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9 Historias Románticas y Eróticas

Descubriéndome

Trabajaba en una inmobiliaria a tiempo parcial cuando sucedió lo que


os voy a contar.
Llevo tres años casada con Carlos un buen hombre que me complace
en todo, es tranquilo, cariñoso, amable, trabajador y me quiere.
Carlos trabaja en la empresa familiar, le conocí cuando empecé a
trabajar para él, si habéis acertado el típico caso de la secretaria y el
jefe, todo un estereotipo.
Aunque olvidaros de las tórridas sesiones de sexo en la oficina, porque
no las hubo.
Me enamoré profundamente del hombre; en esos tiempos pasaba una
mala racha en lo personal y poco a poco fue confiando en mí,
contándome experiencias que me hicieron enamorarme de la persona.
Siempre antes de mi matrimonio fui un poco cabra loca, me gustaban
los hombres y yo a ellos, con lo que disfrute de una buena vida sexual
antes de casarme; pero todo quedó atrás.
Siempre he sido fiel a mi marido y a pesar de tener otras apetencias,
siempre me he conformado con lo que él me ha dado y he intentado
no añorar más de lo que él podía darme.
No es que no sintiera placer con Carlos, simplemente esperaba un
poco más del sexo con él.
En el sexo era como en la vida real, pausado, cariñoso, serio… y a
veces, una sueña con algo más… salvaje.
Le daba vueltas a todo eso cuando iba hacia las afueras para enseñar
un chaletito, precisamente a un amigo de Carlos y su mujer.
Los vi en el coche, me coloque la falda recta hasta las rodillas que
llevaba, mientras me acercaba a ellos.
-Buenos días, ¿sois Marta y Luis verdad?
-Sí, ¿tú debes ser la mujer de Carlos no?
-Por supuesto, soy Marina. Encantada –dije haciéndoles una seña para
que me siguieran-
Abrí la barrera y entramos los tres, esta vez ellos andaban delante,
mientras yo me retuve buscando la carpeta en mi maxi bolso.
Les miré unos segundos antes de unirme a ellos.
Luis tendría unos cincuenta y muy pocos como Carlos más o menos;
tenía unas facciones duras y un cuerpo más bien regio aunque
intentara disimular con un traje caro se veía un hombre acostumbrado
a trabajar y moverse.
Ella era harina de otro costal, le calculé unos cuarenta y seis o siete, era
más bien delgadita, algo anodina, aunque se sabía sacar provecho e
iba arregladísima en todo, pelo, ropa, zapatos; vamos impoluta.
-Bueno ¿qué os parece el exterior?
-Perfecto –dijo Luis sin ocultar que le agradaba-
Cuando estábamos en una de las habitaciones ella me dijo sin maldad
alguna
-Nunca te hubiera imaginado así, conociendo a Carlos.
-¿Así como?
-Pareces tan…
-¿Alocada? –dije poniéndoselo fácil-
-No quería ofenderte, de hecho no es una ofensa
La entendí perfectamente, a pesar de solo ser algo más joven que ellos
tres, me gustaba demasiado ir cómoda, llevar el pelo suelto y sin
apenas maquillaje; todo ello me hacía parecer más joven, más vivaz.
Todo ello contrastaba enormemente con Carlos, el parecía más mayor
de lo que era, aumentando la apariencia de la diferencia entre los dos.
Nos faltó por ver un tramo de la casa que estaba cerrado.
-Lo siento mucho, no se quien habrá cerrado esto
-No te preocupes total se nos ha hecho tarde, ¿podríamos verla de
nuevo en un par de días? -Pregunto ella.
-Por supuesto.
La empresa de él hacia trabajos para Carlos y se veían casi a diario,
quedamos en que me llamarían antes al menos para tomar algo los
cuatro.
Dos tardes después en una céntrica cafetería tomaba un café con
Marta, esperando a Luis para ir de nuevo a ver el resto de la casa.
Al final de esa semana cerré la compra de la casa y salimos los cuatro a
cenar. Ellos hablaron de su trabajo y nosotras de la decoración de la
casa.
-¿Podrías encargarte tu Marina?
-¿De verdad? Me encantaría
Siempre me había entusiasmado la decoración y entre las dos
podíamos hacer un buen trabajo, salí contentísima de la cena y al
llegar a casa estábamos tomando una copa cuando me senté sobre
Carlos y quitándole su copa, puse sus manos en mi trasero.
El lo apretó un poco mientras yo desabrochaba el pantalón y movía mi
sexo sobre el suyo ya desnudo. separé sus piernas e instalándome de
rodillas entre sus muslos baje mi cabeza para mamarle lentamente
como le gustaba, succionando y lamiendo hasta que se puso durísima;
entonces me quite las bragas y subí de nuevo, agarré su polla y
llevándola a mi sexo empecé a bajar despacio clavando mi cuerpo en
su estaca, el jadeando me agarró del culo y sus dedos largos
acariciaron mi trasero, sentía el calor invadir mi cuerpo y miré sus ojos
empequeñecerse ante el placer, entonces dejo mi culo y saco mis tetas
del sujetador, estrujándolas y lamiéndolas hizo que deseara más,
empecé a incrementar la rotación de mis caderas y con uno de mis
pezones entre sus dientes sus dedos volvieron a mi culo. Ambos nos
mirábamos sin hablar.
Así con lenta pasión me llevó al orgasmo y con el mío llegó el suyo.
Ambos gemíamos y jadeábamos abrazados en su sillón. Me encantaba
hacerlo ahí, me ponía a cien que me follara en su sillón… su pequeño
santuario, porque allí le sentía más.
A veces le sentía tan triste y lejano… necesitaba estos momentos en
que por fin le sentía cerca.
Dos semanas después y con la decoración de la casa a medias Marta
tuvo que salir de viaje.
-Nena me voy unos días, ¿podrías ayudar a Luis? Ya solo queda
esperar que nos traigan lo pedido.
-Vale, vete tranquila yo me encargo, es cierto además que no hay que
tomar decisiones, solo recibir e ir colocando.
Fui casi a diario a recibir las cosas y colocaba lo que podía. Veía a Luis
casi todos los días, incluso ceno en casa uno de ellos.
-Marina, ¿puedes ir mañana a casa? Es que vienen a montar el salón y
a mi me es imposible escaparme.
-Claro, no te preocupes.
Me levanté temprano y me puse unos pantalones finos y anchos con
una camiseta con escote palabra de honor y unas sandalias planas.
Llegue temprano y media hora después llegaron los señores,
descargaron todo y empezaron con el montaje. Eran dos hombres de
unos cuarenta y algo, que no dejaron de mirarme y comerme con los
ojos.
Al mediodía pararon para comer y Luis apareció por allí, fuimos a
comer algo con Carlos y luego me llevaría a casa antes de irse a una
reunión.
Se quedó un rato hablando por teléfono, mientras llegaron los
montadores.
Como yo se dio cuenta de cómo me miraban y me sonrió un par de
veces riéndose al ver como esos dos me desnudaban con la mirada
poniéndome muy nerviosa.
-No sé si dejarte sola con esos lobos. – dijo mirándome de arriba
abajo-
Al momento oí como anulaba la reunión y la pasaba para el día
siguiente, me alegré de que se quedara y contenta con no quedarme a
solas con esos dos, pasamos la tarde de charla, colocando cuatro cosas
que faltaban en la habitación que ya estaba completa.
Desmonte una de las cajas que él había traído, dentro había una cajita
muy mona y me sorprendió ver que estaba llena de juguetes eróticos,
había consoladores de varios tamaños, esposas forradas y demás.
Estaba por cerrarla cuando entro Luis.
-Llego demasiado tarde; venía a decirte que ya iba yo a colocar eso.
-Lo siento pensé que en la caja habría cojines y ropa de cama.
Se sentó a mi lado en la cama, yo aún tenía las esposas en la mano.
-¿Te gustan los juguetes eróticos?
-Qué vergüenza Luis.
-No te avergüences, somos amigos. Puedes mirar esta todo sin
estrenar aun. Los usados aún están en casa.
No pude evitar la curiosidad y tocaba la suave piel de las esposas,
mientras el sacó uno de los consoladores de la caja.
Me lo pasó y lo cogí distraídamente sorprendiéndome su tacto, parecía
de verdad.
-Como entraran esos dos ahora, fliparían al verte con un consolador en
una mano y unas esposas en la otra.
Lo solté avergonzada nuevamente y el cogiendo las esposas me dijo.
-Dame la mano, solo siéntelas un momento.
Sin darme casi cuenta le di la mano y el me apretó la muñeca, no pude
evitar excitarme al sentir las esposas en mi muñeca.
-¿Ahora ves por qué el cabecero tenía que tener barrotes o postes?
-Y como la atas? –Pregunte ya presa de la curiosidad-
-Siéntate en la cama apoyada en el cabecero y estira las manos, quiero
solo que esperimentes lo que se siente.
En un momento me esposó a la cama y se quedó mirándome con
deseo. Enseguida moví las manos arrepintiéndome por haber
consentido ir tan lejos y no pude soltarme.
-Quítamelas Luis
-Un poquito más me encanta verte así, ahora no puedes ir a ninguna
parte.
-Luis no juegues con esto, suéltame ahora mismo. No creo que a
Carlos le hiciera gracia.
-Supongo que no, pero a mí me pone a cien y te aseguro que esos dos
no se conformarían con mirarte.
-¿Y tu mujer?
-Ella también se pondría cachonda.
-Si no me sueltas gritaré
-Si gritas vendrás esos dos; ¿es lo que quieres?
-Sabes que no
-Entonces deja que te miré un poco y luego te suelto ¿vale? Tú a
cambio me guardas el secreto.
Bajé la cabeza y el sentándose a mi lado acarició mis pechos sobre la
camiseta, para mi desgracia los pezones se pusieron duros y él con una
sonrisa bajó la mano y con descaro la metió dentro del pantalón,
dentro de las bragas, entonces sentí sus dedos entre los pliegues de mi
carne.
-Puedes negarte, pero estas tan cachonda como yo. Si no te diera
morbo créeme no estarías así de mojadita.
Mientras sus dedos frotaban mi vulva notaba como involuntariamente
iba mojándome más y más.
Dos de sus dedos buscaron la entrada y me penetró con ellos mientras
con la otra mano tiró de mi camiseta y sacó una de mis tetas del
sujetador. Bajó la cabeza y lamio el duro pezón, lo mordisqueo hasta
que se me escapó un gemido.
Fuera se oían a esos dos reír por algo y saber que estaban a solo unos
metros me puso aún más cachonda.
-Te guste o no voy hacer que te corras princesa.
Se puso de rodillas y me quito el pantalón junto con mis braguitas,
intente zafarme y no pude.
-Separa las piernas, quiero ver tu coño.
Las separé y él estirándose cogió el consolador más pequeño y lo
apoyó en mi sexo. Por una parte quería que parara, pero otra parte de
mi disfrutaba de la absurda situación, de sentirme inmovilizada y usada
por el amigo de mi marido.
-¿Lo quieres dentro puta?
Me negaba a contestar, pero casi como fuera de mi cuerpo vi como
separaba más las piernas y de un empujón me lo metió hasta el fondo
una sola vez; lance un grito ahogado.
-Off ha sido como clavar un cuchillo en la mantequilla, tienes un coño
de lujo, no me extraña que le tengas loco.
-Por favor…
-¿Por favor te dejo o por favor hago que te corras?
-No me folles Luis.
-Yo no te follare, hoy no princesita. Hoy solo quiero que sepas lo puta
que eres.
Entonces empezó a mover el juguete dentro de mi vagina, suavemente
salía, para entrar con brutalidad. Empecé a jadear incapaz de frenar el
orgasmo que crecía en mi interior, poco a poco el calor invadía mi
cuerpo y se concentraba todo entre mis piernas.
-Me encanta ver como luchas, pero no podrás frenarlo. Tu cuerpo pide
a gritos satisfacción. Pero no te daré ese orgasmo hasta que me lo
supliques.
Diez minutos de su agonizante penetración y supliqué entre lágrimas
que no parara.
-Por favor haz que me corra fóllame bien con eso, necesito correrme
cabronazo
-Así me gusta zorra, toma…
Y estallé en un orgasmo tan fuerte que tuve que morder su mano para
no chillar. Cuando los espasmos aflojaron, lo sacó y pensé que todo
había acabado pero no. Sacó el consolador mediano y me lo metió de
un solo empujón, entro y salió con dureza, sentía como mi vagina se
contraía y el calor volvía a concentrarse hasta estallar de nuevo.
Cuando acabé, el salió de la habitación dejándome atada mientras oía
como hablaba a los trabajadores.
Pensé en Carlos y lloré en silencio, pensando que estaba en manos de
ese hombre al que no reconocía, oí sus pasos firmes en el pasillo, la
puerta se abrió y levanté la cabeza para suplicar que me dejara en paz,
que ya había conseguido su propósito.
Pero para mi sorpresa no era el quien entro en la habitación… al ver
quien era empecé a temblar y lloriquear, quería salir corriendo pero las
esposas me lo impedían.
Estaba esposada en la cama, sola en la habitación y analizaba lo que
acababa de suceder, temblaba por dentro recordando mis dos
orgasmos, la intensidad de los mismos y no me podía creer que
hubieran sucedido de esa manera y con Luis.
Él era el amigo de mi marido, el marido de mi amiga y ni siquiera me
gustaba, juro que nunca antes había deseado a ese hombre y lo peor
es que no le deseaba en esos momentos. Pero lo que no podía negar
es que un rato antes había sentido el sexo en otro plano, con otra
intensidad.
No sé cuánto tiempo llevaba analizando lo ocurrido cuando le oí
regresar por el pasillo, el miedo se apodero de mí, miedo no a Luis,
sino a lo que volviera hacer sentir a mi cuerpo.
Cuando la puerta se abrió ya había lágrimas de arrepentimiento en mis
ojos, la cabeza me daba vueltas y no mejoró la situación cuando vi que
no era Luis quien me miraba con intensidad desde la puerta.
-Hola Marina –dijo Carlos… mi marido-
No podía hablar me quede paralizada y luego solo quería escapar de
allí. Pero tenía que afrontarlo.
-Lo siento Carlos
-¿Que sientes que haya pasado o que lo hayas disfrutado?
-Las dos cosas –sentía que le debía sinceridad-
Él solo se acercó, saco las llaves y soltó mis muñecas. Intente abrazarle,
pero se apartó.
-No Marina, ahora no
Salió de la habitación, de la casa y se alejó de allí en su coche.
No sé cuánto tiempo lloré en esa cama, luego me vestí y me fui.
Di vueltas sin sentido antes de regresar con miedo a lo que me
esperaba en casa.
Allí en su sillón encontré a Carlos, a oscuras. Me oyó entrar y sin
girarme me dijo.
-¿Marina era la primera vez? –Pregunto serio y con tristeza en la voz-
-si
-¿Le deseabas tanto como para llegar al final?
-No le deseaba, no le deseo
-Marina lo vi todo, vi tu cara cuando te corrías. No me digas que no le
deseabas
-No era por él. ¿Qué puedo hacer para que me perdones?
-Llevo toda la tarde dándole vueltas y solo hay una solución
-Dímela, haré lo que sea
-Solo podría perdonar que él no tuviera nada que ver, que fuera la
situación, el morbo, las formas…
-Es justo eso
-Pues demuéstramelo
-¿Qué quieres que haga? –Pregunté con esperanza-
-Quiero que seas mi esclava sexual durante una semana, necesito verte
como te vi esta tarde… pero conmigo.
-Hare lo que sea para demostrarte que es contigo con quien quiero
estar.
-Sube a darte una ducha y espérame en la cama.
Bajé la cabeza dispuesta a todo por no perderle y subí, me metí en la
ducha, froté mi cuerpo con saña durante minutos y luego me sequé y
me metí desnuda en la cama.
Le esperé durante horas, hasta que el sueño me venció y agotada me
dormí.
Al día siguiente desperté con su olor en la almohada pero sin rastro de
el en la habitación ni en la casa.
No supe nada de él hasta que por la tarde me mandó un mensaje.
-Arréglate y ven a buscarme a la oficina, quiero que salgamos a cenar.
Si no puedes mándame un mensaje si puedes te espero a las ocho.
Dejé el teléfono y subí a arreglarme, me puse un vestido largo y fino
hasta los tobillos con la espalda escotada y unas sandalias planas, me
recogí el pelo y fui hacia el coche.
Llegue a su oficina y la secretaria me pasó a su despacho, cuando entre
me dijo.
-Hola nena –dijo levantándose y viniendo a mi lado-
Se colocó detrás de mí y para mi sorpresa soltó la pinza que recogía mi
melena.
-Se acabó esa imagen remilgada, no intentes ser quien no eres. Eso no
llevo a esta situación. Me gusta tu pelo suelto, tus zapatos imposibles,
tu manera de vestir y tú forma de ser. No quiero la esposa arreglada y
estirada, quiero a la Marina que has escondido estos años.
Me dejó alucinada, pero era cierto. Había dejado un poco de lado mi
personalidad y había intentado ser la mujer que más pegaba a su lado.
-¿Sigues dispuesta como ayer? –Pregunto con incertidumbre-
-Por supuesto.
Note como metía sus manos por la espalda de mi vestido y agarraba
mis tetas sobre el sujetador, las estrujo con ganas hasta hacerme
gemir, luego bajo un poco las copas del sujetador y pellizco mis
pezones.
-Carlos puede entrar alguien
-No entrara y si entran, ¿qué hay de malo en que toque a mi mujer?
Me sorprendió el nuevo Carlos y sin más siguió donde estaba, frotando
mis pezones y haciendo que el calor de esa caricia se concentrara entre
mis piernas.
Me cogió de la muñeca y vi como corría un panel enorme de madera,
al abrirlo apareció una especie de armario con cajones hasta mi
cintura, sobre las cajoneras había algunas cosas de aseo, toallas, la
bolsa de deporte de mi marido y varias cosas más, en los cajones había
papeles y el resto era como un mini trastero. Él lo retiró y me pidió que
me sentara, lo hice y me apoyé en la pared, el subió la falda de mi
vestido y metió sus manos entre mis muslos separándolos para
acceder a mis bragas. Sentí su dura polla en mi rodilla.
-Ya estas mojada, al final serás todo un hallazgo, me sorprende saber
que te gustan las emociones fuertes. ¿Qué te pone más cachonda que
te meta mano en mi despacho, que alguien pueda entrar o lo que
realmente te pone así es notar mi polla a punto de reventar por las
ganas que tengo de follarte?
-Todo Carlos, estas irreconocible
-Y tú también, me encanta saber que escondías a una golfilla de lo más
salida
Sus palabras me estaban poniendo a mil, no tenía nada que ver con el
Carlos pausado, callado y reservado que me había amado
anteriormente.
-Voy a bajar tu calentura
-¿Ahora?
-Si putita, aquí y ahora –dijo desabrochándose el pantalón-
Sin molestarse en quitarme las bragas, las apartó lo justo y entonces se
agarró la polla erecta y separando los labios de mi vulva me golpeo
con ella, los golpecitos me excitaban y entonces busco mi humedad y
la entrada a mi vagina y empujó fuerte penetrándome de una sola vez.
Jadee sacando y subiendo un poco el culo y el volvió a empujar
agarrado a mis hombros.
-Que caliente estas, nena. Siempre me ha enloquecido tu estrecho
coñito, siempre medí todo para no asustarte con mi intensidad, pero
ahora voy a follarte como la zorra que eres.
Dios mío en dos minutos me retorcía sin saber cómo conseguir no
gritar mi orgasmo, ni después de este paró de entrar y salir con dureza,
abriéndome, haciéndome sentir que iba a partirme por la mitad a cada
embestida.
-Voy a llenarte el coñito zorrita mía
Las dos cosas volvieron a llevarme al paraíso y me corrí de nuevo
sintiendo como se vaciaba
-Si mi niña córrete conmigo así
Las rodillas me temblaban cuando abandonó mi cuerpo y me ayudó a
llegar al baño, donde me lavé un poco mientras él hacía lo mismo.
Luego me cogió de la mano y juntos salimos del despacho
despidiéndonos de su secretaria.
En el ascensor me besó, lo que al principio era un beso normal se
convirtió en una auténtica lucha, en la que mordió mis labios, los
succionó y por ultimo invadió mi boca.
Vaya semanita me esperaba pensé mientras sonreía.
Nada me había preparado para esos días, en los que Carlos me folló en
cada rincón de la casa; cuando creía que había sido el mejor de los
polvos me sorprendía mejorándolo al siguiente.
Una de las noches salimos a cenar y para mi sorpresa me masturbo en
la misma mesa mientras comíamos el postre, tras pedirme minutos
antes que me fuera a quitar las bragas.
-¿Te gusta zorra saber que todos estos idiotas no se enteran de lo rico
que lo estás sintiendo? –esa faceta de hablarme, de decirme cosas
soeces me enloquecía-
-Sí, me encanta
-Pues no pararé hasta que te corras en mis dedos
Y lo consiguió, dos minutos después me corrí mirando mi plato en
silencio mientras el reía
-Muy bien golfa, siempre me sorprendes cariño. Me encanta ver como
disfrutas de las situaciones que propongo y te entregas por completo.
Quiero que estés muy cachonda porque esta noche voy a profanar tu
culo.
Sus palabras me asustaron y me excitaron a partes iguales.
Sin prisas terminamos de cenar y paramos a tomar algo, en el sitio de
copas me acarició fugazmente durante el resto de la noche dejándome
al borde del orgasmo, incluso en el coche camino a casa.
Llegue a la misma sin pensar en nada más que en que me follara.
Cuando entramos me lancé, pero él me apartó.
-Tranquila golfilla, relájate.
Me cogió de la mano y subimos juntos a la habitación; a mitad de la
escalera me apretó a la pared y volvió a invadir mi boca, desde el
escalón de abajo me subió la falda, me bajó un poco las bragas y frotó
su mano entre mis piernas.
Yo jadeaba apoyada en la pared cuando el de rodillas me arrancó las
bragas para poder lamer mi coño, subió un pie mío al siguiente
escalón y mi sexo quedo a su disposición, me martirizo con su lengua y
sus dedos calentándome y cuando sentía que iba a quemarme paraba
sin dejarme acabar.
-¿Te gusta puta?
-Sí, no pares, deja que me corra
-No, hoy eres mi perra y te correrás cuando yo quiera. ¿Te parece bien
o lo dejamos?
-Me parece bien. Por favor…
Me llevó a la habitación y acercándose a la cama sacó de detrás del
cabecero dos pañuelos, me fijé que escondido tras el cabecero había
unas argollitas donde había atado los pañuelos.
-Ven –me cogió de la muñeca y me llevó a la cama-
Terminó de desnudarme y me colocó de rodillas en la cama mirando
hacia el cabecero.
-Dame las manos –me dijo atándome con los pañuelos-
Apoyé las manos en el cabecero mientras el sacaba de una bolsa de
cartón un consolador enorme. Y de pie a mi lado me pidió que
separara las piernas colocando el juguete de pie sujetándolo.
-Baja putita y clávatelo despacito.
Sentí como me abría a medida que bajaba lentamente ante su atenta
mirada, era enorme y sentía como mi vagina se intentaba adaptar a tan
gran intromisión.
-Así preciosa clávatelo del todo
Se sentó a mi lado y llevo sus dedos entre los pliegues de mi sexo
buscando mi hinchado clítoris y frotándolo mientras movía las caderas
follándome el consolador.
-Me encanta tu cara de puta; cielo muévete más, quiero que te folles
bien follada
Sus dedos junto con esa penetración estaban llevándome al éxtasis
total, con la mano libre liberó su polla y esta saltó más dura que nunca.
Miré como se la meneaba distraídamente.
-¿Te excita mirarme golfa?
-Sí.
-Pues mírala bien que es toda para ti.
Pellizcó mi clítoris con fuerza cuando me ensarté de nuevo hasta el
fondo y me corrí como una loca, entonces el poniéndose de pie acercó
su polla a mi boca.
Saqué la lengua y lamí las gotas que coronaban el glande con gula, el
lanzó un gemido, animada separé los labios y fui tragándome toda su
estaca en la boca, la dejaba salir y succionaba con ganas y dureza el
glande antes de volvérmela a tragar.
-Dios podría correrme en esa boquita de mamona, lástima que tenga
otros planes.
Dejó que se la chupara más de diez minutos y cuando estaba a tope
me la quitó, yo me quejé.
-Calla zorra ahora te daré lo que mereces.
Se colocó detrás de mí y volvió a poner el consolador para que me lo
follara, bajé hacia el ayudada por sus manos en mis caderas, cuando
estuve de nuevo ensartada mojó uno de sus dedos en mi rajita y lo
llevó a mi ano virgen.
Me moví asustada pero no podía escapar mientras sentía como
empujaba y me escocia cuando su dedo entraba abriendo ese rincón
inexplorado. Intenté escapar de nuevo.
-Quieta perrita, relájate porque así dolerá menos cuando te folle.
Metió su dedo del todo y empezó a moverlo, cuando me acostumbre a
esa intromisión añadió un segundo dedo y empezó a entrar y salir
abriéndome, dilatando mi culito virgen.
Intentaba olvidar eso y concentrarme en mi vagina llena cuando saco
los dedos, se agarró la polla y colocó el glande donde habían estado
sus dedos.
-Tranquila –me decía besándome los hombros-
Empujó despacio pero con fuerza y metió el glande.
-Me duele
-Lo se golfa y créeme eso me pone aún más cachondo
Empujó un poco más y yo tiré de mis ataduras sin poderme soltar
mientras sentía el escozor en mi culo a medida que su polla lo abría.
No paró hasta estar completamente dentro.
-Ya está nena, que culito más rico, que estrecho y caliente. Me vuelves
loco puta.
Dio un último empujón y paró, agarrando el juguete empezó a meterlo
y sacarlos de mi coño hasta que el calor me hacía arder por dentro y
empecé a moverme, el apoyó el juguete en el colchón y agarrando mis
caderas me clavó los dedos en mi carne y empezó a moverme hacia el
juguete, luego tiraba hacia su polla, dios mío la combustión a la que
me sentía sometida estaba a punto de matarme.
-Si mi niña que placer me das –dijo jadeando casi sin poder hablar-
Soltó una de sus manos y me dio una palmada en el trasero tan fuerte
que di un salto, luego me agarro de nuevo y soltó la otra esta vez
espere el cachete.
-Si nena no voy a poder resistirte más
De nuevo me bajó penetrándome la vagina y tiró penetrándome el
culo, la sensación era alucinante sintiéndome doblemente penetrada y
sin poder más deje que el calor me quemara y estallé en el mejor
orgasmo de mi vida; mientras me corría sentí su semen llenar mi recto.
Durante dos minutos me abrazo sin salir.
-Te amo mi niña, mi puta, mi golfa…
-Y yo a ti cielo
Minutos después salió y me soltó cayendo los dos en la cama, me
abrazó y besó con cariño mientras yo me sentía más cerca de él que
nunca, por fin era todo mío y yo toda suya, completamente.
-Siempre me encanto hacerte el amor, pero follarte es simplemente
sublime.
Amaba a los dos seres que se complementaban a la perfección; me
enloquecía mi renovado marido, capaz de tratarme como la peor de
las putas dándome un placer indescriptible para seguidamente
hacerme sentir la más dulce y adorara de las princesas.
Nueva etapa sexual

