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INTRODUCCIÓN A LA GEOGRAFÍA- Por Elena Margarita Chiozza y Cristina Teresa Carballo

Cuando preguntamos qué es la Geografía; las respuestas, generalmente, están asociadas con las experiencias
escolares, ello justifica que la identifiquen con inventarios de datos, nombres y estadísticas, algo muy diferente de lo
que es la disciplina en el campo de la investigación científica. Algunas personas podrían responder que los geógrafos
tienen como principal tarea la elaboración y empleo de mapas, relacionándola con itinerarios (guías de viajes,
descripciones físicas del paisaje, etc.), en los que los protagonistas son los lugares. Esta percepción está alejada tanto
de la moderna concepción de la geografía como de lo que en realidad hoy los geógrafos hacen, y en especial de su
producción científica. Esto no significa que el geógrafo no necesite observar las características de los lugares donde se
localizan los fenómenos sociales. Durante mucho tiempo, la Geografía tuvo como objetivo la descripción y la
cartografía de los lugares, teniendo un lugar central en la producción de conocimiento que respondía a los intereses
de imperios y estados en expansión. Es decir, que la localización de los lugares, su descripción y el trazado de rutas
era una necesidad urgente de los estados a la que la Geografía debió responder. La tarea de “inventariar” el mundo
estaba en manos de quienes podríamos llamar geógrafos, que pasaron a ser minuciosos relatores de una geografía de
sectores del planeta hasta entonces desconocidos. Durante este largo período apenas existía como disciplina pero, a
partir de fines del siglo XIX, en el marco de la expansión de las potencias europeas, del nacionalismo, del auge de la
revolución industrial, del poderío militar y económico, los conocimientos de la Geografía serían indispensables para el
dominio planetario. En el proceso de consolidación del Estado Moderno, la Geografía como la Historia tienen un papel
central como transmisores de los valores de la época: contenidos 8 y valores fundamentales para un discurso
necesario, difundido a través de la enseñanza, que lleva a la construcción de la Nación.

El campo de las ideas geográficas ha sido muy fértil en aportes al conocimiento de la realidad terrestre. Sus
contribuciones a lo largo de su historia se han centrado en varios tópicos, siendo el concepto de espacio geográfico
uno de los más discutidos y sobre los que aún se mantienen fuertes debates. Hacer una descripción o recortes del
complejo devenir de las corrientes del pensamiento geográfico no es el propósito de este curso; pero sí se tendrán
presentes, sintéticamente, algunas ideas o procesos que ayuden a contextualizar los principales aportes del
conocimiento geográfico a través del tiempo. Lo que procuraremos en esta unidad es aproximarlos a los conceptos
centrales que nos guiarán a lo largo del curso mostrando, a la vez, algunos debates, reflexiones y avances en la
producción del conocimiento geográfico. En fin, nuestra propuesta es revisar y reflexionar sobre aquellos conceptos
que permitan introducirnos en esta disciplina que se ha dado en llamar Geografía.

1.1. Introducción al conocimiento geográfico

1.1.1. El punto de partida: el conocimiento empírico

El punto de partida del conocimiento geográfico ha sido la experiencia acumulada por las sociedades primitivas que
exploran las zonas que habitan reconociendo los lugares que le brindan alimentación y refugio ¿Cuándo comienza esa
experiencia? Tan lejos en el tiempo como podamos datar la aparición del hombre. Este conocimiento empírico del
entorno permite responder a las preguntas “¿qué?”, “¿dónde?” y “¿cómo?”; son preguntas que los humanos se
formulan para poder encontrar los medios de subsistencia más propicios, y también para eludir lugares de riesgo. No
obstante, estos elementos no alcanzan para entender por qué la relación con la naturaleza remite al terreno mítico.
Muchas personas en la actualidad no han sobrepasado el nivel del “¿qué?” y el “¿dónde?”, y no han desarrollado la
capacidad de interrogarse sobre el “¿por qué?” e interpretar la realidad de la que forman parte y en la que tienen -
aunque no sean conscientes de ello- un papel protagónico. El conocimiento empírico sigue siendo tan necesario hoy
como en su momento lo fue para nuestros antepasados más remotos, sólo que en lugar de una experiencia en gran
medida dependiente del azar se ha transformado en una instancia del conocimiento científico que debe estar guiado, o
tamizado, por los objetivos que perseguimos. De esta manera, nuestra experiencia cotidiana, asistemática, se
transforma en una fuente de conocimiento científico a la luz de la búsqueda de su “racionalidad” en el marco de una
teoría que puede ser confirmada o refutada, en este último caso, dando origen a nuevas teorías.

1.1.2. Viajes, descubrimientos y nuevas representaciones del Mundo

Hay una diferencia entre el contexto actual y aquella historia en la que tienen su origen las primeras manifestaciones
del conocimiento geográfico, que no superan el nivel de lo que efectivamente se puede conocer por experiencia,
resumida en inventarios, itinerarios y descripciones de lugares; en un comienzo limitados al alcance del
desplazamiento a pie y más tarde en embarcaciones o a caballo, pero siempre en contacto directo con la realidad.
Otros medios de transporte como el tren o el automóvil amplían el radio de desplazamiento a cambio de una visión
fugaz de los paisajes sacrificados a la velocidad en que cambia la ecuación distancia - tiempo. Hoy a la experiencia
vivencial -y por eso espacialmente limitada para la mayoría de los hombres- se suma la "experiencia" obtenida a
través de sensores remotos que hacen accesibles otras escalas espaciales y permiten una reinterpretación de la
realidad y el acceso a rasgos que escapan a la escala local.

Conocer es una forma de posesión del objeto conocido, y darle un nombre que lo identifique es reafirmar esa
posesión: cordillera - Andes; río - Amazonas; ciudad - México; mar - Tirreno, etc. Con la experiencia surge un
vocabulario que identifica los elementos de la realidad y denota su singularidad con un topónimo. Esas palabras
forman parte del lenguaje cotidiano, pero su incorporación al lenguaje científico exige una redefinición, precisando los
conceptos de modo que su significado sea el mismo para toda la comunidad científica. Muchos términos tienen un uso
estrictamente local y su empleo demanda, con mayor razón, una definición: por ejemplo, uadi, huayco, destacando
que aunque tengan similitud, no son lo mismo. Para la geografía, además de identificar y nombrar los elementos de la
realidad y nombrarlos es necesario también representarlos, acrecentar el dominio y hacer que los mapas mentales
que surgen de la experiencia sean inteligibles para otros mediante su expresión gráfica. Representar significa no sólo
individualizar los elementos significativos, sino también asignar a cada uno un símbolo y un lugar. Con la
representación pictórica asistimos a los albores de la cartografía, cuya historia constituye un apasionante capítulo de
la ciencia y de la técnica, que busca todavía la definición de una simbología universalmente aceptada. Estos mapas,
como reflejo de la realidad, adquieren rigor a medida que la exploración del planeta y los instrumentos de medición
evolucionan simultáneamente para determinar distancias y altitudes. Son los grandes viajes, inventos y
descubrimientos que se desarrollan a partir de los siglos XV y XVI los que llevan finalmente a la confección de los
mapas del mundo y de los globos terráqueos que nos proporcionan un modelo que torna coherentes e inteligibles las
visiones fragmentarias que sirvieron de base para su construcción. Eso significó resolver problemas de matemática y
geometría que dieron nacimiento a la geodesia. Esa cartografía nos ha acostumbrado a una manera de mirar al
mundo, en un plano y desde el hemisferio Norte. Siempre nos asombra por ejemplo, la rústica representación de las
costas de América del Sur, en el que el Estrecho de Magallanes está ubicado en la parte superior de la misma en el
mapa de Pigafetta en el que se aprecia una visión de las Costas de América del Sur.

