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Tema 50

El Quijote

1.-Datos bibliográficos e influencias

El Quijote apareció publicado en dos partes, con una diferencia de diez años entre la fecha de
edición de la primera y la segunda parte. La primera salió en Madrid en 1605 con el título de El
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. A pesar de ser ésa la edición más antigua que se
conoce, se ha supuesto por parte de algunos críticos que debió existir otra anterior, de 1604. Se ha
intentado apoyar dicha suposición ofreciendo como indicio una carta de Lope de Vega de ese año en
la que figura la frase «poeta tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote». Sin
embargo, esto no nos ofrece una prueba tan concluyente como a primera vista pueda parecer, pues
la carta de Lope no supone ciertamente la existencia de una edición ya impresa de la obra.

Diez años más tarde, en 1615 y sólo seis meses antes de la muerte de Cervantes, apareció en Madrid
la segunda parte auténtica del Quijote. Lleva por título El ingenioso caballero don Quijote de la
Mancha y fue estampada por el mismo editor en la misma imprenta que la primera. Un año antes
había sido publicada en Tarragona una segunda parte del Quijote por un tal Alonso Fernández de
Avellaneda, nombre que aún no ha podido ser identificado con el de ningún autor, y que sin duda
sirvió de estímulo a Cervantes para que se apresurara a dar fin a su auténtica segunda parte. En el
prólogo de su obra se defiende Cervantes con dignidad de las vejaciones y acusaciones de que había
sido objeto por parte de Avellaneda.

No es tarea fácil determinar la fecha en que Cervantes dio comienzo a la redacción, pero algunos
indicios, no del todo decisivos, nos hacen sospechar que debió ser comenzada hacia 1598. La
inmortal obra fue acogida por el público con general aceptación ya desde los comienzos de su
primera publicación. El mismo curso 1605 se imprimieron además de la primera edición, otras seis.
El Quijote atravesó muy pronto nuestras fronteras para ser traducido a otras lenguas. Por otra parte,
las ediciones se iban sucediendo ininterrumpidamente, tanto en España como en el extranjero, y es
sin duda la obra que, a excepción de la Biblia, haya alcanzado un éxito tan resonante nunca
igualado. En total, entre ediciones castellanas y traducciones, cuenta en su haber con más de 2000
ediciones.

Podemos distinguir dos grupos entre los críticos que se han dedicado a investigar sobre los posibles
orígenes del Quijote: unos sitúan la génesis en fuentes literarias, mientras que otros suponen la
existencia de personajes reales que pudieron servir de modelo a Cervantes. Se ha intentado
documentar la existencia de diversos personajes de apellido Quijada o Quijano. Por otra parte,
Menéndez Pelayo hace alusión a los frecuentes casos de alucinaciones producidas por la lectura de
los libros de caballerías. Sin embargo, el problema de los «modelos vivos» del Quijote sólo nos
puede acercar a las circunstancias que dieron origen a la idea central de la novela, no restando a ésta
el carácter de originalidad.

En cuanto a las fuentes, es innegable la influencia que recibió de los mismos libros de caballerías,
sobre todo del Amadís, los Palmerines, el Tirant lo Blanc, pues muchos de los pasajes del Quijote se
nos muestran en estrecha relación con otros pasajes de estas obras, y en especial del Amadís.
Dámaso Alonso ha resaltado la influencia de la obra Don Duardos, de Gil Vicente, en la que aparece
el hidalgo Camilote, escudero enamorado de la fea pero idealizada doncella Marimonda, tal vez
precedente de los amores de don Quijote hacia Dulcinea. Por otra parte, Menéndez Pidal ha
sostenido el influjo que en la génesis del Quijote tuvo una corta pieza teatral anónima. El entremés
de los romances, probablemente conocido por Cervantes, y en la que aparece como protagonista
Bartolo, que enloquece a causa de la constante lectura del Romancero.

2.-Contenido material del Quijote

Los protagonistas son don Quijote y su escudero Sancho Panza, pero al lado de estas dos figuras
Cervantes da entrada en la obra a un sinfín de personas que lo completan o sirven de marco para las
diversas aventuras y acciones que se desarrollan en la obra.

Don Quijote constituye un auténtico mito literario, el más universal y profundo de la literatura
española. Cervantes lo concibe, en el aspecto más externo, como pretexto para ridiculizar los libros
de caballerías. El protagonista, prototipo del hombre bueno y noble, lucha por imponer su ideal por
encima de las convenciones sociales. Alonso Quijano convertido en don Quijote de la Mancha en
aras de un ideal, es sobre todo un hombre de carne y hueso. Hidalgo de una aldea manchega, siente
gran afición a la lectura de los libros de caballerías, consumiendo en la compra de tales obras una
buena parte de su hacienda. Es de destacar la variedad de denominaciones con que Cervantes
designa a don Quijote, y entre las cuales destacan además de la susodicha, las de Quijano, Quijana,
Quejana, Quijada y Quesada, y aparte las denominaciones de «caballero de la triste figura» y
«caballero de los leones» como las más frecuentes.

