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PATRICIA SUAREZ
E.mail:
cazadoraoculta@gmail.com
cazadoraoculta@hotmail.com
Personajes
Marietta, modista.
Don Pipo, viejo
Turiddu, hijo de Marietta
Escena única
Taller de costura de Marietta. En el centro una mesa, al costado un maniquí, hacia el
otro costado un biombo abierto tras el cual se miden las clientas.
Marietta (sola, al biombo): Es la sisa. Es el canesú. Espere que me fijo... (Va hacia el
biombo). No le escucho? Está mal de la garganta? Por qué habla tan bajo? Quién la oye?
Dios? Dios en lo Alto? Má, no. No le interesa cómo le queda el vestido a usted, doña
Gertrudis. Tiene tantos problemas, con la guerra... todos los tullidos que quedaron... Del
techo, dice usted? Una gotera que yo tenga? No sé... Vistáse, vamos. Le va a agarrar
neumonía, vistáse.
Golpe a la puerta.
Marietta: ¿Quién?
Marietta: No.
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Marietta: Vos vas a ser lo que yo te diga: que para eso te doy de comer, lavo y te
plancho la ropa tuya. (a la clienta) Mire qué tupé, el desgraciado. Se me insolenta. Los
suyos son así? Ah, qué cabeza! Cierto que usted no tiene hijos. Se quedó para vestir
santos: mejor así. Menos preocupación.
Turiddu: Un ratito.
Marietta: No.
Marietta: A tu edad?
Marietta: Semejante grandulón vas a estar jugando con las canicas. Vas a tener novia y
estás con las bolitas? Qué va a pensar la gente? Que tuviste la meningitis y quedaste
idiota? No. No hay plata para canicas.
Turiddu: Mamma...
Marietta: Andáte, Turiddu. Te tengo prohibido que pises el taller cuando hay gente.
(Fuera de escena, chistido de la clienta. Marietta se levanta y va hacia el biombo.) Qué
pasa? Cómo que cae el yeso? Ah! La lluvia de los otros días aflojó el yeso. ¡La
Madonna, otro gasto más! Deme, yo la ayudo con los botones, dése vuelta así. Ahí
está... faltan tres, dos, uno... (se asoma) Si cuando salgo te veo en el taller, Turiddu, te
tiro con la zapatilla. (Saca medio cuerpo del biombo). Sigues ahí como una estatua! (La
amaga tirarle la zapatilla, Turiddu sale corriendo de la escena.) Habráse visto,
sinvergüenza. Salgo, señora, a ver adónde se mete este chico. Le traigo un vaso con
agua? No le traigo nada, muy bien.
Marietta sale.
En penumbras y subrepticiamente, entra Turiddu seguido de don Pipo.
Turiddu: Pero si es verdad. Usted se apoya con todo el cuerpo y el reboque salta. Sea
cuidadoso, don Pipo.
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Turiddu: Me debe doscientas diez liras.
Don Pipo: Es tu madre, cómo le vas a cobrar? Mal hijo! Esto en mi época...
Turiddu: Le hago la cuenta: Flora di Salvo. Antonia Garmendia. Ramona García... Una,
dos, tres. Doscientas diez liras. Setenta cada una. Siete pesos.
Turiddu: Setenta cada una. En qué quedamos, don Pipo? Era un trato.
Don Pipo: La señorita Ramona García se hizo confeccionar falda para el té.
Turiddu: ¿Y?
Don Pipo: Cómo nada? Habla de mí. Mucho ojo con lo que se dice de mí. Yo soy un
hombre de respeto. Dime lo que dijo mi comadre, Turiddu.
Turiddu: Le dije.
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Don Pipo: Y?
Turiddu: No me cree.
Turiddu: Uf. Cree que usted está ... ¿cómo se dice? Enamorado de ella.
Don Pipo: ¿Yo? ¿De tu mamma? Dios bendito, lo único que... ¿Así que se cree que hago
el galán?
Turiddu: Eh.
