You are on page 1of 3

GIZAKIAREN SORRERARI BURUZKO BERTSIOAK

Antzinako tradizioak kontatzen duenez, Prometeok buztin pixka bat hartu, uraz nahastu
eta Lurra zapaldu zuen lehen gizakia moldatu zuen. Minervak, jakituriaren jainkosak,
Prometeoren lana urratsez urrats jarraitzen zuelarik, buztinezko irudiari arnasa bota eta
izpiritua eman zion. Prometeok, ondoren, lurra lantzeko eta piztiak menderatzeko behar zuten
artea irakatsi zien hilkorrei, eta jainko-jainkosen su sakratua eman zien. Prometeok Deukalion
semeari irakatsi zion Jupiterrek sortuko zuen euritetik gizakiak bizirik ateratzeko txalupa
handia nola eraiki behar zuen; Jupiter Prometeorekin eta gizakien leinuarekin haserre zegoen,
anker eta gaizkiletzat zituen eta.
Ovidio, Metamorfosiak (egokitua).

“(...) Orduan, Jainko Jaunak lur-hautsez gizona moldatu zuen; sudurzuloetan bizi-arnasa
putz egin zion, eta gizona bizidun bilakatu zen (...). Gero, esan zuen Jainko Jaunak: «Ez da on
gizona bakarrik egotea; egin diezaiodan berari dagokion laguna». Jainko Jaunak landako
abere guztiak eta zeruko hegazti guztiak lurrez moldatu eta gizonari eraman zizkion (...);
baina berari zegokion lagunik ez zuen aurkitu. Orduan Jainko Jaunak lozorroan murgilarazi
zuen gizona. Loak hartu zuenean, saihetsezur bat kendu zion, hezurraren hutsunea haragiz
bete ziolarik. Jainko Jaunak gizonari kenduriko saihetsezurrez emakumea moldatu eta
gizonari eraman zion.”
Hasiera 2, 7.18-22.

“ Jainkoak esan zion Noeri: «Izaki oro suntsitzea erabaki dut, gizakien erruz indarkeriaz
betea baitago mundua; gizakia eta mundua, biak suntsituko ditut. Egizu zeuretzat untzi bat
erretxina-egurrez (...). Nik uholdea bidaliko dut mundura, zerupeko bizidun guztiak
suntsitzeko.”
Hasiera 6, 13-14.17
PROMETEO ETA EMAKUMEAREN SORRERA

“Ocurrió que cuando dioses y hombres mortales se separaron en Mecona, Prometeo


presentó un enorme buey que había dividido con ánimo resuelto, pensando engañar la
inteligencia de Zeus. Puso, de un lado, en la piel, la carne y ricas vísceras con la grasa,
ocultándolas en el vientre del buey. De otro, recogiendo los blancos huesos del buey con falaz
astucia, los disimuló cubriéndolos de brillante grasa.
Entonces se dirigió a él el padre de los hombres y dioses:
“¡Japetónida, el más ilustre y poderoso de los dioses sempiternos! Escoge de ellos el
que en tu pecho te dicte el corazón.”
Habló ciertamente con falsos pensamientos. Y Zeus, sabedor de inmortales designios,
conoció y no ignoró el engaño; pero estaba proyectando en su corazón desgracias para los
hombres mortales e iba a darles cumplimiento.
Cogió con ambas manos la blanca grasa. Se irritó en sus entrañas y la cólera le alcanzó
el corazón cuando vio los blancos huesos del buey a causa de la falaz astucia. Desde entonces
sobre la tierra las tribus de hombres queman para los inmortales los blancos huesos cuando se
hacen sacrificios en los altares. Y a aquél díjole Zeus amontonador de nubes, terriblemente
indignado:

1
¡Hijo de Jápeto, conocedor de los designios sobre todas las cosas, amigo mío,
ciertamente no estabas olvidándote ya de tu falaz astucia!”
Así dijo lleno de cólera Zeus, conocedor de inmortales designios. Y desde entonces
siempre tuvo luego presente este engaño y no dio la infatigable llama del fuego a los fresnos,
los hombres mortales que habitan sobre la tierra. Pero le burló el sagaz hijo de Jápeto
escondiendo el brillo que se ve de lejos, el fuego. Y al punto, a cambio del fuego, preparó un
mal para los hombres:
Modeló de tierra el ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella, por
voluntad del Crónica. La diosa Atenea de ojos glaucos le dio ceñidor y la adornó con vestido
de resplandeciente blancura; la cubrió desde la cabeza con un velo, maravilla verlo, bordado
con sus propias manos; y con deliciosas coronas de fresca hierba trenzada con flores, rodeó
sus sienes Palas Atenea. En su cabeza colocó una diadema de oro que él mismo cinceló con
sus manos, el ilustre Patizambo, por agradar a su padre Zeus. En ella había artísticamente
labrados, maravilla verlos, numerosos monstruos, cuantos terribles cría el continente y el mar;
de ellos grabó muchos aquél, y en todos se respiraba su arte, admirables, cual seres vivos
dotados de voz.
Luego que preparó el bello mal, a cambio de un bien, la llevó donde estaban los demás
dioses y los hombres, engalanada con los adornos de la diosa de ojos glaucos, hija de
poderoso padre; y un estupor se apoderó de los inmortales dioses y hombres mortales cuando
vieron el espinoso engaño, irresistible para los hombres. Pues de ella desciende la estirpe de
femeninas mujeres. Gran calamidad para los mortales, con los varones conviven sin
conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad.
Como cuando en las abovedadas colmenas las abejas alimentan a los zánganos, siempre
ocupados en miserables tareas –aquéllas durante todo el día hasta la puesta del sol
diariamente se afanan y hacen blancos panales de miel, mientras ellos aguardando dentro, en
los recubiertos panales, recogen en su vientre el esfuerzo ajeno–, así también para desgracia
de hombres mortales hizo Zeus altitonante a las mujeres, siempre ocupadas en perniciosas
tareas.
Otro mal les procuró a cambio de aquel bien: el que huyendo del matrimonio y las
terribles acciones de las mujeres no quiere casarse y alcanza la funesta vejez sin nadie que le
cuide, éste no vive falto de alimento: a quien, en cambio, le alcanza el destino del matrimonio
y consigue tener una mujer sensata y adornada de recato, éste, durante toda la vida, el mal
equipara constantemente al bien. Y quien encuentra una mujer desvergonzada, vive sin cesar
con la angustia en su pecho, en su alma y en su corazón; y su mal es incurable.
De esta manera no es posible engañar ni transgredir la voluntad de Zeus; pues ni
siquiera el Japetónida, el remediador Prometeo, logró librarse de su terrible cólera, sino que
por la fuerza, aunque era muy astuto, le aprisionó una enorme cadena.”
Hesíodo, Teogonía, vv. 536-616

