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Enrique Soria Mesa

EL CAMBIO INMÓVIL

TRANSFORMACIONES Y PERMANENCIAS
EN UNA ÉLITE DE PODER
(CÓRDOBA, SS. XVI-XIX)

Córdoba, 2000
Este libro fue premiado en el XIV Premio de Investigación Ciudad de Córdoba «Díaz del
Moral» (1999) actuando como jurado los profesores universitarios José Manuel de Ber-
nardo Ares, Juan Luis Castellano, Richard L. Kagan, Manuel de Lara Ródenas y José Luis
Pereira Iglesias.

Este libro se inscribe en el marco del Proyecto de Investigación


Las élites urbanas en la Andalucía moderna:
familia, riqueza, poder y cultura (PB98-1021),
financiado por la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología.

© ENRIQUE SORIA MESA Y AYTO. DE CÓRDOBA

Depósito Legal: C0/1299/00

ISBN: 84-89409-39-0

Foto Portada:
Árbol de la Familia Ríos-de la Madrid
Archivo Histórico Provincial de Córdoba
Legajo 5498

Impresión y Maquetación:
Imprenta La Puritana
Telf.: 957 27 19 41
Córdoba

IMPRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN


A don Antonio Domínguez Ortiz,
maestro de historiadores,
de quien tanto he aprendido en la cercana lejanía
AGRADECIMIENTOS

Son muchas las personas y las instituciones a las que este libro debe su
existencia. Sin ánimo de ser exhaustivo, he de agradecer a los siguientes
su colaboración de una forma u otra.
En primer lugar, y dedicado a su memoria, a dos grandes amigos y
admirados maestros que se fueron de entre nosotros poco antes de que
este libro saliera a la luz. Con todo mi cariño, a Ángel Rodríguez
Sánchez y José Luis Pereira Iglesias.
A los miembros del jurado que decidió premiar esta obra con el XIV
Premio de Investigación Díaz del Moral, a los cuales agradezco con
toda sinceridad sus observaciones, las cuales han contribuido sin duda
alguna a mejorar el original.
Al Exmo. Ayuntamiento de Córdoba, promotor del referido premio,
por mantener vigente, en estos tiempos difíciles, un premio de investi-
gación histórica, señal de una especial sensibilidad que le honra.
A mis compañeros del Área de Historia Moderna de la Universidad
de Córdoba, por lograr entre todos mantener un clima de amistad y
colaboración en el lugar de trabajo. Agradecimiento que va en especial
al Dr. José Manuel de Bernardo Ares, de cuya amistad me honro y de
quien he aprendido tanto.
Al Dr. Juan Luis Castellano, mi maestro, por todas sus sugerencias y
por su constante apoyo.
A don Antonio Domínguez Ortiz, a quien dedico con todo cariño esta
obra, por ser un modelo de comportamiento como historiador y, sobre
todo, como persona.
Al Archivo General de Simancas, gobernado por la mejor clase de
archiveros que existe, sabios y excelentes personas, que han consegui-
do convertir una temporada de investigación en una especie de viaje
iniciático al pasado. A José Luis, a Julia y sobre todo a Isabel Aguirre,
todo mi cariño. Al personal de los demás archivos consultados, en
especial al Histórico Provincial de Córdoba, mi agradecimiento por su
amabilidad y colaboración.
A mis alumnos y alumnas de Córdoba, siempre los primeros en cono-
cer los resultados de mi investigación, siempre dispuestos a debatir y a
comentar. Ellos saben quiénes son.
A mis amigos, los granadinos y los cordobeses, que quizá no sepan
cuánto suponen para mí. En especial a Gloria, Paco y Juan Antonio.
Finalmente, a mi familia, siempre presente en mi vida, a la que debo
todo lo que soy.
COVIELLE.- Sí. Era yo muy amigo de vuestro difunto señor padre.
JOURDAIN.- ¿De mi difunto padre?
COVIELLE.- Sí. Era un dignísimo caballero.
JOURDAIN.- ¿Mi padre?
COVIELLE.- Sí.
JOURDAIN.- ¿Le habéis conocido mucho?
COVIELLE.- En efecto.
JOURDAIN.- ¿y le tenéis por noble?
COVIELLE.- Sin duda
JOURDAIN.- iNo sé entonces cómo es el mundo!
COVIELLE.- ¿cómo?
JOURDAIN.- Hay gente necia que se empeña en decir que era comerciante.
COVIELLE.- ¿comerciante él? Es pura maledicencia; no lo fue jamás. Era tan
sólo sumamente entendido en telas, iba a escogerlas a todas partes,
las hacía traer a su casa y se las daba a sus amigos a cambio de
dinero.
JOURDAIN.- Estoy encantado de conoceros, a fin de que rindáis este homenaje
de que mi padre era noble.
COVIELLE.- Lo sostendré delante de todo el mundo.

Moliere, El burgués gentilhombre, acto cuarto, escena V.


ABREVIATURAS UTILIZADAS

A.C.Co. Archivo de la Catedral de Córdoba


A.Cu.G. Archivo de la Curia de Granada
A.D.Co. Archivo de la Diputación Provincial de Córdoba
A.G.S. Archivo General de Simancas
A.H.N. Archivo Histórico Nacional
A.H.P.Co. Archivo Histórico Provincial de Córdoba
A.H.P.G. Archivo Histórico Provincial de Granada
A.M.Co. Archivo Municipal de Córdoba
A.P.S.P. Archivo Parroquial de San Pedro
A.R.Ch.G. Archivo de la Real Chancillería de Granada
B.C. Biblioteca Colombina de Sevilla
B.N. Biblioteca Nacional
B.P.Co. Biblioteca Pública de Córdoba
R.A.H. Real Academia de la Historia
1
INTRODUCCIÓN
ENRIQUE SORIA MESA

Cuando la familia de don Luis de Góngora y Argote intentó probar en el


siglo XVII su inmemorial nobleza y limpieza de sangre por los cuatro costados, es
de imaginar la enorme sorpresa que se llevaría el gran poeta cordobés al descu-
brir unos supuestos antecedentes conversos en su linaje. Maledicencia de vecinos
y enemigos, es posible que pensara. Pero quizá una sospecha acerca de un pasado
familiar no del todo ortodoxo se cerniese sobre su mente.
Fray Luis de León, en cambio, sabía perfectamente que su genealogía oficial
nada tenía que ver con la real. No creo que le extrañase mucho que, en medio de
su proceso inquisitorial, saliese a relucir su abolengo confeso, como descendiente
de quemados por el Santo Oficio. Igual le sucedió a santa Teresa de Jesús, cuya
estirpe conversa se refleja en su temor a posibles indagaciones genealógicas de
algunos de sus demasiado intrépidos admiradores.
Finalmente, nos queda otra posible actitud, la del oligarca local orgulloso de
su pasado que dedica sus numerosos ratos libres a componer tratados sobre su
ilustre ascendencia. Éste probablemente ignore sus antecedentes hebraicos. De
ocultárselos se encargaron sus padres y abuelos, quienes conformaron una bella,
falsa y exitosa historia familiar que narraron al autor siendo niño.
Son todos éstos casos diferentes pero unidos por un mismo guión. Un hilo
conductor que nos habla de ascenso social y de cambios, pero también de conti-
nuidades y de falsedad. Falsas ascendencias, mitos continuistas, preservación del
status. El cambio era irreversible en la España Moderna, pero eso no significaba,
ni mucho menos, cuestionamiento del orden establecido. Habrá transformacio-
nes, nueva sangre en las élites, pero se mantendrá la ficción de que nada puede
cambiar. Para eso están los genealogistas.
En la Monarquía Española, de forma general, y en la Córdoba de los siglos
XVI al XVIII, en particular, se transformaron muchas cosas, cambió sustan-
cialmente la composición social de la élite gobernante, alcanzaron el poder gru-
pos oficialmente excluidos de los honores y las dignidades. Sin embargo, el siste-

-13 -
El cambio inmóvil

ma y su ideología sobrevivió. Incluso me atrevería a decir que se reforzó. La


integración de los otros fue total, y para ello se generaron nuevos mecanismos y
se bastardearon los ya existentes. Las consecuencias no fueron baladíes. Se esta-
ban reforzando continuamente las bases sociales sobre las que descansaba el enorme
edificio estatal de la Monarquía Hispánica. Que no es poco.

* * * * * * *

Éste es un libro que trata del poder; del poder en su encarnación local, sobre
todo. Su espacio y su tiempo son los correspondientes a la Castilla de la Edad
Moderna, el corazón de un enorme imperio que abarcaba varios continentes. Un
estado gobernado por una todopoderosa aristocracia que, en sus distintas divi-
siones y rangos, ocupaba las instituciones centrales. Y junto a ella, una nobleza
menor, de segunda fila, a veces conectada a los grandes linajes del país, que con-
trolaba los municipios, la sede institucional del poder local.
Aquí, como veremos más adelante, se analiza una élite local en un marco
temporal ambicioso, toda la Modernidad. Se trata de un estudio que se inserta
dentro de la nueva historia política, en la vertiente de la historia social del po-
der1 . Utilizaré para ello técnicas prosopográficas y análisis institucionales, pero
no es éste un libro de prosopografía ni una historia jurídica o institucional.
Lo que pretendo en las páginas que siguen es mostrar el comportamiento a
largo plazo de una élite local en la Castilla de los siglos XVI al XVIII, analizada
desde el punto de vista de los cambios sociales efectuados en su seno. Nada es
inmutable, sea cual sea su apariencia, pero menos lo es una élite de poder. Los
cambios se produjeron de forma sistemática, vulnerándose todos los principios
de continuidad, orden y eternidad de que tanto presumieron los poderosos del
Antiguo Régimen.
Sin embargo, no por ello se transformó el sistema. Al contrario, éste generó
determinadas defensas, creándose nuevas instituciones que transmutaban, como
fascinantes alquimistas, el plomo en oro. Son los Estatutos de Limpieza de San-
gre.

1
Véanse algunas reflexiones sobre este retorno historiográfico y las nuevas tendencias de investiga-
ción en este campo, en CASTELLANO, J.L. (ed.), Sociedad, administracion y poder en la España del
Antiguo Régimen. Hacia una nueva historia institucional, Granada, 1996; y CASTELLANO, J.L. y
DEDIEU, J.P. (dirs.), Réseaux, familles et pouvoirs dans le monde ibérique ala fin de /'Ancien Régime,
París, 1998.

-14-
ENRIQUE SoRIA MESA

Como ejemplo, he elegido la ciudad de Córdoba. Córdoba es, seguramente,


la ciudad más aristocratizada de España en la Edad Moderna 2 • En su Regimiento,
compuesto por docenas de caballeros veinticuatros (el equivalente andaluz de los
regidores), hubo más nobles de sangre que en ningún lugar de la Península. Los
linajes de la oligarquía local eran en verdad nobles, ricos y antiguos, los tres
requisitos anhelados por toda aristocracia municipal que se preciara.
Pues bien, incluso en Córdoba entró sangre nueva. En la mayoría de los
casos, discretamente; a veces, a raudales. Nada que ver, claro con ciudades como
Granada o Sevilla, tan cercanas y tan diferentes en este sentido. Y ahí radica la
importancia de Córdoba, pues incluso en una sociedad tan cerrada como ésta se
produjeron muchos cambios, se asistió a un ascenso social continuado y en oca-
siones espectacular. ·
Y, nuevo aliciente, en Córdoba se desarrollaron también precozmente los
clásicos mecanismos contra el cambio. Las barreras tradicionales se alzaron igual-
mente en la urbe. Sobre todo, el Estatuto de Nobleza y Limpieza de Sangre del
cabildo municipal, uno de los más antiguos de la Corona.
En este trabajo, pues, intentaré establecer este cambio y estas continuidades.
En primer lugar, definiendo los perfiles de la élite. A modo ensayístico y en bre-
ves páginas, se establecen las principales características de la oligarquía ciudada-
na. A continuación, en la parte central del libro, me detendré bastante en los
procesos ascendentes del cuerpo social que compone el patriciado urbano. Tanto
en las nuevas categorías como en las antiguas, pues hubo integración de los adve-
nedizos y también fulgurantes ascensos de los viejos linajes, algunas de cuyas
líneas pasaron en breve tiempo de regidores a Grandes de España.
Por último, lo que denomino la necesidad de eternidad3 • Se trata del aná-
lisis de las respuestas ideológicas aportadas por la élite castellana a la realidad del
continuo ascenso social. Hay que ocultar la brutal movilidad que sufre el sistema
mediante mecanismos disimulatorios. Me refiero a la genealogía, las historias
locales y, sobre todo, los discriminatorios Estatutos de Limpieza de Sangre.

2
Algo de lo que, además de los tópicos al uso, se era consciente en la época. Así Céspedes y Meneses
afirma en el Seiscientos que "hoy es cierto que no hay ciudad ni población en toda Europa de más
limpia y apurada nobleza, ni en tanto de más caballeros de sangre y mayorazgos riquísimos", cit. por
ORTIZ JUÁREZ, J.M', Fray juan de Almoguera. El obispo del Libro (Córdoba 1605-Lima 1676),
Córdoba, 1976, p. 12. ·
3
Obviamente, parafraseo el título del admirable libro de María Antonia VISCEGLIA, Il bisogno di
eternitá. I comportamenti aristocratici a Napoli in Eta Moderna, Nápoles, 1988.

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El cambio inmóvil

Al final, un extenso apéndice, tanto documental como de tablas, en donde se


intenta recoger buena parte de los datos utilizados para la elaboración de este
trabajo, descargando el texto en la medida de lo posible.
Antes de cerrar esta introducción, unas precisiones sobre terminología. No
es éste el sitio de entrar a debatir conceptos tan apasionantes y difíciles de delimi-
tar como los de familia y linaje, o élite, patriciado u oligarquía. Por simple como-
didad emplearé familia en su acepción habitual en la España moderna y reservaré
linaje (y estirpe) para el conjunto de descendientes de un mismo antepasado,
grupo de familias que comparten varonía, generalmente apellido y, a veces, co-
munidad de intereses. Emplearé, igualmente, el vago término Casa en el sentido
de rama particular de un linaje, generalmente definida por la existencia de uno o
varios mayorazgos, y que suele tener desarrollo propio y particularizado del res-
to del grupo.
Por su parte, y consciente de que puede haber diferencias de interpretación,
en las páginas que siguen entiendo que tanto élite, oligarquía como patriciado
responden a un mismo significado: grupo de familias, bastante cerrado pero no
hermético, de origen social variado pero con inevitable tendencia al
ennoblecimiento, que controlan el cabildo municipal y que mantienen entre sí
estrechas relaciones endogámicas. Es una definición lo suficientemente amplia
de las categorías dirigentes locales, pues engloba a las familias que ostentan el
poder, no sólo a los individuos que coyunturalmente están presentes en el cabil-
do. Es la élite del poder4 •
Finalmente, una disculpa. En este trabajo se habla bastante de genealogía. Es
inevitable, pues la posible novedad de sus conclusiones se debe al desentrañamiento
de los abolengos, falsos y verdaderos, de la élite local. He intentado, con gran
esfuerzo, reducir al mínimo las incursiones en el abstruso arte de la genealogía,
pero era imposible su desaparición. Sea como fuere, se narra lo imprescindible,
ni una línea más.

4
"La élite del poder descansa no sólo en la coincidencia de intereses entre las instituciones importan-
te, sino en la «Similaridad psicológica y en la mezcla social» de sus círculos más altos'', KORNHAUSER,
W., "¿«Élite de poder», o «grupos de veto»?", en Clase, Status y poder, Madrid, 1972, 11, p. 39,
comentando a C.W. MILLS, The Power Elite, Nueva York, 1956.

-16-
11
FUENTES
ENRIQUE SoRIA MESA

Muchas y muy variadas han sido las fuentes documentales utilizadas para la
confección de este trabajo 5 • Se han consultado bastantes archivos en un intento
de cruzar los datos disponibles. La recreación de las genealogías de los capitula-
res cordobeses ha sido muy laboriosa, pero el esfuerzo ha dado su fruto, al descu-
brir abundantes vetas conversas escondidas tras las genealogías oficiales. Y estoy
totalmente seguro que un análisis exhaustivo de sus ascendencias, imposible de
hacer de momento, daría nuevas sorpresas.
La fuente más inmediata han sido las probanzas relativas al Estatuto de No-
bleza y Limpieza de Sangre del cabildo cordobés. Se encuentran en el Archivo
Municipal de Córdoba6 , en la sección Caballeros Veinticuatro, Cajas 22 a 28.
Son muy numerosas y antiguas, empezando en 1570. En total se conservan 416
pruebas distintas, contenidas en 400 expedientes diferentes, ya que en algunos
de ellos la información acerca de la ascendencia del candidato es doble, uniendo
la probanza del propietario del oficio con la del poseedor actual. Esto sucede
siempre que hay una minoría de edad, y alguien, generalmente un pariente inme-
diato, desempeña mientras tanto el regimiento.
En algunos casos las pruebas se repiten, pues algunos veinticuatros ejercieron
en diferentes ocasiones algún oficio para renunciarlo posteriormente y volver a
ocuparlo años más tarde. Aunque nos pueda parecer absurdo con nuestra menta-
lidad, se efectuaron nuevas pruebas cada vez que esto sucedía.
Más importante es el hecho de que han desaparecido muchas de las proban-
zas. Algunas en fechas recientes, faltando dos, pues los 400 expedientes llegan,
numerados el el siglo XIX, hasta el 402. Han desaparecido, pues, las pruebas de

5
En la transcripción de documentos, así en el texto como en el Apéndice Documental, se ha actuali-
zado totalmente la grafía.
6
Sobre éste depósito documental, véase VERDÚ PERAL, A., Guía del Archivo Municipal de Córdoba,
Córdoba, 1997.

-19-
El cambio inmóvil

don Juan Fernández de Córdoba7 y de don Pedro de Concha y Venegas 8 • Pero


hay otros muchos regidores, de que tengo constancia documental, cuyas pruebas
no han llegado hasta nosotros. Y es una lástima, pues algunas debieron ser muy
dramáticas y nos aportarían numerosos datos.
Las pruebas, como veremos más adelante, sirven de poco en sí mismas. Esca-
sos son los folios, a veces no más de seis o siete. Casi nunca se aporta documen-
tación, y las referencias genealógicas a veces se quedan sólo en los padres. Las
probanzas son más indicativas por lo que callan o por lo que mienten que por los
datos que aportan de forma directa. Estamos ante la conjura del silencio. Pero
habrá tiempo de hablar de ello.
Del mismo Archivo Municipal se ha consultado amplia documentación rela-
tiva a los caballeros veinticuatro, a las probanzas de nobleza y recibimientos de
hidalgos, actas capitulares ... Un conjunto muy variado y diverso de documentos
que espero hayan servido para contrastar los anteriores datos.
Sin embargo, para el análisis social nada hay como los Protocolos Notariales,
conservados en el Archivo Histórico Provincial de Córdoba9 • No es éste el sitio
de hablar acerca de su virtualidad, pero baste decir que pocos registros seriados
son tan útiles a la hora de reconstruir las condiciones de vida de cualquier clase
de sociedad pasada. Sobre su valor, como es de todos conocido, lleva insistiendo
la más actual historiografía 10 •
En este caso, he recorrido con detalle parte de la increíble masa escritura!
cordobesa. Recuérdese que existen, muy completos para lo que es costumbre en
otras ciudades españolas, 43 escribanías a partir de principios del siglo XVII, es
decir y sin exagerar lo más mínimo, millones de documentos 11 •

7
Exp. 247. Es de 1655.
8
Exp. 253. Es de 1658.
9
Sobre el fondo de protocolos de este Archivo, un primer acercamiento lo realizó hace ya mucho
tiempo FLÓREZ DE QUIÑONES Y TOMÉ, V., "El archivo de Protocolos de Córdoba (Notas, índi-
ces y documentos)", Anales de la Academia Matritense del Notariado, 4 (1948), pp. 699-747.
10 No puedo aquí referir ni una mínima parte de los numerosos trabajos que han destacado el valor de

los protocolos notariales. Me remito, simplemente, a las actas del JI Coloquio de Metodología Histó-
rica Aplicada. La Documentación Notarial y la Historia, Santiago de Compostela, 1984, 2 vols. Un
estado de la cuestión actual, en clave modernista, en la interesante ponencia de J. LÓPEZ-SALAZAR
PÉREZ, "Los protocolos notariales. Fuentes documentales para la Historia Moderna", La investiga-
ción y las fuentes documentales de los archivos, Guadalajara, 1996, pp. 37-81.
11 Además del citado artículo de V. FLÓREZ DE QUIÑONES, véase también el útil repertorio de

testamentos que ofrece, para media Edad Moderna, Soledad GÓMEZ NAVARRO, La muerte en la
provincia de Córdoba. Inventario de escrituras notariales de Córdoba, Montilla y Fuente Obejuna
(1650-1833), Sevilla, 1996.

-20-
ENRIQUE SORIA MESA

El sistema empleado, lógicamente, ha sido el de catas. En concreto he vacia-


do buena parte del oficio 30, cuya clientela, detectada gracias a sondeos previos,
la componía mayoritariamente la élite entre la segunda mitad del Quinientos y la
primera de la centuria siguiente. Se han revisado los protocolos de varios escriba-
nos, llamados todos Rodrigo de Molina, entre 1550 y 1630. Cada año tiene tres
y a veces cuatro enormes protocolos de más de 1.000 folios cada uno. Con carác-
ter más disperso he revisado otras escribanías, a la búsqueda de escrituras de los
personajes que me interesaban. En total, varios cientos de protocolos.
Con todo ello he podido disponer de un importante acervo documental so-
bre las grandes familias cordobesas, si bien hay que reconocer que es práctica-
mente imposible un conocimiento exhaustivo acerca de sus niveles de fortuna,
sus comportamientos matrimoniales y familiares, sus prácticas cotidianas, la for-
ma de gestión del patrimonio ... Al menos lo es sin el concurso de un amplio
equipo de trabajo 12 •
Gracias a los testamentos, dotes y capitulaciones matrimoniales he podido re-
construir las políticas familiares en buena medida, eje sustancial de este trabajo. Todo
ello se emplea de forma cualitativa la mayoría de las veces; haría falta un completísi-
mo estudio prosopográfico para poder realizar afirmaciones definitivas sobre un
cuerpo social tan importante como éste. Sean las siguientes, pues, mezcla de asevera-
ciones y de hipótesis de trabajo que hay que confirmar, matizar o desmentir.
Los archivos nacionales y regionales han sido de gran utilidad para comple-
tar el acercamiento documental al objeto de estudio. Sus datos me han servido
siempre para matizar los locales, a la vez que han sido esenciales para desvelar
ciertos problemas genealógicos.
En el Archivo General de Simancas he recorrido totalmente la serie de ventas
de señoríos que se conservan en la sección Dirección General del Tesoro, Inventa-

12
Hay que recordar que sólo para Córdoba capital existen 43 escribanías anuales, desde principios
del Seiscientos, y 38 para el siglo XVI. Esta ingente documentación arranca de finales del siglo XV, y
se halla en un excelente estado de conservación, en líneas generales. Añadamos a ello que habría que
vaciar los registros notariales de muchos pueblos de la provincia. Y todo ello sin referir la documen-
tación conservada en los depósitos nacionales y regionales. Por poner sólo algunos ejemplos, en el
A.R.Ch.G. el fondo cordobés es, sin duda alguna, el más numeroso de todos los existentes, y en el
A.H.N. son cientos, cuando no miles, los expedientes de caballeros de las Órdenes Militares naturales
de esta ciudad y reino (recordemos que, para el Quinientos, la provincia de Córdoba es la tercera
región en número de caballeros de Calatrava, sólo superada por Toledo y por Italia entera,
FERNÁNDEZ IZQUIERDO, F., La Orden Militar de Calatrava en el siglo XVI. Infraestructura
institucional. Sociología y prosopografía de sus caballeros, Madrid, 1992, p. 253).

-21-
El cambio inmóvil

río 24, en donde se guardan los originales de las enajenaciones de jurisdicciones.


Ha sido una documentación muy importante que reconstruye el proceso en los
siglos XVI y XVII. Otra sección consultada, si bien de forma más episódica, ha
sido la correspondiente a los Memoriales de la Cámara de Castilla, con docu-
mentación miscelánea.
Los documentos del Archivo Histórico Nacional me han servido, esencial-
mente, para dos fines. En primer lugar, establecer correctamente las ascendencias
de muchos de los veinticuatros cordobeses y de sus estirpes, así como centrarlos
en su auténtico contexto social. Los expedientes de las pruebas para cruzarse
caballero de Santiago, Calatrava o Alcántara, en la sección de Órdenes Militares
han sido de un valor inestimable, así como las de Carlos III, éstas en la sección de
Estado. Lo mismo sucedió con la gran cantidad de expedientes genealógicos para
ingresar en el Santo Oficio como familiar, comisario, notario o calificador, con
los que completé la anterior serie documental. Pero tales documentos, conserva-
dos en la sección de Inquisición, destinados a ensalzar las glorias de los abolengos
cordobeses, aportaron información en un sentido absolutamente opuesto 13 •
En efecto, y paradójicamente, al intentar obtener una familiatura del Santo
Oficio era frecuente que lo que se demostrase genealógicamente era la impureza
de la sangre del candidato. Muchos, muchísimos, de los futuros miembros de la
Inquisición vieron salpicadas sus informaciones de memoriales anónimos, de car-
tas, de testificaciones contrarias, de documentos comprometedores, de sambenitos
redivivos. Y aunque la inmensa mayoría de las probanzas concluyeron con éxito
-su coste es otro tema- la documentación está ahí, y su valor es incalculable.
En Toledo se encuentra el Archivo Histórico Nacional. Sección Nobleza. La
fortuna ha querido que en él se reuna la mayoría de los archivos de las Casas
señoriales de Córdoba. No ha habido tanta suerte en lo que respecta a la élite
urbana, pero la consulta de los fondos de la Casa ducal de Fernán Núñez (Gutiérrez
de los Ríos) ha aportado algunos datos de interés, lo mismo que la revisión de
algunos legajos del depósito de la Casa de Frías, en concreto lo referente a los
condes de Alcaudete. Muy otro será el panorama cuando se ponga a disposición
del investigador el archivo condal de Luque, que unifica muchas Casas de la élite
cordobesa 14 •

13
Están magníficamente catalogados por J.A. MARTÍNEZ BARA, Catálogo de las informaciones genealógicas
de la Inquisición de Córdoba conservadas en el Archivo Histórico Nacional, Madrid, 1970, 2 vols.
14
Lo mismo que cuando se ponga a disposición del público el Archivo de la Casa de Viana, recientemen-
te adquirido por Cajasur. Sobre algunos archivos de la nobleza cordobesa, aún en manos particulares,
véase VERDÚ PERAL, A., Archivos privados y semipúblicos de Córdoba capital, Córdoba, 1992.

- 22-
ENRIQUE SoRIA MESA

La Biblioteca Nacional, en su sección Manuscritos, custodia innumerables


tratados genealógicos, algunos de ellos impresos, que han servido para comparar
la realidad de los datos con la ficción de los escritores a sueldo 15 •
Los árboles genealógicos de la Colección Salazar y Castro de la Real Acade-
mia de la Historia han permitido reconstruir bastantes ascendencias. Este fondo,
sin par para la historia de la nobleza medieval y moderna de España, sigue siendo
un venero inagotable.
Todo aquel que conozca el Archivo de la Real Chancillería de Granada sabrá
de la riqueza de sus fondos, y de la gran cantidad de información que puede
proporcionar, sobre todo acerca de las clases dirigentes. La Sala de Hijosdalgo
conserva muchos pleitos de hidalguía, que han servido para aportar algunos da-
tos sobre ciertas ascendencias y, en especial, para comprobar lo que la ciudad de
Córdoba pretendía con el control de las concesiones de hidalguías 16 •
Además, los pleitos sobre sucesión de capellanías, patronatos y mayorazgos
han permitido reconstruir, siquiera parcialmente, los niveles de fortuna de la
élite cordobesa. Junto con ellos, se ha consultado otra documentación de carác-
ter más misceláneo.
En el Archivo de la Diputación Provincial de Córdoba se custodian las prue-
bas relativas a la Cofradía de la Caridad, algunos de cuyos hermanos pertenecie-
ron a la élite urbana. Además del valor intrínseco de los documentos, me han
servido para apreciar hasta qué punto están devaluadas las informaciones en otro
ámbito distinto al municipal pero bastante relacionado con él. Pero eso lo trata-
remos más tarde.
Otros archivos han aportado menos información, pero igualmente válida.
En el Archivo Parroquial de San Pedro se depositan los registros sacramentales
de parte de la oligarquía urbana, y su consulta ha aportado algunas partidas de
interés. En el Archivo Histórico Provincial de Granada se revisaron bastantes
Porcones, impresos de pleitos sobre mayorazgos. Por su parte, en el Archivo Ge-
neral de Andalucía (Sevilla) está, relativamente bien catalogado, el fondo Hoces,
condes de Hornachuelas, una de las principales y más antiguas Casa del patricia-

15
GARCÍA CUBERO, L., Bibliografía heráldico-genealógico-nobiliaria de la Biblioteca Nacional (Ma-
nuscritos), Madrid, 1992. Esta obra contiene muchísimos errores de transcripción de apellidos, y
grandes ausencias en la ficha de los documentos, sin embargo, tiene valor una vez depurada.
16
Sobre ellos, un listado meramente alfabético, en NÚÑEZ ALONSO, P., Sección de Hidalguía. In-
ventario, Granada, 1985, 2 vols.

-23-
El cambio inmóvil

do cordobés. Un estudio sistemático de sus legajos permitirá acercarse a la reali-


dad de la élite local; mientras tanto, las catas que he realizado han sido muy
prometedoras. El Archivo de la Curia de Granada, en su sección Expedientes
Matrimoniales, ha sacado a la luz algunos enlaces realizados entre la élite cordo-
besa y miembros de la mesocracia granadina.
Por último, la reciente apertura al público del Archivo de la Catedral de
Córdoba ha permitido a quien esto escribe aventurarse, si quiera en una primera
etapa, en el estudio de las redes familiares de los prebendados catedralicios. A la
espera de futuros trabajos que nos desvelen la sociología de los canónigos y
racioneros cordobeses 17 , he podido incorporar a este trabajo los primeros resul-
tados, muy interesantes, sobre la conexión entre las familias que rigen el munici-
pio y las que se instalan en el poder eclesiástico.

17 Nada dice de ellos en su, por otra parte, interesante tesis doctoral R. VÁZQUEZ LESMES, Córdoba
y su cabildo catedralicio en la Modernidad, Córdoba, 1987.

-24-
III
FUENTES IMPRESAS
Y BIBLIOGRAFÍA
ENRIQUE SoRIA MESA

111.1. FUENTES IMPRESAS


ACTAS DE LAS CORTES DE CASTILLA. Madrid, 58 vols.

ALTAMIRANO Y CARVAJAL, J.M., Discurso instrumental genealógico. Memo-


rial que pone a los pies del rey nuestro señor D. Francisco Antonio de Viedma
Medina ... Granada, 1723.

ANÓNIMO, Casos notables de la ciudad de Córdoba (n618?), Montilla, 1982.

ARGOTE DE MOLINA, G., El conde Lucanor. Compuesto por el Excmo. prínci-


pe Juan Manuel, hijo del in{ante don Manuel y nieto del sancto rey don Fernando.
Dirigido por Gonzalo de Argote y de Molina al muy ilustre señor don Pedro Ma-
nuel, Sevilla, 1575.

BARRIONUEVO, J. de, Avisos, Madrid, 1968-69, 2 vols.

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Moderna, Málaga, 1996.
VISCEGLIA, Mª A., Il bisogno di eternitá. I comportamenti aristocratici a Napoli
in Eta Moderna, Nápoles, 1988.
VV.AA., Les parentés fictives en Espagne (XVI•-XVIJ• siecles), París, 1988.
WOOD, J.B., The Nobility of the Election of Bayeux, 1463-1666. Continuity
through Change, Princeton, 1980.
YUN CASALILLA, B., Crisis de subsistencias y conflictividad social en Córdoba a
principios del siglo XVI. Una ciudad andaluza en los comienzos de la Modernidad,
Córdoba, 1980.
- - - - - - - - , «Aristocracia, señorío y crecimiento económico en Castilla:
algunas reflexiones a partir de los Pimentel y los Enríquez (siglos XVI y XVII)»,
Revista de Historia Económica, 3 (1985), pp. 443-71.
- - - - - - - - , «La aristocracia castellana en el Seiscientos. ¿crisis,
refeudalización u ofensiva política?», Revista Internacional de Sociología, 45-1
(1987), pp. 77-104.

-49-
El cambio inm6tJil

YUN CASALILLA, B., «Aristocracia, Corona y oligarquías urbanas en Castilla


ante el problema fiscal. 1450-1600 (una reflexión a largo plazo)», Hacienda Pú-
blica Española. Historia de la Hacienda en España (siglos XVI-XX). Homenaje a
don Felipe Ruiz Martín, 1 (1991), pp. 25-41.
- - - - - - - - , «La «crisis» de la aristocracia en España e Inglaterra. Una
visión comparativa», en VV.AA., Las crisis en la Historia, Salamanca, 1995, pp.
77-99.
- - - - - - - - , «Felipe 11 y el endeudamiento de la aristocracia. Un avan-
ce», en' Las sociedades ibéricas y el mar a finales del siglo XVI. JI. La Monarquía.
Recursos, organización y estrategias, Madrid, 1998, pp. 59-80.
ZANETII, D.E., La demografia del patriziato milanese nei secoli XVII, XVIII,
XIX, Pavía, 1972.

-50-
IV
UNA REVISIÓN
HISTORIOGRÁFICA
ENRIQUE SüRIA MESA

Mucho se ha escrito acerca del Municipio en la España Moderna. Mucho, si


bien tarde, pues hemos de esperar a los años 70 de este siglo para encontrarnos
con monografías interesantes, que revisen el panorama positivista anterior. Los
estudios locales y regionales, tan en boga en los años del tardofranquismo y de la
Transición, plantearon por vez primera la necesidad de atender al ámbito concejil,
a la institucionalización del poder local. Lejanos ya los tiempos en los que la
Historia de España no consistía sino en la historia de sus batallas, reyes y anécdo-
tas, el espacio inmediato del poder venía a ocupar un lugar destacado en las
inquietudes de los historiadores hispanos 1•
Sin embargo, este panorama distaba de ser idílico. Lo único que parecía inte-
resar, salvo contadas excepciones, era el ámbito institucional, el marco jurídico y
poco más 2 • Obras como la de Carlos Merchán3, increíblemente casi la única sín-
tesis de que disponemos, es poco más que un compendio de colecciones norma-
tivas aderezado con algunos datos de segunda mano 4 •
Habrá que esperar bastantes años para que se empiece a despertar el interés
de los autores por la realidad social que se esconde detrás de los concejos. Y más
concretamente, sobre las élites y la nobleza. Más allá de los estudios puramente
genealógicos, propios de los aficionados al tema, pocos trabajos se centraron en

1
Me remito, para evitar excesivas digresiones, a las recientes publicaciones de Antoni PASSOLA
TEJEDOR, La historiografía sobre el municipio en la España Moderna, Lleida, 1997, y José Manuel
de BERNARDO ARES, «El régimen municipal en la Corona de Castilla», Studia Historica. Historia
Moderna, 15 (1996), pp. 23-61, y, sobre todo, el flamante libro de este último, El poder municipal y
la organización política de la sociedad. Algunas lecciones del pasado, Córdoba, 1998.
2
Hasta fechas muy recientes. Por sólo poner un ejemplo, el libro de María LÓPEZ DÍAZ, Goberno
municipal e Administración local na Galicia do Antigo Réxime, Santiago, 1993, prácticamente nada
dice del origen social del los capitulares, aun cuando se detiene bastante en el análisis institucional del
regimiento.
3
MERCHÁN FERNÁNDEZ, C., Gobierno municipal y administración local en la España del Anti-
guo Régimen, Madrid, 1988.
4
Tampoco es de mucho valor el libro de A. HIJANO PÉREZ, El pequeño poder. El municipio en la
Corona de Castilla: siglos XV-XIX, Madrid, 1992.

-53 -
El cambio inmóvil

el análisis de la composición del estamento nobiliario, de su jerarquía interna, de


sus niveles de fortuna y sus ámbitos de actuación política. Don Antonio Domínguez
Ortiz, como casi siempre, fue el pionero5 ; continuadores no le faltaron, pero no
en la cantidad que sería deseable6.
Porque la nobleza ha sido analizada como un objeto inerte, un cuerpo cerra-
do, inmutable y, me atrevería a decir, casi eterno. La mayoría de los investigado-
res que se han centrado en su estudio, y algunos han escrito páginas excelentes7 ,
han obviado el cambio, las transformaciones internas, los procesos de ascenso y
de ingreso en el estamento, el tendencial clasismo de sus estructuras ... En Euro-
pa, en cambio, y a partir de las reflexiones sobre la crisis de la nobleza europea, el
panorama es bien distinto 8 •
En efecto, en Francia ya se habían establecido los debates historiográficos
acerca de la composición social del estamento nobiliario, hoy decantados en bue-
na parte hacia la negación o la matización de numerosos tópicos, entre ellos y
sobre todos el del enfrentamiento entre la nobleza de sangre y la de toga 9 • Parece
aceptada la existencia de una comunidad de intereses superior a los posibles con-
flictos coyunturales. Una nobleza compuesta por familias antiguas, sí, pero tam-
bién por muchas en rápido ascenso social, progresión ésta que consiguen ocultar
con diversos mecanismos de integración 10 •

5
La sociedad española en el siglo XVII. l. El estamento nobiliario, Madrid, 1963, reeditado en Grana-
da, 1992, 2 vols.
6
Un repertorio bibliográfico razonado y bastante completo en COLÁS LATORRE, G. y SERRANO
MARTIN, E., «La nobleza en España en la Edad Moderna: líneas de estudio a partir de La Sociedad
española del siglo XVII de don Antonio Domínguez Ortiz», Manuscrits, 14 (1996), pp. 15-37.
7
Es el caso del.AA THOMPSON, «The Nobility in Spain, 1600-1800>>, en H.M. Scott (ed.), The European
Nobilities in the Seventeenth and Eighteenth Centuries. l. Western Europe, landres, 1995, pp. 174-236.
8
Además del clásico libro de L. STONE, La crisis de la aristocracia, 1558-1641, Madrid, 1985 (la
edición inglesa es de 1965), véanse PETERSON, E.L., «La crise de la noblesse danoise entre 1580 y
1660»,Annales E.S.C., 4 (1968), pp. 1237-1261; y BILLACOIS, F., «La crise de la noblesse européenne
(1550-1650). Une mise au point», Revue d'histoire moderne et contemporaine, 23 (1976). Muy intere-
sante resulta el artículo de B. YUN CASALILLA, «La «crisis» de la aristocracia en España e Inglaterra.
Una visión comparativa», en VV.AA., Las crisis en la Historia, Salamanca, 1995, pp. 77-99.
9
CREMER, A., «La genese de la notion de noblesse de robe», Revue d'Histoire Moderne et
Contemporaine, 46-1 (1999), pp. 21-38.
10
Un ejemplo particular, en SERVEL, A., «Les signes extérieurs de notabilité en Pays d'Apt aux XVI'
et XVII' siecles». Revue d'histoire moderne et contemporaine, 42-2 (1995), pp. 195-218. Interesan
mucho las recientes reflexiones de PARKER, D., Class and State inAncien Régime France. The road to
modemity?, Londres, 1996, en especial las pp. 111 y ss. Véase, para un caso particular, HAMON,
Ph., «La chute de la maison de Thou: la fin d'une dynastie robine», Revue d'Histoire Moderne et
Contemporaine, 46-1 (1999), pp. 53-85.

-54-
ENRIQUE SORIA MESA

Añadamos a ello el descubrimiento de la enorme importancia de los patriciados


urbanos, sorprendente hallazgo en un país oficialmente tan centralista. Los aná-
lisis de las élites locales, especialmente los más recientes, muestran el cambio
como el fundamento esencial de la continuidad 11 •
En Inglaterra, por su parte, el debate historiográfico sobre el ascenso social,
la composición real del patriciado, el éxito de la gentry y la infiación de los
honores, entre otros temas de interés, ha llevado a muchos autores a defender, y
ésta quizá sea la corriente dominante en la actualidad, la existencia de una élite
de poder más tradicional -permítaseme la expresión- de lo que se pensaba, con
más permanencias que cambios, menos abierta en fin. Estas nuevas tesis se opo-
nen a la antaño imperante creencia en una élite continuamente renovada por
advenedizos procedentes del mundo del comercio y de las finanzas, acentuando
la mezcla de sangres existente. En lugar de desplazamiento, integración. Toda
una revolución, al menos aparentemente.
Quizá haya sido, de todos ellos, Lawrence Stone quien ha puesto con más
intensidad el acento en la continuidad de las élites de poder, matizando mucho las
conclusiones de su conocido libro La crisis de la aristocracia. En su interesante obra
An Open Élite?, Stone plantea en términos seculares la vinculación familiar exis-
tente entre los grandes terratenientes del Quinientos y los del Ochocientos 12 • Aña-
damos la reflexión simultánea de Cannon 13 , quien habla de un siglo XVIII contro-
lado por la aristocracia de sangre. El debate sobre la movilidad social está abierto,
como lo estuvo en los años 60 y 70 14 , pero con un carácter bien distinto 15 : hay

11 Los más representativos e interesantes estudios, D EWALD, J., The Formation ofa Provincial Nobility.

The Magistrates of the Parlement of Rouen, 1499-1610, Princeton, 1980; WOOD, J.B., The Nobility
of the Election ofBayeux, 1463-1666. Continuity through Change, Princeton, 1980; y DIEFENDORF,
B.B., Paris City Councillors in the Sixteenth Century, Princeton, 1983. El más reciente, RUGGIU, F.J.,
Les élites et les vil/es moyennes en France et en Angleterre (XVIl'-XVlll' siecles), París, 1997 (al respec-
to, interesan en especial los capítulos tercero y cuarto).
12
An Open Élite? England, 1540-1880, Oxford, 1984.
13
Aristocratic Century: the Peerage of Eigteenth Century England, Cambridge, 1984. Del mismo
autor, una reflexión general en «The British Nobility, 1660-1800», The European Nobilities in the
Seventeenth and Eigteenth Centuries, Londres, 1995, I, pp. 53-81.
14 Me refiero, entre otros, a los artículos de L. STONE «Social mobility in England, 1500-1700» y A.

EVERITT, «Social mobility in Early Modem England», publicados ambos en el número 33 de Past and
Present (1966, pp. 17-55 y 57-73). También interesan SEAVER, P. S., Seventeenth-century England: society
in an age of revolution, Nueva York, 1976; y COOPER, S.M., «Intergenerational social mobility in late-
seventeenth- and early-eighteenth-century England», Continuity and Change, 7 (1992), pp. 283-301.
15 Véase el contexto político de todos estos cambios historiográficos en LA.A. THOMPSON, «Clío se hace

conservadora: la historiografía británica de la Edad Moderna desde mediados de la década de 1980», Diez
Años de historiografía modernista. Monografías de la revista Manuscrits, Bellaterra, 1997, p. 99.

-55-
El cambio inmóvil

fuertes ascensos sociales, pero se compensan con la fácil integración de los advene-
dizos en el grupo dirigente. La mezcla permite la continuidad.
En España, poco han preocupado en cambio problemas de la envergadura del
cambio social, la pérdida de poder de la aristocracia y el ascenso de las nuevas catego-
rías. Si bien es verdad que existen excelentes estudios sobre la crisis de la nobleza
tradicional, como los de Jago 16 o Yun Casalilla 17, no son sino la excepción que confir-
ma la regla. En los últimos años, tan sombrío panorama parece ir cambiando. Los
recientes análisis de las élites españolas comienzan a discurrir, afortunadamente, por
el terreno de la prosopografía. Esta, en palabras de L. Stone, no es sino
«la investigación retrospectiva de las características comunes a un
grupo de protagonistas históricos, mediante un estudio colectivo de
sus vidas» 18 •
La andadura de este análisis minucioso de un cuerpo social definido se inició
en nuestro país con la publicación de la tesis doctoral de Janine Fayard 19 • Este
libro, cuya traducción española se editó, sorprendentemente, de inmediato, es
un excelente estudio sobre los consejeros de Castilla y, a la vez, una magnífica
ventana abierta hacia el mundo de las élites hispanas, hasta entonces bastante
descuidado. El ascenso social de los letrados, la endogamia profesional, el
encastamiento corporativo, el descubrimiento de pautas de vida aristocratizantes ...
son grandes aportaciones de este libro, nunca demasiado ponderado 20 •

16
JAGO, Ch., «The Influence of Debt on the Relations between Crown and Aristocracy in Seventeenth-
Century Castile», &onomic History Review, 26 (1973), pp. 218-236; y «La «crisis de la aristocracia» en la
Castilla del siglo XVII», Poder y sociedad en la España de los Austrias, Barcelona, 1982, pp. 248-286.
17
YUN CASALILLA, B., «La «crisis» de la Aristocracia... »; «Aristocracia, señorío y crecimiento econó-
mico en Castilla: algunas reflexiones a partir de los Pimentel y los Enríquez (siglos XVI y XVII)»,
Revista de Historia Económica, 3 (1985), pp. 443-71; «La aristocracia castellana en el Seiscientos.
icrisis, refeudalización u ofensiva política?», Revista Internacional de Sociología, 45-1 (1987), pp. 77-
104; «Aristocracia, Corona y oligarquías urbanas en Castilla ante el problema fiscal. 1450-1600 (una
reflexión a largo plazo)», Hacienda Pública Española. Historia de la Hacienda en España (siglos XVI-
XX). Homenaje a don Felipe Ruiz Martín, 1 (1991), pp. 25-41. Muy reciente, «Felipe II y el endeuda-
miento de la aristocracia. Un avance», en Las sociedades ibéricas y el mar a finales del siglo XVI. II. La
Monarquía. Recursos, organización y estrategias, Madrid, 1998, pp. 59-80.
18
El pasado y el presente, México, 1986, p. 61. Véase una reciente aplicación de este método sobre un
amplio contexto geográfico, en BURKE, P., Venecia y Amsterdam. Estudio sobre las élites del siglo
XVII, Barcelona, 1996.
19
Los miembros del Consejo de Castilla (1621-1746), Madrid, 1982.
20
Añadamos el muy útil conjunto de datos publicado por la misma autora, Los ministros del Consejo
Real de Castilla (1621-1788). Informes biográficos, Madrid, 1982.

