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Resumen
Este ensayo tiene como eje central la propuesta de un campo de investigación para los
Estudios Culturales en Colombia, a saber, el estudio de la cultura derivada del narcotráfico
y sus efectos sobre la sociedad colombiana, en un caso particular, el narcoturismo. En el
texto se tiene en cuenta a los Estudios Culturales como formación inter- y trans-disciplinar
y a partir del uso de los enfoques teóricos de algunos clásicos en el tema. No obstante, al ser
una formulación de un tema y unas hipótesis de un trabajo incipiente, el estatus de lo que
se entiende como canónico en los estudios culturales, así como la extensión del ensayo,
harán que la revisión de los conceptos y la descripción del campo sea un esbozo amplio a
profundizar con un trabajo de investigación.
Desde hace una década, son ofrecidos con destino a nacionales y extranjeros, recorridos
por la ciudad de Medellín y visitas a la Hacienda Nápoles (y en algunos casos Bogotá)
realizados por distintas agencias turísticas1, con el fin de conocer y reconstruir la vida de
Pablo Escobar y del Cartel de Medellín, avivados por el éxito de producciones televisivas y
fílmicas. Este tipo de turismo es conocido como narcoturismo, y se relaciona con la
emergencia de industrias culturales en entretenimiento y turismo, como reinterpretación
de imaginarios del pasado y presente del narcotráfico y la peregrinación a lugares
exotizados por las representaciones del mundo narco en los medios de comunicación,
literatura, cine y televisión, pero también por el recuerdo latente de los acontecimientos y
lugares característicos de una pasado reciente de violencia asociada al narcotráfico.
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El itinerario en la ciudad de Medellín incluye la visita a lugares como las propiedades de
Pablo Escobar (los edificios Mónaco y Dallas), el barrio “Pablo Escobar”, la casa donde fue
abatido y el cementerio Monte Sacro donde está sepultado, así como una casa museo
dedicada a su memoria. La otra parte del recorrido se concentra en la Hacienda Nápoles
(ubicada en el municipio de Puerto Triunfo, Antioquia), adquirida por Pablo Escobar en
1978 y reabierta al público en 2007 como parque de diversiones, ofreciendo la posibilidad
no solo de conocer sus propiedades y el zoológico, sino también de un ambiente para el
entretenimiento de tipo familiar.
Una de las razones por las que se debe estudiar el tema es que expresa el cambio cultural.
En este caso, con respecto a la memoria y las prácticas culturales que involucran las
representaciones de la historia del narcotráfico, el consumo derivado de estas
representaciones (en televisión y cine) y la percepción e imaginarios sobre Colombia
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dentro y fuera del país relacionados con la cultura de la droga, o al menos una parte de su
pasado, y su exotización.
El turismo es un campo poco estudiado en el país por los estudios culturales, evidenciado
en los “narco-tours” por su misma “exoticidad”, promocionan lugares de Medellín y la
Hacienda Nápoles; y en los portales de Internet con videos, fotografías y descripciones de
turistas extranjeros atraídos por las representaciones del pasado del narcotráfico que
proliferan en series y películas, lo que contrasta con la posición que tiene el Estado
colombiano con respecto al pasado y presente de la lucha contra las drogas y el
narcotráfico, la historia de infiltración de estructuras criminales en instituciones políticas y
estructuras económicas del país, y el punto de vista de las víctimas y de quienes
participaron o vivieron la época de esplendor de los cárteles de la droga.
Una investigación sobre el tema propuesto se enmarca no sólo dentro de los estudios
culturales sino también en la crítica cultural. Esta última entendida a partir de la
preocupación por el cambio social,
“(…), el funcionamiento del poder y las instituciones; el lugar del subalterno, la relación
entre centro y periferia, alta cultura y cultura popular; la naturaleza de las prácticas
sociales; y un cuestionamiento del concepto de lo canónico. Para profundizar estos
problemas, la crítica cultural recurre a una amplia gama de metodologías (análisis textual,
encuestas, entrevistas, indagación histórica, etc.) y aboga por una salida de la rígida
compartimentación de las disciplinas académicas” (Szurmuk, M. y McKee, R. I.,
2009:60).
