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DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO

PRÁCTICO UNIDAD Nº 2

Temas: Fuentes del Derecho Internacional Público – Tratados – Costumbre


Internacional – Asilo

Caso Víctor Raúl Haya de la Torre. Caso del Derecho de Asilo


(Colombia vs. Perú)

Hechos

El 3 de Octubre de 1948 estalla un movimiento revolucionario en Perú que es reprimido


el mismo día y que motiva el inicio de una investigación para conocer quienes fueron
sus autores.
El día 4 de Octubre el Presidente de la República publica un decreto en el que atribuye
la responsabilidad del alzamiento al partido político Alianza Popular Revolucionaria
Americana (APRA). En consecuencia, colocaba a este partido fuera de la ley, no
permitiéndole llevar ningún tipo de actividad, y sometiendo a sus dirigentes a la justicia
nacional. Al mismo tiempo, el jefe de la zona judicial de la Marina dictaba una
ordenanza solicitando al juez de instrucción de la Marina abrir inmediatamente una
investigación sobre los hechos que constituían el delito de rebelión militar.
El 5 de octubre el Ministro del Interior dirigía al Ministro de Marina una “nota de
denuncia” contra el jefe de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, Víctor Raúl
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Haya de la Torre y otros miembros del partido, como responsables de la rebelión. Esta
denuncia fue aprobada el mismo día por el Ministro de Marina, y el 10 de octubre, por
el auditor, quien indicó que el objeto de las denuncias era el delito de rebelión militar.
El 11 de octubre el juez de instrucción dictó una ordenanza decidiendo la apertura de
una instrucción contra Haya de la Torre y otros “por el delito de rebelión militar que le
ha sido imputado en la denuncia”, y el 25 de octubre ordena el arresto de las personas
acusadas que aún no habían sido aprehendidas.
El 27 de octubre, una junta militar produjo un golpe de Estado y se apoderó del poder
supremo. Esta junta militar de gobierno publicó el 4 de noviembre un decreto previendo
la institución de cortes marciales para juzgar sumariamente en los casos de rebelión,
sedición y sublevación y que fijaba plazos reducidos y penas severas sin apelación.
Este decreto no fue aplicado al proceso judicial encarado contra Haya de la Torre y
otros. Este procedimiento se continuó ante la misma jurisdicción anterior. Ello surge de
una nota del 8 de noviembre que emanó del juez de instrucción solicitando la remisión
de ciertos documentos de una nota del 13 de noviembre del jefe del “cuerpo de
investigación y seguridad” al juez de instrucción declarando que Haya de la Torre y
otros no habían sido detenidos por que no podían ser descubiertos, y de una ordenanza
de la misma fecha por la cual el juez de instrucción prescribía citar a los prófugos por
citaciones públicas. El 16 de noviembre y los dos días siguientes las citaciones fueron
publicadas en el diario oficial El Peruano, ordenando a los “acusados prófugos”- Haya
de la Torre y otros- presentarse en la oficina del juez de instrucción para defenderse
contra los cargos levantados contra ellos “por delito de rebelión militar”. Haya de la
Torre no se presentó.
El 4 de octubre, al día siguiente de la rebelión militar, se declaró el estado de sitio,
suspendiendo ciertos derechos constitucionales; el mismo fue prorrogado el 2 de
noviembre y el 2 de diciembre de 1948 y el 2 de enero de 1949.
El 3 de enero de 1949, Haya de la Torre buscó asilo en la embajada de Colombia en
Lima. Al día siguiente el embajador de Colombia en Perú informó al Gobierno del Perú
del asilo concedido a Haya de la Torre – de acuerdo con el art. 2, párrafo 2 de la
Convención de La Habana de 19281- y pidió que se le concediera inmediatamente el
correspondiente salvoconducto para que pudiese abandonar el país. El día 14 de enero

1
“…El asilo no podrá ser concedido sino en casos de urgencia y por el tiempo estrictamente
indispensable para que el asilado se ponga de otra manera en seguridad.”
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informa que ha calificado- conforme al art. 2º de la Convención sobre Asilo Político de
Montevideo de 19332- al asilado como refugiado político, carácter que es rechazado por
el Gobierno peruano a la vez que le denegaba el salvoconducto.
Luego de un intercambio de correspondencia las partes firman un acta- “Acta de Lima”-
el 31 de agosto de 1949 por la que los dos Gobiernos convienen en someter el caso a la
Corte Internacional de Justicia.

