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net/publication/30757505
El sol del poder: simbología política entre los muiscas del norte de los
Andes
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1 author:
Francois Correa
National University of Colombia
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[234]
EL CONTROL DEL PODER
Control social
A semejanza de su propia sociedad, los hispanos pretendieron separar
los asuntos políticos, religiosos y militares, proponiendo otras especializacio-
nes que apoyaban su descripción de una administración piramidal cuyos esca-
lones se levantaban desde las gentes del común hasta los linajes nobles, en cuyo
ápice se hallaban los reyes que competían por el imperio. La clásica referencia
fue la del frayle Simón, quien describió tal estructura política equiparando
cargos indígenas con títulos nobiliarios hispanos:
No eran iguales en linaje todos los caciques, pues unos eran menores y de menos
estimada sangre; otros eran de mayor estima, a quien llamaban Bsaque, y éstos
eran en especial los que tenían sus pueblos en fronteras de enemigos, como el
Pasca, Subachoque, Cáqueza, Teusacá, Fosca, Guasca, Pacho, Simijaca. El Tibacuy
era como condestable, Guatavita y Ubaque eran como duques, el Suba Virrey, y
el rey de Bogotá; aunque por tiranía, porque en las primeras poblaciones de
1
Se trata de los Documentos Inéditos para la Historia de Colombia (1533-1535),
publicados entre 1955 y 1960, y las Fuentes Documentales para la Historia del
Nuevo Reino de Granada (1533-1555), publicados entre 1975 y 1976, que citaré
bajo las siglas DIHC el primero y FDHC la segunda, a las que agregaré el tomo y
número del documento, según el índice del profesor Friede.
[235]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
estas tierras cada cacique fue señor de lo que entonces le cupo de tierra y vasallos
sin sujeción a otros, hasta que con violencia sujetó después el Bogotá a muchos
caciques., y lo mismo sucedió con el cacique de Tunja o Ramiriquí, que con la
misma violencia sujetó a muchos de aquella tierra... (Simón, 1981, III: 391).
2
Debe entenderse por sucesión la transmisión del cargo, distinto de la transmi-
sión de la propiedad, que analizaré más adelante.
3
Epítome, en Ramos.1972: 297; Oviedo, 1852, III: 123.
4
Sanct Martín y Lebrija, en Oviedo, 1852, III: 87.
[236]
EL CONTROL DEL PODER
Simón también dijo que: ...Este reino, según la costumbre que tenían, que
es bien común en todas las Indias, no lo heredaba hijo ni hija, ni sobrino hijo de
hermano, sino sobrino hijo de hermana del cacique...5. Conforme con la distin-
ción del mayorazgo, Castellanos afirmaba la precedencia de la sucesión en el
hijo mayor de la hermana mayor, que podemos apuntalar con la aseveración
de otro cronista: Son herederos de la Corona de Bogotá los sobrinos, hijos de
hermanas, prefiriendo los mayores a los menores, y a falta de éstos los hermanos
del Rey...6. Los testimonios de los visitadores de la Real Audiencia publicados
por Tovar7, que consultaron testigos por todo el Altiplano, no dejan duda so-
bre la sucesión por vía avuncular.
Aunque el nombramiento era resultado de la petición de los indios a las
autoridades en tiempos coloniales, en principio la administración pretendió
respetar ios usos y costumbres de ia sucesión avuncular como ocurrió con don
Goncalo, don Pedro Suesucha y don Joan Tibusa, capitanes del pueblo de
Gachancipá, quienes a la muerte del cacique don Joan Tensengache pidieron
en 1609 se ratificara el nombramiento de:
Don jo(an) tentyache heredero legitimo del dicho casigasgo por ser como es
sobrino del casique que fue del d(ich)o pueblo de gachensupa ya difunto que se
llamava don jo(an) tesunga hijo de una hermana del di(ch)o casique difunto
que se llama doña ju(an)a que oy bive y save el [roto] t(estig)o que el heredero
del d(ich)o casigasgo para que (roto) muy antigua ley entre los naturales de la
(tie)rra que los sobrinos hijos de hermana her(eden) a los tíos los casicazgos...
(AGN.Caln t. 49: 426r-426v).
5
Simón, 1981,111: 195.
6
Piedrahita, 1942,1:49.
7
Tovar, 1980.
[237]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
8
Ulises Rojas, 1965: 14.
9
AGN.Caln T. 20: 826r-840v.
10
AGN.Caln. T. 57: 597r-604v; AGN.Caln T. 20: 826r-840v.
11
AGN.Caln Rollo t. 020/78: 703-711.
[238]
EL CONTROL DEL PODER
Andrés
1
AGN.Caln t. 10: 448r-466v.
[239]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
13
Langebaek, 1987:30.
14
Tovar, 1980:61.
15
Broadbent, 1964:48-49.
16
AGN.Caln T. 38: llr-12v.
17
Tovar, 1980:48.
18
Perea, 1989: 98. Documentación que además debe ser ponderada como parte de
la discusión entre encomenderos por el dominio territorial, de caciques, sus sucesores
y, por supuesto, de la mano de obra, los indios sujetos (ver en Perea, 1989: 91-92).
19
Piedrahita, 1942,1:95.
[240J
EL CONTROL DEL PODER
20
AGN.Caln T.7: 766r-772v.
21
Ver también Helms, 1980.
