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La doctrina de la subordinación y la cubierta de la Mujer (1 Corintios

11.2-16)

El apóstol Pablo escribe los capítulos 11 a 14 para corregir una serie de desórdenes que se producían en
Corinto referentes a varios temas:
- La cubierta de las mujeres en el culto público (11.2-16)
- La celebración de la Cena del Señor (11.17-34)
- El ejercicio de los dones en la iglesia (12.1 a 13.13)
- El orden del culto público (14.1-40).

Comenzaremos por el primero de ellos: La doctrina de la subordinación y de la cubierta de la mujer (11.2-


16)

El rol de la mujer en la iglesia, y el tema de la cubierta sobre la cabeza de la mujer, lo que comúnmente
llamamos “el velo”, indudablemente son temas controversiales. Siempre lo fueron, y especialmente en
nuestros días, ha recobrado vigencia una vez más.

Están sujetos a posiciones muchas veces opuestas en cuanto a la interpretación que se dé a la Escritura.
No porque la Escritura tenga doble interpretación, pues siendo la verdad de Dios, necesariamente ha de
tener una sola. Pero por la incapacidad nuestra como intérpretes de la Palabra de entender objetivamente,
es decir, sin prejuicios doctrinales, denominacionales, personales, de comprender lo que ella dice con la
autoridad que emana de su inspiración divina.

Ante la duda sobre diferentes posiciones, no se puede ser ecléctico, así que es necesario optar por una
línea de pensamiento, que solo deberá cambiar si se llegara a conclusiones distintas a las adoptadas por
una distinta interpretación de la Palabra. Cambiar por el mero hecho de cambiar no es honesto ni
conveniente.

Por lo tanto, no lo presentamos en forma dogmática, pero aceptamos la enseñanza recibida por nuestros
mayores, no meramente porque “siempre se hizo así”, sino porque tenemos la convicción de que es la
correcta forma de interpretar este asunto en la Palabra, previo análisis humilde y en oración en la Presencia
del Señor.

Puede ser que el “velo” parezca:


. fuera de moda
. incómodo
. una mera formalidad externa, etc.etc.

Pero debemos preguntarnos: ¿Es algo “cultural” y por lo tanto pasajero, o “doctrinal” y por lo tanto
permanente?
Como lo expresa un escritor cristiano en su introducción al cap.11 de 1 Corintios: “Pablo aborda el problema
desde el plano "teológico" y no desde el cultural. Es decir, no se trataba de cosas "decorosas" que en base a
costumbres de época pueden variar con el tiempo, sino de "doctrina" que es invariable cualquiera que sea la
época. El tema de cubrirse las mujeres en la iglesia, nada tiene que ver con costumbres sociales, como algunos

1
comentaristas han tratado de hacer ver, sino con aspectos doctrinales básicos. Es preciso destacar que el
asunto tiene que ver directamente con la reunión de la iglesia y no con otra convocatoria cristiana”.

Subrayo lo que acabamos de mencionar como “reunión de iglesia”. Es decir, el velo (o la cubierta) es
necesaria particularmente en el culto público, cuando la iglesia está reunida. Es obvio que el apóstol está
hablando del culto público, por ejemplo en el v. 4. Sería absurdo pensar que está refiriéndose a la oración
privada.

El hecho de que no corrija el tema de orar o profetizar de las mujeres, no significa que esté de acuerdo con
la práctica de Corinto. Ya lo corregirá en capítulos próximos. Como dice Calvino: “Desaprobando lo uno, no
aprueba lo otro”.

Aunque las hermanas lo usen en otros eventos, es especialmente necesario en ocasiones en que se celebra
“reunión de iglesia”. ¿Qué es “reunión de iglesia” o “iglesia reunida”? Ver 1 Cor. 11.18, 14.23.

Es la reunión de los creyentes en comunión para celebrar el culto, presidida por los ancianos, es decir,
convocada sin restricciones de ningún tipo, de edad o sexo, y sin especificar de que orden es la reunión
(de Cena del Señor, de evangelización, de enseñanza, oración, administrativa, boda, etc., etc.).

Es en ellas, particularmente, que el uso de la cubierta es indicado por la Palabra.

Hay reuniones en las cuales no está “la iglesia” reunida. P. ejemplo, actividades juveniles, de matrimonios,
clases individuales de Escuela Dominical, actividades de hermanas, grupos de creyentes, culto familiar, etc.

No obstantel, las hermanas que se cubren en esas reuniones, hacen bien en hacerlo. No es incorrecto, no
está de más. Está librado a la dirección de la conciencia, o bien a lo que cada asamblea determine a través
de sus ancianos.

