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"Levántate y resplandece, que ya se alza tu luz". "Escucha los preceptos de la vida y presta
oído a fin de conocer la prudencia. Te he levantado para mostrar en ti mi poder y para dar a
conocer mi nombre en toda la tierra".
"¿Por tu cuenta dices eso o te lo han dicho otros de mí? Mi reino no es de este mundo. Si de
este mundo fuera mi reino, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado a los
judíos. Pero mi reino no es de aquí".
Ahora bien; esto en el caso, es. Pero precisamente, cuando se de Dios cuenta de la injusticia
que ha sabido cometer la Humanidad, siempre es cuando en realidad podrá tener cartas en el
asunto. Entonces, en realidad, se buscarán esos ministros para que puedan, en concreto,
salvar el mundo de Dios. Esto es muy importante.
Porque lo que considera siempre la Humanidad, es lo siguiente: que puede avanzar mucho en
la ciencia y que puede avanzar mucho en sus creatividades y que, en concreto, no necesita a
Dios; que puede prescindir de Dios. Pero lo que no sabe la Humanidad, en concreto, es eso:
que Dios existe para sí. Y Dios existe para que ella se de cuenta de que su poder está por
encima de la propia Humanidad. Así que, la Humanidad, por más que llegue a abarcar al
Universo entero -el Universo entero, la Casa de Dios-, no es precisamente los bienes
materiales que en ese Universo entero se den, sino que lo importante de esa Casa es que son
bienes espirituales los que allí se cosechan; son bienes espirituales los que allí florecen.
Así que, no es importante dar nuestra vida a los cerdos porque, en ese caso, nos daríamos
cuenta que los cerdos rechazarían la carne, por la sencilla razón que no es una carne que,
más que todo, a ellos les parece que no tiene el barro suficiente para poderlos saborear con
buena firmeza. Y es que, en concreto, las bases de las civilizaciones siempre se rompen. Por
la sencilla razón, que la Humanidad no sabe edificar sobre Roca, sino que edifica sobre arena.
Siempre edifica en cosas vanas y superfluas de su existencia. Siempre edifica en esos afanes
diarios, en esos afanes terrenales de ver que al final me alcance para la letra del piso. Y esas
son las cosas que preocupan a la Humanidad. Pero, sin embargo, no preocupa que al final yo
tenga suficiente cosecha en mi granero como para poder rendir cuentas a Dios. En realidad, la
Humanidad en sí, no sabe administrarse a sí misma. Las cosas que ahora se dan a la
Humanidad, esas son las cosas que debe saber rechazar. Pero la Humanidad no quiere aceptar
ese reto, por la sencilla razón que se da cuenta que el agua es gratis. Pero el Sol no va a
existir para siempre.
Por otra parte, el agua que en realidad se vive, es el agua eterna. El agua que en realidad se
vive, es el agua que brota de Dios. Y la única agua que ha brotado de Dios es el agua de
Cristo. Y no solamente agua, sino aspersión de la sangre que habla mejor que la de Abel.
Porque no solamente es considerado el Cáliz en sí, sino que el Cáliz en sí también tiene
sangre.
Cuando en realidad la Humanidad se de cuenta que estos son los propósitos que ella no tiene
suficientemente claros, se frustra en sí misma. Y tiende a abofetear. Pero, en concreto, ¿por
qué razón abofetear? Porque ha hecho bien. Entonces, si ha hecho bien, en ese caso, ¿por qué
le abofetea? Si supo desprenderse de su propia existencia, si supo vivir según las cosas de
Dios, ¿por qué razón la Humanidad ahora se da cuenta que aunque tenga tantos lujos en sí,
aun cuando sea esa gran Babilonia, en ningún momento se podrá dar cuenta que puede
sobrevivir a una tormenta?
Pero no penséis que se trata de una tormenta en los mares, como se puede dar; sino que la
tormenta a la que me refiero, ya sabéis, la cabra que es: esa tormenta interior en nuestras
vidas que no nos deja ser felices. Porque si supierais ser prudentes, pararos a pensar y
reflexionar que todas esas cosas son muy preciosas, pero que son, simple y llanamente, cosas.