Al lado de don Quijote, Cervantes coloca a Sancho. Labrador manchego de humilde condición,
Sancho es un hombre del pueblo llano. Se nos presenta como un campesino rudo, pero luego irá
adquiriendo cierta picardía y se familiarizará con el fantástico mundo caballeresco de don Quijote.
Es un hombre realista que contrasta con el idealismo de su señor, llevado de sus afanes ambiciosos
y con la esperanza de conseguir el gobierno de una ínsula, se decide a acompañar a don Quijote
como complemento necesario e imprescindible de la figura del protagonista. El contraste y mutuo
complemento de estas dos figuras les convierte en la pareja de mayor fama de toda la literatura
universal. Al final de la obra llegará a anhelar una nueva salida en busca de aventures caballerescas.
A este respecto, expone Madariaga su teoría de la quijotización de Sancho y la sanchificación de
don Quijote.

Dulcinea, altamente idealizada por la imaginación de don Quijote, está encarnada por una moza
labriega, Aldonza Lorenzo, que él sustituye por el más pomposo y poético de Dulcinea del Toboso.
Esta identificación tiene lugar solamente en la imaginación de don Quijote y es un secreto que se ha
de mantener a lo largo de toda la obra.

Entre otros personajes secundarios destaca el bachiller Sansón Carrasco. Con intención de curar la
locura de don Quijote, aconseja a éste reemprender su vida de aventuras, y de acuerdo con un plan
preconcebido, se disfraza de caballero andante con el fin de desafiarle, vencerle y obligarle a
renunciar a las empresas caballerescas. Su primera tentativa estuvo a punto de terminar de un modo
trágico. Pero en su segundo intento, el caballero de la Blanca Luna, logra vencerle y le obliga a
abandonar la vida caballeresca y regresar a su aldea, con lo que concluyen las andanzas y aventuras
de nuestro caballero.
Los restantes personajes sirven de complemento a la acción principal. Destacan el ama y la sobrina,
el cura y el barbero, los duques, la esposa de Sancho, el ventero, las mozas de la venta y tantos otros
más, que contribuyen a dar sentido y significación a la obra. Además de estos personajes,
encontramos en el Quijote una gran multitud de otros personajes, que podemos dividir en dos
grupos: uno, el de aquellos contra los cuales se dirige directamente la acción o aventuras de don
Quijote, formado por un abigarrado mundo de personajes como pastores, cabreros, etc., y de otra
parte, los personajes que originan e intervienen en los numerosos episodios secundarios,
diseminados a lo largo de la obra.

Don Quijote sale de su aldea un día «de los calurosos del mes de julio» y camina por el campo de
Montiel. Desde el comienzo Cervantes usa una técnica completamente distinta a la del paisaje de
naturaleza idealizada o intelectual propia de las novelas pastoriles, y a la de los paisajes fantásticos
y de pura invención de los libros de caballerías. Esta misma línea podemos observar en la
descripción de los escenarios y paisajes en los que se desenvuelve la acción como la cueva de
Montesinos o las estribaciones de Sierra Morena.

En cuanto al ambiente, se nos presenta en el Quijote dotado del más puro realismo, como sucede,
por ejemplo, en la escena de la venta con ocasión de ser armado caballero don Quijote, o en la
escena de la venta en la que fue manteado Sancho Panza. Recordemos a este respecto la escena de
los molinos de viento, en la que se aprecia claramente esa distinción entre realidad, encarnada en
Sancho, y la ficción e idealización de don Quijote.

Además de las aventuras caballerescas de don Quijote, que constituyen la trama principal de la
novela, encontramos, sobre todo en la primera parte, diversas novelas episódicas. Menéndez y
Pelayo afirma que en estos relatos se hallan condensados todos los tipos de novela precedentes.
Pero en la segunda parte, los relatos episódicos se hallan mucho más entrelazados con el eje
argumental hasta el punto que el lector no los percibe como extraños a la acción primordial.

3.- Aspectos Formales

La primera parte consta de cincuenta y dos capítulos, divididos en la primera edición en cuatro
apartados. Pero esta segmentación desapareció en ediciones posteriores. Una parte de la crítica ha
defendido, a partir de ahí, la postura que en un primer tiempo, el Quijote fue concebido como una
novela ejemplar. Esta hipótesis, cada vez más discutida, sostiene que la primera concepción
abarcaba solamente a los primeros capítulos, y que luego Cervantes ideó alargar la obra con el
hallazgo del manuscrito de Cide Hamete Benengeli al principio del capítulo ix, lo cual permite
proseguir la trama.