Aun no era ni medio día y ya estaba agotada, llevábamos dos días


enteros de compras.
Mi cuñada y yo íbamos de tienda en tienda buscando todo lo que
necesitaba para amueblar su nueva casa.
Mi cuñada Eva, la mujer del hermano de mi marido me había pedido
ayuda; ella y mi cuñado se acababan de mudar a nuestra ciudad.
Apenas habíamos coincidido desde el día de mi boda y tampoco les
conocía de antes ya que no vivían cerca. De eso hacía ya cinco años en
los que nos habíamos visto solo unas diez veces y siempre rodeados
de toda la familia, mi familia política.
Conocí a mi marido en una discoteca un año después de su divorcio,
nos presentaron unos amigos comunes y enseguida conectamos,
empezamos a salir y un año después formalizamos nuestra relación.
Toda la familia me recibió algo tibiamente cosa que no sucedió con
Eva, ambas conectamos desde el minuto uno. Por ello ahora me
alegraba tenerla como amiga.
-Venga Sara que aún nos quedan dos tiendas más –dijo la susodicha,
tirando de mí-
-Voy, pesada. Estaba pensando en mis cosas
-Piensas demasiado cuñadita.
Ambas seguimos comprando y gastando el dinero de mi cuñadísimo.
Al mediodía ya paramos para comer.
-¿Te gusta la pasta Sara?
-Sí, más de lo que debiera
-No te quejes Sara estas esplendida
-Si me gustara menos la pasta y demás cochinadas me iría mejor –le
dije pellizcándome el culo-
-A mí me encanta tu culo –dijo sin pensar, mientras miraba mi mano
apretar mi dura carne, a pesar de ser algo grande lo mantenía así
gracias al gimnasio-
Su mirada me desconcertó, y seria por el calor, por el cansancio o no
sé por qué pero su mirada hizo que mis pezones se endurecieran.
Acto seguido me regañe a mí misma por excitarme, no solo con una
mujer, sino con mi cuñada.
Jamás había sentido deseo alguno por nadie de mí mismo sexo.
-No te avergüences Sara, siento haberte incomodado con mi
comentario.
Sus abiertas palabras me hicieron preguntar a continuación:
-Eva ¿quieres decir que hablabas en serio?
-¿Sobre lo de que me gusta tu culo?
-Si
-Me gusta Sara, tu culo y otras partes de ti y si no pongas esa cara de
sorpresa siempre fui bisexual, aunque ahora no ejerza por motivos
obvios.
La curiosidad pudo conmigo y pasé toda la comida avasallando a Eva a
preguntas:
-¿Cómo empezó?
-Fácil en el insti con una compañera, con ella descubrí los placeres que
otra mujer puede darte
Estaba totalmente entregada a su conversación morbosa y ambas
disfrutábamos de ese morbo recién descubierto. Ella disfrutaba de ver
mis caras y yo disfrutaba de saber más sobre algo que siempre me
había llamado la atención.
-Durante todo el curso, no dejábamos pasar un solo momento a solas
sin tocarnos, besarnos, acariciarnos...
-¿Duro mucho? –pregunté atónita-
-Un par de años, en los que fuimos y venimos.
-Durante ¿tu tenías parejas masculinas?
-Si
-¿Y a ella no le importaba?
-Al principio hasta le daba morbo, pero ella se enamoró y tuvimos que
dejarlo.
Yo jamás podría ser lesbiana, me gustaban demasiado los hombres. –
Dijo con una triste sonrisa que me delató que también había sido algo
más que sexo-
-Me dejas alucinada
-Mira donde nos ha llevado tu precioso culito cuñada –Dijo con una
sonrisa hambrienta que me excitó de nuevo-
El resto de la comida ninguna de las dos volvió a decir nada, pero algo
había cambiado entre nosotras, nos mirábamos diferente, sin tapujos.
No volvimos a tocar el tema en todo el día y no nos vimos en toda esa
semana en la cual no deje de pensar en el tema, sintiendo cada vez
más curiosidad por saber que se siente con una mujer.
Mi vida sexual era de lo más normal, no me quejaba, pero tampoco era
para echar cohetes. Aun así nunca había sido infiel a mi marido y antes
que él solo había tenido dos amantes.
Siempre me había dado la sensación de estar perdiéndome algo y
desde esa conversación era más consciente del tema.
Esa noche después de hacer el amor con mi marido, fui a darme una
ducha y cuando el agua caliente empezó a recorrer mi piel, sentí un
cosquilleo que continuó cuando me enjaboné. Con mis manos repartí
el gel por mi piel, parando en mis duros pezones y siguiendo hacia mi
pubis, separé los labios de mi sexo y empecé a acariciarme lentamente
primero y más profundamente a medida que el calor invadía mi
excitado cuerpo; no pensaba en mi marido dormido en la cama,
relajado tras un polvo rápido. Pensé en Eva, en sus manos pequeñas,
en su boca perfecta… y me corrí, mordiendo mis labios para no
despertar a mi marido.
Dos días después mi marido se fue de viaje y yo había quedado con
Eva, tenía que recogerme para seguir con las compras, al menos estas
me habían sacado de mi rutina, ya que llevaba seis meses sin trabajar y
me aburría horrores.
Acababa de ducharme cuando sonó el timbre y vi que era ella, le abrí y
paso.
Nada más entrar me miro de arriba abajo, solo llevaba una camiseta y
unas braguitas de algodón.
-Iba a desayunar ¿quieres? –Solo se me ocurrió decir eso ante su
mirada hambrienta-
-Claro
Mientras ponía los cafés dándole la espalda, sentía su mirada y poco a
poco fui excitándome irremisiblemente. Para cuando me senté, mis
braguitas ya estaban mojadas y mis pezones duros bajo la camiseta,
cosa que ella debió notar.
-Sara te deseo –dijo con la mano en mi muslo-
Sentía sus dedos acariciar mi piel suavemente, el calor se expandió a la
velocidad de la luz por todo mi cuerpo, cuando ella notó que no
apartaba su mano, esta empezó a deslizarse por mis muslos, subiendo
tranquilamente muy despacio.
-No sé qué decir Eva –Dije con sinceridad cuando me miró-
-No digas nada, solo siéntelo. –Su voz era más ronca que de
costumbre por la excitación-
Apoyó la otra mano y separó mis muslos, mientras yo totalmente
hipnotizada la ayudé separando mis muslos y dándole libertad a sus
manos, que pronto acariciaron la cara interna de mis muslos y en dos
segundos llegaron a mis braguitas mojadas.
-Separa más las piernas y deja que vea lo excitada que estas
Lo hice sin pensármelo dos veces y entonces ella se arrodilló ante mí y
para mi sorpresa besó la tela húmeda mojándolas más.
-Sara deseo hacer esto desde que te vi por primera vez
Apartó la braguita y pasó sus dedos por la humedad suspirando al
comprobar lo mojada que estaba.
Agarró el elástico y yo subí el culo para que pudiera quitarme las
bragas, volvió a separar mis piernas y bajó la cabeza entre ellas. Por fin
sentí por primera vez su lengua en mi sexo caliente, era la primera vez
que una mujer me lamia y jamás había estado tan excitada.
Eva sabía lo que hacía, su lengua rozo cada rincón de mi sexo, sus
labios atraparon mi inflamado clítoris y succionó arrancando un
gemido de mi garganta mientras todo mi ser respondía a sus lamidas.
Separó con dos dedos mis labios y alternó simples lamidas con
pequeñas succiones que me encendieron y me llevaron a un temprano
orgasmo. No dejó de lamer mientras me convulsionaba en la silla
agarrada a mesa.
-Que rico tu orgasmo Sara, ¿quieres más? –Preguntó levantando la
cabeza y mirándome a los ojos-
-Si
Se levantó y juntas fuimos a mi habitación, allí de pie ante mí me subió
la camiseta sin dejar de mirarme.
-Bonitas tetas, me encantan así de grandes. –Dijo amasándolas-
Me empujó y caí en la cama, ella poniéndose a mi lado y aun
completamente vestida lamio mis pezones, los mordisqueó y volvió a
lamerlos mientras su mano bajaba por mi vientre y sus dedos se
colaban de nuevo entre mis piernas, las separé y bajó sus dedos. Sentí
aun los coletazos del anterior orgasmo, de nuevo el calor me
inflamaba.
En eso momento bajó la cabeza y sus labios buscaron los míos, por
primera vez probé dos cosas al mismo tiempo, la boca de otra mujer y
mi sabor en sus labios. Me excitó probar mi sabor en su boca mientras
sus dedos abrían mi sexo y me penetraban, primero sentí un dedo en
mi vagina, luego un segundo y sin dejar de mirarme añadió un tercero,
volvió a besarme y empezó a entrar y salir cada vez más rápido, cada
vez más adentro… y cuando notó las convulsiones de mi nuevo
orgasmo me besó en los labios mientras me corría por segunda vez.
Tras mi orgasmo se desnudó rápidamente y se tumbó a mi lado, cogió
mi mano y la llevo entre sus piernas, me encanto notar la humedad y el
calor que desprendía. Con su mano sobre la mía empecé a acariciarla,
toque su sexo como hubiera tocado el mío sin dejar de mirar su cara
de placer.
Eso me fue animando a ir más allá, busqué con mis dedos su clítoris y
empecé a friccionarlo con dos dedos animada por sus jadeos, cuando
lo noté inflamado y su respiración cada vez más acelerada la penetré
directamente con dos dedos, sin piedad los hundí en su interior, ella
movía las caderas encantada cuando añadí otro dedo y la penetré aún
más fuerte, moví mis dedos en su interior hasta que subiendo las
caderas noté su orgasmo en mis dedos, su vagina me los apretó y ella
gimió mojándome.
Volvimos a besarnos mientras nos abrazábamos frotando nuestros
cuerpos y yo completamente desinhibida le dije:
-Quiero saber a qué sabes
Ella con una sonrisa separó sus muslos y yo bajé a probar por primera
vez a una mujer.
Su sabor dulzón me encantó y lamí imitándola cada rincón, metí mi
lengua en su vagina y volví a succionar su clítoris.
-Date la vuelta, quiero volver a lamerte –Dijo Eva excitada-
Pasamos los siguientes minutos imitando la lengua de la otra y así
llegamos juntas a un orgasmo devastador que nos dejó extasiadas a
ambas.
-¿Que tal Sara?
-Me ha gustado mucho
Esa noche cuando nos separamos después de no sé cuántos orgasmos
las dos estábamos pletóricas.
Al día siguiente cuando llegó mi marido me dijo que me veía algo
diferente y le dije entre risas que sería el pelo, recordando como
habíamos ido juntas a la peluquería después de retozar en su cama.
Al final de la semana quedamos en ir a comprar esta vez ropa.
-Vamos coge algo Sara y vamos al probador me muero por comerme
tu coñito
Muerta de deseo cogí lo primero que vi y entramos juntas, cerramos la
puerta y nada más hacerlo Eva se arrodilló, me bajó las bragas y
subiendo mi pierna a un banco que había me lamió mientras metía
tres dedos en mi coñito chorreando hasta hacer que me corriera en su
boca mordiéndome los labios.
-Ahora me toca a mí
Se quitó las bragas y tras hacerla sentar en el banco me arrodillé ante
ella y lamí hasta que esta jadeando se corrió, dándome todos sus
juguitos que relamí como una posesa.
Acababa de descubrir un placer infinito de su mano y aprovechábamos
cada ocasión para darnos placer.
Un día en plena cena de cuatro, con nuestros maridos, sentí su mano
en mi muslo y rápidamente los separé enseguida sentí sus dedos
penetrar mi vagina. Me ponía a cien oírlos hablar de trabajo, mientras
ella me masturbaba allí mismo. Hice lo mismo y al colarme entre sus
muslos, note que ella no llevaba bragas, me sonrió y la penetré con
tres dedos.
Nadie podía imaginar que esas dos mujeres que parecían hablar
tranquilamente ante sus maridos se estaban masturbando la una a la
otra y eso nos ponía a las dos aún más cachondas. Seguimos
tocándonos fingiendo llevar una conversación normal. Ellos enfrente y
con la música y la gente no podían oírnos.
-Así Sara fóllame bien con tus dedos golfa
-Si putita voy hacer que te muerdas los labios de placer –le decía al
borde de mi orgasmo-
En ese momento apareció el camarero un hombre de unos cincuenta y
muchos, que de pie y por sorpresa pudo ver como nuestras manos se
perdían bajo la falda de la otra.
Durante unos segundos no pudo apartar la mirada y lejos de
cohibirnos le sonreímos las dos y él nos devolvió la sonrisa
disimulando. Pero lo que no pudo disimular fue el bulto que se intuía
bajo su pantalón.
Al ver que ambas mirábamos, se movió y retiró los platos, ellos seguían
enfrascados en lo suyo sin percatarse de nada.
Cuando antes de irse volvió a mirarnos, me puso a cien y me corrí en
los dedos de Eva, ella que debió también de excitarse al sentirse
observada se corrió también en silencio. Solo la humedad de sus jugos
en mis dedos la delataban.
-Que rico Sara, vamos al baño quiero lamer esos juguitos
-Yo también
Nos disculpamos y nos dirigíamos al baño cuando el camarero nos
interceptó.
-Vaya par de zorras, ¿vais a terminar lo que habéis empezado ante
vuestros maridos y el resto del local?
-¿Pasa algo? –Dijo Eva-
-Si pasa que me habéis puesto a cien y me encantaría ver cómo sigue
la cosa. Además sé de un sitio mejor que el estrecho baño.
-Eva –le dije preocupada porque nos delatara-
-No te preocupes golfilla, venid conmigo y estaré calladito-
No nos quedaba otra, le seguimos al final del pasillo y abrió una
puerta, nos empujó dentro de lo que parecía ser un oscuro almacén.
-Tengo diez minutos de descanso, por vuestra culpa lo último que
quiere mi polla es descansar. Si dejáis que me la menee mientras me
enseñáis como os tocáis estaré calladito y podréis volver a la mesa sin
más.
Nos miramos y Eva asintió, el me miro y también asentí. Entonces el
bajándose la cremallera sacó su dura polla. Ambas nos relamimos
secretamente al ver su gordo e hinchado capullo. Ese tío estaba muy
pero que muy bien dotado.
-Venga putita, enseñadme esos coñitos que os sobabais en la mesa
Completamente fuera de mí, me subí la falda y me bajé las bragas,
mientras ese hombre sin perder detalle se agarró la polla y empezó a
meneársela lentamente.
Eva subió su falda y me arrodillé ante ella, separé sus labios y metí mi
lengua saboreando los jugos de su orgasmo y su nueva excitación, sin
dejar de mirar esa polla.
Eva jadeaba sin perder detalle de la paja de ese hombre y
agarrándome la cabeza me apretó contra ella y yo mordisquee su
clítoris mientras ella se corría. A continuación me levanté y ella fue la
que lamio y mordisqueo mi sexo hasta que me corrí en su boca.
Las dos seguíamos excitadas y el hombre sin perder detalle de nada
seguía. Su polla aún estaba más gorda y ambas nos miramos sabiendo
que queríamos más. El aprovechando nuestra excitación dijo.
-Zorritas venga tocarla un poquito
Nos miramos y no se quien se decidió primero, quien convenció a
quien, pero ambas nos acercamos a él y mientras Eva agarraba ese
mástil con devoción empezando a meneársela yo al otro lado agarré
sus testículos y empecé a amasarlos oyendo sus jadeos.
-Dios que paja más rica zorras no paréis
Nos turnamos en sobar bien su polla y sus huevos mientras el jadeaba
extasiado.
-Me estáis matando de placer pero quiero aguantar un poco, esto es
demasiado bueno zorras.
Entonces sentí los dedos de ese hombre en mi coñito, miré a Eva y vi
que ella también recibía las mismas caricias de la otra mano, separé las
piernas y así nos sobamos los tres durante unos minutos en los que
ese hombre volvió a llevarnos al borde del orgasmo, su cuerpo se
tensó, sus dedos se metieron hasta el fondo y empecé a correrme
viendo como un espeso chorro salía de la polla que tenía entre mis
manos, miré a Eva y vi que esta también se corría sobándole los
huevos.
-Nenas realmente apoteósico, vaya pajita preciosas. –Dijo mientras se
limpiaba con un pañuelito de papel-
Nos colocamos la ropa y salimos con disimulo de allí.
Volvimos a la mesa sin querer procesar aun lo sucedido.
-Menos mal que habéis vuelto, me gustaría saber que hacéis las
mujeres en el baño.
Las dos nos miramos y nos reímos recordando lo sucedido.
Cuando nos trajeron la cuenta, los maridos pagaron y nos levantamos
para salir. En la puerta nos interceptó de nuevo el camarero.
-Señoras una tarjetita por si quieren repetir
Cogí la tarjeta y las dos le sonreímos antes de salir. De camino al coche
miramos el reverso de la tarjeta donde ponía:
“Este es mi teléfono, me encantaría volver a veros con más tiempo”
Guardé la tarjeta en el fondo del bolso.
No sabía que me deparaba el futuro, no sabía a donde me llevaría esa
nueva sexualidad descubierta con Eva, pero era un hecho que jamás
me había sentido más satisfecha.
-Sara ¿te gusta todo esto tanto como a mí? –Me dijo al oído-
-Si Eva me encanta
Las dos nos miramos sabiendo que esto solo acababa de empezar y
que juntas viviríamos muchas aventuras sexuales más.
Estaba preparada para seguir descubriendo nuevas facetas de mi vida
sexual, pero para lo que no se si estaba preparada era para ser
descubierta en mis escarceos por alguien que me descubriría otra
nueva versión de mí…
Tres días después de nuestra pequeña fiesta, estaba aún en la cama
cuando sonó el timbre. Mi marido abrió la puerta y desde mi cama oí a
Eva hablar con él y pedirle por mi.
-Pasa está en la habitación, yo voy a desayunar o llegaré tarde.
Se abrió la puerta y una sonriente Eva se lanzó sobre la cama y bajo la
cabeza para besarme, enseguida sus labios me calentaron, pero no
tanto como me calentaría su mano que ya se colaba bajo las sabanas.
-Eva me muero por hacer esto, pero nos van a pillar.
-No lo harán si no chillas al correrte golfa. ¿O es que no te gusta esto?
–dijo apartando mi braguita-
-Sabes que si
-¿Has follado esta noche?
-No
-Yo tampoco, abre las piernas cuñadita y déjame entrar en tu caliente
cueva
Tan pronto como separé mis piernas su mano se coló entre estas y sus
dedos ya entraban en mi vagina. Me puse a cien en dos segundos
como un Ferrari y sin dejar de mirarme empezó a mover sus dedos
dentro de mí.
-Chicas me voy a trabajar nos vemos luego –dijo mi marido mientras
mi orgasmo estallaba-
Cuando oí cerrarse la puerta la agarré y llevé su cabeza entre mis
piernas, ellas sin pensárselo dos veces lamio mis juguitos y mordisqueo
mi clítoris mientras, yo pegaba su cabeza y movía las caderas.
-Chúpame Eva, así chupa fuerte puta.
Ella lamia aún más excitada por mis palabras, dos minutos después y
de nuevo a cien la separé y la desnudé metiéndola en mi cama aún
caliente de mi marido y en ella nos lamimos, nos acariciamos y nos
corrimos infinidad de veces.
-Vaya Sara echaba de menos esto
-Yo también cuñadita –susurre-
-Sara me gustas mucho, nunca había sido infiel a Julio, pero me gustas
mucho.
-A mí me pasa lo mismo
-Además esta lo del otro día en el restaurante, me encantó.
A mí también me había excitado mucho y había revivido esos
momentos mil veces los días anteriores.
-Sara ¿llamamos a ese cabrón?
-No se Eva, eso es un paso más –dije asustada al notar lo mucho que
me apetecía-
-¿Te apetece darlo conmigo Sara?
-Si –conteste solo unos segundos después-
Dos días después estábamos sentadas en la misma mesa de la última
vez, después de decir en casa que salíamos a un cumpleaños de una
amiga común.
En dos segundos el mismo hombre se plantó a nuestro lado.
-Hola, ¿vais a ser solo vosotras dos?
-Si
-¿Os ponéis en mis manos? –Dijo con una hambrienta sonrisa-
-Por supuesto, a eso hemos vuelto. –Dijo Eva con doble sentido-
El resto de la cena fue exquisita, nos sirvió una degustación de varios
platos, un copioso postre y todo regado de un buen vino.
Al final de la cena se acercó a retirar los platos, eran casi las once
cuando pedimos la cuenta.
-Preciosas, estáis invitadas –sonrió mirándonos a ambas-
-Gracias, como podemos agradecerle el gesto –dije que voz melosa-
-Fácil zorrita, en poco más de una hora al ser entre semana
cerraremos, ¿por qué no os pasáis?
Salimos del restaurante y nos metimos en un bar de copas, pedimos
algo en la barra y mientras unos niñatos no perdían detalle, no
dejamos de tocarnos, abrazarnos y besarnos como lobas.
Una hora y media después regresábamos de la mano al restaurante. En
la puerta el hombre se fumaba un cigarrillo, supongo que rezando
para que volviéramos, por la felicidad que reflejaron sus ojos al vernos.
-Pasad zorritas, estaba a punto de desistir.
Entramos. No parecía el mismo sitio al estar en la penumbra. Él pasó
tras la barra y nos sirvió unas copas a nosotras y otra a él.
-Llevo en perpetua excitación desde la otra noche zorritas –dio un
largo trago a su bebida y note el temblor de nuevo en su mano-
-¿Haces esto a menudo? –pregunté buscando en su mirada si mentía-
-Jamás me había pasado nada parecido, lo de la otra noche fue sin
duda lo más excitante de mi vida. No soy de los que engaña a su
mujer, ni de los que liga fácilmente y a mi edad ya no esperaba dos
bomboncitos como vosotras por descontado.
Me gustó su honestidad. Mantuvo mi mirada sabiendo que no me
conformaría con menos que la verdad.
Me acerqué a Eva y mientras el miraba aun detrás de la barra la
desnudé por completo y le pedí que se sentara en la silla.
Di la vuelta a la barra y tiré de ese hombretón plantándolo ante Eva,
esta miraba esperando mis instrucciones, si participáramos en B.D.S.M.
seriamos ambas switch o sea nos sentíamos cómodas en ambos lados,
un día dominábamos a la otra y al siguiente lo que nos ponía era ser
dominadas.
Ella notó enseguida que yo había tomado las riendas esa noche y
simplemente me entregó su sumisión total.
-Baja la cremallera Eva y saca su polla –le pedí con voz suave, pero
contundentemente-
Cogí las grandes manos de ese hombre y las lleve a mi camisa, no tuve
que hacer más, el empezó a desabrochar los mil botones, sacó la
camisa y me la quito tirándola a un lado. A continuación corrió la
misma suerte mi faldita y mirándome con deseo se acercó a sacar mis
tetas del sujetador.
-Me encantan tus tetas preciosa, son tan grandes, redondas… y esos
pezones… que gusto sobarlas. –Su voz se entrecortaba por los nervios
y el deseo-
-Eva menéasela muy despacio, preciosa.
Ella al instante obedeció, él suspiró mientras bajaba la cabeza a mis
pechos y pellizcaba uno mientras lamia el otro.
En ese momento sentí los dedos de Eva meterse en mis bragas, la miré
y le sonreí al ver que esta con la mano libre empezaba a acariciar mi
sexo ya hambriento. Asentí con la cabeza y ella me penetró con sus
dedos.
Durante unos minutos disfruté de las manos y la boca de ese hombre
mientras mi querida Eva entraba y salía de mi cuerpo, mientras le
masturbaba a él.
Al momento y decidida a dar un paso más, hice que él se sentara y
ahora Eva de rodillas entre sus piernas seguía moviendo su manita
sobre ese tronco duro y gordo. Me arrodillé detrás de ella y pegando
mi pubis a su culito, separé sus labios vaginales y descubrí lo mojada
que estaba mi cuñadísima, con facilidad metí de golpe tres dedos en
su vagina e hice que se corriera penetrándola con fuerza mientras
lamia su cuello.
-No pares de meneársela Eva –le dije mientras esta se corría-
Cogí un preservativo de mi bolso y lo coloqué sobre esa su dura polla,
el hombre jadeaba excitadísimo al darse cuenta que íbamos a darle
más de lo que esperaba.
Ante el empezamos a besarnos mientras el acariciaba el culo de Eva.
-Sube preciosa quiero ver como esa polla te abre el coñito -dije
poniéndome de rodillas ante ambos-
Eva se abrió y poco a poco mirándome se clavó esa polla, en primera
fila vi como la abría, como está desaparecida en ese coño que tan bien
conocía ya.
Los jadeos del hombre eran cada vez más seguidos y a ellos se habían
unido los de Eva, que bien follada estaba en la gloria.
Separé sus piernas colocándolas a ambos lados de él y acercando mi
boca lamí su raja, ella chillo al sentir mi lengua, bajé a lamer los huevos
de él y este se tensó, supe que iba a correrse y apreté la base de su
polla con dos dedos, cortando su orgasmo.
-Dios que placer me dais zorras
Eva siguió moviendo sus caderas mientras el lamia su espalda, sus
hombros y yo su coño, dos minutos después se corría como una loca y
sus espasmos volvieron a ponerlo a él al borde, volví a apretar y de
nuevo su cuerpo se destenso, lamí los juguitos del coño de Eva, estos
escurrían y me llevaron a lamerle a él de nuevo. Me encantaba el sabor
de Eva en sus pelotas rugosas.
-No pares Eva muévete sigue moviendo las caderas, busca el segundo.
Me encanta lamer tus juguitos, quiero más.
Mis palabras excitaron a ambos, no solté su polla estaba demasiado
cachondo y estaba a punto de correrse.
-Voy a correrme Sara chupa fuerte como me gusta –a penas entendía
sus palabras, entre jadeos-
Absorbí y vi como su cuerpo se tensaba, él gritaba y mi presión no
dejaba que se corriera. Entonces Eva cuando por fin volvió a regular su
respiración se levantó y se apartó.
-Ahora tu zorrita, clávate mi polla.
Me coloqué como Eva pero al revés y él enseguida agarró mis tetas,
cogí la polla y colocándola fui bajando lentamente, notaba sus jadeos
escapar entre los dientes que mordisqueaban mis pezones. Moví las
caderas en círculos y apretó, subí el culo y lo bajé y lamio agradecido
como un perrito. Me estaba matando, sentía como su polla entraba y
salía, rozando cada milímetro de mi vagina. Era tan gorda que estiraba
los músculos de mi vagina al máximo.
-Esta rica ¿verdad Sara? –pidió Eva-
-Sí, muy rica –honestamente era cierto-
-No puedo más nena… esto es… siento que mis pelotas van a estallar.
-Sara ¿quieres que le haga lo que te hago a ti?
Enseguida supe a qué se refería y miré su cara, paré de moverme
sabiendo que ahora Eva lamia su ano, su cara era un poema, su placer
mayúsculo, mientras la lengua de Eva daba golpecitos y mojaba su
ano mientras los músculos de mi vagina apretaban su polla.
-Madre mía, Dios mío…-ronroneaba extasiado-
Se metía todo lo que podía de mis tetas en la boca, jadeaba como un
perrito y hasta maldijo cuando supuse que Eva había pasado a la fase
dos y ahora su dedito se follaba lo que su lengua había profanado.
-Relájate veras como vas a córrete –le dije lamiendo sus labios-
Noté como su cuerpo se relajaba bajo el mío y empecé a moverme
viendo como Eva de rodillas detrás de mí movía una de sus manos y
con la otra se tocaba.
Me abracé al cuello de ese hombre y empecé a moverme con furia,
supe que ella me seguiría y así fue. Entonces oí su grito ronco,
profundo.
-Dios me corro… que bueno…
Y aun con el preservativo note el calor de su semen mientras me corría
oyendo los ruiditos de Eva de fondo, ella también se corría.
-Jamás había sentido nada parecido, sois maravillosas –dijo con la
sensiblería que te da un orgasmo como Dios manda-
-Ha estado muy bien, gracias –dije subiéndome y dejando que su polla
saliera de mi interior-
Eva aun entre sus piernas, se apartó para que me levantara. Las dos
nos lavamos un poco, nos colocamos la ropa y fuimos a despedirnos.
-Juradme que volveremos a repetir –suplicó el hombretón-
-Claro –dije sonriéndole-
Así fue como nos ganamos un fiel amigo y compañero de corredurías.
Ambas le besamos antes de irnos.
Llegué a casa sintiéndome culpable por ser infiel, miré a mi marido
dormir y me arrepentí de lo que acaba de suceder. Me di una ducha y
me metí en la cama, quería dejarlo, quería poder prescindir de Eva y
realmente esa noche después de saciar mí cuerpo del vicio estaba
convencida.
Al día siguiente, incluso rechace una salida con Eva y fui sola al centro.
En el aparcamiento sonó mi móvil, tras una breve charla con Eva le dije
dónde estaba y diez minutos después ella aparcaba a mi lado.
Le conté lo mal que me sentía, ella me confesó que también se sentía
mal.
-Podemos intentar no tener sexo Sara, pero no me prives también de
tu amistad
Accedí y desayunamos juntas, miramos un par de cosas y luego subí a
su casa a buscar un libro que tenía que prestarme. Habíamos pasado
dos horas juntas sin tocarnos.
Cuando llegamos estaba mi cuñado ya, por eso había accedido a subir,
no me sentía con fuerzas para rechazarla si estábamos solas.
Me sacó el libro y me acompañó después al ascensor, al abrir la puerta
la miré, me miró y sin poderlo evitar nos besamos con desesperación,
con el deseo a flor de piel.
-No puedo Sara me muero por tocarte, por hacer que te corras y
notarlo en mis dedos para después saborearte.
-Yo también Eva
Tiró de mi llevándome a un rincón algo apartado de su puerta y del
ascensor y metió las manos bajo mi falda, corrió mi braga al tiempo
que yo hacía lo mismo y allí en un rincón sin dejar de besarnos
movimos las caderas buscando el anhelado orgasmo que lejos de
tranquilizar nuestros cuerpos los encendió aún más.
A pesar del deseo de continuar volvimos al ascensor y entonces salió
mi cuñado.
-Nena tengo que salir un par de horas, ¿puedes retrasar un poco la
comida? –Le pidió a su mujer-
-Claro, ve… Sara te quedas un poquito ya que este me abandona. –Me
miró con cara de pena-
-Bueno… -me rendí a la evidencia-
No nos dimos cuenta como alguien se alejaba de la puerta de su casa
y dejaba de mirar por la mirilla, tampoco nos dimos cuenta como esa
persona salto la pequeña pared que separa ambos balcones y como
por una pequeña rendija miraba como nada más cerrar la puerta nos
desnudamos con prisas, para lamernos en el mismo suelo del comedor
con ansia, provocándonos dos orgasmos más antes de frotar nuestros
encendidos cuerpos y explorarlos con nuestras manos para volver a
corrernos antes de besarnos ya completamente saciadas.
Esa persona regreso a su casa y allí mientras su novia terminaba de
cocinar él se masturbó pensando en la zorra de su vecina.
Al día siguiente tras pensar toda la noche en cómo conseguir a esas
dos hembras, urdió su plan y asalto a Eva mientras esperaba el
ascensor.
Cuando ella educadamente le saludo, él empezó ha preguntar:
-Hola Raúl, buenos días
-Hola Eva ¿qué tal todo?
-Bien ¿y tu novia?
-Trabajando hoy tiene guardia- su tono denotaba que se alegraba de
ello-
-¿Y tú marido?
-También trabajando
-¿Con tu cuñado?
-Claro –contestó extrañada de tanta pregunta-
-Entonces tu cuñadita ¿podría venir esta tarde?
-¿Que dices Raúl? –Contestó Eva alucinada por el cambio en la cara y
mirada de su jovencito vecino-
-Digo que me encantaría follaros a las dos –soltó con descaro la
bomba-
-¡Estás loco! –afirmó Eva alucinada-
-Eva no me has dejado acabar, podría follaros a las dos y así me
podrías convencer que no le cuente a tu marido que su mujercita se lo
come todo a su linda cuñadita
-No sé de qué hablas
-Eva os vi ayer en esa esquina y después en tu comedor
-¿Cómo?
-Si salté, ni siquiera seria delito ya que diría que te oí gemir y salte a
ayudarte…
Eva entro en el ascensor oyendo de fondo a Raúl decir:
-A las cuatro en mi casa.
Cuando entró me di cuenta enseguida que algo iba mal, media hora
después sabía que la cosa pintaba fatal.
-Eva tenemos que acceder, no nos queda otra.
Y así una vez nos vimos arrastradas por la situación que al final como
la vez anterior no fue tan mala como supusimos, lo supe en cuanto
Raúl el joven vecino de Eva nos abrió solo en boxes, el bulto delataba
un buen instrumento.
Sin desnudamos diez minutos después retiré la tela que cubría su
excitación, para que Eva le enfundara un preservativo antes de llevarla
al interior de mí ya mojado conejito, su polla era muy larga aunque
menos gruesa que la de nuestro amigo. Aun así la sentía en el fondo
de mi sexo, me agarraba del culo ayudándome a moverme más y
clavándome más profundamente en su estaca.
-Llevo todo el día excitadísimo pensando en follaros, tienes un coñito
tan estrecho y húmedo que necesito correrme ya, para poder follaros
luego tranquilamente putas.
Apreté su polla con los músculos de mi vagina y Eva de rodillas a su
lado empezó a lamer su boca, me movía viendo sus lenguas y lo que
había empezado a la fuerza por callarle se estaba convirtiendo en algo
muy placentero.
-Si zorra muévete, haz que me corra ya. –Dijo dándome un azote en el
culo-
Salté sobre su polla empalándome hasta el fondo y un par de minutos
después noté como se tensaba y volvía a azotar mi culo mientras se
vaciaba.
Me levanté y el hizo lo mismo, se quitó el preservativo y me sentó al
lado de Eva, nos hizo separar las piernas y poniéndose de rodillas fue
lamiéndonos a ambas, iba de un coño a otro y no sé si me excitaba
más verle comérselo a Eva o sentir esa misma lengua en el mío. No
paró hasta que una tras otra nos corrimos.
Me sorprendió ver su nueva excitación, se colocó otro preservativo y
llevando a Eva hacia la cristalera apoyó las palmas de sus manos,
separó sus muslos y agarrando sus caderas se la clavó, mientras yo con
el culo apoyado en la fría cristalera me metí entre sus brazos y empecé
a besarla. Raúl con sus arremetidas empujaba a Eva hacia mí.
-Que putas sois, como me gusta follaros. Voy hacerlo hasta que os
escueza el coño.
La fuerza de sus arremetidas y sus palabras hicieron correr a una Eva
mientras yo devoraba su boca.
Volvía a estar duro como una piedra y después de una primera
eyaculación sabía que esta le duraría mucho más.
Sacó la polla y mirándome me dijo:
-Arrodíllate y chupa su culo como hiciste ayer -su tono chulesco más
que cabrearme me excitó más. Ese puto niñato me ponía a cien-
Me separé de Eva y esta siguió en la misma postura, con las piernas
abiertas y las palmas de las manos apoyadas en la cristalera. Me
arrodillé detrás de ella y separando los cachetes de su culo empecé a
pasar mi lengua dura por su ano, jugué alrededor y tras humedecerlo
empujé mi lengua penetrándola. Sabía que eso le encantaba, ya estaba
jadeando de nuevo con el culo en pompa buscaba una mayor
penetración.
Raúl poniéndose detrás de mí de rodillas me la metió de un solo golpe
en mi vagina y bombeo duramente y sin descanso mientras mi lengua
entraba y salía del dilatado ano de Eva. Ese demonio pasó la mano y
frotó mi clítoris, llevándome con los envites a otro nuevo orgasmo.
Cuando acabé sacó la polla, se levantó y apartándome apuntó hacia el
culo de Eva. Esta se quejó, pero él haciendo caso omiso a sus quejas
siguió.
-Calla puta, voy a follarte bien el culo, veras que mi polla es mejor que
su lengua.
Empujó un poco y vi como su polla se metía en su culito abriéndolo,
dos arremetidas más y entró por completo en ella, hasta el fondo.
Ambos se quedaron quietos y yo me incorporé pegando mi culo al
cristal, mirando la cara de satisfacción de Eva. El empezó a moverse en
su interior, salía un poco y volvía a empujar.
Dos minutos después Eva balanceaba las caderas, subía el culo y se
movía desesperada buscando esa polla que taladraba su estrecho
agujerito.
Sin dejar de mirarla metí la mano entre sus piernas y buscando su
clítoris lo friccioné unos segundos antes de meter tres dedos en su
vagina, ella daba grititos roncos de placer al sentir la doble
penetración. Se movía hacia mis dedos y luego se apartaba clavándose
más su polla, el me miró y sonrió cuando ella se corrió.
-Túmbate vecinita como ayer en tu casa quiero ver como os relaméis.
Me encanta que os guste tanto comeros el coño como tener una
buena polla.
Eva se tumbó sobre la alfombra, yo me giré y colocándome sobre ella
bajé a chupar su mojado y abierto sexo, mientras sentía su lengua en el
mío.
Raúl desde el sofá nos miraba y nosotras seguimos alentadas por esas
miradas cargadas de deseo.
No me di cuenta cuando se levantó, ni cuando se puso de rodillas
detrás de mí, pero si noté sus manos abrir mi culo y su lengua lamer mi
ano. El placer era bestial, dos lenguas me lamian y yo estaba
volviéndome loca. Jadeaba sobre el coño de Eva cuando noté un dedo
empujar intentado entrar en mi ano, solo Eva me había penetrado y
este era más grande. Fue suave al principio pero cuando relajé los
músculos añadió un segundo dedo y los movió en mi interior, sentía
un escozor raro. Aun así estaba muy excitada, por eso me quejé
cuando los sacó.
-Tranquila puta, voy a darte mucho más.
Se agarró la polla y empujó metiendo el capullo en mi agujerito, este
me escocia y me dolía.
Intenté escapar, pero me agarró fuerte de las caderas y Eva desde
abajo succionó mi clítoris al notar como quería escapar de esa polla
que taladraba mi culito. Solo la lengua y las caricias de Eva me hicieron
olvidar el dolor que esa polla me causaba mientras abría mi culito
virgen.
-Nena que estrecho esta, que placer follarme tu culo putita.
La lengua de Eva ahora iba de mi coño a sus huevos.
-Chupa a mi vecinita, que mira la puta como nos lame… nena mientras
yo no dejaré de follarme tu culo hasta correrme –me dijo empezando a
moverse lentamente-
El dolor fue desapareciendo y un calor abrasador se apoderó de mí
mientras, el incrementó sus movimientos y yo subí más el culo.
-Así nena busca mi polla.
Diez minutos después gozaba como una perra con cada una de sus
arremetidas y me corrí mientras me follaba bien adentro, me clavó sus
dedos en las caderas y dio un alarido al vaciarse en mi culo al mismo
tiempo que sentía los juguitos de Eva mojar mi lengua.
Los tres quedamos desparramados en la alfombra completamente
extasiados.
Mi mirada se encontró con la de Eva, las dos estábamos
completamente saciadas y ambas sonreímos al darnos cuenta que no
había marcha atrás, que esto era demasiado para poder vivir sin ello
una vez experimentado.
Hablamos sobre ello dos días después y juntas llegamos a la misma
conclusión; por más que nos doliera hacer daño a quien amábamos, no
podíamos evitar explorar esa sexualidad recién adquirida, las dos
sabíamos que aún nos quedaban muchos placeres por descubrir…
Cuando menos te lo esperas

