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¿Qué son los corticoides?

Los corticoides son hormonas pertenecientes al grupo de los esteroides. Pero todos los esteroides no son iguales
(y es un error identificar “esteroides” con “musculación”, como suele ocurrir). Los esteroides son hormonas
necesarias para el buen funcionamiento de nuestro organismo, y en este caso los corticoides se producen en
dos glándulas llamadas glándulas suprarrenales (justo encima de ambos riñones, habéis acertado).

Los corticoides o corticoiesteroides tienen una gran variedad de funciones fisiológicas, como bien son regular
la inflamación, el sistema inmune, el metabolismo de carbohidratos, el catabolismo de proteínas, los niveles de
electrolitos en el plasma, e incluso participan en la regulación y respuesta al estrés.

Como bien sabéis, no existen solo a nivel fisiológico (no os voy a aburrir con las variedades y nombres raros
que tienen en nuestro organismo, calma), sino también hemos sido capaces de crearlos de forma artificial, en
forma de medicamentos, y muchos de ellos en forma de inyecciones, pastillas, inhaladores, cremas… Veamos
algunos de sus usos.

¿Para qué sirven los corticoides?

La capacidad de los corticoides es muy variopinta, casi a la par que sus diferentes formas de medicamento. Por
ello, entre sus usos tenemos:

Corticoides inhalados: Sobre todo en casos de asma o enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Aunque
también se usan de forma puntual en algunos casos de bronquitis agudas, pero estos dos primeros ejemplos son
a más largo plazo y con un seguimiento médico activo.

Corticoides tópicos: Eccemas, dermatitis atópica o psoriasis son algunos de los ejemplos de uso de los
corticoides en forma de crema. Por su parte, en algunas ocasiones se usan también en casos de inflamaciones
locales (por sus efectos antiinflamatorios).

Corticoides orales: Los coticoides en forma de comprimidos o pastillas se pueden usar en enfermedades
inflamatorias (enfermedad de crohn o colitis ulcerosa), o incluso en algunos tipos de dolores crónicos como la
artrosis o las lumbalgias o lumbociatalgias. Aunque en estos últimos casos los tratamientos son cortos, y en
pautas descendentes (la dosis se disminuye cada día, y apenas duran una o dos semanas máximo, por la potencia
de la medicación).

Corticoides inyectables o por vía parenteral o intramuscular: En este caso hablamos de los corticoides
endovenosos o los intramusculares. Los primeros se usan en algunas enfermedades sistémicas de tipo
autoinmune, y los corticoides intramusculares suelen reservarse para dolores articulares (como sucede con las
infiltraciones).

Inyección de penicilina G procaína


¿Para cuáles condiciones o enfermedades se prescribe este medicamento?

La inyección de penicilina G procaína se usa para tratar algunas infecciones provocadas por bacterias. La
inyección de penicilina G procaína no se debe usar para tratar gonorrea (una enfermedad de transmisión sexual)
o en el tratamiento temprano de ciertas infecciones graves. La inyección de penicilina G procaína pertenece a
una clase de medicamentos llamados penicilinas. Funciona matando las bacterias que causan infecciones.
Los antibióticos como la inyección de penicilina G procaína no funcionarán para gripes, influenzau otras
infecciones virales. Tomar antibióticos cuando no se necesitan aumenta su riesgo de contraer una infección más
adelante, que se resista al tratamiento con antibiótico.

¿Cómo se debe usar este medicamento?

La presentación de la inyección de penicilina G procaína es en suspensión (líquido) en una jeringa precargada


para que un médico o enfermero se la inyecte en los músculos de las nalgas o del muslo en un centro médico.
Por lo general se administra una vez al día. La duración de su tratamiento depende del tipo de infección que
tenga y qué tan bien responde su cuerpo al medicamento.

Deberá comenzar a sentirse mejor durante los primeros días de tratamiento con la inyección de penicilina G
procaína. Si sus síntomas no mejoran, o empeoran, llame a su médico.

Asegúrese de asistir a todas las citas para recibir la inyección de penicilina G procaína bajo un calendario
incluso si se siente mejor. Si deja de recibir la inyección de penicilina G procaína demasiado pronto u omite
dosis, es posible que la infección no se cure por completo y que las bacterias se vuelvan resistentes a los
antibióticos.

Es posible que experimente una reacción fuerte repentina inmediatamente después de recibir una dosis de la
inyección de penicilina G procaína que puede durar aproximadamente de 15 a 30 minutos. Informe a su médico
si presenta alguno de los síntomas inmediatamente después de la inyección: ansiedad, confusión, agitación,
depresión, debilidad, convulsiones, ver cosas o escuchar voces que no existen, comportamiento agresivo, y
temor a morir.

