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Apunte de la clase sobre Pornografía

Práctico: comisión 2 – Alicia Montes

Así como el erotismo es una experiencia que conecta la sexualidad y la muerte, en la que el
yo (discontinuo) sale de sí, se abisma en su utopía de alcanzar la continuidad (“aprobación
de la vida hasta en la muerte” Bataille); la pornografía es un espectáculo cuyo principal
objetivo es producir excitación en quien mira o lee. Si bien hay zonas de pasajes y
contaminación entre la experiencia erótica y la pornografía, sobre todo a nivel de recepción,
está última está caracterizada por discursos e imágenes que buscan un efecto preciso y
determinado, la excitación, y ponen al sujeto en el lugar del “voyeur”. La pornografía tiene
un régimen escópico masculino y machista, signado por la forma de la mercancía, que pone
una distancia máxima entre el yo y lo mirado, construyendo una ficción hiperreal.
Según Baudrillard, la pornografía hace del sexo algo más real que lo real, pues mientras lo
real no es simbolizable y siempre queda un resto afuera, lo porno añade una dimensión táctil
a la imagen, con lo cual la caracteriza una total ausencia de seducción, pues suprime toda
posibilidad de fantasía (incluye todo) y pone el en el centro el detalle anatómico sobre
dimensionado y excesivo. Barthes, señala a este respecto, que en la imagen fotográfica
pornográfica (unaria, y determinada por el studium) se busca un efecto de unidad centrado en
un elemento al cual se subordina todo: el sexo. Por eso, el objeto está encerrado en el marco
y no hay posibilidad de relato ni cuadro ciego como en el cine y el erotismo (Ver La cámara
Lucida). El signo porno, siempre está al borde del grotesco y del ridículo, es barroco pero no
posee las cualidades del trompe l’oeil que seduce en la medida que muestra y oculta, y le quita
una dimensión al espacio real.
Etimológicamente, la palabra “pornografía” deriva del griego porno (prostituta) y graphos
(escritura), designa relatos contados por prostitutas sobre sus clientes o narraciones de
prácticas de prostitución, pero aparece como cultismo en el siglo XIX. En 1842, se usa este
término para designar los objetos obscenos encontrados en excavaciones arqueológicas de la
ciudad de Pompeya. Aunque en la Antigüedad y la Edad Media la pornografía no existía, ya
que es un producto de la modernidad. En 1769, aparece El pornógrafo, texto que se propone
discutir un programa de regulación estatal de la prostitución.
En tanto género, la pornografía es un producto de consumo masivo centrado en la
producción de un efecto: estimulación sexual. Su antecedente más remoto se encuentra en la
obra de Pietro Bacci, el Aretino (1942) que funda la pornografía literaria (llamada género
aretinesco). Eran relatos escabrosos de acrobacias sexuales. Este autor es importante por dos
razones. Crea el canon de la pornografía, que si bien no es novedoso en su contenido ya que
en muchos relatos de Bocaccio se narraban prácticas sexuales, ni da a conocer nuevas formas
de sexualidad, sí es novedoso en el uso del lenguaje: expresiones y descripciones bien
precisas. Pero, lo más nuevo es que la imprenta, creada en 1440 por Gutenberg, favoreció la
difusión masiva de la obra de Aretino y le permitió enriquecerse con la venta de libros. No
hubo manera de controlar el consumo de sus productos.
Desde sus orígenes, entonces, la pornografía es un género reproductivo que sigue el modelo
de sexualidad característico de Occidente heteronormativo: fascinación por ciertas zonas del
cuerpo, sobre todo femenino, voyeurismo, violaciones, fetichismo (senos, falo, vagina, vulva,
trasero), juego con escenas de falso pudor en el baño con miradas escondidas. La pornografía
exhibe las obsesiones de los machos de la clase dirigente que en ese consumo ocultan y
muestran al mismo tiempo: culpabilidad, ignorancia, temor al sexo y represión.