Apenas podía conducir y tuve que parar antes de llegar al sitio, no


podía dejar de llorar.
Aparqué en un rincón y seguí llorando desconsoladamente. ¿Cómo me
había dejado embaucar por un tipejo como Alberto? Aun me hago
cruces al recordar cómo empezó todo, como poco a poco mi jefe
empezó a ganarse mi confianza, como fueron haciéndose más
familiares entre nosotros los roces que se fueron convirtiendo en
caricias, para terminar en la cama de un hotel caro y frio.
Recordé esa fría y pulcra cama de hotel desecha tras nuestros
encuentros, en ella me prometía que iba a dejar a su mujer, en la que
lloraba contándome lo infeliz que era con ella.
¡Mentiroso! Mil veces, todo habían sido solo promesas para acostarse
conmigo.
Este fin de semana iba a ser especial, íbamos a pasar el fin de semana
juntos; en vez de eso acaba de enterarme qué clase de tío era ese que
pasaba tanto tiempo entre mis muslos. ese hombre que juraba
amarme estaba en su despacho sobando a la nueva… si así los había
pillado, ella sentada en su regazo, donde había estado tantas y tantas
veces yo, disfrutando de sus manos deslizándose entre mis muslos,
buscando mi sexo…
¡Tonta! Me llame mil veces en el ascensor, nunca debí creerle cuando
me contó que jamás le había pasado, que era la primera… y la última…
-sonrió entre mis lágrimas, que idiota puede llegar a ser una persona-.
Tomé la siguiente salida en la autopista recordando ahora con una
gran sonrisa su cara al verme en la puerta, sus manos empujando a la
mujer para que se levantara de su regazo e incluso la carrera que se
dio persiguiéndome y la charla posterior en el hall de edificio.
-Alberto no hay nada que perdonar, en el fondo todo esto es culpa
mía por no ver el gusano que eres.
-Cariño… te quiero no te vayas así.
-No vuelvas a llamarme jamás cariño y no vuelvas a decirme que me
quieres jamás.
-¿Que vas hacer?
-Ahora voy a pasar el fin de semana donde iba a pasarlo… y el martes
regresaré a mi trabajo. Tienes el fin de semana para olvidar cualquier
cosa que pasara entre nosotros, porque cuando vuelva yo te habré
olvidado completamente y seré tan solo tu empleada.
No vuelvas jamás a dirigirte a mí para nada que no sea trabajo y
cuidado con que encima el haber dejado que me engañaras pudiera
volverse en mi contra porque he sido buena, cariñosa, apasionada y
paciente, pero no olvides que también puede ser muy mala. No
volverás a joderme jamás Alberto; ¡recuérdalo jamás! Ahora vuelve a tu
despacho y cuéntale tus penas a esa pobre chica que durante unos
meses será tu tabla de salvación… hasta que salga el cerdo que hay en
ti y busque otro manjar. Adiós Alberto
Salí de allí estirada y con toda la dignidad que conseguí reunir. La pose
me duró hasta que me senté tras el volante y vi detrás la maleta con
todas las cosas que había preparado para ese fin de semana.
Llegué a pequeño hotel en medio de la naturaleza.
Me había enamorado del lugar nada más ver las fotos en internet…
parecía un gran castillo de piedra en medio de un valle verde rodeado
de naturaleza… las habitaciones eran de lo más lujosas hasta con
jacuzzi privado en la terracita exterior cubierta de cristal, en medio de
ese encantador paraje donde nadie podía verte disfrutar del calor de
sus burbujas con tu pareja… solo que yo ya no tenía pareja.
Aun así pensaba disfrutar de todos los servicios de spa que habíamos
encargado junto con la habitación.
Mientras me vestía para bajar a cenar sonó el móvil, mire las mil
llamadas sin contestar y sonó de nuevo, esta vez un mensaje.
“Elena perdóname, ha sido un desliz. Te quiero a ti, ella no significa
nada. No puedes dejarme”
Claro que podía y por supuesto lo haría, llevaba meses sospechando
de sus escarceos ya me costaba esperar a que se decidiera a
divorciarse… y eso me había abierto los ojos, jamás lo haría, yo sería
siempre la otra.
Dejé el móvil en el fondo de mi bolso y baje a cenar.
-¿Es usted la señorita Fernández?
-Sí, ¿porque?
-Acompáñeme
El señor de uniforme me llevó entre las mesas y paró justo al lado de
una ocupada por un señor que nos daba la espalda.
El hombre se giró al sentir nuestra presencia, me quede helada, era el
suegro de Alberto. Era el dueño de mi empresa y aunque no ejercía le
había visto muchas veces por allí.
-Hola señorita Fernández, tome asiento… por favor. –Intentó ser cortes
aunque se veía a la legua que no estaba allí por placer-
-¿Por qué? –Pregunte retándole con la mirada-
-Porque se su historia con mi yerno y me gustaría discutir un par de
temas
Me senté aunque de mal gusto, no era dada a dar espectáculos y ya
nos miraban varias personas en el salón.
-Esa historia ya no existe
-Lo sé, pero quiero asegurarme que está terminada del todo
-¿Quién le manda?
-Nadie, me enteré por casualidad y quería ofrecerle una salida.
¿Cuánto dinero necesitaría darle para que desapareciera de escena?
-Señor se equivoca, no soy una puta. –dije levantándome para irme-
El me agarró del codo y me pidió que me quedara, yo miré a ambos
lados y me senté de nuevo.
-No quiero dejar mi puesto, me costó mucho llegar, pero puede estar
tranquilo no volveré a caer en sus garras.
-Siento lo de antes, quiero que entienda que no la culpo, usted no
está casada
-Pero sabía que él lo estaba –dije arrepentida-
Poco a poco fui relajándome y al final le conté a ese hombre como
paso todo; en los postres me parecía increíble lo fácil que era hablar
con un extraño de cosas tan privadas. El escuchaba atentamente y
contestaba a mis dudas pausadamente. Así fue como descubrí que
antes que yo hubo al menos tres más. Siempre chicas del mismo
trabajo y ante los morros de su mujer, que había perdonado las otras
infidelidades. Por eso el padre sospechaba que también perdonaría
esta.
-No sé cómo mi hija puede ser tan blanda con él…
-Sabe que teclas tocar…-le dije con rabia al oír de nuevo el teléfono-
-¿Es el verdad? –pregunto al oírlo también-
-Supongo
-Me gusta su determinación, señorita Fernández. Ciertamente me ha
sorprendido, es usted diferente
-Elena, me llamo Elena
-Rodrigo –contestó tendiéndome la mano-
Estreché esa mano sintiéndome a gusto con ese hombre, que tendría
unos cincuenta y cinco años, estaba tan relajada con el vinito de la
cena, la conversación personal y el lugar que empezaba a pensar que
era un hombre muy atractivo.
Para cuando terminamos con los postres y el café, ya me molestaba
que la noche terminara, por eso cuando me ofreció tomar una copa en
el bar acepté.
Allí seguimos hablando. Una hora después salíamos juntos del bar.
De camino a las habitaciones sonó mi teléfono de nuevo, esta vez el
simplemente hizo una mueca parecida a una sonrisa.
Nos despedimos en la puerta de mi habitación y al entrar miré el
móvil; otro mensaje:
“nena no hagas ninguna tontería, deja que te explique, hablemos sobre
lo ocurrido”
Me indignó de nuevo que para él no tuviera importancia y me tratara
como una niña con una simple rabieta.
Abrí la puerta que daba a un solárium acristalado donde estaba el
jacuzzi, miré a ambos lados y parecía estar en medio de la naturaleza.
Me desnudé allí mismo y me metí en el jacuzzi caliente, programé las
burbujas y me sumergí. Enseguida las burbujas relajaron mis músculos
y excitaron mi piel… pensé en ese hombre que estaría a unos metros
metiéndose en la cama.
Oí un ruido y agudicé el oído… eran unos nudillos golpeando mi
puerta, cogí el albornoz y sin secarme lo até a mi cintura y fui a abrir
sabiendo quien era.
-Hola Elena, no podía dormir y he pensado que a lo mejor tu tampoco
–dijo enseñándome una botella de champan y dos copas- ¿tomamos la
última?
Me aparté y entró esperando detrás de mí a que le guiara, le llevé al
solárium donde dejó la cubitera y abrió la botella mientras me sentaba
en una de las dos sillas que había junto al jacuzzi en una mesita.
Él se sentó en la otra tras servir. Cogí la copa y dejé que el frio y
burbujeante líquido bajara por mi garganta haciéndome cosquillas.
Crucé la pierna y el albornoz se abrió, su mirada se dirigió a mi muslo
desnudo y sin apartarla dio otro sorbo a su copa.
No intentó ocultar el deseo en su mirada, pero tampoco intentó
acercarse, ni hacer nada salvo mirarme con una intensidad que hizo
que los pelillos de mi nuca se erizaran.
-¿Estabas dándote un baño? –su voz me hipnotizaba y me parecía
súper sexi-
-Sí, me encanta.
-Siento haberte privado de ese placer, ahora me siento culpable, si lo
prefieres me voy –dijo con sinceridad-
Su frase me sonó a última oportunidad para escapar de esos ojos que
me quemaban, pero ya no tenía escapatoria. Estaba totalmente
dispuesta a sucumbir a sus deseos desde hacía… no sé cuánto tiempo,
no sé cuándo dejamos de discutir para charlar amigablemente, ni
siquiera sé cuándo dejamos de charlas amigablemente para empezar a
seducirnos… solo sé que deseaba a ese hombre ahora.
-Quédate –le dije poniéndome en pie-
El bebió y recorrió de nuevo mi cuerpo con su ardiente mirada, desde
mis pies desnudos hasta mis ojos. Mientras yo lleve mis manos al
cinturón, lo desabroché y abrí el albornoz.
El siguió devorándome sin prisas. Lo abrí y dejé que resbalara por mis
hombros… cayó al suelo.
Volvió a clavar sus ojos en los míos. Tras unos segundos de intensidad,
me dirigí al jacuzzi despacio mientras él miraba mi culo.
Aun no me había tocado y estaba de lo más excitada… me sumergí en
el agua después de decirle:
-¿Te apetece un baño?
No contestó, se levantó, se desnudó y entro detrás de mí, se sentó y
apoyó mi espalda en su pecho, sentí su sexo en mis riñones, duro y
palpitante.
Suspiró al llevar sus manos a mis pechos que sobresalían del agua y los
acarició mientras suspiraba.
-Que suave es tu piel Elena… esto es una maravillosa locura…
Sus dedos buscaron mis pezones y los pellizcó y los frotó excitándolos,
endureciéndose estos bajo sus dedos mientras yo ya jadeaba sintiendo
sus caricias, las burbujas y su cuerpo caliente detrás del mío, su polla
palpitaba…
Eché la cabeza hacia atrás apoyándome en su hombro, bajó la cabeza y
me besó por primera vez, sus labios tibios se adueñaron de los míos
antes de que su lengua explorara mi boca.
Dos minutos después sus manos amasaban mis tetas mientras sus
dientes me mordisqueaban.
Estaba caliente, quería más y más me dio.
Las manos ahora bajaban por mi vientre, se metían en el agua
buscando mi sexo, abriéndolo con dos dedos, acariciándome
íntimamente sin dejar de morderme.
-Que caliente esta tu coño Elena, ¿sientes mi polla? –Oírle hablar así
me puso a mil-
-Si –dije sintiendo como sus dedos se adentraban en mi vagina-
Entraba y salía con dos dedos, añadió un tercero y los movía dentro
llevándome al borde del abismo, me precipité al vacío sin red y me
corrí. Mientras atrapaba con su boca mis gemidos, sin dejar de mover
los dedos en mi interior.
-Si Elena córrete; que placer sentir tú humedad en mis dedos. Me
muero por sentirla en mi polla.
No podía más, necesitaba tenerle dentro. Sacó los dedos y girándome
me sentó colocando su polla entre ambos, esta rozaba mi pubis.
Colocó una mano en mi nuca y volvió a besarme mientras con su otra
mano empujó su polla buscando la entrada, sentí el glande en mi
hendidura, en mi entrada… un empujón más y me penetró.
De nuevo su boca atrapó mis suspiros y mis jadeos mientras sus dedos
acariciaban mi nuca, yo estaba en el cielo… aunque ahora parecía más
el infierno por el calor que sentía en mi interior.
Dejó de acariciar mi nuca y con las dos manos me agarró el trasero
acercándome, moviéndome, alejándome… Dios que rico…
-Elena necesito que te corras, quiero sentirlo ahora en mi polla
Apretó más, subió sus caderas, bajé las mías y me corrí de nuevo.
-Me encanta como me aprietas–dijo lamiendo mis labios-
Cuando cesó mi orgasmo me colocó de rodillas en el asiento.
-Agárrate al borde y sube el culo –dijo poniéndose detrás de mí-
Separo mis piernas más y me penetro, el ataque fue tan asolador que
tuve que morderme los labios para no gritar. Una vez dentro empezó a
manosear mis nalgas mientras me decía al oído.
-¿Te gusta así Elena, te gusta cómo te poseo?
Apenas podía asentir con la cabeza mientras el arremetía cada vez más
adentro, cada vez más fuerte. Yo jadeaba loca por que siguiera, porque
no parara nunca. Y así llegó de nuevo otro orgasmo que me sacudió,
mis espasmos apretaban su polla. (Nunca me había corrido tantas
veces)
Puso una mano plana en mi espalda y sacando la polla dio un alarido
animal mientras notaba un chorro de semen sobre mi trasero, un
segundo en mi espalda y de nuevo sobre mi trasero. Rodrigo gemía y
jadeaba con la respiración entrecortada tras su orgasmo.
Nos sumergimos en el agua; luego me ayudó a salir, me secó con una
toalla enorme y me llevó de la mano a los pies de la cama, tiró del
edredón y me tumbó en el centro, durante unos minutos paso sus
dedos por mi hendidura húmeda, hasta que separé las piernas para
facilitarle el acceso. Él se arrodillo ante mí y puso su boca sobre mi
pubis. Lo mordió. Cuando sintió que vibraba de placer, con sus dedos
abrió mis labios vaginales y metió su boca entre mis piernas, jadee. Su
boca era impetuosa, y cuando chupó mi clítoris con deleite, solo pude
jadear y disfrutar con lo que me hacia ese sorprendente hombre.
Desperté sin saber dónde estaba.
El ruido de la ducha me recordó lo sucedido la noche anterior y tras
estirar mis doloridos músculos fui hacia el baño.
El me miró bajo el chorro del agua y extendiendo la mano me invito a
entrar.
Nada más acercarme, tiró de mí y pegó mi cuerpo al suyo. Después de
frotarnos unos minutos me arrodillé en la ducha y agarrando su polla
con mimo empecé a acariciarla ante de llevarla a mi boca, note como
él se agarraba a los grifos y jadeaba cada vez que mi lengua paseaba
por su capullo antes de introducirlo por completo en mi boca una y
otra vez mientras acariciaba sus testículos.
-Elena… tienes que parar de hacer eso.
-No voy a parar, quiero saborearte
Succioné más fuerte y sus manos apretaron mi cabeza mientras sus
caderas se apretaban a mí y sus piernas temblaban mientras se ponía
rígido antes de vaciarse en mi boca.
Seguí lamiendo hasta la última gota de su semen espeso y caliente.
Luego me incorporé y dejé que el frotara y llenara mi cuerpo de
espuma.
Nos despedimos un rato después, yo bajé a darme unos tratamientos
que tenía programados y al acabar subí a cambiarme para la comida,
no sabía que me seguiría deparando el fin de semana pero había
empezado sensacional, me sentía pletórica.
Cuando el mismo camarero me volvió a llevar a su mesa.
-Hola Elena ¿qué tal tu mañana de mimos?
-No ha sido mejor que mi noche
Su sonrisa pícara me excitó, su mano en mi rodilla me calentó
recordándome las sensaciones de la noche anterior.
Su mano subió lentamente por mis muslos desnudos y llego a mi
braga, empujó sus dedos y acercando su boca a mi oído me dijo.
-Estas muy mojada, me vuelves loco Elena.
No apartó la mano ni cuando el camarero trajo los platos, cuando este
se retiró sus dedos apartaron mi braguita mientras volvía a acercarse a
mi oído.
-Separa las piernas Elena
Lo hice al instante sintiendo como uno de sus dedos me penetraba,
miré el plato para que nadie se diera cuenta, pero cuando añadió un
segundo dedo tuve que morder mis labios para no chillar. Empezó a
moverlos dentro y fuera de mi sexo mientras sentía una ola de calor
recorrer mi cuerpo. Cuando añadió un tercer dedo y me penetró hasta
el fondo quedándose quieto estalló un maravilloso orgasmo que
recorrió mi cuerpo.
-Muy bien Elena me encanta darte placer. Ahora come.
Pasamos la tarde en la sauna, rozándonos, calentándonos con caricias
inocentes.
Me puse un vestido negro hasta los tobillos y cuando paso a
recogerme, silbó complacido al verme.
-Estas preciosa Elena, pasaré toda la noche deseando subirte ese
vestido para follarte con el puesto, mientras apartó todos los
moscones que intenten lo mismo.
-Tienes ventaja, yo solo deseo que seas tú quien me folle.
-Vámonos antes de que me arrepienta.
Al final de la cena creí que volvía a llevarme al bar, pero cogiéndome
del brazo me llevó al ascensor. Una vez dentro se apoyó en la pared
más lejana de mí.
-Llevo todo el día recordando tus labios recorriendo mi polla y me está
volviendo loco el deseo de follarte.
Como la noche anterior me excitaba muchísimo que me hablara así,
tan descarnadamente, con esa pasión desnuda…
Entramos en la habitación y nada más cerrar la puerta se acercó un
poco.
-No te muevas por favor.
Se arrodilló ante mí y metiendo la mano bajo mi vestido sin subirlo
bajó mis bragas y me las quito. Luego se incorporó y lentamente subió
mi vestido mirando mis piernas, mis muslos, mi pubis…
-Agárralo –dijo tras subirlo a mi cintura-
Metió sus manos entre mis piernas y mientras bajó a lamer mis labios,
empezó lentamente a masturbarme, sus dedos separaron los labios de
mi vagina y pronto me penetraron como en la comida.
-Estas siempre tan mojada Elena…
Se arrodilló ante mí y acerco sus labios, sacó su lengua y la pasó por
mi hendidura, en esa postura no podía lamerla toda pero verle de
rodillas entre mí me excitaba muchísimo. Agarré el vestido con una
mano mientras con la otra tiraba de su pelo apretando mis caderas a
su cara. El me agarró de los glúteos y consiguió meter lo suficiente su
lengua como para golpear mi clítoris varias veces hasta que me corrí
allí mismo.
Luego me llevo a la cama y desde atrás me desnudó mientras
acariciaba mis pechos y besaba mi nuca, mis hombros y subía por mi
cuello con su lengua.
-Ponte de rodillas Elena, me has provocado todo el día y voy a follarte
como tu cuerpo lleva pidiéndome todo el día.
Obedecí y cuando estaba de rodillas me empujo hasta que caí hacia
adelante, mis manos se apoyaron al colchón y el siguió besando mi
nuca, mi espalda y mi trasero. Separó mis glúteos con sus manos y
sentí su lengua en mi ano. Agarré las sabanas con fuerzas cuando sentí
el placer de esa lengua húmeda allí, lamiéndome con devoción. Jamás
había sentido nada parecido y todo mi cuerpo estaba en tensión
cuando el agarrando su polla y tras pasearla por mi hendidura penetró
en mi vagina.
Gemí al sentirme llena, note sus testículos golpear por la profundidad
de la penetración. Me encantaba que me follara así.
Empezó a moverse y yo le seguí con mis caderas hasta que al borde de
un nuevo orgasmo sentí una presión en mi ano, un dolorcillo raro y un
empujón más y su dedo me había penetrado por detrás. No dejaba de
mover su polla rozando las paredes de mi vagina y así olvide ese dedo
que dilataba mi culito dolorido camuflando ese dolor con el placer que
me estaba proporcionando. Poco a poca las sensaciones se
difuminaron y ya solo sabía que no quería que parara.
-¿Te gusta Elena?
-Sí, mucho
-Pues mueve las caderas, fóllate mi polla para que yo pueda follarme
tu culito.
Moví las caderas sintiéndolo, añadió un segundo dedo y la sensación
se incrementó, primero escozor pero poco a poco de nuevo el placer
me invadió. Arañaba el colchón desesperara por llegar al límite… y
llegué de nuevo entre jadeos mientras el sacaba lentamente los tres
dedos que abrían mi ano, sacó la polla de mi vagina y con esta
lubricada de mis jugos la llevó donde sus dedos, empujando
lentamente su cabeza gorda quería entrar. Intenté relajarme a pesar
del dolor mientras el poco a poco fue metiéndomela, tranquilo, muy
despacio me penetró completamente, sentí dolor, escozor y algo no
conocido.
Se quedó quieto unos segundo y poco a poco empezó a moverse, salía
un poco y entraba de nuevo… jadeaba fuerte, sudaba y sabía que
estaba al borde.
-Elena que rico, que placer follarte así.
Siguió moviéndose y poco a poco cedió el dolor y esa rara sensación
se apodero de mí, empezando a sentir un placer enorme.
-Acaríciate para mi Elena, enséñame como te masturbas mientras te
follo preciosa.
Lo hice, friccioné mi clítoris oyendo sus jadeos, sus gemidos…
-Elena no aguanto más… así mi niña córrete conmigo
Clavo sus dedos en mi cintura y su cuerpo se tensó.
Empecé a correrme cuando sentí un potente chorro de semen en mis
entrañas.
Caímos rendidos en la cama con las respiraciones entrecortadas y
superaros por el placer de nuestros orgasmos apoteósicos.
-Elena ¿dónde nos lleva esto?
-No lo sé, no quiero pensarlo… solo quiero sentirlo… ya pensaremos el
lunes.
-Tienes razón mi niña, descansemos un poco –dijo con una sonrisa en
los labios-
Ya pensaríamos el lunes, ahora teníamos aun un placentero día antes
de volver a la realidad de nuestras vidas.
Una noche
Tres hielos en el vaso, dos de ellos cubiertos de whisky del mejor que
había en el local y mi misión terminaba al acercárselo a él.
Me llamo Sandra y si me dedico a poner copas por la noche y
desayunos por la mañana en un pequeño bar a las afueras, cada día
espero que sea el último y que por fin me salga el trabajo que añoro y
me lleve lejos de esta barra.
Echo un vistazo y a la derecha de la barra un par de hombres de
mediana edad, bien vestidos beben sus copas entre risas con una
mujer bastante más joven; ella les ríe las gracias y enseguida pienso en
que unirá a esas tres personas, me encanta inventarme sus vidas. Mi
mente crea rápido situaciones e imagino que esos hombres son
compañeros de trabajo de la mujer, por supuesto una posición más
elevada y ella hace puntos, quiere ser simpática con ellos pero se le ve
forzada.
Dejo al trio y mi mirada recorre el local ahora, paro en una mesa donde
una pareja de jóvenes discute, sobre donde irán esa misma noche. Son
prácticamente adolescentes y no tienes más preocupación que pensar
en cómo divertirse cuando uno lo tiene todo al alcance de la mano.
Regreso de nuevo a la barra y a mi izquierda una mujer a la que
cálculo unos cuarenta y muchos da un trago a su cerveza con
demasiada ansiedad, supongo que no bebe por sed ya que es la cuarta
esa noche. Sus ropas caras no se compaginan con la necesidad del
tinte en su pelo descuidado y pienso que la necesidad de beber está
ligada a su descuido personal y solo queda las ropas caras de una vida
mejor dejada atrás.
Ahora viene él, el plato fuerte, la guinda del pastel.
Es un hombre de unos cincuenta años, impolutamente vestido,
peinado y afeitado. Le conozco de verle por las mañanas; es la primera
vez que le veo en el turno de noche.
Siempre que le veo pienso que parece aislado de todo lo que le rodea,
como si un campo magnético le eximiera de soportar los ruidos y
molestias de la gente que abarrotaba por las mañanas el local. Apenas
he oído de sus labios algo más que no fuera, “lo de siempre”, “gracias”
o “buenos días”. Aun así consigue ponerme nerviosa cada vez que
paso por su lado.
Sin las prisas de las mañana puedo mirarle unos minutos sin ser vista,
miro sus manos alrededor del vaso que le he servido, sus uñas
perfectamente cortadas casan con el resto de su atuendo cuidado.
Pienso durante unos segundos que me encantaría hacerle perder los
papeles, ver como pierde la compostura y mil imágenes eróticas de ese
hombre y yo cruzan mi febril mente.
Vuelvo a la realidad cuando el chico de la parejita de la mesa me pide
otro refresco, al girarme a poner el hielo en el vaso me siento
observada y al girarme rápido me encuentro con la mirada fija de ese
hombre y alucino al darme cuenta que me estaba mirando con fijeza y
un escalofrió recorre mi columna. Ese hombre causa estragos en mí y
eso que no es ni el tipo de hombre que me atrae normalmente.
Los chicos de la mesa se van tras pagarme la cuenta y ya solo queda el
trio y él.
Veo movimiento en el trio y me piden la cuenta, paga uno de ellos y
veo que se va con la chica tras despedirse del otro, él se gira un
momento y sonríe a su amigo con cara del cazador que ya tiene presa.
El otro pide otra copa que me paga al momento.
-¿Pelirroja te tomarías una copa conmigo muñeca? –tantos
estereotipos en una sola frase me repugno-
Rechacé con fingida cortesía su ofrecimiento obviando que me había
llamado “muñeca” y “pelirroja”.
Cuando le devolví el cambio agarró mi muñeca y me dijo:
-Venga nena, ¿dime que me costaría esperar a que cerraras? –dijo el
baboso con voz pastosa-
¿Acaba de llamarme “nena” y me estaba ofreciendo dinero por mi
compañía? Bueno más que compañía hablamos claro me estaba
ofreciendo dinero por follar y mientras la indignación subía por mi
columna vi como una fuerte mano soltaba la suya de mi muñeca.
-¿Creo que la señorita ha dejado claro que no le interesa la primera vez
no?
El baboso lo miro y él le reto con una mirada impasible, un minuto
después me soltó, se terminó la copa y salió sin decir ni adiós.
Ya solo quedaba él en el local y decidí empezar a barrer mientras el
apuraba su copa con tranquilidad.
-Ya acabo supongo que estará deseando irse –su voz llenaba el local
ahora que no había ruidos-
-No se preocupe aun me queda un rato, tengo que recoger antes de
irme. –Dejé la escoba y pasé detrás de la barra- ¿me permite que le
ponga otra copa?
El empujó un poco el vaso y volví a ponerle hielo y whisky.
-Esta va de regalo, gracias por echarme un cable antes. –Comente
agradecida-
-No es necesario, me desagradan los hombres que no saben beber. -
apenas levantó la vista del vaso-
Esa noche estaba aún más taciturno que de costumbre, miré como
daba otro trago largo de su vaso recreándose mientras el líquido
llenaba su garganta y me decidí a darle charla.
-Además de poner copas y cafés con leche, se escuchar.
-¿Crees que necesito desahogarme y contarle mis miserias a una
desconocida? –Su voz sonó más relajada, casi divertida-
-Es más fácil hacerlo con una desconocida que con un amigo –intenté
que se soltara un poco-
Sopesó mis palabras durante unos segundos y yo creyendo que no iba
a soltar prenda y sin querer forzarle a nada, seguí barriendo, no quería
parecer una pesada.
-Mi mujer acaba de pedirme el divorcio, tiene una aventura con mi
socio diez años más joven que ella y quince menos que yo… ahí va eso,
¿qué te parecen mis miserias?
-Tristes –me sorprendieron sus palabras a bocajarro-
-¿Te puedo hacer una pregunta? –no me miraba simplemente miraba
su vaso haciendo girar en el los hielos y el líquido-
-Claro, que sea fácil –intenté sonar poco ansiosa porque siguiera-
-¿Qué crees que mueve a una mujer de más de cincuenta a romper
con todo por un hombre mucho más joven?
-Es fácil… pasión, deseo sexual…
-Yo también he sentido eso a diario, pero no sé si hubiera sido capaz
de romper con todo
-Pues o no sentiría lo suficiente o no se sentiría correspondido
-Esa es una buena respuesta, quizás mis deseos fuera de mi cama de
matrimonio nunca fueron correspondidos y tuve reparos porque temía
que me rechazaras
-Quizás si lo analiza eso le freno incluso más que su vida cotidiana. –en
ese momento caí en que había dicho “me rechazaras”-
Me quede mirándole sin saber si se había equivocado o en realidad
estaba insinuando que hablaba de mí, mientras me debatía sin saber
cómo seguir. No tuve que decir nada ya que el continuó como si
hablara de otra persona, siguió moviendo el vaso mientras decía.
-Fuiste tú quien quiso oír mis desventuras… desde que entre perdido
buscando una dirección por primera vez, volví cada mañana para verte
unos minutos.
-Nunca noté nada –dije alucinada desde la otra punta del local-
-Lo sé soy bueno escondiendo lo que siento, por eso te dije que no se
si hubiera sido capaz de seguir los dictados de la cruda pasión, del
deseo que sentía cada vez que te veía moverte entre las mesas, entre
la gente… y pensaba tras de mi periódico como sería tenerte solo para
mí, entre mis brazos… en cambio seguía mirándote a escondidas.
-¿Por qué hoy?
-Porque hoy me da igual seguir perdiendo. –sonaba desmoralizado-
No podía moverme del sitio tras su confesión, vi como con una sonrisa
que no subió a sus labios paso por mi lado
-Tranquila, voy un momento al servicio y te dejo acabar para que
puedas volver a tu vida.
Ni siquiera me rozó y todo mi cuerpo respondió a su cercanía mientras
pensaba en lo que me esperaba en mi pequeño y frio apartamento
mientras él estaba en el baño. Cuando le oí salir le miré unos segundos
y vi que se acercaba peligrosamente a mí. Se paró a unos milímetros
mirándome con tal intensidad que mis rodillas se aflojaron, durante
unos segundos la vida se paró, pero enseguida él recuperó la
compostura y dándome la espalda se dispuso a volver a su sitio.
-Pues yo creo que la pasión se debe explorar y ver siempre donde te
lleva, creo que no hay peor añoranza que añorar lo que jamás sucedió.
Se paró a mitad de camino y girándose volvió a mirarme.
-¿Supongo que sabes que me inducen a creer tus palabras no?
-Lo se
En un segundo su cuerpo estaba pegado al mío, me empujó hacia la
puerta y dando la vuelta a la llave bajó la cabeza y su boca devoró la
mía. Apenas podía respirar su cercanía, sus labios, su olor… todo eso
estaba creado para volverme loca de deseo, sentía el fuego recorrer
mis entrañas cuando sus manos recorrían mi cuerpo sobre la ropa y yo
deseaba que me la arrancara, porque allí y en ese mismo momento
necesitaba sentirle más que a nada en el mundo.
-Hace tanto que deseo esto gatita…
Sus dedos intentaron desabrochar mi camisa mientras sus labios ahora
lamian mi cuello dejando un rastro de humedad y calor en mi piel y
como no pudo simplemente tiró; ver como los botones salían
disparados me puso a mil. Saco la camisa de mi falda y bajó la cabeza
para lamer mis pechos, besaba cada rincón de mi piel que quedaba
expuesta y agarrándolos, luego se separó a mirar.
-Tus pezones están duros, me muero por morderlos. –Y lo hizo por
encima del encaje del sujetador-
Tuve que apoyarme a la puerta mientras sentía sus dientes morder mis
sensibles pezones, poniéndolos durísimos antes de sacarlos y liberarlos
del sujetador.
-Preciosos cielo –dijo mientras pasaba su lengua plana antes de
succionarlos-
Yo no podía dejar de jadear, me sentía al borde de la combustión
espontánea mientras sus manos ahora subían la falda a mi cintura y su
mano acariciaba mis muslos, subiendo hacia mi sexo.
Volvió a besarme con su mano de canto entre mis piernas presionando
mi sexo mientras este mojaba mis braguitas de algodón. No podía
pensar en nada que no fuera él y sus caricias.
Oír sus jadeos sobre mis labios me ponía a cien, pero nada comparado
con lo que sentí al notar como sus dedos apartando mi braguita
rozaron por primera vez mi sexo inflamado y anhelante de sus caricias.
-Estas tan caliente y mojada gatita que vas a volverme loco
-Más –fue lo único que logre decir, sus caricias tenían el poder de
hacerme desear siempre más y más-
-Si gatita voy a darte todo lo que tengo, es todo para ti.
Incrementó el movimiento de sus dedos en mi sexo llevándome a la
locura total, sentía el calor concentrarse entre mis piernas y entonces
empujó dos dedos y me penetró profundamente, entró y salió hasta
que mi orgasmo estalló mojando sus dedos con mis fluidos.
-Muy bien así gatita me encanta como ronroneas, me gusta tanto la
humedad y el calor que desprende tu cuerpo… –dijo lamiendo sus
dedos, que minutos antes habían estado en mi interior-
Acaricié su sexo sobre el pantalón y poniéndome de cuclillas
desabroché el cinturón, el pantalón y lo dejé caer a los tobillos,
acerqué mi boca al bulto que marcaba el calzoncillo y lo mordisqueé
suavemente antes de liberarla, tire de la tela ya húmeda y salto como
un resorte ante mi cara.
La agarré por la base y pasé mi lengua por la punta húmeda,
relamiendo las primeras gotitas que demostraban que estaba al límite;
Acaricié sus gordos testículos y bajé mi boca y mi lengua para lamerlo
y succionarlos mientras mi mano en la base de su polla se movía
lentamente.
El apoyado en mis hombros y en la misma puerta jadeaba
descontrolado, cuando dejé sus huevos y subí de nuevo a lamer su
polla, esta vez deje resbalar la misma entre mis labios y tragué casi la
mitad, retrocedí y tras pasar de nuevo mi lengua volví a metérmela en
la boca esta vez no paré a la mitad y me la trague por completo hasta
notar mi mano, succionaba a medida que sus jadeos se intensificaban
sintiéndome pletórica por darle más y más placer.
-Nena tu boca es explosiva, no sé cuánto podré dejar que hagas esa
estupenda locura preciosa –dijo con voz apenas entendible-
Retrocedí y le dije sin apenas separar mis labios de su mástil:
-No voy a parar de mamar tu polla, quiero tu semen en el fondo de mi
garganta –apenas reconocía mi voz-
Tragué de nuevo tras mis palabras, sus gemidos eran ya pequeños
grititos jadeantes hasta que sentí la tensión, aflojé la presión de mi
mano y noté su semen en mi garganta cuando se corrió dando un
aullido.
-Joderrr… toma gatita…
Note el calor de su semen de mi garganta mientras retrocedía para
que otro chorro llenara mi boca hasta sacarla del todo y dejar que el
ultimo goteara sobre mis tetas, él miraba jadeando cuando volví a
succionarla, después lamí hasta dejarla limpia por completo.
-Joder gatita
Me ayudó a levantarme y me llevó a la barra, ante ella me beso de
nuevo antes de quitarme las bragas y ayudarme a sentarme, separó
mis muslos aun con la respiración entrecortada y me miró un segundo
con ojos agradecidos antes de bajar la cabeza e incendiar mi alma con
su lengua.
Separó los labios de mi sexo y su lengua, sus labios y hasta sus dientes
recorrieron cada rincón de mi sexo volviéndome a encender y de
nuevo me corrí esta vez en su lengua.
Mientras yo intentaba respirar con normalidad de nuevo el cogió su
vaso y lo acercó a mis labios, di un trago y después bebió el mientras
yo bajaba de la barra sintiendo mis piernas como si fueran de gelatina,
sentí su mirada recorrer mi cuerpo. Me senté en una mesa y él se
acercó, se colocó entre mis piernas y me beso el cuello, me apoyé en
mis manos hacia atrás arqueando mi cuerpo y sus labios bajaron hacia
mis pechos, entreteniéndose en mis pezones un poco antes de volver a
subir a mi cuello y a mi boca.
Me senté recta y me abracé a él pegando mis duros pezones a su
pecho.
-Ahora es cuando me mortifica haberme corrido me muero por follarte
y aun no puedo
Me separé para ver como su sexo empezaba a reaccionar, lo agarré
con mi mano y lo llevé a mi sexo, ayudado por mis dedos lo introduje
un poco y moví las caderas ante su estupefacción entro en mi coñito
semi-blanda aun; entonces empecé a apretar su polla con mi vagina y
sentí como esta empezaba a crecer dentro de mí.
-Dios muchacha, como siento las succiones de tu esplendido coño… y
yo que creía que no podía ser mejor que tu mamada…
En un par de minutos volvía a estar en forma y sus dedos clavados en
mi culo me empujaban hacia él mientras movía las caderas,
llenándome por completo. Sentirlo crecer dentro era una sensación
buenísima y ahora sus arremetidas eran la leche. Empujaba fuerte y
una vez dentro daba un último empujón antes de retroceder solo para
volver a empujar.
Yo jadeaba de nuevo como una perra en celo y tumbada en la mesa él
agarraba mis tetas, pellizcaba mis pezones y me penetraba duramente.
-Si no pares, dame polla
-Voy a reventarte el coñito, la ventaja de haberme corrido es que ahora
te vas a hartar de polla cielo.
Y cumplió lo prometido, me folló sin parar hasta que una de las veces
salió por completo, me puso de lado en posición fetal.
-Abraza tus rodillas gatita
Lo hice y el agarrando su polla me penetro así, estaba más cerrada y le
notaba más, tanto que al meter su mano entre mis piernas casi al
instante de sentir sus dedos me corrí como una loca entre gritos.
-Si preciosa córrete, no te imaginas lo cachondo que me pone sentir
mi polla en tu coño mojándose con tu corrida.
Sin sacarla y antes de que hubiera normalizado mi respiración tiró de
mí y bajó mis piernas de la mesa, apoyó mis pechos en la misma y con
sus manos en mis riñones embistió con ganas una y otra vez durante
tanto tiempo que sentí que me moría de placer, sentía como él iba
excitándose cada vez más, hasta tener que parar un segundo, durante
el cual casi lloré de frustración cuando abandono mi interior.
Me senté en la mesa, abrí las piernas y el vino y me penetró de un solo
empujón, mientras con dos dedos abrió mi sexo y frotó mi clítoris.
-Voy a correrme –dije entre suspiros- así dame más y más fuerte
Empujó con toda su alma, salió y volvió a empujar y sentí contraerse
mi vagina, los espasmos sacudieron mi cuerpo me corrí mientras le oía
jadear como un poseso, entonces con mis piernas abracé sus caderas,
moví mi pelvis y le apreté fuerte.
-Necesito correrme cielo…
Le sonreí y apreté más mis piernas diciéndole sin palabras lo que
quería, él con una fuerte carcajada me amasó las tetas y arqueándose
descargó de nuevo esta vez llenando mi vagina con su caliente semen
mientras de nuevo daba un alarido animal.
Se sentó en una silla y ambos intentamos recuperarnos unos minutos,
luego ambos nos vestimos entre sonrisas cómplices y me ayudó a
limpiar y recoger todo antes de salir.
-¿Sabes lo curioso chiquilla?
-¿Qué?
-Que no se ni tu nombre y a pesar de ello pienso que si todo lo vivido
antes de esta noche me ha llevado hasta aquí bienvenido sea.
-Me llamo Sandra
-Sandra, me llamo Marcos
Regreso a casa

