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Antología

Literaria para
Jardín
Maternal y
Nivel Inicial.
Parcial.

Alumna: Agostina Florencia Silva

Profesora: María Alejandra Tiraboschi

Cátedra: Prof. de educación de nivel inicial

División: 2do 2da

Escuela: Escuela Normal N° 32 "Gral. José de San


Martín"
Índice
Unidad I
Cuentos,poesías,nanas para niños de 0 a 3 años

● Tomasito y las palabras de Graciela B. Cabal ……. pág.


● El orinal de Lulú de Camilla Reid ……. pág.
● Poesía Cien patas de Elsa Bornemann ……. pág.
● Nanas 2 de M. Elena Walsh ……. pág.
● Duerme negrito de Atahualpa Yupanqui …….. pág.
● Variados nanas,canciones,etc ……...pág.
● FUNDAMENTACIÓN ……..pág.

Unidad II
Cuentos para chicos de 4 a 5 años

● La vuelta al mundo de Javier Villafañe …...pág.


● Desafío Mortal de Gustavo Roldán …….pág.
● Bajo el sombrero de Juan de Ema Wolf …….pág.
● Cuello duro de Elsa Bornemann …….pág.
● La familia Delasoga de Graciela Montes ……..pág.
● Poesías,rondas de varios autores …….pág. a
● FUNDAMENTACIÓN …….pág.

UNIDAD I
Síntesis: Tomasito ya sabe hacer muchas cosas pero le falta hablar. Como no lo
entienden, se enoja y hace lío. La mamá, como penitencia, lo pone en un corral,
solito en el patio. Empieza a llover y Tomasito se moja, el patio se está inundando
pero su mamá no se da cuenta, hasta que de golpe le salen las palabras y puede
pedir ayuda llamándola.

Las situaciones contadas resultan desde el principio atractivas y seguramente


reconocibles para los chicos.
Este cuento relata la historia de una nena que va dejando el pañal y comienza a utilizar el
retrete. Es un cuento interactivo con las imágenes y les llama la atención,muy didáctico y
divertido para aprender

Cien patas
Todas las danzas del mundo
baila un pequeño ciempiés.
Con su centena de patas
baila todas a la vez.
Con diez patitas
baila milonga,
con otras tantas
baila la conga;
diez para el gato,
la chacarera
con media vuelta
y vuelta entera...
Otra diez patas
del tango son;
diez de la polca
y el pericón...
Otras diez patas
de este diablito,
bailan un bello
carnavalito
y otra decena
se lanza a un mambo;
con la que resta
baila el malambo...
Sabe tantas danzas más,
este bichito genial...
pero...¡basta de compás!
¡Tengo un mareo total!

Elsa Bornemann
crecer en poesía Piedra Libre Ministerio de educación

Nanas 2
Pajarito que duermes
en la laguna,
no despiertes al niño
que está en la cuna.

A dormir va la rosa
de lo rosales.
A dormir mi niño
porque ya es tarde.

pajarito que cantas


junto a la fuente
cállate que mi niño
no se despierte.

Maria Elena Walsh en verso tradicionales para cebollitas.

DUERME NEGRITO
Duerme, duerme negrito,
que tu mama está en el campo,
negrito...

Duerme, duerme negrito,


que tu mama está en el campo,
negrito...

Te va a traer codornices para ti,


te va a traer rica fruta para ti,
te va a traer carne de cerdo para ti.
te va a traer muchas cosas para ti.
Y si negro no se duerme,
viene diablo blanco
y ¡zas! le come la patita,

¡chacapumba, chacapún…!
Duerme, duerme negrito,
que tu mama está en el campo,
negrito...

Trabajando,
trabajando duramente, trabajando sí,
trabajando y no le pagan, trabajando sí,
trabajando y va tosiendo, trabajando sí,
trabajando y va de luto, trabajando sí,
pa'l negrito chiquitito, trabajando sí,
pa'l negrito chiquitito, trabajando sí,
no le pagan sí, va tosiendo sí
va de luto sí, duramente sí.

Duerme, duerme negrito,


que tu mama está en el campo,
negrito...

Recopilada por Atahualpa Yupanqui

Qué linda manito

Canción de cuna
Qué linda manito que tengo yo,

qué linda y blanquita que Dios me dio.

Qué lindos ojitos que tengo yo,

qué lindos y negritos que Dios me dio.

Qué linda boquita que tengo yo,

qué linda y rojita que Dios me dio.

Qué lindas patitas que tengo yo,

qué lindas y gorditas que Dios me dio.

Tortita de manteca

Canción para jugar a las palmas

Tortita de manteca

para mamá que me da la teta,

tortita de cebada

para papá que no me da nada.

Nanas

Mi niño es una rosa,

mi niño es un clavel,

mi niño es un espejo.

Su madre se ve en él.
Canción de cuna

Déjalo que venga,

que si viene solo

le saco la lengua

Allá viene el coco,

déjalo venir,

ya mi niño lindo

se quiere dormir [...]

Este niño lindo

se quiere dormir

y el pícaro sueño

no quiere venir.

