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el sentir del vulgo, asentaron las bases para que el suicidio en el México
porfíriano, y aun desde antes, actuara bajo una peculiar representación.
En México, el desarrollo de la opinión o esfera pública ha ido muy
de la mano de los procesos políticos que, concretamente para la segun-
da mitad del siglo XIX, representaron núcleos tanto liberales como po-
sitivistas, además de la fuerza que comenzaron a adquirir las sociedades
de grupos científicos e intelectuales a fines del mismo siglo. Este nuevo
ambiente produjo una multiplicación de los procesos de imprenta, de-
bido también a las renovadas tecnologías que fueron adquiriendo, y en
donde la opinión pública se fundaba en impresos que se comprometían
principalmente en "modelar las conductas sociales e individuales" (Pal-
ti, 2005: 87).
Paralelamente, en la Ciudad de México, más que en Guadalajara,
se vislumbró un proceso más: el reportaje o la crónica policíaca, que
venían a suplantar los artículos políticos y gacetillas (compuestas estas
últimas muchas veces de información un tanto abreviada), generaban
mayor morbo y gusto entre los lectores, razón por la cual los anuncian-
tes comenzaban a tomar mayor interés en aparecer dentro de la gran
gama de periódicos que circulaban (Castillo, 1997:30-31). Pero lo cierto
es que en Guadalajara este proceso se presentó sólo en casos verdade-
ramente escandalosos y aislados, tornándose más común hacia finales
del porfiriato, específicamente cuando surge La Gaceta de Guadalajara
(1902) (Palacio, 1995:239).
En la Guadalajara de finales del siglo XIX los impresos moralistas,
religiosos, científicos, noticiosos y culturales que circularon por la ciu-
dad tuvieron como primordial propósito captar la atención de la socie-
dad —entiéndase por ésta su sector que leía— y colarse así en su cavilar
cotidiano. El cuerpo de dichos impresos quedaba conformado por la
notable diversidad de periódicos, boletines y misivas —entre otfos pan-
fletos—,cuya continuidad y permanencia era, en la mayoría de los ca-
sos, un tanto variable. Sin importar su tendencia ideológica, todos ellos
emitieron argumentos por lo general adversos sobre el infortunado fin
de los suicidas.
Por su parte, tanto la Iglesia como el Estado, que eran las dos grades
instituciones que regían moral e ideológicamente a la sociedad-mexica-
na y tapatía, al momento de abordar el suicidio respectivamente ade-
cuaban —el Estado— las leyes, a la vez que mantenían —la Iglesia— la
mayoría de los cánones eclesiásticos.
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damento las leyes así serían más "útiles a la sociedad".1 Agregaron que
otras de sus causas también lo eran la impiedad y el abandono de las
ideas religiosas "que tanto ha fomentado la escuela liberal", proponien-
do como fórmula terapéutica contra el suicidio justamente el abrigo de
la religión.2
Según lo dio a conocer para 1869 José María Reyes, quien fuera
miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, México
"por centenares de años desconoció prácticamente el suicidio", hasta
que ingresó al ritmo de la modernidad, en donde el "escepticismo uni-
versal y la relajación de las costumbres" cundió sobre todo en las gran-
des urbes y la juventud, al ser ahora, según dijo, las principales causas
del suicidio "la falta de creencia y el indiferentismo religioso y políti-
co".3 Asimismo y preocupado por la elevada tasa que ya alcanzaba el
suicidio en México (puede inferirse aquí que se refiere principalmente
a la capital del país), llegó a registrar alrededor de 41 casos de 1868 a
mayo de 1869, cuya causa más recurrente era el "amor burlado", segui-
da por las quiebras financieras.
Ahora bien, con lo ya expuesto se ponía de manifiesto la gran influen-
cia que el catolicismo tenía sobre la prensa tapatía, al grado de haberse
diseñado órganos impresos exclusivamente para delinear la moral social
bajo iniciativa de la misma Iglesia. Como un ejemplo de ello podemos
mencionar el periódico católico La Civilización, financiado en 1868 por el
licenciado Jesús Ortiz, canónigo de Catedral, y puesto bajo la dirección
del joven escritor Rafael Arroyo de Anda (Iguíniz, 1955:130).