Desde esta perspectiva, el desafío de la crítica cultura sería estar dentro y fuera de la cultura
a un mismo tiempo. Adorno considera que una crítica exitosa es aquella que “no resuelve
las contradicciones objetivas en una armonía, sino una que expresa la idea de la armonía
negativamente al capturar las contradicciones, puras y no comprometidas, dentro de su
estructura más íntima” (Adorno en Szurmuk, M. y McKee, R. I., 2009:61). No obstante, este
modelo preserva una diferencia y jerarquización entre la cultura de las élites y la cultura
popular.
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Raymond Williams propone una definición más amplia de cultura, que da cuenta de su
complejidad, en tanto:
“una descripción de una forma particular de vivir, y que expresa ciertos significados y
valores no sólo en el arte y la educación pero también en las instituciones y en el
comportamiento ordinario; el análisis de la cultura es la clarificación de los significados y
valores implícitos y explícitos en una forma de vida particular, en una cultura específica”.
(Williams, R. 2003).
Para el caso que traigo a colación, una comprensión más amplia de cultura, se encuentra
limitada hasta cierto punto dentro de los límites del Estado-nación, lo que implica pensar a
Colombia desde las instituciones pero también en los sentidos y significados otorgados por
los actores. Considero que hay lecturas más amplias de entender la “cultura” desde la
nación, que no han sido abordadas todavía, porque escapan a la memoria oficial, sea por
fines políticos o por otras lógicas que se intersectan, pero también por la legitimación en
algunos aspectos, como el narcotráfico y sus efectos sociales, en la cultura del país, poco
tratados por cuestiones de índole moral, siendo marginalizados o condenados a una
existencia subterránea.
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Debido a la repercusión del narcotráfico en Colombia como un fenómeno local y
global, con el despuntar del presente siglo emergieron producciones sobre el tema en la
literatura, la televisión y el cine, con éxito en diferentes audiencias y gran difusión
internacional. Este hecho repercutió en la atención de algunos académicos que
investigaban una relación más amplia entre narcotráfico y cultura, incluyendo el estudio de
representaciones. No obstante, el estudio sobre los efectos del narcotráfico en otros campos
de la cultura, quedan grietas y vacíos que no han sido objeto de preocupación y análisis por
parte de la academia.
Uno de estos vacíos es el narcoturismo como una industria en ascenso, poco estudiada y del
cual los estudios culturales pueden hacer acopio en nuevas investigaciones. Por tanto, cabe
hacer unas distinciones con respecto a lo que se entiende por narcoturismo. Por un lado,
consiste en un tipo de turismo relacionado con una cultura de la droga, en tanto,
consumidores atraídos por la exotización de un lugar y la existencia de un mercado de la
droga, y que en las notas de prensa y escasos estudios, se relaciona con el turismo sexual.
Por otro lado, también se entiende narcoturismo como el turismo que se realiza en lugares
donde existe memoria e imaginarios respecto al narcotráfico, como punto de partida para
empresas de turismo y turistas de toda índole, que reinterpretan dicho pasado, apoyados en
parte por las representaciones expuestas en medios de comunicación y productos de la
industrias de entretenimiento. En Colombia la información en torno al narcoturismo se
concentra en la ciudad de Medellín y sus alrededores, en torno al pasado e imagen de Pablo
Escobar y el Cartel de Medellín. Este fenómeno también se presenta en los estados de
Sonora y Sinaloa en México, con la figura del “Chapo” Guzmán y los imaginarios propios
del narcotráfico mexicano.
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Desde los años ochenta, década que coincide con el ascenso e impacto del narcotráfico en
Colombia, existen investigadores y trabajos que abordan este tema. En cierto sentido, se
trata de la existencia de una tradición, y en el cual cualquier trabajo que se realice -desde
mi punto de vista- necesariamente tendrá una relación con estas investigaciones. Desde la
sociología, es significativa la obra de Camacho Guizado (1981 y 1988) y Betancourt (1994).
En ambos casos se trató de esfuerzos que abrieron el panorama para que el narcotráfico
dejara de ser un fenómeno marginal y se entroncara con otras tradiciones de las ciencias
sociales en el país, en particular el estudio del conflicto armado y la violencia.