Cuando sonó el despertador me levanté enseguida, me dirigí al baño y


tras una rápida ducha me vestí y me dirigí a la cocina, desde allí salían
ruidos, lo que me indicaba que mi madre también se había levantado
ya.
Llevaba tres meses viviendo de nuevo con ella y la verdad estaba
funcionando mejor de lo que me esperaba. Tres meses antes había
decidido cortar con mi pareja y darle un giro total a mi vida. Llevaba un
par de años conviviendo con mi novio, compañero al mismo tiempo de
trabajo, pero ambos nos dimos cuenta que nos llevábamos mejor
como compañeros de piso que propiamente como pareja y decidimos
dejarlo.
Busqué un apartamento más pequeño y los precios me echaban hacia
atrás, hasta que mi madre me propuso que volviera a casa, que el piso
era suficientemente grande para ambas. Analicé la situación y no
encontré nada para rechazar la oferta ya que mis problemas con ella
eran como el de cualquier madre, ella siempre estaba muy encima de
mí, pero no ahora a los treintaicinco años ya no iba a controlar mis
horarios y demás. Pusimos un par de puntos y ambas decidimos que
sería buena solución al menos mientras salía algo que me interesara.
-Buenos días mama.
-Hola cariño, he preparado café.
Mientras me ponía el café analice rápidamente a mi madre, pensé que
tampoco era tan mayor como para llevar una vida tan comedida, pero
ella era así demasiado chapada a la antigua y era feliz con sus cosas y
sus amigas.
-Nena hoy regresan Lucia y Javier. –ella era su mejor amiga.
De camino ya al trabajo recordé a Javier, le conocía desde que era una
chica, siempre era muy simpático conmigo, pero a mis dieciocho años
de repente algo cambio; empezó a evitarme y cuando nos
encontrábamos me miraba de manera distinta, así estuvo los últimos
dos años y pico que pase en casa. En esos momentos no tenía tiempo
para analizar al vecino y ahora catorce años después apenas los
recordaba entre otras cosas porque cuando me fui a estudiar fuera
volvía en verano y como este pasado ellos pasaban los veranos fuera.
Cuando salí de trabajar, rechacé tomar algo con mis compañeras y
regresé pronto a casa. Cuando entre en la misma oí ruidos en el salón
y me dirigí hacia allí.
Mi madre me dijo.
-Pasa Ángela mira quien ha llegado
-Hola –dije mirando a la pareja que aunque algo más mayor estaban
como mi madre muy bien para su edad-
Lucia seguía siendo extremadamente delgada y su porte tieso lo que la
hacía parecer una mujer más rígida incluso de lo que era y poco
amigable; nunca habíamos hecho buenas migas. En cambio Javier era
distinto, con él siempre me llevé bien. Ahora con más de diez años más
su pelo se había blanqueado, su cintura se había ensanchado y
alrededor de sus ojos habían aparecido arruguillas, aun así era un
hombre de cincuenta y pocos que dejaba entrever que había sido un
hombre atractivo de cuerpo atlético.
-Hola Ángela –me saludo lucia con dos besos-
-¿Hola niña que tal? –Me pidió Javier también besando mis mejillas-
Durante unos segundos después de apartarse aun sentí sus labios
carnosos y calientes en mi mejilla y sus dedos en mis brazos
acariciándolos con sus dedos mientras me besaba.
Minutos después le miré y de nuevo esa mirada triste y algo más que
tenía en los últimos tiempos.
Cuando por la noche me acosté recordé aun las cosquillitas que me
produjo su beso y no quise analizar la situación, ni el porqué de esas
sensaciones que no pasaron desapercibidas por mí.
No pasó nada raro hasta que el sábado por la tarde, me puse mis
pantalones de deporte, una camiseta y bajé a un parque cercano, con
mi libro electrónico en la mano.
Me senté en un trozo de césped y apoyándome en un árbol empecé a
leer.
Un buen rato después y sintiéndome observada, levante la vista y
frente a mi saliendo de la hierba sentado en un banco estaba Javier.
Este me saludo con la mano y al devolverle el saludo se acercó
andando despacio.
-Hola Javier ¿qué haces por aquí?
-Pues andando un poco, he parado a descansar unos minutos, por aquí
se está más tranquilo y te he visto.
-Yo también prefiero esto es más tranquilo y me encanta leer al aire
libre tranquilamente.
-¿Que lees? –me pregunto mirando el libro y a mí-
Estuvimos hablando cómoda y relajadamente un buen rato, siempre
me pareció un hombre muy inteligente y culto. Hablamos de lectura y
de libros.
-Tengo muchos si algún día te apetece pásate a por alguno
-Lo haré
Desde ese día empezamos a encontrarnos casi a diario, yo iba a leer y
el terminaba sus caminatas allí.
-Siéntate –le dije uno de los días tirando de la toalla que yo llevaba-
-Si me siento igual no me levanto a mi edad no está uno para muchos
trotes.
-Exagerado, ni que fueras tan mayor
-Lo soy niña, lo soy
Un par de semanas después ya pasábamos más de media hora
discutiendo sobre libros y sobre nuestras cosas. Cada vez me gustaba
más hablar con él.
-Se me hizo raro verte de nuevo en casa de tu madre, después de
tanto tiempo.
-Me cansé de la vida que llevaba y quise dar un cambio drástico, lo
dejé con mi pareja y al decidir empezar de nuevo mi madre me ofreció
esta solución
-Se te ve bien
-Lo estoy, mucho más relajada, necesitaba centrarme y dar un paso
atrás para coger impulso de nuevo.
-Ojala yo hubiera tenido tus ideas con tu edad
La cosa terminó ahí ese día, pero por la noche tras un par de preguntas
mi madre me comentó que incluso que habían estado a punto de
separarse, pero al final habían decidido darse otra oportunidad.
Cuando al día siguiente salió el tema a colación comentando un libro
no me pude callar.
-A mí me parece muy triste renunciar a una vida a los cincuenta y
quedarse en una cárcel por comodidad.
-Niña a los cincuenta y dos la vida se ve diferente que a los treinta, uno
está más cansado y tiene pocos alicientes para empezar desde cero.
Uno aprende a prescindir de cosas que a tu edad son impensables.
-¿Me hablas de sexo?
-Niña que directa sois la juventud de ahora
-Es algo natural, aunque si te incomoda…
-Si niña, me refería al sexo entre otras cosas.
Esa noche pensé en Javier, cada día me gustaba más, incluso su
inteligencia y cultura me parecían sexis y sin importar su edad me
ponía cachonda imaginarle acariciándome y dándome placer. Algo
había cambiado en mi manera de verle esos días.
Con el paso de los días le esperaba cada uno de ellos para charlar un
rato y luego a solas en mi habitación llegue a tocarme imaginándome
sus grandes manos sobre mi cuerpo.
Pero nunca paso nada, hasta ese sábado.
Me había apuntado a andar con él, tras una hora de andar paramos
algo más arriba de donde nos encontrábamos, yo no podía más y
tirando la toalla que saque de mi mochila me senté en ella frotándome
las piernas desnudas (llevaba un pantalón corto).
Él se sentó a mi lado y después de beber un poco no sentía las piernas
y empecé a golpear el suelo con el pie para que volviera mi circulación
que de estar en esa postura tenia calambres.
-Eso es por haber parado y haber cruzado las piernas se para la
circulación y por eso dejas de sentirlas.
Se arrodilló ante mí y quitándome las zapatillas empezó a darme un
masaje en los pies.
-Hay que empezar desde abajo para activar la circulación.
Volvió al tema del libro del que hablábamos antes de parar sin dejar de
masajear con sus dedos mi pierna, sentía el calor de sus dedos recorrer
mi piel y me estaba hasta mojando.
-¿Mejor?
-Sí, no pares. Me encanta
Y no paró, mientras hablaba subía sus dedos por mi piel, ahora era más
una caricia que un masaje, llego a mis muslos y me miró.
-Sigue –le pedí con los ojos entrecerrados-
Y siguió hasta meter su mano bajo el pantalón, subió un poco más y
llegó a mi braga, rozaba mi sexo con los nudillos y sintió la humedad.
-Estas tan húmeda… –dijo con la voz ronca-
Miré y vi el bulto en su entrepierna, el aparto la mano como si se
quemara, como di de repente fuera consciente de lo que hacía.
-Lo siento Ángela
Se levantó y se fue antes de que pudiera decir nada, no le vi en dos
días en los que no deje de pensar en él.
Al cuarto día me decidí y cuando mi madre dijo que subía a su casa
para hacer un pastel con Lucia le dije que la acompañaba para ver si
podía prestarme un libro.
Ella abrió y tras decirle mi madre a que iba yo, me dijo.
-Está en su despacho, ve que libros tiene para aburrir.
Ellas se fueron hacia la cocina y yo hacia su despacho; toque a la
puerta y entré.
Se sorprendió al verme y se levantó poniéndose ante su mesa pero sin
acercarse a mí.
-Ángela sobre lo del otro día…
No le dejé acabar, lentamente fui hacia él y pegué mi cuerpo al suyo, a
pesar de ponerse rígido no se movió cuando mis pechos rozaron el
suyo.
-Ángela para, no sé adónde nos lleva esto
-¿Nunca has salido a caminar sin rumbo, dejándote llevar y sin saber
dónde acabaras?
-No
-Pues ya es hora que lo experimentes, déjate llevar Javier, o ¿es que no
te gusto? –Notaba en mi cadera lo contrario-
-Como no vas a gustarme, pero…
Puse dos dedos sobre sus labios y lamí mis dedos separándolos para
lamer sus labios. Sus dedos me agarraron de las caderas y me pego a
su erección.
-No he dejado de pensar en tus braguitas mojadas
Cogí su mano y la metí en mi pantalón con cinturilla elástica, pero esta
vez el objetivo no eran mis bragas, metí su mano bajo estas y la dejé
sobre los rizos de mi pubis.
El movió los dedos buscando la humedad de mi vulva, buscando mi
clítoris que hinchado ya le dio la bienvenida.
-Que caliente estas y que mojada Ángela
-¿Te gusta?
-Mucho –dijo entre jadeos-
Estaba excitadísima cuando oí a mi madre llamarme por el pasillo, el
saco su mano enseguida y yo me recoloque la ropa antes de salir
mientras el aun en el mismo sitio movía sus dedos empapados en mis
jugos.
Dos días después subimos a cenar y durante la cena ella dijo:
-Podrías enseñarle a mi marido como pasarse libros al libro electrónico
y así aligeraremos las estanterías llenas de sus libros
-Claro -le dije mirándole-
Cuando acabamos la cena, ellas se sentaron en el sofá para ver un
programa que echaban y nosotros fuimos hacia su despacho donde
estaba el ordenador. Yo andaba lentamente ante el que me seguía con
la mirada puesta en mi culo.
Me aparté para que el abriera la puerta y se hizo a un lado para que
entrara, entró y cerró la puerta, di dos pasos y me abracé a su cuello,
subí la cara y bese sus labios, los lamí y succioné presionándolos con
mis dientes, un minuto después me abrazo con fuerza y devolvió cada
una de mis caricias, su lengua probó cada rincón de mi boca y su mano
esta vez sin que yo la llevara se coló en mis pantalones, bajó mis
bragas y acarició toda mi rajita hambrienta de sus dedos, de sus
caricias que la recorrían suavemente, buscó mi inflamado clítoris y lo
pellizcó suavemente haciéndome vibrar, me mojé aún más y
arqueando mi espalda deje que recorriera mi sexo con sus dedos, que
lamiera mi cuello hasta que me sorprendió el orgasmo, me corrí en
silencio.
Cuando notó que me corría juntó dos dedos y me penetró con ellos,
entrando y saliendo rápido, una, dos… diez, once…,Dentro y fuera cada
vez más rápido, cada vez más adentro hasta que de repente ahí estaba
de nuevo, volviendo a sacudir mi cuerpo por segunda vez mientras
ambos jadeábamos y su erección presionaba mi cadera.
Cuando me recuperé del orgasmo el aun besaba mi cuello, le cogí la
mano y lo llevé de nuevo ante su mesa, donde volvimos a besarnos,
pero esta vez mis dedos desabrocharon su pantalón, bajaron la
cremallera y los bajé a medio muslo. Me agaché ante él y empecé a
lamer sus calzoncillos, mordisquee su carne dura y caliente y ante sus
jadeos cada vez más acelerados bajé el calzoncillo y su polla saltó ante
mí; me encanto verla tan cerca y sacando la lengua lamí la punta
húmeda ya entre mi saliva y su liquido pre seminal. Relamí con deleite
antes de colocarla entre mis labios y dejarla entrar en mi boca casi la
mitad, volví a sacarla y succioné de nuevo el glande. El jadeaba
entregado por completo a mi mamada y yo quería lucirme, quería
darle placer.
-¿Te gusta?
-Mucho
Agarré la base mientras lamia el tallo y volví a succionar el capullo,
apreté aún más mi mano y subiendo su polla empecé a lamer sus
testículos levantándolos con mi lengua para a continuación
introducirlos en mi boca dándole pequeñas succiones.
Luego volví a lamer toda su polla y volví a dejarla recorrer mis labios,
pero esta vez no paré a la mitad y me la tragué por completo, hasta
rozar mi mano en su base con mis labios.
-Ángela para, no puedo más, no recuerdo la última vez que me
hicieron esto, que coño jamás me la han chupado así. –dijo con la voz
entrecortada-
-¿Te gusta? –le pedí como siempre-
-Mucho –contestó como siempre-
Sabía que estaba a punto, sus jadeos, sus gemidos y su respiración
acelerada me decían que estaba al límite, succioné de nuevo sus
huevos, lamí de nuevo su estaca y esta vez la dejé resbalar entre mis
labios, cuando llegué a la mitad, le agarré los testículos con mi mano
libre y le di unos tironcitos, entonces solté la presión de mi mano en la
base y casi sentí su semen pasar por su polla y descargar en mi
garganta con un terrible rugido que lo habrían oído de no tener la tele
a tope.
-Madre mía Ángela que rico –me dijo aun entre jadeos-
No pudimos más ya que habíamos pasado demasiado tiempo solos,
regresamos al salón y el resto de la noche nos miramos
disimuladamente.
Al día siguiente cuando me iba al trabajo le encontré sentado en la
escalera, me sonrió y juntos entramos en el ascensor. Pegándose a mí
me beso y yo abrazándome a su cuello le devolví cada caricia que su
lengua me regalaba. No hablamos a sabiendas que al llegar abajo no
podríamos tocarnos y ni besarnos.
Llegamos y el abrió la puerta para que saliera.
-He pasado toda la noche pensando en ti, no quería ni dormirme –me
dijo él alegre, parecía más joven y jovial-
-Yo también en ti.
-¿Vas a trabajar niña?
-Sí. Algunas tenemos que hacerlo –le dije entre risas-
-¿Nos vemos allí esta tarde?
-Claro
Por la tarde llego justo cuando yo, lo cual me hizo sospechar que no
era casual, se sentó a mi lado y cogiéndome la mano me dijo.
-Llevo todo el día pensando en lo que me dijiste sobre andar sin
rumbo dejándote llevar
-Y ¿qué has decidido?
-Que quiero más Ángela, quiero ir al final me lleve donde me lleve. No
me importa, solo se que no quiero envejecer en mi sillón y darme
cuenta un día que no subí a este tren cuando paró unos segundos
delante de mis narices.
Me ponía a cien su manera lenta y pausada de hacerlo todo, sus
reflexiones, sus modales algo pasados de moda. Todo formaba parte
de él y todo en él había empezado a parecerme perfecto.
-Javier ¿a qué hora tienes que estar en casa?
-No tengo una hora exacta.
-Estoy sola en casa hasta las nueve y son solo las siete –le dije tras
besar sus labios rápidamente antes de levantarme-
Él se levantó y me siguió en silencio, ambos entramos en el edificio y
subimos en el ascensor con una vecina. Me bajé en mi piso y el tras
despedirse con una sonrisa siguió con ella, entré en casa y espere en la
puerta hasta que le oí bajar por la escalera.
Entro y cerré la puerta tras él, le cogí de la mano y le llevé a mi
habitación.
El sin saber muy bien que hacer se sentó en mi cama y le noté
incomodo, sin saber muy bien que hacer en mi habitación decorada
aun como cuando era chica. Sé que se sentía culpable y que de
repente era consciente de quien era yo y quien era él.
Me planté ante él y empezando a desabrochar mis pantalones los dejé
caer a mis tobillos, mientras le decía.
-Javier, recuerda que vas andando sin mirar donde termina el camino,
déjate llevar por mi como si yo fuera el viento que te empuja.
El me miro con orgullo y sin poder esconder el deseo que crecía en el
viendo como me desnudaba. Subí mi camiseta quedándome solo en
braguitas y sujetador y el suspiro.
-Niña estas… impresionante.
Me acerqué a él y me senté sobre sus muslos, le cogí del pelo con
suavidad y lamí sus labios, los mordí dándole tironcitos y volví de
nuevo a lamerlos mientras el suspiraba con sus manos en mi trasero y
lo apretaba amasando mi carne.
Le empujé para tumbarle en mi cama y aun sobre el empecé a
desnudarle despacio le abrí la camisa y bese su pecho, lamí sus
pezones y los mordí al endurecerse.
-Ángela, mi niña…
Poniéndome ahora a su lado desabroche su pantalón y con su ayuda
se lo quite junto con los calzoncillos. De nuevo su polla capto toda mi
atención y la quería dentro, le necesitaba.
Él se movió tumbándose bien en la cama y poniéndome de pie sobre
la misma me quité las bragas y me abrí poniendo un pie a cada lado
de sus caderas.
Él me miraba embelesado mientras yo agarrada al cabecero empecé a
bajar mi sexo, el agarró su mástil y lo paso dos veces por mi raja ya
mojada.
-¿De verdad estas ya preparada?
-Sí, Julián quiero tu polla ahora
La llevó a la entrada y mirándome con infinita pasión me dijo:
-Pues es toda tuya cariño, baja lentamente quiero disfrutar cada
segundo
Empecé a bajar y sentó como su glande me abría, me agarré más
fuerte al cabecero sobre su cabeza y bajé más y más hasta ensartarme
con su polla oyendo como Javier clavaba sus dedos en mi cintura
jadeando.
-Dios Ángela qué coño más rico mi amor. –Me dijo soltando mis
caderas y llevando sus manos a mis pechos tras sacarlos del sujetador-
Bajé más para acercarlos a sus labios y sentí su lengua jugar con mis
pezones, sus labios los succionaron y sus dientes se clavaban cada vez
más fuerte en mi sensible carne y por encima del dolorcillo sentí un
placer indescriptible que se concentraba entre mis piernas, mis
músculos vaginales apretaban su sexo y entre jadeos empecé a mover
las caderas y mi pelvis.
-Despacio cariño, despacio mi niña
Cuando note que soltaba mis pezones, subí y empecé a mover mis
caderas en círculos ahora mientras el resoplaba y yo gemía volvió a
cogerme del culo.
-Me vuelves completamente loco Ángela, ni tu sabes las veces que he
deseado esto preciosa.
En ese mismo momento apoye mis manos en su pecho y me corrí
frotando mi clítoris en él y con su polla dentro.
-Nena como siento tu humedad, tu orgasmo… apriétamela me siento
succionado por ti princesa.
Me empujó en la cama y poniéndose de rodillas en el suelo tiro de mi
cuerpo desmadejado tras el orgasmo.
-Quiero probar tu sabor y necesito relajarme fuera de ti
Me separó las piernas y colocó su cabeza entre mis muslos, sentí su
lengua en mi rajita, lamia con ansia, sin remilgos disfrutando de mi
sexo y mis flujos como si fueran el mejor de los manjares. Nadie me lo
había hecho así y el calor invadió en minutos mi cuerpo y sentí como
un rayo atravesar mi cuerpo y estallar justo bajo su lengua, entre sus
labios, o sea en mi clítoris.
Chillé al correrme agarrándole del pelo y él no soltó mi clítoris hasta
que acabé y solo lo soltó para seguir lamiendo mi raja, subió mis
piernas más y continuo lamiendo hasta mi ano, cuando llego a él lo
lamio en círculos y metió su lengua. Sentirle ahí me enloqueció y él al
notarlo siguió mojándolo con saliva mientras dos dedos penetraban mi
vagina llevándome de nuevo al orgasmo.
-Nunca me habían lamido ahí
-no hay rincón de ti que no adore ya mi cielo, necesito volver a follarte.
Date la vuelta.
Me puse como una perrita al borde de la cama por indicación suya y el
colocándose entre mis piernas me la clavó desde atrás en la vagina,
grité y me retorcí agarrándome a la colcha sintiendo cada envite, cada
vez arremetía más duramente dentro de mí y jadeaba, gritaba y gemía
cada vez sus huevos chocaban en mí.
-Si no paro me correré
-Lo sé, no pares
Soltó mi cadera y sentí su dedo acariciar mi esfínter, empujando con
fuerza sentí como me penetraba con el abriendo ese lugar
inexplorado. Me dolía pero su polla me daba tanto placer que no
podía dejar se suspirar ni cuando empujó su dedo del todo
abriéndome.
Di un grito ahogado y el sacó casi del todo la polla solo para volver
con fuerza bien dentro de mi haciendo que estallara el mejor de mis
orgasmos y mis espasmos iniciales hicieron que se dejara ir vaciando
su semen en mi vagina.
-Dios mío nena… toma mi leche…
Eso incremento mi orgasmo y ambos caímos en la cama, medio
inconscientes por la intensidad del orgasmo.
Entonces Javier dijo acariciando mi espalda y besando mi nuca minutos
después.
-Ahora entiendo por qué los franceses lo llaman “la petite mort”
Principios

Me sentí fatal cuando al dar la noticia en casa de que lo había dejado


con mi novio, ni mis padres me apoyaron, para ellos era el yerno
perfecto; claro que ellos no sabían que se estuvo tirando a mi mejor
amiga los últimos seis meses, para ellos seguía siendo el chico
educado, de buena familia con una carrera casi acabada y una
perspectiva de trabajar en la empresa familiar en donde ya era becario.
No aguantaba el mal rollo en casa y procuraba parar lo justo, menos
mal que aún me quedaba una de mis dos mejores amigas, aunque
estaba de lo más rara y seria desde que paso lo mío.
Esa mañana intente sacarle que le pasaba, pero no conseguí sonsacarle
nada. Entré en clase y ya llevaba más de la mitad de la misma sin
conseguir centrarme en lo que el profesor explicaba.
Busqué a la que hasta hacia unas semanas había sido mi mejor amiga y
la vi como siempre en primera fila, según ella allí se ganaba el
aprobado. Siempre se vestía de manera sexi, rozando el mal gusto,
faldas excesivamente cortas, camisas que dejaban ver más de lo que
tapaban y así según ella subía las notas.
La miré y me dio asco seguro que así se había camelado a mi novio… al
momento me regañé diciéndome a mí misma que la culpa era tan suya
como de él.
Cuando acabó la clase el profesor nos entregó los últimos exámenes
corregidos, al ver el mío quise morirme, acaba de suspender mi primer
examen, sin saber muy bien que hacer, pedí una cita para repasarlo.
Cuando entre en el despacho del profesor no sabía que argumentos
dar, ese hombre parecía además tenerme enfilada desde el primer
momento, por alguna razón parecía caerle peor que mis compañeros,
aunque debía admitir que no por eso había suspendido, solo que me
costaría que cambiara de parecer y me diera otra oportunidad.
-Hola señorita ¿en qué puedo ayudarle?
-No sé qué me ha pasado
-Yo tampoco señorita, su examen estaba francamente mal
Sonó el teléfono y tras una disculpa contesto a la llamada, mientras lo
hacía recordé a la zorra de mi amiga y desabrochando dos botones de
mi camisa espere que colgara. Al hacerlo sus ojos azules se posaron en
mi escote aunque enseguida apartó la mirada.
-Señorita creo que puede aprobar sin necesidad de hacer eso
-¿Hacer qué?
-Ya sabe a lo que me refiero, ahora si no le importa…
Se levantó para acompañarme a la puerta y cuando salía me cruce con
una de las profesoras, se rumoreaba que estaban liados. Salí y deje
pasar diez minutos tras los que abrí sin llamar. La escena me cautivó, él
la besaba apasionadamente metiendo su mano bajo su falda, no me
oyeron y seguí mirando como la mano de él intentaba subir, pero la de
ella le frenaba.
-Aquí no, sabes que no me gustan estas cosas. Podría vernos alguien
Cerré la puerta y salí, pero en los siguientes días no deje de pensar en
la escena del despacho del profesor.
Pasaron unos días y con ellos un nuevo examen, esta vez aprobé ya
que estaba de lo más pendiente a esa asignatura y sobre todo a ese
profesor en particular.
No dejaba de escucharle, de mirarle y seguir todos sus movimientos
desde el día que le vi con ella en el despacho.
Miraba como mi ex amiga intentaba tentarle con sus escotes y sus
piernas torneadas sin obtener un solo gesto que demostrara que a él
le gustara ese juego, simplemente era ignorada; eso me volvía loca, me
encantaba su desprecio hacia ella.
Por eso lo que pasó aquel día me sorprendió mucho; yo estaba en el
metro cuando de repente un señor se puso a mi lado y tras decirme
alguna palabra soez se acercó peligrosamente, tanto que sentí su sexo
duro en mi cadera. Me quede plantada mientras ese hombre se rozaba
conmigo diciéndome cosas como que era una putita y que además
estaba muy buena.
Me giré para mirar si alguien podía vernos y entonces le vi, mi profesor
estaba sentado detrás, pude verle entre la gente y supe que él también
podía ver lo que estaba pasando, entonces un calor recorrió mi cuerpo
por dentro y dejé que ese hombre se frotara mientras el miraba sin
perder detalle. Me estaba poniendo a cien la situación, pero entonces
el señor me dijo.
-Te pagare lo que me pidas putita si bajas conmigo en la siguiente. –
me dijo el baboso-
Le busqué sin verle, hasta que apareció a mi lado y sin hablarme negó
con la cabeza ante mi pregunta no formulada.
-No –le dije al desconocido-
Este bajó malhumorado y yo no me atreví a mirar a mi lado en unos
minutos, cuando lo hice ya no estaba, no le veía por ninguna parte
hasta que sentí unas manos en mi cintura, un tibio cuerpo pegado al
mío y un aliento en mi nuca.
Sin una sola palabra me llevo a un rincón apartándome de la puerta, se
colocó detrás de mí apartándome así de miradas ajenas y solo
entonces sentí sus labios en la suave piel de mi cuello y esas manos
que me guiaron a ese rincón ahora acariciaban mis caderas, miré sus
largos y agiles dedos buscar entre los pliegues de mi camisa el calor de
mi piel desnuda. Un gemido en mi oído me indicó que estaba tan
encendido como yo, antes de notar su evidente excitación en mi culito.
Sus dedos no dejaban de rozar la piel de mi cintura quemándome,
haciendo que me humedeciera.
Movió las caderas acomodando su sexo entre los cachetes de mi culo y
empujó haciéndome sentir su estado.
Tras unos minutos así, sintiendo como su sexo crecía apoyado en mí,
mientras sus caricias eran cada vez más atrevidas sentí como subía por
detrás mi faldita y volvía a pegarse, al mismo tiempo por arriba de mi
falda metió la mano y empezó a acariciar mis braguitas gimiendo al
notar la humedad de estas.
Unos segundos después sus dedos hurgaban ahora ya entre los
pliegues de mi carne, sentía mi clítoris hinchado, sensible y oleadas de
calor recorrían mi cuerpo hasta que mirando al suelo me corrí ; unos
segundos después los sacó y oí sin girarme como los chupaba
mientras se movía levemente. En ese momento eche mi mano hacia
atrás y toque su bulto, corrí la cremallera mirando a mi alrededor y al
ver que nadie miraba, ya se había vaciado casi por completo y los que
quedaban no miraban. Saqué su duro sexo y empecé a meneársela
lentamente, él me abrazo por detrás dejándome maniobrar, aceleré un
poco y enseguida sentí la humedad de semen en mi mano. Le miré
unos segundos y cuando sus ojos más azules que nunca se clavaron en
mí, chupé cada uno de mis dedos, ninguno de los dos apartó la mirada
hasta que el tapándose con la chaqueta colocada estratégicamente
tapando su sexo y su pantalón mojado. Salió en la siguiente parada.
Pase el fin de semana cachonda sin dejar de pensar en él, en sus
dedos, en sus gemidos y sobre todo en su gran polla.
El lunes me ignoró, parecía de mal humor. Cuando intenté acercarme
me rechazó, pero dispuesta a conseguir mi objetivo que era él no iba a
aflojar la presión.
Pasé la siguiente semana provocándole cada vez que tenía
oportunidad, me vestía más sexi que nunca y cada vez que encontraba
un momento le enseñaba un poco más de mi…
Pero nada, hasta el viernes por la mañana en que al cruzarnos en el
pasillo me dijo:
-No siga por ahí señorita
-¿Que pasa no te gustó lo de la semana pasada?
-señorita eso no debió pasar y le pido perdón por ello; es mi alumna,
no podemos tener ese tipo de acercamientos
Estaba decidida a convencerle y entonces vi mi oportunidad una
semana después con su amigo el profesor Fernández, era algo más
mayor y además había notado que era más flexible, ya que le había
pillado mirando varias veces a mi amiga.
Cuando al final de las clases le vi salir, me dirigí a su despacho
compartido con mi objetivo; el señor Fernández.
-Pase señorita, ¿en que puedo ayudarla?
Un cuarto de hora después el profesor sobaba mis tetas sobre el
sujetador después de abrir mi camisa. Entonces sin que este se diera
cuenta hice una foto de su mesa de despacho, medio culo mío y una
de sus manos y las mande a mi querido profesor que estaría solo a
diez minutos de ahí.
Para cuando le note tras la puerta ya tenía la polla del señor Fernández
en mis manos y le estaba masturbando con fuerza mientras él me
sobaba las tetas, me las besaba, me las mordía sin parar de decir.
-Que rica esta señorita, siga meneándome la polla así ya está casi
aprobada.
Entonces le busqué, me perdí en sus ojos azules y apenas sentí como
el viejo profesor se corría en mi mano sin dejar de lamerme las tetas
con lujuria.
-Lo siento no he podido aguantar estas muy buena y no tocaba unas
tetas así hacia mil años.
Me coloqué las ropas y salí de allí meneando las caderas, a mitad de
pasillo me giré y de nuevo me encontré con su furiosa mirada, me
excitó más eso que las lamidas del otro.
No sé en qué me estaba convirtiendo pero me daba igual anhelaba sus
caricias e iba a provocarle hasta que se rindiera a mí.
En la siguiente ocasión el señor Fernández lamia mi coñito con
devoción mientras se la meneaba. También fue testigo de esas
chupaditas y del orgasmo de su amigo cuando de nuevo este se corrió
en mi mano. Y de nuevo al salir vi la furia en sus ojos.
Me encontré varias veces con el señor Fernández, le encantaba
lamerme mientras yo le masturbaba. Le di placer solo por cabrear a mi
profesor, solo por ver la furia en sus pequeños ojos azules.
-Es usted una puta, ¿va a terminar dejándose follar? –Me dijo uno de
los días al salir yo del despacho-
-¿Le molestaría si me dejara follar por él? ¿No preferiría ser usted?
-Eso no pasará golfa, yo tengo principios y pareja.
-Bien entonces tendré que conformarme con el señor Fernández.
-Cuidado con el juego
-Él sabe lo que quiero, no hay engaños y además este es su último
año, así se llevara un buen recuerdo. ¿Mejor que el típico reloj no?
Me fui con una sonrisa al ver el fuego abrasador de sus ojos.
Pasaron varias semanas más, sinceramente el señor Fernández era un
encanto, se conformaba con que le dejara tocarme y lamerme y jamás
pidió más de lo que yo le daba. Pero lo nuestro se acabó al tener él un
accidente doméstico y pasar el resto de curso de baja. Me llamó un par
de veces y al final decidimos no volver a vernos.
Pensaba en el pobre cuando volvía a casa ese viernes, pase al final del
vagón a medida que este se vaciaba. Sonó mi teléfono
-Hola, no sé si saldré este fin de estoy sola en casa y quiero
aprovecharme –le dije a mi amiga-
Entonces le vi detrás de mí, era mi profesor.
-En serio Laura paso de salir cuando tengo toda la casita para mí –
quería que él lo supiera-
Sin dejar de hablar con mi amiga retrocedí un poco hasta chocar mi
culo contra su cuerpo, el no dijo ni hizo absolutamente nada. Moví las
caderas descaradamente sintiendo como poco a poco algo se movía
bajo sus pantalones.
-Laura es que a lo mejor tengo compañía, si no se raja
Respiraba agitadamente cada vez que movía mi pelvis y me frotaba
como él había hecho la primera vez.
Cinco minutos después note su rendición, sus manos me apretaron las
caderas y me pegó a su sexo ya completamente duro.
Colgué y simplemente nos frotamos hasta que al llegar mi parada le
miré de nuevo a los ojos, en ellos vi fuego pero esta vez no estaba
enfadado.
Bajé y el me siguió, ande y el ando tras mí y cuando me pare en mi
edificio el paró a unos metros, cuando entre en el portal el entró detrás
de mí. Me abrazó por detrás y esta vez apretó mis tetas sobre el
sujetador hasta que oímos la puerta.
-hola –salude a mi vecina-
Cuando ella salió del ascensor él se quedó apoyado mirándome, la
intensidad con que me miraba me encendió, deseaba a ese hombre
con mirada culta.
Salí y me siguió, entre en casa y entro tras de mí.
-¿Siéntese en el sofá, un whisky?
-Perfecto señorita.
Estaba nerviosa cuando le preparé la copa y ardía cuando entre en el
salón y al acercarme el quito el vaso de mi mano mientras me decía.
-Señorita llevo tanto tiempo deseándola que no sé si podré ofrecerle
muchos preliminares, necesito estar dentro de usted o me ahogaré.
Usted gana señorita no puedo seguir ignorando lo que deseo
La necesidad tiñó su voz pausada y seria; eso junto a su claudicación
terminó de prender la mecha. Metí las manos bajo mi falda y bajé mis
braguitas ante su atenta mirada, me acerqué, me subí sobre él a
horcajadas y sentí la dureza de su sexo en el mío solo separados por su
ropa.
Sus manos acariciaban ahora mi culo, lo amasaba con ansia y sin
delicadeza y eso me ponía más y más cachonda.
-Sentir la humedad de su coñito traspasar mi ropa no ayuda niña, me
estoy volviendo loco
Me encantaba su necesidad y la urgencia con la que me deseaba, eché
hacia atrás las caderas y desabroche su pantalón, pronto su polla
estaba entre mis manos, dos leves sacudidas y la coloqué en mi
entrada, me agarré de su cuello y lamí sus labios mientras empezaba a
bajar, abriéndome con su polla, sintiendo como mi vagina de
amoldaba a ella.
Él jadeaba, la presión de sus dedos en mi culo era dolorosamente
excitante y entonces metí mi lengua en su boca y bajé de un golpe
sentándome sobre sus huevos, con toda su polla en mi interior.
El grito y yo jadee desesperada por el orgasmo que crecía en mi
interior y que estalló furiosamente mientras me movía guiada por sus
manos en mi culo, mientras mordía sus labios fuertemente.
-Señorita no puedo… por favor
Mordí y lamí hasta que sentí un nuevo orgasmo, apreté su polla y sentí
el calor de su semen inundando mi vagina.
Juntos gemimos y gritamos mientras nuestros cuerpos se relajaban
tras el orgasmo.
Me quedé inmóvil apoyada en su pecho, abrazada aun a su cuello y
entonces sus dedos aflojaron mi carne, ahora sus caricias eran
agradecidamente tiernas.
-Gracias señorita
-Me llamo Alex profesor
-Bien señorita Alex, yo me llamo Lorenzo. –Dijo con una sonrisa-
Acabábamos de presentarnos, después del mejor de los sexos y aun así
ambos estábamos completamente vestidos.
Él bebió de su copa mientras me levante y fui a coger mis bragas.
Oí un jadeo al bajar a por ellas y me gire para ver como ponía morritos
mirándome el culo.
-Señorita Alex es usted una bruja, ¿no puede parar de excitarme?
-Solo había ido por esto –le miré con cara de niña buena y le di mis
braguitas-
Me excitó ver como las olía, las frotaba y cambié de idea, me arrodillé
ante él y agarré la polla que aún estaba fuera de su pantalón
empezando a darle pequeños lametones, cortos.
Él me miraba sin soltar el vaso disfrutando de ambas cosas.
La puse entre mis labios y fui tragando lo que podía, sacándola sola
para seguir lamiendo, succionando y acariciando cada milímetro de esa
estaca que ya estaba de nuevo en pleno apogeo.
-Que rico la mama señorita, si el señor Fernández supiera lo que yo he
descubierto esta tarde ni la cadera rota frenaría a ese hombre y le
arroyarías de la misma manera que yo he quemado mis principios en
cada una de mis arremetidas.
Sonreí sin sacar su polla de mi garganta, agarré sus testículos y los
acaricié.
Ahora subía y bajaba sobre ella con mi boca casi podía absorberla por
completo, cuando llegaba al tope paraba y succionaba al tiempo que
apretaba sus testículos y daba pequeños tirones.
-Niña vas a matarme si sigues así. Necesito volver a follarte. ¿Vamos a
tu habitación?
Le llevé de la mano a los pies de mi cama, me empujó sobre ella y
separando mis muslos bajó su cabeza y empezó a lamerme como
nadie, succionaba, lamia y hasta mordisqueaba mi sexo hinchado,
caliente, mojado y al límite. Lo hacía con más intensidad de la que
estaba acostumbrada y eso me llevaba a la locura, no era suave ni
rudo, pero se hacía notar y lo notaba, grité, me retorcí y gemí
arañando las sabanas entre orgasmos y si digo orgasmos, porque me
arranco al menos tres.
-Muy bien señorita, que rica esta.
Dejo limpio mi coñito y cerró mis piernas tiró de mi tobillos y me
penetró de un solo golpe, volví a correrme antes de llenarme por
completo, me sentía profundamente follada.
-Qué bueno profesor, no pares… fóllame duro.
-¿Te gusta pequeña zorra?
-si –conteste con sinceridad-
Me giró violentamente mientras me pedía que me pusiera a cuatro
patas, me agarró las caderas y volvió a penetrarme esta vez más
duramente, más profundamente y de nuevo me corrí en su polla.
-Me vuelves loco, me follaría tu coñito hasta reventarte
En ese momento sentí su mano, me dio un fuerte cachete, seguido de
un segundo más fuerte. Mis ojos se llenaron de lágrimas, me picaba y
escocia el culo… y estaba más excitada de lo que había estado jamás.
Siguió pegándome sin compasión y cada vez notaba más mojado mi
sexo, sentía mis muslos húmedos.
-Señorita esta mojadísima, veo que le gustan mis castigos.
-Si profesor no deje de castigarme
-No dejaré de castigarla señorita, ni con mi polla, ni con mi mano, ¿le
gusta?
-Si profe si –dije gritando un nuevo orgasmo que me dobló-
Caí en la cama y él sobre mí, dentro de mí.
-Nena no te muevas
Sacó su polla de mi coñito escocido y sentándose en mis muslos se la
meneaba frotándola en las rojeces de mi culo.
-que culo tienes nena, la próxima vez me lo follaré como me he follado
tu coñito, ¿serás mi puta zorrita?
Mientras asentía con la cabeza, no tenía fuerzas para más, sentí su
rigidez y como su semen cubría mi maltrecho y azotado culo.
Descubriendo una faceta que me alucinaba;
Quería ser lo que él quisiera, todo había cambiado esa tarde entre sus
brazos para ambos, no había vuelta atrás y jamás me había sentido tan
yo misma como en estos momentos…
El jefe de mi marido

Me desperté tarde, estaba de vacaciones y disfrute retozando en mi


cama, me prepare un buen desayuno y entonces sonó mi móvil, era
Manuel, mi marido.
-Hola Alejandra, acaban de decirme que mañana salgo de viaje y tengo
algo que proponerte.
-Dime
-Vamos a Francia a ver unos posibles clientes y mi jefe no se fía de que
sean ellos quien ponga el traductor, te apetecen unos días de
vacaciones a cambio de un suculento sobre sueldo?
Me conto de que iba y ciertamente podía estar bien y además un
dinero extra nos vendría bien. Quede en verme con su jefe en el centro
en una reunión informal para tratar sobre el tema, el tenía mucho
trabajo que ultimar. Cogí el nombre del sitio y nos despedimos.
Mientras me vestía pensaba en lo ocurrido entre nosotros, llevábamos
un mes intentando recomponer los pedazos de nuestro matrimonio.
Manuel había tenido problemas con el juego y el alcohol, cuando lo
descubrí discutimos y al final decidimos darnos otra oportunidad. Nos
vendría bien ese viaje.
Llegue puntual a mi cita, dos minutos después llego el, solo le había
visto dos veces de lejos en alguna cena de empresa.
El jefe de mi marido Ricardo, era un hombre de cuarenta y muchos, de
un atractivo clásico. Bien conservado para su edad, le sobraba algún
kilito en la zona abdominal pero no estaba mal.
-Hola tu eres Alejandra verdad?
-Sí, la misma
Pidió un café y charlamos sobre mi cometido.
-Tendrías que traducirme coloquialmente todo, prefiero que sea algo
informal que no les haga desconfiar, por eso recordé que Manuel me
había hablado que sabias francés.
Cuando me dijo lo que iba a cobrar por mis servicios casi me caigo de
la silla, era el doble de lo que cobraba en todo un mes.
-Eso si necesito disponibilidad total los siete días.
-Bien
Salimos al día siguiente, nos encontramos en el aeropuerto, estaban el,
y la contable una mujer de unos cuarenta y algo como Manuel ya que
se conocían de la uni. Yo con mis treinta y nueve era la más joven de la
expedición. Me senté en el avión con María una mujer muy elegante y
cordial, acostumbrada a los viajes de negocios.
Mire al jefe de mi marido y pensé que no sabía por qué razón me
sentía nerviosa e intimidada por él. Cuando estaba cerca no lograba
relajarme y ser yo misma. Supongo que por lo que representaba.
Subimos a las habitaciones unidas las tres por un saloncito que haría
de sala de juntas, abrí mi puerta con la llave y nos instalamos.
Ellos se reunieron en el salón y yo sentada en un sillón les miraba, el
jefe me miro y su manera de hacerlo me inquietaba, de nuevo tenia los
nervios a flor de piel. Los otros dos miraban unos papeles.
-Alex podrías pasarme un refresco de la nevera? –Pidió el jefe-
-A mí también Alejandra –pidió mi marido-
-Tú quieres uno María?
Asintió y saque tres refrescos, cuando el jefe de mi marido cogió el
suyo se me escurrieron los otros y el al ayudarme me cogió las manos,
sentí como una pequeña descarga cuando me toco y ambos nos
miramos, la tensión se podía cortar entre nosotros.
Después la cena fue más de lo mismo, al traducirle tenía que estar
demasiado cerca de ese hombre y me sentía como una presa ante un
depredador y lo peor es que todo mi cuerpo reaccionaba a su
presencia. Tras la cena tomamos unas copas y allí fue aún peor, tenía
que hablarle al oído y él se acercaba demasiado para mi paz mental.
Llevaba más de un mes sin tener relaciones con Manuel, no confiaba
en él y necesitaba tiempo.
Enfrascada en intentar dominar mis hormonas antes ese hombre no
me di cuenta que Manuel bebía demasiado, para cuando me di cuenta
ya estaba bebido.
Subimos arriba y nos quedamos en el salón, María revisaba las cifras
hablando con el jefe, el trabajo de Manuel que era la parte legal ya la
traía echa y solo tenían que rellenar, le regañe cuando vi que cogía
más alcohol del mini bar y cuando me dijo que no montara una escena
ante su jefe. Y decidí que mejor me retiraba, mi trabajo había acabado.
Me despedí y tras desnudarme me metí en la cama con mi camiseta de
dormir.
Ya me había dormido cuando un golpecito en la puerta me despertó,
pensé que él se había olvidado la lleve y me levante a abrirle, para mi
sorpresa era Ricardo, que llevaba a Manuel agarrándolo.
-Lo siento pero se ha dormido en el sofá y está algo perjudicado, he
preferido esperar a que María se fuera.
Me aparte y él lo hecho en la cama, yo le quite los zapatos y le ayude a
acostarlo, Manuel roncaba nada más tocar la cama. Fui al baño a por
una toallita y al salir Ricardo entro y cerró la puerta tras él.
-Alex hace mucho que hace esto?
-Beber más de la cuenta?
-Ya casi no bebía, tuvo problemas pero lo está dejando. Deja que salga
a…
-Alex no te necesita, que se aguante
Acercándose a mí me beso en los labios, yo me quede inmóvil y
cuando me soltó quería que se fuera, que saliera de ese baño tan
pequeño.
-Te equivocas Ricardo no sé qué haces tú, pero yo no soy de esas
-Qué crees que voy por ahí besando a las mujeres de mis empleados?
–Se dio la vuelta y abrió la puerta-
Por la ranura vi a Manuel roncando tirado en la cama y recordé las
noches en vela esperándole y sin pensarlo dije:
-Lo siento Ricardo, perdóname. Tú no tienes la culpa de nada
Se giró y me miro, un momento después cerro de nuevo la puerta y
vino hacia mí, me agarro de la cintura y me subió al lavamanos, me
agarro del cuello y me beso desesperadamente, se colocó entre mis
piernas y metió las manos bajo mi camiseta, agarro mis pechos y los
masajeo mientras seguía besando mis labios, bajando por mi cuello.
Me apoye en el espejo y suspire, el aprovecho el momento y
doblándose beso mis muslos, lamio mi piel caliente.
-Te deseo tanto Alex…
-Mi marido está aquí al lado
-Si Alex, esta borracho y semiinconsciente. Te mereces otra noche que
dormir al lado de un borracho.
Agarro el bajo de mi camiseta y la saco por mi cabeza admiro mis
pechos y se lanzó a lamerlos arrancándome gemidos de placer cuando
sus labios presionaban y succionaban mis pezones. Su mano busco
entre mis piernas y froto mi sexo sobre mis bragas, yo deseaba sentir
sus dedos en mi carne inflamada de deseo. Sabía que estaba mal y aun
así no podía evitar calentarme más. Sus dedos apartaron mi braga y
por fin sus dedos resbalaban por mi rajita húmeda sin que dejara de
lamer mis pechos. Yo jadeaba completamente fuera de mí, entregada a
ese placer incendiario.
-Ricardo no…
-No pienses Alex, te deseo y me deseas
Un dedo penetro mi vagina, luego dos y al final tres dedos entraban y
salían a un ritmo enloquecedor llevándome al paraíso, sus dientes
presionaron y tiraron de mi pezón al tiempo que sus dedos se
hundieron bien adentro y mi cuerpo se arqueo sintiendo el mejor
orgasmo de mi vida, aun sentía pequeñas sacudidas y él aunque había
aflojado el ritmo aun me penetraba, cuando normalice la respiración
los saco y se desabrochaba el cinturón cuando yo me incorpore y le
mire, vi el miedo a que saliera corriendo en sus ojos, pero ya no quería
escapar, quería quedarme y sentir.
Le ayude con el cinturón y con el botón del pantalón, estos cayeron al
suelo y metiendo mi mano saque su polla, su glande era muy gordo y
su polla tenía un tamaño considerable, me relamí mientras ahora era el
quien la cogió de mis manos y la paseo por mi rajita, suspire mientras
el buscaba mi entrada y apretaba contra ella su gordo capullo y
agarrada a mi cintura apretó metiéndomela despacito, atrayéndome y
clavándome en ella, yo sentí como esa polla me abría y me llenaba
acariciando mi sexo por dentro, haciendo que gimiera de nuevo y allí
en el baño de mi habitación con mi marido al lado disfrute de la mejor
de las folladas
Ricardo entraba y salía de mi cuerpo con furia y yo agarrada a su
cuello movía mis caderas a cada embestida suspirando y jadeando al
borde de nuevo del orgasmo que me sorprendió de repente y apreté
su polla cuando los espasmos me sacudieron y al terminar salió unos
segundos y yo aproveche para arrodillarme ante él y agarre su polla
meneándola suavemente con una mano, aparecieron dos gotas de
semen en la punta y las lamí con devoción, luego deje que su polla
resbalara entre mis labios y se la mame con glotonería él se apoyó y
jadeaba.
-Alex que bueno…
Lamí, succione y hasta di pequeños mordiscos a esa polla
enloquecedora, hasta que me freno con la respiración entrecortada y
se arrodillo frente a mi conmigo.
Se sentó apoyando la espalda en la pared y subiéndome me clave en
su polla, el me agarro del culo pellizcándomelo a manos llenas.
-Si nena muévete Alex me encanta estar dentro de ti. Pero despacio
Me frote contra el balanceándome sobre su polla, moviendo las
caderas en círculos
-Si Alex vuelve a correrte con mi polla dentro, antes me has hecho
perder la cabeza al sentirlo
Seguí moviéndome, buscándolo y de nuevo un tercer orgasmo me
sorprendía con su polla bien adentro.
Cuando termino me levante un poco y deje salir su polla entre ambos y
empecé a menarla deprisa, el jadeaba, gemía…
-No pares Alex, voy a correrme sigue así preciosa sigue
No pare y al momento un potente chorro se estrelló en mis tetas, un
segundo en mi estómago y seguí masturbándole mientras el jadeaba
con la respiración entrecortada.
Los dos intentamos escuchar los ronquidos de Manuel al lado por
miedo a no haberle despertado, pero seguía a lo suyo.
-Deberías irte Ricardo.
-Alex no me alejes de ti
-Por favor Ricardo… dame tiempo necesito hacerme a la idea de lo que
acaba de pasar al lados de la cama donde duerme mi marido, al cual
jure fidelidad.
-Y él te juro un par de cosas también no Alex? Recuerda esto cuando
te sientas culpable, si él te hubiera respondido como toca, esto no
habría pasado jamás.
Se colocó la ropa y salió del baño y luego de la habitación, dejándome
allí dándole vuelta a lo que acaba de ocurrir, las imágenes del mejor
sexo de mi vida pasaban una y otra vez por mi cabeza.
Me metí en la cama después de ducharme y Manuel olía a alcohol,
roncaba profundamente y me sentí menos culpable al verle tan
borracho.
Por la mañana Manuel no solo no se excusó, sino que me llamo
exagerada y aburrida
-Nena tampoco es para tanto, déjame vivir un poco, si tú no sabes
divertirte es tu problema
Salí indignada y evite la mirada de Ricardo que propuso bajar a la
piscina un rato.
-Hasta la tarde no hay reunión si quieres nos relajamos un poco y
repasamos los papeles bajo una sombrilla y almorzamos algo ligerito.
-Por mi estupendo –contesto María-
Entre a ponerme el bañador y tras mirarme al espejo me lo quite y me
puse un biquini que no había estrenado, me hacia los pechos enormes
y la braguita dejaba parte de mi generoso culo al aire, sin pensarlo me
puse una camisa de manga larga y salí con la toalla.
Bajamos los cuatro y tras extender mi toalla en una tumbona me quite
con algo de vergüenza la camisa, ya no tenía la rabia y el aplomo de la
habitación, ahora me veía gorda y el biquini pequeño.
-Alejandra ese biquini es nuevo no? Quieres ponerlos cachondos o ya
te entrenas para cazar a otro? –dijo Manuel que encima parecía
enfadado conmigo por haberse pasado el-
-Eres idiota, de verdad sigues creyendo que esto merece una
oportunidad? –le dije recordándole lo que habíamos hablado días
atrás-
-Cada vez lo veo más difícil somos tan diferentes… además la vida que
esperas que lleve ahora que se la otra, sinceramente me parece de lo
más aburrida.
-Cabrón
Me tumbe al sol y vi a lo lejos como los tres leían papeles con unas
copas ante ellos, por supuestísimo Manuel ya había empezado fuerte.
Iba a ir al agua, pero antes baje a los baños. Oí la voz de María en el
baño de al lado.
-Esto es genial, está la mujer de Manuel, parece bastante maja y la
verdad es mona, no entiendo como él es tan baboso cuando te lo
encuentras por ahí con dos copas. Ricardo está con nosotros todo el
tiempo, ese sí que podría ponerse baboso me dejaría hacer un traje de
saliva por el jefazo y adiós tener que trabajar con este asqueroso
horario, siempre ser mejor siendo la amante del jefe no?
Salí de allí como un rayo y me lance al agua buscando la parte más
alejada de la gente, solo dos parejas mayores nadaban en el otro
extremo, estaba bastante vacía por la mañana.
-Hola preciosa, el agua esta helada. Yo la noto más fría porque desde
que te he visto con ese biquini mi temperatura corporal esta al mismo
nivel que el infierno.
-Quizás Ricardo te equivocas de chica, tu contable se dejaría hacer
maravillas, estaría encantada de ser la amante del jefe, eso sí tendrías
que darle otro horario y más privilegios
-Que dices Alex?
-Eso le decía ella a una tal Marta al teléfono
-Marta es mi secretaria, esas dos siempre están al acecho
-Lo sabias?
-Pues claro, eso se nota
-Y?
-Ya te dije que no soy de esos
-Y yo?
-Tú me vuelves loco, mira –me cogió la mano y la llevo a su paquete-
Estaba duro a pesar del frio del agua, no le acaricie pero no quite la
mano. El empezó a mover la suya sobre la mía haciendo que acariciara
su duro paquete.
-He oído la discusión de antes en la habitación y la de hace unos
momentos, Manuel es idiota.
-Lo se
-Quiero follarte ahora
-Aquí?
-Si ante las narices de esos dos
Se puso a mi lado y mientras con una mano se agarraba al borde la
otra buscaba bajo mis braguita.
-Cielo, tu, un sitio público, la oportunista, tu marido… esto me pone a
mil.
Metió dos dedos en mi vagina ya húmeda y entró y salió duramente,
con el pulgar frotaba mí ya hinchado clítoris.
-Tú también lo estás Alex, dímelo. Quiero oírtelo decir.
-Si Ricardo me pone cachonda que me toques en público, ante sus
narices.
-Cógela Alex, menéamela.
Metí la mano dentro y empecé a masturbarle al mismo ritmo que sus
dedos me penetraban, sin descanso.
-Agárrate bien al borde –me dijo soltándose y llevándome a la
escalera-
Se puso detrás y apoyo sus pies dos escalones por debajo me agarro
de las caderas y tiro un poco de mí, aparto mi braga y sentí su polla
entre mis piernas, subí el trasero y el empujo fuerte penetrándome.
Empezó un lento vaivén que me enloquecía, rozaba todo mi sexo cada
vez que se movía.
-Me encanta Alex, estar dentro de ti es fabuloso, me encanta la manera
en la que tu coño aprieta mi polla cada vez que esta se desliza dentro.
Te gusta Alex mira como todos están a lo suyo sin sospechar siquiera
lo que estamos haciendo.
-Si Ricardo no pares, me encanta.
-Eres una exhibicionista, vas a correrte para mi preciosa?
-Si
Me apretó las caderas y bombeo aún más fuerte y yo me corrí.
-Si nena así déjate llevar baja la cabeza y no grites, noto como te
corres, como aprietas mi polla golfa, que placer…
Que me hablara así me ponía a mil, me dio la vuelta y yo abrace sus
caderas y moví las mías para clavarme en su polla, solo podía pensar
en tenerle dentro en más placer.
-Vaya mi niña quiere más, bruja te voy a dar polla hasta que no puedas
más.
Cada empujón me clavaba la escalera en la espalda y no me importaba
solo pedía más, suplicaba más.
-Si Ricardo más, dame fuerte
-Uf vas a matarme si me miras así, si me hablas así…
-Voy a córreme métemela bien adentro
Empujo lo más fuerte que pudo y de nuevo me corrí esta vez mordí su
hombro y casi nos ahogamos pero no solté mis piernas y el no dejo de
empujar dentro de mí, sacamos la cabeza para respirar, su respiración
era casi un jadeo continuo y salió de mí se colocó a mi lado y me dijo.