-56-
ENRIQUE SORIA MESA

Sin embargo, pocos continuadores tendrá de inmediato. Es sorprendente que,


si exceptuamos la obra de Pelorson, nadie haya continuado esa brecha historio-
gráfica aprovechando las ingentes cantidades de documentación existentes sobre la
polisinodia. O quizá esa misma sea la causa del problema. Pelorson escribió un
fascinante libro sobre los consejeros de Castilla en tiempos de Felipe IIl 21 • El mode-
lo seguido es bastante parecido al anterior, si bien a mi juicio es inferior, salvo en el
terreno cultural en donde le supera.
Habrá que esperar muchos años para que vuelvan a publicarse análisis
prosopográficos sobre las élites castellanas. Mientras, en Cataluña el panorama
es bien diferente, pues desde el pionero estudio de James Amelang, que marcó
toda una época22, y los trabajos de Pere Molas 23 se han publicado varias excelen-
tes monografías sobre el patriciado leridano y barcelonés24 •
Madrid, la capital del imperio hispánico, no podía quedar al margen de esta
corriente renovadora de la Historia Moderna. Al calor de unos fuertes equipos
de investigación en las distintas universidades, de muy distinta procedencia y
orientación, se van a publicar entre los años 1993 y 1995 un par de tesis sobre el
regimiento madrileño.
La primera, la de Ana Guerrero Mayllo sobre los regidores madrileños en la
época de Felipe 1125. La otra, la de Mauro Hernández, que completa la cronología
moderna y se centra en la oligarquía urbana de la villa y Corte 26 • Las dos estu-
dian, bajo el prisma de la prosopografía, un cuerpo social fascinante. Pero, con
gran diferencia, la obra de Mauro Hernández es mucho más sólida y profunda,
huyendo del cansino positivismo27 •

21
Les letrados juristes castillans sous Philippe III. Recherches sur leur place dans la sociéte, la culture
et l'état, París, 1980.
11
La formación de una clase dirigente: Barcelona, 1490-1714, Barcelona, 1986.
13
Sería muy difícil resumir aquí su ingente producción, por lo que me limitaré a citar un libro clásico,
del que fue coautor e inspirador, Historia social de la administración española. Estudios sobre los siglos
XVII y XVIII, Barcelona, 1980, y uno muy reciente, Catalunya i la Casa d'Austria, Barcelona, 1996.
24
Destacaré, sobre todo, los excelentes trabajos de Antoni PASSOLA TEJEDOR, Oligarquía i poder a
la Lleida deis Austria. Una elit municipal catalana en la formació de l'estat modern, Lleida, 1997; y de
María Adela FARGAS PEÑARROCHA, Famflia i poder a Catalunya, 1516-1626. Les estrategies de
consolidació de la classe dirigent, Barcelona, 1997. A la bibliografía en ellos contenida me remito.
15
GUERRERO MAYLLO, A., Familia y vida cotidiana de una élite de poder. Los regidores madrileños
en tiempos de Felipe JI, Madrid, 1993.
26
HERNÁNDEZ, M., A la sombra de la Corona. Poder local y oligarquía urbana (Madrid, 1606-
1808), Madrid, 1995.
17
Una amplia reseña de su obra, en GARCÍA MONERRIS, E., «La oligarquía urbana en la Edad
Moderna», Hispania, 194 (1996), pp. 1121-1131.

-57-
El cambio inmóvil

Otras obras por el estilo, que utilizan algunos de los recursos metodológicos
anteriores, desvelan parte de las élites de Logroño 28 , Salamanca29 y Toledo 30 .
Sobre la cúspide de los regidores, los procuradores en Cortes, ha escrito
brillantes páginas lrving Thompson. En ellas, y utilizando esquemas de biografía
colectiva, alcanza resultados fácilmente extrapolables al resto del patriciado ur-
bano31. Se trata de una primera aproximación al tema, pero sus conclusiones
resultan de gran interés32 .
Si analizamos un listado de regidores de una gran ciudad castellana, protegida
o no por el estatuto, observaremos cómo poco -o casi nada- tienen que ver, social-
mente hablando, los capitulares del siglo XVIII con los del XVI. Desde un análisis
somero, fijándonos sólo en los apellidos, hasta un estudio en profundidad, recons-
truyendo las trayectorias familiares de manera particularizada, se trata siempre de
diferentes personas, diferentes familias. La causa, sin duda alguna, la venta de ofi-
cios, que, como dijo Benjamín González Alonso, permitió la entrada en los munici-
pios de categorías sociales ajenas a la nobleza, muchos de ellos conversos33 .
A pesar de no existir ningún estudio concreto que trate de tales cambios en la
composición de los regimientos castellanos, a través de lo publicado es posible
advertir estas transformaciones sociales en grandes urbes como Granada34 , Mur-
cia35, Sevilla36 , Ávila37 , Madrid38 ... Lo mismo acontece en ciudades medianas de

28
BURGOS ESTEBAN, F.M., «Las bases sociales del poder de la élite del estamento hidalgo. El linaje
hidalgo de los Barrón (Logroño. Siglos XVI y XVII)», Brocar, 15 (1989), pp. 91-117; y, sobre todo,
Los lazos del poder. Obligaciones y parentesco en una élite local castellana en los siglos XVI y XVII,
Valladolid, 1994.
29
LÓPEZ BENITO, C.l., La nobleza salmantina ante la vida y la muerte (1476-1535), Salamanca, 1991.
30
ARANDA PÉREZ, F.J., Poder municipal y oligarquías urbanas en Toledo en el siglo XVII, Madrid,
1992, Tesis Doctoral Inédita, de la que acaba de publicarse el libro Poder y poderes en la ciudad de
Toledo. Gobierno, sociedad y oligarquías en la Edad Moderna, Cuenca, 1999.
31
«Cortes y ciudades: tipología de los procuradores (extracción social, representatividad)», en Las
Cortes de Castilla y León en la Edad Moderna, Salamanca, 1989, pp. 193-248.
32
Habrá que estar a la espera de la finalización de la tesis doctoral de Christine Aguilar sobre los
Procuradores en Cortes de Castilla, que seguramente será una gran aportación historiográfica.
33
GONZÁLEZ ALONSO, B., Sobre el Estado y la Administración de la Corona de Castilla en el
Antiguo Régimen, Madrid, 1981, pp. 64 y ss.
34
MARINA BARBA, J., Poder municipal y reforma en Granada durante el siglo XVIII, Granada, 1992.
35 GUILLAMÓN ÁLVAREZ, F.J., Regidores de la ciudad de Murcia (1750-1836), Murcia, 1989.
36
Véanse los listados de veinticuatros que proporciona DÍAZ DE NO RIEGA Y PUBUL, J., La Blanca
de la Carne en Sevilla, Madrid, 1977, 4 vols.
37
MARTÍN GARCÍA, G., El ayuntamiento de Avila en el siglo XVIII. La elección de regidores trienales,
Avila, 1995.
38
HERNÁNDEZ, M., A la sombra de la Corona ...

-58-
ENRIQUE SoruA MESA

Andalucía y Murcia, al menos en aquellas de las que, a falta de trabajos, he manejado


d6cumentación de primera mano: Alcalá la Real, Loja, Baza, Guadix, Motril, Lorca39 ,. ••
Córdoba, ya lo veremos más adelante, no podía sustraerse a la regla general, si bien es
verdad que en tan aristocrática ciudad los cambios fueron menores, al menos no tan
sustanciales. La venta de oficios se nos aparece, pues, como esencial para explicar los
cambios sociales que sufrieron los regimientos. Sin embargo, cuán poco sabemos de
la enajenación de oficios, a pesar de los trabajos que sobre el tema se han publicado.
Nada tenemos para España parecido al conocido trabajo de Roland Mousnier
sobre las ventas de oficios en la Francia del primer Seiscientos40 , ni sobre las
consecuencias sociales de las ventas41 • De hecho, no existe ningún trabajo de
conjunto en donde se analicen los factores esenciales del proceso: oficios vendi-
dos, compradores, fechas, precios, efectos sobre los cabildos ... Y eso, sin hablar
de del mundo rural o del espacio señorial, donde casi nada se ha publicado sobre
el tema. Hay que recurrir, pues, a decenas de monografías locales para atisbar
algo de lo que pasó. Y lo más sorprendente es que estamos hablando de un fenó-
meno trisecular, que afectó a toda Castilla y que incluso, tras la Nueva Planta, se
extendió a los dominios de la Corona de Aragón42 •
Si ya en 1970 don Antonio Domínguez Ortiz plasmaba por escrito sus prime-
ras reflexiones sobre el tema43 , fueron los trabajos de Francisco Tomás y Valiente44

39 Un ejemplo, sobre esta última, en SO RIA MESA, E., «La nobleza de Lorca en la Edad Moderna: un

grupo de poder en continua formación», Murgetana, 95 (1997), pp. 121-135.


40
La vénalité des offices sous Henri N et Louis XIII, Rouen, 1945.
41 MALETIKE, K., «Vénalité des offices et mobilité sociale: problemes et questions de recherches

comparées», Diritto e potere ne/la storia europea, Florencia, 1982, pp. 685-716. Y, sobre todo, dos
trabajos de R. DESCIMON, «Les élites de pouvoir et le prince: l'Etat comme enterprise», en R.
Wolfang, Les Élites de pouvoir et la construction de l'État en Europe, París, 1996, pp. 133-162; y «La
venalité des offices et la construction de l'État dans la France Moderne. Des problemes de la
représentation symbolique aux problemes du cout social du pouvoir», en R. Descimon, R. Schaub y
B. Vincent, Les figures de l'administrateur. Institutions, réseaux, pouvoirs en Espagne, en France et au
Portugal, 16'-19' siecles, parís, 1997, pp. 77-93.
42 Véase, por ejemplo, TORRAS I RIBE, J.M., «La venta de oficios municipales en Cataluña (1739-

1741), una operación especulativa del gobierno de Felipe V», Actas del N Symposium de Historia de
la Administración, Madrid, 1983, pp. 723-747.
43 «La venta de cargos y oficios públicos en Castilla y sus consecuencias económicas y sociales», Insti-

tuciones y Sociedad en la España de los Austrias, Barcelona, 1985, pp. 146-183. El original fue publi-
cado en el Anuario de Historia Económica y Social.
44
«Origen bajomedieval de la patrimonialización y la enajenación de oficios públicos en Castilla», Actas
del I Simposium de Historia de la Administración, Madrid, 1970, pp. 125-159; «Las ventas de oficios de
regidores y la formación de oligarquías urbanas en Castilla (siglos XVII y XVIII)», I Jornadas de Metodo-
logía aplicada a las Ciencias Históricas, Santiago de Compostela, 1973, III, pp. 551-568.

-59-
El cambio inmóvil

y de Benjamín González Alonso45 los que más ahondaron, desde una perspectiva
básicamente teórica, en la problemática de las ventas de oficios. Con ellos, y gracias
a la documentación de Simancas, un par de estudios de Margarita Cuartas Rivera,
que se reducen casi a señalar las fechas y los precios de las ventas46 • Poco más se
puede reseñar que valga la pena.
La gran novedad al respecto la ha presentado, de nuevo, Mauro Hernández.
Este autor es el primero en plantearse, muy acertadamente, que el efecto de las
enajenaciones de cargos fue mucho más allá de lo hasta ahora estudiado. Las
ventas no se han de contemplar, como se ha hecho, únicamente en lo referente al
concierto Corona-comprador, sino que ha de verse la historia de cada oficio, sus
transmisiones entre particulares, su evolución posterior. Precisamente es en este
momento en el que podemos notar la movilidad social o su ausencia, el cierre de
la élite o su apertura, la llegada de nuevas familias ... Es, sin duda, una destacada
aportación que es de desear traiga consecuencias47 •
En conclusión, sabemos algo de los ritmos vendedores y de los precios de los
oficios, pero ignoramos casi todo sobre los aspectos más importantes: quiénes
compraron los oficios, es decir, qué cuerpos sociales se aprovecharon de la oferta
regia y, en segundo lugar, qué efectos tuvieron las ventas sobre las ciudades afec-
tadas.
Sobre las bases económicas de las élites municipales contamos con la misma
escasez de estudios antes citada. Sólo las monografías ya referidas de Ana Gue-
rrero o Mauro Hernández nos hablan de los grandes patrimonios del patriciado

45 «Sociedad urbana y gobierno municipal en Castilla, 1450-1600», en su ya citado Sobre el Estado y

la Administración de la Corona de Castilla en el Antiguo Régimen, pp. 203-234. Interesa mucho su


posterior reflexión «Notas sobre los acrecentamientos de oficios en los municipios castellanos hasta
fines del siglo XVI», Centralismo y autonomismo en los siglos XVI-XVII. Homenaje al profesor Jesús
Lalinde Abadía, Barcelona, 1989, pp. 173-194.
46
CUARTAS RIVERO, M., «La venta de oficios públicos en el siglo XVI», N Simposium de Historia
de la Administración, Madrid, 1983, pp. 225-80; y «La venta de oficios públicos en Castilla-León en
el siglo XVI», Hispania 44 (1984). Más desconocido es otro trabajo de la misma autora, de carácter
regional, «La venta de oficios públicos en el siglo XVII: ejemplo de Galicia», Arqueología do Estado,
Lisboa, 1988, pp. 497-508.
47
Me refiero a su reciente artículo «Y después de las ventas de oficios, ¿qué? (Transmisiones
privadas de regimientos en el Madrid moderno, 1606-1808)», Anuario de Historia del Derecho
Español, 65 (1995), pp. 705-748. También interesa el reciente trabajo de LOUPES, Ph. y DEDIEU,
J.P., «Pouvoir et venalité des offices en Espagne. Corregidores et échevins, un groupe médian?»,
Les officiers «moyens» a l'époque moderne: pouvoir, culture, identité, Limoges, 1998, pp. 153-
180.

-60-
ENRIQUE SORIA MESA

urbano castellano. Pocos trabajos más podemos traer a colación 48 , a excepción


del ya clásico de León Carlos Álvarez Santaló y Antonio García-Baquero sobre
los bienes libres de la nobleza titulada sevillana49 , y el más reciente de Jesús Agua-
do de los Reyes acerca de los niveles de fortuna de la Sevilla del Seiscientos50 •
El mayorazgo, esa figura jurídica capaz de preservar intacta de forma secular
la propiedad nobiliaria, también adolece de falta de estudios concretos. El libro
que a esta institución dedicó Bartolomé Clavero es excelente51 , pero carece de
cualquier aproximación socioeconómica al fenómeno. No era su intención, des-
de luego, pero estamos necesitados de un urgente estudio global que nos muestre
la importancia de las estrategias vinculatorias en la sociedad de la Castilla de los
siglos XV al XIX 52 •
En cambio, a un nivel local sí se ha publicado algún trabajo de gran interés.
Desde una perspectiva estrictamente regional, contamos, para el caso murciano,
con un magnífico estudio, de la mano de María Teresa Pérez Picazo 53 , un trabajo
muy sólido que, por desgracia, no ha sido utilizado lo suficiente y carece de
continuadores. Una lástima, pues está lleno de sugerencias y abre enormes pers-
pectivas de investigación.
Bartolomé Yun Casalilla, por su parte, ha analizado el papel económico del ma-
yorazgo para la alta nobleza del siglo XVl54 • Sus sugerencias son realmente interesan-
tes, y plantean en nuevos términos la alianza entre el poder central y las clases supe-
riores. Haría falta, sin embargo, extender tales análisis a las oligarquías urbanas.
Un ámbito esencial de estas oligarquías en el que se están produciendo rápi-
dos avances historiográficos es el de la familia, esa institución básica, protectora

48 Entre ellos, los de F.J. ARANDA PÉREZ, Poder municipal y cabildo de jurados en Toledo en la Edad

Moderna (siglos XV-XVIII), Toledo, 1992, y «Los mercaderes de Toledo en el Seiscientos: bases econó-
micas y status sociopolítico», Investigaciones Históricas, 12 (1992), pp. 71-96; y los muy recientes de
J.M. GONZÁLEZ BELTRÁN, «Riqueza patrimonial y rentas de los veinticuatros de Jerez de la Fron-
tera», Studia Histórica, 17 (1997), pp. 235-260; y Honor, riqueza y poder: los veinticuatros de Jerez de
la Frontera en el siglo XVIII, Jerez, 1997.
49
«La nobleza titulada en Sevilla, 1700-1834», Historia. Instituciones. Documentos, 7 (1981), pp.
125-167.
50
Riqueza y Sociedad en la Sevilla del siglo XVII, Sevilla, 1994.
51 Mayorazgo. Propiedad feudal en Castilla (1369-1836). Madrid, 1989.
52
Algunas referencias, sólo a modo de ensayo, aporta A.M. BERNAL, «Antiguo Régimen y transfor-
mación social», Antiguo Régimen y liberalismo. Homenaje a Miguel Arto/a, Madrid, 1994, 1, p. 72
53
El mayorazgo en la historia económica de Murcia. Expansión, crisis y abolición (s. XVII-XIX), Barce-
lona, 1990.
54 Véanse los trabajos citados en la nota 17.

- 61-
El cambio inmóvil

y represiva en una sociedad como la moderna, que se debate en la tensión entre


individuo y grupo 55 • De la familia, afortunadamente, mucho se ha escrito en los
últimos años, después de que Francisco Chacón iniciara una productiva línea de
investigación56 ; trabajos esencialmente metodológicos continuados por sus co-
nocidos seminarios Familia y élite de poder en el reino de Murcia 57 •
Al contrario que de la nobleza bajomedieval5 8, muy poco se ha trabajado
sobre la familia nobiliaria en la Edad Moderna española59 • Y no será por falta de
fuentes, cuando precisamente son las más abundantes y ricas. En fin, algunas
publicaciones hay, pero se requiere con urgencia un estudio monográfico que
desvele los patrones de comportamiento y las estrategias comunes a las clases
dirigentes 60 •
Y tras la familia, los «otros parentescos», los que los franceses denominaron,
acertadamente, les parentés fictives 61 • Las amistades, las relaciones interpersonales,
el padrinazgo 62 y el compadrazgo. Y, sobre todas ellas, las relaciones clientelares,

55
Sobre todo ello, y la búsqueda del «individualismo afectivo», STONE, L., Familia, sexo y matrimo-
nio en Inglaterra, 1500-1800, México, 1989.
56
Es imposible citar aquí la bibliografía completa de este historiador. Me remito al libro recopilatorio
de sus trabajos, Historia social de la familia en España, Alicante, 1990.
57
Baste citar la bibliografía contenida en los cinco recientes volúmenes de actas del congreso, realiza-
do bajo los auspicios de este historiador, Historia de la Familia. Una nueva perspectiva sobre la socie-
dad europea, Murcia, 1997.
58
A destacar el clásico estudio de M.C. GERBET, La noblesse dans le royaume de Casti//e. Etude sur
structures sociales en Estrémadure (145 4-1516), París, 1979. Tras ella, trabajos de enorme valor como
el de R. SÁNCHEZ SAUS, Caballería y linaje en la Sevilla medieval, Sevilla, 1989, y alguno de Mª C.
QUINTANILLA RASO, «Estructuras sociales y familiares y papel político de la nobleza cordobesa
(siglos XIV y XV)», En la España Medieval. Estudios en memoria del profesor don Salvador de Moxó,
II, 3 (1982), pp. 331-352.
59
Al contrario que en Europa Occidental. Para un ámbito con similitudes al hispano, véanse ZANETTI,
D.E., La demografia del patriziato milanese nei secoli XVII, XVIII, XIX, Pavía, 1972; y MOTTA, G., Strategie
familiari e alleanze matrimoniali in Sicilia nel/'eta della transizione (secoli XIV-XVII), Florencia, 1983.
60 Mientras, sirven los artículos del dossier del número 21 de la revista Historia Social «Familia y relacio-

nes de parentesco en la España Moderna» (1995, pp. 72-155), en especial los de Francisco Chacón y de
Jaime Contreras. Un estado de la cuestión sobre esta problemática, en FARGAS PEÑARROCHA, Mª
A., «El estudio de las élites de poder urbanas desde la óptica de la familia, en la historiografía modernista
española actual. Análisis y perspectivas», Mélanges de la Casa de Velázquez, 30 (1994), pp. 131-138. Es
de gran interés el reciente trabajo de MOLINA RECIO, R., •Reflexiones en torno a la historia de la
familia nobiliaria. Nuevos horizontes y perspectivas», Almirez, 1998-1999, pp. 89-177.
61 Véanse las interesantes actas de un coloquio celebrado sobre ese tema, Les parentés fictives en

Espagne (XVI•-XVII• siec/es), París, 1988.


62
Al padrinazgo dedica G. DELILLE páginas excelentes de su colosal obra Fami//e et propriété dans le
Royaume de Naples (XV'-XlX' siec/e), Roma, 1985.

-62-
ENRIQUE SoRIA MESA

el clientelismo, esa manera vincular que, hasta el día de hoy, ha conformado las
estructuras estatales hispánicas 63 •
Es sobre este conjunto de lazos familiares, estrategias matrimoniales, depen-
dencias personales y patronazgo, consanguinidad y afinidad, padrinazgo y amis-
tad, sobre el que se ha iniciado una nueva línea de trabajo, que de seguro será
muy fructífera, a cargo de varios historiadores modernistas. El término acuñado
para sintetizar este variopinto cajón de sastre de relaciones personales es el de
Redes Sociales, y sobre ello han publicado excelentes trabajos José María Imízcoz
y Jean Pierre Dedieu, entre otros 64 •
Ningún espacio político hay más apto para el desarrollo de las redes clientelares
que el de la Corte. La Corte, ese majestuoso y patético mundo habitado por
aristócratas, oficiales y pretendientes a cargos en donde, lejos y a la vez cerca del
poder provincial se juegan, a veces literalmente, los destinos del mayor imperio
mundial. Sobre la Corte poco sabemos, al contrario de lo que sucede en Europa,
en donde la sociedad cortesana, desde la obra clásica y pionera de Norbert Elias65 ,
es un referente historiográfico de primera línea. Sobre ella se han publicado de-
cenas de estudios de primera fila en Francia, Gran Bretaña e ltalia66 •
Lejos de la conceptualización extrema de Elias, pero cargado de sugerencias,
está el trabajo de Sharon Kettering, un interesantísimo acercamiento al mundo
de las relaciones patrón-clientes en la Francia del Seiscientos. En él se desa.:ibe a
la perfección el do ut des que rige las relaciones de patronazgo en el mundo
cortesano67 • En parecido sentido, ahora sobre la relaciones clientelares en la Cu-

63
Un primer acercamiento, en las páginas de la obra colectiva Cliente/es et fidélités en Europea l'Epoque
moderne. Hommage a Ro/and Mousnier, París, 1981, en especial el trabajo de Janine FAYARD, «]osé
González (1583?-1668), «creature» du comte-duc d'Olivares et conseiller de Philippe IV», pp. 351-68.
64
IMÍZCOZ BEUNZA, J.M", Élites, poder y red social. Las élites del País Vasco y Navarra en la Edad
Moderna, Bilbao, 1996; y CASTELLANO, J.L. y DEDIEU, J.P. (dirs.), Réseaux, (ami/les et pouvoirs
dans le monde ibérique a la fin de /'Ancien Régime, París, 1998.
65 La sociedad cortesana, Madrid, 1993. La primera edición es de 1969. Habría que destacar también

una obra posterior del mismo autor, El proceso de civilización, Madrid, 1987.
66
A destacar DICKENS, A.G. (ed.), The Courts of Europe, Londres, 1977; BERTELLI, S. (ed.), Le
Corti Italiane del Rinascimento, Milán, 1985; LOADES, D., The Tudor Court, Londres, 1987;
MOZARELLI, C. y OLMI, G. (eds.), La Corte ne/la cultura e ne/la storiografia, Roma, 1983; MER-
LIN, P., «Il tema della Corte nella Storiografia italiana ed europea», Studi Storici, 27 (1987), pp. 203-
244; y ROSSO, C., «Stato e clientele nella Francia della prima eta moderna», Studi Storici, 28 (1987),
pp. 3 7-81; entre otras muchas.
67
Patron, Brokers ans Clients in Seventeenth Century France, Oxford, 1986. Una perspectiva distinta
en el reciente -y discutible- libro de E. LE ROY LADURIE, Saint-Simon ou le systeme de la Cour,
París, 1997.

-63 -
El cambio inmóvil

ria romana, el reciente libro de Renata Ago 68 , y el de Linda Levy Peck sobre la
Corte de los primeros Estuardo 69 •
Para el caso castellano lo que hasta hace unos pocos años era un vacío inson-
dable comienza, tímidamente, a ser desvelado. Ya John Elliott, en 1978, publicó
una apretada y valiosa síntesis sobre el mundo cortesano en tiempos de los
Austrias 70 • Se trataba de un primer intento por desvelar un mundo al que hasta
entonces sólo se habían acercado, con poca fortuna, eruditos e historiadores de
principios de siglo, más atraídos por las anécdotas cortesanas que por desvelar la
importancia de esta institución71 • Un par de años después, y desde una sugerente
perspectiva interdisciplinar, John Elliott y Jonathan Brown escribieron, atraídos
por la Corte hispánica como mecenas artístico y cultural, su espléndida obra Un
palacio para el rey 72 • Los cimientos para el estudio de la Corte estaban puestos.
Posteriormente, cabe destacar los trabajos de José Martínez Millán y el equipo
que dirige (Universidad Autónoma de Madrid), quienes han emprendido una labor
de análisis de las instituciones centrales castellanas, en especial en el siglo XVI. Tales
trabajos se han centrado en el estudio de las élites de poder y la estructura
polisinodiaF3 , destacando el libro de conjunto titulado Instituciones y élites de po-
der en la Monarquía Hispana durante el siglo XVI. Este mismo equipo de investiga-
ción realizó una interesante serie de estudios sobre diferentes personajes áulicos de
la segunda mitad del Quinientos, publicando el conocido volumen colectivo La
Corte de Felipe II' 4 • Finalmente, un trabajo reciente que ha quedado bastante olvi-
dado por la historiografía española pero que supone una aportación destacada al

68
Carriere e cliente/e ne/la Roma barocca, Roma, 1990.
69
Court Patronage and Corruption in Early Stuart England, Londres, 1993.
70
«La Corte de los Habsburgos españoles: fona institución singular?», en J.H. ELLIOIT, España y su
mundo, 1500-1700, Madrid, 1991, pp. 179-200. La primitiva versión inglesa se publicó en P. Mack y
M.C. Jacob (eds.), Politics and Culture in Early Modem Europe: Essays in Honour ofH.G. Koenigsberger,
Cambridge, 1978, pp. 5-24.
71
Por citar un ejemplo de todos conocido, los libros de José DELEITO PIÑUELA, El rey se divierte
y ... también se divierte el pueblo, ambos reeditados en Madrid, 1988. Habría que referir también
historias decimonónicas de Madrid y otras por el estilo.
72
Un palacio para el rey. El Buen Retiro y la corte de Felipe N, Madrid, 19 81. La edición inglesa es de
1980.
73
Entre otros artículos, véanse MARTÍNEZ MILLÁN, J., «Las élites de poder durante el reinado de
Carlos V a través de los miembros del Consejo de Inquisición (1516-1558)», Hispania, 168 (1988) y
«Élites de poder en tiempos de Felipe Il», Hispania, 169 (1989), pp. 111-149; MARTÍNEZ MILLÁN
J. y CARLOS MORALES, C.J. de, «Los orígenes del Consejo de Cruzada», Hispania, 5 l (1991), pp.
901-932; CARLOS MORALES, C.]., «El Consejo de Hacienda de Castilla en el reinado de Carlos V»,
Anuario de Historia del Derecho Español, 59 (1989), pp. 49-159.

-64-
ENRIQUE SORJA MESA

mundo cortesano. Me refiero al artículo de Antonio Alvarez-Osorio sobre «La Cor-


te: un espacio abierto para la historia social>/5 , anticipo de futuras investigaciones.
En conclusión, un panorama abierto y prometedor, que no puede hacernos
olvidar que muy poco sabemos en la práctica de cómo funcionaban las redes
clientelares entre el centro y la periferia; cómo se promocionaban los linajes
mediante las relaciones cortesanas; cómo se obtenían hábitos, títulos, cargos
palatinos ... Estamos en el corazón mismo del progreso social, en el ámbito de las
mercedes regias, donde se legitimaban los ascensos familiares. Y todo se nos esca-
pa aún. Carecemos de nóminas de personal que nos pudieran informar acerca de
la presencia de las élites urbanas en la Corte: gentileshombres, oficios palatinos,
pajes, meninos ... Y no es baladí su ausencia, pues del favor real todo emana, y
una mera lectura de las crónicas de la época muestra el poder del juego áulico y
su repercusiones sobre los grupos familiares en ascenso.
En fin, un campo abierto al optimismo, pues se aborda un nuevo escenario
de investigación, que carece de bases sólidas y que, eso sí, corre el riesgo, en estos
tiempos historiográficamente inciertos, de convertirse en un mero recuento de
intrigas palaciegas, anécdotas y camarillas, reduciendo a la nada al verdadero
motor de la historia. O, como diría alguna historiadora británica, «si la historia
de los cuatro últimos siglos, más o menos, no es más que un relato de intrigas en
la puerta trasera y pequeñas venganzas personales, entonces muchas opiniones,
ampliamente compartidas, sobre los orígenes y significado de la civilización mo-
derna occidental deben ser abandonadas» 76 •

La Corona fue la artífice de buena parte del ascenso social existente en la


Castilla del Antiguo Régimen debido a sus precariedades hacendísticas. El poder
central, con su oferta de patrimonio regio no hizo sino responder a una fortísima
demanda social. Como dijo hace algún tiempo Guy Lemeunier,
«Aunque sus objetivos hayan sido esencialmente financieros, la polí-
tica real de enajenaciones ha ido por delante de los deseos de una
fracción mayoritaria de las clases dominantes>>77.

75
Publicado en CASTILLO, S. (coord.), La historia social es España, Madrid, 1991, pp. 247-260. A la
bibliografía en él contenida me remito para mayores profundizaciones.
76
Son palabras de J. SOMMERVILLE, «James I and the Divine Right of Kings: English Politics and
Continental Theorp, en L.L. Peck (ed.), The Mental Work of the jacobean Court, Cambridge, 1991,
p. 56. Cita este texto LA.A. THOMPSON, «Clío se hace conservadora... », p. 99.
77
«Hacienda real y poderes locales en la Castilla del Antiguo Régimen: las enajenaciones de la Coro-
na», I Simposium internacional Estado y Fiscalidad en el Antiguo Régimen, Murcia, 1989, p. 320.

-65-
El cambio inmóvil

Sobre la venta de hidalguías en la Castilla Moderna trabajaron, es de sobra


conocido, Irving Thompson y James Amelang. Tras la publicación de un artículo
del primero, Amelang respondió contradiciendo sus afirmaciones, establecién-
dose entre ambos uno de los escasos debates historiográficos con que cuenta la
historiografía modernista hispana 78 • Por ambos estudios sabemos que las ventas
fracasaron, y por la respuesta de Amelang queda bastante claro que este proceso
no es sino la epidermis del ascenso social.
En efecto. Poca importancia, muy poca realmente, tuvieron las ventas de
hidalguías en Castilla. La progresión social que estamos analizando no se relacio-
na, para nada, con la concesión, por onerosa vía, de unos cuantos cientos -si es
que llegaron a tanto- de nuevas patentes nobiliarias. La Corona, fuente de toda
nobleza, no supo aprovechar esta regalía para sacar dinero para las exhaustas
arcas del Erario. Y sorprende a primera vista este fracaso, considerando que, en
buena lógica, hubiera debido de ser uno de los expedientes fiscales más produc-
tivos.
Las razones de tal fracaso son varias.
1, por un lado, en una sociedad tan aristocratizada como la castellana de la
Edad Moderna, que presencia un triunfo total de los valores nobiliarios, es infa-
mante que la nobleza personal y familiar tenga un principio. No es admisible que
la calidad privilegiada de una familia tenga un origen en un punto determinado
en el tiempo. La verdadera nobleza, y todos los tratadistas coinciden en ello, es la
inmemorial. Y la sociedad respalda tal creencia. Poco o ningún prestigio se gana-
ría con la compra de una hidalguía.
2, por el otro, en este período es bastante fácil usurpar la condición nobiliaria.
Por el mismo precio, invertido en sobornar testigos, falsificar documentos y ad-
quirir visos de antigüedad en el linaje, un individuo o un grupo familiar puede
fabricarse un pasado a su medida, crearse una hidalguía inmemorial con la que
mostrar ante la sociedad su condición de noble sin origen conocido.
Un ejemplo resume a la perfección lo dicho. Cuando se intentan vender en el
reino de Granada, en 1557, tales hidalguías, nadie acude a la subasta en Ronda,
Marbella, Antequera y Vélez Málaga. La carta del comisionado regio tratando de
explicar el fracaso de la operación en Málaga no tiene desperdicio:

78
THOMPSON, LA.A., «The Purchase of Nobility in Castile, 1552-1700», Journal of European
Economic History, 8 (1979), pp. 313-360; y AMELANG, J.S., «The Purchase of Nobility in Castile,
1552-1700: A Comment», Journal of European Economic History, l l (1982), pp. 219-226.

-66-
ENRIQUE SORIA MESA

«y como esta ciudad es franca de todo pecho y los que viven en ella
plegan dejar aquí sus hijos y usurpar el nombre de caballeros con el
favor de las riquezas, no tratan de comprar hidalguías» 79 •
Las élites castellanas supieron de tales formas de defraudar al Patrimonio Re-
gio (tal y como dicen los documentos) haciéndose empadronar como nobles en los
padrones de Moneda Forera o en los alistamientos; avecindándose en pequeños
pueblos cercanos y presionando para ser recibidos por nobles ... Tras una genera-
ción o dos, a veces antes, la condición inmemorial venía a ser dogma de fe 80 •
Un éxito, en cambio, fueron las ventas de señoríos, un fenómeno típicamente
castellano que afectó a casi todo el reino, que fue esencial en el proceso de cam-
bio social que experimentaron cientos de linajes en ascenso, y que causó graves
daños a las ciudades cabezas de partido, ampliando si cabe la ruina de sus enfla-
quecidas finanzas. Pese a todo ello, la bibliografía existente deja demasiadas lagu-
nas por cubrir. En 1964 don Antonio Domínguez Ortiz publicaba un artículo
titulado «Ventas y exenciones de lugares durante el reinado de Felipe IV» 81 , un
magnífico trabajo, ya clásico, que en líneas generales no ha sido superado. Poco
más hay, pasados más de treinta años.
Sobre las desamortizaciones eclesiásticas y de Órdenes Militares del siglo
XVI sí disponemos de más datos, aunque faltan estudios actualizados para ambos
casos. El marqués del Saltillo, por su parte, aporta gran número de datos de
archivo, pero sin elaborar en forma alguna. Además, los listados de señoríos
vendidos no son exhaustivos para nada 82 • Ciertas obras de conjunto, especial-
mente referidas al campo de la Hacienda, nos informan acerca del fenómeno
enajenador83 •

79
A.G.S., Consejo y Juntas de Hacienda, leg. 36, exp. 199.
80
Don Antonio DOMÍNGUEZ ORTIZ ya advirtió hace años este procedimiento defraudatorio. Tam-
bién se observa clarísimamente, a pesar de la defensa numantina que realiza el autor acerca de la
nobleza de sangre sevillana, en DÍAZ DE NORIEGA Y PUBUL, J., La Blanca de la Carne en Sevilla,
Madrid, 1977, 4 vols.
81
Anuario de Historia del Derecho Español, pp. 163-207. Posteriormente fue publicado en Institucio-
nes y sociedad en la España de los Austrias. Barcelona, 1985, pp. 55-96. En adelante, citaré siempre
por esta última edición.
82 Historia nobiliaria española (contribución a su estudio), Madrid, 1951, vol. l.
83 Para el siglo XVI son importantes CARANDE, R., Carlos Vy sus banqueros. Barcelona, 1990, 11, pp.

411-17; ULLOA, M., La Hacienda Real de Castilla en el reinado de Felipe JI. Madrid, 1973, especial-
mente las pp. 163-70, y GUILARTE, A.M', El Régimen Señorial en el siglo XVI, Valladolid, 1987, pp.
40-42 y 64-69. Para la centuria siguiente interesan DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., Política y Hacienda de
Felipe N, Madrid, 1983, y SANZ AYÁN, C., Los banqueros de Carlos JI, Valladolid, 1988.

-67-
El cambio inmóvil

Andalucía, por su proximidad geográfica y similares características, se con-


vierte en el mejor modelo comparativo en nuestro caso. Afortunadamente, exis-
ten numerosos trabajos sobre las ventas de señoríos en los ámbitos sevillano y
cordobés, menos para el giennense. Para Sevilla, contamos con las aportaciones
de Domínguez Ortiz84 y de Antonio Herrera García85 • Los estudios de Juan Aran da
Doncel 86 y de José Manuel de Bernardo Ares 87 dibujan de forma bastante com-
pleta el panorama de Córdoba, mientras que para Jaén sólo tenemos algunos
datos que nos proporcionan Luis Coronas y Miguel Avilés 88 •
El único libro de conjunto existente sobre la venta de señoríos es el que
dediqué al fenómeno en el reino de Granada89 • En él se estudia detalladamente la
cuestión y se hace especial hincapié en el análisis social de los compradores. De
sus conclusiones se extrae la evidencia del enorme peso local en los compradores
y, en segundo lugar, la consideración de las enajenaciones de señoríos como una
fortísima palanca de ascenso social. Los grupos más ricos y mejor situados en la
esfera local granadina aprovecharon esta irrepetible ocasión para convertirse, de

84
Historia de Sevilla. La Sevilla del siglo XVII, Sevilla, 1984.
85
HERRERA GARCÍA, A., El estado de Olivares. Origen, formación y desarrollo con los tres primeros
condes (1535-1645), Sevilla, 1990; «La venta de Villanueva del Ariscal al conde de Gelves», Archivo
Hispalense, 206 (1984), pp. 3-22; «Dos documentos relacionados con la venta de Coria del Río al
conde duque de Olivares», Hespérides, JI Congreso de profesores-investigadores, Sevilla, 1985, pp.
135-49.
86
Historia de Córdoba. La época moderna (1517-1808), Córdoba, 1984; «La villa de Santaella en la
Edad Moderna (1569-1733 )», Santaella. Estudios históricos de una villa cordobesa, Córdoba, 1986;
«Almodóvar del Río en el siglo XVII: el sometimiento al Régimen Señorial», Almodóvar del Río.
Estudios Históricos, Córdoba, 1991, pp. 73-141; «Realengo y señorío en el reino de Córdoba duran-
te el siglo XVI: la oposición de la capital a la incorporación de Adamuz y Pedro Abad al marquesado
del Carpio», III Encuentros de Historia Local. Alto Guadalquivir; Córdoba, 1991, pp. 163-79; «Cas-
tro del Río en el último tercio del siglo XVI», Castro del Río. Bosquejo histórico de una villa andaluza;
Córdoba, 1986, pp. 134-38; La villa de Castro del Río durante el último tercio del siglo XVI. Córdo-
ba, 1993; y ARANDA DONCEL, J. y SEGADO GÓMEZ, L., Vil/afranca de Córdoba. Un señorío
andaluz durante la Edad Moderna (1549-1808), Córdoba, 1992.
87
«Hacienda municipal, oficios y jurisdicciones enajenadas. El municipio de Córdoba a mediados del
siglo XVIII», Omeya, 23 (1976-79); y «Presión fiscal y bienes de propios a principios del siglo XVII»,
Axerquía, 2 (1981), pp. 131-42.
88
CORONAS TEJADA, L., «Jaén en la crisis de la Real Hacienda en el reinado de Felipe IV (etapa
1640-1665)», I Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía Moderna (siglos XVI-XVII), I, Córdoba,
1978, pp. 233-41. AVILÉS FERNÁNDEZ, M., «Jaén en el siglo XVIII visto por el clérigo ilustrado
don José Martínez de Mazas», Espacio, Tiempo y Forma, Serie N, Historia Moderna, II (1989), p.
237.
89
SORIA MESA, E., La venta de señoríos en el reino de Granada bajo los Austrias, Granada, 1995. A
este trabajo me remito para el resto de la bibliografía sobre las enajenaciones de los Habsburgo.

-68-
ENRIQUE SORIA MESA

iure, en señores de vasallos e ingresar así en las filas de la aristocracia. De ahí a


titular había sólo un paso.
Si algo conocemos de los efectos de las ventas de señoríos, mucho menor es
nuestro conocimiento sobre la nobleza titulada. Prácticamente nada sabemos de
la creación de los cientos de títulos que se otorgaron en la Edad Moderna en
Castilla. Ni de sus ritmos cronológicos, ni de sus beneficiarios, ni de los cauces
que propiciaron la concesión de estas mercedes regias.
De hecho, ni siquiera estamos seguros de la cantidad total de títulos que se
crearon bajo los Habsburgos y los Barbones. Las cifras son dispares. Por sólo
poner un ejemplo, el del reinado de Carlos 11, una de las cumbres de la inflación
de los honores, si para don Antonio Domínguez Ortiz se conceden 292 títulos 90 ,
para Henry Kamen se crean algunos más, concretamente 12 vizcondados, 80
condados y 236 marquesados, más 26 Grandezas 91 • Por mi parte, estoy seguro de
que se concedieron más mercedes de las que ambos historiadores dicen. La razón
de esta disparidad procede, en parte, de las fuentes empleadas, y, sobre todo, del
hecho de que muchos de los títulos creados tuvieron corta vida, bastantes no
pasaron del primer titular, algunos beneficiarios no sacaron el despacho y se
intitularon ilícitamente ... 92 •
En cuanto a los beneficiarios, casi nada sabemos. No hay un sólo estudio de
interés sobre el tema, y ni siquiera los eruditos y genealogistas profesionales han
hecho otra cosa que publicar un catálogo parcial de títulos y Grandezas, el famo"
so Elenco, en donde sólo aparecen con datos suficientes las mercedes que hoy día
están en vigencia, lo que nos priva de conocer todos los títulos cancelados y
extinguidos, que fueron, sin duda alguna, muchos 93 •
Lo único que parece estar claro, por la investigación reciente, es la relación
inextricable que se establece entre el título y el señorío, éste como elemento
previo casi imprescindible. Como creo haber demostrado para Granada, la gran
mayoría de los títulos concedidos en el Seiscientos se otorgan sobre señoríos y, al

90
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., Las clases privilegiadas en el Antiguo Régimen, Madrid, 1985, p. 71.
91
KAMEN, H., La España de Carlos JI, Barcelona, 1981, p. 411.
92
Otro listado parcial en ATIENZA HERNÁNDEZ, I. y SIMÓN LÓPEZ, M., «Patronazgo real,
rentas, patrimonio y nobleza en los siglos XVI y XVII: algunas notas para un análisis político y
socioeconómico», Revista Internacional de Sociología, 45 (1987), apéndice.
93
Algunos de ellos se pueden hallar en FERNÁNDEZ-MOTA DE CIFUENTES, Mª T., Relación de
títulos nobiliarios vacantes, y principales documentos que contiene cada expediente que, de los mis-
mos, se conserva en el Archivo del Ministerio de justicia, Madrid, 1984.

-69-
El cambio inm61Jil

revés, muchos de los nuevos señores de vasallos consiguen la dignidad condal o


marquesa! sobre su flamante dominio 94 • Pero de ello trataré más despacio en un
próximo capítulo.
De la presencia conversa en los municipios castellanos de la Baja Edad Media
sabemos desde el artículo pionero de Francisco Márquez Villanueva. Su cono-
cido trabajo, valorado por la historiografía mucho después de ser publicado,
debido a las especiales circunstancias de régimen franquista, ha servido de pie-
dra de toque para abrir nuevos horizontes en las investigación. De sus páginas
se extrae como conclusión la presencia, a veces masiva, de judeoconversos en
los regimientos de las grandes urbes del reino 95 • Ninguna monografía se ha
realizado sobre el tema tras la anterior 96 , pero, poco a poco, se han ido publi-
cando estudios particulares sobre los distintos concejos en época bajomedieval
y a principios de la Modernidad que muestran la significación que tuvo el fenó-
meno converso.
No se trata de enumerar aquí un largo listado de casos, no tendría sentido.
Empero, conviene recordar la enorme trascendencia que tuvo el fenómeno en

94
SORIA MESA, E., La venta de señoríos .. ., pp. 62-63.
95 MÁRQUEZ VILLANUEVA, F., •Conversos y cargos concejiles en el siglo XVI», Revista de Archi-
vos, Bibliotecas y Museos. LXIII (1957), pp. 503-40.
96
Al contrario que sobre la Corte, espacio del que contamos con una interesante tesis doctoral para
comienzos de la Modernidad, de Maria del Pilar RÁBADE OBRADÓ, Los judeoconversos en la Corte
y en la época de los Reyes Católicos, Madrid, 1990, de la que sólo se ha publicado un breve extracto,
con el título Una élite de poder en la Corte de los Reyes Católicos, Madrid, 1993.
97 A la espera de una monografía particular, véanse SÁNCHEZ SAUS, R., •Los orígenes sociales de la

aristocracia sevilla del siglo XV», En la España Medieval, Madrid, 1986, pp. 1119-1139. RUTH
PIKE, Aristócratas y comerciantes. La sociedad sevillana en el siglo XVI. Barcelona, 1978, y «The
•converso» family of Baltasar de Alcázar», Kentuck:y Romance Quarterly, 14 (1967), pp. 349-365,
entre otros muchos artículos de la misma autora; HERRERA GARCÍA, A., •La riqueza de algunos
descendientes de conversos: los mayorazgos fundados por el sevillano Francisco de Alcázar (Siglo
XVI)», Sefarad, 41 (1981), pp. 95-110.
98 CONTRERAS, J., Sotos contra Riquelmes. Regidores, inquisidores y criptojudíos, Madrid, 1992.
99
LORENZO CADARSO, P.L., •Esplendor y decadencia de las oligarquías conversas de Cuenca y
Guadalajara (siglos XV y XVI)», Hispania, 186 (1994), pp. 37-52; y CARRASCO, R., •Les hidalgos
de Cuenca a l'époque moderne (1537-1642)», Hidalgos & hidalguía dans l'Espagne des XVI'-XVIlI'
siecles, Paris, 1989, pp. 167-188.
100
Algunas referencias, en BURGOS ESTEBAN, F.M., Los lazos del poder. Obligaciones y parentesco
en una élite local castellana en los siglos XVI y XVII, Valladolid, 1994; y CRISTÓBAL MARTÍN, A.,
Confianza, fidelidad y obediencia. Servidores inquisitoriales y dependencias personales en la ciudad de
Logroño (siglo XVII), Logroño, 1994.

-70-
ENRIQUE SoRIA MESA

ciudades del rango de Sevilla97, Murcia 98 , Cuenca y Guadalajara99 , Logroño 100,


Toledo 101, Granada 102, Madrid 103 o Soria 104, entre otras muchas.
Un panorama prometedor, sin duda, pero con demasiadas lagunas; abundan-
cia de libros, artículos y comunicaciones, pero casi ninguna síntesis de valor;
desprecio del estamento académico por la genealogía, lógico, pero olvido de sus
posibilidades auxiliares; trabajos sobre la nobleza y las oligarquías urbanas, pero
muy pocos sobre la conformación social de este grupo a lo largo de los tres siglos
de la Modernidad... Un mundo abierto, pues, a la especulación y al riesgo, y la
constatación de esa realidad es, en buena medida, la razón de este trabajo.