Camacho Guizado (1988) estableció las bases y el marco teórico para el estudio
sociológico del narcotráfico:
“No parece aventurado afirmar que los procesos ligados a la producción, distribución y
consumo de marihuana y cocaína se erigen como elementos centrales en la caracterización
de la historia reciente en Colombia. El monto de las transacciones realizadas y sus múltiples
efectos en la economía nacional, las políticas con que el Estado y la clase dominante
colombiana han enfrentado la situación, las transformaciones necesarias en la estructura de
clases y en la estratificación social, son algunos de los terrenos en que con más fuerza se
denotan los efectos del crecimiento de la actividad ligada a la droga. Pero más allá de estos
efectos el estudio de la situación obliga a abocar un conjunto de temas que realmente
definen una situación más global, más profunda y duradera, y que no se ligan directamente
a la coyuntura histórica, sino, con más propiedad a la estructura social”. (Camacho
Guizado, 1988: 14)
Es importante mencionar otro aporte de este autor: la droga como un fenómeno de interés
sociológico y cultural no debido a sus efectos físicos, sino a su socialización: población
involucrada, economía generada, política (Camacho Guizado, 1988: 15). Dicho aspecto es
que diferencia a la sociología de los juicios morales, al tiempo, que una justificación para la
aproximación al narcotráfico desde la cultura. Así mismo, tiene en cuenta la relación entre
Estado y droga, considerando las transformación de Estado a partir del narcotráfico, y en
especial, la interacción entre el mundo de la ilegalidad y de la legalidad tradicional del
orden dominante (Íbid, 31).
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individuales de algunos de sus miembros. Así mismo, considera que sus “integrantes se
reconocen por su porte, extracción de clase, vestimenta, sus gustos, sus bienes y objetos de
uso, su jerga y actuación (Betancourt, 1994:37).” Esta investigación llega hasta comienzos
de los años noventa, y en cierta medida, define el escenario temporal y espacial para el
estudio y contextualización de las representaciones sobre el Cartel de Medellín y Pablo
Escobar. Sin embargo, aspectos tratados por Medina Gallego (2012), complementan en
algunos elementos de la historia y las características del narcotráfico en Colombia.
El único trabajo que encontré sobre narcotráfico desde los Estudios Culturales en
Colombia, Gómez Cerón (2012), cuyo foco son las representaciones y mediaciones
asociadas al fenómeno en el país, centrándose en la televisión, y en especial, las
narconovelas. Su análisis está ligado a su trabajo en la serie televisiva El Cartel (2008-2009),
y a su vida personal en Cali, estudiando las representaciones en la televisión como razones
para explicar su éxito en el público, haciendo énfasis en la narrativa televisiva.
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patrón del mal”, emitida por Caracol Televisión entre 2009 y 2012; “La viuda negra” (2014) y la serie
“Narcos” de Netflix, de producción norteamericana, 2015. c. Documentales: “Los archivos privados
de Pablo Escobar” (2004) de producción de Alonso Salazar, “Pablo Escobar, ángel o demonio”
(2007), “The King of Coke (2007), “Pablo Escobar, el terror de Colombia” (2008), “Los pecados de
mi padre” (2009) y “Los hipopótamos del Capo” (Discovery Chanel, 2012)
Los estudios sobre el turismo son el campo que ofrece más afinidad en la elaboración de un marco
teórico sobre el narcoturismo. La relación se encuentra en el tipo de turismo que se ocupa de visitar
zonas de desastre y lugares con una memoria en torno a la violencia, denominado “dark tourism” o
turismo negro (Fowley y Lennon, 2000), y en el cual, se podrían clasificar algunos elementos del
turismo en escenarios ligados a la historia del narcotráfico.
Para Fowley y Lennon (2000), el “turismo negro” es tanto un resultado de las circunstancias del
mundo de la modernidad tardía, como una influencia significativa sobre estas circunstancias. Más
aún las políticas, las economías, las sociologías y las tecnologías del mundo contemporáneo son
factores importantes a considerar, si se piensa que el turismo negro está focalizado en la selección e
interpretación de los sitios de memoria y eventos traumáticos convertidos en productos del turismo
(Foley y Lennon, 2000: 3). Estos dos investigadores emprendieron un trabajo de campo alrededor
del globo con el fin de estudiar los lugares etiquetados como “turismo negro”, como una manera de
entender el modo en que la muerte, el desastre y la atrocidad son empleados por quienes ofrecen
estos productos turísticos.
Las características críticas aparentes en este fenómeno son: primero, las tecnologías de
comunicación global juegan una buena parte en la creación del interés inicial (especialmente en
explorar las relaciones entre lo global y lo local). Segundo, los objetos del turismo negro aparentan
introducir ansiedad y duda sobre el proyecto de la modernidad. Tercero, los elementos pedagógicos
de los lugares están acompañados por elementos de mercantilización y ética comercial (sea
explícita o implícita) porque aceptan la visita (sea intencional o incidental) como una oportunidad
para desarrollar un producto turístico. (Fowley y Lennon, 2000: 11)
Entre los rasgos no mencionados anteriormente que caracterizan esta práctica cultural se hallan: 1.