22
Simón, 1981, III: 196-197; Fernández de Piedrahita, 1942,1:110. Las relacio-
nes de parentesco entre los caciques también fueron descritas entre Guatavita y
Tuaquira, Gacha y Choachí por Perea (1989), que Langebaek (1987:35) entendió
como "cacicazgos hermanados".
23
En 1557 la corona ordenaba que las Audiencias hiciesen justicia en los
caciques y principales cuando pretendieran tales posiciones por ser descendientes
de los primeros (Recopilación, II: VI, VII, j), y en 1558 les reconoció el derecho
privativo del cargo yjurisdicción (Recopilación, II: VI, VII, ij). Aún en 1568 la
Corona respaldó la autoridad de los Caciques y la reducción a éstos de los indios
(Recopilación, II: VI, VII, vij), y en 1576 se prohibió que los Caciques fuesen
mestizos (Recopilación, II: VI, VII, vj ). Sin embargo, ya para 1614 las leyes
estipularon la vía patrilineal dexando la sucesión al antiguo derecho, y costumbre
(Recopilación, II; VI, VII, iij).
[241J
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
mayor y ligitima del cacique que a la sazón era cuando entraron los cristianos y
pues por razón de la d(ich)a linea y decendencia le pertenece el d(i)cho sen(ñ)orio
de chia por ser de hembra hermana mayor del dicho cacique bíejo y la saguacha
mas principal de este Rey(n)o que en su lengua quiere decir princessa...
(AGN.Caln. T.20: 824r).
„ Cacique de Bogota
Constanza
en Conquista
Francisca Fr«fticisco
v
Saguacha Cacique Viejo
Diego ^
Saquiguacha
24
El término porta un sufijo (guacha) compartido con la denominación que
distinguía al sucesor. Recordaré que en los documentos el topónimo Bogotá es el
que se empleaba para Funza y su cacicazgo.
[242]
EL CONTROL DEL PODER
Sin embargo, el pleito discutía una situación excepcional que habría tras-
tocado el orden de sucesión de los cacicazgos de Funza y de Chía:
... y por ser el d(icho) mi p(ar)te menor derecham(en)te sen(ñ)or natural del
d(ich)o Reparty(mien)to de chia sin que lo pueda estorvar ni ympedir estar don
d(ieg)o en el dicho cacicazgo pues el día que murió el de bogota ypsojure y sin
otro acto de aprehensión se transfirió el d(icho) dominio por razón del mayo-
razgo al d(icho) mi menor de la misma suerte que al dicho don di(eg)o el de
bogota y su ymportancia a no querer suceder no hacer (a)l(gu)n (824v) daño ni
perjuicio de tercero a quien por las d(ich)as Razones se le adquirió derecho Al
d(ich)o señorío y assi el d(i)cho don diego no queriendo passar al de bogota ha
de dejar y desocupar el de chia pa(ra) que mi parte le goze y posea como suyo
pues el d(ich)o don d(ieg)o no tiene del ningún d(erech)o por suceder
derecha(men)te en el de bogota el dia que murió su antecesor y por haver Re-
nunciado como lo ha hecho al d(i)cho señorío.... (AGN.Caln. T.20: 824r-824v).
12431
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
[244]
EL CONTROL DEL PODER
Línea a Línea n
I Jefatura
i
I Sucesor
Este reino, según la costumbre que tenían, que es bien común a todas las Indias,
no lo heredaba hijo ni hija, ni sobrino hijo de hermano, sino sobrino hijo de
hermana del cacique, porque decían que con esto se aseguraría la conservación
de la sangre noble, que entre ellos fue también estimada como en las demás
naciones del mundo (Simón, 1981,111:195).
[2451
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
ternativos, incluidos los que debían atender a la falta de sucesor. Más rele-
vante aún que la mera realidad demográfica, como lo ilustran los documentos
de archivo citados, es que el ejercicio de la política estaba sujeto a la dinámica
social, la disensión, la disputa y, por cierto, la eventual desautorización social
del sucesor y aún del cacique en ejercicio, que siempre es parte de la dinámi-
ca del poder.
Podemos ahora retornar a la supuesta "elección" del cacique entre dife-
rentes localidades, que varios cronistas26 entendieron como excepción al pro-
cedimiento avuncular. Piedrahita interpretó la sucesión del Iraca o Sugamuxi
como un proceso de consenso en la transmisión de la jefatura por parte de
distintos "pueblos". Pero ese término, elección, como el de herencia o natural,
fueron transcritos por los hispanos emulando sus propias relaciones.
De hecho, el reconocimiento público al que se le sometía fue colonial-
mente expresado bajo el término de aclamación de la autoridad política. Dis-
cutámoslo con otro testimonio documental sobre Sogamoso que nos ha
rescatado Langebaek:
26
Castellanos, 1955, IV: 244; Simón, 1981,111:415. Sobre cuyas afirmaciones
descansarán los argumentos de Hernández Rodríguez (1975), Pérez de Barradas
(1951) y autores anteriores.
[2 4 6]
EL CONTROL DEL PODER
27
Castellanos, 1955, IV: 234; Fernández de Piedrahita, 1942,1: 99; Simón, 1981,
111:415.
28
Tovar, 1980:73.
29
Castellanos, 1955, IV: 171; Simón, 1981. IV: 390.
30
Simón, 1981, III: 409; Zamora, 1980 I: 288.
31
Tovar, 1980: 104.
32
AGN.Caln, Vol. 25: 45-173.