Cuestiones Preliminares

Colombia preguntaba:

1) ¿Es competente Colombia, según las obligaciones resultantes del acuerdo


bolivariano de Extradición del 18 de Julio de 1911, de la Convención sobre
Asilo del 20 de febrero de 1928 y, en general, del derecho internacional
americano para calificar el delito que se imputa a la persona a quien se concede
asilo?
2) ¿Está obligado Perú, como Estado territorial, a otorgar las garantías necesarias
para la salida del país del asilado?

Perú preguntaba:

1) ¿El otorgamiento del asilo a Haya de la Torre por el Embajador de Colombia fue
concedido en violación del art. 1, párrafo 1, y art. 2, párrafo 2, de la Convención
sobre Asilo de 1928, y de todos modos, el mantenimiento del asilo constituía en
ese momento una violación de aquel tratado?

Consigna

1.- Lea atentamente los dos fallos del Tribunal Internacional de Justicia que se
acompañan y determine cuales son los puntos centrales sobre los que el Tribunal ha
resuelto.

2.- Lea atentamente la Convención sobre Asilo Diplomático firmada en Caracas en el


año 1954 y determine de que modo las situaciones problemáticas planteadas en el caso
reciben un tratamiento específico.

3.- Luego de la lectura del fallo y la Convención responda las siguientes preguntas:
a.- ¿Que Estado se encuentra facultado para realizar la calificación de los hechos por los
cuales se otorga o no el asilo diplomático? ¿Cuál es la obligación del Estado territorial?

b.- ¿Es el asilo un derecho del Estado que lo otorga o de la persona que lo solicita?

c.- ¿En que casos se considerará ilícito el otorgamiento de asilo diplomático?

d.- ¿En que lugares se puede otorgar asilo y en cuales no?

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“La calificación de la delincuencia política corresponde al Estado que presta el asilo.”
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ANEXO

CASO RELATIVO AL DERECHO DE ÁSILO

Fallo de 20 de noviembre de 1950

El origen del litigio colombiano-peruano relativo al derecho de asilo fue el asilo


concedido el 3 de enero de 1949 por el Embajador de Colombia en Lima al Sr. Víctor
Raúl Haya de la Torre, dirigente de un partido político peruano, la Alianza Popular
Revolucionaria Americana. El 3 de octubre de 1948 estalló en el Perú una rebelión
militar, y Haya de la Torre fue perseguido como responsable de haberla instigado y
dirigido. Fue buscado en vano por las autoridades peruanas y, después de haberse
asilado, el Embajador de Colombia en Lima solicitó un salvoconducto que permitiera a
Haya de la Torre, al que calificó de refugiado político, abandonar el país. El Gobierno
del Perú lo denegó, alegando que Haya de la Torre había cometido delitos comunes y no
podía beneficiarse del asilo. No pudiendo ponerse de acuerdo, los Gobiernos de
Colombia y del Perú sometieron a la Corte ciertas cuestiones relativas a la controversia
que había surgido entre los dos países; esas cuestiones se especificaron en la solicitud
presentada por Colombia y en la reconvención presentada por el Perú.

En su fallo, la Corte, por 14 votos contra 2, declaró que Colombia no tenía derecho a
calificar unilateralmente y de modo obligatorio para el Perú la índole del delito; por 15
votos contra 1, declaró que el Gobierno del Perú no estaba obligado a expedir un
salvoconducto al asilado. Por otra parte, la Corte rechazó, por 15 votos contra 1, la tesis
invocada por el Perú según la cual Haya de la Torre estaba acusado de delitos comunes:
la Corte constató que la única acusación contra Haya de la Torre era la de rebelión
militar, y la rebelión militar no constituye en sí un delito común. Por último, por 10
votos contra 6, la Corte, sin criticar la actitud del Embajador de Colombia en Lima,
estimó que las condiciones necesarias para poder conceder el asilo de conformidad con
los tratados pertinentes no se daban cuando acogió a Haya de la Torre. En efecto, según
la interpretación que la Corte dio de la Convención de La Habana, no puede oponerse el
asilo al proceso incoado ante las autoridades judiciales que funcionan conforme a la ley.
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Los hechos que dieron lugar a la presentación del caso a la Corte, tal como se enuncian
en el fallo, son los siguientes:

