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FERNANDO CORREA ANTÚNEZ

"Una vida dedicada al arte"

Nos encontramos ya en el año 2001. Un conocido natural de Torrenueva, José


Rodríguez Estévez, me informa sobre la destrucción de las imágenes religiosas
durante la guerra civil. Y por casualidad recuerdo unas frases que aparecían en
el citado artículo de la revista Reflejos. Se decía en él que el escultor torreño
Fernando Correa había donado en tiempos de la II Republica una Virgen a la
iglesia de esta localidad. Y así se lo hago saber a mi interlocutor. Y con toda
naturalidad me dice que en el anejo vive un artista al que conocen como
Fernando “el escultor”, es mas me indica que su apellido es Antunez.
Mentalmente calculo los años transcurridos e intuyo que no puede ser el
mismo. En la Republica Fernando Correa podía tener alrededor de veinte años
y se le sumamos setenta mas seria casi centenario. No, realmente no puede
ser el mismo. Aun así persuado a mi amigo a que indague sobre su apellido.

Días después recibo con sorpresa una grata noticia. Efectivamente la persona
que actualmente vive en Torrenueva es aquel a quien tanto he buscado. Parece
casi imposible, pero así es. Y enseguida concierto una cita. Su vida y su obra
tiene que ser dada a conocer a los motrileños, ya que es otro de esos
personajes anónimos que tienen guardado un lugar en la historia.

Mi primer contacto es ciertamente gratificante. Ante mi tengo a un señor


octogenario, aunque no aparenta la edad real, muy humilde y sencillo y que
goza de una gran lucidez mental. Su pronunciación y acento le delata como
precedente de un país sudamericano, pero no es más que el apego a la tierra
que le ha acogido durante más de treinta años. La conversación es amena y no
hay en ella ningún afán de protagonismo por parte del escultor. El mas, no da
importancia alguna a su obra, que se encuentra dispersa entre España y Brasil.
Nada, prácticamente nada queda actualmente en su poder, tan solo los
recuerdos y el lugar donde una mínima parte de su producción puede ser
contemplada. Su carácter amable y mundano ha permitido que muchas de sus
creaciones personales hayan sido regaladas a familiares, amigos y conocidos.
Realmente, en su senectud, no confiere a la obra de arte el valor material que
ha podido adquirir con el paso de los años.

Poco a poco Fernando Correa Antúnez comienza a desvelar su historia...


Nació en 1912 en el seno de una familia humilde de Torrenueva. Desde muy
pequeño comienza a destacar en el dibujo, fascinado por el paisaje torreño. El
mar y su lejano horizonte cautiva su fino sentido artístico y son muchos los
dibujos que acierta a esbozar con una repetitiva temática: la playa, las olas y
las embarcaciones que otean en la lejamar. Al comienzo de los años veinte su
familia se traslada a Granada y será en la Escuela de Artes y Oficios donde
comience a perfeccionar su don natural. Uno de sus primeros preceptores en
dibujo será el eminente profesor y notable pintor malagueño Joaquín Capulino
Jáuregui, aunque sus prácticas serán en la modalidad libre. Tras pasar por la
capital malagueña, Logroño y Algeciras, Joaquín Capulino recala en granad en
1.915 y ocupa su plaza en la Escuela de Artes y Oficios de Granada. Fernando
Correa llegará a decir que todo cuanto aprendió en esta época será debido a la
genialidad de este notable profesor y excelente paisajista.

La gran vocación de Correa es la pintura, pero no consigue acceder a las


clases, ya que las únicas vacantes se encuentran en la escultura en piedra. Y
aquí forjará su camino, aunque sin profundizar demasiado en sus
conocimientos sobre el arte de la talla.

Uno de sus maestros mas reputados será el Célebre escultor granadino Jose
Navas Parejo, que le introduce en esa compleja técnica. Conoce asimismo al
escultor Molina de Haro y visita con frecuencia su taller, donde da rienda suelta
al proceso creativo. Fernando Correa modela sobretodo en barro, al que sabe
extraer las ricas cualidades estéticas en su justa medida. Y es el busto sobre
todo en el retrato, donde más cómodo se encuentra. Sus creaciones surgen
tanto del natural como de su propia imaginación. Esta etapa formativa es
bastante productiva. De sus manos nace el busto de su hermano José, el de la
poetisa argentina Berta Singerman, el del famoso novillero Perete, cabezas de
ancianos y esculturas como la del entonces gobernador civil de Granada S.
Manuel Gonzalo Longoria. Sus rostros son reproducciones del natural en las
que sabe captar perfectamente el perfil psicológico del modelo.
Contemplándolas podemos intuir perfectamente el carácter y la personalidad
del personaje. En obras como “Preocupación” cabeza de anciano o la Señora
de Contreras, por ejemplo, apreciamos la depurada técnica para plasmar la
soledad del ser, su cualidad temperamental, el sentimiento interior o la
minuciosidad del artista para representar la piel y los rasgos del retratado.
Fernando Correa es en esta estapa el perfecto exponente del realismo llevado
a su máxima expresión. Con esta prolífica producción su nombre comienza a
destacar y es así como en 1929 concurre a la Exposición Regional de Arte
Moderno que se organiza en la granadina Casa de los Tiros. La obra que
presenta es una cabeza de anciana en escayola que deja ver su habilidad para
resaltar la psicología y la naturalidad del personaje. Su obra también se dejará
ver en 1932 en la exposición que se organiza en el Centro Artístico de
Granada.

