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Elena Mazzetto
Elena Mazzetto
Tlacochcalco, “el lugar de la casa de las dardos”
y la materialización del Inframundo
Homologías funcionales de un espacio sagrado mexica
1
Cfr. E. Boone (ed.), The Aztec Templo Mayor, Dumbarton Oaks Research Library and
Collection, Washington D.C. 1987; E. Matos Moctezuma, Excavaciones del Programa de Ar-
queología Urbana, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México 2003.
2
Cfr. J. Broda - S. Iwaniszewski - L. Maupomé (eds.), Arqueoastronomía y etnoastrono-
mía en Mesoamerica, Universidad Nacional Autónoma de México, México1991; J. Broda - S.
Iwaniszewski - A. Montero (eds.), La montaña en el paisaje ritual, Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México 2001.
3
Cfr. M. Eliade, Images et Symboles, Gallimard, Paris 1952; Id, Le sacré et le profane,
Gallimard, Paris 1965.
4
Cfr. Y. González Torres, Las deidades dema y los ritos de despedazamiento en Me-
soamerica, in B. Dahlgren (ed.), Historia de la religión en Mesoamérica y áreas afines, ii
Coloquio, Universidad Nacional Autónoma de México, México 1990, pp. 105-112: p. 105;
M. Graulich, Mythes et rituels du Mexique ancien préhispanique, Académie Royale de Belgi-
que, Louvain-La-Neuve 2000; Id., Le sacrifice humain chez les Aztèques, Fayard, Paris 2005;
A. López Austin, Los mitos del tlacuache. Caminos de la mitología mesoamericana, Alianza
Editorial, México 1990. Para profundizar en la crítica de la metodología eliadiana, concebida
como la aplicación ahistórica de categorías universales, véase la literatúra de la escuela romana
de historia de las religiones, por ejemplo A. Brelich, Perché storicismo e quale storicismo (nei
nostri studi)?, in «Religione e civiltà» 1 [= «Studi e Materiali di Storia delle Religioni» 41]
(1970-1972), pp. 7-28. En el caso específico de la dimensión mesoamericana, cfr. S. Botta,
De la tierra al territorio. Límites interpretativos del naturismo y aspectos políticos del culto a
Tláloc, in «Estudios de Cultura Náhuatl» 40 (2009), pp. 191-193.
5
Los antiguos habitantes del Valle de México utilizaban dos calendarios. El primero era
solar, de 360 días, denominado Xiuhpohualli, «cuenta de los años», formado por dieciocho pe-
ríodos de veinte días, más cinco días nefastos denominados Nemontemi. El segundo era ritual,
de 260 días, denominado Tonalpohualli, «cuenta de los días», formado por una combinación de
veinte signos con una serie de números, de 1 a 13.
6
Cfr. fray B. de Sahagún, Florentine Codex: General History of the Things of New Spain,
C.E. Dibble - A.J.O. Anderson (eds.), University of Utah Press, Santa Fe 1950-1982, Libro vii,
cap. 2, pp. 3-9; la Leyenda de los Soles, tr. in R. Tena (ed.), Mitos e historias de los antiguos
nahuas, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 2011, pp. 167-206: pp. 181-185.
7
Los Cuatrociento Mimixcoa fueron los primeros hijos engendrados por el Sol y la Tierra.
En lugar de cazar para procurar de comer a sus padres, los Mimixcoa prefirieron emborracharse
y acostarse con mujeres. Por esta razón, sus padres divinos ordenaron a sus otros cinco hijos
Mimixcoa – los más jovenes – de matarlos. Por ende, los Cuatrociento se volvieron la nueva
ofrenda sacrificial exigida por la pareja Sol-Tierra así como el protótipo mítico de la víctima
sacrificial representada por el cautivo de guerra. Con respecto de la relación entre este mito y
el patio del Yopico, véanse la Leyenda de los Soles, cit., pp. 185-187; M. Graulich, Ritos azte-
cas. Las fiestas de las veintenas, Instituto Nacional Indigenista, México 1999, pp. 299-309; E.