FUNDAMENTACIÓN:

Lo que selecione para la unidad I son algunos cuentos,poesía y nanas que llegaría a
dar en la edad de 0 a 3 años. La estimulación temprana busca ofrecerles a los niños
una gama de experiencias que le permitirán formar las bases para la adquisición de
futuros aprendizajes con el objetivo de desarrollar al máximo sus capacidades.
Para favorecer el óptimo desarrollo del niño, las actividades de estimulación se
enfocan en cuatro áreas; cognitiva, motriz, lenguaje y socioemocional abarcando un
desarrollo integral.

El objetivo de la estimulación no es acelerar el desarrollo, forzando al niño a lograr


metas que no está preparado para cumplir, sino el reconocer y motivar el potencial
de cada individuo en particular y presentarle retos y actividades adecuadas que
fortalezcan su autoestima, iniciativa y aprendizaje.
Como dice carlos Silveyra el primer contacto de los niños con la poesía por lo
general se realiza a través de formas poéticas tradicionales,rimas infantiles o
literatura oral de tradición infantil. <<Es a través de la voz materna como la poesía
nos golpea sutilmente los oídos y corazón a la par,hecha la letra y melodía de
alguna canción de cuna que aún estamos muy lejanos de comprender,pero que nos
produce un goce >>.Está integrado por las nanas o canciones de cunas,pequeños
poemas ligados al juego con las distintas partes del cuerpo,los cuentos
mínimos,etc. por ejemplo los padres cuando cambian los pañales o los hacen dormir
lo acompañan con algún juego simple y rítmico, que frecuentemente terminan en
cosquillas y francas risas de parte del bebé. Esta etapa,cuyo comienzo podríamos
señalar hacia los 2/ 2años y medio va siendo superada paulatinamente. La gran
caracteristicas es la aparición de un significado social del poema. Hacia los tres
años el niño juega e intenta reproducir,recrear,el poema. Lo corporal sigue siendo
importante. Hacia el final de esta etapa,a propuesta del adulto,se divierte con
rondas.
Las canciones de cuna o nanas juegan un papel importante con los más
pequeños,lo que importa en ellas es la suavidad melódica,la media voz,el ritmo
monótono.

Y como dice Teresa Colomer, desde esta perspectiva podemos agrupar los
aspectos presentes en el folklore infantil en los siguientes elementos:
● La relación con estímulos sonoros y motores: la voz, el ritmo,la melodía,la
entonación, el movimiento
● El vínculo afectivo,el juego y descubrimiento del placer de: la ejercitación
articulatoria,la repetición,la recreación a partir de la memoria,el juego con la
forma .
También con el tiempo el niño se acerca al lenguaje poético,permite que descubran
ya desde pequeños el ritmo de las palabras, jugando con ellas mientras ejercitan su
memoria,enriquecen su expresión y aumentan el vocabulario, y todo ello de manera
lúdica. Además es una excelente forma de percibir la belleza del lenguaje y
desarrollar la creatividad.

Por ejemplo en los cuentos, el de Tomasito tiene toda una serie –seis libros– es un
recorrido por los primeros pasos en la vida. Las palabras, los gestos, las
experiencias van dando marco a una secuencia entrañable de cuentos para
compartir con los más niños. Que abarca mucho sobre el aprendizaje y el
descubrimiento del mundo, por lo tanto fue lo que me intereso.
Y el cuento de El orinal de Lulú - tiene varios cuentos en relación de su vida y los
cambios- en donde los niños pueden aprender en ir dejando de a poco el pañal e ir
de a poco solitos al baño y usar el retre. Este cuento,cuenta con varias imágenes en
donde muestra lo que hace Lulú para dejar los pañales.
UNIDAD II

La vuelta al mundo

Una vez, un chico que se llamaba Santiago, salió de su casa en un triciclo para dar la vuelta
alrededor del mundo. Iba pedaleando por la vereda y en el camino se encontró con un perro y un
gato y le preguntaron: –¿A dónde vas, Santiago? Y Santiago respondió: –Voy a dar la vuelta
alrededor del mundo.

–¿Podemos ir los dos? –Sí, vengan. Y el perro y el gato se pusieron detrás del triciclo. Santiago
siguió pedaleando y se encontró con un gallo, un conejo y un caracol y le preguntaron: –¿A dónde
vas, Santiago? Y Santiago respondió: –Estoy dando la vuelta alrededor del mundo. –¿Podemos ir los
tres? –Sí, vengan. Y el gallo, el conejo, y el caracol se pusieron detrás del perro y el gato que iban
detrás del triciclo. Santiago pedaleaba y el triciclo iba a toda velocidad. En el camino se encontró con
una hormiga, una vaca, un grillo y una paloma y le preguntaron: –¿A dónde vas, Santiago? Y
Santiago respondió: –Estoy dando la vuelta alrededor del mundo.

–¿Podemos ir los cuatro? –Sí, vengan. Y la hormiga, la vaca, el grillo y la paloma se pusieron detrás
del gallo, el conejo y el caracol que iban detrás del perro y el gato. Santiago pedaleaba y el triciclo iba
a toda velocidad. En una curva se encontró con un camello, una tortuga, un caballo, un elefante y un
Pingüino y le preguntaron: –¿A dónde vas, Santiago? Y Santiago respondió: –Estoy dando la vuelta
alrededor del mundo. –¿Podemos ir los cinco?