101
ARANDA PÉREZ, F.J., Poder municipal y oligarquías urbanas en Toledo en el siglo XVII, Madrid,
1992, Tesis Doctoral inédita, y «Judeo-conversos y poder municipal en Toledo en la Edad Moderna:
una discriminación poco efectiva», en A. Mestre y E. Giménez (eds.), Disidencias y exilios en la
España Moderna, Alicante, 1997, pp. 155-168. Para fechas anteriores, la interesante reconstrucción
que realiza de los distintos linajes conversos Linda MARTZ, «Converso Families in Fifteenth and
Sixteenth-Century Toledo: the Signifiance of Lineage», Sefarad, 48 (1988), pp. 117-195.
102 SO RIA MESA, E., «Los judeoconversos granadinos en el siglo XVI: Nuevas fuentes, nuevas mira-

das», en A.L. Cortés Peña y M.L. López-Guadalupe (Eds.) Estudios sobre Iglesia y sociedad en Anda-
lucía en la Edad Moderna, Granada, 1999, pp. 101-109.
103 RÁBADE OBRADÓ, Mª P., «Conversos, Inqusición y criptojudaísmo en el Madrid de los reyes

Católicos», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 36 (1991), pp. 249-267. Véanse también, de
la misma autora y para un período posterior, las fichas biográficas que proporciona de los regidores
matritenses, El gobierno municipal de Madrid (1560-1606), Madrid, 1993, pp. 241-293.
104 DIAGO HERNANDO, M., «El ascenso sociopolítico de los judeoconversos en la Castilla del siglo

XVI. El ejemplo de la familia Beltrán en Soria», Sefarad, 56 (1996), pp. 227-250; y «Judíos y
judeoconversos en Soria en el siglo XV», Celtiberia, 84 (1992), pp. 225-253. Del mismo autor, Es-
tructuras de poder en Soria a fines de la Edad Media, Valladolid, 1993.

-71-
V
PERFILES DE UNA ÉLITE
ENRIQUE SoRIA MESA

Córdoba fue, desde la conquista por las huestes cristianas de Fernando III el
Santo, una sociedad totalmente dominada por un pequeño grupo de familias,
descendientes directos de sus conquistadores, y beneficiarios inmediatos de gran-
des repartimientos de tierras. Estas Casas, una veintena escasa de linajes dividi-
dos en numerosas ramas, consiguieron controlar de múltiples formas el reino de
Córdoba: los apellidos más preclaros, poseedores de extensos señoríos al Sur, en
la frontera granadina; todos, en fin, incardinados en el naciente municipio capi-
talino y controlando las alcaidías de las numerosas poblaciones de su alfoz.
Los primeros años bajomedievales son oscuros en lo que respecta a la progre-
siva conformación del poder local, pero lo que se evidencia a mediados del
Cuatrocientos es la consolidación de una élite de poder bastante cerrada, endo-
gámica en sus comportamientos matrimoniales, dueña de grandes explotaciones
fundiarias en la rica Campiña circundante. Una élite que justifica el dogal estable-
cido en torno a la población gracias a su doble carácter de guerreros fronterizos
y de descendientes de los primitivos reconquistadores; más que bellatores, cruza-
dos. Bella teoría.
Pero esta élite, si bien compacta, no es ni mucho menos hermética. Con el
paso de las décadas, nuevos linajes se van incorporando al acervo común del
patriciado cordobés. Nueva sangre, nuevos apellidos que, si no se pueden disi-
mular, serán reconducidos hasta adaptarlos a los patrones ideológicos imperantes.
Los advenedizos, integrados en la oligarquía por la comunidad de intereses
económicos existente, se asimilan reconstruyendo el pasado 1 •
Los más antiguos linajes y de más preclaro origen son los Fernández de
Córdoba, Góngora, Argote, Aguayo, de los Ríos, Venegas, Angulo, Cárdenas,

1 Para todo lo siguiente, véase el cuadro del Apéndice sobre los orígenes sociales de tales linajes.

-75-
El cambio inmóvil

Cabrera, Godoy, Armenta ... Todos ellos descienden, al parecer sin excepción, de
los propios conquistadores de la ciudad. Durante siglos controlaron Córdoba y
se dividieron en infinidad de ramas, mezclándose entre sí con una bárbara con-
sanguinidad. Por encima de todos, los Fernández de Córdoba, herederos de
los grandes conquistadores y de los héroes fronterizos, fragmentados en cuatro
grandes líneas (Aguilar, Cabra, Comares y Alcaudete) y en decenas de ramas
menores, enfrentados todos entre sí por la conquista del poder local en tiempos
difíciles del epigonismo trastámara.
Más tarde llegaron a Córdoba otros linajes igualmente prestigiados, que se
incorporaron sin muchos problemas al antiguo conjunto. Algunos de ellos proce-
den de la más alta nobleza, incluso de los aledaños del trono. Así, los Castilla,
descendientes por línea ilegítima del rey Pedro I el Cruel; los Manuel de Landó,
procedentes de Fernando III el Santo a través del inmortal autor del Conde
Lucanor, el infante don Juan Manuel; o los Guzmán, línea legítima de los condes
de Niebla.
De menor rango, pero aún así de alta alcurnia, los Luna, supuestamente
provenientes de esa gran Casa aragonesa; los Mesa, de origen toledano; los
vascos Caicedo; los Acevedo, de procedencia castellana pero enriquecidos en
Indias, y los Morales, que se dicen de los Doce Linajes de Soria. Por fechas
similares, los Cea, de supuesto origen castellano, los Guajardo, caballeros cuan-
tiosos y los Corral, labradores ricos de un ínfimo pueblo toledano.
Habrá que esperar al siglo XVII para encontrar otra importante oleada de
sangre nueva en el cabildo. De eso trataré más adelante. Pero la renovación,
como también se verá posteriormente, vendrá de forma sistemática por vía feme-
nina, al casar los oligarcas en bastantes ocasiones con advenedizas de todas las
procedencias sociales posibles.
La élite cordobesa es una gran desconocida como sujeto histórico. Se sabe
bastante de su genealogía, pero escasean, por no decir faltan, los trabajos sobre
sus características formativas 2 • A falta de estudios particulares sobre el tema, sólo
podemos hablar de la existencia de ciertas constantes familiares en la élite local
de Córdoba, comunes a este grupo al menos entre los siglos XVII y XVIII.

2
Como valiosa excepción, la muy reciente publicación de la tesis doctoral de Margarita CABRERA
SÁNCHEZ, Nobleza, oligarquía y poder en Córdoba al final de la Edad Media, Córdoba, 1998, que
supone un importante estudio social sobre este cuerpo aristocrático.

-76-
ENRIQUE SoRIA MEsA

En primer lugar, el matrimonio. Los linajes que componen el patriciado


urbano practicaron desde antiguo unas estrategias familiares basadas en la
endogamia3 • Endogamia de sangre, o sea consanguinidad, que refuerza los lazos
entre los parientes 4 ; pero también endogamia geográfica y social, ésta última
llamada homogamia. Sin embargo, y sin contradición alguna, se practica, de
forma selectiva, eso sí, la exogamia con grupos socialmente inferiores pero enri-
quecidos en distintas actividades productivas.
En segundo lugar, el recurso al convento para encerrar a las hijas no destina-
das al matrimonio. Esta práctica, el «aparcamiento de mujeres»5, tan querida por
la nobleza castellana, suponía eliminar potenciales herederas y evitar la disper-
sión patrimonial, sin gastar mucho en dotarlas como monjas. La profusión de
conventos en Córdoba, casi todos fundados por la misma élite, permitía destinar
a este encerramiento vital a cientos de desgraciadas hijas de los patricios.
Finalmente, las vocaciones religiosas masculinas, entendidas no sólo como
un modo de concentrar la herencia en menos hijos, sino también como una
forma de participar en las ingentes riquezas eclesiásticas. Los segundones de cada
Casa, por regla general, se destinaban al clero, a fin de conseguir en pocos años
un beneficio, una ración catedralicia o una canongía. Instalados en el poder de la
Iglesia, aprovecharían su vida para acumular un amplio patrimonio y revertido
después hacia su familia, engrandeciendo la fortuna del cabeza de su estirpe.
Para lograrlo, claro está, se fundaron cientos de capellanías, fundaciones
piadosas que esconden, tras su propósito aparente de decir misas por las necesi-
tadas almas de los miembros de la familia, el oculto de crear una cantera de
religiosos, mantenidos en sus primeras etapas como capellanes por esta serie de
rentas, dispuestos siempre a saltar sobre más abundantes beneficios. El caso de la
familia del insigne poeta don Luis de Góngora es proverbial 6 •

3
Interesa QUINTANILLA RASO, Mª C., «Estructuras sociales y familiares y papel político de la
nobleza cordobesa (siglos XIV y XV)», En la España Medieval. Estudios en memoria del profesor don
Salvador de Moxó, JI, 3 (1982), pp. 331-352.
4
«Cada matrimonio cercano tiene el efecto negativo de no crear nuevos parientes, pero el efecto
positivo de consolidar los que ya se tenían, atrayendo al centro de la relación los colaterales que se
irían dispersando», BESTARD CAMPS, J., «La estrechez del lugar. Reflexiones en torno a las estrate-
gias matrimoniales cercanas», en Chacón Jiménez, F. y Hernández Franco, J. (Eds.), Poder, familia y
consanguinidad en la España del Antiguo Régimen, Barcelona, 1992, p. 117.
5
VIGIL, M., La vida de las mujeres en los siglos XVI y XVII, Madrid, 1986, p. 208.
6
JAMMES, R., Études sur l'oeuvre poétique de don Luis de Góngora y Argote, Toulouse, 1967,
especialmente las pp. 1-35.

-77-
El cambio inmót1il

Los niveles de fortuna de estos oligarcas eran muy elevados, basados en su


mayoría en la posesión de numerosos mayorazgos, muchos de ellos fundados en
los siglos XV y XVI. Las tierras vinculadas, casi todas situadas en la feraz Campi-
ña de la ciudad, bastaban y sobraban para mantener el alto nivel de vida de la
aristocracia cordobesa. El nivel, eso sí, de los primogénitos, afortunados posee-
dores, por las peculiares leyes de la herencia amayorazgada, de los grandes
cortijos y heredamientos rurales. El resto de los hermanos se veían indefectible-
mente abocados, de no entrar en la Iglesia, a casar peor que el suce.sor de la Casa.
De ahí el papel de la hipergamia femenina, de que hablaré más adelante, como
forma de aportar nuevos capitales al patrimonio de los viejos apellidos.
Por último, un breve apunte cultural. No debo detenerme en trazar el perfil
de la élite en los terrenos de la cultura y las mentalidades. Baste sólo apuntar su
papel como escritores, autores de obras de la más variopinta temática; como
lectores y estudiosos, integrados en la cultura letrada7 • Pero también hay que
destacar su función como patronos de las grandes empresas religiosas locales,
como fundadores de conventos y monasterios, de retablos y capillas, demostra-
ción palpable, cara al común de vecinos, de su poder e influencia8 •
Definidos los perfiles de la élite, aunque sea de forma somera e incluso
tosca, me detendré algo más en el análisis del aporte judeoconverso. El aparente
monolitismo del patriciado cordobés se rompe en mil pedazos al observar cómo
las grandes familias locales proceden, al menos en parte, de orígenes hebraicos.
Es ésta una realidad muy importante, en absoluto secundaria, pues afecta de raíz
a la composición social del grupo privilegiado y muestra, como se verá más
adelante, la radical falsedad del proceso de demostraciones genealógicas que
conllevó la creación del Estatuto de Limpieza de Sangre.
La presencia de sangre conversa en las oligarquías urbanas castellanas de la
Edad Moderna es algo ya bien sabido. El trabajo referido de Márquez Villanueva

7
A falta de estudios sobre el tema, hay que recurrir al acervo documental de RAMÍREZ DE ARELLANO,
R., Ensayo de un catálogo biográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba, con descrip-
ción de sus obras, Madrid, 1921.
8
Para el caso madrileño sirven de contraste los siguientes trabajos sobre la actividad fundacional de la
élite capitalina: IZQUIERDO MARTÍN, J. et alii., «Así en la Corte como en el cielo. Patronato y
clientelismo en las comunidades conventuales madrileñas (siglos XVI-XVIII)», Hispania, 201 (1999),
pp. 149-169; LÓPEZ GARCÍA, J.M. (dir.), El impacto de la Corte en Castilla. Madrid y su territorio
en la Época Moderna, Madrid, 1998; LÓPEZ GARCÍA, J.M., «Religiosidad barroca y oligarquías
urbanas: la estrategia del clero regular madrileño», en S. Madrazo y V. Pinto (eds.), Madrid en la época
Moderna: Espacio, sociedad y cultura, Madrid, 1991, pp. 265-301.

- 78-
ENRIQUE SoRIA MESA

y todos los ya mencionados demuestran que la presencia hebraica en las instan-


cias locales del poder fue cualquier cosa menos anecdótica. Otra cosa es que
interesase obviar tal realidad.
En Córdoba, como correspondía a una ciudad de su tamaño, importancia
política, desarrollo económico y posición geográfica, los judeoconversos tuvieron
una presencia numérica muy destacada a partir de 139!9. Y no sólo por el volumen
poblacional, al que únicamente podemos acercarnos de forma aproximativa 10, sino
por el asalto que llevaron a cabo, en el siglo XV, sobre el poder y las instituciones
locales. El municipio, la Iglesia, el mundo del comercio y la artesanía11 , las profesio-
nes liberales (médicos, escribanos, notarios, procuradores ... ), se vieron invadidos
por individuos y clanes de tal procedencia. Y, en algún caso, copados.
Todavía carecemos de una monografía definitiva sobre el mundo converso en
la Córdoba bajomedieval y altomoderna, pero podemos aproximarnos al tema, con
todas las cautelas posibles, gracias a una combinación de documentación (édita e
inédita) y de múltiples trabajos que, de forma tangencial, lo rozan 12 • Como excep-
ción, los interesantes trabajos de la profesora Margarita Cabrera que anuncian una
fructífera línea de trabajo sobre el mundo converso y las élites cordobesas 13.
Entre los reinados de Enrique IV y Juan 11, en el concejo de la ciudad se
habían infiltrado numerosos judeoconversos. Eso es, al menos, lo que dicen las
palabras del cronista Diego de Valera, para el cual
«los cristianos nuevos de aquella ciudad estubiesen muy ricos, y les
viesen de continuo comprar oficios, de los cuales usaban soberbiosamen-
te, de tal manera que los cristianos viejos no la podían comportar» 14 •

9
Sobre la Córdoba bajomedieval interesa NIETO CUMPLIDO, M., Historia de Córdoba. Islam y
cristianismo, Córdoba, 1984, y EDWARDS,]., Christian Córdoba. The City and its Regían in the Late
Middle Ages, Cambridge, 1982.
10
Que debieron ser muchos millares se demuestra, más allá de los testimonios de la literatura
contemporánea, por el hecho de que, tras el paso de la Inquisición, encontramos casi 1.600 habilita-
dos a finales del Cuatrocientos, con lo que el total de conversos, sumando los que no pasaron ante la
Inquisición, seguramente la gran mayoría, debió ser enorme. Véase LADERO QUESADA, M.A., «Los
conversos de Córdoba en 1497», El Olivo, 29-30 (1989), pp. 187-205.
11
En especial, el rico gremio de plateros, infectado de conversos. Véase, a falta de estudios, TORRE
Y DEL CERRO, J. de la, Registro documental de plateros cordobeses, Córdoba, 1983.
12
Destacando las dos excelentes colecciones documentales publicadas por Rafael GRACIA BOIX,
Colección de documentos para la historia de la Inquisición de Córdoba, Córdoba, 1982, y Autos de Fe
y causas de la Inquisición de Córdoba, Córdoba, 1983.
13
Entre ellos, su tesis doctoral, citada más arriba, y sus artículo •Los regidores de Córdoba en 1480.
Aproximación prosopográfica», Meridies, III (1996), pp. 61-87.
14 VALERA, D. de, Memorial de diversas hazañas, Madrid, 1941, p. 240.

-79-
El cambio inmóvil

La vía de acceso fue la compra, encubierta claro está, de oficios, y la ascen-


sión masiva desde el mundo de los jurados, más vinculados a la esfera mercantil.
Para Margarita Cabrera, «la riqueza que caracterizaba a muchos conversos los
convertía automáticamente en caballeros de premia, requisito imprescindible, al
menos teóricamente, para acceder al puesto de jurado» 15 • De ahí al regimiento, y
más en una época tan inestable como ésta, sólo había un paso 16 •
Los conflictos sociales que azotaron a la Castilla de Juan II y Enrique IY,
impregnados de antisemitismo 17, repercutieron con gran fuerza en Córdoba. En
14 73 se produjeron crueles revueltas contra los cristianos nuevos, que concluyen
con la aparente deposición de muchos de ellos de sus cargos 18 , en especial de las
escribanías 19 • A partir de aquí los datos escasean y las fuentes son confusas, pero
podemos suponer, por lo que vendrá después, que muchos de los jurados y
regidores que fueron expulsados de los oficios consiguieron retornar a ellos 20 •

15 CABRERA, M., «El problema converso en Córdoba. El incidente de la Cruz del Rastro», La Península

Ibérica en la Era de los Descubrimientos (1391-1492). Actas de las III Jornadas Hispano-Portuguesas de
Historia Medieval, Sevilla, 1998, 1, p. 333. La autora aporta numerosos casos como ejemplo.
16
Sobre los regidores de Córdoba, muchos de ellos conversos, véase M. CABRERA, «Los regidores de
Córdoba en 1480 ... » y «Médicos, cirujanos y curanderos en Córdoba durante la segunda mitad del
siglo XV>>, Anuario de Estudios Medievales, 26 (1996), p. 349, en donde refiere al converso Juan
Rodríguez de Santa Cruz, veinticuatro a la altura de 1470, miembro de una conocida familia de
cirujanos. Un ejemplo de estas familias lo proporciona la ascendencia conversa de Juan de Mena,
hermano y descendiente de veinticuatros de Córdoba, de apellido Peñalosa, véase Mª R. LIDA,
«Notas para la biografía de Juan de Mena», Revista de Filología Hispánica, 3 (1941), p. 150, y
STREET, F., «La vida de Juan de Mena», Bulletin Hispanique, 55 (1953), pp. 149-173. Esta última
autora, todo sea dicho, niega el origen converso de Mena, ascendencia hebraica que a mí me parece
bastante evidente.
17 MACKAY, A., «Popular movements and pogroms in fifteenth-century Castile», Past and Present, 55

(1972), pp. 33-67; VALDEÓN BARUQUE, J., Los conflictos sociales en el reino de Castilla en los
siglos XIV y XV, Madrid, 1975, y MONSALVO ANTÓN, J.Mª., Teoría y evolución de un conflicto
social. El antisemitismo en la Corona de Castilla en la Baja Edad Media, Madrid, 1985.
18
NIETO CUMPLIDO, M., «La revuelta contra los conversos de Córdoba en 1473», Homenaje a
Antón de Montoro en el V Centenario de su muerte, Montoro, 1977, pp. 29-49, y CABRERA, M., «El
problema converso en Córdoba... ». Algunos de estos conversos huyeron a Gibraltar, LAMELAS
OLADÁN, D., «La compra de Gibraltar por los conversos andaluces (1474-1476)», Almoraima, 3
(1990).
19
OSTOS SALCEDO, P., «Los escribanos públicos de Córdoba en el tránsito de la Edad Media a la
Edad Moderna. Una aproximación>>, en P. Ostos Salcedo y Mª L. Pardo Rodríguez (eds.). El notariado
andaluz en el tránsito de la Edad Media a al Edad Moderna, Sevilla, 1995, pp. 171-220, especialmente
en las pp. 192 y 193.
20 «Córdoba estuvo prácticamente dominada por los conversos. Su presencia_en el concejo terminó

por acarrearles las más terribles consecuencias, aunque a la larga consiguieron mantener sus posicio-
nes», MÁRQUEZ VILLANUEVA, F., «Conversos y cargos concejiles, p. 518.

-80-
ENRIQUE SORIA MESA

Con este panorama, sobre 1480, los conversos siguen siendo parte esencial
del concejo. Y de la Iglesia, en donde ha
«habido beneficiados en esta Iglesia que descendiesen de generación
de conversos y judíos» 21 •
Pues bien, sobre todo este cuerpo social actúa, y con monstruoso rigor, la
Inquisición. Instalada en la ciudad desde 1480, creándose uno de los primeros
Tribunales de Distrito 22 , el Santo Oficio atacará brutalmente a los sospechosos de
herejía. Y lo hará, sobre todo, una de las más tenebrosas figuras de todos sus
tiempos, Lucero. No podemos detenernos aquí en la figura del sanguinario
inquisidor Lucero 23 , pero sí hay que resaltar que, tras el gigantesco Auto de Fe de
1504, el lobby converso del municipio cordobés parece quedar aniquilado 24 •
Pero no del todo. Lo que ha sucedido es que han desaparecido casi todas las
familias totalmente conversas que ostentaban regimientos, al parecer masiva-
mente judaizantes, pero mantienen sus puestos muchas otras manchadas, mez-
cladas, cuyas varonías, impecablemente nobles y limpias se han contaminado,
con el paso de los años, con sangre hebraica.
Esto lo saben perfectamente los capitulares y el resto de la élite local. Y no se
olvida durante el siglo XVI, sólo se tapa. A lo que asistimos desde este momento es _
a la ocultación de unas ascendencias bastantes mezcladas, donde se alternan los ~
antepasados cristianoviejos y los conversos, en donde los apellidos se turnan para
recordar u olvidar el origen judaico de parte del abolengo familiar. Y no son
elucubraciones del autor o simples maledicencias de la época. Afortunadamente
poseemos testimonios que demuestran estas afirmaciones. Veamos algunos de ellos.
En primer lugar, encontramos numerosas familias que, si bien no pertenecen
directamente a la élite, entroncarán en el siglo XVI y principios del XVII con ella

21
Es un fragmento del texto del Estatuto de Limpieza de Sangre de la catedral de Córdoba, de 1530,
transcrito en Rafael VÁZQUEZ LESMES, Córdoba y su cabildo catedralicio en la Modernidad, pp.
47-48. También interesa, FITA, F., «Un canónigo judaizante quemado en Córdoba (23 febrero
1484)», Boletín de la Real Academia de la Historia, 5 (1885), pp. 401-405.
22
CONTRERAS, J. y DEDIEU, J.P., «Geografía de la Inquisición española: la formación de los
distritos, 1470-1820», Hispania, 144 (1980).
23
Que, increíblemente, carece de estudio particularizado. Véase, sobre el inestable ambiente social de
esa época, el interesante estudio de B. YUN CASALILLA, Crisis de subsistencias y conflictividad
social en Córdoba a principios del siglo XVI, Córdoba, 1980.
24
El Auto, en GRACIA BOIX, R., Autos de Fe. No sabemos casi nada de este acontecimiento, ya que
ha desaparecido la mayoría de la información, pero en él, por otras fuentes, parece ser que ardieron
más de cien personas, entre ellos veinticuatros de las familias Herrera, Baeza, Córdoba y otras.

- 81-
El cambio inmóvil

por vía matrimonial. Son los Barchilón25 , Toro, Ulloa, Damas ... Pero no se queda
todo en eso. Muchos de los sacrosantos apellidos de la misma oligarquía están
infectados por sangre hebraica en mucha mayor cantidad de lo que sería deseable
para ellos.
Los Fernández de Mesa, los poderosos señores del Chanciller26 , están mancha-
dos al menos en una de sus líneas. Se trata de una saga de veinticuatros de la que
salió Alonso de Mesa, que compatibilizó su cargo en el cabildo cordobés con los de
regidor de Málaga y alcaide de Fuengirola, obtenidos tras la conquista del reino de
Granada, en la que se destacó 27 • En 1508, nuestro personaje debió huir para salvar
la vida, acosado por la persecución de Lucero. Nada más sabemos de él.
El hilo argumental se retoma en 1526 cuando Jorge de Mesa, veinticuatro de
Córdoba, alega la reciente muerte de Alonso, su tío, para solicitar la concesión de
sus oficios como su heredero 28 • Este precioso memorial simanquino nos permite
filiar genealógicamente al converso Alonso de Mesa, entroncándolo con la rama
principal y emparentándolo con los muy nobles y poderosos Saavedra, igualmen-
te regidores de Córdoba.
La notoriedad de su persecución inquisitorial fue tal que el linaje decidió
borrar de todas sus genealogías la sección afectada, y sólo con gran esfuerzo he
podido entroncados con los cabezas de la estirpe 29 •
Los Velasco descienden, o eso dicen los tratadistas, de conquistadores de
Córdoba. No está claro, y mucho menos su supuesto enlace con la Casa aristo-
crática de ese apellido en Castilla. Lo cierto es que pertenecen al círculo más
poderoso y prestigiado de la ciudad, pero en sus recientes enlaces emparentan
con conversas. Concretamente con los Baena de la villa homónima, con la des-

25
Uno de los apellidos, por cierto, más típicamente judaicos, antes y después de la conversión,
LADERO QUESADA, M.A., «Los conversos de Córdoba en 1497», p. 192.
26 La historia oficial de esta estirpe en RUANO, F., Casa de Cabrera en Córdoba, Córdoba, 1994 (1 ª

edición, 1779), pp. 414 y ss.


27
LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J.E., «Judíos, judeoconversos y reconciliados en el reino de
Granada a raíz de su conquista», El reino de Granada en la época de los Reyes Católicos. Repoblación,
comercio y frontera, Granada, 1989, I, p. 159. Múltiples referencias a este personaje, en J.Mª RUIZ
POVEDANO, Poder y sociedad en Málaga. La formación de la oligarquía ciudadana a fines del siglo
XV, Málaga, 1989.
28 A.G.S., Cámara de Castilla, leg. 185, p. 60.
29
De la fama judaica de los Mesa cordobeses dan fe ciertas narraciones populares anónimas, recogidas
por escrito a principios del Seiscientos, Casos notables de la ciudad de Córdoba (¿ 1618?), Montilla,
1982, p. 53.

-82-
ENRIQUE SORIA MESA

cendencia del contador Pedro Fernández de Baena, de quien casi todos los testi-
gos insisten, sospechosamente, que «aunque que era contador, que no le tocaba
lo confeso» 3 º. De estos Baena proceden en Granada los marqueses de Bogaraya,
mercaderes enriquecidos con igual origen converso, en cuya ascendencia se in-
cluyen penitenciados y algún antepasado relajado por la Inquisición31 •
Bastantes posibilidades tienen de ser conversos los Cea, de quiénes los
genealogistas dan todo tipo de falsas ascendencias, haciéndolos venir, alternati-
vamente, de conquistadores de Córdoba y de nobles castellanos. Todo ello, claro,
sin ningún tipo de apoyo documental. Y sin olvidar a los Castilla, cuyo regio
origen no puede oscurecer el conocido hecho de su ascendencia manchada32 , y a
los Acevedo, de muy posible tronco hebraico como sus parientes Ulloa y Fonseca33 •
Por último, los Fernández de Cárcamo, señores de Aguilarejo y Alizné 34 , de
preclara sangre castellana, quienes guardan entre los eslabones de su árbol un
precioso secreto. Secreto para nosotros, que carecemos de los registros del san-
griento Lucero, pero no para los inquisidores cordobeses. En efecto, cuando en
1578 se realiza una Visita al tribunal cordobés, entre los cargos que resultan
contra el inquisidor don Francisco Gasea Salazar se encuentra el siguiente:
«Ítem, se le hace cargo de que admitió por familiar a cierto caballero
de esta ciudad de Córdoba sin embargo de la contradicción que el
fiscal hizo, con los procesos que mostró de un abuelo y de otro su tío,
penitenciados por este Santo Oficio, y de una genealogía de caballe-
ros de esta dicha ciudad, que está en el Secreto, recibida por el
inquisidor Villar, en que dice un testigo que los del linaje del dicho
familiar son confesos»
Al margen de este documento, transcrito por Gracia Boix35 , se dice que el
familiar en cuestión es don Jerónimo de Cárcamo y Mesa. Las excusas posterio-
res del inquisidor Gasea no llegan a convencer. Sólo se demuestra que muchos

30 A.H.N., Inquisición, leg. 5.195, exp. 13.


31
A.H.N., Inquisición, leg. 1.447, exp. 16.
32
Origen que reco¡;e el Tizón de la Nobleza de España.
33 MARTÍNEZ LÓPEZ, E., «El rival de Garcilaso: «esse que de mi s'está reyendo» (Egl.l.180)»,

Boletín de la Real Academia Española, 61 (1981), pp. 191-281.


34
Proceden de Fernando Íñiguez de Cárcamo, Alcalde Mayor de Córdoba tras la conquista, hermano
de un maestre de Santiago, MÁRQUEZ DE CASTRO, T., Compendio histórico y genealógico ... , pp.
69-70.
35
Colección de documentos ... , p. 209.

-83-
El cambio inmótJil

nombres se tacharon de las listas, de los libros, de los registros, y eso se puede
deber, estoy convencido de ello, a las presiones, al soborno, las amenazas y a la
connivencia.
Más aún, cuando sabemos que entre los cautivos de Lucero estaban personas
de la calidad del contador don Fernando de Mesa (iotro Mesa!) y del arcediano
de Castro, uno de los más importantes prebendados de la catedral cordobesa. Y
que a las sinagogas ocultas acudía medio cabildo catedralicio, entre ellos don
Francisco de Simancas, de la gran familia de su apellido que dio numerosas
mujeres a la élite cordobesa, gracias a lo cual de ellos descendieron decenas de
regidores 36 •
Los registros inquisitoriales de la época de Lucero debieron ser destruidos en
el momento de su caída. Se intenta borrar el pasado más reciente. Esto explica el
furor de la élite cordobesa cuando, en plena efervescencia comunera, a la Inqui-
sición se le ocurre empadronar a los cordobeses, siguiendo, es de suponer, crite-
rios en cuanto al origen étnico de los vecinos. La posibilidad de que quedase
constancia oficial en un organismo ajeno al cabildo de las ascendencias mancha-
das de la élite puso a ésta en pie de guerra. Sin empacho alguno, y en tono
amenazante, los señores Córdoba exigen al cardenal Adriano de Utrech
«que los padrones originales se deben quemar ante el corregidor y
dos veinticuatros de la ciudad, sin quedar traslado ni razón ninguna
de ellos, de manera que toda la ciudad esté satisfecha del remedio
que en esto se ha puesto».
La presión nobiliaria debió surtir su efecto, pues no queda constancia de
ningún tipo de que se llevase a cabo tan odiosa medida37 • De momento, los
señores de la ciudad habían ganado la partida.

36
Ibídem, p. 87-88.
37
El documento se transcribe íntegramente en el Apéndice Documental.

-84-
VI
UN ASCENSO IMPARABLE
ENRIQUE SoRIA MESA

VI. 1. La hipergamia consentida


Las alianzas matrimoniales encierran un apasionante juego de relaciones de
poder entre diversos grupos sociales, familiares y económicos. La tendencia más
natural en la Edad Moderna es hacia la homogamia, es decir, el casamiento entre
iguales, consentido por la sociedad en pleno y alentado por los tratadistas, que
veían en los casamientos desiguales el origen de muchos males sociales.
Sin embargo, la realidad socioeconómica se impone siempre a las ideas, por
bellas que éstas puedan ser. Las necesidades financieras de una élite provincial, en
perpetuo endeudamiento por su cada vez más ostentoso tren de vida, obligan a
buscar dinero de casi cualquier procedencia. Y eso, por no mencionar la necesi-
dad de dotar a las hijas, de colocar a los hijos segundones, de preparar las
carreras eclesiásticas de los vástagos destinados a la Iglesia ...
Las dotes surgen como la posibilidad más cercana de inyectar dinero en los
patrimonios vinculados, cuyas rentas en más ocasiones de las deseables estaban
muy hipotecadas. Y esa necesidad obliga a muchos regidores a emparentar con
mujeres de estratos sociales inferiores, de oscura procedencia, muchas veces
incluso conversas. No hemos de pecar de optimistas y ver en esto un signo de la
apertura mental de una élite abierta a unos supuestos aires capitalistas1 • La
realidad es que el buen matrimonio es el que se realiza con una mujer de iguales

1
Ni que se alterara la superestructura ideológica de la Monarquía. Como afirmaba hace ya años J.
DELUMEAU, «el hecho de que ésta [la nobleza] se renovara a costa de repetidos matrimonios
desiguales, de que se rejuveneciera a través de la autoridad, porque los príncipes pusieron en el
mercado marquesados, condados y títulos de escuderos, de que pulularan los gentileshombres de
pergaminos, de que el derecho a blasón de vendiera al mejor postor, no mengua para nada este hecho
social fundamental: el Renacimiento no provocó el triunfo de la burguesía como tal. Por el contrario,
confirmó la jerarquía tradicional», «Movilidad social: ricos y pobres en la época del Renacimiento»,
en C.E. Labrousse et alii, Órdenes, Estamentos y Clases, Madrid, 1978, p. 153.

-87-
El cambio inmóvil

circunstancias, rica y noble, pero eso no siempre es posible. Es, entonces, la hora
de aprovechar las ansias de progreso de grupos mercantiles e incluso la necesidad
de lavar el origen familiar, para obtener importantes compensaciones económi-
cas. Son las mésalliances.
El casamiento con inferiores sociales o mésalliance es una constante en la
nobleza europea. No hace falta detenerse en el caso francés, prototípico, o en el
inglés, de los que ya se ha hablado 2 • Baste referir que, para la nobleza
luxemburguesa, que cuenta con un excelente estudio monográfico, las familias
que jamás mezclan su sangre en este sentido son poco numerosas, un 22%. El
resto, casi cuatro quintas partes del total, casaron en múltiples ocasiones con
recién llegados al estatus nobiliario 3 • Los ejemplos se podrían repetir ad nauseam 4 •
Lo mismo sucede en el caso español. Sólo la falta de estudios serios sobre el
mundo nobiliario ha permitido pensar en la existencia de un bloque compacto.
Lo mismo que sabemos que en el siglo XIX los Grandes de España casan con
recién llegadas al mundo de la Grandeza5 , en épocas anteriores sucede exacta-
mente igual. Cuando un riquísimo mercader genovés de apellido Centurión se
convierte en marqués de Estepa, a mediados del siglo XVI, nadie se plantea su
ascendencia a la hora de enlazar con él6 • Y semejante es lo que acontece con un
oscuro vecino de Ubeda, de supuesta hidalguía, Francisco de los Cobos, con cuya
hija casó todo un duque de Sesa7 • No creo necesario seguir aportando datos, pero
recordemos, sólo este caso, la fácil integración en la más alta aristocracia del
matrimonio Andrés de Cabrera-Beatriz de Bobadilla, converso por todos los
costados, ennoblecidos como marqueses de Moya 8 •

2
Añadamos a lo dicho, el capítulo tercero («marriage») de la obra de J. HABAKKUK, Marriage, Debt
and the Estates System. English Landownership 1650-1950, Oxford, 1994.
3
HUDEMANN-SIMON, C., La noblesse luxembourgeoise au XVIII' siecle, París, 1980, p. 77.
4
VISCEGLIA, M.A., Il bisogno di eternitd ... , pp. 166 y ss.
5
CARMONA PIDAL, J. y FERNÁNDEZ DELGADO, J., «La tradición moderna: la política matrimo-
nial de los Grandes de España», en A. Bahamonde Magro y LE. Otero Carvajal (eds.), La sociedad
madrileña durante la Restauración, 1876-1931, Madrid, 1989, 1, pp. 595-611.
6
Una completa genealogía familiar en SALAZAR Y ACHA, J. y GÓMEZ DE OLEA Y BUSTINZA, J.,
«Los marqueses de Estepa. Estudio histórico-genealógico», Actas de las JI ]ornadas sobre Historia de
Estepa. El marquesado de Estepa, Estepa, 1997, pp. 69-92.
7
KENISTON, H., Francisco de los Cabos. Secretario de Carlos V, Madrid, 1980.
8
RÁBADE OBRADÓ, Mª P., Los judeoconversos en la Corte ... ; MOLINA GUTIÉRREZ, P., «Forma-
ción del patrimonio de los primeros marqueses de Moya», En la España Medieval, 12 (1989), pp.
285-289; y PEINADO SANTAELA, R.G. y SO RIA MESA, E., «Crianza real y clientelismo nobiliario:
los Bobadilla, una familia de la oligarquía granadina», Meridies, 1 (1994), pp. 129-160.

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ENRIQUE SoRIA MESA

Y es que, precisamente, el matrimonio es el mecanismo más perfecto de


integración social. Como nos muestra F. Brumont para Logroño, los casamien-
tos entre nobles de sangre e hijas de mercaderes enriquecidos estaban a la
orden del día, y lo mismo sucedía, sin recato alguno, si estas mujeres tenían
origen hebraico 9 •
Idéntico es el caso de ciudades tan distintas como la Soria de los Doce
Linajes 10 o la Guadalajara mediatizada por los Mendoza, en donde, como afir-
man Lorenzo Cadarso y Gómez Urdáñez para los miembros de su oligarquía,
«Prácticamente todos ellos habían ascendido a las filas de la élite
nobiliaria local por los mismos medios: linajes de la baja nobleza
local o del entorno rural de la ciudad ... y gracias a sucesivos matri-
monios con familias conversas y de mercaderes a lo largo del siglo
XVI, iban acumulando importantes patrimonios, basados en propie-
dades agrarias y censos y amayorazgados» 11 •
O en la Granada fronteriza 12 • En todas ellas la novia tiene un elevado precio.
Este es el caso, en lo que se refiere a Córdoba, de don Rodrigo de Vargas, de
los señores de Fuenreal, casado en 1584 con doña María de Castañeda, hija de
un próspero jurado, dotada con 6.300 ducados; y el de su sobrino, el veinticua-
tro don Rodrigo Carrillo de Vargas, casado en 162 7 con doña Ana de Armijo y
Ulloa, hija de Hernando Aragonés de Armijo y de doña Isabel Urbano de Ulloa,
la cual aporta al enlace nada menos que dos mayorazgos fundados por colatera-
les. La contrayente tenía que hacer olvidar que los Aragonés y los Ulloa, sobre
todo los primeros, son dos de los más notorios linajes conversos de la ciudad 13 •

9
BRUMONT, F., «Le mariage, passeport pour l'ascension sociale: a Logroño au XVI' siecle», en J.P.
Amalric (comp.), Pouvoirs et société dans l'Espagne moderne, Toulousse, 1993, pp. 89-100.
10
DIAGO, M., «El ascenso sociopolítico de los judeoconversos ... ».
11
LORENZO CADARSO, P.L. y GÓMEZ URDÁÑEZ, J.L., «Los enfrentamientos entre el patriciado
urbano y la aristocracia señorial: Guadalajara y los duques del Infantado (ss. XV-XVII)», Norba, 13
(1993), pp. 127-155. La cursiva es mía.
12 SORIA MESA, E., «La familia Pérez de Herrasti. Un acercamiento al estudio de la élite local

granadina en los siglos XV al XVII», Chronica Nova, 19 (1991), pp. 383-404, para el casamiento de
un mercader con la hija de un oligarca antiguo. Véanse parecidos casos en CORTÉS PEÑA, A.L. y
VINCENT, B., Historia de Granada. III. La época Moderna. Siglos XVI, XVII y XVIII, Granada, 1986,
para los aristocráticos Granada Venegas.
13
Ambas referencias, en PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdoba, II, pp. 787 y 797. El
origen converso de los Aragonés, en A.H.N., Inquisición, leg. 5202-1, exp. 10, y A.H.N., Órdenes
Militares, Santiago, Religiosas, sign. 321 (pruebas de doña Teresa de Herrera y Jáuregui).

-89-
El cambio inmóvil

También es de resaltar el enlace que realizaron los ricos Navas de la Puebla,


conversos granadinos, emparentados con un enorme conjunto de oligarcas de
origen hebraico de esa ciudad 14 • Doña Leonor de Puebla, una de ellos, casó con
un miembro de la élite cordobesa, descendiente de la Casa de los condes de
Alcaudete, Andrés Ponce de León, caballero de Santiago y miembro del Consejo
de Estado, el primer letrado que hubo en tan aristocrático Consejo 15 • Su descen-
dencia siguió, claro está, ocupando veinticuatrías en Córdoba 16 •
Los poderosos Hoces, señores de la Albaida y futuros condes de Hornachuelos,
también vieron cómo algunas ramas menores emparentaban con notorios confesos.
Don Gonzalo de Hoces enlazó con doña Menda de Valdivia, la cual portaba
mucha sangre hebraica en su árbol genealógico 17 • Su hijo don Pedro González de
Hoces, veinticuatro y caballero de Santiago, casó con doña María González de
Rozados, cuya madre, doña Catalina de Rojas y Arroyo, descendía por líneas
conocidas de judeoconversos 18 • Otra parienta de la contrayente casó con don
Alonso de Cabrera, de uno de los linajes más representados en el cabildo 19 •
Por su parte, los Toledoy Roa, dos apellidos de reconocido origen hebraico
en la ciudad 20 , consiguieron matrimoniar con los Morales, antigua estirpe de
regidores. Concretamente, con don Juan de Morales y de los Ríos, veinticuatro,
con quien casó doña Andrea Jerónima de Toledo, hija del rico jurado Diego de

14
A.H.N., Inquisición, leg. 2619-2.
15
«Y que antes de él no avía sido letrado del Consejo de Estado». Todos estos datos y esta referencia,
en B.N., Ms. 7864, «Tratado del antiquísimo y nobilísimo linage de Morovelli y de la sucesión de los
señores de la Casa de Morovelli, con otras de algunos linages ilustres de Sevilla, recopilado por don
Francisco Morovelli de Puebla, dirigido a don García Portocarrero, del Consejo de S.M., oidor de
Sevilla», 1619.
16
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 200, pruebas de don Juan de Córdoba Ponce de León, 1643.
17
Véanse las muy discutidas pruebas de don Pedro González de Hoces para caballero de hábito,
A.H.N., Órdenes Militares, Santiago, exp. 3539, 1613. Fue necesario obtener un breve de dispensa
de la nobleza materna en 1625.
18
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exps. 190 y 235. Son los expedientes de los dos hijos de este
matrimonio, don Gonzalo y don Francisco de Hoces y Córdoba (1641 y 1653). Véase también
A.H.N., Órdenes Militares, Santiago, exp. 3946, hábito de don Gonzalo de Hoces Rozados, 1629-
1638.
19
La información de su condición conversa, en A.H.N., Órdenes Militares, Santiago, Reprobados, R-
15, pruebas de don Juan de Castilla Arroyo, Córdoba, 1628; y en A.H.N., Inquisición, leg. 1417-1, p.
l.
20
A.H.N., Inquisición, legs. 1953-2, p. 61 y 5244-2, p. 11, sobre los Roa. Sobre los Toledo, véase el
enorme y muy controvertido expediente del doctor don Luis Venegas de Figueroa, en sus pruebas
para oficial del Santo Oficio, Ibídem, Leg. 1515-1, exp. 2.

-90-
ENRIQUE SoRIA MESA

Toledo y de doña Inés de Roa 21 • Para hacernos una idea de la fortuna del jurado,
que antes había sido escribano público, basta con contemplar las propiedades
con que fundó mayorazgo del tercio y quinto de sus bienes en 1623 22 •
• Censo que paga la villa de Archidona de 6.000 ducados de principal.
• Censo de 600 ducados de principal que pagan don Juan de Tapia y Vargas
y sus hermanos, vecinos de Granada.
• Casas en la villa de los Molares, que rentan 100 reales anuales.
• Casas, las principales del mayorazgo, en Córdoba, rentan 80 ducados al
año.
• Cortijo en la villa de Lopera que renta 30 fanegas de trigo y 10 de cebada
al año.
• Juro en Córdoba de 92.542 maravedís de principal.
• Censo que paga la ciudad de Granada de 3.343.000 de maravedís de
principal.
Finalmente, uno de los matrimonios mixtos que más extendieron la sangre
infecta por las filas de la élite cordobesa fue el contraído por algunas de las
mujeres de la familia Monte de Mendoza 23 • Dos hijas del matrimonio compuesto
por don Francisco Monte y doña Elvira de Mendoza, vecinos de Baena, casaron
con miembros de la élite urbana. Concretamente, doña Isabel con don Luis de
Valenzuela Fajardo, y doña Juana con don Juan de Pineda Valenzuela. En su
descendencia inmediata hay, al menos, tres regidores de Córdoba que acceden al
cabildo entre 1667 y 1702, incluyendo un hijo de cada enlace 24 •
Sin embargo, no todos estos enlaces con grupos de inferior condición social
se producen con conversos. Otro grupo importante se realiza con simples pecheros,

21
Del matrimonio nos informa el expediente de regidor de su hijo, don Andrés Ruiz de Morales,
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 237 (1652). La ascendencia del contrayente viene en su propio
expediente, Ibídem, exp. 171 (1633).
22
A.R.Ch.G., 3ª-812-6. Se trata de un pleito (1657) entre Tomás de Toledo, vecino de Córdoba, con
don Miguel de Toledo y don Francisco de Toledo, vecinos de Granada, sobre alimentos del mayoraz-
go que fundó Diego de Toledo.
23
Sobre su condición conversa, indiscutible, véase A.H.N., Órdenes Militares, Santiago, exp. 2112,
pruebas de don Diego de Córdoba Monte, Baena, 1649. Fueron despachadas con dispensa.
24
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp.s 267, 272 y 327. Corresponden a los caballeros don Pedro
Luis de Valenzuela Fajardo, don Diego de Pineda Góngora y don Agustín Bias de Valenzuela Fajardo.