El 3 de octubre de 1948 estalló en el Perú una rebelión militar que fue reprimida el
mismo día. Al día siguiente se publicó un decreto que acusaba a un partido político, la
Alianza Popular Revolucionaria Americana, de haber preparado y dirigido la rebelión.
El dirigente de ese partido, Víctor Raúl Haya de la Torre, fue denunciado como
responsable. Junto con otros miembros del partido, fue procesado y acusado de rebelión
militar. Como aún seguía en libertad el 16 de noviembre, se publicaron edictos en los
que se le ordenaba que compareciera ante el juez de instrucción. enero de 1949 se asiló
en la Embajada de Colombia en Lima. Entretanto, el 27 de octubre de 1948, un militar
se había hecho con el poder en el Perú publicado un decreto en el que se preveía el
establecimiento de consejos de guerra para juzgar sumariamente los casos de rebelión,
sedicíón y motín; sin embargo ese decreto no fue aplicado al proceso contra Haya de la
Torre y los demás acusados, y se ha declarado ante la Corte que dicho decreto no era
aplicable a ese supuesto. Por otra parte, durante el período comprendido entre el 4 de
octubre de 1948 y el comienzo de febrero 1949, el Perú estuvo en estado de sitio.

El 4 de enero de 1949, el Embajador de Colombia en Lima informó al Gobierno del


Perú del asilo concedido Haya de la Torre y, al mismo tiempo, pidió que se expidiera un
salvoconducto que permitiera al asilado abandonar el país. El 14 de enero, precisó que
el asilado había sido calificado como refugiado político. El Gobierno de Lima rechazó
esa calificación y se negó a conceder un salvoconducto. Siguió una correspondencia
diplomática que concluyó con la firma en Lima, el 31 de agosto de 1949, de un acta por
la que los dos Gobiernos convinieron en someter el caso a la Corte Internacional de
Justicia.

Colombia mantuvo ante la Corte que, con arreglo a las convenciones en vigor --el
Acuerdo Bolivariano de 1911, relativo a la extradición, la Convención de la Habana de
1928, relativa al asilo, y la Convención de Montevideo de 1933, relativa al asilo
político-, y según el derecho internacional americano, estaba facultada para calificar la
naturaleza del delito a los solicitantes del asilo. A ese respecto, la Corte estimó que, si
se trataba de una calificación provisional, la solución no ofrecía duda: el representante
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diplomático examinaría si se habían cumplido las condiciones requeridas, se
pronunciaría al respecto y, si se impugnara su opinión, surgiría una controversia que
podría solucionarse con arreglo a los métodos previstos por las partes.

Sin embargo, resultaba de las actuaciones que Colombia reivindicaba un derecho de


calificación unilateral y definitiva, obligatoria para el Perú. El primero de los tratados
que invocaba -el Acuerdo Bolivariano que es un tratado sobre extradición, se limita a
reconocer en un artículo la institución del asilo de conformidad con los principios del
derecho internacional. A bien, esos principios no implican el derecho a la calificación
unilateral. Por otra parte, cuando el Acuerdo Bolivariano fija las normas para la
extradición, no se pueden deducir de ellas conclusiones para el asilo diplomático. En el
caso de la extradición, el refugiado se halla en el territorio del Estado de refugio: si se le
concede el asilo, esa decisión no deroga la soberanía del Estado en el que cometió el
delito. Por el contrario, en el caso del asilo diplomático, el refugiado se halla en el
territorio del Estado en el que ha cometido el delito: la decisión de asilo deroga la
soberanía del Estado territorial y sustrae al delincuente a su justicia.

En cuanto al segundo tratado invocado por Colombia -la Convención de La Habana -,


no reconoce el derecho de calificación unilateral ni explícita ni implícitamente. El tercer
tratado -la Convención de Montevideo - no ha sido ratificado por el Perú y no puede
invocarse frente a él.

Por último, por lo que se refiere al derecho internacional americano, Colombia no ha


probado que existiera, regional o localmente, un uso constante y uniforme de
calificación unilateral como un derecho del Estado de asilo y una obligación del Estado
territorial. Los hechos presentados a la Corte revelaban demasiadas contradicciones y
fluctuaciones para que sea posible discernir en ellos un uso peculiar de la América
Latina que tenga fuerza de ley.

De ello se deduce que Colombia, corno Estado que había concedido el asilo, no era
competente para calificar la naturaleza del delito mediante una decisión unilateral y
definitiva que obligara al Perú.
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Colombia mantenía igualmente que el Perú tenía obligación de expedir un
salvoconducto que permitiera al asilado abandonar el país con total seguridad. La Corte,
dejando por el momento a un lado la cuestión de saber si el asilo había sido concedido y
mantenido de un modo regular, constató que la cláusula de la Convención de La Habana
en la que se establecían garantías para el asilado no era aplicable más que cuando el
Estado territorial exigiera que abandonara su territorio: sólo después de haberse
formulado esa exigencia podía el agente diplomático que había concedido el asilo
exigir, a su vez, un salvoconducto. Es cierto que existe una práctica con arreglo a la cual
el agente diplomático solicita inmediatamente un salvoconducto, que se le concede,
pero esa práctica, que se explica por razones de conveniencia, no entraña obligación
alguna para el Estado territorial.