33
Aunque agrega la dudosa afirmación que por su falta, el cacique podía:
señalar heredero de otras familias y pueblos que los suyos (Simón, 1981, III; 195). Y,
al referirse a la sabana de Bogotá, dice que la elección era prebenda del cacique de
Bogotá escogiéndole entre los hombres de más nobleza y mejor sangre, costumbres y
valentía, prefiriendo entre los pretensores a los guechas, los guerreros que defen-
dían las fronteras, luego que eran sometidos a un curioso rito de selección que
ponía a prueba su sexualidad (Simón, 1981, III: 390).
[247]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
de Gacha; y otras dos hermanas de Gachachica eran las esposas del cacique de
Chía y del cacique de Pasca. Relaciones de alianza matrimonial que sugieren el
correlato femenino de la concentración del poder en manos de ciertos linajes
al interior de una misma unidad local. En síntesis, mientras los procedimien-
tos de sucesión pretendían garantizar el control del poder al interior de ciertos
linajes siguiendo las relaciones de filiación matrilineal, las relaciones matri-
moniales entre los miembros de unidades locales diferentes pretendían garan-
tizar el control sobre la reproducción del poder político en manos de tales
linajes, el antecedente de la estratificación social.
Intercambio y redistribución
Para discutir la argumentación hispana sobre la proverbial riqueza de
los caciques resultado de la exención de tributos que engrosaban sus tesoros
con la explotación de sus "sujetos" como razón de la política, analizaré la inter-
vención de las autoridades en la economía y la naturaleza de las relaciones
sociales en las que descansaba la reproducción social. Un resumen de sus ras-
gos económicos, según los primeros conquistadores, nos servirá de punto de
partida:
Las comidas de esta gente son las de otras p[ar]tes de Yndias y algunas más, por
que su principal mantenimi[en]to es maíz, y yuca. Sin esto tienen otras dos o
tres man[er]as de plantas de que se aprovechan mucho para sus mantenim[en]tos
que son unas a man [er] a de turmas de t [ie] rra que llaman yomas, y otras a man [er] a
de naobos, que llaman cubias, que hechan en sus guisados y les es grand
mantenimi[en]to. Sal ay ynfinita, porque se haze allí, en la mesma t[ie]rra de
Bogothá, de unos pozos que ay salados enaquella t[ie] rra a donde se hazen gran-
des panes de sal y en grande cantidad. La qual va por contractacáón por muchas
partes, especialm[en]te por las sierras del Oppón, a dar al rrio Grande, como ya
está dicho. Las carnes que comen los ybdios en aquesta t[ie]rra son venados, de
que ay ynfinidad, en tanta abundancia, que los basta a mantener, como acá los
ganados. Asi mesmo, comen unos animales a man[er]a de conejos, de que tanbien
ay muy grand cantidad, que llaman ellos fucos. Y en S [an] ta Martha y en la costa
de la mar tanbien los ay, y los llamaan curies. Aves ay pocas; tórtolas ay al [un] as;
ánades de agua ay mediana copia dellas, que se crías en las lahgunas que ay en
aquel reino y, aunque no es en gran abundancia, es lo mejor que se ha visto
jamás, por ques de diferente gusto y sabor que de q[una]tos se an visto. Es sólo
un gen[er]o de pescado, y no grande, syno de un palmo de dos, y de aquí no
pasa, pero es admirable cosa de comer (Epítome, en Ramos, 1972: 295-296).
[248]
EL CONTROL DEL PODER
34
Oviedo, 1852,111: 110-111, 129-130.
35
Haury y Cubillos, 1953; Broadbent, 1964; Donkin, 1968; Langebaek y Zea,
1983.
36
AGN.Caln. T. 55:71 lr-721r.
37
AGN.VisCund. t. 8: 215v y 217v. Para Subachoque, ver Bermúdez, 1992; y
para Tota y Sutaqecipa, ver Langebaek, 1987: 43.
38
AGN.Caln. T. 55:717.
39
Aguado, 1956-1957,1: 439.
40
Broadbent, 1987.
[249]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
41
Langebaek, 1987; Villate, 1994.
[250]
EL CONTROL DEL PODER
!
Langebaek, 1987.
[251]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
43
Langebaek , 1987: 150.
44
El cambio que se hace de una cosa con otra (Covarrubias, 1995: 939).
45
Tovar, 1980.
[252J
EL CONTROL DEL PODER
46
AGN. VisBoy: t, 17:240v.
47
AGN. VisBoy, t. 17: 444v-454r.
48
Para observar la consuetudinaria exageración de los cronistas, ver un
resumen en Simón, 1985, III: VIL
[253]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
raídas o el oro. Las faenas agrícolas y las construcciones del cacique correspon-
dían a un trabajo periódico y, aparentemente, bajo organización de las autori-
dades. El resultado es que estas labores que garantizaban su supervivencia y
bienestar liberaban a los caciques de los trabajos comunes.
Con respecto a las épocas, la mayoría afirmó que la entrega de productos
se realizaba una vez al año, coincidiendo con el trabajo de las labranzas del
maíz, que Lebrija y Sanct Martín dicen se cosechaba a los ocho meses49 y Oviedo
lo señala en septiembre. Parece que en la misma época se realizaban las cons-
trucciones, lo que se presume dependía de su estado, pues algunos testimo-
nios afirman que ocurría por lo menos cada dos años. El cacique de Tibacuy
agregó que: ... cuando mazorcaba el maíz le daban otro tributo aunque no era
tanto y cuando corrían la tierra u hacían otras restas ¡fiestas] le daban ansi mis-
mo algún tributo...30. Este cacicazgo de las tierras templadas tributaba en dos
épocas del año y aun en tres, si distinguimos cuando el cacique corría la tierra
visitando los cacicazgos locales, y la ocasión de otras ceremonias.