Y lo importante es encontrar una sola de ellas; no es importante buscar muchos caminos, sino
solamente seguimos un solo Camino. Es más claro aún: lo importante no es mirar hacia el
exterior, sino saber mirar dentro de nosotros mismos. Y saber encontrar en nosotros la fuente
de agua viva. Es más, me atrevería a profundizar en el aspecto que todas las cosas no se
pueden decir. Porque si se dijeran todas las cosas, en realidad y en principio, vosotros las
rechazaríais. En principio, vosotros no las aceptaríais, por la sencilla razón que son cosas que
os duelen.
Así que, en concreto, lo importante es eso: que sepáis aprovechar el momento que os brinda
la vida de permanecer aquí.
Pero por más reinos que puedan llegar a ocupar la faz de la Tierra, lo importante es: si
sabemos aceptar que esos reinos provienen de Dios. Pero, precisamente, no es el reino mismo
que nosotros vemos el que viene de Dios. No, son todas las cosas materiales que podemos
llegar a abarcar en un momento dado, sino que es, precisamente, nuestra propia evolución
espiritual. Es ese limpiar primero por dentro.
Por la sencilla razón que la puerta grande es de la gran Babilonia, la puerta grande es la que
siempre nos ofrece los ojos externos.
Pero la puerta estrecha de nuestro interior, por esa, es muy difícil pasar. Es tan difícil pasar
que, precisamente, es lo difícil lo que llega a forjar. Lo que nos llega a forjar. Porque las
cosas, así dichas, no se comprenden.
La solución se halla en practicar esos principios básicos. Pero la Humanidad no quiere eso, por
la sencilla razón que no le conviene, por la sencilla razón que no sabe ser prudente.
En concreto, ella sabe que a través de la prudencia adquiere sabiduría. Pero es que no quiere
ese tipo de sabiduría.
Ella quiere, solamente, una sabiduría vana y superflua. En nacer y morir de esa Humanidad.
Como bien veíamos, anteriormente, esa Humanidad, al correr de los tiempos, por más que
llegase a expandirse, llega a morir. Pero en realidad la verdad es eterna. Y esa no muere
nunca. Esa vive para siempre, por la eternidad. Y lo importante de esa verdad es que vive
para Dios. Y lo importante de esta realidad es que se manifiesta a través de Dios. Y esas cosas
menos se comprenden. Porque la Humanidad no ha sabido ahondar en sí misma. La
Humanidad, aunque quiera empezar a echar raíces, aunque quiera llegar a crecer, se dará
cuenta que habrá un pie muy grande que la aplasta. Y ya no habrá forma que pueda surgir.
Y es una lástima. Porque esa Humanidad podía llegar a haber alcanzado las cotas máximas de
su espiritualidad.
Pero, precisamente, porque no se fijó en las cotas máximas de su espiritualidad, sino que se
fijó en las cotas máximas de su materialismo, es que esa Humanidad se perdió en esos
sortilegios, es que esa Humanidad se perdió en esos laberintos.
Que puedes estar allí, dando vueltas y vueltas, que nunca encontrarás la salida.
No es un laberinto que te lleve directamente hacia donde tienes que ir. Y que tú sepas y
conozcas bien el camino. Sino que es un laberinto con todas las salidas cerradas.
Y cuando la Humanidad se mete allí, en ese callejón sin salida, es cuando halla su propio
perjuicio.
Y es una lástima. Porque la misma Humanidad ha creado, para sí, muchos dioses. Y, sin
embargo, no ha reconocido al Único y al Verdadero.
"Yo para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la
verdad oye mi voz".
Precisamente eso es lo importante. El que, ante tantas tinieblas, que nos ofrece el mundo
exterior nosotros podamos escuchar la voz interior de la Verdad. ¡Cuidado! No de nuestra
verdad. Es de la Verdad.
Porque todo el que es de la Verdad, oye. Porque todo el que es de la Verdad, llegan a
nuestros oídos al ser abiertos y al escuchar la voz de Dios en su interior.
O no lo quiere comprender.
Y ella quiere salvarse mediante otros principios. Ella quiere salvarse mediante otros lujos,
otros artificios y otros engaños. Ella cree -la Humanidad en sí- que es mediante sus riquezas
que puede llegar a condenar o a salvar.