Para el mes de marzo de 1869, el papel que tuvo La Civilización en
lo tocante al suicidio inspiró a sus redactores a emitir un desplegado de
opinión que les fue extendido a su vez por el periódico francés Le Trait
d'Union, el cual circuló en la Ciudad de México y fue impreso totalmente
en lengua gala por iniciativa del connotado periodista y empresario Rene
Masson. El desplegado fue traducido y dividido para su aparición en dos
números, en cada uno de ellos se hizo relación de los dos tipos de enfer-
medades que antecedían al suicidio: las corporales y las del espíritu.
1. "Moralidad Pública. El Suicidio", en El imperio. Periódico oficial del gobierno del Departamento
de Jalisco, núm. 44, Guadalajara, 7 de diciembre de 1864, p. 2.
2. ídem.
3. José María Reyes. "Estadística Criminal. El Suicidio", en Boletín de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística de la República Mexicana, 2a. Época, tomo I, México, Imprenta del
Gobierno, 1869, pp. 361-363.
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ouiuiaio y opinión puoiica
4. Cabe señalar que con el "desmembramiento" que comenzó a sufrir la locura a finales del
siglo xvil, surgió el concepto de melancolía, el cual terminó por suponer a los suicidas como
locos, volviendo a su vez más compleja su definición al considerarse la influencia que ejercían
algunos aspectos emocionales y —apenas— sociales. Todavía para el siglo xix, la ciencia
positivista, mediante la antropología criminal, reconocía a la melancolía como una afección
mental adquirida que se caracterizaba por "presentar ideas delirantes de naturaleza triste y
por una depresión que llega hasta el estupor", y sus causas, además de los factores heredita-
rios, también eran los disgustos, la miseria y la alimentación insuficiente, entre otras (Cesare
Lombroso, Medicina Legal, 1.1, trad. por Pedro Dorado, Madrid, La España Moderna, s. f.,
p.347).
5. "El suicidio", en La Civilización, núm. 81, Guadalajara, 9 de marzo de 1869, p. 1.
6. ídem.
7. Ibídem, núm. 82, Guadalajara, 12 de marzo de 1869, p. 1.
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8. Este mismo Código fue adoptado en Jalisco —a excepción de breves modificaciones poste-
riores— para 1885, y puesto en marcha al año siguiente.
9. J. Biviano Beltran, "Suicidio", en El Derecho. Periódico de Jurisprudencia y Legislación, rúm.
31, México, 5 de agosto de 1871, p. 373.
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No, no hagamos, cien años después de Goethe y de Rousseau, la sacrilega apoteo-
sis del suicidio. El suicidio pudo estar de moda entre las gentes que viven la vida
del alma, allá en los febriles días del romanticismo; pero hoy ha sido relegado al
uso exclusivo de los comerciantes que quiebran, de los jugadores que pierden lo
suyo, lo ajeno, de los ladrones de frac cogidos in fraganti, y de todos los que para
decirlo genéricamente, no viven otra vida que la de la materia, cuyo dispensador y
regulador es el dinero.12
Quizá los redactores de Juan Panadero hayan decidido publicar esta nota
por su completa concomitancia con los suicidios en todo México para ese
mismo tiempo. En el caso de los literatos, no pasaba aún mucho tiempo
de la tan difundida muerte de Manuel Acuña; y en lo que respecta a los
comerciantes, en la misma cotidianeidad tapatía se daban muestra de ello.
Para el año de 1884 un colaborador del semanario político y de juris-
prudencia El Litigante,™ se mostró sorprendido por la elevada cantidad
de suicidios que se presentaron en Francia durante los años de 1878 a
1882, periodo que en que rebasaron, según lo declaró, las 33 mil muertes.
