every! jb etHumanidades Barbara Frale
Los templarios
E] libro de bolsillo
Historia
Alianza Editorial
A Salvatore Maracino,
«a su gran y libre corazon de boos.
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Frit Spintorio jerosolimitano recogieron sin demora todos
los vestigios del paso de Cristo por la Tierra y se
dedicaron a recordar de una forma ordenada los
acontecimientos de su predicacion y de la Pasién
cen relatos que levaban el titulo augural que el p
pio Jestis habla indicado: anuncio de alegria, esto
8, evangeli,
La comunidad cristiana de ferusalén senalé con
precision los lugares en los que habian tenido lu-
gar las ensefianzasy el sacrificio de Jess, en par-
ticular los relacionados con su muerte, de manera
{que con el paso del tiempo pudieran ser reconoci-
ddos con certeza y venerados; una tradicién indica
ba que la propia madre del Maestro ~después de
haberse cumplido los acontecimientos prodigiosos
(que se anunciaban en las Fscrituras~ habia recorri=
do todos fos lugares de Ia Pasion en Jerusalén para
celebrar, con ese recuerdo doloroso, una suerte de
peregrinacién simbélica a fos acontecimientos car
inales dela nueva fe.
Ta persecucidn de que fueron objeto los crisianos
de Jerusalén obligé a muchos a huir azonas limitro-
fes e hizo aconsejabe el traslado de las principales
reliquias a un lugar més seguro; se consideraba que
estas religuias eran signos de una herencia tangible
legada en un acto de misericordia al pueblo cons-
ternado para que su fe nunca se debilitara,
Por su parte, el Imperio de Roma, convertido a
la religi6n cristiana bajo el mandato de Constant
1, miraba con gran nostalgia los lugares de Tierra
1, Jerusalén, el Santo Sepulero y el
‘Temple
ELA y la Omega
Yeshua ben Mariam habla muerto en Jerusalén el 7
4e abril del ano 790 de la fundacién de Roma, de-
cimonoveno del reinado del emperador Tiberios
sus dstipulos -que, procedentes de todas las regio-
nes circundantes, se habian reunido para seguirlo—
sesintieron conturbados por la pérdida de su gui,
‘pero muy pronto, una vez comprobada la resurtec-
cidn de su Maestro, como se habia predicho, ea
rnudaron la actividad religiosa con gran energia.
‘Asi las cosas, mientras el ciudadano romano
Saulo de Tarso difundia el mensaje de la nueva