Casos de continuidad y ruptura: Nueva España y la capitanía general de Guatemala.
Timothy E. Anna. Problema acerca de si existe en 1821 algo que pudiera denominarse México. El virrey de Nueva España controlaba únicamente la zona central del México moderno, las zonas periféricas eran gobernadas en teoría desde España, a partir de la instauración del sistema de intendentes en 1786. 1. Identidad y diversidad Congregación distendida de provincias e intendencias, integrada por muchos idiomas e identidades étnicas y locales. En 1810 podía haber una identidad y una cultura mexicana, pero no un país llamado México. Además de la complejidad de las jurisdicciones políticas y las regiones coloniales, había otros muchos elementos divisorios: las clases, el color de la piel, los idiomas y la identidad étnica. Lo que unía a Nueva España eran sus creencias y actitudes comunes respecto del rey, el imperio y la religión. La cultura dominante sustentaba esas creencias y actitudes. Carecemos de información acerca de lo que pensaban las culturas no hispanas del colonial tardío. Las reformas borbónicas tuvieron como consecuencia el renacimiento del policentrismo en Mesoamérica. En gran medida, el proceso de independencia de México y Centroamérica fue la reafirmación compleja y sutil de un regionalismo mesoamericano reprimido durante largo tiempo. Esta es la continuidad principal de la historia de México y Centroamérica. El régimen colonial de Mesoamérica se basó en la manipulación y el control de los conflictos entre las clases y los grupos sociales, España nunca quiso fomentar la homogeneidad. Al mismo tiempo, la multitud de grupos corporativos que existían en el ámbito colonial, obligaba a la Corona a equilibrar los intereses diferenciados a fin de mantener la estabilidad política, limitando la libertad de acción del Estado. El régimen colonial era un delicado ejercicio de equilibrio. Ser minoría demográfica impedía a los peninsulares dominar sin ayuda de las elites criollas, y estas últimas estaban divididas según su condición social y sus rentas en dos elementos principales. En la cima, los plutócratas criollos, ligados a los peninsulares en un principio. Se opusieron a los borbones en el asunto del acceso de las elites a los altos cargos políticos de la colonia, los nuevos impuestos y contribuciones aplicadas por la necesidad de ingresos a causa de las guerras europeas. Por encima de todo, se opusieron al Decreto de Consolidación de 1804 (texto de Jáuregui). Para protegerse en el futuro, los criollos ricos comenzaron a unirse a los menos acomodados en una alianza temporal orientada a lograr la autonomía frente a España. Por debajo de los criollos ricos, todavía siendo elite, estaba la burguesía criolla, con varones con buena instrucción, comerciantes, profesionales liberales, y aspirantes a cargos en el Estado y la Iglesia. Fueron ellos quienes empezaron a considerarse americanos y poseedores de una identidad cultural o regional propia, “protonacionalismo” o “criollismo”. Patria chica. Hecho capital en el ámbito de las ideas. En particular como consecuencia del libro Historia antigua de México, los mexicanos cultos comenzaron a formular una definición de su propia identidad, basada en la creencia de que la cultura mexicana era fruto de una mezcla singular de lo indio y lo europeo, cuyos herederos eran los criollos, inclusive llegando a considerarse herederos de los aztecas. Los criollos sentían que los europeos que ocupaban los cargos más importantes del régimen colonial eran gentes de afuera, que habían conquistado lo que ellos empezaban a considerar su propia tierra, aunque los verdaderos herederos de la cultura mixta de México eran las masas mestizas que compartían con los indios el fondo de la escala social. Esta conciencia no se formuló plenamente antes de 1821, y la independencia política fue un factor crítico que esa identidad necesitó para su ulterior desarrollo. “Mexicano” remitía a lo cultural y no a lo geográfico. La independencia fue un caso de identidad en búsqueda de un Estado, del mexicanismo en búsqueda de México. La formulación acabada de Estado-nación no había cuajado en ningún sitio cuando llegó la independencia, en 1821. Las reformas borbónicas mermaron las expectativas de las elites criollas al mismo tiempo que se debilitaba el Estado. Carlos III nombró a peninsulares para la mayoría de los cargos superiores que quedaban vacantes, mientras se creó un ejército permanente en México y varios