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Nº 00835-HC/TC
precisa el siguiente criterio:
Caso APONTE
Estimados amigos:
La clasificación de los tipos de habeas corpus es un tema que la doctrina constitucional ha contemplado en
nuestro país a través de la sentencia – HC/TC, la cual puede ser leída
en http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2004/02663-2003-HC.html.
Caso anicama
La tutela es la protección que se brinda a un determinado interés ante una situación en la
cual la misma ha sido lesionada o insatisfecha; ante dicha eventualidad el ordenamiento
jurídico ha establecido una serie de mecanismos para la tutela de nuestras situaciones
jurídicas, siendo la forma de tutela por excelencia la tutela jurisdiccional [efectiva]; empero,
no debemos perder de vista el hecho de que la tutela jurisdiccional es sólo una de las
modalidades de tutela de los derechos.
Por ello, el proceso viene a ser “aquel medio [de tutela] que el Estado –en compensación
por prohibirnos hacernos justicia por mano propia-, nos ofrece para que por él y en él
obtengamos, todo aquello y precisamente aquello que tenemos derecho a conseguir”
[ARIANO, 2000:164].
Para Arrarte, la tutela jurisdiccional efectiva “es aquél [derecho] que pertenece a todo sujeto
de derecho y le permite estar en aptitud de exigir que sus conflictos de intereses o
incertidumbres sean resueltos a través de un proceso en el que se respeten garantías
procedimentales mínimas, y se concluya con una decisión objetivamente justa; aún cuando
no necesariamente sea favorable a sus intereses” [2007:4]. Es decir, que si bien el derecho
a la tutela jurisdiccional implica el acceso a la jurisdicción a efectos de peticionar la tutela de
nuestras situaciones jurídicas, empero el aludido derecho no implica la obtención de una
decisión judicial favorable, sino el derecho a que se dicte una resolución en derecho, la
misma que sea el resultado de un proceso llevado con las mínimas garantías.
De allí que, siguiendo Arrarte podemos “resaltar el doble carácter del derecho a la tutela
jurisdiccional en su manifestación del debido proceso, comprendiendo no sólo el iter
procesal (también denominado en nuestro país como debido proceso formal, y que abarca
entre otros derechos, el del juez competente, el de ser oído, el de probar, el de impugnar,
así como el de contar con una decisión debidamente motivada, etc.), sino también el
resultado mismo de tal actividad, es decir, la decisión, exigiendo que ésta sea objetivamente
justa producto de lo que se ha denominado debido proceso sustantivo, además de correcta”
[2007:4].
Ahora bien, la efectividad de la tutela jurisdiccional bebe tener en cuenta al derecho material,
de allí que, “el derecho a la efectividad engloba el derecho a la preordenación de técnicas
procesales capaces de dar respuestas adecuadas a las necesidades que de él provienen”
[MARINONI, 2007:176].
Razones por las cuales, el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, como todo derecho
[fundamental] inherente a la persona humana, implica que las normas procesales [así como
los precedentes vinculantes] han de ser interpretadas y aplicadas de conformidad con el
contenido de este derecho fundamental [artículo 139 inciso 3 de la Constitución Política del
Estado].
II
El inciso 2) del artículo 200º de la Constitución, establece que el proceso de amparo procede
contra el acto u omisión, por parte de cualquier persona, que vulnera o amenaza los
derechos reconocidos por la Constitución, distintos de aquellos protegidos por el hábeas
corpus [libertad individual y derechos conexos] y el hábeas data [acceso a la información y
autodeterminación informativa]. En tal sentido, es presupuesto para la procedencia del
proceso de amparo [y en cualquier proceso constitucional] que el derecho que se alegue
afectado sea uno reconocido directamente por la Constitución.
Ello quiere decir, que se podrá demandar vía proceso de amparo la violación de las normas
que establecen los requisitos para el libre acceso al sistema de seguridad social, las que
establecen los requisitos para la obtención del derecho a la pensión y aquellas pretensiones
que estén orientadas a preservar el derecho a un mínimo vital. Por lo que, las pretensiones
que no versen sobre el contenido directamente protegido por el derecho fundamental a la
pensión, antes señalados, deberán de ser sustanciadas en la vía del proceso contencioso
administrativo.