Mazzetto, Les typologies des sanctuaires mexicas et leur localisation dans l’espace sacré du
Mexique préhispanique. Lieux de culte et parcours cérémoniels dans les fêtes des vingtaines à
Mexico-Tenochtitlan, PhDissertation, Università Ca’ Foscari di Venezia / Université de Paris 1
Panthéon-Sorbonne, Venezia - Paris 2012, pp. 115-120. Para un acercamiento al estudio sim-
bólico-religioso de los Mimixcoa, cfr. G. Olivier, El simbolismo sacrificial de los Mimixcoa:
cacería, guerra, sacrificio e identidad entre los Mexicas, in L. López Luján - G. Olivier (eds.),
El sacrificio humano en la tradición religiosa mesoamericana, Instituto Nacional de Antro-
pología e Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, México 2010, pp. 453-482.
8
Cfr. T.D. Sullivan (ed.), Primeros Memoriales by Bernardino de Sahagún, University of
Oklahoma Press, Norman 1997, lám. 254r, Durán, Historia de las Indias de Nueva España e
islas de la Tierra firme, 2 voll., Porrúa, México 1984, t. i, cap. xxi, p. 193.
9
Las fuentes antiguas proporcionan una información bastante detallada sobre las etápas
del viaje que los difuntos realizaban hacia la morada de Mictlantecuhtli. Durante esta expedi-
ción – cuya duración podía ser de ochenta días o hasta de cuatro años – los fallecidos tenían
que enfrentarse a numerosas pruebas, como cruzar un río con la ayuda de un perro, pasar entre
dos montañas que entrechocaban o resistir a la fuerza del «viento de obsidiana». Véanse B. de
Sahagún, Florentine Codex, cit., Libro iii, pp. 42-43; F. Anders - M. Jansen (eds.), Religión,
Costumbres e Historia de los Antiguos Mexicanos. Libro explicativo del llamado Códice Vati-
cano A (Códice Vaticano 3738), Fondo de Cultura Económica, México 1996, lám. 2; N. Ragot,
Les au-delàs aztèques, British Archaeological Reports, Oxford 2000, p. 89.
10
Los elegidos para entrar en la Casa del Sol eran los guerreros muertos en el campo de
batalla o en la piedra de los sacrificios. Las mujeres muertas durante el primer parto iban al
Cihuatlampa, la morada celeste que ocupaba la mitad occidental del universo. En cambio, los
fallecidos que entraban en el reino de Tláloc eran los que morían ahogados, fulminados por el
rayo, los que pedecían de alguna enfermedad acuática – como la lepra, la hidropisia, la diarrea,
las hemorroides, ecc – y los que robaban piedras de jade, consideradas el alma de los Tlaloque.
Cfr. fray B. de Sahagún, Florentine Codex, cit., Libro iii, Anexo, pp. 41-49.
Cfr. A. López Austin, Nota sobre la fusión y la fisión de los dioses en el panteón mexica, in
«Anales de Antropología» 20,2 (1983), pp. 75-87.
19
T. Todorov - G. Baudot, Racconti aztechi, cit., p. 110; G. Olivier, Moqueries et méta-
morphoses d’un dieu aztèque, cit., pp. 194-195.
20
J. de Torquemada, Monarquía indiana: de los veinte y uno libros rituales y monarquía
indiana, con el origen y guerras de los indios occidentales, de sus poblazones, descubrimiento,
conquista, conversión y otras cosas maravillosas de la misma tierra (“Serie de historiadores y
cronistas de Indias”, 5[7]), Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investiga-
ciones Históricas, México 1975-1983: Libro iii, cap. xiii, p. 224.
21
B. de Sahagún, Florentine Codex, cit., Libro ii, cap. 33, p. 134.
22
R. Tena (ed.), Historia de los mexicanos por sus pinturas, Dirección General de Publi-
caciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 2011, p. 37. Algunas divi-
nidades mexicas, responsables del funcionamiento armonioso del universo, se caracterizaban
por su capacidad de realizar una fragmentación cromática cuádruple. Cfr. E. Dupey García,
Les métamorphoses chromatiques des dieux mésoaméricains: un nouvel éclairage pour l’ana-
lyse de leur identité et de leurs fonctions, in «Studi e Materiali di Storia delle Religioni» 76,2
(2010), pp. 351-371.
23
Códice Aubin, citado in T. Todorov - G. Baudot, Racconti aztechi, cit., p. 111; Anales
de Tlatelolco, ed. R. Tena, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 2004, p. 121.
