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2 La educación pública debe ser laica. La escuela debe limitarse a dar información sobre
historia de las religiones, con especial atención a la religión católica. Si las familias lo
solicitan, el Estado podrá facilitar medios para la educación religiosa, pero siempre fuera de
la escuela.
5 La educación pública debe tener un carácter social. No debe ser un centro aislado de la
comunidad social, debiendo insertarse en ésta y mantener relaciones con padres, entidades
profesionales y culturales, etc.…
·Al igual que es sistema educativo aparece como un todo unitario, el profesorado que lo sirve
debe constituir también un todo orgánico. Siendo una la función educativa, uno debe ser
también el profesorado.
La República se propuso llenar las escuelas con los mejores maestros. Pero los
docentes de la época tenían una formación casi tan exigua como su salario. Con
Marcelino Domingo al frente del Ministerio de Instrucción Pública y Rodolfo
Llopis de director general de Primera Enseñanza, se elaboró el "mejor Plan
Profesional para los maestros que ha existido en nuestra historia", asegura
Domínguez. Y prácticamente las mismas palabras usa Antonio Molero para
defender esa idea. El sueldo miserable de aquellos voluntariosos maestros subió a
3.000 pesetas al tiempo que se organizaban para ellos cursos de reciclaje
didáctico. En aquellas Semanas Pedagógicas recibían asesoramiento de los
inspectores, para remozar su formación. La carrera de Magisterio, elevada a
categoría universitaria, dignificó la figura del maestro. A los aspirantes se les
exigió, desde entonces, tener completo el bachillerato antes de matricularse en las
Escuelas Normales, donde se enseñaba pedagogía y había un último curso
práctico pagado. "Se hizo del maestro la persona más culta, eran los
intelectuales de los pueblos y, con toda la precariedad en que vivían, ejercieron
de una forma digna", señala Consuelo Domínguez.
Durante el bienio azañista, se pudo llevar a término la ley, que con tanto
esmero se concibió, como la solución al déficit educativo en el país. Se continúo
con la labor de renovación de la enseñanza primaria. La construcción de escuelas.
Promulgo decretos para aligerar los plazos y los procedimientos de colaboración
entre el Estado y el municipio, a crear prototipos de edificios escolares para cada
región geográfica y mejorar la financiación de éstas construcciones. Creo,
mediante el decreto de 27 de enero de 1932, la Sección Pedagógica de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Otorgándole, dicha
norma, una doble misión: “el cultivo de las ciencias de la educación y el
desarrollo de los estudios superiores pedagógicos”. Así como la formación del
profesorado de segunda enseñanza y de Escuelas Normales, de la Inspección de
Primera Enseñanza y de los directores de escuelas graduadas (Art.1º). Dicha
sección expediría los certificados de estudios pedagógicos que habilitaría a los
licenciados para opositar. Se regulo otro aspecto de la enseñanza primaria: la
Inspección. Mediante el decreto de 2 de diciembre de 1932, se aporto una
concepción mas moderna de esta y haciendo del inspector un especialista
técnico-pedagógico, un consejero y un orientador del maestro. De igual manera
ocurrió en la enseñanza media mediante el decreto de 30 de diciembre del mismo
año. Por otro lado, aquí hubo que enfrentarse al problema derivado de la ley de
Confesiones y Congregaciones Religiosas, con la que se ordenaba el cierre de
esta enseñanza para el 1 de octubre de 1933, exceptuándose solamente la
enseñanza primaria cuya extinción seria para el 1 de enero de 1934. a tal efecto,
se creo la Junta de Sustitución. La cual se encargaría de sustituir la enseñanza,
profesores y edificios religiosos por laicos. En el ámbito universitario, se realizo
un proyecto de ley que, aunque no llego a convertirse en ley, reflejaba el
pensamiento reformador a este nivel: formar científicamente a los diferentes
profesionales, que la sociedad requiere y fomentar la investigación en su propio
seno.
En 1933 se celebraron las segundas elecciones a Cortes de la República, dando la
victoria a los partidos de derecha (coalición formada por los radicales de Lerroux
y por los católicos de la CEDA de Gil Robles). La mujer estrena el voto
femenino y la derecha -la CEDA de Gil Robles- llega al poder. Los progresistas
verán cómo se va destejiendo parte del sistema diseñado. "Ellos mismos se
llamaron el bienio rectificador", recuerda Cristóbal García, profesor de Historia
Contemporánea de la Universidad de Huelva. Ésto supuso que se diera marcha
atrás en muchos de los planteamientos educativos laicos del anterior gobierno. En
la enseñanza primaria, se inició un descenso en las construcciones escolares y un
debilitamiento creciente de la reforma pedagógica. Se prohibió la coeducación en
las escuelas primarias[4]. a lo que, conjuntamente, le siguió una intensa acción
para conseguir erradicarla en las escuelas normales. También este retroceso
afectó a la enseñanza universitaria. Muestra de ello es la extinción de la
representación estudiantil en los claustros, juntas de gobierno y juntas de la
facultad. Por otro lado, como aportaciones positivas de esta etapa destacan, las
reformas de la segunda enseñanza, en la que se establecía que los alumnos libres
y los de enseñanza colegiada se matricularían en los institutos nacionales de
segunda enseñanza, donde se examinarían ante un tribunal. Esto también seria de
aplicación para los alumnos de institutos locales y elementales y a los de los
colegios subvencionados. Por otro lado se prohibía la imposición por el
profesorado de libros de texto o de lectura Además se determinaban las
condiciones para la creación de institutos nacionales e institutos elementales.
Pero la reforma fundamental en este nivel se produce con la aprobación, en 1934,
del Plan de estudios de bachillerato: el Plan Villalobos .Con él, la enseñanza se
estructuró a este nivel en siete cursos divididos en dos ciclos. El primero,
(formado por tres cursos) impartiría una enseñanza general que prepararía para el
segundo ciclo (formado por cuatro cursos divididos) donde los dos primeros
cursos de éste comprenderían disciplinas formativas y en los dos siguientes se
profundizaría en las disciplinas. Finalizado el bachillerato, había una prueba de
reválida en cuyo tribunal intervendría el profesorado universitario[5]. Por otro
lado, la calificación de los alumnos oficiales se encomendaba a la junta de
profesores, que habrían de tener en cuenta la labor del alumno a lo largo del
curso. Respecto a los alumnos de enseñanza libre y colegiada, se reiteraba el
criterio de que se examinaran ante la junta de profesores del instituto del que
dependiera el centro. En cuanto a la enseñanza universitaria, hay que destacar el
impulso dado a la construcción de la Ciudad Universitaria de Madrid y la
inauguración del Colegio de España en Paris en 1935.
"Aquel bienio dedicó su política docente a frenar las medidas anteriores", critica
Molero. Pero señala, "en justicia", dos iniciativas considerables de aquel periodo:
"Un buen plan de bachillerato y una comisión para la reforma técnica de la
escuela que no pudo dar sus frutos". Por entonces comenzó el baile de ministros
de Instrucción: "16 hubo en el total de la República: imposible hacer políticas a
medio plazo", lamenta Molero.
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