grupos de milicias. Se limitó la influencia política de los criollos aunque dejaban abierta la opción de la influencia militar. La apertura del comercio exterior a mercaderes españoles que no formaban parte de los grandes monopolios o Consulados, tanto en España como en México, suscitó expectativas y dio un nuevo impulso a la actividad económica. Al mismo tiempo, en cambio, el comercio exterior permaneció cerrado a los extranjeros y siguió prevaleciendo una doctrina mercantilista. La creación del régimen de intendentes, decretado para México y Centroamérica en 1786, tenía por objeto aumentar la eficacia de los órganos estatales y reforzar el poder real centralizado, pero trajo como consecuencia un gran aumento de la identidad local, al dotar a algunas provincias por vez primera de un gobierno propio y debilitar el poder directo del virrey sobre las regiones periféricas. Las reformas borbónicas entrañaban promesas a las elites coloniales de un régimen revisado y modernizado, pero oponían resistencia a la conclusión lógica del proceso: mayor grado de autonomía colonial (contradicción). Las querellas entre las elites dieron paso a la manifestación del descontento social por parte de los pobres. El 82% de la población vivía al límite de la supervivencia. En el último siglo de la época colonial las condiciones climáticas, enfermedades e insectos provocaron diez ciclos de crisis agrícolas, aumentos de precios y perturbaciones económicas, causando desempleo y epidemias. Las preocupaciones políticas y económicas de la elite y el sufrimiento de los pobres nunca legaron a confluir a causa del abismo de diferencia de clase y color de piel que los separaba, ni siquiera después de que comenzaran las insurrecciones. Hubo varios movimientos separados por clases, con metas políticas confusas o sin ningún objetivo. Las guerras de independencia fueron en realidad combatidas en México por los propios mexicanos. Mientras pasaban los agravios y las dudas ideológicas, ocurre el Motín de Aranjuez en 1808 y José Bonaparte usurpando el trono español. Resistencia española, juntas autónomas, Gran Bretaña aliado. En México, la primera crisis se produjo alrededor de la cuestión de crear juntas de gobierno provinciales en Nueva España, igual que en la península, asumiendo en nombre de Fernando VII, afirmando la soberanía de los cabildos a causa del contexto. Los peninsulares derrocaron al virrey el 16 de septiembre de 1808, sustituyéndolo por un anciano militar retirado, Pedro Garibay. El derrocamiento no tuvo importancia porque su corrupción era de notoriedad pública, el problema residía en que este acto truncaba las esperanzas de lograr la autonomía de manera pacífica, aunque debilitó la legitimidad del régimen colonial. 2. Rebelión y réplica El golpe de 1808 pasó a parecer insignificante al estallar el 16 de septiembre de 1810 la revuelta de Hidalgo. Fue una insurrección de masas confusa y malamente dirigida. Una protesta masiva contra el dominio de la administración española, que imponía una norma en la península y otras en las colonias, y contra la miseria en que vivía la inmensa mayoría de los mexicanos. Sus dirigentes, principalmente criollos de provincia, aspiraban a la independencia pero no tardaron en perder el control de la rebelión. No tenía objetivos específicos. En sólo un mes y medio, la rebelión atrajo a decenas de miles de seguidores, sobre todo indios, y difundió el terror y el sobresalto al extenderse desde la región de Bajío y hacia la Ciudad de México (1). Los rebeldes hablanzaron hacia los pueblos y las ciudades del centro de Nueva España, en las Diócesis de Michoacán (2), Guadalajara (3) y México, matando a la mayoría de los blancos, a quienes entendían como la clase dominante. El primer día pleno de la insurreción, los rebeldes tomaron San Miguel (4), saqueando la ciudad, después Celaya (5), Guanajuato (6), posteriormente el ejército se dividió en dos fuerzas. En un mes tomaron Zacatecas (7), San Luis Potosí (8) y Valladolid (9). Los criollos, ricos y burgueses, se adhirieron al gobierno virreinal, por temor a una revolución social. El nuevo virrey, Venegas, movilizó fuerzas reales, menores en número, resistiendo de manera militar y propagandística. La Ciudad de México se defendió en Las Cruces, Aculco y en el puente de Calderón, diezmando las fuerzas indias, en los alrededores de la Ciudad de México. En marzo de 1811, los ejércitos reales ya habían recuperado el dominio de la mayoría de las