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MARÍA, IGLESIA NACIENTE

(H.U. Von Balthasar)

I. María en la doctrina de la piedad de la Iglesia.


Para el puesto de María en la doctrina de la Iglesia tenemos dos posturas. Una: “De María
nunca bastante” y la otra: el puesto de María encierra un doble peligro. 1) la jerarquía de las
verdades cristianas (Dios trinitario y Cristo) 2) el diálogo ecuménico.
Así, en la primera parte, Balth. Profundiza en las leyes de esas relaciones, en la doctrina; y en la
segunda, deduce la forma correcta de veneración y piedad mariana, la piedad.

I. Relación de María con la persona y obra de su Hijo.

1. Un aspecto nuevo
Usa una referencia a la relación humana madre e hijo. Sucedió de dos formas:
 Superación del papel pasivo de la madre (sólo activo el del padre)
 Hombre orientado a la solidaridad con los hombres. A través de la madre despierta su
autoconciencia.
Esto quiere decir que también Jesús debe su autoconciencia humana particularmente a su
madre y si no su condición humana no sería auténtica. Se deduce también la exigencia de una
pureza única de la esencia materna de María.
La introducción de Jesús a la tradición debió tener tanto éxito, que, gracias a ella, reconoce
su propia misión.

2. Las dimensiones del sí mariano


La respuesta de María a Dios por el ángel, fue la expresión plena de fe de Abraham
(sacrificio de Isaac no completo) y de todo Israel.
El sí de María supera al de Abraham porque Dios necesita un sí en espíritu y cuerpo
(persona entera). Recibir y consentir son siempre respecta a Dios, suprema actividad.
El sí de María está condicionado por la cristología y también sus dos dogmas:
- Concepción Inmaculada, imprescindible para un sí sin límites
- La Virginidad, que asegura que Jesús sólo reconoce un Padre, el del cielo. Motivo
cristológico, no es sólo la integridad corpórea sino la maternidad de María. Virginidad
dentro de la Iglesia: sí que abarca la totalidad de la persona (alma y cuerpo) y una
especie de maternidad espiritual.
La Anunciación es una escena trinitaria:
- Saludo del Señor, Yahvé (Padre)
- Revela que de ella nacerá el Hijo del Altísimo (Hijo)
- El Espíritu Santo la cubrirá con su sombra (ES)
La Trinidad de Dios dada a conocer no sólo verbalmente sino con un cumplimiento
existencial en el ser humano perfecto arquetípicamente creyente. Por esto, la vida de María es
paralela a la vida de Jesús; preparación para el papel junto a la cruz, que es el prototipo de la
Iglesia.

3. Preparación de María para la maternidad eclesial


Se invierte la relación, el Hijo educará a la Madre para su misión.
Jesús sí es obediente, pero hace saltar por los aires las relaciones puramente corporales
(parece brusco y que rechaza). María debe aguantar la separación del Hijo respecto de la carne
y la sangre y ser preparada para la fe abierta y consumada.
Sentido de la ejercitación en la fe desnuda: lo mismo que el Hijo está abandonado por el
Padre, en la cruz, así Él abandona a su madre, para que ambos estén unidos en un abandono
común. Sólo así queda ella preparada interiormente para asumir la maternidad eclesial.