W. Mac Donald señala, explicando este pasaje, que “las instrucciones que rigen la cubierta de la cabeza en
los versículos 2 al 16 no pueden limitarse a las reuniones de iglesia. Se aplican a todos los casos en los que
una mujer ore o profetice”. Sea en silencio o en voz audible, en reuniones de mujeres o en la Escuela
Dominical.
* * *

1. La Doctrina de la Subordinación
Hagamos un poco de exégesis de nuestro pasaje en 1 Cor. 11.2-16.

 La instrucción apostólica (v.2)


Eran creyentes aplicados y dignos de tal maestro, el apóstol Pablo:
- Os acordáis de mi
- Retenéis las instrucciones (gr. paredöka, derivada de parádosis: una tradición, una
enseñanza que se pasa de mano en mano). Se trata de la doctrina transmitida por los
apóstoles y profetas antes de que el Canon de la Escritura fuera completo (cp.1 Cor.11.23;
15.3). Y que nada tiene que ver con la tradición relativa a costumbres que se hacen
“porque siempre se han hecho así”.
2
¿A quiénes fueron dadas las instrucciones?

- a la iglesia en Corinto, pero también


- a todas las Iglesias del Señor, en cualquier lugar (cp.1.2;4.17;7.17;11.16;14.33,36-38).

Si es lo que el apóstol enseñaba y ordenaba en todas las iglesias, ¿no es enseñanza apostólica? Y si es así,
¿no es doctrina para la iglesia de todos los tiempos?

La idea es, pues, que no es una enseñanza local ni temporal, sino universal y para cualquier época.

Cito lo que un destacado escritor dice: “Es interesante destacar que no se trata del hábito en el vestir que, en
general, es algo convencional y variable según el tiempo, por lo que puede ser decoroso o indecoroso según
el país y la época. Se hace necesario observar el mucho espacio que Pablo dedica a cuestiones que, hoy en día,
se consideran como secundarias y de poca y nula importancia, como es que las hermanas se cubran en las
reuniones de la iglesia; sin embargo, es preciso discernir que estos asuntos "sin importancia aparente",
descansan sobre profundas bases teológicas (1) que los elevan a la categoría de "doctrina".

Es legítimo considerar la importancia de ciertas costumbres sociales de entonces, tales como la cobertura de
las mujeres en la sociedad, pero esto no autoriza a tratar el texto bíblico sin el respeto que merece toda la
Escritura. Si se deja de dar importancia a este y otro aspecto semejante, "porque los tiempos han cambiado",
debe saberse que se está restando importancia a "mandamientos bíblicos" que los apóstoles establecieron
para la iglesia, y abriendo una peligrosa puerta a presunciones humanas que estén por encima de las doctrinas
bíblicas”.

 La doctrina de la autoridad-subordinación (v.3)


El “pero” con que empieza el versículo nos indica un problema que debía ser resuelto. Eran creyentes
cariñosos y reconocedores del ministerio del siervo de Dios, y retenedores de la doctrina enseñada,
“pero”, debían corregir ciertos defectos y Pablo les expone una doctrina: la doctrina de la subordinación.

Hay una palabra que indica el énfasis que el apóstol pone en esta enseñanza. Dice en el v.3: “quiero que
sepáis”. El verbo allí (gr.eido) significa “saber con certeza”, “estar seguros”, “entender bien”.

Esta “subordinación” está marcada por Dios en las Escrituras y procede de su Soberana voluntad.

Ahora bien, no hace falta que asentemos el principio de igualdad de la mujer con el hombre.

Me parece indigno y hasta insultante tener que reclamar para la mujer un plano de igualdad con el varón.
Dios los hizo uno igual al otro en derechos, y aun en autoridad para gobernar y administrar el mundo, que
no sujetó a los ángeles, sino al hombre -genérico de humanidad-, expresado en el varón y la mujer (Gén.
1.28).

También en cuanto a la salvación, al ejercicio del sacerdocio cristiano, como Pablo lo expresa claramente
en Gál.3.28 y Pedro en 1 Ep.3.7.

Sin embargo, la tentación se inició en Edén a través de la mujer (Ge.3.1). Satanás tentó a la mujer

1() - Lo subrayado es nuestro.


3
justamente en un deseo de “insubordinación” (Gén.3.5-6; 1 Tim. 2.14) que materializó al
. pretender “ser como Dios” (Gén.3.5)
. tomar del fruto, “tomando la delantera”, y participando a su marido (Gén.3.6).

 El concepto de “cabeza”.
A partir de ahí, Dios establece un orden de subordinación entre el hombre y la mujer, que Pablo expresa
como un theologúmenon, un enunciado teológico. En este caso, un principio teológico de autoridad, es
decir, una doctrina tal como la leemos en el v.3.

Cristo es la cabeza de todo varón


El varón es la cabeza de la mujer
Y Dios es la cabeza de Cristo.

Es interesante como traduce S.J. Kistemaker en su Comentario a 1 Cor. este versículo:


Cristo es la cabeza de cada hombre
El hombre es cabeza de una mujer
Dios es cabeza de Cristo.

El énfasis de la expresión “el hombre es cabeza de una mujer” está en la relación matrimonial, en la que el
esposo es la cabeza de su esposa (cp.Ef.5.23).

Dios Cristo Varón Mujer

Este término (heb. rosh; gr. kephalé) se aplica para designar la cabeza física en el cuerpo (de ahí, viene, por
ejemplo el término “cefalea”), y también se usa en sentido figurativo o metafórico queriendo significar
“uno que está en posición de autoridad o liderazgo”.

Así como la cabeza dirige el cuerpo, el que está como cabeza, detenta autoridad. De esta forma toma el
concepto de señor o jefe (cp.2 Sam.22.44; Is.7.8, 9). Notemos claramente esa explicación en Ef.1.22,
respecto a Cristo, y en Ef.5.23, respecto al esposo en relación a su esposa.

Algunos intérpretes, especialmente los feministas dan a este término el significado de fuente o principio.

Wayne Gruden, citado por Alexander Strauch en su libro “Liderazgo Bíblico de Ancianos” – Ed. Dime, hizo
una observación de más de 2.300 ejemplos de la palabra kephale en el griego antiguo y se aplica en todos
los casos a personas con autoridad gobernante.

Por otra parte, aún admitiendo el significado de “origen o fuente de vida”, no tendría sentido pensar en
alguien que así fuera y no ejerciera autoridad sobre aquel a quien dio existencia. La autoridad del padre
está dada per se, solo por ser él quien dio vida a su hijo.

Aquí se puede ver:


 Un orden de Autoridad: Dios – Cristo – el varón.
 Un orden de Subordinación: Cristo – el varón – la mujer.

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El concepto de Autoridad
Notemos en 1 Cor.11.3 el orden que la Escritura presenta: antes de decir a la mujer que el varón es su
cabeza, le dice al varón que está sujeto a la autoridad del que es su cabeza, Cristo.

La relación de autoridad y subordinación no significa en todos los casos que uno es superior y el otro
inferior. Cristo no es inferior al Padre. Tampoco la mujer es inferior al varón.

No es un orden de mayor o menor dignidad, sino un orden de funcionalidad.

Aún en la Deidad, una Persona toma la función de gobierno y Otra la función ejecutiva, que implica
subordinación.

En cuanto a la Deidad, Dios el Padre y Dios el Hijo son iguales en sustancia, atributos, gloria y eternidad
(Jn.10.30). Como dice el credo Niceano, El es “Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de verdadero
Dios”.

Pero en cuanto a la Humanidad del Hijo, éste se sujeta en obediencia al Padre (Jn. 8.21-47; 12.49; 14.28;
15.10; etc.), ejecutando la obra de la redención, y hasta la consumación de ella (1 Cor. 15.27-28).

Notemos que en la relación de subordinación se menciona a “Cristo”, es decir, su título mesiánico, que
llega a tener por su condición de Dios-hombre (condición “teantrópica”),
-cp.Lc.4.14-21-.

En el caso de Cristo, que el Padre sea Su Cabeza, no significa, “su origen”, ya que en cuanto a Dios, aunque
Cristo procede del Padre en relación a su existencia, no podemos hablar de origen, pues las Personas
Divinas son eternas, sin principio ni fin de días.

En cuanto a la relación entre hombre y mujer, la mujer no tiene menor dignidad que el varón, así como
Cristo no la tiene respecto de Dios el Padre.

Pero la subordinación que indica esta doctrina apostólica constituye una ley fundamental de dependencia,
ya que en la relación humana, la autoridad dada por Dios al varón le otorga el liderazgo, siendo cabeza de
la mujer.

. Antes de la caída. Gén 2.18-23, la autoridad del hombre se expresa en la actividad intelectual de
poner nombre a la creación (v.19-20) y también a su mujer (v.23). Para los hebreos el poner nombre era
signo de autoridad.

. Después de la caída, Gén. 3.16, que se manifiesta en una ruptura del orden impuesto por Dios por
la desobediencia de Adán y Eva, Dios reestablece el orden reafirmando explícitamente la autoridad del
hombre, diciendo a la mujer: “él se enseñoreará de ti”.

Notemos que esa autoridad como “cabeza” es dada por:

1. Precedencia (1 Tim.2.13: “Adán fue formado primero, después Eva”).

2. Preeminencia (1 Cor.11.7: “El varón... es imagen y gloria de Dios (o, imagen gloriosa de Dios); pero la mujer
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es gloria del varón”).

3. Procedencia (1 Cor.11.8: “El varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón”).

4. Propósito (1 Cor.11.9: “Tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del
varón” -para ser su ayuda idónea-).

Aunque “el varón nace de la mujer” y los sexos son interdependientes (1 Cor.11.11-12), la mujer fue creada
después del varón, a partir del varón, y para el varón.

Nunca a un varón cristiano se le ocurriría ocupar el lugar de su Cabeza, que es Cristo. Tampoco una mujer
cristiana pretenderá ocupar el lugar que su cabeza, el varón tiene en esa cadena de subordinación que
expresa la Biblia.

Pero, el concepto de “cabeza” no encierra solamente una idea de autoridad, sino también de
“responsabilidad”, que, tal vez transmita con mayor precisión esa idea.

Particularmente para el hombre el concepto de “cabeza” de la mujer trae consigo varias


responsabilidades, que toman su enseñanza y aplicación del concepto de “cabeza” de Cristo hacia su
Iglesia:

1. Autoridad. Esa misma posición de liderazgo, le otorga una autoridad que debe ser ejercida, no para
dominar despóticamente, sino para gobernar.
Esa autoridad requiere obediencia y sujeción por parte de aquellos que son guiados y gobernados. Cp.
Ef. 2.21-23; Col.1.19.

2. Liderazgo. El hombre, necesariamente deberá asumir esa posición indelegable, asumiendo las
responsabilidades de tomar las decisiones, siendo responsable de la tarea que le sea encomendada, en
la sociedad, el hogar o la iglesia. Cp. Ef. 4.15; 5.23; Col.1.18; 2.19.

3. Sustento. Su responsabilidad como cabeza, requiere de su esfuerzo y trabajo para proveer todo lo
necesario para aquellos que están bajo su gobierno y dirección. Cp. 1 Cor.11.3; Ef.4.15-16; 5.23; Ef..5.29; 1
Tim.5.8.

4. Cuidado. El hombre debe proteger a los que están a su cuidado. Cp. Job.1.5; Ef.6.4; 1 Ti.3.4.

 El concepto de subordinación.
La palabra “subordinación” proviene del verbo griego hypostasso. Ver Ef. 5.22; Col.3.18; 1 Pe.3.1; Tito 2.4 y
ss., que se traduce en nuestra RVR como “sujetas”. Otras traducciones emplean términos como
“sometidas” o “sumisas”, pero el tiempo y el uso han desvirtuado mucho estos conceptos de su
significado original.

Esta subordinación se expresa en tres relaciones:

1. Cristo está subordinado a Dios

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2. El hombre está subordinado a Cristo
3. La mujer está subordinada al varón.

1. Cristo está subordinado a Dios, en relación de su condición de hombre, y en esa condición, en la


forma de siervo. Lo que en teología se conoce como la kenosis, o el vaciamiento o despojamiento a
sí mismo de Dios el Hijo (Filip.2.5-8).

2. El hombre está subordinado a Cristo, quien es Su cabeza, así como es la cabeza de su cuerpo que es
la Iglesia (Ef.1.22;4.15: Col.1.16; 2.19), de los ángeles (Col.2.10). La obediencia exigida al varón le
coloca en un grado de dependencia (Gén.2.16-17). Y notemos que en esta última cita, aún no estaba
formada la mujer.

3. La mujer está subordinada al varón. Es la ley marcada por Dios al principio, especialmente después
de la caída (Gén 3.16; 1 Cor. 14.34) y es el mandamiento neotestamentario; Ef.5.22-24.

2. La doctrina de la cobertura de la mujer (v.4-16)


El problema en Corinto es que las mujeres oraban y profetizaban con la cabeza descubierta. Pablo no aborda
el tema de la oración pública o la profecía pública. Ya tratará –al menos en parte este problema en el cap.14-,
pero ahora se va a referir solamente al asunto de la cubierta de la mujer.

Para ello menciona tanto al varón y cómo debe estar en la reunión de los creyentes y a la mujer y su forma de
presentarse en ella.

. v.4: Otra versión traduce: “Todo hombre que ora o profetiza con algo sobre su cabeza, (katá kephalé
éxon) deshonra su cabeza”2.
El varón debe estar con la cabeza descubierta, porque

- él es imagen y gloria (algunas versiones dicen “reflejo de la gloria”) de Dios (v.7). Como
dice Hodge: “El es la gloria de Dios, porque en él se manifiesta especialmente la majestad
divina”.
- si está con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza (la suya propia o aquel que es su cabeza, es
decir, Cristo), pues estaría velando la gloria de Dios y deshonrando la majestad Divina. En
eso, Pablo está diferenciando, por un lado, al hombre cristiano del judío, quien
probablemente usaba –y aún usa- el tallith o “chal de oración”, un chal de cuadros con
bordes de ocho hilos, cada uno anudado cinco veces.( 3) que tenía su antecedente en Deut.
22.12, y con ello hacía una división entre los judíos y los gentiles.

Por otro, al cristiano de los paganos, quienes al ofrecer sus sacrificios a los dioses cubrían sus cabezas con las
togas que usaban.

. v.5: la mujer debe estar con la cabeza cubierta.

2 Carroll dice que la frase “ora o profetiza” tiene el significado de “estar en el culto”.
3 Archibald Thomas Robertson. o.c. pág.222.

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La palabra que emplea el apóstol inspirado aquí proviene del término griego “katakalypto” y significa “algo
que cuelga de la cabeza” (kata: que desciende, o hacia abajo; kalyptö: cubrir) , o “que descansa sobre la
cabeza”, una cubierta. Comúnmente le llamamos “velo” o “mantilla”, aunque la palabra “velo” (lat.vellum)
proviene del término griego “peribolaion” (peri: alrededor de; ballö: vestido o vestidura) que se menciona
solo 2 veces en el NT: el v. 15 de 1 Cor.11 y en Heb.1.12.

Aunque el uso del término hace pensar en un paño o tela transparente, no necesariamente deberá ser así. Por
ejemplo, el velo del Templo no era transparente sino una gruesa cortina que impedía no solo el paso del lugar
Santo al Santísimo, sino probablemente aún la visión de este último lugar.

¿Cuales son las razones expuestas por el apóstol para el uso de esta cubierta?

Hay 5 razones que expone el Apóstol Pablo en este pasaje:

1. Una razón de orden moral. v. 5-6. El no usar la cubierta equivalía a raparse como era la
costumbre de las “hetairas”, o mujeres de vida licenciosa. También era costumbre que las esclavas
y las mujeres adúlteras tuviesen la cabeza rapada. Así que un principio de dignidad y honor hacía
que las mujeres tuvieran que tener sus cabezas cubiertas.

Por otra parte, las sacerdotisas de los cultos paganos, también ofrecían sus sacrificios descubiertas, y Pablo
quiere que la mujer cristiana se distinga de ellas.

Hoy no subsisten estas razones, ya que no hay una distinción moral entre las mujeres con cabello y sin él. Pero
persisten otras razones que sí hacen pertinente y “doctrinal” el uso de la cubierta (o “velo”).

2. Una razón de orden creacional. v. 7-9, 11-12. Así como el hombre fue creado no por una orden
creadora de Dios, sino que fue el resultado de una especial decisión trinitaria: “Entonces dijo Dios:
Hagamos al hombre...”, (Gén.1.26), así tampoco la mujer fue creada como los animales en un solo
acto, “macho y hembra”, sino en forma especial.

Dios la formó, la “fabricó” desde el varón, de una de sus costillas (Gén. 2.22). Por lo tanto, como enuncia el
apóstol,
 “la mujer procede del varón” (v.8)
 “la mujer( fue creada) por causa del varón” (v.9)

Por lo tanto debe tener “autoridad (o potestad- gr.exousías) sobre (gr.epí, encima de) su cabeza”.

Esta expresión es traducida de varias formas, según menciona S.J. Kistemaker en la obra citada:
“señal de autoridad” (NVI 95, VP)
“la potestad” (NTT)
“un signo de autoridad” (CI)
“señal de la sujeción” (NC, BJ, CB, NBE cf.LT)
“divisa de la autoridad del marido” (VM)

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Pablo, sin embargo, agrega en los v. 11 y 12 que “en el Señor, ni el varón es (”existe” NVI) sin la mujer, ni la mujer
sin el varón, porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer, pero todo procede
de Dios”.

Salvo Adán quién nació de Dios directamente, el resto de los hombres y mujeres nacen de mujer. Por lo tanto,
el hombre “es nada” sin la mujer y la mujer “es nada” sin el varón. Ambos son interdependientes.

3. Una razón de orden testimonial (ante los ángeles): v.10. Angeles (gr. aggelos:
mensajeros) , pensamos se refiere a los seres celestiales que sirven a Dios, y que contemplan

. la vida de los creyentes (1. Cor.4.9)


. el ministerio de los creyentes (1 Tim.5.21)
. la iglesia de los creyentes (Ef.3.10)
. el culto de los creyentes (1 Pe.1.10-12).

Los ángeles contemplan el culto, y en él, el orden divino, expresado entre otras cosas en la subordinación de
la mujer al varón y manifestado exteriormente como “señal de autoridad” por la cubierta sobre su cabeza e
interiormente por una actitud gozosa, humilde y espiritual, sujeta al varón.

Es conveniente aclarar que la palabra “señal” no figura en los mejores manuscritos originales. Es introducida
en la traducción española como una aclaración.

De esta forma los ángeles entienden que el orden quebrado por el pecado en la “insubordinación” de la
mujer, y que ellos sin duda presenciaron en Edén, es restablecido en la Iglesia y señalado por el uso de la
cubierta en la mujer que indica su aceptación al lugar de subordinación instituido por Dios.

Una mujer espiritual entiende que


- ella es gloria del varón
- ella fue creada por causa del varón.
- ella debe estar sujeta al varón.

Aquí no existe un concepto cultural, donde la modernidad hace que este mandamiento haya quedado sin
vigencia. Es permanente. Así también la señal de autoridad.

Pero esa “señal” externa de la esposa cristiana –y por extensión de toda mujer- deberá corresponderse
con una convicción interna, una sujeción voluntaria y espiritual a su esposo y en general al varón.

Dice al respecto Raúl Caballero Yoccou (Cpo. Misionero, año 1976): “Las relaciones que nos han ocupado
en los versículos anteriores tienen una vinculación insospechada con los seres superiores de la creación
que han sido modelos de dependencia y disciplina. Para Dios es de gran importancia que el pacto de gracia
en el cual los ángeles tuvieron tan grande actividad sea seguido con buena disposición por los depositarios
de esa gracia. En la gloria esos seres creados con toda justicia y perfección cubren sus rostros en señal de
reverencia, acatamiento y sujeción al Creador... No podemos invocar transitoriedad al propósito eterno,
tampoco podemos decir que los ángeles han cesado en su función. Quien ha claudicado en demostrar la
autoridad de Cristo hemos sido nosotros. Lo hemos hecho de varias maneras y aun aboliendo la “señal de
autoridad” sobre la cabeza de la mujer. Pero, notablemente Pablo recuerda en otra ocasión la presencia de
los ángeles en el ministerio de los creyentes, en este caso hablando a Timoteo: “Te encarezco delante de
Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos. Que guardes estas cosas sin prejuicios no haciendo
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nada con parcialidad” (1Ti. 5.21)... No podemos ahora por una interpretación parcial, discutible y antojadiza
destronar todo el contenido de autoridad que estos versículos nos enseñan. Es preferible reconocer que la
interpretación textual –sobre todo en pasajes que nos resultan difíciles- es la que debemos aceptar en
primera instancia. Triste de la hermana que se resiste por tradición, incomprensión o presunción a acatar la
autoridad de Cristo en cualquiera de sus formas y también en esta”.

4. Una razón de orden natural (v.13-15)


Pablo en su expresión “juzgad vosotros”, no está dejando el argumento que tan profundamente ha
expuesto a la decisión de los creyentes corintos. Más bien les está enfrentando a un razonamiento lógico,
que confirmaría que –como dice W. Mac Donald “no es reverente ni decoroso que una mujer entre sin velo
en la presencia de Dios”.

“Juzgad vosotros (o, entre vosotros) mismos”: Creo que el sentido del apóstol es “Verifiquen ustedes
mismos lo que digo, mediante su propio razonamiento, su propia lógica”. No está dejando al arbitrio de los
corintios un asunto de doctrina. Pablo jamás haría esto. Lo que está haciendo, aún con un fino sentido de
ironía es que ellos confirmen con la lógica propia del hombre lo que Pablo está presentando como doctrina
y que nunca va en contra de la razón, aunque deba ser discernida espiritualmente. Cp. 10.15

La pregunta que surge aquí –y que constituye uno de los puntos clave en la disensión sobre este tema- es:
¿El cabello es el velo o cubierta?

La naturaleza provee a la mujer de una cabellera especial, generalmente más abundante y más duradera
que la del varón, y que no solo ha sido siempre y es signo universal de femineidad, sino además, signo de
que la mujer es la gloria del varón (v.7).

Aunque hoy en día culturalmente se usa el cabello muy corto en la mujer y largo –y hasta muy largo- en el
hombre, también debemos reconocer que el mundo que vivimos ha hecho de la “cultura unisex” un
símbolo de la desviación moral y espiritual de los “últimos tiempos” y que tan en contra está con los
principios de la Palabra de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Ahora bien, en el versículo 15 aparece por primera vez la palabra “velo”, que, como ya dijimos es la
traducción del término griego “peribolaion”, que podría traducirse más propiamente como “envoltura”, o
“manto que envuelve” (cp.Heb.1.12: periballö).

Notemos que no dice “en lugar de la cubierta”. El velo es natural. Indicaría que la gloria de la mujer está velada
ante el varón.

El cabello es un “velo natural”, que ilustra la cobertura a la que Pablo se refirió debe usar la mujer.

Notemos varias cosas:


 La expresión “en lugar de” es la traducción del gr. anti, y tiene el sentido de ese mismo
término en Juan 1.16 donde se traduce como “sobre”, es decir, correspondiéndose a algo;
no “en lugar de”, sino “correspondiendo a”. Así que el velo “se corresponde” al cabello.

Notemos como traduce la NVI: “a ella se le hadado la cabellera como velo”.


La B.de las Américas: “Pues a ella el cabello le es dado por velo”.
A su vez, Cantera Iglesias dice: “Se le ha dado una cabellera que equivale a un velo”.
La B.Jerusalem también traduce: “la cabellera le ha sido dada a modo de velo”.
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 Que el cabello no es sinónimo de la cubierta se evidencia en el v. 6. Notar el “también”. Es un término
copulativo que une dos conceptos: la cubierta y el cabello.
 Además, si el cabello fuera la cubierta, el versículo 6 estaría diciendo que “si no tiene su cabello
encima”, ello equivaldría a raparse, lo cual sería ridículo, pues, si no tiene ya el cabello, ¿cómo va a
raparse?
 La expresión “que se cubra” del v.6, según W.E. Vine significa “que se tape”. No se puede decir que
el cabello “tapa” la cabeza. Tapar implica un elemento externo que se coloca encima de la cabeza,
y por ende, encima del cabello.
 Notemos un detalle que no carece de importancia en el versículo 10: “...señal de autoridad sobre
(gr. epí: por encima de) su cabeza”. Si este “sobre su cabeza” se refiere a la cubierta, que actúa
como “señal”, dice notoriamente “sobre” y no “en”. El cabello no está “sobre” la cabeza, sino que
“es parte de la cabeza”, o está “en la cabeza”. Por lo tanto, la cubierta no es el cabello.

W. Mac Donald dice al respecto: “El argumento verdadero del versículo 15 es que existe una verdadera
analogía entre lo real y lo natural. Dios dio a la mujer una cubierta natural de gloria de una manera que no
se la dio al hombre, En esto hay un sentido espiritual. Nos enseña que cuando una mujer ora a Dios,
debería llevar una cubierta sobre su cabeza. Lo que es cierto en la esfera natural debería serlo también en
la espiritual” (Comentario Al Nuevo Testamento – Clie).

Si el cabello en la mujer es la cubierta natural, ¿deberá ser largo, como lo expresa Pablo en el v. 15? ¿Qué
pasa con una mujer que se corta el pelo estilo hombre? ¿y si se rapa? ¿Qué le decimos? ¿Qué se deje el pelo
largo porque es su “velo”?¿O también pasó de moda el cabello largo? Porque si es así, no hay nada
importante y permanente en este pasaje, ni la cubierta (paño), ni el velo (pelo).

5. Una razón de orden eclesial (v.16)


La instrucción apostólica debería ser suficiente para que los creyentes de Corinto la obedecieran, como
habían hecho con otras enseñanzas de Pablo (v.2). Por lo tanto, no había cabida para los contenciosos.

Lo que Pablo acaba de enseñar no era una “opinión” apostólica, que muchas veces iba revestida de la
autoridad que el apóstol tenía conferida por Dios (cp.7.40).
Por lo tanto, “si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”.
La expresión “tal costumbre” para algunos es “la costumbre de que la mujer no se cubra en el culto”. Si es
así, Pablo al mencionar que era costumbre de “las iglesias de Dios” lo da como una práctica generalizada
y no localizada en alguna ciudad, región o cultura particular.

Por otra parte, en la expresión hace sentir todo el peso de su autoridad apostólica, ya que el “nosotros”
indica el colegio apostólico.

Otros hacen énfasis en ese término “costumbre” (gr. sunëtheia) para sostener que era un hábito social de
la cultura griega, y particularmente corintia.

Pero, verdaderamente, después de exponer un fundamento doctrinal y sobre él construir una enseñanza
sobre la cubierta de la mujer como signo de sujeción a la autoridad, nos cuesta creer que se hubiera
referido a una mera “costumbre” que iba a quedar sin efecto en el tiempo y en el marco de otras
culturas. Sobre todo, cuando la enseñanza del apóstol es Palabra de Dios autoritativa, como lo expresa

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claramente en 14.37: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son
mandamientos del Señor”.

Finalmente, otros creen que esa expresión no se refiere al uso o no de la cubierta de la mujer en el culto
público, sino a la costumbre de contender, de polemizar, de discutir sobre esas enseñanzas.

Incluimos algunos párrafos de comentarios del pasaje en cuestión.

Rudd (Las Epístolas a los Corintios) dice que esta expresión se puede parafrasear así: “Sepa el contencioso
que no se deje convencer con estos argumentos que la autoridad apostólica y el ejemplo de las iglesias de
Dios, están en contra de tal desorden”.

Trenchard (1ª. Epístola a los Corintios), a su vez, dice: “El verdadero sentido es este: ´Pero si alguno
pretende argumentar en contra de lo que acabamos de decir, nosotros –los Apóstoles- no tenemos la
costumbre de que las hermanas prescindan del velo, ni tampoco las iglesias de Dios en otras partes´. La
nueva costumbre sería la de abolir el velo, que el apóstol no admite, añadiendo que las demás iglesias
mantenían el decoro de las mujeres y la “señal de autoridad”. Lo importante es la reiteración de las normas
apostólicas, que no fluctuaban según el sitio y la iglesia, como algunos han pretendido. Léanse en la V.H. 1
Cor.4.17; 11.2 y 16 y 14.36-38”.

Vincent (Vincent’s Word Studies of the New Testament- Hendrickson) agrega: “Costumbre: No la
costumbre de espíritu de contradicción, sino la de las mujeres hablando sin cubrirse. El testimonio de
Tertuliano y Crisóstomo muestra que esos mandamientos de Pablo prevalecieron en las iglesias. En las
esculturas de las catacumbas las mujeres tienen una cubierta cerrada, ajustada a sus cabezas, mientras que
los hombres tienen el pelo corto” (Este comentario también lo incluye A.T. Robertson en su Imágenes
Verbales en el N.T. –T.4).

Siendo así, no hay razón para pensar que este asunto tratado por el apóstol es una mera “costumbre” que
reemplaza otra costumbre y que puede, con el paso del tiempo, se reemplazada, a su vez. ¿La Palabra
inspirada puede tener esa característica? No es necesario responder.

Dice E.F. Harrison (1 Cor. en Com.Bíblico Moody): “Tal costumbre, es decir, de que las mujeres asistan al
culto sin cubrirse. Algunos dicen que era una costumbre propia de Corinto, pero las palabras de Pablo, ni
las iglesias de Dios, demuestran lo contrario. Otros dicen que hoy en día no hay que aplicar la norma
(cf.Morris... Barclay...). Debería advertirse, sin embargo que los motivos dados para llevar velo están
tomados de hechos permanentes, que subsisten mientras dure la economía actual (cf. Godet...) Pablo sí
inculcó esta norma, porque la historia de la iglesia primitiva es testimonio de que en Roma,. Antioquía y
África dicha costumbre se convirtió en norma. Una última palabra: Al fin de cuentas, el sombrero o el velo
no es lo importante, sino la subordinación que indica. Seguir ambas cosas es lo ideal”.

Es interesante el comentario que hace el Diccionario de Vila-Escuain bajo “Cabeza” (pg.124): “En conexión
con la autoridad, las instrucciones que ordenan a la mujer cubrirse la cabeza al estar en oración (como dice
W.E. Vine en su Dicc.Exposit.de Pal. Del N.T., TI, pg. 352) “no son debidas ni a las costumbres judías, que
exigían que los hombres se cubrieran la cabeza (como sucede en la actualidad) ni a las costumbres griegas,
por las cuales tanto hombres como mujeres iban descubiertos. Las instrucciones del apóstol eran
“mandamientos del Señor” (1 Co.14.37), y eran para todas las iglesias, (vv. 33,34)”. Es simplemente erróneo
afirmar que en la Grecia antigua sólo las prostitutas salieran con la cabeza descubierta, La orden de Pablo
está en marcado contraste con el hecho de que las mujeres del mundo grecorromano ofrecían sus
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sacrificios con la cabeza descubierta. No fue para mantenerse en armonía con las costumbres entonces
corrientes que Pablo dio estos mandamientos. Sino en franca oposición a los usos del medio pagano en
que entonces, como ahora, se movía y se mueve la Iglesia de Dios”.

No son estas cosas intrascendentes, pasajeras, meras “costumbres” que cambian con la moda, como dijo
H.A.Ironside (Est.1ª. Corintios): “Es Dios quien ha hablado y muchas veces son las pequeñas cosas como
esta –de cubrir o no la cabeza- las que prueban el estado de nuestro corazón y si es la voluntad de uno la
que actúa o si uno está dispuesto a sujetarse a la Palabra de Dios”.

¿No se aplicará aquí 1ª Sam. 15.22,23?

¿No será que estamos subjetivados por los cambios de la época y hoy cambiamos esto y mañana
descubrimos otra cosa y seguimos cambiando?

El Señor nos permita ser fieles a su Palabra.

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