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X-A | UNIVERSIDAD JOSÉFAUSTINO SÁNCHEZ CARRIÓN

DERECHO Y
CIENCIAS
SOBRE LOS CONTRATOS
POLÍTICAS EN GENERAL
23 de
SOBRE LOS CONTRATOS EN GENERAL mayo de
2018

UNIVERSIDAD NACIONAL JOSÉ


FAUSTINO SÁNCHEZ CARRIÓN

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

DOCENTE: SILVA CASTRO, ELSA

INTEGRANTES:
DOMINGUEZ MARILUZ, MARISOL
GRADOS ARCE, YURIKO
HUERTAS ORTIZ, DELCY

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SOBRE LOS CONTRATOS EN GENERAL mayo de
2018

DEDICATORIA
ESTE TRABAJO ESTA DEDICADO A
NUESTRAS FAMILIAS QUE
SIEMPRE NOS APOYAN Y NOS
ORIENTAN PARA SEGUIR CON UN
FUTURO PROMETEDOR

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SOBRE LOS CONTRATOS EN GENERAL mayo de
2018

CONTENIDO
SOBRE LOS CONTRATOS EN GENERAL_____________________________- 4 -
EL CONTRATO: DEFINICIÓN DE NUESTRA LEGISLACION________________________- 6 -
PERFECCIONAMIENTO DEL CONTRATO: EL CONSENTIMIENTO_______- 7 -
EL CONSENTIMIENTO: TEORÍAS Y POSTURA DEL CODIGO CIVIL______- 8 -

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SOBRE LOS CONTRATOS EN GENERAL


Sobre los contratos en general, nos corresponde ensayar una definición a
efectos de entender sus características generales.
En el ámbito común o social (excluyendo aún al ámbito jurídico) se puede
afirmar con relevante consistencia que el contrato es un acuerdo, un
convenio, entre dos o más partes interesadas en un determinado bien o
circunstancia que llama su interés para la formación de este. Esta sería una
definición que todas las personas podrían manejar o se amoldaría a lo que
realmente perciben con el término “contrato”. Hasta aquí, básicamente es un
mero acuerdo que resulta de algún interés particular.
Para comenzar a describir temas jurídicos, cabe señalar que la doctrina en
cuanto a la definición de contrato, si bien es constante, no lo ha sido con la
relación del acto jurídico o la del negocio jurídico, para quienes postulan y
defienden cada teoría.
Vemos propicio, determinar en principio, lo concerniente al acto jurídico y al
negocio jurídico, aclarar este panorama resulta muy útil, recordando que
“todo contrato es un acto jurídico, pero no todo acto jurídico es un contrato.”
Desde la perspectiva nacional se define al acto jurídico en el art. 140 del
Código Civil de 1984 como: “la manifestación de la voluntad destinada a
crear, regular, modificar o extinguir relaciones jurídicas”, de hecho la
definición de negocio jurídico no es alejada a esta o cualquier otra de acto
jurídico, pero en un intento de otorgarle efectos prácticos y de mayor
eficacia, los doctrinarios alemanes, nos envuelven en otra figura jurídica muy
aceptada en gran parte de Europa.
Emilio Betti (1959: 42), define al negocio jurídico como:
El acto con el cual el individuo regula por sí los intereses propios en las
relaciones con otros (acto de autonomía privada) y con el que el Derecho
enlaza los efectos más conformes a la función económico-social que
caracteriza su tipo (típica en este sentido).
El destacado jurista español Albaladejo, M. (2002:573), define al negocio
jurídico como:
Es un instrumento facilitado a la autonomía privada para que los sujetos
autorregulen su propio interés y relaciones según su voluntad.

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Es el que hace de lo querido por el sujeto, una reglamentación, convirtiendo


