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Anonimato, ¿es el problema?

Comentarios agresivos, intolerantes, maleducados, abundan en Internet.


Sobre todo, cuando quedan “protegidos” bajo el anonimato. Por eso algunos
proponen suprimir el anonimato en Internet. Pero, ¿es esa la solución?

No resulta fácil dar una respuesta. Con cierta frecuencia aparece el debate
sobre el tema, sea a nivel de las mismas páginas de Internet, que discuten si admitir
o no admitir a usuarios anónimos, sea a niveles de parlamentos o de gobiernos.

Por un lado, existe el derecho de defender la propia privacidad. Si uno quiere


decir algo sin que se sepa quién es el que habla, parecería que tiene el derecho de
hacerlo si tiene motivos válidos.

Especialmente esto se aplicaría a quienes son conscientes de que si firman


sus aportaciones en Internet podrían ser afectados por consecuencias relevantes
en su vida personal, familiar o profesional; algo que vale también para los políticos:
habrá más de uno que use “nicks” para participar en blogs o en foros de Internet.
Hay ocasiones en que tales consecuencias pueden ser muy graves, como ocurre si
un disidente de un sistema político injusto y opresor es descubierto y penalizado
con multas o incluso con la cárcel por lo que ha publicado en Internet.

Por otro lado, se supone que la defensa de una idea buena y justa adquiere un
tinte más humano si se hace abiertamente, cara a cara. La franqueza tiene un alto
reconocimiento en nuestro mundo moderno, sobre todo si uno es coherente con lo
que defiende y si habla desde la verdad, con educación y para promover la justicia.

Sería, sin embargo, algo ingenuo suponer que no existen peligros a la hora de
ser francos. En parte, porque defender ciertos principios supone, también en países
democráticos, someterse a un linchamiento mediático sumamente pesado (sea por
parte de anónimos, sea por parte de personas que firman sus comentarios). Basta
con escribir un artículo contra el aborto para encontrarse con reacciones hostiles de
quienes promueven como si fuera un “derecho” la eliminación de los hijos antes de
nacer.

En parte, porque en Internet conviven las dos modalidades de intervención: la


anónima y la firmada. Esto crea una desigualdad a la hora de intervenir, pues
mientras unos dan la cara y arriesgan (literalmente) su fama o su misma vida, otros
se esconden en las sombras y actúan de modo más o menos agresivo, incluso con
mentiras o calumnias sumamente graves.

Para mencionar un caso entre miles, hace meses fue publicado en un blog el
texto de un anónimo que insinuaba su deseo de agredir físicamente a los familiares
de quien había firmado un artículo contra el aborto. Ese texto siguió “online”
bastantes meses sin que nadie lo eliminase.
El problema, por lo tanto, es complejo. Pero reducirlo al anonimato es
insuficiente. Porque el problema no radica en la existencia de algunos (muchos)
comentarios insultantes o agresivos publicados bajo el anonimato. El problema real
es que, con firma o sin firma, hay personas que usan Internet para insultar, para
promover la injusticia y el odio, para desprestigiar a inocentes, para generar
corrientes de opinión que van contra derechos humanos fundamentales de otros.

Discutir, por lo tanto, sobre el anonimato es fijarse en las hojas sin ir a las
raíces. Las raíces están en aquellos corazones que buscan destruir al otro desde
actitudes de injusticia y prepotencia, así como en situaciones políticas y sociales en
las que se permite el abuso de los poderosos sobre los débiles, hasta el punto de
poner en peligro el sano ejercicio de la libertad de expresión.

Hay que ir, por lo tanto, más a fondo y recorrer caminos que sirvan para sanar
la dureza de los corazones. Es desde el interior donde uno actúa: con o sin
anonimato hay quienes buscan destruir injustamente la fama de otros seres
humanos; al revés, con o sin anonimato, hay quienes saben defender a los débiles,
difundir la verdad, ayudar a otros seres humanos en el camino común que nos
permite construir sociedades buenas.