Su extrañeza fue aún mayor cuando se dio cuenta que los suicidios por
amor ocupaban un sexto lugar, por debajo de los motivados por enaje-
nación mental, dolencias físicas, la embriaguez e incluso la miseria. Tal
rareza quizá se le haya hecho manifiesta por lo que él mismo pudo haber
observado en el contexto nacional y de la misma Guadalajara, ya que
—decía— los dramas en los que estaba inmiscuido el amor debía ser la
primera causa de suicidio. No obstante, aprovechó para advertir lo que a
su parecer representaban tales muertes: "Los que se matan, no son cri-
minales. Se les llama cobardes por personas que temo mucho no tengan
una idea muy clara de lo que es valor. En cuanto a mí, los llamo más bien
desgraciados".14
Juan Panadero tiempo después, y sobre ese mismo tenor, no ocultó
su parecer ante tan peculiar asunto. Durante la dirección de Gregorio
R. Flores, la redacción volvió a emitir una misiva, a modo de reflexión,
sobre la falta de principios morales y de sustento en la fe católica como
importantes pilares que hacían que el individuo soportara los agravios
y dolores de la vida:
12. "Tiene muchísima razón", en Juan Panadero, t. vil, núm. 435, Guadalajara, domingo 3 de
octubre de 1876, p. 4.
13. "Algunos datos estadísticos sobre la criminalidad y el suicidio en Francia", en El Litigante,
tomo ra, núm. 43, Guadalajara, 23 de noviembre de 1884, p. 1.
14. ídem.
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Yo debo ceder pues, a la voz inextinguible de mi conciencia benéfica, yo debo obe-
decer un designio santo que me ha de acompañar hasta el sepulcro; más si para
salvarme del suicidio necesito primero adquirir una virtud ¿qué cosa es fe? Fe, es el
testimonio que debemos darle a lo que no vemos. Siendo como lo creo, de esa ma-
nera, este pobre defensor del pueblo, que anhela por inculcar a sus compatriotas
toda clase de principios morales, porque nunca estará de parte de las desastrosas
medidas que adoptan algunos escépticos, hoy que se permita decir ¿creemos o no
creemos?15
Este mensaje, que intentó popularizar Juan Panadero, del mismo modo
tornó su dirección para descalificar la propagación de "las pésimas doc-
trinas del Calvino"16 que, entre de sus múltiples males, desterraba a los
hombres de los brazos de la fe.
El foro católico
15. "El suicidio", en Juan Panadero, t. XXI, núm. 3233, Guadalajara, domingo 21 de agosto de
1898, p. 1.
16. ídem.
17. "El suicidio", en La Linterna de Diógenes, año in, núm. 142, Guadalajara, 18 de diciembre de
1889, pp. 1-2.
* Con esto no quiero decir que fue el único año en que dicho semanario presentó un mayor
número de comentarios relativos al suicidio, ya que tras la consulta en los acervos, algunas
de las fechas —como de éste y otros periódicos— presentaron lagunas por no existir hasta el
presente material alguno. Por tal modo no sería raro suponer que La Linterna no separó en
mucho el dedo del reglón en lo concerniente a los suicidios durante otras fechas en que este
semanario tuvo vida.
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18. "La epidemia de suicidios", en op. cit, año xm, núm. 783, Guadalajara, 22 de abril de 1899,
' P-2. . . -
19. L, E Rodríguez, "El suicidio", en op. cit, año xm, núm. 800, Guadalajara, 28 de junio de
1899, p. 1.
20. Agustín Rivera. "Pensamientos. Sobre las causas del suicidio", en La Defensa, núm. 3,
Guadalajara, 25 de junio de 1899, p. 4.
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21. Adolfo Clavarana, "La epidemia suicida", en op. cit, año xni, núm. 804, Guadalajara, 12 de;
julio de 1899, p. 1. '
22. "Contra el suicidio", en op. cit, año Xffl, núm. 798, Guadalajara, 21 de julio de 1899;' p. 2.