ciudades del centro de México. Hidalgo, Allende y varios dirigentes más fueron capturados en el norte del país (y pasados por armas en julio de 1811). La guerra de clases implícita le impidió conseguir la independencia de España, que se logró a partir de un complejo proceso de consenso político. Posteriormente, el gobierno virreinal creó una nueva resistencia militar consistente en fuerzas regionales que formaban un ejército veterano y permanente de casi 40.000 personas, apoyado por 44.000 milicianos urbanos o regionales. Venegas y Calleja, su sustituto, constituyeron la dirección virreinal más eficaz de México desde los primeros decenios del dominio español en el siglo XVI. Los más enérgicos defensores del poder español terminaron reforzando la identidad local, además de vulnerabilizar el poder real frente a la ínfluencia militar criolla. 3. Las cortes de Cádiz El gobierno de guerra de las Cortes dependía económicamente de los ingresos de los comerciantes monopolistas de Cádiz que dominaban el comercio colonial, y en la práctica renunció al control de la hacienda española en beneficio de aquellos, que consiguieron evitar que se aplicaran a las colonias americanas reformas como el comercio libre con Gran Bretaña o Estados Unidos. Los comerciantes de Cádiz fueron la única fuente de financiación de las tropas peninsulares que España envió a las colonias rebeldes de América a partir de 1812, aunque en escaso número a México. Las Cortes decretaron que la soberanía residía en ellas y no en el monarca, proclamaron la libertad de imprenta, abolición del tributo indio y la inquisición, entre otras (Constitución de 1812). Los liberales españoles, al igual que los absolutistas, no permitían la libertad de comercio exterior, ni la igualdad de nombramientos de los americanos, ni la representación política equitativa de las colonias. La constitución contempló a todas partes del imperio como elementos de una sola unidad indivisible. Al decretar la existencia de una única y grande nación española en ambos lados del Atlántico, hizo caso omiso de las diferentes culturas e historias de los reinos americanos. Para México, la repercusión más destacada fue la existencia de provincias. Reconocían el regionalismo intrínseco no sólo de España, sino de México y Centroamérica, al crear diputaciones provinciales y suprimir los virreinatos. Ahora bien, la Constitución no llegó a crear una autonomía provincial, ya que las diputaciones sirvieron de órganos ejecutivos del Gobierno central. Las Cortes no reconocieron como provincias a todas las regiones de México y Centroamérica que ya habían comenzado a considerarse a sí mismas provincias. Los virreyes Venegas y Calleja consideraron que la Constitución era una amenaza ante sus intentos de sofocar las rebeliones y no pusieron en práctica algunas de sus cláusulas o ignorándola por completo. 4. Las rebeliones posteriores A la muerte de Hidalgo, asumió la dirección de los rebeles José María Morelos, un mestizo que también era cura párroco. Formó un ejército pequeño pero eficaz y en 1813 dominaba la mayoría del sur de México y buena parte de la provincia de Veracruz. Ese año convocó un congreso y presentó un programa que constituía una verdadera revolución social. Además, emitió una declaración de independencia. Desde Apatzingán, el congreso promulgó la Constitución en octubre de 1814, pero la censura impidió que se difundiera en México. El 4 de marzo de 1813, el general en jefe de Venegas, Calleja, fue nombrado virrey. Permitió la aplicación parcial de la Constitución de 1812, pero luego hizo caso omiso de muchos aspectos de la misma. Calleja transformó gradualmente el régimen real en un sistema de Gobierno militar en las provincias y contuvo las rebeliones. Al final, Morelos tampoco consiguió el respaldo de sus criollos. Sus victorias se interrumpieron en 1813, cuando Calleja reagrupó a sus tropas y lanzó una campaña masiva contra los rebeldes. Morelos fue capturado, condenado y ejecutado en diciembre de 1815. La guerra de guerrillas prosiguió esporádicamente después de 1815, ya que varias bandas rebeldes autónomas actuaban en determinadas zonas. Cuando Juan Ruiz de Apodaca ocupó el cargo de virrey en 1816, España mantenía el dominio de México. Las elites mexicanas prefirieron agruparse ante el poder real antes que sufrir una revolución social. Las pérdidas humanas se calculan entre 200.000 y 600.000, además, la economía se paralizó durante casi una generación. 