-91-
El cambio inmóvil

o con familias recién ascendidas al particular Olimpo de la Hidalguía, las cuales


intentan por todos los medios ocultar el pasado estableciendo lazos de parentes-
co con los antiguos regidores. El caso más evidente es el de don Felipe de
Saavedra Cerón de Vargas, veinticuatro de Córdoba, caballero de Alcántara, hijo
de otro regidor y caballero de Santiago, que casa con la hija única de un regidor
de Ecija, de familia muy inferior, doña Catalina María Tamariz y Montilla, cuyo
padre la dota a mediados del Seiscientos con la enorme cifra de 44.000 duca-
dos25.
La hipergamia femenina de que venimos hablando tiene también mucho que
ver con la presencia de eclesiásticos en el círculo inmediato de la parentela.
Poseer un tío o un hermano canónigo puede ser la llave para un casamiento con
superiores sociales. Y para más cosas.
La relación con la Iglesia fue clave para el ascenso de muchas de las familias
que aquí se analizan. El asalto a las estructuras eclesiásticas locales permitió
incrementar las riquezas, el poder, la influencia y el prestigio de estos grupos.
Aprovechando al máximo las oportunidades de medrar que ofrecía la Iglesia,
incomparables en el Antiguo Régimen, nuestras familias subieron varios escalo-
nes de golpe en la consideración social. No hay más remedio que admitir que
existe un antes y un después en sus estrategias de dominación. Y la cesura la
marca la Iglesia26 .
Lo primero era crear las condiciones previas para la existencia de una cantera
de eclesiásticos. De ello se encargaron las fundaciones de capellanías, frecuentísimas
entre las familias poderosas. Estas vinculaciones patrimoniales, de las que en
general poco sabemos27, poseen un doble carácter: por un lado, el religioso, con
el establecimiento de misas perpetuas por las almas de los fundadores y su
parentela; por otro, el económico, basado en la creación de una renta fija con la

25 PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdoba, !, p. 181. Sobre esta familia véase el erudito
trabajo de J. MARTÍN JIMÉNEZ, «Filiación genealógica del caballero ecijano, pintado por Goya,
don Juan de Saavedra Cerón y Melgar», Archivo Hispalense, 38 (1963), pp. 285-292.
26
«Algunos hacen vanidad del estado eclesiástico, y les parece que el hijo cura hace hidalgo al padre
labrador, el canónigo, caballero al mercader, y que si llega a ser obispo, será ilustre todo su linaje»,
fray Ángel Manrique, obispo de Badajoz, en Socorro del Estado Eclesiástico (1624), cit. por Mª L.
CANDAU CHACON, «El clero secular hispalense a finales del Antiguo Régimen: los problemas de la
vocación eclesiástica», en I Conferencia Internacional Hacia un Nuevo Humanismo, Córdoba, 1997
(en prensa).
27
Sigue siendo esencial el trabajo de Juan PRO RUIZ, «Las capellanías: familia, iglesia y propiedad en
el Antiguo Régimen», Hispania Sacra, 41 (1989), pp. 585-602.

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ENRIQUE SoruA MESA

que mantener a un clérigo, renta que se acrecienta por el habitual disfrute de más
de una capellanía por el mismo capellán. Con tan saneadas rentas siempre habría
eclesiásticos en la familia.
A continuación, el acceso a los cargos intermedios. Colocar a un hijo segun-
dón o un sobrino como racionero o beneficiado era una buena manera de situar
peones dentro del riquísimo entramado eclesiástico. No son de desdeñar sus
rentas, como lo demuestran los casi 3.000 ducados de renta anual que cobraba el
más ilustre de los racioneros cordobeses, don Luis de Góngora y Argote 28 •
Al final del camino, las canonjías cordobesas, auténticas sinecuras dotadas de
amplias rentas que permitían a sus poseedores acumular ingentes fortunas, espe-
cialmente si añadimos a los miles de ducados de salario reglado las innumerables
oportunidades que ofrecía el cargo de obtener beneficios extra 29 •
En toda Castilla, al menos en donde se han realizado estudios, esta tendencia
se cumple a rajatabla. Sabemos que sucedía así en la Murcia bajomedieval, en
donde las acumulaciones patrimoniales más que a los sobrinos se destinaban en
principio a los numerosos bastardos30 ; pero en pocos sitios se observa mejor que
en Palencia. En esta ciudad, gracias a la obra de Antonio Cabeza3 1, conocemos
muy bien el poder eclesiástico y su importancia en la consolidación de los gran-
des linajes locales, conversos y cristianoviejos por igual3 2 •
Córdoba no iba a ser una excepción en esto. Durante los tres siglos de la
Modernidad, pero sobre todo en los dos primeros, las familias en ascenso consi-
guieron acelerar su progresión gracias a los mecanismos antes descritos. Veamos
algunos ejemplos.

28
Contando, además de la ración, con varios beneficios de todo tipo, ALONSO, D., «Algunas
novedades para la biografía de Góngora>>, Actas del Primer Congreso Internacional de Hispanistas,
Oxford, 1964, p. 31.
29
Para Julián MONTEMAYOR, «un chanoine de Tolede pouvait toucher, dans le dernier quart du
XVI' siecle entre 1467 et 2000 ducats», Toli!de entre fortune et déclin (1530-1640), Limoges, 1996,
p. 323, razón por la cual, dice el mismo autor, la oligarquía toledana había asaltado el cabildo
catedralicio, «Municipalité et chapitre cathédral au coeur de l'ascension sociales a Tolede (1521-
1700)», Pouvoirs et société dans l'Espagne moderne. Hommage a Bartolomé Bennassar Toulousse,
1995, p. 76.
30
RODRÍGUEZ LLOPIS, M. y GARCÍA DÍAZ, l., Iglesia y sociedad feudal. El cabildo de la catedral
de Murcia en la Baja Edad Media, Murcia, 1994, pp. 74-81.
31
Clérigos y señores. Política y religión en Palencia en el Siglo de Oro, Palencia, 1996.
32
Véase, para un caso hasta cierto punto parangonable, DUHAMELLE, C., I.:héritage collectif. La
noblesse d'Église rhénane, 17' et 18' siecles, París, 1998.

-93-
El cambio inmóvil

El canónigo don Juan Sigler de Espinosa, advenedizo enriquecido por la


confianza y amistad del obispo de Córdoba don Leopoldo de Austria33 , casó a su
hermana doña Juana, hija como él de un simple familiar del Santo Oficio, con
don Pedro de Vargas Carrillo Cabrera, veinticuatro cordobés; y a su sobrina
doña Catalina, hija de su hermana, con don Diego de Cárdenas y Guzmán, hijo
del venticuatro don Martín de Guzmán 34, ambos de las mejores familias del
patriciado local.
Lo mismo sucedió con los conversos Valdivia y Salazar, en este caso vincula-
dos tanto a Jaén como a Córdoba. A finales del siglo XVI don Gonzalo de Hoces,
de una rama menor de los futuros condes de Hornachuelos35 , casó con doña
Menda de Valdivia, rica confesa hermana de don Francisco de Valdivia, racionero
y prior de la Iglesia giennense, y de Martín Fernández de Salazar, racionero
entero y después canónigo de Córdoba. Su poder económico y social fue decisivo
para realizar un enlace tan desigual. Así lo demuestra el caso de doña María Vela,
hermanastra de los anteriores, a quien casó su hermano Andrés Vela, prebendado
en Roma, nada menos que con don Alonso de Córdoba, de la Casa de los condes
de Alcaudete,
«porque el dicho Andrés Vela, su hermano, como hombre muy rico
por la Iglesia, la dotó y casó» 36 •
Sea como fuere, lo cierto es que las carreras eclesiásticas de los segundones
muchas veces influyeron decisivamente en la suerte de toda la familia. La fortuna
de contar con uno o varios parientes canónigos o prebendados permitió subir de
golpe varios peldaños en la escala social a las Casas más afortunadas.
Así, los Fernández de Carreras, de sospechoso origen portugués, cuya fortu-
na tuvo mucho que ver con la exitosa carrera de uno de sus miembros, don
Melchor Fernández de las Carreras y Acuña, canónigo de Córdoba y arcediano
de los Pedroches, comprador de la villa de Villaralto, que agregó al mayorazgo
paterno. O los Medina Corella, condes de Medina de Río Frío, cuyo primer

33
Sobre sus extrañas relaciones con el libertino obispo, al que sirvió de tapadera amorosa, véase el
anónimo Casos notables de la ciudad de Córdoba (¿1618?), Montilla, 1982, pp. 171 y ss.
34
Ambas, en PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdoba, Il, pp. 128-129 y 798-799.
35 Su ascendencia en A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 97. Son las pruebas del hijo de ambos, don

Pedro González de Hoces y Valdivia.


36
A.H.N., Órdenes Militares, Santiago, exp. 3539, pruebas de don Pedro González de Hoces. Las
pruebas de este Andrés Vela, en A.C.Co., expedientes de limpieza de sangre, leg. 5.001 (1564). En
ellas se afirma de su abuelo paterno «que era judío de señal».

-94-
ENRIQUE SORIA MESA

titular fue sobrino carnal de don Juan de Ayuda Medina, eclesiástico cordobés
con idénticos títulos que el anterior prebendado 37 •
Los Toboso son una familia de labradores ricos de Bujalance, un clan
endogámico que llegará a proporcionar veinticuatros a Córdoba y que
matrimoniará con lo más granado de su élite. De ellos hablaremos más adelante.
Los inicios de su éxito, sin embargo, se deben al papel desempeñado, como en
tantos otros casos, por los clérigos; de nuevo las prebendas eclesiásticas como
origen del ascenso social. Concretamente me refiero al casamiento de doña
Antonia de Castro Toboso con el señor de Teba, don Alonso Fernández de
Henestrosa y Hoces, y el de su hermana doña Ana de Castro Toboso con don
Andrés de Morales y Padilla, ambos regidores de la ciudad38 • Las fuertes dotes
que les permitieron emparentar con la élite local proceden en buena medida del
hermano de ambas, don Gonzalo, deán y canónigo de la Iglesia de Córdoba.
El caso de los Corral es paradigmático. Se trata de una familia de origen
desconocido, a la que ni siquiera los genealogistas posteriores pudieron crear un
abolengo ilustre 39 • Como mucho, podemos suponerlos labradores ricos con pre-
tensiones hidalgas. A mi juicio, la hidalguía es más bien deseada que real.
De esta familia, oriunda de Almorox (Toledo), el primero en venir a Córdoba
fue Antonio del Corral, que debió instalarse a principios del Quinientos, acce-
diendo pronto a la dignidad de tesorero de la Iglesia de Córdoba, quizá ayudado
por las relaciones eclesiásticas tejidas por su hermano Pedro, canónigo y arcedia-
no de Niebla, capitular del cabildo catedralicio sevillano.
Las riquezas conseguidas por ambos religiosos, seguramente labradas al calor
del desempeño de sus dignidades eclesiásticas, les permitió a ambos clérigos
fundar un cuantioso mayorazgo en 1544 a favor de su hermano Francisco y de
sus sucesores. A estos bienes se agregaron nuevas donaciones en 1548 y 1550,
con lo que la vinculación fue valorada en 1587 nada menos que en 40.000
ducados. Francisco de Corral, avecindado en Córdoba, había casado con una
simple hidalga local, doña Ana de Frías, pero las grandes riquezas donadas por

37 Ambas referencias, en PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdova, I, pp. 70 y 11 O y ss.
38 Ibídem, l, p. 32.
39
Resulta ridícula la pretensión del genealogista Francisco RUANO (Casa de Cabrera, p. 467) de
emparentarlos con los únicos Corral ilustres de España, los vallisoletanos, de cuyo tronco saldría el
famoso conde de Villandrando, y que, ya en la Edad Moderna, daría origen a una ilustre casta de
consejeros de la Monarquía, FAYARD, ]., Op. cit., p. 259. Nada tienen que ver con ellos, desde luego,
pese a que Fernández de Bethencourt repita este origen, siguiendo acríticamente a Ruano.

-95-
El cambio inmóvil

sus hermanos permitirán a sus descendientes ascender de forma vertiginosa. De


sus cinco hijos, baste decir que las dos mujeres casaron en las filas de la más alta
aristocracia cordobesa. Así, doña María de Corral enlazó con don Lope de
Angulo, señor de La Morena, veinticuatro y caballero de Santiago, mientras que
su hermana doña Catalina casó con don Baltasar Díaz de Cabrera, señor de la
villa de Torres Cabrera, teniendo por hijo al camarista don Alonso de Cabrera,
caballero de Calatrava y presidente del Consejo de Ordenes, primer vizconde de
Torres Cabrera en 1631 4 º.
De los varones, don Jerónimo entró en la alta administración y llegó a ser
Presidente de la Chancillería de Valladolid 41 , mientras que su hermano don
Antonio siguió los pasos de sus tíos llegando a ser, igualmente, tesorero y canóni-
go de la Iglesia cordobesa, fundando con el tiempo, y para que el paralelismo sea
completo, dos pingües mayorazgos en sus sobrinos.
El hijo primogénito, don Juan del Corral, casó con una Guzmán cordobesa,
de su más rancia élite, de la que tuvo a don Francisco, en quien culminó el linaje.
Este personaje fue, por compra a la Corona, primer señor de las villas de la Reina
y Almodóvar del Río, y su descendencia, así como la de sus hermanos, enlazó con
lo más granado de la sociedad local 42 •
El poder de la Iglesia, en cuanto que trampolín para las más desbocadas
ambiciones sociales en el Antiguo Régimen español, se evidencia perfectamente
en lo dicho sobre la hipergamia. Pero no es éste su único ni más espectacular
rostro. Las más importantes dinastías de canónigos cordobeses colocaron venta-
josamente a sus sobrinas y parientas en el mercado matrimonial, pero algunas de
ellas consiguieron incluso asaltar frontalmente el mismo reducto del poder mu-
nicipal, introduciendo a miembros de su Casa en el regimiento. Este es el caso de
los Mohedano de Saavedra, labradores villanos de Pedroche. Pero hay otra fami-
lia que destacó aún más, si cabe.

40
Su ficha biográfica y su carrera, en FAYARD, J., Los ministros del Consejo Real de Castilla (1621-
1789). Informes biográficos, pp. 6-7.
41
Algunos datos nos proporciona Mª S. MARTÍN POSTIGO, en Los presidentes de la Real Chancille-
ría de Valladolid, Valladolid, 1982, pp. 55-57. Murió en 1602.
42
Para todo este apartado remito al interesante trabajo de Juan ARANDA DONCEL, «Almodóvar
del Río en el siglo XVII: el sometimiento al régimen señorial», en VV.AA., Almodóvar del Río.
Estudios históricos, Córdoba, 1991, pp. 71-141, donde se insertan bastantes documentos sobre los
Corral. Por su parte, Vicente PORRAS BENITO desarrolla más ampliamente la genealogía familiar,
Glosas a la Casa de Córdova, 1, pp. 206 y ss., relacionando bastantes escrituras notariales de la
familia.

-96-
ENRIQUE SoRIA MESA

Los Cortés de Mesa compusieron una de las más destacadas dinastías de


prebendados de la Catedral de Córdoba. Sus orígenes son modestos, desde
luego, como labradores rurales aparentemente hidalgos43 • La proximidad a la
Casa marquesal de Comares, señores de la rica y poblada villa de Lucena, fue,
con bastante probabilidad, la causa primera de su ascenso social 44 • La participa-
ción en las campañas militares del Imperio también debió contribuir a su prema-
turo engrandecimiento45 • Sea como fuere, y a falta de más investigaciones, lo
cierto es que entre finales del siglo XVI y las primeras décadas de la centuria
siguiente, los Cortés de Mesa asaltaron el cabildo catedralicio cordobés de forma
espectacular, copando numerosos oficios de canónigos y racioneros y constitu-
yendo un grupo de presión de inigualable poder.

43
Lo cierto es que aunque tienen consideración de nobles, no poseen ejecutoria o prueba palpable
alguna de su hidalguía, más allá de la consideración social obtenidad por el brillo de la parentela
eclesiástica.
44
En 1601 Juan Cortés de Mesa, pariente, se jactaba del «trato, amistad y conversación que con
muchos de los dichos señores a tenido», A.C.Co., expedientes de limpieza de sangre, leg. 5.006,
pruebas de don Fernando de Córdoba y Cardona, Abad de Rute, 1601. Luis Cortés, tronco de la
familia, fue caballerizo mayor del marqués de Comares, y regidor y alguacil mayor de Lucena, y de la
misma fue regidor su hijo Luis. Éste fue padre de Juan, alcaide de Lucena y Espejo, dos villas de la
Casa de Comares, Ibíd., leg. 5.003, pruebas de Cristóbal Cortés de Mesa.
45
Hermano del progenitor de toda esta Casa fue Andrés Cortés de Mesa, del que se dice fue caballero
del Orden de Santiago, gobernador de la fortaleza de Puerto Hércules en Toscana, «uno de los más
famosos capitanes de su siglo», RUANO, F., Casa de Cabrera en Córdoba, p. 430.

-97-
El cambio inmóvil

CUADRO!
PRESENCIA EN EL CABILDO CATEDRALICIO
DE LA FAMILIA CORTÉS DE MESA

NOMBRE DIGNIDAD FECHA NOTAS


Don Manuel Canónigo 1582 Inquisidor de Córdoba. El jefe
Cortés de Mesa de familia

Andrés de Mesa Medio 1583 Hermano del anterior


Cortés racionero

Pedro de Mesa Racionero 1587 Primo hermano de los


Cortés entero anteriores

Cristóbal Cortés de Racionero 1590 Hermano del anterior


Mesa entero

Don Manuel Cortés Medio 1608 Hijo de Juan, que fue hermano
de Mesa racionero de los dos prebendados
anteriores

Don Andrés Cortés Racionero 1611 Hermano del anterior


de Mesa entero

Juan de Morales Medio 1621 Pariente lejano por línea


Bello racionero materna

Don Juan de Mesa Canónigo 1627 Su padre, don Luis, fue


Cortés y Saavedra hermano de los racioneros
don Manuel y don Andrés

FUENTE: A.M.Co., expedientes de limpieza de sangre, legs. 5.003, 5.004, 5.008


y 5.009. Elaboración propia.

-98-
ENRIQUE SoRIA MESA

La protección eclesiástica se completó con el control de un buen puñado de


familiaturas del Santo Oficio, seguramente al calor de la actividad inquisitorial
del cabeza de familia. Éste, el doctor Cristóbal Cortés de Mesa, fue consultor del
Santo Oficio e inquisidor del tribunal de Córdoba, y tras él se sucedieron como
familiares muchos de sus parientes lucentinos. Al igual que el resto de las élites
urbanas y rurales, los Cortés se integraron en las estructuras inquisitoriales, en
una simbiosis casi perfecta. El cuadro siguiente muestra bastante claramente su
vinculación con la referida institución.

-99-
El cambio inmóvil

CUADROII
RELACIÓN DE LA FAMILIA CORTÉS DE MESA
CON LAS ESTRUCTURAS INQUISITORIALES

NOMBRE CARGO FECHA NOTAS

Doctor Cristóbal Inquisidor de Fines Cabeza de familia


Cortés de Mesa Córdoba XVI
Consultor

Cristóbal Fernández Familiar 1/2 Hermano de la madre del


del Viso XVI anterior

Sebastián de Familiar Fines Hijo del anterior


Aragón XVI

Don Luis Cortés de Familiar 1/2 Hermano de los racioneros don


Mesa XVII Manuel y don Andrés

Diego de Mesa Comisario XVII Pariente en cuarto grado del


Cortés anterior

Martín Cortés Comisario XVII Primo segundo de don Luis


Hurtado Cortés de Mesa

Bartolomé Hurtado Familiar XVII Primo hermano del padre de


Cortés don Luis Cortés de Mesa

FUENTE: A.H.N., Inquisición, legs. 5.162-4 y 5.249-9. A.C.Co., expedientes de


limpieza de sangre, leg. 5.003. Elaboración propia.

-100-
ENRIQUE SoRIA MESA

Poseedores de numerosas dignidades eclesiásticas, introducidos en el Tribu-


nal de la Inquisición, los Cortés de Mesa comenzaron a imitar precozmente los
comportamientos nobiliarios que caracterizaban a la élite cordobesa. Se prodiga-
ron las fundaciones de patronatos, mayorazgos y capellanías46 ; se fundaron ricas
y ornamentadas capillas, en especial en la Catedral, el emblemático lugar en
donde más resonancia podría tener esta manifestación pública del poder fami-
liar47.
El final de la saga no podía ser otro que recalar en el ayuntamiento. En
efecto, a mediados del siglo XVII (1657), apoyados en un enorme poder social
conseguido gracias al peso de los parientes clérigos, don Alonso Cortés de Mesa
ingresó como veinticuatro sin la menor oposición. A ello habían contribuido los
excelentes casamientos efectuados por el clan. Su padre, don Luis Cortés de
Mesa, casó con doña Ana de Argote y Saavedra, hija de los señores del Chanciller
y nieta materna de un veinticuatro. El mismo don Alonso se desposó con la hija
de otro regidor, doña Ana de la Cerda y Godoy, y su hijo don Juan Cortés fue
recibido igualmente como veinticuatro en 166748 . Era el triunfo social de una
estirpe más, consagrada esta vez por el poder de las dignidades eclesiásticas49 .

VI.2. Los hombres nuevos


El casamiento de miembros de los antiguos linajes con ricas herederas de
oscuro origen no fue, ni mucho menos, la única forma de que accediera nueva
sangre al cabildo. Todo lo contrario. Durante los siglos XVII y XVIII, en especial,
asistimos a la entrada de grupos familiares totalmente ajenos a la élite tradicio-
nal. Veámoslo con detalle.
A lo largo de la Edad Moderna, la composición social de los cabildos se va
transformando. Las élites tradicionales, los antiguos linajes, empiezan a abando-
nar el municipio en un proceso complejo y aún ignorado en sus más elementales

46
Véase, entre otros ejemplos, A.R.Ch.G., 3ª-1698-14, sobre el vínculo que fundó el inquisidor
Cristóbal de Mesa Cortés.
47 Se trata de la capilla de San Marcos, Santa Ana y San Juan Bautista, fundada a fines del Quinientos,

NIETO CUMPLIDO, M., La Catedral de Córdoba, Córdoba, 1998, p. 418.


48
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exps. 252 y 266.
49 La estirpe desapareció, al menos en la línea principal, al pasar a mujer en la persona de doña Ana

Cortés de Mesa, hermana del veinticuatro don Juan, la cual casó con don Gonzalo Gaspar del Corral,
también regidor y señor de la villa de Santa Cruz de los Llanos, cuya hija doña Francisca unió ambas
Casas a las de su marido el primer marqués del Villar, don Juan Francisco Pérez de Saavedra.

-101-
El cambio inmóvil

facetas. De hecho, y que yo sepa, prácticamente nadie se ha dedicado de forma


monográfica a estudiar tal proceso. Sólo se mencionan, en trabajos más amplios,
la sorprendente ausencia de los regidores a las sesiones municipales, la existencia
creciente de tenientes de los oficios ...
Las razones de tal abandono son muy variadas. El antiguo patriciado va
desplazándose hacia polos de poder más interesantes, hacia mundos socioculturales
más atractivos, entre ellos, y más que ningún otro, la Corte. La crisis de las
haciendas municipales y la intervención progresiva del Estado sobre las hacien-
das de propios hace disminuir el atractivo de los cabildos; ya no es tan fácil
enriquecerse a costa del común de vecinos.
A la vez, como veremos, van surgiendo nuevos grupos sociales y familiares
que van accediendo a las instituciones locales. La mezcla de ambos factores,
totalmente interrelacionados, da origen a una poderosa renovación de los cabil-
dos castellanos en el Setecientos.
Así lo afirma, en palabras harto desenfadadas, Mauro Hernández para el
caso madrileño.
«El modelo había dejado de ser funcional y las ratas -es un símil
marinero- abandonaban el barco: dejaban vacantes los oficios, los
arrendaban por lo que años antes se hubiera considerado una futesa
o los vendían a precios cada vez menores. Es entonces cuando se
montan a la nave una nueva estirpe de regidores» 5º.
Sabemos que así pasó en Madrid, pues los estudios de Mauro Hernández
hablan de una continua entrada de lo que se puede denominar hombres nuevos51 •
Lo mismo sucede en Granada, en donde los datos disponibles muestran una casi
total renovación del personal dirigente 52 ; en Murcia53 o en Avila54, por sólo
poner algunos ejemplos.

5
º«Y después de las ventas de oficios ¿qué? ... , p. 741.
51
Además del artículo citado inmediatamente antes, véase «Reproducción y renovación de una
oligarquía urbana: los regidores de Madrid en el siglo XVIII», Anuario de Historia del Derecho
Español, 56 (1986), pp. 637-681. Las conclusiones de este artículo, a mi juicio, se retocan en la
publicación de su tesis doctoral, una obra excelente y más madura, en donde se nos habla de una
auténtica renovación en el personal madrileño, A la sombra de la Corona, pp. 61 y ss.
52
Algunos datos sueltos aporta J. MARINA BARBA, Op. cit. Bastantes referencias a la procedencia
social de estos nuevos regidores en SORIA MESA, E., «Los nuevos poderosos: la formación de las
oligarquías rurales en la segunda repoblación», Chronica Nova, 25 (1998), pp. 471-487. Por otra
parte, y a falta de estudios concretos, basta revisar los expedientes de nobleza y limpieza de sangre
conservados para advertir el cambio que se está operando en el Setecientos.

-102-
ENRIQUE SORIA MESA

Málaga podría ser el paradigma55 • Tras la conquista se crea una oligarquía


bastante hidalguizada, compuesta en buena medida por conquistadores, baja
nobleza en especial y algunos linajes poderosos (dos ramas menores de los
Fernández de Córdoba y los Manrique de Lara, futuros condes de Casa Palma
y de Frigiliana) 56 • Pero, en líneas generales, toda la Edad Moderna está marcada
por el ingreso, a veces masivo, de mercaderes, ricos comerciantes que si sufren
en un primer momento el rechazo de la élite local, acaban por incorporarse
plenamente a ella, ennobleciéndose de modo vertiginoso. Por supuesto, la
ciudad tiene estatuto de nobleza y limpieza de sangre, lo que no impide la
entrada de conversos57 •
Las grandes Casas nobiliarias cordobesas (Baena, Priego, Alcaudete o Comares)
abandonaron ya en el siglo XVI el concejo; a lo sumo aparecen de forma esporá-
dica en él, y siempre ocupando el cargo durante breves momentos. Las Casas
medianas, por su parte, lo harán a finales del XVII (Carpio, Luque, Fernán
Núñez ... ). Pero es en la Centuria Ilustrada cuando empieza a detectarse también
la ausencia de muchas de las grandes familias cuyos apellidos protagonizaron
secularmente la historia de la ciudad.
La mejor prueba del desinterés de la nobleza local por el ayuntamiento nos la
proporciona la increíble ausencia de los capitulares en los cabildos. Como afirma
Santiago Aragón Mateos para el caso extremeño

53
Así lo afirman los datos que ofrece J. GUILLAMÓN ÁLVAREZ, Op. cit., y los listados de J.B.
OWENS, «Los regidores y jurados de Murcia, 1500-1650: una guía», Anales de la Universidad de
Murcia, 38 (1979-80), pp. 95-150, y GUILLAMÓN ÁLVAREZ, J. y RUIZ IBÁÑEZ, J.J., «Guía de
regidores y jurados de Murcia: 1650-1800», Sapere aude. El «Atrévete a pensar» en el Siglo de las
Luces, Murcia, 1996, pp. 73-116, así como la revisión de los expedientes de nobleza y limpieza de
sangre conservados en el Archivo Municipal de la ciudad.
54
MARTÍN GARCÍA, G., El ayuntamiento de Avila en el siglo XVIII. La elección de regidores
trienales, Avila, 199 5. Ésta es mi interpretación de los datos que proporciona el autor, pues éste
parece opinar todo lo contrario.
55
Sobre esta ciudad, véase el estado de la cuestión bibliográfico que presenta S. VILLAS TINOCO,
Estudios sobre el cabildo municipal malagueño en la Edad Moderna, Málaga, 1996.
56
RUIZ POVEDANO, J.Mª, Poder y sociedad en Málaga: la formación de la oligarquía ciudadana a
fines del siglo XV, Málaga, 1989, y CRUCES BLANCO, E., «Ensayo sobre la oligarquía malagueña:
regidores, jurados y clanes urbanos», en J.E. López de Coca (ed.), Estudios sobre Málaga y en Reino de
Granada en el V Centenario de la Conquista, Málaga, 1987.
57
QUINTANA TORET, F.J. y PEREIRO BARBERO, P., «Los regidores perpetuos del concejo mala-
gueño bajo los Austrias (1517-1700). Origen y consolidación de un grupo oligárquico», Jábega, 5 6
(1987), pp. 43-63; y MAIRAL JIMÉNEZ, Mª C., Cargos y oficios públicos en la Málaga de Carlos III,
Málaga, 1990. Un listado en pp. 112-113.

-103-
El cambio inmóvil

«El desinterés es cada vez mayor entre los regidores a medida que
avanza el siglo XVIII. Multitud de indicadores lo prueban: el núme-
ro de oficios vacos, el porcentaje de asistencia a las sesiones y de
convocatoria de cabildos, la generalizada concesión de cédulas de
preeminencia, la disminución de títulos de regidor, el envejecimiento
de los miembros del consistorio, la dificultad de cubrir comisiones y
gobernaciones» 58 •
La misma desidia encuentra Manuel Cuesta para el caso cordobés del siglo
XVIII. Es un abandono estructural5 9 •
Habría que estudiar con detalle las razones que motivan esta notoria ausen-
cia y desinterés, pero no debe ser ajena a ella la crisis hacendística municipal que
viene de lejos 60 • El ascenso social de muchas de estas Casas, también, hizo que sus
intereses derivasen más hacia la Corte, en donde comienzan a instalarse perma-
nentemente; es el caso de bastantes ramas de los prolíficos Fernández de Córdo-
ba. Además, hay que añadir la extinción biológica de bastantes linajes y la consi-
guiente concentración en las mismas manos de varios Casas nobiliarias y de sus
oficios municipales vinculados.
Pero los huecos se van rellenando rápidamente con nuevos apellidos. La
progresión de otros grupos familiares, procedentes tanto de la misma ciudad
como de poblaciones circundantes, aportó sangre nueva al cabildo.
En el siglo XVII entraron bastantes familias nuevas en el supuestamente
cerrado mundo de la élite cordobesa. Se trata de regidores que muy poco o nada
tienen que ver, familiarmente hablando, con la oligarquía tradicional. Son recién
llegados, si bien su status social inicial es parecido en algunos aspectos al de los
demás. O, mejor dicho, logran imitar tal status.
Sin detenernos en detalles innecesarios, juzgo prudente dar algunas notas
acerca de la ascendencia de los flamantes capitulares para comprender mejor la
novedad radical de su presencia en el concejo. Más adelante veremos las constan-
tes comunes a todos los casos.
Los primeros que acceden al concejo y no pertenecen a los grupos de poder
tradicionales son los Roco Campofrío. Esta es una familia hidalga procedente de

58
La nobleza extremeña en el siglo XVIII, Mérida, 1990, p. 526.
59
CUESTA MARTÍNEZ, M., Oficios públicos y sociedad... , pp. 269 y ss.
60
BERNARDO ARES, J.M. de, Corrupción política y centralización administrativa. La Hacienda de
Propios en la Córdoba de Carlos II, Córdoba, 1993.

-104-
ENRIQUE SORIA MESA

Extremadura, concretamente de la villa de Alcántara61 , que se instala en Córdoba


por el matrimonio de uno de sus miembros, don Francisco Botello Campofrío,
oidor de las Chancillerías de Granada y Valladolid y miembro del Consejo de
Indias, con doña María Fernández de Córdoba y Figueroa. Su hijo, don Francis-
co de Córdoba y Campofrío (obsérvese el cambio de apellido por el materno,
más ilustre) enlazará con doña Francisca de Saavedra y Mohedano, perteneciente
a un clan de labradores ricos de la villa de Pedroche, con una hidalguía más que
discutible6 2, pero que protagonizaron un increíble asalto a las prebendas de la
catedral cordobesa63 . Hijo de ellos fue don Francisco Roco Campofrío y Córdo-
ba, quien pretendió ser admitido como veinticuatro en 1626, consiguiéndolo
tras una dura polémica, centrada en la nobleza de su ascendencia materna64 .
Los Toboso y los Serrano de Cárdenas son dos familias distintas pero muy
emparentadas que alcanzan casi a la vez la condición de veinticuatros. Ambas
tienen por origen un clan de labradores ricos unidos por fuertes lazos de consan-
guinidad. Las dos, enlazadas entre sí varias veces, diseñan estrategias similares
para alcanzar el poder en la ciudad.
Los Toboso proceden de Bujalance, villa antaño dependiente de Córdoba y
ahora, desde finales del Quinientos, convertida en ciudad exenta. Se trata de un
extenso linaje de ricos labradores que dominan en buena medida el cabildo de su
población, adquiriendo prontamente varios oficios de regidor perpetuo65 . La base
de su riqueza es la posesión de un amplio patrimonio rústico, una riqueza agraria
que comenzaron pronto a vincular en forma de patronatos, capellanías y mayoraz-
gos66. Es ésta una práctica reiterada por los grupos en ascenso de toda Castilla67 .
Una constante que comparten con otras familias de su mismo estatus es el
hecho de controlar las familiaturas del Santo Oficio de la Inquisición, hasta un

61
Se les cita bastante en ULLOA, P. de, Memorial de la Cassa y servicios de don Alvaro Francisco de
U/loa, cava/lera del Orden de Alcántara, señor del Castille;o, Madrid, 1675, del que hay una excelente
edición facsímil en Badajoz, 1982.
62
Además de lo que se les discute en las propias pruebas, véase A.R.Ch.G., 304-515-11, 302-238-18,
303-381-5 y 301-114-22.
63
Sobre su genealogía, véase TRIANO DE PARADA, J.J., Exposición genealógica y cronológica de los
caballeros Curados de Lucena, sus distinciones, empleos y enlazes, Ecija, 1783, pp. 38-41.
64
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 143.
65
A.R.Ch.G., 402-3348-28.
66
Sobre ello, véase, entre otra documentación muy variada, A.R.Ch.G., 402-3416-11, 3'-555-1, 512-
2412-6, 402-3344-34.
67
BRUMONT, F., Paysans de Viei//e-Casti//e aux XVI' et XVII' siecles, Madrid, 1993, pp. 322 y ss.

-105-
El cambio inmóvil

nivel insospechado68 • En la parentela inmediata del primer regidor cordobés de


esta saga hay al menos una decena de familiares y comisarios, y eso sin alargar el
árbol en grados más remotos 69 •
El primer Toboso que fue admitido en el selecto cabildo cordobés fue don
Gonzalo Félix Toboso, recibido en 165270 , hijo de don Pedro Toboso de Castro y
de doña María Manuel de Heredia, nieto paterno de don Domingo Toboso
Laínez, familiar del Santo Oficio, y de doña Francisca de Castro Toboso, ambos
de Bujalance, y materno de don Pedro de Heredia y Aguayo, veinticuatro de
Córdoba, y de doña Beatriz Cabrera Venegas. Como se observa, existe un enlace
previo con la élite de la ciudad, neutralizando así datos tan indiscutibles como el
hecho de que su bisabuelo, padre de su abuela paterna, fuese un simple escribano
público de Bujalance.
Deudos de los Toboso son los Serrano de Cárdenas. El parentesco les viene
por bastantes ramas, que no es de recibo enumerar aquí. Los Serrano proceden
del pequeño pueblo cordobés de Pedro Abad (Peroabad), villa convertida en
señorío al comprar su jurisdicción la Casa del Carpio en 1564. En ella encontra-
mos como alcalde ordinario Francisco Serrano a finales del siglo XVI. Este
mismo personaje fue familiar del Santo Oficio, institución clave, como he dicho
antes, en la consolidación de las pequeñas élites rurales. De Francisco fue hijo
don Rodrigo Serrano de Cárdenas, esposo de doña Francisca Toboso de Almagro,
su prima segunda, procedente de otra familia con idénticas características, los
Almagro de Cárdenas, un verdadero elenco de familiaturas 71 • Ambos fundaron
mayorazgo, y de este matrimonio fue hijo don Antonio Serrano de Cárdenas,
familiar del Santo Oficio, recibido por veinticuatro de Córdoba en 1655 72 • Su
sucesión seguirá desempeñando tal oficio73 •
Distinto es el caso de los Guiral. Este otro linaje de advenedizos del siglo
XVII tiene claros antecedentes conversos. Precisamente la probanza de don
Martín de Guiral es una de las más complicadas de todas cuantas se conservan de

68
BENNASSAR, B., «Aux origines du caciquisme: les familiers de l'Inquisition en Andalousie au
XVII' siecle?», Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, 27 (1976), pp. 63-71. El caso granadi-
no, similar, en SORIA MESA, E., Señores y oligarcas ... , pp. 234 y ss.
69
Véase A.H.N., Inquisición, legs. 5220, exps. 9 y 10, y 5175, exp. 6 , entre otros.
70
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 231.
71
Véase A.H.N., Inquisición, 5180-14, 5236-3, 5168-13, 5230-6, entre otros muchos expedientes de
familiares.
72
A.M.Co., caballeros veinticuatro, i!Xp. 245.
73
Ibidem, exps. 273, 279, 292 y 362.

-106-
ENRIQUE SoRJA MESA

los regidores cordobeses. Pero no se le intenta rechazar por su origen hebraico,


per se, sino por su condición de ajeno a la élite. Es una buena excusa para
intentar, infructuosamente, rechazar un cuerpo extraño.
Don Martín de Guiral es hijo de Gaspar González de Guiral y de doña María
de Robles y Mercado, nieto paterno de Pedro González de Guiral y de doña
Francisca Paula de Galarza, y materno de Fernán Sánchez de Mercado y de doña
Isabel de Robles, todos naturales y vecinos de Córdoba. El pretendiente ingresó
en el cabildo en 1672, tras comprar el año anterior una veinticuatría de don
Gonzalo Félix Toboso de Heredia y de su mujer doña Isabel de los Ríos y
Castillejo 74 •
Es cierto que, al menos por la rama materna, desciende de conversos. Treinta
años antes su hermano don Pedro González de Guiral había intentado ser fami-
liar del Santo Oficio, y las pruebas fueron reprobadas en el tribunal cordobés, si
bien la Suprema le concedió una notaría del Santo Oficio en Pedro Abad75 • Casi
toda su ascendencia por esta línea es descendiente de hebreos; son los apellidos
Mercado, Rivera, Aragonés, Toledo y Córdoba, entre otros varios.
Sin embargo, y esto es mera hipótesis mía, creo que no fue sólo esa notoriedad
lo que empujó al cabildo a denostar sus informaciones, ya que, entre otras cosas,
muchos regidores declaran totalmente a favor de la limpieza del pretendiente.
Pienso que, más bien, estamos ante un nuevo caso de la frecuentísima lucha entre
regidores y jurados, un aspecto bastante conocido de las historias concejiles, al
menos de las andaluzas76 , y que en Córdoba fue un hecho cotidiano77 •
En efecto, el abuelo Fernán Sánchez de Mercado fue jurado, lo mismo que el
bisabuelo, Gaspar Sánchez Lobo. Seguramente de ello procede la animadversión
hacia la ascendencia del pretendiente, que contrasta con el silencio y la aproba-
ción hacia otros de parecida o incluso más manchada sangre.
De que los Guiral se integran no cabe duda alguna. Es un caso curioso, no
por inusitado, sino precisamente porque pasan sin excepción por todos los esca-
lones hasta llegar a la cúspide social, mediante una estrategia de manual. Primero
se enriquecen mediante el comercio, después -si no la tenían a priori- mezclan su

74
A.M.Co., caballeros veinticuatros, exp. 281.
75
A.H.N., Inquisición, leg. 5202, exp. 10. Las pruebas se desarrollaron entre 1639 y 1643.
76
Para bibliografía sobre los jurados, me remito a ARANDA PÉREZ, F.J., Poder municipal y cabildo de
jurados ...
77
Así lo refiere CÁRCELES GEA, B., «Nobleza, hidalguía y servicios en el siglo XVII castellano»,
Hidalgos & Hidalguía dans /'Espagne des XVl'-XVllI' siecles, París, 1989, pp. 91-92.

-107-
El cambio inmóvil

sangre matrimonialmente con ricos conversos; son jurados antes de ser regidores;
seguramente, aunque de eso no tengo constancia de momento, escribirían su
genealogía irreal para acomodarla a sus gustos. Pero lo mejor queda por venir.
En 1672, el mismo año del ingreso de don Martín de Guiral en el cabildo
cordobés, su padre funda un mayorazgo para consolidar la fortuna y el prestigio
familiar. En sus cláusulas obliga, impúdicamente, a que los sucesivos herederos
busquen el consentimiento paterno para casar, ya que
«por los casamientos que se suelen hazer sin deliberación y acuerdo,
biene a resultar disminuirse el crédito y calidad de las familias» 78 •
Un siglo más tarde, ya totalmente asentados en el mundo patricio local, la
única pena que puede caberles a los Guiral es la de no descender de las grandes
familias cordobesas. La mentira urdida por los genealogistas no da más de sí. Sin
embargo, y por un antiguo enlace con los Concha, cuyo origen es similar, como
veremos, participan de la sangre de los Venegas, al menos de una rama secundaria.
Y por esta línea obtienen a mediados del siglo XVIII un mayorazgo, el que fundó
en la Baja Edad Media el veinticuatro Juan Manosalbas. Pues bien, la familia decide
airear ante la sociedad su entronque con el medievo, con los conquistadores, con la
nobleza de sangre, justificando así su preeminencia social y su poder político local:
«Don Martín de Guiral, para manifestar lo apreciable que le es el
parentesco y apellido de Manos-Alvas, dio y manifestó a el público
un impreso con el nombre de Resumen Histórico» 79 •
Los Navarrete, por su parte, tienen orígenes igualmente bajos. Don Luis
Fernando Navarrete llega a ser veinticuatro en 1665 tras adquirir el cargo de la
testamentaría de don Francisco de las Infantas y Aguayo 80 • Es hijo de don Juan
Francisco de Navarrete, juez de grados de la Audiencia de Sevilla, y de doña

78
Este documento, conservado en el A.H.P.Co., lo recoge J. CASEY, «La conflictividad en el seno de la
familia», Estudis, 22 (1996), p. 15.
79
A.H.P.G., libro nº 227, Alegationes Iuris. Se trata de un fragmento del pleito por la propiedad de
dicha mayorazgo entre el don Martín de Guiral y don Juan Alfonso de Sousa Carrillo, 1760, impreso
(es un Porcón).
80
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 263. La historia completa es un poco más complicada. El oficio
se concedió en 1616 a don Francisco de las Infantas y Aguayo por renuncia de Juan Fernández Galindo.
En 1621 quedó perpetuado. El veinticuatro Infantas, por su testamento, fundó un Hospital de Conva-
lecientes en Córdoba. Subastados sus bienes en 1665, se adjudicó el oficio a don Diego de Navarrete
Portocarrero, capellán de la Capilla Real y canónigo de la Iglesia de Córdoba, en 3.100 reales de a 8 en
plata. Éste declaró que la compra se hizo con orden y dinero de don Juan Francisco de Navarrete, su
hermano, juez de la audiencia de Grados de Sevilla, el cual cedió su derecho en su hijo, el pretendiente.

-108-
ENRIQUE SoRIA MESA

María de Quintana, y nieto del licenciado Pedro de Navarrete y de doña Francis-


ca de Portocarrero. No nos deben engañar los apellidos ilustres o el cargo de juez
(oidor dice la probanza de su hijo). La abuela Portocarrero es, en realidad, hija de
Juan de Santa Ana y de María de Cepeda81 • Los Navarrete no son sino una
dinastía de abogados, mientras que los Quintana son de la parentela de los
escribanos mayores de cabildo de ese apellido 82 •
Otro caso de advenedizos de oscuro linaje lo protagonizaron los Fernández
Carreras. Esta familia, de origen portugués, consiguió entrar en el cabildo 83
gracias a un súbito enriquecimiento que podemos suponer producto del comer-
cio. Gracias a su influencia creciente, los Carreras consiguieron colocar a uno de
sus miembros, don Melchor, como canónigo y arcediano de los Pedroches, y
adquirir a la Corona el señorío de Villaralto. Su descendencia se integró a la
perfección en el patriciado cordobés.
En último lugar, los Concha. Los Concha (o Cano de la Concha) son hidal-
gos montañeses cuya nobleza de sangre es indiscutible; son la excepción que
confirma la regla. Indiscutible nobleza e indiscutible pobreza, la misma que les
hace emigrar de las montañas santanderinas hacia la prosperidad de la Córdoba
del Quinientos. A ella llega a mediados del siglo XVI Gonzalo Martínez Cano de
Concha, natural del valle de Soba en Cantabria, emigrado de su pequeña aldea a
los 15 años. Con él debieron venir otros parientes84 , posiblemente atraídos por la
actividad económica de Andalucía, en general, y de Córdoba, en particular, en
aquellos tiempos 85 • Nada extraño, desde luego, pues lo mismo hizo Antonio de la
Madriz, hidalgo cántabro, rico mercader, futuro jurado y veinticuatro de Córdo-
ba, progenitor de los condes de Gavia y de otras muchas Casas tituladas 86 •

81
A.H.P.Co., of. 30, prot. 94, Rodrigo de Molina, 1591, fol. 1565. Es la dote del licenciado Pedro de
Navarrete, abogado, hijo de Francisco de Navarrete, difunto, y de Isabel González de Valenzuela,
vecinos al Salvador, con la referida doña Francisca Portocarrero, 28-Vlll-1591.
82
A.H.P.Co., of. 30, prot. 252, Rodrigo de Molina, 1638, fol. 63.
83
Con don don Pedro de Carreras y Córdoba en 1663, A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 260.
84
Por ejemplo, sus deudos muy cercanos Juan Martínez Cano de Concha, casado con la hija de un
escribano público de Córdoba; Pedro Martínez Cano de Concha, regidor de Antequera a principios
del Seiscientos; y Juan de Concha, los tres miembros del Santo Oficio, los dos primeros naturales de
Herrada en el valle de Soba y familiares de la Inquisición, y el tercero natural de Córdoba y oficial de
la misma institución, A.H.N., Inquisición, legs. 1487, exp. 1, y 5241, exp. 3.
85
Véanse como contexto los excelentes libros de J .l. FO RTEA PEREZ, Córdoba en el siglo XVI: las bases
demográficas y económicas de una expansión urbana, Córdoba, 1981, y Fiscalidad en Córdoba. Fisco,
economía y sociedad: alcabalas y encabezamientos en tierras de Cardaba (1513-1619 ), Córdoba, 1986.
86
A.R.Ch.G., 301-35-18. La ejecutoria de su hidalguía es de 1564.