-Menéamela mirándoles, quiero que les veas mientras me das placer a


mí -totalmente desinhibida agarre su polla y le masturbe-
-No dejes de meneármela ahora, no pares aunque venga
Y no pare ni cuando mi marido paso a un metro y grito.
-Voy al baño y entro a probar el agua
-Haz que me corra Alex, ahora mírame como antes
Metió tres dedos en mi coño mientras me miraba con deseo
-Alex más deprisa, menea mi polla duro, me encanta la cara de viciosa
que pones cuando te follo, cuando me la meneas. Sientes mis dedos
abriendo tu lindo coño?
-Si –dije entre jadeos-
-Me muero por probarlo, por probar con mi lengua cada rincón de tu
cuerpo. Voy a correrme cariño
Sentí el calor de su semen en mi mano mientras volvía a córreme y mi
marido se lanzaba al agua, aun así la menee dos veces más hasta que
paro de correrse, entonces saque mi mano y nade hacia el otro lado.
Por la noche cenamos los cuatro, ahora que sabía lo de María veía las
miraditas, los roces y también veía como mi marido tras cada copa
estaba más suelto con ella y recordé sus palabras… cuantas cosas no
sabía del? Si era un baboso se habría acostado con alguna?
Curiosamente ahora no me importaba yo le era infiel y había
disfrutado de cada segundo de esa infidelidad.
Después de la cena nos retiramos pronto, no por eso Manuel menos
borracho que la noche anterior, de nuevo cayó en la cama a saco y yo
me acosté oyendo en el salón como María hablaba con Ricardo.
Entreabrí la puerta y vi como ella le hacía ojillos, pero él le dijo
educadamente:
-María no soy persona, si me disculpas
Se retiró a su habitación y ella a la suya, oía roncar a Manuel a mi lado
y me moría por escapar de allí, cuando sonó un mensaje en mi móvil.
-Mi puerta está abierta, vienes un ratito?
-Y este? –Le hable de mi marido-
-Ese no se despertara, menuda esponja.
Salí sin hacer ruido y abrí la puerta de él, entre y estaba a oscuras, cerré
sin hacer el más mínimo ruido y de repente el desde atrás me tapo la
boca con la mano y me lanzo a la cama, en la oscuridad me quito las
bragas y lamio mi sexo, lo succiono y lo penetro con su lengua hasta
que me corrí mordiendo la almohada.
-Que bien sabes Alex –me dijo muy flojito-
Con sus enormes manos me dio la vuelta y me poniéndome boca
abajo lamio mi espalda y mordisqueo mi culo.
-Uf desde que te vi con ese bañador deseo este culo
Separo los caches y paso la lengua por mi rajita, jamás nadie me había
hecho algo parecido, su lengua formaba círculos alrededor de mi ano
mojándolo, el placer rebotaba en mi sexo, el morbo me ponía a cien y
note su lengua entrando en mi cavidad secreta. Tras unos minutos me
subió poniéndome a cuatro patas y me penetro la vagina de un solo
golpe al tiempo que un dedos sustituía a su lengua, empujo
lentamente y sentía el escozor que su dedo provocaba en mi culo al
mismo tiempo que el placer que su polla provocaba en mi vagina, lo
junte todo y me volví loca, mordía las sabanas para no chillar cuando
en seguida sentí un orgasmo espectacular sintiéndome doblemente
entrada, momento en que añadió un segundo dedo, sentía un calor
abrasador en mi culito.
-Si Alex relájate, voy a follarme ese precioso culo tuyo golfa, quiero
que estés quietecita y solo te dolerá un momento, quieres?
-Si Ricardo no dejes de follarme, hazlo
Saco sus dedos y empujo su glande, pronto desapareció en mi culito.
-Solo será un momento, luego hare que te corras de nuevo te lo
prometo, deja que te folle ese culito madre mía que caliente esta y que
estrecho lo tienes.
Empujaba lentamente y los dos notábamos como ganaba terreno en
mi culo, me dolía pero ahora sus dedos jugaban con mi clítoris
hambriento y el dolor se hacía más soportable, hasta que de un
empujón me la metió por completo, se paró jadeando dentro de mí y
sus dedos bailaban en mi raja volviéndome loca cuando empezó a
moverse me penetro con sus dedos hasta que me corrí de nuevo esta
vez el me siguió también empujando fuerte y vaciándose en mi
interior.
-Alex siempre voy a necesitar más de esto, vas a dármelo? –Me dijo
aun con palabras entrecortadas por los jadeos-
-Por supuesto –me estire en la cama ronroneando satisfecha, por
primera vez en mi vida sabia como era el sexo del que solo había leído
en los libros.
Ese viaje lo pasamos follando a pesar de Manuel y de María. Follamos
en cualquier parte y momento, a los dos nos encantaba el morbo de
que nos pillaran y en mitad de la noche me follaba en su cama hasta
quedar exhaustos
Bis a bis