Hacia 1929 Fernando Correa marcha a Madrid becado por la diputación


granadina. Allí frecuenta el contacto con reputados escultores y pintores del
momento. Sus visitas a la Escuela Superior le granjean la amistad del artista
Juan Cristóbal, al que verá trabajar en una de sus grandes obras; “Cabeza de
Goya”. También coincide con el cordobés Antonio Reyes, viejo conocido de
Granada, con el que suele pintar al natural en el Casón del Buen Retiro.

Tras la guerra civil establece su taller en el nº 21 de la calle Lavadero de las


Tablas. Y es en esta época, concretamente en 1943, cuando el ayuntamiento
motrileño le encarga la realización de una estatua para el cardenal Belluga. La
institución municipal había acordado por aquel entonces la celebración de un
homenaje al cardenal en conmemoración del segundo centenario de su muerte,
ya que la prensa local se había venido haciendo eco del olvido a que había
estado sometido este ilustre hijo de Motril en su propia tierra. A lo largo de
estos años solicitan presupuestos a varias casas para la fabricación de la
cantería y gradas de la escultura. A finales del mes de enero de 1944, EL
FARO se hace eco de la contratación del artista torreño. Entre las condiciones
estipuladas con el mismo se le indicaba que el monumento seria erigido en la
plaza de España y habría de ser fundido en bronce. Las medidas eran
colosales, dos metros para la figura del cardenal y otros tres metros mas para
el pedestal de mármol que le había de sustentar.

En 1944, el artista es nombrado profesor de la Escuela de Artes y Oficios de


Granada. Fernando Correa ha tomado con interés el encargo municipal, y en el
mes de enero el periódico granadino Ideal reseña en su número
correspondiente al día 18 una fotografía del escultor retocando su obra. A
través de ella podemos contemplar la grandeza de la figura, que refleja en su
semblante el fuerte carácter del cardenal. Previamente el artista ha indagado
en las fuentes para conocer la trayectoria de tan insigne personaje. Para ello ha
consultado a unos sacerdotes que regenta el colegio de San Bartolomé y
Santiago, centro en el que Belluga estudió en su infancia. A través de esos
informes Fernando Correa crea un modelo en el que hace resaltar la fuerte
personalidad del Cardenal aunando el carácter propiamente militar juntamente
con el espíritu religioso. El Ayuntamiento pretende hacer coincidir la
inauguración del monumento con las fiestas patronales de 1945, pero diversas
ocupaciones del escultor hacen retrasar la fecha. Sus tareas profesionales en
al Escuela de Artes y Oficios de Granada, situaciones familiares y algunos
viajes provocan un considerable retraso en su conclusión. Desde el
ayuntamiento comienza a exigir su pronta terminación, y es muy numerosa la
correspondencia que se cruzan ambos a lo lardo de 1945 y 1946. De este
tiempo es una Piedad a tamaño natural que le han encargado para la iglesia de
Albox, así como una bella Inmaculada.

En el mes de marzo de 1946 el escultor remite una nueva carta al alcalde


informándole que tiene a su disposición la estatua y que le comunique lo que
piensa hacer con ella. Días mas tarde reitera el mismo contenido en incluso
trasmite una invitación para que funcionarios del ayuntamiento visiten su taller y
comprueben el estado de la obra. Ningún representante municipal acude y ante
la prolongada ausencia, el escultor termina destruyendo la estatua con un
mazo. Esta decisión provoca igualmente que desista de hacer un busto del
insigne poeta motrileño Gaspar Esteva Ravassa, que también le ha encargado
el ayuntamiento. Todo parece indicar que el alcalde había tomado ya una
importante decisión. Y era esta la de encargar la escultura del Cardenal a otro
artista motrileño, el pintor Pablo Coronado. Cornado no era propiamente
escultor y con certeza acepto el encargo por la amistad que le unía a la primera
autoridad municipal. Así ejecutará esta obra en la que cuenta con la ayuda de
otro artista que le facilita la ampliación por puntos. La escultura en si es muy
simple y no despierta ningún interés por su sencillez de líneas y su blando
modelado. Finalmente el monumento seria inaugurado con gran solemnidad en
1948.