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4. Prototipo de la Iglesia
María es encomendada a uno de los apóstoles, por tanto la Iglesia apostólica. Jesús regala
a la Iglesia ese centro inimitable pero al que siempre hay que aspirar (María). En ese centro y
cima, la Iglesia es “la esposa sin mancha ni arruga”, la “inmaculada”.
María no posee sus cualidades a título privado sino a favor de la comunidad y de cada uno
de sus miembros, sólo el pecado da al hombre la mentalidad de lo privado; sin embargo,
cuanto con mayor pureza recibe un hombre la gracia de Dios, más evidente es su disposición a
no retenerla para sí.
María da su sí perfecto eclesial a la persona y obra del Hijo, uno de la Trinidad, por eso no
puede haber una piedad eclesial que se detenga en María; si es eclesial y es mariana,
continuará por María a Jesús, y por éste en el ES al Padre.
Carácter modélico de María dentro de la Iglesia:
- La Iglesia se ha de considerar femenina (AT: novia o esposa) (NT: boda escatológica
entre el Cordero y su esposa). Esta feminidad es la que abarca el Misterio.
- Lo relacionado con las realizaciones sacramentales. ¿Quién es capaz de captar toda la
gracia ofrecida en un sacramento y responder sino la Ecclesia Immaculata? Tras la
recepción deficiente de los imperfectos está la que recibe con el sí perfecto. Ej: María,
confesión.
- Virginidad y maternidad indisolublemente unidas en la Iglesia como en María. Porque
María y la Iglesia se orientan virginalmente sólo hacia la unión con Cristo en el ES.
-
5. María y Jesús
Unidad en el Nuevo Testamento del Hijo y la Madre. Todo lo anterior no lleva a que María
desaparece dentro de la Iglesia sino que la Iglesia es Iglesia de pecadores y sus santos los
primeros. La Iglesia no ha estado a la altura de sus tareas en ningún lugar de forma continua,
por eso está obligada a pedir auxilio al Señor y también a su prototipo, a la que ha dado un sí
incondicional, que sigue siendo una persona histórica, escogida, sacada de la continuidad de la
culpa de los hijos de Adán y puesta al lado de su Hijo para, junto con Él, poder ser aún más
profundamente solidaria con los que habían de ser redimidos. El Hijo y la Madre, constituyen
una unidad, nuevo Adán y nueva Eva.
Juntos muestran cómo Dios y el hombre se relacionan entre sí en la Alianza, el hombre
agradece a la pura gracia divina el poder corresponder a la oferta de Dios; pero Dios no
desdeña entregarse a la dependencia del hombre.

II. María en la piedad de la Iglesia

Cualquier piedad mariana si quiere ser católica tampoco se puede aislar, sino que debe
tener una inserción y orientación cristológica (y con ello trinitaria), y también eclesiológica.
La piedad mariana irá por buen camino si es siempre acceso y ejercicio de la correcta
comprensión de todos los artículos de la fe.

1.- Veneración de María


Veneración es distinto de adoración que es sólo a Dios.
Pablo VI en “Marialis cultus” indica los modos correctos eclesiales de veneración mariana:
- María en la liturgia
- María modelo del verdadero culto a Dios
- Directrices para la veneración mariana (trinitaria, cristológica, eclesial, apoyos en
fundamentos bíblicos, ecuménicamente admisible, acentos antropológicos del
momento).

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La veneración de María es el camino más seguro y más corto a Jesús. Mediante su vida
aprendemos lo que significa vivir para Cristo y con Cristo. Nos doblegamos también a la
oscuridad de nuestra fe mirando a María.
Oraciones marianas más usadas que conducen a una cercanía con el Señor y al Misterio de
la Redención son: El Ave María (Sagrada Escritura), ángelus (frases cristocéntricas) y el rosario
(oración mariana más historia de la Salvación).

2.- Veneración e imitación


La veneración sería inútil si no estimula la imitación.
Objeción: únicamente debemos seguir e imitar a Cristo. Pero en María este sí es el eco
humano perfecto del sí divino-humano de Jesús al Padre “hágase tu voluntad”.
El sí de Cristo y el de María están completamente entrelazados con lo que María
expresa su disponibilidad creyente desde una gracia cristológica.
Una disyunción entre Cristo y María es imposible y absurda. Si Cristo es desligado
artificialmente de su madre o de su Iglesia, pierde en la piedad cristiana su condición histórica,
tangible.
En la Iglesia, ninguna espiritualidad aprobada puede permitirse querer encontrar a
Dios al margen de este modelo. María nos sale al encuentro en muchas situaciones distintas,
cada grupo en la Iglesia puede elegir la suya: todos conducen al mismo centro.