en lex privata el conjunto de cláusulas en que lo querido queda plasmado.
Después de consultar con las definiciones propuestas, podemos ver que
estrictamente la definición de acto jurídico y negocio jurídico como tal,
no presentan características relevantes, o que en todo caso, sean de
peculiar atención. Su diferencia en el campo doctrinario, podría radicar quizá
en que siendo ambas muy similares(o en esencia la misma figura), la teoría
del negocio jurídico concibe al acto jurídico, como la teoría del acto jurídico
concibe al hecho jurídico. Habiendo obtenido una particular noción, cabe
señalar que tanto la teoría del negocio jurídico como la del acto jurídico,
cumplen sus respectivos roles en los sistemas normativos que las han
adoptado, a una u otra; y resulta importante este punto, porque no se podría
concebir de igual forma al contrato como tal.
Tenemos entendido que nuestra legislación adoptó el Código Civil
Napoleónico (francés), y con este se introdujo también, el acto jurídico como
tal. Respecto al contrato, definitivamente es un acto jurídico, con dos
diferencias o en todo caso, particularidades muy resaltadas:
a) la bilateralidad o plurilateralidad ;
b) el carácter patrimonial. Resultante de este se generara una relación
jurídica contractual, que vinculará a las partes de manera obligatoria, a
cumplir con lo determinado en el contrato.
Para Messineo,F. ( 1948: 78), el contrato es simplemente: “ un pacto, es
decir, un acuerdo de voluntades, capaz- cualquiera que sea su
contenido- de dar vida a una obligación( solus consensus obligat).” El
autor Ferri,L ( 2004:63), prefiere ir definiéndolo por el conjunto de sus
requisitos:
También para el contrato el Código Civil, después de haber establecido que
aquel incide en relaciones de naturaleza patrimonial (artículo 1321); que
tiene fuerza de ley entre las partes (artículo 1372); que es fuente de la
obligación (artículo 1173); afirma que el objeto de ser lícito y posible
(artículos 1346 y 1418, segundo párrafo); en otras palabras, impone un límite
negativo, al excluir un objeto ilícito o imposible.

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Con la conjunción de estos elementos podríamos definir al contrato como el


acuerdo y principal fuente creadora de relaciones obligacionales
(contractuales), de naturaleza bilateral y de carácter patrimonial, donde
concurra como elemento esencial, el consentimiento (como expresión de la
autonomía privada), para su realización.
Con la definición planteada, no queremos dejar descartada, la idea correcta
y muy frecuente, de que el contrato es sin duda alguna, un acto jurídico,
entendido como tal, en nuestra legislación peruana, a pesar de que, para su
estructuración se acepte y se propongan tanto la teoría del acto jurídico
como la teoría del contrato. Lo cual conlleva a simplemente observar el Libro
II y el Libro VII de nuestro Código Civil.

EL CONTRATO: DEFINICIÓN DE NUESTRA LEGISLACION


Según el artículo 1351° del Código Civil “El contrato es el acuerdo de dos o
más partes para crear, regular, modificar o extinguir una relación jurídica
patrimonial”. Esta definición es considerada como una de las más completas,
pues a diferencia de la que se tenía en el Derecho romano, hoy en día y, por
su puesto en concordancia con la legislación italiana, se establece que
mediante un contrato es posible incluso extinguir obligaciones.
No obstante, desde la puesta en vigencia del actual Código se suscitaron
varias posiciones para criticar la definición dada en el dispositivo antes
mencionado, sobre todo desde un punto de vista sistemático pues se afirma
que este texto es repetitivo en gran parte de lo preceptuado en el artículo
140º que define el acto jurídico (negocio jurídico); llegándose posteriormente
a la conclusión de que entre los conceptos teóricos establecidos en el
artículo 140º y 1351º del Código Civil, existe una relación de género a
especie; esto es que todo contrato para ser tal, necesariamente tiene que
cumplir con ser un negocio jurídico, ya que éste último es la manifestación
de voluntad para crear, regular, modificar o extinguir relaciones jurídicas y, el
contrato es lo mismo, sólo que necesariamente deberán confluir dos o más
manifestaciones de voluntad y, además la relación jurídica a crear, regular,
modificar o extinguir debe tener una naturaleza patrimonial.

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Ahora bien, cabe hacer tres anotaciones en lo que respecta al análisis del
artículo 1351º:

1) Se parte de la premisa de que todo contrato supone indefectiblemente el


acuerdo de los interesados (técnicamente de las partes). Ello se debe a que
uno de los caracteres esenciales de las legislaciones contemporáneas está
constituido por el principio “solus consensos obligat”, que es el resultado de
una evolución jurídica que termino por imponerse en el siglo pasado. En ese
sentido debemos afirmar que el contrato se funda en la voluntad de la partes
y es la expresión de la libertad de las mismas; es decir, que las esferas
jurídicas de las partes están afectadas sólo si, y en el modo en el cual, las
mismas partes desean que sean afectadas; significa que las partes son
libres de decidir cuando, y en qué modo, sus esferas jurídicas serán
afectadas por el contrato; lo cual implica evocar el principio de libertad
(autonomía) contractual.

2) Hace mención expresa al objeto de dicho acuerdo: “una relación jurídico-


patrimonial”.

