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UNA CONVERSACIÓN RITUAL

III Ciclo

Hace un tiempo en la comunidad de Huayrapata, allí donde estaba ubicada la


escuela de Collorani, vivía una persona en el sector de Chilliwakuyo que le gustaba
apropiarse de los bienes ajenos.

Un día en su afán de cometer actos ilícitos, se había robado unas vacas de uno de
los comuneros de la zona; este rápidamente dio aviso a las autoridades de la
comunidad, por lo que preocupados todos por la desaparición de los animales, la
comunidad en general dirigidos por su marani y t’alla (Teniente gobernador y su
esposa) decidieron reunirse en el Apu Qunu Pallita e hicieron un ritual para que las
divinidades pudieran ayudar a encontrar a los animales perdidos.

Luego de la conversación ritual, comenzaron con la búsqueda llegando hasta el


Kuntur Ikiña donde ya encontraron las primeras huellas de caminantes
acompañados de animales; ya sentían que estaban por el camino correcto y que las
señales que les había dado el Apu era correcto. A pesar de que en la comunidad
criaban perros que ayudaban en el cuidado de los animales, ésta persona tenía la
habilidad de hacerse inclusive amigo de los perros a quienes disimuladamente
llevaba comida, por lo que uno de los canes se fue junto a él, quizá cuidando el
rebaño robado.

Mientras tanto la comunidad desesperada seguían los rastros, llegaron hasta las
riberas del río Aqu Jawira; queriendo cruzar el río se vino la noche y todos llamando
al perro desaparecido, porque habían encontrado las huellas por el camino dejadas
por el ladrón, las vacas y el perro.

A la luz de la luna lograron cruzar el río, llegaron hasta los límites de Bolivia,
pasando por la comunidad campesina de Huaranca, donde nuevamente realizaron el
ritual de búsqueda con la participación de las autoridades del país vecino; así entre
todos continuaron con la búsqueda inclusive poniendo más rigor; por lo que
empezaron a hacer hablar a las personas que vivían en los linderos de la carretera
con castigos incluidos; sin embargo no se logró conseguir información suficiente que
conduciría a lo robado. En sus respuestas todos negaban haber visto algo a pesar
de las huellas que se venían siguiendo.

Al llegar a la cima de uno de los cerros, escondido en una cabaña, encontraron al


ladrón con todo el rebaño, los había cubierto con mantas y frazadas a todas las
vacas para que no sean reconocidas, por lo que las autoridades de ambos países
castigaron severamente quien juró regenerarse y portarse bien; el castigo que se
impuso fue que tenía que cuidar a los animales de la comunidad por mucho tiempo
bajo la supervisión de las autoridades tradicionales y las divinidades.

Al final, las autoridades de la zona reunidos en la zona en el Apu Janq’u Pukara y el


Karka Q’ullo, realizaron el pago ritual para que haya bienestar y buen vivir en la
comunidad.

Jisk’a Panqara
Segundo grado.
Autora : Maritza QUEA VILLASANTE’

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