En el presente caso, el Perú no había exigido la partida del refugiado, ni estaba


obligado, por tanto, a expedir un salvoconducto.

El Perú, mediante una reconvención, pidió a la Corte que declarara que a Haya de la
Torre se le habla concedido el asilo en violación de la Convención de La Habana , en
primer lugar, porque Haya de la Torre estaba acusado no de un delito político, sino de
un delito de derecho común, y, en segundo lugar, porque no existía en este caso la
urgencia que, según la Convención de La Habana, es necesaria para justificar el asilo.

Tras constatar que el Perú no había solicitado en ningún momento la entrega del asilado,
la Corte examinó el primer punto. A ese respecto, observó que al asilado sólo se te
acusaba de rebelión militar, que no es un delito de derecho común. Por consiguiente,
rechazó, por infundada, la reconvención del Perú sobre ese punto.

En cuanto a la urgencia, la Corte, tras haber señalado que la justificación esencial del
asilo es la inminencia o la persistencia de un peligro para la persona del refugiado,
analizó los hechos del caso.

Entre la rebelión militar y la concesión del asilo habían transcurrido tres meses. No se
trataba de proteger a Haya de la Torre, por razones humanitarias, contra la acción
violenta y desordenada de elementos irresponsables de la población; el peligro con que
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se enfrentaba Haya de la Torre era el de ser sometido a un proceso judicial, Ahora bien,
la Convención de La Habana no pretende proteger a un ciudadano que haya atentado
contra las instituciones de su país de un proceso judicial ordinario. No hasta haber sido
acusado de un delito político para tener derecho al asilo, que sólo es oponible a la
acción de la justicia cuando una actuación arbitraria haya reemplazado al imperio de la
ley. No se había probado que la situación existente en el Perú en esa época implicara la
subordinación de la justicia al poder ejecutivo o la abolición de las garantías judiciales.

Por otra parte, la Convención de La Habana no podía establecer un régimen jurídico que
garantizara a los acusados de delitos políticos el privilegio de evadir su jurisdicción
nacional. Esa concepción chocaría con una de las tradiciones más antiguas de la
América Latina: la de la no intervención. Si la Convención de La Habana hubiera
pretendido conceder una protección general a toda persona perseguida por delitos
políticos durante sucesos revolucionarios, por la única razón de que debe presumirse
que la administración de justicia resulta alterada por ellos, se llegaría a injerencias
extranjeras especialmente ofensivas en los asuntos internos de los Estados.

Respecto a los numerosos casos citados por Colombia, la Corte estimó que
consideraciones de conveniencia o de oportunidad política parecían haber decidido al
Estado territorial a reconocer el asilo, sin que esa decisión fuese dictada por el
sentimiento de una obligación jurídica. En América Latina, el asilo es una institución
cuyo desarrollo se debe en gran medida a factores extrajurídicos.

Al tiempo que reconocía que en el momento de la concesión del asilo, el 3 de enero de


1949, no existía un caso de urgencia en el sentido de la Convención de La Habana, el
fallo precisó que ese reconocimiento no constituía una critica al Embajador de
Colombia. Su apreciación del caso no era un elemento pertinente para determinar la
validez del asilo: sólo tenía importancia la realidad objetiva de los hechos.

La Corte concluyó, por tanto, que la concesión del asilo no se ajustaba al párrafo 2 del
artículo 2 de la Convención de La Habana.
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Las dos conclusiones de Colombia fueron rechazadas: la primera, por 14 votos contra 2
(el Magistrado Azevedo y el Sr. Caícedo, Magistrado ad hoc); la segunda, por 15 votos
contra 1 (el Sr. Caicedo). Por otra parte, la reconvención del Gobierno del Perú fue
rechazada, por 15 votos contra 1, en la medida en que se basaba en una violación del
artículo de la Convención de La Habana en el que se prevé que no puede concederse el
asilo a las personas acusadas de delitos comunes. En cambio, en relación con el segundo
punto, se admitió la reconvención por 10 votos contra 6 (los Magistrados Alvarez,
Zoricic, Badawi Pasha, Read y Azevedo y el Sr. Caicedo, Magistrado ad hoc).