3.- Precedencia de María en la comunión de los santos


María nunca puede ser separada de la comunión de los santos. Ésta no es comparable
con una aglomeración humana corriente, en la que los individuos están uno junto al otro. Se
trata de una comunión en virtud de la abnegación. Los individuos no sólo son transparentes
unos para otros, también irradian lo suyo a los demás.
María como la más pura de todas las criaturas, irradia lo suyo más ampliamente; todo
el mundo dentro de la comunión de los santos tiene en sí algo mariano.
Algo que parece no armonizarse con esto son las apariciones de María- la esclava baja
y humilde, se refiere directamente a sí misma. La humildad de María es una humildad gozosa,
inocente e infantil, a la que nunca se le ocurriría que algo en ella sea propiedad suya sino más
bien un regalo de Dios. El Hijo era necesario para explicar al Padre, esto nos lleva a que en
nuestro tiempo sea especialmente necesario ver a María. Ella se muestra y se define como la
Iglesia prototípica, según cuya figura tendríamos que modelarnos nosotros.

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II. El cuño mariano de la Iglesia
La veneración de los santos y de María se ha visto como secundario y sin base bíblica. En la
comunión de los santos encontramos a Cristo y a Dios trino pues no hay ningún hombre que
exista sólo para sí y Cristo también era verdaderamente hombre.
Idea principal: La Iglesia es nuestra madre y esa maternidad se hace clara y visible en
María. Destacamos lo principal de esta idea desde experiencias humanas universales.

Dar gracias por sí mismo en el ámbito de la creación


Un sentido sano de la existencia humana reconoce que el agradecerse a sus orígenes es
gozoso y constructivo.
Dos direcciones de agradecimiento:
- Los padres: mandamiento elemental para toda cultura. Es la actitud de honrar, el
agradecimiento por uno mismo.
- Dios: todo hombre religioso, de algún modo, se agradecerá a Dios. Aún cuando se
califica de “autónoma” la libertad humana procede de la libertad divina.
Ambas direcciones de agradecimiento se mantienen juntas, sin competencia. La
fecundidad de los padres no se escinde en un ámbito puramente fisiológico y otro espiritual-
moral y no se busca separar la causalidad humana de la divina: el hombre es uno, padres y
creador colaboran en su generación.
Engendrar a uno que puede engendrar se encuentra en la intención creadora más
profunda de Dios. Él entrega continuamente algo de su poder creador y el correcto
agradecimiento del hombre supone que se convierte a su vez en un regalador: no sólo
engendrando hijos sino también comunicando y en otros tipos de fecundidad humanas

Dar gracias por sí mismo en el ámbito de la gracia: Cristo


El ámbito de la gracia eleva al hombre en Cristo a la inmediata filiación del Padre divino. Al
considerar a Cristo como hombre perfecto para él se abren las dos dimensiones de
agradecimiento por sí mismo y entramos en la relación entre María, la madre de Jesús y su
“novia” y su “cuerpo”, la Iglesia.
Jesús no sería ser humano si no tuviera que dar gracias por sí mismo a un ser humano, su
madre, pues en la concepción, nacimiento y crianza del Hijo, hay una responsabilidad personal
de la madre.
Frase del credo: “Nació de María, la Virgen”. Hay una verdad cristológica: la relación con su
Padre divino. Es inconcebible que Jesús hubiera llamado Abbá a José primero y después a Dios.
Así lo segundo se entendería como todos los demás hombres dan gracias por sí mismos a Dios
Creador además de a sus padres. Jesús por tanto, da gracias por sí mismo a su madre.
Jesús a su vez se hace activo, donador, fecundo, único modo en que cumple su misión.
Toda gracia implica una misión (y no hay misión sin gracia). Aquí está la enseñanza de la Iglesia
en la que Cristo quiere cumplir su misión en el mundo y dar su fruto. La Iglesia es entregada a
Cristo y purificada por Él. La unidad se mantiene por la unidad de su carne y sangre
entregadas. Nace enteramente de Él, se debe a su obra redentora y también le responde. Es la
parte en la que el ámbito de la gracia corresponde a la fecundidad.

