmos frente
a Dios y Sus santos, por tener ellas que morar en las
profundidades del Abismo. Y es también el Infierno un abismo
insondable al que nada puede saciar, sino que se abre más y más
en espera de nuevas almas, para que sean tentadas y condenadas
si es que aún no lo han sido. Así, doctor Fausto, has de
entenderlo, puesto que lo has querido saber. Y ten en cuenta
además que el Infierno es el infierno de la muerte, el ardor del
fuego, las tinieblas de la Tierra, el olvido de todo bien, y que Dios
jamás pensó en ponerle fin. Es tormento y dolor, fuego eterno e
inextinguible, morada de todos los dragones, serpientes y
sabandijas infernales, morada de los demonios expulsados, hedor
de agua con azufre y pez y todos los metales hirvientes. Y ésta
será mi primera relación y también la segunda.
»En cuanto al tercer punto, me conjuras y pides que te refiera
cuáles son y serán los lamentos y padecimientos de los réprobos
en el Infierno. Para eso deberías, mi señor Fausto, mirar las
Escrituras, que a mí me están vedadas. Pero así como la visión
infernal resulta penosa y desgarrad ora en grado sumo, así hay
también en él tormentos y padecimientos intolerables que ahora
quiero pasar a describirte. Porque les ocurrirá a los condenados
aquello que acabo de referir con todas sus circunstancias. Pues es
verdad lo que te digo: el Infierno, el vientre de las mujeres y la
tierra nunca se sacian33. Y allí no habrá ya tregua ni final alguno,
y todos temblarán y se lamentarán de sus pecados y maldades,
pero también clamarán y se quejarán de la condenada y
abominable hediondez infernal, y de su propia impotencia y
debilidad. E invocarán a Dios entre grandes dolores, temblores,
espantos, gañidos y alaridos de dolor y sufrimiento, acompañados
de lágrimas y aullidos. Pues ¿cómo no habrían de lanzar ayes y
temblar y espantarse viendo a todas las criaturas de Dios ponerse
en contra de ellos y teniendo que soportar eterno oprobio,
mientras que los santos disfrutan de un honor y una alegría
perpetuos? Y, no obstante, habrá clamores y temblores mucho más
fuertes e intensos que otros, y esto porque siendo los pecados
distintos, las penas también serán desiguales. Los réprobos se
quejarán asimismo del frío insoportable, del fuego inextinguible,
de la oscuridad y el hedor intolerables, de las sempiternas
flagelaciones y la desesperanza de todo bien. Y clamarán con
lágrimas en los ojos, crujir de dientes, hedor en las narices, voz
desgarradora, espanto en los oídos y temblor en las manos y los
pies. Además, sus intensos dolores les harán devorarse la lengua y
desear ardientemente la muerte, mas no podrán morir, pues la
muerte huirá de ellos y sus penas y sufrimientos serán cada día
peores y más intensos. Y así, mi señor Fausto, he respondido a tu
tercera pregunta, que concuerda con la primera y la segunda.

3
3
Véase Prv. 30, 15-16.
»En cuarto y último lugar quieres que responda a una
pregunta a la que sólo Dios puede dar respuesta, a saber: si
volverá o no a conceder Su gracia a los réprobos. Pues bien, sea
esto como fuere, yo quiero, para responder a tu pregunta,
considerar primero la naturaleza y condición del Infierno, referir
algo sobre cómo fue creado por la cólera de Dios y ver si
podemos ahondar también en algunos puntos fundamentales. Y
aunque esto, querido señor Fausto, vaya directamente en contra de
tu promesa y juramento, voy a hacerte ahora mismo la siguiente
relación. Me preguntaste al final si los réprobos podrían recuperar
algún día la gracia y la clemencia de Dios. Mi respuesta es: no.
Pues todos los que han sido arrojados por Dios al Infierno tendrán
que arder eternamente en la ira y la desgracia divinas y
permanecer allí privados de toda esperanza. Y si pudieran
recuperar la gracia de Dios como nosotros los espíritus, que aún
seguimos confiando y esperando a toda hora, mucho se alegrarían
y suspirarían por que llegase tal momento. Pero así como los
demonios del infierno no pueden esperar gracia alguna después de
su caída y expulsión, tampoco pueden hacerlo los condenados.
Pues nada hay ya que esperar, y ni sus súplicas ni sus clamores y
suspiros serán escuchados. y su conciencia se despertará y estará
siempre ante sus ojos. Emperadores, reyes, príncipes, condes y
otros gobernantes se lamentarán y verán entonces que si no
hubieran gobernado tiránicamente ni satisfecho todos sus
caprichos en esta vida, aún podrían confiar en la clemencia de
Dios. y un hombre rico, si no hubiera sido avariento; y un
arrogante, si no hubiera vivido fastuosamente; y un adúltero y
galanteador, si no hubiera cometido adulterio ni sucumbido a la
fornicación y la lujuria. Y un borracho, un glotón, un jugador, un
blasfemo, un perjuro, un ladrón, un salteador de caminos, un
asesino y otras gentes de la misma calaña pensarán: «¡Ay, si no
me hubiese llenado copiosamente la barriga cada día, cayendo en
toda suerte de excesos en el comer y beber, si no hubiese jugado,
ni blasfemado contra Dios, ni cometido perjurio, ni robado, ni
asaltado, ni asesinado ni perpetrado delitos similares, aún podría
esperar la gracia de Dios! Pero mis pecados son demasiado graves
para ser perdonados y por ello debo aguantar este bien merecido
castigo y tormento infernal al que estoy eternamente condenado,
sin poder esperar gracia ni clemencia alguna de Dios».
»Has de saber, pues, mi señor Fausto, que los condenados no
deben esperar que llegue un día o una hora en el que puedan ser
librados de sus tormentos. Y se alegrarían sobremanera si tuviesen
la esperanza de poder ser redimidos cuando el mar se secara
totalmente quitándole sólo una gota de agua cada día, o cuando un
pajarillo acabase con una montaña de arena que llegara hasta el
cielo llevándose cada año tan sólo un granito del tamaño de un
guisante. Pero no hay ninguna esperanza de que Dios se acuerde o
se apiade de ellos, sino que han de yacer en el Infierno como las
osamentas de los muertos, y la muerte y su conciencia los
corroerán, y la firme confianza y esperanza que tenían puesta en
Dios de nada les valdrá, porque su clamor no será escuchado. ¡Sí,
y aunque pudieras esconderte en el Infierno hasta qué todas las
montañas se hacinaran formando un solo montón y fueran
trasladadas de lugar, o hasta que todas las piedras del mar se
secaran! ¡Hay tan poca esperanza de redención como la que
podrían tener un elefante o un camello de pasar por el ojo de una
aguja, o la de alguien que intentase contar todas las gotas de la
lluvia! He aquí, pues, el resumen de la cuarta y última relación,
mi señor Fausto, y has (de saber que si vuelves a interrogarme
sobre estas cosas, ya no te escucharé, pues no estoy obligado a
decírtelas, por lo que déjame en paz con semejantes preguntas y
disputas.
Una vez más alejóse el doctor Fausto del Espíritu presa de una
gran melancolía, confuso y lleno de dudas. No sabía qué pensar, y
revolvía estas cosas en su mente día y noche. Mas no había en él
constancia alguna, como ya se dijo antes, sino que el Diablo lo
había poseído y ofuscado por completo, volviéndolo duro y
contumaz. Además, en cuanto se quedaba solo y quería pensar en
la palabra de Dios, se le acercaba el Demonio en forma de una
bella mujer y se entregaba con él a toda suerte de desenfrenos, por
lo que pronto olvidó y despreció la palabra divina, persistiendo en
sus malos propósitos.

[17]
Sobre otra pregunta que el doctor Fausto le hizo al Espíritu

Volvió el doctor Fausto a invocar a su Espíritu y le pidió que,


por esta vez, le respondiera a otra pregunta. Y aunque tal cosa le
repugnase, el Espíritu decidió, no obstante, obedecerlo. Y así
como antes le había dicho que no volvería a hacerlo más, regresó
y le anunció que por esta vez lo haría, aunque sería la última.
-¿Qué deseas, pues, de mí? -preguntóle a Fausto.
-Quiero -dijo Fausto- que me respondas a la siguiente
pregunta: Si fueras, como yo, un hombre creado por Dios, ¿qué
harías para complacerlo a Él y a los hombres?
Al oír esto el Espíritu sonrió y dijo:
-Mi señor Fausto, si me hubieran, como a ti, creado hombre,
me sometería a Dios mientras tuviera en mí aliento humano, haría
esfuerzos por no despertar Su ira, observaría en lo posible Su
doctrina, Su ley y Sus mandamientos, y lo invocaría, honraría,
alabaría y glorificaría a fin de resultarle grato y complaciente y
saber así que después de mi muerte iré a gozar de la gloria y
bienaventuranza eternas.
A lo cual replicó el doctor Fausto:
-Pues yo no he hecho nada de esto.
-Así es -dijo el Espíritu-, no lo has hecho, sino que has
renegado de tu Creador, que te hizo y te dio la palabra, la vista y
el oído para que comprendieras Su Voluntad y pudieras aspirar a
la eterna bienaventuranza, y has abusado además del preciado don
de tu inteligencia y renunciado a Dios y a los hombres, cosas de
las que no puedes culpar a nadie excepto a tu orgullosa e
impertinente insensatez, que te han hecho perder tu mejor adorno
y lucimiento: el poder buscar refugio en Dios.
-Esto, por desgracia, es cierto -dijo el doctor Fausto-, pero
¿querrías tú, mi buen Mefostófiles, ocupar mi puesto como
hombre?
-Sí -dijo el Espíritu suspirando-, y no tendría muchas
discusiones contigo, pues aunque hubiera pecado contra Dios,
intentaría recuperar su -gracia.
A la cual respondió el doctor Fausto:
-¿De modo que aún estaría a tiempo de enmendarme?
-Sí -replicó el Espíritu-, pese a tus graves pecados hubieras
podido recuperar la gracia divina, pero ahora es demasiado tarde,
y la cólera de Dios ha caído sobre ti.
-Déjame-en paz -le dijo el doctor Fausto al Espíritu.
Y éste le respondió:
-Y en adelante tú también déjame en paz con tus preguntas.
Sigue ahora la segunda parte

de esta Historia con

as aventuras

de Fausto

y otras cuestiones

[18]
[El doctor Fausto, hacedor de calendarios y astrólogo]

Viendo el doctor Fausto que ya no podría obtener del Espíritu


más respuestas a sus preguntas sobre temas religiosos, tuvo que
darse por satisfecho y empezó a hacer calendarios, llegando a ser
por entonces un buen astrónomo o astrólogo, experimentado e
instruido por su Espíritu en el conocimiento de los astros y el arte
de hacer pronósticos34. Como es de todos sabido, sus escritos
recibieron el elogio unánime de los matemáticos. Pues los
pronósticos que dedicaba a los príncipes y grandes señores se
cumplían siempre, ya que se fundaban en las predicciones y
presagios de cosas y sucesos futuros que le suministraba su
Espíritu y, por lo tanto, resultaban siempre ciertos. De ahí que
también alabaran sus calendarios y almanaques más que los otros,
pues nunca anotaba en ellos nada que no fuera cierto. Y cuando
anunciaba niebla, viento, nieve, humedad, calor, truenos, granizo,
etc., sus predicciones se cumplían. Sus calendarios no eran como
los de algunos astrólogos inexpertos que en invierno anuncian
frío, hielo o nieve, y en los días caniculares del verano, calor,
truenos o tormentas. En sus pronósticos anunciaba siempre el día
y la hora en que acaecería algún hecho venidero, avisando a cada
gobernante por separado sobre las desgracias que les
sobrevendrían: a uno la carestía, al otro la guerra, al tercero la
muerte, etc.

[19]
Una pregunta o disputa sobre el arte de la astronomía o astrología

Después de haber hecho sus pronósticos y calendarios por


espacio de dos años, el doctor Fausto preguntó a su Espíritu qué
había de cierto en la astronomía o astrología que suelen practicar
los matemáticos. Y el Espíritu le respondió diciendo:
-Es opinión generalizada que todos los astrónomos y espiado
res de los movimientos celestiales no pueden predecir con
exactitud nada concreto, pues se trata de leyes secretas
establecidas por Dios que los hombres no pueden investigar como
nosotros, los espíritus, que recorremos el aire por debajo del Cielo
y vemos y observamos los designios divinos. Pues somos
4
3
Practicken: pronósticos. «Se llama assimismo la composición que hacen
los Astrólogos, y dan al público al principio del año, en que conjeturan los
sucessos dél, por las lunaciones y posituras de los Astros. Lat.
Prognosticum. Kalendarium» (Diccionario de autoridades).
espíritus antiguos e instruidos en los movimientos celestes.
También podría yo, mi señor Fausto, prepararte unas tablas
perpetuas, año tras año, para escribir pronósticos y calendarios y
levantar horóscopos según el nacimiento, y tú mismo has visto
que nunca te he mentido. Es bien cierto que quienes en tiempos
remotos alcanzaban la edad de quinientos o seiscientos años eran
expertos en este arte y lo comprendían a fondo. Pues al cabo de
tantos años se cumplía el Año Magno35, con lo que podían
explicar esos fenómenos y transmitirlos a sus descendientes. En
cambio, todos los astrólogos jóvenes e inexpertos hacen sus
pronósticos a su arbitrio y discreción.

[20]
Sobre el invierno y el verano

Parecíale extraño a Fausto que Dios hubiera creado un


invierno y un verano en este mundo, por la que resolvió preguntar
al Espíritu de dónde traían su origen el verano y el invierno. Y el
Espíritu le respondió brevemente:
-Mi señor Fausto, ¿siendo tú mismo físico no puedes verla y
observarlo por el Sol? Has de saber, pues, que desde la Luna hasta
las estrellas todo es fuego, mientras que la Tierra es fría y helada,
por la que cuanto más bajo brille el Sol, mayor será la calor, y tal
es el origen del verano. Y si el Sol está alto, hará frío y éste traerá
consigo el invierno.

[21]
Sobre el curso del Cielo, sus ornamentos y su origen

Como ya se ha dicho antes, no podía el doctor Fausto seguir


interrogando al Espíritu sobre asuntos divinos y celestiales. De lo
cual se dolía, meditando día y noche sobre ello. Y para hallar
5
3
Das grosse Jar (lat. magnus annus): momento en que los astros volvían a
ocupar su posición original y comenzaba una nueva era. Algunos
personajes bíblicos llegaron a alcanzar edades inimaginables: Adán, 930
años; Set, 912, y el célebre Matusalén: 969.
mejor pretexto y ocasión de inquirir sobre la Creación y las
criaturas divinas y hacerlo convenientemente, ya no preguntó,
como antes, sobre la bienaventuranza de los elegidos y de los
ángeles, ni sobre los tormentos del Infierno, pues sabía que de allí
en adelante no hallaría audiencia ante el Espíritu. Tuvo, pues, que
fingir algo que le permitiera conseguir su propósito. Y resolvió
interrogar al Espíritu dando por pretexto el que eran
conocimientos útiles y necesarios para los físicos dispuestos a
practicar la astronomía o astrología. Y pidió al Espíritu que le
informase sobre el curso, ornamento y origen del cielo.
-Mi señor Fausto -dijo el Espíritu-, el Dios que te creó es
también el creador del mundo y de todos los elementos que
existen bajo el cielo. En el principio creó Dios el Cielo en medio
de las aguas, y separó las aguas de las aguas, y llamó Cielo al
firmamento36. Y es el Cielo esférico y circular, y también móvil,
porque fue creado del agua y está compuesto y consolidado como
un cristal. Y allá arriba tiene también el aspecto de un cristal, en el
que están fijados los astros. Y gracias a esa redondez del Cielo
divídese el mundo en cuatro partes, a saber: Oriente, Occidente,
Mediodía y Septentrión. Y gira el Cielo a tal velocidad que el
mundo se rompería si los planetas no lo impidieran con su
movimiento. Y el Cielo también fue creado con fuego, de suerte
que si las nubes no estuvieran rodeadas por el frío del agua, el
fuego o la calor abrasaría los elementos inferiores. Dentro del
firmamento, donde están los astros del Cielo, se hallan asimismo
los siete planetas: Saturno, Júpiter, Marte, el Sol, Venus, Mercurio
y la Luna. Y todos los cielos se mueven, sólo el de fuego es
inmóvil. Y el mundo está así dividido en cuatro partes: fuego,
aire, tierra yagua. Así está formada, pues, esta esfera, y cada cielo
extrae de ella su materia y atributos, a saber: el cielo superior es
de fuego, el medio y el inferior son transparentes como el aire; el
primer cielo es brillante, y el medio y el inferior son de aire. En el
cielo superior hay calor y luz debido a la proximidad del Sol; en
6
3
Véase Gén. 1, 6-8. Siguiendo el ya citado Liber chronicarum de H.
Schedel, el autor sintetiza aquí en forma muy rudimentaria la teoría de las
esferas celestes concéntricas, defendiendo aún el geocentrismo tolemaico
muchos años después de la publicación del tratado De revolutionibus
orbium coelestium (1543) de Copérnico.
el inferior, en cambio, éstas sólo provienen de la reverberación de
la Tierra, y allí donde este brillo no consigue llegar, hay frío y
oscuridad. Y en ese aire frío vivimos nosotros, los espíritus y los
demonios, confinados en ese aire oscuro donde se engendran las
tempestades, truenos, rayos, granizo, nieve y otros fenómenos
similares, y por eso podemos conocer las estaciones y saber qué
tiempo hará. Y tiene el Cielo además doce círculos que circundan
la tierra y el agua y que pueden llamarse todos cielos.
Contóle asimismo el Espíritu cómo los planetas van rigiendo
uno después del otro, y cuántos grados tiene cada uno sobre los
demás.

[22]
Pregunta el doctor Fausto cómo creó Dios el mundo y cómo nació
el primer hombre; a lo que el Espíritu, según su costumbre, dio
una respuesta de todo punto falsa

Presentósele el Espíritu al doctor Fausto, que estaba triste y


melancólico, y lo consoló y le preguntó qué preocupaciones y
congojas tenía. Pero el doctor Fausto no le respondió, por lo que
el Espíritu insistió y le rogó que le expusiese sus deseos sin omitir
circunstancia, que él intentaría ayudarlo en la medida de sus
posibilidades. Y el doctor Fausto respondió:
-Te he contratado como servidor, y aunque tus servicios me
resultan muy caros, no consigo que cumplas mi voluntad, como
corresponde a un criado.
Díjole el Espíritu:
-Mi señor Fausto, sabes muy bien que hasta ahora nunca he
contrariado tu voluntad, y antes bien he cumplido siempre con
ella, aunque muchas veces no tuviera obligación alguna de
responder a tus preguntas. Y ahora dime cuáles son tus deseos e
inquietudes.
El Espíritu se ganó así el corazón de Fausto, quien le pidió que
le contase cómo había creado Dios el mundo y cómo había nacido
el primer hombre. Y el Espíritu le relató una historia falsa e impía,
diciéndole:
-El mundo, mi querido Fausto, no tuvo origen ni tendrá fin. Y
así también ha existido el género humano desde toda la eternidad,
sin tener-origen ni principio. Y la Tierra tuvo que sustentarse a sí
misma, y el mar tuvo que separarse de ella, y ambas se acordaron
entre sí como si tuviesen el don de la palabra. La Tierra reclamó
al mar lo que serían sus dominios: campos, praderas, bosques,
hierba y follaje; y las aguas, por su parte, los peces y todo cuanto
en ellas vive. y sólo concedieron a Dios que crease al hombre y el
cielo, para que al final se sometiesen a El. Y de este reino salieron
otros cuatro reinos: el aire, el fuego, el agua y la tierra. No puedo
ofrecerte una versión distinta ni más breve.
Quedóse meditando el doctor Fausto sobre estas revelaciones
que no acababan de convencerlo, pues en el primer capítulo del
Génesis había leído la relación de Moisés, que era diferente, por
lo cual tampoco lo contradijo mucho.