Se adjuntaron al fallo las opiniones disidentes de los Magistrados Alvarez, Badawi


Pasha, Read, Azevedo, y Caicedo. El Magistrado Zoricic suscribió, respecto al segundo
punto de la reconvención, la opinión disidente del Magistrado Read.

CASO DE HAYA DE LA TORRE

Fallo de 13 de junio de 1951

El caso de Haya de la Torre entre Colombia y el Perú, con Cuba como parte
interviniente, fue sometido a la Corte en las siguientes circunstancias:

En un fallo dictado el 20 de noviembre de 1950, la Corte había definido las relaciones


jurídicas entre Colombia y el Perú respecto a las cuestiones que esos Estados le habían
sometido en relación con el asilo diplomático en general y, en particular, con el asilo
concedido los días 3 y 4 de enero de 1949 por el Embajador de Colombia en Lima a
Víctor Raúl Haya de la Torre; la Corte había juzgado que, en ese caso, el asilo no había
sido concedido de conformidad con la Convención sobre el asilo firmada en La Habana
en 1928. Después de haberse dictado el fallo, el Perú pidió a Colombia que lo ejecutara
y que pusiera fin, mediante la entrega del refugiado, a una protección indebidamente
concedida. Colombia respondió que la entrega del refugiado no sólo incumpliría el fallo
del 20 de noviembre, sino que, además, violaría la Convención de La Habana, y, a su
vez, incoó un procedimiento ante la Corte mediante una solicitud presentada el 13 de
diciembre de 1950.
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En su solicitud, y durante el procedimiento, Colombia pidió a la Corte que determinara
el modo de ejecutar el fallo del 20 de noviembre de 1950 y, además, que declarara que,
en la ejecución de dicho fallo, no estaba obligada a entregar a Haya de la Torre. Por su
parte, el Perú pidió igualmente a la Corte que dijera de qué modo debía ejecutar
Colombia el fallo; además le pidió -que rechazara la conclusión de Colombia tendente a
que se resolviera, sin más, que no estaba obligada a entregar a Haya de la Torre y, en
segundo lugar, que declarara que el asilo debía haber cesado inmediatamente después
del fallo del 20 de noviembre y debla, en todo caso, cesar sin más demora, a fin de que
la justicia peruana pudiera reanudar su curso normal, que habla quedado suspendido.

En su fallo sobre el caso de Haya de la Torre, la Corte declaró:

Por unanimidad, que no formaba parte de sus funciones jurisdiccionales escoger entre
los diversos modos por los que podía ponerse fin al asilo;

Por 13 votos contra 1, que Colombia no estaba obligada a entregar a Haya de la Torre a
las autoridades peruanas;

Por unanimidad, que el asilo debía haber cesado una vez pronunciado el fallo del 20 de
noviembre de 1950, y que debía finalizar.

En su fallo, la Corte examina, -en primer lugar, la admisibilidad de la intervención del


Gobierno de Cuba. Ese Gobierno, valiéndose del derecho que confiere el Estatuto de la
Corte a las partes en una convención cuya interpretación se haya solicitado, había
depositado una declaración de intervención, en la que expresaba su punto de vista
respecto a la interpretación de la Convención de La Habana. El Gobierno del Perú
mantuvo que la intervención era inadmisible por ser tardía y porque constituía más bien
un intento de recurso por parte de un tercer Estado contra el fallo del 20 de noviembre.
A ese respecto, la Corte recordó que toda intervención es un incidente procesal; por
consiguiente, una petición de intervención sólo adquiere ese carácter si se refiere
efectivamente al objeto del procedimiento de que se trate. El objeto del presente caso es
una cuestión nueva -la entrega de Haya de la Torre a las autoridades peruanas-, cuestión
que había quedado completamente fuera de las peticiones de las partes y sobre la que,
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por consiguiente, no se habla pronunciado el fallo del 20 de noviembre. En esas
condiciones, queda por saber si la intervención tiene por objeto la interpretación de la
Convención de La Habana respecto a la cuestión de si Colombia estaba obligada a
entregar al refugiado: como, según el representante del Gobierno de Cuba, la
intervención tenía por fundamento la necesidad de interpretar un aspecto nuevo de la
Convención de La Habana, la Corte decidió admitirla.