III
No obstante, las reglas fijadas por el Tribunal Constitucional admite una interpretación
discrecional a efectos de su aplicación a los casos concretos, en este sentido refiere dicho
órgano jurisdiccional que: “tomando como referente objetivo que el monto más alto de lo que
en nuestro ordenamiento previsional es denominado “pensión mínima”, asciende a S/.
415,00 (Disposición Transitoria de la Ley N.º 27617 e inciso 1 de la Cuarta Disposición
Transitoria de la Ley N.º 28449), el Tribunal Constitucional considera que, prima facie,
cualquier persona que sea titular de una prestación que sea igual o superior a dicho monto,
deberá acudir a la vía judicial ordinaria a efectos de dilucidar en dicha sede los
cuestionamientos existentes en relación a la suma específica de la prestación que le
corresponde, a menos que, a pesar de percibir una pensión o renta superior, por las objetivas
circunstancias del caso, resulte urgente su verificación a efectos de evitar consecuencias
irreparables (vg. los supuestos acreditados de graves estados de salud), dichas
pretensiones podrán ser dilucidadas en la vía del proceso de amparo”.
Del párrafo citado, podemos concluir entonces, que en atención a las condiciones objetivas
del caso en concreto [lo que a decir del Tribunal Constitucional estaría referido a la persona
del demandante], se podrá sustanciar en la vía del proceso de amparo los cuestionamientos
respecto al monto de la pensión.
Ahora bien, en que consistirán esas condiciones objetivas, para el Tribunal un supuesto lo
tenemos cuando el demandante adolezca de una enfermedad grave [graves estados de
salud], la misma que debe de estar debidamente acreditada. Pero, pregunto ¿a que nivel de
gravedad?, si como todos sabemos, toda enfermedad implica un riesgo para nuestra salud.
De una interpretación literal, se tiene que para el Tribunal Constitucional: quien pretenda
tutelar su derecho a la nivelación o al reajuste, tiene que estar gravemente enfermo, esto
es, al borde de la muerte; empero, esta interpretación no puede ser aceptada, pues contrasta
con el contenido del derecho constitucional a la tutela jurisdiccional efectiva y con lo
establecido en el artículo 1° de la Constitución. Por ello una interpretación,
constitucionalmente válido, nos conduce a señalar, que la enfermedad o aflicción en la salud
del demandante, a efectos de que proceda tutelar su derecho vía proceso de amparo, ha de
tratarse de una enfermedad que revista cierta gravedad, esto es, que dada las
características personales del demandante [la edad por ejemplo], sea idónea para poner en
riesgo su subsistencia o sus consecuencias potencialmente irreversibles.
Por otro lado, debemos preguntarnos ¿bastará un certificado médico para acreditar el grave
estado de salud? para la aplicación de este supuesto; creemos que si. Pero ello no quiere
decir, que se trate de cualquier certificado, sino de uno que cumpla con los requisitos para
constituir medio probatorio idóneo para acreditar la enfermedad.
Otro supuesto, vendría a ser, por ejemplo, el grado de necesidad del demandante
[conjugado con su edad], cuya insatisfacción pone en peligro su subsistencia. En este caso,
nos encontramos ante la figura de una persona cuyo único sustento es la pensión, el mismo
que en el monto que percibe no cubre todas sus necesidades.
En este sentido, el proceso [de amparo en este caso] debe de ser entendido –dice Luiz
Guilherme Marinoni- “como un instrumento capaz de dar protección a las situaciones
carentes de tutela”; de allí que, “el Juez no puede conformarse con una interpretación que
concluya en la incapacidad del proceso para atender al derecho material, pues ello sería lo
mismo que negarle valor al derecho fundamental a la tutela jurisdiccional efectiva, que
representa el deber del Estado de prestar la tutela jurisdiccional debida”.