[23]
De cómo le fueron presentados al doctor Fausto todos los
espíritus infernales en su verdadero aspecto, y los siete principales
fueron llamados por sus nombres

El príncipe y verdadero maestro del doctor Fausto llegase un


día a su casa a visitarlo, y éste se asustó no poco ante su pavoroso
aspecto. Pues aunque era verano, emanaba del Diablo un viento
tan frío que el doctor Fausto creyó que se helaría. Y el Diablo, que
se llamaba Belial, le dijo:
-Doctor Fausto, al filo de la medianoche, cuando te
despertaste, leí tus pensamientos y vi que te gustaría conocer a
algunos de los principales espíritus infernales, por lo cual he
venido con mis principales consejeros y servidores a fin de que
puedas conocerlos según tu deseo.
Respondióle Fausto:
-Muy bien, ¿dónde están?
-Allá fuera -dijo Belial.
Y el propio Belial se le apareció al doctor Fausto bajo la forma
de un oso peludo y negro como el carbón, con las orejas muy
tiesas sobre la cabeza. Y el hocico y las orejas eran de un rojo
encendido, y tenía unos dientes enormes y blancos como la nieve
y una cola de tres varas de largo, más o menos. Y en su cuello
agitábanse tres alas. Y así fueron desfilando uno tras otro los
espíritus por el aposento del doctor Fausto, que no hubieran
podido estar allí todos juntos; y Belial se los iba mostrando uno a
uno y le decía quiénes eran y cómo se llamaban. Primero entraron
siete espíritus principales, a saber: Lucifer, el verdadero amo del
doctor Fausto, al cual se había entregado en cuerpo y alma, bajo
la forma de un hombre alto, peludo y velloso, de un color como el
de las ardillas rojas y con la cola enroscada sobre sí misma como
las ardillas. Luego entró Belcebú, que tenía el pelo color carne y
una cabeza de buey con dos orejas espantables, y era también
peludo y velloso, con dos grandes alas tan punzantes como los
cardos del campo, medio verdes y medio amarillas, y de las alas
salían chorros de fuego, y tenía un rabo de vaca. Astarot entró en
forma de una serpiente que avanzaba erguida sobre su cola, pues
no tenía patas, y el color de la cola era como el de una culebra
ciega; su vientre era enorme, y en la parte superior tenía dos patas
muy cortas de color amarillo; el vientre era algo blancuzco y
amarillento, y el lomo, castaño, recubierto de cerdas y púas de un
dedo de largo, como un erizo. Después entró Satanás, todo blanco
y gris, peludo, con cabeza de asno y, sin embargo, cola de gato y
garras de una vara de largo. Anubis, el siguiente, tenía una cabeza
de perro blanca y negra, la parte negra jaspeada de blanco, y la
blanca, de negro, tenía asimismo patas y un par de orejas caídas,
como un perro, y medía cuatro varas de largo. Tras éste entró
Dythicanus, también de una vara de largo y figura de pájaro, una
perdiz, pero con el cuello verde y sombreado. El último en entrar
fue Drachus, con cuatro patas cortas, verde y amarillo, la parte
superior del cuerpo oscura, como una llama azul, y la cola rojiza.
Esos siete, junto con Belial, su guía, que era el octavo, iban
vestidos con los colores susodichos. Los demás se presentaron
adoptando asimismo formas de animales desprovistos de razón,
como cerdos, corzos, ciervos, osos, lobos, monos, castores,
búfalos, machos cabríos, cabras, jabalíes, asnos y otros. y se le
aparecieron en tan gran variedad y número que algunos tuvieron
que salir del aposento en seguida. Admiróse mucho el doctor
Fausto viendo todo aquello y preguntó a los siete circunstantes
por qué no se le aparecían bajo otras formas. Y ellos le
respondieron diciendo que en el Infierno no podían adoptar otra
forma, que por eso eran animales y serpientes infernales, aunque
allí fuesen todavía más horrendos y espantables. No obstante, si
querían, podían adoptar tanto el aspecto como el porte de los seres
humanos. Tras lo cual dijo el doctor Fausto que bastaba con los
siete ahí presentes, y rogó que despidieran a los demás, lo cual se
hizo. Pidióles luego que le hicieran una demostración de su arte,
cosa que le fue concedida. Y así, como ya lo hicieran antes, se
fueron transformando uno tras otro en toda suerte de animales,
tanto en aves de gran tamaño como en serpientes y otros reptiles
de dos y cuatro patas. Mucho le gustó aquello a Fausto, y
preguntó si él también podría hacerlo. Le dijeron que sí y le
lanzaron un librito de magia animándole a que lo intentase, cosa
que hizo. Pero antes de que se despidieran, el doctor Fausto no
pudo menos de preguntarles quién había creado las sabandijas. Le
dijeron que tras la caída del hombre surgieron también las
sabandijas para atormentarlo y causarle perjuicios: «y así también
podemos nosotros transformarnos en toda suerte de sabandijas, al
igual que en otros animales». Rióse el doctor Fausto y pidió que
se lo demostrasen, lo cual hicieron. Y en cuanto hubieron
desaparecido de su vista, en el aposento de Fausto empezaron a
aparecer bichejos de toda suerte, tales como hormigas,
sanguijuelas, tábanos, grillos, saltamontes y otros, de modo que la
casa entera quedó llena de ellos. Pero lo que sobre todo le causó
molestia, fastidio y enfado fue que algunos de esos bichos
empezaran a atormentarlo: así, las hormigas recorrían su cuerpo,
las abejas lo picaban, los mosquitos se le paraban en la cara, las
pulgas lo acribillaban, los tábanos volaban a su alrededor,
obligándolo a protegerse, los piojos se le metían por la camisa y
se le trepaban a la cabeza, las arañas caminaban sobre él, los
gusanos se arrastraban encima de él y las avispas le clavaban su
aguijón. En suma, que todas esas sabandijas atormentábanlo tanto
que con razón dijo: «A buen seguro que sois todos pequeños
demonios». Por lo que el doctor Fausto no pudo estarse más
tiempo en su aposento. Y en cuanto hubo salido, los bichos
dejaron de atormentarlo y desaparecieron de golpe todos juntos.
[24]
De cómo el doctor Fausto viajó al Infierno.

Había llegado ya el doctor Fausto al año octavo de su pacto,


cuyo plazo final se iba acercando día a día. La mayor parte de ese
tiempo la había dedicado a diversas disquisiciones, estudios,
indagaciones y disputas. Pero algunas veces soñaba, aterrorizado,
con el Infierno. Por ello pidió a su servidor, el espíritu
Mefostófiles, que invocara e hiciera venir a su amo, Belial o
Lucifer. Enviáronle, sin embargo, a un diablo que bajo el cielo se
llamaba Belcebú y que preguntó al doctor Fausto cuáles eran sus
deseos e intereses. Y Fausto preguntó le a su vez si no podría
ordenar que algún espíritu lo condujese al Infierno y volviese
luego a sacarlo, de modo que él pudiera ver y observar los
fundamentos, condición, estado y también naturaleza de las
regiones infernales.
-Sí -le respondió Belcebú-, yo mismo vendré a buscarte a
medianoche.
Y siendo ya noche cerrada y muy oscura se le apareció
nuevamente, llevando en la espalda un asiento hecho de huesos y
cerrado por todas partes. El doctor Fausto se instaló en él y
partieron. Y ahora escuchad cómo el Diablo lo encandiló y le
vendió gato por liebre, haciéndole creer que había estado en el
Infierno.
Lo transportó primero por los aires, y el doctor Fausto se
durmió como si hubiera tomado un baño de agua caliente. Poco
después llegó a la cima de un monte que surgía de una gran isla y
del cual brotaban chorros de fuego, azufre y pez con tal ímpetu y
estruendo que el doctor Fausto se despertó. La serpiente infernal
se hundió entonces con él en uno de esos abismos, pero por muy
intensamente que ardiera el fuego, Fausto no sentía calor ni
quemaduras, sino sólo una suave brisa primaveral, como las que
soplan en el mes de mayo. Oyó entonces una gran variedad de
instrumentos que resonaban en dulce y armonioso concierto,
aunque la intensidad del fuego no le permitía ver ni uno solo, ni
averiguar cómo eran. Tampoco podía preguntar qué forma tenían,
pues antes le habían prohibido expresamente hacer preguntas o
hablar.
En eso estaban, cuando a la diabólica serpiente Belcebú se
unieron otras tres de idéntica forma. Y mientras descendían más y
más hacia el fondo del abismo, precedidos por las tres susodichas
serpientes, un gran ciervo volador de enormes cuernos y candiles
arremetió contra el doctor Fausto intentando precipitarlo al
abismo, cosa que lo espantó muchísimo. Pero las tres serpientes
que volaban delante ahuyentaron al ciervo. Mientras seguían
bajando por la caverna el doctor Fausto no veía sino sabandijas y
culebras que revoloteaban a su alrededor, aunque estas últimas
eran increíblemente grandes. En su ayuda acudieron entonces
unos osos voladores que se enfrentaron y lucharon con las
culebras hasta vencerlas, de modo que él pudo pasar seguro y sin
contratiempos. Un poco más abajo vio un enorme toro alado que,
saliendo de una antigua puerta o cueva, embistió mugiendo y
hecho una furia al doctor Fausto y se estrelló tan bruscamente
contra su asiento que éste se volcó junto con su ocupante y la
serpiente. Precipitóse Fausto entonces de la silla al abismo y fue
cayendo más y más entre fuertes gritos y lamentos, y como ya no
podía ver a su Espíritu, pensó: «¡Aquí se acaban mis días!». Pero
un mono viejo y rugoso la atrapó en plena caída y lo retuvo,
salvándolo. El Infierno se fue cubriendo entonces de una niebla
espesa y oscura que no le permitió ver nada durante un buen rato.
Por último se abrió una nube y de ella surgieron dos enormes
dragones que tirában de un carro en el que el viejo mono instaló al
doctor Fausto. Una densísima oscuridad se abatió seguidamente
durante un cuarto de hora en el que Fausto no pudo ver ni tocar el
carro ni los dragones, que seguían bajando. Mas en cuanto se
disipó aquella niebla espesa, oscura y pestilente, volvió a ver su
carro y sus cabalgaduras, aunque desde lo alto cayeron sobre él
tantos rayos y relámpagos que hasta el más valiente -por no hablar
del doctor Fausto- se hubiera puesto a temblar de espanto. Llegó
luego a una vasta y tempestuosa extensión de agua en la que los
dragones se sumergieron con él. Fausto, sin embargo, no sentía
agua alguna, sino un gran calor que lo abrasaba, y tanto lo
golpearon las corrientes y las olas que perdió carro y cabalgaduras
y siguió hundiéndose más y más en aquellas horribles aguas, hasta
que al fin pudo aferrarse a un peñasco alto y puntiagudo que
encontró en su caída. En él se sentó, medio muerto, y miró a su
alrededor, mas no pudo ver ni oír a nadie. Siguió contemplando
los abismos, de los que se levantó una brisa ligera, y a su
alrededor vio agua. Pensó entonces el doctor Fausto: «¿Qué harás
ahora que los espíritus infernales te han abandonado? Tendrás que
arrojarte a este abismo o al agua, o bien perecer aquí arriba». Y
enfadado por todo aquello, y presa de un furioso e insensato
miedo, saltó al abismo de fuego exclamando: «¡Oh espíritus,
aceptad este bien merecido sacrificio del que es causante mi
alma!». Y en el momento mismo en que se lanzó cabeza abajo, se
oyó un estruendo y un estrépito tan aterradores que la montaña y
las rocas se estremecieron, y él creyó que habían disparado varios
y potentes cañonazos. Cuando por fin llegó al fondo, vio entre las
llamas a un gran número de personajes de alto rango
-emperadores, reyes, príncipes y señores-, así como muchos miles
de guerreros armados. Cerca del fuego corría un riachuelo de agua
fría del que algunos bebían para refrescarse a la vez que se
bañaban; otros, en cambio, huían del frío y se calentaban en el
fuego. Metióse el doctor Fausto entre las llamas deseoso de
aferrar alguna de esas almas condenadas, mas cuando ya creía
tenerla entre sus manos, se le desvanecía en el acto. La calor, sin
embargo, no le permitió quedarse allí mucho rato, y al mirar
alrededor hete aquí que vio venir hacia él a la serpiente Belcebú
con su silla. Montó en ella el doctor Fausto y emprendió el
ascenso a las alturas, pues debido a los truenos, tormentas,
nieblas, azufre, humo, fuego, hielo y calor no podía quedarse allí
por más tiempo, sobre todo después de oír todos esos gritos,
clamores, lamentos, ayes y crujir de dientes, etc.
Como llevaba ya el doctor Fausto un buen tiempo fuera de
casa, su fámulo no pudo menos de pensar y suponer que,
habiendo deseado tanto ver el Infierno, quizás hubiera visto más
de lo que deseaba y no volvería ya nunca más. Pero eso era pura
ilusión. Aquella noche regresó el doctor Fausto a su casa, y como
se había quedado dormido en la silla, el Espíritu lo arrojó dormido
sobre su cama. Y cuando amaneció y él se despertó y vio la luz
del día, tuvo la impresión de haber pasado una temporada
encerrado en una torre oscura. Pues en todo aquel tiempo no había
visto sino los ríos de fuego del Infierno y lo que las llamas
producían. Acostado en su cama, pensaba y repensaba en el
Infierno. A ratos daba por seguro que había estado en él y lo había
visto, pero al minuto siguiente le entraban dudas y pensaba que
todo no había sido más que una quimera que el Diablo le había
preparado. Lo cual era cierto, pues aún no había visto realmente el
Infierno; de lo contrario, no habría deseado visitarlo.
Esta historia y relación de lo que vio en el Infierno- o en su
visión quimérica- la escribió el mismo doctor Fausto y fue
encontrada después de su muerte en una hoja escrita de su puño y
letra, que él había guardado dentro de un libro.

[25]
De cómo el doctor Fausto subió hasta las estrellas

Esta historia también se encontró en su casa, fue compuesta y


escrita de propio puño, y dirigida a un buen compañero suyo, un
tal Jonas Victor37, médico en Leipzig, y su tenor era como sigue:
«Mi muy querido señor y hermano: Al igual que vos, aún
recuerdo perfectamente nuestros tiempos juveniles, cuando
estudiábamos juntos en Wittenberg y vos, al principio, os
dedicasteis a la medicina, astronomía, astrología y geometría, y
llegasteis a ser un buen físico. Yo, en cambio, que como sabéis
estudiaba teología, no os igualaba, aunque más tarde llegué a
igualaros en vuestro arte, lo que os llevó a pedirme consejo e
información sobre muy diversos temas. Y puesto que, según leo
en vuestra carta de agradecimiento, nunca me he negado a daros
una información, quiero que sepáis que estoy dispuesto a seguir
haciéndolo y que me encontraréis en la misma disposición
siempre que vengáis a buscarme. Asimismo quiero expresaros mi
agradecimiento por los elogios y la fama que tenéis a bien
concederme y atribuirme, pues mis calendarios y horóscopos han
hallado tan grande acogida que no sólo personas de condición
humilde o ciudadanos comunes me los piden, sino también
príncipes, condes y grandes señores, ya que todo cuanto en ellos
7
3
Se trata probablemente de un personaje inventado.
anoto y escribo resulta ser verdadero. Me pedís igualmente en
vuestra carta que os haga una relación de mi viaje al Cielo y las
estrellas, del cual habéis tenido noticia, y que os diga si fue o no
cierto, pues os parece de todo punto imposible, aunque sea la pura
verdad. También añadís que debió de realizarse con ayuda del
Diablo o de la hechicería. Pues bien: sea como fuere, el viaje se
realizó realmente y tal como os lo voy a referir a continuación.
Una noche en que no podía dormir y pensaba en mis
calendarios y pronósticos, preguntándome cuál sería la naturaleza
y constitución del firmamento celestial para que el hombre, o más
bien los físicos, pudieran observarlo desde aquí abajo, aunque no
pudiesen investigarlo ni escudriñarlo a simple vista, sino sólo
mediante conjeturas y diversos libros u opiniones, hete aquí que
oigo venir hacia mi casa un viento huracanado que abrió
violentamente las ventanas y la puerta de mi aposento,
infundiéndome no poco miedo. Y al punto oí una voz rugiente que
dijo:
-¡Ea, levántate que vas a ver lo que tu corazón anhela, desea y
apetece!
A lo cual repliqué:
-Si he de ver aquello en lo que acabo de pensar y es mi mayor
anhelo y deseo, iré contigo.
Y la voz repuso:
-Mira por la ventana y verás el carruaje.
Hice lo que me dijo y vi bajar volando un carro con dos
dragones envuelto en llamas infernales. Pero como en ese
momento brillaba la Luna en el cielo, miré también mis corceles y
el carruaje. Y tenían esas serpientes alas pardas y negras jaspeadas
de blanco, al igual que el lomo y el vientre, la cabeza y el cuello
eran de un color verdoso, jaspeado de manchas amarillas y
blancas.
De pronto la voz volvió a exclamar:
-¡Y ahora sube y vete!
Yo le dije:
-Te seguiré, con la condición de poderte hacer cuantas
preguntas quiera.
-Sí -dijo la voz-, por esta vez te lo concedo.
Me subí entonces a la ventana de mi aposento, salté dentro del
carro y partí. Los dragones voladores me llevaron hacia las
alturas, y el carruaje tenía cuatro ruedas que hacían el mismo
ruido que si estuvieran rodando sobre tierra firme, aunque al girar
despidieran todo el tiempo chorros de fuego. Y cuanto más alto
subía, más oscuro volvíase el mundo, por lo cual tuve la
impresión de haber pasado de la claridad del día a las tinieblas de
una caverna. Y desde lo alto del Cielo vi la Tierra. Mientras
subíamos, mi Espíritu y criado llegó haciendo un gran ruido y se
sentó a mi lado en el carruaje. Y yo le dije:
-Mi buen Mefostófiles, ¿adónde estamos yendo?
-No te preocupes -me dijo-. Y seguimos subiendo.
Y ahora quiero relataros lo que vi. Partí un martes y volví a
casa el martes siguiente: fueron ocho días en los que no dormí una
sola vez, pues no tenía sueño, y además pude viajar sin ser visto.
Y cuando amaneció al día siguiente le dije a mi espíritu
Mefostófiles:
-Querido amigo, ¿qué distancia hemos recorrido ya? ¿Puedes
averiguarlo? Pues a juzgar por el aspecto de la Tierra, esta noche
debo de haber viajado mucho, y desde que estoy fuera no he
tenido hambre ni sed.
Repuso Mefostófiles:
-Mi querido Fausto, créeme que hasta ahora has subido ya
cuarenta y siete millas.
Luego, ya entrado el día, me puse a observar la Tierra y vi
muchos reinos, principados y grandes extensiones de agua,
pudiendo abarcar todo el mundo con la mirada: Asia, África y
Europa. Y desde esa altura dije a mi criado:
-Muéstrame los distintos países y reinos y ve diciéndome sus
nombres.
Lo cual hizo. Y me dijo:
-Mira, allí, a mano izquierda, está Hungría, y aquello es Prusia.
En frente, en diagonal, se ve Sicilia, y luego están Polonia,
Dinamarca, Italia y Alemania. Pero mañana podrás ver Asia,
África y también Persia, Tartaria, la India y Arabia. Y como el
viento empieza a soplar en dirección contraria, ahora veremos
Pomerania, Rusia y Prusia, así como Polonia, Alemania, Hungría
y Austria.
Y al tercer día vi la Turquía grande y pequeña, Persia, la India
y África. A mis pies tenía Constantinopla, y en los mares de
Persia y de Constantinopla vi un sinnúmero de embarcaciones y
navíos de guerra que iban y venían. Y la ciudad de Constantinopla
me pareció tener apenas tres casas y los hombres no más de un
palmo de altura. Hice el viaje en julio y la calor era grande. Iba yo
mirando ora hacia aquí, ora hacia allá, en dirección a Oriente,
Mediodía, Poniente y Septentrión, y si en un punto llovía, en otro
tronaba o granizaba y más allá hacía buen tiempo. En fin, vi todas
las cosas que suelen acontecer en la Tierra. Y estando ya ocho
días en lo alto, vi desde lejos que, por encima de mí, el Cielo se
movía y giraba tan velozmente como si quisiera estallar en mil
pedazos o el mundo fuese a explotar. Y el Cielo era tan brillante
que no pude seguir mirando hacia arriba, y tan abrasador que me
hubiera quemado de no haber hecho mi criado un poco de aire.
Las nubes que vemos desde la Tierra son tan densas y sólidas
como un muro o una roca, y tan claras como un cristal, y la lluvia
que de ellas sale para caer sobre la Tierra tan nítida que uno puede
reflejarse en ella. Y las nubes del Cielo se mueven con tanta
fuerza que siempre van de Este a Oeste y arrastran consigo a las
estrellas, el Sol y la Luna. A ello se debe que (según podemos ver)
el Sol se dirija de Oriente a Poniente, y aunque desde abajo
apenas si me parecía ser tan grande como el fondo de un tonel, era
más grande que toda la Tierra, pues no podía ver dónde acababa.
De noche, cuando el Sol se pone, la Luna recibe su luz de él, por
eso relumbra tan claramente en la oscuridad, y hay también
claridad en el Cielo, de suerte que de noche es día en el Cielo,
mientras que en la Tierra reina la oscuridad nocturna. Y así pude
ver, pues, más de lo que deseaba. Una de las estrellas era más
grande que la mitad de la Tierra, y uno de los planetas tan grande
como ella. Y allí donde había aire estaban los espíritus que moran
bajo el Cielo. Y mientras descendía miré hacia la Tierra, que
parecía una yema de huevo, y pensé que no tendría ni un palmo
de largo, y las aguas parecían dos veces más anchas. Durante la
noche del octavo día volví, pues, a casa y dormí tres días
seguidos, tras lo cual levanté mis horóscopos y calendarios según
lo que había visto. No he querido ocultaros nada de esto,
siguiendo vuestro deseo, y ahora consultad vuestros libros por ver
si concuerdan o no con mi visión. Os saluda afectuosamente:
Doctor Fausto, astrólogo.»