3) Atiende al modo cómo opera el acuerdo respecto a su objeto, que no es


descriptivo o valorativo, sino más bien finalista o, dicho de otro modo,
voluntarista. Lo indica la proposición “para”. Las partes no llegan al acuerdo
sobre un juicio (de hecho o de valor), sino con una finalidad, que es incidir
sobre una relación jurídica patrimonial; ellas concordemente quieren
constituirla, regularla, modificarla o extinguirla.

PERFECCIONAMIENTO DEL CONTRATO: EL


CONSENTIMIENTO
Según el artículo 1352º del Código Civil:
“Los contratos se perfeccionan por el consentimiento de las partes,
excepto aquellos que además, deben observar la forma señalada
por la Ley bajo sanción de nulidad”.
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El consentimiento, proviene del latín “sentiré cum”, que significa sentir juntos;
es un elemento esencial para la existencia del contrato y constituye el
acuerdo de voluntades que crea, modifica, regula o extingue de una relación
obligacional.
Consecuentemente cabe hacer la precisión que “el contrato como negocio
bilateral, no es la yuxtaposición de dos negocios unilaterales, sino la
resultante negocial unitaria de manifestaciones provenientes de dos o más
partes”. En efecto, el consentimiento es el resultado de la integración
armoniosa y conjunta de las declaraciones de voluntad de las partes. En
este orden, se puede concluir que se trata de “la coincidencia de dos
declaraciones de voluntad que procediendo de sujetos diversos concurren a
un fin común y se unen. Dirigidas a una nueva y única voluntad que es la
llamada voluntad contractual y que es el resultado, no la suma, de las
voluntades individuales, y que constituye una entidad nueva y capaz de
producir por sí el efecto jurídico querido y sustraída a las posibles veleidades
de una sola de las partes, de lo cual deriva la irrevocabilidad del contrato”.
Por otro lado, algo que ha generado cierto debate es la redacción de la
última parte de este dispositivo (artículo 1352°), ya que de su lectura
aparentemente existen dos formas de perfeccionar el contrato que serían: 1)
por el consentimiento de las partes y; 2) aquellos que se perfeccionan por
el consentimiento más la observancia de la forma prescrita por ley bajo
sanción de nulidad, empero afirmamos contundentemente que ello no es
así, ya que en el Perú, los contratos se perfeccionan con el consentimiento,
esto es –repetimos- cuando se produce la fusión y unificación de
las declaraciones de oferta y aceptación en una sola y nueva
declaración que se conoce como la común intención de las partes.

EL CONSENTIMIENTO: TEORÍAS Y POSTURA DEL


CODIGO CIVIL
El momento en el que se produce el consentimiento ha sido por mucho
tiempo uno de los aspectos más controvertidos del Derecho Civil. A
continuación, se describen las cuatro tesis principales:

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A.- TESIS DE LA EXTERIORIZACIÓN O TAMBIÉN DENOMINADA DE LA


DECLARACIÓN.- Para esta postura el acuerdo contractual se produce en el
momento de la exteriorización de la voluntad del aceptante, pues ya existe,
por parte de quien acepta, una voluntad concorde con la emitida por el
oferente. Así, se sostiene que el hecho de que la aceptación llegue a
conocimiento del oferente es una postura errada, pues por la
exteriorización de la aceptación se revela una voluntad conforme y
suficiente para la formación del acuerdo.
Sin embargo dentro de los principales inconvenientes prácticos de esta
postura se encuentra el hecho de que escoger como momento formativo la
exteriorización de la voluntad del aceptante es entregar a su albedrío la
puesta en marcha del proceso comunicativo, pues aún no se ha desprendido
de su declaración. Y ante ello, surgen algunas interrogantes, por ejemplo:
¿podrá afirmarse que ya existe declaración?,
¿cómo saber si se trata de una voluntad definitiva?; y a esto se suma la
dificultad probatoria de una simple manifestación de voluntad no remitida a
su destinatario.
B.- TESIS DE LA EXPEDICIÓN O EL ENVIO.-esta postura surge como una
variante de la tesis anterior, y es mas sensible a las exigencias que la
practica trae consigo. También en el plano conceptual puede decirse que
supera a la anterior, debido a que solo existe decisión con el envió.
En ese momento agota el aceptante toda la actividad que es dable
exigirle para que la declaración llegue a destino.

No es, pues, descabellado pensar en el envío como momento de eficacia,


porque ya no hay espacio aquí para los inconvenientes anejos a la
anterior postura.
Sin embargo, con la elección de la expedición como momento formativo, la
pérdida de la aceptación o el retraso que pueda sufrir afectarían al
destinatario, por cuanto la declaración ya tuvo efecto. Pero hay que
reconocer que este obstáculo podría superarse a través del resarcimiento en
caso de producirse daños al oferente.