Las expresiones del Quijote están dotadas de un sentido muy específico y concreto, como podemos
apreciar ya en el comienzo, que procede de los cuentos folklóricos, como si Cervantes fuera a
narrarnos una aventura de carácter fantástico.

La técnica narrativa del Quijote se nos presenta en tres modalidades: la primera comprende desde el
comienzo hasta el capítulo viii; desde el capítulo ix hasta el final de la primera parte la segunda, y
toda la segunda parte la última. En la primera etapa, Cervantes no acaba de fijar quién es el
narrador. En el capítulo ix se nos ofrece una nueva fuente: la historia escrita en árabe por Cide
Hamete Benengeli, que requiere un traductor, y con el cual convive dicho autor mientras dura la
traducción. Y desde el capítulo ix parece deducirse que la historia sigue la narración recogida por
Cide Hamete, sin que por ello, de vez en cuando, se deje de recurrir a las restantes fuentes.
Valiéndose de este recurso, pretende Cervantes situarse fuera de sí mismo y considerar desde allí su
obra.

En el Quijote se hallan reflejados todos los géneros y formas narrativas de aquella época. El tema
central de la obra guarda íntima relación con los libros de caballerías, pero dentro hallamos reflejos
de la novela pastoril, de la sentimental, de la de cautivos, de la picaresca, etc.

En cuanto a su composición, son de destacar varios rasgos diferenciadores entre la primera y la


segunda mitad:

1. En la primera, don Quijote adapta la realidad a su mundo quimérico: las ventas eran para él
castillos; los molinos, gigantes; los rebaños, ejércitos, etc. En la segunda, en cambio, don Quijote
suele ver la realidad tal cual: las ventas como ventas; las manadas como tales, o incluso los
comediantes. Y en esta segunda parte son otros personajes los que transforman la realidad para
acomodarla al mundo imaginativo de don Quijote, como sucede con Sansón Carrasco y con los
duques.

2. La segunda parte se desarrolla con una mayor penetración psicológica, sobre todo en el
carácter de los personajes principales, complementándose los dos protagonistas. El diálogo alcanza
asimismo la mayor proporción y su máxima plenitud en la segunda mitad, mientras que en la
primera es mucho más amplia la parte destinada a la narración.

3. Hallamos también en la segunda la consideración del respeto general que rodea a don Quijote,
el cual nos es presentado como un caballero famoso, tratado con consideración.

4. En la segunda parte hallamos una preocupación del autor por la estética, ofreciéndonos una
autocrítica de la obra dentro de la misma, y de este modo la enjuicia y la defiende.

5. El Quijote, en la segunda mitad, crece en sentido humano, y un sentimiento de tristeza domina


la obra, destacando la situación dolorosa al final del libro.

4.- Interpretación y análisis de la obra

El sentido unitario del Quijote se explica, pues, en el momento del cruce de dos grandes corrientes
literarias, en el momento crítico del fracaso político y militar de España, bien distinto al momento
histórico de la época de Carlos V, e incluso de la batalla de Lepanto, en la que había tomado parte el
mismo Cervantes. Sin embargo, el autor, hombre del espíritu de la época del emperador Carlos V y
soldado de Lepanto, aún en la época gloriosa y heroica de nuestra historia, no trató nunca de
burlarse de los ideales españoles, sino que su sátira va dirigida contra el pequeño mundo burgués y
aldeano, en el cual había vivido y sufrido el propio autor.

Afirma Maeztu que Cervantes escribió el Quijote para consolarse de sus amarguras, pero sin dejarse
arrastrar por la melancolía que un hombre y un pueblo sienten al desengañarse de su ideal, y por
esta causa Cervantes, al igual que España, sentía necesidad de reírse de sí mismo para no echarse a
llorar. Por eso, el Quijote es concebido como una parodia del espíritu caballeresco y aventurero, y
por ello no es casual que esta obra sea una sátira de los libros de caballerías.
Durante la Generación del 98 el Quijote volverá a adquirir un gran relieve, sin duda determinado
por el fracaso político, el descubrimiento del paisaje castellano y el interés que despertaba para los
hombres representativos de esta generación. Así son de destacar las interpretaciones de Mazu en su
Don Quijote, don Juan y la Celestina, de Azorín en La ruta de Don Quijote y la más notable Vida de
Don Quijote y Sancho de Unamuno.

Bibliografía

Avalle-Arce, Juan Bautista. Don Quijote como forma de vida. Madrid: Cátedra, 1976.

Castro, Américo. El pensamiento de Cervantes. Barcelona: Noguer, 1980.

Maravall, José Antonio. Utopía y contrautopía en el «Quijote». Madrid: csic, 1972.

Pedraza, Felipe B. «Introducción». In Cervantes Saavedra, Miguel de. Don Quijote de la Mancha.
Madrid: Algaba, 2004.

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