[26]
Tercer viaje del doctor Fausto a diversos reinos y principados, así
como a importantes países y ciudades

Al cumplirse el decimosexto año de la firma de su pacto


decidió el doctor Fausto emprender un viaje o peregrinaje y
ordenó a su espíritu Mefostófiles que lo guiase y condujese
adonde deseara ir. Para ello transformóse Mefostófiles en un
caballo, aunque con alas de avestruz38, dispuesto a ir adonde
Fausto le dijera. Y éste recorrió y visitó así varios principados y
países como Panonia, Austria, Germania, Bohemia, Silesia,
Sajonia, Misnia, Turingia, Franconia, Suabia, Baviera, Lituania,
Livonia, Prusia, Moscovia, Frisia, Holanda, Westfalia, Zelandia,
Brabante, Flandes, Francia, España, Portugal, Italia, Polonia y
Hungría, antes de volver a Turingia. Estuvo veinticinco días fuera
de casa, durante los cuales no pudo ver todo cuanto hubiera
deseado. Por eso emprendió un segundo viaje y partió en su
caballo hasta llegar a Tréveris, primera ciudad que se le ocurrió
visitar por su aspecto tan antiguo; mas no vio en ella nada de
particular excepto un palacio, espléndida fábrica construida con
ladrillos cocidos y tan sólida que quienes lo habitan nada tienen
que temer. Después vio la iglesia en la que están sepultados
Simeón y el obispo Popon39, construida con piedras de increíble
8
3
En el original figura la palabra Dromedari. En su edición de la Historia,
publicada en 1868, el germanista August Kühne supone que se trata del
struthiocamelus (avestruz), que al correr se ayuda agitando las alas.
39
El ermitaño Simeón (†1035) acompañó al obispo Popon de Tréveris
(†1047) en una peregrinación a Tierra Santa y fue canonizado a pedido de
éste en 1041. En torno a la figura de Popon se tejieron posteriormente una
serie de fábulas y leyendas. Casi todas las descripciones de este capítulo, el
más largo del libro, siguen muy de cerca a Hartmann Schedel (op. cit.),
cuyos errores y excentricidades son también repetidos, cuando no
aumentados, por el autor de la Historia.
tamaño ensambladas con hierro. De ahí se dirigió a París, en
Francia, donde le gustaron mucho los centros de estudios y la
universidad. Y a continuación fue recorriendo todas las ciudades y
lugares que le venían en mente, entre otras Maguncia, donde el
Main confluye con el Rin. Mas no se detuvo allí mucho tiempo y
se dirigió a la Campania, a la ciudad de Nápoles, donde vio
numerosísimas iglesias y monasterios, y casas tan grandes, altas y
magníficamente ornamentadas que le dejaron maravillado. Y hay
allí un espléndido castillo o fortaleza de reciente construcción que
supera a todos los demás edificios de Italia por su altura, amplitud
y solidez, con multitud de adornos en sus torres, murallas, salones
y aposentos40. En las inmediaciones se alza un monte llamado
Vesubio, que está cubierto de viñedos, olivares y muy diversos
árboles frutales, y donde se produce un vino tan bueno y
excelente que es llamado vino griego. Poco después se le ocurrió
ir a Venecia y se maravilló de que estuviera rodeada de mar por
todas partes y de ver tantos barcos que traían toda suerte de
mercaderías y géneros de primera necesidad para el
mantenimiento de la población, asombrándose de que en una
ciudad en la que no crecía casi nada hubiese tal abundancia.
También vio en ella grandes casas y altísimas torres y la
ornamentación de las iglesias y edificios fundados y construidos
en medio del agua. Siempre en Italia, se dirigió luego a Padua
para visitar la universidad. Esta ciudad está fortificada por una
triple muralla con muchos fosos llenos de agua que la circundan;
en su interior hay una plaza fuerte y muchos tipos de edificios,
entre ellos una hermosa catedral y un ayuntamiento tan magnífico
que ningún otro puede comparársele en el mundo. También hay
una iglesia dedicada a san Antonio, que no tiene igual en toda
Italia. De allí se dirigió a Roma, situada a orillas de un río
llamado Tíber, que la atraviesa. En la orilla derecha, la ciudad se
extiende sobre siete colinas y tiene once puertas de acceso.
También está el Vaticano, una colina en la cual se alza la catedral
o basílica de San Pedro. Y al lado se halla el palacio del Papa,

0
4
El Castel Nuovo, edificado en 1227, fue reconstruido enteramente entre
1443 y 1453. En él se alza un arco de triunfo en honor del rey Alfonso I de
Aragón (1470).
magníficamente rodeado de un hermoso parque, y muy cerca la
basílica de Letrán, llamada también catedral apostólica, donde se
conservan toda suerte de reliquias, y que es sin duda una de las
iglesias más preciosas y célebres del mundo. Vio asimismo
muchos templos paganos en ruinas y numerosas columnas, arcos,
etc., que sería demasiado largo enumerar y en los cuales halló el
doctor Fausto solaz y esparcimiento. Llegóse luego, invisible,
ante el palacio papal, donde vio un sinnúmero de criados y
cortesanos y tal abundancia de viandas y manjares destinados al
Papa que en seguida le dijo a su Espíritu: «¡Pardiez! ¿Por qué el
Diablo no me habrá hecho Papa a mí también?». Y vio el doctor
Fausto que eran todos gente de su misma calaña, llenos de
presunción, jactancia, soberbia y temeridad, y entregados a la
gula, la embriaguez, la fornicación y el adulterio; y era talla
impiedad del Papa y de la chusma que lo rodeaba que Fausto
añadió luego: «Yo me tenía por un cerdo o marrano del Diablo,
pero veo que éste aún tendrá que engordarme, mientras que estos
cerdos de Roma están ya todos bien cebados y maduros para ser
guisados y cocinados». Y como había oído hablar mucho de
Roma, se quedó en el palacio papal tres días y tres noches,
invisible gracias a sus artes mágicas, y desde entonces el buen
doctor Fausto no volvió a comer ni a beber cosas tan buenas. En
cierta ocasión se plantó, invisible, ante el Papa, y cada vez que
éste se disponía a comer y hacía el signo de la cruz, lanzábale
Fausto un resoplido en plena cara. Otro día soltó una carcajada
que resonó en toda la sala, rompiendo luego a llorar como si un
serio pesar lo afligiera, y los sirvientes no lograban explicarse
todo aquello. El Papa persuadió entonces a sus criados de que era
un alma en pena que imploraba una indulgencia, e impúsole una
penitencia. Y el doctor Fausto se rió y encontró muy divertido el
embuste. Pero cuando las últimas viandas y manjares llegaron a la
mesa papal, el doctor Fausto, que tenía hambre, alzó la mano y al
instante volaron hacia ella todos los manjares junto con sus
respectivas bandejas, y él desapareció con todo en compañía de su
Espíritu y se dirigió a una colina de Roma llamada Capitolio,
donde comió a sus anchas. Luego envió nuevamente a su Espíritu
a que le trajese sólo el mejor vino de la mesa papal, junto con las
copas y los jarros de plata. Y viendo el Papa que le habían
arrebatado todo aquello, esa misma noche mandó echar todas las
campanas al vuelo y celebrar misas y rezar por el alma del
difunto, y fue tal su cólera que condenó a Fausto, es decir al alma
del difunto, al fuego del Purgatorio. ¡Aunque vaya purgatorio por
el que pasó el doctor Fausto con los manjares y bebidas del Papa!
Después de su muerte encontraron la vajilla de plata en su casa.
Al filo de la medianoche, cuando se hubo hartado con todos
esos manjares, volvió a elevarse Fausto por los aires con su
Espíritu y se dirigió a Milán, en Italia, que le pareció un lugar
muy saludable por no ser la calor excesiva y haber allí abundante
agua fresca y siete bellísimos lagos. También pudo contar y ver
numerosos ríos y riachuelos. Hay asimismo templos muy
hermosos, sólidos y bien construidos, y casas reales, aunque de
estilo antiguo. Gustóle también la ciudadela o castillo con sus
baluartes, y el precioso hospital de Nuestra Señora. Visitó
igualmente Florencia y admiró en este obispado la artística
ornamentación de las bellas arcadas y bóvedas, y los preciosos
jardines de Santa María, la iglesia que hay dentro del castillo, con
sus magníficos deambulatorios, así como una altísima torre de
mármol. La puerta por la que se entra está hecha del bronce con
que se funden las campanas y en ella hay grabadas historias del
Nuevo y Antiguo Testamento41. La campiña alrededor produce
buen vino y está habitada por artesanos muy hábiles en sus
respectivos oficios. Fue después a Lyon, en Francia, ciudad
situada entre dos montes y rodeada por dos ríos, en la que se alza
un templo de noble y magnífica factura42 y una hermosa columna
con bellas imágenes esculpidas. De Lyon se dirigió a Colonia,
situada a orillas del Rin, donde hay una iglesia llamada iglesia
catedral, en la que están sepultados los Tres Reyes que siguieron
la estrella de Cristo43. Y cuando el doctor Fausto vio aquello,
exclamó: «¡Oh, santos varones, cuánto habéis errado en vuestro
1
4
Alusión a las puertas de bronce del Baptisterio de Florencia, con las
escenas bíblicas de Lorenzo Ghiberti y Andrea Pisano.
42
El altar en honor de Roma y Augusto (Ara Romae et Augusti), construido
por Druso el año 12 a. de C.
43
En un arca de la catedral de Colonia se conservan aún las supuestas
reliquias de los Tres Reyes Magos, donadas a la ciudad por el emperador
Federico Barbarroja.
viaje! ¡Teníais que ir a Belén de Judea, en Palestina, y habéis
llegado hasta aquí! ¡O quizás después de muertos os lanzaron al
mar, que os trajo hasta el río Rin y a través de él llegasteis a
Colonia, donde os recogieron y sepultaron!». Allí está también el
templo de Santa Úrsula y las once mil vírgenes. Mucho gustóle a
Fausto la belleza de las mujeres. No lejos de allí se encuentra la
ciudad de Aquisgrán, residencia del emperador, en la que hay,
según dicen, un templo construido enteramente en mármol por el
emperador Carlomagno, quien dispuso que sus sucesores fuesen
todos coronados en él44. Después de Colonia y Aquisgrán se
dirigió otra vez hacia el sur para visitar Ginebra, que es una
ciudad de Saboya, situada en Suiza, bella y de gran actividad
mercantil, con buenas y fértiles viñas, y en la cual reside un
obispo. También fue a Estrasburgo, donde el doctor Fausto se
enteró de por qué recibe ese nombre: por las innumerables
callejas, entradas y calles que tiene 45; y es un obispado. De
Estrasburgo pasó a Basilea, en Suiza, donde el Rin fluye casi por
el centro de la ciudad. Según le informó su Espíritu, recibe esta
ciudad su nombre de un basilisco que al parecer vivió en ella. La
muralla está hecha de ladrillos y la circunda un profundo foso.
Hay también una vasta y fértil campiña en los alrededores, donde
aún pueden verse muchos edificios antiguos; cuenta asimismo con
una universidad, y ninguna de sus bellas iglesias le gustó tanto
como la de los Cartujos. De allí se dirigió a Constanza, donde hay
un hermoso puente construido sobre el Rin desde la puerta de la
ciudad. «Y el lago», dijo el Espíritu a Fausto, «tiene veinte mil
pasos de largo y quince mil de ancho». La ciudad recibió su
nombre de Constantino. De Constanza continuó hacia Ulm. El
nombre de Ulm proviene de los árboles que pueblan la campiña 46,
por la cual corre el Danubio, aunque la ciudad misma es
atravesada por un río llamado Blau. Tiene una bella catedral e
iglesia parroquial de Santa María, iniciada el año 1377, un
4
4
La catedral de Aquisgrán, iniciada en el 796 según el modelo de las
iglesias bizantinas, alberga los restos de Carlomagno en un arca de plata.
En su recinto fueron coronados 32 emperadores y reyes de Alemania.
45
Strassburg (lat. Stratiburgum): de via strata, camino empedrado, que dio
origen al alemán strasse, calle.
46
Ulme significa olmo en alemán (del lat. ulmus).
edificio espléndido, suntuoso y de una riqueza artística como ya
casi no se ve. En su interior hay cincuenta y dos altares a los que
corresponden otras tantas prebendas, así como un valioso
tabernáculo, artísticamente labrado. Y cuando el doctor Fausto
quiso alejarse de Ulm y proseguir su viaje, su Espíritu le dijo:-
«Mi señor, os guste o no esta ciudad, sabed que adquirió tres
condados con dinero contante y sonante, comprando además
todos sus fueros y privilegios». Cuando, al salir de Ulm, subió por
los aires con su Espíritu, vio a lo lejos muchas provincias y
poblaciones, entre ellas una gran ciudad con un gran castillo
fortificado, y a ella se dirigió. Era Wurzburgo, sede del obispado
y capital de Franconia, junto a la cual pasa el río Main. Se
produce allí un vino muy bueno, fuerte y generoso, y la campiña
es también pródiga en cereales. Hay en esa ciudad muchas
órdenes religiosas, como las de los frailes mendicantes,
benedictinos, de san Esteban, cartujos, de san Juan y Orden
Teutónica, y asimismo tres cartujas, sin contar la catedral
episcopal, cuatro órdenes mendicantes, cinco conventos de
monjas y dos hospicios aledaños a la capilla de Santa María, una
magnífica construcción junto a la torre. Tras haber visitado la
ciudad detenidamente, el doctor Fausto entró también de noche en
el palacio del obispo, cuyas dependencias visitó una por una,
hallando dentro abundantes provisiones. Al recorrer las colinas
rocosas, vio una capilla excavada en ellas, y tras haber catado los
más diversos vinos, prosiguió su viaje y llegó a Nuremberg. En el
camino díjole su Espíritu: «Has de saber, Fausto, que el nombre
de Nuremberg proviene de Claudio Tiberio Nerón y la ciudad fue
así llamada por Nerón». Hay en ella dos iglesias parroquiales, la
de San Sebaldo, con el sepulcro del santo, y la de San Lorenzo,
donde se guardan las insignias imperiales, el manto, la espada, el
cetro, el mundo y la corona del emperador Carlomagno. En la
plaza del mercado hay también una hermosa fuente dorada a la
que llaman la Fuente Bella, y en la cual se conserva, según dicen,
la lanza con la que Longino abrió el costado de Cristo, así como
una reliquia de la Santísima Cruz. Tiene esta ciudad quinientas
veintiocho callejas, ciento dieciséis fuentes públicas, cuatro
relojes grandes y dos pequeños, seis puertas grandes y dos más
pequeñas, once puentes de piedra, doce colinas, diez mercados
regulares, trece baños públicos y diez iglesias en las que se hacen
prédicas. La ciudad tiene además sesenta y ocho molinos de agua,
ciento treinta y dos capitanías, dos grandes murallas de
circunvalación con profundos fosos, trescientas ochenta torres,
cuatro baluartes, diez boticas, sesenta y ocho vigilantes,
veinticuatro arqueros o tiradores, nueve rondas, diez doctores en
jurisprudencia y catorce en medicina. Entre Nuremberg y
Augsburgo, adonde llegó cuando despuntaba el día, preguntóle a
su criado de dónde venía el nombre de Augsburgo. Y éste le dijo:
«La ciudad de Augsburgo ha tenido varios nombres; al principio,
cuando la construyeron, se llamó Vindelica, luego Zizaria,
después Eisenburg y, por último, el emperador Augusto Octaviano
le dio el nombre de Augusta»47. Y como el doctor Fausto ya la
había visto antes, pasó de largo y se dirigió a Ratisbona. Y se
disponía también a pasar de largo por ella, cuando su Espíritu le
dijo: «Mi señor Fausto, a esta ciudad le dieron siete nombres
además del de Regensburg, que todavía tiene: Tiberia, Quadrata,
Hyaspolis, Reginopolis, 1mbripolis y Ratisbona. Es decir, el
primero, ciudad de Tiberio, hijo de Augusto; el segundo, ciudad
cuadrada; el tercero, por el lenguaje grosero que se habla en los
alrededores; el cuarto, por los germanos o alemanes; el quinto
vale la ciudad real; el sexto, la ciudad de la lluvia, y el séptimo,
por las balsas y embarcaciones que hay en ella» 48. Es una ciudad
fortificada, sólida y bien construida; por ella corre el Danubio, en
el que van a dar unos sesenta ríos, casi todos navegables. En el
año 1115 se construyó un célebre puente con arcadas de gran

7
4
El nombre latino es Augusta Vindelicorum. En cuanto al origen de
Zizaria, Schedel menciona a una diosa llamada liza, acaso identificable con
la Ceres romana. Eisenburg: Eisenberg, montaña de hierro.
48
Regensburg: Ratisbona. Quadrata: alusión a la planta urbana de forma
cuadrangular. Hyaspolis: posible alusión a los beocios (Hyantes) de la
antigua Grecia, considerados un pueblo inculto y poco refinado. La
explicación «el cuarto, por los germanos o alemanes» es un añadido que no
tiene antecedente en la enumeración anterior. Schedel habla de
«Germanssheim, von dem teuschen volck, die man Germanos haisst» («por
los pobladores alemanes, a los que llaman germanos»). Reginopolis: ciudad
de los reyes. Imbripolis: del lat. imber, -ris, lluvia. Ratisbona:
probablemente del lat. ratis, balsa.
valor artístico, así como una iglesia también muy digna de elogio,
San Remigio, una obra de arte.
No se detuvo mucho tiempo allí el doctor Fausto, que continuó
pronto su viaje no sin antes cometer un hurto en la bodega de la
hostería El gran arbusto. Luego partió y llegó a Munich, en
Baviera, provincia realmente principesca. Tiene la ciudad un
aspecto muy nuevo, con anchas y hermosas calles y casas
magníficamente decoradas. De Munich pasaron a Salzburgo,
ciudad episcopal situada en Baviera, que al principio también
tuvo varios nombres. En esa región hay estanques, colinas de
escasa altura, lagos y montes donde abundan las aves silvestres y
el venado. De Salzburgo pasó a Viena, en Austria, pues divisó la
ciudad a la distancia, y, como le dijo el Espíritu, no es fácil
encontrar otra más antigua que ella. Según dicen, debe su nombre
a Flavio, gobernador de la provincia. Tiene esta ciudad un foso
grande y ancho con una trinchera, y la circunferencia de sus
murallas, todas muy bien fortificadas, es de trescientos pasos. Las
casas suelen estar pintadas, y junto a la residencia imperial se alza
la universidad. El gobierno municipal está en manos de sólo
dieciocho personas, y para la vendimia se utilizan mil doscientos
caballos. Tiene también esta ciudad amplias y muy profundas
bodegas, el empedrado de sus calles es muy duro, y las casas
cuentan con cámaras y aposentos muy alegres, espaciosas
caballerizas y toda suerte de ornamentos.
Al salir de Viena elevóse nuevamente por los aires y desde lo
alto divisó una ciudad aún distante: era Praga, la capital de
Bohemia. Es una ciudad grande y está dividida en tres partes, a
saber: la antigua, la nueva y la pequeña Praga. Esta última
comprende la orilla izquierda y la montaña donde se hallan la
corte real y San Vito, la catedral episcopal. La antigua Praga se
encuentra en la parte llana, y está rodeada de enormes fosos.
Desde ella se llega a la pequeña Praga a través de un puente que
tiene veinticuatro arcos. Y la ciudad nueva está separada de la
antigua por un profundo foso circundado en su totalidad por
murallas. Allí se alza el Collegium de la universidad. La ciudad
está además rodeada por un muro.
Hacia la medianoche continuó su viaje el doctor Fausto y vio
nuevamente otra ciudad, y al bajar de lo alto vio que era Cracovia,
la capital de Polonia, donde hay una hermosa universidad. Esta
ciudad, en la que residen los reyes polacos, recibió su nombre de
Craco, duque de Polonia. Está rodeada de altas torres, murallas y
fosos, en algunos de los cuales hay abundancia de peces. Tiene
siete puertas y muchas iglesias grandes y muy bellas. Hay en esa
zona enormes peñascos y montes elevados sobre los que se posó
Fausto, y uno de ellos es tan alto que diríase que sostiene el cielo.
Desde allí pudo contemplar la ciudad el doctor Fausto, que no
entró en ella, sino que la rodeó, siempre invisible.
Desde aquel monte, donde descansó algunos días, volvió a
elevarse luego a las alturas y se dirigió a Oriente, atravesando
numerosos reinos, ciudades y provincias. Voló también varios días
sobre el mar, sin ver otra cosa que agua y cielo, y llegó a Tracia o
Grecia, y a Constantinopla, ciudad que ahora los turcos llaman
Teucros y en la cual tiene su corte el emperador de Turquía. Allí
vivió muchas aventuras, algunas de las cuales contaremos a
continuación, como la del encantamiento que le hizo al emperador
turco Solimán. Constantinopla recibió su nombre del emperador
Constantino el Grande. La ciudad está rodeada de anchas murallas
almenadas y la adornan tantas torres y construcciones que bien se
la podría llamar nueva Roma. El mar la baña por ambos lados y
tiene once puertas y tres palacios que son residencias reales.
Pasó el doctor Fausto varios días observando el poderío, el
esplendor y el boato de la corte del emperador de Turquía, y una
noche en que éste se hallaba sentado a la mesa, cenando, hízole
Fausto un hechizo o encantamiento, pues a lo largo y ancho del
salón imperial empezaron a correr grandes ríos de fuego que
todos intentaban apagar, al tiempo que se oían truenos y caían
relámpagos. Y hechizó al emperador turco de tal manera que éste
no pudo levantarse ni ser trasladado a otro lugar. Iluminóse de
pronto el salón a un grado tal que el Sol parecía tener en él su
morada. Y el Espíritu del doctor Fausto se le apareció entonces al
emperador bajo el aspecto y con las vestiduras y ornamentos de
un Papa y le dijo: «Te saludo, emperador, porque has sido hallado
digno de que yo, tu Mahoma, me presente ante ti». Y tras decir
estas breves palabras desapareció. Hincóse de rodillas el
emperador tras este encantamiento, e invocando a su Mahoma, lo
alabó y glorificó por haberlo hallado digno de presentarse ante él.
A la mañana siguiente entró el doctor Fausto en el palacio
donde el emperador tenía a sus mujeres y concubinas, y que nadie
podía visitar excepto los jóvenes castrados que las atienden. y
hechizó aquel palacio envolviéndolo en una niebla tan espesa que
no se podía ver nada. Adoptó luego Fausto el mismo aspecto y
figura que poco antes adoptara su Espíritu, y haciéndose pasar por
Mahoma, permaneció seis días en aquel palacio, y la niebla
persistió todo el tiempo que él estuvo allí. Esta vez el Gran Turco
exhortó a su pueblo a celebrar esos días con muchas ceremonias.
Y el doctor Fausto, entretanto, comía, bebía y se holgaba y
entregaba a toda suerte de placeres y deleites sensuales, hasta que
un día, tras haber hecho todo eso, se elevó por los aires con las
vestiduras y ornamentos de un Papa, de suerte que todos pudiesen
verlo. Y cuando se hubo alejado y la niebla se disipó, encaminóse
el Gran Turco al palacio, mandó convocar a sus mujeres y les
preguntó quién había estado allí para que esa niebla hubiera
envuelto su palacio tanto tiempo. Ellas le dijeron que había sido el
dios Mahoma, y que de noche mandábalas llamar por separado,
juntábase con ésta o aquélla y le decía que de su simiente nacería
un gran pueblo y muchos héroes valerosos. Consideró el Turco un
gran favor que Mahoma se hubiera juntado con sus mujeres, y
luego les preguntó si había dado buenas pruebas de su virilidad y
actuado como los humanos. Respondiéronle que sí, que tal había
sido su comportamiento y las había amado y abrazado, y
hallábase tan generosamente dotado que ellas hubieran querido
holgarse con él cada día. Además, dijeron, se acostaba con ellas
desnudo y adoptando figura humana; sólo su idioma les había
resultado incomprensible. Los sacerdotes intentaron convencer al
Gran Turco de que no había sido Mahoma, sino un fantasma, pero
las mujeres dijeron que, fantasma o no, había sido muy afectuoso
con ellas y de noche había dado excelentes pruebas de su virilidad
haciéndolo seis veces o más, y que se hallaba, en suma, muy bien
dotado, etc. Todo lo cual dio mucho que pensar al emperador
turco, sumiéndolo en grandes dudas.
Hacia la medianoche partió el doctor Fausto rumbo a El Cairo,
la gran capital que antes se llamaba Chayrum o Menfis, donde el
sultán egipcio tiene su corte y palacio. En Egipto se divide el río
Nilo, que es el más grande del mundo y, cuando el Sol entra en el
signo de Cáncer, riega e inunda toda la tierra de Egipto.
De allí se dirigió Fausto nuevamente hacia Oriente y,
avanzando hacia el norte, llegó a Ofen y Sabatz, en Hungría. La
ciudad de Ofen fue y sigue siendo la capital del reino de Hungría,
país fértil y donde hay ciertas aguas en las que si uno sumerge
hierro, saca cobre. Hay en él minas de oro, plata y toda suerte de
metales. Los húngaros llaman Start a esta ciudad que en alemán
tiene el nombre de Ofen49. Es una gran plaza fuerte, embellecida
por un magnífico castillo. De ahí se dirigió a Magdeburgo y
Lübeck en Sajonia. Es Magdeburgo sede episcopal, y en ella se
conserva una de las seis tinajas de Caná, en Galilea, en las que
Cristo transformó el agua en vino. Lübeck es también una sede
episcopal en Sajonia, etc. De Lübeck se dirigió a Erfurt, en
Turingia, donde hay una universidad. De Erfurt volvió por último
a Wittenberg, a su casa, después de haber viajado durante un año
y medio y visto tal cantidad de lugares que sería imposible
describirlos todos.