Pero el cacique, según vimos, no sólo contaba con la fuerza de trabajo y
productos de los "pueblos", sino que tenía derecho a varias esposas. Los censos
coloniales testifican, con persistencia, que las autoridades disponían de las de-
nominadas mujeres de servicio, que no estamos seguros si fueran distintas de
las nombradas teguyes 5 . En 1593 un testigo de Chocontá afirmó que:
... tienen el dicho cacique cinco o seis yndias y los dichos capitanes una o dos las
cuales les sirven de hacer chicha y bollos y de comer para ellos e para sus yndios,
por questán obligados a dalle de comer y beber por que si no tuvieran el dicho
servicio no pudieran cumplir con lo que están obligados y que auncuando mo-
lestan desde hilar algodón para mantas y de ir a las labranzas que algunas dellas
son mozas y otras viejas e que este testigo tiene una india e que con ella nunca ha
tratado ni trata carnalmente y que entiende y tiene por cierto este testigo quel
dicho cacique demás capitanes no hazen lo suso dicho antes las tienen para el
efeto que tienen dicho las cuales duermen algunas dellas en la cocina donde
están lo más del tiempo y otras se van a dormir a sus casas e que no sabe este
testigo que ninguna de las que tiene el dicho cacique sea / su parienta ni lo sean
unas con otras... (AGN, VisCund. t. 11: 163r. en Tovar, 1980: 46).
49
Lebrija y Sanct Martín, en Oviedo, 1852, III: 91.
50
AGN. VisCund, t.4: 883r.-883v, en Tovar: 54-55.
51
Moza o manceba de casique (en González de Pérez, 1987: 279; Quesada
Pacheco, 1991:76).
[254]
EL CONTROL DEL PODER
1
AGN. VisCund. T.8: 205v-207r.
' El oficial que labra la plata y el oro (Covarrubias, 1995: 825).
1
AGN. VisBoy, t. 17: 533v. en Tovar, 1980: 49.
•En Londoño, 1983: D.3.3.
[2 5 5 ]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
tos no lo hacían con apremio sino con su voluntad, se aclaró que su cacique
siempre había tenido yndias de servicio para que hagan de comer a sus sujetos
porque este es uso y grandeza de los caciques para que sean obedecidos36. Otros
testimonios, como el del cacique de Cansuca, también le reivindicaron como
dignidad del oficio.
Los anteriores indicios señalan que el trabajo colectivo para el cacique
dependía de la capacidad de cada quién, de la voluntad y del ruego57 que, a la
postre, acrecentaba la honra del cacique y, eventualmente, sus arcas. Sin em-
bargo, parte de los productos retornaban de inmediato a las gentes. El cacique
de Tibacuy dijo que:
... demás dello cuando el cacique hacía su casa u alguna fiesta ansi mismo le
daban algún tributo para ayuda al gasto y esto de fiestas pagan de tributo lo que
el cacique les repartía y el cacique que daba a cada capitán una manta píntala y
a todos los yndios daba de comer y los enbijaba que era para ellos gran honrra...
(AGN. VisCund, t.4: 877v.-878r. en Tovar, 1980: 54).
Y quel cacique a los capitanes e yndios les daba de comer y beber y conforme a lo
que a él le daban los capitanes les devolvía él a dar a una y a dos mantas / pinta-
das (ANG. VisBoy, t. 17: 546r. en Tovar: 49).
56
AGN. VisCund, t. 5: 577r-577v, en Tovar, 1980: 49.
57
El ruego todavía es característico entre algunas comunidades de los altos
Andes e interpretado como indicio de la capacidad de convocatoria de los líderes
para desempeñar los trabajos colectivos, en lugar de la cohersión respaldada en la
fuerza (Paese, 1992).
[256]
EL CONTROL DEL PODER
las gentes y capitanes a los caciques, y viceversa, sino que dependía de la posi-
ción del individuo, comunes y autoridades menores, a las que hemos de agre-
gar el género contando con los servicios de mujeres. Es evidente concluir que
estas transacciones no dependían meramente de los oficios que cada cual des-
empeñaba, sino que los mismos estaban previstos por su posición en la
jerarquía social. Según esto el intercambio era desigual: se apoyaba en la carac-
terística asimetría que distinguía a sus miembros de acuerdo con su posición
en la sociedad, según fuesen mujeres de servicio, comuneros, capitanes, y, por
supuesto, caciques. Más allá del producto y su cantidad, lo distintivo era la
naturaleza de las relaciones sociales en las que descansaba el intercambio, la
inversión de la fuerza de trabajo que terminaba por manifestarse en los pro-
ductos indicando la razón diferencial de las transacciones. A la postre, la cali-
dad de ios productos era indicativo de la calidad de sus productores, su posición
en la reproducción de la sociedad58. Por cierto, el intercambio económico, tan-
to como el intercambio social se orientaban a integrar la sociedad, pero tam-
bién es claro que combinaban relaciones simétricas y asimétricas en las que
descansaba la organización sociopolítica de los muiscas.