1.1.3. Una representación cada vez más precisa

El progreso en la representación de los rasgos morfológicos fue extraordinario al punto que, cuando pudo
contemplarse la superficie terrestre desde el avión, asombraba ver la correspondencia entre formas de la realidad y
mapas. El mapa elaborado por los geodestas fue, hasta la Primera Guerra Mundial, el medio más adecuado para
integrar la experiencia de cada investigador en un marco más amplio. El desarrollo de la aviación y la toma de
fotografías aéreas impulsaron el desarrollo y el enriquecimiento de la cartografía con nuevos datos. La
aereofotointerpretación y el uso de aparatos que permiten recuperar las formas de relieve dieron mayor precisión a
los elementos representados, pero a la vez pusieron al descubierto el vigor y la riqueza de los rasgos de la impronta
de la actividad humana sobre la Tierra, y esto fue válido no sólo para la actividad presente sino también para la del
pasado remoto. La fotografía aérea se convirtió en auxiliar no sólo de la Geografía, sino también de la Historia y la
Arqueología.

En el presente puede decirse que ningún lugar de la Tierra, por apartado, inhóspito y recóndito que parezca, es
inaccesible al conocimiento humano. Las imágenes captadas por los sensores remotos, las determinaciones de
posición y las medidas realizadas por los GPS permiten hoy responder a las preguntas qué y dónde con gran precisión.
Queda responder por qué es así y por qué allí como tarea del geógrafo que no podrá prescindir de la utilización (como
medios de aprehender el espacio geográfico -su objeto de conocimiento-) de la experiencia, del dominio de un
lenguaje preciso y de las representaciones simbólicas de la realidad: cartas, mapas, planos, fotografías e imágenes.
Sin embargo, eso no es todo. En su campo, el geógrafo no ha de trabajar sólo en compañía de geodestas, cartógrafos
y naturalistas, sino también con quienes le proporcionen los medios necesarios para acceder al conocimiento de las
sociedades: se trata de la diversidad de grupos humanos que tienen diferentes formas de inserción social, cultural y
económica, ya que cada uno imprime un sello peculiar a su accionar sobre el planeta, llevando a la configuración de
espacios geográficos diferenciados.

1.1.4. Geografía, ciencia humana, disciplina científica

El trayecto de nuestra disciplina ha sido accidentado y sobre todo muy cuestionado interna y externamente en el
mundo científico. Ricardo Figueira, en su introducción a la Geografía, ciencia humana (1977), ha rescatado los
conflictos por los que atravesó la geografía como disciplina desde sus primeros pasos. En sus palabras, podremos
identificar la compleja construcción histórica y el contexto científico en que se desarrollan los supuestos básicos de la
ciencia geográfica, los que por cierto irán transmutando a través de las ideas y del tiempo: "En el panorama de las
ciencias del hombre la geografía es quizá la única disciplina cuyo territorio suele aparecer difusamente fijado, cuando
no efectivamente discutido. La existencia de los geógrafos no parece ser, claro está, razón de peso para confirmar la
suya propia. Ellos mismos lo ponen en evidencia con la casi infaltable afirmación de su entidad en toda discusión
metodológica o teórica. Braudel, un historiador de la escuela sociológica francesa, heredero del pensamiento de Vidal
de La Blache, señalaba al respecto: ‘la geografía (como la historia) es una ciencia muy imperfecta, mucho más
imperfecta que otras ciencias de lo social. Tal vez tan imperfecta como la misma historia, esa otra vieja aventura
intelectual. Tampoco ella tiene métodos seguros ni, aún menos, posee un dominio perfectamente reconocido. ¿A qué
se debe esta situación de inferioridad de una ciencia que nació en el mismo ambiente y con la misma vitalidad que la
sociología o la antropología?.” Varios factores parecen converger. La ciencia geográfica diseñó su proyecto en medio
de la poderosa marea romántica y en el marco del positivismo: la última gran síntesis filosófica operativa de una
burguesía que quería racionalizar el mundo a su imagen; dentro de ese mismo marco nacieron las otras ciencias del
hombre y hallaron su ubicación las de la naturaleza. El carácter sintético y generalizador de la geografía, el mismo que
definió su especialidad, parece haber sido la causa de su flaqueza: ciencia que debe acudir al aporte de todas las
ciencias requiere, más que otras, una razón general y totalizadora como la que brindó el romanticismo o el
positivismo comtiano. La crisis del universo que sustentaba al positivismo acarreó la propia y con ella se alejó la
unidad del saber científico sobre el hombre, que se fue dividiendo en ciencias especiales que, a su vez, se pulverizaron
en estudios más y más especializados, desarrollaron lenguajes propios y racionalidades específicas. El proyecto de la
geografía parece haber sufrido entonces un triple proceso de deterioro: en primer lugar, su labor científica se dificulta
progresivamente porque los campos de donde debe asimilar materiales se alejan por sendas más apartadas; en
segundo lugar, sus propios estudios se van especializando y alejando de su proyecto original; en tercer lugar, porque
la labor crecientemente especializada y expansiva de otras ciencias (la historia, la sociología, la economía, la
demografía, la ecología) descubre e incorpora parte de su ámbito y lo reivindica con, aparentemente, el mismo
derecho que el del geógrafo dedicado a estudiar el mismo territorio. El cuarto motivo es compartido con otras ciencias
del hombre, pero en la geografía, que se encuentra vinculada también con las ciencias de la naturaleza, tiene mayor
vigencia: es la atracción que ejerce el modelo epistemológico de las ciencias físicas, que da lugar a
desnaturalizaciones y desgarramientos. Claro está que la especialización cientificista, la pérdida de vista de la unidad
y del sentido de la ciencia no es atribuible a la geografía, aunque en ella pese con más fuerza. En la versión escolar, el
objeto propio de su estudio parece ser sistemático cajón de sastre de datos físicos y humanos provenientes de los
más diversos ámbitos y ordenados competitivamente según principios más curiosos que racionales, y por otra parte el
reemplazo de la anquilosada ratio studiorum jesuítica por proyectos no siempre irracionales no parece haber mejorado
la situación. En la versión mercantil, el objeto que se presenta como geografía suele ofrecer pintorescas descripciones
del mundo, mezcla más o menos equilibrada de folleto turístico, historia natural del siglo XVIII, compendio de
curiosidades, guía Baedeker y almanaque del entre siglo. Cuando hablamos de geografía no nos referimos a esas
versiones populares pero espurias, sino a lo que Pierre George caracteriza como: “Una ciencia que requiere conocer
los métodos y resultados de numerosas ciencias asociadas; que se afirma como modo de expresión de valores que se
aplican de modo continuo al conjunto del espacio terrestre y a la que la variabilidad de sus 18 orientaciones la hace
aparecer como una ciencia muy sensible a la coyuntura, que responde a una necesidad de conocimientos globales,
inherente a preocupaciones utilitarias y circunstanciales.” Según George, la geografía parte de la descripción para
llegar a la explicación a través de la observación analítica, la detección de correlaciones y la búsqueda de relaciones
de causalidad. Una de sus originalidades consiste en estudiar relaciones espaciales que se establecen entre hechos
heterogéneos y diacrónicos: en un lugar dado la realidad geográfica está constituida por la convergencia ocasional de
procesos evolutivos específicos, cada uno de los cuales se diferencia de los otros por su dimensión y su ritmo tanto
como por su naturaleza. En consecuencia, la geografía es una ciencia que debe aplicar métodos heterogéneos, tanto
de las ciencias de la naturaleza como de las del hombre, para acceder al conocimiento analítico de los hechos que son
objeto de su síntesis. Esto, señala George, amenaza con fraccionar a la geografía y, ya que la especialización es
inevitable, es preciso que se dé en el ámbito de una unidad de pensamiento que debe basarse en la concepción de la
geografía como ciencia humana. Si bien le parece razonable aprovechar la sistematización matemática y modelística,
señala el carácter solamente indicativo de los modelos, que no pueden ser más que una base sobre la que operar y no
una imagen representativa de la realidad. La sensibilidad a la coyuntura histórica y la voluntad de acción concreta
son, según George, los componentes de la tercera característica de la geografía: “La geografía tiene como objeto el
estudio de las relaciones de hechos y de movimientos cuyo conocimiento propio forma parte del dominio de otras
ciencias. No puede hacerse cargo de un objeto en particular si no es ubicando en medio de esas relaciones la
inquietud por la existencia de los hombres. Los centros de gravedad de su investigación estarán, por lo tanto,
determinados por la coyuntura vital de la sociedad y la necesidad de actuar sobre ella".