Se enfrenta a una idea que asocia turismo con lo bello. 2. La relación con las dinámicas propias del
capitalismo tardío y su cultura. 3. Las similitudes entre este turismo y el peregrinaje religioso, dado
el vínculo del último con rituales, significados religiosos o místicos que a menudo incluyen una
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experiencia psicológica para los participantes. 4. Un cierto tipo de actividad pedagógica en el
turismo negro, sujeto al grado de autenticidad que puedan generar estos lugares.
Con referencia al origen de esta práctica, se cree que en la modernidad tardía, lejos de corregir los
problemas que llevaron al desastre, se reciclan espacios cerrados o anulados para introducir nuevos
negocios a partir de las facilidades de infraestructura para conseguir ingresos derivados del turismo.
De hecho, se trataría de una industria resiliente donde la muerte es el principal recurso de
atracción. Una de las funciones del turismo negro consiste en situar la muerte con la comprensión
humana del pasado, presente y futuro (Korstanje, 2015b; 4-5).
Uno de los problemas que enfrentan los investigadores del campo, es la carencia de una
metodología clara que permita un estudio sistemático del turismo negro en quienes lo producen y lo
consumen. De modo similar, cabe decir que una buena parte de la bibliografía no está en español, y
es reciente en lengua inglesa, por lo que existe una dificultad subyacente en el acceso a la
información.
Sin embargo, los autores dedicados al turismo negro suelen tener en cuenta tres factores de análisis:
1. La relación de los lugares de memoria frente a la muerte o sucesos luctuosos. 2. Las lógicas y
prácticas de consumo de este tipo de turismo: quiénes producen y cómo lo hacen, el carácter de lo
económicas en relación a otros actores (el Estado, quienes habitan dichos lugares) y dinámicas. 3.
Las motivaciones internas y las narrativas propias de quienes visitan estos lugares. (Korstanje,
2015b).
Por ejemplo, para P. Stone y R. Sharpley, un análisis del turismo negro no puede estar completo sin
una consideración del por qué los turistas pueden ser conducidos hacia sitios o experiencias
asociadas con muerte y sufrimiento. Más aún, es importante la comprensión de las motivaciones de
los individuos, aspecto que no ha sido interrogado y estudiado sistemáticamente, y por ende, poco
revelado La propuesta de estos investigadores consiste en sentar bases teóricas a partir de la teoría
sociología relacionada con la muerte y el dolor en sociedades modernas, para explorar el consumo
de experiencias de turismo negro. Este tipo de formulación va en la misma dirección, que trata de
relacionar el turismo negro como un modo de confrontar la muerte (Stone y R. Sharpley, 2008: 576)
Para algunos autores este tipo de prácticas se conectan con la memoria, en el sentido que “deben ser
recordadas de alguna manera que permitan transmitir un mensaje claro a la sociedad (…)”. Se ha
considerado que el turismo negro como una “forma de comprensión de la muerte a través del otro”,
que implica una negociación entre la memoria y las narrativas sociales, los actores y los paisajes (en
Korstanje, 2015a: 759). De otra parte, los estudios de memoria han sido una constante en las
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ciencias sociales en las últimas décadas. Su emergencia en la región está vinculada con los
acontecimientos políticos traumáticos ocurridos en América Latina en los años setenta y los
procesos de descolonización en el tercer mundo (Palacios, 2010: 269).
Un estudio como el de Palacios (2010), aborda la relación entre memoria y turismo, con el fin de
centrarse en los procesos comunicaciones que intervienen en la construcción de la memoria del
Estado. Sin embargo, su artículo parte del caso argentino, en el que el Estado ha sido el encargado
de la implementación de políticas de memoria como atractivos turísticos. Cabe decir que esta
autora define un lugar de memoria, en tanto, “puede ser descrito esquemáticamente como un
“topos” o núcleo que condensa diferentes representaciones sobre su estudio y su análisis supone la
tarea de “desentrañar su verdad simbólica más allá de su realidad histórica”. (Palacios, 2010: 270).