[27]
Sobre el Paraíso

Después de haber estado en Egipto, donde visitó la ciudad de


El Cairo, y de haber sobrevolado muchos reinos y provincias
como Inglaterra, España, Francia, Suecia, Polonia, Dinamarca, la
India, África, Persia, etc., llegó también el doctor Fausto a tierra
de moros, posándose siempre en cumbres de montañas, peñascos
o islas para descansar. Estuvo asimismo en la noble isla de
Bretaña, donde hay numerosos ríos y fuentes de aguas termales,
así como una gran variedad de metales, ámbar negro entre otros,
que Fausto llevó consigo a casa. Las Orcadas son islas del gran
9
4
Sabatz: Sabac, ciudad de la antigua Serbia conquistada en 1521 por
Solimán II el Magnífico. Start es sin duda una errata tipográfica de
Schedel, que escribe: «Aber Buda hiess dise Star», (pero Buda se llamaba
esta ciudad). Ofen (horno, estufa, por los antiguos hornos de cal) es el
nombre alemán de Buda, que en 1872 se unió oficialmente a Pest para
constituir la capital del reino de Hungría.
mar que forma parte de Bretaña y suman en total veintitrés, diez
de las cuales son desiertas y trece están habitadas. El Cáucaso,
entre la India y Escitia, es la isla más elevada por la altura de sus
montañas, desde las cuales pudo el doctor Fausto contemplar
grandes extensiones de tierra y mar. Los árboles de la pimienta
abundan allí tanto como entre nosotros los arbustos de enebro.
Creta, la isla de Grecia, se halla en medio del mar de Candía y
pertenece a los venecianos; en ella se produce la malvasía. Dicha
isla está llena de cabras, pero no tiene ciervos. Tampoco hay en
ella animales dañinos, ni serpientes, ni lobos, ni zorros, tan sólo
grandes arañas ponzoñosas. Y Fausto visitó y observó con
detenimiento esta y muchas otras islas que el espíritu Mefostófiles
le fue mostrando.
He de precisar aquí, no obstante, que la razón por la que el
doctor Fausto se detenía en aquellas cumbres no era solamente la
de contemplar desde ellas grandes extensiones de mar y los reinos
y provincias colindantes; etc., sino que pensaba que las cumbres
de algunas de esas islas serían lo suficientemente altas como para
permitirle ver el Paraíso, pues no había hablado de esto con su
Espíritu ni le estaba permitido hacerlo. Y pensaba sobre todo que
desde la isla del Cáucaso, cuyas cimas y cumbres sobrepasan en
altura a las de todas las demás islas, tendría por fuerza que ver el
Paraíso. Y desde una cumbre de la isla del Cáucaso vio en cierta
ocasión toda la India y Escitia; y mirando en dirección a Oriente
hasta la línea de Septentrión, divisó a lo lejos un resplandor
similar al de un sol brillante y un río de fuego que surgía de la
tierra y llegaba hasta el cielo, como una isla pequeña y elevada,
muy bien delimitada sobre la tierra. Vio asimismo que del valle
salían cuatro grandes ríos: uno en dirección a la India, el segundo
hacia Egipto, y el tercero y el cuarto hacia Armenia. Y como
estaba muy deseoso de conocer el origen y fundamento de lo que
veía, decidió preguntárselo a su Espíritu. Cosa que hizo, aunque
con el corazón temeroso, y preguntóle qué era aquello. Y el
Espíritu le respondió bien esta vez, diciéndole que era el Paraíso,
un jardín situado en Oriente y lleno de delicias que había plantado
Dios, y que esos ríos de fuego eran las murallas con que Dios lo
rodeaba para protegerlo. «No obstante», añadió, «mira aquella luz
intensa allá abajo: es la espada de fuego con la que el ángel
guarda el jardín. Y la distancia que aún te falta para llegar hasta
allí es mayor que la que has recorrido hasta ahora; hubieras
podido verlo mejor desde lo alto, mas no lo divisaste, etc. Esas
aguas que se dividen en cuatro partes son los ríos que surgen de la
fuente situada en el centro del Paraíso y se llaman Ganges o
Pisón, Gihón o Nilo, Tigris y Éufrates50. Y como puedes ver
ahora, se encuentra entre los signos de Libra y Aries, llega hasta
el Cielo, y sobre esas murallas ardientes, el ángel querubín con la
espada flamígera ha recibido órdenes de custodiar todo aquello.
Pero ni tú, ni yo, ni hombre alguno puede llegarse hasta allí».

[28]
Sobre un cometa

En cierta ocasión pudo verse en Eisleben un cometa de


extraordinarias dimensiones. Interrogado el doctor Fausto por
unos buenos amigos sobre el origen de este fenómeno, les
respondió diciendo:
-Ocurre a menudo que la Luna cambia de posición en el Cielo
y el Sol pasa a quedar debajo de la Tierra. Y entonces, cuando la
Luna se le aproxima demasiado, el Sol es tan fuerte y potente que
la priva de su resplandor y hace que se vuelva toda roja. Más
tarde, cuando la Luna sube nuevamente a lo alto, adopta colores
muy diversos y de ella se desprende un prodigio del Altísimo que
resulta ser un cometa, con muy distintos aspectos y significados
según los designios de Dios. Unas veces trae al imperio
sediciones, guerras y una serie de calamidades como pestes,
muertes repentinas y enfermedades, y otras se producen
inundaciones, tempestades, incendios, carestías y catástrofes
similares. De dichas conjunciones y transformaciones de la Luna
surge, pues, ese monstruo llamado cometa, porque los malos
espíritus, que conocen los designios de Dios, desencadenan

0
5
Véase Gén. 2, 10-14. Simbólicamente, Fausto sólo llega a columbrar la
espada flamígera del ángel que custodia la entrada del Paraíso, al que no
podrá tener acceso.
entonces sus poderes. Y es como un hijo bastardo 51 entre los
demás astros, pues sus padres son, según queda dicho arriba, el
Sol y la Luna.

[29]
Sobre las estrellas

Un eminente doctor N. V. W.52, de Halberstadt, invitó una vez


al doctor Fausto a su casa, y mientras preparaban la cena, éste se
puso a observar por la ventana el cielo que, por ser otoño, estaba
lleno de estrellas. El tal doctor, que era médico además de buen
astrólogo, había hecho venir al doctor Fausto para que le
instruyese sobre ciertas transformaciones de los planetas y las
estrellas. Acercóse, pues, a la ventana donde estaba el doctor
Fausto a fin de interrogarlo sobre la claridad del cielo y la
multitud de estrellas que en él había, y cuando vio cómo éstas se
limpiaban53 y caían, le preguntó a qué se debía tal fenómeno. Y el
doctor Fausto respondió:
-Estimado señor y hermano mío: Para empezar os diré que la
estrella más pequeña del Cielo, que vista desde aquí abajo nos
parece apenas del tamaño de una gran vela, es más grande que un
principado. También es cierto, según he podido comprobar, que la
extensión y anchura del Cielo es doce veces superior a la de la
1
5
En sus Conversaciones, Lutero se refiere en idénticos términos a los
cometas -portadores de toda suerte de calamidades según las creencias de la
época-, calificándolos de «hijos bastardos» (Hurenkinder) entre los
planetas. El cometa al que alude el autor podría ser quizás el Halley, que
fue visto en 1531.
52
No se ha logrado identificar con certeza a qué nombre corresponden
estas iniciales. Posiblemente se trate de un personaje inventado.
53
Sich butzen: limpiarse. Dentro de este contexto, se alude a la creencia
popular de que los meteoros o estrellas fugaces eran el resultado de una
operación de autolimpieza de las estrellas, comparable al de quitarle la
pavesa a la luz (despavesar o despabilar) o al de sonarse las narices. En
alemán moderno, la palabra Stemschnuppe (Stem: estrella; Schnuppe:
pavesa, pabilo) designa a una estrella fugaz o un aerolito, que antiguamente
se llamaba también Stemschneuze (schneuzen: sonarse las narices y
despabilar una vela), algo así como mucosidad o pavesa de las estrellas.
Tierra. Y aunque en el Cielo no puede verse ninguna Tierra,
algunas estrellas son más grandes que este país, otras tan grandes
como esta ciudad, y, más allá, hay una tan extensa como el
Imperio Romano, y otra tan grande como Turquía, y entre los
planetas hay uno tan grande como toda la Tierra.

[30]
Una pregunta sobre la naturaleza de los espíritus que atormentan a
los hombres

-Todo esto es cierto, mi señor Fausto -dijo el doctor-, pero


¿qué hay de esos espíritus que, según se dice, atormentan a los
hombres no sólo de día, sino también de noche?
Respondióle el doctor Fausto:
-Al no estar sometidos al Sol, los espíritus moran y se
desplazan bajo las nubes; y cuanto más brilla el Sol, más arriba
buscan y hallan su morada, pues la luz y el resplandor del Sol les
están vedados por Dios y jamás les serán concedidos. De noche,
sin embargo, cuando la oscuridad es total, viven entre nosotros,
los hombres. Pues aunque el Sol no relumbre, su brillo ilumina el
primer cielo haciéndolo tan claro como el día, de suerte que en
plena noche, y aunque las estrellas no brillen, los hombres
podemos ver el cielo. Así se explica que los espíritus, no pudiendo
soportar ni sufrir la visión del Sol cuando ha ganado altura, se
aproximen a la Tierra y moren entre nosotros, los hombres,
asustándonos con pesadillas, alaridos y apariciones horrendas y
espantables. Pues al que sale sin luz a la oscuridad le acomete un
gran miedo, y de noche tiene también numerosas visiones, lo que
no le ocurre durante el día. Hay asimismo quien se sobresalta en
sueños, creyendo que algún espíritu ronda cerca de él y va a
agarrarlo, o trasguea por la casa o en sus sueños, y cosas
similares. Todo eso nos ocurre porque de noche los espíritus se
nos acercan y nos atemorizan y atormentan con toda suerte de
quimeras y encantamientos.

[31]
Otra pregunta sobre las estrellas que caen a la Tierra
»En cuanto a las estrellas que de pronto se iluminan y caen a la
Tierra, no es un fenómeno nada nuevo, sino que se produce cada
noche. Y esas chispas o llamas que vemos son, pues, pavesas -o
mucosidades, como las llamamos nosotros- que caen desde las
estrellas, y son glutinosas, negras y medio verdosas. Pues que una
estrella caiga es pura ilusión de los hombres, y cuando a veces
vemos, de noche, un gran río de fuego precipitarse desde lo alto,
no se trata, como solemos creer, de estrellas que caen. Pues si
algunas de esas pavesas o mucosidad es son mucho más grandes
que las otras, ello se debe a que las estrellas son también de
desigual grandor. Pues ninguna estrella cae del Cielo sin que Dios
así lo disponga, para castigar a un país y a sus gentes. Y esas
estrellas traen consigo todas las nubes del Cielo, originando
grandes inundaciones o incendios y arruinando al país y a sus
pobladores.

[32]
Sobre el trueno

Una tarde del mes de agosto sobrevino en Wittenberg una gran


tormenta, con mucho granizo y relámpagos. Y estaba el doctor
Fausto en el mercado junto con otros médicos que deseaban
interrogarle acerca del origen y naturaleza de dicha tempestad. Y
les dio la siguiente respuesta:
-Pues sucede que cuando se avecina una tormenta, levántase
primero un fuerte viento y, cuando ha tronado y relampagueado
largo rato, empiezan a caer copiosos aguaceros. Ello se debe a que
cuando los cuatro vientos del Cielo topan los unos con los otros,
suelen juntar las nubes; o bien traen primero a las nubes, que
acaban mezclándose en un mismo punto y dan origen a la lluvia o
a una nube negra, como la que en este momento puede verse
encima de la ciudad. Después, cuando la tormenta se
desencadena, méteme en ella los espíritus y combaten contra los
cuatro vientos del Cielo, de suerte que el Cielo mismo provoca los
golpes, y es lo que llamamos tronar o retumbar. Y cuando el
viento es muy intenso, el trueno se niega a alejarse y persiste; o a
veces se aleja la tormenta velozmente, lo cual permite apreciar de
qué región del Cielo sopla el viento que se la lleva, pues con
frecuencia llegan las tormentas del Mediodía, y otras veces de
Oriente, Poniente o Septentrión.

Sigue la tercera y última

Parte de las aventuras

Del doctor Fausto, donde

Se narra lo que hizo

y consiguió mediante

La nigromancia en las

Cortes de varios
Soberanos, así como

También su horrible

Y lamentable final

Y despedida

[33]
Una historia del doctor Fausto y el emperador Carlos V

El emperador Carlos, quinto de este nombre 54, había llegado


con toda su corte a Innsbruck. Hallábase también allí el doctor
Fausto, y fue invitado a cenar en la corte por muchos barones y
miembros de la nobleza que conocían sus artes y habilidades,
sobre todo aquellos a los que había curado de importantes males y
enfermedades con sus recetas y medicamentos. Y como le
acompañaban en gran comitiva, reparó el emperador Carlos en él
y preguntó quién era. Respondiéronle que era el doctor Fausto, y
el emperador guardó silencio hasta el final de la cena. Sucedió
todo esto durante el verano, tras las festividades de san Felipe y
4
5
Al emperador Maximiliano de Austria, abuelo paterno de Carlos V (I de
España), también se le atribuyen experiencias similares. Según varios
testimonios -entre ellos uno del propio Lutero (op. cit.)- un célebre
nigromante le habría permitido ver los espectros de varios héroes y
personajes históricos de la Antigüedad, así como el de su primera esposa
María de Borgoña, madre de Felipe el Hermoso, muerta a los veinticinco
años (1482) a consecuencia de una caída del caballo.
Santiago Apóstol. Mandó luego el emperador que condujeran a
Fausto a sus aposentos y le dijo que sabía que era un experto en
magia negra y tenía un Espíritu con dotes adivinatorias, por lo que
deseaba ver alguna demostración de sus artes; prometióle además
por su corona imperial que no le ocurriría nada malo. Al oír lo
cual el doctor Fausto se declaró humildemente dispuesto a
complacer el deseo de Su Majestad Imperial.
-Pues escúchame bien -le dijo entonces el emperador-. Estando
recostado en mi lecho el otro día, pensé que mis abuelos y
antepasados lograron alcanzar un grado de autoridad al que yo y
mis sucesores apenas podríamos aspirar, y, muy en particular, que
entre todos los monarcas, el poderosísimo emperador Alejandro
Magno, lucero y ornamento de los emperadores todos, según
puede leerse en las crónicas, llegó a poseer tantas riquezas y a
sojuzgar tal cantidad de reinos y principados que a mí y a mis
sucesores nos sería muy difícil igualarlo. Es mi deseo, por ello,
que me hagas ver a Alejandro y a su esposa con el mismo aspecto,
porte, apariencia y comportamiento que en vida tuvieron, para que
así pueda comprobar que eres un maestro experimentado en el
ejercicio de tus artes.
-Clementísimo señor -dijo Fausto-, para complacer
humildemente el deseo de Vuestra Majestad Imperial de ver las
personas de Alejandro Magno y su esposa con el mismo porte y
apariencia que en vida tuvieron, voy a hacer, en la medida en que
mi Espíritu me lo permita, que se tornen visibles y se muestren
ante vuestros ojos. Vuestra Majestad ha de saber, sin embargo,
que sus cuerpos mortales no pueden resucitar de entre los muertos
ni estar presentes, por ser cosa de todo punto imposible. Pero los
Espíritus antiquísimos que vieron a Alejandro y a su esposa sí
pueden adoptar su porte y apariencia y convertirse en ellos, y por
su mediación voy a hacer que Vuestra Majestad pueda ver
realmente a Alejandro.
Dicho lo cual salió Fausto de los aposentos imperiales para
hablar con su Espíritu. Volvió luego donde el emperador y declaró
estar dispuesto a satisfacer su deseo con la condición de que Su
Majestad Imperial no le hiciera preguntas ni hablara, cosa que el
emperador le prometió. El doctor Fausto abrió entonces la puerta
y al instante entró el emperador Alejandro con el mismo porte y
apariencia que en vida tuviera, a saber: un hombrecillo gordo y
bien proporcionado, con una espesa barba, entre rubicunda y
gualda, mejillas encarnadas y un rostro de expresión severa, como
si tuviera ojos de basilisco. Armado de punta en blanco, se acercó
al emperador Carlos y le hizo una profunda reverencia. El
emperador quiso levantarse y darle la bienvenida, pero el doctor
Fausto se lo impidió. Poco después, cuando Alejandro volvió a
inclinarse y se encaminó a la puerta, entró su esposa y le hizo
también una reverencia al emperador. Iba enteramente vestida de
terciopelo azul, con recamos de oro y perlas; era una mujer de
extraordinaria belleza y tenía las mejillas sonrosadas, como de
sangre y leche, el talle esbelto y el rostro oval. Pensó entonces el
emperador: «Pues he visto a dos personas a las que deseaba ver
hace mucho tiempo, y no cabe duda de que el Espíritu se ha
transformado en ellas y no me ha engañado, como la mujer que
invocó al profeta Samuel». Y para cerciorarse aún más de la
verdad del hecho, pensó luego: «Muchas veces he oído decir de
ella que tenía un gran lunar en la nuca». Y se le acercó por ver si
también lo tenía, y encontró el lunar, pues la aparición se había
quedado tiesa e inmóvil como una pica hasta que al final se
desvaneció. Y así fue satisfecho el deseo del emperador.