En suma, ¿qué es conocer? Es identificar, describir el objeto, interpretarlo, nombrarlo, e incorporarlo a la teoría. Hasta
el siglo XX fue lícito pensar en un espacio ecuménico, identificado con el espacio habitado (modificado) por el hombre
y, por oposición, en un espacio anecuménico como espacio deshabitado. Al finalizar el siglo XX esa distinción es
superflua. La humanidad habita la Tierra entera y por leve que sea la impronta que deja en algunas partes y
asombrosa que parezca su concentración en otras, su actividad se deja sentir sobre la Naturaleza de todo el planeta y
ha desarrollado técnicas que le permiten habitar en condiciones extremas para un ser de su condición biológica. Es
precisamente ese desarrollo técnico y la capacidad de sobrevivir también en el espacio exterior, lo que ha llevado a
algunos a pretender incluir el espacio exterior en el espacio geográfico. Esta inclusión significaría cambiar el objeto de
la Geografía, que es el espacio de la Tierra modificado por las culturas. Reconocemos sí, que la conquista del espacio
exterior ha significado la adopción de ciertos lugares de la superficie terrestre para la instalación de las plataformas de
lanzamiento de naves y vehículos espaciales, pero lo ha hecho como una más de las instalaciones que el hombre
desarrolla para hacer posible su traslado en la Tierra (rutas, ferrocarriles, embarcaderos y puertos; aeropuertos, etc.).
Queda entendido pues que el objeto de estudio abarca el ámbito terrestre organizado por las sociedades humanas,
cuya extensión remite al planeta entero, pero no más que él.

A principios del siglo XIX Humboldt y Ritcher determinan sus fundamentos [de la Geografía] y la convierten en una
ciencia moderna. La enseñanza le concede un importante lugar. En resumen, la geografía es una disciplina venerable,
y a todos nos es familiar desde nuestra infancia. Entonces, ¿por qué hablar de nueva geografía? Desde hace
principalmente cosa de una década esta vieja disciplina ha experimentado una considerable mutación, muy poco
conocida fuera de un reducido número de iniciados” (Claval; 1979, 13). El punto anterior nos permitió introducirnos
en un análisis que llega a la década de los setenta, desde entonces hasta el fin del siglo XX otras posturas han
aparecido porque el debate continúa. ¿Qué geografía se fue gestando desde fines del siglo XIX hasta la actualidad? La
producción es impresionante y dista mucho de ser lineal o simple, se caracteriza justamente, por su riqueza y
complejidad. Pero con el sólo propósito de situarnos en un contexto más amplio, intentaremos definir algunas
coordenadas que nos orienten hacia nuestro destino, la geografía contemporánea.

Ahora bien, lejos de asumir una visión simple e ingenua se presentará a continuación un particular recorte y esquema
ordenador que nos facilite visualizar las diversas corrientes de pensamiento geográfico, muchas de las cuales
coexisten simultáneamente en el presente: La Geografía como una vieja ciencia. Como hemos dicho, la geografía se
inicia en las culturas primitivas y en sus necesidades de supervivencia. Las primeras descripciones e intentos de
explicar racionalmente el funcionamiento de la Tierra (ecumene) están estrechamente vinculadas al mundo griego.

Desde el punto de vista de las representaciones, los periplos (descripciones de las costas) fueron una fuente de gran
importancia para el conocimiento geográfico. Como comerciantes y marinos, los fenicios y cartagineses precedieron a
los griegos y el periplo de Hannon testimonia la vuelta al África en el siglo VI antes de Cristo. Desde allí, en un
interrumpido ir y venir se irán construyendo representaciones de la Tierra a lo largo de siglos. El viaje de Colón, fines
del siglo XV, permitirá que el mundo europeo tome contacto con otros territorios, el “Nuevo Mundo”, y ponga a prueba
las representaciones simbólicas de la Tierra. Con la navegación de ultramar, los descubrimientos, aparecerán y
transmutarán diferentes visiones del ecumene, y la producción cartográfica se desarrollará como nunca antes en su
historia. Con la circunnavegación (1522) queda instalada definitivamente la nueva imagen del mundo y, con ello, se
abre una nueva etapa de la historia de la Geografía.

Desde entonces, las limitaciones y las dificultades cartográficas fueron siendo superadas, y la geografía tuvo un papel
destacado en la revolución científica del siglo XVII, que sentó las bases de la ciencia moderna. “La geografía, como
ciencia que se ocupaba de la descripción y de la representación cartográfica de la Tierra, formaba parte de las
matemáticas. Era una ciencia matemática mixta, como la astronomía, la óptica o la música, entre otras, y en las
universidades se enseñaba dentro de la cátedra de matemáticas. La obra que mejor representa la relación de la
geografía del siglo XVII con los problemas de la revolución científica es la Geografía General de Varenio, publicada en
Leyden en 1650”. (Capel y Urteaga, 1984,12)

En líneas generales, se recoge como una constante en las obras de todos ellos el reconocimiento de un tránsito de la
búsqueda del conocimiento de la naturaleza terrestre, que dará origen a las hoy llamadas Ciencias de la Tierra, y
abrirá el paso hacia el interés del conocimiento de las relaciones humanas con el planeta.

