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Cuarto Lunes

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado ”” (Mt 27, 46)
Monición Inicial
El grito de dolor del Señor Jesús hiere profundamente nuestro corazón. ¡Es tan grande tu
sufrimiento! Hace ya más de dos mil años, que entregó su vida por nosotros y el mundo está
igual o peor que entonces. No hemos sido capaces de dejar el pecado y decidirnos por Jesús y
su evangelio ¡Como si no lo hubieras dado todo Señor! En Jesús crucificado, Dios quiere
alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó
de Él. Ofrezcámosle hoy nuestra vida al Señor para acompañarlo con nuestro amor en la soledad
de su Cruz. Con estos sentimientos dispongámonos a dar inicio a nuestra celebración.
Acto Penitencial
El presidente de la asamblea invita a realizar el examen de conciencia, tomando la postura de
rodillas, para recalcar el carácter penitencial de la celebración y la cuaresma, dejando un
momento de silencio, el sacerdote invita a la comunidad a responder: R/Señor ten piedad de mí.
A las siguientes súplicas o deprecaciones:
Por tus llagas. R/
Por tus dolores. R/
Por tu sed. R/
Por tus lágrimas. R/
Por tu Cruz. R/
Por tu agonía. R/
Por tus siete palabras. R/
Por tu preciosa Sangre. R/
Por tu Santísima muerte y sepultura. R/

(Luego se utiliza alguna de las tres fórmulas para el acto penitencial)

Liturgia de la Palabra

Monición a la Primera Lectura


El texto nos muestra a uno sobre el que cayó la justicia del cielo, uno que se ofrece por
voluntad, que se nos muestra sin aspecto humano, despreciable, como manso cordero, llevado
al matadero. Es en Cristo en quien se cumple esa Escritura.

Fue llevado como cordero al matadero


Lectura del libro del profeta Isaías. 52, 13 – 53, 12.
Ahora llega para mi servidor la hora del éxito; será exaltado, y puesto en lo más alto. Así
como muchos quedaron espantados al verlo, pues estaba tan desfigurado, que ya no parecía un
ser humano así también todas las naciones se asombrarán, y los reyes quedarán sin palabras al
ver lo sucedido, pues verán lo que no se les había contado y descubrirán cosas que nunca se
habían oído. ¿Quién podrá creer la noticia que recibimos? Y la obra mayor de Yavé, ¿a quién
se la reveló? Este ha crecido ante Dios como un retoño, como raíz en tierra seca. No tenía brillo
ni belleza para que nos fijáramos en él, y su apariencia no era como para cautivarnos.
Despreciado por los hombres y marginado, hombre de dolores y familiarizado con el
sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara, no contaba para nada y no
hemos hecho caso de él.
Sin embargo, eran nuestras dolencias las que él llevaba, eran nuestros dolores los que le
pesaban. Nosotros lo creíamos azotado por Dios, castigado y humillado, y eran nuestras faltas
por las que era destruido nuestros pecados, por los que era aplastado. El soportó el castigo que
nos trae la paz y por sus llagas hemos sido sanados. Todos andábamos como ovejas errantes,
cada cual seguía su propio camino, y Yavé descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue
maltratado y él se humilló y no dijo nada, fue llevado cual cordero al matadero, como una oveja
que permanece muda cuando la esquilan.
Fue detenido, enjuiciado y eliminado ¿y quién ha pensado en su suerte? Pues ha sido
arrancado del mundo de los vivos y herido de muerte por los crímenes de su pueblo. Fue
sepultado junto a los malhechores y su tumba quedó junto a los ricos, a pesar de que nunca
cometió una violencia ni nunca salió una mentira de su boca. Quiso Yavé destrozarlo con
padecimientos, y él ofreció su vida como sacrificio por el pecado. Por esto verá a sus
descendientes y tendrá larga vida, y el proyecto de Dios prosperará en sus manos.
Después de las amarguras que haya padecido su alma, gozará del pleno conocimiento. El
Justo, mi servidor, hará una multitud de justos, después de cargar con sus deudas. Por eso le
daré en herencia muchedumbres y lo contaré entre los grandes, porque se ha negado a sí mismo
hasta la muerte y ha sido contado entre los pecadores, cuando llevaba sobre sí los pecados de
muchos e intercedía por los pecadores.
Palabra de Dios.
Monición al Salmo Responsorial
Si clamamos al Señor, Él nos libra de todas nuestras angustias, por eso unámonos al salmista
en su súplica de misericordia a Dios.
Salmo Penitencial 50
R/ Misericordia, Señor, borra mi culpa.
Misericordia, Señor, por tu bondad,
por tu inmensa compasión
borra mi culpa.
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/