-109-
El cambio inmóvil

Asentado en Córdoba, su hijo Pedro Martínez Cano de Concha iniciará el


despegue familiar. Enriquecida la familia en pocos años y adquirida una familiatura
del Santo Oficio como forma de prestigiarse socialmente, Pedro va a casar en
1591 con doña Inés Venegas, miembro de una rama menor de la élite local
cordobesa87 •
Este acercamiento familiar al poder establecido es esencial para explicar el
éxito social de la familia. Como hicieron los otros apellidos ya referidos, los
Concha penetran en las filas de la oligarquía, valiéndose más de estos contactos
que de su innegable nobleza de sangre. Por cierto que, y no creo que sea coinci-
dencia, la hidalguía familiar se empieza a litigar en 1591, el mismo año del
concierto de casamiento con la Venegas 88 •
Hijo de Pedro fue don Diego de Concha Venegas, esposo de doña Elena de
Salazar, padres de don Pedro de Concha Venegas, primer veinticuatro de la
familia, que ingresó en el cabildo en 1658 89 • A partir de este momento, su
descendencia participó activamente en el cabildo y emparentó con la élite urba-
na, hasta llegar a 1760 en que al veinticuatro don Andrés de la Concha y Aguayo
se le concede el título de vizconde de la Montesina90 •
Las anteriores referencias pueden haber estado demasiado llenas de nombres
y parentescos, pero son, creo, totalmente necesarias para el desentrañamiento de
un fenómeno de esta envergadura. En todo caso, más allá de lo anecdótico, se
pueden rastrear algunas constantes en la evolución de estas familias, protagonis-
tas de un importante ascenso social en la Córdoba del Seiscientos. Veámoslo.
En primer lugar, el origen. Estamos ante grupos familiares que proceden de
estratos medios, a veces inicialmente acomodados, y con capacidad de enrique-
cerse en un ambiente como el de la sociedad del Siglo de Oro español. El

87 A.H.P.Co., of. 30, prot. 93, Rodrigo de Molina, 1591, fol. 744, el concierto matrimonial. La dote,
en Ibídem, of. 30, prot. 97, Rodrigo de Molina, 1592, fol. 937. Ella es hija de Diego Venegas
Manosalbas y de doña Ana de Angulo.
88
La ejecutoria se encuentra en la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, con la signatura Manus-
crito 73. También interesa A.R.Ch.G., 301-79-6 y 20 y 301-89-34. La demanda la interponen Pedro
y su hermana doña Inés, siendo menores de edad, A.H.P.Co., of. 30, prot. 95, Rodrigo de Molina,
1591, folio 1666.
89
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 253. Estas pruebas han desaparecido.
90
La última de este linaje fue su hija doña Francisca de Concha Aguayo y Lucena, viuda del señor don
Francisco Antonio Moro Dávalos, vizcondesa de la Montesina, cuya sucesión acabó en el marquesado
de Lendínez, de apellido Melgarejo, A.H.P.Co., of. 30, prot. 368, don Francisco de Molina Fernández
de la Vega, 1783, fol. 182.

-110-
ENRIQUE SoRIA MESA

comercio y la especulación de granos son dos formas de acumulación de capital


que permiten inversiones en tierras y en propiedades. Por otra parte, el desempe-
ño de oficio públicos (abogados, escribanos ... ) también puede ser fuente de
riqueza. Nuestras familias proceden de ahí.
En cuanto a su status, algunas son indudablemente nobles, como los Concha,
y posiblemente los Roco Campofrío. Otras gozan de reconocimiento en sus
lugares de origen, ~orno los Toboso o los Serrano de Cárdenas, esa notoriedad
que está en el origen de la supuesta nobleza inmemorial. Alguna, como los
Guiral, fue conversa, y sospecho que hubo más.
En segundo lugar, las estrategias de acercamiento al cabildo. Como sucede en
otras ciudades castellanas, el camino más directo para llegar a ser regidor es intro-
ducirse primero en el universo de los jurados. Aunque supone problemas, debido al
crónico enfrentamiento entre ambos cuerpos municipales, ser jurado es poner un
pie en el cabildo; así se constata en muchas otras urbes. Este es el caso de los Guiral.
El bisabuelo y el abuelo materno del candidato a veinticuatro fueron jurados.
Otra forma, quizá más efectiva, consiste en enlazar matrimonialmente con
miembros de la élite cordobesa, asegurando así la idoneidad genealógica de los
futuros pretendientes. Casamientos con familias periféricas de la oligarquías
permiten acercarse, por los parentescos proporcionados por la contrayente, a los
aledaños del concejo. Así, el matrimonio de Pedro Martínez Cano de Concha
con doña Inés Venegas y Angulo, rama menor de los poderosos Venegas de
Luque; el de don Luis Fernández de Carreras, padre del primer veinticuatro de
este apellido, con una Fernández de Córdoba; o el de don Pedro Toboso de
Castro con doña María Manuel de Landó, hija ésta de un veinticuatro.

Si en el siglo XVII aparecen nuevas familias en el patriciado urbano, en la


Centuria Ilustrada el proceso ascendente adquiere un carácter mucho más evi-
dente. Al igual que sucede en otros lugares de Castilla, Córdoba se va a ver
afectada por la llegada de hombres nuevos en el siglo XVIII. Y en proporción
sustancial.
Aunque ya empiezan a aparecer a principios del siglo XVIII, es entre 1725 y
1819 cuando las cifras se disparen. Como muestra el siguiente cuadro, aproxi-
madamente la mitad (44,07%) de todos los nuevos ingresos de capitulares de que
hay constancia en las pruebas corresponde a nuevas familias. Los advenedizos
son muchos, y de orígenes muy variados. Y eso que no están todos, pues tengo
noticia de algunos más que, por las razones que sean, no tienen pruebas de
nobleza ni limpieza de sangre, y la suma de sus casos posiblemente haría inclinar-
se a favor de la renovación el equilibrio existente. Me refiero a don José Setién e

-111-
El cambio inmóvil

Iturralde, a don Diego Antonio de León González de Canales91 , a don Rafael de


Tena y Castril92 y, este es ciertamente dudoso, a don José María Conde y Salazar,
González de los Godios y Moreno 93 •
Curiosamente, el período donde más renovación hay no es a finales del siglo
XVIII o principios del XIX, lo cual pudiera entenderse como inherente a los
procesos de destrucción del viejo orden, sino que, significativamente, correspon-
de a los años 1725-1767, en donde el 55% de los ingresos como capitular
proceden de nueva sangre.

91
Citados en M. CUESTA MARTÍNEZ, Oficios públicos y sociedad, pp. 44 y 220.
92
Su existencia se confirma por dos fuentes distintas, su expediente de caballero de Carlos III,
A.H.N., Estado, Carlos III, exp. 646; y una referencia en las pruebas de don Antonio Rafael de Pineda
y Vargas, cuya abuela era su prima hermana, A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 386.
93
En su expediente de caballero de Carlos III se indica que es regidor (sic) de Córdoba, A.H.N.,
Estado, Carlos III, exp. 1809 (1820).

-112-
ENRIQUE SoRIA MESA

CUADRO III
FRECUENCIA DE APARICIÓN DE NUEVAS FAMILIAS
EN EL CABILDO CORDOBÉS

FECHAS INGRESOS FAM. PORCENTAJE DE


CABILDO NUEVAS RENOVACIÓN

1725-1749 14 6 42,86

1750-1774 11 6 54,55

1777-1799 21 9 42,86

1800-1824 13 5 38,46

TOTAL 59 26 44,07

FUENTE: A.M.Co., caballeros veinticuatro, exps. 323 a 402. Elaboración propia.

La pregunta que nos hemos de hacer en primer lugar es quiénes son estas
nuevas familias, socialmente hablando. Es difícil de precisar en algún caso, pero
en líneas generales podemos extraer conclusiones comunes a todo el grupo, que
quizá sirvan, extrapolando los datos, para una posible interpretación del fenó-
meno a nivel general en Castilla. Casi todas las familias advenedizas proceden de
dos ámbitos. Por un lado, labradores ricos de pueblos cercanos a la capital,
cabezas de sus comunidades; por otro, clases intermedias urbanas, con origen en
grupos de jurados y escribanos, enriquecidos por el comercio94 • Casi todas,
independientemente de su origen social, se integraron el mundo de la oligarquía
urbana cordobesa; muchas de ellas, además, enlazaron matrimonialmente con el
antiguo patriciado, imitando en esto los comportamientos de todos sus anteceso-
res.

94
Véase el cuadro en el Apéndice de este libro.

-113 -
El cambio inmóvil

Vl.3. El mayorazgo, palanca de ascenso


Se olvida con demasiada frecuencia la enorme importancia que tuvo la con-
cesión regia de 1505. La facultad otorgada por Fernando el Católico en las
Cortes de Toro de ese año para poder vincular a cualquiera sin previo permiso de
la Corona, abrió las puertas del mayorazgo de par en par a todas las categorías
sociales castellanas95 • Lógicamente, las más beneficiadas fueron las aristocracias
urbanas, en pleno proceso de ennoblecimiento, dueñas de grandes propiedades
rústicas, urbanas, censos y -pronto- juros. Desde este momento ya no se necesita-
ba facultad regia para crear mayorazgo; bastaba la mejora de tercio y quinto (u
otras fórmulas parecidas). Concesión, pues, de trascendencia sin igual a la hora
de estudiar el ascenso social en la Castilla Moderna.
Y aprovecharon la posibilidad que se les brindaba. Las élites locales fueron,
-- / me atrevo a afirmarlo, las grandes protagonistas de los miles de procesos
vinculatorios que se desarrollaron en el Quinientos. El origen de muchas de las
Casas tituladas en el siglo XVII proviene exactamente de esta apertura; así lo
confirman los pocos datos de que disponemos, la mayoría de ellos provenientes
del excelente trabajo de María Teresa Pérez Picazo para Murcia. En el caso
murciano, las masivas vinculaciones proceden de los siglos XVII y XVIII, en
especial <lel primero96 • Lo mismo, aunque sin sistematizar en absoluto, parecen
indicar los dispersos datos proporcionados por el marqués del Saltillo en su
Historia Nobiliaria97 •
En Córdoba fue así, desde luego. Las familias más nobles y poderosas vincu-
lan en las centurias bajomedievales; es el origen de las grandes Casas de la
Modernidad 98 • El resto, después. Durante los siglos de la Edad Moderna se
registra un goteo ininterrumpido de fundaciones. Los recién llegados amortizan
sus regimientos, los señoríos recién comprados de la Corona, los títulos conse-
guidos de cualquier forma. Todo sea por imitar a la vieja élite.
Se agregan tierras, oficios y señoríos a los cuerpos vinculados preexistentes,
y, sobre todo, se fundan mayorazgos de segundogenitura para las líneas no

95
Sobre el contexto general de dichas Cortes, CARRETERO ZAMORA, J.M., Cortes, monarquía,
ciudades. Las Cortes de Castilla a comienzos de la época moderna (1476-1515), Madrid, 1988.
96 0p. cit.
97
SALTILLO, Marqués del, Historia nobiliaria española. Contribución a su estudio, Madrid, 1951-
53, 2 vals.
98
Véase la introducción de José Manuel de BERNARDO ARES a la obra de Tomás MÁRQUEZ DE
CASTRO, Op. cit.

-114-
ENRIQUE SoRIA MESA

primogénitas, muestra de la capacidad de enriquecimiento de la oligarquía urba-


na, al menos en el Quinientos. Este es el caso de los Cabrera, por sólo citar un
ejemplo, cuya línea mayor funda en el siglo XVI dos mayorazgos de este tipo en
dos generaciones sucesivas: el primero, en 1529, por Diego de Cabrera para su
hijo segundo Rodrigo. Años más tarde, éste hará lo mismo con su segundón don
Diego de Cabrera y Córdoba99 •
Pero el mayorazgo no sólo protege al patrimonio, sino que, y esto se suele
olvidar, lo incrementa. No ya por la tópica cláusula de muchas fundaciones que
obligaba a cada poseedor a añadir sus legítimas o un porcentaje de la renta, pues
casi nunca se cumplía ante la necesidad de bienes libres, sino por las particulares
leyes sucesorias de los vínculos. La fragilidad biológica de la nobleza, por su
peculiar sistema matrimonial, jugaba a favor de la concentración patrimonial1°0 •
Además de ello, son muy frecuentes los llamamientos que realizan en último
lugar las ramas menores en favor de los cabezas de familia. Con el paso del
tiempo, los patrones del linaje irán acumulando por el azar demográfico cuerpos
de bienes que, sin las leyes vinculares, jamás les hubieran pertenecido.
En la Casa condal de Alcaudete (condes de Oropesa por estas fechas) revirtió
un importante mayorazgo fundado por una rama menor de la Casa. En 1545
Andrés Ponce de León, lejano descendiente por línea masculina de los señores de
Alcaudete 101, una de las cuatro grandes líneas de los Fernández de Córdoba,
fundó un vínculo del tercio y quinto de sus bienes en favor de su hijo mayor don
Luis. Entre otros bienes vinculó el rico heredamiento de la Veguilla, sito en la
Campiña cordobesa, además de sus casas principales en la parroquia de Omnium
Santorum. Llamó a la sucesión a su descendencia y a unos cuantos sobrinos, y
por último llamó a don Martín de Córdoba, hijo del 1 conde de Alcaudete, su
deudo lejano, y a los demás hijos segundos de esta Casa titulada.
A este mayorazgo, como es habitual, se le agregaron cuantiosos bienes, entre
ellos los que incorporó en 1547 la propia madre del fundador, quien incluyó
extensos heredamientos de tierras y una heredad de viñas y olivares, todo en la

99
RUANO, F., Casa de Cabrera en Córdoba, pp. 194 y ss.
100
Un ejemplo de la capacidad de concentración de mayorazgos, y por tanto de señoríos y títulos, en
RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A., «El poder y la familia. Formas de control y consanguinidad en la
Extremadura de los tiempos modernos», en F. Chacón Jiménez y J. Hernández Franco (eds.), Poder,
familia y consanguinidad en la España del Antiguo Régimen, Barcelona, 1992, pp. 15-34.0
101 Los Alcaudete y sus ramas usaron muy a menudo el apellido Ponce de León en recuerdo de un

enlace con la Casa de Arcos.

-115-
El cambio inm00il

fértil campiña de Córdoba. También agregó otros bienes doña Teresa de Córdo-
ba y Hoces, nieta de la anterior, en 1572.
Este vínculo y sus agregaciones recayó en doña Elvira Ana de Córdoba,
señora de la villa de Zuheros, mujer del marqués de los Trujillos don Alonso
Álvarez de Bohorques. En 1644 el conde de Oropesa, en nombre de su mujer,
doña Ana Mónica de Zúñiga Córdoba y Pimentel, condesa de Alcaudete, inter-
puso un pleito contra la poseedora, alegando incompatibilidad de este mayoraz-
go con el más antiguo de Zuheros. En 1651 la sentencia de la Chancillería de
Granada, confirmada años más tarde, entregó las vinculaciones a la Casa de
Alcaudete, la cual, de rebote, se apropiaba de enormes cortijos que, por un
sistema de herencia libre, jamás hubiese disfrutado 1º2 •
Pero esto no sucedió tan sólo en el marco de las grandes Casas aristocráticas.
La nobleza urbana también empleó el mismo sistema de agregación de vincula-
ciones. Es el caso de los Góngora, en donde se da una de las carambolas nobiliarias
más increíbles.
Este nobilísimo linaje cordobés se dividió, desde la misma conquista, en dos
ramas separadas. De la segunda fue descendiente don Baltasar de Góngora,
comprador de la villa de Magaña y sus aldeas en el obispado de Osma y Tesorero
General del rey Felipe IlI en 1614 103 • Su hijo segundo, don Juan de Góngora,
consejero de Castilla, adquirió de la Corona junto con su mujer y sobrina carnal
doña Luisa, las villas de Almodóvar del Río, Santa María de Trassierra, Espiel y
La Rambla, todo lo cual vincularon en sus hijos, con la advertencia de que, a su
falta, y por la desaparición de parientes inmediatos, llamaron a la sucesión del
mayorazgo a don Pedro Suárez de Góngora, único varón de su linaje, y su
descendencia. Hasta ahí parece normal, salvo que el fundador y este don Pedro
estaban en el grado 11 de parentesco, siendo el padre de don Pedro primo
décimo del fundador. Cuando se extinguió, de inmediato, la sucesión de los
fundadores, una rama lejanísima heredó, sin esperarlo, un buen número de
señoríos y tierras, base de su futura grandeza como marqueses de Almodóvar del
ru0 104.

102
Todo lo anterior viene muy detallado en varios memoriales conservados en el archivo de la Casa de
Alcaudete-Oropesa. Uno de ellos se encuentra en A.H.N., Sección Nobleza (Toledo), Frías, leg.
1.353, pieza l.
103
CABRERA DE CÓRDOBA, L., Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1599
hasta 1614 (prefacio de Ricardo García Cárcel), Valladolid, 1997, p. 559.
104
Todo esto, en PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdova, l, pp. 250 y ss.

-116-
ENRIQUE SoRIA MESA

VI.4. De regidores a señores


Ser regidor no implicaba en el Antiguo Régimen, necesariamente, ser consi-
derado noble. A pesar de la tendencia al ennoblecimiento que protagonizan los
más altos cargos concejiles, el binomio regidor-noble no llega, al menos del todo,
a consolidarse en el Antiguo Régimen. Ser señor, en cambio, sí que indica noble-
za. Aunque curiosamente, no sea necesaria, estrictamente hablando, tener sangre
noble para poseer la jurisdicción de un territorio. Eso lo tenían muy claro los
tratadistas de la época, como Castillo de Bovadilla, quien clama indignado
«Entonces no había tantos Señores de Vasallos particulares como
ahora, que los hay a cada caso, mercaderes y otros, sin las dichas
calidades que habían de tener para serlo, y ser respetados de los
vasallos; y es cosa indigna que la autoridad real del vasallaje se
conceda a todos, y ande tan común; y estos tales indignos de esta
dignidad, habían de ser quitados de ella; y cuando la pidiesen,
punidos» 1º5 •
A pesar de sus quejas, lo cierto es que esta categoría social sí va a ser conside-
rada, de hecho y de derecho, perteneciente a la nobleza. Ya Domínguez Ortiz nos
advirtió de la extrema dificultad que requería establecer las jerarquías internas de
la nobleza castellana 106 • Con su preclara intuición ordenó sus categorías de la
siguiente forma:
• Grande de España
• Nobleza titulada
• Señores de vasallos
• Caballeros de hábito
• Patriciado urbano
•Hidalgos
• Situaciones prenobiliarias
Por tanto, ser señor de vasallos suponía no sólo ser noble, sino estar a las
puertas de la aristocracia. Era el primer paso, el decisivo y casi indispensable,
cuando menos en los siglos XVI y XVII, para convertirse en titulado, para ser

105
Política para corregidores y señores de vasallos ... Madrid, 1978 (ed. facsímil sobre la impresión
de Amberes, 1704), libro II, cap. 16, nº 39.
106
Las clases privilegiadas en el Antiguo Régimen, p. 52.

-117-
El cambio inmóvil

vizconde, conde o marqués. Y nuestros personajes eran muy conscientes de ello.


No se trata de una elaboración mental que los historiadores podemos haber
establecido a posteriori y que no refleje la verdadera división social existente en
la Modernidad. Al contrario, ellos sabían del prestigio inherente a la condición
de señor de vasallos 106 •
Las necesidades financieras de los Habsburgo permitieron a las más encum-
bradas familias locales subir un escalón en ·ia jerarquía nobiliaria. Ascenso, eso sí,
procedente únicamente del dinero. Sólo pagando se llega a ser señor; importa
poco o nada la condición social del comprador.
En el caso cordobés, cuya oligarquía se compone mayoritariamente de no-
bles, tal y como he dicho antes, los compradores son de igual estatus; no podía
ser de otra forma. En otras regiones cercanas, caso de Granada o Sevilla, la
proporción es prácticamente la inversa. Así, de golpe, y por precios que no
suelen superar los pocos miles de ducados, una cantidad nada excesiva para sus
fortunas, familias entraron de lleno en la aristocracia castellana. Al menos en su
antesala. De aquí a obtener un título del reino sólo había un paso.
Durante el reinado de Felipe III, en especial, aunque hubo precedentes con a
mediados del siglo XVI, los oligarcas cordobeses adquirieron jurisdicciones de
despoblados, es decir, compraron la jurisdicción de muchos de sus cortijos y here-
damientos, convirtiendo de esta forma su dominio territorial en auténticos seño-
ríos, establecidos eso sí sobre tierras sin más poblamiento que algunos colonos 107•
Pero no sólo se compran jurisdicciones despobladas. En tiempos de Felipe IY,
aunque algunas se enajenaron antes, la Corona se desprende de múltiples villas
pertenecientes al alfoz cordobés. Es el momento de colusión de dos intereses
contrapuestos: el cabildo, corporativamente, sufre un descalabro; los veinticuatros,
de forma individual, aceleran desorbitadamente su carrera hacia la aristocracia
del reino 108 •
El caso es que Córdoba va a quedar totalmente desmembrada tras las enaje-
naciones habsbúrgicas. De hecho, creo que ninguna ciudad española fue afectada
en tanto grado como ésta. De su antaño extensísimo término, unas dos terceras

106 Los documentos así nos lo reflejan, cuando ellos mismos se intitulan, sistemáticamente, «marqués

y señor de la villa de .. .>>, indicando su doble condición de título del reino y dueño de jurisdicciones.
107
Véase el cuadro de ventas de despoblados en el Apéndice final del libro.
108 Véase el cuadro de ventas de villas en el Apéndice final del libro.

-118-
ENRIQUE SORIA MESA

partes de la actual provincia, quedó reducida a la mínima expresión, sólo a la


capital y su pequeño término, y a las villas de Fuenteobejuna y Espiel. Incluso
esta última fue vendida también, pero la operación no llegó a cuajar y la pobla-
ción retornó al realengo. Añadamos a ello que el propio término de la capital
estaba sembrado de pequeñas jurisdicciones de despoblados, ínfimos señoríos
sobre cortijos y heredamientos, establecidos, eso sí, sobre las mejores tierras de la
Campiña 109 • Los beneficiarios, decenas de familias que consiguieron saltar de
regidores a señores, un escalón más en su ascenso social. Y no será el último.

VI.5. De señores a títulos


Ser título era, en la España Moderna, la máxima ambición de toda Casa ·
ilustre. Como la Grandeza de España quedaba demasiado alejada, al menos hasta
la segunda mitad del siglo XVIII, conseguir un título de conde o marqués era el
objetivo final de las estrategias seculares desarrolladas por una familia. Se trata-
ba, de eso no cabe la menor duda, de la consagración social de una estirpe.
Durante el Seiscientos, la etapa de máxima concesión de títulos a este grupo
de familias -pues el Setecientos marca un claro cambio al respecto 110 -la condición
de señor era casi un requisito previo para titular, un status casi inexcusable para
conseguir tan ansiada merced.
El escalón previo al título solía ser la condición jurídica de señor de vasallos.
Sin ser la única vía, naturalmente, sí fue la más directa. Tanto es así, que las
concesiones de títulos solían recaer directamente sobre las jurisdicciones. Para
don Luis de Salazar y Castro, por poner un ejemplo, Carlos 11 erigió el condado
de Gavia la Grande sobre «la villa de este nombre en Granada» 111 , mientras que
Jerónimo de Barrionuevo refiere la concesión de un vizcondado a un sobrino del
Presidente de Castilla, «de un lugar que ha comprado junto a Burgos» 3 •

109 Véase el mapa del propio Catastro de Ensenada que reproduce Antonio LÓPEZ ONTIVEROS en

Córdoba 1752, pp. 16-17.


110
MORALES MOYA, A., Poder político, economía e ideología en el siglo XVIII español: la posición de
la nobleza, Madrid, 1983, Tesis Doctoral Inédita, y «Movilidad social en la España del siglo XVIII:
aspectos sociológicos y jurídicos de la concesión de títulos nobiliarios», Revista Internacional de
Sociología, 1984.
111 R.A.H., Ms. 9/5.553, sin foliar. Los ejemplos se multiplican («El condado de Frigiliana se compone

de la villa de este nombre .. .>>, etc.). Hasta tal punto llega esto, que el mismo autor parece extrañarse
de que se concedan títulos de otra forma, como sucedió en el caso del ducado de Abrantes: «pero
estos señores, ni su hijo, no tubieron en Abrantes dominación ni renta alguna, sino el título».
112 Avisos, Madrid, 1969, 11, p. 148.

-119-
El cambio inmóvil

Es muy estrecha la relación existente entre la compra de un señorío y la


concesión, al poco tiempo, de un título nobiliario. Son pocos los años que
existen entre una y otra merced, como promedio. Esta situación no es única en el
caso cordobés, sino que responde a un modelo general en toda Castilla 113 •
Pero la relación inextricable entre ambos términos no la proporcionan sólo
las fechas, sino que los propios contemporáneos eran conscientes del fin último
de los compradores. Así, en la venta de la jurisdicción de Naharros, adquirida
por don Jerónimo Francisco de Eguía, se dice que se realiza «para apoyar el título
de vizconde que le está concedido, en atención a los agradables y buenos servicios
de su padre» 114 •
En fin, y más claro todavía, la preciosa cita de un gran tratadista nobiliario
del XVII español, don Francisco Morovelli de Puebla 115 , acerca de don Fernando
de Solís, corregidor que fue de las ciudades de Burgos y Segovia:
«últimamente, teniendo premisas de que le querían dar la embajada
de Génova y hacerle título, compró la villa de Rianzuela, lugar cua-
tro leguas de este, por hacerse señor de vasallos» 116 •
En Córdoba, por vía onerosa o por simple merced regia por los servicios
prestados por el individuo, la familia o el linaje, se concedieron numerosos
títulos nobiliarios en la Edad Moderna. Como era de esperar, pocos de duque,
categoría reservada a lo más granado del reino, que conlleva la Grandeza
automáticamente 117 • Casi todos de conde y marqués, lo habitual, y alguno de
vizconde. La mayoría, concedidos en el XVII, sobre todo en su segunda mitad 118 •
Destaquemos, como curiosidad, que algunos de las mercedes concedidas en el
siglo XVIII son títulos beneficiados, como sucede con el de conde de Villaverde la

113
El caso granadino, muy claro, en SORIA MESA, E., La venta de señoríos ... , pp. 62-63.
114
GARZÓN PAREJA, M., La Hacienda de Carlos II, Madrid, 1980, p. 369, la cursiva es mía.
115
Sobre este curioso autor, véase SO RIA MESA, E., La biblioteca genealógica de don Luis de Salazar
y Castro, Córdoba, 1997, pp. 119-120.
116
MOROVELLI DE PUEBLA, F., Tratado del antiquísimo y nobilísimo linage de Morovelli y de la
sucesión de los señores de la Casa de Morovelli, con otras de algunos linages ilustres de Sevilla,
recopilado por don Francisco Morovelli de Puebla, dirigido a don García Portocarrero, del Consejo de
SM, oidor Sevilla, Sevilla?, 1619, B.N., Ms. 7864, f. 159.
117
«Han estimado siempre tanto los reyes esta dignidad, que la han dado con mucha consideración y
escasez», SALAZAR DE MENDOZA, P., Origen de las dignidades seglares de Castilla y León, Grana-
da, 1998, p. 297, ed. facsímil de la de Madrid, 1794, estudio preliminar de Enrique Soria Mesa.
118
Véase el cuadro en el Apéndice al final del libro.

-120-
ENRIQUE SORIA MESA

Alta 119 y el de marqués de Lendínez 12º. Es decir, que la Corona entrega tales títulos
a una institución religiosa, generalmente necesitada de dinero para una obra, o
simplemente para sobrevivir, y ésta lo vende a un particular. Esta práctica, «en
realidad, un supuesto de venta de títulos» 121 , también se dio entre las filas de otras
oligarquías locales, como la de Granada. En esa ciudad destaca la concesión del
marquesado de Algarinejo a una rama ilegítima de los Fernández de Córdoba,
señores de la villa epónima. Don Juan Fernández de Córdoba y Lisón lo adquiere
de la fábrica de la Iglesia granadina en 1699 por 16.000 ducados 122 •

VI.6. Camino de la Corte


No me voy a detener en exceso en este apartado, pues un estudio más o
menos exhaustivo requeriría, de entrada, que existiese una nómina completa de
los altos servidores regios. Y no la tenemos. El trabajo de J anine Fayard, en este
sentido, es un islote en un mar de silencios. Y no será por falta de fuentes 123 •
En cualquier caso, lo que sí es obvio es que la élite cordobesa logró asomarse
al mundo cortesano y participar activamente en la maquinaria de gobierno de la
Monarquía Hispánica. Trataré, en no muchas páginas, de mostrar hasta qué
punto la Corte y el poder central, para el caso de Córdoba, estuvieron invadidos
por miembros de la élite de provincias.
Los propios expedientes de nobleza y limpieza de los pretendientes ya nos
muestran algunos de tales oligarcas ostentando puestos en la polisinodia. Es el
caso, por sólo citar algunos ejemplos, de don Juan Girón Venegas y Zúñiga,
miembro del Consejo de Órdenes, aposentador mayor de S.M., comendador de
Pozo Rubio y gentilhombre de la Cámara del Emperador; el de don Diego
Fernando de Argote, del Consejo de Hacienda y Junta de Armadas; y el de don
Lope de Hoces y Córdoba, conde de Hornachuelos, consejero de Indias y de su
Junta de Guerra, Comendador de Villafranca en Santiago 124 •

119
CASARES HERVÁS, M., Archivo Catedral. Inventario general, Granada, 1965, p. 397.
120 FERNÁNDEZ-MOTA DE CIFUENTES, Mª T., Op. cit., p. 378. Fue concedido en 1741 a la
Hermandad de Nuestra Señora del Refugio y Piedad de Madrid, inicialmente con el rango de conde.
121
MORALES MOYA, A., «Movilidad social en la España del siglo XVIII ... », p. 468.
122
SO RIA MESA, E., «El señorío de Algarinejo (siglos XVI-XVIII)», Revista del Centro de Estudios
Históricos de Granada y su Reino, 6, 2ª época (1992). p. 331.
123
Trabajos pioneros como los de R. KAGAN, Universidad y sociedad en la España Moderna, Madrid,
1981, no han tenido los continuadores que merecían.
124
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exps. 223, 152 y 296.

-121-
El cambio inmóvil

Algunos de ellos sobresalen por encima de la mediocridad general, y sus


carreras dan idea de su poder e influencia. Habría que analizar con detalle la
evolución de sus Casas antes y después de su existencia para ver los cambios que
pudieron operar sobre ellas.
Es el caso del licenciado Alonso Cabrera 125 , cuya promoción en la alta buro-
cracia central debe venir, a falta de más datos, del hecho de que el hermano de su
madre fuese don Jerónimo de Corral, presidente de la Real Chancillería de
Valladolid. Cabrera pasó por casi todos los puestos posibles en la administración
del estado, consolidando un cursus honorum ejemplar. Pero mejor que sea el
panegirista familiar quien nos describa sus cargos:
«Se formó y estudió en el Colegio Mayor del Arzobispo de Salamanca,
donde fue catedrático de Cánones y juez metropolitano. De aquí fue
promovido para oidor de la Real Chancillería de Valladolid, de don-
de pasó a los Consejos de las Órdenes y al Supremo de la Inquisición
y de Castilla, donde ejerció el empleo de camarista con suma con-
fianza de los reyes, para quienes sacó de Andalucía cuantiosos dona-
tivos sin violencia, venciendo gravísimas dificultades con su talento,
virtudes y doctrina. Premióle el rey con las encomiendas de Auñón,
Berlinches y Paracuellos en Calatrava y con la presidencia del Conse-
jo de Órdenes, sin faltar a los demás empleos que ejercía simultá-
neos. Nómbralo también por gobernador, capitán general y virrey
del imperio de la Nueva España, a donde no pasó por justas y urgen-
tes causas que presentó a Su Majestad» 126 •
Otros, sin estar ellos mismos implicados en el servicio regio, descienden de
consejeros, como don Rodrigo de Cañaveral y Cárdenas, regidor en 1600, nieto
materno del licenciado Benito López de Gamboa, de la Cámara de Castilla; de
don Juan de Córdoba Ponce de León, que ingresó en el cabildo en 1643, nieto
paterno de Andrés Ponce de León, consejero de Castilla; de don Luis Antonio
Mesía de la Cerda, marqués de la Vega de Armijo, veinticuatro en 1683, nieto
materno de don Diego Bernardo de Cárcamo y Eraso, veedor de la Armada Real,
gobernador de Vinaroz y del Consejo de Guerra 127 • Y todo ello, sin entrar a
analizar el prolífico linaje de los Fernández de Córdoba, inundado de virreyes,
consejeros, corregidores ...

125
Su genealogía en A.M.Co., caballeros veinticuatro, exps. 141(1621)y164 (1629).
126 RUANO, F., Casa de cabrera en Córdoba, p. 472.
127
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exps. 80, 200, 298 y

-122-
ENRIQUE SoRJA MESA

Finalmente, resaltaré a don Juan Jiménez de Góngora, hijo, como hemos


visto, de un tesorero general de Felipe III. Su currículum es también impresionan-
te, realizado entre 1632 y 1668, fecha de su muerte 128 :
• Colegial mayor del Colegio del Arzobispo en Salamanca
• Catedrático en ella
• Juez metropolitano de la provincia de Santiago
•Juez de la audiencia de Sevilla
• Alcalde de Casa y Corte
• Presidente de la Casa de Contratación
• Consejero de Indias
• Consejero de Castilla
• Gobernador del Consejo de Hacienda.
A la altura de 1664 había conseguido acumular entre sueldos, gajes y ayudas
de costa la increíble cantidad de 25 a 30.000 ducados anuales 129 • Pero su éxito no
se debió sólo a sus méritos o a la influencia de su Casa, sino que en él tuvo mucho
que ver la ayuda de un gran personaje de la España de Felipe IY, don Luis Méndez
de Haro, marqués del Carpio, valido regio a la caída de Olivares.
La protección del egregio cortesano a su cliente cordobés muestra el increí-
ble alcance de las relaciones de patronazgo. Así pues, al menos en parte la
grandeza de este personaje, creado marqués de Almodóvar del Río, vendrá de la
mano de la protección del primer ministro de la Monarquía. Así lo reconoce el
curioso viajero Bertaut:
«Por lo que se refiere a don Juan de Góngora, era un pobre mucha-
cho de Córdoba, pariente del poeta de ese nombre, que habiéndose
apegado al servicio de don Luis ha sido nombrado por él presidente
del Consejo de Hacienda; por eso todo el mundo lo llama hechura
de don Luis, que es lo que en Francia decimos criatura» 13 º.
Del reconocimiento hacia la protección de Haro da fe el propio testamen-
to de don Juan de Góngora, en donde se dice, textualmente,

128 Todo ello, sacado de J. FAYARD, Los ministros del Consejo Real de Castilla, p. 36.
129 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., «La «Historia Arcana» de Gaspar Caldera de Heredia», Estudios de
Historia Moderna y Contemporánea, 112 (1978), pp. 153-164.
130 Recogido en GARCÍA MERCADAL, J., Viajes de extranjeros por España y Portugal, Madrid, 1959,

II, p. 614.

-123-
El cambio inmóvil

«Confieso yo que al dicho marqués debo todo lo que tengo y suplico


de Su Excelencia que por las grandes honras y mercedes que de su
mano he recibido, tome bajo su amparo a mi mujer y mis hijos, y
unos y otros no excedan del gusto de S.E., así en cuanto a tomar
estado como en lo demás de su conveniencia, por lo mucho que yo y
mis pasados habemos debido a los señores de la Casa del Carpio» 131 •

131
Se copia el documento en PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdova, I, pp. 276-277.

-124-
VII
EL ANSIA DE ETERNIDAD
ENRIQUE SoRIA MESA

VII.1. La ficción de las pruebas


Si la Edad Moderna española es casi un sinónimo de intolerancia religiosa y
racial, la Inquisición fue el arma favorita de la primera, mientras que los Estatu-
tos de Limpieza de Sangre lo fueron de la segunda. En una sociedad en la que la
desigualdad se marcaba por ley y la discriminación procedía de la sangre, no es
extraño que se legislase sobre la puritate sanguinis. En las páginas que siguen
hablaré de los Estatutos de Limpieza de Sangre y de conversos, pero no es mi
intención profundizar en ninguno de ambos temas. Muy al contrario, lo único
que pretendo es, antes de pasar a estudiar el caso del municipio cordobés, pre-
sentar una somera panorámica de lo estudiado y advertir, eso sí, de la necesidad
de replantear los estudios estatutarios, casi siempre analizados epidérmicamente.
De los Estatutos de Limpieza de Sangre se ha escrito mucho, y de toda clase,
pero aún es insuficiente para conocer la verdadera magnitud de un fenómeno
que afectó a casi toda la sociedad española durante tres siglos, de una forma u
otra. Y no podemos olvidar, en este sentido, que la Limpieza de Sangre parecía
estar mucho más presente en la vida cotidiana de lo que nos podemos suponer.
Sabemos de ella, de su necesidad para ingresar en una Orden Militar, en la
Inquisición como familiar, en un Colegio Mayor, en la Iglesia o en un cabildo
municipal, pero solemos olvidar que para pasar a Indias, para ser un simple
escribano, para entrar en una cofradía... también se requería la misma limpieza 1•
Adémás, aparte de la letra de la ley, que marca claramente su significado
oficial, ¿qué supone realmente la Limpieza de Sangre?. Es una ficción, evidente-
mente, Una ficción que se basa en el consenso de una sociedad y que va a

1
Una lista bastante completa y un breve pero interesante estudio de toda la amplia tipología estatutaria,
en CARO BAROJA, J., Los judíos en la España Moderna y Contemporánea, Madrid, 1978, II, pp.
287-315.

-127-
El cambio inmóvil

demostrar sólo la opinión de dicha sociedad sobre una persona, una familia, un
linaje; que va a medir el poder social del pretendiente; que va a controlar, en
determinados casos, el acceso a ciertas instituciones por parte de sus propios
miembros. Nada más. Y nada menos.
Ciertamente que existen estudios sobre los Estatutos de Limpieza de Sangre,
algunos de gran altura. Basta recordar el conocido y citadísimo libro de Albert
Sicroff2. En este meritorio trabajo, cuya primera edición es de 1960, el autor se
centra, como es bien sabido, en las controversias existentes en torno a la creación
y mantenimiento de los Estatutos. Una polémica secular de gran interés, de eso
no cabe duda. Sin embargo, y aunque Sicroff no se planteaba otra cosa, aquí
radica el principal problema de esta obra. No se estudia, para nada, la realidad de
los Estatutos de Limpieza de Sangre. Es decir, no se analiza el impacto real sobre
la sociedad; no se estudia, de ninguna forma, el grado su cumplimiento; no se
profundiza para nada en la ingente documentación existente. De nuevo, la
atemporal y absurda disyuntiva entre literatura y documentación de archivo
como fuentes históricas.
En 1955, cinco años antes de la publicación del libro de Sicroff, había visto la
luz una de las más interesantes obras de don Antonio Domínguez Ortiz, reelaboración
y ampliación de un artículo pionero de 19493 • Me refiero a la meritoria La clase
social de los conversos en Castilla en la Edad Moderna 4 • Don Antonio, desde la casi
perfecta integración de los datos de archivo y de la literatura de la época consigue,
a mi modesto juicio, unos resultados mucho más completos que los que lograra
Sicroff5. Y gracias a su intuición, aunque el autor no maneja directamente las
probanzas, es capaz de advertir lo que, por pura lógica, es la clave de los Estatutos
de Limpieza de Sangre, la pieza donde radican todos los problemas:
«El defecto radical de las informaciones estribaba en· que estaban
basadas principalmente en declaraciones orales de testigos que no
solían aducir más pruebas que la pública voz y fama».

2
SICROFF, A.A., Los estatutos de limpieza de sangre. Controversias entre los siglos XV y XVII,
Madrid, 1985.
3
«Los cristianos nuevos. Notas para el estudio de una clase social», Boletín de la Universidad de
Granada.
4
Fue publicado primero en el volumen III de Estudios de historia social de España. En adelante cito
esta obra por la excelente edición facsímil realizada por la Universidad de Granada en 1991, precedi-
da de un ensayo introductorio debido a Francisco Márquez Villanueva.
5
«Libro original, novedoso para la época en que aparece y de contenido arriesgado». Así lo define
Jaime CONTRERAS, seguramente el mejor conocedor del mundo converso hispánico, en su artículo
«Domínguez Ortiz y la historiografía sobre judeoconversos», Manuscrits, 14 (1996), p. 62.

-128-
ENRIQUE SoRIA MESA

Y, más adelante, continúa:


«La prueba oral tuvo como presupuesto necesario la imparcialidad
de los testigos; he aquí el punto grave» 6 •
Los estudios de Domínguez Ortiz sobre la limpieza de sangre continuarán en
un nuevo libro, publicado más de tres décadas después, en donde intenta actua-
lizar los planteamientos del primero, a la luz de los nuevos y ya numerosos
trabajos sobre la minoría confesa. Estoy hablando de Los judeoconversos en
España y América7 • En su quinto capítulo, trata de forma sintética de lo que aquí
nos interesa, los Estatutos de Limpieza de Sangre.
La aportación de Domínguez Ortiz ha sido fundamental para relativizar la
extensión real de los Estatutos de Limpieza de Sangre por el territorio castellano.
Al contrario de lo que se puede pensar, no todas las instituciones consiguieron -
muchas ni lo intentaron- imponerlos; de hecho, quizá no fuesen sino una mino-
ría. Fueron más bien los escándalos suscitados por su introducción (el caso de
Toledo es paradigmático) y la virulencia de la polémica establecida en su torno lo
que hizo pensar en una omnipresencia estatutaria.
Todo lo contrario. Como afirma el mismo autor
«en contraste con lo que ocurrió en los organismos nobiliarios, don-
de las pruebas de limpieza de sangre proliferaron sin dificultad algu-
na, en la Iglesia tropezaron con bastante oposición» 8 •
En efecto, así sucedió con la iglesia de Tuy, muy afectada por la presencia de
grupos marranos portugueses, o la de Santiago de Compostela, cuyos procesos
para imponer los Estatutos sufrieron muchas trabas por parte de la Curia romana
y, de hecho, no se aprobaron o fueron poco efectivos. Pero hay más. En Salamanca
y Zamora no se pudieron introducir9 , y en Burgos fracasaron igualmente todos
los intentos 10 •
Según Juan Hernández Franco, 21 de los 35 cabildos catedralicios de los
reinos de Castilla tuvieron estatuto 11 • Son éstas cifras que considero optimistas,

6
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., La clase social ... , p. 75.
7
Madrid, 1988.
8
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., «Documentos sobre estatutos de limpieza de las catedrales españolas»,
Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, 14-15, fase. 2 (1965-66), p. 39.
9
Estos datos, en Ibidem, pp. 39-40.
10
LÓPEZ MARTÍNEZ, N., «El estatuto de limpieza de sangre en la catedral de Burgos», Hispania, 74
(1954), pp. 52-81.
11
HERNANDEZ FRANCO, J., Cultura y limpieza de sangre en la España Moderna. Puritate sanguinis,
Murcia, 1996, p. 68. Este libro, a pesar de su ambicioso título, sólo estudia, realmente, el caso
murciano y analiza tan sólo unas pocas decenas de pruebas.

-129-
El cambio inmóvil

pero que, en cualquier caso, si se analizan al revés de lo que plantea el autor,


revelan una realidad muy destacable: que casi la mitad de los cabildos no tuvie-
ron nunca Estatutos de Limpieza de Sangre. Y habría que ver cuándo entraron en
vigor los establecidos, porque alguna catedral, caso de la de Murcia, no lo
tuvieron hasta finales del Seiscientos (1674)12, fecha en la que las probanzas
dejan prácticamente de tener sentido. Al menos, el sentido original.
Y en estas fechas, las de finales del siglo XVII y todo el XVIII, se puede
asegurar, se prueba cualquier cosa menos la limpieza real del pretendiente. Se han
devaluado las probanzas; las testificaciones son reiterativas hasta la náusea; los
testigos, como papagayos, repiten insistentemente la lista de alabanzas del preten-
diente, con las mismas palabras casi siempre, relatando interminables listas de
antepasados memorizadas poco antes ... Además, y esto ya lo advirtió don Antonio
Domínguez Ortiz hace años, en otra de sus geniales intuiciones, el concepto de
limpieza de sangre se va desplazando hacia el de «limpieza de oficios» 13 •
Sin embargo, en lo que respecta a los Estatutos de Limpieza de Sangre, lo
importante no radica en su extensión, que ya vemos no fue total ni mucho
menos, sino en su efectividad. Y aquí entramos en un terreno mucho más resba-
ladizo, casi inexplorado.
Cuando se analizan en detalle los abundantes corpus documentales que en-
cierran las probanzas de limpieza de sangre, los andamiajes teóricos comienzan a
tambalearse. Da igual que sea en el Colegio de los Españoles de Bolonia que en la
Universidad de Sevilla o que en ayuntamiento de Madrid, por citar tres casos
bien estudiados 14 •
En conclusión, nada parecido a lo que se ha supuesto anteriormente. Los
tópicos dejan de tener sentido cuando se enfrentan con la realidad de los datos. Y
los datos nos hablan de un increíble bastardeamiento de las probanzas. Veámoslo.

12
Ibidem, p. 80.
13
«La conclusión que puede sacarse de este expediente es la disolución del antiguo concepto de
probanzas de limpieza de sangre como medio de salvaguardar la pureza de la fe católica y su paulatina
disolución en un concepto de limpieza de oficios de contenido muy racista y dirigido en gran parte
contra los gitanos», DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., «Las probanzas de limpieza de sangre y los albéitares
de Sevilla», El Siglo que llaman Ilustrado. Homenaje a Francisco Aguilar Piñal, Madrid, 1996, p. 288.
Esta tesis la ha mantenido desde hace ya bastantes años en otros trabajos suyos.
14
CUART MONER, B., Colegiales mayores y limpieza de sangre durante la Edad Moderna. El
estatuto de San Clemente de Bolonia (ss. XV-XIX), Salamanca, 1991; OLLERO PINA, J.A., La Univer-
sidad de Sevilla en los siglos XVI y XVII, Sevilla, 1993, pp. 219 y ss.; HERNÁNDEZ, M., A la sombra
de la Corona ...

-130-
ENRIQUE SoruA MESA

Para el conocido viajero francés Bertaut


«El rey da fácilmente los hábitos, pero aquel que recibe el título no
podía utilizarlo si no hace las pruebas, no tanto de ser de gran
nobleza como de ser cristiano viejo y no proceder de moriscos, y eso
les cuesta mucho, porque muy a menudo es preciso comprar muy
caros los testigos» 15 •
No se trata de una apreciación falsa, como pudiera desprenderse de la evi-
dente foraneidad del escritor. Al contrario, y con certera intuición, Bertaut ha
dado en la diana. La clave son los testigos, como antes indicara Domínguez
Ortiz. Unos testigos que se sobornan, amenazan o corrompen de cualquier for-
ma, y que dirán cualquier cosa menos la verdad, si así lo exige el guión 16 •
Lo curioso, además, es que las propias instituciones admiten lo habitual que
resulta el perjurio. Las probanzas de hidalguía que se efectúan en la chancillería
de Granada, la única que conozco bien, están repletas de tachas de testigos,
listados en donde el pretendiente, el acusador y el fiscal declaran respectivamen-
te los enemigos de cada parte, intentando -y logrando muchas veces- invalidar así
sus testimonios. Y lo mismo puede suceder en los pleitos civiles de todo tipo.
Pero esto no es privativo de las audiencias, sino que cuando un hábito de una
Orden Militar se detiene por problemas con la ascendencia del candidato, el
pretendiente recurre a idéntico procedimiento; el mismo Santo Oficio, aunque
vela por el secreto de la identidad de sus testigos y delatores, admite listas del reo
en donde se enumeran sus enemigos, probables acusadores. Se admite, pues, de
forma generalizada, la existencia de falsas declaraciones.
Lo interesante del caso es que los propios contemporáneos sabían de la
facilidad existente para sortear cualesquier pruebas mediante la falsedad testifi-
cal. No es sólo una reflexión propia de un historiador actual, sino un convenci-
miento coetáneo. Y si no, escuchemos a las fuentes:
«Son muy contadas las familias que en el hecho de verdad no tengan
algo que purgar y disimular; y esto va creciendo cada día más con los
casamientos, mezclándose las sangres y las calidades, o por el interés o
por la ignorancia de lo que cada uno es, sin que esto se pueda prevenir.

