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El debate sobre el origen del nombre de América Latina, tal como lo concebimos hoy tiene
distintos abordajes. De acuerdo con esto, se expone a continuación las diferencias entre las
tesis de Phelan, Ardao y Rojas Mix, que hacen referencia tanto a la génesis de una idea como
al posterior origen del nombre, de lo que hoy conocemos como América Latina o
Latinoamérica.
Frente a los acontecimientos de la época imperialista del siglo xix, en la que el mundo se
encuentra polarizado en dos grandes ejes, uno latino y uno anglosajón. La causa panlatinista
se constituye como un proyecto geopolítico, en el que Francia tiene un rol preponderante,
como aquella nación en la que recae la tarea de unificar a las potencias latinas de Europa.
Las consecuencias de la empresa panlatinista tendrían inmediatas reacciones en las tierras
del nuevo mundo, que ya se ven amenazadas por las pretensiones expansionistas y
colonialistas de la América del norte. El fin era crear una especie de unión antiimperialista
de todas las naciones latinas que ocupaba territorio en la América del sur.
Sin embargo, Phelan deja entrever que lo que parece ser, en primera instancia una empresa
antiimperialista y anti yanqui en contra del avance de la América del norte por sobre la del
sur, no es más que una justificación que busca validar el programa practico francés y, por
consiguiente, sus propios fines expansionistas, colonialistas y extractivitas en territorio
americano.
Por otro lado, según Ardao el origen de la idea y del nombre de América latina responde a
empleos más complejos y anteriores a los propuestos por la tesis de Phelan. En su obra “el
origen de América latina”, concluye -al igual que Phelan -, que si bien la idea de la
l´Amérique latine es francesa, esta lo es solo en cierto sentido. Y que además la utilización
del nombre es posterior a la primera instancia de ocurrencia. Lo relevante y lo novedoso de
la tesis de Ardao es que el nombre es “obra de hispanoamericanos, no de europeos”. Más
aun, nos aporta el dato de que el nombre como tal, haría su primera aparición el 26 de
septiembre de 1856 en un poema titulado “Las dos américas”, bajo la pluma del colombiano
José María Torres Caicedo. Para Caicedo el nombre viene a representar y a resumir, no solo
una denominación científica: “Hay América anglo-sajona, dinamarquesa, holandesa,
etcétera; la hay española, francesa, portuguesa; y a este grupo, ¿qué denominación científica
aplicarle sino el de latina?” (Torres Caicedo, 1857) si no, todos los esfuerzos latinistas que
por tradición veían en aquella identificación cultural, un “nuevo horizonte de aspiraciones y
de cohesión para América”. Una nueva forma de hacer frente a la aspiración yanqui, que
harían retroceder a todo el desarrollo independentista de la América latina.
No obstante, cabe señalar un dato curioso dentro de la tesis de Ardao. Aunque le atribuye
todo el crédito del nombre a Torres Caicedo, no puede dejar de advertir que existe ya, desde
antes, un empleo de la expresión (aunque no del todo relevante, y de lleno pasajera), en una
conferencia que había dado con anterioridad, tres meses antes el Chileno Francisco Bilbao.
Aun así, para Arturo Ardao lo importante es destacar que la idea de l´Amérique latine, aunque
sea de origen francés, es como tal hispanoamericana y que bajo esta idea y nombre como tal
se esconden aspiraciones propias de latinoamericanistas que, aunque siguen relacionándose
con las ideas del imperio francés, reclaman en cierta medida, independencia propia en tanto
identificación de un territorio que ha comenzado a construir su propia cultura e identidad.