5. La restauración del absolutismo En 1814, España se libra de la ocupación francesa. Con respaldo del ejpercito, iglesia y masas, Fernando VII abolió la Constitución de 1812. Restauración del absolutismo real. En México, se disolvieron las diputaciones provinciales y los cabildos designados por elección. De 1814 a 1820, el imperio estuvo gobernado por una forma aún más intensa de absolutismo que la tradicional. Existe una clara continuidad, en cuanto a pensamiento y aspiraciones políticas, entre la expresión temprana del sentimiento autonomista en 1808, el aumento de las expectativas provocadas entre 1810 y 1814 por la participación americana de las Cortes, y los cambios decisivos decretados por la Constitución y el logro final de la independencia. 6. Centroamérica en la época de las Cortes En la Capitanía General de Guatemala también tuvieron eco los grandes acontecimientos que convulsionaban el imperio español y el Virreinato de Nueva España. Al igual que en otras grandes dependencias del Virreinato como la Capitanía General de Yucatán y las provincias del interior septentrionales de Oriente y de Occidente, la agitación política no se expresó y no hubo una gran insurrección. Allí ocurrió un desarrollo gradual de sentimiento de identidad regional entre las elites criollas ajustado a las jurisdicciones geográficas de las intendencias, en tanto que Guatemala tendía a reflejar preocupaciones más centristas y en consonancia con todo el imperio. Centroamérica fue una de las últimas regiones coloniales en aspirar a la independencia a causa de la estabilidad relativa y el inmovilismo político que le caracterizaba. La Capitanía General de Guatemala estaba regida desde la Ciudad de Guatemala por un presidente capitán general y una Audiencia, y estaba integrada por Guatemala, Chiapas, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. En el proceso de creación de intendencias Guatemala permaneció al margen, ya que la gobernaba directamente el capitán general desde la capital. Igual que en México, intendencias = identidad regional, sobretodo en El Salvador y Nicaragua. Y al igual que en México, Centroamérica tenía una población dividida por clases y culturas. Aproximadamente, el 65% eran indios. Un 31% restante eran ladinos, mientras que los gobernantes eran el 4% blanco, criollos en su mayoría. El centralismo administrativo español era una mera fachada y había resultado gravemente debilitada por la debilitación de las intendencias. Estos territorios eran una sarta de países. Tendencia antihegemónica. Las ideas de la Ilustración habían arraigado también en Centroamérica, gracias a la Universidad de San Carlos, cuyos titulados constituyeron gran parte de la dirigencia criolla. Las quejas contra España se remitían a la negativa/incapacidad para ayudar a mejorar el comercio, la navegación y la agricultura de la región. La división política fundamental era entre la oposición de los intereses mercantiles proespañoles, aliados con los fabricantes de textiles, y los pequeños propietarios de tierras. Estos últimos preferían una mayor integración con la metrópoli, y el monopolio comercial español fue el elemento fundamental del debate. Liberales vs conservadores. Bustamante, presidente de la Audiencia de Guatemala de 1811 a 1818, aplicó la misma política que el virrey Calleja. Ignoró varios puntos de la Constitución de 1812. Retrasó la apertura de las diputaciones provinciales por elección hasta finales de 1813. En este contexto, apareció la primera formulación provisional de partidos políticos en Guatemala y fomentó un espíritu de demanda de autonomía provincial. Se puso del lado de los intereses mercantiles proespañoles y de los pequeños propietarios de tierras en contra de los intereses de la elite criolla. Los criollos centroamericanos no buscaron el apoyo político de las masas indias. La división cultural entre blancos e indios era mayor que en México. Problemas abrumadoramente locales, tampoco parece haber habido un sentimiento a favor de una independencia plena. Por todo esto, en Centroamérica no hubo ninguna insurrección de masas. Hubo cuatro rebeliones de menor importancia, provocadas por la fermentación de la época de las Cortes y las exigencias de desarrollo local. La vuelta de Fernando VII transformó gradualmente las quejas políticas de algunos en ansias independentistas, y a causa de la vuelta, Bustamante inició una persecución sistemática de los criollos liberales. El capitán, junto con los comerciantes monopolistas habían asumido el control del poder. Esta persecución llevó gradualmente a formar una alianza entre las principales familias del país y los profesionales criollos pobres, personas a quienes se negaban los cargos y el apoyo de las autoridades a causa de su ideología o lugar de nacimiento. Con Bustamente, Guatemala estuvo controlada e inactiva políticamente. En 1818 fue sustituido por Carlos Urrutja, quien aceptó inmediatamente la influencia de la elite criolla. 