La geografía moderna del siglo XIX se caracterizó por la producción geográfica de Alejandro de Humboldt y Karl Ritter
en el contexto de la revolución industrial, el imperialismo europeo y la exploración del territorio. Ambos compartían la
filosofía idealista y el romanticismo alemán y las ideas de Kant, Herder, Hegel, Schiller o Goethe se identificarán en
sus obras. “Aparece entonces una nueva geografía, que se define como la ciencia que estudia las distribuciones en el
espacio y las interacciones entre fenómenos físicos y humanos en la superficie terrestre. La herencia de Humboldt es
ahora plenamente recogida, y la geografía se configura como una ciencia nueva y aparte, en competencia con
naturalistas, por un lado, y con historiadores, por otro”. (Capel y Urteaga, 1984, 19) El positivismo y las ciencias
naturales dominarán la escena científica de este período; por consiguiente, la idea del evolucionismo influyó
ampliamente en los geógrafos en el momento en que se produce la institucionalización de la geografía como disciplina
(1860-1890).

Estas ideas, y en especial la idea de evolución propuesta por Darwin y Lamarck, se difundirán ampliamente en la
disciplina. Un claro exponente de este período es la obra de Friedrich Ratzel (1844-1904) quien recibirá
tempranamente el impacto de las ideas de la selección natural de Darwin. Todo se conjuga, las ideas positivistas, el
triunfo de la biología y la máxima meta de la ciencia, que es establecer con rigurosidad las causas de los hechos y el
descubrimiento de leyes. Todos estos elementos estarán en la corriente del determinismo geográfico, preocupado por
la influencia del medio físico y la búsqueda de leyes que expliquen las relaciones entre los factores físicos y humanos.
En esta línea de ideas, Brisa Varela (1999, 54) sintetiza: "El modelo positivista tuvo además de los enfoques
deterministas de la escuela alemana -con fuerte arraigo en los geógrafos de los EE.UU.- otra importante vertiente en
la escuela francesa posibilista con Vidal de La Blache, que signó una nueva forma de concebir el objeto de estudio, los
problemas y los métodos en Geografía. Desde su cátedra de Geografía en la Sorbona y en la Escuela Normal Superior
de París planteará nuevos enfoques que podemos sistematizar en los siguientes aspectos centrales:

1. Oponiéndose a la escuela determinista naturalista, Vidal planteará un mundo que evoluciona desde los organismos
inferiores a los superiores con grados de libertad progresivos que en el caso de las sociedades humanas les posibilita
importantes niveles de dominio sobre el medio natural, de modo que el medio condiciona a las sociedades pero no las
determina.

2. La acción humana es social, por lo tanto colectiva, y no individual. Las decisiones sociales son, por otra parte, no
un fruto del espontaneísmo o del azar, sino conscientemente decididas y concertadamente ejecutadas.

3. En el espacio geográfico coexisten cambios y permanencias. Vidal le dio un importante peso, en la explicación del
espacio social, al segundo aspecto.

4. En relación con los procesos de cambio, el papel del geógrafo es entonces descubrir las acciones sociales antes que
la perpetuidad de las permanencias geológicas o los comportamientos de los fenómenos naturales. De este modo, el
posibilismo de Vidal hace que la geografía se articule fuertemente con las ciencias sociales y especialmente con la
Historia en la comprensión de los procesos sociales de construcción del espacio.

5.En el marco conceptual y en el trabajo sobre estudios de casos intentará articular los elementos de la geografía
"física" con la "humana" de modo de no escindir la disciplina sino de demostrar la necesidad de integrar ambos
componentes, evitando lo que Capel (1981; 335) menciona como el peligro de disgregación entre la geografía física y
la humana.

6.La unidad de los aspectos del mundo de la naturaleza y el mundo social se unifican en torno al concepto de región
donde se combinan ambos fenómenos. En este sentido a Vidal de La Blache se lo ha considerado como el padre de la
geografía regional francesa.

7. En el estudio de lo regional se incluyen no sólo los métodos empiristas, experimentales e inductivos del positivismo
sino claves interpretativas procedentes del vitalismo. Se sostiene que es necesario hacer jugar lo sensible para
aprehender con profundidad la región y su significación social.

8. El paisaje como reflejo de las relaciones sociales sobre el medio natural se convertirá desde ese momento, en
objeto central de la investigación geográfica de la escuela francesa y el mapa, como imagen de esa realidad, en un
referente indispensable para su interpretación”.

Los intensos cambios y acontecimientos históricos, económicos y políticos del siglo XX fueron el escenario material e
intelectual de corrientes del pensamiento científico con abordajes cada vez más complejos para el análisis de la
realidad. También el conocimiento geográfico se enriqueció en esta vertiginosa producción de ideas y debates
científicos. Como plantea Brisa Varela, hay dos aspectos que merecen destacarse especialmente; la inserción
indiscutida de la disciplina en el campo de las ciencias sociales y la proliferación de escuelas geográficas que se
plantearon nuevos problemas o abordaron los ya existentes desde distintas perspectivas.

Diversas escuelas y modelos explicativos en geografía coexisten en la actualidad, entre ellos podemos nombrar: la
geografía cuantitativa, la geografía de la percepción y la geografía crítica. Nuevos centros de interés aparecen, en las
últimas décadas, en la producción geográfica como la problemática ambiental o la del género entre otros. La
revolución cuantitativa y la filosofía neopositivista dieron origen a lo que se dio en llamar la geografía cuantitativa.
Dentro de la geografía cuantitativa, David Harvey buscó la forma de expresar las singularidades en un lenguaje que
pueda ser universalmente interpretado. Y por ese camino se aproximó a la formulación de modelos, pero fue
consciente de que los modelos tienen que reflejar la teoría que subyace. Desde la década de los cuarenta y sobre todo
después de la Segunda Guerra Mundial se formarán geógrafos que introducirán los modelos matemáticos para el
análisis del mundo, y con ello buscarán el descubrimiento de leyes y teorías que permitan explicar y predecir los
procesos de transformación territorial. Las obras de Haggett (1965), Harvey (1969) y otros marcaron, al final de la
década de los sesenta y al comienzo de los setenta, el auge del llamado paradigma neopositivista de la "Nueva
Geografía": "La nueva concepción enlaza con el empirismo, pero, al igual que el positivismo decimonónico, no
considera científica la mera recopilación de observaciones. Los hechos por sí solos no indican nada, y para
interpretarlos hacen falta teorías. El énfasis en la teoría y la influencia de la obra del filósofo Karl Popper conduce a la
generalización de métodos deductivos (...) Los geógrafos neopositivistas aceptan que, al igual que en la naturaleza
física, existen en la sociedad regularidades que es posible descubrir. Se intenta así construir una física social y se
aplican al estudio de la realidad social teorías y conceptos procedentes de la física y de la biología, como el de
ecosistema, el de entropía, la teoría de la gravitación y otras.” (Capel y Urteaga; 1984, 27).