–Sí, vengan. Y el camello, la tortuga, el caballo, el elefante y el pingüino se pusieron detrás de la


hormiga, la vaca, el grillo, la paloma, el gallo, el conejo y el caracol que iban detrás del perro y el
gato. Santiago siguió pedaleando y de pronto frenó el triciclo. Se detuvo para ver un charco que
había hecho la lluvia y dijo: –Es un río que está buscando barcos. Y el perro, el gato, el gallo, el
conejo, el caracol, la hormiga, la vaca, el grillo, la paloma, el camello, la tortuga, el caballo, el elefante
y el pingüino se detuvieron y miraron el río que había hecho la lluvia. Santiago puso el triciclo en
marcha y se encontró con una jirafa, un loro, un cordero, un león, un mono y una cigüeña y le
preguntaron: –¿A dónde vas, Santiago?

Y Santiago respondió: –Estoy dando la vuelta alrededor del mundo. –¿Podemos ir los seis? –Sí,
vengan. Y la jirafa, el loro, el cordero, el león, el mono, y la cigüeña, se pusieron detrás del cabello, la
tortuga, el caballo, el elefante, el pingüino, la hormiga, la vaca, el grillo, la paloma, el gallo, el conejo y
el caracol que iban detrás del perro y el gato. Santiago siguió pedaleando y frenó el triciclo para ver
un molino. Todos miraron el molino. –Está quieto –dijo el caballo–. No mueve las aspas. –No mueve
las aspas porque no hay viento –dijo el gallo. –Es inútil –se lamentó la hormiga–. Por más que me
ponga en puntas de pie jamás podré ver un molino. Está muy alto. Y la jirafa le dijo a la hormiga: –Lo
verás subiéndote sobre mi cabeza. La jirafa inclinó el cuello y apoyó la cabeza a un lado del triciclo.
La hormiga avanzó unos pasos y subió por la frente de la jirafa. Entonces la jirafa levantó el cuello y
desde lo alto exclamó la hormiga: –¡Qué hermoso es un molino! Nunca había visto un molino.

La jirafa encogió el cuello; bajó la cabeza a ras del suelo y la hormiga volvió a pisar la tierra. Y
cuando la hormiga se puso en fila, detrás de la vaca, Santiago siguió pedaleando y al llegar a la
puerta de su casa frenó el triciclo y dijo: –Hemos dado la vuelta alrededor del mundo.

Y allí se despidieron. Unos se fueron caminando, otros volando. Santiago entró en su casa. Había
dado la vuelta alrededor de la manzana.

Desafío mortal

–¡Claro que voy a pelear! –No, don piojo, usted no puede pelear con el puma. –¿Qué no puedo?
¿Por qué no puedo? –Es una pelea despareja. –Igual voy a pelear. Y ya mismo. El piojo y el puma se
enfrentaron. Los ojos de los dos echaban chispas, dispuestos para una pelea a muerte. Los demás
animales los rodeaban en silencio. Ya habían intentado todas las formas de pararlos, pero no había
caso. El puma mostró los dientes. Todos los dientes. Y los animales dieron un largo paso para atrás.
–El puma rugió y largó un zarpazo que hizo volar al piojo y lo estrelló contra un quebracho. El piojo se
enderezó y atropelló. Otro zarpazo del puma y el piojo quedó colgado en lo más alto de un algarrobo.

–¡Bueno, basta! –dijo el sapo–. ¡Ya está bien! –¡Nada de basta! –gritó el piojo bajando a los saltos de
rama en rama–. ¡Nada de basta! Y saltó desde el árbol a la oreja del puma y se prendió como
garrapata, dispuesto a chuparle hasta la última gota de sangre.

El puma rugió y se pegó un tremendo manotazo en la oreja para aplastar ahí mismo al piojo. Pero el
piojo ya no estaba. Había saltado a la otra oreja y lo mordía desesperadamente. Otro manotazo del
puma y el piojo casi aprende a volar. –¿Y si terminamos la pelea? –dijo el elefante dando un paso
adelante. –¡Atrás todos! –gritó el piojo–. ¡Nada de terminar la pelea! –y atropelló lanzando manotazos
al aire. El puma retrocedió sorprendido. No había pensado que ese bichito pudiera pelear con tanta
furia. Había querido divertirse un poco, pero jamás se le ocurrió que el piojo fuera capaz de llevar las
cosas tan lejos. –¡Vamos, pelee!– gritó el piojo atropellando.
Otro manotazo del puma y el piojo fue a caer arriba del elefante, ahí rebotó y cayó sobre el lomo del
tapir. –¡Lo va a matar! –dijo el oso hormiguero. –¡Lo va a destrozar con sus garras! –dijo el coatí. –
¡Lo va a morder con esos enormes colmillos! –dijo la iguana. –¡No podemos dejar que sigan! –dijo el
sapo. –Tenemos que hacer algo! –dijo el quirquincho. –¡Por favor, don elefante, usted puede
pararlos, haga algo! –pidió la cotorrita verde. –Bueno bueno –dijo el elefante poniéndose en medio
del piojo y el puma–. ¡Se acabó la pelea! El puma dio un paso para atrás y dijo:
–Por mí, la terminamos. Y les cuento que fue la mejor pelea que tuve en mi vida. Lo felicito, don
piojo, estuve mal y pido disculpas. –Acepto sus disculpas, y también acepto que me estaba ganando.
Debo admitir que usted es más fuerte que yo. Los animales hablaron todos juntos y se preguntaron
muchas cosas. En especial se preguntaron por qué había comenzado esa pelea tan feroz. Pero
ninguno sabía.