Inclusive Cesare Lombroso también advirtió de esa vulgarización de los criminales y sus pa-
siones en la prensa, ya que, para él, tales organismos constituirían una "escuela de vicios y
de crímenes" que lo único que lograban era excitar la imaginación de los lectores. Para 1907
Lombroso hizo mención sobre la creación de una liga similar en Italia que manifestó su de-
manda a favor de la desaparición de la crónica escandalosa. Cesare Lombroso, "Lo que dice
Lombroso", enArgos. Gaceta de Policía, 1.1, núm. 14, Guadalajara, 15 de julio de 1907, pp. 217-
219. De igual manera, este mismo proceso de censura noticiosa lo pudo demostrar el historia-
dor francés Georges Minois en la prensa y publicaciones de opinión en el París de mediados del
siglo xvni, en donde el gobierno acumuló esfuerzos por silenciar cualquier clase de impresos
que hicieran alusión o defendieran el suicidio. Georges 'Minois, History of Suicide. Voluntary
Death in Western Culture, EU, The Johns Hoptóns University Press, 1999, p. 293. ¡
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23. Rafael Torres Marino, "El suicida", en La Linterna de Diógenes, año xm, núm. 836,
Guadalajara, 8 de noviembre de 1899, p. 1.
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Así la mujer, como parte elemental que era del buen funcionamien-
to de la familia, tenía pocas o nulas posibilidades de error. Su vida con-
finada al espacio doméstico no le permitía hundirse en los achaques
propios de su sexo y a los que la reducía la sociedad. La mujer suicida,
al menos para la Guadalajara porfiriana, fue algo inconcebible, aunque
eso no hubiese querido decir que tal preferencia no existió.
No obstante, y tras un rastreo en las actas criminales que almacena
el Archivo Histórico del Supremo Tribunal de Justicia, el suicidio fe-
menino fue completamente raro. Ahora bien, la función que aquí des-
empeñaron las fuentes hemerográficas ha resultado de gran valor, pues
con su ayuda, y sin importar lo breve de muchas de las notas de gaceti-
lla, pueden encontrarse la existencia y algunos patrones específicos del
suicidio en las mujeres.
El día 27 de diciembre de 1896, el semanario La Libertad, entonces
calificado como independiente y fundado por el abogado Francisco L.
Navarro —hombre cuyo temple oposicionista logró transmitir en las pá-
ginas de su diario— (Iguíniz, 1955, t. II: 259-260), dio nota de que el día
24 de ese mismo mes una señora se introdujo a la parroquia de Analco
tal vez intoxicada por algún corrosivo, pues momentos después "cayó
para no levantarse más".24
En enero del siguiente año25 —casi un mes después— el mismo sema-
nario dio nueva nota de que una joven de "familia decente" se ahorcó de
una canal por una de las calles de la vecina villa de San Pedro. A su vez,
agregaron —dato realmente curioso— que por cuestiones de parentesco,
las autoridades no hicieron las averiguaciones correspondientes del caso,
seguidamente que el cadáver fue sepultado sin ningún requisito. De he-
cho, para los mismos redactores de La Libertad el acontecimiento quedó
lleno de incongruencias tras haber puesto en tela de juicio la veracidad
de los hechos: "Como no se sabe bien si en efecto hubo suicidio o se co-
metió algún crimen, bueno sería que se esclareciera suficientemente el
hecho".26
A tal cuestionamiento de Lo Libertad, podría agregarse la actitud que
asumieron las propias autoridades, lo cual puede suponer que resolvie-
ron por no levantar el acta formal que conforme a ley correspondía y a
24. "Suicidio", en La Libertad, 1.1, núm. 64, Guadalajara, domingo 27 de diciembre de 1896, p. 2.
25. Ibídem, núm. 69, Guadalajara, jueves 14 de enero de 1897, p. 2.
26. ídem.
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27. "Conato de suicidio", en Las Clases Productoras, Guadalajara, 29 de septiembre de 1879, año
II, núm. 98, p. 4.
28. ídem.