Hasta los años sesenta, cuando estaba en su formación inicial el movimiento de contestación a la geografía
cuantitativa (o llamada también teorética), una de las corrientes identificadas recibió el nombre de behaviorista, en
función del énfasis centrado en la investigación, no ya del hombre esencialmente dirigido por lo económico y por la
racionalidad de sus decisiones; sino con un comportamiento más empírico y con visiones del mundo propias de seres
humanos muy concretos, con sus prejuicios, limitaciones, valores, etc. Rápidamente este movimiento creció en forma
considerable ampliándose y diversificándose, la que se manifestó en forma sensible en el dominio de temas u
objetivos realizada dentro de ese movimiento general. Así es como la denominación "behaviorista" fue superada por lo
que se dio en llamar la geografía de la percepción o del comportamiento preocupada, tanto por el espacio urbano,
como por el rural. La principal propuesta sobre la que se construye este movimiento es la de valorizar el peso de la
subjetividad social en la interacción y construcción del espacio geográfico. Esta subjetividad está directamente
relacionada con las experiencias de la vida y con la memoria histórica que ese grupo posea. Cabe recordar que este
enfoque estuvo fuertemente influenciado por otras disciplinas como la psicología, la sociología y la antropología. Entre
los principales teóricos puede citarse la obra de Kevin Lynch quien escribe un texto clásico, La imagen de la ciudad.
Una de las propuestas más innovadoras de este enfoque son los mapas mentales línea desarrollada por Peter Gould:
"A través de este desarrollo la geografía enlaza dos tendencias fenomenológicas y existencialistas, que también
influyen más o menos contemporáneamente en otras ciencias sociales. Es el campo de la experiencia personal
realmente vivida lo que aparece ahora, y al avanzar por él se avanza también en la crítica de las abstracciones de los
modelos cuantitativos. Aparece así, otra nueva geografía, una geografía crítica frente a las concepciones cuantitativas
y frente a la realidad social, y radical en el sentido de que pretende un cambio que llegue a la raíz de los problemas.
(...) Problemas nuevos aparecen con ello como temas de estudio geográfico: la pobreza, la injusticia, el hambre, la
enfermedad, la contaminación, la marginación social. (...) Se considera una tarea necesaria la crítica del orden
espacial existente y la reflexión sobre las nuevas ordenaciones que ayuden a una mayor felicidad de los hombres.
Para muchos, el marxismo aparece como un marco teórico válido para abordar los problemas de una forma
totalmente diferente a la tradicional. Se trata de un marxismo con un fuerte sesgo historicista, y en ello estos
geógrafos coinciden con la otra gran rama del movimiento radical, la llamada geografía humanista, que se basa más
directamente en el existencialismo y en la fenomenología.” (Capel y Urteaga, 1984, 46). Tres obras publicadas casi
simultáneamente, a comienzos de los años setenta, son acaso las más representativas del movimiento que se conoció
como la geografía radical o crítica. El filósofo y sociólogo Lefebvre (1974), el sociólogo Castells (1972) y el geógrafo
Harvey (1973) fueron los autores que llevaron a la "espacialización" del marxismo, y a la "marxización" de la
geografía. Algunos textos permiten realizar un recorrido por estos paradigmas y sus discusiones implícitas.

La principal reflexión de este mosaico de enfoques, movimientos y corrientes de pensamiento en geografía están
orientados epistemológicamente por lo que Kuhn define como el contexto de investigación y el reemplazo de un
paradigma por otro. Sin embargo, la evolución reciente del pensamiento geográfico, por su diversidad y complejidad,
plantea dudas en cuanto a la validez absoluta de la propuesta de Kuhn. Diversos geógrafos (y otros intelectuales)
están más inclinados a aceptar la propuesta elaborada por Lakatos (1977), que admite la coexistencia y la
competencia entre paradigmas explicativos diferentes.

1.3. El espacio geográfico y las sociedades

1.3.1. Epistemología, geógrafos y espacio geográfico


En torno al concepto de espacio geográfico se han formulado tantas ideas como se han desatado profundas críticas a
las diversas propuestas teórico-conceptuales. Para reflexionar y representar esta frondosa y entusiasta producción
teórica, se transcriben algunas ideas de geógrafos contemporáneos. Esta discusión es central para la disciplina, ya
que más allá del origen de las ideas, todos los geógrafos convergen en la necesidad de construir un campo teórico-
conceptual en que se desarrollen aportes para su caracterización y definición. Entre los textos seleccionados están:

- A: una transcripción de la introducción de El Espacio Geográfico de Oliver Dollfus;

- B: un fragmento de la entrevista que Geografikós realizó a David Harvey en su paso por Buenos Aires con motivo del
VI Encuentro de Geógrafos de América Latina;

- C: algunas palabras que Milton Santos pronunció en la conferencia de cierre del VI Encuentro.

A) "En su sentido más amplio, el ámbito del espacio geográfico es la epidermis de la Tierra, es decir, la superficie
terrestre y la biosfera. En una acepción más restrictiva, es el espacio habitable, allí donde las condiciones naturales
permiten la organización de la vida en sociedad. Hasta fecha reciente la oikuméne coincidía más o menos con las
tierras utilizables para la agricultura y la ganadería. Pero esta noción debe ser revisada. El espacio geográfico es el
espacio accesible al hombre, usado por la humanidad para su existencia. Por lo tanto, incluye los mares y los aires. Es
localizable, concreto, diríamos «trivial». Aunque cada punto del espacio puede ser localizado, lo que importa es su
situación en relación con un conjunto en el cual se inscribe y las relaciones que mantiene con los diversos medios de
los que forma parte. Ese espacio geográfico se forma y evoluciona partiendo de unos conjuntos de relaciones, que se
establecen en el marco concreto de la superficie de la Tierra. El espacio geográfico se presenta como el soporte de
unos sistemas de relaciones, determinándose unas a partir de los elementos del medio físico, y las otras procedentes
de las sociedades humanas que ordenan el espacio en función de la densidad de poblamiento, de la organización
social y económica, del nivel de las técnicas, en una palabra, de todo el tupido tejido histórico que constituye una
civilización". (Dollfus; 1982, 7)

B) "La discusión sobre el espacio es muy rica e interesante. Surgen muchas cuestiones cruciales alrededor de esta
discusión. La primera es que dentro de la geografía tenemos que tener cuidado de no repetir siempre lo mismo pero
con un nombre distinto. En el mundo anglosajón la palabra región no es muy usada, la ‘Geografía regional’ no es muy
común; pero el concepto de lugar se ha vuelto muy popular y surge una cuestión interesante que es cuando los
geógrafos hablan del lugar y la teoría del lugar, se refieren a conceptos básicamente diferentes a lo que se entiende
por región, no le están dando un nuevo nombre a una misma cuestión. Y en tal caso, ¿de qué serviría usar un nombre
distinto si estamos hablando de lo mismo? En la geografía aparece ese tipo de planteos. En mi caso, prefiero el
concepto de lugar al de región porque cuando trato de teorizar acerca de la construcción social del espacio, la relación
entre espacio y lugar está profundamente arraigada en el discurso filosófico e incluso en el matemático, y todo eso me
permite comprender la forma en que el espacio puede ser fluido y cambiante; al mismo tiempo, los lugares están
imbricados en esa fluidez y ese cambio. Creo que la cuestión del espacio, en este sentido, está en peligro de
estancarse porque el espacio ha sido considerado tradicionalmente como una estructura en la que se lleva a cabo la
acción no como algo que puede ser transformado por las acciones que lo producen. Y es bastante difícil trabajar con
esta última concepción porque no contamos con muchos trabajos que estudien eso. La segunda cuestión que reviste
gran interés es que en la teoría, el espacio y la cartografía se usan como metáforas por medio de las cuales se
describe la realidad. Cuando Edward Soja habla del ‘giro o cambio espacial’ se refiere a la manera en que la teoría
social trata de explicar las metáforas y entender la realidad. Existen muchos libros actualmente que se refieren a
"cartografías". Nuestro desafío como geógrafos es el siguiente: podemos usarlas como metáforas, pero lo que nos
interesa es la realidad material que define el significado de esas metáforas. Han surgido interesantes debates acerca
de la relación entre el espacio como una metáfora idealista y el espacio como resultado de una construcción y
producción material. Aquí aparece un diálogo muy interesante que no hace estática a la discusión sobre la
espacialidad, sino muy dinámica, relacionada al espacio como una representación y al espacio como el producto de
una actividad material". (Harvey; 1997:88)