Después se fueron, cada cual por su lado. El elefante, el coatí, el sapo y el piojo se quedaron
charlando. –Don piojo –preguntó el sapo–, ¿por qué comenzó todo este lío? ¿se da cuenta en lo que
se metió? –Fue demasiado peligroso –dijo el coatí–. El puma es un animal feroz. Me hizo temblar
todo el tiempo. –No se preocupe, amigo coatí, yo temblaba más todavía –dijo el piojo. –¿Por qué
pelearon? –preguntó el elefante. –Porque casi me pisa. Pasó sin mirar casi me pisa. Y cuando yo
grité me mostró todos esos dientes que tiene y encima me insultó y me pisó la sombra. –¡Lo insultó! –
dijo el sapo–. ¡Le pisó la sombra! ¿Qué le dijo? –En realidad nada. Pero me miró como si me
insultara. Y movió la pata y casi me pisa otra vez. Y de nuevo me pisó la sombra. Entonces me enojé
y lo desafié a pelear. –Pero, don piojo –dijo el elefante–, un piojo no puede pelear con un puma. –Ya
sé que no, pero las cosas tienen sus límites. Y creo que se estaba pasando de la raya. ¿Sabe, don
elefante?, a veces los bichos chicos tenemos que defender a muerte la dignidad. Si no resistimos, si
no defendemos la dignidad, entonces sí que estamos listos. Y un buen piojo no puede permitir que
nadie le pise la sombra. El elefante y el sapo se miraron y dieron un paso para atrás con todo
disimulo. No fuera a ser que por ahí, sin darse cuenta, pusieran la pata encima de la sombra del
piojo.

Bajo el sombrero de Juan

Nadie en Sansemillas fabricaba los sombreros como Juan. Los más empinados, los más vivos, los
más galantes sombreros salían de sus manos. Sombreros de copa, de medio queso, redondos,
triangulares, de fieltro, para días nublados, para noches de luna, amarillos, violetas y hasta
sombreros grises para saludar que, sin ser ninguna rareza, también los fabricaba Juan.
Una vez entre otras fabricó un sombrero de jardín de ala muy ancha con una cinta verde alrededor
de la copa. Le llevó un día largo terminarlo. Era tan grande que no cabía dentro de su casa. Lo llevó
al jardín y se lo probó. Le quedaba muy bien. Era de su medida. –Me gusta –dijo–. Me quedo con él.
Un sombrero tan grande lo protegería del sol, del granizo, de las hojas que caen en otoño y otros
accidentes. De pronto Juan estiró la mano y la sacó fuera del sombrero. –Llueve –comentó.
Pero ahora ése era un detalle sin importancia. El perro de Juan, que había estado durmiendo entre
los rosales, se acercó corriendo y le tironeó el pantalón con la mano. –Me quedo debajo de tu
sombrero hasta que pase la lluvia –anunció. –Bueno... –dijo Juan–. Será cuestión de esperar un
poco. Casi enseguida se acercó una vecina que llevaba una gansa atada de un piolín. –¡Qué tiempo
loco! Menos mal que encontramos un techo para guarecernos –comentó la gansa. Y allí se quedaron
las dos.
Unos cazadores que la habían escuchado se acercaron con interés. –La lluvia nos apaga el fuego
del campamento. Y un campamento sin fuego no es un campamento –argumentaron. Así fue como
se quedaron cazadores, vecina, gansa, fuego y perro, todos bajo el sombrero de Juan. La lluvia
seguía, tranquila... Poco a poco se fueron arrimando los hombres y las mujeres del pueblo. –
¿Podemos quedarnos aquí? –preguntaban. –Pueden –les decía Juan. Y entonces ellos, ya con
confianza, amontonaban jaulas, chicos, terneros y muebles bajo el ala del gran sombrero. La lluvia
alcanzó por fin a los pueblos cercanos y pronto todo el país de Sansemillas golpeó a las puertas del
sombrero buscando abrigo.
Llegaron los paisanos de a pie y de a caballo, los empleados de correo, toda la flora, toda la fauna,
y también los fabricantes de paraguas. Juan los recibía amablemente y se disculpaba porque no
tenía muchas comodidades para ofrecerles. No hubo problemas entre los parroquianos del sombrero.
Sólo un roce se produjo. Fue cuando un granjero reconoció en la capelina de una dama las plumas
de una gallina de su propiedad. Devueltas las plumas a la legítima gallina, se hizo la paz.
El embajador de un país vecino, sorprendido por la lluvia, pidió asilo bajo el sombrero. Detrás de él
llegó el país mismo, y como era más bien tropical se vino cargado de bolsas de café, loros y
caimanes que rasgaban las medias de las señoras.
Pronto algunos países de los alrededores imitaron al de los loros y los caimanes. –¿Podemos
quedarnos hasta que aclare? –preguntaban. Y Juan hacía un lugarcito para que entraran sus plazas,
monumentos y museos. Como sin querer empezó a llegar gente de lugares tan lejanos que Juan ni
siquiera había oído hablar de ellos. Traían osos blancos y animales de cuello fino, que hicieron
buenas migas con el perro primero de Juan. Gente de piel roja trajo sus canoas pensando en el
diluvio y hombres de piel amarilla trajeron regaderas calculando que a la lluvia siempre sucede la
sequía. Llegaron los capitanes con sus portaaviones, los batallones de soldados y los sabios, que
siempre salen sin impermeable. Algún loco trajo también la arena de las playas y los acantilados,
como si fuera necesario proteger todo eso de la lluvia. Un continente grande y otro formado de islas
pequeñas se acercaron ronroneando. El último en correr bajo el sombrero trajo un lío de avenidas,
vías férreas, paralelos y meridianos, todo confundido y hecho un ovillo.
Por fin no entró nada más bajo el sombrero de Juan. No porque faltara espacio o buena voluntad
sino porque ya no quedaba nada ni nadie por llegar. Juan se estiró mucho para sacar la mano fuera
del sombrero. –Ya no llueve –dijo tranquilo–. Es hora de que cada uno vuelva a su lugar.