29. En lo tocante al ocultamiento y la vergüenza que puede provocar en los familiares una acción
semejante al suicido, me respaldo aquí en lo sugerido por el psiquiatra Thomas Szasz, quien
afirmó que este sentimiento de vergüenza y reservas en cuanto a hacer del dominio público la
existencia de un enfermo mental o suicida en la familia, evitaría en lo sucesivo la propagación
o el señalamiento del vulgo. Thomas Szasz, El mito de la enfermedad mental Bases para una
teoría de la conducta personal, Buenos Aires, Amorrortu, 1994 (1a edición 1961), p. 64.
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Nuevas causas
Entre tanto, pues, que andamos queriendo encontrar como causas únicas del fenó-
meno de que estamos hablando, en la religiosidad, educación y moralidad del indivi-
duo, presa de esa dolencia, no haremos otra cosa que distraer a la ciencia, del estudio
que se debe dedicar al objeto, para aventurarse por otras esferas, perdiendo tiempo
y oportunidades.30
30. "El suicidio. Estadística espeluznante. Sus causas más probables. El Estado puede prevenir el
mal", en La Libertad, año xm, t. xvni, núm. 813, Guadalajara, 11 de junio de 1908, p. 1.
31. Ibídem, núm. 814, Guadalajara, 12 de junio de 1908, p. 1.
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Representando a Ron
32. ídem.
* Nunca se ha dudado del asesinato del general Ramón Corona perpetrado por Primitivo Ron,
pero a raíz de tal acontecimiento las implicaciones que posteriormente se generaron alrede-
dor de éste por paite de la prensa y hombres de política, ofrece hoy en día cierta desconfianza
a ojos de los investigadores: si Porfirio Díaz en realidad había mandado matar al gobernador
Corona, si Primitivo Ron se dio muerte después del crimen que cometió o fue acometido por
terceros, etc. Estudios contemporáneos han tenido la precaución de atinar en tales riesgos al
poner énfasis en el análisis discursivo (Sarah Corona Bertín, "La verosimilitud en la crónica
policial. El asesinato de un gobernador", en Comunicación y Sociedad, núm. 31, septiembre-
diciembre de 1997. Departamento de Estudios de la Comunicación Social. Universidad de
Guadalajara, pp. 151-173); otros no obstante también han decidido aceptar con un poco más
de confianza tales informes y relatos que se generaron en torno a dicho evento aunque de
alguna manera igualmente precautoria. Raúl López Alraaraz, Ramón Corona: autopsia psico-
lógica de su asesino, Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco, Uned, 1984.
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33. "Dr. Atl. Primitivo Ron", en El Informador, Guadalajara, 13 de octubre de 1963, p. 6-C.
34. "Manifestación. Mi decisión suicida", en La Linterna de Diógenes, Guadalajara, 13 de no-
viembre de 1889, p. 1.
Suicidio y opinión pública
¡En mala hora se le ocurrió a ese loco hacérsele célebre! [...] La muerte del Gral.
Corona ha sido una casualidad; a su paso por una calle, encontró una inmundicia
cualquiera; la pisó descuidado y resbaló. Nada más. Engrandecer y deificar ese
infeliz, sería tanto como deificar y engrandecer a la cascara del plátano que causa
la muerte del viandante que en ella resbala.36
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El desventurado Primitivo Ron, ¡asesino y suicida! a juzgarlo por los escritos que
se dicen suyos, se palpa que se inició con la lectura mal digerida de autores impíos,
socialistas y blasfemos, en los más absurdos errores y falsas doctrinas. Las tinieblas
de la duda, perdida la fe en el porvenir, envolvieron en noche eterna su alma, y la
desesperación ahogó en su pecho todo sentimiento.37
Ayer cerca de las 6 de la tarde en la casa 441 de la calle de Morelos, uno de tantos
desviados de razón que responde al nombre de Vicente Ayala, y por pretextos que
nunca faltan a "los chiflados" de nuestro vetusto planeta, intentó contra su vida
en estado de embriaguez (chiflado y ebrio... que lo fajen) causándose una lesión
en el cuello y dos en el abdomen. [...] Ayala se escapó de hacerles compañía a los
eternos silenciosos del Panteón, y en cuanto a la parte legal, el hecho fue consig-
nado al Juez le de lo Criminal. ¡Al manicomio! ¡Al manicomio con él para que sea
curado de amor!38
37. Archivo Histórico de Jalisco (en adelante AHJ), G. Vázquez del Castillo, Autlán, I9 de di-
ciembre de 1889, Gobernación, 17,1889, fe. lv-2.