7. La restauración de la constitución y la rebelión de Iturbide La supuesta reafirmación entre 1815-1820 del régimen absolutista era una ilusión: las fuerzas liberales sólo se hallaban inactivas, y el régimen de Fernando VII no había modificado su política a la luz de las rebeliones sufridas. En 1820 había un sentimiento mucho mayor de regionalismo, estaba surgiendo el caudillismo mexicano, y al mismo tiempo emergía el federalismo, mediante el precedente de la Constitución española de 1812, ambos portando las particularidades del suelo donde se gestaron. Dos hechos primordiales provocaron que la masa uniforme de aspiraciones e identidades cristalizara en una solución definitiva: el restablecimiento de la Constitución en España en 1820 y el Plan de Iguala de 1821. Ambos serían los catalizadores que llevaron a la elite y a la burguesía a una posición en la que pudiesen actuar conjuntamente y formular una propuesta de compromiso moderado, que hiciera posible la independencia. En enero de 1820 se alzó contra el rey una fuerza expedicionaria de tropas españolas, concentradas en Cádiz, para intentar reconquistar el Río de La Plata. A la revuelta se adhirieron liberales, masones, partidarios de la C de 1812, ex colaboradores de los franceses, radicales y otros sectores hostiles al absolutismo despótico de Fernando VII. El movimiento cristalizó en torno a la idea de restaurar la Constitución de 1812 y al rey no le quedó más remedio que acceder. De 1820 a 1823 gobernó en España un gobierno liberal, asta que un ejército francés invadió España, destruyó el régimen liberal y restableció a Fernando en el ejercicio del absolutismo. La revolución de 1820 tuvo importantes consecuencias en México y Centroamérica, ya que esta vez sí fue aplicada. En agosto de 1820, los ayuntamientos, las diputaciones provinciales y los diputados a Cortes fueron designados por elección en México. El virrey Apodaca no puso ningún impedimento a las elecciones locales, y cooperó para poner en práctica la constitución. A pesar de que los americanos reiteraron sus propuestas para solucionar la crisis de las colonias, no se aplicó ninguna reforma fundamental: la elite y la burguesía reconocían que las Cortes, aunque adoptaron un programa de cambios radicales de las estructuras políticas y económicas peninsulares, apenas habían aprobado medidas para atender las quejas de los americanos. No se otorgó libertad de comercio ni igualdad de representación a América. Desde los inicios del período de sesiones de las Cortes, los diputados mexicanos y centroamericanos centraron sus peticiones en que se cumpliera la letra de la Constitución y ordenasen que en cada intendencia exista una diputación provincial. En Gracias a los esfuerzos de los diputados mexicanos, en mayo de 1821 las Cortes promulgaron una orden confirmando ese pedido. Cuando llegó ese decreto, llevado por el nuevo capitán eneral, Juan O’Donojú, México ya era casi independiente. Aunque los mexicanos y centroamericanos apoyaban los principios de la constitución, las decisiones de las Cortes amenazaban a algunos poderosos grupos de intereses. En septiembre de 1820, se decretó la supresión de las Órdenes monásticas y restricciones a la propagación de las mendicantes; la supresión de losjesuitas, la prohibición de toda vinculación de bienes y la adquisición de más bienes raíces por las instituciones civiles y eclesiásticas, la abolición del fuero eclesiástico y militar (respecto de los milicianos de América). Aunque no se aplicaron inmediatamente causaron preocupación. Además, las Cortes decretaron que las milicias debían estar controladas por juntas civiles locales y cabildos y ayuntamientos designados por elección y privaron del mando de tropa a los jefes políticos locales. La separación total de España, la independencia, pasó a ser atractiva para los mismos grupos para los cuales antes había sido un imposible. La independencia no fue una contrarrevolución orientada a impedir la puesta en práctica de las reformas, sino