Cuello duro

–¡Aaay! ¡No puedo mover el cuello! –gritó de repente la jirafa Caledonia. Y era cierto: no podía
moverlo ni para un costado, ni para el otro: ni hacia adelante ni hacia atrás... Su larguísimo cuello
parecía almidonado. Caledonia se puso a llorar. Sus lágrimas cayeron sobre una flor. Sobre la flor
estaba sentada una abejita. –¡Llueve! –exclamó la abejita. Y miró hacia arriba. Entonces vio a la
jirafa. –¿Qué te pasa? ¿Por qué estás llorando? –¡Buaaa! ¡No puedo mover el cuello!

–Quedate tranquila. Iré a buscar a la doctora doña vaca. –Y la abejita salió volando hacia el
consultorio de la vaca. Justo en ese momento, la vaca estaba durmiendo sobre la camilla. Al llegar al
consultorio, la abejita se le paró en la oreja y –Bsss... Bsss... Bsss... –le contó lo que le pasaba a la
jirafa. –¡Por fin una que se enferma! –dijo la vaca, desperezándose–. Enseguida voy a curarla.
Entonces se puso su delantal y su gorrito blancos y se fue a la casa de la jirafa, caminando como una
sonámbula sobre sus tacos altos. –Hay que darle masajes –aseguró más tarde, cuando vio a la
jirafa–. Pero yo sola no puedo. Necesito ayuda. Su cuello es muy largo. Entonces bostezo: –
¡Muuuuuuuaaa! –y llamó al burrito. Justo en ese momento, el burrito estaba lavándose los dientes.
Sin tragar el agua del buche debido al apuro, se subió en dos patas arriba de la vaca. ¡Pero todavía
sobraba mucho cuello para masajear! –Nosotros dos solos no podemos –dijo la vaca. Entonces, el
burrito hizo gárgaras y así llamó al cordero.

Justo en ese momento, el cordero estaba mascando un chicle de pastito. Casi ahogado por salir
corriendo, se subió en dos patas arriba del burrito. ¡Pero todavía sobraba mucho cuello para
masajear! –Nosotros tres solos no podemos –dijo la vaca. Entonces, el cordero tosió y así llamó al
perro. Justo en ese momento, el perro estaba saboreando su cuarta copa de sidra. Bebiéndola
rapidito, se subió en dos patas arriba del cordero. ¡Pero todavía sobraba mucho cuello para
masajear! –Nosotros cuatro solos no podemos –dijo la vaca. Entonces, al perro le dio hipo y así llamó
a la gata. Justo en ese momento, la gata estaba oliendo un perfume de pimienta. Con la nariz llena
de cosquillas, se subió en dos patas arriba del perro. ¡Pero todavía sobraba mucho cuello para
masajear! –Nosotros cinco solos no podemos –dijo la vaca.