Dar gracias por sí mismo en el ámbito de la gracia: el cristiano


El agradecimiento de Cristo por sí mismo se extiende al cristiano, que le sigue. ¿A
quién ha de agradecerse el cristiano individual? Al Padre en el Cristo entregado mediante el ES.
La autoentrega de Cristo “se crea” a la Iglesia como su “cuerpo”, recipiente para su plenitud.
Para el hombre moderno la Escritura es un libro más y los sacramentos han perdido la
necesidad para la salvación. Se olvida la Escritura y su contenido pertenece a la Iglesia que es
su auténtica intérprete. Ella puede integrar plenamente en sí como Cuerpo de Cristo a aquellos
que se deciden a una verdadera vida cristiana y excluir a quienes no responden a su imagen de
vida cristiana. Todo lo que pertenece a la Iglesia, pertenece también al cristiano, pero ningún

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cristiano puede tomar para sí esos bienes prescindiendo de la Iglesia. Él, como Cristo, también
ha de dar gracias a la Iglesia, le debe su condición cristiana. Así como miembro de la Iglesia es
fecundo en la fe y genera vida cristiana.
Dentro de la Iglesia hay un escalonamiento, desde los que se contentan pasivamente
con recibir sus tesoros de gracia y agradecerse a Dios y a ella, hasta los que, recibiendo, se
agradecen comunicando la gracia recibida –esto es el “sacerdocio común”- .
La distinta amplitud de los efectos depende de la “magnitud” de la misión y de la
calidad de la recepción que responde.
Si concurren ambos aspectos surgirá una vida cristiana que puede ser presentada
como modélica y digna de imitación (canonización por la Iglesia).

La Iglesia y María
María como madre posee un prius inalcanzable, no en virtud de una maternidad fisiológica,
sino gracias a toda su actitud personal de fe perfecta dispuesta al servicio. Esto le viene de la
gracia que Dios ha comunicado por Cristo. Ella es redimida como todos pero de modo especial,
“pre-redimida” en función de su misión, ser madre de Jesús. Jesús resalta su consecuencia:
¿quién es mi madre?...la que hace la voluntad de mi Padre.
Ella coincide en su extensión con la Iglesia, en cuanto es Iglesia de los santos, “novia sin
mancha ni arruga”.
La consecuencia es que desde la humanación hubo ya Iglesia, no institucional pero Iglesia
perfecta. En la Iglesia se trata de recoger y salvar al mundo pecador. En María está ya
personificada la Iglesia, antes de que esté organizada en Pedro. La Iglesia es primero femenina
porque su realidad primera y completa es su agradecimiento por sí misma, recibiendo y dando
a su vez. Para que se convierta siempre en receptora, se le ha instituido en su interior el
ministerio masculino. (Un afán de la mujer por el ministerio eclesial sólo puede darse desde un
desconocimiento de su propia posición de dignidad dentro de la Iglesia).

Tipo y prototipo
Scheeben: el Misterio de María y el de la Iglesia se penetran e iluminan
recíprocamente en perijóresis, cada uno de ellos precisa del otro para ser correctamente
situado y esclarecido.
Los teólogos han reflexionado sobre la figura de María siempre con la mirada en Cristo
y la Iglesia. Para Cristo, María es la segunda Eva que mediante su obediencia repara, es la
verdadera ayudante para la obra de Cristo y el recipiente de la Iglesia, y lo es en cuanto virgen
y madre a la vez: Virgen que preserva su cuerpo para la encarnación de su fe; y madre, pues
con esa fe llega a ser madre.)
Los PPII: desemejanza en la analogía. Sólo María dio a luz al Hijo de Dios corporalmente,
los demás cristianos la imitan haciéndolo espiritualmente. Están obligados a relativizar desde
dos ideas:
- María es tipo de la Iglesia, no como prefiguración (prefigura la verdad del NT) sino
como prototipo, idea perfecta e insuperable realizada.
- María es por ello en su actividad personal adecuada a la actividad de la Iglesia como
ayudante de Cristo.
La Iglesia oriental contempla a la Iglesia en su prototipo, sabe del poder intercesor de la
Iglesia materna y Madre eclesial. La perijóresis es importante para el diálogo ecuménico. La
misión de María estriba en su maternidad corporal de Cristo y espiritual de los creyentes.
(Pablo VI le otorgó el título de “Madre de la Iglesia”).
Con los protestantes se mantiene un diálogo desde la fe perfecta de María como fruto
último de la Antigua Alianza.
La Iglesia católica remodela la figura de la Iglesia, lo ministerial en ella. Todos los creyentes
están obligados a colaborar en esa imagen renovada de la Iglesia. La esencia mariana también
expresada por la “Iglesia de los pecadores”, como el prototipo del servicio a Cristo y a su obra