¿Qué otro uso se le da a este medicamento?

Este medicamento se puede recetar para otros usos; pida más información a su médico o farmacéutico.

¿Cuáles son las precauciones especiales que debo seguir?

Antes de recibir la inyección de penicilina G procaína,

 informe a su médico y farmacéutico si es alérgico a la inyección de penicilina G procaína; antibióticos de


penicilina; antibióticos de cefalosporina como cefaclor, cefadroxil, cefazolin (Ancef, Kefzol), cefditoren
(Spectracef), cefepime (Maxipime), cefixime (Suprax), cefotaxime (Claforan), cefoxitin, cefpodoxime, cefprozil,
ceftazidime (Fortaz, Tazicef), ceftibuten (Cedax), ceftriaxone (Rocephin), cefuroxime (Ceftin, Zinacef) y
cephalexin (Keflex); procaína; o cualquier otro medicamento. Pregúntele a su médico o farmacéutico si no está
seguro si un medicamento al que es alérgico pertenece a uno de estos grupos de medicamentos. Además,
indique a su médico si es alérgico a cualquiera de los ingredientes en la inyección de penicilina G procaína. Pida a
su farmacéutico una lista de los ingredientes.
 Informe a su médico y farmacéutico acerca de qué otros medicamentos con y sin receta médica, vitaminas,
suplementos nutricionales y productos de hierbas está tomando o tiene planificado tomar. Asegúrese de
mencionar: probenecid (Probalan) y tetraciclina (Achromycin). Es posible que su médico deba cambiar las dosis
de sus medicamentos o supervisarle atentamente para saber si sufre efectos secundarios.
 Informe a su médico si tiene o ha tenido asma, alergias, fiebre del heno, urticaria o enfermedades renales.
 Informe a su médico si está embarazada, tiene planificado embarazarse o está amamantando. Si queda
embarazada mientras recibe la inyección de penicilina G procaína, llame a su médico.

¿Qué dieta especial debo seguir mientras tomo este medicamento?

A menos que su médico le indique lo contrario, continúe con su dieta normal.


¿Qué tengo que hacer si me olvido de tomar una dosis?

Si no acude a una cita para recibir la inyección de penicilina G procaína, llame a su médico tan pronto como le
sea posible.

¿Cuáles son los efectos secundarios que podría provocar este medicamento?

La inyección de penicilina G procaína puede ocasionar efectos secundarios. Informe a su médico si cualquiera
de estos síntomas es intenso o no desaparece:

 náusea
 vómitos
 dolor, inflamación, bultos, hemorragia o moretones en el área en donde se inyectó el medicamento

Algunos efectos secundarios pueden ser graves. Si experimenta algunos de estos síntomas, llame a su médico
inmediatamente o busque tratamiento médico de emergencia:

 sarpullido
 urticaria
 picazón
 dificultad para respirar o tragar
 inflamación del rostro, garganta, lengua, labios, ojos, manos, pies, tobillos o parte inferior de las piernas
 ronquera
 dolor de garganta
 escalofríos
 fiebre
 dolor de cabeza
 dolor muscular o de articulaciones
 debilidad
 ritmo cardiaco rápido
 diarrea intensa (heces líquidas o con sangre) con o sin fiebre y calambres estomacales que pueden ocurrir hasta
2 meses o más después de su tratamiento
 inicio repentino de dolor de la espalda baja, debilidad muscular, entumecimiento y hormigueo
 coloración morada o negra en la piel en el lugar donde se inyectó el medicamento
 ampollas en la piel, descamación o desprendimiento en el lugar donde se inyectó el medicamento
 entumecimiento de los brazos o piernas en el área en donde se le inyectó el medicamento

Alexander Fleming
Entre los grandes avances que registraron las ciencias médicas y biológicas en el siglo XIX cabe destacar el
establecimiento del origen microbiano de las enfermedades infecciosas, que debemos a investigadores de la talla de
Louis Pasteur y Robert Koch. Sin embargo, a pesar de los ingentes esfuerzos orientados al desarrollo de vacunas, muchas
enfermedades infecciosas siguieron siendo mortales, pues se carecía de medios para combatirlas una vez contraídas. En
este contexto se comprende la trascendencia del hallazgo de una sustancia, la penicilina, que era capaz de destruir los
gérmenes patógenos sin dañar al organismo. El descubrimiento de Alexander Fleming, en efecto, no solamente había de
salvar millones de vidas, sino que también revolucionaría los métodos terapéuticos, dando inicio a la era de los
antibióticos y de la medicina moderna.Alexander Fleming nació el 6 de agosto de 1881 en Lochfield, Gran Bretaña, en el
seno de una familia campesina afincada en la vega escocesa. Fue el tercero de los cuatro hijos habidos en segundas
nupcias por Hugh Fleming, el cual falleció cuando Alexander tenía siete años, dejando a su viuda al cuidado de la
hacienda familiar con la ayuda del mayor de sus hijastros. Fleming recibió, hasta 1894, una educación bastante
rudimentaria, obtenida con dificultad, de la que sin embargo parece haber extraído el gusto por la observación detallada
y el talante sencillo que luego habrían de caracterizarle.