Don Pipo: Qué barbaridad, la imaginación de las mujeres. ¿Qué dice? Yo notaba que
ella me ponía ojitos... ¿Qué dice, Turiddu? Vamos, cuéntame. Soy tu padrino. Era el
amigo de tu abuelo, don Celso allá en Siracusa lejana... ¿Me vé buen mozo? Esta parte
de las cejas la tengo igual a Rodolfo Valentino. Ya me lo han dicho. Y la boca, mira
cuándo sonrío. Estoy igual al Zorzal.
Turiddu: ¿Quién?
Turiddu: Ella dice: Ya está otra vez este viejo escrofuloso rompiéndome los quinotos.
Me anda atrás como una gallina clueca, ¿por qué no lo pisará un tranvía?
Turiddu: ...
Don Pipo: No, no. Es altanera. Por los ojos, lindos ojos. Busto como doña di Salvi no
tiene.
Turiddu: Oiga, que es mi madre. Qué opina? Qué la anda mirando, comparando con
esas perdidas?
Entra Marietta.
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Marietta: Esto ya parece el Congreso de la Nación. Todos entran, todos hablan,
discuten... sin que nadie los invite.
Don Pipo: Disculpe, doña Marietta. Tiene razón. Acá el nene me hizo pasar para que le
pase la cuchara que se cayó el reboque, dijo. Es que este no es buen yeso. Yo soy yesero
de antes...
Marietta: Arreglélo, don Pipo. Al final se pasa la semana en mi casa arreglándolo todo.
Parece que esta casa está hecha de merengue. (A T) ¿Vos qué estás haciendo? Sos
aprendiz ahora de albañil? Entonces vuela de acá y repasa las tablas de multiplicar.
Turiddu: Ahora?
Turiddu: Pero, mamma. Don Pipo me estaba enseñando de qué está hecho el yeso. Eso
me sirve para la clase de química.
Marietta: Yo te voy a dar una lección de anatomía, Turiddu. Ven aquí cerquita que te
muestro con la zapatilla cómo se llaman los músculos donde acaba la espalda. Ven...,
ven... (Turiddu sale corriendo) Hace travesura, pero no se me pone al alcance de la
mano para que le dé...
Marietta: Yo tengo que coser. Y a las tres viene una señora a medirse, necesito que me
deje esto arreglado, limpio y barrido.
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Marietta: Lo dudo.
Marietta: Lo que le hace Caridad, doña Caridad, la mujer del casero. Usted vive en el
Inquilinato de los Vidrios Rotos, ella le cocina. Es así o no es así? (Don Pipo asiente
con lentitud) Parece que hablo con un tonto a veces, don Pipo. Disculpe que se lo diga,
pero yo soy su amiga y alguien se lo tiene que decir. Usted no es un viejo carcacho
todavía, cumplió los sesenta hace poco; tiene que tener la cabeza más joven, ser más
rápido para contestar... Así (chasquea los dedos) Yo le hablo y parece que hasta que no
le llega el eco de todo lo que le digo, no me dice ni mu, yo me quedo parada sin saber si
entendió, si no entendió, si está ofendido... eh? Para mí es muy importante un hombre
con rapidez al hablar. No uno que se queda como papando moscas...
Pausa
Marietta: Qué?
Marietta: Y sí.
Marietta: Qué quiere decir, don Pipo? Mire, no me haga el poeta porque hoy no puedo.
Hoy no estoy para la bella luna, ni la ola encrespada, ni balconear serenatas. Sabe qué?
Le hice el vestidito floreado a Lucía Santos. Hace un mes vino y se lo probó, le sentaba
perfecto. Ahora volvió ayer y no le entra. La manga japonesa le queda atorada... Esa
muchacha engordó, esa muchacha está en estado... Pero qué pasa? Yo tengo que
descoser, remendar, agregar, volver a coser que no se note la puntada antigua... Esto no
es vida, porque yo me desespero por el vientre que le viene así y ella ni se mosquea y da
cuántos malos pasos quiere sin pensar que trae hijos al mundo y hay que agrandar los
vestidos!!! Se piensa que es una avispa! ¡Mire si estoy hoy para escuchar versitos, yo!
Don Pipo: Hoy no hay luna. Se hizo con agua la semana pasada, así que va a llover todo
el mes.