Evidentemente los trabajadores dependían de las condiciones de pro-
ducción según si los medios estuvieran a su alcance o si debieran adquirir los
productos por intercambio, incluyendo productos relativamente especializa-
dos que se dirigían a la autosubsistencia y los que he denominado productos
58
Siguiendo a Murra y Wachtel, Alberti y Mayer (1974) propusieron una
caracterización de los intercambios económicos andinos según las
contraprestaciones, la participación social y los tiempos de devolución. Según lo
cual el intercambio recíproco podría ser simétrico si se realiza entre iguales: lo
recibido debe corresponder a lo dado, sean productos o fuerza de trabajo y aun unos
por otros. O podría ser asimétrico cuando no ocurre entre iguales y el intercam-
bio es proporcional a la posición relativa de los miembros dentro de la comuni-
dad. Entonces: la combinación por la que varias personas realizan intercambios
asimétricos con una sola, nos da la base de un sistema redistributivo. En la comuni-
dad se reúnen bienes y servicios que se traspasan a aquella persona, quien en un
tercer momento: los distribuye a la comunidad en forma de bebida, comida y fiesta
relacionadas con la agricultura y en el tercer tiempo, al terminar la fiesta, B, C, D y E,
reciben de A "reconocimiento" en forma de un convite por la ayuda prestada (Alberti
y Mayer, 1974: 23). A pesar de la proximidad de este análisis, esta argumentación
enfatiza que ello no depende del enfrentamiento de los productos, sino de las
relaciones sociales de producción que les originan (ver a este propósito, Godelier,
1974).
[257]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
59
Aunque he venido discutiendo la mera interpretación económica de las
relaciones sociales, un sencillo cálculo para 1595, cuando ya había ocurrido la
devastadora contracción demográfica producida por la Conquista, resultaría de
multiplicar los tributarios de los pueblos que rendían al Bogotá, según la citada
evaluación de Tovar, que sumaban 4.749 personas, según la visita del oidor Ibarra
(ver Ruiz Rivera, 1975), por sus tributos en un año que, según su posible y aún
deduciendo lo redistribuido, nos propone un recaudo nada despreciable del
cacique, pero difícilmente constatable arqueológicamente.
[258]
EL CONTROL DEL PODER
Herencia y propiedad
Para analizar la herencia60, partiré de nuevo de algunas citas de las pri-
meras Relaciones, y enseguida las contrastaré con la información de testamen-
tos de las autoridades indias que, aunque influidos por la situación colonial y
de hecho registrados ante la administración de Santa Fé, reflejan característi-
cas muiscas con respecto al procedimiento de traspaso de las propiedades. Entre
estos dos tipos de información nos servirá de puente un pleito de 1605 que no
sólo incluye el testamento del cacique, sino las argumentaciones de los princi-
pales e indios del repartimiento que fueron consultados por los hispanos para
decidir la querella.
Sobre las reglas de transmisión de la propiedad, la primera Relación de-
cía que:
60
Por herencia, entenderemos la transmisión de la propiedad que garantiza la
producción y reproducción de la sociedad. Aunque de la propiedad podrían
formar parte la casa, los instrumentos de producción u otros bienes, entendemos
que la tierra era el medio de producción fundamental; como se verá, su control no
necesariamente representaba el del poder político.
12591
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
Los hijos no heredan a sus padres sus haciendas y es[ta]dos, sino los hermanos,
y si no ay hermanos, los hijos de los hermanos muertos, y destos como tanpoco
no les heredan sus hijos sino sus mesmos sobrinos o primos, viene a ser todo
una quenta con lo de acá, salvo questos barbaros van por estos rrodeos (Epíto-
me, en Ramos, 1972: 297).
Piden a su majestad que mande que los hijos hereden a su padre, y no los sobri-
nos, para evitar muchos escándalos, y que obedezcan al cacique del padre, pues
61
Tómase por el caudal y capital que cada uno tiene... (Covarrubias, 1995: 619)
62
En otra manera se toma por el gobierno de la persona real y de su reino, para su
conservación, reputación y aumento (Covarrubias, 1995: 514)
63
Pérez de Barradas confundió la herencia con la sucesión (1951,11: 212-215),
conceptos fusionados por Hernández Rodríguez (1975: 69).
[26o]
EL CONTROL DEL PODER
cuando uno se casa con mujer de otro repartimiento, si muere, la viuda vuelve
con sus hijos al repartimiento donde nació y de aquí resultan querellas entre los
encomenderos (en Hernández Rodríguez, 1975: 81).
64
AGN.Caln, Vol 25: 45-173.
65
Ver Anexo 3.
Í261I
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
[262]
EL CONTROL DEL PODER
distribuyera luego de deducir los costos del funeral y las deudas que tenía. El
cacique daba prelación a su esposa, luego a sus "hijos" y a una sobrina, pero el
monto para éstos era decididamente más pequeño y similar al de otras muje-
res de servicio.
Ahora bien, los testigos argumentaron la separación de las propiedades
del cacique y las de su esposa que no eran refundidas. Don Domingo, cacique
de Macheta, dijo que los bienes del cacique y de su mujer siempre eran inde-
pendientes y que aunque durante el matrimonio adquirieran nuevas propie-
dades serían de cada uno para sí66. El escribano asentó:
... que entre los yn(di)os caciques y sus mugeres ay costumbre usada y guardada
q(ue) el marido tiene sus bienes y ganado a parte y la muger por la mysma forma
y que no se comunican las ganancias entre marido y muger... (AGN.Caln, Vol.