Cuando recibo la llamada de nuestro abogado, me quedo pasmada, no


puedo creerlo… me cuenta que por fin el juez ha levantado la orden de
aislamiento de mi novio, Dani, quién está injustamente en prisión
desde hace casi mes y medio por un delito de malversación de fondos,
como máximo responsable de las cuentas de su empresa. Según el
fiscal que lleva el caso, se ha cometido uno de los mayores desfalcos
millonarios del país. Ahora mi chico es el máximo imputado. Se
encuentra ahí metido entre rejas, engañado y traicionado por los
verdaderos culpables: El gerente y algún miembro del consejo de
administración. Pobrecito mío, cuanto ha debido sufrir en todo este
tiempo. Desde entonces estamos sin vernos y hoy, por fin voy a poder
ir a visitarle a la cárcel para un bis a bis de dos horas. Me le voy a
comer enterito. Estoy supercontenta y con solo imaginar que nos
vamos a besar, a acariciar, después de estas largas semanas… ufff,
tengo unas ganas locas de sentir sus manos rozándome, sus labios
lamiéndome y su polla por fin dentro de mí nuevamente. Dejaré por fin
de masturbarme soñando con él, para follar en vivo. Estoy
cachondísima.
Rebusco en mi armario y encuentro ese vestido veraniego que me
regaló esta primavera, tan finito y que tanto le gusta verme puesto… o
mejor dicho, que tanto le gusta quitarme de puesto… sobretodo
acariciarme la piel a través de su tela y notar mis pezones cuando se
ponen duros con el roce de sus dedos. Es una tela tan fina, que si no
fuera porque es de flores de muchos colores vivos, se transparentaría
por entero y aun así, cuando hay un contraluz mi silueta se dibuja
nítidamente… además, me queda muy bien, me hace muy sexy.
Naturalmente, sujetador no puedo llevar, porque el vestido es de
tirantes finos y además se notaría en la tela, aparte que con ese
vestidito se realzan mis tetas considerablemente, sobretodo al caminar,
que botan de una manera muy sensual. Me encanta ver la cara de los
chicos mirando fijamente el bamboleo de mis pechos al caminar… se
quedan boquiabiertos. Pero el único que se va a comer mis tetas, es mi
Dani.
¿Y braguitas?… No, no puedo llevar braguitas, bueno, tampoco es
cuestión de ir sin ellas… pero no pueden ser de las normales, debería
ser un tanga para que no se note la costura por ningún lado. Parecer
que no las llevo, eso es todavía más sensual. Me decido por ese tanga
que por atrás es una fina tira que se mete entre mis glúteos y por
adelante apenas tapa mi sexo con un triángulo minúsculo. Ese es el
ideal para entregarle mi cuerpo por entero a mi hombre, que me
arranque esas braguitas con los dientes, que luego me folle hasta
desfallecer. Uyyy como estoy de loca… de nerviosa y sobre todo de
cachonda…
¿Zapatos de tacón?... No, mejor sandalias de tacón, que realzan mis
tobillos y mis pies… una pulserita tobillera con piedrecitas, pendientes
grandes de aro, mis sortijas y por supuesto pintura de guerra,
maquillaje no muy llamativo, pero sí muy sugerente, como tanto le
gusta a mi niño… Además, voy a darle una sorpresa que le va a
encantar: Me he rasurado completamente el coñito para que se lo
coma entero, como tanto le gusta hacerme. Va a alucinar cuando lo
vea totalmente desprovisto de vello. Estoy loca de contenta y
tremendamente caliente. No se imaginará tampoco mis dos piercings
nuevos, uno en la lengua, que percibirá claramente cuando le haga una
mamada antológica y toda esa polla se deslice por mis labios y mi
lengua. El otro en mis labios vaginales, cercano al clítoris para que al
follar podamos sentir los dos su tenue roce y nos corramos a pleno
placer. Me miro al espejo y parezco una zorra de tomo y lomo. Eso es
lo que pretendo ser: su putita, ninguna otra se lo comerá excepto yo.
Hoy más que nunca quiero ser su guarrita particular. Y me apetece
muchísimo serlo. La verdad: necesito y deseo serlo…
Le voy a devorar en cuanto le vea. En estas cinco semanas he pesando
tanto en él… Ninguna paja es comparada al sexo con ese hombre al
que adoro. Eso es mucho tiempo para mí, pero incluso más aun para
él, pobrecito, metido allí, incomunicado del mundo y del resto de
presos, como un apestado y sin poder hacer el amor conmigo. Imagino
que el tenerle aislado en una celda las 24 horas del día le ha hecho
desesperarse, imaginándome, pensando en… acariciarme, besarme…
follarme... Nos hemos mantenido en forma a base de mensajes al
móvil, que obviamente nos han filtrado. Incluso le envié alguna foto de
esas provocativas de lo que le espera para nuestro reencuentro.
Supongo que también las habrá visto alguien, pero no me importa, lo
único que deseo es tenerle entre mis brazos, entregarme enterita para
mi hombre. No me importa nada más.
Al bajar del taxi y encontrarme allí frente al muro de la prisión, se me
hace un nudo en la garganta pero confiada en que toda esta tortura se
solucione cuanto antes. Ahora debo olvidarme de todo y estar
preparada para que Dani no me note nada, quiero abrazarlo contra mí,
el máximo tiempo que nos permitan, sentir su piel contra la mía y
trasladarle a otro mundo, que durante esas dos horas se olvide de
todo. Mi abogado me contó que ha pasado momentos muy duros y
está últimamente muy deprimido. Saber que nos han concedido un bis
a bis me ha puesto contentísima y más de un mes sin follar me tiene
encendida a más no poder. Ya me imagino como andará él. Según me
han dicho tenemos primero una hora para charlar en una sala con una
mesa, pero solo para hablar vigilados y cuando lo consideren
oportuno, nos van a llevar a una sala privada con una cama y allí pasar
dos horas mucho más íntimas y especiales. Me he traído unas sábanas
limpias en el bolso, porque no sé como será el garito ese.
Hola Lydia – me saluda con un par de besos mi abogado a
la puerta de esa prisión.
Hola Antonio.
Que guapa estás – añade revisando y admirando mi
indumentaria de lo más provocativa. Sus ojos se pierden
por el canalillo de mi vestido y eso me excita.
Gracias, ¿crees que le gustaré? – le pregunto meneando
mis caderas.
Estás para mojar pan. A Dani le vas volver loco. Estoy
seguro. Vaya suerte que tiene de tenerte.
Nos abren la puerta principal y accedemos por fin al recinto carcelario.
No es nada comparado a lo que hubiera imaginado… a lo que he visto
en el cine. El sitio es lúgubre, tedioso… Es una prisión moderna, de alta
seguridad y todo es nuevo, sin embargo me resulta fría. Me siento
observada por los muchos policías y funcionarios que están en la sala
principal. Veo que hacen comentarios entre ellos sintiéndome desnuda
ante sus lascivas miradas. Alcanzo a escuchar ligeramente a uno de
ellos.
Sí, sí… estoy seguro… esa es la putita de las fotos…
Ahora recuerdo las imágenes que le envié a Dani al móvil sin pensar
cuanta gente podría haberlas visto, posiblemente más de los que
imaginaba y deseara. Varias poses en tanga, con las tetas al aire y en
ropa interior de lo más provocativas y libidinosas. Iban dirigidas
exclusivamente a mi chico y ahora debían ser la comidilla de toda la
cárcel.
Seguimos por el pasillo hasta la recepción donde nos hacen pasar por
un detector de metales y tras depositar todo aquello que pudiera ser
convertible en arma, nos entregan unos pases identificativos que
cuelgan de nuestros cuellos con una cuerdecita. Un funcionario nos
acompaña hasta el despacho del director de la prisión. Durante todo el
trayecto del pasillo ese hombre no me quita ojo de las piernas… bueno
tampoco se lo reprocho, lo cierto es que llevo unas pintas de lo más
incitantes. Se que estoy súper sexy, con mis piernas morenas, mis
sandalias, mi pulsera en el tobillo… y mis andares sensuales. Parezco
toda una zorra, la verdad… bueno, que miren y sufran. Sólo uno se va a
comer este cuerpo.
El sonido de las puertas y rejas al abrirse a nuestro paso, se hace
terriblemente desagradable, con un ruido seco y grave. Llegamos al
fondo del pasillo y el funcionario habla por un micro a una puerta
cerrada, diciendo:
La visita especial del recluso Daniel Martínez.
Eso de "recluso" suena fatal y de alguna manera le lanzo una mirada
algo asesina a ese hombre pensando que mi chico está siendo
injustamente castigado y tratado. Se abre la puerta y aparece otro
funcionario. Creo que tiene más cara de cerdo todavía que el anterior.
Me mira de arriba abajo con parsimoniosa lascivia. Se dicen algo al
oído, sin duda, algo sobre mí o sobre las malditas fotos.
Acompañados por este nuevo funcionario atravesamos un largo pasillo
a la derecha hasta llegar a un gran hall, donde hay varios internos
limpiando y fregando, en una zona que parece de recreo donde
seguramente hacen ejercicio y actividades. Todos lo dejan de repente,
deben ser unos veinte hombres seguramente también muy sedientos
de sexo y a falta evidente de visitas femeninas. Esta vez me siento aun
más desnudada. El silencio pasa a ser murmullo y de ahí a decirme
toda una serie de cosas en muy poco tiempo y difícilmente repetibles:
Mira que bomboncito, vente a mi catre rubia… - grita uno a
nuestro paso.
Eh, nena, ¿quieres hacerme una chupadita?, la tengo como
una piedra. –dice otro.
Yo sigo sin volver la cabeza… detrás de mi, el funcionario y mi
abogado, quien me mira con cara de evidencia, pero en cambio el otro
consciente de todo, parece divertirle la situación, pues su larga sonrisa
y sus gestos son más que innegables. Desde luego nadie les hace
callar. Los piropos y frases de todo tipo continúan mientras avanzamos
hasta dejar esa gran habitación.
Vaya polvo que tienes nena…
Hey… te quito ese vestidito con los dientes princesa…
Aún se siguen oyendo cosas mientras desaparecemos por el siguiente
pasillo hasta llegar por fin, al despacho del director. No voy a negar
que aunque algunas de esas frases son desproporcionadas, groseras y
sin gusto, han conseguido encenderme aun más y creo que incluso
alguna ha provocado una especie de regustillo fuera de lo normal en
mi cuerpo, todo mezclado, entre nervios, cachondeo y morbo. Tanto
tiempo sin sexo, me está dejando también sin control.
Ahora es el turno del director de prisión que nos invita a pasar a su
despacho mirándome fijamente las tetas con toda la desfachatez del
mundo. El hombre es corpulento, por no decir gordo, con un traje algo
rancio y tras unas gafas de alta graduación, no me mira a los ojos sino
que su vista pasa directamente de mis tetas a mis piernas sin cesar.
Tomen asiento, por favor. – nos indica tras estrecharnos la
mano y la mía especialmente que besa con esos labios
gordezuelos de viejo verde. Qué asqueroso…
Durante la estancia en su despacho, sin dejar de observar mis piernas
cruzadas, que sentada y con ese vestido vaporoso, muestran más de la
cuenta dejando todos mis muslos ante su mirada de guarro
incorregible, nos entrega una especie de decálogo con las normas a
seguir en esa desagradable institución. Se ajusta las gafas y continúa
mirando con descaro mis muslos pero aquello casi me induce a
provocarle más, no sé muy bien por qué, pero el hecho de estar tan
caliente, a la espera de encontrarme con mi chico al que voy a entregar
mi cuerpo y saberme al tiempo devorada por los ojos de ese hombre,
me pone tan cachonda que no puedo evitar mostrarme más sensual y
tentadora de la cuenta.
Señorita – agrega el director mientras yo muestro con
cierta insinuación mi lengua sobre mis dientes – le
recuerdo que esta primera parte de la visita es para que
ustedes dos puedan hablar. Se ha levantado el periodo de
aislamiento de su novio y podrán charlar de cualquier cosa,
excepto de lo referente al encausamiento sobre el que se
encuentra retenido.
¿Retenido?, dirá usted más bien, enjaulado… - le digo
airada.
Bien, bien, yo no soy el que pone las reglas, en todo caso,
durante los próximos minutos no podrán abordar el tema
sobre el que su novio ha sido inculpado. ¿le queda claro? –
apunta serio, todo sin dejar de mirarme con ojos lujuriosos
a mis piernas cruzadas.
Por supuesto. Tenemos cosas más personales de las que
hablar… - añado.
Bien, de esa reunión depende que puedan tener otra más
íntima, porque estaremos observándoles por este cristal
que está a mi espalda junto a la sala de visitas donde van a
poder estar juntos.
¿Observados? – pregunto con cara de incrédula, aunque ya
había sido advertida por nuestro abogado.
Sí, señorita, es necesario, para saber cuales son las
verdaderas razones de su visita y que no puedan interferir
en el proceso… Es el procedimiento habitual…
¿Procedimiento..? Perdone – le digo cortándole la
conversación – no sé si sabrá que llevo más de un mes sin
ver a mi novio y tengo muchas ganas de decirle mil cosas,
pero no referente a nada, sino a nosotros dos, nos
queremos mucho ¿no sé si sabe…? Supongo que no será
tan difícil de entender que necesitamos cierta intimidad.
Sí, si me parece bien – esta vez es el director el que me
corta – por supuesto que si, por eso que no debe
preocuparse. Y desde luego tendrá tiempo después de
mostrarle todo su amor cuando pasen a la habitación del
bis a bis. De momento tienen un rato para hablar y serán
observados, punto. ¿Le queda claro?
Mi letrado me mira afirmando que están en su derecho de hacerlo. Lo
siguiente es hacerme firmar un papel, que no se muy bien que dice,
pero que mi abogado da por bueno con un gesto afirmativo de su
cabeza. A continuación se despide de mí con dos besos y me desea
suerte desapareciendo de aquella estancia. En ese momento me siento
más desamparada que nunca, ya que él es mi único nexo con el
exterior, pero sobretodo porque me siento víctima de las miradas de
ese hombre que tengo delante, que se vuelven más y más libidinosas
mientras una gota de sudor aparece en su prominente calva.
Señorita, ya está. – Dice por fin, levantándose y abriendo
una puerta que comunica su despacho a la otra habitación,
invitándome a pasar.
¿Y ahora? – pregunto intrigada.
Pues dispone de quince minutos para hablar con su novio y
después si lo consideramos oportuno, podrán tener el bis a
bis.
¿Si lo consideran oportuno?
Sí, señorita, dependerá de su actitud, recuerde que es un
recluso en una prisión de máxima seguridad…
Vale, vale… - contesté intentando zanjar sus absurdas
explicaciones y solo con las tremendas ganas de abrazar a
mi chico.
Bien, pues pase.
Al entrar en la habitación rodeada de espejos, que por el otro lado no
son más que vulgares cristales, me siento espiada por el cerdo del
director, aunque mi pensamiento sólo intenta centrarse en Dani, en
nada más y me pongo nerviosa como si fuera nuestra primera vez. La
puerta se abre y me lanzo a él como una loca. El abrazo es largo y noto
que ha adelgazado bastante, sin duda todo este tiempo le ha dejado
sin energía, pero quiero espachurrarle entre mis brazos. Nos
separamos y agarrado a mi cintura me observa detenidamente:
Lydia, qué guapa.
Dani, qué ganas tengo…
No me da tiempo a continuar, nos besamos con toda la pasión.
Únicamente tenemos quince minutos y nuestras conversaciones se
limitan a nuestro respectivo deseo, a decirnos lo mucho que nos
queremos, a lo cachondos que estamos y entre frase y frase a no
dejarnos de besar. Que gusto sentir su boca después de tanto tiempo,
sus manos acariciando mi espalda, su pecho contra el mío… Dios que
ganas le tenía…
Nena quiero follarte, estoy a tope. Y tú estás tan…
guapísima… – me dice excitado observando mi tentadora
indumentaria.
Ya noto como estás, cariño. Pues yo estoy igual. – Le
respondo percibiendo su terrible erección que me excita
aun más.
Te has hecho un piercing en la lengua. – afirma
sorprendido
Le sonrío y luego saco mi lengua para que vea esa bolita azul, pero con
su boca abarca todo, bolita, lengua y labios. Está a tope y yo no estoy
menos… Y aun le tengo preparada la sorpresa de otro nuevo piercing,
en otro lugar, que sé que le va a encantar.
Sus manos recorren mi cuerpo por encima del vestido y cada caricia se
convierte en un chispazo en mi cuerpo, en la fina tela sus dedos
parecen querer perderse, pasando de mi cintura a mis caderas, de mis
tetas a mi espalda, de mi cintura a mi culo. Dios como me está
poniendo… Le tengo que detener.
Cariño, cariño, nos están viendo. – le digo apartándome,
intentando frenar su ímpetu.
¿Cómo que nos están viendo..?
Sí, están detrás de los espejos.
Hijos de p…
Schsssss… - le tapo la boca con mi mano, no quiero que se
enfade aquel o aquellos que ahora nos miran tras el cristal
y que nos puedan prohibir el bis a bis en un lugar más
íntimo después.
Le intento explicar que todo es para saber que no hablamos de la
trama y que dediquemos este corto espacio de tiempo para charlar de
nuestras cosas, pero apenas comenzamos a contarnos como nos ha
ido en este tiempo, nos llaman para que abandonemos la sala, cada
uno por su puerta. Ha pasado todo en un instante. Le doy a Dani el
último beso, con toda la pasión, de lo que es el preámbulo a lo que
vendrá después…en nuestro encuentro en la cama donde me le voy a
desayunar enterito. Mi lengua entra en contacto con la suya y me
siento dichosa de sentir ese beso tan penetrante. Como le quiero.
Salgo y me encuentro al director de la prisión, sudoroso, seguramente
por haberse calentado más de la cuenta con su actitud voyeur
observándonos a través del cristal. Junto a él hay dos funcionarios que
me miran igualmente con cara de lujuria encendida. Qué tíos más
cerdos… Nos han estado mirando todo el rato…
¿Y bien? – le digo desafiante al jefe con mis manos en las
caderas.
Todo correcto, señorita. Ahora, prepararán la sala para su
encuentro privado. Dispondrán de una cama durante
aproximadamente una hora.
Supongo que no nos vigilarán allí…
Por supuesto que no. En la otra sala podrán estar en total
intimidad. Se lo aseguro.
Me sentí aliviada pues los momentos que pasé con Dani en la
habitación se hizo más que incómoda, no quería ni pensar que nos
vigilaran en otros momentos tan nuestros.
Una cosa señorita. Tendremos que registrarla. – añadió el
gordo director sin dejar de mirar sátiramente mis piernas y
mi escote.
¿Cómo dice?
Sí, antes del encuentro con su prometido, hay que
cachearla. Es un formalismo.
¿Cachearme? Todo esto me parece un abuso. – digo
indignada aun pensando que me quedaban pocas
alternativas.
Sí, perdone, pero es necesario, lo siento.
¿No pensará que voy armada?
Lo hacemos con todo el mundo… - añade con una sonrisa
fingida.
Espero que al menos lo haga una mujer.
Tarda unos segundos en contestar, todo sin dejar de observarme,
después mira a sus ayudantes con cara de indecisión. Noto que está
nervioso y al mismo tiempo excitado.
Verá, tenemos un problema: La funcionaria que suele hacer
esto no llegará hasta esta tarde, que es cuando suelen
producirse las visitas…
Entonces ¿quién me va a cachear?
Vuelven a mirarse entre ellos sin contestar. Estoy alucinada de estar
viviendo aquello, pero sin embargo no estoy dispuesta a más
tomadura de pelo y quiero zanjar el asunto cuanto antes. Tengo prisa
por estar con mi novio a solas.
Mire, yo no puedo esperar hasta esta tarde, regístreme de
una vez y acabemos con esto ya… ¿vale? - contesto seria y
decidida.
Un movimiento de la cabeza calva de ese tipo le da pie a uno de los
dos funcionarios a colocarse detrás de mí y me dice que ponga mis
manos sobre la nuca. Me siento humillada, como una vulgar
delincuente, pero obedezco, todo sea por el polvazo que voy a echar
por fin con mi chico tras esos besos que nos hemos pegado hace unos
segundos y que tan calientes nos han dejado. Mi vestido sube más de
la cuenta al alzar mis brazos, lo noto porque tanto los ojos del director
como los del otro funcionario que tengo frente a mí, se abren como
platos. Al que está detrás no logro verle, pero imagino que también
está disfrutando de las vistas. Percibo las manos de este a mi espalda
tocando suavemente, palpando con sus dedos. Posteriormente baja a
mis caderas y dibuja mi silueta a través del vestido. El tío sigue
haciéndolo despacio, hasta que el director le detiene.
¿Qué manera de cachear es esa, Ramos? – dice con la voz
quebrada el director.
Pero… señor… - contesta azorado su pupilo.
Siga usted, Martín. – ordena al otro.
Ahora es el otro funcionario quién ocupa el lugar del primero, se le ve
más decidido, pues sus manos ya no son tan sutiles, tan suaves, este
toca con descaro mis costados, mis caderas, mi cintura… Un escalofrío
recorre mi cuerpo. Es una sensación extraña pero que me da un
innegable placer. Lógicamente no puedo llevar encima nada peligroso,
pues el vestido es muy fino y bastante ceñido como para ocultar
cualquier cosa, sin embargo el tío sigue insistiendo con sus dedos y
ejecutando movimientos que van dirigidos con gestos de su jefe.
Vuelve otra vez con la palma de sus manos por los costados de mi
cuerpo, provocándome un cosquilleo extraño hasta que llega a los
costados de mis tetas. Entonces bajo mis manos.
Oiga, por favor… - pronuncio casi gritando volviéndome
hacia él y retirando sus manos.
Señorita, si nos deja hacer nuestro trabajo acabaremos
cuanto antes – añade el director sin dejar de mirar mis
piernas, con esa sucia sonrisa, dando por bueno el magreo
de su subordinado.
Mire, no estoy dispuesta a que ustedes me estén metiendo
mano.
Perdone, pero somos profesionales y estamos haciendo
nuestro trabajo. –subraya el director muy serio.
¿Tocándome las tetas? – pregunto enojada.
Tenemos que registrar las costuras de su sostén.
Pues no llevo. – afirmo furiosa esperando su reacción.
Los tres sonríen, menudos guarros, hasta yo misma me quedo perpleja
por haberles dado esa noticia que parece alegrarles tanto.
Aun así hay que mirar todo, de otro modo usted no podrá
visitar a su novio.
Mi cuerpo y mi mente pasan por situaciones confusas, primero por la
indignación de tener que vivir cosas así, segundo porque estoy hecha
un lío, pues no hago más que pensar en Dani y que al fin y al cabo,
aunque ellos se sobrepasen un poco, algo que están haciendo a base
de bien, pienso que el pobre no se va enterar y va a ser quién se coma
realmente el pastel y no estos tres cerdos babeantes. Vuelvo a colocar
mis manos a la nuca para que continúen el cacheo sobre mi cuerpo.
Cuando aquel hombre me roza las tetas por los costados nuevamente
creo estar alucinando, pero el tío se entretiene sobándolas bien y
cuando las agarra con sus manos descaradamente tengo que cerrar los
ojos, pues entonces me tocan donde más me duele. Esa es… sin duda,
mi parte más sensible. Mis ganas y los toqueteos de ese funcionario
me están poniendo cachonda de verdad. Pierdo los papeles y ese tío lo
hace con tanta devoción que mis pezones se erizan. Parece que van a
rasgar la tela de lo duros que están. Sus manos no dejan de rozarme y
no parece que tenga prisa, sino más bien se recrea en ello. Permanezco
en silencio, no sé muy bien si porque me someto a esa especie de
obligada tortura o porque realmente estoy disfrutando con ella.
¿Hay algo? – pregunta impaciente el director.
No parece, señor. – contesta el hombre jadeante sin soltar
mis pechos.
Mire por delante.
El ayudante obedece y se coloca frente a mí. Su mirada es lasciva y se
cruza con la mía. Teniendo en cuenta que estoy con la guardia baja a
pesar de tener mis manos sobre la nuca, mis ojos deben brillar
ostensiblemente. Esa visión tiene que ser muy excitante: Una rubia,
vestida de forma extremadamente sexy, con un fino vestido, que anda
más caliente que un horno y que con las manos en su cabeza está
entregada a sus manos con un pecho alzado y unos pezones que
parecen querer salirse… El hombre me agarra por la cintura y sigue
palpando, esta vez lo hace sobre mi culo lo que provoca que me
pegue a él. Vuelve a mirarme fijamente a los ojos. Dios que sensación…
que cachonda estoy. Como siga así, no respondo. Yo ya andaba
caliente pero ahora… estoy a punto de perder los papeles… del todo.
¿Podría ocultar algo en sus prendas íntimas? – pregunta de
nuevo el director mientras ese ayudante sigue sobándome
por todos lados y poniéndome a cien.
Pero ¿Qué prendas? – respondo desde mi posición poco
aventajada.
Sus braguitas. Necesitamos examinarlas. Podrían ocultar
algo.
Pero… si apenas es un tanga pequeño. ¿Qué puedo ocultar
ahí? – pregunto confusa.
Aun así. ¿Quiere ver a su novio o no?. Necesitamos que nos
las entregue para inspeccionarlas.
Esta vez no protesto, creo que aunque esa petición esté fuera de lugar
y seguramente nunca antes se haya hecho, la calentura me ha nublado
la mente y se puede decir que me agrada poderles entregar mi prenda
íntima para sus sátiros juegos. Me apetece ponerles más calientes de lo
que yo misma estoy. Meto mis manos por dentro del vestido y dejo
descender lentamente mi tanga por mis muslos. No sé si
inconscientemente, pero lo hago despacio… con bastante insinuación,
me sale la vena exhibicionista y parezco toda una puta haciendo su
particular striptease. Eso me pone y creo que, por sus caras y por otras
razones convertidas en bultos bajo sus pantalones, a ellos de manera
especial.
Esa ha sido la válvula de escape y a partir de ese momento todo
cambia en aquella habitación. El director prácticamente me arrebata la
prenda de mis manos y la palpa con sus dedazos, aparentemente con
la excusa de buscar algo sospechoso sin embargo ya no atiende a la
razón, lo que encuentra en mi pequeña prenda es el calor y la
humedad que ha desprendido mi cuerpo. Esbozo una sonrisa y eso
parece invitarle a seguir con el cacheo y posiblemente con algo más,
pero esta vez lo hace personalmente y no a través de sus ayudantes.
Apártense, quiero inspeccionarla yo mismo… Déjenme que
la palpe yo. – su voz suena a nerviosismo y eso me excita a
mi. Sabe que estoy cediendo a sus pretensiones y él esta
fuera de sus cabales.
No sé que me pasa, me está tratando como a una vulgar puta. Tendría
que estar cruzándole la cara y parar todo aquello, sin embargo me
gusta demasiado esa situación y me provoca sonreírle, admitiendo que
soy eso, una zorrita caliente que ha perdido los papeles y espera
impaciente que unas nuevas manos exploren mi cuerpo por encima de
mi única prenda: Un fino vestido. Creo que todos hemos perdido el
juicio en un momento como ése.
Se coloca frente a mí. Está sudando, imagino que tanto como yo y
noto que también caliente al posar sus manos sobre mi cintura. Ya no
me ordena que suba las manos, ahora lo hace directamente mientras
permanezco con mis brazos caídos. En otro momento no hubiera
dejado que semejante cerdo me pusiera la mano encima, pero en ese
momento estoy que exploto, con el calentón con el que venía de casa,
el que me aumentó con las caricias y besos a Dani y el que ahora me
ha subido con tanto toqueteo, mi cuerpo pide marcha y vaya si me la
está dando ese viejo verde. Sus manos suben por mis caderas, noto sus
dedos rozando mi piel a pesar que tan solo nos separe una fina tela.
Sus ojos brillan, como lo deben estar haciendo los míos y mis pezones
están erguidos ante sus ojos. Los palpa con la yema de sus dedos,
luego mi culo, mi cintura, manosea mi ombligo y cuando roza
aparentemente distraído la parte alta de mi pubis, me sale un
espontáneo gemido.
De pronto se fija en mi boca. Se queda mirándome fijamente a los
ojos. Su piel brilla por el sudor, le noto ardiendo a pocos centímetros
de mí.
¿Qué es eso? – me pregunta refiriéndose al brillo que sale
de mi boca.
¿Qué va a ser? Un piercing.
No puedo dejarle entrar con él.
Pero ¿Cómo? ¿Tengo que quitármelo? – le recrimino –
Compruebe que es un simple piercing en la lengua… un
simple adorno, nada peligroso.
Sin darme cuenta le invito a entrar en los terrenos prohibidos del
placer. El hombre no se lo piensa y de improviso mete sus dos dedazos
en mi boca para tocar la bola que corona mi lengua. Noto como su
cuerpo se pega al mío y como sigue enredando con sus dedazos mi
lengua. La cosa no puede ser más surrealista… de lo más loca y al
tiempo de lo más ardiente. Ese viejo gordo me está metiendo sus
dedos en la boca y yo me estoy dejando como una vulgar puta. El caso
es que me sigo avivando y no lo puedo evitar. ¿Qué me está pasando?
Ya no es un juego, ni una provocación, ni tan siquiera pienso en Dani,
sólo quiero percibir mi propio placer, el placer que durante este
tiempo me ha faltado… la situación me supera y no me importa ser
como una muñeca frente a ese guarro y sus vasallos, que me están
poniendo como una moto. Los otros dos están a mi lado, observando
como su jefe se pone las botas y como me está provocando a mi.
Está bien. – dice al fin - No parece que tenga peligro.
¿Tiene más?
Se me hace un nudo en la garganta, pero en lugar de decirle que no,
que hubiera sido lo más razonable… lo más lógico, totalmente fuera de
mis casillas, le respondo:
Sí, tengo otro.
¿Dónde? – pregunta con impaciencia.
No creo que le importe. – le digo retadora, provocadora…
Yo creo que sí, mientras quiera visitar a su amigo.
¿Qué me mueve a comportarme así? Estoy siendo ultrajada y
humillada por una panda de cerdos y no hago nada por evitarlo,
debería salir corriendo de allí y denunciarles, ¿Qué coño estoy
haciendo? Lo peor de todo, es que me está gustando demasiado.
Parece que una fuerza extraña me empuja a comportarme de esa
manera. Me levanto la faldita del vestido como una chica inocente
mostrando mi coño por entero para que vea con sus propios ojos
donde tengo el otro piercing. Los tres hombres se sonríen, no pueden
creer lo que están viendo y cómo una chica con la cabeza ida les está
ofreciendo su sexo completamente depilado ante sus sátiras y
obscenas miradas. Se acercan a verlo desde más cerca. No me lo
puedo creer, estoy siendo observada lujuriosamente por ellos y no
siento ningún tipo de vergüenza, al contrario eso me provoca tanto
placer que me siento la más zorra del mundo. Y me gusta… me gusta
que me miren con sus caras de bobos, están salidos pero yo aun más.
El espectáculo no puede ser más cachondo: Yo con mi vestido alzado
hasta la cintura y tres tipos agachados observando mi coño de cerca. El
director acerca su mano a mi sexo y comienza a tocar ese piercing que
está muy cerca de mi clítoris. Ya no se corta en absoluto y yo no
pronuncio palabra. Cierro los ojos y mi cuerpo recibe una nueva oleada
de calor.
Vaya, mirad chicos, que cosa más bonita… ¿Habéis visto
algo como esto? – dice el director abducido con la vista de
un chochito completamente rasurado, enrojecido, húmedo
e hinchado en el que destaca el brillo de ese pendiente,
incitante… más que tentador.
Puede comprobar que no es peligroso. – le digo sacando
por mi cabeza el vestido y quedándome completamente
desnuda… totalmente fuera de mis cabales. Ya no es una
insinuación sino una invitación en toda regla. Necesito que
alguien me folle cuanto antes, no puedo aguantar más…
esperaba que fuera mi novio el primero, pero ahora no
estoy para esperar, el calentón que tengo, prevalece… es
más que urgente. Necesito bajar esta calentura o me
muero y el morbo que envuelve esa habitación es
imparable.
Los tres hombres se quedan alucinados. Se acercan todavía más frente
a mi cuerpo desnudo e inspeccionan a pocos centímetros ese pequeño
arito brillante, comprobando no solo que es inofensivo sino que es un
estimulador de todo mi cuerpo. Sus dedos juegan insistentemente
sobre el aro y al tiempo se escapan sus manos por el resto de mi
cuerpo que tiembla allí de pie. Sus lascivas manos no quieren dejar de
explorar ninguna parte de mi sexo, mis tetas, mis muslos, mi culo.
Cierro los ojos y me dejo llevar al paraíso de tres pares de manos que
me soban sin cesar. Les miro y les sonrío, ¿Qué más quieren? Esto ya
no es una inspección, pero estoy tan cachonda que no lo puedo parar
de ninguna manera. Desde allá abajo con sus caras encendidas me
invitan a ofrecerles mi cuerpo por entero. Y yo se lo doy.
Mis piernas se abren para que la boca del director se abra paso en mi
coño y mordisquee mi piercing y mis labios dilatados. Me agarro a su
calva y la acaricio en señal de aprobación. Los otros dos hombres se
van desnudando y se ponen uno a cada lado. Siguen acariciándome
por todas partes. Sus manos no dejan un lugar sin investigar. Nadie
dice nada, pero todo va creándose espontáneamente. El director
continúa con su dedo anular metido en mi coño y su lengua lamiendo
mis ingles, mis labios hinchados... De pronto se pone en pié, me mira
fijamente y me comienza a besar lujuriosamente sacando su lengua. Le
devuelvo los besos y mi lengua juguetona alcanza la suya. Nuestros
labios parecen querer succionarse mutuamente. Le quito la camisa, le
aflojo el cinturón y sus pantalones caen al suelo. En un momento
consigo desnudarle y su polla cimbreante parece saludarme. Necesito
una tranca irremediablemente. Creo que mi expresión de felicidad le
contagia y le sale una risa floja cuando mis dedos atrapan ese
miembro que comienza a lubricarse con mis caricias. Me llevo un dedo
con ese líquido a la boca y de la forma más lasciva le chupo ante su
cara. A continuación me arrodillo y desde abajo miro por última vez al
director que sonríe contento hasta que me meto su polla en la boca y
se la comienzo a chupar con todas las ganas. Madre mía, cuanto
tiempo sin comer algo tan rico y tan duro, no podía más, sigo
lamiendo con mi lengua, jugando con mis dientes y el hombre se
tambalea, no sé si aguantará mucho tiempo si continúo con ese
ímpetu.
Cuando miro a ambos lados veo que los hombres están desnudos y
con sus vergas enhiestas esperando su turno. Me dedico a ellas:
Mientras meneo una voy chupando la otra, alternativamente… no doy
abasto. Chupo, lamo, muerdo, estoy fuera de mí. Qué alegría tener
tanto macho para mí sola, es como una de mis más ardientes fantasías.
Ni siquiera aparece la imagen de Dani y lo que le estoy haciendo, pues
todo esto era para él y se lo están disfrutando estos cabrones, los más
puercos del mundo y lo peor es que no me importa, lo único que
deseo es saciar mi sed de sexo.
La polla del director es la más pequeña, sin embargo no se queda sin
su ración y se la mamo como una auténtica puta, regodeándome con
ella, chupándola con todas las ganas y sin dejar de mirarle a los ojos.
Siéntese sobre la mesa – me ordena el director. Es curioso,
pero a pesar de la situación me sigue tratando de usted.
No espero otra cosa y obediente, apoyo mis manos sobre la mesa y
dejo mi cuerpo sentado sobre el borde y los pies colgando. Uno de los
funcionarios está más que desbocado, le noto tremendamente
nervioso. Se acerca hasta mí y me planta un morreo impresionante. Me
agarro a su cabeza y rodeo su cintura con mis piernas. Dios, cuanto
tiempo en dique seco, que ahora estoy como una perra en celo. Miles
de manos parecen estar sobándome. El director separa a su empleado
de mí y le hace un gesto autoritario, como diciendo que debe ser él
quien disfrute en primer lugar de mi cuerpo. En esos momentos yo no
estoy para elegir, lo que necesito es una polla dentro de mí cuanto
antes. Continúa lentamente inspeccionando con sus dedos el piercing
de mis labios vaginales y de paso resbalando sus dedos por toda la
rajita caliente, introduciendo sus dedos gordezuelos… El cabrón me
está matando de gusto.
Fóllame. – le digo mirándole fijamente a los ojos.
Sonríe. Me ordena tumbarme en la mesa. Me va a follar y no parece
que yo vaya a impedírselo precisamente, sino más bien al contrario,
necesito que me penetre ya… estoy demasiado caliente. Pienso unos
segundos en Dani, pobrecito, pero debe comprender que todo este
tiempo y esta extraña situación me han dominado por completo. Lo
único que quiero es tener un rabo duro dentro de mí, no puedo más y
estos tíos me han hecho perder la razón... El director se coloca entre
mis piernas sobando mis tetas, ronronea como un gato y de un golpe
me inserta su polla. Entra con suma facilidad y al hacerlo arqueo mi
espalda invadida por un gusto enorme.
Dios… qué gusto. – exclamo completamente excitada.
El hombre continúa sus embestidas mientras sus ayudantes siguen
besándome tumbada sobre la mesa, acarician mi pecho, muerden mis
piernas, chupan mis pies… que sensación, tres hombres para mí sola y
un mes sin sexo están haciendo que me desfogue bien a gusto. El
director apenas puede dar tres o cuatro embestidas más, está tan
caliente que lanza un pequeño suspiro y deja correr en mi interior
varios chorros de su semen caliente. Madre mía, cuanto tiempo sin
tener una dosis de rica leche. Estaba más que necesitada. Pero no
tengo bastante, aun no me he corrido y quiero otra polla dentro de mí.
Ahora es el siguiente funcionario el que ocupa su lugar y yo sigo
caliente esperando que llegue mi orgasmo de un momento a otro. Las
paredes vaginales parecen querer atrapar esa nueva verga y eso le
provoca correrse como un poseso, apenas sin darme tiempo a
disfrutarla. Ahora es el tercero quién se coloca entre mis piernas.
Vamos Martín, esta putita es insaciable, déle caña. – le dice
el director recuperándose.
El tal Martín no se hace esperar y me embiste con furia, con total
desespero, creo que ese movimiento tan enérgico y tan poderoso es el
que me tiene al borde del orgasmo, cuando el director comienza a
besarme sobre la mesa, introduciendo su lengua en mi boca y así es
como impetuosamente mi piel se eriza y comienzo a convulsionarme
como pocas veces. Me estoy corriendo entre jadeos, entre pequeños
gritos que ahogo en el beso con el director. El funcionario termina por
estirar su polla en lo más hondo de mi coño y se corre
abundantemente, terminando abrazados y con las últimas
convulsiones de nuestros sexos.
Cuando se separa de mí, es cuando me siento sucia, totalmente
asqueada de haber hecho eso hipnotizada por el placer y la necesidad
de ser follada tras un largo tiempo… como una drogadicta a la que le
ha faltado su dosis… Aun no sé como ha ocurrido todo ni cómo llegué
a esta situación. Los tres hombres desnudos, parecen haber disfrutado,
aun están jadeantes y se ven victoriosos, exultantes mientras yo he
saciado en parte mi sed, pero me siento mal, muy mal. No sé como he
podido hacer esto.
Puede entrar a ver a su novio – me ordena el director
extendiéndome una toalla para que limpie los restos que
me han dejado pringada por todo mi cuerpo.
Recojo mi vestido del suelo y me lo coloco muy avergonzada y triste
por haberme comportado de esa forma… cuando le pido mi tanga, me
dice que se lo queda de recuerdo. Ya no tengo ni ganas de
contradecirle y casi avanzo como una autómata. Supongo que Dani me
tiene que notar algo, de todos modos, me armo de valor, entro en la
habitación donde me está esperando, allí tumbado en la cama y me
acurruco a su lado.
Dani… quiero que me folles… estoy muy caliente.
Dani me mira a los ojos y me sonríe… ¿Se habrá dado cuenta? No lo sé,
pero cuando empieza a meter sus manos bajo mi vestido entro
nuevamente en trance y nada más nos mueve sino a gozar de pleno de
nuestro momento más íntimo, esta vez solos, él y yo.
Intento que no note mis lágrimas y me consuelo sabiendo que él
hubiera hecho lo mismo si tres tías cachondas le hubieran hecho una
minuciosa exploración sobre su cuerpo caliente y… tan necesitado.
Ahora me entrego a él… como si no hubiera pasado nada, pero no
