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Todos los devenires, por ser minoritarios, pasan por un devenir-mujer. Se trata
de que el devenir-mujer tiene su realidad ontológica en una indiscernibilidad
que extrae de la mujer algo en común más allá, como dicen Deleuze Guattari,
de toda domesticación o imitación. Deleuze, en su interpretación crítica de la
historia de la filosofía, retoma la posibilidad de pensar las individualidades no
personales, no sustanciales, ni idénticas a sí mismas en el tiempo. Se trata de
afirmar la singularidad en un severo ejercicio de despersonificación: encontrar
en sí mismo el desencuentro, la diferencia(ción), la proliferación impersonal de
afectos y afectaciones.
La diferencia sexual, como pasión política del feminismo, implica crear las
condiciones para un cambio tanto a nivel social estructural como en la propia
consistencia de los sujetos: los sujetos poseen unas raíces corporales, por lo
que la subjetividad femenina es un ser corporal y sexuado. ienSe afirma la
importancia política del deseo como constituyente de subjetividad: un deseo
que es libidinal y que es ontológico. El sujeto feminista es intensivo y múltiple,
que funciona en una red de interconexiones: el devenir-mujer no se basa en
una identidad esencializada, sino en una realidad virtual (cabe señalar la
importancia que tiene lo virtual en la ontología de la diferencia de Deleuze).
Braidotti señala que este virtual es un “efecto” del proyecto político y conceptual
de transcender y rebasar la posición del sujeto tradicional de la Mujer,
entendido como lo otro de lo Mismo y poder expresarse como lo otro de lo Otro.