una evolución lógica en respuesta a la multitud de incoherencias existentes en las medidas adoptadas por el régimen liberal en España, tan imperialista como el Antiguo Régimen pero sin tener el pulso tan firme. De hecho, el primer gobierno instaurado después de la independencia aplicó varias de las reformas decididas por las Cortes. El imperialismo con rostro liberal hizo necesaria la independencia, el Plan de Iguala la hizo posible. Agustín de Iturbide, un oficial criollo al mando del regimiento de Celaya y que ostentaba el mando militar supremo de la intendencia de Guanajato, había sido uno de los principales creadores del sistema de fuerzas de autodefensa locales contra las insurrecciones de Hidalgo y Morelos. En 1815 mandaba el ejército del Norte, fue depuesto en 1816 por malversación de fondos, se retiró la acusación en 1817 y Apodaca lo exoneró, pero no le dio un nuevo mando hasta 1820. En febrero de 1821, persiguiendo al rebelde Vicente Guerrero en el Sur, proclamó el Plan de Iguala, que al poco tiempo suscribió Guerrero. El Plan, con dudas acerca de por quién fue ideado, se impuso aplastantemente en Mesoamérica. La generalidad del Plan de Iguala radicaba en que contemplaba la separación de España en condiciones que garantizarían la estabilidad, protegerían los intereses creados y preservarían las perspectivas de una identidad provincial reforzada. En un país como México, devastado por guerras internas, el problema ya no era la independencia. El meollo del Plan eran “Príncipe, Privilegio y Provincia”. Príncipe significa la promesa de una monarquía constitucional moderada que se regiría a la constitución de 1812 hasta la creación de una constitución mexicana. La idea de república no se cruzaba por la cabeza de nadie porque era asociada al Terror en la República Francesa. El monarca sería Fernando VII o un miembro de su dinastía, al que se invitaría a acudir a México a asumir el trono. Debía ser un imperio, porque consistiría en muchas regiones, pueblos y grupos lingüísticos. Cualquier territorio que quisiera adherirse podía formar parte de él. Estaría formado por todo el subcontinente, desde Carolina al norte hasta Costa Rica al sur. Privilegio significa que el Plan garantizaba los existentes, tanto a los criollos como a los españoles que vivían en México. Descartaba las objeciones de los antiguos rebeldes y partidarios del régimen real, garantizando la estabilidad económica y política y la conservación de los intereses creados. También prometía la abolición de distinciones entre las castas. El clero y los militares respaldaron el plan por este punto. Por otra parte, los rebeldes podrían hallar un terreno común con sus antiguos enemigos. El Plan forjó una alianza nueva de fuerzas políticas a la que no podía resistirse el sistema imperial español al cabo de 11 años de guerra civil. Provincia significa que el Plan se basa en el desarrollo ininterrumpido de las provincias como entidades por derecho propio, lo cual era posible gracias a la insistencia de Iturbide de que siguiera en rigor la C de 1812. El imperio mexicano fue el único país latinoamericano que al proclamar su independencia adoptó directamente la constitución española, y ése fue un elemento crítico del consenso de Iguala. Los tres principios políticos que las elites respaldaron en 1821 fueron la Monarquía, la Constitución de 1812 y la autonomía. La constitución dotaba a cada provincia de una diputación, concedía a los ayuntamientos el gobierno de sus ciudades y dotaba a cada provincia de un jefe político, creando de ese modo una estructura política que confirmaba e identificaba la identidad de las regiones. El secreto de la independencia estribó en el rango otorgado a las provincias. Al alcanzarla, las diputaciones provinciales ascendieron a veintinueve las provincias del imperio mexicano. Para las regiones centrales la independencia podía ser una meta en sí, mientras que para las demás, un medio para obtener la autonomía. A medida que se aplicaba el Plan de Iguala, el Ejército Trigarante de Iturbide no tardó en estar integrado por 30.000 hombres bien armados e instruidos, formado por mexicanos y españoles, resultando en contradicciones. La independencia fue un acto político, no un hecho bélico. El régimen real se derrumbó en sólo siete meses y el virey Apodaca fue depuesto en julio de 1821. O’Donojú se reunió con Iturbide en Córdoba y en agosto de 1821 firmaron el Tratado de Córdoba que, basado en el Plan, proclamaba la creación del imperio mexicano independiente. España nunca aceptó el tratado, aduciendo entre otras cosas que O’Donojú no estaba facultado para firmarlo. Sin embargo, el tratado tenía la gran ventaja de constituir un mecanismo para concluir las hostilidades sin mengua de la honorabilidad (¿?). El 27 de septiembre de 1821, a 300 años de la conquista española, Iturbide y su ejército entraron triunfalmente en la Ciudad de México, sin cobrarse más de 150 vidas. 