dejo de pensar todo lo que ha sucedido unos minutos antes…
Placer
Hacía mucho frio esa mañana y decidí tomarme un café con leche, en
la cafetería del centro comercial alguien me llamó y al girarme vi a una
mujer saludando con la mano.
Era Luisa una antigua compañera con la que tuve un altercado, la
educación me hizo devolverle el saludo.
-Hola Luisa, ¿Qué tal estas?
-Bien Natalia no esperaba encontrarte por aquí. Siéntate si quieres.
Me senté en su mesa y tuvimos una charla trivial, al final de su café se
despidió educadamente y se fue a la barra a pagar.
Recordé nuestro altercado, Luisa se había liado con el marido de una
compañera y me pareció una faena. Al final me entere que vivían
juntos y no supe más hasta hoy y eso que el altercado nos dejó a las
tres en la calle.
Tras dos sustituciones volvía a estar sin trabajo. La seguí con la mirada
y oí como la camarera le pedía si ya habían cogido a alguien. Ella le
contestó que no y se fue volviéndose a despedir desde lejos con la
mano. Antes de irme la curiosidad me llevó a preguntarle a la camarera
y esta aburrida me puso al día y además me dio el teléfono de
contacto.
Esa misma tarde llamé al número y concerté una cita, el lugar me
gustaba, estaba de visita viendo a una prima recién casada.
Al día siguiente me atendió una mujer de unos cincuenta años, muy
bien conservada. Además vestía de forma elegante pero casual y eso la
rejuvenecía más.
-Hola ¿eres Natalia verdad?
-Sí, la misma
Me senté en la barra mientras ella hacia un par de cafés con leche.
-Mira el trabajo no es complicado aunque si algo especial, necesito de
alguien que pueda llevar la recepción, junto con las cuentas y el
papeleo diario para entregarlos a la gestoría, los pedidos y además me
ayude un poco en el salón.
Cuando me dijo el sueldo casi me desmayo, me gustaba el sitio, el
restaurante, la mujer y el sueldazo.
-No tengo experiencia sirviendo pero aprendo rápido.
-Mañana empiezas una semana de prueba, si al final no te gusta te
pago la proporción y listos.
-¿No quiere saber más?
-Me basta lo que veo Natalia, me fio de mi instinto.
Al día siguiente con el restaurante cerrado me explicó cómo iba el
papeleo y la recepción, tendría una hora por la mañana y otra por la
tarde para llevarlo al día, el resto seguiría pero ya llevando la
recepción.
El día siguiente estaría ya abierto, llegué temprano para que pudiera
enseñármelo todo.
El restaurante que eras espectacular, las paredes estaban todas
cubiertas de piedra dándole a la estancia un toque antiguo, las mesas
macizas y enormes con manteles hasta el suelo y cómodos sillones
tapizados en varios terciopelos, además la estancia no era abierta sino
que unos arcos y paredes dividían el lugar. Fusionadas con las paredes
había estanterías con botellas, que como todos los muebles eran
pesados y macizos. Realmente encantador, me enamoré del sitio.
Cuando entré en la cocina me sentí en otro mundo distinto, allí lo
primero que sentí fue frio, luego miré y todo era blando y aluminio,
todo impoluto.
Había dos señoras que Marisa la dueña me las presentó como las
ayudantes, no vi a luisa hasta después de que entrara en la estancia un
hombre, grande y oscuro. Esa fue mi primera sensación al ver al
marido de Marisa y cocinero.
-Ella es Natalia
-Encantado –dijo él secamente-
Solo conmigo fue seco, con las señoras era de lo más afable y hasta
cariñoso. Entonces apareció Luisa como un elefante en una cacharrería,
lo primero que note fue la hostilidad de las otras dos. Enseguida supe
por que al ver la sonrisa que le dedico Diego.
Salí de la cocina pensando que debía investigar eso, para saber a qué
atenerme, en la barra dos hombres de mediana edad para mí o sea
unos cuarenta y muchos vestían de camareros y eso era, los dos me
saludaron con amabilidad.
Me puse en mi sitio con el libro abierto y el uniforme de falda y
chaquetilla perfectamente planchado.
Recibí un par de reservas y las lleve a sus sitios, en cada salón había
varias mesas pero procurábamos esparcir a la gente para darle
intimidad siempre dejando dos más pequeñas por si acaso.
El mediodía fue bien, después de acomodarlos Marisa les instruía
sobre la comida y ellos servían lo que en la cocina preparaban. Todo
orquestado y bien organizado.
Dos semanas después estaba encantada, solo tenía un problema;
buscarme una habitación más barata que el hostal donde me había
quedado hasta ahora.
-Yo tengo una solución, mira nosotros vivimos al final de parcela como
sabes, detrás hay un anexo que usamos para almacenar cosas y arriba
tiene una habitación y abajo un baño si te interesa es tuyo por… -me
dijo Marisa-
Al día siguiente me mudaba a ese sitio enorme, estaba lleno de
armarios empotrados y una puerta que daba a un baño completo. Las
escaleras daban a dos puertas una de ellas había elegido como mi
habitación. Era enorme.
Limpié y arreglé todo antes de mudarme, coloqué mis cosas y a las dos
de la mañana me acosté satisfecha.
A Luisa no le sentó nada bien que viviera allí, pero lo iba llevando.
Aparte de sus puyas todo iba de maravilla, Marisa no podía ser más
amable conmigo, nos llevábamos muy bien como si nos conociéramos
desde siempre.
Una semana después entre a por mí lista que solía dármela Luisa y no
había nadie en la cocina, aún no habían llegado las mujeres. No sé por
qué Luisa me había citado a esa hora.
Iba a irme cuando oí ruidos en el almacén, me asomé y lo que vi me
dejo helada.
Allí dentro estaban Luisa y enfrente Diego, le tocaba los pechos sobre
la camiseta, mientras ella tenía la mano dentro del pantalón de el;
enseguida me di cuenta que se la estaba meneando. Me quede
mirando la escena sin poderlo evitar, termine excitándome cuando
note como Diego se corría y entonces ella me miró y sonrió.
Por eso me había citado, quería que supiera que estaban liados, era su
manera de ponerse por encima de mí, de decirme tu vivirás en su
casa, pero yo me follo al jefe.
Salí de allí con una mezcla de rabia y excitación y me encontré con
Marisa, esta me pidió que me pasaba y yo tras decirle que nada, que
iba a casa a por una cosa que me había olvidado, (no quería ver a
Luisa).
Fui a la casa andando, necesitaba despejarme pero por el camino no
dejaba de pensar en la escena y de nuevo me excite, seria por la falta
de sexo, pero llegué y tumbándome en la cama, subí mi falda aparté
mis bragas y empecé a masturbarme furiosamente, ni siquiera oí la
puerta de abajo que había dejado sin cerrar ya que pensaba salir
enseguida. No oí a nadie subir la escalera, no me di cuenta de nada
hasta que alguien se sentó a mi lado en la cama. Era Marisa y no supe
descifrar su mirada en ese momento, deje de masturbarme a mi pesar
pero no saque la mano.
-¿Les has visto jugar? ¿Por eso saliste tan encendida?
-Sí, ¿lo sabes?
-Claro, es un juego para Diego y si lo permito porque el permite
también los míos
Me quede alucinada al ver la frialdad con la que me contaba su vida
sexual.
-Natalia sigue lo que has empezado
Me quede mirándola, pensando en cómo reaccionar y gano la lujuria,
empecé a mover mi mano de nuevo, busque mi clítoris y lo frote hasta
ponerme al borde del orgasmo. Tenía la vista nublada cuando de
repente otros dedos acariciaban mi rajita y mire a Marisa que en ese
momento me penetró con sus dedos e hizo que estallara gimiendo.
-A mí me gustan más estos juegos, ¿te ha gustado Natalia?
-Si
-¿Me dejas seguir dándote placer?
No dije que sí, pero tampoco dije que no. Me quede impasible cuando
ella tiro de mis braguitas y las bajo por mis muslos, los separó y
poniendo la cabeza entre mis piernas empezó a lamerme.
-Relájate Natalia, olvida todo lo que no sea tu placer.
Me deje llevar y enseguida gemía de nuevo, no era el primer coño que
se comía y lo hacía de muerte. Moví mis caderas pidiéndole más y
volvió a penetrarme sin dejar de lamerme con suavidad hasta hacer
que volviera a correrme.
Cuando me relajé, me puse las bragas, me coloqué la ropa y ambas
salimos de allí. Por el camino Marisa me conto que tenía una amante
en el pueblo, que Diego lo sabía y lo aceptaba y por eso él jugaba con
Luisa y ella tenía que aceptarlo.
-¿Tenéis un matrimonio abierto?
-No, yo la tengo a ella y él tiene a Luisa.
-¿Y vosotros?
-Cada vez teníamos menos sexo, cada vez nos alejábamos más y
entonces me enamore de ella, quería dejarlo, pero ella no iba a dejar a
su marido y Diego me dijo que no lo dejáramos, que le bastaba lo que
le daba en la cama y que fuera de ella nuestro matrimonio era ideal.
Lo pensé y dándole la razón seguimos juntos. La veo dos veces por
semana y él juega con Luisa; el resto del tiempo somos un matrimonio
de más de cincuenta normal, con poco sexo y mucha convivencia.
-Visto así parece ideal
-Lo termina siendo.
-¿Y lo que acaba de pasar Marisa?
-Es sexo, te desee desde el primer momento que te vi. No se mas solo
sé que me pones a cien y me ha encantado darte placer.
Llegamos al restaurante y no pasó nada más en los siguientes días. Al
final de la semana volví a verles. Llegue pronto y ellos volvían a estar
en el almacén Luisa se la meneaba como la otra vez. De nuevo me
quede mirando, me daba morbo mirar a escondidas.
Ese día me quede con el calentón, pero al día siguiente llegue la
primera para poder organizarme con los pedidos y apareció Marisa.
Venía a tomar un café antes de irse hacer unos recados.
-¿Qué haces aquí tan pronto Natalia?
-Me he levantado y quería adelantar los pedidos.
Me hizo un café y nos sentamos a tomarlo, acercó su silla a la mía y
cinco minutos después me acariciaba los muslos sobre mis mallas.
-Estas divina tan apretadita. –Dijo Marisa subiendo la mano de mis
muslos a mi entrepierna-
Me acaricio sobre la ropa hasta que desee y necesite más, entonces
metió la mano debajo las mallas, no llevaba bragas y enseguida dio
con mi rajita húmeda.
-Estas jugosita, me encanta tu coñito hambriento Natalia, no puedo
resistirme, aunque debiera pequeña. Tiró de mí y me levantó, me bajó
las mallas a los tobillos y apoyándome en la mesa hacia adelante
separaba mucho mis piernas y empezó a lamer como podía mi sexo,
yo subía el culo para facilitarle la tarea hasta que me sacudió el
orgasmo y me apoye más en la mesa mientras se me doblaban las
rodillas.
Pase toda la mañana analizando lo que estaba pasando, jamás me
imagine con una mujer y menos con una madura. Pero me gustaba
como me tocaba, como me lamia y lo que me hacía sentir. Era más
suave que un hombre, más certera y menos exigente, tan solo me daba
placer sin más.
Esa tarde llegue algo antes para hacer lo que no había hecho por la
mañana y volví a encontrarlos en lo suyo, era raro dos días seguidos.
Pero ese día algo cambio, justo antes de correrse levanto la vista y mi
mirada se encontró con la suya, acababa de ser descubierta por
Diego…
No hablamos del tema, pero los dos lo recordábamos cada vez que
nos cruzábamos. Yo recordaba su mirada profunda justo cuando se
corría y me avergonzaba que él me hubiera visto mirar a hurtadillas.
Marisa intentaba resistirse y no quedarse a solas conmigo y yo no
quería forzar los encuentros a pesar de gustarme. No quería
complicarle la vida y sabía que ella se sentía culpable, curiosamente no
por Diego sino por su amante.
La siguiente semana paso sin pena ni gloria y llego el día libre, Marisa
había salido a pasar el día con su prima y no volvía hasta la mañana
siguiente. Sospeche que la prima no era tan prima…
Justo antes de salir a comer tocaron de abajo, iba con un jersey gordo
de lana y unos calcetines hasta arriba de las rodillas con bolitas detrás
de lo más calentitos y así bajé a abrir, pensé contenta a ver si Marisa
no se hubiera ido y venía a verme, pero al abrir me encontré con
Diego.
-Hola Natalia, Marisa como sabes a salido y además de solo necesito
hablar con alguien de algo que solo tú sabes.
-¿Qué pasa?
-Es sobre Luisa, sé que sabes lo nuestro
-Lo siento, no debería haber expiado un momento íntimo
-No lo sientas yo también te vi con mi mujer una mañana
Me quede helada.
-¿Ella sabe que lo sabes?
-No
-¿Qué pasa con Luisa?
-Me ha pedido un aumento o tendrá que cambiar la cosa, según ella
hace más de lo que debe y yo me he sentido chantajeado
-Yo también lo veo como tú, si tenéis algo mas es y debería quedar
fuera del trabajo. Además deberías recordarle que cobrar por sexo
tiene nombre.
-¿No te gusta verdad?
-No, lo siento
-A ella tampoco tú. En el coche llevo la comida que acabo de hacerme,
iba a casa a comer. ¿Quieres que la suba y compartimos?
-Queda poco femenino pero me muero de hambre.
Él se rio y fue al coche mientras yo preparaba la mesa, subió con varios
recipientes y una botella de vino.
-Si me das dos minutos me visto, estoy hecha unos zorros
-Estas preciosa, pareces una chica vestida así, sin maquillar y con esa
coleta.
-Vaya, gracias. Por cierto solo tengo vasos
-Perfecto, no es obligatoria la copa, aunque es mejor.
Estaba cómoda comiendo con Diego de los mismos cuencos, tenía
encendido unas baritas de incienso, las cogí para apagarlas y una se
cayó en mi muslo quemándome, di un gritito y me la sacudí. Él se
levantó enseguida y miro la ampolla.
-¿Tienes dentífrico?
-Si, en el baño
Salió de la habitación y volvió con el tubito en las manos, se echó en
un dedo y puso un poco sobre la rojez en mi muslo, mientras el resto
de su mano acariciaba mi piel.
-¿Te alivia? –pregunto moviendo el resto de sus dedos alrededor-
-Sí, gracias.
-Que suave es tu piel
No me moví, sentía su leve caricia más que el quemazo. Tenía las
piernas cerradas y el sin dejar de mirarme a los ojos siguió acariciando
ahora mis dos muslos.
-Tengo que irme Natalia
Se puso en pie, quedando entre la mesa y yo. Su mirada más oscura
que nunca me derretía…
-No te vayas Diego –le dije llevando mis manos a la cinturilla de su
pantalón de deporte-
-Esto es demasiado complicado nena, no debería…
Tiré del pantalón y su polla apuntó a mi rostro.
-Deberías, pero no es lo que quieres –le dije acariciándola con dos
dedos-
Tenía el glande mucho más ancho que el resto, oscuro e hinchado me
pareció de lo más deseable, vi como la punta estaba húmeda y baje
glotona a probarlo. Lamí las gotitas con la lengua plana y paladee su
esencia.
-Mejor que el vino –le dije sin despegar los labios de su polla-
Separé mis labios y fui tragando su polla hasta la mitad, volví atrás y de
nuevo bajé mis labios por su dura estaca tragándomela casi por
completo, repetí varias veces y solo la sacaba de mi boca para
succionar el glande que parecía cada vez más gordo. Diego se apoyó
en la mesa y me dijo:
-Ver mi polla desaparecer en tu boca me pone a cien, sentirlo me
enloquece.
Acaricié sus muslos endurecidos por la postura y la tensión y oí como
jadeaba cada vez que movía mi boca.
-Nena deberías parar…
-¿Quieres que pare?
-No mi niña, no quiero que pares –dijo con la voz tan ronca que me
excito aún más-
No paré hasta que note más la tensión y sentí como se corría en mi
boca, trague todo su semen sin dejar de lamerle la polla hasta que se
relajó.
-Umm cielo…
-¿Te ha gustado?
-Más que comer con los dedos, hacía años que nadie me la chupaba…
-¿Luisa no…?
-No, ella solo me la menea y espera que me corra rápido.
Sonó mi teléfono y era Marisa, me separé un poco para hablar.
-Hola, Marisa… –dije para que el supiera quien era-
Le pedí si volvía mañana y me dijo que sí; colgué justo cuando el salía
por la puerta. Fui tras el por las escaleras.
-¿No te despides?
-Quería dejarte intimidad –me dijo desde abajo ya-
Bajé las escaleras ante su atenta mirada, cuando llegué abajo él se
dirigió a la puerta y salió, cerré y me apoyé en la puerta decepcionada,
no quería que se fuera.
Empecé a subir de nuevo la escalera cuando oí sus nudillos, bajé
corriendo a abrir y me empujo dentro, cerró la puerta y me empujo
contra ella de nuevo.
-Quiero más Natalia, te deseo.
-Y yo
Bajo su cabeza y probé por primera vez sus labios, lamio mi boca y
mordisqueo mis labios mientras sus manos me agarraban del culo
apretándome.
-Mira como vuelve a estar mi niña…
-Fóllame Diego
Me arrancó las bragas literalmente y subiéndome una pierna se sacó la
polla y busco mi rajita, la entrada… y empujo con fuerza, dos golpes de
riñón y la tenía más de la mitad dentro, en esa postura entraba mal,
pero era de lo más erótico y salvaje que me follara contra la pared.
Empujaba golpeándome sin soltar mi muslo, clavando sus dedos en mi
carne mientras me penetraba con dureza.
-Dios mi Natalia, que apretado tienes el coñito, esta tan caliente que
siento mi polla arder. Quiero metértela hasta los huevos mi niña.
Me la sacó y llevándome a un rincón, abrió una puerta me sentó en un
estante, abriéndome bien me la metió de nuevo, esta vez sentí como
me llenaba y a cada embestida sentía que me partía en dos, entrelace
mis piernas en sus caderas y con mis pies empujaba su culo.
-Si Diego dame fuerte, me arde el coño
Mis palabras terminaron de enloquecerlo y me empujó fuerte, más
fuerte, más adentro y me corrí como una loca, jadeaba y gritaba
mientras mis espasmos apretaban su polla.
-Joder Natalia, vamos a la puta cama o mañana no podrás moverte.
Subía la escalera ante el cuándo me dio una fuerte palmada en el culo.
-Venga chiquilla que voy a reventarte ese coñito tan caliente que
tienes. –De nuevo volvió a pegarme en el culo-
Sentía como mis muslos se mojaban de mis fluidos, estaba a cien y le
quería dentro de mí. Entramos en mi habitación y tiró del colchón, este
cayó al suelo y me dijo:
-¿Quieres más polla golfilla?
-Si –le dije desesperada-
-Entonces ponte como una perrita y te daré tu ración de polla.
Me puse a cuatro patas en el colchón y note como se ponía detrás, se
agarró la polla y la frotó por mi coñito, yo subía el culo y el volvió a
pegarme en el con la otra mano.
-Quieta putita, ahora voy a darte polla
-Por favor… métemela ya
Me agarró de las caderas y me la metió de un solo golpe, no se movía
y yo menee el culo.
-Quieta nena que estoy al límite
-Fóllame como antes, me da igual
-No puedo mi niña, no tengo preservativos
-No pares Diego
-¿Puedo? –Pregunto incrédulo-
-Debes
De ahí a mi locura, me folló hasta hacerme perder el sentido dos veces
más y en la tercera me clavó los dedos, se puso rígido y se corrió
conmigo. Sentí su semen en mi vagina y apreté su polla desde dentro
mientras el gritaba sin parar.
-Ohhh nena si no dejes de hacer eso…ohhh me corro pequeña así, así,
así. Toma preciosa, toma, toma mi leche…
Caímos rendidos en el colchón y me dormí profundamente.
Me desperté dos horas después y estaba tapada con el edredón y sola,
me dolía deliciosamente todo y no quería moverme de allí. Media hora
después tuve que bajar al baño, estaba limpiándome cuando le oí
entrar.
-Hola preciosa, he ido a por algo para luego la cena. ¿Puedo
quedarme?
-Me encantaría –le dije con una sonrisa-
Subimos juntos y me tiré de nuevo en la cama
-No quiero moverme de aquí hoy
-Perfecto, me apetece descansar
Me senté en el colchón apoyando la espalda en la cama y cogí mi libro,
el saco otro de la bolsa y leímos un buen rato tirados en el colchón en
silencio, de vez en cuando sus manos se paseaban por mis muslos y
una hora después leía entusiasmada mientras él entre mis piernas
lamia con dureza mi sexo de nuevo hambriento. Su mamada
completamente distinta a las de Marisa me llevo a dos orgasmos más.
Cenamos sin movernos del sitio y sin dejar de tocarnos ni durante la
cena. Diego tenía de nuevo la polla dura y yo el coño encharcado.
-Abre las piernas –me dijo lamiendo un fresón-
Las separé y note como pasaba un fresón por mi rajita, me estremecía
el fresquito, la llevó a mi vagina y la metió un poco para luego llevarla
a su boca y comérsela, luego yo lamia sus labios. Hicimos lo mismo
con toda la fruta que había traído.
-Jamás había comido nada tan rico mi niña. –dijo Diego sentado frente
a mí con las piernas entrelazadas a las mías-
Fue tirando de mí lentamente para clavarme en su mástil, apoyé más la
espalda en la cama y me impulsaba hacia su dura polla.
Al rato se sentó como estaba antes y yo cabalgué sobre su polla
metiéndomela, sentándome sobre sus gordos huevos. Me di la vuelta y
volví a bajar sobre su polla, separé sus muslos y cerré los míos.
Me movía con su polla dentro en círculos, acariciando sus huevos,
tirando de ellos hasta oírlo jadear y gemir.
-Me vuelves loco mi niña, que manera de follar…
Agarré su mano y la llevé a mi boca, lamí cada uno de sus dedos sin
dejar de mover las caderas, no paraba de jadear mientras mojaba bien
sus dedos. Separé uno y lo lleve a mi culo, lo deje en la entrada y le
dije:
-¿Quieres? –nunca lo había hecho pero quería hacerlo con el-
Solo jadeo y note la presión, empujó lentamente hasta meterme
medio, luego el resto poco a poco con pequeños empujones, entró y
salió dilatando mi culito, añadió un segundo dedo antes de decirme
-¿Vas a dejar que lo haga pequeña? –pregunto emocionado y contento
por la perspectiva-
-Sí, pero despacio
-Esto es mejor que mis sueños niña
Subí las caderas y salió de mi interior, me agaché hacia adelante y
apuntó con su polla, empujó la cabeza subiendo su culo y me queje sin
moverme. Dolía muchísimo…
-Tranquila pequeña –me dijo acariciando mis riñones-
Poco a poco entró del todo, tirando de mi para clavarme, me dolía, me
encendía, me enloquecía y poco a poco empecé a relajarme, a disfrutar
con esa nueva sensación, el apoyó los pies en el colchón flexionando
las rodillas se movía desde abajo.
-Acaríciame las pelotas como antes mi cielo –dijo con voz ronca-
Empecé con lo que me pedía y tras lamer mi dedo, busque su ano, hice
círculos alrededor de este. El jadeaba sin para entrando y saliendo de
mi culo.
-Hazlo Natalia
Empujé mi dedo y el gritó de dolor, me agarró las caderas y me sentó
sobre su polla mientras sus manos me movían sobre él, empecé a
mover mi dedo dentro y fuera de su culo, mientras la otra mano
frotaba mi clítoris; empecé a sentir mi orgasmo despacio hasta que
estallé y al momento note su semen en mis entrañas, sus gritos se
mezclaban con los míos y ninguno paraba. Fue muy intenso por ambas
partes y duro medio siglo. Después saque lentamente mi dedo y caí
ante el en el colchón.
-Natalia… Natalia… mi niña preciosa ven
Me abrazó y ambos nos dormimos completamente saciados y
doloridos.
Al día siguiente desperté de nuevo sola en mi cama, me dolían hasta
las pestañas… Salí media hora después sin poder cerrar la boca con
una sonrisa casi perpetua.
Entre en el restaurante y desayune con Marisa.
Media hora después llego él y al cruzarnos me dijo al oído.
-Eres espectacular mi niña, te adoro. Nunca me había corrido tres
veces el mismo día…
Ninguno de los dos nos dimos cuenta de que Marisa se había dado
cuenta y se había llevado una muy desagradable sorpresa…
Habían pasado dos días desde lo mío con Diego, solo nos habíamos
cruzado un par de veces.
Unos días después estaba en el almacén cuando Diego apareció,
ambos nos miramos y el rompió el silencio.
-Natalia lo del otro día no puede volver a pasar.
-¿Ha pasado algo?
-Nada especial, simplemente creo que es demasiado complicado
-¿Es por Luisa? ¿Por Marisa?
-Por ambas, también por mí y por supuesto por ti.
-¿Quién de las dos lo sabe?
-Seguro ninguna, sospechan las dos. Se nos complicaría todo, no
puedo despedir a Luisa o la liara parda. Marisa no lo tolerara.
-Bien Diego no te preocupes –decidí que no era el momento de
suplicar-
Ni siquiera tenía claro que quisiera suplicar, me engañé pensando que
podía encontrar en otro sitio lo que él me había dado.
Subí del almacén enfadada, si era lo que quería no sería yo quien
suplicara. La cosa quedó ahí, me dediqué al trabajo y nada más. Hasta
me dio rabia ver que el día libre Marisa se iba a ver a su amiguita y él
se iba con unos amigos.
Al día siguiente llegué temprano y al oí ruidos en la cocina, me acerqué
y volví a verles. Luisa de pie al lado de Diego tenía la mano
sospechosamente dentro de su pantalón. Él tenía los ojos cerrados y
como intuyéndome los abrió y nos miramos un segundo antes de
notar por su mirada como se corría. Luisa saco la mano y fue al baño
mientras él se quedó apoyado sin moverse, sin dejar de mirarme.
Me fui de allí cabreadísima de nuevo. Más tarde estaba en la recepción
colocando mis cosas cuando apareció el:
-Siento lo de antes, pero créeme es lo mejor.
-No te preocupes, soy una voyeur no pasa nada. Es tu vida, haz con
ella lo que quieras.
Entonces llegó Marisa y el volvió a la cocina, cuando me cruce con
Luisa esta tan solo me sonrió. Había notado la tensión entre yo y Diego
seguro, eso si no lo sabía todo por él. Pero tenía claro que lo que había
frenado a Diego había sido mayormente Marisa.
Cuando la vi entrar me cabree aún más, me sentía frustrada y con la
adrenalina a tope; entonces decidí algo.
-Marisa ¿puedes acompañarme abajo?
-Claro nena ¿pasa algo preciosa?
Me siguió y una vez abajo simplemente le dije subiéndome la falda y
bajando lentamente mis bragas
-Cómeme el coño –me la estaba jugando-
Sabía que me deseaba, sabía que le costaba resistirse a mí a pesar de
querer a la otra y había decidido que ya que por ella dejaba de tener
sexo con Diego iba a darme ella lo que yo quisiera y lo que quería era
dominarla. Pero era arriesgado, aunque por otra parte sabía que como
mucho se negaría sin más ya que no estaba en posición de echarme
nada en cara después de ser ella la que había empezado “lo nuestro”.
Tras unos segundos se acercó y poniéndose de rodillas ante mí, subió
mi pie a una caja y empezó a lamerme lentamente. La agarré de la
cabeza y la apreté más contra mi sexo, estaba a punto de correrme en
su boca y dos minutos después lo hice. Ella no dejo de lamer hasta que
me relajé, solo entonces se levantó y se dispuso a irse cuando le dije.
-Sube tu falda y quítate las bragas
De nuevo sumisa obedeció, por su mirada supe que la excitaba la
nueva situación, me acerque a ella y sin previo aviso busque su entrada
y la penetre con dos dedos, enseguida añadí un tercero y seguí
penetrándola con dureza hasta que le dije:
-Ahora quiero ver cómo te corres guarra
Se corrió entre jadeos y no pare de follarla con mis dedos, arriba
alguien la llamaba y a pesar de notar los nervios en su cuerpo no se
movía. La empujé sentándola en una silla y me arrodille separé sus
muslos y me lancé sin pensar a comer su coño.
Ella jadeaba sin importarle ya quien la buscara, le daba igual ya si
bajaba alguien solo decía:
-Si nena sigue, que bueno. Vas hacer que vuelva a correrme
Mordisquee su clítoris y lo succioné hasta hacerla gritar de nuevo con
otro orgasmo.
-Ahora si puedes subir guarra.
Ella bajo la cabeza y tras colocarse de nuevo las bragas subió y al
momento la oí hablar con Luisa, entonces subí colocándome la coleta y
me pase la mano por los labios, al pasar ante Marisa le sonreí y ella me
devolvió la sonrisa agradecida y saciada. Entonces deje claro a Luisa
que si ella se tiraba al jefe yo a la jefa.
En lo sucesivo hice de Marisa mi sumisa total, encantada obedecía
cada una de mis órdenes, supongo que hasta para compaginarla con
su otra relación era más fácil, se sentía menos culpable.
-Marisa ¿cuándo se vayan los del salón pequeño iras y me esperaras
allí completamente desnuda?
Apenas me reconocía, cuando más dura era con Marisa más me
excitaba y aunque ella me saciaba completamente anhelaba el sexo
que me había dado Diego.
-Aun esta mi marido
-Lo sé, él está en la cocina no saldrá de ella
No dijo más bajo la cabeza y al salir los últimos clientes por la puerta la
vi desaparecer en el salón. Desde la cocina Diego la vio entrar y me vio
seguirla. Supe que se asomaría por eso estaba tan excitada.
Me senté en una mesa cerca de donde estaba Marisa desnuda.
-¿Puedes lamerme como una perra?
No levantaba la cabeza y eso me ponía a mil, despacio se arrodillo
entre mis piernas y subió mi falda para comprobar que no llevaba
bragas, oí su jadeo al darse cuenta. Mire hacia la puerta y le vi, allí
plantado mirando.
Separé más los muslos y Marisa como la experta que era lamio mi
coño más de diez minutos seguidos.
-Muy bien perra sigue lamiendo hasta que me corra.
Alentada por mis palabras lamio y lamio hasta que me corrí en su
boca, cuando pude hablar le dije.
-Levántate y apoya las tetas en la mesa.
De nuevo sin mirarme obedeció, separé los cachetes de su culo y
sacando el pepino que había escogido, le puse un preservativo y la
penetré lentamente con él.
Ella jadeaba como una loca apoyada en la mesa.
-¿Te gusta verdad perra?
-Si Natalia
-Pues demuéstramelo, si en un minuto no te has corrido te lo sacare y
me iré.
No tuve que esperar el minutos casi al final de mis palabras sentí como
se tensaba y enseguida se corrió, el pepino resbalaba con la cantidad
de jugos que había entre sus piernas.
-Estas chorreando perra, siéntate en la mesa.
Separé con dos dedos los labios de su sexo y mordisquee
directamente su clítoris, ella se quejaba y jadeaba con igual intensidad
hasta que volvió a correrse.
-Ahora vístete y vete a casa puta
Lo hizo en silencio y solo antes de salir me sonrió desde la puerta,
cuando ella salió y oí la puerta de la entrada volví a ver a Diego, le
sonreí mientras quitaba el preservativo del pepino y poniéndole otro
me lo metí ante él de un solo golpe. Lo apoyé en la silla dejándolo
todo dentro mientras me desabrochaba la camisa, sacaba mis tetas y
me las acariciaba pellizcando mis pezones, sin dejar de mirarle. Movía
mis caderas haciendo que el pepino se moviera en mi interior. Deje de
mirar sus ojos para mirar su mano dentro del pantalón moviéndose.
-Sácala, quiero ver cómo te corres
Se la saco y mordiéndome los labios agarré el pepino y empecé un
rápido mete y saca que me llevo al borde.
-Voy a correrme
-Hazlo puta, córrete cerda
Gemí como una loca; mientras yo me corría viendo el potente chorro
de semen que salía de su polla, seguí el recorrido hasta el suelo. Dos
chorritos más siguieron el mismo camino mientras mi mirada se
nublaba del placer de ese orgasmo.
Descansé un par de minutos así y luego saque el pepino, me levanté y
coloque mi falda, el me miraba sin moverse del sitio, pase por su lado
y le di el pepino.
-Toma, para que anime tus aburridas pajas. –Le dije saliendo del salón
y del restaurante-
Así empezamos una nueva rutina, yo observaba cada una de sus pajas
y el mis encuentros con su mujer. Al final siempre le daba un recuerdo,
el pepino, mis bragas…
Así pasaron un par de semanas, un domingo noche antes de empezar
con las cenas, le pedí a Marisa que se tumbara en una mesa, le separé
los muslos, aparte sus bragas y después de lamerla un poco le metí
unas bolas chinas.
-Tienes que llevarlas toda la noche sin correrte
Como siempre obedeció, se bajó de la mesa y dio un respingo al
moverse las bolas en su interior, la vigile toda la noche y estaba rara,
excitada, pero sin rastro de orgasmo.
Se lo recordé un par de veces durante la noche.
-No puedes correrte
Al acabar Marisa se iba a dormir al pueblo y no vendría hasta el lunes
por la tarde, ya que el lunes estaba cerrado. Cuando terminamos de
recoger le dije a Marisa:
-¿Te has portado bien?
-Si, como siempre
Ya solo quedaba Diego en la cocina y una de las señoras limpiando el
resto se habían ido, me acerque a ella y apoyándola en el mueble de la
recepción, desabroche un par de botones de su camisa y empecé a
magrearle las tetas. Ella jadeaba disfrutando de mis caricias rudas.
-¿Te gusta que te sobe las tetas?
-Mucho nena.
Se las mordí sabiendo que él ya nos miraba. Metí mi mano bajo su
falda y apartando las bragas tire del hilito entre sus piernas, muy
despacio.
-Córrete ahora
Di un tirón y saque las bolas por completo mientras ella arqueando el
cuerpo se corrió. Se colocó la ropa.
-Dile a Diego que te lleve a casa antes que se vaya al pueblo a llevar a
María.
-Vete tranquila, a lo mejor me voy antes que ellos a María aun le
faltaba.
Cuando se fue entre en la cocina y hable unos minutos con María
mientras la mujer terminaba de limpiar.
-Ya está María, acabaremos el lunes. Espérame en el coche.
María recogió y salió de allí dejándonos a solas.
-¿Estarás aquí cuando vuelva?
-Si
Me prepare un café y me lo tome sentada en la barra, diez minutos
después oí la puerta y un Diego más oscuro que nunca se acercó a mí.
-Natalia me he cansado de ver como sometes a mi mujer… -dijo con
voz dura-
-¿Estas enfadado? Te noto raro
-¿Tienes miedo Natalia de haberme crispado demasiado con tus
juegos?
-No tengo miedo
-Pues deberías porque estoy harto y hoy las cosas se harán a mi
manera
Tras su última frase me cogió del ante brazo y me bajo del taburete, su
mirada era más oscura que la noche mientras me llevaba a la cocina.
No dije nada cuando me soltó y me dijo que no me moviera, apareció
con unas cintas.
-Quítate la camisa y el sujetador y pon tus manos en la espalda.
Las puse y me ato las muñecas, quede en medio de la cocina desnuda
de cintura para arriba y atada.
-Me encantan tus tetas –me dijo acariciándomelas-
Me agarró el dobladillo de la falda y la subió a mi cintura y se quedó
mirando mis braguitas rosa con perritos y gatitos.
-Eres la leche nena, eres capaz de dominar sexualmente y someter a
una mujer más de veinte años mayor que tú y luego llevas unas
braguitas como esas. Eres mi heroína, mi sueño hecho realidad,
trastornas mi existencia niña.
Metió su mano bajo mis bragas y toco mi coño ya chorreando. Me
sonrió y me llamo zorra pero solo me importaba que siguiera
haciéndolo, que me diera más y más placer, necesitaba ser de nuevo
enteramente suya. Me corrí entre sus dedos mientras él lamia mi
cuello, la parte de atrás de mis orejas…
-Quiero probar de nuevo tu sabor. –Dijo arrodillándose ante mí-
Separó mis labios y sacando la lengua intentó rozar toda mi rajita,
haciendo palanca en mi clítoris hinchado y atrapándolo luego entre sus
labios, succionándolo hasta que de nuevo grite sin poderme mover
aprisionada contra la pared con mis manos atadas en la espalda.
Me soltó las manos y masajeo unos minutos mis muñecas, mis brazos
y mis hombros, para volver a atarme esta vez delante.
Me subió a la mesa larga que ocupaba toda la cocina y tumbándome
en ella coloco mis brazos por encima de mi cabeza y pasando entre
ellos y las ataduras una cinta que ato manteniéndome mis brazos
estirados.
Separó mis piernas y sacándose por primera vez la polla del pantalón
la froto por mi carne encendida.
-Fóllame Diego, por favor
-No pequeña aun no, tienes el coño más caliente y estrecho que haya
probado jamás. Me muero por volver a follármelo.
Siguió moviendo su gordo glande mojándolo con mis juguitos hasta
que lloriquee de anticipación, babeaba por sentir esa polla
partiéndome en dos y de repente la metió hasta la mitad muy
lentamente
-¿Te gusta guarra?
-Sí, mas…
Me agarró de las caderas y empujo con toda su fuerza sentí su polla
bien adentro, mi vagina tirante la apretaba mientras el empezó a
moverse furiosamente dentro de mí, salía casi completamente y se
hundía de un solo golpe.
-Me corro no pares por favor, dame más fuerte –le dije gimiendo y
moviendo la cabeza a ambas parte-
Me dio lo que quería hasta que volví a correrme esta vez mojando y
apretando su polla tan fuerte que me agarró los muslos, empujo una
vez más y se vacío dentro de mi coñito mientras este todavía le
apretaba y soltaba la polla.
-Eres una zorra, no he podido resistir los espasmos de tu orgasmo en
mi polla. Aun no tenía que correrme golfa y tendré que castigarte.
Todo me daba igual menos lo que me hacía sentir, deseaba que
siguiera follándome hasta dejarme sin sentido.
Me desató y me dio la vuelta atándome de nuevo hacia abajo sobre la
mesa. Se puso a mi lado y sentí el calor de su mano en mi culo al
darme un fuerte cachete. Enseguida un segundo y más fuerte cachete
sacudió mis nalgas, sentí un tremendo escozor, me picaba el trasero
pero mi coñito se mojaba con cada golpe aunque cada vez fuera más
duro.
-¿Te duele?
-Si
-Pues tienes el coño empapado –dijo humillándome mientras lo
comprobaba con dos dedos y yo no podía evitar gemir como una
perra en celo-
Estaba allí atada y con el culo ardiendo y más excitada que nunca, si el
dolor era el precio por el placer lo aceptaba de buen gusto.
Se fue a la nevera y saco de dentro un pepino el doble de grande y
gordo que el mío. Pensé que no me cabria, pero lentamente lo
introdujo completamente en mi vagina provocándome un nuevo
orgasmo.
-Voy a prepararme algo para beber nena, luego vuelvo.
Me dejo atada en la fría mesa de la cocina, el culo me ardía y aun así
deseaba que siguiera conmigo, aunque fuera castigando mí ya
dolorido trasero. Tardo más de veinte minutos en regresar con un vaso
en la mano. Mi coño seguía bien abierto y lleno con el pepino.
-Me sorprende tu aguante y tu capacidad para sentir. Te has corrido
mil veces y aquí estas aguantando con el culo rojo y ardiendo, el coño
abierto ¿y aun así quieres más, verdad?
No podía apenas hablar, no tenía fuerzas. Dejo el vaso a un lado
mientras sacándose la polla la metió en mi boca.
-Chupa cariño, como solo tú sabes
Lamí golosa su polla hasta que maldijo sacándola. Volvió a desatarme
y esta vez dejo libres mis manos, me tumbo y puso mis pies al borde
de la mesa. Empezó a mover el pepino que aún seguía dentro.
-Flexiona más las rodillas hacia tus pechos y agárralas.
Así está más expuesta, más abierta para el que saco de nuevo su polla
y llevándola a mi entrada trasera me penetró lentamente. Sentí un
dolor punzante al principio, pero lentamente mientras movía el pepino
en mi coño seguía ganando centímetros en mi culo y así me sentí
doblemente penetrada.
-¿Te gusta nena sentirte completamente llena verdad?
-Sí, Diego –dije frotando mi culito ardiendo por la fría superficie de la
mesa-
Empezó primero lentamente pero cada más más deprisa a moverse, a
entrar y salir de mi culo hasta que le vi jadear y sudar.
-Voy a llenarte de semen cielo, necesito correrme en tu culito preciosa
Apreté su polla y sentí el potente chorro llenar mis entrañas, sus
gemidos llenaban la estancia y entonces saco lentamente el pepino y
su polla al mismo tiempo y el calor me inundo, jadee y él empujó
ambos una vez para que me corriera como una loca de nuevo.
Me llevó a mi casa, a mi cama y se acostó a mi lado, me trajo el
desayuno a la cama y me lo dio, volvimos a dormir hasta el mediodía
que me levanté y comimos antes de volver a follar esta vez despacio
hasta corrernos juntos y abrazados. Nos dormimos tras hablar de que
teníamos que cuidar con que ellas no se enteraran.
-Pero mi niña no puedo renunciar a esto…
Dormimos toda la tarde hasta que me desperté y mirando hacia la
puerta vi a Marisa mirando nuestros cuerpos desnudos, sudorosos y
saciados. Diego también se despertó y la miro asustado por cuál sería
su reacción.
Pasaron unos segundos y ella volvió a mirarme y descubrí algo, estaba
celosa pero también cachonda. Entonces supe cuál era la solución.
-Desnúdate Marisa y ven aquí –señale la cama-
Ella bajo la cabeza y ante la incredulidad del mismo Diego se desnudó
lentamente y se tumbó a mi lado sumisa….

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