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c) El Estatuto de Bayona.
La Constitución o el Estatuto de Bayona fue promulgada en julio de
1808. Fue elaborada por el entorno de Napoleón y contó con el respaldó
de tan sólo 65 españoles en la asamblea. En realidad, fue una “carta
otorgada” puesto que no fue realizada libremente por los representantes
de la nación y fue muy difícil aplicarla en la práctica por la coyuntura de
guerra. Se trataba de un texto legislativo parcialmente reformista ya
que reconocía ciertos derechos individuales (igualdad fiscal, libertad de
imprenta, libertad de movimientos, industria y comercio), la supresión de
los gremios y los mayorazgos. Sin embargo, afirmaba la religión católica
como única, el mantenimiento de algunos privilegios estamentales y la
práctica totalidad de los poderes reales, incluyendo atribuciones
gubernamentales y legislativas. Asimismo, el Estatuto preveía la
celebración de elecciones a representantes a Cortes cada tres años
mediante un sistema de sufragio extremadamente restringido y por
estamentos. Su contenido fue completado, por otros decretos personales
de Napoleón ordenando la abolición de la Inquisición y de los derechos
señoriales.
De cualquier forma, José I Bonaparte, fue un monarca siempre itinerante
debido a la guerra, débil y falto de autoridad que nunca logró ejercer el
gobierno efectivo de España porque las decisiones más importantes las
tomaba su hermano Napoleón.
Durante los años de guerra tuvo lugar un proceso revolucionario cuyo resultado
fue la completa ruptura del absolutismo monárquico. El hundimiento del sistema
político institucional del A. Régimen en España se consumó tras dos décadas de
fracasos militares, crisis fiscales y otros acontecimientos que había desprestigiado la
monarquía.
Así, en 1808, ante la ausencia de autoridad monárquica legítima (no se reconocía a José
Bonaparte), se produjo una revolución política puesto que el pueblo español en su
conjunto asumió el poder en un acto completamente revolucionario, ya que se
pasaba de la soberanía monárquica por derecho divino a un nuevo sistema de gobierno
fundamentado en la participación de los ciudadanos en las decisiones políticas.
Y esta participación de los ciudadanos o revolución política tuvo su ejemplo más
palpable en la formación de Juntas locales y provinciales las cuales fueron los
organismos políticos que se hicieron cargo del Gobierno en las España de la resistencia.
Dichas Juntas se formaron en numerosas ciudades y pueblos del país y entre sus
componentes predominaban los hombres más prestigiosos de cada localidad siendo casi
siempre de grupos sociales dirigentes y ricos pero heterogéneos (nobles, oficiales del
ejercito, altos funcionarios, clero, burgueses) y que provocó discrepancias ideológicas.
En septiembre de 1808 se creó la Junta Central que quedó integrada por 36 miembros
en representación de las 18 diferentes Juntas Provinciales. Estaba presidida por
Floridablanca y también formaba parte de ella el reformista Jovellanos y el liberal
Calvo de Rozas. Entre sus componentes había 17 nobles, 8 juristas, 5 clérigos y 3
comerciantes. Esta Junta que estuvo en Aranjuez, Sevilla y Cádiz, pasó a convertirse en
la legítima institución política que asumió el gobierno del país hasta 1810, dirigió la
resistencia contra los franceses, firmó un tratado de alianza antinapoleónica con Gran
Bretaña y tomó la iniciativa de convocar a los “representantes de la nación” para una
reunión extraordinaria de las Cortes de Cádiz. Esto último, fue una iniciativa
completamente revolucionaria ya que hasta entonces sólo el rey podía hacerlo, además
era una convocatoria claramente liberal y no propia de las instituciones del A. Régimen
ya que no se convocaban Cortes por el sistema tradicional de Estamentos sino que se
hablaba de “representantes de la nación.”
Hay que añadir, que la Junta Central no logró ejercer su autoridad indiscutible frente a
Juntas provinciales y locales, y que en enero de 1810 se autodisolvió y traspasó sus
poderes a una Regencia de cinco miembros.
Durante los primeros meses de 1810, las mayoría de diputados que habían sido
elegidos en representación de las distintas Juntas provinciales y otros en calidad de
suplentes fueron llegando a Cádiz, una ciudad permanentemente sitiada por el
ejército napoleónico.