24
B. de Sahagún, Florentine Codex, cit., Libro ii, Anexo, p. 192.
II
Toxcatl, «cosa seca», era la quinta veintena del calendario solar mexi-
ca. En 1519 sus ceremonias tenían lugar entre el 4 y el 23 de mayo, es
decir al principio de la temporada de lluvia35. Representaba una de las
fiestas más solemnes y significativas del ciclo solar y en ella se festejaba
a Tezcatlipoca. Un hombre era elegido para representar al dios durante
un año. En los veinte días del mes llevaba una vida principesca, luego se
casaba con cuatro mujeres, representantes de cuatro diosas, Xochiquetzal,
Huixtocíhuatl, Xilónen y Atlatonan. El vigesimo día, su ixiptla – es decir
el esclavo que lo representaba, su personificación humana – y sus esposas
abordaban un barco en Tepepulco, una pequeña isla en el lago Texcoco,
rumbo a una pequeña montaña, cerca de Chalco, ciudad localizada al sur-
este del Valle de México. Allí la ixiptla llegaba a un pequeño templo,
teocaltontli, o «cu», llamado Tlacochcalco, a orilla del camino y en una
zona despoblada, leja de la ciudad. Ahí se le arrancaban el corazón y se le
ofrecían al sol36. La palabra náhuatl teocaltontli está formada a partir del
vocablo teocalli, “casa del dio” (teo[tl]-calli) y el sufijo diminutivo tontli.
En el Códice florentino, la palabra teocalli se emplea con frecuencia para
describir toda la estructura de la pirámide y del santuario en su cumbre o
– a veces – solo este último espacio37. En cambio, aunque la palabra «cu»
también se emplea frecuentemente como sinónimo de «templo», el análi-
sis realizado por Couvreur ha demostrado la flexibilidad de su utilización,
33
B. de Sahagún, Florentine Codex, cit., Libro ii, cap. 38, p. 169.
34
D. Durán, Historia de las Indias, cit., vol. i, cap. xiv, p. 137; cap. xvi, p. 155; B. de
Sahagún, Primeros Memoriales, cit., lám. n. 262r; Códice Tudela, ed. J.J. Batalla Rosado, 2
voll., Testimonio Compañía Editorial, Madrid 2002, lám. n. 13r, p. 186.
35
D. Durán, Historia de las Indias, cit., cap. viii, p. 255.
36
B. de Sahagún, Florentine Codex, cit., Libro ii, cap. 24, p. 71; Id., Historia general de
las cosas de Nueva España, 2 voll., ed. A. López Austin - J. García Quintana, Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes, Alianza Editorial Mexicana, México 1989, vol. i, p. 117.
37
Esta palabra guardaba una vocación doble, un aspecto que está confirmado por el Có-
dice florentino. En la mayoría de los contextos se menciona el vocablo teocalli como lugar
de culto que abarcaba en su campo semántico la pirámide y el templo en su cumbre. B. de
Sahagún, Florentine Codex, Libro xi, cap. 12, pp. 269-270; E. Mazzetto, Les typologies des
sanctuaires mexicas, cit., pp. 67-70.
38
A. Couvreur, Le Grand Temple de Mexico, cit., pp. 72-73.
39
E. Seler, Collected Works, cit., vol. iii, pp. 118, 183-185.
40
B. de Sahagún, Códice Florentino. Manuscrito 218-20 de la Collección Palatina de
la Biblioteca Medicea Laurenziana, 3 voll., Secretaría de Gobernación, Archivo General de
la Nación, México 1979, Libro ii, lám. n. 30 v; G. Olivier, Moqueries et métamorphoses d’un
dieu aztèque, cit., p. 200.
41
Cfr. F. Alvarado Tezozómoc, Crónica mexicana, cit., cap. lxxix, p. 338; D. Durán, His-
toria de las Indias, cit., vol. ii, cap. xlvii, p. 366; D. Carrasco, The Sacrifice of Tezcatlipoca:
to Change Place, in Id. (ed.), To Change Place. Aztec ceremonial landscape, University Press
of Colorado, Niwot 1991, pp. 34, 36, 44; G. Olivier, Moqueries et métamporphoses d’un dieu
aztèque, cit., p. 248-249.