Entre 1500 y 1750, la pornografía era parte del ocio y la diversión de la aristocracia y la gente
rica, pero un giro ya insinuado en Aretino, la masifica y le da una doble función: es un modo
de ganarse la vida para muchos escritores y sirve para criticar las costumbres de la época ya
que los chismes escabrosos de la modernidad tuvieron mucho éxito al mostrar los desatinos
del sexo. En Inglaterra y Francia, la pornografía gozó de una difusión creciente. En efecto,
a mediados del siglo XVIII, Carlos II abolió los tribunales eclesiásticos, de modo que se
separa el crimen del pecado. Los divorcios y temas matrimoniales se juzgaban públicamente
y los que se encuentran en el auditorio oyen las intimidades narradas por las parejas con el
fin de obtener el divorcio. Nace una prensa especializada que narra estas historias y las adorna
con detalles exagerados. En los quioscos de Londres abundan este tipo de publicaciones.
La primera novela pornográfica en literatura inglesa es Memorias de una mujer de placer de John
Cleland, más conocida como Fanny Hill, de 1748. En Francia, se escriben novelas
pornográficas para criticar y burlarse del poder real, mostrando la impotencia de Luis XVI o
el lesbianismo de María Antonieta. Así, se vuelve muy popular publicar obras atrevidas y
explícitas sobre reyes y miembros de la corte: Memorias secretas de una mujer pública, que cuenta en
4 tomos la vida sexual libertina de Mame. Du Barry; Los furores uterinos de María Antonieta,
mujer de Luis XVI; La vida privada escabrosa de María Antonieta desde la pérdida de la virginidad hasta
el 1° de mayo de 1791, en 2 volúmenes. En este sentido, la Revolución Francesa permitió que
el pueblo se apropiara de los placeres de la aristocracia no solo a nivel imaginario, ya que
exhibió el sexo de los poderosos al pie del cadalso, sodomizó a los jóvenes del palacio de
Bicêtre antes de matarlos, injurió de modo soez a los nobles, y vejó a las religiosas en los
conventos. Los cambios políticos pasaron al sexo, el poder de seducir y violar propio del
libertinaje se volvió el sueño utópico popular. De este modo, la difusión pornográfica de la
sexualidad de la aristocracia fue un modo de reaccionar a la inmoralidad del Antiguo
Régimen.
En la modernidad, se hace posible ganarse la vida vendiendo pornografía pues se crea un
vasto mercado de consumidores, se masifican las costumbres libertinas de la aristocracia, y
surgen nuevos medios de difusión. La pornografía está íntimamente ligada al desarrollo del
capitalismo moderno, a tal punto que las descripciones que se hacen en la novela Fanny Hill
tienen el lenguaje de las fábricas y los bancos. El sexo con hombres se presenta como una
herramienta, un arma, una palanca y un resorte; la prostituta es una máquina, y sus actividades
tienen que ver con la inversión y la colocación de su capital de trabajo; ella es una mercancía
que busca clientes y su preocupación es una producción de placer cada vez más eficaz.
Cleland describe en su novela el nuevo orden capitalista antes de que Adam Smith escribiera
La riqueza de las naciones. Narrar y describir escenas de sexo de tono subido es una actividad
fría, calculada, autónoma (no vinculada ni a la religión ni al poder), que está más allá del
contexto social y jurídico. La ruptura de los lazos tradicionales entre trabajador y patrón,
convierte al obrero en una pieza del mecanismo que será juzgada por su eficacia y regularidad,
la misma norma aplica para la prostituta en Fanny Hill. Tanto los trabajadores como la
prostituta tienen como único objetivo progresar, haciendo un trabajo de calidad que pueda
venderse lo más caro posible. La pornografía se relaciona con la acumulación y
producción, mientras que el erotismo con la pérdida y el derroche. Se oponen como el
trabajo a la fiesta.
En el siglo XIX, a pesar del puritanismo victoriano no se pudo detener la explosión de la
pornografía, que se volvió un consumo masivo universal. Se produjo la desagregación de la
familia por condiciones laborales en las que los niños, las mujeres y los hombres trabajaban
en las fábricas. La sexualidad de los hombres fuer paralela al ritmo de trabajo. Se redefinió lo
público, como lugar de competencia despiadada, donde también mercaba la mujer pública, y
lo privado, lugar de la seguridad y el confort, y de la mujer de la casa. El hombre frecuentaba
ambos espacios. El puritanismo y la pornografía fueron las dos caras del mismo sistema, que
exhibía la hipocresía y ambigüedad de la burguesía. Por un lado había trabajadores explotados
y hambrientos, y por el otro la misericordia cristiana beata. Surgieron leyes de moralidad
contra la prostitución y la pornografía, el mundo se volvió un lugar donde todo tenía etiqueta.