Marietta: Qué?
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Don Pipo: El mes.
Marietta: El mes es lo que ya no tiene esta asquerosa de Lucía Santos. Tiene una cintura
así llena de chicha...
Don Pipo: La luna; no puede ser bella. Eso digo, porque la tapan las nubes. Se hizo con
agua, se llenó el día de la tormenta y ahora va a llover hasta que cambie.
Marietta: No sé de qué me habla. Mire, usted está trastornado. Es que el yeso debe ser
una sustancia venenosa, como el plomo. Los que hacen sombreros trabajan con plomo y
se vienen locos. No? No, es con la plata. No, la plata es noble. Es con el mercurio. Con
el mercurio, verdad? Enloquece, verdad? Si usted es yesero por su cuenta, no hay
sindicato que proteja de la locura, verdad? De las enfermedades? Oigáme, don Pipo.
Ahora pare un poquito, descanse aquí. Sientése en el banquito, yo traigo un vasito de
aperitivo y corto un salamín y comemos tranquilos. Quiere? Un salamito, un poco de
pan... Así hablamos, hablamos. Se acuerda de Siracusa? Hablemos. Después sigue
tapando el agujero. Le parece bien?
Marietta: Esperéme.
Marietta sale.
Don Pipo se queda pensativo.
Entra Turiddu.
Turiddu: Se fue?
Turiddu: Apurése entonces con el reboque. Pone el mosquitero que parece rejilla y listo.
Arregló? Mire que en un rato se mide Lucía Santos. Me lo dijo la mamma, que tiene que
venir. Viera cómo se pavonea cuando se mide. Las tiene así grandes.
Don Pipo: A vos te va a hacer mal, Turiddu, ver tantas mujeres desnudas.
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Don Pipo: Porque yo soy un viejo. He visto muchas mujeres. Una más, una menos... No
me hace impresión. A la larga son todas iguales.
Don Pipo: Qué dices!! Maleducado. Voy a contarle a tu madre toda esta indecencia que
armaste en su taller!
Turiddu: Usted me dijo. Todas esas mala-féminas que atiende tu madre, cuántos
hombres respetables pagarían para verlas desnudarse un poquito, un poquito, un minuto
solamente, ¡un suspiro!, y vos te harías rico, cobrándoles...; así dijo, don Pipo.
Turiddu: Todo no, pero vino con el taladro para hacer el agujero secreto y con la
cuchara rebocó...
Turiddu: Después lo trajo a don Aniceto, a don Pascuale el de Villa Constitución... todos
pagaron, las vieron a la Lucía Santos, a Marguerita Ricci, a doña Cristinita... No se
haga el zonzo, don Pipo...
Marietta: ¿Qué estás haciendo acá, Turiddu? No te mandé a estudiar los libros? No?
Turiddu: Quería ver cómo se repara un techo. Así la próxima lo arreglo yo y se ahorrá lo
que le pague a este viejo.
Marietta: Más respeto con Don Pipo! Don Pipo, péguele un castañazo a este hijo mío
que es un deslenguado.
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Marietta: Te lo tienes merecido.
Marietta: Má, coméla ahora. Te piace? Te comes el frasco entero. Coma, don Pipo.
Sirvase. No le dé pudor delante de este malandra. (Baja la voz) Sabe? Mi finado y yo lo
hicimos en el barco. Por eso es medio trastornado, la marea a una yendo y viniendo...
¡Qué lindo viaje fue aquel! ¡Qué lindo son los viajes de novios!
Marietta: ¡Turiddu!
Turiddu: ¿Qué?
Marietta: Turiddu, salí de acá. Están hablando los mayores y los niños no deben estar.
Marietta: Andáte de acá, Turiddu. No seas cargoso. (A DP) No entiende; parece que le
hablo en otra lengua. Yo no tendría que haber quedado viuda... pero, Dios no permitió...
Los hijos se corrigen a bastonazos decía mi difunto y las hijas con la costura. Si son
muchachas finas, con el piano y el francés. Pero las hijas... Una mujer no tiene que
quedarse viuda con un único hijo. Si yo hubiera tenido más! Dos, tres hijos más...!
