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Ataques a la dolarización

Guillermo Arosemena Arosemena


Viejas y nuevas voces han comenzado a publicar estudios pretendiendo probar que la
dolarización es un freno a la economía del país: “…es un régimen monetario que
obstaculiza el crecimiento sostenido y la capacidad de enfrentar perturbaciones
externas sucesivas” Lo usual, se critica al sector privado de vender una ilusión. Un
profesor universitario escribe: “La clase dirigente financiera y económica asegura que la
estabilidad económica que ha experimentado la sociedad ecuatoriana se debe al hecho
de mantener al dólar como moneda nacional. Sin embargo…” A continuación el autor
expone sus argumentos que contienen estudios y conclusiones de terceros, para
apoyarse en lo que él quiere probar. Ellos olvidan que la misma rigurosidad académica
existe en los numerosos estudios que están a favor de la dolarización. Después de 17
años de haberse implementado ese sistema monetario no tiene sentido un debate
académico ni intelectual. Los beneficios alcanzados son abrumadoramente superiores
a los perjuicios. Sólo quienes mantienen ideologías caducas y deficiente inteligencia
emocional quieren encontrar fantasmas donde no hay. Si se hubiera perjudicado al
pueblo ecuatoriano, este se hubiese encargado de terminarla y regresar al sucre desde
hace muchos años.
Los estudios de marras afirman que los grandes capitalistas han sido los ganadores.
¿Cómo puede haber tanta ceguera ideológica y no admitir que también se beneficiaron
las clases media y pobre? La dolarización permitió el préstamo a largo plazo y dio la
oportunidad para que familias adquirieran activos que no podían tener. Antes del 2000,
una familia de ingresos medios no podía comprar un carro, ni aire acondicionado, ni
tener casa. Las de escasos recursos no podían comprar cocinas ni refrigeradoras y para
las familias que tenían casa en Guayaquil era un sueño tener casa en los balnearios.
Todo lo que se requiere es mirar las estadísticas de las ventas de los mencionados
activos antes del año 2.000 y después. Hay que decir basta al manoseo de la soberanía,
muchas veces mal usada en la dolarización, inversión extranjera, etc.

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