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El panorama se pone difícil para el gobierno. Tanto Vizcarra como el premier César Villanueva
proyectan una imagen difusa de liderazgo que se está convirtiendo en una debilidad total para
el gobierno y el gabinete. La calle -que es sabia- ya huele la debilidad a kilómetros.
Si bien este es un gobierno que tiene todas las buenas intenciones, no obstante falla cuando
intenta quedar bien con todos y en realidad podría quedar muy mal. Por ejemplo, días atrás,
luego de aprobarse la Ley Mulder, el propio Martín Vizcarra anunció que interpondrá una
acción de inconstitucional a la referida ley. Sin embargo, ya se empieza a conocer que más del
80% de los peruanos aprueban la ley impulsada por Mulder. ¿Puede Vizcarra arremeter contra
la ley Mulder cuando una mayoría de peruanos la ve con buenos ojos? Cualquier consejero
político le diría que guarde prudencia por una razón sencilla: la población vería que su
presidente defiende los intereses de algunos medios de comunicación y el resultado podría ser
un descenso rápido en su aprobación y una desafección más grave.
PPK cayó porque se dejó mangonear por una tira de consejeros que le indicaban librar una
guerra a muerte con la mayoría legislativa. De allí que Vizcarra no puede volver a reeditar lo
que hizo mal PPK.
Es obvio que un sector de medios y periodistas exigirán que el gobierno se la juegue en contra
de la Ley Mulder y pegarán constantemente a Vizcarra y a Villanueva para que pongan el
pecho. Es decir, todo el establishment pretenderá que Vizcarra se alinee a sus intereses.
Ningún peruano de buena voluntad pretende que el gobierno de Vizcarra caiga tan pronto
porque sería abrir las puertas a una enorme interrogante. El Perú se ha convertido en el reino
de la facción y tiene en ambos lados sus extremistas. El gobierno debe evitar caer en la
tentación de algún bando