42
B. de Sahagún, Florentine Codex, cit., Libro viii, cap. 18, p. 63; Id., Historia general,
t. ii, p. 529.
43
D. Durán, Historia de las Indias, cit., vol. ii, cap. xviii, p. 154.
44
Ibi, cap. li, p. 394; G. Olivier, Moqueries et métamorphoses d’un dieu aztèque, cit. Los
tlaquimilolli estaban al centro de la liturgia religiosa de los antiguos mexicanos, con respecto a
los dioses tutelares de una comunidad. Guardaban las reliquias que pertenecían y representaban
a estas entidades sobrenaturales, envueltas en piezas de tejidos. G. Olivier, Les paquets sacrés
ou la mémoire cachée des Indiens du Mexique central (xve-xvie siècle), in «Journal de la Société
des Américanistes» 81 (1995), pp. 105-141.
45
F. Alvarado Tezozomoc, Crónica mexicana, cit., cap. xxviii, p. 128; L. López Luján,
La Casa de las Águilas, cit., p. 276. En los Anales de Cuauhtitlan, la tzihuaccalli representa el
edificio asociado, por antonomasia, con el poder de los chichimecas, los cazadores nómadas
que vivían en el área norte de Mesoamérica. Itzpapálotl – diosa-ogresa telúrica patrona de estas
tribus – pide a los chichimecas cuauhtitlancalca de construir «una casa de cactus y maguey»,
Anales de Cuauhtitlan, ed. R. Tena, Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes, México 2011, p. 35.
46
F. Alvarado Tezozomoc, Crónica mexicana, cit., cap. lvii, p. 243; cap. xcvi, p. 412;
cap. lxxxiv, p. 360.
47
G. Olivier, The Hidden King and the Broken Flutes. Mythical and Royal Dimensions
of the Feast of Tezcatlipoca in Toxcatl, in E. Quiñones Keber (ed.), Representing Aztec Ritual:
Performance, Text and Image in the Work of B. de Sahagún, University Press of Colorado,
Boulder 2002, pp. 107-142: p. 125.
48
F. Alvarado Tezozomoc, Crónica mexicana, cit., cap. lv, p. 236. La cursiva es mía.
49
L. López Luján, La Casa de las Águilas, cit., vol. i, p. 275-279; B. de Sahagún, Florenti-
ne Codex, cit., Libro iii, cap. I, p. 8, Libro iv, cap. 21, p. 77. El Tlacatecco se menciona también
como templo de Huitzilopochtli en los Anales de Tlatelolco. Cfr. los Anales de Tlatelolco, cit.,
p. 91.
50
J. de Pomar, Relación de Tezcoco, Editorial Salvador Chavez Hayhoe, México 1941,
pp. 13-14.
51
L. López Luján, La Casa de las Águilas, cit., vol. i, pp. 275-278. Con respecto a los
calpulli, véanse el Códice Azcatitlan, M. Graulich (ed.), 2 voll., Bibliothèque Nationale de
France, Société des Américanistes, Paris 1995 y R. Van Zantwijk, Principios organizadores de
los Mexicas. Una introducción al estudio del sistema interno del regimen azteca, in «Estudios
de Cultura Náhuatl» 4 (1963), pp. 187-222.
52
L. López Luján, La Casa de las Águilas, cit., vol. i, pp. 287-291. Ya Claude Baudez
había propuesto un esquema similar con respecto del rito de elección del soberano Pacal en
Palenque. Cfr. C. Baudez, Une histoire de la religion des Mayas, Éditions Albin Michel, Paris
2002, pp. 114-129.
La asimilación de este espacio con las estepas áridas del norte y con
el Mictlampa, es decir el rumbo cardinal de la terrible morada ultramun-
dana de los seres vivientes, adquiere coherencia si tomamos en cuenta las
informaciones contenidas en los documentos redactados por los cronistas
del siglo xvi y las interpretaciones avanzadas por Olivier y López Luján.