Pues yo reconozco mi culpa,


tengo siempre presente mi pecado.
contra ti, contra ti solo pequé
cometí la maldad que aborreces. R/

En la sentencia tendrás razón


en el juicio brillará tu rectitud.
mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre. R/
Te gusta un corazón sincero
y en mi interior me inculcas sabiduría.
rocíame con el hisopo:
quedaré limpio;
lávame:
quedare más blanco que la nieve. R/
Hazme oír el gozo y la alegría
que se alegren los huesos quebrantados.
aparta de mi pecado tu vista
borra en mi toda culpa. R/

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,


Renuévame por dentro
con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo Espíritu. R/

Los sacrificios no te satisfacen,


si te ofreciera un holocausto
no lo querrías, mi sacrificio es
un espíritu quebrantado.
Un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias. R/
Monición al Evangelio.

Para que el sacrificio de Cristo en la cruz fuera autentico, este debía incluso ser abandonado
por su Padre, ¿Cuántas veces no hemos abandonado a Cristo en nuestra vida? Inclusive como
los discípulos no hemos podido si quiera velar y acompañarlo en la oración. Al escuchar el
evangelio suscitemos en nuestro corazón el deseo de unirnos fuertemente Cristo y no separarnos
nunca de su presencia.

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo. 27, 45-50.

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde todo el país se cubrió de tinieblas.
A eso de las tres, Jesús gritó con fuerza: Elí, Elí, lamá sabactani, que quiere decir:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Al oírlo, algunos de los
presentes decían: «Está llamando a Elías.» Uno de ellos corrió, tomó una esponja,
la empapó en vinagre y la puso en la punta de una caña para darle de beber. Los
otros le decían: «Déjalo, veamos si viene Elías a salvarlo.» Pero nuevamente Jesús
dio un fuerte grito y entregó su espíritu.

Palabra del Señor.


-Meditación sobre la palabra dicha sobre Jesús en la Cruz

¿Quién puede escudriñar la longitud y profundidad de este grito de abandono del Salvador?
¿Cómo comprender el misterio que engloba este grito desde lo alto del Calvario?. Son palabras
insondables, que van mucho más allá de toda comprensión humana. Son palabras que revelan
la gravedad de los pecados de la humanidad en los cuales están incluidos tus pecados y los míos,
y también revelan la profundidad del amor de Dios.

Sintiendo y asumiendo el peso de los pecados de toda la humanidad, Cristo siente el rigor de
la soledad y el abandono de Dios. Cristo es abandonado. Cristo lucha por la redención de la
humanidad, aunque no cometió pecado alguno. Cristo carga sobre sí, los pecados de todos los
seres humanos, y se hace así el mayor de todos los pecadores "Aquel que no cometió pecado, se
hizo pecado por nosotros para que fuésemos justicia de Dios en él". Por eso el Padre aparta su
rostro de Jesús, y Jesús es abandonado de Dios. Sintiendo los horrores del infierno y el aguijón
de la muerte, Jesús exclama: "Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?. Aunque este
es el único pasaje de la Escritura en que Jesús no llama a Dios como Padre, sino Dios mío, él no
pierde su confianza en el Padre. Jesús no desespera de sí, sino que encomienda su causa a quien
lo envió, y encomienda su causa al Padre.

Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? No es un abandono aparente o ficticio,
sino real y verdadero. No fue un momento de debilidad o de tentación, sino un real abandono
del amor y la misericordia de Dios. No fue una ruptura o separación entre el Padre y el Hijo,
más el Padre que es Santo, privó al Hijo en aquel momento, del amor, consuelo, gracia y
misericordia, ya que llevaba sobre sí la culpa y el pecado de todos los seres humanos, que lo
enjuiciaban y lo hacía reo de muerte. Cuando alguien nos pregunte: ¿Por qué Cristo exclamó
"Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado?" Podremos responder entonces, sin
excluirnos diciendo: "Fue por nuestra culpa y por nuestro pecado, que motivamos su gran dolor".
Y entonces recordarás agradecido que fue por este abandono de Dios que recibió Jesucristo, que
ahora tú estás amparado por la mano poderosa de nuestro amado Padre celestial.

-Momento de Silencio Meditativo


-Canto Dolorosa al pie de la Cruz

Monición sobre la conexión entre el dolor de Cristo y de María


Incluso en el momento más frío y tétrico de la pasión de Cristo, a pesar de la noche oscura
que sufría su alma, aún contaba con un consuelo, su madre aquella que representaba el amor de
su Padre en la tierra, se encontraba junto a Él. María como cualquier madre no quería que su
Hijo divino se sintiera triste ni solo, por eso también su corazón se sumió en la soledad y la
amargura. Uniéndonos a la Virgen amemos a Cristo que sufrió incluso el abandono de su Padre
por nosotros.