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Pero... había que estar todo el día haciéndolos y yo con mi marido tenía otras
preocupaciones...
Marietta: El matrimonio, dos que están esposados. Tiran juntos y son un hilo grueso,
que no se corta...
Don Pipo: A mí? Si me gusta a mí? No, qué me va a gustar! Estoy solo, como solo...
Doña Caridad me hace cogote de gallina chorreado con grasa...
Don Pipo: No, es rico. Cuando no me puedo dormir, prendo la vela, miro la llama, el
cabo de sebo, cómo se consume... Me quedo así... Los viejos dormimos poco.
Marietta: Es triste.
Don Pipo: No, eso me gusta. Porque pienso en cosas lindas... La parra en el patio de
Umbertino, allá en Siracusa... los grillos... cri cri, cri cri... las ranas... croac croac...
alguna lechuza que pasa batiendo las alas, chist chist...
Don Pipo: ¿¿Cómo dice?? De este oído nunca escucho bien. Del derecho habléme.
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Marietta (casi a los gritos): Usted nunca quiso a una mujer!
Don Pipo: Eh! Qué carácter. Cómo que no? A usted la estimo más que a una hija.
Don Pipo: Sí, sí. Es inmoral. Pero escuchéme bien, Marietta. La boda no es negocio ni
para los príncipes ni para las perdices. Qué culpa tienen esos animalitos de Dios para
que se los coman? La boda es un negocio suyo, que es modista. Del cura, que cobra para
decir la misa de esponsales. Y es el gran negocio, grande, grande, de los herederos. Los
que vienen después. Los que no asomaron la nariz en la historia. Vienen de arriba y se
comen las sobras del banquete. Y a los padres, a los progenitores: ¡se los comen vivos
sin la menor piedad!
Marietta (sin comprender): Usted tomó mucho, don Pipo. No le asienta el aperitivo.
Está hecho con alcaucil fermentado, pero para usted es como una bomba...
Don Pipo: Má, qué alcauciles! Esta es la pura verdad, Marietta. A mí no me pusieron los
grillos, a mí no me mandan en galera. Yo no me casé nunca, no voy a estar pisando la
cáscara de banana justo ahora... Hecho un estropajo como estoy... Me duele acá, la
ciática, el reuma, los huesos, las coyunturas, ¡qué sé yo que es! ¿y voy a estar llevando
al altar a una buena muchacha? Para que a los diez días ella me esté llevando a la
tumba??
Marietta: Por qué dice esto? Usted es un hombre joven, fuerte, sano, trabajador...
Marietta: Le digo de verdad, don Pipo. Yo creo que usted es un buen hombre. Un buen
partido, como dicen las muchachas.
Marietta: Sí.
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Marietta: Mire a su alrededor. A veces uno anda por la vida como si tuviera anteojeras y
no puede ver a quienes nos rodean...
Marietta: ...
Marietta: ¿¿Qué??
Don Pipo: Yo no estoy encamotado con ella. Dios no permita. ¡Ella, ella me vio y me
denunció de pura mala que es! Pero bien que le gustaba compadrearse conmigo. Quiere
que la invite un domingo a caminar por el rosedal, ¡mire si yo estoy para caminitos con
una muchacha del brazo! Para qué me quiere ella? Cree que soy stronzo? Me quiere
sacar la plata, una mona tan linda, va a venir a lucirse gratis con este mono viejo! Un
orangutano que se zarandea, un viejo bachicha...
Don Pipo: Yo le dije a Turiddu: esa muchacha sabe que la espiamos. Porque coquetea.
Usted le dice que se saque la pollera para tomarle la medida de la cadera, ¡y qué
cadera!, y ella se saca la enagua y hasta el calzón. Y por qué? Porque sabe que yo estoy
allí, mirando el espectáculo.
Don Pipo: Nosotros cuando éramos chicos, comíamos un queso cáscara negra que era
para chuparse los dedos, éste suyo... éste suyo no es el gusto propiamente del sardo...