8. El plan de Iguala en Yucatán y Centroamérica Yucatán no había estado integrado nunca en la adminsitración mexicana y tampoco tenía deseos de seguir siendo un dominio español, pero no podía permanecer aislado. En diciembre de 1821, Yucatán se añadió al imperio mexicano independiente. En Centroamérica, la Constitución y la promesa de mantener la condición provincial también eran populares y fueron la clave del éxito del Plan de Iguala. Se estaban desarrollando facciones políticas. La más radical era la formada por el grupo de Aycinena y elementos de la clase media, la más moderada estaba integrada por pequeños comerciantes y representada por José Cecilio del Valle. Los debates políticos giraban en torno a la cuestión de la libertad de comercio, a favor de la cual estaba la aristocracia mercantil criolla y a la que se oponían los comerciantes más pequeños. Las diputaciones habían vuelto a debilitar las aspiraciones a la autonomía en provincias como Honduras, Chiapas y El Salvador. En marzo de 1821 asume Gaínza como capitán general. Chiapas decidió suscribir el Plan de Iguala, transfiriendo su lealtad a México. Gaínza convocó una reunión de notables el 15 de septiembre y se aprobó una declaración de Independencia de Guatemala. En San Salvador, la independencia se proclamó el 29 de septiembre. En nicaragua, el 28 de septiembre. En Costa Rica, el 1 de noviembre. En Honduras se declaró la independencia sin decidirse a quién adherirse. Centroamérica adoptó una decisión definitiva provincia por provincia, ya que el principal atractivo del Plan de Iguala era su respaldo al constitucionalismo y a la personalidad de cada provincia. El 9 de enero de 1822, Gaínza anunció la unión de toda Centroamérica con el imperio mexicano. El Salvador se opuso pero en 1823 fue ocupada por un pequeño ejército y ahí se re copó con la idea. El 11 de julio de 1822, el Congreso mexicano ratificó formalmente la unión de Centroamérica con el imperio. 9. El regionalismo y la monarquía de Iturbide Faltaba una fase. Momento de entusiasmo. Muchas provincias empezaron a experimentar por primera vez la verdadera autonomía local, en gran medida por el vacío de poder que ocuparon las elites locales, inclusive llegando a oponerse a los agentes del Gobierno central. La disolución del primer Congreso Constituyente, impulsada por Iturbide en octubre de 1822, planteó la primer amenaza a la evolución de la autonomía provincial que había ganado fuerza en los últimos años. El Congreso sostuvo que la soberanía le pertenecía, según la interpretación de las Cortes españolas, e Iturbide decía lo mismo, basándose en que el Plan de Iguala, por ser el único consenso fundamental existente, le otorgaba el derecho de interpretar la voluntad nacional. Iturbide representaba la continuidad de los principios del unitarismo borbónico; el Congreso, la voz del poder provincial. Era el primer choque entre el antiguo centralismo y la descentralización. Distintas interpretaciones del constitucionalismo. Iturbide no comprendió la importancia real de la rebelión de Antonio López de Santa Ana en Veracruz en diciembre de 1822, ni tampoco la del levantamiento del ejército imperial en Casa Mata en febrero de 1823, ambas con la soberanía provincial como objetivo principal. La primer rebelión exigía, entre otros confusos pedidos, la creación de milicias provinciales a cuyos miembros se les concedería el fuero militar; además, que las deudas para financiar la rebelión serían deudas nacionales. Pedido cabal para los caudillos regionales que comenzaban a surgir, sumamente politizados, y se creían responsables de la independencia. Santa Ana era sólo uno de los muchos caudillos regionales que empezaban a aparecer en 1822. Una cláusula del Plan de Casa Mata declaraba que el gobierno de la provincia de Veracruz, donde el ejército imperial actuaba para acabar con la revuelta de Santa Ana, debía transferirse a la diputación provincial de Veracruz hasta que se reuniera el nuevo Congreso Constituyente, creando la primera