Pero esto la Humanidad no lo quiere comprender. Porque no le conviene. Porque, por otra
parte, se da cuenta que ese Camino, para ella, resulta muy difícil. Y que ese Camino, para
ella, como tiene tantos lujos a su alrededor, resulta muy penoso. Por la sencilla razón, que no
supo aprovechar a tiempo las cosas buenas que se le dieron. Entonces perdió todo cuanto
tenía en sí. Por la sencilla razón, que metió demasiadas cosas en su saco para llevárselo al
Paraíso, cuando se dio cuenta que en el Paraíso no la aceptaban. Y en este caso, la
Humanidad tiene las de perder. Porque mucho reírse, pero en realidad las cosas aquí son muy
serias. Las cosas aquí son tan serias que, hoy por hoy, no existe hermandad. Por la sencilla
razón, que se permite tener el yugo sobre el oprimido. Por la sencilla razón, que se insulta al
huérfano y a la viuda. Por la sencilla razón, que se persiguen a los propios hermanos. Por la
sencilla razón, que se matan entre ellos mismos.
Y si es una Humanidad así..., que aparte de tener muchos dioses, que aparte de ser la gran
Babilonia, se da cuenta que, en concreto, ha de venirse a tierra y ha de venirse a pique con
todo lo que construyó.
Es ese azufre del sarmiento del que hablábamos que, en concreto, esto ha de ser peor que
Sodoma y Gomorra. Porque son muchas las cosas malas que se han ido acumulando en esa
Humanidad y que la Humanidad, en sí, no ha sabido desprenderse, no ha sabido limar esas
asperezas para poder fundirse en sí misma.
Sino que pensó que adornándose se haría muy grande, cuando en realidad debía de haber
empezado por limpiarse por dentro. Y esto nunca lo comprendió.
El llamado el "Cristo". Todos, en concreto, lo que esperaban era un gran rey que supiera
vestirse en gran magnificencia. Esperaban un emperador del universo. Un emperador
universal que sacara de la opresión de los romanos y librase al pueblo de ese castigo que ellos
mismos se habían buscado.
Pero lo curioso es que no supieron reconocer, en aquel individuo que entraba en un asno, al
verdadero Hijo de Dios.
Actualmente, se viven casos en que los príncipes saben vivir en humildad. Actualmente se
viven casos, que los príncipes saben reconocer en un mendigo, a un Rey.
Pero es que, precisamente, lo que no venía Jesús era a pedir; sino a dar.
Y ningún árbol malo puede dar buenos frutos. Sino que, precisamente, ha de ser arrancado y
echado a la gehenna, al fuego eterno.
Y son malas las obras de la Humanidad, por la sencilla razón que el hermano se sigue
muriendo de hambre. Precisamente en el mismo mundo y en las mismas circunstancias en que
viven todos los poderosos y todos los que, con su poder, pueden repartir el pan no lo hacen.
Pero entonces, la Humanidad lo que hace es echarle la culpa a unos cuantos y, con eso, se
cree que ya lo tiene todo solucionado.
Pero el error lo tiene la propia Humanidad, que no ha sabido, realmente, desprenderse de sus
propias cosas terrenales para poder aceptar la voluntad de Dios.
Por otra parte, también, la Humanidad se piensa que es mañana cuando va a hacer eso;
cuando, precisamente, es el hoy lo que cuenta.
Se dice: Muy bien, como tarda mucho en venir el amo, entonces yo me voy a dar a los grandes
placeres y a los grandes lujos; ya mañana me ocuparé yo de que mi hermano no se muera de
hambre.
Pero es precisamente el hoy lo que cuenta. Porque es precisamente hoy cuando habrá de
llegar. Pero, en concreto, no se sabe en qué momento habrá de ser; lo importante es
mantenerse alerta. El que la propia Humanidad se mantenga alerta continuamente, haciendo
bien por el que nada tiene.
Por otra parte, ya matan; ya no con la bomba atómica -porque al fin y al cabo son juguetes
en manos de niños traviesos con inquietudes traviesas-, sino más que todo (¡Oh!) que el
principal motivo de la muerte de todo ser humano pues puede ser el cónyuge, una disculpa,
cualquier cosa; pero matar.
O si no, simplemente, pues las guerras. Si alguien ve que en su país no le gusta que haya
mucha gente, simplemente les dice: "¿Por qué no se matan?" Y así van a la guerra, matando al
propio hermano.