PANDORAREN MITOA
“Y es que oculto tienen los dioses el sustento a los hombres; pues de otro modo
fácilmente trabajarías un solo día y tendrías para un año sin ocuparte en nada. Al punto
podrás colocar el timón sobre el humo del hogar y cesarían las faenas de los bueyes y de los
sufridos mulos.
Pero Zeus lo escondió irritado en su corazón por las burlas que le hizo objeto el astuto
Prometeo; por ello entonces urdió lamentables inquietudes para los hombres y ocultó el
fuego. Mas he aquí que el buen hijo de Jápeto lo robó al providente Zeus para bien de los

2
hombres en el hueco de una cañaheja oculta a escondidas de Zeus que se goza con el rayo. Y
lleno de cólera díjole Zeus amontonador de nubes:
“¡Japetónida conocedor de los designios sobre todas las cosas! Te alegras de que me has
robado el fuego y has conseguido engañar mi inteligencia, enorme desgracia para ti en
particular y para los hombres futuros. Yo a cambio del fuego les daré un mal con el que todos
se alegren de corazón acariciando con cariño su propia desgracia”.
Así dijo y rompió en carcajadas el padre de los hombres y diose; ordenó al muy ilustre
Hefesto mezclar cuanto antes tierra con agua, infundirle voz y vida humana y hacer una linda
y encantadora figura de doncella semejante en rostro a las diosas inmortales. Luego encargó a
Atenea que le enseñara sus labores, a tejer la tela de finos encajes. A la dorada Afrodita le
mandó rodear su cabeza de gracia, irresistible sensualidad y halagos cautivadores; y a
Hermes, el mensajero Argifonte, le encargó dotarle de una mente cínica y un carácter voluble.
Dio estas órdenes y aquéllos obedecieron al soberano Zeus Crónida. Inmediatamente
modeló de tierra el ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella por
voluntad del Crónida. La diosa Atenea de ojos glaucos le dio ceñidor y la engalanó. Las
divinas Gracias y la augusta Persuasión colocaron en su cuello dorados collares y las Horas de
hermosos cabellos la coronaron con flores de primavera. Palas Atenea ajustó a su cuerpo todo
tipo de aderezos; y el mensajero Argifonte configuró en su pecho mentiras, palabras
seductoras y un carácter voluble por voluntad de Zeus gravisonante. Le infundió habla el
heraldo de los dioses y puso a esta mujer el nombre de Pandora porque todos los que poseen
las mansiones olímpicas le concedieron un regalo, perdición para los hombres que se
alimentan de pan.
Luego que remató su espinoso e irresistible engaño, el Padre despachó hacia Epimeteo
al ilustre Argifonte con el regalo de los dioses, rápido mensajero. Y no se cuidó Epimeteo de
que le había advertido Prometeo no aceptar jamás un regalo de Zeus Olímpico, sino
devolverlos acto seguido para que nunca sobreviviera una desgacia a los mortales. Luego cayó
en la cuenta el que lo aceptó cuando ya era desgraciado.
En efecto, antes vivían sobre la tierra las tribus de hombres libres de males y exentas de
la dura fatiga y las penosas enfermedades que acarrean la muerte a los hombres. Pero aquella
mujer, al quitar con sus manos la enorme tapa de una jarra los dejo diseminarse y procuró a
los hombres lamentables inquietudes.
Sólo permaneció allí dentro la Esperanza, aprisionada entre infrangibles muros bajo los
bordes de la jarra, y no pudo volar hacia la puerta; pues antes cayó la tapa de la jarra, por
voluntad de Zeus portador de la égida y amontonador de nubes.
Mil diversas amarguras deambulan entre los hombres; repleta de males está la tierra y
repleto el mar. Las enfermedades ya de día ya de noche van y vienen a su capricho entre los
hombres acarreando penas a los mortales en silencio, puesto que el providente Zeus les negó
el habla. Y así no es posible en ninguna parte escapar a la voluntad de Zeus.”
Hesíodo, Trabajos y días, vv. 43-106
Traducción de A. Martínez y A Pérez Jiménez, Gredos.

You might also like