C) "Nuestra disciplina, en lo que va del siglo, se ha enfrascado en una interminable y casi vacía discusión alrededor de
la palabra ‘geografía’. Me parece que no hay nada que reiterar de la continuación de ese debate. El debate central, el
debate que permite un debate ontológico, no es alrededor de un nombre de disciplina sino alrededor de un problema
que sea ontológicamente trabajado. A mi juicio, ese tema es el tema del espacio. Eso significa que hay que enfrentar,
al mismo tiempo, lo que existe frente a nuestros ojos como realidad actual y el tiempo. El tiempo debe ser datado de
forma empírica, si queremos que sea compatible con esa otra categoría empírica que es el espacio y que podría ser
definido brutalmente como el conjunto de cosas, de ideas y de relaciones fundadas en cosas e ideas. Pero no
únicamente cosas e ideas de relaciones existentes, sino cosas e ideas de relaciones posibles. En una época dada, ¿por
qué no se puede trabajar, enfrentar una situación contra aquello que llamábamos en el pasado "la realidad" con
enorme pretensión? Si no disponemos de conceptos, fabriquémolos. Que esa fabricación esté de acuerdo con la
sistematización de lo real del mundo. Así incorporamos la historia a nuestro raciocinio, y nos ponemos como
geógrafos en el mundo, frente al mundo. Hay que encontrar una definición que permita hablar del presente, del
pasado y del futuro. Porque si mi definición no es abarcativa de esas cuasi dimensiones del acontecer no sabremos
cómo tratar lo que pasó, no sabremos cómo enfrentar las situaciones y, por lo tanto, no estaremos en condiciones de
proponer. Estoy proponiendo, hace algunos años, que el espacio sea definido como un conjunto indisociable de
sistemas de objetos y sistemas de acciones. Ni objetos separadamente, ni acciones separadamente. Objetos y
acciones conjuntamente. Hay que hacer una definición operacional y que al mismo tiempo incluya el pasado, el
presente y el futuro. Los objetos son creación del hombre en todos los tiempos y las acciones son algo que en todos
los tiempos marcan la posición de la historia hecha sobre los objetos. Y significa que en esa definición, que la
complicamos después en la realidad del proceso de producción teórico, nos tomamos la libertad de proponer algo
sencillo. Lo trabajamos, complicándolo, y volvemos al proceso de simplificación que permite una primera discusión
con nuestros interlocutores. Pero no hay que insistir en el error fundamental de nuestra disciplina que es trabajar
desde afuera y no enfrentar la cuestión del espacio desde adentro. Esto, junto a otra idea que no debe detenerse
porque está en las calles, la gente pobre sabe de eso. El espacio no es sólo un resultado de la producción, sino un
resultado de la producción y de la vida. Esto nos permitirá pensar que una epistemología que tenga en cuenta esa
realidad supone ser una epistemología existencial. (...) Las acciones de hoy están enmarcadas por un fenómeno
técnico a su servicio como hallamos en sus dos fases. La técnica es la sociedad, la sociedad es la técnica. Eso significa
que si en nuestras preocupaciones separamos técnica y sociedad, y frecuentemente hacemos cuadros de todo, la
geografía es una ciencia que parece no poder desprenderse de los dualismos asesinos de la producción de un
conocimiento utilizable. Hay que liberarnos de esa herencia del iluminismo y de la modernidad como propone
Latourre, y, a partir de esos híbridos, a partir de esas mezclas, trabajar de otra forma, y la técnica nos permite esta
operación metodológica si la consideramos como sociedad y si consideramos a la sociedad como técnica. El interés de
este enfoque es exactamente éste: suprimir las ambigüedades, los dualismos, los enigmas que perturban el desarrollo
de nuestro trabajo. Objetividad vs. subjetividad, socialidad vs. individualidad, materialidad vs. socialidad y, sobre
todo, tiempo vs. espacio. Tiempo-espacio que es, hasta hoy, el problema más grande de nuestra disciplina. (...) No se
ha podido encontrar la solución, primero porque no incluimos la cuestión de la técnica: La técnica y el tiempo; La
técnica y el espacio. Las dos cosas. La manera como definimos el acontecer en cada período histórico está relacionada
generalmente con lo que en cada período histórico es la técnica. La construcción del espacio y la relación del hombre
con la extensión es igualmente marcada en cada período histórico por la técnica correspondiente a ese período
histórico. De ahí que la casi totalidad, por no decir la totalidad, de los estudios geográficos sobre el tiempo no tuvieran
éxito, porque la ausencia de la noción de técnica supone la imposibilidad de unir el tiempo y espacio, aunque algunos
geógrafos imaginen que han resuelto la cuestión". (Milton Santos; 1997, 81)

1.3.2. El espacio geográfico

En este contexto de reflexión teórica y de múltiples perspectivas sugerimos una propuesta que puede tener o no
puntos de convergencia o divergencia, pero que sin duda sus aportes son importantes para avanzar en la construcción
de nuestro concepto central: el espacio geográfico. Tomando las palabras de Milton Santos (1996): "El espacio
[geográfico] debe considerarse como un conjunto de relaciones realizadas a través de las funciones y de las formas
que se presentan como testimonio de una historia escrita por los procesos del pasado y del presente. Es decir, el
espacio se define como un conjunto de formas representativas de las relaciones que ocurren ante nuestros ojos y que
se manifiestan por medio de los procesos y funciones. El espacio es entonces un verdadero campo de fuerzas cuya
aceleración es desigual. Esta es la razón de que la evolución espacial no se realice de forma idéntica en todos los
lugares”. En otros términos, el mismo autor expresa: "El espacio debe considerarse como un conjunto indisociable en
el que participan, por un lado, cierta combinación de objetos geográficos, objetos naturales y objetos sociales y, por el
otro, la vida que los colma; es decir, la sociedad en movimiento". (Santos; 1991, 26) En suma, el espacio geográfico
es la configuración de la superficie terrestre que resulta de la existencia del hombre en el planeta. Esto conlleva la
idea del carácter histórico de esas configuraciones que responden a procesos de cambio asociados al devenir de las
sociedades humanas. Como toda ciencia, la Geografía busca una descripción y explicación causal de los procesos
espaciales y la identificación de la tendencia en esos procesos, sin olvidar que la evaluación de esa tendencia es
contingente porque es impredecible la evolución de la sociedad humana en su conjunto

1.3.3. ¿Cuáles son las propiedades del espacio geográfico?