38. "Conato de suicidio", en La Libertad, Guadalajara, 14 de julio de 1908, p. 2.
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El discurso científico
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La forma depresiva o delirio melancólico, como dije antes, ataca al quinto de nú-
mero de casos [de locura]. El enfermo cree que ha cometido un delito, que lo van
a entregar a los tribunales, que ha deshonrado a su familia, que la ha sumido en la
miseria, y llora y constantemente lamenta su situación, no quiere salir del rincón de
su pieza, evita la presencia de las personas (Mendoza, 1884:144).
Para el psiquiatra italiano Cesare Lombroso este tipo de conducta también la pudo clasificar
como la delincuencia por pasión, representada en "aquellos casos de fuerza irresistible, de
amor contrariado, que casi siempre termina por doble suicidio, y que en realidad es bas-
tante raro, teniendo caracteres peculiares que lo distinguen del criminal [...] muéstrense en
extremo conmovidos, no sólo antes sino hasta después del delito, y sufren una reacción in-
mediata de amargura, y al arrepentirse intentan o consuman en el acto el suicidio." Cesare
Lombroso, El amor en los locos, Madrid, La España Moderna, s. f., Estudios de Psiquiatría y
Antropología, pp. 144-148.
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En la locura epiléptica, una variable más entre las señaladas por Mendoza
López, el comportamiento suicida también se hacía presente mediante
los ataques epilépticos, los que producían la pérdida momentánea de la
inteligencia. Y por último aparecía la locura alcohólica, cuya forma más
aguda denominó —y era mejor conocida— como deliruim tremens, carac-
terizada por las personas que habitualmente ingerían bebidas embriagan-
tes en exceso y en quienes se manifestaba un delirio violento (Mendoza,
1884:148). Del mismo modo, el suicidio podía ser una de sus fatales con-
secuencias.
A fin de cuentas, para Mendoza López el suicidio podía considerarse
una manía cuya etiología comprendía variedad de factores, la mayoría
de ellos eran configurados a partir de la enajenación mental. Sin haberlo
manifestado explícitamente, ofreció elementos para diseñar la monoma-
nía suicida que, como las demás manías, debía de ser sujetada y tratada
terapéuticamente. Nótese además que la implicación criminal del suici-
dio, asimismo de la tentativa, nunca apareció en su estudio como algo por
considerarse.
En resumen, para la mayoría de los médicos legistas e higienistas
mexicanos de finales del siglo xix y principios del xx, el suicidio ya perdía
todo sustento de responsabilidad criminal; ahora sólo debían ser tratados
como cualquier otro enfermo mental.
Así, bajo esta variedad de desajustes y riesgos que implicó la moder-
nidad nacional, el suicidio también formó parte de tal enredo. Su aumen-
to, que se presentó hacia la última veintena de años del siglo xix, llamó
la atención tanto de periodistas, científicos, médicos, higienistas, sacer-
dotes, abogados, y demás miembros de la élite porfiriana que a su vez lo
estigmatizaron fuertemente con sus contundentes discursos cargados de
un amplio sentido moral.
Los suicidas tapatíos, según los estatutos que culturalmente delineó
tal ideología dominante, ineludiblemente eran alcohólicos, ignorantes,
feroces románticos y, sobre todo, sujetos desprovistos de todo raciocinio
moral.
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Fuentes hemerograficas
De Guadalajara
Argos 1907
Civilización, La, 1869
Clases Productoras, Las, 1879.
Defensa, La, 1899
Imperio, El, 1864
Informador, El, 1963.
Juan Panadero, 1873,1876-1878,1880,1889,1898.
Libertad, La, 1896-1897,1908.
Linterna de Diógenes, La, 1889-1890,1899.
Litigante, El, 1884,1886,1888-1891.
De la ciudad de México
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