Entonces, la gata estornudó y así llamó a don conejo. Justo en ese momento, don conejo estaba
jugando a los dados con su coneja y sus conejitos. Por eso se apareció con la familia entera: su
esposa y los veinticuatro hijitos en fila. Y todos ellos se treparon ligerito, saltando de la vaca al
burrito, del burrito al cordero, del cordero al perro y del perro a la gata. Después, don conejo se
acomodó en dos patas arriba de la gata. Y sobre don conejo se acomodó su señora y más arriba -
también uno encima del otro- los veinticuatro conejitos. –¡Ahora sí los masajes! –gritó la vaca–.
¿Están listos, muchachos? –¡Sí, doctora! –contestaron los treinta animalitos al mismo tiempo. –¡A la
una... a las dos... a las tres! Y todos juntos comenzaron a masajear el cuello de la jirafa Caledonia al
compás de una zamba, porque la vaca dijo que la música también era un buen remedio para calmar
dolores. Y así fue como -al rato- la jirafa pudo mover su larguísimo cuello otra vez. –¡Gracias amigos!
–les dijo contenta–. Ya pueden bajarse todos. Pero no, señor. Ninguno se movió de su lugar. ¡Les
gustaba mucho ser equilibristas! Y entonces -tal como estaban, uno encima del otro- la vaca los fue
llevando a cada uno para su casa. Claro que los primeros que tuvieron que bajarse fueron los
conejitos, para que los demás no perdieran el equilibrio…

Después se bajó la gata; más adelante el perro; luego el cordero y por último el burro. Y la doctora
vaca volvió a su consultorio, caminando muy oronda sobre sus tacos altos. Pero ni bien llegó, se
quitó los zapatos, el delantal y el gorrito blancos y se echó a dormir sobre la camilla. ¡Estaba
cansadísima!

La familia Delasoga

La familia Delasoga era muy unida. O, por lo menos muy atada. Juan Delasoga y María Delasoga se
habían atado un día de primavera con una soguita blanca, larga, flexible, elástica y resistente. Y
desde ese día no se habían vuelto a separar. Lo mismo había pasado con Juancho y con Marita, los
hijos de Juan y María. En cuanto nacieron, los ataron. Con toda suavidad, pero con nudos. No es tan
difícil de entender si uno lo piensa. Marita, por ejemplo, estaba atada a su mamá, a su papá y a su
hermano: en total, tres soguitas blancas anudadas a la cintura. Y lo mismo pasaba con Juancho. Y
con Juan. Y con María.

Claro que no era fácil acomodar tanta soga; había peligro de galletas, de sacudidas, de tropezones.
Pero con el tiempo se habían acostumbrado a moverse siempre con prudencia y a no alejarse nunca
demasiado. Por ejemplo, cuando se sentaban a la mesa era más o menos así Y cuando se
acostaban a dormir. Y cuando salían a pasear los domingos por la mañana.

Los Delasoga eran expertos en ataduras. La soga con que se ataban no era una soga así nomás, de
morondanga; era una espléndida soga, elástica y extensible. Así que cuando Juancho y Marita iban a
la escuela, que quedaba a la vuelta, María podía quedarse en su casa haciendo la comida, casi como
si tal cosa, salvo que la cintura le molestaba un poco porque la soguita estaba tensa…y tiraba. Lo
mismo pasaba cuando Juan iba al taller que, por suerte, quedaba al lado. A la hora de la leche no era
raro ver a María, a Marita y a Juancho mirando la televisión mientras tres sogas los tironeaban un
poco hacia la calle, porque el papá todavía no había vuelto. De un modo o de otro, los Delasoga se
las arreglaban. Aunque, claro, había cosas que no podía hacer. Por ejemplo: Juancho nunca había
podido salir a dar una vuelta a la manzana con sus patines. Y eso era bastante grave porque
Juancho tenía un par de patines relucientes con rueditas amarillas. Pero ¿qué soga podía aguantar
una vuelta a la manzana en dos patines? A María le hubiese gustado visitar a su amiga Encarnación,
la de Barracas. Pero ¡qué esperanza! No se había inventado todavía una soga tan resistente. Eso a
María le daba un poco de pena porque era lindo charlar con Encarnación de tantas cosas. Y Juan
también. A Juan le hubiera encantado ir a la cancha a cantar a lo loco un gol de Ferro. Pero no; no
podía: la soga no daba para tanto. Y eso a Juan, muy en secreto le daba un poco de rabia. Y Marita,
por no ser menos, también tenía sus ganas: ganas de pasear solita hasta el quiosco. Sola, no, ahí
estaban las sogas, las tres soguitas blancas, flexibles y resistentes.

Y así siempre. Por años. Cuando una soga se ponía vieja, deshilachada y roñosa, la cambiaban por
otra nueva, blanca y flamante. Los Delasoga ya habían gastado más de quince rollos de soga de la
buena, y habrían gastado muchísimos rollos más de no haber sido por la tijera brillante. Bueno, en
realidad la tijera brillante siempre había estado allí, en el costurero, hundida entre botones y
carreteles. Pero nunca había brillado tanto como esa tarde. En una de esas porque era una tarde de
sol brillante como una tijera. Los Delasoga estaban, como siempre, atados. María cosía un pantalón
gris y aburrido. Marita miraba cómo María cosía. Juancho miraba cómo miraba Marita a María que
cosía. Juan miraba a Juancho mirar a Marita, que miraba a María, que cosía. Y la tijera brillaba. Cada
tanto María la agarraba y –tris-tras- cortaba la tela. Y, mientras cosía, miraba las soguitas enruladas
en montoncitos blancos sobre el piso. En realidad María nunca había pensado mucho en las sogas.
Ahora, de pronto, las miraba mejor, las miraba fijo, y se daba cuenta de que les tenía rabia. Entonces
sucedió, por fin, lo que tenía que suceder de una vez por todas. María agarró la tijera y –tris-tras- no
cortó el pantalón gris; cortó la soga. Una soga cualquiera, la que tenía más cerca. Y después otra
soga. La tercera y la cuarta las cortó Juan. Y Marita y Juancho cortaron una cada uno. Las soguitas
cortadas se cayeron al piso y se quedaron quietas. ¡Pobrecitos Delasoga! No estaban
acostumbrados a vivir desatados.