El espacio geográfico es localizable o localizado y tiene una extensión. Este se caracteriza por la distribución y el tipo
de correlaciones causales existentes entre los distintos elementos que la constituyen. Esas causalidades no siempre se
explican por los elementos localizados en él, lo que nos obliga a pensar que el espacio debe ser analizado, no sólo en
su concreta localización sino también en el contexto de su posición a escala regional y planetaria. Estas condiciones de
posición son las que sufren las mayores variaciones a lo largo del proceso histórico y nos explican por qué algunos
lugares privilegiados en cierto momento pueden ser abandonados en otros. El espacio geográfico es localizado, tiene
un referente territorial con una ubicación, es decir, en términos geodésicos un ubi (dónde) en términos de latitud y
longitud (georreferenciado), ocupa un sitio que remite a las propiedades del territorio y tiene una posición que da su
ubicación relativa, no ya respecto al sistema hoy universalmente aceptado de coordenadas terrestres, sino con
relación a otras localizaciones que sean para él significantes. La posición lleva a la evaluación en otra escala, que
remite a espacios exteriores a lugares próximos o lejanos. Por ejemplo: Buenos Aires, punto de contacto entre mar y
tierra, rutas marítimas y terrestres transcontinentales; posición fronteriza; zona ecuménica, sirve a la salida de la
producción pampeana de exportación, etc. La ubi es siempre la misma; el sitio se modifica por la dinámica natural o
social (por ejemplo puede haber mayor o menor contaminación, construcción de barrios, etc.); la posición cambia
históricamente por la acción terrestre o la valorización social. Dado su contexto territorial estamos habituados a
considerar el espacio geográfico como una superficie, un polígono del que pueden reconocerse puntos, formas y
extensión. Esta concepción, arraigada en una visión cartográfica adaptada a un plano, debe ser corregida por nuestra
experiencia de la realidad. El espacio geográfico no sólo incluye el terreno como soporte, sino también el aire que
respiramos, lo que nos obliga a considerar el espacio como un volumen, aún más cuando la construcción de
rascacielos nos aleja del nivel del suelo y la navegación aérea y las comunicaciones implican el uso de las capas
superiores de la atmósfera. Si la ocupación y el uso de la atmósfera implican la concepción de un espesor en altura, la
ocupación y el uso del lecho del mar, así como las excavaciones para el trazado de vías de circulación o explotaciones
mineras conllevan la consideración de los alcances con profundidad. El alcance de la real dimensión volumétrica de un
espacio dado en los ámbitos aéreo, del subsuelo terrestre o marítimo, más allá del postulado de la legislación nacional
e internacional, depende de lo que efectivamente la sociedad del espacio en cuestión pueda alcanzar. Un ejemplo
evidente de esa limitación la da el hecho de la circulación de naves espaciales fuera del alcance del control de las
sociedades cuyos territorios sobrevuelan. Toda una rama del derecho se vincula con estas dimensiones. En el caso de
la aviación, por ejemplo, los vuelos regulares deben encauzarse a través de "corredores aéreos" y las ciudades no
pueden sobrevolarse a menos de 500 m de altura. Otras consideraciones podrían hacerse sobre el alcance de las
comunicaciones radiales, la telefonía, etc. La estructura del espacio geográfico contiene puntos y líneas áreas, que no
se distribuyen al azar, sino respondiendo a la lógica que les impone la sociedad que lo modela en su gestión de la
naturaleza que le da sustento. Estos elementos guardan entre sí relaciones estructurales, de cuyo equilibrio depende
el funcionamiento y la persistencia del sistema. La identificación de las estructuras es, sin duda, uno de los puntos
más delicados, significativos y relevantes del análisis, necesarios además para la descripción e interpretación del
espacio geográfico como un geosistema localizado y abierto. Al decir abierto, estamos señalando que pueden aparecer
algunos elementos nuevos que modifiquen en su debido momento la estructura vigente. Por ejemplo, una autopista
por la que fugan flujos sin conexiones locales es un ingreso de energía que a la larga termina alterando la estructura
del sistema; igualmente testimonios del pasado que no responden a la lógica locacional actual pueden ser
considerados como energía fósil, que incide sobre el sistema actual y puede en el futuro ser vivificado por su
incorporación al sistema como patrimonio natural. Por ejemplo, las ruinas de Ostia, las del Pucará de Quilmes o las de
Machu Pichu, entre otras, que son revalorizadas para el turismo. El espacio geográfico es dinámico. Es un sistema en
equilibrio sujeto a permanente transformación, impulsado por las dinámicas social y natural cuyos ritmos, siendo
diferentes, deben ser coordinados para que el equilibrio, aunque cambiante, pueda mantenerse. Como se dijo no se
trata de un mecanismo de relojería cuyas piezas teóricamente se mantienen iguales a sí mismas.

En el espacio geográfico, sociedad y naturaleza están en transformación perpetua e inevitable. Conocer sus dinámicas
y tendencias a futuro es la más delicada de las tareas del geógrafo y la culminación de su labor profesional, cuyos
logros pueden ser útiles a otros investigadores y a la sociedad en la que se inserte. La dimensión temporal tiene
diversas manifestaciones en el espacio geográfico. Por un lado, el tiempo que transcurre ajeno a la voluntad del
hombre: la sucesión alternada de los días y las noches, la sucesión de las estaciones y el ciclo anual, el tiempo
biológico, etc. Por otro lado, el tiempo asociado a la distancia guarda relación con los medios y la velocidad en la que
recorren áreas y el lapso de tiempo-reloj que se emplea en ello. La distancia métrica se convierte en distancia
geográfica, más o menos extensa según la velocidad del medio de circulación que se emplee. Pero hay otros tiempos
que tienen que ver con las permanencias de los sistemas sociales que interactúan con el espacio geográfico
(naturaleza más o menos modificada) y permiten establecer periodizaciones: períodos de estabilización, de
transformación o de sustitución de un sistema socio-espacial por otro. Ejemplos muy evidentes de la significación
espacial de los cambios del sistema sociocultural nos ofrecen los espacios geográficos surgidos de la colonización
hispánica. Si tomamos por caso el espacio pampeano indígena cuyos rasgos aparecen definidos por una sociedad
nómade de cazadores y recolectores que actúan sobre una llanura de abundantes pastos y animales silvestres. En
función del uso de los recursos, se dibujan las sendas que recorren, de aguada en aguada, sin establecer
asentamientos permanentes, con una tasa de reproducción muy baja, controlada por la disponibilidad de alimentos.
Con la instalación europea se consuma la extinción violenta de las culturas indígenas acompañada por la aparición de
asentamientos estables (ciudades y pueblos) conectados por un sistema social, con apropiación y división de la tierra,
introducción de animales y plantas cultivadas de origen foráneo y sustitución de la población por otra con una
estructura social, económica y política que mantiene su cohesión por la sujeción a los valores, normas y conductas de
la sociedad metropolitana. A lo largo de un extenso período de al menos dos siglos, este espacio se consolida y
expande trabajosamente desde el litoral hacia el interior repitiendo el modelado con variantes que hacen a las
condiciones de localización de diferentes lugares hasta que factores de largo alcance, provenientes del exterior (es un
sistema abierto), llevan a cambios estructurales políticos y económicos de la sociedad (apertura del puerto de Buenos
Aires, creación del Virreinato del Río de la Plata) que motivan la transición hacia un nuevo período que a diferencia del
tránsito del período indígena al período colonial -que entrañó la sustitución de la sociedad y el espacio indígena por la
sociedad y el espacio colonial- el que ahora se inicia perfecciona, acentúa y enriquece los rasgos del período anterior.
Y así, podríamos seguir el análisis a través del tiempo histórico y descubrir como en un palimpsesto, los rasgos de la
escritura en el espacio a lo largo de cada período: las ciudades y los pueblos, las chacras y colonias, los ferrocarriles y
los puertos, los caminos carreteras y las autopistas, los ramales clausurados, los pueblos abandonados, los complejos
industriales, los clubes de campo... todo está allí y no podemos explicar por qué ahí, si no identificamos a que período
histórico pertenece, período en el que esos elementos eran funcionales al espacio geográfico de la sociedad que lo
modeló.

