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Prolegómenos para una propedéutica evaluativa

La Educación Media Superior en nuestro país careció desde su origen de la sistematización que sí

tuvieron la Educación Básica y la Educación Universitaria; quedó entonces como un sistema a la

deriva que podía depender de la Secretaría de Educación, de alguna Universidad, del Estado o bien,

que contaba con cierta independencia administrativa.

Es en tiempos recientes que se ha emprendido una Reforma Integral de la Educación Media

Superior (RIEMS) que permitió homologar este sistema y sus subsistemas. Uno de los principales

logros de esta reforma ha sido el desarrollo e implementación de un Marco Curricular Común

(MCC) que permite a los alumnos migrar entre los distintos subsistemas y el bachillerato común.

Del mismo modo, se desarrolló un perfil de egreso del alumno basado en competencias (Acuerdo

444) y se definió un perfil docente (Acuerdo 447).

Es de gran relevancia contar con ambos perfiles, porque así se traza un camino seguro por el

cual transitar, se conocen los fines, los medios y recursos que se pueden y deben implementar para

observar los propósitos de este nivel. Además, se dota al docente de elementos para configurar su

labor, toda vez que el bachillerato no cuenta con una escuela formadora con la cual alimentar el

sistema, más bien se nutre de profesionales y técnicos que incursionan al campo de la educación,

quienes cuentan con conocimientos disciplinares, pero en su mayoría, carecen de los conocimientos

pedagógicos y didácticos para desempeñar adecuadamente su función docente.

Si bien es cierto que en ocasiones, para intentar subsanar esta situación, se han

implementado cursos de formación y actualización en los propios centros de trabajo y que gracias a

ello se ha logrado incrementar en los docentes las técnicas y conocimientos para enseñar

adecuadamente; también es verdad que aún existe un gran número de docentes que no ha tenido
esta oportunidad, ya sea porque su institución no cuenta con los recursos suficientes para tal fin, por

la falta de compromiso de los directivos o incluso por el desinterés del mismo docente.

La formación y actualización son primordiales en todos los niveles educativos, en la medida

que se cuente con profesionales de la educación bien capacitados se podrá contar con alumnos bien

preparados y formados adecuadamente. Es una relación simbiótica: solo se podrá tener alumnos

competentes en la medida que se cuente con docentes bien capacitados y comprometidos con su

labor.

Por lo tanto, es indispensable que el docente realice un ejercicio reflexivo que le permita

tener clara su propia concepción sobre los agentes que intervienen en el proceso educativo, nos

referimos a: alumno, escuela, docente y educación. Con una cosmovisión precisa podrá entender

mejor cuál será su labor como docente, sabrá qué esperar del alumno y conocerá los fines de la

educación.

De la antropología a la deontología.

Al ser la educación un proceso netamente social, que involucra de manera directa las

relaciones humanas, es indispensable hacernos conscientes sobre nuestras concepciones acerca del

principal agente de la formación: el alumno. De igual modo, debemos preguntarnos qué es lo que

entendemos por docente, escuela y educación. El tipo de educación que se ofrezca dependerá en

buena medida de lo que se entienda por cada uno de ellos; es decir, dependiendo de cómo

entendamos al alumno (concepción antropológica), será el tipo de educación que ofrezcamos, su

deber ser (deontología).


Tomando en cuenta esta idea podemos desarrollar las siguientes aproximaciones:

Es bueno tratar de formar a un alumno sobre la base de un modelo deseable, sería un modelo

con los valores que hemos seleccionado y garantizaríamos que todos los esfuerzos educativos –

instrumentos y estrategias curriculares- estarían encaminados a este fin (idealismo) aunque

correríamos el riesgo de caer en la manipulación por los intereses de un grupo social.

También es importante considerar la posibilidad de ejercer al máximo la libertad del ser

humano pues a lo largo de la historia han existido autoridades –sociedad, iglesia, familia, partido,

escuela- que lo han sojuzgado y sería una oportunidad (anarquismo) para que la escuela considere

esa opción, aunque con el riesgo de crear un espacio artificial no congruente con la sociedad.

El marxismo cambió el rumbo de la historia y de la sociedad, aunque en la actualidad sería

difícil y poco factible proponerlo, sin embargo, no deja de ser importante en sus aportaciones. Es

imposible dejar de considerar que nuestra educación sigue conservando un enfoque pragmático y

conductista (positivismo), lo podemos constatar en diferentes acciones y actividades cuyos logros

son observables.

La postura existencialista es atrayente por centrar su enfoque en el ser humano y tomarlo

como punto de partida para todas sus reflexiones, pero queda preguntarse: ¿qué tan factible es

llevarlo a la práctica actual? Lo mismo, nos ofrece el personalismo, con sus consideraciones sobre

la persona como eje de la reflexión filosófica y, por lo tanto, educativa, y parece ser que las nuevas

corrientes psicológicas fundamentan esta postura, pero ¿acaso tenemos la preparación suficiente

para llevarla a la práctica? Más todavía: ¿qué postura consideramos como “la apropiada”?

Analizando las seis posturas expuestas en el texto anterior, y haciendo una reflexión sobre lo que

ahí dice, es conveniente tener en cuenta lo siguiente:


Si se seleccionó una sola postura como única e inequívoca, se podría caer en el dogmatismo,

pues se correría el riesgo de no valorar las aportaciones de las demás. Si se piensa que ninguna de

las seis posturas refleja o interpreta la realidad, se estaría cayendo en el escepticismo, pues no

concede opiniones, sólo ofrece la duda; si, por ejemplo, se cree que mezclando lo mejor y más

significativo de cada teoría podría formar una postura, estaría en una posición ecléctica y, al forzar

la integración de todos los elementos, se correría el riesgo de formar un perfil bastante desfigurado.