15
GARCÍA MERCADAL, J., Viajes de extranjeros por España y Portugal, Il, p. 638.
16
El mismísimo Conde Duque de Olivares decía, hablando de las ciudades: "En algunas hay constitu-
ciones de nobleza y en otras no. En todas hay gran relajación de la observancia de calidad, daño del
que se siguen otros muchos», ELLIOTI, J.H. y PEÑA, J.F. de la, Memoriales y cartas del Conde-
Duque de Olivares, Madrid, 1978, I, p. 64:

-131-
El cambio inmóvil

Y así de más de lo que hoy hay mezclado y infecto, que es lo más, es


fuerza que dentro de poco tiempo no quede nada que no lo sea ... Las
familias más acreditadas no han conseguido más que la opinión y fama
de tener limpieza, la cual han alcanzado las muy esclarecidas con la
potencia y superioridad, por la cual no se les atreven los testigos; las
muy obscuras y bajas por la ignorancia, porque no se les conocen los
ascendientes; las de mediano esplendor con la negociación y con ha-
cerse bienquistas; y las que han quedado presas en el lazo son las que
no han tenido caudal para negociar y les han faltado amigos» 17 •
Aunque el texto es largo, no me he resistido a incorporarlo debido a que no se
trata de un memorial cualquiera, sino que es un informe elaborado por la propia
Inquisición, en donde se plantea crudamente los peligros, problemas y absurdos de
la limpieza de sangre. Lo cierto es que se puede decir más alto, pero no más claro.
Pero hay más que unos simples testigos perjuros. El sistema de las probanzas
daba pie al surgimiento de profesionales de la testificación, falsarios expertos en
linajes, capaces de medrar económicamente al calor de las necesidades ajenas.
Estoy hablando, pues, de los linajudos, aquella persona que «que tiene tratos y
comercio para que les paguen el que depongan o dejen de deponer en un juicio
de honor» 18 •
Chantajistas profesionales, su amplio conocimiento de los abolengos aterro-
rizó a muchos pretendientes a hábitos y otras dignidades de la época 19 , pero
también permitió a muchos candidatos de sangre manchada salir airosos, eso sí,
previo pago de sobornos 20 •
Resta ahora hablar de un último aspecto de esta mentira tan bien orquestada:
la falsificación documental, un fenómeno tan recurrente como hasta ahora casi
ignorado. En muchas de las probanzas problemáticas de Órdenes Militares, los

17
RODRÍGUEZ VILLA, A., «Los judíos españoles y portugueses en el siglo XVII», B.R.A.H., 49
(1906), pp. 90-103. Cita este fragmento I.S. RÉVAH, «Gil González de Avila et les status de pureté de
sang», Studia Histórica in Honorem R. Lapesa, Madrid, 1972, II, pp. 515-516.
18 A.H.N., 00.MM., leg. 6130, citado por Elena POSTIGO CASTELLANOS, Honor y privilegio en

la Corona de Castilla. El Consejo de las Órdenes y los Caballeros de Hábito en el siglo XVII, Soria,
1988, p. 149.
19
«Auténticos equipos de extorsionistas actúan entre los que se encargan de las investigaciones. iY desgra-
ciado del solicitante que no pague el precio exigido! Se le halla en seguida la mancha infamante»,
MÉCHOULAN, H., El honor de Dios. Indios, judíos y moriscos en el Siglo de Oro, Barcelona, 1981, p. 120.
20 Un amplio relato de sus andanzas en el Siglo de Oro, en E. SORIA MESA, estudio preliminar a la

obra, de P. SALAZAR DE MENDOZA, Origen de las dignidades seglares...

-132-
ENRIQUE SORIA MESA

pretendientes, sus familias y amigos presentaron algunos documentos falsifica-


dos, destruyeron originales, sobornaron a escribanos corruptos para que interca-
lasen testamentos inventados, rasparon y corrigieron partidas sacramentales en
las parroquias ... Como dice Lorenzo Cadarso
«Los propios protagonistas contribuyeron más que nadie a la defor-
mación del pasado: estuvieron cerca de 30 años falsificando y des-
truyendo documentos; y lo hicieron con tal eficacia, que reconstruir
el devenir de las familias conversas enquistadas en las oligarquías
locales, las que sólo ocasionalmente cayeron en las redes de la Inqui-
sición, resulta realmente dificultoso» 21 •
Y no exagera lo más mínimo 22 • Quien ha trabajado los expedientes de Órde-
nes Militares sabe que es así, lo mismo que lo sabían los propios caballeros que
iban, por mandato del Consejo, a indagar en el abolengo de cada candidato a
ingresar en la Orden. De eso, al menos, es de lo que advierte una instrucción
interna del siglo XVIII, en este caso referida a Granada:
«En dicha ciudad y cercanías hay mucha nobleza intrusa y falsificada,
y así <leve caminarse con mucha cautela y cuidado» 23 •
Si esto es así, no debe extrañar entonces que la propia Inquisición reconozca
el problema. En el informe interno de 1626, ya mencionado arriba24 , documento
comentado profusamente por Henry Kamen en un interesante artículo 25 , se dice
textualmente:
«Se ve tal número de testamentos enmendados, sobreescritos y a
veces hechos enteramente con falsedad, codicilos, particiones, testi-
monios, escripturas de contratos de todo género tan corro!Jlpidas y
manifiestamente fingidos... La sutileza de este siglo ha llegado a
formar semejanza y imitación tan artificiosa que los más diestros en

21 LORENZO CADARSO, P.L., «Esplendor y decadencia de las oligarquías conversas... », p. 54.


22 El más sincero de todos los tratadistas nobiliarios de la España Moderna, Bernabé MORENO DE
VARGAS, reconoce que "muchos han probado la dicha posesión [nobleza] con testigos falsos, y por
este camino han venido de humildes nacimientos a ser hijosdalgo de sangre", Discursos de la nobleza
de España, Madrid, 1636 (de. facsimil de Valladolid, 1997), f. 42.
23
LAMBERT-GORGES, M., «Le breviaire du bon enqueteur, ou trois siecles d'information sur les
candidats a l'habit des Ordres Militaires», Mélanges de la Casa de Velázquez, 18 (1982), p. 197. La
cursiva es mía.
24
RODRÍGUEZ VILLA, A., art. cit.
25
«Una crisis de conciencia en la Edad de Oro en España: Inquisición contra «limpieza de sangre»»,
Bulletin Hispanique, 88 (1986), pp. 321-356.

-133 -
El cambio inmóvil

estas materias no distinguirán la escritura falsa que se hizo ayer


representando en letra, papel y estilo ser de doscientos años» 26 •
Así pues, los Estatutos de Limpieza de Sangre no prueban lo que dicen
probar. Entonces, ¿para qué sirven? ¿qué es lo que demuestran? ¿qué prueban?.
Afortunadamente, y tras los estudios de Jean Pierre Dedieu, hoy podemos res-
ponder con bastante seguridad a estas cuestiones, claves para entender correcta-
mente el fenómeno de los estatutos. El hispanista francés Dedieu, uno de los
mejores conocedores del fenómeno inquisitorial español27, ha reflexionado lar-
gamente sobre el tema de los Estatutos de Limpieza de Sangre. Para Dedieu, que
no niega la importancia de la limpieza de sangre,
«Su comprobación fue el pretexto de la instauración de una prueba
que, más que el origen, probaba cada vez más estrictamente el poder
social del candidato» 28 •
Poder social, es decir, riqueza, influencias, prestigio, extensas redes clientelares
y familiares, amistades, parentescos... En conclusión, tal y como añade en un
trabajo posterior,
«La mal llamada «información de limpieza de sangre» mide, pues, ele-
mentos dispares. De hecho, pasar con éxito la prueba no quiere decir
que uno es limpio; sino que consiguió que en el informe final se dijera
que lo es. La falta de limpieza, una falta de limpieza notoria, podía
hacerlo difícil; pero la riqueza, las propinas, la prepotencia social, el
favor real, muchos factores podían suplir tal defecto, y lo suplían» 29 •
En el ámbito municipal, el que aquí nos preocupa en esencia, el resultado es
el mismo. Mauro Hernández, que también ha trabajado un importante corpus de
probanzas, admite que los estatutos no prueban lo que dicen probar. Prueban lo
que quiere el cabildo probar. Es decir, simplificando, que no son otra cosa que un
filtro que genera la institución para aceptar a los candidatos que interesan, por
las razones que sean, y rechazar, esgrimiendo razones de falta de pureza sanguí-
nea o de nobleza, a los que no se desea30 •

26
La cita de este párrafo la realiza KAMEN en la página 347 de su mencionado trabajo.
27
Su tesis doctoral es realmente un estudio paradigmático sobre un tribunal de distrito, I.:administration
de la foi. I.:inquisition de Tolede (XVI'-XVllI' siecles), París, 1986.
28
«Limpieza, poder y riqueza. Requisitos para ser ministro de la Inquisición. Tribunal de Toledo, siglos
XVI-XVII», Cuadernos de Historia Moderna, 14 (1993), p. 44. El artículo original francés es de 1986.
29
«iPecado original o pecado social? Reflexiones en torno a la constitución y a la definición del grupo
judeo-converso en Castilla», Manuscrits, 10 (1992), p. 74.
30
A la sombra de la Corona ...

-134-
ENRIQUE SoRIA MESA

Centrémonos de momento en los estatutos municipales, que, al contrario del


tópico profusamente extendido, no fueron, ni mucho menos, omnipresentes en
las ciudades castellanas. Como se observa en el cuadro siguiente, sólo diez ciuda-
des con voto en Cortes disfrutan del privilegio estatutario (Guadalajara no llega
a disfrutarlo). La mitad, más o menos, considerando que de las 18 que poseían
este importantísimo privilegio pasaremos en el Seiscientos a 21 contando con
Palencia, Galicia y Extremadura.

CUADRO VI
CONCESIONES DE ESTATUTOS
A CIUDADES CON VOTO EN CORTES

MUNICIPIO FECHA OBSERVACIONES


Toledo 1566 Confirmado al año siguiente 31

Sevilla 1566 Bastante poco efectivo

Córdoba 1568 No empieza hasta 1570 32

Madrid 1603 Confirmada en 1634 33

34
Toro 1723
35
Jaén 1730

Zamora 1735

31 Transcriben el documento de concesión del estatuto J.I. GUTIÉRREZ NIETO, «La discriminación

de los conversos y la tibetización de Castilla por Felipe II», Revista de la Universidad Complutense, 87
(1973), pp. 120-129, y E. LORENTE TOLEDO, Gobierno y administración de la ciudad de Toledo y
su término en la sesunda mitad del siglo XVI, Toledo, 1981.
32 BELMONTE LÓPEZ-HUICI, Mª C., «Las pruebas de nobleza para caballeros veinticuatros como

fuente para el estudio de las élites urbanas», Axerquía, 14 (1985). Se transcribe el documento de
concesión del estatuto en el apéndice.
33
HERNÁNDEZ, M., «El cierre de las oligarquías urbanas en la Castilla Moderna: el Estatuto del
Concejo de Madrid (1603 )»,Revista Internacional de Sociología, 45 (1987), pp. 179-198.
34
DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Barcelona, 1984, p. 458.
35 Ambas referencias, en FERNÁNDEZ-PRIETO DOMÍNGUEZ y LOSADA, E., Nobleza de Zamora,

Madrid, 1953, p. 59.

-135-
El cambio inmóvil

MUNICIPIO FECHA OBSERVACIONES


Granada 1739 36

Salamanca 1743 37

Murcia 1751 38

Guadalajara 1752 No tiene efecto por impago 39

Pero lo más importante no es eso, sino las fechas en que se instala. No


entiendo cómo es posible que se hable de un cierre en el municipio, o que se diga
que las ventas de oficios no alteraron el status concejil debido a la extensión de
los Estatutos de Limpieza de Sangre. ¿Qué extensión, cuando casi todos se
instalan en Setecientos?. Para entonces las probanzas prácticamente nada prue-
ban, y la integración de los conversos ha sido total una centuria atrás. Si 6 de las
10 ciudades que exigen nobleza y limpieza a sus regidores lo hacen desde la
primera mitad del siglo XVIII, el fenómeno ha de explicarse de otra forma. Sólo
se puede entender en las coordenadas de una emulación con las ciudades que sí
tenían estatuto. Además, al imponerlo, el regimiento pasa a ser considerado,
desde fuera, como noble per se, y ésta no es poca razón en el Antiguo Régimen.
En las demás ciudades sucede por el estilo. En el resto de las grandes urbes
castellanas los Estatutos se instalan de forma escalonada, pero en la mayoría de
ellas no antes de mediados del siglo XVII. De hecho, las más, en el Setecientos.

36
MARINA BARBA, J., Poder municipal y reforma en Granada durante el siglo XVIII, Granada, 1992,
p. 49. Las pretensiones arrancan de finales del Seiscientos. El debate sobre el estatuto, en las páginas
49 y ss. Transcribe el documento en las pp. 337-343.
37
INFANTE MIGUEL-MOTTA, J., El municipio de Salamanca a finales del Antiguo Régimen,
Salamanca, 1984, p. 46.
38
GUILLAMÓN ÁLVAREZ, F.]., Re~ido;es de la ciudad de Murcja_, p. 36. El documento de la
concesión se transcribe en GUILLAMON ALVAREZ, F.]. y RUIZ IBANEZ, ].].,«Guía de regidores y
jurados de Murcia: 1650-1800», pp. 112-116. Sobre el proceso de implantación, véase HERNÁNDEZ
FRANCO,]., «Limpieza y nobleza en las ciudades de Castilla: pretensiones y consecución del estatuto
por parte de Murcia (1560-1751)», Revista de Historia Moderna, 17 (1998-99), pp. 249-262.
39
SALGADO OLMEDA, F., «Sobre la condición nobiliaria del ayuntamiento de Guadalajara en el
siglo XVIII: la cuestión del Estatuto de Nobleza de sangre para la ciudad en 1752», Actas del N
Encuentro de Historiadores del Valle de Henares, Alcalá de Henares, 1994, pp. 227-233.

-136-
ENRIQUE SORIA MESA

Así sucedió en Málaga, en 166240 y en Jerez, en 1724, dando lugar a problemas y


a falsificaciones en las genealogías de los no muy nobles regidores 41 •
En la citada «carrera» de los estatutos, Córdoba no sólo no quedó atrás, sino
que en buena medida la encabezó. En 1568 42 , Felipe 11 concedió a la ciudad lo
que ésta le había suplicado: un estatuto de limpieza de sangre y de nobleza, que
obligaría a los candidatos a desempeñar el oficio de veinticuatro a ser
«hijosdalgo de sangre y de calidad, y que ellos ni sus padres no hayan
tenido oficio mecánico ni vil» 43 •
De hecho, aunque no lo indique el texto de la real cédula, las informaciones
del concejo exigen, además, requisitos de limpieza de sangre, típicos de la época.
Tras esta concesión, todos los autores que han tratado de alguna forma del
cabildo cordobés en la Edad Moderna coinciden en resaltar la sangre noble y
limpia de los capitulares. Craso error.
Como ya he dicho, es fundamental recurrir a los documentos, y no quedar-
se en la mera formulación del problema. Una cosa es, y a las pruebas me remito,
la ley y otra su cumplimiento. Para el conocimiento correcto de este proceso
histórico es necesario analizar con detalle los datos que nos suministra el
archivo.
Lo primero que sorprende de la documentación conservada es la pequeñez
de los expedientes. Y no por pérdidas documentales, pues están todos completos,
sino por la propia exigüidad del proceso investigador. Una vez conocida por el
concejo la pretensión se pone en marcha el mecanismo, que revela de inmediato
el bastardeamiento de la concesión regia. Los testigos que han de declarar sobre
la genealogía de cada pretendiente son muy pocos, sólo cinco personas, como
media. Lo peor, es que la mayoría de ellos eran los mismos regidores de Córdo-
ba, que iban a informar sobre las calidades de personas de su inmediato círculo,
parientes o amigos.

40
QUINTANA TORET, F.J., y PEREIRO BARBERO, Mª P., «Los regidores perpetuos del concejo
malagueño bajo los Austrias (1517-1700). Origen y consolidación de un grupo oligárquico», Jábega
56 (1987), pp. 45-63.
41
GONZÁLEZ BELTRÁN, J .M., Honor, riqueza y poder: los veinticuatro de Jerez de la Frontera en el
siglo XVIII, Jerez 1997, pp. 41 y ss.
42
Aunque las pruebas no comienzan sino en 1570 con el veinticuatro Martín Alonso de Cea.
43
BELMONTE LÓPEZ-HUICI, Mª C., «Las pruebas de nobleza para caballeros veinticuatros... », p.
45. En este artículo se relatan, de forma harto descriptiva, las características de las referidas pruebas,
y a él me remito.

-137-
El cambio inmóvil

Pero lo más sorprendente es la inane calidad de las probanzas. Los pocos


folios que sobre cada veinticuatro se escribieron demuestran hasta qué punto
fueron ridículas las investigaciones llevadas a cabo por los comisarios.
Sabemos de 21 veinticuatros de los que no se nos dice más que el nombre de
sus padres44 , y de otros 10 cuyas probanzas carecen de abuelos, generalmente los
maternos, aquellos por donde vendría el peligro 45 • Pero el mejor de todos ellos
quizá sea el de don Fernando Narváez Saavedra, que ingresa en 1600, hijo
natural de un regidor homónimo y de una «señora hidalga» de la que nadie sabe
ni el nombre de pila. Todo un ejemplo de eficacia en la investigación46 •
Haciendo cuentas, nos sale que casi el 40% de los pretendientes del siglo
XVI demuestran una genealogía muy defectuosa, escapando con total alevosía de
ulteriores indagaciones sobre su árbol. Pero es que en centurias posteriores no se
investiga mucho más. Aunque conozcamos ya, por lo general, los nombres y
cargos de los padres y abuelos no se nos aporta ningún documento o prueba
acerca de su calidad, sino que los testigos se limitan a repetir que todos son de
notoria nobleza, ante la pasividad de los informantes 47 •
De todos aquellos veinticuatros de los que tengo constancia son conversos,
ni uno sólo es molestado en sus pruebas con la más leve sospecha. Nadie dice
nada, nadie recuerda nada. Un pacto de silencio cubre la ciudad. Da lo mismo
que los abuelos del candidato sean de origen hebraico, o simplemente que no se
sepa de ellos nada por haber muerto hace mucho, ser foráneos o incluso extran-
jeros. De todos se dice son de buena casta y notoria nobleza. Si no fuera divertido
sería grotesco 48 •
Y éstas no son sino las probanzas «normales». Veamos, inmediatamente, las
«extrañas», es decir, aquellas que están encubriendo auténticos atentados contra
el principio de la limpieza de sangre. Ya no se trata de tener un posible antepasa-

44 Exps. 2, 9, 16, 19, 23, 24, 25, 26 (se indica el abuelo materno), 27, 32, 33, 36, 37, 39, 41, 42, 43,
51, 57, 65 y 68.
45
Exps. 8, 14, 18, además de los 15, 20, 28, 35, 44, en que falta sólo la abuela materna, y los 29 y 64,
en donde faltan las dos abuelas.
46
Exp. 78. No trae ni siquiera los abuelos paternos.
47
En los siglos XVII y XVIII, aunque, por lo general, aparece la ascendencia completa, nada se dice de
ella. El caso más extremo, ya al final del período, es el de don Joaquín Rafael Ulloa, exp. 382, de
quien nadie sabe nada, ni el nombre de los padres, sólo que parece ser pariente de un antiguo
corregidor de la ciudad.
48
Me remito, para no alargar innecesariamente el discurso, a las fichas de cada veinticuatro transcritas
en el apéndice.

-138-
ENRIQUE SoRJA MESA

do infecto en la cuarta o quinta generación ascendente, sino un abuelo o abuela


manchado, a veces incluso condenado por el Santo Oficio.
Pruebas inverosímiles, sin duda alguna, debieron de ser las de los hermanos
Martín de los Ríos y Pedro Venegas de los Ríos. Digo debieron porque no se han
conservado, por desgracia, pero ambos caballeros fueron recibidos en el cabildo
tras demostrar su supuesta limpieza, y sus descendientes continuaron en el mis-
mo oficio49 •
Pues bien, ambos regidores fueron hijos de otro Martín de los Ríos y de doña
Leonor de Córdoba, hija de Gonzalo de Córdoba y de doña Beatriz de Baeza.
Este, el abuelo materno, contador de los señores de Aguilar, fue procesado por el
Santo Oficio en 1505 y 1533, y era hijo de Alonso de Córdoba y de Teresa
Alvarez, condenados por la Inquisición. Su mujer, doña Beatriz, no se quedaba
atrás en cuanto a parentescos conversos, pues era hija de Hernando de Baeza,
veinticuatro que fue de Córdoba, relajado, hijo de condenados, y de Leonor de
Molina, condenada por el Santo Oficio, hija de reconciliados 50 •
Pero las cosas pueden ser más escandalosas aún. No me resisto a detenerme
un poco en la probanza de don Juan Fernández de Córdoba y Solier, efectuada
en 162651 • El expediente sólo nos dice que es hijo de don Gonzalo de Córdoba y
Aguilar y de doña María Solier, y nieto paterno de don Alonso de Aguilar y de
doña María de Córdoba. Lo normal hasta aquí, parece un Fernández de Córdoba
cualquiera de quien no es necesario indagar más.
Sin embargo, si escarbamos un poco en su genealogía, sólo un poco, el
resultado asombra. Tanto su padre como su abuelo paterno y bisabuelo son
bastardos, ni siquiera hijos naturales. iTres bastardos seguidos sólo en la varonía!
Pero lo materno es peor, si cabe. El mencionado bisabuelo, don Pedro Núñez de
Herrera, hijo ilegítimo del señor de Aguilar, tuvo a sus vástagos en una esclava
morisca, llamada Elvira de Herrera. El hijo de ambos, don Alonso Fernández de
Córdoba, tuvo descendencia en doña Mayor de Solier, cuyo padre es muy posi-

49
Martín de los Ríos ingresó en 1578 (PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdova, l, p. 5) y
renunció el oficio al año siguiente en don Francisco Fernández de Córdoba (A.M.Co., caballeros
veinticuatro, caja 1, exp. 8). El nieto de Martín, donjuan de los Ríos, ingresó en 1643 (Ibídem., exp.
198).
50
Todo ello en PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdova, l, p. 5 y II, pp. 444 y ss.
51
A.M.Co., caballeros veinticuatro, caja 24, exp. 160. Probanza de don Juan Francisco de Córdoba y
Solier.

-139-
El cambio inmóvil

ble que la tuviera en su segunda mujer, Inés de los Reyes, igualmente morisca. El
padre del pretendiente casó con su prima hermana, doña María de Solier, proce-
dente de la misma familia 52 •
Pero esta familia no resulta pintoresca sólo por su genealogía. El abuelo
paterno del veinticuatro fue procesado por la Inquisición en 1575 en el famoso
suceso de brujería protagonizado por las camachas, segura fuente de inspiración
cervantina. Nuestro buen hidalgo fue, al decir de las hechiceras, convertido en
caballo53 •
Las pruebas, como se ve, nada dicen, callan cualquier ascendencia problemá-
tica. iY había qué callar!. Los genealogistas posteriores terminarán el trabajo,
tapando los parches del árbol familiar con espléndido oficio, convirtiendo escla-
vas en hermanas del rey de Túnez54 , trocando bastardos por legítimos, llamando
nobles a los conversos55 •
Sorprendente forma de asimilación, pervirtiendo los sistemas establecidos y
bastardeando las probanzas. No es raro, pues, que un noble local exclamase a
finales del Quinientos, con gran amargura,
"Que las veinticuatrías suelen tenerlas caballeros hijosdalgos, y que las infor-
maciones que se les hacen no son de consideración, porque se reciben por
testigos a los que la parte presenta, que son cuatro o cinco, y que así hoy día hay
muchos veinticuatros que no son hidalgos. Y que antiguamente eran jurados
caballeros hijosdalgo y hombres llanos sin distinción ninguna, y ahora no son
hidalgos, y los más de ellos son confesos" 56

52 Sobre esta curiosa saga, véase GARRAMIOLA PRIETO, E., «Los Solier y Córdoba de La Rambla.
Una original familia en clave cervantina. La Rambla y Montilla en el siglo XVI», Boletín de la Real
Academia de Córdoba, }21 (1991), pp. 191-202.
53
La leyenda, en los Casos notables de la ciudad de Córdoba, pp. 81-84. Sobre el proceso inquisitorial
trata largamente Álvaro HUERGA en su Historia de los Alumbrados. JI. Los alumbrados de la Alta
Andalucía (1575-1590), Madrid, 1978.
54
Ya en los Casos notables de la ciudad de Córdoba, de 1618, se recoge la historia de que la Elvira de
Herrera, aquí llamada María, fue hermana del rey de Túnez (p. 82). Pero lo realmente curioso del
texto es que dice, como quien no quiere la cosa, que «estaba señalada en los brazos, como suelen las
moras», lo que a mí me suena bastante a estar herrada, como los esclavos. Un documento recogido
por Álvaro Huerga (Op. cit., p. 58) la llama esclava turca.
55
Todos los datos genealógicos, en PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdova, !, pp. 14 y ss.
56
Testimonio de don Alonso de las Infantas en la probanza del hábito de Calatrava de don Pedro de
Hoces y Góngora, 1597, A.H.N., Órdenes Militares, Calatrava, exp. 1226, fol. 76v.

-140-
ENRIQUE SORIA MESA

Sin embargo, no fueron éstos, los municipales, los únicos Estatutos de Lim-
pieza de Sangre cordobeses, ni fueron tampoco la única manera de integrar a los
recién llegados. Hubo otras, igual de efectivas. En la Córdoba de esta época
existieron otras pruebas de limpieza, creadas por otras tantas instituciones loca-
les. El estudio de la documentación emanada de ellas, en la medida que ha sido
posible, demuestra que la ficción antes relatada no es exclusiva, ni mucho menos,
del municipio. Al contrario, no es sino una constante.
La Catedral cordobesa, la otra gran sede del poder local, instituyó su Estatu-
to de Limpieza de Sangre en fecha muy temprana, de las primeras de España.
Tras unos primeros intentos, mal conocidos, en 1466, el Estatuto fue aprobado
en 1530, y parece que lo confirmó Roma en 1555 57 • Los motivos quedan bastan-
te claros en su texto fundacional:
«platicando en los muchos daños e infamia que esta Iglesia y ciudad
habían recibido en tiempos pasados, por haber habido beneficiados
en esta Iglesia que descendiesen de generación de conversos y judíos,
de que fueron algunos relajados y otros reconciliados y penitenciados
por los inquisidores por el crimen de herejía y apostasía... » 58
Y no sólo hubo beneficiados, como dice el texto, sino algún que otro canóni-
go quemado 59 •
Pues bien, analizadas las pruebas, al menos las relativas a los siglos XVI y
XVII, se demuestra la falsedad evidente de ese supuesto control de la sangre
impura. Las primeras pruebas conservadas empiezan en 156460 y son decepcioc·.
nantes. Las primeras no sobrepasan los diez testigos, y algunas se quedan en
cuatro o cinco. Las informaciones, hasta bien entrado el Seiscientos, no suelen
pasar de los cuatro abuelos. Por supuesto, cuando el interesado es miembro de la
élite cordobesa, las probanzas son mínimas, en tamaño y profundidad del inte-
rrogatorio.

57
Para todo ello, VÁZQUEZ LESMES, R., Córdoba y su cabildo catedralicio en la Modernidad, pp.
42-60, y SICROFF, A.A., Op. cit., pp. 120-122.
58
Para el texto de los mismos, véanse los Estatutos de la santa Iglesia Catedral de Córdoba, del obispo
Fresneda, Antequera, 1577, ff. 54v y ss.
59
FITA, F., «Un canónigo judaizante quemado en Córdoba (23 febrero 1484)», B.R.A.H., 5 (1885),
pp. 401-405.
60 Concretamente el veintinueve de mayo de ese año. El objeto de estudio es la genealogía de Juan de

León, que pretende ser racionero.

-141-
El cambio inmóvil

Eso no quiere decir que no se encuentran expedientes en dónde salga a relucir


la casta hebrea del pretendiente. Así sucede en el caso de Andrés Vela (1564), don
Francisco de Hoces y Valdivia (1610) o Pedro de Guevara (1610). Y pocos más61 •
Lo que está claro, sin entrar en demasiados detalles, es que las probanzas
catedralicias son un filtro semejante al municipal. Cuando el pretendiente es de
las familias antiguas, el proceso se reduce a una caricatura. Cuando se es de fuera
del grupo, los interrogatorios y la búsqueda de documentos se convierte en una
auténtica labor policial. Es por eso que, por citar un sólo ejemplo, don Luis de
Góngora y Argote, de conocida sangre conversa en la época, salga totalmente
airoso en sus pruebas para ser racionero 62 • ¿Quién iba a oponerse a una familia
de la oligarquía local, tan bien instalada en el poder eclesiástico? 63 • ¿y para qué,
si ese no es el objetivo de los Estatutos, diga lo que diga la letra de la ley?.
Además del municipio y de la Catedral, me detendré un instante en la des-
cripción somera de otro Estatuto de Limpieza de Sangre. Es el referido a la
Cofradía de la Caridad, una antigua y poderosa Hermandad ciudadana que se
caracterizó a finales de la Edad Media por su brutal oposición al grupo converso
y que protagonizó, de una forma u otra, episodios de violencia urbana contra los
cristianos nuevos64 •
No está claro cuándo empezó a imponerse el Estatuto de Limpieza de Sangre
para poder ingresar en esta Cofradía, entre otras cosas porque no hay estudios
sobre ella65 • Digan lo que digan las leyendas locales -y algún que otro erudito-, lo
cierto es que las primeras probanzas conservadas se inician en 156666 •

61
A.C.Co., expedientes de limpieza de sangre, legs. 5001, 5009,
62
Las pruebas son de 1585, y están en A.C.Co., expedientes de limpieza de sangre, leg. 5004. Fueron
estudiadas por R. VÁZQUEZ LESMES en «El expediente de limpieza de sangre del racionero D. Luis
de Góngora y Argote», Estudios sobre Góngora, Córdoba, 1996, pp. 229-243.
63 Sobre la transmisión interna de los beneficios eclesiásticos por parte de la parentela de don Luis,

véase el indicativo árbol que adjunta en el apéndice de su libro R. JAMMES, Op. cit. También interesa
sobre el magno poeta OROZCO, E., Introducción a Góngora, Barcelona, 1984, pp. 150-155.
64
NIETO CUMPLIDO, M., «La revuelta contra los conversos de Córdoba en 1473», Homenaje a
Antón de Montoro en el V Centenario de su muerte, Montoro, 1977, pp. 29-49; y CABRERA
SÁNCHEZ, M., «El problema converso en Córdoba... ».
65
Algunos datos, además de la documentación interna conservada en el A.D.Co., en A.R.Ch.G., 511-
2138-5. Hay un dato de archivo que afirma que las ordenanzas y reglas de la Caridad se hicieron en
1528, pero no indica que incluyesen probanzas, al menos escritas, A.H.N., Inquisición, leg. 5.169,
exp. 6, pruebas de don Alonso de Guzmán y Cárdenas para familiar del Santo Oficio (1598).
66
Se conservan todas en el A.D.Co. Las primeras están en el legajo 5.007, y comienzan con las
pruebas para ser hermano de Pedro de Salinas.

-142-
ENRIQUE SORIA MESA

La fama de esta cofradía radica en el supuesto rigor de sus probanzas. El


Estatuto se aplicaría tan extrictamente que quien fuese hermano sería cristiano
viejo por todos los costados, él y su mujer, sin la menor posibilidad de duda. Las
fuentes de la época confirman esta opinión.
Así, si según un miembro de la oligarquía local para entrar en la dicha
hermandad «se haze rigurosa información de limpieza>P, para el capellán real
don Pedro de Ulloa Valenzuela era en la Caridad
«en la que entraban y habían entrado los caballeros más ilustres de
ella, títulos y Grandes de Castilla, para lo qual se hacían exquisitas
pruebas» 68 •
Las citas se podrían multiplicar, pero no creo que ninguna de ellas se correspon-
da con la realidad. De nuevo, el análisis de los documentos desmiente a la tradición,
establecida como muchas veces sobre un frágil andamiaje. Las pruebas conservadas,
decenas de legajos, son mínimas, como ya viene siendo costumbre. Los expedientes
se despachan en pocos folios. Pero la novedad con respecto a los Estatutos de otras
instituciones es que llega un momento en que si el pretendiente y su familia es natural
de la capital no se hacen interrogatorios, sino que éstos se sustituyen por el informe
escrito, en una línea, de unos cuantos cofrades de crédito. Así lo dice con toda
claridad Juan de Carrasquilla, labrador y colmenero, vecino de Córdoba, en 1616:
«y a este testigo le cupo uno de los dichos memoriales para hacer la
diligencia, y no halló quien le dijese en Córdoba que fuese su abuelo
del dicho Andrés de Roa el dicho fulano de Roa, cardero, y este
testigo puso esto a las espaldas del dicho memorial y lo llevó a la
dicha cofradía y lo dijo en el cabildo de palabra estando en cabildo
los hermanos, y lo dijo en presencia de todos ... y declara que quando
algún hermano trata de entrar por cofrade de la dicha cofradía da
petición y le mandan dar memoriales de padres y abuelos, y da seis
memoriales, los quales se reparten en seis cofrades que hacen dili-
gencia para saber de su limpieza, y al pie de ellos o de palabra dan su
razón quando hay cabildo, y si vienen buenos y no hay contradición
le reciben por hermano, y esto se llama generalmente, y si hay alguna
contradición en los memoriales, se recibe después por el hermano
mayor y los seises, se llama recibirse en tabla» 69 •

67
Según el testigo don Luis de Morales y Angulo, A.C.Co., leg. 5.013, pruebas de don Pedro de
Heredia para ser racionero, 1626.
68
A.R.Ch.G., 301-125-12.
69
A.H.N., Inquisición, leg. 1513-10, pruebas de Luis Ramos para ser nuncio del Santo Oficio.

-143-
El cambio inmóvil

De nuevo, una institución controla totalmente la entrada a sus filas, discriminan-


do no en función de la verdad, sino del interés de los cuadros dirigentes de la misma.
La cofradía de la Caridad, con ser la más importante, no fue la única que
aplicó medidas discriminatorias contra los conversos. Lo mismo se dice acerca de
la Consolación. Pero de ésta hay testimonios muy sabrosos que muestran cuán
viciados estaban los procesos de exclusión.
De esta forma, cuando en 1685 don Alonso de Santa María Valderrama,
converso por casi todos los costados, pretendió ser canónigo de la catedral, y los
testigos comenzaron a declarar acerca de su sangre infecta, los informantes se
extrañan de que Bartolomé Tercero, hermano de su abuela paterna hubiese sido
cofrade de la Consolación, una hermandad aparentemente muy rigurosa. Uno de
los declarantes desvela el enigma.
«Que habiéndolo resistido los cofrades la entrada del dicho, con la
mano que tenía de escribano sabe este testigo que trajo provisión de
la Real Chancillería de Granada para que asistiese el Alcalde Mayor
que entonces era, y queriendo los cofrades salirse, les puso pena para
que no se saliesen y les obligó a recibirlo en dicha cofradía» 7º.
Además de los referidos, se podrían añadir algunos otros Estatutos de Limpie-
za de Sangre de importancia menor, si cabe. Sus probanzas se reducen a veces al
absurdo, como las del Colegio de la Asunción a principios del siglo XVII. En
palabras del biógrafo de unos de los colegiales examinados, futuro obispo de Lima,
«A este Juan [de Almoguera] se le hicieron las pruebas en el Colegio
de Nuestra Señora de la Asunción de Córdoba en el año 1618 en que
sólo dicen los testigos de los padres del pretendiente, y no se les
pregunta por los abuelos» 71 •
En otras ocasiones, como sucede con las del Gremio de los Plateros, no son
más que pruebas de Limpieza de Oficios72 •
Además de todo lo dicho, la clase dirigente cordobesa inventó otras formas
de reducir el acceso a la élite, imparable acceso muchas veces, de grupos no

70
A.C.Co., expedientes de limpieza de sangre, leg. 5.035, pruebas de don Alonso de Santa María
Valderrama para ser canónigo, 1685.
71
ORTIZ JUÁREZ, J. M', Op. cit., p. 12.
72
VALVERDE FERNÁNDEZ, F., El Colegio-Congregación de plateros cordobeses (1729-1842), Cór-
doba, 1998, Tesis Doctoral Inédita. Los fondos de dichas probanzas, realmente inanes, se encuentran
en el A.M.Co.

-144-
ENRIQUE SoRIA MESA

deseados. Para evitarlo, o retrasarlo cuando menos, los veinticuatros idearon


nuevos mecanismos de exclusión, alguno de ellos muy sutil. Filtros sociales y, a la
vez, exponentes públicos del poder y prestigio del puñado de linajes que domina-
ba la ciudad.
Éste es el caso del llamado Toque de Cepa. Mal conocido hoy, aunque muy
presente en la documentación local de los siglos XVI al XVIII, se trata del
privilegio que poseían determinadas familias de ser doblados en sus entierros por
las campanas de la Catedral. Concretamente con cuatro campanas, al contrario
que el resto de la población.
Lo curioso del caso es que poco a poco este peculiar derecho se fue perfilan-
do, adoptando los tintes requeridos por los poderosos. Inicialmente, parece que
estaba reducido a los Fernández de Córdoba, auténticos señores de la urbe, sus
conquistadores y defensores frente al Islam durante el Medievo. Pero poco a
poco se fue extendiendo a las otras familias antiguas de la localidad, todas ellas
compartiendo un imaginario carácter de descendientes de los caballeros de la
conquista castellana73 • Así, en las pruebas para veinticuatro de don Alonso de
Armenta se afirma claramente que
«como a tales a los que mueren del dicho linaje ha visto y ve que han
doblado con las cuatro campanas, y esta costumbre se tiene de do-
blar a los que son hijosdalgos y de la Cepa de Córdoba» 74
Y los Armenta no son conquistadores, ni por asomo. Pero están perfectamen-
te integrados en el grupo dominante.
Lo más interesante del hecho no es el privilegio en sí, normal en la mentali-
dad del Antiguo Régimen, sino la forma de discernir qué familias serían las
beneficiarias del derecho y cuáles quedarían excluídas. Los Estatutos de la Cate-
dral, del obispo Fresneda, nos explican la solución adoptada
«cuando muriere alguna persona cuyos deudos pidieren que se doble
con las dichas campanas, jurando dos o tres caballeros de la Cepa en
manos del deán que el difunto asímismo es de la Cepa» 75 •

73
Un listado de todas ellas, pero sin referencia alguna de la procedencia y veracidad de tal documen-
to, en los Casos notables de la ciudad de Córdoba, p. 283.
74
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 14, 1582.
75
Estatutos de la santa Iglesia Catedral de Córdova, f. 105v. Se transcribe el texto íntegro en el Apéndice
Documental. En términos muy parecidos se expresa T. RAMÍREZ DE ARELLANO en sus Paseos por
Córdoba, o sean apuntes para su historia, Córdoba, 1995 (la primera edición es de 1873-77), p. 500.

-145-
El cambio inm00il

En efecto, así sucedió en 1504, cuando el cabildo catedralicio recibió una


carta del marqués de Priego, del conde de Cabra, del Alcaide de los Donceles y
del señor de Montemayor (las cuatro Casas mayores de los Fernández de Córdo-
ba) en que les indicaba que todos los descendientes de Fernán Alfonso Carrillo
habrían de disfrutar en adelante de las perrogativas de la Cepa76 •
Es decir, que la pertenencia a la Cepa depende de la propia pertenencia a la
Cepa, pues nadie determina quién eligirá a tales caballeros que van a jurar. O
dicho de otra manera, el grupo de los elegidos, que sólo se conoce por su
notoriedad, recluta a los nuevos elegidos, aunque sea in artículo mortis. El poder
se retroalimenta77 •
Por último, referiré otra forma de control social creada por el imaginativo
cabildo municipal de Córdoba. A lo largo de los siglos XVI y XVII, sobre todo,
existe una queja continua acerca de la confección de los padrones municipales,
eje de la recaudación fiscal, en los cuales se determina la adscripción nobiliaria o
pechera de todos los cabezas de familia de la ciudad. Tradicionalmente, los
jurados cordobeses eran los encargados de elaborar las listas, dividiendo por
parroquias a todos los ciudadanos.
La queja constante de los caballeros veinticuatros se refiere a las manipula-
ciones que los jurados establecen en dichos padrones, introduciendo como hidal-
gos a quienes quieren, en especial a ellos mismos y a sus parientes y amigos. Es
obvio que el interés del grupo dirigente no es tanto defender el patrimonio regio
cuanto controlar el acceso a la condición noble, que por una vez se les escapa de
las manos 78 •
Inútil es insistir en la importancia del control de los padrones municipales
cuando éstos registran la adscripción estamental de las personas y familias. En
casi todas las ciudades castellanas encontramos enfrentamientos en torno a su
manejo durante la Modernidad 79 • Pero el problema en Córdoba viene de anti-
guo, ya que los grupos de poder urbanos intentaron, y consiguieron, asimilar su

76
MARAVER Y ALFARO, L. de, Historia de Córdoba, siglo XVI, ejemplar manuscrito de la Biblioteca
Municipal de Córdoba, sign. 88-4-15, s.f., año 1504.
77
Véase en el Apéndice Documental un caso concreto, que muestra la inexistencia de probanzas para
determinar la filiación de un beneficiario de la Cepa.
78 Algunos ejemplos de tal conflicto entre los veinticuatros y jurados, en el citado artículo de Beatriz

CÁRCELES GEA «Nobleza, hidalguía y servicios en el siglo XVII castellano».


79
Un ejemplo, en LORENZO CADARSO, P.L., «Luchas políticas y refeudalización en Logroño en los
siglos XVI y XVII», Historia Social, 5 (1989), p. 19.

-146-
ENRIQUE SüRIA MESA

posición preeminente a la condición nobiliaria. Si en tiempos de Enrique IV los


jurados dejaron de tributar por real privilegio 80 , bajo los Reyes Católicos los
veinticuatro quedaron, en bloque, exentos de pechos por considerárseles hidal-
gos81. Y poco después los acusados de fraude en los padrones son ellos mismos,
ya que
«muchas veces la justicia y los veinticuatros de esa dicha ciudad se
han entrometido y entrometen en hacer algunas personas francas y
exentas, para que no pechen ni sirvan sus criados y escuderos de los
dichos veinticuatros» 82 .
Sea como fuere, el hecho es que durante los siglos XVI y XVII era notorio en
la ciudad que una de las formas de ascenso social consistía en hacerse jurado o
pertenecer a una familia afecta a ellos y conseguir ser empadronado como hidal-
go, primer paso en una escala ascendente que, a veces, parecía no tener fin. Los
documentos nos hablan de lo corriente que resultaba el proceso.
Así, en 1633 el fiscal de la Real Chancillería de Granada, en pleno proceso
contra la pretensión de una familia de jurados, los Mohedano de Saavedra,
futuros veinticuatros, alega que:
«Los jurados que hacían dichos padrones por parroquias, ellos mis-
mos se ponían y pusieron por hijosdalgo de su autoridad» 83 .
Y si eso se opinaba en la Audiencia, mucho peor era lo que pensaban los
propios regidores cordobeses, siempre irritados de que ese mecanismo de inte-
gración fuese ajeno a su esfera de influencia. Tanto es así, que el concejo intentó
anular, de una forma curiosa, el efecto de tales empadronamientos. De esta
forma, el capitular don Fernando Mesía de la Cerda afirmaba en 1655
«Y sabe han tenido actos algunos distintivos de esta ciudad, en que se
· diferencian los nobles de los que no lo son, como alcaldes de la

8°CENTENO YÁÑEZ, J., Los jurados de Córdoba, 1489-1579. Estudio jurídico-institucional, Cór-
doba, 1999, p. 492. Memoria de Licenciatura Inédita. «Ítem, si saben que en la dicha ciudad de
Córdoba y en su tierra siempre se ha tenido y tiene de costumbre que los que son jurados en ella, por
razón de la dicha juraduría, no pechan ni contribuyen en los pecheros y se les guardan cerca de esto
todas las exenciones que en los hijosdalgo de generación y sangre, aunque los susodichos sean y
desciendan de casta y generación de pecheros llanos», A.R.Ch.G., 304-543-4.
81
A.M.Co., caballeros veinticuatro, caja 21, exp. 28.
82
El documento se halla en el fondo de Jurados del A.M.Co., y lo transcribe J. CENTENO YÁÑEZ,
op. cit., p. 489.
83
A.R.Ch.G., 304-515-11.

-147-
El cambio inmóvil

Hermandad y ordinarios por el estado noble y otros, y aunque les


han puesto en los padrones y elecciones, en esto no han ganado acto
de nobleza alguno, porque la ciudad antes de sacar estas elecciones,
por venir en ellas muchos hombres por hidalgos que no lo son,
empero que sus padres y abuelos vinieron en oficio de pecheros,
hace acuerdo primero que las echa que no por venir las tales dichas
elecciones y no decir contra ellas nominante por no deshonorados,
sea acto de nobleza ni la adquieran» 84 •
Es decir, que los regidores no harían caso de los padrones a la hora de
considerar a una familia hidalga, salvo mandato imperativo del tribunal granadi-
no. El registro de los nobles cordobeses vendría entonces de mano de los recibi-
mientos y avecindamientos de hidalgos, dependiente de concejo, algo habitual en
Castilla. Hasta aquí, bastante normal. Pero la novedad cordobesa radica en el
establecimiento motu proprio de una jerarquía interna en el estamento nobiliario
local, algo jamás visto en la sociedad de la época -al menos, que yo conozca.
Un documento suelto encontrado en el expediente de limpieza del veinticua-
tro don Martín González de Guiral 85 pone orden a lo que hasta entonces no eran
sino referencias sueltas y a veces contradictorias. Para la ciudad, se nos dice,
existen cuatro tipos de hidalgos, que nada tienen que ver con las tradicionales -y
en la Modernidad sólo anecdóticas- tipologías. En Córdoba, según esto, hallaría-
mos cuatro clases de hidalguía:
1. «Los caballeros de la Cepa y otros tales que por su sangre y Casas han sido
notorios». Es decir, la aristocracia local, las familias antiguas.
2. Los hidalgos notorios, «como son aquéllos cuyas personas, padres y ascen-
dientes han estado en posesión canonizada por acuerdos de dicha ciudad, ha-
biendo ejercido oficios privativos al estado noble». O sea, las familias nobles que
giran en torno al estrecho grupo dirigente, muchas veces sus propios clientes.
3. «Aquéllos que por sus personas o de sus padres fueron empadronados por
los jurados como hijosdalgo, y consiguieron aprobación de la ciudad, sacándose

84
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 245 bis. Pruebas de don Gonzalo Suárez de Saavedra y
Hoces. Parecido es lo que se alega en el expediente 83 (pruebas de don marcos de Zayas Sotomayor,
1603): «y porque de presente se está haciendo el padrón de las Monedas Foreras en las cuales suele
haber muchos fraudes por yerro o por engaño contra la nobleza de esta ciudad».
85
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 37, 1674.