Cumplidos los trece años, se trasladó a vivir a Londres con un hermanastro que ejercía allí como médico.
Completó su educación con dos cursos realizados en el Polytechnic Institute de Regent Street, empleándose
luego en las oficinas de una compañía naviera. En 1900 se alistó en el London Scottish Regiment con la
intención de participar en la Guerra de los Boers, pero ésta terminó antes de que su unidad llegara a embarcarse.
Sin embargo, su gusto por la vida militar le llevó a permanecer agregado a su regimiento, interviniendo en la
Primera Guerra Mundial como oficial del Royal Army Medical Corps en Francia. A los veinte años, la herencia
de un pequeño legado le llevó a estudiar medicina. Obtuvo una beca para el St. Mary's Hospital Medical School
de Paddington, institución con la que, en 1901, inició una relación que había de durar toda su vida. En 1906
entró a formar parte del equipo del bacteriólogo sir Almroth Wright, con quien estuvo asociado durante
cuarenta años. En 1908 se licenció, obteniendo la medalla de oro de la Universidad de Londres. Nombrado
profesor de bacteriología, en 1928 pasó a ser catedrático, retirándose como emérito en 1948, aunque ocupó
hasta 1954 la dirección del Wright-Fleming Institute of Microbiology, fundado en su honor y en el de su
antiguo maestro y colega.

La carrera profesional de Fleming estuvo dedicada a la investigación de las defensas del cuerpo humano contra
las infecciones bacterianas. Su nombre está asociado a dos descubrimientos importantes: la lisozima y la
penicilina. El segundo es, con mucho, el más famoso y también el más importante desde un punto de vista
práctico: ambos están, con todo, relacionados entre sí, ya que el primero de ellos tuvo la virtud de centrar su
atención en las substancias antibacterianas que pudieran tener alguna aplicación terapéutica. Fleming descubrió
la lisozima en 1922, cuando puso de manifiesto que la secreción nasal poseía la facultad de disolver
determinados tipos de bacterias. Probó después que dicha facultad dependía de una enzima activa, la lisozima,
presente en muchos de los tejidos corporales, aunque de actividad restringida por lo que se refleja a los
organismos patógenos causantes de las enfermedades. Pese a esta limitación, el hallazgo se reveló altamente
interesante, puesto que demostraba la posibilidad de que existieran sustancias que, siendo inofensivas para las
células del organismo, resultasen letales para las bacterias. A raíz de las investigaciones emprendidas por Paul
Ehrlich treinta años antes, la medicina andaba ya tras un resultado de este tipo, aunque los éxitos obtenidos
habían sido muy limitados.

El descubrimiento de la penicilina, una de las más importantes adquisiciones de la terapéutica moderna, tuvo su
origen en una observación fortuita. En septiembre de 1928, Fleming, durante un estudio sobre las mutaciones de
determinadas colonias de estafilococos, comprobó que uno de los cultivos había sido accidentalmente
contaminado por un microorganismo procedente del aire exterior, un hongo posteriormente identificado como el
Penicillium notatum. Su meticulosidad le llevó a observar el comportamiento del cultivo, comprobando que
alrededor de la zona inicial de contaminación, los estafilococos se habían hecho transparentes, fenómeno que
Fleming interpretó correctamente como efecto de una substancia antibacteriana segregada por el hongo.