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en el mundo, en la esperanza de que el ES también socorrerá nuestra debilidad (como cubrió
con su sombra a María).

III. Concebido por obra del ES, nacido de la Virgen María


A)
Desde la Resurrección, la luz cae retrospectivamente sobre el enigma y las
singularidades de la existencia del hombre de Nazaret. La luz cae primero sobre la crucifixión,
todo lo que sigue se encuentra aquí ya germinalmente. Los enigmas los resolvió con la unidad
de fracaso y victoria, de crucifixión y Resurrección.
La Resurrección es el cumplimiento de todas las promesas de Dios. Cuando esta luz
pascual cae sobre la vida de Jesús se plantea la pregunta por su origen, a la que da respuesta la
frase: “concebido por obra del ES, nacido de María”, del credo.

B)
Un tema claro en la vida de Jesús es la relación única con su Padre del cielo, al que
llama Abbá. ¿Podría agradecerse simultáneamente a otro padre?
Jesús vivía en la sucesión generacional judía, en la que la relación padre-hijo sostenía la
existencia entera; la única salida para Jesús es que se agradece al Padre celestial del mimo
modo que cualquier otro hombre: Jesús de Nazaret sería un hombre piadoso que honra a sus
padres y también da gracias al Creador. Si no lo era, como muestra su vida, es razonable que
Jesús sea el punto culmen de un camino iniciado en el Antiguo Testamento, el cumplimiento
de una promesa.
En la historia de la fe, Dios tenía el protagonismo en engendramientos y concepciones
de mujeres infecundas (Sara, madre de Sansón, Ana, Isabel,…). Pero dentro de la Antigua
Alianza la relación con el padre humano sigue siendo decisiva pese a la actividad de Dios.
Por tanto en la Nueva Alianza, cabría esperar algo sobre José, pero el ángel se dirige
por primera vez a una mujer. La cuestión aquí es más que un engendramiento biológico: es la
aparición de Dios como único Padre que excluye en Jesús cualquier otra relación paterna, lo
mismo que la relación nupcial de Jesús con su novia, la Iglesia, excluye en Él toda otra relación
matrimonial.
José cruza el umbral de la Nueva Alianza sólo como alguien que renuncia. Nos
encontramos en el umbral de nuestra confesión de fe.
En 2 aspectos se supera la Antigua Alianza:
1. Lucas remite directamente a la promesa de Is 7, 14. La palabra hebrea joven se traduce
al griego como virgen. La superación es: la virginidad en el judaísmo era considerada
un “castigo de Dios”. Atención en la mujer fecunda.
2. La expresión “el ES vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”.
También remite al AT en cuanto que Dios desde su altura inaccesible, hace que la
fuerza de su Espíritu traduzca en hechos su voluntad. La superación es: el nacimiento
virginal.
En la intervención del ángel en la Anunciación vemos las 3 hipóstasis de la divinidad:
- El Señor está contigo= Padre
- Darás a luz al Hijo
- El ES te cubrirá= el verdadero activo, como lo será en las oraciones, sacramentos y
carismas de la Iglesia.

C)
La Virgen, desposada legalmente, no convivía. El vínculo con José es decisivo porque es
el portador de la promesa mesiánica. Pero la filiación divina de Jesús es un hecho más esencial
que la mesianidad. Ningún judío podía imaginar a un mesías Hijo del hombre o Siervo de Dios.
La humanación de Dios significa rebajamiento, humillación y Él implica también a su madre en
esa humillación (de quién es ese hijo?; José la quiere repudiar,…).