25: 95v).
66
AGN.Caln, Vol. 25: 118r.
67
AGN.Caln, Vol. 25: 81v-83r.
68
AGN.Caln, Vol. 25: 116r.
69
AGN.Caln, Vol. 25: 94r-94vy 132r-132v.
[26 3 ]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
70
AGN.Caln, Vol. 25: 115r.
71
AGN.Caln, Vol. 25: 122v.
72
En Broadbent, 1964:93.
73
En Broadbent, 1964: 47.
[264]
EL CONTROL DEL PODER
74
Recopilación, II: VI, I, xvj.
75
Recopilación, II: VI, I, xiij.
76
Recopilación, II: VI, I, xviiij; y Ordenanza de Felipe II, No. 148 de 1554
(Recopilación, II, VI, IX, ij).
77
Recopilación, II, IV, VIL Ordenanza, 136.
78
DIHC, X: 2236.
79
FDHC, III: 367.
80
FDHC, III: 436.
81
FDHC, V: 856.
82
Recopilación, II: VI, I, X.
Í265
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
No heredaban a sus padres los hijos de los caciques, sino eran las haciendas que
se hallaban tener cuando morían que se repartiera entre todos y las mujeres que
dejaban, porque el estado lo había de heredar -el- sobrino, hijo de hermana y no
de hermano, para asegurar con aquello su sangre por la poca satisfacción que
tenían de la fidelidad de las mujeres... (Simón, 1981, III: 390).
83
AGN.Notaría I a , protocolo 1558 Folio 35.
84
AGN. Notaría I a t. 31: 371r-38r. Con posterioridad a la preparación de este
estudio, un cuerpo documental de testamentos coloniales fue publicado bajo
dirección del profesor Pablo Rodríguez (2002), que amerita un análisis individual
y más comprensivo que nuestro propósito de ilustrar ciertas características
compartidas por los primeros registros de sus autoridades. La influencia hispana
en el período de referencia (1558-1640) es manifiesta por la mayoría de los
testamentos femeninos de residentes en Santa Fé, cuya exigua propiedad estaría
conforme con el desplazamiento desde sus comunidades para trabajar como
"mujeres de servicio" de españoles (Vargas, 1990).
85
Ver Anexo 3.
86
Estancia de ganado mayor = 5.200 m; estancia de ganado menor = 4.600 m;
estancia de pan = 1.488 m; estancia de tierra= 5.336 m; fanegada = entre 4.601 y
6.436 m. (Courvel, 1940).
266
EL CONTROL DEL PODER
con 400 cabezas de ganado mayor,y 160 yeguas. El cacique poseía 1.800 ovejas,
340 cabras, 33 chivos, 17 caballos, cinco yuntas de bueyes, una muía, dos ma-
chos y un burro. A la sazón el cacique habitaba en Santa Fé en unas casas de su
propiedad, donde también era dueño de un solar y otras estancias. Incluyó en el
testamento dos esclavos negros y dos mulatos. Y declaró:
... que al tiempo que me case con Doña maria Vazq[u]ez mi muger yo no tenia
ningunos bienes Raizes ny muebles oro ny plata y ansi lo declaro Por descargo
de my conciencia y los que al Presente tengo son adquiridos durante nuestro
matrim[oni]o y ansi lo juro a Dios y ala cruz... (AGN.Notaria I a , t. 31: 379v).
87
AGN. Notaría 3 a , t. 26: 75r-77r.
88
La medida de labranza tal vez equivalente a una estancia de pan. El solar =
5.972 m (Courvel, 1940).
[267]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
[268
EL CONTROL DEL PODER
[269]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
Control político
En primer lugar, destacaré la coherencia de las reglas de sucesión y he-
rencia con respecto a la filiación y la residencia, cuya carga avuncular verifica
la armonía con el matrimonio asimétrico. Aunque cierta distinción de los
géneros, indicada por el análisis del vocabulario de parentesco que señalaba
un sistema de clasificación paralela, obliga a no descartar la indicación de los
testimonios coloniales sobre las distintivas propiedades de la pareja matrimo-
nial, el principio avuncular de la organización social originada en la matri-
filiación de sus miembros afirma el peso de la solidaridad masculina de
matrilinajes sobre la reproducción social y el ejercicio del poder, reafirmado
por el control sobre la transmisión de los cargos políticos, lo que he observado
persistentemente enfatizado por cuanto el sucesor debería corresponder con
el hijo mayor de la hermana mayor del cacique.
Los principios organizacionales anteriores armonizaban con los lazos de
parentesco en los que descansaba el control político de las autoridades lo que,
en principio, se traduciría en su apoyo en lazos de parentesco y alianza política
entre unidades distintas. De hecho, los procedimientos matrimoniales enlaza-
ban distintas y, aparentemente, distintivas unidades locales, a través de los pa-
rientes de las autoridades que tendían a reproducir el control del poder en
manos de ciertos linajes. Ello manifiesta que el ejercicio del poder no se res-
tringía a ser representación simbólica de la identidad colectiva, a los atributos
o a la capacidad del líder, sino que se hallaba arraigado en las relaciones socia-
les y políticas.