Una vez aislado éste, Fleming supo sacar partido de los limitados recursos a su disposición para poner de
manifiesto las propiedades de dicha substancia. Así, comprobó que un caldo de cultivo puro del hongo adquiría,
en pocos días, un considerable nivel de actividad antibacteriana. Realizó diversas experiencias destinadas a
establecer el grado de susceptibilidad al caldo de una amplia gama de bacterias patógenas, observando que
muchas de ellas resultaban rápidamente destruidas; inyectando el cultivo en conejos y ratones, demostró que era
inocuo para los leucocitos, lo que constituía un índice fiable de que debía resultar inofensivo para las células
animales.Ocho meses después de sus primeras observaciones, Fleming publicó los resultados obtenidos en una
memoria que hoy se considera un clásico en la materia, pero que por entonces no tuvo demasiada resonancia.
Pese a que Fleming comprendió desde un principio la importancia del fenómeno de antibiosis que había
descubierto (incluso muy diluida, la substancia poseía un poder antibacteriano muy superior al de antisépticos
tan potentes como el ácido fénico), la penicilina tardó todavía unos quince años en convertirse en el agente
terapéutico de uso universal que había de llegar a ser. Las razones para este aplazamiento son diversas, pero uno
de los factores más importantes que lo determinaron fue la inestabilidad de la penicilina, que convertía su
purificación en un proceso excesivamente difícil para las técnicas químicas disponibles. La solución del
problema llegó con las investigaciones desarrolladas en Oxford por el equipo que dirigieron el patólogo
australiano Howard Florey y el químico alemán Ernst B. Chain, refugiado en Inglaterra, quienes, en 1939,
obtuvieron una importante subvención para el estudio sistemático de las substancias antimicrobianas segregadas
por los microorganismos. En 1941 se obtuvieron los primeros resultados satisfactorios con pacientes humanos.
El desarrollo de la Segunda Guerra Mundial determinó que se destinaran a las investigaciones recursos lo
suficientemente importantes como para que, ya en 1944, todos los heridos graves de la batalla de Normandía
pudiesen ser tratados con penicilina.

Con un cierto retraso, la fama alcanzó por fin a Fleming, quien fue elegido miembro de la Royal Society en
1942, recibió el título de sir dos años más tarde y, por fin, en 1945, compartió con Florey y Chain el premio
Nobel. Falleció en Londres el 11 de marzo de 1955.

Alexander Fleming
(Darvel, Reino Unido, 1881 - Londres, 1955) Médico y bacteriólogo británico. Estudió en la
Universidad de Londres, por la que se licenció en 1906. Fue profesor de bacteriología e
investigador de esta universidad, así como del Real Colegio de Cirujanos del Reino Unido. En
1951 fue nombrado rector de la Universidad de Edimburgo. Sus trabajos se centraron
básicamente en la búsqueda de sustancias capaces de atacar a las bacterias que afectan al ser
humano, con el objetivo de destruirlas sin causar daños en el paciente.

La primera sustancia de este tipo que descubrió, trabajando en colaboración con Allison, fue una enzima con
propiedades antibióticas, llamada lisozima, que está presente en fluidos corporales tales como la saliva o las
lágrimas, así como también en la clara de huevo. Sin embargo, el descubrimiento que mayor fama le dio lo
efectuó en 1928, cuando, de forma accidental, unos cultivos de estafilococos que estaba preparando se
contaminaron con Penicillium notatum, lo cual le permitió observar que alrededor del moho se formaban zonas
circulares en las cuales no se detectaba presencia de bacterias.

Sus trabajos posteriores lo llevaron a aislar, a partir del moho, una sustancia, a la cual bautizó con el nombre de
penicilina, que se caracterizaba por su gran poder antibacteriano, extremo éste que había sido observado con
anterioridad, concretamente en 1896, por Duchesne. El descubrimiento de Fleming cayó en el olvido durante
años, hasta que en el curso de sus investigaciones en la Universidad de Oxford, y debido a la necesidad de
disponer de sustancias antibacterianas para mejorar el tratamiento de los soldados aliados heridos durante la
Segunda Guerra Mundial, los investigadores Howard W. Florey y Ernst B. Chain lograron aislar y producir
cantidades suficientes de penicilina como para aplicarla a la curación de seres humanos, con lo cual la penicilina
se convirtió en el primer antibiótico con aplicaciones prácticas de la historia y se abrió el camino a una auténtica
revolución en la medicina del siglo XX. Los trabajos de búsqueda de sustancias con poder antibacteriano, que
se desarrollaron tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos, se iniciaron con preparados que contenían
únicamente un 1 % de penicilina. En 1945 se habían conseguido ya preparaciones cuyas concentraciones eran
suficientes para inhibir la actividad bacteriana, aun estando diluidas. La penicilina sería a partir de entonces uno
de los antibióticos más utilizados, debido, en gran parte, a su bajísima toxicidad, lo que la hace adecuada en un
amplio campo de aplicaciones.

El descubrimiento de Fleming le valió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1945, que compartió con el
patólogo británico de origen australiano Howard W. Florey y con el bioquímico británico de origen alemán
Ernst B. Chain, los dos científicos que lograron aislar y producir el antibiótico.

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