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Violencia en contra de las minorías sexuales en dictadura: a 40 años del

Golpe en Chile

Año 2013, cuarenta años tras el Golpe Militar en Chile, hecho que dio paso una de las
dictaduras más crueles y terribles de Latinoamérica y el mundo entero. Esta fecha da inicio
una etapa marcada por hechos de sangre y violencia que en muchos casos aún no tienen
culpables claros y tampoco juicios que procuren la prosecución de la verdad. Por el
contrario, la impunidad sobre los genocidas ha sido la tónica, miles de familias aún no
tienen la justicia que merecen y muchas otras ni siquiera han logrado saber la verdad
sobre lo que sucedió con sus seres queridos.

La represión a la ciudadanía, estados de sitio, censura, nula libertad de expresión y la


implantación forzosa de una nueva constitución y un nuevo modelo económico fueron parte
del modo de vida de los chilenos. La comunidad homosexual no fue la excepción, como
parece obvio, y la dictadura militar también trajo consigo formas de violencia en contra de
las minorías, una forma de represión particular que también ha quedado en la impunidad y
en el silencio.
Tras el golpe, los servicios de inteligencia del régimen comenzaron con una búsqueda
frenética de los líderes de la UP y cualquiera que pudiese haber tenido alguna relación con
la izquierda, pero además de ello, había un ítem que también debía ser investigado:
el homosexualismo – esta forma particular de uso de la palabra devela que para la
dictadura chilena la homosexualidad era una enfermedad o un trastorno mental, aun cuando
ese mismo año la OMS quitó la homosexualidad de su lista de enfermedades-. Por esto, el
ser homosexual pasó a ser una práctica castigada no solo por los prejuicios sociales
imperantes en la sociedad chilena que había sido conservadora respecto al tema, sino
también pasó a ser condenada por los organismos de represión del estado.
Según el historiador Gabriel Salazar, El gobierno militar imprime en Chile una nueva moral
que rigidiza los conceptos de hombría y feminidad. Mientras que el rol masculino es
caracterizado con la protección y con el sustento, el rol femenino fue relegado a un plano
doméstico que asegura compañía al hombre. El significado de la familia encabezada por un
hombre proveedor y una esposa ama de casa se exalta hasta un punto extremo. El mayor
ejemplo es el mismo dictador Augusto Pinochet, figura de hombre hidalgo amante de su
patria, y su esposa Lucía Hiriart, la mujer que lo acompaña, preocupada por frivolidades
como la ropa. En este rígido sistema y con estos dos iconos mediante, ligados además a la
iglesia Católica, no cabe posibilidad alguna de ser diferente; el patriarcado exacerbado
hasta el límite intenta reducir a las personas en dos roles únicos, hombre y mujer.
¿Qué figura más contraria a la supuesta hidalguía y virilidad militar que un homosexual, un
maricón, un fleto, un gay? Personajes literarios como La loca del frente – Tengo miedo
torero de Pedro Lemebel- encarnan este antagonismo fundado y arraigado en la mente de
los chilenos hasta nuestros días.
El toque de queda y el estado de sitio coartaron la vida bohemia del país, con lo que
dinamitó un terreno que históricamente había pertenecido a la comunidad homosexual. La
protección y anonimato que daba la noche y algunos de los centros nocturnos enfocados a
las parejas homosexuales, pasaron a albergar los asesinatos más terribles de la dictadura. En
este marco, muchas fueron las redadas a los locales de entretención, así como también el
enfoque hacia el orden implicó puntos fijos de fuerzas militares en lugares claves de
reunión de travestis y transexuales. No tenemos manera de cifrar la cantidad de detenidos y
torturados transexuales porque muchas de las familias prefirieron callar por miedo al
escarnio público, sin embargo, las historias sobre travestis maltratados y humillados
durante la dictadura abundan en el ambiente.
La penalización de la sodomía fue un mecanismo legal para impedir las relaciones
homosexuales masculinas, consagrado en la Constitución de 1980 en el artículo 373 del
código penal. Existen documentos que acreditan detenciones a hombres homosexuales
sorprendidos infringiendo esta ley. Estas personas no solo debieron enfrentar problemas
con la justicia, sino que también fueron víctimas del juicio social ya que ser castigado por
sodomía era signo inequívoco de homosexualidad. Lugares
como Cinelandia, Fausto y Quazar, conformaban parte del ambiente gay que
funcionaba como un verdadero gueto en el que los militares acostumbraban a hacer
redadas.
En este marco, la represión no solamente era por parte de los organismos gubernamentales
impuestos por la dictadura, sino que también provenía de todo un entramado social que fue
víctima de las imposiciones morales del régimen y que condenó profundamente las
prácticas sexuales diferentes a lo heterosexual. A causa de ello, aparecieron grupos
políticos clandestinos y también colectivos de arte como Las yeguas del apocalipsis,
conformado por Pedro Lemebel y Francisco Casas, que intentaron hacer frente a la
dictadura con muestras, intervenciones y performances que remecieron a la conservadora
sociedad chilena.
Durante la década de los 80, las restricciones legales y los prejuicios sociales provenientes
del patriarcado que la dictadura se esforzaba por exacerbar, encontraron un nuevo aliado, la
masificación del SIDA que pasó a constituir un nuevo punto de discriminación porque se
identificó erradamente como la enfermedad homosexual por excelencia. Este
argumento bastó para que la condena social aumentara y retardó las medidas de salud
necesarias para detener el avance de la enfermedad en nuestro país.
La paradoja fundamental es que tras la vuelta a la democracia la apertura social, moral y
jurídica de Chile parece ser insuficiente. Todavía persisten una gran cantidad de prejuicios,
la condena pública a las prácticas homosexuales es parte de la cultura, la discriminación
perdura como parte del conservadurismo propio del ser chileno y, en términos legales, la
legislación chilena aún no es capaz de proteger a los homosexuales como al resto de los
ciudadanos. La alegría no llegó y el arcoíris que anunciaba la democracia no ha
representado la diversidad sexual propiciando instancias de inclusión y respeto a la
diferencia.
El Manifiesto Hablo por mi diferencia de Pedro Lemebel encuentra coherencia en el
Chile actual, precisamente porque recuerda un pasado infame marcado por los crímenes de
la dictadura, pero también reflexiona sobre lo que ha seguido tras ella. A cuarenta años del
Golpe militar, aún nos enfrentamos a las profundas marcas que dejó la dictadura en la
memoria de los chilenos y la comunidad homosexual debe luchar para salir del gueto al que
fue condenada a punta de bayonetas, toques de queda, muertes y desapariciones que, como
muchas otras, solo han encontrado como respuesta silencio e impunidad.
“Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como en el barco del general Ibáñez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos Humanos
no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeándonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?”
(Extracto del Manifiesto Hablo por mi diferencia, de Pedro Lemebel)

