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Cuatrimestre 02/2017
A partir de dichos ejes he armado un recorrido por categorías a la luz de distintos autores
que, de una forma u otra, se entrelazan con las prácticas dominantes en las distintas etapas
de la historia reciente. De la misma forma, la mirada al pasado estará fijada con mayor
énfasis en los modos de actuar de las dictaduras latinoamericanas, y en especial la
argentina, como un ejercicio de lectura flexible. Asimismo, una crítica al pasado más
inmediato como germen del presente nos ilustrará, a manera de interpretación de
categorías, cómo la sociedad de control funciona como un trabajo conjunto entre los
dominantes y dominados en el dualismo Estado-empresas.
Avanzar hacia el futuro dándole la cara al pasado
La idea de futuro es representada como aquello que tenemos frente a nosotros, es decir
que el pasado está “atrás” de nosotros, como lo que ya no observamos porque nuestra
vista se mantiene fija en el futuro. Sin embargo, y esperando no caer en el absurdo, en los
siguientes puntos a desarrollar mantendremos la mirada hacia el pasado sin “voltear” la
cabeza hacia atrás, es decir, avanzar de espaldas al futuro y observando el pasado como
un proceso que se sigue desarrollando en nuestra presencia y se aleja en la medida en que
se produce el presente.
La primera mirada será a partir del pasado inmediato (o sea, el presente continuo), en el
cual, con los ojos puestos en la sociedad de control (Deleuze, 1999) identificaremos
puntos comunes y a la vez equidistantes dentro de un sistema que aparenta no tener un
arquetipo constante, puesto que el dominio además de ser impuesto es aceptado.
Legitimar la violencia
Con Bourdieu, pensar los campos y sus articulaciones es asociar el papel del Estado como
legitimador. Su actuar en las sociedades disciplinarias y de control nos muestra que lo
único que cambian son los modos en que la violencia se ejerce en los ámbitos, inclusive,
más privados de los individuos. El poder político impone su visión, y con ello consagra a
los autores y actores de los modos en que la sociedad es receptora de un tipo de violencia
que de ser disciplinaria pasó a ser de control (Bourdieu, 1997). Sin embargo, pensaremos
las sociedades disciplinarias y las sociedades de control como situaciones ajenas la una
de la otra, puesto que las primeras tienen la principal característica de visualizar la
violencia por medio de la represión y el encierro, y las segundas actúan de manera más
anónima en cuanto a la visualización de quiénes ejercen el dominio.
Ya muy adentrado el siglo XX, las dictaduras militares en Latinoamérica nos ofrecen el
más claro ejemplo de la hibridación de los sistemas de dominio abordados en este tema,
puesto que en el uso de tecnologías de control y represión por sobre las poblaciones,
también se pueden encontrar elementos disciplinarios sobre los cuerpos. La violencia
ejercida se desprende de los individuos y se traslada a una cadena de mandos, y esta última
a una institución que ha sido legitimada para ejercer dicha violencia. Así como en las
dictaduras se educaba a los escolares a acatar la norma, también se ejercía el monopolio
de la violencia desde la institución militar; cuya legitimación (o autolegitimación en el
caso de los golpes de Estado) otorgaba un carácter impersonal sobre quienes se dedicaban
a reprimir “en nombre de…”
En la sociedad disciplinaria todo era parte de distintos procesos en los cuales siempre
había que volver a empezar, con el objetivo de que el poder fuese masificador e
identificante, por tanto, existía una marca que identificaba al individuo y la matrícula que
indicaba su posición en la masa. Así, el individuo que siempre transitaba por distintos
centros de encierro debía iniciar desde cero cada proceso, pero sin cambiar el tipo de
lenguaje analógico común a todos los lugares de secuestro (Deleuze, 1999). Y la
dictadura, como situación extendida en Latinoamérica, se puede interpretar como el
centro de encierro más grande y por excelencia en un país. Seguir la norma dejó de ser
del ámbito privado y pasó a ser imperativo categórico en cualquier situación en la cual se
pudiese ser asociado a conductas subversivas. Por ende, el aparato militar no solo ejercía
la violencia mediante la represión física, sino mediante la imposición de lo que el
individuo tiene y debe de consumir para estar en armonía con el sistema dominante.
Sociedad de control: fomentar el consumo
Aunque durante el desarrollo del tema parece que la asociación de la sociedad de control
con la sociedad disciplinaria es un resultado inmediato de la sucesión histórica en ambos
contextos, hay que tener en cuenta que las características específicas de cada una son
resultado de la caída de un modo de gobierno para el ascenso de otro. Con el aparente
triunfo de la democracia moderna como el sistema menos desigual para elegir a los
gobernantes, también han tenido triunfo las nuevas formas de consumo a partir de la “libre
elección”. Elegir un producto va asociado a la libertad de elección de éste. Sin embargo,
es la identificación casi hinóptica con las imágenes del mundo difundidas por la
publicidad y por la cultura de masas la que nos lleva a consumir, disponiendo todos, por
tanto, de una subjetividad flexible y procesual (Guattari, F. y Rolnik, S., 2013). Y como
en la sociedad disciplinaria existía la matrícula que identificaba la posición del individuo
en la masa, en la sociedad de control existe la contraseña como lenguaje de control, que
se compone de cifras que marcan o prohíben el acceso a la información (ibídem). Así, el
paso de un lenguaje analógico a uno digital, impulsa a un control ejercido a corto plazo y
rotativo; de forma continua e ilimitada. Caso opuesto con la disciplina que tenía una larga
duración y discontinua.
Vídeos
- Declaración de Videla ante los desaparecidos. Recuperado de:
https://youtu.be/Dhvn6fjk1nM?t=1538