Finalmente, nos encontramos con la tesis propuesta por Miguel Rojas Mix, en su texto
“Bilbao y el hallazgo de América Latina”. A diferencia de Ardao, Rojas Mix tomara en
consideración el trabajo de Francisco Bilbao quien, con anterioridad a Torres Caicedo, habría
sido el primero en ocupar el apelativo en cuestión, en una conferencia dada en Paris el 24 de
junio de 1856, en la que habría utilizado el gentilicio de “latinoamericano” (solo tres meses
antes de la publicación del famoso poema de Torres Caicedo, “Las dos Américas”). Sin
embargo, en lo que si estaría de acuerdo con Ardao, es en que los dos hispanoamericanos
habrían utilizado el termino antes de 1861, generando de esta forma, una tensión con las tesis
propuestas por Phelan. Más aun, dicha tensión se agudiza tras recalcar el fracaso de la idea
de latinidad que se pretendía instaurar en México, la cual habría producido en Bilbao un
sentimiento de rechazo y una posterior actitud de abandono de dicha concepción.
Otro aspecto importante que destacar es la influencia que tuvo Lamennais en el trabajo de
Bilbao, quien habría implantado la idea de que “la América española debía ser el contrapeso
de la raza anglosajona”. Esta idea se ve muy bien reflejada cuando Bilbao comienza a ocupar
otro tipo de apelativos para referirse a la América Latina, pero ahora como un nuevo
paradigma de identidad anticolonial y antiimperialista. El ejemplo más claro, lo encontramos
en uno de sus escritos como Hostos nos muestra: «Los estados Desunidos de América, como
el buen Francisco Bilbao llamaba a los de América latina». Esta designación, deja ver
claramente el carácter separatista de la expresión utilizada por Bilbao, ya que este era
consciente de la situación política en la que la América española estaba inmersa. Sobre todo,
si se tenía una plena conciencia de las intenciones que los Estados Unidos tenían sobre los
territorios del sur de América.
El nombre no solo representa cierta identidad cultural, sino que esta formado dentro de un
marco de pensamiento anticolonialista, antiimperialista y dentro de un proyecto de sociedad
socialista. Denuncia la falsa idea de latinidad, acuñada por Chevalier, en la que Bilbao
descubre la falacia de la civilización cuando Francia invade el territorio mexicano, para
legitimar una política imperial. Una dominación política.
3. Exponga las tesis de Quijada, Estrade y Romero, y muestre sus diferencias
La cuestión del nombre de América latina también puede ser abordada a partir de las tesis de
tres autores más, que en parte recurren frecuentemente a las investigaciones hechas por
Phelan, Ardao y Rojas Mix. Hablo de Mónica Quijada, Paul Estrada y Vicente Romero.
Mónica Quijada entra en el debate de la cuestión del término, desde el éxito y la posterior
difusión del nombre “América Latina”, tomando en importante consideración, el proceso de
construcción social que rodearía el nombre. De esta forma y con una clara oposición a la tesis
“imperialista” difundida por Phelan a partir de 1965, Quijada pretende restituir el papel
protagónico que ciertos personajes habían tenido en la construcción de la designación en
cuestión. Es decir, pretende destacar a los verdaderos actores, que jugaron un rol fundamental
en dicho proceso de construcción del nombre de América Latina.
Quijada se propone tres tareas específicas con las que pretende demostrar su tesis. En primer
lugar, una revisión de carácter necesaria, sobre la versión canónica del origen del nombre de
América latina y los problemas que esta presenta. Es así como Quijada se da cuenta que la
tesis imperialista, pasa por alto ciertos datos importantes:
1) La aplicación del concepto latino por hispanoamericanos data de 1850. Este dato se
apoya en las investigaciones del Profesor Arturo Ardao, en un artículo divulgado el
mismo año en que Phelan publica su investigación. Quince años más tarde, estas ideas
se profundizan aún más en un texto titulado: Génesis de la idea y el nombre de
América Latina.