Uno de los temas a tratar, y al tiempo, poner en cuestión es el del narcoturismo frente a los lugares
de memoria, de ahí que incluya una definición parcial para plantear un interrogante al espacio
donde acontece este tipo de turismo. No sin antes, dejar un elemento en el tintero: la pregunta por
la relación del Estado con este tipo de lugares de memoria, y si es el caso, ¿cuál es la política de
memoria para el caso colombiano?
La mención de políticas de memoria se refiere a: 1. Formas de gestionar o de lidiar con ese pasado, a
través de procedimientos de a) justicia retroactiva, b) instauración de conmemoraciones, de fechas
y lugares, c. apropiaciones simbólicas de distinto tipo (Rabotnikof, 2007 en Palacios, 2010). No
obstante, las políticas de memoria desbordan los marcos institucionales, dado que implica la
confrontación y negociación de diversos proyectos de rememoración del pasado, y por tanto un
terreno de lucha por el poder. La dimensión simbólica de estas políticas, es la de considerar
procesos de construcción de sentido o comunicacionales.
Desde el punto de vista de esta autora, los lugares de memoria convertidos en objetos turísticos no
agotan el análisis. Para ella, la mercantilización de la memoria es posible en razón de que las
virtudes de las condiciones de mercantilización de los objetos culturales estaban dadas desde antes,
sumado al hecho de que pocos fenómenos sociales escapan del sistema de intercambio económico.
Más importante aún, el problema reside no en la condenación de los lugares de memora como
atracciones turísticas, sino la reflexión: “en torno a qué sentidos se abren a partir de esta de esta
coyuntura, (…)”. (Palacios, 2010).
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4. Algunos esbozos teóricos para abordar el tema desde los estudios culturales.
El modelo para estudiar el campo de las representaciones desde los estudios culturales, se
encuentra en el libro de Stuart Hall, Representation: Cultural Representations and Signifying Practices
(1997). Las representaciones conectan significado y lenguaje con la cultura, siendo parte esencial
del proceso en el que el significado es producido e intercambiado entre los miembros de una
cultura, involucrando el uso del lenguaje, los signos e imágenes (Hall, 1997: 15). Las
representaciones expresan el vínculo entre los conceptos y el lenguaje, siendo lo que hace posible
referirse a un mundo “real” de objetos, personas o eventos, o bien a mundos imaginados objetos,
personas y eventos ficticios. Sin embargo, estas están involucradas con sistemas de representación,
siendo maneras de organizar, agrupar, acomodar y clasificar conceptos, y de establecer relaciones
complejas entre ellos (Hall, 1997:17). El significado depende de la relación entre las cosas en el
mundo –personas, objetos y eventos, reales o ficticios- y el sistema conceptual, el cual opera como
representaciones mentales de ellos.
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Se desploma mansión de Pablo Escobar en
Hacienda Nápoles
La casa del extinto narcotraficante se derrumbó el fin se
semana. Tenía fallas estructurales.
Por: MEDELLÍN |
1:21 p.m. | 5 de febrero de 2015
“La edificación tuvo que sostenerse de manera permanente por cerchas y tacos, ya que su
deterioro era irreversible, sobre todo porque la misma construcción dejaba serias dudas
sobre su calidad y firmeza”.
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La misiva detalla que el poco hierro en la estructura, sin vigas de amarre, mal cálculo de los
pesos y un diseño poco estructurado fueron el comienzo de graves patologías que luego se
encargaron de complementar el abandono, el agua, los saqueadores y guaqueros y el paso
ineluctable del tiempo.
También asegura que desde que la propiedad de Escobar pasó a manos del Estado
colombiano, y este a su vez lo entregó mediante contrato a la empresa Atecsa y a la
Corporación Cultura Ambiental, quedó claro que la casa de Escobar nunca sería
reconstruida, pues para nadie tiene valor ni histórico, ni arquitectónico, ni patrimonial.
“Los escombros serán recogidos para garantizar la seguridad y el tránsito de los visitantes
al parque temático y en su lugar el equipo de trabajo de la entidad trabaja para realizar allí
una amplia exhibición al aire libre de toda la historia del lugar", concluyen las directivas.
La Hacienda Nápoles es uno de los destinos turísticos más frecuentados de los últimos
años.
MEDELLÍN
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tradiciones intelectuales heterogéneos, principalmente de escritores e intelectuales de izquierda
interesados en promover políticas nacionalistas, progresistas o antiimperialistas (D’Allemand,
2000). Sus raíces se encuentran en autores diversos y temporalmente distantes como Martí,
Sarmiento, Bello, Mariátegui, Rama, Cornejo Polar, García Canclini, Martín Barbero y Sarlo. Y, en
ese sentido, parece factible argumentar que la crítica cultural latinoamericana existe desde mucho
antes de la institucionalización de los “estudios culturales” británicos y estadunidenses (Yúdice,
2002).