También será notorio que la legitimidad del poder no se refería al con-
trol de instrumentos administrativos y aun de su competencia personal. Los
testimonios analizados en este capítulo registran la disención, la competencia
y el conflicto por el poder, particularmente contestados según las consuetudi-
narias reglas de sucesión, y los pleitos sugieren que a los procedimientos legi-
[270 J
EL CONTROL DEL PODER
timadores del ejercicio del poder que en principio derivaban del parentesco, se
agregaban la autoridad del ejercicio, la práctica social y la refrendación de la
acción política de los líderes, vale decir, la contestación de las fuerzas sociales.
Lo que algunos etnógrafos de sociedades andinas han leído en tiempos
prehispánicos o contemporáneos del "ruego", traducido como solicitud, nego-
ciación y aun sometimiento, que entre los muiscas descansaba en relaciones
asimétricas, era expresión de la reciprocidad como pilote de integración de la
sociedad.
De todas modos, el ejercicio del poder era, pues, parte fundamental de
las relaciones de producción y reproducción social de los muiscas. Las quejas
de los comuneros sobre la ilegitimidad de los procedimientos de sucesión de
las autoridades, pero, sobre todo, del abuso de la fuerza que terminaban por
apoyarse en las argumentaciones anteriores, lo hacen manifiesto, aun en el
contexto colonial. En dicha perspectiva, el capítulo ausculta las razones que
legitimaban la intervención de las autoridades en la vida social, particular-
mente referidas al virtual control sobre los medios materiales de reproducción
social. Pero, he aquí que entre los muiscas, la unidad de producción básica era,
en principio, autosubsistente. Sin embargo, productos relativamente especia-
lizados que eran complemento de la producción alimentaria debían obtenerse
mediante el intercambio. Excedentes de producción y de la utilización de la
fuerza de trabajo también se transferían a sus autoridades. La naturaleza de las
relaciones sociales en las que se apoyaba dicho intercambio ha sido nuestro
objeto de atención. El análisis de sus características informa que la naturaleza
del intercambio entre productores era distinta de la que realizaban con sus
autoridades políticas. Así mismo, que la redistribución para los comuneros
también tenía características distintivas del retorno de productos entre autori-
dades. Razón evidente del intercambio era la producción aparentemente espe-
cializada de productos indispensables a la reproducción social. Pero, esta última
no sólo dependía de la producción material, de manera que no era lo único
que se intercambiaba. Así, las fuentes de sal o de esmeraldas se hallaban en
ciertos lugares del altiplano privilegiando la producción local que obligaba a
otros su intercambio. También sucedía que recursos se localizaban por fuera
del altiplano y, aunque las gentes de los valles altiplánicos usufructuaban de
tierras de los valles templados, no parece que dicha situación hubiese sido ge-
neralizada y recursos producidos en áreas más distantes, como el algodón, la
miel o el yopo, debían intercambiarse con gentes que se hallaban más allá de
las estribaciones de la cordillera. Las redes de intercambio se extendían a las
[271]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
tierras bajas, como ocurría con el oro producido en los valles interandinos, y
se expandía a zonas tan distantes como el litoral Caribe, de donde provenían
las conchas de caracoles marinos.
No obstante, algunas comunidades y segmentos sociales habrían sido
distinguidos por la elaboración de ciertos productos. Es frecuente, por ejem-
plo, encontrar que el morfema gacha que en los Diccionarios refiere a los gran-
des recipientes de cerámica que se empleaban para elaborar la sal, se repite en
la denominación de varios "pueblos" (Gachancipá, Gachaquirá, Gachantivá...),
o capitanías de pueblos como en los cacicazgos de Ramiriquí, Cucaita-Gacha,
Sopó, etc., siempre vinculados con la producción cerámica90. Lo que sugiere
que la producción no sólo podría depender de la necesidad de uso, sino de la
disponibilidad de materiales que distinguían tipos cerámicos por todo el al-
tiplano (Lleras, 2000). La disponibilidad de recursos, pero también la pericia
en su elaboración y, por cierto, la inversión social en las labores, no sólo se
habría traducido en diferencias regionales sino, que sepamos, en la artesanía
y su producción local, como el tejido de mantas cuyas calidades fueron des-
tacadas.
Aunque los cronistas también argumentaron la especialización de los
plateros de Guatavita y Fontibón, y aun otros "pueblos" y actividades, es más
fiable considerar que el intercambio dependía de la fuente de los recursos que
conducía a la especialidad de las tareas. Debemos, pues, distinguir la especiali-
dad de la producción y, por supuesto, del intercambio de sus productores, de
la verdadera especialización económica91. No obstante, entre los muiscas, como
en toda sociedad agrícola, las gentes se hallaban obligadas al intercambio y, en
consecuencia, a la producción de excedentes. Aunado al hecho de que el inter-
cambio no obligaba productos alimentarios sino de aquellos que el acceso de
recursos singularizaba la producción, no parece que los muiscas tuvieran una
compleja organización que especializara económicamente a la sociedad. Agre-
90
Aparte del denominado pueblo de Gachantivá en el Valle de Leyva, en
Nemocón había un pueblo o parcialidad, la de Gachaqueca o Gachacaca, "pueblo
de olleros" que fue agregado por el Visitador Luis Enríquez con los de Cogua,
Nemeza y Peza, a donde se trajeron otros olleros de Gachancipá. En la Sabana
había un pueblo de Gacha cerca de Choachi (Velandia, 1979,1: 849). Cuando
Ibarra adjudicó el resguardo de Soacha en 1594, ocupaban el valle de Baquira,
Busunga y Gacha.
91
Terray, 1971; Meillassoux, 1974, 1977; Godelier, 1996.