-Rezo del Dolor

Cuarto Dolor de María: María se encuentra con Jesús camino al Calvario.


Cuánto más tiernamente lo amó, tanto mayor dolor sintió al verlo sufrir, especialmente cuando
lo encontró, ya condenado a muerte, cuando iba con la cruz al lugar del suplicio. Ésta es la cuarta
espada de dolor, que vamos a considerar.

7 ave marías, Gloria, Madre llena de dolor haz que cuando expiremos nuestras almas
entreguemos por tus manos al Señor.
Letanías de la Virgen Dolorosa
Santa María, Ruega por nosotros
Nueva Eva
Sierva de la reconciliación
Defensa de los inocentes
Esperanza de los perseguidos
Salud de los pecadores
Salud de los enfermos
Refugio de los que no tienen nada
Fuerza de los débiles
Fuerza de los que luchan
Descanso de los fatigados
Reina de los mártires
Reina de los que sufren por la injusticia
Reina de los intrépidos
Reina de los arrepentidos
María es madre de gracia y madre de misericordia
-Momento breve de silencio
-Acto de ofrecimiento
(Rezamos todos juntos)
Madre y Señora nuestra,
que en estos días
nos permites acercarnos
a contemplar los dolores
con que te asociaste
a la obra de la salvación
nos confiamos
a tu bondadosa intercesión, y
estando en oración,
te rogamos nos alcances
el don del arrepentimiento
y el beneficio invaluable
de la reconciliación
señora del amor, del dolor,
de la paz y la alegría,
otórganos vivir en el ejercicio del amor
para con los demás
y experimentar en nuestros días
un deseo ardiente de querer hacer
en nuestras vidas la voluntad del Padre,
y que podamos pronunciar, como tú,
aquellas palabras:
“Hágase en mí según tu palabra”. Amén.
-Oración Conclusiva

Madre Santísima de los Dolores, por el intenso martirio que sufriste al pie de la cruz durante
las tres horas de agonía de Jesús, dígnate en nuestra agonía asistirnos a todos los que somos
hijos de tus dolores, a fin de que con tu intercesión podas pasar del lecho de muerte a ser tu
corona en el Paraíso. Amén.

Oración de los Fieles

V/ Oremos, hermanos al Señor de la gloria para que nos enseñe a cumplir la voluntad del Padre
aún en los momentos más duros y difíciles de nuestras vidas. A cada intención respondemos:

R/ Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.


-Por aquellos que no tienen vestido, para que al unirse a la desnudez de Cristo en la Cruz,
puedan ser signo para nosotros de ese Cristo sufriente el cual debemos consolar. Roguemos
al Señor.
-Para que seamos siempre capaces de perdonar a los que nos han ofendido y sobre todo salir
al encuentro del hermano con el cual estábamos enemistados, tomando la iniciativa de pedir
perdón aún inclusive cuando no hemos fallado. Roguemos al Señor.
-Por nosotros aquí reunidos para que participando de las diversas peregrinaciones hacia las
puertas santas en nuestra Diócesis podamos obtener la indulgencia que expía completamente
la pena temporal por nuestros pecados. Roguemos al Señor.
V/ Escucha tierno y amorosísimo Señor de las misericordias, nuestra humilde petición y Señor
de amor y de bondad, te rogamos inclinar tu Divino rostro y favor hacia nosotros. Por Jesucristo
nuestro Señor.
Monición a la Comunión:

No le neguemos al Señor que cuente con nuestra compañía y su deseo de hacer de nosotros
sagrarios vivos, por el contrario acerquémonos a la mesa Eucarística y disfrutemos de la
presencia restauradora de Cristo en nuestro corazón.

-Después de la comunión y antes de la oración pos-comunión, el presidente junto a la


asamblea realizan el siguiente responsorio:

V/Obtennos la salvación, oh Virgen María, por la Pasión de tu Hijo.


R/ Obtennos la salvación, oh Virgen María, por la Pasión de tu Hijo.
V/ Tú que lo acompañaste fielmente al pie de la cruz.
R/ Obtennos la salvación, oh Virgen María, por la Pasión de tu Hijo.
V/Intercede por tus hijos, comprados a tan caro precio: ¡con su propia Sangre!
R/ Obtennos la salvación, oh Virgen María, por la Pasión de tu Hijo.
-Luego el sacerdote dice Oremos y realiza la oración pos-Comunión.

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