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Los riesgos hay que diferenciarlos basándose en el origen del agente de riesgo y las
características del producto. En primer lugar, y como en la mayoría de los alimentos
vegetales, hay que señalar los mohos. Pueden proliferar en el producto o en las mezclas
de alimentos en las que las verduras y/o hortalizas formen parte. Algunos de ellos
pueden formar toxinas de elevada actividad patogénica, por lo que el evidenciar las
características colonias algodonosas de mohos nos debe llevar a rechazar la totalidad del
producto.
De la misma forma, hay que señalar la Listeria monocytogenes, ya que puede encontrarse
en las verduras y hortalizas frescas y proliferar en refrigeración. Para prevenir su
crecimiento y controlarlo, se recomienda siempre un buen cocinado, en los casos en los
que sea posible, previo al consumo.
Además de estos problemas, hay que destacar que estos productos poseen también
sustancias antinutritivas, que conviene conocer. Así, las espinacas o las hojas de
remolacha poseen oxalatos. Éstos se fijan al calcio y limitan su absorción y suelen estar
implicados, en personas sensibles, en la formación de piedras renales (litiasis renal). Al
mismo tiempo las coles poseen sustancias denominadas bociógenas, que fijan el yodo de
los alimentos. Esto impide su absorción e induce a la aparición del bocio o carencia de
yodo. En cualquiera de estos dos casos, es necesario el consumo reiterado y durante
largo tiempo para que se presente el problema. Gracias a la variedad de la dieta es muy
difícil ver estos problemas asociados a estos productos en la actualidad. Como
recomendación clara, el consumo de una dieta variada y equilibrada.
Fuente
http://www.consumer.es/seguridad-alimentaria/ciencia-y-
tecnologia/2001/04/18/54.php