En 1947 Fernando Correa es nombrado director de la Escuela de Artes y


Oficios de Huescar. La controvertida polémica vivida con el ayuntamiento de
Motril ha motivado que renuncie expresamente a la plaza vacante en esta
localidad. Y así marcha a Huescar, en donde permanecerá hasta 1953.
Precisamente, en 1949 participará en una exposición celebrada en el Círculo
de Bellas Artes de Madrid, en la que cede un busto en madera de un conocido
arquitecto de Granada. Por esta época realiza un bello retrato a la bailaora
Carmen Amaya que será publicado en Patria. Además su estrecha amistad con
redactores del periódico le inducen a realizar numerosas ilustraciones para la
prensa granadina.

Tras permanecer seis años en Huescar, abandona sus tareas docentes y


marcha a Brasil en 1953, guiado por su espíritu inquieto y bohemio. En el taller
del escultor Navas Parejo ha conocido a un fraile agustino que le ha ilusionado
con grandes expectativas de trabajo en el país americano. A su llegada la
situación no es la esperada, aunque pronto comienza a crear su prolífica
producción artística. Su primera obra es un sagrado corazón que el encarga la
comunidad Agustina de Río de Janeiro. Posteriormente se traslada a Sao Paulo
donde trabaja en al iglesia de la Salud. Los agustinos desean completar su
decoración con algunas imágenes ubicadas en hornacinas y algún relieve de
temática religiosa en sus paredes. A pesar de que la comunidad de Sao Paulo
pretende que continúe su trabajo, Fernando Correa decido trasladarse a
Itirapuan, estado de Sao Paulo, donde decora con grandes pinturas murales las
bóvedas y paredes de la iglesia. La temática principal de la cúpula es la
coronación de la Virgen, que deja ver a su derecha la comunidad de frailes
orando y a su izquierda otra comunidad de religiosas arrodilladas. En Taubate
por ejemplo, realizará una Virgen de especial traza, puesto que sigue las
directrices que con precisión le indica el obispo del estado. Y en Rolandia, en el
norte de Paraná culmina un bello crucificado. Su producción en Brasil es
incalculable. Tras pasar más de treinta años en Brasil, Fernando Correa se
replantea su futuro. Sus muchos años y la raigambre familiar le hacen
considerar la posibilidad de retornar a su ciudad natal, aunque esta idea le ha
venido rondando en su mente desde hace mucho tiempo. Y así lo hace,
abandonando el taller que tuvo enclavado en la calle Odorico Méndez número
641 del barrio de Mooca Sao Pulo.
En Torrennueva mantiene desde entonces una vida sosegada y tranquila,
aunque no descuida su producción, si bien de forma muy relajada. Trabaja por
vocación y por mantener ese espíritu que le ha caracterizado desde temprana
edad. Ahora sus obras quedan repartidas entre amigos y familiares. Sin
embargo, vuelve a tener otro rasgo de generosidad y altruismo. Por aquel
entonces se está construyendo la iglesia de Torrenueva y se le requiere para
que realice el crucificado que se ha de colocar en el altar mayor. Será la
segunda obra de corte religioso que entrega a sus paisanos, aunque la primera
desapareció en la guerra civil. Dada la premura, finaliza el encargo en un
tiempo record, prácticamente un mes. El crucificado, de bella factura, está
tallado en madera y no presenta policromía alguna. Sus medidas son bien
proporcionadas y destaca, sobre todo, las cualidades que en otro tiempo le
caracterizaron como escultor. Expresividad, sobre doto expresividad en el
rostro de Jesús, que tiene cierta semejanza con los tipos barrocos clásicos,
aunque nunca le gustó reproducir tales modelos. Fernando Correa prefiere dar
rienda suelta a su creatividad y así lo ha mostrado a lo largo de su vida. El
crucificado mantiene su cabeza aun erguida pero denota la inmediatez de la
muerte. Su contemplación en altura despierta emoción y hace desplegar un
sentimiento de piedad hacia el hombre que acaba de morir. Además, el perfecto
estudio anatómico resalta con grandeza en determinadas partes del cuerpo,
principalmente en los brazos, pecho y musculatura. Realmente es un cuerpo de
hombre el que acaba de expirar. Fernando Correa se ha consagrado en su
ciudad natal con este esplendido crucificado que revela a todos las finas
cualidades artísticas que ha atesorado a lo largo de sus muchos años. La
escultura fue donada a la iglesia de Torrenueva y es la única que con esas
dimensiones puede ser contemplada en Motril.

Desde entonces, Fernando Correa dedica su vida al ocio, a los paseos y al


entretenimiento. A sus muchos años cree que ha llegado la hora de disfrutar de
sus paisanos, de su ciudad y del ambiente marino que tanto le gustó plasmar.
Fernando Correa goza de un lugar preeminente en la galería de personajes
propiamente motrileños que han destacado en la historia. Su olvido ha sido tan
solo circunstancial. Con este artículo se rescata su memoria histórica, aquella
que tanto le hizo brillar en la II Republica y que le confirió un nombre en el
panorama escultórico granadino. Desde hoy Fernando el escultor, recupera su
pasado, ese que fue olvidado en descargo de todos los que apreciamos el arte
y reconocemos al que fue un gran artista.

Domingo A. López Fernández


Historiador

http://pasoblancodealbox.blogspot.com/

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