[34]
Por arte mágica, el doctor Fausto le hace crecer una cornamenta
de ciervo en la cabeza a un caballero

Después de dar cumplimiento al deseo del emperador, como ya


se dijo, sentóse una tarde el doctor Fausto en una almena -ya
habían anunciado la cena en la corte- para ver entrar y salir a la
servidumbre. Y al dirigir la mirada hacia los aposentos destinados
a los caballeros, divisó de pronto a uno de ellos durmiendo junto a
una ventana (pues hacía mucho calor aquel día). No quiero
mencionar el nombre del durmiente55, porque era un caballero y

5
5
En la acotación marginal, escrita en latín, se lee: Erat Raro ab Hardeck
(Era el barón von Hardeck), aunque no se haya podido precisar a qué
miembro de esta familia noble hace alusión el autor.
barón de noble origen, y esta aventura lo puso en gran ridículo.
Lo cierto es que el espíritu Mefostófiles ayudó a su amo fiel y
diligentemente e hizo crecer en la cabeza del caballero una
cornamenta de ciervo. Cuando éste se despertó y asomó la cabeza
por la ventana, se dio cuenta del hechizo ¡y qué susto tan terrible
el que se llevó el buen señor! Pues las hojas superiores de la
ventana se cerraron y ya no pudo avanzar ni retroceder con su
enorme cornamenta. Advirtiólo el emperador y se echó a reír y
holgóse mucho, hasta que por último el doctor Fausto lo liberó del
encantamiento.

[35]
De cómo el citado caballero quiso vengarse del doctor Fausto,
mas no lo consiguió

Despidióse el doctor Fausto de la corte, donde, además de los


regalos ofrecidos por el emperador y otros personajes, recibió
grandes muestras de afecto y buena voluntad. Y cuando había
recorrido ya legua y media, divisó siete hombres a caballo que lo
andaban buscando en un bosque. Eran servidores del caballero al
que le había ocurrido la aventura de la cornamenta de ciervo en la
corte. Reconocieron todos al doctor Fausto y lanzáronse contra él
a rienda suelta y con los arcabuces listos para disparar. Mas
Fausto lo notó y se escabulló en un bosquecillo del que volvió a
salir poco después para, a su vez, arremeter contra ellos. Y en ese
momento advirtieron que todo el bosquecillo estaba lleno de
caballeros armados que se disponían a atacarlos. Tuvieron, pues,
que poner pies en polvorosa, pero fueron detenidos y rodeados,
por lo que pidieron clemencia al doctor Fausto. Éste los dejó irse
no sin antes hacer que, durante un mes, todos llevaran cuernos de
cabra en la frente, y sus caballos cuernos de vaca. Tal fue su
castigo, y fue así como Fausto logró avasallar al caballero y a los
servidores mediante sus artes mágicas.

[36]
De cómo el doctor Fausto devoró una carga de heno, junto con el
carro y los caballos de un labriego

Llegó una vez el doctor Fausto a una pequeña ciudad cercana a


Gotha, donde tenía cosas que hacer. Era el mes de junio y por
todas partes estaban entrojando heno en los graneros. Al caer la
tarde salió a dar un paseo con unos cuantos amigos, tras haber
bebido más de la cuenta. Y cuando él y sus acompañantes
llegaron a la puerta de la ciudad y empezaron a caminar a lo largo
del foso, topáronse con un carro de heno. Plantóse el doctor
Fausto en medio del camino carretero, por lo que el labriego se
vio obligado a pedirle que lo dejara pasar y se pusiera a un lado
del camino. Y el doctor Fausto, que estaba borracho, le respondió:
-Ahora veremos si yo he de cederte el paso a ti o tú me lo has
de ceder a mí. ¿Me oyes, hermano? ¿Nunca has oído decir que un
carro de heno ha de cederle el paso a un hombre borracho?
Enojado por todo esto, el labriego cubrió a Fausto de
improperios, pero éste le replicó:
-¿Cómo, labriego? ¿Encima quieres provocarme? No me
vengas con majaderías o me comeré tu carro, tu heno y tus
caballos.
Y el labriego le repuso:
-¡Pues a ver si, también te comes mi mierda!
Y el doctor Fausto lo hechizó entonces de tal modo que el
labriego creyó ver la boca de Fausto convertida en una enorme
cuba que se tragó y devoró primero los caballos y luego el heno y
el carro. Aterrorizado, el hombre echó a correr a casa del
burgomaestre y le contó circunstanciadamente lo ocurrido. El
burgomaestre sonrió y se dirigió con él a ver qué había de cierto
en esa historia. Y cuando llegaron ante la puerta de la ciudad,
encontraron el carro y los caballos del campesino enganchados
como antes, pues Fausto no había hecho sino embaucarlo.

[37]
Que trata de tres nobles condes a los que el doctor Fausto llevó
por los aires a Munich, dando cumplimiento a su deseo de asistir a
las bodas del hijo del príncipe de Baviera
Tres nobles condes a quienes no podemos nombrar aquí, y que
por entonces estudiaban en Wittenberg, se reunieron un día para
comentar el esplendor y magnificencia que habría en las bodas del
hijo del príncipe de Baviera en Munich, y desearon poder estar
allí aunque sólo fuera media hora. Mientras conversaban, uno de
los señores tuvo una idea y dijo a los otros condes:
-Queridos primos: Si estáis dispuestos a seguirme, quiero
daros un buen consejo para que podamos asistir a las bodas y
estar de vuelta en Wittenberg esa misma noche. Os propongo que
mandemos llamar al doctor Fausto, le revelemos nuestro
propósito, le ofrezcamos un regalo y le pidamos que nos preste su
ayuda, que a buen seguro no nos la negará.
Convinieron los tres en esto y mandaron llamar a Fausto, le
expusieron su propósito, le hicieron un regalo y le ofrecieron un
espléndido banquete, de lo que Fausto se alegró mucho y
prometió ayudarlos. Cuando llegó el tiempo en que el hijo del
príncipe de Baviera iba a celebrar su boda, Fausto mandó llamar a
los condes a su casa y les dijo que se pusieran sus mejores galas y
todas las joyas que tuviesen. Luego cogió una ancha capa, la
extendió en el jardín que tenía junto a su casa, hizo sentar en ella
a los condes y él mismo se instaló en el medio; pidió les luego
encarecidamente que no hablasen ni dijesen una sola palabra
mientras durase el viaje, y si estando ya en el palacio del príncipe
alguien quería hablar con ellos o preguntarles algo, que tampoco
le respondiesen. Y ellos prometieron obedecerle en todo. Tras
recibir esta promesa, el doctor Fausto se sentó e hizo unos cuantos
conjuros, y de allí a poco se alzó un fuerte viento que levantó la
capa y los llevó por los aires de modo que pudieron llegar a
tiempo a Munich, a la corte del príncipe de Baviera. Durante el
viaje permanecieron invisibles y nadie advirtió su presencia hasta
que llegaron al palacio. Cuando los vio el maestresala, fue a
avisar al príncipe que todos los príncipes, condes y grandes
señores estaban ya sentados a la mesa, pero que afuera aún había
tres caballeros con un criado que acababan de llegar, y había que
recibirlos. Cosa que el viejo príncipe hizo, y aunque les dirigió la
palabra, ellos no quisieron responderle. Ocurrió todo esto de
noche, cuando en la corte se disponían a cenar y ellos ya habían
podido asistir a la espléndida celebración de la boda sin ningún
contratiempo, invisibles gracias a las artes del doctor Fausto.
Como ya se dijo, éste les había prohibido severamente hablar con
quien fuera durante todo el día, añadiendo que en cuanto él dijera
«¡Vamos!», todos juntos deberían coger con fuerza la capa para
así desaparecer al instante. Y mientras el príncipe de Baviera les
hablaba sin obtener respuesta alguna, pasaron un aguamanil y uno
de los condes desobedeció la orden del doctor Fausto; éste
exclamó entonces «¡Vamos!», y al punto desaparecieron Fausto y
los dos condes que habían aferrado la capa, mientras el tercero,
que se había atrasado, fue hecho prisionero y encerrado en un
calabozo. Los otros dos condes llegaron, pues, a Wittenberg hacia
la medianoche, muy confusos y afligidos por la suerte de su
primo, pero el doctor Fausto los consoló, prometiéndoles liberarlo
a la mañana siguiente. Estaba el conde cautivo sumamente
pesaroso e inquieto al verse así abandonado, y encima en una
prisión y vigilado por guardianes. Preguntáronle qué género de
hechizo había sido aquél y quiénes eran los otros tres que habían
desaparecido. Y el conde pensó: «Si los delato, esto acabará mal».
Por eso no dio respuesta a nadie, y ese día no pudieron sonsacarle
información alguna. Finalmente le anunciaron que al día siguiente
lo atormentarían para obligarlo a que hablase. Pensó el conde: «Si
el doctor Fausto no me libera esta noche y mañana me hostigan y
dan tormento, me veré obligado a hablar». Pero se consoló
pensando que sus compañeros pedirían insistentemente al doctor
Fausto que lo pusiera en libertad. Y así fue. Pues antes de que
rayara el día ya estaba Fausto a su lado y hechizó a los alcaides de
modo tal que cayeron en un profundo sueño. Luego abrió puertas
y candados con sus artes mágicas y llevó al conde prontamente
hasta Wittenberg, donde le fueron ofrecidos espléndidos regalos.

[38]
De cómo el doctor Fausto recibió dinero prestado de un judío y le
entregó en prenda su pierna, tras habérsela aserrado en presencia
del judío
Dicen que una bruja y un mago no consiguen ganar más de tres
hellers en el curso de un año. Y es lo que le ocurrió al doctor
Fausto. Muchas promesas le había hecho su Espíritu, mas eran en
gran parte falsas, pues el Diablo es un espíritu mentiroso. Solía
recordarle a Fausto las habilidades que le había enseñado y con
las cuales él mismo debería hacerse rico, pues gracias a ellas
jamás le faltaría dinero. Además, su tiempo aún no se había
consumido, le dijo un día, sino que sólo habían transcurrido
cuatro años desde la firma del pacto por el que él se comprometió
a que no le faltaran bienes ni dinero, y gracias a sus artes también
había podido procurarse comida y bebida en todas las cortes de
los poderosos, como ya se ha contado. Esta vez el doctor Fausto
tuvo que darle la razón sin oponerse, y se quedó pensando en lo
hábil que era. Y tras esta discusión y la explicación que le dio su
Espíritu, se fue a banquetear con unos buenos compañeros suyos.
Como se le acabara un día el dinero, viose obligado a pedir
prestado a los judíos. Cosa que hizo, pidiéndole sesenta táleros a
un judío por un mes. Cuando hubo transcurrido el plazo y el judío
esperaba recuperar su dinero junto con los réditos -aunque el
doctor Fausto no tuviera la menor intención de devolverle nada-,
fue a buscarlo a su casa y le exigió el pago de la deuda. Y el
doctor Fausto le dijo:
-Judío, estoy sin dinero y no sé cómo conseguirlo. Pero para
que tengas la seguridad de que pienso pagarte, voy a cortarme un
miembro, ya sea un brazo o una pierna, ya dejártelo en prenda con
la condición expresa de que me lo devuelvas en cuanto consiga el
dinero y te pague.
El judío, que de todas formas era enemigo de los cristianos,
pensó para sí: «Hombre temerario ha de ser si es capaz de dejar
sus miembros como prenda». Y aceptó complacido la oferta.
Cogió entonces el doctor Fausto una sierra, se cortó con ella una
pierna y se la dio al judío (aunque todo era puro encantamiento),
con la condición de que en cuanto consiguiera el dinero y le
pagara, se la devolviera para él mismo ponérsela otra vez en su
sitio. El judío quedó contento con el trato y se fue con la pierna.
Mas no tardó en cansarse de ella y se puso a pensar: «¿De qué me
servirá esta pierna corrompida? Si me la llevo a casa, empezará a
apestar, y tampoco será fácil reponerla en su lugar. Es sin duda
una prenda muy valiosa, y el hombre no hubiera podido
comprometerse más a fondo que cortándose una pierna, pero a mí
no me aportará nada». Y con estos y otros pensamientos (como el
mismo judío confesó más tarde), llegó hasta un puente y arrojó la
pierna al río. Muy bien lo sabía el doctor Fausto, pues al cabo de
tres días mandó llamar al judío diciéndole que quería pagarle.
Cuando llegó, Fausto le preguntó dónde tenía la prenda, que si se
la devolvía, le pagaría. Díjole el judío que como no le servía a
nadie, la había tirado. Pero el doctor Fausto insistió en que si no le
devolvía la prenda, es decir su pierna, tendría que someterse a su
voluntad. Y para deshacerse de él, el judío tuvo que pagarle
sesenta táleros más, y el doctor Fausto conservó su pierna sana y
salva.

[39]
El doctor Fausto embauca a un tratante en caballos

Algo semejante le hizo en una feria a un tratante en caballos.


Tras haberse conseguido un magnífico caballo, se dirigió en él a
un lugar llamado Pfeiffering56, donde había una feria. Se
presentaron muchos compradores y acabó vendiendo el animal
por cuarenta florines, no sin antes decirle al tratante que no se
metiera con él en ningún abrevadero. Pero el chalán, deseoso de
ver qué había querido decirle, se metió en un río a lomos de su
cabalgadura, que de pronto desapareció, dejándolo sentado sobre
un haz de paja en el que por poco se ahoga. Como conocía la
posada donde estaba alojado su vendedor, encaminóse allí furioso
y encontró al doctor Fausto dormido en una cama y roncando. Lo
cogió entonces por el pie con la intención de tirarlo al suelo, pero
la pierna entera se desprendió de las posaderas y el chalán dio
consigo en tierra en medio de la cámara. En ese momento el
doctor Fausto rompió a gritar: «¡Socorro, que me matan!», y el
tratante, asustado, puso pies en polvorosa creyendo que le había
arrancado la pierna del trasero. Así volvió a conseguir dinero el
doctor Fausto.
6
5
Pfeiffering: lugar ficticio.
[40]
El doctor Fausto devora una carga de heno

Llegó un día el doctor Fausto a una ciudad llamada Zwickau,


donde numerosos maestros le hicieron compañía. Y al salir de
paseo con ellos después de cenar, se topó con un labriego que
conducía un gran carro repleto de heno. Preguntóle Fausto cuánto
quería por permitirle comer a su antojo y convinieron en un
kreutzer o lowenpfennig57, pues el labriego creyó que sólo quería
chancear. Y el doctor Fausto se puso a comer con tan grande
avidez que los circunstantes no pudieron menos que soltar la
carcajada. Hechizó, pues, al labrador de tal modo que éste se
aterró al ver que Fausto ya se había engullido medio carro. Mucho
hubiera querido el buen hombre conservar íntegra la otra mitad,
pero tuvo que someterse a la voluntad de Fausto. No obstante,
cuando llegó a su destino tenía otra vez completa su carga de
heno.

[41]
Sobre una reyerta entre doce estudiantes

Frente a la casa del doctor Fausto, en Wittenberg, siete


estudiantes riñeron en cierta ocasión con otros cinco. Pareciéndole
desigual la refriega, Fausto recurrió a sus artes mágicas y los
hechizó para que no pudieran verse unos a otros, por lo cual,
furiosos, empezaron a repartir golpes a ciegas. Mucho se rieron
los espectadores de la singular escaramuza, y al final hubo que
llevar a todos los pendencieros a sus casas, en donde nada más
entrar recuperaban la vista.

[42]
7
5
Löwenpfennig: antigua moneda de Turingia y Sajonia.
Una aventura con unos labradores borrachos

Estaba una vez el doctor Fausto bebiendo en una taberna llena


de labriegos que se habían echado demasiado vino al coleto, y con
sus gritos y cantos armaban tan grande alboroto que ninguno
lograba oír ya sus propias palabras. Dijo entonces Fausto al que lo
había invitado: «¡Fíjate bien: ahora mismo voy a hacer que cese
esta vocería!». Y como los labriegos siguieran chillando y dando
voces cada vez con mayor fuerza, los hechizó de tal manera que
se quedaron todos con la boca muy abierta y sin poder cerrarla.
Pronto reinó un silencio total, y los labriegos mirábanse unos a
otros sin comprender qué les había ocurrido. No obstante, en
cuanto alguno de ellos salía de la taberna, recuperaba el habla, por
lo que tampoco se quedaron dentro mucho tiempo.

[43]
De cómo el doctor Fausto vendió cinco puercos a seis florines
cada uno

Volvió el doctor Fausto a ganar dinero de forma poco honesta.


Se consiguió cinco cerdos bien cebados y los vendió a seis
florines cada uno, con la condición de que el porquerizo no
atravesase con ellos ningún río o corriente de agua. Dicho lo cual
se retiró a su casa. Mas como los cerdos se revolcaran en el fango
y la inmundicia, el porquerizo los llevó a un río en el cual
desaparecieron, quedando sólo unos haces de paja que flotaban en
la superficie. Y así acabó perjudicado el comprador, pues no
entendía cómo había podido ocurrir algo semejante ni sabía quién
le había vendido los puercos.

[44]
Sobre las aventuras del doctor Fausto en la corte del príncipe de
Anhalt
Llegó en cierta ocasión el doctor Fausto a la corte del conde de
Anhalt (actualmente son príncipes), quien lo colmó de gracias y
favores. Aquello ocurrió un mes de enero. En la mesa, Fausto
advirtió que la condesa estaba en meses mayores. Cuando terminó
la cena y sirvieron los postres, el doctor Fausto dijo a la condesa:
-Dignísima señora, como siempre he oído decir que las
mujeres encinta tienen deseos y antojos de muy diversas cosas,
ruego a V .E. tenga a bien no ocultarme qué le apetecería comer.
Y ella le respondió:
-Señor doctor, la verdad es que no quisiera ocultároslo: me
apetecería que fuera otoño y poder comer uvas y fruta fresca hasta
saciarme.
A lo cual replicó el doctor Fausto:
-Dignísima Señora, no me será nada difícil complaceros. En
media hora será satisfecho el deseo de V .E.
Y cogiendo seguidamente dos fuentes de plata las puso fuera,
ante la ventana. Así que hubo transcurrido la media hora, sacó las
manos fuera y volvió a meter las fuentes: en una de ellas había
uvas blancas y coloradas, y en la otra, manzanas y peras, aunque
de especies exóticas y provenientes de tierras muy lejanas. Y
mostrándoselas a la condesa, le dijo:
-No tenga V. E. reparo alguno en comerlas, pues vienen de
tierras exóticas y muy remotas, donde el verano está a punto de
acabar.
Admiróse mucho la condesa y comió de todas las uvas y frutas
con gran contento. Y el príncipe de Anhalt no pudo por menos de
preguntar qué uvas y frutas eran aquéllas y cómo las había
conseguido.
Y el doctor Fausto le respondió:
-Dignísimo Señor, ha de saber V. E. que el año se divide según
los dos hemisferios de la Tierra, y que cuando aquí es invierno,
como ahora, en Oriente y Occidente es verano. Pues el cielo es
redondo y el Sol se encuentra ahora en su punto más alto, por lo
que aquí tenemos los días más cortos y el invierno. Pero en
Oriente y Occidente, así como en Saba, la India y en todas las
tierras de Levante, el Sol desciende, de ahí que tengan verano y
dos cosechas de fruta al año. Además, cuando es de noche entre
nosotros, para ellos empieza el día, pues el Sol se ha instalado
debajo de la Tierra. Es algo semejante a lo que ocurre con el mar:
que llega a elevarse muy por encima de la Tierra, y si no
obedeciera al Altísimo, podría aniquilarla en un instante. Así,
pues, ahora el Sol sube allí y desciende aquí, entre nosotros.
Sabiendo esto, dignísimo Señor, envié hacia allí a mi Espíritu, que
puede volar rápidamente y transformarse al punto en lo que le
plazca; él ha traído estas uvas y frutas.
Con gran admiración escuchó el príncipe todo esto.