autonomía provincial reconocida. Poco tiempo después, Casa Mata obtuvo la adhesión de casi todas las provincias. El Gobierno de Iturbide carecía de toda importancia. Iguala reconocía la existencia de las provincias, el nuevo programa les daba su verdadero poder. El ejército de Casa Mata se dirigía a la Ciudad de México. Mientras, representantes de muchas de las provincias se reunieron en Puebla para determinar la forma del nuevo gobierno. No se llegó a ningún acuerdo, pero la mera existencia revela que México, ya en marzo de 1823, se encontraba dividido en provincias independientes, cada una de las cuales había asumido la administración de su propia región. El jefe político se había convertido en el dirigente de la provincia y la diputación había asumido la función legislativa de cada una de ellas. Iturbide se sintió traicionado por el ejército imperial que había creado a pesar de que estos le reconocían como emperador. Abdicó en 1823. No hubo disolución, tan sólo el reconocimiento de un objetivo, la autonomía provincial, que por fin se había convertido en una meta lógica y asequible. Con su abdicación, se creó un vacío de poder que hizo que la autonomía de las provincias fuera real y hasta necesaria. 10. Federalismo A la caída de Iturbide, las provincias pasaron inmediatamente a instaurar el federalismo. Surgieron dos proyectos al cabo de un mes. Uno de ellos en Guadalajara, instando a que se creara una república federal, negándose a obedecer las órdenes del Gobierno central y declarándose autoridad política suprema de la provincia. Se dispusieron a combatir el Gobierno central y el Congreso Constituyente dejó de existir. Otras diputaciones provinciales apoyaron la medida y se separaron antes de que llegara un ejército reclutado por el Gobierno central. La caída de Iturbide puso fin a los lazos que habían unido a México y Centroamérica durante poco más de un año. En marzo de 1823 se celebró un congreso centroamericano. En julio las provincias proclamaron la independencia de Centroamérica bajo una junta provisional. A continuación, los liberales que controlaban el Gobierno crearon las Provincias Unidas de Centroamérica, y en 1824 redactaron una Constitución liberal para una república federal, en la que los cinco Estados gozaban de considerable autonomía. El Estado de Guatemala tenía más de la mitad de la población de la república centroamericana. Chiapas, por su parte, decidió permanecer independiente tanto de Guatemala como de México, hasta 1824, fecha en que se unió a este último. Guadalajara (Jalisco) y Zacatecas se proclamaron Estados en los tres meses siguientes, al igual que la mayoría de las demás provincias. Había quedado establecida la posibilidad de que las propias provincias pidieran la creación de una federación de Estados autónomos, y el Gobierno central, aunque renuente, no podía resistirse. En las negociaciones de Lagos entre el Gobierno nacional y los dos Estados recién declarados, Jalisco y Zacatecas, en agosto de 1823, éstos reconocieron al Gobierno nacional a condición de que no se opusiera a la creación de una república federal. El triunfo de las provincias que se habían declarado Estados sobrevenía apenas dos meses después de la abdicación de Ituride. La Constitución mexicana de 1824, redactada por el segundo Congreso Constituyente, reconocía en los Estados la supremacía de los asuntos internos y al Gobierno federal en las cuestiones nacionales. Se creó una presidencia relativamente débil y se designó al Consejo de Ministros responsable ante el Congreso. Lo importante era la palabra federal, tanto o más que la de república. La autonomía provincial, surgida antes de que se iniciara el movimiento en pro de la independencia, fue aclarado y reforzado en varias fases. En su forma primitiva era un vago deseo de autonomía. Por la Constitución de 1812 se convirtió en deseo de alcanzar el reconocimiento y autonomía de las provincias. El logro de Iturbide fue establecer un imperio mexicano autónomo, pero la obtención del rango de Estado, con soberanía interna para cada uno de ellos, en el marco de dos repúblicas federales policéntricas, concluyó el proceso de continuidad y ruptura. El autor la considera una revolución. Proceso de reafirmación del regionalismo mesoamericano y del logro de la autonomía. El federalismo como resultado lógico. No es ruptura arbitraria de un Virreinato centralizado, ni de un intento de seguir paso por paso el camino del Norte, fue un proceso autóctono.