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El sexismo benevolente

Glick y Fiske consideran que el sexismo es ambivalente y que


junto a lo que llaman forma tradicional hostil, hay un tipo de
sexismo que denominan benevolente. En el sexismo hostil, las
actitudes discriminatorias están basadas en la supuesta
inferioridad de las mujeres, la actitud es prejuciosa y en un tono
negativo más explícito. En el benevolente la actitud está basada
en la idea de que la mujer es el complemento del hombre. En un
tono aparentemente positivo. Es un tipo de sexismo contra la mujer.

En tiempos en que la Eurocámara pide que se legisle a favor de la


discriminación positiva para favorecer la igualdad laboral de la
mujer, y en que los partidos políticos están considerando cómo
abrir las puertas a una mayor representación femenina en los
Parlamentos... En días en que ellas recuerdan insistentemente el
derecho a la igualdad de oportunidades y de promoción
profesional... En un panorama social adornado con el unisexo en
las tiendas de moda y las peluquerías...Y mientras en muchos
hogares europeos se oye decir: 'Tú bañas a los niños, que yo voy
preparando la cena', un equipo de investigadoras de la
Universidad de Vigo ha destapado la caja de Pandora,
previniendo contra lo que los expertos llaman el sexismo
benevolente, aquel que no se ve porque se manifiesta en actitudes cariñosas, pero que subsiste en
lo cotidiano, en la familia, en el trabajo y en las relaciones sociales, y que se añade en los países
más avanzados a los restos de aquel que se cataloga de hostil: ése, fácil de identificar, que se
resume con ironía en un 'la mujer, en casa y con la pata quebrada'

Ambos, benevolente y hostil, han sido estudiados, bajo la dirección de la profesora de personalidad,
evaluación y tratamiento María Lameiras, entre 406 chicos y chicas de 12 a 16 años, y los
resultados, recogidos en el informe Evaluación del sexismo moderno en adolescentes de la ESO.

'Estamos muy lejos de haber acabado con las actitudes de las personas en función del sexo',
sentencia Lameiras. Chicos y chicas consultados en Vigo resultan funcionar asumiendo los códigos
que diferencian según el género.
El trabajo, basado en las escalas de Peter Glick y Susan Fiske, psicólogos sociales
estadounidenses, se centra en el sexismo ambivalente: el hostil (prejuicio entendido como una
antipatía, que considera a las mujeres inferiores a los hombres y que ha quedado aparentemente
superado en las sociedades modernas), y el benevolente (actitudes que consideran de forma
estereotipada y limitada ciertos roles y que se manifiestan en un tono afectivo y positivo). Glick y
Fiske fueron los primeros en hablar de estas categorías a mediados de los noventa.

El sexismo hostil

Hoy en día, debido a los avances que han ocurrido en las últimas
épocas, el sexismo se ha reconvertido hacia nuevas formas más
encubiertas y sutiles y pasa más inadvertido, pero la realidad es
que se sigue caracterizando por un tratamiento desigual hacia las
mujeres. Entre los autores que han estudiado el sexismo se
encuentran Glick & Fiske (1997), quienes lo entienden como una
construcción social que incluye dos tipos de sexismo: el hostil y el benévolo, y ambos sirven para
mantener el patriarcado. Los componentes del sexismo hostil son el paternalismo dominador,
la diferenciación de género competitivay la hostilidad heterosexual. El primero justifica la dominancia
masculina, ya que supone que las mujeres son más débiles e inferiores que los hombres; el segundo
se refiere a la idea de que las mujeres no poseen las cualidades necesarias para gobernar las
instituciones sociales, por lo cual deben quedarse dentro del ámbito de la familia y el hogar. El tercer
componente se refiere al supuesto poder sexual por el cual las mujeres son peligrosas y manipulan a
los hombres. El sexismo benévolo se refiere a las actitudes supuestamente más positivas de los
hombres hacia las mujeres (sólo hacia las que cumplen los roles tradicionales): el paternalismo
protector, la idealización de las mujeres y el deseo por relaciones íntimas. Glick & Fiske propusieron
la teoría del sexismo ambivalente, con la cual explican la ambivalencia de sentimientos debido a la
interdependencia que tienen los hombres y las mujeres.

El sexismo hostil sirve para justificar el poder masculino, los roles tradicionales y el trato hacia la
mujer como objeto sexual. El sexismo benévolo, por el contrario, justifica de manera más amable la
dominación, reconoce la dependencia del hombre con respecto a la mujer y plantea una visión
romántica de las relaciones sexuales, idealizando a la mujer como esposa y madre (siempre que
cumpla con los estereotipos, siendo criaturas puras, sumisas y
condescendientes). El sexismo benévolo se acompaña de
sentimientos de protección y el sexista lo siente como positivo (y
puede incluso ofenderse si la mujer rechaza su protección), pero
no deja de ser sexismo, puesto que considera que las mujeres necesitan de un hombre para que las
cuide. El sexismo hostil y el benévolo pueden parecer muy distintos en su contenido, pero tienen
supuestos comunes: que las mujeres son el sexo débil (sin poder), que ambos fortalecen los roles
tradicionales (la diferenciación de actividades por sexo) y que ambos sirven para justificar y
mantener las estructuras patriarcales. Las diferencias de poder entre los sexos como consecuencia
del patriarcado son racionalizadas por medio de la ideología del paternalismo.
El aspecto hostil es el paternalismo dominador, que supone que las mujeres
deben ser controladas por el hombre. El paternalismo benévolo supone que
los hombres deben proteger a las mujeres debido a su mayor fuerza, poder o
autoridad (sobretodo hacia las mujeres que les "pertenecen": esposa, madre,
hijas). Estas nuevas formas de sexismo son llamadas también sexismo
moderno y están basadas en:a) la negación de la discriminación b) el
antagonismo ante las demandas que hacen las mujeres y c) el resentimiento
acerca de las políticas de apoyo que consiguen Es necesario reconocer
el efecto negativo de este nuevo sexismo (igual que del viejo) para conseguir
la igualdad de los sexos, así como el perjuicio que oculta el sexismo benévolo bajo su aspecto de
afecto positivo. El sexismo benevolente puede ser más difícil de combatir que el hostil porque pasa
inadvertido.

La verdadera libertad para hombres y mujeres está en la superación de los estereotipos, en la


posibilidad de que todos los seres humanos puedan hacer suyos los valores que deseen sin
encasillamientos rígidos y absurdos.

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