Marietta: Turiddu... Turiddu me dijo que usted... frecuentaba la casa con la excusa de
arreglar la pared, el agujero por donde se colaba el chiflete... pero que... ¡que venía para
hacerme el amor! ¡porque quería casarse conmigo!
Don Pipo: Ve? Para eso sirve tener hijos. Dolores de cabeza dan. Eso de que dan
alegrías es un cuento. A mí no me lo hacen creer. Maní, este maní está húmedo.
Marietta.
Don Pipo: Doña Marietta, doña Marietta... Ahora una cosa, después otra. Usted va para
donde corre el viento.
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Pausa.
Don Pipo: No, son señoras... En carne y hueso, aquí, aquí mismo.
Marietta: ...?
Don Pipo: A su hijo. Ya le pagaré; he visto tres sin pagarle. Yo le dije: Turiddu,
ahórrame la vergüenza. No le digas a tu mamma. Pero vio cómo son los chicos, no se
puede confiar en ellos...
Marietta: ...las... clientas decían que alguien las miraba... No puedo creer que usted, que
ustedes...
Turiddu: Crea.
Marietta: ¡Yo les decía: Es idea suya, señora, señorita, lo que fuera. Por dentro pensaba:
Las ganas que ésta tiene de que alguien la vea en... como vino al mundo... la fiebre, el
calor...!
Marietta: No me diga.
Marietta: Esto que usted hizo es un crimen. Arrastrar a una criatura a tal depravación...
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Don Pipo: El problema no es la cara que les ponga, sino los ojos con que las mire. Los
ojos dicen todo. Son las ventanas del alma. Y por setenta pesos la miradita, uno le pone
postigos a los ojos.
Marietta: Usted paga setenta pesos para ver a una mujer de carne y hueso ponerse y
sacarse ropa?? Andar entre alfileres?
Don Pipo: No, yo no. Los habitúes que consiguió Turiddu. Yo pago treinta y cinco. Los
otros treinta y cinco son de Turiddu.
Don Pipo: Por un poco más, señora. Treinta y cinco por clienta. Cuántas clientas tiene
usted al día...?
Don Pipo: Bueno, saque cuenta. Tiene lápiz y papel o puede hacer la cuenta con la
cabeza?
Marietta: Qué? Cómo se le ocurre que voy a permitir que mi hijo...? (Pausa.) Cuánto...?
Don Pipo: El cuarenta por ciento, pidále. El es un bambino, para qué quiere tanta plata?
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Don Pipo: Si la amenaza, me avisa, doña Marietta, que se lo pongo en vereda. Un hijo
traicionar a la madre, ¡eso nunca! Si uno lo permite, permite después cualquier cosa. Al
árbol hay que ponerle tutor a tiempo, si no crece para cualquier parte.
Don Pipo: Ha visto? No soy tan tonto como usted cree. Si uno se mete el bocado de
sardo y el bocado de salame a la vez en la boca, el gusto es bueno. Es tan salado que
casi es dulce. Qué hora tiene, doña Marietta?
Marietta (sobresaltada): Dios mío! Son las cinco. Está por llegar Lucia.
Don Pipo: Atienda, atienda tranquila. Yo me voy por la tapia y me quedo allá. Esta vez
me la fía, ah?
Marietta: Qué?
Don Pipo: Esta vez me la fía. Como un brindis. Por la sociedad, por el negocio...
Marietta: Sos un desgraciado vos. Querés matar a tu madre a disgustos. Lo vas a lograr,
Marietta: Vení, abrazáme. No ves que estoy triste? Después hacés pasar a la zanguanga
ésa. (Turiddu abraza a su madre) No la puedo ver ni pintada. (Abrazados) Mirá que sos
pícaro, eh. Pero te perdono porque sos inteligente. Dame un beso, sí. Dame otro beso.
De quién es esa naricita?
Marietta: Ah, amore mio. Amore mio. Va a compartir todo con su mamma?
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Turiddu: Eh. Si no hay remedio, mamma.
Marietta: Qué buen hijo, Turiddu. Tu padre en lo alto se alegra. Y yo me felicito por
haberte parido. (Golpes en la puerta) Andá a abrirle a esa atolondrada... Qué muchacha
más fastidiosa...
Apagón
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