-148-
ENRIQUE SORIA MESA

por ella para oficios de hijosdalgo; éstos son hijosdalgo de posesión verdadera».
Estamos ante los que han sido empadronados por los jurados pero que, por la
razón que fuese, la ciudad admite como tales. A estos se les sortea para alcaldes
ordinarios, de la Hermandad, etc. Es decir, se integran, por lo bajo, en la élite de
poder. De nuevo el filtro discriminador.
4. Esta clase «es de aquéllos a quienes o a sus padres o abuelos o demás
ascendientes los jurados empadronaron por hijosdalgo sin haberlos admitido por
tales la ciudad ni entrádolos en suertes como tales, con ejercicio de acto alguno
distintivo». El resto, pues.

VIl.2. La genealogía
Como toda la nobleza, y en especial sus clases más elevadas, el patriciado
urbano disfrutaba con la dedicación genealógica. Como nos consta de multitud
de testimonios, la lectura de las principales obras dedicadas a este tema fue
enormemente frecuente. Y no sólo su lectura, sino su comentario público, objeto
de multitud de conversaciones. Los abolengos estaban de moda en una sociedad
enferma de honor. En los corros se discutía acerca de las ascendencias propias y
ajenas, los linajudos tenían su razón de existir, se mostraban las ejecutorias, se
copiaban escudos de armas, todos poseían una memoria familiar mucho más
acusada que en la actualidad.
Esta afición genealógica, sin embargo, no es sólo una característica de las
élites hispanas. La encontramos de diversas formas en Inglaterra86 , en Francia 87 y
en Italia88 • De hecho, la búsqueda de orígenes míticos es común a la nobleza de
todo el Continente 89 •

86
L. STONE habla de esta pasión genealógica en múltiples páginas de su soberbia obra, La crisis de la
aristocracia ...
87
BURGUIERE, A., «La mémoire familiale du bourgeois gentilhomme: généalogies domestiques en
France aux XVII' et XVIII' siecles», Annales. E.S.C., 4 (1991), pp. 771-788;
88
Algunos ejemplos en RAINES, D., «Pouvoir ou privileges nobiliaires. Le dilemme du patriciat
vénitien face aux agrégations du XVII' siecle»,Annales E.S.C., 4 (1991), pp. 827-847; y KLAPISCH-
ZUBER, C., «Albero genealogico e construzione della parentela ne! Rinascimiento», Quaderni Storici,
86 (1994), pp. 405-420, y, de esta misma autora, el capítulo «Vinvenzione del passato familiare a
Firenze,., en su libro La famiglia e le donne del Rinascimento a Firenze, Bari, 1988.
89
Véase BIZZOCCHI, R., Genealogie incredibili. Scritti di storia nell'Europa moderna, Bolonia,
1995, y las recientísimas reseñas escritas en Quaderni Storici, 97 (1998), pp. 201-226.

-149-
El cambio inmóvil

Empero, lo que yo defiendo en las páginas que siguen es que el empleo de la


genealogía por parte de los oligarcas locales, su lectura, su encargo a escritores a
sueldo, incluso su propia redacción por parte de los mismos interesados, no es
sólo un entretenimiento propio de clases ociosas. Que lo es también, desde
luego, pero no únicamente. Ni siquiera, en esta época, esencialmente.
Al contrario, a mi juicio en la Edad Moderna la genealogía es un instrumento
de poder en sí mismo; un arma de ascenso social al servir de ocultación del
mismo ascenso. Es un instrumento de dominación social, en una época en la que
los conceptos riqueza y poder político han de ir necesariamente unidos al de
nobleza de sangre. La genealogía evita la posibilidad de una contestación a los
linajes poderosos basada en su reciente y bajo origen social. Los abolengos se
remontan a la época de la Reconquista, los orígenes de cada linaje se hacen
retrotraer a épocas míticas, como ya hicieran, por su parte, los vencedores de la
revolución trastámara 90 •
La adecuación de los recién llegados a los patrones socioculturales imperantes,
común a todas las sociedades europeas 91 , obligaba a tejer engaños genealógicos.
Y orfebres no faltaban, que para eso estaban los hambrientos genealogistas, al
decir de Julio Caro Baroja92 • Lo mismo que sucedía allende los Pirineos93 •
Y para Inglaterra lo deja muy claro Lawrence Stone:
«Lagentry nueva cultivó la falsa genealogía en un intento de encubrir
su desnudez social, y lo mismo hizo a veces la gentry antigua en un
forcejeo interno por escalar un puesto en el deseado orden ancestral»
Y, más adelante, afirma rotundamente:

90
«En definitiva ... la literatura genealógica del siglo XV tiene en gran parte una función enmascaradora
de la realidad de la aparición de linajes de la pequeña o media nobleza o de la caballería villana que
ascienden a primer plano con los Trastamara», BECEIRO PITA, I., «La conciencia de los antepasados
y la gloria del linaje en la Castilla bajomedieval», en Reina Pastor (comp.), Relaciones de poder, de
producción y de parentesco en la Edad Media y Moderna, Madrid, 1990, p. 348.
91 BRAUN, R., «Mantenerse arriba: reproducción sociocultural de las élites del poder europeas», en

W. Reinhard (coord.), Las élites del poder y la construcción del Estado, México, 1997, pp. 295-324.
92
CARO BAROJA, J., Las falsificaciones de la Historia (en relación con la de España, Barcelona, 1992.
93 DESCIMON, R., «La haute noblesse parlementaire parisienne: la production d'une aristocratie

d'Etat aux XVI' et XVII' siécles», en Ph. Contamine (comp.), I.:état et les aristocraties, Xll'-XVll'
siecles. France, Angleterre, Ecosse, Paris, 1989, pp. 366-367; MAUREL, Ch., «Construction
généalogique et développement de l'état moderne. la généalogie des Bailleul», Annales E.S.C., 4
(1991), pp. 807-825; BIZZOCCHI, R., «La cultura généalogique dans !'Italia du Seizieme siecle»,
Annales E.S.C., 4 (1991), pp. 789-805.

-150-
ENRIQUE SoRIA MESA

«Desde los tiempos más antiguos, las familias recientemente enrique-


cidas han sido rápidamente provistas de genealogías y títulos de
acuerdo con su nueva riqueza. El sistema mantiene así un equilibrio
precario entre una jerarquía rígida e inalterable y una situación de
absoluta movilidad» 94 •
Pero también necesitan, y de eso hablaremos con algún detalle más adelante,
justificaciones genealógicas las familias más asentadas y de indiscutible nobleza
de sangre. Primero, para asentar su ascenso, cuando el pueblo ve cómo de simple
regidor, por ilustre saga de caballeros que se fuera, se pasa en breves años a señor
de vasallos y a conde o marqués. Y no digamos si el hijo o nieto de éste llega a
Grande de España 95 •
Después, y esto es común a todos los regidores, sea rancia o flamante su
estirpe, es imprescindible que el común de vecinos asuma que el poder de los
capitulares, ejercido despóticamente las más de las veces, procede de su condición
de descendientes de los conquistadores de la ciudad, y que ellos tienen derechos
ineludibles como sucesores de los ganadores, de los reconquistadores, de los cruza-
dos de la fe. Y sobre ello tratarán las historias locales que nacen al calor de esta
demanda oligárquica. Veamos todo esto con algún detalle para el caso de Córdoba.
El siglo XVII presencia el esplendor de la literatura genealógica hispánica. Pelli-
cer de Tovar y, sobre todo, don Luis de Salazar y Castro (aunque éste se meta bastan-
te en el Setecientos) son las figuras más señeras. La genealogía llega a su cénit96 •
En Córdoba también se justifican los ascensos mediante tratados genealógicos97 •
Las grandes familias señoriales del Sur del reino son objeto de todo tipo de alaban-
zas por escrito. Desde la Historia de la Casa de Córdoba que escribió uno de sus
miembros, el Abad de Rute 98 , a las obras juveniles de Salazar y Castro sobre los

94
La crisis de la aristocracia ... , pp. 32 y 51.
95
Un desarrollo más amplio de esta problemática, en SORIA MESA, E., La Biblioteca Genealógica ...
96
Véase la producción de ambos y la bibliografía que sobre ellos existe en SORIA MESA, E., La
biblioteca genealógica ...
97
Además de las referencias a pie en cada autor, me remito a RAMÍREZ DE ARELLANO, R., Ensayo
de un catálogo biográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba con descripción de sus
obras, Madrid, 1921, 3 vols, y a las descripciones de los autores y sus obras contenidas en SORIA
MESA, E., La Biblioteca Genealógica ...
98
«Historia y descripción de la antigüedad y descendencia de la Casa de Córdoba», Boletín de la Real
Academia de Córdoba, 70 (1952) y ss. Sobre el autor interesa el erudito trabajo de Dámaso ALONSO,
«Sobre el Abad de Rute: algunas noticias biográficas», Studia Hispánica in Honorem R. Lapesa,
Madrid, 1972, pp. 93-104.

-151-
El cambio inmóvil

Venegas, condes de Luque 99 , y los Gutiérrez de los Ríos, condes de Fernán Núñez 1ºº·
En medio, las emanadas de la prolífica pluma de Pellicer, como el del marqués de
Rivas, Saavedra de apellido, entre otras muchas.
Pero no sólo escribieron profesionales, sino que es la era dorada de los
«oligarcas genealogistas», si se me permite la expresión. Muchos de los regidores
escriben, sobre todo los más interesados en resaltar la grandeza de su Casa o de
esconder cualquier cosa en su cercana o remota ascendencia.
Es el caso de don Martín de Saavedra y Guzmán, natural de Córdoba,
caballero de Calatrava, gobernador de Bari, capitán general de Nueva Granada y
gentilhombre del príncipe Filiberto de Saboya, quien escribió un «Memorial al
rey don Felipe IV de su calidad y servicios» 1º1 ; el de don Alonso Carrillo Laso de
Guzmán, alguacil mayor de la Inquisición de Córdova, quien estampó el año
1639 un estimable Epítome de la descendencia de la Casa de Carril/0 102 ; o el
erudito don Martín de los Ríos Cerón, 11 conde de Gavia, caballero de la Orden
de Calatrava, que escribió un memorial genealógico de su ascendencia paterna.
Y en medio, la brutal adulación, a la espera de favores y mercedes. El
clientelismo tiene también esta otra vertiente, como saben bien los estudiosos. Si
incluso los mejores genealogistas escribieron acerca de las ascendencias de los
más grandes personajes de la Monarquía Hispánica, no deben extrañarnos las
referencias de los tratadistas menores, por ejemplo, a la ínclita ascendencia de
cada valido regio. Lo que se hizo con Lerma y Olivares se repite, ahora con más
fuerza por su condición de cordobés emigrado, con don Luis Méndez de Haro, el
marqués del Carpio. Todos giran en torno del satélite regio, dueño, además, de
varios regimientos en la ciudad 1º3 •

99
«Memorial en que don Rodrigo Matías Venegas de Córdova, conde de Luque, alférez mayor del
reino de Granada, representa al rey nuestro señor la calidad y servicios de sus Casas y de la de su hijo
y sucesor, don Egas Salvador Venegas de Córdova y de Villegas, señor de las villas de Benahavís y de
Daidín, alférez mayor regidor perpetuo de la ciudad de Gibraltar», R.A.H., Salazar y Castro, D-17, ff.
69 y ss. Fue impreso en parte, en Madrid, 1681, pero quedó inacabado.
10
°Catálogo historial genealógico de los señores y condes de la Casa y villa de Fernán Núñez, desde la
conquista de Córdoba, año de 1236, hasta éste de 1682. Dedicado al señor don Pedro ]oseph de los
Ríos y Córdova, primogénito y sucessor de esta Casa, Madrid, 1682.
1º1 MARAVER Y ALFARO, Op. cit., 1654, Siglo XVII, tomo 1 (B.P.Co., 88-5-2, s.f.).
102
Epítome del origen y descendencia de los Carrillos, desde que vinieron a España y desde que
tomaron este apellido, y algunos casamientos que han hecho en la Casa Real de Castilla, y de las Casas
Reales que descienden de él, y de los varones ilustres de este linage y apellido, así en las armas como en
las letras, Lisboa, 163 9.
103
Algún dato en MORENO MANZANO, ]., «Felipe IV en El Carpio. Toros y juegos de cañas»,
Crónica de Córdoba y sus pueblos. N, Córdoba, 1997, pp. 205-214.

- 152-
ENRIQUE SORJA MESA

Este es el caso de don Pedro de Cárdenas y Angulo, caballero de Santiago y


veinticuatro de Córdoba,
«uno de los caballeros más eruditos de su tiempo, que escribió la vida
del venerable Francisco de Santa Ana, y un libro genealógico de la
gran Casa de Haro, que su mujer e hijos dedicaron al excmo. señor
don Luis Méndez de Haro Sotomayor y Guzmán, marqués del Carpio,
conde duque de Olivares, duque de Montoro, primer ministro de la
Monarquía, cuando en el año de 1645 pasaba de Córdoba su patria
para Sevilla» 104 •
Pero el mejor ejemplo de todo lo expuesto es el caso de Andrés Gutiérrez de
los Ríos, genealogista a sueldo de media élite local, que redacta infinidad de
pequeños tratados 105 y que con todo el descaro escribe y reescribe sus genealogías
según los dictados de los regidores. Gracias a ello consiguió cambiar de apellido,
profesión y ascendencia oficial, pasando de ser Andrés de Molina, tejedor y
pechero a ser Andrés de los Ríos, alcalde ordinario por el estado noble de
Córdoba y descendiente de los Ríos por una socorrida rama menor e ilegítima.
Gracias a él, en cambio, todos los veinticuatro se confeccionaron un abolengo a
su gusto, y de esta fuente bebieron los siguientes tratadistas 106 • Hasta nuestros
días.
No sólo se escriben tratados genealógicos en el siglo XVII, aunque ésta sea su
época de esplendor. El Setecientos también ve florecer, aunque en menor núme-
ro, este tipo de literatura, motivada por las mismas razones. Sin embargo, asimi-
lados ya los advenedizos del Quinientos y Seiscientos a las principales familias


104
RUANO, F., Op. cit., p. 334. Algunos datos sobre este autor, en VALVERDE MADRID, J. y
MORENO MANZANO, J., «El caballo, el Alcázar y el libro de don Pedro de Angulo>>, El caballo,
Córdoba, 1995, pp. 97-125.
105
«Genealogía del antiguo y noble linaje de los Ríos, desde su primer apellido y armas que trujeron
en tiempo de los godos, hasta en tiempo del rey don Pelayo, que comenzó a restaurar la pérdida de
España», R.A.H., Salazar y Castro, N-15, ff. 174-251. Es de 1620. Y «Descendencia del linaje de
Castilla, de Córdoba, cuya descendencia y árbol de estos caballeros que se apellidan Aguayo comien-
zan desde el rey don Pedro y de doña Juana de Castro, su mujer, viuda de don Diego López de Haro,
nieto del señor de Vizcaya, e hija de don Pedro de Castro, el Castellano, caballero de Galicia», R.A.H.,
Salazar y Castro, N-15, ff. 46-48.
106
Véase «Declaraciones de ciertos testigos en la probanza a pedimiento de don Antonio Fernández
de Córdoba, caballero de Calatrava, alférez mayor de Córdoba, en el pleito con don Alonso de
Cabrera, del Consejo y Cámara de S.M., sobre los mayorazgos que fundaron Ruy Fernández de
Córdoba y otros», 1624, B.N., Ms. 19.127. Una transcripción parcial de las declaraciones sobre este
genealogista, muy jugosas, en SORIA MESA, E., La Biblioteca Genealógica .. ., Apéndice I\l.

-153-
El cambio inmóvil

locales, las historias de linajes que ahora se escriben se centran más en mostrar al
público lector las causas del fulgurante engrandecimiento de determinadas Ca-
sas. Dicho en otras palabras, la acumulación de mayorazgos, señoríos y títulos en
pocas manos, un fenómeno común a toda la nobleza hispana en esta Centuria 107 ,
supuso un crecimiento espectacular en poder y riqueza de las grandes Casas de la
nobleza media y alta, incluyendo también a las estirpes más afortunadas del
patriciado urbano.
Un ejemplo a caballo entre los reinos de Granada y Córdoba lo represen-
taron los marqueses de Algarinejo, quiénes, desde un origen ilegítimo en una
de las líneas de los Fernández de Córdoba consiguieron, a finales del siglo
XVIII, ostentar cuatro títulos nobiliarios (marqueses de Algarinejo, Valenzuela
y Cardeñosa y condes de Luque), múltiples señoríos y más de cien mayoraz-
gos, cuyas rentas anuales llegaron a superar la enorme cifra de 80.000 duca-
dos1os.
Otro caso, más espectacular si cabe, lo ofrece la cordobesa Casa de Góngora,
que a estas alturas del Setecientos lleva apellidos valencianos, Catalá de Valeriola.
La duquesa de Almodóvar (título de los Góngora), marquesa de Ontiveros,
condesa de la Alcudia y de Canalejas, reune en su persona decenas de vinculacio-
nes, que rentan la fabulosa cantidad de dos millones de reales. Es el producto de
matrimonios muy meditados, de estrategias seculares que catalizan a finales del
Antiguo Régimen por la debilidad biológica de la nobleza 109 . Recordemos el caso
de los duques de Osuna por estas fechas 110.

107 RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, A., «El poder y la familia. Formas de control y de consanguinidad en la

Extremadura de los tiempos modernos», en F. Chacón Jiménez y J. Hernández Franco (eds.), Poder,
familia y consanguinidad en la España del Antiguo Régimen, Barcelona, 1992, pp. 15-34; y, CATALÁ
SÁNZ, J.A., Rentas y patrimonios de la nobleza valenciana en el siglo XVIII, Madrid, 1995, por sólo
citar dos señeros estudios.
108
ARANDA DONCEL, J., «Bienes y rentas de la nobleza andaluza en el siglo XVIII: los marqueses de
Algarinejo y Condes de Luque», II Congreso de Historia de Andalucía. Historia Moderna, Córdoba,
1995, 1, pp. 303-310, y SORlA MESA, E., «El señorío de Algarinejo ... ».
109 RUIZ TORRES, P., «La nobleza en el País Valenciano durante la transición al capitalismo»,

Manuscrits, 4-5 (1987), pp. 91-107; y «Patrimonios y rentas de la nobleza en la España de finales del
Antiguo Régimen», Hacienda Pública Española, 108-109 (1988), pp. 293-310. Un estudio familiar
de los Góngora lo realizan LUCENA ORTIZ, A., y GUISADO DOMÍNGUEZ, Mª A., «Parentesco y
linaje. La Casa de Almodóvar del Río (siglos XVII-XIX)», en J. Casey y J. Hernández Franco (eds.),
Familia, parentesco y lina;e, Murcia, 1997, pp. 243-257.
110 ATIENZA HERNÁNDEZ, I., Aristocracia, poder y riqueza en la España Moderna. La Casa de

Osuna. Siglos XV-XIX, Madrid, 1987.

-154-
ENRIQUE SoRIA MESA

Pues bien, en Córdoba hay un ejemplo similar, son los Cabrera. Su origen es
muy antiguo, paralelo al desenvolvimiento cristiano de la ciudad. Su nobleza de
sangre es indiscutible, así como su prestigio entre la población. Sus riquezas son
enormes, y sus mayorazgos sólidos y productivos. Sin embargo nunca titularán
en el Antiguo Régimen, y sólo conseguirán este honor mediante los afortunados
enlaces matrimoniales que se gestan en el siglo XVIII.
Así, don Diego de Cárdenas y Sotomayor casó en 1703 con doña María
Gómez de Cárdenas, III condesa de Villanueva de Cárdenas, heredera de la Casa
de Cárdenas, uno de los linajes locales más preclaros. Su hijo don Diego casó con
doña Ana María de la Cerda, que traerá sus derechos a los marquesados de la
Rosa y la Mota de Trejo. La siguiente generación, don Fernando de Cabrera, IV
conde de Villanueva de Cárdenas, enlazó con doña Ana Rafaela de Mesa, VI
marquesa de Villaseca, riquísima heredera local.
Era lógico, pues, que hubiera que explicar la razón de este encumbramiento
repentino. Y esa no es otra que la calidad del linaje, su descendencia de sangre
real, sus servicios a la Corona en la Edad Media, la descendencia de los conquis-
tadores de Córdoba... Esas son, al menos, las causas que esgrime Francisco
Ruano cuando, a sueldo de estos señores, escribe a mediados del Setecientos su
Casa de Cabrera en Córdoba 111 • Incluso una familia auténticamente noble como
ésta necesita de panegiristas; imaginemos las demás.
En fechas parecidas se redactan otros dos grandes monumentos genealógicos
cordobeses. El primero corresponde al relato familiar de los Aguayo, otra gran
Casa de la más rancia nobleza local. El conocido presbítero malagueño Antonio
Ramos 112 , acostumbrado a relatar las grandezas de la nobleza urbana a cambio de
una soldada 113 , escribió por encargo una glorificación de las hazañas de este
apellido, la Descripción genealógica de la Casa de Aguayo 114 •

111
Escrita en 1756 y publicada en Córdoba en 1779. Utilizo la edición realizada por Concepción
Muñoz Torralbo y Soledad García-Mauriño Martínez (Córdoba, 1994), adicionada con clarificadores
árboles genealógicos.
112
Autor del famoso Aparato para la corrección de la obra que publicó en 1769 don ]oseph Berni y
Catalá, Málaga, 1777.
113
Conozco suyas la Genealogía de los duques del Arco y marqueses del Vado del Maestre, Málaga,
1780, y el Compendio genealógico de los señores don Manuel Pérez de Saavedra Narváez Te/lo
Cárdenas Guzmán Angulo Páez de Castillejo Valenzuela y Córdoba, N actual conde de la Jarosa ... y
de doña María del Pilar de Cárdenas Caycedo y Saavedra, su muger y sobrina, señora de Cordobilla, los
Llanos y To/ate, Málaga, 1783. Los protagonistas de la segunda son cordobeses, y los de la primera,
a medias de Málaga y de Córdoba.
114
Málaga, 1781.

-155-
El cambio inmóvil

La historia de la Casa de Aguayo intenta, mediante la exaltación del pasado


familiar, ocultar los mediocres enlaces matrimoniales de sus señores en el siglo
XVIII. Sólo una terrible crisis económica puede explicar las continuas mésalliances.
Los Calvo, los Pedrajas, entre otros, son conyuges socialmente indignos de los
nobles y limpios Aguayo. Qué se le va a hacer, el dinero impone su ley.
Ramos escribe para ocultar esto, y para tapar, también, el hecho de que el
único título del linaje, el de conde de Villaverde, de 1758, es un título beneficia-
do, comprado a la iglesia granadina 115 • Para ello, despliega una increíble panoplia
de enlaces con las grandes Casas andaluzas, utilizando el sistema que años atrás
empleara don Luis de Salazar y Castro: cuando algún consorte de la nobleza no
tiene antepasados ilustres, siempre tendrá ilustres descendientes. Es decir, los
árboles son descendentes, mostrando la grandeza posterior del linaje, no sus
gloriosos ancestros, porque muchas veces no los hay.
Más aún, y sin ningún tipo de pudor, Ramos posterga las ramas mayores en
favor de los costeadores de la obra, cambiando el orden cuando le conviene,
haciendo parecer primogénita la que no es sino línea secundaria.
Coetáneo suyo es el manuscrito genealógico de Tomás Márquez de Castro,
inédito hasta hace bien poco 116 • La labor de Márquez de Castro se centra en unir
en un todo indivisible a la nobleza cordobesa de su tiempo y los conquistadores
del reino. Es un intento muy logrado, porque el autor es un buen historiador y
maneja mucha documentación inédita, de justificar el poder de las Casas de su
tiempo.
Y no exagero. Tanto es así, que en su introducción se lamenta de no poder
referirse a otras Casas igualmente ilustres, según él. Son los recién llegados al
poder, a los cuales ni la tortuosa imaginación de un genealogista podría hacer
descender de los caballeros castellanos que arrojaron de la ciudad al Islam. Así,
nos dice
«Añadiendo que, por no tener título o señorío conocido en la misma
ciudad o reyno, se dexan de poner muchas Casas que gozan allí
mayorazgos»

115
CASARES HERVÁS, M., Op. cit., p. 397.
116
Compendio histórico y genealógico de los títulos de Castilla y señoríos antiguos y modernos de la
ciudad de Córdoba y su reyno, edición y estudio preliminar de José manuel de Bernardo Ares,
Córdoba, 1981.

-156-
ENRIQUE SoRIA MESA

Y continúa, refieriendo entre otros a los Toboso, Montesinos, Muñoz de


Baena, Villaceballos, Muñoz de Velasco, es decir a los hombres nuevos que
acudieron en tropel al cabildo desde mediados del XVII y sobre todo en el XVIII.
La técnica de Márquez de Castro consiste en hablar del origen cordobés de
casa Casa, situándola certeramente con documentos ad hoc de los siglos XIV y
XV, para, saltándose varios siglos, llegar al presente y describir a los actuales
poseedores. No se puede ser más claro.
Y en el mismo sentido que las genealogías, las historias locales desempeñan
una función esencial en la justificación del desempeño del poder por parte de las
clases dirigentes. No digo que la proliferación de historias, crónicas y anales en el
Seiscientos tenga esta única causa, ni mucho menos, pero sí que la demanda
patricia contribuyó grandemente a su profusión.
Toda ciudad -y gran villa- que se precie debía tener su historia, intentanto
retrotraer sus orígenes al más lejano pasado. Pero, a la vez que se dignificaba a la
urbe, este tipo de crónicas sirvieron para ensalzar a la oligarquía municipal, a la
que se identificaba, sistemáticamente, con los conquistadores.
Nada más glorioso que descender de los protagonistas de la reconquista de la
ciudad, ese simple hecho otorgaba poderes carismáticos a los patricios locales,
cuyQ poder fáctico parecía ahora tomar visos legendarios.
Esa labor de identificación de la élite gobernante con las familias procedentes
de la conquista se da en todos sitios de Castilla. Murcia es un caso bien estudiado,
y en ese reino, tanto en la capital 117 como en la ciudad de Lorca 118 y en otras
importantes villas 119 • Ambas crónicas reunen las características antes menciona-
das; ambas fueron encargadas por la élite dirigente, conscientes de su significa-
do120.

117
CASCALES, F., Discursos históricos de la ciudad de Murcia y su reino, Murcia, 4ª ed., 1980.
118
Relación votiva de la antigüedad, devoción y milagros de la sacrosanta imagen real de Santa Maria
de las Huertas ... , Granada, 1624 (estudio preliminar y edición de Juan Francisco Jiménez Alcázar,
Lorca, 1998).
119
LEMEUNIER, G., «Un désir d'histoire: les oligarchies murciennes en quete d'historiographe
(XVI'-XVllI' siecles)», en Pouvoirs et société dans l'Espagne moderne, Toulouse, 1993, pp. 149-160.
120
Interesan también dos recientes trabajos, KAGAN, R.L., «Clio and the crown: writing history in
Habsburg Spain», en Spain, Europe and the Atlantic world. Essays in honour of John H. Elliott,
Cambridge, 1995, pp. 73-99; y ATIENZA HERNÁNDEZ, I., «La construcción de lo real. Genealo-
gía, casa, linaje y ciudad: una determinada relación de parentesco», en J. Casey y J. Hernández Franco
(eds.), Familia, parentesco y linaje, Murcia, 1997, pp. 41-59.

-157-
El cambio inm00il

En Córdoba hay un perfecto exponente de lo dicho. Se trata de un genealogista,


un buen conocedor de la materia, que añade interés a su producción por el hecho
de ser él mismo veinticuatro de la ciudad. Se trata de don Andrés de Morales y
Padilla 121 , que escribe una mediocre historia de la urbe, que adiciona con cientos
de folios dedicados a narrar las genealogías de la élite 122 •
Su trabajo se centra en un objetivo, nunca desvelado abiertamente, claro.
Demostrar que todas las familias de la oligarquía proceden de los conquistadores
locales, justificando así su posición de predominio social. Tarea ardua, pero no
imposible, pues contó con todos los recursos del mismo concejo, tan interesado
como él en que la obra llegara a buen puerto.

121
Véáse la ficha biográfica que le dedica Salazar y Castro en SORIA MESA, E., La biblioteca
genealógica ...
122
«Historia general de la muy ilustre y leal ciudad de Córdova y de sus nobilísimas familias». Para T.
MUÑOZ y ROMERO (Op. cit., p. 103), «trátase en esta extensa obra mucho más de los linajes de
Córdoba que de su historia, así es que algunos la citan con el título de Historia y Nobiliario de
Córdoba». Se encuentran en la Biblioteca Municipal de Córdoba (Microfilm, Rollos 2 y 3), y en
R.A.H., Salazar y Castro, H-11y12.

-158-
VIII
LA INVENCION
DEL PASADO FAMILIAR
ENRIQUE SoRIA MESA

LOS MARQUESES DE CANILLEJAS,


DE CONVERSOS A GRANDES DE ESPAÑA
Uno de los casos más espectaculares de ascenso social y, a la vez, de falsifica-
ción genealógica fue el que protagonizó una familia cordobesa, los Fernández de
Córdoba, marqueses de Canillejas. Desde un origen humilde y con una evidente
procedencia judeoconversa hasta la Grandeza de España y los máximos honores
cortesanos a finales del Antiguo Régimen. En medio, y durante una centuria, una
labor continuada de oscurecimiento, de falsificaciones documentales, de menti-
ras, de testigos sobornados y perjuros. Todo un compendio de lo que protagoni-
zaron -y sufrieron- las grandes estirpes ascendentes en la Castilla de los siglos
modernos.
La genealogía oficial de esta familia, elaborada por ellos mismos, ha sido
hasta el día de hoy aceptada sin ningún tipo de reparos. Fernández de Bethencourt,
el gran tratadista de los tiempos contemporáneos, así la admite, y los integra en el
gran tronco de los Córdoba. Por su parte, Porras Benito, tan certero otras veces,
no detecta lo que no es sino una genial superchería. Debo admitir, por mi parte,
que sólo la intuición y el cruce documental con fuentes inquisitoriales ha logrado
descubrir una mixtificación casi perfecta.
Veamos, en las páginas que siguen, con algún detalle la historia de esta saga
conversa, que nos puede servir de perfecta síntesis de todo lo expuesto anterior-
mente. En ellos se resumen orígenes manchados, ascenso social y mentira
genealógica, tres ingredientes que parecen repetirse con saña en los anales de las
grandes Casas castellanas 123 •

123
Todo lo que ahora se exponga de esta familia, y mientras no lleve cita expresa, procede de la tantas
veces citada obra de Francisco FERNÁNDEZ DE BETHENCOURT, Op. cit., tomo VI, pp. 434-468.

-161-
El cambio inmóvil

Fernández de Bethencourt hace descender a los Canillejas de una línea natu-


ral de los señores de Belmonte, una de las más importantes ramas secundarias de
los Fernández de Córdoba. Según este autor procederían de Antonio de Córdo-
ba, hijo ilegítimo del 11 señor de Belmonte. Este personaje fue jurado de Córdoba
y murió alrededor de 1524. Hijo suyo, igualmente ilegítimo, sería Diego Fernández
de Córdoba, cabeza cierta de los Canillejas.
Pues bien, aquí se halla el primer eslabón de la cadena de mentiras. Se utiliza,
táctica frecuente, la ilegitimidad para enlazar con las grandes Casas, pues ello
permite explicar dos circunstancias bien frecuentes:
1, la diferencia social tan evidente entre el linaje real al que se quiere pertene-
cer y el propio, que se manifiesta en casamientos inferiores, oficios menores ...
Una bastardía explicaría, por ejemplo, por qué el hijo de un regidor o de un
señor de vasallos casó con la hija de un mercader, o por qué ejerce una escribanía
pública.
2, la condición de ilegítimo permite obviar un hecho normalmente insalvable:
que en el testamento paterno -o materno- no aparezca mencionado el supuesto
hijo. Es fácil insertarlo en el árbol argumentando olvido por no ser hijo legítimo, o
bien haciéndole adoptar la personalidad de uno de tantos bastardos de la nobleza
urbana que aparecen innominados en las últimas voluntades paternas.
El hallazgo de una importante documentación inédita procedente de la sec-
ción Inquisición del Archivo Histórico Nacional permite reconstruir la ascenden-
cia correcta de esta familia 124 •
El primero de que tengo constancia fue Hernando de Córdoba, procurador,
preso por el Santo Oficio, quien en su mujer, Menda Fernández, tuvo, entre
otros 125 , a Diego Hernández, procurador igualmente, esposo de Ana Hernández,
hija de un labrador de Jaén. Estos cónyuges son el tronco de la futura Casa de los
marqueses de Canillejas. Su testamento, al menos la copia que maneja Bethencourt,
es una falsificación evidente, pues cambia el nombre a sus padres. Su mujer, Ana
Hernández en la declaración ante el Santo Oficio, es ahora llamada Ana González,
un nuevo intento de despistar.
Su hijo fue Gonzalo Fernández, el cual ya usó del apellido Fernández de
Córdoba en algunas escrituras notariales. Este personaje es quien declara ante la

124
A.H.N., Inquisición, leg. 1423, p. 4, ff. 7-8v.

-162-
ENRIQUE SORIA MESA

Inquisición en 1562, relatando su ascendencia y declarando ser converso. Fue


escribano público del número, dueño de tres escribanías perpetuas, señal eviden-
te del auge económico familiar 126 • Su mujer, Isabel González de Córdoba, aportó
al matrimonio en 1553 una cuantiosa dote, nada menos que 355.000 maravedís,
de los que 225 .000 eran en metálico 127 • Esta era hija de un mercader de paños,
también confeso. Nada que ver, pues, con la ascendencia oficial, que la hace nieta
paterna de un Fernán Rodríguez de Córdoba, descendiente de Juan Rodríguez de
Córdoba, alcaide de Segura, conquistador de Huéscar, de noble linaje vasco 128 •
A partir de este momento comienzan los actos de nobleza de la familia. La
usurpación empieza a tomar forma concreta: Gonzalo fue empadronado como
hijodalgo en su parroquia, y su hijo Pedro, del que hablaremos, realizó una
probanza de nobleza en 1624. De nuevo se observa la facilidad para demostrar
cualquier cosa; basta llevar ante escribano unos cuantos amigos o clientes que
jurarán lo que haga falta jurar. Y por si parece exagerado lo que digo, baste
advertir que si Gonzalo Fernández declaró su genealogía ante la Inquisición en
1565, volvió a comparecer ante el Tribunal nada menos que en 1605, añadiendo
ahora a sus antiguas declaraciones los nombres de sus hijos. Una veintena de años
después de volver a declararse confeso en Córdoba, uno de sus hijos consigue
demostrar públicamente en la misma ciudad, donde todos se conocen, que es
noble y limpio de sangre. Todo un éxito, pues 129 • Veamos ahora, en el cuadro
siguiente, todos los pasos dados por la familia hacia la consecución del status
nobiliario.

125
Los otros hijos fueron, igualmente, procuradores, y uno de ellos padre de un escribano público. Es
difícil ser más prototípico.
126
PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdova, 1, pp. 34 y ss. Este personaje aparece en el
A.H.P.Co. al frente de los oficios 29 (1564 y siguientes) y 37 (1553-1571), y quizá sea el que también
encabeza el oficio 14, aunque las fechas son demasiado prontas (1520-1546). Pudiera tratarse de uno
de tantos homónimos, conversos con pretensiones de apellido, como, por ejemplo, el escribano
público Gonzalo Fernández de Córdoba que casa en 1601 con su parienta Isabel María, deudos en
tercero con cuarto grado de consanguinidad, Archivo Parroquial de San Pedro, libro 1° de desposo-
rios, f. 157v.
127
La dote, en A.H.P.Co., of. 20, prot. 18, f. 200. Las arras fueron de 300 ducados.
128
El abuelo verdadero lo proporciona V. PORRAS BENITO, justificado documentalmente. Fue un
tal Juan de Marchena, Glosas a la Casa de Córdova, 1, p. 81.
129
Estas falsificaciones testificales son moneda corriente entre los grupos en ascenso. Al menos de los
andaluces, como demuestran algunos casos de mixtificadores apresados por el Santo Oficio. Véanse
algunos ejemplos en J. ARANDA DONCEL, «La Inquisición de Córdoba y la visita de distrito en el
último tercio del siglo XVI», Boletín de la Real Academia de Córdoba, 109 (1985), especialmente las
pp. 27-28, 31 y 35, donde refiere casos de Cabra, Montilla, Chillón y Belalcázar; y, para el ámbito
giennense, L. CORONAS TEJADA, La Inquisición en Jaén, Jaén, 1991, sobre todo las pp. 106-107.

-163 -
El cambio inmóvil

CUADRO VI
EL CAMINO HACIA LA NOBLEZA

NOMBRE ACONTECIMIENTO FECHA

Pedro González de Compra de una hidalguía 1609

Córdoba Información de nobleza ante escribano 1624

Don Gonzalo Fernández Alguacil mayor de la Santa Hermandad


1630
de Córdoba por el estado noble

Don Francisco Fernández


Alcalde Ordinario por el estado noble 1635
de Córdoba

Don Gonzalo Fernández


Alistado como hidalgo para la guerra 1635
de Córdoba

Don Diego Ignacio Alcalde Ordinario por el estado noble 1668

Fernández de Córdoba
Señor de vasallos 1687

Don Gonzalo Guillermo Caballero de Santiago 1677

Fernández de Córdoba
Marqués de Canillejas 1696

FUENTE: F. Fernández de Bethencourt, Op. cit, VI, pp. 439 y ss. Elaboración
propia.

Gonzalo y su esposa tuvieron 11 hijos, con los que desarrollaron una estrate-
gia de manual. De las cinco mujeres, una fue monja en las Dueñas; dos quedaron
célibes y su herencia revirtió en los sobrinos; dos casaron. Sin embargo, fue con
los seis varones con quiénes se demuestra la altura de miras paterna.

-164-
ENRIQUE SoRIA MESA

De los mayores, Diego y Pedro, hablaré después. Francisco, el tercero, sirvió


en el ejército en Alemania y murió prematuramente; Juan, hijo quinto, fue
tesorero de las tres Órdenes Militares; don Gonzalo, hijo cuarto, ingresó en el
clero y, además de disfrutar de muchos y ricos beneficios 130, llegó a prior de la
Iglesia Colegial de San Hipólito en Córdoba, una buena prebenda. Si hemos visto
para qué servía catapultar a un segundón a la carrera eclesiástica, en este sentido
don Gonzalo no defraudó a su familia. Al contrario. Gracias a sus saneadas
rentas pudo fundar un cuantiosísimo mayorazgo, valorado a principios del siglo
XVII en veinte millones de maravedís, en favor de su hermano Pedro y su
descendencia. Desde este momento se intitularon señores del mayorazgo de la
Guadamelena.
La línea del hijo segundo, Pedro González de Córdoba, en quien se fundó el
grueso vínculo, no nos interesa aquí. Baste decir que fue tesorero de las rentas
reales (alcabalas, tercias y Millones) de Córdoba y su partido entre 1591y1615.
Además, y como tantos otros oligarcas cordobeses a los que esta familia emulaba,
en 1612 compró las alcabalas de las poblaciones de Villanueva del Rey, Espiel y
Nava Serrano, su anejo, estimadas en una renta anual de 121.800 ms 131 •
El hijo de este riquísimo ciudadano fue don Gonzalo Fernández de Córdoba,
quien se integró a la perfeccción en la oligarquía cordobesa, siendo elegido
alguacil mayor de la Santa Hermandad por el estado noble y casando con doña
Juana de Hoces y Figueroa, hija de don Pedro González de Hoces, veinticuatro
de Córdoba y caballero de San Juan de Jerusalén. Sólo la falta de sucesión
legítima de toda esta línea impidió su inserción definitiva en el patriciado urba-
no.
Volvamos a la línea principal, objeto de nuestra atención prioritaria. El hijo
mayor, Diego Fernández de Córdoba fue jurado de la ciudad y tesorero de la
Santa Cruzada. Casó con doña Leonor de Córdoba Tinoco, a la que Bethencourt
da una ascendencia absolutamente falsa, no coincidiendo ni los nombres de sus
padres. Tuvieron tres hijos: el menor, don Juan, jurado de Córdoba como su
padre; Diego, el segundo, clérigo, quien fundó junto con su hermano mayor, don
Gonzalo, otro mayorazgo en 1651.

13 ° Fue beneficiado de Santa Marina y la Magdalena de Córdoba, y de las iglesias de Morente,

Menjíbar y Santa Cecilia de Medellín, además de prestamera de las parroquiales de Luque y de San
Miguel de Andújar.
131 Las compró a 35.000 el millar, A.G.S., Dirección General del Tesoro, Inventario 24, leg. 285, p. 4.

-165 -
El cambio inmóvil

Hijo de este don Gonzalo fue don Diego Ignacio, con quien la Casa asciende
un nuevo peldaño en su recorrido social. Junto con su mujer y prima hermana 132
compró en 1687 la villa de Canillejas procedente de la venta judicial de los bienes
del conde de la Puebla de Montalbán, así como, en 1684, determinadas jurisdic-
ciones en las Montañas de León, adquiridas con facultad real de los marqueses de
Fuentehoyuelo. De todo ello, además de unas tierras y cortijos cordobeses, fun-
daron mayorazgo en 1690 133 •
De éstos fue hijo único superviviente don Gonzalo, nacido en 1663 en
Madrid, caballero de Santiago en 1677, paje de Carlos 11 en 1680, contador de
Cuentas de la Contaduría Mayor en 1683. En 1696 fue creado 1 marqués de
Canillejas. Él mismo y su descendencia emparentaron con importantes Casas de
la nobleza hispana, hasta llegar a don José María Fernández de Córdoba y
Cascajares, cuarto marqués de Canillejas, conde consorte de Revillagigedo y de
Güemes, Grande de España de segunda clase, gentilhombre de Cámara con
ejercicio de Fernando VII, ministro plenipotenciario en Lisboa, embajador en
Francia e Inglaterra, con quien llegamos al final del Antiguo Régimen.

132
El casamiento se realizá en 1652, MARAVER Y ALFARO, Op. cit., Siglo XVII, tomo 1 (B.M.Co.,
88-5-2, s.f.).
133
Refiere estas ventas y la vinculación el Marqués del SALTILLO en su Historia Nobiliaria española,
1, p. 324. Canillejas costó 4.000 ducados.

-166-
CONCLUSIONES
ENRIQUE SORIA MESA

IX. A MODO DE CONCLUSIÓN


Las páginas antecedentes han pretendido, con la humildad que requiere todo
estudio local, cuestionar en la medida de lo posible una serie de tópicos estable-
cidos sobre la España moderna. Tópicos que, como se acostumbra, carecen de
una base sólida y se apoyan sobre todo en las excesivas lagunas historiográficas
existentes sobre la nobleza, las élites locales y, en general, la sociedad de los siglos
XVI al XVIII. Ha sido mi intención intentar desmantelar la creencia en la inmo-
vilidad social, en la separación efectiva de cristianos viejos y conversos por medio
de la discriminación legal, en la validez de los Estatutos de Limpieza de Sangre ...
De lo analizado no se puede desprender, bajo ningún concepto, que las élites
municipales rechazasen, sin más, el principio de la limpieza de sangre; o de que,
en un gesto democrático, aceptasen la igualdad del género humano. Muy al con-
trario, eran totalmente conscientes de su superioridad social, de sus preeminen-
cias, de su status nobiliario y de su supuesta o real pureza sanguínea. Se trataba,
tan sólo, de que existían unos intereses de clase superiores que exigían, por mor
de la actuación política local, el disimulo, la concertación, el matrimonio y la
integración total con los pecheros enriquecidos y con los conversos, con quienes
estaban aliados de múltiples formas. De hecho, no hacían nada diferente de lo
que llevaban haciendo sus antepasados durante generaciones, sin diferenciarse
en esto de la aristocracia castellana.
Nos hallamos, pues, ante un ascenso social evidente a todas luces, una pro-
gresión de decenas de familias -cientos y quizá miles para toda Castilla- que
aprovecharon los resquicios del sistema para escalar peldaños en una carrera, a
veces trepidante, hacia la cúspide de la Sociedad. El dinero fue la clave, el resorte,
la razón casi única.
Ascenso, eso sí, que no significa cuestionamiento del orden imperante. Las
personas, las familias, los grupos que emergen de la masa villana y que trepan,
peldaño a peldaño o de golpe, por la escala social no pretenden destruir el siste-

-169-
El cambio inmóvil

ma. Todo lo contrario. Lo que pretenden -y consiguen- es integrarse en él. Este


movimiento ascensional está reforzando las bases sociales del sistema, está am-
pliando continuamente la base social en la que descansa el enorme edificio de la
Monarquía Hispánica. Quizá esto, entre otras muchas cosas, claro, explique por-
qué sobrevive un coloso con pies de barro como lo fue el Imperio a través de
todas las crisis; porqué Castilla no se levanta como lo hizo Francia o Inglaterra,
Cataluña o Portugal; porqué los pequeños tumultos no tienen eco más allá de lo
local.. Quizá, con el ascenso social, estamos hablando de uno de los fundamentos
más inteligentemente elaborados de toda la construcción dinástica que con el
tiempo llamaremos España. Habrá que verlo.
Y ahora imaginemos las consecuencias de la acción combinada de todos estos
factores sobre una sociedad concreta, la de Córdoba, la de Castilla por exten-
sión, en la Edad Moderna. Las familias que ejercen con mano firme y tiránica el
poder local presumen de nobleza; viven como nobles, con todo lujo y ostenta-
ción; moran en grandes mansiones con escudos de armas, asistidos de criados,
doncellas, esclavos, caballos y perros de caza; se casan entre ellos; inventan un
Estatuto de Nobleza y Limpieza de Sangre que, frente al exterior, certifica su
nobleza de sangre; si de alguno hay dudas, se gana sin mucho problema una
ejecutoria de hidalguía en la Chancillería de Granada; visten hábitos de Órdenes
Militares o, a lo menos, de familiar del Santo Oficio; compran señoríos y sus
descendientes ostentarán títulos de conde o marqués. Las historias que se escri-
ben en la época sobre Córdoba hablan de sus linajes y los remontan a la más
remota antigüedad, conectándolos con la conquista de la ciudad; las genealogías
de encargo, finalmente, resaltan la increíble nobleza de todas las ramas de su
ascendencia. N11estros pJ_Q_ta.g9pis,tas_ tiene_i:i: privilegios y, sobre todo, oprimen al
pueblo con rigor porque tienen de;;;cho, porque sus abuelos han conquistado la
cl.l1dad con su sudor, sangre y esfuefzo. Incluso algunos de ellos descienden de
reyes o, si no, de algún socorrido compañero de don Pelayo, sobrino de
Carlomagno o, en el peor de los casos, combatiente en las Navas de Tolosa. Son
la élite, y llevan sin cambiar siglos, porque esta sociedad, aunque la realidad diga
todo lo contrario, no puede cambiar, no puede transformarse. O eso hay que
hacer creer.