Al principio se asustaron muchísimo y casi casi salen corriendo a comprar otro rollo. Pero después
Juan dijo en voz baja: --Casi casi…me iría a la cancha de Ferro, que hoy juega con River. Y María
dijo en voz alta: --Casi casi…me iría a visitar a Encarnación, la de Barracas. Y Juancho corrió a
buscar los patines de las ruedas amarillas. Y Marita dijo chau y se fue al quiosco del andén a elegirse
dos revistas. Esta vez los cuatro Delasoga pasaron cuatro tardes, todas distintas.

Se volvieron a encontrar a la nochecita. Estaban cansados, porque no era fácil andar solos y para
cualquier lado. Juan y María se abrazaron muy fuerte y se contaron cosas. Juancho contó, mientras
se desataba los patines, que en el barrio tenía un amigo que se llamaba Bartola. Marita contó que,
junto al quiosco del andén, siempre había campanillas azulas y geranios rojos. De la soga no
hablaron más. ¿Para qué iba a hablar de sogas una gente tan unida?
CAPERUCITA ROJA

Había una vez una dulce niña que quería mucho a su madre y a su abuela. Les ayudaba en todo lo
que podía y como era tan buena el día de su cumpleaños su abuela le regaló una caperuza roja.
Como le gustaba tanto e iba con ella a todas partes, pronto todos empezaron a llamarla Caperucita
roja.

Un día la abuela de Caperucita, que vivía en el bosque, enfermó y la madre de Caperucita le pidió
que le llevara una cesta con una torta y un tarro de mantequilla. Caperucita aceptó encantada.

- Ten mucho cuidado Caperucita, y no te entretengas en el bosque.


- ¡Sí mamá!

La niña caminaba tranquilamente por el bosque cuando el lobo la vio y se acercó a ella.

- ¿Dónde vas Caperucita?


- A casa de mi abuelita a llevarle esta cesta con una torta y mantequilla.
- Yo también quería ir a verla…. así que, ¿por qué no hacemos una carrera? Tú ve por ese camino
de aquí que yo iré por este otro.
- ¡Vale!

El lobo mandó a Caperucita por el camino más largo y llegó antes que ella a casa de la abuelita. De
modo que se hizo pasar por la pequeña y llamó a la puerta. Aunque lo que no sabía es que un
cazador lo había visto llegar.

- ¿Quién es?, contestó la abuelita


- Soy yo, Caperucita - dijo el lobo
- Que bien hija mía. Pasa, pasa
El lobo entró, se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un bocado. Se puso su camisón y se
metió en la cama a esperar a que llegara Caperucita.

La pequeña se entretuvo en el bosque cogiendo avellanas y flores y por eso tardó en llegar un poco
más. Al llegar llamó a la puerta.

- ¿Quién es?, contestó el lobo tratando de afinar su voz


- Soy yo, Caperucita. Te traigo una torta y un tarrito de mantequilla.
- Qué bien hija mía. Pasa, pasa

Cuando Caperucita entró encontró diferente a la abuelita, aunque no supo bien porqué.

- ¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes!


- Sí, son para verte mejor hija mía
- ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes!
- Claro, son para oírte mejor…
- Pero abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- ¡¡Son para comerte mejor!!

En cuanto dijo esto el lobo se lanzó sobre Caperucita y se la comió también. Su estómago estaba tan
lleno que el lobo se quedó dormido.

En ese momento el cazador que lo había visto entrar en la casa de la abuelita comenzó a
preocuparse. Había pasado mucho rato y tratándose de un lobo…¡Dios sabía que podía haber
pasado! De modo que entró dentro de la casa. Cuando llegó allí y vio al lobo con la panza hinchada
se imaginó lo ocurrido, así que cogió su cuchillo y abrió la tripa del animal para sacar a Caperucita y
su abuelita.

- Hay que darle un buen castigo a este lobo, pensó el cazador.

De modo que le llenó la tripa de piedras y se la volvió a coser. Cuando el lobo despertó de su siesta
tenía mucha sed y al acercarse al río, ¡zas! se cayó dentro y se ahogó.
Caperucita volvió a ver a su madre y su abuelita y desde entonces prometió hacer siempre caso a lo
que le dijera su madre.

POESÍAS Y RONDAS.

QUE CARA CARABIRURÍN

Qué cara, carabirurín


Qué cara, carabirurín.
Qué cara, carabirurero,
a la niña la peina la reina
y a la reina, don Pirulero.

Qué cara, carabirurero.


Qué cara, carabirurá.
A don Pirulero lo peina
Mantantirulirulá.