El término cultura puede alcanzar extensión y usos diversos. La cultura, en tanto que diversidad
cultural, es el objeto del conocimiento empírico; y la cultura, como diferencia cultural, es lo
conocible que con autoridad sirve a la construcción de los sistemas de identificación cultural
(Bhabha). La cultura puede entenderse como dimensión y expresión de la vida humana, mediante
símbolos y artefactos; como el campo de producción, circulación y consumo de signos; y como una
praxis que se articula en una teoría. Puede hablarse de cultura urbana, de cultura mediática, de
cultura popular, de cultura de masas, de cultura letrada. Quizá estas tres últimas clasificaciones
han sido de las más discutidas y polémicas, de manera que tanto la cultura popular como la
cultura de masas, han sido opuestas a la cultura artística y a la letrada. El siglo XX le otorga una
gran significación a la cultura popular y a la cultura de masas, considerándose a ambas como
espacios de acción y transformación humanas que afectan los límites y la naturaleza de la cultura
artística y la letrada, a las cuales inseminan y transforman, sin dejar de constituir en sí mismas
zonas de interés por su praxis y para la investigación. Una de las más agudas críticas a la cultura de
masas, a la estandarización de los estereotipos en sus vínculos con el mercado y el capitalismo, así
como el estudio de la producción, los textos y la recepción de los artefactos de la llamada cultura
popular, ocurren durante la primera mitad del siglo XX (Adorno). (72)
La cultura es el espacio de los movimientos simbólicos de grupos que tejen relaciones de poder.
No sólo del poder entendido en su proyección vertical, sino también del poder como diseño
reticular (Foucault), en el cual cada punto donde se ejerce el poder genera un foco de resistencia.
La cultura está asociada a los discursos hegemónicos y al mismo tiempo a los que desestabilizan
dicha hegemonía; la cultura como el espacio de intervención y agonía, pero igualmente como zona
de resistencia en los procesos colonial/neo/poscoloniales, como ese esfuerzo para descolonizar y
para su nueva articulación en procesos constitutivos de las identidades; y la cultura después,
incluso, del establecimiento de las naciones-estados independientes (Said).
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Aun cuando la cultura no es reducible a los procesos sociales, no es distinta a ellos. De ahí la
circulación en los estudios culturales de términos como identidad, representación, ideología y
hegemonía, así como la idea de que la cultura puede asumir una función política específica tanto
en la construcción de hegemonías como en su desestabilización. Y el criterio, desde el
materialismo cultural, de que la cultura –sus métodos de producción, sus formas, sus instituciones
y tipos de consumo– es central para la sociedad, pues no hay tal separación –como la que implican
los conceptos de base económica y superestructura–, entre la cultura y la vida social como una
totalidad (Williams). De esta manera, la cultura material ejerce una acción sobre la cultura
espiritual. La imprenta de Gutenberg acelera y democratiza los procesos de impresión y por lo
tanto de lectura; y el mejoramiento de la rotativa permite el aumento de las páginas de los
periódicos y el consecuente desarrollo de la novela de folletín, a diferencia del vaticinio de que la
prensa era el fin de la cultura letrada. La imprenta, el abaratamiento del costo del papel y el
aumento de las universidades, así como el grabado, la estereotipia y la circulación masiva de
periódicos y revistas ilustradas, contribuyen al incremento en la circulación de la cultura artística y
la cultura letrada. De la piedra al papiro, de la pluma de ganso –mojada en la tinta– al grafito, de la
cinta mecanográfica al teclado de la computadora. La impronta de la cultura material, las
posibilidades materiales de la reproducción, del grabado, y demás formas que permiten la
multiplicación de la imagen, conllevaron la pérdida del “aura” como autenticidad, como esencia de
la obra artística, de manera que el arte cambia su función ritual, por una función exponencial,
expositiva (Benjamín). En la segunda mitad del siglo XX, se acorta la distancia entre cultura
científica y cultura artístico-literaria, por el desafío a los límites entre arte y no arte, cultura
literaria y cultura no literaria. Del concepto de Arnold, del arte como crítica de la vida, al concepto
del arte como extensión de la vida (Sontag).
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