2) Hay una cuestión ideológica detrás que no puede pasar desapercibida : La perspectiva
imperialista de Phelan no tomaría en cuenta el rechazo y el malestar
hispanoamericano de las elites políticas, generado por la ocupación francesa del
territorio mexicano. Otro problema que surge dentro del mismo ámbito ideologico,
es que la tesis imperialista tampoco explicaría el éxito que tiene la denominación
entre los hispanoamericanos
3) Otra incompatibilidad se encontraría en la errónea asociación y comprensión que se
hace del termino –en la cuestión imperialista- en la que predomina claramente una
exclusión de toda la población de origen no europea, especialmente indígena. Ante
esta inconsistencia ¿Por qué se sigue haciendo hincapié en atribuirle a dicha
terminación un carácter colectivo, cuando vemos por otra parte, trabajos como los del
chileno Francisco Bilbao en el que la utilización del término, se caracteriza por la
inclusión y el reconocimiento racial
En segundo lugar, pretende recuperar información relevante que ponga en duda la versión
canónica, de manera de poder abordar desde otras perspectivas este proceso histórico. En este
plano, Quijada hace cuatro aclaraciones importantes para comprender de forma correcta los
procesos históricos que rodean al nombre y la idea de América Latina: 1) Empieza por
considerar que la utilización del adjetivo “latino” debe enmarcarse, dentro del contexto de
defensa Hispanoamérica, ante los avances competitivos de la américa del norte, en los
ámbitos técnicos, económicos y geopolíticos, a fin de desvincularse de la concepción europea
del término. 2) Luego de esto, es importante tomar en consideración el conflicto surgido a
partir de la ocupación del territorio nicaragüense por parte de William Walker. Dicha
ocupación agrava más el conflicto entre hispanoamericanos y estadounidenses, cuando dicha
ocupación territorial se ve avalada por el presidente Franklin Pierce. 3) El episodio anterior
genera y motiva la reaparición para muchos hispanoamericanos de volver al sueño unionista
bolivariano. Esto supone entonces, el nacimiento de la necesidad de una oposición frente a
las políticas agresivas de los Estados Unidos. Motivando de igual forma la utilización de
categorías raciales opuestas, ante el peligro de absorción de una en la otra.
Y, en tercer lugar, propone de lleno una interpretación alternativa que tome en consideración
las comparaciones que nacen de la propuesta número dos. Las tres tareas en conjunto
llevarían a Quijada a sostener la idea de que, bajo la construcción y posterior afianzamiento
del nombre, está presente una pretensión de inscribir al nombre dentro de los procesos
imperialistas que se estaban viviendo en la Europa occidental del siglo xix. Asimismo, dicha
intensión se ve plasmada en el interés por formar un compuesto geopolítico que haga frente
a la reclamación política, bajo la que se esconden pretensiones expansionistas e imperialistas
de Norteamérica y Europa sobre el territorio de América del sur.
Por otro lado, nos encontramos con la tesis de Paul Estrade en la que podemos identificar tres
pasos o momentos. Un primer momento lo ocupa, la desestima de la tesis imperialista que
asocia el proyecto imperialista de Francia y el origen del nombre de América Latina. Estrade
resalta la adopción de la tesis de Phelan en la enseñanza francesa. De acuerdo con esto, el
nombre y la idea habrían aparecido en la víspera de la expedición mexicana, en 1861 en la
[Revue des races latines], en Paris. Además, se destaca la tarea panlatinista de Michel
Chevalier, en la génesis del concepto de América Latina.
Por ultimo nos encontramos con la tesis propuesta por Vicente Romero, quien, si bien acepta
presupuestos de las tesis de Quijada y Estrade, y en particular de este último, se diferencia
particularmente por su intento de relativizar la tesis de que son dos americanos quienes han
puesto en circulación el nombre de América Latina, subrayando, anteriormente a estos, el
papel de Lamennais en el origen y sentido de la expresión. A partir de esto, se propone de
igual manera mostrar las diferencias existentes entre los esfuerzos de Bilbao y Torres
Caicedo, para evitar principalmente favorecer el nivel ideológico de la expresión en su
sentido imperialista. Finalmente, y en conformidad con lo anterior, se propone comprobar si
la aplicación del nombre es sociológica y funcionalmente correcta a fines de 1850, para
designar a un determinado territorio.