GONZALO ASALAZAR INVESTIGÓ CÓMO ERA SER GAY EN CHILE


ENTRE LOS AÑOS 50 Y 70: “CAMINAR DE LA MANO ERA PENADO
POR INDECENCIA Y SODOMÍA

“Los colas se reunían dentro del


ambiente de carrete y prostitución.
Muchos estaban casados. Tenían un rato
libre y se agarraban a un pendejo en el
cine o se lo llevaban a un hotel, o iban al
barrio Bellas Artes, al Cerro Santa Lucía
o al cerro San Cristóbal, pero todo en
secreto”, nos contó el autor de “El Deseo
Invisible. Santiago cola antes del golpe”.
Originario de San Felipe, estudió historia en la Universidad Católica. Luego realizó un
magíster en estudios de género en la Universidad de Chile. Después se fue a México
para convertirse en instructor de yoga. Desde el 2015 se dedica en totalidad a su
carrera de escritor. Gonzalo Asalazar lanza “El Deseo Invisible” su primer libro el
11 de mayo en la Biblioteca Nacional. Un libro que cuenta los distintos encuentros
homosexuales que habían en el espacio público de la capital entre los años 50 y los
años previos al Golpe de Estado.

Este proyecto, financiado por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la


Lectura, nació de su tesis de magíster. Define, El Deseo Invisible como su tesis
convertida en libro. La creación de este libro remonta desde el 2011, año en el cual
comenzó la recopilación de información en la que consideró entrevistas, obras
literarias, estudios médicos, periódicos y revistas de la época.

La publicación traspasa las fronteras entre ensayo y novela con el fin de invitar al
lector a un mundo poco conocido. A un Santiago que contaba con locomoción durante
todo el día y durante toda la noche. Un Santiago movido, bohemio con lugares abiertos
para ir todos los días. Una capital nacional que según el propio autor, aún no ha
podido a volver a ser lo que era en esa escena bohemia de antaño.
El Chile desde el año 50 y el Golpe de Estado es, según Asalazar, la época más
republicana de la república. Una etapa de Chile en la que los partidos políticos estaban
profundamente metidos en la estructura social y en la mayoría de las familias de Chile
y también una etapa fuerte en términos de movilizaciones sociales, desde los
campesinos que migraban hacia la ciudad y no tenían casa hasta los obreros en las
industrias.

“Esas manifestaciones fueron en alza y culminan, a mi modo de ver, con el gobierno de la


Unidad Popular. El deseo de homoerótico se agarra de esto para hacer la primera
manifestación pública que es la protesta de las travestis en la Plaza de Armas en abril
del año 73, meses antes del Golpe de Estado”, asegura Asalazar.

– ¿De dónde nació el interés por crear este libro?