-170-
APÉNDICES
ENRIQUE SoRIA MESA

APÉNDICE DOCUMENTAL
1
Archivo Municipal de Córdoba, Caja 90, expediente 3.
Burgos, s.a., XI-21.
Carta del concejo de Córdoba a los gobernadores del reino sobre que se
impida a los inquisidores de esta ciudad proseguir con cierto empadronamiento
que realizan de sus vecinos.

(Cruz)
Reverendísimo y muy ilustres señores.
Luis Ponce de León, llevador de esta, en nombre de la ciudad de Córdoba,
presento en el Consejo una instrucción de aquella ciudad y una petición cuyo
traslado enviamos sobre una gran novedad que los inquisidores de aquella ciudad
han intentado de hacer nuevamente en ella, que generalmente toca a todos los
vecinos de ella por diversos respectos, de que se agravia y siente mucho como por
la instrución y petición se verá, parécenos la más nueva y escandalosa cosa que
nunca se vio en el reino después que la Inquisición está en él, y que en cualquier
tiempo y más en éste podría traer mucho inconveniente en cualquier parte y
mucho mayor en aquella ciudad segun la calidad de la gente común de ella, y en
que conviene más breve remedio, y como quiera que creemos que el señor
cardenal como inquisidor general a quien principalmente incumbe el remedio y
castigo desto, y Vuestras Señorías lo mandarán luego remediar, pero por cumplir
con lo que devemos quisimos escrivir nuestro parecer en ello, que es que luego
debe cesar aquel empadronamiento que los inquisidores han intentado de hacer,
y que los padrones originales se deben quemar ante el corregidor y dos
veintiquatros de la ciudad, sin quedar traslado ni razón ninguna de ellos, de
manera que toda la ciudad esté satisfecha del remedio que en esto se ha puesto. Y

-173 -
El cambio inmóvil

que se debería poner en aquel Santo Oficio en aquella ciudad personas que lo
ejerciesen con toda cordura y templanza como deben, porque con esto la ciudad
se satisfaría más y los inquisidores de otras partes se atentarían en hazer semejan-
tes desórdenes, que es bien menester que allende del escándalo que estas cosas
semejantes traen consigo, si el remedio no se sabe por todos, luego en todas las
otras ciudades de estos reinos, creyendo que aquello se aprueba, pues no se
castiga y remedia, harán otro tanto. Lo qual, allende de ser tan ignominioso
como lo es, sería otra nueva manera de escandalizar y alborotar todo el reino y de
que allende del deservicio de Dios nuestro señor y de Su Majestad se podrían
seguir muchos daños e inconvenientes en él, y por excusar esto suplicamos a
Vuestras Señorías lo manden comunicar luego con el reverendísimo señor carde-
nal para que su señoría reverendísima lo mande remediar con toda brevedad,
como la calidad del caso lo requiere. Nuestro Señor la reverendísima y muy
ilustres personas de vuestras señorías guarde y acreciente sus estados como de-
sean, de Burgos, a veinte y uno de noviembre.
[Al dorso:] Carta para los gobernadores sobre las cosas del Santo Oficio de la
Inquisición
Cruz
Al reverendísimo y muy ilustres señores, los señores gobernadores destos
reinos.

11
FRESNEDA, fray Bernardo (comp.), Estatutos de la sancta Yglesia Cathedral
de Córdoba, Antequera, 1577, f. 105v.
Forma de doblar la Cepa de Córdoba

Estatuto de la forma que se ha de tener en mandar doblar los cavalleros de la


Cepa de Córdova.
Por costumbre de esta Iglesia, a los señores de las quatro Casas de Córdoba y
a los descendientes de cualquiera de ellas, hombres y mujeres, que dicen de la
Cepa de Córdoba, los han doblado con cuatro campanas, las dos mayores y dos
medianas, y esta costumbre se guardará de aquí adelante. Y porque en esto no
haya engaño, cuando muriere alguna persona cuyos deudos pidieren que se
doble con las dichas campanas, jurando dos o tres caballeros de la Cepa en
manos del deán que el difunto asímismo es de la Cepa, y que por su padre o
madre o abuelo o abuela por la misma razón se ha doblado con las dichas cuatro

-174-
ENRIQUE SüRJA MESA

campanas, averiguado la descendencia en esta forma, el deán mandará al campa-


nero doble al difunto por el mismo orden, y por ausencia del deán este oficio
hará el mayor del cabildo que estuviere en la ciudad, y solamente se doblará una
vez por espacio de dos horas por el orden contenido en el ceremonial del coro,
excepto si se enterrase con el cabildo o hiciere honras, por el que se doblará en
tanto que se hacen los dichos oficios.

III

A.H.P.Co., Córdoba, oficio 23, legajo 259, folios 436v y 437


Córdoba, 1788, III-30
Petición para doblar con las campanas de la Cepa a don Alvaro de Argote,
difunto

«Señores governadores provisores generales.


Señor
Doña Celestina de Hoces, ante Vuestra Señoría con debido respeto le haze
presente haber fallecido su marido y señor, don Alvaro de Argote, y para que lo
encomienden a Dios, como sujeto distinguido y benemérito de las oraciones de
este pueblo.
Suplica a Vuestra Señoría que en la noche de este día 31 permita el Doble
General en las parroquias e iglesias de él, dando las órdenes correspondientes
para dicho fin, según costumbre y práctica en semejantes casos, a cuyo favor
quedará agradecida, y pidiendo a Dios que su vida dilatados años, etc.
Cordoba, y marzo, 30 de 1788.
(Al margen)
Concédese la licencia para que mañana después de la oración se doblen en
todas las iglesias y ermitas de esta ciudad por el ánima de don Alvaro de Argote,
difunto. Lo mandaron los señores gobernadores provisores generales, sede
episcopal vacante, y lo firmó una de sus señorías, lo qual certifico.
Por mandado de los señores gobernadores provisores, Gonzalo de León,
presbítero, secretario.
Hallándome suficientemente informado de que en el señor don Alvaro de
Argote y Saavedra Fernández de Córdova (que santa gloria haya) concurren las

-175-
El cambio inmóvil

circunstancias correspondientes para poder gozar del privilegio de que se le


doble con las campanas de la Cepa de Córdoba, en virtud de éste, el campanero
de la Santa Iglesia Catedral doblará con ellas en la noche del día de la fecha,
después de concluidos los repiques por la festividad del siguiente, hasta la hora
que es práctica y costumbre, para cuya observancia firmo éste en Córdova a
treinta y uno de marzo de mil setecientos ochenta y ocho años
Doctor don Francisco Xavier Ríos Córdoba, deán

-176-
ENRIQUE SoRIA MESA

APÉNDICE DE CUADROS

1
HOMBRES NUEVOS EN EL REGIMIENTO CORDOBÉS
EN EL SIGLOS XVIII
NOMBRE FECHA NOTAS
Caballero de Calatrava, alcalde de los Hijos-
Don José Rodríguez de dalgo de la Chancillería de Granada. Marido
1707
Salamanca e Isunza de doña María Pascuala Fernández de Córdo-
ba y Figueroa, poseedora del oficio.

Familia de regidores malagueños, de oscuro


Don Carlos de Use! y origen y procedentes de Francia. Esposo de
1707
Guimbarda doña Isabel María Díaz de Morales, posee-
dora del oficio.

Don Pedro de Orbaneja Antigua familia cordobesa de escribanos y


Fernández de Córdoba y 1729 jurados, en fulgurante ascenso a fines del
Figuerosa Seiscientos.

Don Juan Francisco de


1730 Proceden de escribanos.
Concha y Aguayo

Don Andrés Torralbo de De origen converso (familia Rojas de Buja-


1736
Concha y Aguayo lance).

Don Fernando Muñoz de Origen converso por el apellido Corte


1739
la Corte Procedencia de jurados.

-177-
El cambio inmóvil

NOMBRE FECHA NOTAS


Don Martín Fernández de
1745 Lleva también el apellido converso Corte.
Vera y Torquemada

Don Rafael María de


1761 Hidalgos santanderinos.
Villaceballos

Don Diego José Montesinos


1764 Orígenes mercantiles.
Torquemada y Vera

Don Francisco Moro


1767 Hidalgos de Torredongimeno.
Dávalos

Don Juan Ramón Mir


1774 Ascendencia vallisoletana, totalmente deseo-
Martínez nocida.

Don José Muñoz de


1777 Hidalgos.
Velase o

Don Manuel de Medina y Sobrino de prebendados cordobeses de ori-


1781
Corella gen aragonés.

Don Antonio María


1781 De la élite de Baena, a lo sumo hidalgo.
Melgarejo
.
Don Joaquín Rafael de Pretensos hidalgos, con problemas en las pro-
1786 banzas en la Chancillería granadina. Labra-
Ulloa dores.

Don Lorenzo Basabru y


1793 Hidalgo cántabro.
Romero

Don Antonio Rafael de


1795 Orígenes mercantiles.
Pineda y Vargas

Don José Rafael Gómez


1797 Categorías medias cordobesas.
de Figueroa y Valverde

-178-
ENRIQUE SoRIA MESA

NOMBRE FECHA NOTAS


Don Juan Areco
1801 Origen en escribanos y artesanos.
Fernández de Mesa

Don Juan de Dios


1805 Hidalgos y escribanos.
Gutiérrez Ravé

Don Juan Ramón Jurado


1815 Labradores ricos de Castro del Río.
Val del omar

Don José Ignacio Álvarez


1816 Ascendencia desconocida.
Campana

Don Alonso Rafael del Labradores ricos de Lucena con tardía eje-
1818
Valle Arcos y Hurtado cutoria de hidalguía.

FUENTE: A.M.Co., caballeros veinticuatro y A.H.P.Co., diversos escribanos. Ela-


boración propia.

-179-
El cambio inmótJil

11
VENTAS DE JURISDICCIONES DESPOBLADAS 1
SEÑORÍO COMPRADOR FECHA NOTAS
Don Luis Antonio
Teba Fernández de 1613
Henestrosa

La Harina y Don Antonio Venegas


Mirabuenos
1648
de la Cueva

Chanciller Don Juan de Mesa y 1645


Argote

Es una dehesa en térmi-


Don Antonio
Moratilla 1613 no de Hornachuelos y
Fernández de Córdoba
Posadas2

Añora del Cojo,


Herrera de los Don Antonio
Fernández de Córdoba 1614
Palacios y
Herrera la Baja

Zaragoza, Don Diego Fernández Se opuso Bujalance, en


Pozobenito y de Córdoba Ponce de ? cuyo término estaba, y
Rojuelas León salió incierta la compra
Blanquillo
Don Pedro Arias de Despoblados en el
Bajo y 1613
Acevedo término de Córdoba
Amargacenas
Prado Castellano Don Pedro de Heredia
1613
y Torre Albaén y Aguayo

Torres Don Antonio Díaz


1614
Cabrera de Cabrera

Don Fernando de
Estrella 1613 Dehesa
Pineda Mesía
, Don Gómez Suárez de
Villaseca 1559
Figueroa y Córdoba

Don Pedro de
Villarviejo 1613
Cárdenas y Guzmán

-180-
ENRIQUE SoRIA MESA

SEÑORÍO COMPRADOR FECHA NOTAS


Villaharta Don Diego Páez de 1630
Castillejo

Mezquitillas Don Pedro Gutiérrez 1613 Dehesas en Córdoba


de los Ríos

Santa Cruz de Don Juan Alonso de


?
los Llanos Corral

Quemadas Don Antonio de Godoy 1613 Antiguos heredamientos


Doña Sol Ponce de León de la Casa de Godoy

Vega de Armijo Don Rodrigo Mesía de


1601 En el término de Montoro
la Cerda y Mendoza

La Reina Don Francisco de


1613
Corral y Guzmán

Don Rodrigo de Cabrera y «Dehesa de yerba


1613
Figueroa y su mujer doña cerrada y término
Villarrubia
Mariana de Figueroa redondo»
Don Antonio de los
Sancho Miranda ?
Ríos y Guzmán
Aguilarejo
Don Alonso de Dehesas cerradas
Alizné 1614
Cárcamo y Haro en Córdoba
La Palmosa
Cuartos de Don Diego Sarmiento de Cortijo en Écija
Pero Carrillo Acuña, conde de Gondomar

1
En el Catastro de Ensenada de Córdoba capital aparece una relación de estas jurisdicciones despo-
bladas, que han publicado varios autores. En primer lugar, José Manuel de BERNARDO ARES, en
«Hacienda municipal, oficios y jurisdicciones enajenadas. El municipio de Córdoba a mediados del
siglo XVIII», Omeya, 23 (1976-79), s.p.; después Antonio LÓPEZ ONTIVEROS en Córdoba 1752.
Según las Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada, Madrid, 1990, pp. 16 y ss.; finalmente,
Manuel CUESTA MARTÍNEZ, en Oficios públicos y sociedad... , p. 223. Las fechas que da el Catastro
de la adquisición de cada señorío no siempre se corresponden con las que proceden de Simancas, a
las que, lógicamente, hago más caso. Sólo sigo al Catastro de Ensenada en aquellas jurisdicciones de
las que no tengo datos, e irán sin ninguna justificación a pie de página. Para reducir el tamaño del
cuadro, no indico las fuentes respectivas, sino que me remito a la documentación del A.G.S., Direc-
ción General del Tesoro, Inventario 24, legs. 285-291, y Consejo y Juntas de Hacienda, leg. 549, f. 1;
y a PORRAS BENITO, V., Glosas a la Casa de Córdoba y MÁRQUEZ DE CASTRO, T., op. cit.
2
A.G.S., Dirección General del Tesoro, Inventario 24, leg. 287, p. 73.

-181-
El cambio inmótJil

111
VENTAS DE VILLAS

SEÑORÍO COMPRADOR FECHA NOTAS


Almodóvar del Don Francisco de 3
1629
Río Corral y Guzmán

Don Diego de Aguayo


Santaella 1648 1 marqués de Santaella4
Godoy
Don Diego Fernández 1 marqués
Posadas 1630
de Córdoba de Guadalcázar5

Espiel ? 6

Don Juan Jiménez de


Santa María de Góngora
?
Trassierra
Intento de don Luis
Almodóvar del Don Baltasar Jiménez de
1626 Gómez de Figueroa,
Río Góngora
en 158?7
Sus herederos la venden
La Rambla Don Luis Méndez de
1636 a don Juan de Góngora
Haro
en 1565
Hornachuelos Don Lope de Hoces 1637 8

Eximida de Córdoba,
Montoro Don Luis Méndez de
1659 pasó a señorío por
Haro
endeudamiento9

3
A.G.S., Dirección General del Tesoro, Inventario 24, leg. 291, p. 7, y ARANDA DONCEL, ].,
«Almodóvar del Río en el siglo XVII: el sometimiento al régimen señorial>>, Almodóvar del Río.
Estudios Históricos, Córdoba, 1991, pp. 73-141.
4
ARANDA DONCEL, ]., «La villa de Santaella en la Edad Moderna (15 69-1733)», Santae/la. Estu-
dios históricos de una villa cordobesa, Córdoba, 1986, pp. 149-58.
5
FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, R., «Las Posadas del Rey (IV)», Boletín de la Real Academia de
Córdoba, 110 (1986), p. 55. Al año siguiente, muerto el comprador, la toma de posesión la realiza su
hijo y heredero don Francisco Antonio Fernández de Córdoba, II marqués de Guadalcázar, conde que
fue de las Posadas.
6 MÁRQUEZ DE CASTRO, T., Op. cit., p. 65
7
ARANDA DONCEL,]., «Almodóvar del Río en el siglo XVII: el sometimiento al régimen señorial>>,
Almodóvardel Río. Estudios Históricos, Córdoba, 1991, pp. 73-141.
8
A.G.S., Dirección General del Tesoro, Inventario 24, leg. 295, p. 22.

-182-
ENRIQUE SORIA MESA

SEÑORÍO COMPRADOR FECHA NOTAS


Don Rodrigo de Se anuló por impago y
Peñaflor 1625 acabó en los Henestrosa
Cañaveral y Cárdenas
de Ecija 10

Castro del Río Marqueses de Priego 1565 11

Villanueva del Don Pedro Gómez de 1637 Tras la venta, Villanueva


Rey Cárdenas de Cárdenas 12

Fuente Obejuna Leopoldo de Austria, 1557 No tuvo efecto 13


obispo de Córdoba

Benamejí Diego de Bernuy 1548 De la orden de Santiago 14

Villafranca Dª Catalina Fernández de 1548 De la orden de Santiago 15


Córdoba, marquesa de Priego

Adamuz
Don Luis Méndez de Haro, 1564 Adyacentes a su estado 16
Pedro Abad señor del Carpio

Pedroches Don Luis Méndez de Haro 1660


Aldea del Don Antonio Alfonso 1628 Desde la creación del
Río de Sousa señorío, Villa del Río 17

Villaralto Don Pedro Fernández de 1633


Carreras y Acuña

9
Amplias referencias a la exención y a la creación del señorío, en la -por su estilo- decimonónica obra de
CRIADO HOYO, M.,Apuntes para la Historia de la Ciudad de Montoro, Ceuta, 1932, pp. 113 y ss.
10 Por impago se remató en la marquesa de Fuentes en 1642 y después en la marquesa de Almenara.

A.G.S., Dirección General del Tesoro, Inventario 24, leg. 290, p. 47.
11
A.G.S., Dirección General del Tesoro, Inventario 24, leg. 281, p. 63. Ver ARANDA DONCEL, J.,
La villa de Castro del Río durante el último tercio del siglo XVI, Córdoba, 1993.
12
MÁRQUEZ DE CASTRO, T., Op. cit., p. 186.
13 A.G.S., Dirección General del Tesoro, Inventario 24, leg. 281, p. 101.
14
MORAN MARTIN, R., El señorío de Benamejí (su origen y evolución en el siglo XVI), Córdoba, 1986.
15 ARANDA DONCEL, J. y SEGADO GÓMEZ, L., Vil/afranca de Córdoba. Un señorío andaluz

durante la Edad Moderna (1549-1808), Córdoba, 1992.


16 A.G.S., Dirección General del Tesoro, Inventario 24, leg. 281, p. 3.
17
A.G.S., Dirección General del Tesoro, Inventario 24, leg. 291, p. 6.

-183 -
El cambio inmóvil

w1s
CONCESIONES DE TÍTULOS NOBILIARIOS 19
TÍTULO BENEFICIARIO FECHA NOTAS
Marqués de Don Diego Fernández de Señor de la villa de
1609
Guadalcázar Córdoba y Melgarejo Guadalcázar

Conde de Don Egas Salvador Señor de la villa


1624
Luque Venegas de Córdoba de Luque

Marqués de Don Diego Fernández de Señor del estado de Armu-


1625
Armuña Córdoba y Laso de Castilla ña en el reino de Granada

Don Antonio Domingo Señor de esta villa y del


Marqués de
Fernández de Córdoba Laso 1625 estado de Órgiva en
Valenzuela
de Castilla Granada

Don Francisco Antonio


Conde de las Señor de la villa de
Fernández de Córdoba 1629
Posadas Las Posadas20
y Riedierer de Paar

18
Para todas estas fechas y las indicadas en el siguiente cuadro, utilizo los datos contenidos en
CADENAS Y LÓPEZ, A.A. y CADENAS Y VICENT, V., Elenco de Grandezas y títulos nobiliarios
españoles, Madrid, 1997. A varios de los poseedores les añado el apellido materno, lo que en
ocasiones puede no ser la manera usada por ellos en los documentos, a fin de distinguirlos de
homónimos o de indicar así más fácilmente la pertenencia a la Casa o rama en cuestión. Por otra
parte, no incluyo títulos concedidos por el archiduque pretendiente don Carlos de Austria, tales
como el de marqués de los Ríos, concedido en 1715 a don Francisco de los Ríos y la Tour, segundón
de la Casa condal de Fernán Núñez.
19
De este listado elimino los títulos concedidos a la aristocracia española de origen cordobés, pues
distorsionarían totalmente la muestra. Me refiero a los otorgados a las cuatro grandes ramas de la
Casa de los Fernández de Córdoba, concretamente los de conde de Cabra (1455), titulados más tarde
como duques de Baena (1566); marqués de Priego (1501); conde de Alcaudete (1529); y marqués de
Comares (1512). Lo mismo hago con los concedidos a sus primogénitos, como el marquesado de
Montalbán (1603), para los herederos de la Casa de Priego.No considero cordobeses a los condes de
Belalcázar (1454), de apellido Sotomayor, ni a los marqueses de la Guardia (1566), condes de Santa
Eufemia (1662), llamados Mexía, los cuales son ajenos a la élite local aunque sus dominios radiquen
en el norte de este reino. Igualmente, suprimo el título de conde de Palma (1507), de los Portocarrero,
pues se hallan en semejantes circunstancias, lo mismo que los López de Haro-Sotomayor, señores y
después marqueses del Carpio (1559), quienes, aunque podrían considerarse dentro del cuerpo de
regidores cordobeses, se diferencian claramente de los demás por sus enlaces y poder económico. En
último lugar, el marquesado de Benamejí (1675), que aunque es un señorío en tierras cordobesas, se
concedió a los Bernuy, regidores de Burgos, extraños a la oligarquía de Córdoba

-184-
ENRIQUE SoRJA MESA

TÍTULO BENEFICIARIO FECHA NOTAS


Vizconde de Don Juan Fernández de Sobre una jurisdicción
1631
Torres Cabrera Córdoba despoblada

Conde de Don Alonso Estacio de Señor de esta villa


1639
Fernán Núñez los Ríos

Conde de 1640 Señor de esta villa


Don Lope de Hoces
Hornachuelos
Señorío fuera
Marqués de Don José de Saavedra
1641 de Córdoba.
Rivas Ramírez
Ducado en 1793
Marqués de Don Diego de Aguayo y Señor de esta villa
1649
Santaella Godoy

Vizconde de
Don Luis Jiménez de Marquesado en 1716 21
la Puebla de 1654
Góngora
los Infantes

Conde de
Don Pedro Gómez de Señorío sobre esta villa
Villanueva de 1656
Cárdenas
Cárdenas

Vizconde de Jurisdicción despoblada


Don Fernando de los Ríos 1666
Sancho Miranda

20
Más tarde, 11 marqués de Guadalcázar. Estos dos señoríos siguieron una trayectoria familiar muy
compleja, acabando Guadalcázar en manos de los Alfonso de Sousa, familia de regidores cordobeses,
señores de la villa de Aldea del Río.
21 La historia de la primera merced de este título es bastante curiosa. El primer marqués de los

Trujillos, el granadino don Antonio Alvarez de Bohorques, casó con doña Juana Jiménez de Góngora,
hija única de don Alonso, veinticuatro de Córdoba. Trujillos sirvió ese oficio, perteneciente al
mayorazgo de su suegro, y por él fue procurador en Cortes, obteniendo merced de vizconde de
Caparacena en 1627. Al morir sin sucesión legítima se entabló pleito entre don Alonso, su hijo
ilegítimo y 11 marqués de los Trujillos, y don Luis Jiménez de Góngora, hijo de Baltasar Jiménez de
Góngora, caballero de Santiago, señor de Magaña, hermano del don Alonso citado, sobre que ambos
títulos y otras mercedes fueron causadas por la suerte de procurador en Cortes. Hubo transacción
entre las partes, quedando el título de marqués para el Bohorques y el vizcondado para don Luis. La
concordia se aprobó en la Cámara de Castilla en 27-X-1653, y se libró título de vizconde de la Puebla
de los Infantes en 28-III-1654, A. RAMOS, Aparato para la corrección y adición de la obra que publicó
en 1769 el doctor don Joseph Berni y Catalá ... , Málaga, 1777, p. 284.

-185 -
El cambio inmóvil

TÍTULO BENEFICIARIO FECHA NOTAS


Vizconde de los
1673
Castellones Don Francisco Lope de
los Ríos Reino de Granada
Conde de
1680
Gavia

Marqués de Don Manuel de 1678 Es una villa castellana


Ontiveros Bañuelos y Velasco

Marqués de
Don Fernando Mesía de Jurisdicción despoblada
la Vega de 1679
la Cerda
Armijo

Marqués de Don Diego Gutiérrez de


1680 Jurisdicción despoblada
las Escalonias los Ríos

Hija de los señores de


Marqués de Doña Beatriz
1687 Belmonte, mujer del
Casa Real Fernández de Córdoba
señor de Cabriñana

Conde de
Don Francisco Manuel Señor de Santa Cruz22
Santa Cruz de 1693
de Landó
los Manueles

Conde de Don Diego de Godoy Localidad extremeña


1698
Valdelagrana Ponce de León

Marqués de Don Fernando de 23


16??
Miraflores Angulo y Cárcamo

Don Gómez Luis


Marqués de
Fernández de Córdoba 1703 Jurisdicción despoblada
Villaseca
y Figueroa

22
Para T. MÁRQIEZ DE CASTRO, Op. cit., p. 176, la concesión es de 1688. Grande de España en
1716 por el archiduque pretendiente al II conde.
23
Parece muy posible que éste sea el primer marqués de este título, que no se recoge en ninguna otra
fuente. Desde luego, así se le denomina en 1685, SORIA MESA, E., •Los veinticuatro de Córdoba en
la Edad Moderna. Aproximación documental al análisis de un grupo de poder», en De puntillas por la
historia (Homena¡e a la profesora D". María del Carmen Be/monte), Córdoba, 1997, p. 247.

-186-
ENRIQUE SoRIA MESA

TÍTULO BENEFICIARIO FECHA NOTAS


Marqués de Don Martín Fernández de
1713 No es señorío
Villacaños Cárcamo y Mendoza

Marqués de Cabri- Don Diego de Argote y


1706 No es señorío
ñana del Monte Guzmán

Conde de Don Alonso Pérez de 1720 Heredamiento


La Jarosa Saavedra Narváez

Don Antonio Melgarejo Vecino de Baena,


Marqués de 1744 abuelo de un 24
Lendínez y Teruel
de Córdoba
Marqués de Título napolitano, dado
Don X de Saavedra ?
Casa Saavedra por el futuro Carlos III

Conde de Mujer de don Juan


Doña Mariana del
Villaverde de 1758 Aguayo Marique
Castillo Escalera
la Alta López de Pedrajas

Vizconde de Don Andrés de la Tierras sin jurisdicción


1760
la Montesina Concha y Aguayo en Córdoba

Conde de Morales Don Francisco Javier Familia de origen


1792
de los Ríos Morales de los Ríos cordobés 24

Marqués de Don Diego Antonio de 25


1797
las Atalayuelas León y González de Canales

Marqués de Don Gonzalo de Aguayo


1820
Villaverde Manrique y Calvo de
Ortega

24
La relación con la élite de Córdoba la aporta la probanza de don Antonio Rafael de Pineda y Vargas,
A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp. 386.
25
En la misma familia recae el título de marqués de Guardia Real, merced de la Corona de las Dos
Sicilias. Referencias a esta Casa y los dos títulos en A.H.N., Órdenes Militares, Calatrava, exp. 43,
pruebas de don Sebastián de León y Navarrete, Córdoba, 1806.

-187 -
El cambio inmóvil

V
ALGUNOS EJEMPLOS DE
ENLACES HIPERGÁMICOS CON LINAJES ANTIGUOS
DE LA OLIGARQUÍA MUNICIPAL CORDOBESA26
LINAJE CONTRAYENTES OBSERVACIONES
Acevedo Don Alonso de Él, familiar del Santo Oficio e hijo
Acevedo y Hoces y de 24 y caballero de Santiago.
doña Agustina Carrillo Ella, hija de un labrador de Priego27

Don Luis de Acevedo Él, hermano del anterior y alguacil


y Hoces y doña María mayor del Santo Oficio. Ella, natural
de la Cárcel de Arévalo, de familia muy inferior,
a lo sumo hidalga28

Argo te Don Alonso de Argote Padres de 24. Ella, hija ilegítima de un


y de los Ríos y doña oscuro labrador de Pozoblanco, pero
María de Sepúlveda rica heredera del mayorazgo fundado
por su tío carnal el cronista de Carlos V
Juan Ginés de Sepúlveda29

Don Francisco de Él, caballero de Santiago. Sobre los


Góngora y Argote y doña Cortés de Mesa, véase el texto
María Cortés de Mesa

Don Pedro Fernández de Él, hijo de 24 y caballero de Santiago.


Argote y doña Ana Ella, de familia hidalga de Bujalance,
Oblanca de la Cuerda uno de los principales danes de
su oligarquía municipal

Don Pedro Jacinto de Él, 24 e hijo de los anteriores. Ella, de


Argote y Aguayo y doña familia labradora y de muy dudosa
Catalina Muñoz de Baena hidalguía, hermana de racionero 30
y Sabariego

26
Las referencias que no lleven demostración documental expresa proceden de las referidas obras de
FERNÁNDEZ DE BETHENCOURT y PORRAS BENITO, o bien de los propios expedientes de
nobleza de los caballeros veinticuatro, sitos en el A.M.Co.
27
A.H.N., Inquisición, leg. 5.156, exp. 17.
28
A.H.N., Inquisición, leg. 1.512, exp. 17.
29
LOSADA, A., Juan Ginés de Sepúlveda a través de su «epistolario» y nuevos documentos, Madrid,
1973, pp. 15 y SS.
30
A.C.Co., Expedientes de Limpieza de Sangre, leg. 5.031, pruebas de don Cristóbal Muñoz de Baena
Sabariego para racionero entero (1671).

-188-
ENRIQUE SoRIA MESA

LINAJE CONTRAYENTES OBSERVACIONES


Armenta Don Alonso de Él, 24. La familia de ella pertenece
Armenta y Angulo a la mesocracia granadina, con oficios
con doña Magdalena de receptor en la Real Chancillería31
de Mesa y Chavarria

Don Alonso de Armenta Él, hijo de caballero de Santiago. Su hijo


y Cárdenas y doña María será 24 de Córdoba y caballero de la
de Ortega y Carrillo misma orden. Ella, hija de regidor de
Loja, heredera de varios mayorazgos 32

Francisco de Armenta y Él, 24. Ella, ajena a la elite


doña Beatriz de Vique

Bañuelos Don Antonio de Bañuelos Abuelos de 24. Ella, hidalga rural, en


y Mendoza y doña Ana ascenso por su parentela eclesiástica
Velarde Murillo

Berrío Gaspar Antonio de Berrío Él, 24. Ella, hidalga, hija de jurado
y doña Ana de Villalón
Cárcamo Don Martín de Cárcamo Ella, hija de un riquísimo y ennoblecido
y Mesa y doña Francisca mercader alemán, residente en Almagro 33
Gedler
Don Alonso de Cárcamo Él, caballero de Calatrava. Ella, de
y Mesa y doña María ascendencia conversa34
de Torres y Sotomayor
Cárdenas Don Pedro Gómez de Él, 24. Ella, hidalga de Priego
Cárdenas y doña Juana
de Valdecañas

Carrillo Don Rodrigo Carrillo de Ella, de familia de mercaderes con


Vargas y doña Marina ascendencia judeoconversa35
de Solís y Contreras

31
A.Cu.G., expedientes matrimoniales, leg. 1696-F.
32
A.H.N., Inquisición, leg. 5 .171, exp. 5.
33
A.H.N., Inquisición, leg. 5.169, exp. 11.
34 Referencias al casamiento, en A.H.P.Co., Córdoba, of. 19, leg. 133, Nicolás de Torres y Linares,

1650, f. 807. Su carácter converso, por el apellido Tercero entre otros, en A.C.Co., Expedientes de
Limpieza de Sangre, leg. 5.035, pruebas de don Alonso de Santa María Valderrama para ser canónigo
(1685).
35 A.H.N., Inquisición, legs. 1.417, exp. 2, y 5.211, exp. 8.

-189-
El cambio inmó11il

LINAJE CONTRAYENTES OBSERVACIONES


Carrillo Don Alonso Carrillo Laso Él, alguacil mayor del Santo Oficio.
de Guzmán y doña María La familia de ella, desconocida.
de la Rosa y Leiva

Castillejo Don Rodrigo Páez de Él, 24. Ella, hija de jurado36


Godoy y doña María
Gamarra

Pedro Venegas de los Él, hermano de 24. Ella, ajena a la elite


Ríos y Castillejo y doña
Mariana de Sotomayor

Martín de los Ríos Ella, ajena a la elite


Castillejo y doña Isabel
de Rojas y Oruña

Don Martín de los Ríos Hijo de los anteriores, padre de 24.


Castillejo y doña Luisa Ella es su primera esposa, hija de un
Paula de las Granas jurado quizá converso

Don Martín de los Ríos El anterior y su segunda esposa. Ella,


Castillejo y doña María hija de familiar del Santo Oficio
de Aguilar
Cea Don Francisco de Cea y Ella, de familia de labradores ricos de
Córdoba y doña Ana Constantina (Sevilla) 37
Camacho de Vallecillo

Fernández de Don Antonio Fernández Ella, de familia judeoconversa


Córdoba de Córdoba y Figueroa granadina 38
con doña Gabriela de
Cartagena

Don Gonzalo Fernández Él, 24. Ella, a lo sumo hidalga


de Córdoba y doña María
Mesía de Carasa

36 A pesar de su apellido, el regidor es un Páez de Castillejo. El apellido Godoy lo lleva por su abuela
paterna, B.C., Ms. 59-5-31.
37 A.H.N., Órdenes Militares, Santiago, exp. 1841 (don Gonzalo de Cea y Córdoba, Córdoba, 1629).
38
A.Cu.G., expedientes matrimoniales, leg. 1623-A.

-190-
ENRIQUE SoruA MESA

LINAJE CONTRAYENTES OBSERVACIONES


Fernández de Don Luis Fernández de Él, hijo del anterior, Ella,
Córdoba Córdoba y doña X judeoconversa granadina39
de Berrío

Don Luis Fernández de Ella, judeoconversa al menos por lo


Córdoba y Ángulo y doña materno. Su hijo fue 24. Ella llevó una
María Andrea de Herrera gran dote a su primer matrimonio con
otro 24, don Marcos de Zayas
y Sotomayor

Godoy Don Andrés Ponce Él, capitán general de Orán y padre de


de León y doña Elena un caballero de Santiago. Ella, hija de
de Bustamante hidalgo40

Don Luis de Godoy Ponce Él es bisnieto del anterior, e hijo de


de León y doña Menda de caballero de Santiago. El abuelo
Montemayor y Córdoba materno de ella, escribano público,
y su mujer, hija de labrador y nieta
materna de boticario41

Góngora Don Bernardino Suárez Él, 24. Ella, hija de familiar del Santo
de Góngora y doña María Oficio y nieta de jurado.
Niño de Vicuña
Don Alonso de Góngora y Él, caballero de Santiago y 24. Ella,
Armenta doña Luciana de hija de un rico familiar del Santo
Medellín y Palomino Oficio

Guajardo Pedro Guajardo de Aguilar Él, 24. Ella, de las más importantes
y doña Violante de Herrera familias conversas de la ciudad
y Esquive!

Don Alonso Guajardo y Ella, hermana de un jurado de Córdoba,


doña Juana de Molina oriundos de Úbeda.

39 Para estos Berrío, de oriundez cordobesa, pero avecindados en Granada, véase A.H.N., Órdenes
Militares, Santiago, Reprobados, exp. R-4, capitán Francisco de Berrío Quesada, 1614, natural de
Granada.
40 A.H.N., Órdenes Militares, Santiago, exp. 3.430; y A.H.N., Inquisición, leg. 5.168, exp. 15.
41 A.H.N., Inquisición, legs. 5.223, exp. 14, y 5.209, exp. 5.

-191-
El cambio inm6vil

LINAJE CONTRAYENTES OBSERVACIONES


Guajardo Don Pedro Guajardo Él, 24 e hijo de los anteriores. Ella,
Fajardo Mesía y doña sobrina de un canónigo cordobés42
Mariana Pardo de la Peña

Guzmán Don Juan de Guzmán y Él, de la más rancia nobleza cordobesa.


Córdoba con doña Ana Ella, judeoconversa granadina (hija de
de la Fuente regidores perpetuos de Motril) 43

Don Diego de Guzmán y Él, 24. Ella, hija de familiar de Santo


Cárdenas y doña Catalina Oficio, dotada por un tío canónigo44
Sigler de Espinosa

Don Juan de Guzmán y Él, nieto de 24. Ella, vecina de Lucena,


Córdoba y doña Antonia familia de labradores
de Gálvez

Don Enrique de Guzmán Padres de 24. Ella, de notoria familia


y doña Leonor Recio conversa de Lucena y Córdoba

Hoces Don Pedro González de Él, 24 y caballero de Alcántara. Ella,


Hoces y doña María hija de un jurado, con posible
de Leiva ascendencia conversa
Don Pedro de Hoces y Él, hijo del anterior. Ella, quizá
doña María de conversa, hija de un jurado muy rico45
Torquemada y Mondragón

Don Gonzalo de Hoces y Ella, de ascendencia conversa


doña Menda de Valdivia

Don Pedro González de Él, caballero de Santiago y 24, hijo del


Hoces y doña María anterior. Ella, judeoconversa46
González de Rozados

42
La dote de ella es muy importante, 10.000 ducados, que prometió su tío, el canónigo don Antonio
Pardo de Cela y Cisneros, A.H.P.Co., of. 19, prot. 134, Nicolás de Torres y Linares, 1651, f. 522. Para
este caso y el anterior interesa, por aportar numerosos datos sobre la familia, el expediente de
Limpieza de Sangre de don Alonso Fajardo y Peña para ser coadjutor de la canongía que posee don
Antonio Pardo de la Peña, su tío (1670), A.C.Co., leg. 5.030.
43
A.Cu.G., expedientes matrimoniales, leg. 1610-C.
44
A.H.N., Inquisición, leg. 5.227, exp. 3.
45
Ella fue dotada por su padre en 4.500 ducados, A.H.P.Co., Of. 30, prot. 10, Rodrigo de Molina,
1613-1624, s.f. (l-XI-1613).

-192-
ENRIQUE SoRIA MESA

LINAJE CONTRAYENTES OBSERVACIONES


Mesa Don Alonso de Figueroa Él, caballero de Santiago. Ella,
y Mesa y doña Catalina probablemente conversa
Gutiérrez de Solís

Infantas Francisco de las Infantas Ella, hidalga. Cofrades de la Caridad,


y María de Mesa y su nieto fue 24 47
Bustamante

Antonio de las Infantas y Ella, posiblemente conversa y hermana de


doña María Ortiz un canónigo de la Catedral. Ver Valenzuela

Mesía de la Don Andrés de la Cerda y Él, 24. Ella, de familia ajena a la élite
Cerda doña Beatriz Vique
Maldonado

Don Fernando Mesía de Él, 24, e hijo del anterior. Ella, de


la Cerda y doña Francisca familia de escribanos y lagareros,
de Valenzuela Fustero seguramente conversa, prima hermana
de un canónigo cordobés48
Don Gabriel Mesía de la Ella, ajena a la élite
Cerda y doña Clara de
Terán y Mendoza
Don Juan Mesía de la Hijo de los anteriores. Ella, hidalga
Cerda y doña Francisca rural, de familia rica y en ascenso
Javiera de Rojas y Torralbo

Morales Luis de Argote y Morales Él, padre y nieto de 24s. Ella, ajena a
y doña Lucía de Aguilar la élite

Don Juan de Morales y Él y su padre fueron 24s. Ella, de familia


de los Ríos y doña Andrea conversa por ambos costados
Jerónima de Toledo y Roa

46 Para ambos casos, además del expediente de veinticuatro (A.M.Co., caballeros veinticuatro, exp.
190) de don Gonzalo de Hoces y Córdoba (1641), caballero de Santiago y señor de las villas de los
Salmeroncillos, hijo del don Pedro González de Hoces, véase A.H.N., Órdenes Militares, Santiago,
exp. 3.539, y A.H.N., Inquisición, leg. 5.172, exp. 10.
47
B.C., ms. 59-5-31.
48 Éste y su padre, en A.H.N., Inquisición, leg. 5.249, exp. 11. Ella es heredera de los vínculos de su

familia, A.H.P.Co., of. 30, prot. 252, Rodrigo de Molina, 1638, f. 528. A.C.Co., Expedientes de
Limpieza de Sangre, leg. 5.010.

-193-
El cambio inmóvil

LINAJE CONTRAYENTES OBSERVACIONES


Morales Don Andrés Ruiz de Él, 24 e hijo de los anteriores. Ella,
Morales y de los Ríos y notoria conversa al menos por lo
doña María Ignacia de materno
las Casas Tercero

Cristóbal de Morales y Ella, de familia hidalga de Puente Genil


Argote y doña Leonor
de Cabrera y Padilla

Don Andrés de Morales y Él, 24, hijo de los anteriores. Ella, de


Padilla y doña Ana de una familia de hidalgos de Bujalance
Castro Toboso

Ríos Don Juan de los Ríos y Ella, hija de un jurado de Córdoba


Guzmán y doña Antonia enriquecido en Indias
de la Madriz

Saavedra Don Manuel de Saavedra Él, caballero de Santiago y teniente de


y Mendoza y doña Andrea Alguacil Mayor por el marqués del
de Ojero Carpio. Ella, hija de un receptor del
Santo Oficio de Córdoba, de familia
de escribanos

Don Antonio de Saavedra Ella, de Écija, de familia ajena a la élite


y Mendoza y de doña
María de Vicuña

Don Nicolás de Saavedra Él, 24 de Córdoba, Su mujer, parienta


y Mendoza y doña Luisa inmediata de don Gonzalo de Saravia,
Jacinta de Saravia y Ojero canónigo de Córdoba, y dueña de un
oficio de corredor de lonja49

Don Alonso Pérez de Él, caballero de Santiago y 24. Ella, de


Saavedra y doña Justa familia hidalga50
de Soto Alférez

49 PP, 181, y A.H.P.Co., Oficio 17, prot. 60, 1735-36, don AntonioJunguito de Guevara, f. 238. Es de
la misma parentela que la antes referida doña Andrea de Ojero, mujer del regidor don Manuel de
Saavedra y Mendoza.
50
Sobre la hidalguía de los Soto Alférez, véase A.M.Co., Pruebas de Nobleza, caja 50, exp. 519.

-194-
ENRIQUE SoruA MESA

LINAJE CONTRAYENTES OBSERVACIONES


Saavedra Don Fernando de Véase el apellido Cárcamo
Saavedra y doña Micaela
de Gedler

Don Felipe de Saavedra Él, caballero de Alcántara, hijo de


y Vargas y doña caballero de Santiago y 24. Ella,
Catalina María Tamariz hidalga de Écijas 1
y Mantilla

Don Fernando de Ella, hidalga52


Saavedra y Angulo, y de
doña Inés Sáez de Concha

Valenzuela Juan Pérez de Valenzuela Él, 24. Ella, quizá conversa, en ascenso por
y doña Francisca de Ávila tener parientes eclesiásticos. Ver Infantas 53

Juan Pérez de Valenzuela Él, 24. Ella, hija de rico mercader


y doña Acacia Pinelo genovés 54

Don Luis Fernández de Él, 24. Ella, familia de oscuros orígenes


Valenzuela Bañuelos y (escribanos, lagareros ... ) en rápido
doña María de Navarrete ascenso. Su hijo don Luis fue caballero
Portocarrero de Santiago
Velasco55 Don Alonso de Velasco Ella, de familia de jurados de origen
y Córdoba y doña Inés portugués, despues 24s
de Carreras
Venegas Pedro Venegas de los Ríos Ella, de Vélez Málaga, de familia
y doña Isabel de Rojas socialmente muy inferior
y Ureña

Don Juan Venegas y doña Su hijo, 24 y caballero de santiago.


Peregrina Talliacarne Ella, hija de un comerciante genovés

51 La dote de ella fue de 44.000 ducados, vinculados previa facultad real, evidencia del abismo que
separaba a ambas familias.
52
A.H.P.Co., Of. 30, prot. 10, Rodrigo de Molina, 1613-1624, s.f. (5-XI-1624).
53
A.C.Co, Expedientes de Limpieza de Sangre, leg. 5.001, exp. del doctor Juan Pérez de Valenzuela,
hijo de este matrimonio.
54
A.C.Co., Expedientes de Limpieza de Sangre, leg. 5.001, expediente de su hijo don Juan Pérez de
Valenzuela para ser maestrescuela de la Catedral (1570).
55
De la fama de haber casado los Velasco con mujeres villanas dan fe los Casos notables de la ciudad
de Córdoba, p. 124.

-195-
ÍNDICE
ÍNDICE

l. INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 11

11. FUENTES....................................................................................................................................................... 17

III. FUENTES IMPRESAS Y BIBLIOGRAFÍA.................................................................... 25

IY. UNA REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA.......................................................................... 51

V. PERFILES DE UNA ÉLITE ........................................................................................................... 73

VI. UN ASCENSO IMPARABLE...................................................................................................... 85


VI.1. La hipergamia consentida......................................................................................... 87
VI.2. Los hombres nuevos....................................................................................................... 101
VI.3. El mayorazgo, palanca de ascenso.................................................................... 114
VI.4. De regidores a señores................................................................................................. 117
VI.5. De señores a títulos......................................................................................................... 119
VI.6. Camino de la Corte........................................................................................................ 121

VII. EL ANSIA DE ETERNIDAD .................................................................................................... 125


VII. l. La ficción de las pruebas.......................................................................................... 127
VII.2. La genealogía...................................................................................................................... 149

VIII. LA INVENCIÓN DEL PASADO FAMILIAR ........................................................ 159

IX. CONCLUSIONES ................................................................................................................................. 167

-199-
ÍNDICE

X. APÉNDICES.................................................................................................................................................. 171
X. l. Apéndice Documental................................................................................................... 173
X.1.1. Cabildo vs. Inquisición..................................................................................... 173
X.1.2. Reglamento del Toque de la Cepa.......................................................... 174
X.1.3. Un caso concreto de la Cepa....................................................................... 175

X.2. Apéndice de Cuadros ..................................................................................................... 177


X.2.1. Hombres nuevos en el regimiento cordobés ................................ 177
X.2.2. Venta de jurisdicciones despobladas..................................................... 180
X.2.3. Venta de villas............................................................................................................ 182
X.2.4. Concesiones de títulos nobiliarios.......................................................... 184
X.2.5. Ejemplos de hipergamia femenina......................................................... 188

-200-

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