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En este punto de mi trabajo parece obligado un análisis de la familia. Las feministas reiteran el
concepto de familia como el fundamental «núcleo», «institución», «organización», «base» de
la opresión femenina.
El error que cometen estas autoras es partir del análisis de la familia en vez de comprender el
modo de producción doméstico. La impropiedad con que utilizan el lenguaje técnico las hace
llamar «funciones» a lo que deberían denominar trabajo, proceso de trabajo, o proceso de
producción capitalista. Con otras curiosas peculiaridades tales como afirmar que en el
capitalismo la familia ya no cumple ninguna función, con lo que se supone que los hijos se
fabrican en probeta, la comida, la limpieza y el lavado de la ropa lo realizan grandes fábricas, y
los niños se crían en asilos.
Partir del estudio de la familia para comprender la explotación de la mujer y la lucha de clases
entre ésta y el hombre resulta tan corto como pretender comprender el modo de producción
capitalista, a partir de conocer cómo funciona una fábrica. La fábrica del modo de producción
doméstico es la familia, resulta por tanto inoperante analizar minuciosamente las llamadas
«funciones» de la familia. El conocimiento decisivo para la comprensión de la explotación
femenina es el modo de producción doméstico en el cual se realizan todos los procesos de
trabajo: reproducción, sexualidad, trabajo doméstico, trabajo agricultor, que ya hemos
estudiado, y donde se produce la explotación de la mujer por el hombre, que la constituye en
clase.
La familia es una pequeña unidad de producción dentro del modo de producción doméstico.
Engels y Marx decían que en su seno se dan todas las contradicciones, todos los antagonismos
de una sociedad: la familia reproduce las explotaciones y las opresiones que se observan en la
sociedad, añadiendo que dentro de la familia, la mujer es el proletario y el hombre el burgués.
Pero tan acertada comparación no explica por sí misma la evolución de los modos de
producción y con ello la destrucción de procesos de producción, de ideología, de gobiernos y
de Estados, mientras la situación de la mujer continúa inamovible. Las dudas que se les
plantean a las feministas cuando observan la inmovilidad de la familia, mientras los modos de
producción precapitalista y capitalista han ido desapareciendo, con las transformaciones y
trastornos consiguientes, quedan explicadas si, en vez de hundirnos en la disección de la
familia, nos alejamos un poco del sujeto de estudio y observamos la composición, el desarrollo
y la historia del modo de producción doméstico.
Es decir alejémonos por un momento del estudio de los árboles, uno a uno, para observar el
bosque.
Si la familia fuese una «institución» humana fundada en un momento dado histórico, para
conseguir unas «funciones» concretas y exclusivas de tal época, como más o menos se
pretende, tanto desde el punto de vista tradicional como progresista, no se comprende cómo
no ha desaparecido o transformado totalmente en el curso de todos los acontecimientos
perturbadores que la humanidad ha vivido. Y entiendo que evidentemente la familia es una
institución social en la misma forma que lo es también una fábrica, una empresa, un municipio,
una ciudad, pero lo importante es conocer que es, como y para qué se ha creado tal
institución.
Esta es la ley fundamental de las interrelaciones entre el modo de producción doméstico y los
subsiguientes. El modo de producción ha sobrevivido a todos los avatares de las luchas de
clases porque ha sido defendido por los hombres de todas las clases sociales. El poder
masculino se asienta sobre la explotación de la mujer. El más miserable de los hombres puede
demostrar su autoridad y conseguir algún beneficio de la opresión de otro ser: su mujer. La
clase gobernante entiende perfectamente cómo proporcionar tanta satisfacción a los hombres
de las clases trabajadoras. Sobre la explotación, la humillación y el genocidio de las mujeres se
asienta el poder masculino y el poder capitalista. Todos los modos de producción dominantes
han obtenido de la explotación femenina los mayores beneficios con la más pequeña inversión.
CONCEPTO TEORICO
Marx explica que lo importante no es lo que producen los hombres sino la manera como lo
producen.
Lo que diferencia cada modo de producción: como determinantes las fuerzas productivas de
que puede valerse, y como dominantes las relaciones de producción que se establecen entre
las clases. La fuerza productiva determinante del modo de producción doméstico es la fuerza
de trabajo humana. La tecnología está totalmente ausente e incluso la herramienta es primitiva
y rudimentaria. La energía humana es la principal y casi única fuerza de trabajo, y está
producida exclusivamente por una de las dos clases: la mujer. En esta división del trabajo se
halla la causa materialista de la explotación femenina.
La segunda característica definitoria del modo de producción doméstico son las relaciones de
producción entre el hombre y la mujer basadas en la dominación de ésta por aquél, que
incluyen la explotación sexual y la explotación productora a la par que la explotación
reproductora. En esta dominación del varón sobre la mujer se asienta no sólo el poder de
aquél, sino la perpetuación del modo de producción doméstico a través de todas las edades.
Cuando un modo de producción engendra dos clases antagónicas, éstas están unidas por una
forma de explotación típica de ese modo de producción. La forma de explotación típica del
modo de producción doméstico, irrepetible e inimitable, es la que se realiza diariamente sobre
las mujeres. Solamente ellas sufren la explotación en su propio cuerpo, como un servicio
ineludible debido al hombre en razón exclusivamente de las condiciones fisiológicas que le
configuran como varón. Solamente las mujeres deben prestar voluntariamente y
contentamente su cuerpo para la expoliación y la colonización masculina. Sólo ellas deben
prestarse a que su cuerpo sea objeto de manipulaciones, transformaciones, torturas y
desgarros, en aras de la producción de hijos, bajo el discurso ideológico de que de su sacrificio
depende «la supervivencia de la especie», como si tan altruista fin fuese obligación exclusiva
de las hembras, y tuviese que importarles tan decisivamente como para invertir cuerpo, su
sufrimiento, su trabajo y hasta su vida gratuitamente en él. Solamente las mujeres, por serlo,
deben realizar las tareas domésticas, deben recolectar, pescar y cazar para alimentar a toda la
familia, y solamente ellas son despreciadas, humilladas, insultadas, goIpeadas, castradas,
mutiladas, encarceladas, violadas y asesinadas por ello.
Este es el conjunto en que se entrelazan los procesos de trabajo, los procesos de producción,
las relaciones de producción y la superestructura ideológica del modo de producción
doméstico. Si analizamos correctamente las características referidas, en el momento de
estudiar una sociedad concreta, sabemos claramente si está o no inserta en el modo de
producción doméstico. Dejarán de constituir un misterio «las funciones» de la familia, «el rol»
de la mujer y «las relaciones de poder» con el hombre, así como la interrelación de todos los
procesos de trabajo que Mitchell y otras feministas quieren unir mediante el precario zurcido
del psicoanálisis.
Como cita Terray, la estabilidad de la explotación no significa «que los modos de producción
precapitalistas estén necesariamente abocados a lo que Marx llama la reproducción simple: la
reconstrucción perpetua de las mismas condiciones y relaciones de producción. Pueden
conocer y efectivamente han conocido, períodos de crecimiento y de transformación rápidos
precedidos y acompañados por una intensificación de la explotación».