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C.- TESIS DEL CONOCIMIENTO.- Esta postura señala que para la


formación del contrato es preciso el concurso consciente de voluntades. Si
la aceptación ha sido manifestada o enviada solo habrá, mientras no se
produzca el conocimiento por parte del oferente, dos voluntades que se
ignoran. Y eso no basta; por lo qué, según esta tesis hace falta el
conocimiento de la aceptación.
En nuestro ámbito, un sector de la doctrina enseñaba que mientras solo
exista una oferta y una aceptación no habrá contrato porque serán dos
manifestaciones de voluntad que aún no se han encontrado. En la medida
en que uno de los contratantes no sepa que la voluntad del otro es
conforme con la suya, no podrá conocer que hay conformidad de voluntades.
Ahora bien, esta postura suele ser atacada por su propia concepción, con el
famoso "argumento del círculo: Según el cual la tesis del concurso
consciente requiere que en un mismo momento ambas partes sepan que el
acuerdo se ha producido, que sus voluntades conformes se han encontrado.
Cuando el oferente toma conocimiento de la aceptación, dicho concurso
falta, pues en ese momento el aceptante ignora el conocimiento de su
contraparte.
El oferente tendría que informarle de este conocimiento; pero así lo único
que se conseguiría sería un cambio en la situación, no una solución, porque
el ignorante esta vez sería él y no el aceptante, quien, a su vez, tendría que
informar al oferente, para luego recibir un informe de este y responder
inútilmente, sin dar nunca con el fin.
Esta postura tuvo una enorme fuerza persuasiva; sin embargo tuvo replicas
por parte de la doctrina, que consideraba correcto el concurso consciente.
Así se señaló que no es cierto que haya necesidad de un conocimiento por
parte del aceptante de la toma de conocimiento del oferente, ni que sea
necesario el posterior conocimiento por parte del oferente, ni los sucesivos
conocimientos de uno y otro. El concurso consciente se produce por la toma
de conocimiento de la aceptación por el oferente, pues el aceptante, desde
que emitió su aceptación, sabe a que atenerse, sabe lo que aceptó, sabe
cuál es el contenido del contrato y en qué momento se perfeccionará; al
contrario de lo que ocurre con el oferente que ignora todo esto mientras la

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aceptación no le alcance. El único conocimiento necesario es el


conocimiento de la aceptación.
Por otro lado, sea cual fuere el valor que se le dé a las objeciones
planteadas anteriormente, lo cierto es que la tesis del conocimiento no
responde a cabalidad a las exigencias que impone la práctica, pues si bien
es cierto la declaración es un acto comunicativo entre personas y que tiene
como fin dar a conocer su contenido, el hecho de exigir a rajatabla, el
conocimiento de la aceptación para entender que se ha formado el contrato,
lleva consigo dificultades prácticas insuperables, por ejemplo: la negativa a
conocer una aceptación cuando el oferente ya no quiera el contrato y la
complicada prueba de un estado subjetivo como lo es el conocimiento: aun
conociendo, el oferente puede alegar ignorancia.

D.- TESIS DE LA LLEGADA.- Llegada significa ingreso en la esfera de


conocibilidad del destinatario. Este término es mejor si se le compara con
recepción, pues el recibir implica la idea de voluntariedad por parte del
destinatario de la declaración. Por eso se prefiere emplear llegada, que se
refiere al hecho del arribo sin alusión a un estado subjetivo del receptor. En
ese momento la aceptación se encuentra a disposición del oferente,
correspondiéndole tomar las providencias conducentes a procurarse el
conocimiento de la misma.

Cabe señalar que la tesis de la llegada surgió a consecuencia de los


defectos de la tesis del conocimiento; y tuvo como finalidad evitar, tanto la
conducta obstruccionista del destinatario como los inconvenientes de orden
probatorio.
Tiempo después, a las evidentes virtudes de la tesis de la llegada se
inserto una variante de la tesis del conocimiento. Así, se pensó en
instaurar una presunción de conocimiento una vez que la aceptación llegara
a la dirección del oferente.
De esta manera, se facilita la prueba y se evita la conducta obstruccionista
del destinatario, quien no podría alegar falta de conocimiento si le llegó la
aceptación, a menos que lograra probar que no pudo tomar conocimiento de
ella por hechos que no le son imputables.
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E.- POSTURA DEL CÓDIGO CIVIL VIGENTE.- Para el Código civil