Calumnias
En este caso la calumnia (sin que tengan la consideración de haberlo realizado con
publicidad, ni mediante precio o recompensa), se recoge en el artículo 205 y
siguientes del Código Penal. Se define como el haberle imputado a otra persona un
delito a sabiendas de que es falso o por lo menos no habiéndose
asegurado mínimamente de si es cierto o no (es lo que en derecho se conoce como
“con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad”). En el
caso del tipo simple, cuando se da sin publicidad, ni mediante precio o recompensa,
conlleva una pena multa de 6 a 12 meses.
Es decir, que los requisitos para que exista delito son:
 Que una persona impute a otra la comisión de un delito.
 La imputación del delito (tipificado en el Código Penal) deberá realizarse
a una persona en concreto, no a un colectivo o grupo de personas.
 Se debe imputar un delito en concreto, no bastaría manifestaciones
genéricas como “ladrón”, “chorizo” o “asesino”. (En todo caso, estas
manifestaciones serían constitutivas de un delito de injurias y no de
calumnias).
 Que la persona que lo imputa sepa que es mentira o que no se haya
preocupado de averiguar si es verdadero o falso.
Establece el art. 215 CP, modificado en su apartado 3 por la LO 5/10 de 22 de junio,
que:
“1. Nadie será penado por calumnia o injuria sino en virtud de querella de la persona
ofendida por el delito o de su representante legal. Se procederá de oficio cuando la
ofensa se dirija contra funcionario público, autoridad o agente de la misma sobre
hechos concernientes al ejercicio de sus cargos.”
Por lo tanto, nadie más que el ofendido, es decir, la persona a la cual se le ha
imputado el delito, podrá denunciar los hechos. Significa que, a no ser que el
ofendido denuncie, no se podrá instruir causa por calumnias a nadie.
La única excepción es que la calumnia se refiera a un cargo público. En este caso,
si podrá actuar el órgano público o la fiscalía de oficio.
Existe un medio por el cual el que sea acusado de calumnia podrá no ser
culpable. Si demuestra que es verdad lo que ha dicho.
Además, si el acusado de calumnia reconoce ante el juez la falsedad de la
imputación del delito a otra persona, es decir, si se declara culpable del delito de
calumnia, se le impondrá la pena inmediatamente inferior en grado.

Chisme y sus consecuencias


La Palabra de Dios nos habla muy claramente sobre lo malo que es el hablar
indebidamente de otra persona (osea chisme) y siempre sus resultados son tan
dañinos que pueden destruir el testimonio o la vida de una persona. La palabra
hebrea traducida como “chismoso” en el Antiguo Testamento es definida como
alguien que revela secretos que suceden a su alrededor como un chismoso o
traficante de chismorreos.
En Proverbios 16:28 nos dice la palabra – “El hombre perverso levanta contienda, y
el chismoso aparta a los mejores amigos”. Muchas personas, amistades y hasta
familias han sido destruidas por un comentario incorrecto lo cual comienza con un
chisme.
El chisme trae contiendas, dice Proverbios 26:20 – “Sin leña se apaga el fuego, y
donde no hay chismoso, cesa la contienda.” Como la leña que aviva el fuego así
mismo es el chisme, aviva la contienda entre personas. Qué triste es cuando usted
ha confiado en una persona y al pasar el tiempo usted se entera que esa persona
en la cual confiaste te ha juzgado y hablado mal de ti delante de otros. Es doloroso
el confiar en alguien y darte de cuenta más tarde que esa persona no tenía como
dice el texto “espíritu fiel”.
Qué triste cuando por un chisme se separan familias, amigos, iglesias, ministerios,
matrimonios dejando una estela de dolor y daño que pueden pasar muchos años
para reparar el daño hecho y hay casos que el daño no tendrá reparo jamás porque
Dios perdona y no se recuerda más de nuestros pecados, pero a diferencia del
hombre que tiene por tendencia él no olvidar.
A juzgar por lo común de su práctica, aún entre personas que profesan ser
cristianas, tal parece que muchos están confundidos con respecto a la naturaleza y
malignidad del chisme.
“El que anda en chismes descubre el secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo”
(Pr. 11:13). “El que anda en chismes revela secretos, pero el de espíritu leal oculta
las cosas” (LBLA).
Junto con el chisme normalmente aparece otra variante, la QUEJA: esta palabra
significa (lamentarse, dolerse, protestar, demandar, reclamar, reprochar.) Y de la
queja viene la murmuración, estos son como dos gemelos que nunca andan
separados siempre andan juntos y son muy buenos compañeros nunca se separan,
la queja no es de Dios, no viene en el paquete de la salvación.
La murmuración puede ser sobre un hecho verdadero, entonces se le llama chisme.
No se cuestiona si lo que se comunica es cierto o no, sino que el hecho de hablarlo,
de comentarlo con otros, se constituye en murmuración y eso es pecado. Y
recuerden que para Dios no hay diferencia de pecados, es tan pecador el asesino,
el idólatra, el adúltero como el chismoso. Nuestro Señor llama a los chismosos
corruptos.
Aquellos que se involucran en este comportamiento no hacen sino provocar
dificultades y causar ira y amargura, sin mencionar las heridas entre amigos.
Tristemente, algunas personas lo hacen pensando que es sin intención y buscando
el bienestar de la víctima de sus murmuraciones, y nada más lejos de la realidad.
Cuando tales personas son confrontadas, niegan las acusaciones y responden con
excusas y racionalismos. En vez de admitir su error, culpan a alguien o a algo más,
o intentan hacerlo sonar como si el pecado que cometieron no fuera tan malo. “La
boca del necio es quebrantamiento para sí, y sus labios son lazos para su alma. Las
palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas.”
(Proverbios 18:7-8).
“El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias.” (Proverbios
21:23) Así que debemos guardar nuestras lenguas y refrenarnos del acto
pecaminoso del chisme. Si rendimos nuestros deseos naturales al Señor, Él nos
ayudará a mantenernos rectos. Dios recompensa al justo y al recto, así que todos
debemos luchar para permanecer como tales.

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