La Corte procede seguidamente a examinar el fondo del asunto. Toma nota de que las
dos partes le preguntan cómo debe ejecutarse el fallo del 20 de noviembre. Ese fallo, al
decidir sobre la regularidad del asilo concedido, se limitó a definir las relaciones de
derecho que la Convención de La Habana había establecido al respecto entre las partes;
no daba ninguna instrucción a las partes, y sólo entrañaba para ellas la obligación de
cumplirlo. Ahora bien, la forma dada por las partes a sus peticiones muestra que
pretenden que la Corte escoja entre los diversos modos de poner fin al asilo. Esos
diversos modos están condicionados por elementos de hecho y por posibilidades que, en
gran medida, sólo las partes están en condición de apreciar. La elección no puede
basarse en consideraciones jurídicas, sino sólo en consideraciones de carácter práctico o
de oportunidad política. Por consiguiente, no entra en la función judicial de la Corte
efectuar esa elección, por lo que no puede acceder a las peticiones de las partes al
respecto.

En cuanto a la entrega del refugiado, se trata de una cuestión nueva, sometida a la Corte
sólo en la solicitud del 13 de diciembre de 1950 y que, por consiguiente, no fue decidida
en el fallo del 20 de noviembre. Según la Convención de La Habana, el asilo
diplomático, medida provisional para la protección temporal de delincuentes políticos,
debe cesar tan pronto como sea posible; sin embargo, la Convención no da una
respuesta completa a la cuestión de saber cómo debe cesar. Para los delincuentes de
derecho común se prevé expresamente la entrega a las autoridades locales. Para los
delincuentes políticos se prevé la concesión de un salvoconducto para que abandonen el
país. Sin embargo, sólo puede exigirse un salvoconducto cuando el asilo se haya
concedido o mantenido regularmente y cuando el Estado territorial exija que el
refugiado abandone el país. Para los casos en que el asilo sea irregular o en que el
Estado territorial no exija nada, la Convención no contiene ninguna disposición.
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Concluir de ese silencio una obligación de entrega sería contrario al espíritu de la
Convención, conforme a la tradición latinoamericana en materia de asilo, con arreglo a
la cual un refugiado político no debe ser entregado. No existe en esa tradición una
excepción en caso de asilo irregular. Para abandonarla, se habría requerido una
disposición convencional expresa; el silencio de la Convención implica que se ha
querido dejar la solución de tales situaciones a decisiones inspiradas por
consideraciones de. conveniencia o de simple oportunidad política.

Es cierto que, en principio, no hubiera debido oponerse el asilo a la acción de la justicia


nacional, y que la seguridad derivada de¡ asilo no puede interpretarse como una
protección contra las leyes y la jurisdicción de los tribunales legalmente constituidos. La
Corte lo declaró en su fallo del 20 de noviembre. Pero algo completamente diferente
sería la obligación de entregar a un acusado político en caso de asilo irregular. Se
trataría entonces de una asistencia positiva a las autoridades locales en su persecución
de un refugiado político, lo que rebasaría con mucho las conclusiones de la Corte en su
fallo del 20 de noviembre; esa asistencia sólo podría admitirse si estuviera expresamente
prevista en la Convención. En cuanto al caso de Haya de la Torre, la Corte constató en
su fallo del 20 de noviembre, por una parte, que no se había demostrado que antes de la
concesión del asilo se le hubiera acusado de delitos de derecho común; por otra parte, el
asilo no se le habla concedido de conformidad con la Convención. Por consiguiente, y
en vista de cuanto antecede, Colombia no está obligada a entregarlo a las autoridades
peruanas.

La Corte examina seguidamente las conclusiones de Perú, relativas al cese del asilo,
cuyo rechazo ha solicitado Colombia. La Corte constata que el fallo del 20 noviembre,
en el que se declaró que el asilo se ha concedido de modo irregular, entraña una
consecuencia jurídica: la de poner fin a esa irregularidad haciendo cesar el asilo. Por lo
tanto, el Perú tenía derecho a pedir ese cese; sin embargo, el Perú añadía que el asilo
debía césar "a fin de que la justicia peruana pueda reanudar su curso normal". La Corte
no puede hacer esa adición, que parece implicar una petición indirecta de entrega del
refugiado.
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La Corte llega, pues, a la conclusión de que el asilo debe cesar, pero Colombia no está
obligada a cumplir esa obligación mediante la entrega del refugiado. 1 dos
proposiciones no son contradictorias, pues la entrega no es el único modo de poner fin
al asilo.