vigente, en el caso de los contratos entre personas que se encuentran
presentes físicamente en el mismo lugar (o con comunicación inmediata)
se aplica la teoría del conocimiento. Así, lo establece el artículo 1373º: “El
contrato queda perfeccionado en el momento y lugar en que la
aceptación es conocida por el oferente”.
La razón se encuentra en el hecho de que no existe mayor
inconveniente debido a que la oferta y la aceptación son coetáneas y no
media un intervalo de tiempo considerable entre las manifestaciones de
voluntad de las partes. Mientras que en el caso de personas ausentes
físicamente (o con falta de comunicación inmediata) se aplica la teoría
de la llegada, conforme a lo establecido en el artículo 1374º: “La
oferta, su revocación, la aceptación y cualquier otra declaración
contractual dirigida a determinada persona se consideran conocidas en
el momento en que llegan a la dirección del destinatario, a no ser que
éste pruebe haberse encontrado, sin su culpa, en la imposibilidad de
conocerla”.
La solución parece justa, a pesar de que la doctrina no se haya puesto de
acuerdo sobre si se instauró una presunción de conocimiento, o si se
trata de algo distinto a ello. Sin embargo, esto no es óbice para la
aplicación de esta regla, por cuanto queda claro lo que el oferente tiene
que probar, en caso de no querer el contrato, haberse encontrado en la
imposibilidad de conocer la aceptación, y que esta imposibilidad no le era
imputable. No basta pues con que alegue mera ignorancia, sino que debe
demostrarlo.
Imposibilidad no culpable es cualquier factor que impida al oferente conocer
la aceptación que ha llegado a su dirección y no pueda serle reprochado
según razonabilidad y buena fe, teniendo en cuenta su organización y toda
otra circunstancia relevante. En efecto, sería reductivo pretender que se
identifique exclusivamente con un factor ajeno a su esfera de
organización o a su hecho voluntario. Si la aceptación llega por correo
certificado y el oferente rechaza el sobre, la imposibilidad de conocerla es
ciertamente culpable. Pero si llega mientras el oferente está ausente porque
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está de viaje o en una estancia en el extranjero, o internado en el hospital


para una operación desde hace tiempo programada, la imposibilidad de
tener noticias sin duda depende de un hecho voluntario y/o de su esfera de
organización, pero no parece imputable a su culpa (siempre que su ausencia
no sea irrazonablemente larga, o incluso caprichosa).
Por estas razones se sostiene que “la posibilidad de conocimiento sea
entendida tanto en sentido subjetivo (referida al destinatario) como en
sentido objetivo (apreciable por cualquiera). Este planteamiento permitiría
que la posibilidad de conocimiento sea invocada por quien, con legítimo
interés, tuviera conocimiento de ella, no quedando reservada la invocación
a la voluntad exclusiva del destinatario”.
Concordamos, con esta postura y en nuestro caso sostenemos que aunque
el artículo 1374º no lo permite, al indicar que la prueba corresponde al
destinatario, tal recurso no debería ser exclusivo de éste.
En lo que hoy se puede llamar contratación tradicional (paritario), para que
se produzca el consentimiento, es necesario que el oferente haya lanzado
la oferta al destinatario o recipiendario y, éste inmediatamente acepte la
misma, por lo que se conviene en considerar que se ha producido el
consentimiento en el momento en que el recipiendario manifiesta la palabra
“acepto” (o cuando manifiesta su voluntad haciendo uso de cualquiera de las
modalidades por las que se puede exteriorizar la voluntad ya sea de manera
expresa o tácita, incluyendo las manifestaciones de voluntad exteriorizadas
mediante mecanismos electrónicos, digitales u otros análogos) y esta es
conocida por el oferente.
En lo concerniente a la contratación entre personas no presentes
físicamente (o quiérase: sin comunicación inmediata), el acto relevante
fácticamente es el hecho de la llegada de la declaración de aceptación al
domicilio del oferente, ello no implica que hayamos asumido la teoría de la
recepción o llegada, sino que al constituir el conocimiento un aspecto
subjetivo y muy difícil de probar en esta forma de contratación, el legislador
peruano ha optado por la posición de incluir a este supuesto una presunción
iuris tantum, consistente en la llegada de la declaración, o sea que
debemos presumir que el oferente, que es el destinatario de la declaración
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de aceptación, ha tomado conocimiento de la misma en el momento y


lugar en que dicha declaración llega a su domicilio, lo que nos lleva a
concluir que “para toda forma de contratación en nuestro sistema”, será el
conocimiento de la aceptación por parte del oferente, el hecho que
determina la configuración del consentimiento, que a su vez implica la
formación o existencia fáctica de la relación jurídica contractual.

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