[44a]
Donde se narra otra aventura del doctor Fausto con el mismo
conde, para complacer al cual hizo surgir por arte mágica un
espléndido castillo en lo alto de una colina

Antes de despedirse, el doctor Fausto rogó al conde que saliera


con él hasta la puerta, desde donde quería mostrarle un palacio o
castillo que había construido esa misma noche en sus posesiones.
Admiróse mucho el conde, y salió hasta la puerta con su esposa y
las damas, acompañando al doctor Fausto. Y hete aquí que sobre
una colina llamada Rohmbühel58, situada no lejos de la ciudad,
vio un espléndido palacio o castillo que el doctor Fausto había
levantado con sus artes mágicas. Rogóle éste al conde y a su
esposa que tuvieran a bien llegarse hasta allí y comer con él, lo
que el conde no rehusó. Rodeaba el castillo encantado un
profundo foso en el que se veía gran variedad de peces y diversas
aves de cuchar como cisnes, patos, garzas y otras semejantes, muy
gratas a la vista. Junto al foso había cinco torres de piedra y dos
puertas, así como un amplio patio donde Fausto había reunido por
arte mágica toda suerte de animales, sobre todo algunos que no es
frecuente ver en Alemania, tales como monos, osos, búfalos,
gamuzas y otros animales exóticos. Mas también había algunos
conocidos, como ciervos, jabalíes o corzos, y aves de todas las
especies imaginables, que saltaban y volaban de árbol en árbol.
Convidó después Fausto a sus huéspedes a sentarse a la mesa,
donde les sirvió un suntuoso y real festín, con todo género de
8
5
Rohmbühel: lugar ficticio.
viandas y bebidas imaginables. Y cada vez hacía servir nueve
platos juntos, tarea que había encomendado a su fámulo Wagner,
quien, invisible, recibía del Espíritu toda suerte de viandas
preparadas con caza mayor y menor, aves, pescado y otros
géneros. Entre los animales del país sirvieron (según contó más
tarde el mismo doctor Fausto) carne de buey, búfalo, cabra, vaca,
ternera, carnero, cordero, oveja y cerdo, etc. La caza mayor y
menor estuvo representada por gamuzas, liebres, ciervos, corzos y
otros venados. Como pescados ofreció anguilas, barbos, percas,
arenques, albures, tímalos, truchas, lucios, carpas, cangrejos,
mejillones, lampreas, platijas, salmones y tencas, entre otros.
Como aves hizo servir capones de leche, patos domésticos y
silvestres, palomas, faisanes, gallos silvestres, pavos, perdices,
ortegas, alondras, zorzales, pavos reales, garzas, cisnes,
avestruces, avutardas y codornices, entre otras. En cuanto a vinos,
los había de los Países Bajos, de Borgoña, de Brabante, de
Coblenza, de Croacia, de Alsacia, de Inglaterra, de Francia, del
Rin, de España, de Holanda, de Luxemburgo, de Hungría, de
Austria, de Eslovenia, de Würzburgo o Franconia, Rheinfall 59 y
malvasía, en fin, toda suerte de vinos de unas cien jarras
dispuestas alrededor. De muy buen grado aceptó el conde tan
magnífico banquete, y después de comer volvió a su palacio. Y
ninguno tuvo la impresión de haber comido o bebido nada, a tal
punto sentían el estómago ligero. Cuando llegaron al palacio,
oyeron unos potentes arcabuzazos que salían del castillo del
doctor Fausto, y poco después lo vieron envuelto en unas llamas
altísimas que lo devoraron por completo. Volvió entonces Fausto
al palacio del conde, quien lo gratificó con varios cientos de
táleros antes de dejarlo partir.

[45]
De cómo el doctor Fausto visitó con unos estudiantes tas bodegas
del obispo de Salzburgo

9
5
Rheinfall: vino del sur, en particular de la región de Rivoli, cerca de
Verona.
Despidióse el doctor Fausto del conde y volvió a Wittenberg
cuando se acercaba el Carnaval. Fausto, que hacía de Baco,
convidó a varios estudiantes y los agasajó espléndidamente, y
como ellos querían seguir celebrando las fiestas con su anfitrión,
éste los persuadió de que fueran con él a unas bodegas y probaran
unos vinos magníficos que quería ofrecerles, propuesta que ellos
aceptaron de inmediato. Cogió entonces Fausto una escalera de su
jardín, hizo que cada uno se sentara en un paso y partió con todos
hacia las bodegas del obispo de Salzburgo, donde llegaron esa
misma noche. Allí probaron todo género de vinos y bebieron sólo
de los mejores, pues dicho obispo tenía unos viñedos magníficos.
Y estando todos juntos en la bodega, bastante alegres de cascos
-el doctor Fausto había llevado consigo un pedernal para que
pudiesen ver las cubas-, se apareció de pronto el bodeguero del
obispo y empezó a dar voces diciendo que unos ladrones habían
irrumpido en la bodega. Enojado, el doctor Fausto exhortó a sus
compañeros a retirarse, y cogiendo al bodeguero por los cabellos,
echó a volar con él hasta llegar a la copa de un gran pino, donde
lo dejó, presa de gran temor y espanto. Luego volvió a casa con
sus compañeros, y antes de despedirse, brindaron con el vino que
Fausto había traído en unas botellas muy grandes de las bodegas
del obispo. Y el bodeguero tuvo que quedarse toda la noche en la
copa del árbol, cuidando de no caerse y pasando un frío muy
intenso. Cuando amaneció, vio que el pino era tan alto que le sería
imposible bajar, pues no tenía ramas ni arriba ni abajo, y llamó a
unos labriegos que por ahí pasaban, les contó lo que le había
ocurrido y les rogó que lo ayudaran a bajar. Asombráronse mucho
los labriegos y fueron a contar la nueva en la corte de Salzburgo.
Acudió entonces gran cantidad de gente y pudieron bajarlo con
ayuda de cuerdas y mucha dificultad y trabajo. Pero el bodeguero
no supo decir quiénes habían estado en las bodegas ni quién lo
había subido a aquel árbol.

[46]
Sobre el Martes de Carnaval
Tras haber celebrado el Domingo de Carnaval en casa del
doctor Fausto, esos siete estudiantes -cuatro de los cuales eran
Maestros y estudiaban teología, jurisprudencia y medicina- fueron
convidados nuevamente a cenar el Martes de Carnaval (pues eran
huéspedes muy conocidos y apreciados del doctor Fausto). Y
después de haberles servido pollo, pescado y asado en raciones
asaz frugales, consoló a sus convidados con las siguientes
palabras:
-Estimados señores, ya habéis visto la frugalidad de mi cena,
con la cual tendréis que contentaros. Mucho mejor será el vino
que bebamos antes de acostarnos. Como bien sabéis, en las cortes
de muchos poderosos se celebra el Carnaval con viandas y
bebidas deliciosas, que vosotros también probaréis. Y ésta es la
razón por la que os he servido tan poca comida y bebida y casi no
habéis saciado vuestra hambre: hace dos horas que puse en mi
jardín tres botellas, una de cinco azumbres y las otras dos de
ocho, y le ordené a mi Espíritu que trajera vino húngaro, italiano
y español. Asimismo he puesto en mi jardín quince fuentes llenas
de todo género de viandas que sólo tengo que calentar. Y debéis
creerme: no es ningún encantamiento y, por tanto, no penséis estar
comiendo algo irreal.
Cuando acabó su discurso, ordenó a su fámulo Wagner que
preparase otra mesa, cosa que éste hizo. Y sirvió cinco veces tres
platos diferentes, toda suerte de caza mayor y menor, fritadas y
otras cosas semejantes. Como vino de mesa sirvió el vino italiano,
y como vinos de honor, los de Hungría y España, y cuando
estuvieron todos ahítos y repletos (aunque sobraba mucha
comida), pusiéronse a cantar y a bailar y no volvieron a sus casas
hasta que amaneció. Pero por la mañana fueron convidados al
verdadero Carnaval.

[47]
El Miércoles de Ceniza, día del verdadero Carnaval
El Miércoles de Ceniza, día del verdadero Carnaval 60,
volvieron los estudiantes convidados a la casa del doctor Fausto,
quien les ofreció un magnífico festín durante el cual cantaron y
bailaron alegremente, entregándose a toda suerte de diversiones.
Y cuando empezaron a circular las copas grandes y los vasos, el
doctor Fausto puso en práctica sus artes mágicas, de modo que en
el salón oyeron sonar toda suerte de instrumentos de cuerda sin
saber de dónde provenía la música. Pues en cuanto cesaba un
instrumento, empezaba otro: ora un órgano, ora un positivo, o
bien laúdes, violines, cítaras, arpas, cromornos, trompetas, flautas
de pico y pífanos, en suma, que había allí toda suerte de
instrumentos. En eso empezaron a bailar los vasos y las copas, y
el doctor Fausto cogió unas diez cazuelas y las puso en medio de
la sala, y todas empezaron a bailar y a golpearse unas contra otras
hasta hacerse añicos, provocando grandes risadas en la mesa.
Poco después dispuso otro pasatiempo: mandó traer un gallo del
corral y lo puso sobre la mesa; y en cuanto le dio de beber, el ave
empezó a cantar espontáneamente. Y luego otro más: puso sobre
la mesa un instrumento e hizo pasar al salón a un mono viejo que
empezó a bailar al son de hermosas melodías. Y tras haberse
divertido así hasta altas horas de la noche, pidió a los estudiantes
que se quedasen a cenar con él, pues quería preparar una cena de
aves e ir después con ellos al baile de disfraces, cosa que
aceptaron de buen grado. Tomó entonces el doctor Fausto una
vara y la sacó por la ventana, y al punto acudieron toda suerte de
pájaros que en cuanto se posaban en ella, no podían ya alzar el
vuelo. Y cuando hubo apresado un buen número, los estudiantes
lo ayudaron a matarlos y desplumarlos. Eran alondras, zorzales y
cuatro patos silvestres. Y tras haber comido y bebido hasta la
saciedad, fueron juntos al baile de disfraces. Ordenóles el doctor
Fausto que se pusieran todos camisas blancas y luego lo dejaran
actuar libremente. Cosa que hicieron. Y al mirarse luego los
estudiantes unos a otros, pensaron que ninguno de ellos tenía
cabeza y entraron en distintas casas, causando gran espanto entre
la gente. Mas cuando los señores a cuya casa habían ido a buscar

0
6
En realidad, el día del verdadero Carnaval es el martes, aunque Fausto,
por impiedad, lo celebra el Miércoles de Ceniza, día de ayuno y penitencia.
los pastelillos de Carnaval los sentaron a la mesa, recuperaron su
aspecto habitual y fueron reconocidos de inmediato. Poco después
volvieron a metamorfosearse y les crecieron cabezas y orejas de
asno verdaderas. Y así continuaron divirtiéndose hasta la
medianoche, tras lo cual cada cual volvió a su casa a dormir,
poniendo fin a aquel día de Carnaval.

[48]
La cuarta noche de Carnaval, el jueves

La última bacanal se celebró el jueves, día en que cayó una


gran nevada. Ofreciéronle los estudiantes un espléndido festín al
doctor Fausto, durante el cual éste volvió a emplear sus artes
mágicas y convocó en la sala a trece monos que hicieron una serie
de juegos y acrobacias nunca vistos, pues saltaban unos sobre
otros como hacen los monos amaestrados, y al final, cogidos de
las manos, bailaron formando un corro en torno a la mesa para
luego dirigirse a la ventana y desaparecer. Sirviéronla Fausto una
cabeza de ternera asada, y cuando uno de los estudiantes se
disponía a cortarla, la cabeza empezó a gritar con voz humana:
«¡Auxilio, socorro! ¿Qué quieres de mí?», de suerte que todos se
asustaron, aunque luego rompieron a reír y se la comieron. El
doctor Fausto se retiró temprano a su casa, prometiéndoles
regresar. Pronto se consiguió un trineo encantado en forma de
dragón, en cuya cabeza se instaló él mismo, dejando en el centro a
los estudiantes. Y en la cola había cuatro monos muy alegres y
revoltosos, uno de los cuales tocaba una chirimía mientras el
trineo se deslizaba y corría por donde ellos quisieran. Aquello
duró hasta la medianoche, y entre todos armaban tal alboroto que
no podían oírse unos a otros. Y al final los estudiantes tuvieron la
impresión de haber volado por los aires.

[49]
Sobre la invocación de Elena el domingo de Cuasimodo
El domingo de Quasimodo se presentaron de improviso los ya
mencionados estudiantes en casa del doctor Fausto a la hora de
cenar, llevándole comida y bebida, pues eran huéspedes muy bien
vistos. Cuando sirvieron el vino, empezaron a hablar de mujeres
bellas y uno de ellos dijo que la mujer que más le agradaría ver
era Elena de Grecia, causante de la ruina y destrucción de la
hermosa ciudad de Troya. Tuvo que haber sido muy bella, dijo,
para que se la arrebataran a su esposo y por su culpa empezara esa
terrible guerra. Respondió el doctor Fausto:
-Puesto que tan deseosos estáis de contemplar la figura de la
reina Elena, esposa de Menelao, hija de Tíndaro y Leda, y
hermana de Cástor y Pólux, que fue, según dicen, la mujer más
bella de Grecia, haré que se os aparezca para que podáis ver
personalmente su espíritu con el mismo porte y apariencia que en
vida tuvo, tal y como di cumplimiento al deseo del emperador
Carlos V haciendo que se le apareciesen el emperador Alejandro
Magno y su esposa.
Luego ordenó el doctor Fausto que nadie dijese una palabra, ni
se levantase de la mesa, ni se atreviera a saludar, y salió de la sala.
Cuando volvió, lo seguía muy de cerca la reina Elena, y su belleza
era tal que los estudiantes no sabían si eran dueños o no de sus
sentidos, ¡tan confusos y extasiados estaban! Llevaba Elena un
precioso vestido de púrpura negra, sus cabellos, brillantes y
espléndidos como el oro, eran tan largos que le llegaban hasta las
corvas, tenía un par de hermosos ojos negros como el carbón, un
gracioso rostro y una cabeza pequeña y redonda, los labios rojos
como cerezas, la boca menuda, un cuello de cisne blanco, las
mejillas como dos rosas coloradas, la tez de un brillo y una
belleza incomparables, y el talle esbelto, bien formado y muy
recto. En suma, no podía descubrirse en ella tacha alguna. Paseó
entonces por todo el salón una mirada burlona y atrevida que
inflamó el corazón de los estudiantes, mas como sabían que era
un espíritu, muy pronto se les fue el ardor. Y Elena volvió a salir
de la sala en compañía del doctor Fausto.
Después de ver todo esto, pidieron los estudiantes a Fausto que
les hiciera el inmenso favor de volver a invocarla al día siguiente,
pues querían traer a un pintor para que la retratase. Pero el doctor
Fausto se negó diciendo que no podía invocar su espíritu todo el
tiempo, aunque sí quería hacerles llegar un retrato de ella para que
mandasen hacer una copia. Cosa que hizo. Y más tarde los
pintores la enviaron por todas partes, pues era una mujer de
espléndida belleza, aunque nunca se pudo averiguar quién le pintó
aquel cuadro a Fausto. Y cuando los estudiantes se acostaron, no
pudieron dormir pensando en la belleza que habían visto con sus
propios ojos. Y así vemos que el Diablo suele embaucar y cegar
de amor a los hombres, haciéndoles caer en una vida lujuriosa de
la que luego no pueden escapar fácilmente.

[50]
Sobre un juego de manos que hizo saltar por los aires las cuatro
ruedas del carro de un labriego

Fue llamado una vez el doctor Fausto a la ciudad de Brunsvick


por un mariscal aquejado de tisis, para que lo curase. Pero Fausto
tenía la costumbre de no ir a caballo ni en carruaje adonde lo
llamaran, sino siempre andando. Y estando cerca de la ciudad, que
se ofrecía ya a su vista, topóse con un labriego que iba con cuatro
caballos y un carro vacío. Pidióle cortésmente al labriego que le
permitiese subir y lo llevase hasta la puerta de la ciudad, a lo que
el grosero gañán se negó diciendo que ya tenía bastantes cosas
que transportar. No se lo pidió el doctor Fausto en serio, sino sólo
por ver si era una persona amable y servicial. Y esa descortesía,
que suele abundar entre los labriegos, se la devolvió el doctor
Fausto pagándole en la misma moneda. Y le dijo:
-¡Patán! ¡Destripaterrones! Por haber sido zafio y descortés
conmigo, como seguro ya lo has sido y lo seguirás siendo con
otros, te daré tu recompensa: encontrarás cada una de tus cuatro
ruedas en una puerta distinta de la ciudad.
Y al instante volaron las cuatro ruedas por los aires y cada una
fue a caer junto a una puerta distinta de la ciudad, mas sin que
nadie lo advirtiese. También los caballos cayeron a tierra y no
volvieron a moverse. Asustóse mucho el labriego y vio en todo
aquello un castigo especial de Dios por su rustiquez. Muy
afligido, pues, y llorando, juntó ambas manos y suplicó a Fausto
de rodillas que lo perdonara, reconociendo que merecía realmente
ese castigo. Ya le serviría de escarmiento para no cometer nunca
mas semejante grosería, añadió. Tal muestra de humildad hizo que
Fausto se apiadase, y le respondió diciendo que no volviera a
hacérselo a nadie más, que no había nada más ignominioso que la
descortesía o la ingratitud a la cual se suma la arrogancia. Que
cogiera un poco de tierra y la tirase sobre los caballos, que así se
levantarían y volverían a la vida. Lo cual sucedió. Dijo luego al
labriego:
-Tu descortesía no puede quedar totalmente impune, sino que
ha de ser pagada en la misma moneda. Y puesto que te pareció un
esfuerzo tan grande llevar a una sola persona en tu carro vacío,
ahora tendrás que buscar cada una de tus cuatro ruedas junto a
una puerta distinta de la ciudad.
Y el labriego fue y las encontró, tal como le había dicho el
doctor Fausto, con gran pena y esfuerzo, viéndose obligado a
descuidar los trabajos que tenía pendientes. Y la descortesía se
volvió así contra su propio amo.

[51]
Sobre cuatro magos que se cortaban la cabeza unos a otros y
volvían luego a colocársela, y lo que les hizo el doctor Fausto

Durante la Cuaresma se dirigió el doctor Fausto a la feria de


Frankfurt. Su espíritu Mefostófiles le contó allí que en una
taberna de la calle de los Judíos había cuatro magos que se
cortaban la cabeza unos a otros y se la enviaban luego al barbero
para que les compusiese la barba, y que mucha gente
comtemplaba aquello. Mucho disgustó esta nueva al doctor
Fausto, que creía ser el único polluelo en la nidada del Diablo, y
fue a verlos en el preciso momento en que los magos se habían
reunido para cortarse las cabezas, y con ellos se hallaba el barbero
encargado de componerlas y lavarlas. Sobre la mesa había un
alambique de vidrio con agua destilada. Uno de ellos era el mago
principal, el verdugo, y con sus artes mágicas hizo surgir en el
alambique un lirio que empezó a florecer, y lo llamó «raíz de la
vida». Luego ejecutó al primero de sus compañeros, mandó que le
hicieran la barba y volvió a colocar la cabeza en su lugar. Al
punto desapareció el lirio, y el hombre recuperó su cabeza por
entero. Lo mismo hizo con el segundo y el tercero, que también
tenían sus lirios en el agua: mandó que les hicieran la barba y
volvió luego a colocarles la cabeza en su lugar. Mas cuando le
llegó el turno al mago y ejecutor principal, y su lirio floreció y
reverdeció en el agua, cortáronle también la cabeza, y mientras la
componían y lavaban en presencia de Fausto, éste se enfadó al ver
tanta infamia y presunción en el mago principal, que se había
dejado cortar la cabeza blasfemando insolentemente y con la risa
en los labios. Acercóse entonces Fausto a la mesa donde estaba el
alambique con el lirio, tomó un cuchillo e hirió con él la flor,
separándola del tallo sin que nadie se diese cuenta. Cuando
advirtieron los magos el desaguisado, sus artes redujéronse a nada
y no pudieron reponerle la cabeza a su compañero. Y aquel
hombre malvado tuvo, pues, que morir y perecer en pecado, que
es así como el Demonio acaba recompensando y despachando a
quienes le sirven. Mas ninguno de los magos supo cómo había
podido cortarse aquel tallo, ni tampoco pensaron que lo hubiera
hecho el doctor Fausto.