Habiendo definido así, de conformidad con la Convención de La Habana, las relaciones


de derecho e las partes respecto a las cuestiones que se le han planteado, la Corte
declara haber cumplido su misión. puede dar ningún consejo práctico en cuanto al
camino que convendría seguir para poner fin al asilo, pues hacerlo rebasaría el marco de
su función judicial. embargo, cabe presumir, ahora que se han precisado sus relaciones
jurídicas recíprocas, que las partes a en condiciones de hallar una solución práctica y
satisfactoria, inspirada en las consideraciones de cortes de buena vecindad que en
materia de asilo siempre tenido un lugar prominente en las relaciones entre repúblicas
latinoamericanas.
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CONVENCION SOBRE ASILO DIPLOMATICO


(Caracas, 1954)

Los gobiernos de los Estados Miembros de la Organización de los Estados Americanos,


deseosos de concertar una Convención sobre Asilo Diplomático, han convenido en los
siguientes artículos:
Artículo I
El asilo otorgado en legaciones, navíos de guerra y campamentos o aeronaves militares,
a personas perseguidas por motivos o delitos políticos, será respetado por el Estado
territorial de acuerdo con las disposiciones de la presente Convención.
Para los fines de esta Convención, legación es toda sede de misión diplomática
ordinaria, la residencia de los jefes de misión y los locales habilitados por ellos para
habitación de los asilados cuando el número de éstos exceda de la capacidad normal de
los edificios.
Los navíos de guerra o aeronaves militares que estuviesen provisionalmente en
astilleros, arsenales o talleres para su reparación, no pueden constituir recinto de asilo.
Artículo II
Todo Estado tiene derecho de conceder asilo; pero no esta obligado a otorgarlo ni a
declarar por qué lo niega.
Artículo III
No es lícito conceder asilo a personas que al tiempo de solicitarlo se encuentren
inculpadas o procesadas en forma ante tribunales ordinarios competentes y por delitos
comunes, o estén condenadas por tales delitos y por dichos tribunales, sin haber
cumplido las penas respectivas, ni a los desertores de fuerzas de tierra, mar y aire, salvo
que los hechos que motivan la solicitud de asilo, cualquiera que sea el caso, revistan
claramente carácter político.
Las personas comprendidas en el inciso anterior que de hecho penetraren en un lugar
adecuado para servir de asilo deberán ser invitadas a retirarse o, según el caso,
entregadas al gobierno local, que no podrá Juzgarlas por delitos políticos anteriores al
momento de la entrega.
Artículo IV
Corresponde al Estado asilante la calificación de la naturaleza del delito o de los
motivos de la persecución.
Artículo V
El asilo no podrá ser concedido sino en casos de urgencia y por el tiempo estrictamente
indispensable para que el asilado salga del país con las seguridades otorgadas por el
gobierno del Estado territorial a fin de que no peligre su vida, su libertad o su integridad
personal, o para que se ponga de otra manera en seguridad al asilado.
Artículo VI
Se entienden como casos de urgencia, entre otros, aquellos en que el individuo sea
perseguido por personas o multitudes que hayan escapado al control de las autoridades,
o por las autoridades mismas, así como cuando se encuentre en peligro de ser privado de
su vida o de su libertad por razones de persecución política y no pueda, sin riesgo,
ponerse de otra manera en seguridad.
Artículo VII
Corresponde al Estado asilante apreciar si se trata de un caso de urgencia.
Artículo VIII
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El agente diplomático, Jefe de navío de guerra, campamento o aeronave militar, después
de concedido el asilo, y a la mayor brevedad posible, lo comunicará al Ministro de
Relaciones Exteriores del Estado territorial o a la autoridad administrativa del lugar si el
hecho hubiese ocurrido fuera de la Capital.
Artículo IX
El funcionario asilante tomará en cuenta las informaciones que el gobierno territorial le
ofrezca para normar su criterio respecto a la naturaleza del delito o de la existencia de
delitos comunes conexos; pero será respetada su determinación de continuar el asilo o
exigir el salvoconducto para el perseguido.
Artículo X
El hecho de que el gobierno del Estado territorial no esté reconocido por el Estado
asilante no impedirá la observancia de la presente Convención, y ningún acto ejecutado
en virtud de ella implica reconocimiento.
Artículo XI
El gobierno del Estado territorial puede, en cualquier momento, exigir que el asilado sea
retirado del país, para lo cual deberá otorgar un salvoconducto y las garantías que
prescribe el artículo V.
Artículo XII
Otorgado el asilo, el Estado asilante puede pedir la salida del asilado para territorio
extranjero, y el Estado territorial está obligado a dar inmediatamente, salvo caso de
fuerza mayor, las garantías necesarias a que se refiere el artículo V y el correspondiente
salvoconducto.
Artículo XIII
