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INTRODUCCIÓN

La nueva configuración del orden mundial, ha implicado una serie de cambios


económicos, políticos, culturales y tecnológicos que han impactado directamente en la
manera en
que nos interrelacionamos dentro de las comunidades, que cada vez son más complejas,
heterogéneas y amplias, debido a los procesos de comunicación que van modificando
cada día aspectos de la vida cotidiana.
El ámbito educativo también se ve influenciado por esa serie de cambios, y la mayoría de
países de ha interesado por investigar y desarrollar nuevos modelos educativos que
sean capaces de responder a las necesidades actuales de los individuos en formación,
pero al mismo tiempo, tratan de ubicar cuáles serían las mejores herramientas y
competencias que se deben dotar a esos estudiantes, para que posteriormente se
desenvuelvan dentro de la sociedad en un esquema productivo, pero también bajo un
entorno
que fomente una convivencia sana y pacífica, así como valores universales que
garanticen su buena relación con los otros individuos y con su medio ambiente.
La mayoría de cambios que se han vislumbrado en diferentes latitudes, ponen al docente
como el actor principal dentro de esos cambios deseados, por lo que se ha hecho
hincapié en realizar una profesionalización de este sector laboral, que tiene como objetivo
principal el desarrollo de competencias docentes, cuya consecuencia a mediano y
largo plazo, sería el brindar una educación de calidad que le permita a los estudiantes
aprender de manera autónoma, desarrollar un pensamiento crítico y tener capacidad para
resolver problemas y tomar las decisiones pertinentes de acuerdo a las situaciones que se
le presenten en la vida cotidiana.
En este texto, se pretende hacer una autoevaluación acerca de mi desempeño docente,
analizando los distintos tipos de competencia que debemos poseer en la actualidad,
puntualizando si cuento con ella, si es necesario reforzarla o si hay que trabajar para
alcanzarla

CONCLUSIONES
La práctica educativa en nuestro país, parece estar desde hace algunos años en una
crisis continua, debido a que el diseño de clases que mencionamos anteriormente,
obedece más a la intuición sobre lo que puede ser correcto, lo que puede funcionar, o lo
que puede ser motivador, que a un análisis exhaustivo de los distintos factores que
servirían para impactar de manera positiva en el aprendizaje de los alumnos. En otros
casos, que resultan aún más negativos, las clases simplemente se improvisan, y peor
aún,
no se toman en cuenta los objetivos de aprendizaje de todo un sistema educativo, por lo
que lamentablemente, esas asignaturas están destinadas a fracasar.
Los propios docentes debemos asumir que nuestra función es multifacética, ya que
requiere desarrollar competencias de diversas disciplinas, lo que implica el alejarnos de
esa
zona de confort que es estar en el papel de mero transmisor de información, para llegar a
un rol de transformador de la vida de los estudiantes, no sólo en el aspecto académico,
sino que debe permear en la manera en la que se desenvolverán en su comunidad en el
día a día, pero sobre todo pensando a futuro.
Debemos entonces comprometernos con la labor encomendada, reconociendo que
además de dominar esas competencias que se relacionan con el propio proceso de
enseñanza-aprendizaje, también existen competencias, que se supone que a los alumnos
se las promovemos que son para la vida, y que debemos convertirnos en un ejemplo
claro de lo que la sociedad requiere para tener un mejor nivel de vida. No sólo se trata de
ir a miles de cursos, cuestión que innegablemente ayudará a conocer los fundamentos

de las situaciones en las que se debe mejorar, sino que el éxito dependerá en gran
medida de un cambio de actitud para afrontar el quehacer docente, que, aunque resulte
exhaustivo, dará mejores frutos a futuro
REFERENCIAS
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Cruz, M. F. (2004). El desarrollo docente en los escenarios del currículum y la
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