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En la tragedia griega el coro comenta los acontecimientos (los ángeles cantan gloria); la
gloria corresponde a Dios en lo alto, la paz al hombre en la tierra que se alegra de su
beneplácito, el primero su Hijo y después los que le son entregados: la Virgen, el hombre que
renunció a ser su padre, los pastores, y a quienes cae la gracia de ver el signo de la Salvación.

IV. Lo católico en la Iglesia

La catolicidad de la Iglesia es siempre una paradoja: estructura límite y falible que postula para
sí la universalidad (nada humano ni divino le es ajeno).
Objeciones:
- No creyente: la universalidad es la suma de todas las experiencias de la humanidad.
- Creyente: universalidad sólo en el hombre-Dios que no tiene pecado
Deducimos que una Iglesia católica debe tener relación con la experiencia universal de la
Humanidad y con el hombre-Dios.

Catolicidad antropológica
La fe bíblica es una desde Abraham hasta Jesús y Pablo; a Abraham Dios le exige fe ciega
que no se desconcierta cuando parece que Dios se contradice; Israel: todo un pueblo es
ejercitado en esa confianza (desierto, Tierra Prometida, exilio, profetas,…); Jesús encarna la fe,
inicia y consuma la fe. Él es la confianza pura, hasta en la noche de Getsemaní. En Él se puede
saltar porque Él es el salto del hombre a Dios y antes de Dios al hombre; Pablo vive y predica la
consumación de la fe de Abraham en Cristo. Éste es la Palabra de Dios y su cumplimiento, la
Nueva y eterna Alianza entre Dios y el hombre.
En este cumplimiento encontramos:
1. el cumplimiento del acto fundamental de la criatura en general
El acto fundamental de la criatura es la “religio”: el volverse hacia lo Absoluto, que no soy yo,
ni lo conozco ni lo domino (religión de todos los pueblos). La religio tiene su origen en el acto
fundamental de suponer que cuando el hombre está en peligro la divinidad no permanece
impasible. Sin este acto fundamental ninguna visión merece el nombre de Filosofía. La Iglesia
católica es la perfección única de este acto fundamental.
2. el cumplimiento de las promesas de Dios
Dios no conduce a Abraham al alfa (origen, re-ligio) sino al omega (consumación futura),
esperanza en el que viene. Jesucristo es llamado alfa y omega porque nos ha vinculado con el
origen perdido (Padre) y nos pone en movimiento hacia su futuro. Él es Dios presencia y por
eso es el único camino de vuelta al origen y de allí a la consumación. Entre Buda (pasado,
origen, lo presente es sólo apariencia) y el marxismo (esperanza que prefiere la meta), Cristo
establece el amor absoluto que abarca principio y fin.
En esta síntesis radica lo universal, lo católico, y tiene éxito porque el doble salto
(hombre-Dios, Dios-hombre) se convierte en un único salto. En la fe en Cristo, incluye la Iglesia,
no sólo la religio de los paganos sino también la esperanza utópica de los judíos.

Catolicidad cristológica
La síntesis del acto religioso de la Iglesia ¿le da ya el derecho de llamarse católica? No se trata
de una simple palabra sino Palabra-carne y por eso también fe-carne; acto de fe que abarca al
hombre entero hasta el fondo de la materia.
I)
Quién quiera considerar la encarnación de la Palabra de Dios debe buscar a la mujer. Ahora el
acto fundamental no es fe en una palabra sino amor al origen que se abaja: asentimiento al
hombre entero hasta su carne.
El acto fundamental era la preferencia por el Absoluto: éste tiene razón en todo caso, hay que
dejarle imponerse. La Palabra de Dios quiere hacerse carne: suya es la praxis, mío el dejar
hacer en mí; y esto es acción como respuesta al hacer de Dios; y es fe, no en un dogma sino en