Qué cara, carabirurá,


qué cara, carabirurete,
a Mantantiru lo peina
la mamá del gran bonete.

Qué cara, carabirurete,


qué cara, carabirurú,
con un peinecito de oro
alguien peinará a Mambrú.
Qué cara, carabirurú,
qué cara, carabirurero,
cuando regrese Mambrú
que lo peine al peluquero.

Qué cara, carabirurero,


qué cara, carabirurín,
si están todos bien peinados,
la canción llegó a su fin.

Silvia Schujer

RONDA JUGUEMOS EN EL BOSQUE

Juguemos en el bosque,
mientras el lobo no está.
Juguemos en el bosque,
mientras el lobo no está.
- ¿Lobo está?
- ¡Me estoy poniendo los calzoncillos!
Juguemos en el bosque,
mientras el lobo no está.
Juguemos en el bosque,
mientras el lobo no está.
- ¿Lobo está?
– ¡Me estoy poniendo la camiseta!

Los chicos cantan en ronda y hacen preguntas al “lobo”que está en el centro. El


“lobo”va contestando hasta que está totalmente listo y … ¡sale a correr a los demás!
El primero en ser atrapado pasa a ser el lobo.

UN ELEFANTE

Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña,


como veía que resistía fue a buscar a otro elefante…
Dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña,
como veían que resistía fueron a buscar a otro elefante...
Tres elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña,
como veían que resistía fueron a buscar a otro elefante…

Se forma la ronda con un niño en el centro que irá a buscar a otro niño para formar
una nueva ronda adentro , este a su vez irá a buscar a otro niño hasta terminar
todos en la ronda interna o hasta el número final de la canción.

HABÍA UNA VIEJA VIRUEJA

Había una vieja,


virueja, virueja,
de pico picotueja
de pomporerá.

Tenía tres hijos,


virijos, virijos,
de pico picotijo
de pomporerá.

Uno iba a la escuela,


viruela, viruela,
de pico picotuela,
de pomporerá.

Otro iba al colegio,


viregio, viregio,
de pico, picotegio,
de pomporerá.

Otro iba al estudio,


virudio, virudio,
de pico picotudio
de pomporerá.

Aquí termina el cuento,


viruento, viruento,
de pico, picotuento,
de pomporerá.

TRABALENGUAS

● Toto toma té, Tita toma mate,


y yo me tomo toda mi taza de chocolate.

● Pepe cuinto, contó de cuento un ciento,


y un chico dijo contento. -cuántos cuentos cuenta cuinto!

ADIVINANZAS

● Trenza de oro,
cabeza de plata; los dientes blancos
y las barbas canas.
EL CHOCLO

Dime si lo sabes,
¿que cosa es aquella que te da
en la cara y no puedes verla;
que empuja sin manos
y hace andar sin ruedas;
que muge sin boca
y marcha sin piernas?
(el viento)
FUNDAMENTACIÓN:

Lo que selecione para la unidad II son algunos cuentos,poesía, rondas,etc. que llegaría a
dar en la edad de 4 a 5 años. Ya que la literatura infantil forma parte de la vida del niño y
ocupa un lugar imprescindible en el proceso de la formación integral del individuo y también
es una respuesta a las necesidades del niño. Su función primaria es puramente estética, la
de promover en el niño el gusto por la belleza de la palabra, el deleite ante la creación del
mundo de ficción. El niño participa de las creaciones imaginarias de una realidad que le son
brindadas en las creaciones literarias. Las hace suyas y las recrea.
También puedo decir que la poesía que disfrutan los niños se caracteriza por su ritmo y
su rima. El ritmo se relaciona con la musicalidad que aporta al texto, la organización de
sus versos, su extensión, la organización de las palabras en él; la rima es la repetición
de los sonidos finales de cada verso, que produce un juego sonoro que el niño disfruta
profundamente.
Como dice Carlos Silveyra,los trabalenguas son juegos verbales infantiles que suelen
memorizarse para ser repetidos una y otra vez. Entrañan,por tanto,un desafío:no
equivocarse,es decir que al niño que lo pronuncia no se le trabe la lengua y en las
adivinanzas son juegos verbales que se logran a través de un equilibrio entre los
elementos distractores y orientadores que contiene.
Elisa Boland dice que la lectura en las poesías provoca a los niños una nueva mirada
sobre sí mismo y sobre el mundo. La poesía de una percepción distinta,profunda, que
no da el mundo real común, sim por eso caer en la irrealidad. Hay algo escondido en la
poesía que hay que descubrir y los chicos son hábiles en eso.Los temas que más los
atraen, en general,tienen que ver con el mundo de la naturaleza,los animales
especialmente,los objetos cotidianos,los sentimientos y emociones como el amor y la
amistad.
Por último puedo decir que dando una buena enseñanza ya sea con
cuentos,rondas,canciones, etc. Los niños van aprendiendo en todo momento de nuestra
cultura,de los valores, sentimientos,los números, el lenguaje y mucho más. Lo cual ellos
pueden ir descubriendo con su ingenio, su imaginación, su creatividad e ir
enriqueciendo cada uno de ellos.

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