Ahora bien, si se considera que la dimensión cambiante es la que predomina en nuestro

tiempo y eso nos obliga a adecuar los cambios de forma consciente hacia un fin determinado, como

producto de una evolución racional y necesaria que nos lleve a la superación de los estadios

anteriores, se caería en una postura dialéctica con el riesgo aparejado de realizar grandes síntesis

que hagan perder el objetivo.

Es importante reflexionar sobre el siguiente cuestionamiento: si adoptáramos una de las

posturas anteriores, ¿cómo podríamos contribuir, desde el ámbito de la educación, a enfrentar los

problemas que afectan a la sociedad?

Para ahondar en esta reflexión convendría desarrollar el siguiente esquema:

Adjetivo del
Corriente Naturaleza Moralidad
Finalidad Actuación hombre
seleccionada actuante básica
educado

¿Cuál sería la
¿Cuál sería
¿Qué tipo de aspiración de
¿Cómo sería su énfasis
moral este tipo de Erudito,
el actuar del educativo?
practica? corriente? exitoso,
alumno? Voluntad,
Negativa, Sabiduría, crítico,
Pasivo, Disciplina,
positiva, justicia íntegramente
activo, Eficacia,
neutra, social, formado, etc.
interactivo. Criticidad,
personal. desarrollo
etc.
personal, etc.
Este simple esquema permite conocer la respuesta que ahora se tiene a la concepción sobre:

• El alumno.

• La educación.

Naturalmente, el siguiente paso será reflexionar sobre:

• El maestro.

• La evaluación.

Como docentes, es indispensable tener presente que las instituciones educativas, en todos los

niveles, han sido diseñadas y estructuradas para otorgar conocimientos ciertos y válidos a las

generaciones jóvenes para que puedan desempeñar una actividad dentro de la sociedad. Como

institución, cumplen un papel protagónico en el proceso cultural de comunicar los conocimientos,

hábitos y valores a los educandos, con el fin último de crear ciudadanos que se integren a los

procesos sociales, culturales y económicos, por lo que cada institución educativa cuenta con

objetivos y perfiles con los que se pretende educar a sus estudiantes.

Lo interesante es ahora analizar si el fin de la institución educativa en la que se ejerce

realmente responde a las necesidades que presenta un nuevo siglo; uno con características diferentes

a los anteriores: globalización, posmodernidad, accesibilidad a la información, son elementos

nuevos que tienen que ser incorporados, analizados y confrontados, sólo así se podrá estar seguro

de estar haciendo algo positivo que permita un real desarrollo de los educandos.

Es claro que el maestro no puede ni tiene por qué ser un todólogo, pero sí requiere una

actualización continua que le permita contextualizar el saber, con la que logre ver las relaciones

entre las diferentes ciencias y conseguir conocimientos transversales que le permitan mostrar al

alumno el nivel de relación existente entre todas las cosas: entre su ser y el cosmos, entre la verdad
y el error, entre el valor y la cultura. Al actualizarse e implementar las herramientas adecuadas

permite al docente estar atento en todo momento al desarrollo del alumno. Para ello, resulta clave

verificar que las herramientas a utilizar sean adecuadas a las condiciones o circunstancias en que se

desarrolla la clase y, sobre todo, que se ajusten a los objetivos del programa, pues serán apropiadas

en la medida en que se entienda al alumno como un ser activo con posibilidad de transformar e

interiorizar los datos y convertirlos en conocimientos.

El mayor reto al que hoy se enfrenta el educador es llegar a una educación que cuente con

las condiciones que posibiliten un conocimiento pertinente; esto es, un conocimiento que permita al

alumno resolver problemas, que con su uso logre satisfacer necesidades, que le permita relacionarse

consigo mismo, con los demás y con el mundo que lo rodea.

Julio Rubio en Educación y Desigualdad (2005) menciona que:

Una educación de buena calidad es el eje estratégico del desarrollo de nuestro país, de

la cohesión, la solidaridad social y un antídoto fundamental a las desigualdades

educativas. (p. 119)

Es indispensable entonces conocer al alumno y su contexto; saber quién es y dónde se

desenvuelve. La tarea del educador no puede limitarse a repasar los contenidos de un texto ni a

repetir teorías, eso no basta ya, ese modelo ha quedado rebasado, la actualidad exige mucho del

docente, su tarea no es sencilla y por esa razón se requiere de formación y capacitación constante.
Referencias:

Garduño T. y Guerra, M. (2009). Una educación basada en competencias. México: Aula Nueva.

Rubio, J. (2005). Educación y desigualdad. En F. Solana, Educación y desigualdad (pp. 111 - 118).

México: Siglo XXI.

SEP (2016). Evaluación del desempeño docente y técnico docente ciclo escolar 2017 – 2018.

Perfiles, parámetros e indicadores para Docentes y Técnicos Docentes en Educación Media

Superior. Recuperado el 3 de diciembre de 2017 de

http://servicioprofesionaldocente.sep.gob.mx/content/ms/docs/2017/evaluacion_diagnostica/

PPI_DESEMPENO_EMS.pdf

Vigotsky. (2001). Psicología Pedagógica. Un curso breve. Buenos Aires: Grupo Aique.

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