[52]
Sobre un anciano que quiso apartar al doctor Fausto de su vida
impía y convertirlo, y de la ingratitud de que fue víctima

Tenía el doctor Fausto por vecino a un médico, cristiano pío y


temeroso de Dios, que amaba las Sagradas Escrituras. y
advirtiendo éste que muchos estudiantes entraban y salían de casa
de Fausto, esa guarida donde moraba el Diablo con sus secuaces y
no Dios con sus ángeles bienamados, se propuso apartar al doctor
Fausto de su impía y diabólica existencia. Movido, pues, por un
celo cristiano, lo mandó llamar a su casa. Acudió Fausto, y
durante la cena el anciano se dirigió a él en los siguientes
términos:
-Mi apreciado señor y vecino, quisiera pediros cristiana y
amablemente que no toméis a mal mi celo ni desdeñéis esta frugal
cena, sino que la aceptéis de buen grado, tal como nos la concede
Dios Nuestro Señor.
Pidióle entonces el doctor Fausto que le expusiera sus deseos,
pues estaba dispuesto a obedecerle en lo que estuviese a su
alcance. Y su anfitrión le dijo:
-Mi apreciado señor y vecino: Sois perfectamente consciente
de haber renegado de Dios y de todos sus santos, y de haberos
entregado al Diablo, con lo que habéis perdido la gracia de Dios,
haciéndoos merecedor de su ira: en suma, que de buen cristiano
habéis pasado a ser un auténtico diablo y un hereje. ¡Ay, qué carga
le habéis impuesto a vuestra alma! Pues no se trata sólo del
cuerpo, sino también del alma, y así os habéis ganado el castigo
eterno y la desgracia de Dios. ¡Ánimo, señor! que no todo se ha
perdido si volvéis hacia atrás y rogáis a Dios que os conceda su
gracia y su perdón. Y ahí tenéis el ejemplo en los Hechos de los
apóstoles, capítulo octavo, donde se habla de Simón de Samaria,
que también había engañado a mucha gente, de suerte que le
consideraban un dios y le llamaban el Gran Poder de Dios o
Simon Deus Sanctus. Pero después, al escuchar las prédicas de
san Felipe, también se convirtió, se bautizó, creyó en Nuestro
Señor Jesucristo y estuvo siempre con Felipe; todo esto es
particularmente glorificado en los Hechos de los apóstoles. Así
pues, señor mío, escuchad complacido mi prédica, y que os sirva
de cordial y cristiana enseñanza. Y ahora tenéis que hacer
penitencia y buscar la gracia y el perdón, de lo que hay muchos y
muy bellos ejemplos como los del buen ladrón, y san Pedro,
Mateo y Magdalena. Pues Cristo Nuestro Señor les dice a todos
los pecadores: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar» 61. Y en el libro del profeta
Ezequiel se dice que Dios no desea la muerte del pecador, sino
que se convierta y que viva, pues Su mano no se ha acortado al
punto de que ya no pueda seguir ayudando62. Por eso os ruego,
señor, que meditéis mis palabras en vuestro corazón e imploréis a
Dios que os conceda el perdón por el amor de Cristo. Renunciad,
pues, a vuestros impíos propósitos, ya que la magia va contra los
1
6
Véase Mt. 11, 28.
2
6
Véase Ez. 18,23 y Núm. 11, 23.
mandamientos de Dios, quien la prohíbe severamente en el
Antiguo y el Nuevo Testamento, cuando dice de los magos que no
hay que dejarlos vivir, ni seguirlos, ni tener contacto con ellos,
porque es abominación a los ojos de Dios. Y también llama san
Pablo «hijo del diablo» al mago Barjesús o Elimas, enemigo de
toda justicia63, y dice que no tendrán parte en el reino de Dios.
Con gran atención escuchó Fausto al anciano y dijo que le
había gustado mucho su discurso. Luego le agradeció su
benevolencia, prometió seguir sus consejos hasta donde le fuera
posible, y se despidió. Cuando llegó a casa, se puso a revolver en
su mente todas esas enseñanzas y admoniciones, considerando el
daño que se había hecho a sí mismo y a su alma al entregarse de
ese modo al Maligno. Quería hacer penitencia y renunciar a la
promesa que le hiciera al Diablo. Y estando ocupado en tales
pensamientos se le apareció su Espíritu, lo cogió como si quisiera
torcerle el cuello y le recordó qué lo había impulsado a entregarse
al Diablo, a saber: su orgullo insolente y temerario. Además, le
dijo, se había comprometido a ser enemigo de Dios y de todos los
hombres, y he aquí que ahora no cumplía su promesa y quería
seguir los consejos de aquel viejo bribón, rindiendo así tributo a
un hombre y a Dios, pese a que ya era demasiado tarde y se
hallaba en las manos del Diablo, que tenía plenos poderes para
llevárselo; y ahora él tenía órdenes de darle muerte -por eso
estaba allí- si antes Fausto no se sentaba a la mesa y se
comprometía nuevamente con su sangre a no dejarse tentar ni
disuadir nunca más por ningún hombre; y sin demora tenía que
decirle si estaba o no dispuesto a hacerlo, pues de no ser así, lo
despedazaría en el acto. Presa del pánico, el doctor Fausto le dio
su consentimiento y, sentándose a la mesa, escribió con su sangre
el siguiente compromiso, que fue encontrado después de su
muerte.

[53]
El segundo pacto que el doctor Fausto entregó a su Espíritu

3
6
Véase Hch. 13, 6-10.
«Yo, Johann Fausto, doctor, declaro y confirmo con mi propia
mano y sangre que he cumplido firme y estrictamente con mi
primer compromiso y contrato durante diecisiete años, y he sido
enemigo de Dios y de todos los hombres. Por el presente renuncio
ahora a mi cuerpo y a mi alma y se los entrego al poderoso dios
Lucifer, de modo que pueda disponer de mí a toda su guisa y
talante. A cambio de lo cual él me promete no acortar ni alargar
mi vida, ni tampoco imponerme suplicio alguno a la hora de mi
muerte o en el Infierno. Yo, a mi vez, me comprometo a no
obedecer nunca más a ningún hombre ni a escuchar sus
admonestaciones, enseñanzas, doctrinas, consejos o amenazas, ya
sea que invoque la palabra de Dios o bien razones de orden
temporal o espiritual, y, sobre todo, a no obedecer a ningún
preceptor religioso ni a seguir sus enseñanzas, sino a observar
firme y fielmente lo estipulado en el presente contrato, que
ratifico y suscribo con mi propia sangre. En Wittenberg, etc.»
Tras firmar este pacto impío y condenable se enemistó Fausto
a tal punto con el buen anciano que hasta llegó a atentar contra su
vida. Mas la conducta y devoción cristianas de aquel hombre
pusieron tal freno al Enemigo malo que éste nada pudo hacer
contra ellas. Pues al cabo de dos días, cuando el piadoso anciano
iba a acostarse, oyó en su casa un estrépito tan grande como jamás
había oído anteriormente, y algo entró el su aposento gruñendo
como un cerdo y se estuvo allí bastante rato. El anciano empezó
entonces a mofarse del Espíritu diciendo: «¡Oh, qué bella música
campestre llega a mis oídos! ¡Qué hermosa canción la de este
fantasma! ¡Qué bello canto de alabanza de un ángel que no pudo
permanecer ni dos días en el Paraíso y se introduce
engañosamente en las casas ajenas al ser incapaz de quedarse en
la suya propia!». Y con estos comentarios burlones alejó al
Espíritu. Cuando el doctor Fausto le preguntó cómo le había ido
con el anciano, el Espíritu le respondió diciendo que no había
podido hacerle ningún mal porque llevaba puesta una sólida
armadura (se refería a la oración). Además, había hecho escarnio
de él, cosa que los espíritus o demonios no pueden soportar, sobre
todo cuando les recuerdan su caída. Así protege Dios a todos los
cristianos piadosos que se someten y encomiendan a Él contra el
Maligno.
[54]
Sobre dos personas a las que el doctor Fausto juntó el año
decimoséptimo después de su pacto

Vivía en Wittenberg un estudiante de origen noble llamado X.


X., que tenía puestos los ojos y el corazón en una joven también
de noble linaje y extraordinaria belleza. Tenía ésta muchos
pretendientes, entre ellos un joven barón, pero los iba rechazando
a todos, y el mencionado estudiante noble era precisamente el que
menos cabida tenía en su corazón. Era el muchacho muy amigo
de Fausto, y había cenado y bebido muchas veces en su casa; pero
el amor por la joven noble lo había trastornado a tal punto que se
fue enflaqueciendo y cayó enfermo. Se enteró el doctor Fausto de
que su noble amigo estaba gravemente enfermo y preguntó a su
espíritu Mefostófiles qué lo aquejaba. Y éste le indicó la causa y
naturaleza del mal. Al punto dirigióse Fausto a casa del estudiante
y le reveló la naturaleza de su enfermedad, que lo llenó de
asombro. Fausto lo consoló entonces diciéndole que no se
inquietara tanto, que él quería ayudarlo para que aquella joven
fuera suya y de nadie más; lo cual sucedió. Pues gracias a sus
artes mágicas puso tal confusión en el corazón de la doncella que
ésta no prestó más atención a los otros hombres ni jóvenes
(aunque tuviera pretendientes muy ricos y de noble linaje). Poco
después ordenó Fausto al joven noble que se pusiera sus mejores
galas pues quería ir con él a ver a la doncella, que estaba junto
con otras jóvenes en un jardín donde iba a dar comienzo un baile,
y que bailase con ella. Dióle también un anillo que debería llevar
puesto en el dedo mientras bai1ase, y en cuanto la tocase con ese
dedo, ella le entregaría su corazón a él y a nadie más. Que no le
hablase de matrimonio, eso sí, pues ella misma lo haría. Tomó
luego un poco de agua destilada y lavó con ella al joven noble,
cuyo rostro adquirió al instante una belleza extraordinaria.
Después se dirigieron juntos al jardín. Hizo el joven lo que le
ordenara el doctor Fausto, bailó con la doncella y la tocó con el
dedo: y al punto le entregó ella su amor y corazón. Y tanto
asaeteó Cupido a la buena doncella que en toda la noche no halló
reposo en su cama, pensando en el estudiante. A la mañana
siguiente lo mandó llamar muy temprano y le abrió su corazón,
diciéndole que lo amaba y lo quería por esposo, cosa que él, ciego
de amor, aceptó en seguida. Al poco tiempo celebraron sus bodas,
y el doctor Fausto también recibió buenos regalos.

[55]
Sobre las diversas plantas que el doctor Fausto tenía en su jardín
durante el invierno, y lo que aconteció en la Navidad del año
decimonoveno después de su pacto

En diciembre, al acercarse la Navidad, llegaron a Wittenberg


muchas señoras e hijas de familias nobles que iban a visitar a sus
hermanos, todos estudiantes y buenos amigos del doctor Fausto, a
quien habían convidado en múltiples ocasiones. Para devolverles
la atención, convidó él a esas damas e hijos de nobles a su casa a
beber y merendar. Y aunque afuera había una gruesa capa de
nieve, al entrar vieron en el jardín del doctor Fausto un magnífico
y divertido espectáculo. Pues no había en él ningún rastro de
nieve, sino un espléndido verano y todo género de plantas, ya que
hasta la hierba y una gran variedad de hermosas flores crecían y
reverdecían. También había magníficas parras cargadas de
diversas uvas, y rosas rojas, blancas y de color carne, entre
muchas otras flores fragantísimas. Todo lo cual era un auténtico
deleite para la vista y el olfato.

[56]
De cómo el doctor Fausto reunió un ejército contra el barón al
que, en la corte del emperador, hizo crecer una cornamenta de
ciervo en la cabeza con sus artes mágicas, el año decimonoveno
después de su pacto

El doctor Fausto se dirigió luego a Eisleben. Hallándose a


mitad de camino, divisó de pronto a siete caballeros que se
aproximaban a galope tendido. Reconoció a su capitán, aquel
barón al que, como ya dijimos, le plantó con sus artes mágicas
una cornamenta de ciervo en la frente estando en la corte del
emperador. También reconoció el caballero al doctor Fausto, por
lo que ordenó a su gente detenerse. Fausto lo advirtió en seguida y
se subió a un otero. Viendo lo cual, el barón ordenó a sus hombres
que arremetiesen contra él y le disparasen a rostro firme, por lo
que ellos espolearon aún más a sus cabalgaduras para alcanzarle.
Mas no tardaron en perderlo de vista, pues se había vuelto
invisible. El barón ordenó entonces que se detuvieran en lo alto
del otero por si podían divisarle, y en eso oyeron abajo, en el
bosque, un gran estrépito de trompas, trompetas, clarines y
tambores de guerra, y el barón vio un grupo como de cien
caballeros que avanzaban hacia él, por lo que decidió poner pies
en polvorosa. Pero cuando iba a alejarse del otero por un camino
lateral, vio un gran grupo de gente de armas que se disponía a
atacarlo, obligándolo a seguir otro camino. Y pronto volvió a
toparse con una multitud de caballeros armados y tuvo que buscar
otra salida. Aquello se repitió hasta cinco veces, pues siempre que
se volvía hacia algún punto, veía tropas dispuestas en estricto
orden de- batalla. Cuando vio que no podía escapar por ningún
sitio y que todos se dirigían hacia él, se lanzó hacia las columnas
enemigas desafiando el peligro, y preguntó por qué lo habían
cercado por todas partes y avanzaban hacia él, mas nadie quiso
responderle. Por último el doctor Fausto se le acercó a caballo -el
barón no tardó en verse totalmente rodeado- y lo instó a dejarse
prender si no quería ser tratado con la máxima dureza. Creía el
barón que eran tropas de verdad y dispuestas a dar batalla, cuando
en realidad sólo se trataba de un encantamiento de Fausto.
Pidióles luego el doctor Fausto sus arcabuces y espadas y les
quitó los caballos, entregándoles a cambio otros caballos,
arcabuces y espadas encantados, y le dijo al barón, que esta vez
no lo reconoció:
-Señor, el comandante en jefe de este ejército me ordena
haceros saber que por esta vez quedáis en libertad, y que si os
hemos cercado es porque veníais persiguiendo a alguien que pidió
ayuda a nuestro comandante.
Y cuando el barón llegó a su posada y sus sirvientes llevaron
los caballos al abrevadero, éstos desaparecieron al instante y los
sirvientes estuvieron a punto de ahogarse, teniendo luego que
volver andando. El barón los vio llegar a pie, todos sucios y
mojados, y al enterarse de lo ocurrido, dedujo que era un
encantamiento del doctor Fausto, semejante a los que ya le había
hecho anteriormente, y una vez más se sintió burlado y
escarnecido.

[57]
Sobre los amoríos del doctor Fausto en los años decimonoveno y
vigésimo después de su pacto

Viviendo el doctor Fausto que los años estipulados en su


contrato se iban consumiendo de día en día, empezó a vivir como
un cerdo de la piara de Epicuro64 e hizo venir a su lado a siete
súcubas diabólicas con las cuales fornicaba. Cada una era distinta
de las otras, y todas de tan gran belleza que resulta imposible
describirlas. Luego viajó con su Espíritu por muchos reinos para
así poder ver a todas las mujeres, entre las cuales eligió siete: dos
de los Países Bajos, una húngara, una inglesa, dos suabas y una de
Franconia, lo más granado de sus países de origen. Y con tales
mujeres diabólicas se entregó a la lujuria hasta su final.

[58]
Sobre un tesoro que el doctor Fausto encontró el año vigésimo
segundo después de su pacto

Para que a Fausto, su protegido, no le faltase nada, mostróle el


espíritu Mefostófiles una antigua capilla en ruinas que se hallaba
a media legua de distancia de Wittenberg. Había allí una cripta
subterránea, le dijo, y si excavaba, encontraría un gran tesoro.
Hízolo así el doctor Fausto, y cuando llegó a la cripta encontró
una serpiente horrible y gigantesca enroscada encima del tesoro,
que refulgía como una tea encendida. Conjuró el doctor Fausto a

4
6
Saeuwisch unnd Epicurisch leben. La fórmula, muy empleada por Lutero,
remonta a una de las Epístolas (I, 4, 16) de Horacio.
la serpiente, que se escondió en una concavidad, y cuando
desenterró el tesoro, no encontró sino carbones, y vio y oyó
trasguear a muchos fantasmas a su alrededor. Cogió entonces los
carbones y se los llevó a casa, donde al punto se convirtieron en
piezas de oro y plata cuyo valor, según declaró más tarde su
fámulo, se estimó en varios miles de florines.

[59]
Sobre Elena de Grecia, que vivió amancebada con Fausto durante
su último año

Para que el miserable doctor Fausto pudiera dar rienda suelta a


sus apetitos carnales, al despertarse una medianoche del año
vigésimo tercero después de su pacto le vino a la memoria aquella
Elena de Grecia que él mismo invocara ante los estudiantes un
domingo de Quasimodo. Y a la mañana siguiente pidió a su
Espíritu que trajera a su presencia a Elena, para que fuera su
concubina. Cosa que ocurrió. Tenía esta Elena exactamente el
mismo aspecto que cuando él la invocara ante los estudiantes, una
criatura deliciosa y bellísima. Y en cuanto la vio el doctor Fausto,
quedó tan prendado de ella que empezó a galantearla y la retuvo a
su lado como concubina. Y tanto llegó a quererla que apenas si
podía separarse de ella un instante. Durante el último año quedó
Elena encinta de él y le dio un hijo, de lo que se alegró mucho el
doctor Fausto, quien puso al niño el nombre de Iustus Faustus 65.
Éste le contó luego muchos acontecimientos futuros que
ocurrirían en todos los países. Pero al morir Fausto, la madre y el
niño desaparecieron al mismo tiempo que él.

5
6
Fausto el Justo. La acotación marginal, escrita en latín, significa: No se
sabe con seguridad si fue bautizado.
Sigue ahora lo que
El doctor Fausto

Hizo con su Espíritu

Y con otros durante

Su último año de vida,

Que fue el vigésimo cuarto

Después de su pacto

[60]
Sobre el testamento del doctor Fausto, en el que nombró heredero
a su criado Wagner

Durante todo aquel tiempo, hasta el vigésimo cuarto y último


año después de su pacto, el doctor Fausto crió en su casa a un
joven que estudiaba en Wittenberg y fue testigo presencial de
todas las aventuras, encantamientos y prácticas diabólicas de su
amo. Era por lo demás un mozo perverso y depravado, que
empezó mendigando en Wittenberg y al que nadie quería acoger
por su mala crianza. Y el tal Wagner llegó a ser fámulo del doctor
Fausto, y lo servía tan bien que Fausto lo llamaba hijo. Iba adonde
él quería y compartía su vida licenciosa y disoluta. Y cuando vio
el doctor Fausto que su plazo se acercaba, mandó llamar a un
notario y a varios Maestros conocidos suyos, y legó a su fámulo la
casa y el jardín situados junto a la casa de Ganser y de Veit
Rodinger, no lejos de la Puerta de Hierro, en la Schergasse, aliado
mismo de la muralla66, Lególe otrosí mil seiscientos florines en
réditos, una alquería valorada en ochocientos florines, seiscientos
florines en dinero contante, una cadena de oro valorada en
trescientas coronas, y vajilla de plata traída de distintas cortes,
sobre todo las del Papa y del Sultán turco, valorada en unos mil
florines. Por lo demás, el menaje no era particularmente valioso al
no haber vivido Fausto mucho tiempo en su casa, sino más bien
en tabernas y casas de estudiantes, comiendo y bebiendo día y
noche. Y así lo dispuso y estipuló en su testamento.

[61]
El doctor Fausto comenta con su criado el testamento

Cuando hubo otorgado el testamento, el doctor Fausto llamó a


su fámulo y le hizo saber que lo había tenido presente en su
testamento porque él, a su vez, lo había servido fielmente toda su
vida y no había revelado sus secretos, y que por eso podía pedirle
algo más, si quería, que él miraría de concedérselo. Y el fámulo
expresó el deseo de entrar en posesión de sus artes. A lo que
Fausto le respondió:
-Por lo que atañe a mis libros, ya te los he legado hace un
momento, mas no para que los divulgues, sino para que los
estudies con cuidado y atención y obtengas provecho de ellos. En
cuanto a lo de poseer mis artes mágicas, lo conseguirás si cuidas
de mis libros y te atienes a ellos sin pedirle consejo a nadie.
Además -añadió-, como mi espíritu Mefostófiles ya no tiene
obligación alguna de servirme y, por lo tanto, no puedo ponerlo a
tu servicio, trataré de conseguirte otro Espíritu, si así lo deseas.
Tres días después llamó de nuevo a su fámulo y le preguntó si
quería un Espíritu que lo sirviera, si aún tenía ese propósito y bajo
qué aspecto quería que se le apareciese. Y Wagner le respondió:

6
6
Pese a su aparente precisión, no ha podido verificarse la veracidad de
estos datos, al parecer inventados por el autor de la Historia.
-¡Señor y padre mío! Bajo el aspecto y del tamaño de un
mono.
Y al punto se le apareció un Espíritu con el porte y aspecto de
un mono, y empezó a dar saltos por todo el salón. Dijo entonces el
doctor Fausto:
-¡Pues míralo, ahí lo tienes! Aunque no entrará a tu servicio
sino hasta después de mi muerte, cuando mi espíritu Mefostófiles
ya no esté a mi lado y tú no puedas verlo, y siempre que cumplas
con la promesa que de ti se espera. Y deberás llamarlo Urián 67,
pues tal es su nombre. Te ruego asimismo no revelar mis artes,
gestas y aventuras hasta después de mi muerte, y que entonces lo
escribas todo y compongas una historia, tarea en la que tu espíritu
Urián te ayudará. Lo que se te olvide, él te lo recordará. Pues a
través de ti querrán conocer mi historia.

[62]
De cómo el doctor Fausto cayó víctima de una violenta
desesperación cuando sólo le quedaba un mes de vida, y empezó a
lamentarse y suspirar, pensando en su diabólica existencia

Veloz acercábase la hora final del doctor Fausto como en un


reloj de arena, y ya sólo faltaba un mes para que se cumplieran los
veinticuatro años convenidos en su pacto con el Diablo, al cual,
según queda dicho, se entregó en cuerpo y alma. Sólo entonces se
tornó manso y humilde, sintiéndose como un asesino o un ladrón
prisionero al que le comunican la sentencia en el calabozo y ha de
aguardar la hora del castigo supremo. Pues estaba angustiado y
lloraba y hablaba todo el tiempo consigo mismo, gesticulando con
las manos, gimiendo y suspirando. Y se fue enflaqueciendo y no
se dejaba ver sino raras veces o nunca, negándose a ver también a
su Espíritu y a tenerlo cerca.