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la actuación personal de Dios en mí. Este sí tiene que ser completamente libre para ser
humano. El hombre saca un sí tan libre como don recibido de Dios.
¿No son 2 actos distintos, concesión de la libertad, y apropiación y actuación de dicha libertad?
Hay una diferencia protestante entre justificación (Dios actúa en Cristo sobre mí) y
santificación (su actividad penetra –en el ES- en mí), pero esto se daría en el caso del pecador,
no en la encarnación originaria, en la que Dios necesita desde el principio el sí que no autoriza
todo.
Es realmente alguien quien se convierte en madre del Dios que se hace hombre: un acto
fundamental que no es ni abandono no libre al Absoluto (budista), ni autodotación de libertad
(marxista) sino donación de la libertad para recibirlo sin condiciones.
En este acto fundamental en Nazaret, sólo en él, se fundamenta la Iglesia de Cristo como
católica. Su catolicidad es el carácter incondicional del sí, cuya determinación previa de espacio
infinito es la correspondencia creada al amor del Dios que se da infinitamente.
Quien fija el comienzo de la Iglesia más tarde, ha errado en lo esencial ¿Dónde queda entonces
la Iglesia, si el sí universal que se debe esperar de ella, no es real en un lugar? ¿Dónde surgiría
la Iglesia si no estuviera creada como la Madre del Hijo?
3 conclusiones:
1. el acto fundamental mariano o católico está más allá de la contemplación y la
acción. El sí que fundamenta la Iglesia y la existencia cristiana es oración a
Dios y cumplimiento de la misión (adoración, acción de gracias, súplica más
conformidad con lo que Dios hace, más disponibilidad de ser utilizado y
gastado en su obra)
2. el acto fundamental mariano o católico está más allá de la minoría de edad.
Originariamente debe ser menor de edad, que son los bendecidos, mientras
que a los sabios y entendidos, mayores de edad, el Padre les queda oculto.
Estos menores cargan con una responsabilidad no propia sino divina.
3. El acto fundamental mariano o católico está más allá del no comprender y el
comprender. Quien dice incondicionalmente sí a Dios no sabe a dónde lo
conducirá. Simultáneamente este sí es el único propuesto de todo
comprender cristiano. Es una identificación total, universal (católica) con los
caminos de Dios en la carne.

II)
La Iglesia católica fundada en Nazaret adquiere su dimensión exterior visible en la vida,
muerte y Resurrección de Cristo. Una Iglesia puramente invisible es a priori no católica, porque
no se toma en serio la totalidad del hombre (carne + espíritu)
Puesto que debe surgir una Iglesia de Cristo que guarde la herencia de la Palabra
encarnada y garantice su presencia y actualidad, se debe clavar un clavo palpable que ya no se
pueda sacar de la Historia: EL MINISTERIO.
Sería hermoso poder “des-historizar” el Evangelio pero sabemos 2 cosas: que no
podemos desvincular a Jesús de su tiempo y que sólo conocemos a Jesús a través de los
testimonios de la Iglesia primitiva. Entonces, ¡no se puede tener a Cristo sin la Iglesia! Sólo ella
guarda su imagen y legado. La relación Cristo-Iglesia es indisoluble.
Al sí encarnado de María corresponde en la Iglesia el ministerio encarnado. Pablo entra en
la tradición ya formada, no innova nada en su autoridad ministerial. Sus cartas tienen 2 puntos
importantes:
- La disposición de la Redención in Christo: justificación y salvación
- La disposición de los redimidos en la Iglesia constituida ministerialmente: eclesiología
Pablo señala que en el plano de lo carismático se debe trascender continuamente en
respuesta a la unidad del Señor, para poder ser tenido por católico. El ministerio tiene la
función de conseguir esta trascendencia: es el signo eficaz puesto por Cristo de que el Cuerpo
sólo está vivo cuando es regido y vivificado por la cabeza.