En vez de, prácticamente, coger para los fuelles y decirle: "Bueno, ¿Ustedes realmente
quieren ir a la guerra?, pues vayan Ustedes dos y se baten allí; y el que gane de los dos, ya se
firmará lo que se tenga que firmar".
Pero no creo, tampoco, que ese sea el medio. Yo creo que la única forma es el diálogo. Y la
única forma es el entendimiento.
O no las quiere comprender. Porque no le conviene, porque el día que la Humanidad para a
reflexionar y termine de ir en esa loca carrera como va, de pensar que las cosas buenas son
las materiales, entonces quizá ese día empiece a reflexionar y comience a darse cuenta de lo
hermoso que es vivir.
Porque, en concreto, las distancias que así nos absorben nos dan cuenta que no pueden, en
ningún momento, llegar a concretar un asunto; por la sencilla razón, que la Humanidad no
sabe reconocerse a sí misma. Y esto es triste.
Por la sencilla razón, que la misma Humanidad, así andando, sabiendo que lo tiene todo, no
llega a tener absolutamente nada.
Porque, en realidad, entre los mismos humanos hay una especie de contaminación que parece
atraer -de alguna manera u otra- el hecho de decirle que puede realizarse en esas
circunstancias, pero en realidad son las circunstancias que se tienen que saber rechazar.
Por la sencilla razón, que aquí lo único que se ha de hacer es la voluntad de Dios. Realmente,
es indispensable esperar del Eterno la redención.
Es indispensable esperar del santo la alegría. Precisamente, porque la única alegría que se
puede tener es esa alegría interna. Yo no puedo, realmente, sonreír en un mundo injusto y
cruel.
Yo no puedo sonreír en un mundo donde, realmente, la gente se come los propios huesos de
sus propios semejantes.
Esos huesos han de ser resucitados algún día. Y esas cenizas habrán de ser levantadas alguna
vez. Pero el género humano no se da cuenta que trae consigo muchas iniquidades y que debe
ir -y empezar desde ahora- limpiando sus asperezas, ir limando todo cuanto tiene dentro de sí
para irse perfeccionando en sí misma. Es más; por otra parte está el hecho que si en conjunto
la misma Humanidad no puede realizarse plenamente en este objetivo -porque en conjunto la
Humanidad no puede abrigar tal esperanza-, debe hacerlo, pues, cada uno de ese conjunto.
Pero lo importante es, que ese cada uno es el mismo reflejo de la misma Humanidad y
viceversa. Así que, la Humanidad en sí, debe saber reconocer su bajeza. Porque es muy bajo y
es muy cruel el que, teniendo al propio hermano allí, no pueda ver que se sigan divirtiendo en
grandes banquetes y se sigan divirtiendo en grandes galas, sigan sonriendo con sonrisas muy
amplias mientras aquel se muere, prácticamente, allí, de hambre, delante de ellos. Mientras
están ellos discutiendo cuánto invierten esta vez.
Porque en realidad, si supiera la Humanidad, en concreto, que solamente existe un solo Dios;
si supiera la Humanidad, en concreto, que todos los caminos de la sabiduría los conoce Dios;
que los astros brillan porque así lo quiere Dios; que el mar no se enfurece si no lo quiere Dios;
si supiera la Humanidad tantas cosas... Pero no, esas cosas como son dadas gratis, pues la
Humanidad cree que tiene directo acceso a ello.
Pero el día en que se le pudran todos los pulmones de tanto smog, el día que se pudran los
pulmones al no poder respirar porque en la atmósfera no hay aire... entonces ya diréis si vais
a esperar a envejecer para empezar a hacer realidad lo que ha de ser realidad.
Pero precisamente la Humanidad esto no lo comprende, por la sencilla razón, que cree que
una eternidad solamente es un lapso de vida.
Porque lo importante es que esa Humanidad, ya anciana, ya lo que sea, sepa reconocer que
es Dios el que lo ha hecho todo. Pero no solamente en la ancianidad de sus tiempos sino que,
desde su propia juventud sepa establecer los principios básicos y mantenerse en esos
principios. Que, precisamente, es lo más difícil. Porque no solamente es creer los principios y
pensar en libertad, pensar en paz y en todo lo mejor, y luego hacer todo lo contrario. Porque
son hermosas las cosas que existen ahora, pero ¿de qué valen si no se practican?
"Cuando me acerco a las tinieblas, mi luz rompe las tinieblas por doquier".