[63]

7
6
Auwerhan (Auerhahn, en al. mod.: gallo silvestre, urogallo), posible
corrupción de Urián, uno de los nombres del Demonio.
Lamento del doctor Fausto por tener que morir siendo un hombre
todavía joven y lleno de vida

Esta tristeza llevó al doctor Fausto a poner por escrito su


lamento para tenerlo siempre presente. He aquí una de las
lamentaciones que escribió:
«¡Ay, Fausto, corazón indigno y temerario que arrastras
contigo a tus amigos hacia la condenación y el fuego eterno,
cuando hubieras podido gozar de la bienaventuranza que ahora
has perdido! ¡Ay, razón y libre arbitrio, a qué castigo habéis
expuesto mi cuerpo, que no puede ya esperar otra cosa que la
privación de la vida! ¡Ay, vosotros, miembros míos, y tú, cuerpo
lleno aún de salud, y vosotras, razón y alma mías, tened piedad de
mí, que fui libre de imponeros este castigo o liberaros de él, y con
vuestra ayuda hubiera llegado a enmendarme! ¡Ay, amor y odio!
¿Por qué habéis entrado en mí al mismo tiempo y me atormentáis
de este modo con vuestra presencia? ¡Ay, misericordia y
venganza! ¿Por qué me habéis impuesto semejante deshonra y
punición? ¡Ay, rencor y compasión! ¿Acaso nací hombre para
hacerme merecedor del castigo que ya veo acercarse? i Ay mísero
de mí! ¿Hay algo en el mundo que no me sea contrario? Aunque,
¿de qué sirve lamentarse?».

[64]
Otro lamento del doctor Fausto

«¡Ay, ay, mísero de mí! ¡Oh triste y desventurado Fausto, que


te cuentas ya entre el número de los desdichados y has de
aguardar los espantosos horrores de la muerte, mucho más
lamentables para ti que para cualquier otra criatura sometida al
dolor! ¡Ay, ay, razón, petulancia, temeridad y libre arbitrio! ¡Oh
vida maldita e inconstante! ¡Oh ciego e imprudente Fausto, que
cegaste tus miembros, tu cuerpo y tu alma no menos que a ti
mismo! ¡Oh mundana carnalidad, en qué afanes y tormentos me
has metido, entenebreciendo y cegando mis ojos a este punto! ¡Oh
débil corazón mío! y tú, alma conturbada, ¿qué has hecho de tu
entendimiento? jOh congoja lamentable! ¡Oh desesperada
esperanza a la que has de renunciar para siempre! ¡Oh dolor sin
mesura! ¡Oh aflicción sin límites! ¡Ay de mí! ¿Quién me
redimirá? ¿Dónde podría ocultarme? ¿Adónde podría huir o
dónde enterrarme? Esté donde esté, seré siempre un prisionero.»
Y tanto sufría el pobre Fausto que no pudo seguir hablando.

[65]
De cómo el Espíritu maligno atormentó al afligido Fausto con
dichos y refranes maliciosos y burlescos

Concluido el lamento que acabamos de escuchar, se le


apareció a Fausto su espíritu Mefostófiles y le dijo:
-Pese a saber por las Sagradas Escrituras que no debías adorar
y servir sino al Señor tu Dios y a ninguna otra divinidad, ni a Su
diestra ni a Su siniestra, resolviste no hacer tal, sino más bien
tentar a tu Dios, alejarte de Él y negado, entregándote a nosotros
en cuerpo y alma. Pues ahora has de cumplir con tu promesa, pero
antes escucha con atención estos versos míos:

Si sabes algo, no lo has de contar,


Si te va bien, no te has de marchar,
Si tienes algo, no lo has de entregar,
Que la desgracia no se hace esperar.
Por eso: calla, sufre, evita y tolera,
Que en tu desgracia nadie pare mientes,
Demasiado tarde es ya, con Dios no cuentes,
Y tu desgracia pronto ha de llegar: espera.

»Por eso, mi querido Fausto, ni en burlas, ni en veras, con tu


amo no partas peras, que más te hubiera valido alejarte a tiempo y
no exponerte a sus tiros. Pero tu presuntuoso rocín te arrastró a
esta aventura -aunque se aventurasen rocín y manzanas-, y
desdeñaste el talento que Dios te dio, pues en vez de contentarte
con él convidaste al Diablo a cenar, y así has vivido estos
veinticuatro años pensando que era oro todo lo que relucía, y
creyendo todo cuanto te contaba el Espíritu, que te colgó el
cascabel como al gato. Y eso que eras una hermosa criatura de
Dios. Mas poco dura la rosa que tenemos mucho tiempo en la
mano y olemos, y aquel loar debemos, cuyo pan comemos, y no
dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, y lo prometido es
deuda, y quien mal anda, mal acaba. Pues no es bueno jugar con
el Diablo, aunque de casta le viene al galgo el ser rabilargo, y el
hijo de la gata, ratones mata, y demasiado rigor causa enfado.
Pero tú te dormiste en tus laureles, y quien al Diablo ha de
engañar, de mañana ha de madrugar, pues al que madruga, Dios lo
ayuda. Pero tú no quisiste contentarte con lo poco que Dios te dio.
Más aún, mi querido Fausto, ¡de qué orgullo tan desmedido
hacías gala presentándote como amigo del Diablo! De modo,
pues, que apréstate, porque Dios es el Señor, y el Diablo no es
sino un abad o un monje. Y el orgullo siempre es castigado: tú has
querido estar en todas, y si cada necio trajera palo, faltaría leña, y
el que mucho abarca poco aprieta, y quien siembra vientos,
cosecha tempestades. Considera, pues, mis enseñanzas y
amonestaciones, aunque ya de nada te sirvan. No debiste confiar
tanto en el Diablo, pues es el mono de Dios, además de mentiroso
y asesino. Debiste haber sido más astuto: hay que saber jugar con
fuego, pues no hay nada más vulnerable que el hombre, y cuesta
mucho educarlo. Es preciso ser un posadero astuto para dar
posada al Diablo, y para bailar hace falta algo más que un par de
zapatos. Si no hubieras perdido de vista a Dios y te hubieras
contentado con sus dones, no tendrías que bailar ahora en este
corro. Tampoco debiste someterte tan fácilmente a la voluntad del
Demonio, pues el crédulo no tarda en verse engañado; ahora el
Diablo se lava las manos y desaparece. Tú saliste fiador con tu
propia sangre, y el fiador tiene que sacar la cara; y te lo digo
aunque te entre por un oído y te salga por el otro.
Y cuando el Espíritu le hubo cantado hasta la saciedad la
canción del pobre Judas, desapareció, dejando a Fausto solo,
melancólico y confuso.

[66]
Lamento del doctor Fausto sobre el Infierno y sus indescriptibles
penas y tormentos
«¡Ay de mí, pobre condenado! ¿Por qué no seré un animal que
muere sin alma, pues así ya no tendría nada que temer? Pero
ahora el Diablo se apoderará de mi cuerpo y de mi alma y me
arrojará a las indecibles tinieblas del tormento. Pues así como las
almas de los bienaventurados llevan en sí mismas la belleza y la
alegría, yo, pobre infeliz, y todos los condenados hemos de sopor-
tar insondables horrores y abominaciones, hediondez, coacción,
oprobio, temores, temblores, sufrimientos, tribulaciones, alaridos,
llanto y crujir de dientes. Pues todas las criaturas de Dios son
enemigas nuestras, y a diferencia de los santos, nosotros hemos de
sufrir un eterno oprobio. Aún recuerdo que una vez interrogué a
mi Espíritu sobre la condenación, y él me dijo que entre los
condenados había grandes diferencias, pues no todos los pecados
son iguales. Y añadió que así como las granzas, la madera y el
hierro son consumidos de forma diferente por el fuego, aquéllas
más fácilmente y éste con mayor dureza, así también los
condenados arden distintamente entre las llamas del Infierno. ¡Oh
condenación eterna, inflamada por la ira de Dios, hecha de fuego
y ardor, que no necesitas ser atizada en toda la eternidad! ¡Ay, qué
congojas, penas y tormentos nos aguardan entre todo ese llorar de
ojos, crujir de dientes, hedor de narices, planto de voces, espanto
de oídos y temblor de manos y de pies! ¡De buen grado
renunciaría al Cielo si pudiera así escapar del castigo eterno! ¡Ay!
¿Quién podrá librarme del indescriptible fuego que abrasa a los
condenados? Pues no habrá allí ayuda de ninguna especie, de
nada me servirá llorar mis pecados, ni tampoco habrá tregua de
día ni de noche. ¡Ay mísero de mí! ¿Quién querrá salvarme?
¿Dónde está mi refugio? ¿Dónde mi protección, ayuda y amparo?
¿Dónde mi fortaleza? ¿De quién puedo esperar consuelo? No de
los elegidos de Dios, pues me daría vergüenza dirigirme a ellos y
tampoco obtendría respuesta. Antes bien debería cubrirme el
rostro con un velo para no ver la dicha de los bienaventurados.
¡Ay! ¿Para qué lamentarme si no hay ayuda posible y sé que no
hallará consuelo mi lamento? Amén, amén. Yo lo he querido así, y
ahora he de sufrir las consecuencias.»

[67]
Sigue ahora el final horrible y espantoso del doctor Fausto, que ha
de servir de ejemplo y escarmiento a todos los cristianos

Habían transcurrido ya los veinticuatro años concedidos al


doctor Fausto, y esa misma semana se le apareció el Espíritu y le
entregó su carta o pacto, anunciándole que a la noche siguiente el
Diablo vendría a llevarse su cuerpo, que estuviese preparado.
Lamentóse el doctor Fausto y lloró toda la noche, a tal punto que
el Espíritu volvió a presentársele esa misma noche y le dijo:
-Mi querido Fausto, no seas tan pusilánime, pues si bien has de
perder tu cuerpo, tu juicio aún tardará mucho en llegar, y aunque
vivieses varios cientos de años, tendrías que morir un día u otro.
También los turcos, los judíos y los emperadores no cristianos
deben morir y ser condenados. Además, aún no sabes qué te está
reservado: de modo que ¡ánimo y no te descorazones tanto!
Después de todo, el Diablo te prometió que te daría un cuerpo y
un alma de acero para que sufrieses menos que los demás
condenados.
Tales fueron, entre otras, sus palabras de consuelo, aunque
todas falsas y contrarias a las Sagradas Escrituras.
Y el mismo día en que, según le dijo su Espíritu, vendría el
Diablo a llevárselo, el doctor Fausto, que no sabía sino que debía
pagar con su piel aquel pacto y promesa, fue a ver a sus amigos de
confianza, maestros, bachilleres y otros estudiantes que solían ir a
visitárlo, y les pidió que fueran a pasearse con él hasta la aldea de
Rimlich68, situada a media milla de Wittenberg, y comieran allí en
su compañía, cosa que ellos aceptaron. Fueron, pues, todos juntos,
y el posadero les sirvió una espléndida comida con diversas
viandas y vinos. Estaba el doctor Fausto contento en esa
compañía, aunque no las tenía todas consigo, por la que les volvió
a pedir que tuvieran la amabilidad de cenar y pasar con él toda la
noche, pues tenía algo muy importante que decirles. Ellos
aceptaron en seguida y lo acompañaron a cenar. Después de hacer
el último brindis, Fausto pagó al posadero y pidió a los

8
6
Rimlich: probablemente un nombre inventado. Algunas fuentes señalan
la ciudad de Staufen, en Brisgovia, como el lugar donde Fausto fue
asesinado por el Diablo.
estudiantes que fueran con él a otro aposento, pues quería decirles
algo. Cosa que hicieron. Y el doctor Fausto les dijo entonces la
siguiente.

[68]
Oratio Fausti ad Studiosos69

«Mis muy apreciados y benévolos señores y amigos: Si os he


convocado ahora aquí es porque me conocéis hace ya muchos
años y sabéis qué clase de hombre soy, experto en magia y varias
artes más que, sin embargo, tienen todas su origen en el Diablo. Y
a estos placeres diabólicos no me condujo sino la mala compañía
de quienes también se entregaban a tales artificios, así como mis
indignas carne y sangre, mi voluntad contumaz e impía, y los
ambiciosos y diabólicos proyectos que tenía en mente. Por eso
tuve que entregarme en cuerpo y alma al Diablo durante un plazo
de veinticuatro años. Ahora bien, esta noche se cumple el plazo y
tengo ya ante mis ojos el reloj de arena que me exhorta a estar
preparado para cuando llegue el momento y venga el Diablo a
buscarme, cosa que ocurrirá esta misma noche, pues por dos
veces me he comprometido con mi propia sangre a entregarle
cuerpo y alma. Por eso, queridos y benévolos señores, no he
querido ocultaros mi final y os he reunido aquí antes de que suene
mi hora, para hacer con vosotros el brindis de despedida. Y os
ruego asimismo, apreciados e indulgentes hermanos y señores,
que saludéis fraternal y afectuosamente de mi parte a todos mis
amigos y a quienes conserven de mí buen recuerdo, y que no me
guardéis rencor y me perdonéis de todo corazón si alguna vez
llegué a ofenderos. En cuanto a las aventuras que he vivido en
estos últimos veinticuatro años, después de mi muerte
encontraréis una relación completa de las mismas puesta por
escrito. Y que mi horrible final os sirva de ejemplo y escarmiento
a lo largo de toda vuestra vida, para que siempre tengáis a Dios

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Oratio Fausti ad Studiosos: Discurso (de despedida) de Fausto a los
estudiantes. El motivo de la despedida de Fausto fue retornado por Thomas
Mann en su novela Doktor Faustus.
ante vuestros ojos y Le roguéis que os proteja contra los ardides y
engaños del Demonio y no os deje caer en la tentación, sino que
más bien os mantenga a Su lado y no permita que os alejéis de Él
como lo hice yo, hombre impío y condenado que desprecié y
renegué del bautismo, sacramento de Cristo, de Dios mismo, de
todos los ejércitos celestiales y todos los hombres: de un Dios que
no desea que nadie se pierda ni condene. Tampoco os dejéis tentar
por las malas compañías como lo hice yo, antes bien frecuentad
con asiduidad y diligencia las iglesias, y combatid y venced
siempre al Demonio con una sólida fe en Cristo, orientando
vuestra vida según Sus enseñanzas.
Por último quisiera concluir pidiéndoos que os acostéis y
durmáis tranquilamente sin dejaros inquietar por nada; y aunque
escuchéis grande ruido y estrépito en la casa, no os asustéis, pues
nada malo puede ocurriros. Tampoco os levantéis de la cama. Y
cuando encontréis mi cuerpo muerto, mandad lo sepultar en la
tierra, porque muero como buen y como mal cristiano: como
bueno, porque siento un sincero arrepentimiento y en mi corazón
no dejo de rogar por la salvación de mi alma; como malo, porque
sé que el Diablo quiere llevarse mi cuerpo y yo estoy dispuesto a
entregárselo siempre que deje en paz a mi alma. Y ahora os ruego
que vayáis a acostaros y os deseo una buena noche, que para mí
será más bien enojosa, espantable y mala.»
Dijo el doctor Fausto estas palabras con gran entereza de
ánimo, por no poner temor, espanto ni desaliento en los
estudiantes. Pero éstos quedaron asombradísimos al ver que había
tenido la osadía de exponer cuerpo y alma a semejante peligro tan
sólo por impiedad, curiosidad sacrílega y afición a la magia. Lo
compadecieron de verdad y le dijeron:
-¡Ay, señor Fausto! ¿Por qué habéis guardado silencio tanto
tiempo y no nos revelasteis antes estas cosas? Con la ayuda de
doctos teólogos hubiéramos podido libraros y arrancaros de las
redes del Demonio, pero ahora es demasiado tarde y hasta sería
peligroso para vuestro cuerpo y alma.
Y el doctor Fausto respondió que no se lo hubieran permitido,
aunque varias veces había deseado ya pedir consejo y ayuda a
personas piadosas. Y añadió:
-Como me ocurrió con un vecino mío, que me aconsejó seguir
sus enseñanzas, apartarme de la magia y convertirme. Y cuando
ya estaba dispuesto a hacerlo, vino el Diablo y quiso llevarme
como lo hará esta noche, y me dijo que en cuanto intentara
acercarme de nuevo a Dios, él me asestaría el golpe de gracia.
Al oír lo cual dijéronle los estudiantes que puesto que no cabía
esperar ya otra cosa, debería invocar a Dios e implorarle perdón
en nombre de Jesucristo, Su Hijo bienamado, diciéndole: «¡Dios
mío, ten piedad de mí, pobre pecador, y no me hagas comparecer
ante Tu santísimo tribunal, pues no podría defenderme! Y aunque
deba entregarle mi cuerpo al Diablo, te suplico le des acogida a
mi alma». Y tal vez Dios se apiadaría. Él les prometió entonces
que rezaría, aunque no tenía muchas esperanzas, como Caín, que
decía que sus pecados eran demasiado grandes para ser
perdonados. También Fausto pensaba que había sido demasiado
imprudente firmando aquel pacto, y aquellos estudiantes y buenos
señores se despidieron de él entre llantos y abrazos. Quedóse
Fausto solo en el aposento mientras los demás se fueron a acostar,
aunque no se durmieron, pues querían ver cómo acabaría todo
aquello.
Y entre la medianoche y la una de la madrugada, un viento
tempestuoso se abatió sobre la casa, rodeándola por todos lados
con tal fuerza que se hubiera dicho que iba a reducirla a
escombros. Muy asustados, los estudiantes saltaron de sus camas
y empezaron a consolarse unos a otros, aunque ninguno quiso
salir del aposento, que estaba muy próximo al del doctor Fausto.
Por su lado, el posadero corrió a buscar refugio en otra casa. De
pronto oyeron unos horribles silbidos, como si la casa estuviera
llena de culebras, víboras y otras serpientes venenosas, y se abrió
la puerta de la sala donde estaba el doctor Fausto, que rompió a
gritar «¡Socorro! ¡Asesino», pero con una voz apagada que muy
pronto dejó de oírse. Cuando amaneció, los estudiantes, que no
habían dormido en toda la noche, entraron en la sala donde había
estado el doctor Fausto, mas no lo encontraron: sólo vieron
salpicaduras y manchas de sangre por todas partes, y el cerebro
pegado a la pared, pues el Diablo lo había matado estrellándolo
contra las paredes. También hallaron los ojos y unos cuantos
dientes: jun espectáculo horrendo y espantoso! Y empezaron los
estudiantes a compadecerlo y a llorarlo, al tiempo que lo buscaban
por todos lados. Por último encontraron su cuerpo fuera, no lejos
del estercolero, y el aspecto era horrible, pues la cabeza y los
miembros pendían quebrantados.
Los ya mencionados Maestros y estudiantes que estuvieron
presentes cuando murió el doctor Fausto lograron que lo
enterrasen en aquella aldea. Luego se dirigieron a Wittenberg, a
casa del doctor Fausto, y encontraron en ella a su fámulo, Wagner,
desesperado por la suerte de su amo. También hallaron esta
historia de Fausto -escrita y redactada por él mismo, como ya se
dijo, y a la que sólo le faltaba el final, que ellos añadieron luego-,
y los escritos de su fámulo, que darán origen a un nuevo libro. Y
aquel mismo día no pudieron descubrir ya el menor rastro de
Elena, la hechizada, que había desaparecido junto con su hijo. Y
la casa se volvió desde entonces un lugar tan siniestro que nadie
pudo volver a habitarla. El doctor Fausto se le apareció en
persona a su fámulo una noche y le reveló muchas cosas secretas.
Y algunos aseguran haberlo visto asomado a la ventana cuando
pasaban por ahí de noche.
Y así termina la verdadera historia del doctor Fausto y de sus
aventuras y artes mágicas, en la que todo cristiano -y
particularmente aquellos cuyo espíritu se muestre inclinado a la
soberbia, presunción, curiosidad sacrílega y contumacia- podrá
aprender a temer a Dios, a evitar la magia, las conjuraciones y
otras artes diabólicas severamente prohibidas por Él, y a no
ofrecerle hospitalidad al Diablo ni darle cabida alguna, como lo
hizo Fausto, cuyo pacto y terrible final constituyen por eso un
ejemplo admonitorio. Abstenerse, pues, de semejantes prácticas,
amar solamente a Dios y tener puesta en Él la mirada, adorarlo,
servirlo y glorificarlo sólo a Él con toda el alma, con todo el
corazón y todas nuestras fuerzas, renunciando en cambio al
Diablo y a toda su hueste infernal, para alcanzar la
bienaventuranza eterna con Cristo, amén, amén, es lo que os
deseo a todos y cada uno desde lo más hondo de mi corazón.
Amén.

1 Pe. 5
«Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el Diablo,
como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al
cual resistid firmes en la fe.»

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