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La Iglesia es un cuerpo vivo, y un cuerpo tiene una estructura. La estructura de la Iglesia es
esencialmente el ministerio en su función a favor del organismo. La Iglesia no es una entidad
sociológica, sino la carne viva de Cristo, alimentada por su Eucaristía. Así también el ministerio
es pneumático. En el NT el pneuma no se contrapone a la encarnación, más bien es su causa y
su efecto permanente.
La objeción de que la estructura eclesial de Pablo ya no es ejemplar porque los ministros
posteriores ya no ostentan el poder apostólico pleno, no es sólida. Pablo se designa junto con
sus colaboradores “servidores de Cristo”, “colaboradores de Dios” y exige para ellos la misma
obediencia que para él. Naturalmente los seguidores ya no tienen funciones de fundación pero
no lo necesitan porque ya está en pie.
El ministerio está al servicio de lo carismático: existe para suscitar y fomentar la vida
cristiana personal y social, para recortar en aras del crecimiento, para exigir sacrificio. En este
punto se hace visible la catolicidad ministerial: el ministerio impide que la particularidad de un
carisma se cierre a sí misma; más bien fuerza a éstos a abrirse a algo mayor y que por eso tiene
las dimensiones del sí mariano.

3 conclusiones:
1) El ministerio, clavado en la Historia, es la presencia actual del origen. Más que
memoria; verdadera presencia. Como servicio puro, como Cristo siervo de Dios y de
todos, así el ministerio representa en medio de la estructura del Cuerpo la unidad de la
Cabeza. No es ella sino que la encarna. El ministerio para la unidad compendiado en el
Papa es la garantía y el criterio de que la inabarcable multiplicidad de manifestaciones
vitales cristianas es la plenitud de una unidad universal, católica.
2) El ministerio es autoridad como puro servicio, por tanto referencia permanente al
Señor. Al desaparecer deja aparecer al Señor. Por eso se llama al sacerdote “alter
Christus”, pues sólo hay un Cristo. Actuando sacramental y pastoralmente deja al
único Cristo la palabra y la acción; pero él tiene la autoridad para poderlo hacer.
3) El ministerio queda remitido esencialmente al punto hacia el que señala, Cristo (y en Él
al Dios trinitario) y a la novia, Iglesia absolutamente santa en María. En el fin del
Evangelio de Juan, después de la concesión del ministerio a Pedro, permanece un
misterio con respecto al destino del discípulo amado, así pone el ministerio petrino al
servicio de un amor nunca plenamente previsible para él. El dualismo María-Pedro,
santidad subjetiva del corazón y santidad objetiva de la estructura, mantiene en la
catolicidad de la Iglesia la distancia entre el cuerpo y la cabeza. Así en la Iglesia
empírica hay 2 instancias críticas: el ministerio y la santidad.

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1ª parte: catolicidad antropológica: el acto fundamental de la fe que espera y ama. Recoge
todas las posibles actitudes religiosas.

2ª parte: catolicidad cristológica: con la cual la Iglesia mariano-petrina, en la pura


disponibilidad a la recepción y en el puro servicio podía convertirse en la plenitud.

Ambos principios de la catolicidad eclesial se compenetran y complementan: la esclava


mariana vive en el puro servicio y así tiene la misma forma que el ministerio; también éste
debe ser pura referencia al Señor.
Ambos servicios son fecundos y tienen como forma interior la vida de Cristo
encaminada a la cruz. Con todo esto la doctrina mariana y la magisterial son fundamentales en
la catolicidad eclesial.
La Iglesia desde fuera es una sociedad; desde dentro es la comunión de los santos
fundada en la Eucaristía, y la Eucaristía se funda en la comunión trinitaria. Este fundamento
último sin eliminar las personas humanas, supera la pura coordinación de individuos.
María es principio de todo decir sí, fecundidad obediencial y está de pie junto a la cruz.
Pedro recibe el ministerio después de llorar y será martirizado. El principio del ministerio está
encarnado en cada uno de los ministros: en ellos, la vida se inclina hacia la muerte. Cuanto
más se trasluzcan las heridas en el ministerio más pura interiormente será la existencia
ministerial.
La Iglesia sólo puede entenderse en su Señor. No existe autocomprensión de la Iglesia.
María se entiende en el Hijo. Pablo se entiende en Cristo.

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