[272]
EL CONTROL DEI
garé que tareas como la guerra no estarían respaldadas por una verdadera
milicia, vale decir, la preparación especializada de los guerreros, sino que en la
eventual necesidad, como ocurrió durante la resistencia a los hispanos, concu-
rrían adultos bajo liderazgo de sus caciques.
Sin embargo, actividades administrativas y religiosas eran ejercidas por
ciertos miembros de la sociedad que eran individualizados por el comporta-
miento social distinguiendo sus acciones, por ciertos atributos, y por los bie-
nes y servicios que le eran transferidos por los comuneros. Y, en ambos casos,
supimos que las gentes sufragaban su supervivencia. Aunque esta especialidad
de sus funciones sociales no es extraña a otras sociedades de Sudamérica (en
las cuales se personifican las actividades religiosas, distintas del promotor de
actividades colectivas que se han interpretado "políticas"), en la primera parte
de este escrito he argumentado que los sacerdotes, como ahora hemos docu-
mentado lo eran los caciques, en conjunto eran mantenidos por la comuni-
dad. Pero, no sólo eso compartían: también cierto ejercicio religioso y ciertas
prácticas de la vida cotidiana que se acreditaban en su aprendizaje iniciático y
luego, ya jeques o caciques, en sus atributos, prácticas y lugar simbólico en la
sociedad. Por otra parte, en cuanto hace a su posición en las relaciones socia-
les, las jerarquías religiosas y políticas estaban liberadas del trabajo común y
sus condiciones de vida dependían del trabajo de las gentes y de la transferen-
cia de productos en forma de excedente social que incluía aquellos objetos
que, a falta de otro concepto más comprensivo, he denominado ceremoniales.
En el caso de los sacerdotes, los "tributos" eran, en realidad, ofrendas que se
empleaban para efectos religiosos. Y aunque en el caso de los caciques, según
los cronistas y la administración colonial, recibían ofrendas similares, a la pos-
tre eran convertidos en objetos ceremoniales que, según aquellos, eventual-
mente engrosarían su prestigio.
Tampoco hay indicios de la manipulación de excedentes que se traduje-
ran en el control económico de la sociedad, vale decir, sobre bienes indispen-
sables cuya distribución garantizara la reproducción social. Aunque el privilegio
cacical le atribuía el uso y consumo de ciertos recursos sociales (carnes de
venado, coca o aun oro...), éstos no conformaban factores fundamentales para
la reproducción de la sociedad. Ni hay testimonios que indiquen que el ejerci-
cio del poder involucraba la manipulación de los medios de circulación de
productos que dispusieran el control de acceso clave a la supervivencia. Tam-
poco aparecen las autoridades interviniendo las redes internas o externas
como agentes de intercambio, excepción de la adquisición de ciertos bienes
I273]
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
[274]
EL CONTROL DEL PODER
1275J
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA
bio no era la reciprocidad de los productos, sino el poder ancestral que mante-
nía la estabilidad del orden de la reproducción social.
No obstante la asimétrica transferencia de bienes y servicios a las autori-
dades, que los caciques disponían de mujeres y segmentos sociales que desem-
peñaban ciertas tareas para la producción de excedentes cuyo producto
garantizaba la relación con sus "sujetos", y que era parte de sus atributos la
herencia de ciertos objetos materiales que se transmitían con el oficio, como el
cercado, la parafernalia y otros objetos ceremoniales, el ejercicio del poder no
era necesario correlato del control económico. El ejercicio del poder descansa-
ba en la capacidad de convocatoria y manipulación de las fuerzas sociales que
convertían el control social sobre la fuerza de trabajo colectiva en ejercicio de
la política. Aunque la solidaridad de los linajes podría sostener la producción
alimentaria básica, las relaciones de producción permiten distinguir cuándo el
producto del trabajo se dirigía al intercambio simétrico de los productores, a
la asimetría de la "tributación" y, finalmente, cuándo era indispensable para
sufragar necesidades que demandaban la colectivización de mano de obra. La
colectivización de la fuerza de trabajo aparecía como empresa supra-local que
demandaba la capacidad de convocatoria, la concertación de la fuerza de tra-
bajo y el liderazgo en tareas como el levantamiento de terrazas o la construc-
ción de diques y camellones indispensables para la reproducción de la sociedad.
Dicho control del flujo de las aguas es del todo semejante al que la simbología
reconocía a los caciques sobre el control de los elementos que debían garanti-
zar las condiciones necesarias para sostener la producción y la reproducción
social.
El ejercicio del poder, por cierto dirigido al control social, no descansaba
en el control sobre los medios de producción, sino en el control sobre la fuerza
de trabajo. Aquí, el ejercicio político aún no se hallaba desvinculado de las
relaciones interpersonales y de sus segmentos sociales. Por el contrario, en el
parentesco descansaba la legitimidad que permitiría a las jerarquías convocar
a sus miembros para el desempeño de tareas económicas indispensables para
la reproducción de la sociedad. De hecho, la asimetría social se expresaba tan-
to en las relaciones de parentesco como en las relaciones económicas. Así, la
asimetría social no sólo descansaba en las relaciones materiales, sino que las
fuentes del poder se vinculaban con la simbología del control del universo,
sociológicamente traducido en la capacidad del cacique para controlar los re-
cursos materiales y sociales. En consecuencia, la integración social no depen-
[276]
EL CONTROL DEL PODER
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