Creo que toda escritura es autobiográfica. El primer deseo que tuve fue estudiar la
historia de la homosexualidad en Chile y luego me metí en el trabajo de un
poeta, Nestor Perlongher, quien hizo un estudio antropológico sobre la prostitución
en Sao Paulo en los años 80 que se llamaba El Negocio del Deseo. Él hace un estudio
del centro de Sao Paulo, de los espacios ocupados por la prostitución masculina. Me
encontré con este libro y me inspiró mucho. Por otro lado claramente esta idea viene
de mi propio deseo homoerótico y de mis propias prácticas. Yo también he practicado
el hecho de pinchar en la calle y creo todos lo hemos hecho. Siento que de esa misma
vivencia y de mi mismo deseo parte este proyecto.

– ¿Fue muy difícil la recopilación de datos?

Sí. En un principio lo que yo quería era entrevistar a colas viejas, a viejitos. Empecé
entrevistando a personas a las que accedí a través de los que fueron, por ejemplo,
parte del Movilh histórico. Uno de ellos me dijo que fuera a la Plaza de Armas, y ahí
identifiqué, yo mismo como cola, a unos viejitos cola. Me acerqué a ellos, les conversé
y les conté que estaba haciendo una investigación y si los podía entrevistar. Algunos
me dijeron cosas muy interesantes pero no me dejaron que los grabara. Después de
tener estas entrevistas tuve que buscar documentos que respaldaran lo que me habían
contado.

– ¿Qué sucedía con los actos homoeróticos en la vía pública?

Caminar de la mano con otro hombre podía hacer que te juzgaran de dos formas, por
indecencia pública y por sodomía, estaba específicamente el artículo 365 del código
penal que la castigaba. La sodomía tenía que ver con relaciones sexuales anales entre
hombres. Igual nadie iba de la mano en la calle, nadie lo hacía en realidad. Ni una
pareja cola andaba de la mano por la calle. De hecho los colas se reunían dentro del
ambiente de la bohemia, carrete y prostitución. Muchos estaban casados pero vivían
en una doble vida. Tenían un rato libre y se agarraban a un pendejo en el cine o se lo
llevaban a un hotel, o iban al barrio Bellas Artes, al Cerro Santa Lucía o al cerro San
Cristóbal, pero todo en secreto. Nadie era públicamente cola, de hecho yo no estudio la
identidad, sino que las prácticas homoeróticas en los espacios públicos como parques
o cines.

– ¿Cómo eran entonces estos encuentros?

Todo en un contexto de anonimato, en contextos que llevaran oscuridad, como en el


caso de los cines de Huérfanos, de las galerías. Estos encuentros eran anónimos,
existían códigos y eran de corto tiempo, el fin era maximizar el goce. La primera disco
cola llegó el año 76, en plena dictadura, y fue el Fausto el cual era un modelo
importado de lo ya había en Estados Unidos. Para carretear, antes que llegara esta
disco, los colas se juntaban en los prostíbulos, en las boites, más bien, en ciertos
prostíbulos y en ciertas boites que eran espacios de tolerancia.

– ¿Por qué está la palabra cola en el título de tu libro?

Rescato esa palabra porque me parece una de las pocas palabras chilenas auténticas,
creada en nuestro país, en el siglo XIX, en este ambiente del que te he hablado.
Aparece esta palabra, que era un insulto, pero que ahora es una marca de identidad.

– ¿Por qué se le dice cola al gay?

Viene de colipato. Hay varias versiones, por ejemplo, una vez hablaba con un viejito
que me decía que era por como mueven la cola los patos, es como un caminar
femenino. Esta palabra viene del ambiente de la prostitución, viene del ambiente del
sexo mercantil.

– ¿Cómo ves a nuestra sociedad respecto a los temas de la diversidad sexual?

Hay un deseo muy grande por ser moderno en Chile. Sobre todo con la repercusión
mediática que tuvo la muerte de Daniel Zamudio. Hubo un giro en los medios más
institucionales favorable hacia los colas, hacia las sexualidades diversas. A partir de
eso comienzan a difundirse muchos discursos de tolerancia y de aceptación. Al mismo
tiempo no sabría decirte si dentro de esos discursos están todos los colas. A lo que voy
es que veo a la sociedad chilena aceptando la homosexualidad gracias a la
globalización y al mismo tiempo escondiendo bajo la alfombra todo lo que no le guste
a la imagen televisiva o si no es un cola políticamente correcto.

– Finalmente ¿A quiénes recomendarías leer tu libro?

En general a todas las personas que sienten curiosidad por el pasado chileno. También
a todas las personas que les interesan las historias no contadas o secretas. A todos
quienes tengan amigos colas y que no necesariamente lo sean y por supuesto que
también a los mismos colas, lesbianas, trans y a toda la sexualidad diversa. Esto es
también mirarnos y reconocernos en la historia, de dónde venimos.

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