En los casos a que se refieren los artículos anteriores, el Estado asilante puede exigir
que las garantías sean dadas por escrito y tomar en cuenta, para la rapidez del viaje, las
condiciones reales de peligro que se presenten para la salida del asilado.
Al Estado asilante le corresponde el derecho de trasladar al asilado fuera del país. El
Estado territorial puede señalar la ruta preferible para la salida del asilado, sin que ello
implique determinar el país de destino.
Si el asilo se realiza a bordo de navío de guerra o aeronave militar, la salida puede
efectuarse en los mismos, pero cumpliendo previamente con el requisito de obtener el
respectivo salvoconducto.
Artículo XIV
No es imputable al Estado asilante la prolongación del asilo ocurrida por la necesidad de
obtener las informaciones indispensables para Juzgar la procedencia del mismo, o por
circunstancias de hecho que pongan en peligro la seguridad del asilado durante el
trayecto a un país extranjero.
Artículo XV
Cuando para el traslado de un asilado a otro país fuera necesario atravesar el territorio
de un Estado Parte en esta Convención, el tránsito será autorizado por éste sin otro
requisito que el de la exhibición, por vía diplomática, del respectivo salvoconducto
visado y con la constancia de la calidad de asilado otorgada por la misión diplomática
que acordó el asilo.
En dicho tránsito, al asilado se le considerará bajo la protección del Estado asilante.
Artículo XVI
Los asilados no podrán ser desembarcados en ningún punto del Estado territorial ni en
lugar próximo a él, salvo por necesidades de transporte.
DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO
PRÁCTICO UNIDAD Nº 2
Artículo XVII
Efectuada la salida del asilado, el Estado asilante no está obligado a radicarlo en su
territorio; pero no podrá devolverlo a su país de origen, sino cuando concurra voluntad
expresa del asilado.
La circunstancia de que el Estado territorial comunique al funcionario asilante su
intención de solicitar la posterior extradición del asilado no perjudicará la aplicación de
dispositivo alguno de la presente Convención. En este caso, el asilado permanecerá
radicado en el territorio del Estado asilante, hasta tanto se reciba el pedido formal de
extradición, conforme con las normas jurídicas que rigen esa institución en el Estado
asilante. La vigilancia sobre el asilado no podrá extenderse por más de treinta días.
Los gastos de este traslado y los de radicación preventiva corresponden al Estado
solicitante.
Artículo XVIII
El funcionario asilante no permitirá a los asilados practicar actos contrarios a la
tranquilidad pública, ni intervenir en la política interna del Estado territorial.
Artículo XIX
Si por causa de ruptura de relaciones el representante diplomático que ha otorgado el
asilo debe abandonar el Estado territorial, saldrá aquel con los asilados.
Si lo establecido en el inciso anterior no fuere posible por motivos ajenos a la voluntad
de los asilados o del agente diplomático, deberá éste entregarlos a la representación de
un tercer Estado Parte en esta Convención, con las garantías establecidas en ella.
Si esto ultimo tampoco fuere posible, deberá entregarlos a un Estado que no sea Parte y
que convenga en mantener el asilo. El Estado territorial deberá respetar dicho asilo.
Artículo XX
El asilo diplomático no estará sujeto a reciprocidad.
Toda persona, sea cual fuere su nacionalidad, puede estar bajo la protección del asilo.
Artículo XXI
La presente Convención queda abierta a la firma de los Estados Miembros de la
Organización de los Estados Americanos, y será ratificada por los Estados signatarios
de acuerdo con sus respectivos procedimientos constitucionales.
Artículo XXII
El instrumento original, cuyos textos en español, francés, inglés y portugués son
igualmente auténticos, será depositado en la Unión Panamericana, la cual enviará copias
certificadas a los gobiernos para los fines de su ratificación. Los instrumentos de
ratificación serán depositados en la Unión Panamericana y ésta notificará dicho depósito
a los gobiernos signatarios.
Artículo XXIII
La presente Convención entrará en vigor entre los Estados que la ratifiquen en el orden
en que depositen sus respectivas ratificaciones.
Artículo XXIV
La presente Convención regirá indefinidamente, pero podrá ser denunciada por
cualquiera de los Estados signatarios mediante aviso anticipado de un año, transcurrido
el cual cesará en sus efectos para el denunciante, quedando subsistente para los demás
Estados signatarios. La denuncia será transmitida a la Unión Panamericana y ésta la
comunicará a los demás Estados signatarios.
EN FE DE LO CUAL, los Plenipotenciarios infrascritos, presentados sus plenos
poderes, que han sido hallados en buena y debida forma, firman la presente Convención,
en nombre de sus respectivos gobiernos, en la ciudad de Caracas, el día veintiocho de
marzo de mil novecientos cincuenta y cuatro.

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