Cada campo de actividad tuvo sus nombres específicos y surgen palabras para clasificar la
ninfomanía, el autoerotismo, la homosexualidad, la pornografía.
Cuando el sexto adquiere autonomía puede separarse del resto de la vida como actividad, y
se vuelve objeto de discurso y de represión, pero siempre ocupa un lugar central en la
disección intelectual y en la contemplación. La pornografía, sin embargo, como literatura no
tiene espacio propio no circula ni en burdeles ni se guarda en bibliotecas, ocupa un lugar
entre lo público y lo privado, pero invade el universo privado en lugares secretos. Mientras
en la Antigüedad y la Edad Media el sexo se liga a la religión, los rituales, el arte y el carnaval,
en la modernidad se liga al placer (agradable, comprensible, excitante). Placer y éxito se dan
la mano.
En cuanto a su forma y contenido, la pornografía muestra escenas con situaciones extremas,
muestra lo que antes se ocultaba por elipsis, reticencia, metonimia o metáfora. La forma de
la pornografía es la hipérbole, el exceso, por eso invierte la mentira del cine clásico uq no
mostraba la sexualidad, la revela en lugar central y no hay nada más allá ni personajes, ni
temas, ni historia. Busca el efecto “autenticidad” a través de planos de eyaculación, jugueteos
lésbicos, porno snuff, etc. La pornografía excita o asquea pero tiene efecto inmediato, da
poder al voyerista que la consume pues lo pone en lugar de testigo del pudor y la intimidad
de otros, por eso si el rostro es conocido la sensación de poder es mayor y mayor el disfrute.
La pornografía es obscena porque hace visible lo íntimo, lo secreto, lo que no se podría ver
aún teniendo sexo, es un espectáculo, su mirada es profanadora, y está organizada por una
pulsión hacia el final en la que no se diferencia el objeto de la mirada. Como el fast food es de
consumo masivo, pero es un sexo frío y rutinario, tiene la forma de la mercancía. Construye
el efecto de órganos sin cuerpo por el primer plano y el recorte que hace de órganos
femeninos, falo, etc. La mirada de la pornografía es reificadora. Su imaginería: reiterativa,
efectista, ramplona. No hay relato, el sexo ocupa el centro, no hay telos más que la
eyaculación, pone en crisis la organización jerárquica del cuerpo. Su lógica es la de la
redundancia: ausencia de sensualidad, ritual mecánico.
Como gesto revulsivo, en los años 80 y 90 surge el posporno, que es un movimiento artístico
de performance. Redefinen el concepto de pornografía con un encuadre de lecturas
postestructuralistas y feministas. Paul Preciado es un referente importante de este
movimiento. Se establece una crítica a la industria del porno desde una perspectiva de
género. Supone un posicionamiento político contra el porno tradicional como manifestación
de la opresión de la mujer. Se produce a partir de otro imaginario otro tipo de pornografía.
La mirada es feminista y subversiva, y en general está marcada por la autogestión. Laura
Milano con su performance en la Facultad de Ciencias Sociales es un referente importante
en Argentina. La define como una actividad a partir de identidades sexuales diferentes y
fantasías eróticas distintas a las del porno tradicional. Es un arma de combate, y representa
una visión alternativa de la sexualidad.
Fuentes consultadas:
Bernard Arcand. El jaguar y el oso hormiguero. Antropología de la pornografía, Buenos Aires Nueva
Visión, 1991.
Baudrillard, Jean. Cultura y simulacro, Ed. Kairós, Barcelona, 1993
Lyn Hunt. La invención de la pornografía. Obscenidad y los orígenes de la modernidad 1500-1800, San
Pablo, Hedra, 1999.
Eliane Robert Moraes. “O efeito obsceno”, en Revista Cult, año 3, N° 30, Janeiro 2000, pp.
121-130.

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