Amposta, una permanente búsqueda de nuevos equilibrios

La dinámica natural como transformadora del espacio La historia del Delta del río Ebro no se puede separar de la
historia geológica de la zona que presenta acusadas variaciones sobre el nivel del mar vinculadas a las glaciaciones.
Entre 8000 y 7300 años atrás, el nivel del mar se estabilizó unos 2 metros por debajo del nivel actual. En tierra firme
domina la cultura mesolítica.

Entre 5500 y 4800 años atrás hasta nuestros días, el nivel desciende hasta unos 5 metros por debajo del nivel actual,
en correspondencia con el dominio de la cultura neolítica, y sólo hace apenas unos 2500 años que el nivel se consolida
a una altura semejante a la de la actualidad. El descenso del nivel del mar Mediterráneo repercutió en la baja del nivel
base de la desembocadura del río Ebro. Este suceso natural aumenta la pendiente y acrecienta su capacidad erosiva y
de transporte de sedimentos que van depositándose en el fondo marino años tras año. Este nuevo descenso acentúa
la capacidad erosiva y aumenta el volumen de los sedimentos que transformados en bancos primero, emergen
después como islas, para que finalmente, el nivel se estabilice con ligeras oscilaciones en el nivel actual. Amposta:
¿puerto fluvial o puerto marítimo? En el siglo XII, el Delta se adentraba ya en el mar varios kilómetros desaguando
por tres bocas, en el siglo XVI los sedimentos al norte encierran el Port dels Alfacs; otras acrecencias se producen
entre el siglo XVIII y XIX. 46 La última gran perturbación fue provocada por las inundaciones y la apertura de un
nuevo brazo hacia el norte abandonando la salida al mar oriental. En 1946 el proceso de ensenegamiento de la zona
occidental ha sido rápido, mientras se acentuaba la erosión en el otro extremo. Esta dinámica fluvial muy activa será
sin duda alterada por las presas construidas a lo largo del Ebro que limitan la cantidad de sedimentos que el río
transporta (hacia 1950 los detritos eran de 21.000.000 de toneladas métricas, y en 1990 no pasan de 3.000.000 por
año). Como dijimos antes, en la boca del río Ebro hay testimonios que indican que ha sido poblado desde el
mesolítico, y además, se han encontrado restos que testimonian la colonización hecha por los fenicios y los romanos.
La actual Amposta, ciudad de los íberos, fue destruida en la Segunda Guerra Púnica, después fue ocupada por los
celtas como tierra de pastos, y más tarde, por los árabes que comienzan su retirada entre 1097 y 1154. Para ésta
época, el Ebro se va transformando en frontera "natural" del límite austral del principado de Cataluña (por entonces,
el Delta es tierra de cacería y pesca). Sobre la margen derecha, el reino de Valencia revive a la antigua Amposta que
ha perdido parte de sus funciones como puerto marítimo. Será después de 1154 que el Delta adquiera nueva vida por
la instalación del puerto marítimo Port Fangos (la actual Platjola) base de expediciones militares para la conquista de
Mayorca, Sicilia y Cerdeña. En los últimos dos mil años el proceso de sedimentación se acentúa, el delta crece, se
multiplican los brazos del Ebro, y Amposta, ubicada en la puerta de acceso del valle, domina la franja litoral. A la vez,
era también el punto de contacto entre el área de influencia de catalanes al norte y valencianos al sur como teatro de
enfrentamientos. En el esquema de Amposta, observamos, que en la actualidad, ambas márgenes del río están unidas
por un puente, sitio que años atrás fuese el término continental de la antigua navegación marítima. La dinámica social
y la construcción del espacio geográfico En el siglo XII, los productos del Delta son la sal -obtenida en sus lagunas-, el
regaliz, la sosa y las sanguijuelas. En 1466 Juan II destruye el castillo de Amposta, la población es diezmada, y en el
siglo XVI es frecuentemente atacada por los piratas berberiscos. La repoblación de la zona se inicia en el siglo XVII
cuando en 1607 los monjes de Benifassà inician el cultivo de arroz que prospera con dificultad por falta de riego. En
1719 se conceden permiso para sembrar los terrenos de la ribera. Pero hay que esperar hasta la mitad del siglo XIX
para que se autorice la canalización del Ebro (desde 47 Zaragoza hasta el mar), con el intento de regularlo y hacerlo
navegable. Ya en 1780, Carlos III ordenó la fundación de Sant Carles de la Ràpita para abrir un puerto al comercio de
los catalanes con América hasta entonces prohibido. En 1851, el canal de la derecha llega desde Xerta hasta la
desembocadura y recién en 1912 se habilita el canal de la margen izquierda, y los campos de arroz se transforman en
elemento dominante del paisaje: en 1860, 1.500 hectáreas; en 1870, 4.200 has. y en 1960, 169.000 has;
convirtiéndose en cien años, en la más extensa superficie adjudicada a un monocultivo. Es claro que esta
transformación viene de la mano de la disponibilidad de los recursos técnicos, económicos y financieros que hicieron
factible esta obra de infraestructura. Simultáneamente se acrecienta la población y la malaria que constituyó el azote
de la zona quedó completamente erradicada en 1918. La población saltó de 5.300 personas en 1957 a 40.696 en
1970. El Delta no ha perdido su vocación pesquera, aporta el 15% de la producción de Cataluña: langostinos y
mariscos en general; algunos pescadores como los de la cofradía de San Pedro obtuvieron sus derechos en el siglo
XII. En las bahías els Alfacs y del Fangar se han instalado criaderos de mejillones, a partir de 1962. Al margen de este
importante papel en la economía local, el Delta con sus humedales es una estación en la ruta migratoria de las aves
que transitan entre las latitudes boreales y el norte del África. Por ese motivo ha sido declarado Parque Natural.
Cuando los objetivos y la dinámica social se ajustaron a la dinámica natural, ésta impuso su ritmo de oportunidades y
limitaciones, pero cuando los objetivos de la dinámica social se imponen -por ejemplo, por su propio incremento
demográfico con recursos técnicos y con la fijación de nuevos objetos- llevan a la alteración del ritmo de la dinámica
natural y a la generación de una nuevo equilibrio dinámico del espacio geográfico.

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