Se decidió que se celebrasen las Cortes en la Isla de León (San Fernando), donde se
reunieron unos 300 diputados. Su extracción socio-profesional era la siguiente: 100
eclesiásticos, 60 abogados, 50 funcionarios públicos, 16 catedráticos, 40 militares y
tan sólo 20 burgueses propietarios de negocios industriales o comerciales. Por
consecuencia, predominaban los individuos pertenecientes a las clases medias y con
una sólida formación intelectual y académica habiendo, por el contrario, una escasa
presencia de nobles (solo 9) y de miembros del alto clero (3 obispos).
Puede decirse, asimismo, que pronto aparecieron entre los diputados tres grandes
tendencias ideológicas diferentes:
- Los Liberales o doceañistas con jóvenes diputados partidarios de reformas
revolucionarias y que consiguieron dominar los debates e influir decisivamente
en toda la labor de las Cortes. Propugnaban la instauración de un régimen liberal
y la elaboración de un texto constitucional al estilo francés (Agustín Argüelles,
Martínez de la Rosa)
- Jovellanistas, innovadores o moderados recibieron este nombre por coincidir
con las propuestas de Jovellanos que murió en 1811. Defendían reformas
graduales y con prudencia en la línea de los ilustrados del XVIII y evitar una
violenta ruptura de las instituciones tradicionales. Estimaban que la acción
conjunta del Rey (limitando parcialmente su poder) y de las Cortes tradicionales
eran la mejor constitución que el país podía tener, oponiéndose a la revolución y
al principio de soberanía nacional.
- Absolutistas contrarrevolucinarios o tradicionalistas eran partidarios de
mantener la monarquía absoluta. Defensores de cuanto significaba el A.
Régimen (privilegios nobiliarios). Entre ellos, se contaban numerosos clérigos.
Rechazaban elaborar una Constitución escrita, para ellos, las leyes y costumbres
tradicionales eran la verdadera “constitución española”. Unos años más tarde, el
clérigo Rafael Vélez recogería en su obra Apología del Altar y del Trono las
posturas de estos representantes.
La Constitución de 1812
Por otra parte, en las Cortes también se redactó la primera Constitución española de
carácter liberal y que fue promulgada el 19 de marzo de 1812. Este texto que tuvo
enorme trascendencia a pesar de carecer de aplicación práctica en la vida política
española, constaba de 384 artículos y su contenido se basaba en cinco principios
fundamentales:
- Soberanía nacional. El poder político pertenecía a la nación en su conjunto,
aunque su ejercicio era delegado en los representantes elegidos en votación por
los ciudadanos. Se abandonaba pues la soberanía de origen divino.
- División de poderes. Poder legislativo Cortes unicamerales, gobierno poder
ejecutivo y poder judicial en menos de tribunales. Fin de la acumulación de
poderes por el rey.
- Sistema parlamentario y representativo. La potestad del rey quedó subordinada
al poder de las Cortes. El texto proclamaba a su vez que el monarca no podía
disolver las Cortes y que sólo poseía derecho de veto suspensivo transitorio.
- Participación de los ciudadanos en las decisiones políticas a través de un
complicado procedimiento por sufragio indirecto en la elección de diputados. Se
establecía por lo tanto, un complicado sistema electoral en el que se elegían unos
compromisarios que luego elegían finalmente al diputado a Cortes de provincia
que pasaba a ser elegible en la elección a la Cámara.
- Igualdad de todos ciudadanos ante la ley. Fin de las diferencias estamentales y
de los privilegios fiscales y jurídicos de la nobleza. Sin embargo, los liberales de
Cádiz mostraron su rechazo al nefasto igualitarismo económico porque
consideraban la propiedad privada como un derecho intocable. Asimismo, se
siguieron manteniendo los fueros particulares de vascos y navarros.
- La afirmación de los derechos y libertades individuales. Sin embargo, la
proclamación del catolicismo como única religión permitida y la negación de la
libertad religiosa, ni la supresión de la esclavitud fueron restos del pasado que
justificaban por necesidades circunstanciales.
- Reorganización del Ejército. Se fijó el servicio militar y se distinguió entre
Ejército permanente encargado de la defensa exterior de la llamada Milicia
Nacional, un nuevo cuerpo militar eventual formado por ciudadanos civiles
armados creado para defender el régimen liberal contra posibles enemigos
internos.
. El proceso de independencia
La crisis política de 1808 provocó en América al igual que había sucedido en
España la formación de Juntas. Sin embargo, la discriminación de la
representación americana en la Junta Central y en las Cortes de Cádiz provocó
las primeras protestas de las elites criollas y a las luchas entre partidarios de
mantenerse fieles a Fernando VII y los autonomistas. A partir de ese momento,
varias fueron las fases de la independencia: