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MANUEL UGARTE LA NACION LATINOAMERICANA PROLOGO MANUEL BALDOMERO UcarTE pertenece a la sacrificada “generacién argentina del 900”, es decir, a ese micleo de intelectuales nacidos entre 1874 y 1882 que conformaban al despuntar el siglo, una brillantisima “juventud dorada”. Sus integrantes eran Leopoldo Lugones, José Ingenieros, Ricardo Rojas, Ma- cedonio Fernandez, Alfredo L. Palacios, Alberto Ghiraldo, Manuel Galvez y el propio Ugarte. Habfam nacido y crecido en ese tan cutioso petiodo de transicién que cubre el ultimo cvarto de siglo en la Argentina, cuando Ja vieja provincia latinoamericana parece hundirse pata siempre, con sus gau- chos y sus caudillos, sus costumbres austeras y su antiguo aroma espafl, sus suefios heroicos y su fraternidad latinoamericana. En su reemplazo, esos afios ven brotar una Argentina cosmopolita, con aires europeizados, cuyo rostro sélo mita al Atléntico, ajena al destino del resto de Jas provincias hermanas, con una clase dominante derrachadora, de jacqué y galera de felpa, que soslaya el frfo de los inviernos matchdndose a disfrutar ei verano parisino y un apa- rato cultural que difunde al dia Jas ultimas novedades de fa cultura europea. Tafluenciados por esas dos Argentines, la que parecia morir irremisiblemen- te y la que reclamaba el futuro con pretenciosa arrogancia, estos poctas, ¢s- critores, ensayistas, suffieron en carne propia el drama del pas y sus promi- sorias inteligencias, en vez de desarroliarse al cobijo de un clima favorable, se desgarraron tironeadas por dos mundos contradictorios. La tarea intelectual no fue entonces fructifera labor cteativa, ni menos simple divertintento como en otros micleos de pensadores, sino un penoso calvario frente al cual sélo cabfa hincar a rodilla en tierta abandonando [a cruz, trampear a Jos de- mas y a si mismos con maniobras oportunistas o recorretlo hasta el final costare Io que costare. Hasta ellos Icgaba Ia tradicién democrética y hasta jacobina de un Manuel Dostego 0 un Matiano Moreno y también la pueblada tumultuosa de Ia mon- tonera mientras frente a ellos se alzaban Jas nuevas ideologias que recorrfan Europa atizando el fuego de a Revolucién: el socialismo, el anarquismo. A x su vez, detrds, en el pasado inmediato, percibian una nacién en germen, una patria caliente que se estaba amasando en las guerras civiles y delante, sdto veian la sombra de los simbolos porque fa Patria Grande habia sido despe- dazada y las patrias chicas encadenadas colonialmente a las grandes potencias. La cuestién nacional y 1 cuestién social se enredaban en una compleja ecua- cién con que la Historia parecia complacerse en desafiarlos, Ricardo Rojas clamard entonces por una “Restauraciéa nacionalista”, rei- vindicaré “La Argentinidad” y buscando un vinculo de cohesién latinoameri- cana se desplazard al callején sin salida del indigenismo en Eurindia. Una y otra vez las fuerzas dominantes de esa Argentina “graneto del mundo” cerra- ran el paso a sus ideas y una y otra vez se verd forzado a clandicar, elogiando Sarmiento —él que de joven se vanagloriaba de su origen federal—, otor- gandole sdélo contenido moral a la gesta de San Martin —<€l, en cuyo “pais de Ia selva” estaban vivos atin los ecos de le gran campatia libertadora— para terminar sus dias en los bastiones reaccionarios enfrentando al pueblo jubiloso del 17 de Octubre. Leopoldo Lugones también indagaré desespetadamente fa suerte de su patria pero, con igual fuerza, intentard enraizar en estas tiertas ese socialismo que conmueve a la Europa de la segunda mitad del siglo xrx. Su militancia juvenil en el Partido Socialista va ditigida a lograr ese entronque: una pattia cuya transformacién no puede tener otro destino que el socialismo, una ideologfa socialista cuya tinica postbilidad de fructificar reside en impregnarse profun- damente de las especificidades nacionales. La frustracién de esa expetiencia Jo Ilevara al liberalismo reaccionario y luego al fascismo (de propagandista del presidente Quintana, liberal pro inglés, a redactor de los discursos del presidente Uriburu, cotporativista admirador de los Estados Unidos). ;Sin- gularmente trdgica fue Ja suerte del pobre Lugones! Fascista y anticlerical, enemigo de Ia inmigracién pero partidario de! desarrollo industrial, su_sui- cidio resulté la confesién de que habfa fracasado en la bésqueda de su “Gran- de Argentina”. También 41, como Ricardo Rojas, desfilé en la vereda anti- popular pero, al igual que a éste lo rescatan patcialmente su mejores libros, a Lugones lo ptotege del juicio lapidario de la izquierda infantil una obra literatia nacional, la reivindicacién del “Martin Fierro”. El libro de los paisajes, Tos Romances y esa dramdtica desesperacién por encontrar una patria que Je habfan escamoteado. También Alberto Ghiraldo —amigo intimo de Ugarte desde la adolescen- cia— intenté asumir las nuevas ideas del siglo sin dejar, por eso, de nutrir su literatura en Ia sangre y la carne de su ptopio pueblo. Anarquista desde joven, cultivé también Jos cuentos criollos y en sus obras de teatro reflejé ta realidad nacional. También él, como Usatte, denosté al monstruo devorador de pequefios paises en Yanguilandia barbara, pero las fuerzas a combatir eran tantas y tan poderosas que, en plena edad madura, opté por el exilio. Desde Espagia o desde Chile, Ghiraldo era ya apenas una sombra de aquel joven que tantas esperanzas hacia beotar en el novecientos. ¥ el poeta que hizo vibrat x auna generacién con Triunfos nuevos, el implacable critica de Carne doltente y La titania del Jrac murié solo, pobre y olvidado. Macedonio Fernandez y Manuel Gélvez también compartieron las mismas inquietudes. Después de una juvenil experiencia andrquica, Macedonio se retrajo y si bien no cesd de reivindicar lo nacional en su fargo discurrir de décacas en hoteles y pensiones para el reducido grupo de discfpulos, el hu- morismo se convirtiS en su coraza contra esa sociedad hostil donde ptevale- cian los abogados de compafifas inglesas y los estancieros entregadores. Su admiracién por el obispo Berkeley, en el camino del solipsismo, constituye una respuesta, como el suicidio de Lugones, al orden semicolonial que ahe- rrojé su pensamiento. Galvez, por su parte, opté por recluitse y crear en si- lencio. Abandonado ef socialismo de su juventud, se aproximé a la Iglesia Catélica y encontré en ella el respaldo suficiente para no sucumbir. Se con- virtié en uno de sus “Hombres en soledad” y en ese ambiente intelectual drido donde sélo valfan los que traducfan a Proust o analizaban a Joyce desde todos los costados, Galvez pudo dar prueba de la posibilidad de una litera- tura nacional. Si bien mediatizado por la atmésfera cultural en que debia tespicar, si bien cayendo a menudo en posiciones aristocratizantes, logré dejar varias novelas y biograffas realmente importantes También Alfredo Lorenzo Palacios —como Ricardo Rojas— era de extrac: cién federal. Su padre, Aurelio Palacios, habla militado en el Partido Blanco uruguayo y eta, pues, un hijo de la patria vieja, aquellas de los gauchos levan- tados en ambas orillas del Plata contra las burguesias comerciales de Monte- video y Buenos Aires tan proclives siempre a abrazarse con los comerciantes ingleses, También Palacios —como Lugones, como Gélvez, como Macedonio, como Ghitaldo— percibié desde joven la atraccién de {fas banderas to- jas a cuyo detredor debfa nuclearse el proletariado para alcanzar su libe- racién. No es casualidad por ello que ingresase al Partido Socialista y que allf discutiese en favor de la patria, ni que fuera expulsado por su “na- cionalismo criollo”, ni que fundase Juego un Partido Socialista “Argentino”, ni_que mds tarde se convirtiese en el orientador de la Unién Latinoamericana. ~Cémo no iba a saber el hijo de Aurelio Palacios —antimitrista, amigo de José Herndndez y opositor a la Triple Alianza— que la América Latina era una sola patria? ¢Cémo no iba a saber Palacios que el socialismo debfa tomar en consideracién la cuestién nacional en fos “pueblos desamparados” como el nuestro? Sin embargo, aquel joven socialista de ostentoso chaleco rojo de principios de siglo se transformé con el correr de los afios en personaje res- petado y aun quetido por los grandes popes de Ia semicolonia, su nombre altetnd demasiado con los apellides permitidos en fos grandes matutinos y finalmente, aquel que habfa iniciado Ja marcha tras una pattia y un ideal socialista, coroné su “carrera” polftica con el cargo de embajador de uno ac los gobictnos mds antinacionales y antipopulares que tuvo Ja Argentina 1956). Distinta era Ia extraccién de José Ingenieros quien, incluso, no nacié en la Argentina sino en Palermo, Italia. Sin embargo, intuyd siempre, aunque de XE una manera confusa y a veces cayendo en gruesos etrores, como el del impe- tialismo argentino en Sudamérica, que la reivindicacién nacional era uno de los problemas claves en nuestra lucha polftica. El socialismo, a su vez, le venia desde la cana pues su padre, Salvador Ingenieros, habia sido uno de los dirigentes de la I Internacional. Desengafiado del socialismo en 1902, Inge- nietos abandoné Ja arena politica y se sumergid de Teno en los congresos si- quidtricos, en las salas de hospital, en sus libros, Pero pocos afios antes de su temprana muerte entregé sus mejores esfuerzos a Ia Unidn Latinoamericana, a la defensa de la Revolucién Mexicana, al asesoramiento al caudillo de Yu- catdn, Felipe Carrillo Puerto, a quien aconsejaba adoptat un “soctalismo nacional” y a] elogio de la Revolucién Rusa en un teatro de Buenos Aites, Es decir, socialismo y latinoamericanismo. Tampoco Ingenieros vio colmados sus anhelos juveniles, ni fos argentinos recibieron todo fo que su inteligencia podia dar. Aqui también las fuerzas predominantes en la superestructura ideo- Iégica, montadas sobre el final del siglo y cuya consolidacién se expresd simbélicamente en 1904 en Ia Iegada al podet de un abogado de una empresa briténica, cortaton e! vuelo del pensamiento de Ingenieras, lo embretaron en disciplinas menos peligrosas que la sociologia y la polftica y lo silenciaron resueltamente en su ultimo intento por gritar su verdad, en ese su canto del cisne cusndo reivindicaba al unisono la bandera de la Unién Latincamericana y del Socialismo Revolucionario. Si se observa con detenimiento, todos estos representantes de la generacién del 900, a pesar de las enormes presiones, fos silencios y los acotralamientos, han logrado hacerse conocer en Ia Argentina y en América Latina desde hace afios. De un modo otro, esterilizéndolos o deform4ndolos, tomando sus aspectos mds baladies o resaltando sus obtas menos veliosas, han sido incor- porados a los libros de ensefianza, los suplementos literatios, las antologias, las bibliotecas publicas, as sociedades de escritores, las aburridas conferen- cias de los sabados, fos anaqueles de cualquier biblioteca con pretensiones. Sélo Manuel Ugarte ha corrido un destino diverso: un silencio total ha rodea- do su vida y su obra durante décadas convirtiéndolo en un verdadero “mal- dito”, en alguien absolutamente desconocido pata el argentino medianamente culto gue ambula por los pasillos de las Facultades. No es casualidad, por supnesto. La causa reside en que, de aquel brillante nticleo intelectual, sélo Ugarte consiguié dar respuesta el enigma con que Ios desafiaba la historia y fue luego leal a esa verdad hasta su muerte. Sdlo él recogié la influencia nacional-latinoamericana que venfa del pasado inmediato y Ja ensamblé con las nuevas ideas socialistas que Iegaban de Europa, articulando Jos dos pro- blemas politicos centrales de la semicolonia Argentina y de toda la América Latina: cuestién social y cuestién nacional. No Io hizo de una maneta total, tampoco con una consecuencia nitida, pero a través de toda su vida se conti- nba, como un hilo de oro, la presencia viva de esos dos planteos, la fusién de fas dos banderas: In reconstruccidn de Ia nacida latinoamericana y Ia libera- cién social de sus masas trabajadoras. De ahi Ja singular actualidad del pen- samiento de Ugarte y por ende su condena por parte de los grandes podeses XII defensores del viejo orden. De abi la utilidad de tescatar su pensamiento creador y analizar detenidamente las formulaciones de este solitario socialista en un pais semicolonial --de] Tercer Mundo, dirfamos hoy— enfrentado ya al ptoblema de la cuestién nacional cuando atin Lenin no ha escrito El impe- rialismo, etapa superior del capitalismo, vi Trotski ba dado a conocer su teoria de ‘‘la revolucién permanente”. En la época en que transcurre la infancia de Manuel Ugarte ain resuenan en la Argentina los ecos de la heroica gesta libertadora y unificadota que enca- bezaron San Martin y Bolfvar, medio siglo atrds. La lucha comdn de las ex colonias contra el absolutismo espafiol, cruzdndose sus caudillos de una provincia a otra en media de la batalla, se encuentra atin fresca en las con- versaciones de los mayores a cuyo lado se modela el catdcter y el pensamien- to de la criatura, Ms reciente ain, apenas ona década atrds, estd vivo el recuerdo de Felipe Varela, desde Ja cotdillera de fos Andes, convocando a fa Unién Americana o la similar proclama insurreccional del entrerriano Ricardo Lépez Jordén exaltando “la indisoluble y santa confraternidad americana’. Asimismo —como pata certificar que n0 sdlo los caudillos se consideraban latinoamericanos— ahi no més en el tiempo, Juan B. Alberdi habfa levanta- do su voz contra le guerta de fa Triple Alianza, juzgandola “guerra civil” y habfa tomado partido por ls causa de Jos blancos uruguayos, el pueblo para- guayo y los fedetales argentinos contra la entente de las burguesias portuarias del Plata y el Imperio del Brasil. Ademés, los hombres del 80, con los cuales dialogarg el Ugarte adolescente, son consecuentes con la vieja tradicidn san- martiniana: Carlos Guido y Spano, otro defensor del Paraguay destrozado, Eduardo Wilde, cuyo escepticismo no le impide sostener con entusiasmo que hay “que hacer de Sudamética una sola nacién”, José Herndndez que designa habitualmente a la Argentina como “esta seccién americana” ¢ incluso ¢l propio presidente Julio A. Roca quien, por esa época, da uno de los pocos ejemplos de latinoamericanismo oficial al rechazar las presiones belicistas contra Chile, intercambiar visitas con ¢l presidente del Brasil y lanzar Ia Doctrina Drago pata el conflicto venezolano. Es vetdad que también resulta poderosa la influencia antilatinoamericana preconizada por los distintos 6r- ganos de difusién de 1a clase dominante, en especial, la escuela, la historia de Mitre con su odio a Bolivar y los grandes matutinos. Peto el joven Ugarte ma- dura su pensamiento bajo la influencia de esa cultura nacional en getmen que asoma ya en el Martin Fierro de José Herndndez o en La exeursibn a los indios rangueles de su conocido Lucio V. Mansilla, en la vertiente del nacionalismo de- mocrdtico que tuvo sus exponentes en Moreno, Dorrego, Alberdi y los cau- dillos federales, especialmente los del norocste como El Chacho y Varela. Su avidez por aprender, su sed de libros nuevos, de ideas distintas, es satis- fecha gtadualmente sin romper por eso los Jazos con esa Argentina en ges- patty tacién que recién cuando él ha cumplido cinco afios —en 1880— logra real- mente su unificacién al federalizarse Buenos Aires y convertirse en Capital. Por eso, cuando el joven poeta de 19 afios, busca una bandera para su Revista Literaria Ja encuentra en una convocatoria al acercamiento de todos los jSvenes esctitores de América Latina. Su primer paso cn la literatura se convierte, pues, €n su primera experiencia latinoamericana. José E. Rodd, en el mismo camino, le dird entonces: “Grabemos como ema de nuestra divisa literaria esta sfntesis de nuestra propaganda y nuestra fe: Por la unidad intelectual y moral hispanoamericana”. Al tiempo que esa experiencia de la Revisea Literaria lo acerca al resto de América Latina —colaboran desde Ricardo Palma hasta Rufino Blanco Fom- bona y desde José Santos Checano hasta José E. Rodé— lo aleja de la in- fluencia singularmente cosmopolita que va genando a la mayoria de los jdvenes escritores argentinos. El fracaso de su Revista —resistida por el ambiente de Buenos Aires— resulta, desde el punto de vista Latinoamericano, un verdadero triunfo. ¥ cuando poco después —huyendo de Buenos Aires “porque me faliaba_oxigeno”— se instala en Europa, su conciencia latinoamericana se profundiza. “Desde Paris, zcémo hablar de una literatura hondurefia o de una literatura costarticense?” pregunta, La lejania lo acerca entonces y aquella realidad tan enorme que era dificil de divisar de cerca, resulta clata a los ojos, tomando distancia. La vieja broma de que un francés considera a Rio de Janeiro capital de la Argentina, adquiere en cierto sentido veracidad por- que desde Paris, las fronteras artificiales se disuelven, las divisiones polfticas se esfuman y Jo Patria Grande va apareciendo como una unidad indiscutible desde Tierra del Fuego hasta el Rio Grande. “Urgia interpretar por encima de las divergencias lugarefias, en una sintesis aplicable a todos, la nueva emo- cin. La distancia borraba Jas Iineas secundatias, destacando !o esencial”. Cuan- to més lejos de la Patria Chica més cerca de la Patria Grande, Quizd entonces analiza cuidadosamente esas influencias recibidas en su nifiez y en su adoles- cencia, confusas y empalidecidas a veces, que su pensamiento no habia logrado asimilar como vetdades propias y que ahora vienen a reafirmarle su nueva conviccién. Si Latinoamérica no és una sola pattia, 2qué significa ese oriental Artigas ejerciendo enorme influencia sobre varias provincias argentinas y te- niendo por lugartenientes al entrettiano Ramirez y al santafesino Lopez? Y junto a ellos, equé papel descmpefia ese chileno Carrera? ¢Qué sentido tiene entonces la gesta de San Martin al frente de un ejército que ha cortado vinculos de obediencia con el gobierno argentino, Ilevando como objetivo la independencia del Peri con ayuda chilena? eQuién es, pues, ese venezolano Bolivar, que se propone libecar a Cuba, que proyecta derrocar al emperador del Brasil y que lucha ademas por dar libertad a Ecuador y Peru, al frente de otro ejército latincameticano en el cual militan soldados y oficiales argentinos? 4Son acaso traidores a la Argentina José Hernéndez, Guido y Spano, Juan B, Alberdi, Olegario Andrade, y tantos otros que toman partide por ef Pa- raguay en la Guerra de Ia Triple Alianza? E incluso, gtraicionan a la patria, xiv esos pueblos enteros de nuestro noroeste que festejan la derrota argentina de Curupayz{ en esa misma guerra? Sus estudios de sociologia ¢ historia le otorgan ya las armas para pregun- tarse qué es una nacién y para plantearse Ja gran disyuntiva: ¢Cada uno de Jos pequefios pafses latincamericanos puede erigitse en una nacién o la nacién es la Patria Grande fragmentada a la que hay que reconstruir como tarea esencial? En esos afios de fin de siglo el interrogante es formulado una y ota vez y la respuesta va resultando cada vez més satisfactoria, cada vez mds sdlida, abundante en argumentos ya itrefutables, El mismo idioma, la comu- nidad de territorio, un mismo origen colonizador, hérocs comunes, vicjos vincalos econémicos ahora debilitadas pero que pueden restablecerse, funda- mentan su conviccién de que la América Latina es una sola patria, conviccién que ya no abandonard hasta su muerte. Por eso sostiene en 1901: “‘A todos estos paises no los separa ningun antagonismo fundamental. Nuestro territo- rio feaccionado presenta, a pesar de todo, mds unidad que muchas naciones de Europa. Entre las dos reptiblicas mds opuestas de la América Latina hay menos diferencia y menos hostilidad que entte dos ptovincias de Espafia o dos estados de Austria. Nuestras divisiones son puramente politicas y por tanto convencionales. Los antagonismos, si los hay, datan apenas de algunos afios y mds que entre los pueblos son entre los gobiernos. De modo que no habria obstdculos serios para la fraternidad y coordinacién de paises que mar- chan por el mismo camino hacia el mismo ideal... Otras comarcas més opues- tas y separadas por el tiempo y las costumbres se han reunido en bloques poderosos y durables. Bestarfa recordar como se consumé hace pocos afios la unidad de Alemania y de Italia”. Poco tiempo después insiste en otro articulo: “La primera medida de de- fensa seria el establecimiento de comunicaciones entre los diferentes paises de la América Latina, Actualmente los grandes diarios nos dan, dia a dia, detalles a menudo insignificantes de Jo que pasa en Paris, Londres 0 Viena y nos dejan, casi siempre, ignorar las evoluciones del espiritu en Quito, Bogotd o Méjico. Entre una noticia sobre Ja salud del emperador de Austria y otta sobre la renovacién del ministerio en Ecuador, nuestro interés teal reside na- turalmente en la ultima. Estamos al cabo de la politica europea, pero ignora- mos el nombre del presidente de Guatemala...” Y este reproche lanzado en 1901 conserva todavia vigencia en 1976, no obstante los pasos que se han dado pata consolidat una conciencia latinoamericana. Ugarte retoma sf el ideal unificador que inspiré a Bolivar la reunién del Congreso de Panamd en 1824, granjedndose desde entonces la furiosa anti- patia de los mitristas de Buenos Aires, discipulos del localista Rivadavia que torpeded aquel Congreso, Mientras los argentinos de [a nueva generacién abandonan las ultimas inquictudes Jatinoamericanas —sélo Palacios, Ingenie- ros y algunos pocos mantendran de una u otro modo la vieja bandera— Ugarte fecuesta su pensamiento y sus esfuerzos en el trabajo paralelo de otros hom- bres de la Patria Grande que ansian continuar la lucha del Libertador: las ensefianzas de Marti, las arengas de Vargas Vila, incluso el mismo Darfo que xv milité en el partido unionista de Nicaragua y muy especialmente, un gtan amigo de Ugerte y defensor a ultranza de Bolivar: Rufino Blanco Fombona. En 1903 ya tevela en germen su proyecto de construir una entidad di gida a estrechar vinculos latinoamericanos en pro de la reconstruccién de la Patria Grande: “Después de lo que vemos y leemos, seré dificil que queden todavia gentes pacientes que hablen de la Federacién de los Estados Sudame- ticanos, del ensuefto de Bolfvar, como de una fantasfa revolucionaria... La iniciativa popular puede adelantarse en muchos casos a as autoridades, Nada setia més hermosc que creat bajo ¢l nombre de Liga de la Solidaridad His- panoamericana © Sociedad Bolivar una vasta agrupacién de americanos cons- cientes que difundiesen 1x luz de su propaganda por las quince repuiblicas. Esa poderosa Liga tendria por objeto debilitar lo que nos separa, robustecer lo que nos une y trabajar sin tregua por el acercamiento de nuestros paises. ¢Es imposible acaso realizar ese proyecto?” Once afios més tatde constituird en Buenos Aires [a Asociacién Latinoamericana que realizar4 una intensa activi- dad dutante tres afios en favor de la unidn de nuestros paises. Y al promediar la década del veinte sera también presidente honorario de la segunda entidad fundada en Buenos Aires con el mismo ptopésito: la Unién Latinoamericana. La concepcién de Latinoamética como una sola nacién fragmentada en un mosaico de paises sin destino propio, la conviccién de que esa Patria Grande debe ser reconstruida como condicién indispensable para salir del atraso y la esclavitud, asi como el planteo acerca de una cultura latinoamericana en for- macién con las especificidades de cada pais, son desattolladas por Ugarte en El porvenir de la América Espatiola, El destino de un continente, Mi campatta hispanoamericana, La Patria Grande y La reconstruccién de Hispanoamérica, como asf tambicn en innumerable cantidad de articulos y conferencias y muy especialmente en los discursos populares pronunciados a to largo de dos afios de gira por las ciudades mds importantes de América Latina, en aquella cam- pafia inolvidable que movilizé a miles de manifestantes entre 1911 y 1913. Ciclépea e incansable seré su tarea: polemizaré con los socialistas argentinos que desdefian a la América morena y lo acusan de regresar de su campafia “empapado de barharie”, discutird con los intelectuales exquisitos que pre- conizan ef arte por el arte y se alicnan en las obras importadas de Europa, sefialaré en los periddicos los peligros del “idioma invasor” asi como la in- filtcaci6n de un “‘alma distinta” a través del cinematégrafo, la obra teatral y el libro extranjero cuando se [os recibe con mentalidad colonial, defendera la tradicién hispana —la de la Espafia liberal y revolucionaria— frente a los adoradores del anglosajén, quebraré lenzas con los grandes diatios que exa- cerban localismos explotando mintisculos incidentes fronterizos, en fin, en todos Ios frentes de la lucha ideolégica no cejard un instante, durante medio siglo, de defender todo aquelic que concurra a disalver las fronteras attificia- Jes y a dar un solo color al mapa latinoamericano. Sufrird en esa lucha graves reveses, agudas decepciones y a veces desesperado, estaré a punto de quebrar la pluma pata siempre, pero el proyecto de la unién Jatinoamericana perma- necerd incdlume en Jo més profundo de él mismo y logrard atravesar varias xvI décadas de combates desiguales, exilios y amargura, sin claudicar. Esa certeza de que la cuestién nacional latinoamericana constituye un problema principa- lisimo, generalmente ignorado por la mayor parte de los seudoizquietdistas que vociferan en estas tiecras, otorga al pensamiento de Ugarte una singula- ridad revolucionaria poco comuin, pues 73 afios después de sus primeres in- quietudes en este sentido, la cuestién contintia estando en el tapete de la historia y resulta ahora preocupacién fundamental de los més licidos repre- sentantes del pensamicnto latinoameticano. Ugarte, partidario de explotar Jos recursos naturales y desarrollar intensamen- te las industrias, comprendié que no eta posible un gran crecimiento de las fuerzas productivas en los estrechos marcos de cada uno de los veinte es- tados latinoamericanos. Su idea de Ja unificaciém —el gran mercado interno para Ja gran industria en desarrollo— se liga pues al propdsito de rescatar a Ja Amética Latina del atraso econdémico en que se hallaba en 1900 —y atin se halla— y conducitla a un estado econdmico-social superior. Pero compren- dié también que la posibilidad de esa unificacién y de ese crecimiento estaba estrechamente figada al logro de 1a liberacién nacional, Pata que Ja Patria fuese Grande debia ser Libre. Inevitablemenie, al abocarse al estudio de la unidad latinoamericana, se encontrd con la intervencién imperialista que habia doblado Ja cerviz de todos Jos gobiernos de fa patria balcanizada. La circunstancia de hallarse en Francia, en pleno perfodo de rivalidades interimperialistas, le posibilits Ja acurmula- cién de datos acerca de Ia preponderancia inglesa y norteamericana en Amé- rica Latina, Un viaje a Estados Unidos, en 1899, dio fundamento a sus in- quietudes al par que varias denuncias de escritores latinoameticanos (Ariel, de Rodé, Ante los brbaros, de Vargas Vila, La Americanizacidn del mundo, de R. Blanco Fombona, E! destino de un continente, de César Zumeta y La ilu- sién americana, de Pedro Prado), robustecieron su conviecién de que las ex colonias espafiolas compattian otro rasgo que marcaba sus fisonomias: te- nfan un enemigo comtin, el imperialistno. La unificaciéa resultaba entonces indispensable también por esta razén, ya que sdlo podia detenerse el avance del vecino voraz, presentando un solo bloque de pafses que pudiera contra- pesar su fuerza. El mencionado viaje por Estados Unidos, México y Cuba, Ie permitid a Ugarte buceat hondamente en el disimil destino de Jas colonias americanas: al notte del rio Bravo, cohesién, unificacién, desarrollo econd- mico, soberan{a e inchiso expansién; al sur, balcanizacida, localismos, attaso, y subordinacién colonial o semicolonial; al norte, desarrello de las fuerzas productivas “hacia adentro”, prolongado hacia el interior; al sur, crecimiento tan solo de las ciudades-puerios “hacia afuera” y hundimiento de los pueblos interiores en una olla de desesperacién y miseria, La historia ensefaba, pues, XxVIL que Ia unidn en 1a nacidn se ligaba intimamente con la soberania nacional y con el progreso econémico social, ‘También en este terreno, Ugarte da la pelea a partir de 1901 con su articulo “El peligro yanqui”. Alli sostiene que “la politica extetior de los Estados Uni- dos tiende a hacer de la América Latina una dependencia y extender su do- minacién en zonas gtaduadas que se van ensanchando primero con Ja fuerza comercial, después con la politica y por tiltimo con les armas, Nadie ha olvi- dado que el territorio mexicano de Texas pasé a poder de Jos Estados Unidos después de una guerra injusta”. Esta bandera antimperialista, enarbolada por primera vez a ptincipios de siglo, sera divisa de combate durante cinco dé- cadas. Apenas durante dos 0 tres afios —con motivo de Ja Politica de Buena Vecindad de F. D. Roosevelt Ugarte sosegard sus ataques al vecino del Norte, pero el resto de su vida entregard a esa causa sus mejores esfuerzos: recotticndo América Latina acusando al invasor, defendiendo a la Revolucién Mexicana ante los ataques armados y las campafias internacionales de despres- tigio, apoyando al APRA en su época antimperialista, constituyéndose en pottavoz de Sandino en Eutopa, solidarizéndose con Perén en la Argentina. Sas manifiestos publicados en todos los diarios latinoamericanos y europeos hardn época y ya desde Ia Asociacién Latinoamericana de Buenos Aires 0 desde la revista Monde en Paris, su palabra no cesard en favor de su América La- tina escarnecida. La presidn imperialista se agudizard a veces —especialmente durante fas dos guerras mundiales— y cuando la mayorfa de los intelectuales Jatinoamericanos se pliegan al bando aliado, en defensa de sus propios amos, Ugarte insiste tozudamente: “No tengamos vocaciém de tropa colonial, Ibero- amética pata los iberoamericanos”. Su concepcién antimperialista se ha forjado en las intervenciones notte- ameticanas en Centroamérica, especialmente en la guerra cubano-espaiiola, y hacia el imperialismo norteamericano enfila él preferentemente su_artilleria ideoldgica. Sin embargo, es erréneo imputarle desconocimiento del imperia- Jismo inglés, al que visualiza ya en 1910 en El porvenir de la América Espa- ola. También en el diario La Patria publicado en Buenos Aires en 1916 Ugarte libra una dura campafia contra Inglaterra, condenando la accién anti- progresista cumplida por el ferrocarril britdnico y reiterando la necesidad de desartollar industrias nacionales para poner fin a fas importaciones en su mayoria inglesas. Mas tarde continuard combatiendo contra ambos imperia- lismos 0 los castigaré conjuntamente bajo el rétulo de ‘‘imperialismo anglo- sajén”, aunque siempte considerard més peligroso al joven y avasallante im- perialismo norteamericano “que constantemente presiona sobre México, nues- tro rompeolas, amenazando inundar todo el sur”. El pensamiento de Ugarte —en tanto tiene como pivotes centrales la unifi- cacién fatinoamericana y 1a kucha contra el imperialismo— se emparenta con XVII el de otros ensayistas de su época: Vargas Vila, Blanco Fombona o José E. Rodé. Pero hay un tasgo muy singular que catacteriza su enfoque y que ex- plica, en definitiva, el silenciamiento de sus ideas. Mientras el latinoametica- nismo y e] antimperialismo en Vargas Vila o Blanco Fombona se nutren de una concepcién liberal, por momentos anérquica, con fuertes dosis de po- sitivismo ¢ incluso ribetes aristocratizantes y mientras en Rodé adquieren perfiles netamente reaccionarios al acantonarse en el espititualismo de Ariel frente a “la brutalidad del maquinismo”, en Ugarte esas ideas apatecen vin- culadas a una ideologfa avanzada: el socialismo. De allf Ja peligrosidad de su prédica que Ia clase dominante argentina petcibié y su respuesta, colocando a Ugarte en el Index durante tantas décadas. Porque se podré decir que hay épocas de su vida en que Ugarte abandona las reivindicaciones socialistas, se podré argumentar también que su socialismo adopta generalmente un tono teformista, socialdemécrata, pero no se puede negar que Ugarte fue uno de los primetos —o quizds el primero en América Latina y en el Tercet Mundo— que intenté ensamblar liberacién nacional (antimperialismo y unificacién) con socialism. En ef 900, cuando muchos marxistas europeos pretendian jus- tificar el colonialismo, cuando en la Argentina los socialistas consideraban waidor a quien se tirulaba “patriota”, Ugarte armaba una mezcla explosiva combinando diversas dosis de socialismo y nacionalismo latinoamericano_in- tentando hallar solucién al grave dilema a que se hallaba enfrentado. Pero ade qué modo Iega Ugarte al socialismo y cémo intenta armonizar con él esa conciencia latinoamericana y amimperialista que ha adquirido poco tiempo atrds? Deslumbrado por los discursos de Jean Jaurés, Ugarte elige el camino del socialismo a principios de siglo: “Nacido en el seno de una clase que disfruta de todos los privilegios y domina a las demés, me he dado cuenta, en un momento de mi vida, de la guerra social que nos consume, de Ja injusticia que nos rodea, del crimen colectivo de la clase dominante y he dicho, rom- piendo con todo lo que me podia retenet: yo no me mancho las manos. Yo me voy con las victimas”. En esta decisién no subyace tan sélo una motiva- cién moral sino también Ja certeza de que ef socialismo es una verdad cien- tifica, que su doctrina encierra las leyes del desenvolvimiento histérico de Ja humanidad: “Los socialistas de hoy no somos enfermos de sensibilidad, no somos dementes generosos, no somos iluminados y profetas que predicamos tun ensuefia que estd en conttadiccién con la vida, sino hombres sanos, vigo- rosos y normales que han estudiado y leido mucho, que han desentrafiado ef mecanismo de las acciones humanas y conocen los remedios que correspon- den a los males que nos aquejan... Vamos a probar primero que el socia- lismo es posible, segundo, que el socialismo ¢s necesario”. Habitual concurrente a las reuniones de la Casa del Pueblo de Paris, el escritor argentino se sumerge en el estudio de las nuevas ideas, Desde un punto de vista, ellas resultan, para él, el desarrollo y remate Iégico de su Tiberalismo revolucionatio que lo ha Wevado a admirar a Robespierre y a los sans-culottes: libertad, igualdad y fraternidad, no restringidas al usufructo XIX exchusivo de la burgueséa sino extensivas a toda la humanidad. Desde otra Optica, Je revelan el trasfondo econdmico del mundo politico, juridico, cul- tural y religioso liberdndolo de la chitle mitolégica liberal. Si bien lee algunos textos clésicos, no cimenta su formacidén ideoldgica directamente en Marx y Engels, sino mds bien en lecturas y conferencias de divulgacién al uso de la socialdemocracia francesa de entonces. Asi, su pensamiento se acostumbra al empleo de los principios fundamentales del marxismo, aunque sin caer jams en esttidencia ni petardismo alguno, al par que no se somete de manera in- condicional ni a las citas de Marx y Engels ni a dogma alguno —ni de doctrina ai de método— sino que, paradojal consecuencia del Revisionismo reacciona- tio, intenta elaborar frente a cada problema una respuesta original, creadora. Mientras sus compafietos del Partido Socialista de la Argentina optan por la facil solucién de aferrarse al Manifiesto: “Los obretos no tienen patria”, es- crito para paises donde la cuestién nacional ya ha sido resuelta y no se hallan sujetos a la dominacién imperialista, Ugarte, sin munirse siquiera de las armas que el mismo Marx Je brindabe en sus esctitos sobre Inlanda por ejemplo, sin poder valerse de los aportes que recién afios mas tarde harin Lenin y Trotrki, intenta entroncat las reivindicaciones nacionales [atinoamericanas con el socialismo. La historia fo coloca ante un diffeil desaffo y si bien no logra resolver plenamente la eccacién es cietto que sus aproximaciones re- sultan cortectzs. Marx no habia comprendido a Bolfvar y éste nada sabia de socialismo, pero ahora, en el cruce de dos caminos, alguien venfa a enrique- sex al socialismo intentando otorgarle una dptica latinoamericana y a reite- rar el suefio de la Patria Grande levantado pot el Libertador a través de una organizacién social superior. Al convertitse al socialismo, Ugarte se pregunta si éste no resulta incom: patible con su antimperialismo, con su nacionalismo latinoamericana, Si los obreros no tienen patria y el internacionalismno proletario es una de las ban- deras mayores de los socialistas, ¢cémo compaginar esa verdad con aquella otra descubierta poco antes, de Ja fragmentacién de Ja nacién fatinoamericana y su vasallaje? Las respuestas se van abriendo paso: Si el socialismo es la bandera de justicia levantada por Ja clase oprimida al lanzarse al ataque contra Ja clase opresora, ¢qué incompatibilidad puede existir para que esa misma bandera sea levantada pot los pueblos oprimidos contra los grandes imperios? Si el socialismo no sdlo es el necesario resultado del desarrollo histérico, sino un ideal de justicia, gacaso habrd que abandonarlo para defender un mismo ideal de justicia, el de los pueblos explotados? Y en su primer articulo acerca del “Peligro yangui”, ya demuestra la posibilidad de enlazar las banderas aparentemente contrapuestas: “Hasta los espfrirus mds elevados que no atti- buyen gran importancia a las frontetas y suefian con una completa recon- ciliacién de Jos hombres, deben tender a combatir en la América Latina Ja influencia creciente de la América Sajona. Carlos Marx ha proclamado la confusién de los pafses y las razas, pero no el sometimiento de unas a otras”. En otras palabras, Marx ha predicado el internacionalismo pero cuando una gten nacién se lanza a engullirse a una pequefia, el internacionalismo prole- XX tario no puede justificar en modo algano un silencio y una inaccién cémplices. E! nacionalismo tiene cardcter reaccionario cuando resulta Ja expresién ava- sallante del capitalismo en funcién conquistadora de colonias, pero tiene un carécter progtesivo en les colonias y semicolonias donde la teivindicacién primaria es la Jiberacién nacional, Asimismo, argumenta que los socialistas deben asumir decididamente la lucha entimpertalista pues, al no hacerlo, fa- vorecen Ja expansién imperialista lo que significa ayudar a consolidar al ca- pitalismo como sistema mundial: “Asistir con indiferencia a la suplantacién serfa retrogradar en nuestra lenta marcha hacia Ia progresiva emancipacién del hombre. El estado social que se combate ha alcanzado en los Estados Unidos mayor solidez y vigor que en ottos paises. La minorfa dirigente tiene allf tendencias més exclusivistas y dominadoras que en ninguna otra patte. Con el feudalismo industrial que somete una provincia a la voluntad de un hombre, se nos exportaria ademés el prejuicio de las tazas inferiores. Ten- driamos hoteles para hombres de color y empresas capitalistas implacables. Hasta considerada desde este punto de vista puramente ideoldgico, la aven- tura serfa perniciosa. Si la unificacién de los hombres debe hacerse, que se haga por desmigajamiento y no por acumulacién. Los grandes imperios son Ja negacién de Ja libertad”. Un afio después, en 1902, retoma ef asunto y afirma con mayor claridad: “En las épocas tumultuosas que se preparan, el imperialismo alcanzaré su tensién extrema. Es lo propio de todos los sistemas que decaen: antes de morir, hacen un esfuerzo y muesttan un vigor que, a veces, no tuvieron en sus mejores afios. Pero este sistema condenado por los filésofos y destinado a desaparecer fatalmente, puede tener una aponfa més © menos latga durante la cual pondrd en peligro quizd la homogeneidad de nuestro grupo etnoldgico. Y a pesar de los ideales internacionales que se afirman cada vez con mayor intensidad, fuerza serd tratar de mantener Jas divisiones tertitoriales. Las renunciamientos serian nocivos a la buena causa porque sdlo conseguirfan acrecer Ja omnipotencia de las naciones absorbentes. Ademds, en Jas grandes transformaciones futuras, la justicia reconciliar’ primero a los ciudadanos dentro de la patria y después, a les patrias dentro de la humanidad”, Luego agrepa: “J.os Estados Unidos continuardn siendo ef unico y verdadero pelipro que amenaza a las repiblicas latinoamericanas. Y a me- dida que los afios pasen iremos sintiendo mds y més su realidad y su fatalismo. Dentro de veinte afios, ninguna nacién europea podrd ononerse al empuie de esa enorme confederacién fuerte, emprendedora y brutal que va extendiendo Jos tentéculos de su industtia y apoderdndose del estémago universal hasta Hegar a ser el exportador tintco de muchas cosas... Entre los peligros que la acechan, el mayor, el que sintetiza a todes los demés, es [a extraordinaria fuerza de expansién de ta gran Rentblica del Norte que como el Minotauro de Jos tiempos heroicos exige periddicamente un tribute en forma de pequefias naciones gue anexa a su monstruosa vitalidad”. Tiempo despucs sostiene: “La derrota de los latinos en América marcatfa un retroceso del ideal de solidari- dad y un recrudecimiento del delirio capitalista que haria peligrar el triunfo de los mds nobles propésitos... No es posible olvidar que, segiin previ: XXI autorizadas, Norteamética sera quizd el iltimo baluarte del régimen que decae. El egotsmo general tiene alli raices mas profundas que en ningiin otro pais. Por cso es doblemente justo defender esa demarcacién de la raza, Al hacerlo, defendemos 1a bandera de! porvenir, el ensucfio de una época mejor, Ja razén de nuestra vida”, Este “doblemente justo” de Ugarte revela, a prin- cipios de siglo, una enorme lucidez porque viene 4 anticipar que la revolucién nacional en los pafses atrasados resulta progresiva no sélo porque significa el punto de partida de un proceso transformador cn ese mundo atrasado y colonizado sino porque debilita al imperialismo reintroduciendo la crisis en el gran pais capitalista y creando posibilidades socialistas, hasta ese momen- to neutralizadas por las jugosas rentas coloniales que moderan los antago- nismos de clases, Al convertirse al socialismo, Ugarte no abandona pues sus ideales latino- ameticanos y antimperialistas. Por el conttario y paradojalmente, los conso- lida. Su nocién acerca del imperialismo resulta ahora mds correcta que la sostenida en genetal por Iuchadores antimpetialistas de posiciones nacional. democtéticas. Asf, por ejemplo, no sélo contempla la posibilidad de las inter- venciones militares tan comunes en Centro América, sino también ta subot- dinacién semicolonial. Ya en 1901 afitma que “no debemos imaginarnos el peligro yangui como una agresién inmediata y brutal... sino como un trabajo de invasién comercial y moral que se ird acreciendo con conquistas sucesi- vas... Los asuntos publicos estén en los grandes paises en manos de una aristoctacia del dinero formada por grandes especuladotes que organizan trusts y exigen nuevas comatcas donde extender su actividad, De shi ef deseo de expansién...” Luego redondea esa concepcién y sostiene: “No es in- dispensable anexar un pais para usufructuat su savia. Los niicleos poderosos slo necesitan a veces tocar botones invisibles, abrir y certar Iaves secretas, pata determinar a distancia sucesos fundamentales que anemien o coartan la prosperidad de los pequefios nécleos. La infiltracién mental, econémica o diplomética puede deslizarse suavemente sin ser advertida por aquellos mis- mos a quienes debe perjudicar porque los factores de desnacionalizacién no son ya como antes el misionero y el soldado sino las exportaciones, los em- préstitos, las vias de comunicacién, Jas tarifas aduaneras, las genuflexiones diplomiticas, las lecturas, las noticias y hasta los’ espectéculos”. Este enttonque entre socialismo y nacionalismo latinoamericano le valdré a Ugatte la maldicién de ta licida oligarqufa argentina, Pero también el vitu- petio de sus compatieros de partido para quienes toda reivindicacién nacional es motejada de “burguesa” y pot ende, reaccionaria, Sin embargo, Ugarte diferencia claramente el significado que adquiere el nacionalismo en los pafses atrasados del que asume en aquellas grandes naciones cutopeas o en Estados Unidos. Asi, por ejemplo, proclama Ia necesidad de una conciencia nacional latinoamericana, pero afirma en Ef Tiempo que los conservadores franceses como Barrés “al reclamar una conciencia nacional, estén pidiendo un lazo de complicidades que ayude a subir la cuesta a los sectores reaccionatics”. Asi- mismo, en la época en que reitera tozudamente la necesidad insoslayable de XXIT un nacionalisme latinoamericane, lanza una fuerte andanada contra el na- cionalismo francés: “El nacionalismo es el pasado en todo cuanto tiene de més inaceptable, de més oscuro, de mds primitivo. Es el atavismo mental de la hora que ruge su sangriento egofsmo en santa ley, es la barbaric dorada de Jas monarquias, es la confiscacién de Ja intelectualidad, es [a titania det acero, De ahi que esté en contradiccién con las doctrinas de paz y de con- cordia de los nuevos partidos populares y de abi que existe entre el naciona- lismo y el socialismo un inextinguible estado de guerra que duraré hasta que uno de ellos sea devorado por el otro”. Confusamente, de una mancra aptoximativa y con el lastre de su tefor- mismo socialdemécrata, Ugarte alcanza as{ a sostener posiciones que, pese a su lenguaje cauto y moderado, lo colocan muy a Ja izquierda de sus com- pafieros socialistas de la Argentina y de muchos de la If Internacional. Res- pecto a estos Ultimos, mientras él condena desde los diarios patisinos toda aventura colonial y mantendr4 hasta su muerte una dura campafia en favor de los paises sojuzgados por los grandes imperios, abundan los socialdemé- ctatas tipo Van Ko] 0 Bernstein que intentan conciliar socialismo con colo- nialismo, como Jo escucha sorprendido el propio Ugarte en los Congresos Socialistas de Amsterdam y Stuttgart. Del mismo modo, mientras sus com- pafieros atgentinos de literatura petardista enfilarén su artillerfa contra los movitnientas nacionales, colocdndose de hecho como aliados de la clase do- minante, Ugarte contemplaré con mayor simpatia al irigoyenismo y se sumard al proceso de la revolucién nacional peronista acompaftando la experiencia de las masas trabajadoras, Por supuesto que no hay en él —un intelectual ais- Iado— un clato planteo de apoyo a los movimientos nacionales mantenienda una independencia polftica y organizativa, ai una adscripcién a Ja teoria de Ja reyolucién permanente de L. Trotski, pero también es cierto que este hombre que publica sus mejores paginas entre 1900 y 1910 se orienta pre- cisamente en esa Iinea sobre la cual teotizaran luego Lenin y Trotski al soste- ner la progresividad histérica de las revoluciones nacionales en los paises co- Joniales y semicoloniales y la obligacién de los socialistas de apoyar critica: mente es0s procesos. Curiosa situacién la de este precursor que en la América Latina no industria- lizada y casi sin obretos, intenta desplegar, a comienzos del siglo, estas tres banderas: antimperialismo, unidad latinoamericana, socialismo. Con ellas in- gresa al Partido Socialista de la Argentina fundado y dirigido por Juan B. Justo, creyendo hallar allf el instramento politico apto para luchar por ellas. Nutrido en su base por atiesanos extranjeros y en su direccién por peque- fios burgueses acomodados de mentalidad liberal, este Partido reducité su influencia a la ciudad de Buenos Aires y actuaré, a Io largo de casi toda su historia, como ala izquierda del conservadorismo oponiéndose frontalmente XXII a los movimientos necionales. Disfrazado de fraseologia socialista, resulta una expresién conservadora de Ja politica argentina a tal punto que decae y se escince en varios grupos sin importancia precisamente en Ja ¢poca de des- arroilo industrial con el cual se constituye [a verdadera clase obrera en la Argentina, Ugarte ditime sus armas en ese partido e intenta vanamente reorientarlo dindole por eje de su politica la cuestién nacional, Una polémica genctada en ef menosprecio con que e! periédico partidatio trata a Colombia, sitve de detonante para que salgan totalmente a luz las disidencias. Usgarte con su socialismo lindando el nacionalismo democrdtico, entiende que en esa Ar- gentina de 1913 Jos socialistas no deben hacer polftica antimilitarista ni anti- cletical, ni siquiera antiburguesa, en tanto no se trata de un pats de desarrollo capitalista auténomo y donde, por ende, incumplidas las tareas nacional-de- mocrdticas, los militares, los sacerdotes e incluso los ptopietarios de medianos recursos son posibles integrantes de un frente nacional. La direccién del Partido Socialista que, por sobre todo se manifiesta “antinacionalista”, disi- mula con fuegos de artificio del lenguaje césico (“La religidn es el opio de los pueblos”, “El Ejétcito es el brazo armado de Ja burguesia”) su oportu- nismo hacia ta oligarqufa y el imperialismo teiterado una y otta vez en la politica practica. El “nacionalista burgués” Ugarte se coloca en esta lid muy a la izquierda de los “socialistas cientificos y ortodexos” que afios mds tarde isda del brazo del embajador norteamericeno enfrentando a la clase obrera argentina. Pero para el desarrollo del pensamiento ugartiano la polémica y su posterior expulsién de fa organizacién alcanzan gtan significado porque coin- ciden con la debacle de fa socialdemocracia europea al desencadenarse la pri- meta Gran Guerra. Decepcionado de sus compafictos argentiaos y de tos eu- ropecs, Ugatte abandona sus inquietudes socialistas y acantona su labor ideo- Iégica en el antimperialismo y ta unidad latinoamericana. Una vez més se acerca, sin sospecharlo, al grupo més revolucionario del soclalismo: durante Ja guerra, adopta una posicién neutralista mienttas los socialistas argentinos son aliaddfilos y Jos europeos en su mayorfa caen en el belicismo apoyando a sus respectivas pattias. Por supuesto que Ugarte no es Lenin en Zimmer. wald, pero también cs cierto que su neutralismo, mantenido contra viento y marea cn una Buenos Aires furiosamente probritdnica, resulta una posicién muy avanzada en la semicolonia y tan peligrosa que lo conduce al exilio. En sus largos afios de destierto, otofese un nacionalismo democritico que acompasa a los principales acontecimientos populares de América Latina; Ia gestacién y periodo progresista del APRA en Pert, la Revolucién Mexicana, la Incha de Sandino eni Nicaragua. A partir de 1927, en que viaja invitado a Ta URSS para los festejos del 10? Aniversatio de la Revolucién de Octubre, se teencuentra con el socialismo aunque sostenido ahora con menor inten- sidad que en sus afios juveniles: “El fin de las oligarquias letinoamericanas”, “La hore de la izquierda” y otros articulos de esa époce muestran este des- plazamiento que al regresar a la Argentina en 1935 lo lleva a reingresar al Partido Socialista. Otra vez intenta ensamblar en sus planteos la cuestién na- cional y la cuestién social y nuevamente sv propésito proveca su expulsion. XXIV Estas idas y venidas de Ugarte cn relacién al socialismo, expresan dialéc- ticamente fas dos facetas de su ideologia: por un lado, el permanente intento de dotar a su nacionalismo Jatinoamericano de un cuerpo de ideas revolucio- narias que permita Iuchar exitosamente contra las fuerzas dominantes, como asimismo la busqueda vaga y confusa de Ja clase social que podria acaudillar esa epopeya de la Federacién Latinoamericana, esa clase que “nada tiene que perder” y cuyo empuje es indispensable para esa ciclépea tarea; por otto lado, las limitaciones de su formacién socialdemdcrata que lo desplazan una y otra vez hacia un nacionalismo democtdtico, popular, por supuesto més progre- sista que el seudosocialismo de Juan B. Justo, pero insvficiente para abrir una vertiente socialista en el movimiento nacional. De all{ también la impor- tancla que adquiete Ia adhesin de Ugarte al peronismo cuando Ja mayoria de los intelectuales liberales y de izquierda militan en la vereda antipopular, pero de ahi también le debilidad de esa adhesin que si pudo tener cardcter critico —Ugarte le insistié a Perén en Ja necesidad de desarrollar Ja industria pesada y renuncié a su cargo condenando a la burocracia artibista que rodeaba al Presidente careci6, en cambio, de Ja capacidad para adquitir el nivel de una alternativa independiente, socialista y latinoamericana, Con estas limitaciones, sin embargo, Ugarte dio una orientacién en el buen camino, en medio del desconcierto y fa confusidn general. Sus libros, discur- sos, conferencias y articulos difundiendo los ideales bolivarianos dejaron una ensefianza a los Jatinos del continente y muy especialmente a los argentinos tan ptoclives a desnacionalizarse. Su batalla sin tregua contra ef imperialismo también mared un derrotero, Ademés, ahf quedé para que las nuevas rene- raciones lo desarrollasen y profundizasen su intento de ensamblar socialismo y nacionalismo latinoamericano, ese singular y visionatio planteo que entroncé las revoluciones nacionales del mundo colonial con el socialismo anticipandose asi a la forma que adquirirfan las principales revoluciones de este siglo, donde ambas cuestiones —nacional y social— se han resuelto 2 través de un ptoceso ininterrumpido donde Jas tareas de ambos tipos se combinan ¢ in- terrelacionan. Por esta audacia, el autor de una cuarentena de libros, el com- pafiero de Barbusse, Gorki, Sinclair y Unamuno en ha direccién de Monde, al estrecho colaborador de la Revolucién Mexicana y de Sandino, el intimo amigo de Datfo, Netvo, Chocano y tanto otros de renombre mundial, el so- litario precursor de ta izquierda nacional latinoamericana, permanecié silen- ciado durante tantos afios. Ahora, al revisar sus ideas, asombra su lucidez y al mismo tiempo lastima nuestro atraso pues los grandes problemas sobre los cuales dl medité largemente atin estén alli, sin resolver, Las ideas de Ugarte se incorporan, pues, necesariamente al pensamiento de [a Patria Grande ea gestacidn y en ellas encontrar4n seguramente [as nuevas geneta- ciones sugerencias y planteos hacia los cuales habrd que volver una y otra ver en la marcha hacia ese futuro luminoso que el pueblo latinoamericano busca desde 1810. NorBerto GALAsso XxV CRITERIO DE ESTA EDICION La presente seleccién de textos se ha realizado principalmente tomando por base los smateriales del Archivo de Manuel Ugarte que se encuentran en el Archivo General de Ja Nacién Argentina y comprenden més de veinte biblioratos y catpetas con recortes petiodisticos, correspondencia y borradores manuscritos, como asi también la casi tota- lidad de libros de Ugarte y 1a coleccién del diario La Patria y la revista Vida de hoy. ‘La documentacién se complets revisando archivos privados de diarios de Buenos Aires y ‘obras halledss en [a Biblioteca Nacional. El criteria adoptado ha sido separar fos textos més representatives en varios capftulos en fancién de las cuestiones més importantes que ocuparon Ja atencién de Ugarte du- sante toda su vida: unidad Tatinoamericana, antimperialismo, sacionalismo-democritico, socialismo y cultura nacionallatinoamericana. Dentro de cada uno de estos capftulos, la documentacién se ha ordenado siguiendo un criterio cronolégico de maneta que el lec- tot pueda observar, a través del tiempo, [a continuidad y madurecién del pensamiento de Ugarte en algunos temas —por ejemplo unidad latinoamericana—, como asimismo Jos matices y giros producidos en otras cuestiones —por ejemplo: socislismo—. En un sexto capitulo se incorporan textos autobiogréficos. En general se ha preferido Ia transcripcién de textos compleros y sélo en pocos casos y por considerar insoslayables su inclusién, se han insertado fragmentos de algunos de sus libros correspondientes a capftulos extensos cuya reproduccién total resultarfa rei tetativa para ef lector. NB XXVIT

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