Asimismo, la personalidad divina que más se vincula a estos diferentes
espacios es, una vez más, el Señor del Espejo Humeante. Si ya hemos
llamado la atención sobre los rasgos comunes entre esta entidad extra-
humana y Mixcóatl – quizá asociado al Tlacochcalco Ácatl Yacapan –
vale la pena subrayar que los dioses Macuilli o Tonaleque – entre los
que contamos Macuiltótec, venerado en el Tlacochcalco Cuauhquiahuac
– representan las estancias que comparten más atributos iconográficos
con Tezcatlipoca, en el Códice Borgia54. Otro aspecto que no debe sor-
prendernos es la presencia de esta divinidad en los contextos litúrgicos
asociados con el Señor de los muertos, Mictlantecuhtli. Tezcatlipoca es
definido como “Señor del infierno”, uno de sus signos en el calendario
era 1 Miquiztli – es decir Uno Muerte – y a veces aparece en lugar de
Mictlantecuhtli en los documentos pictográficos55. Además, el análisis
global de las veintenas del año solar demuestra que estas dos estancias
probablemente compartían la tutela de otros espacios religiosos, como el
Tlillan, lugar de culto sumamente ígneo y nocturno, relacionado a la vez
con estas dos divinidades y con Cihuacóatl, diosa telúrica “mujer del dios
del infierno”56.
Presentamos a continuación una ficha cuyo objetivo es resumir los
datos recopilados en las fuentes:
53
B. de Sahagún, Florentine Codex, cit., Libro x, cap. 29, p. 197; L. López Luján, La Casa
de las Águilas, cit., vol. i, p. 275.
54
B. Spranz, Los dioses en los códices mexicanos, cit., pp. 96-108.
55
Como subraya Graulich, a veces Tezcatlipoca se sustituye a Mictlantecuhtli como estan-
cia opuesta al sol. Véanse F. Alvarado Tezozómoc, Crónica mexicana, cit., cap. xxx, p. 140;
B. de Sahagún, Florentine Codex, cit., Libro iii, cap. 12, pp. 33-34; Códice Aubin, ed. C.E.
Dibble, Ediciones José Porrúa Turanzas, Madrid 1963, lám. n. 10; Códice Borbónico, ed. F.
Anders - M. Jansen - L. Reyes García, Akademische Druck-u. Verlagsanstalt, Sociedad Estatal
Quinto Centenario, Fondo de Cultura Económica, Graz - Madrid - México 1991, lám. n. 10; M.
Graulich, Ritos aztecas, cit., p. 353.
56
Historia de los mexicanos por sus pinturas, cit., p. 61; E. Mazzetto, Les typologies des
sanctuaires mexicas, cit., pp. 328-343.
57
Para comodidad, estas dos fuentes han sido agrupadas con base en su tradición histórica
común, aunque no todas las referencias citadas en el cuadro se encuentran en las dos obras
58
Códice Vaticanus A, cit., lám. n. 2.
59
M. Eliade, Le sacré et le profane, cit., p. 43.
60
Cfr. J.Z. Smith, Map is Not Territory: Studies in the History of Religions, Chicago
University Press, Chicago y Londres 1978, pp. 289-310; Id., To Take Place: Toward a Theory
of Ritual, University of Chicago Press, Chicago y Londres, 1987. Ya Turner había discutido la
importancia de la creación de un “espacio ritualizado”. Cfr. V.W. Turner, Ritual as Communica-
tion and Potency: An Ndembu Case Study, in C.E. Hill (ed.), Symbols and Society: Essays on
Belief Systems in Action, University of Georgia Press, Atenas 1975, pp. 58-81: p. 69. La noción
de rito como acto generador del espacio sagrado, no percibido como una respuesta pasíva a las
manifestaciones del mundo sobrenatural, se encuentra en C. Bell, Ritual Theory, Ritual Prac-
tice, Oxford University Press, New York - Oxford 1992. Con respecto a la relación entre espa-
cio y performance en el contexto mesoamericano, véase la obra colectíva de D. Carrasco (ed.),
To Change Place. Aztec ceremonial landscape, University Press of Colorado, Niwot 1991.
61
En el mito de la creación del sol, los dioses eligieron a Nanáhuatl para que se arroja-
ra a la hoguera de Teotihuacan y se convirtiera en el astro diurno. El texto de la Histoire du
Mechique específica “Nanahuaton se mit dans le feu par art magique, en la quelle il estoit bien
savant, et se en alla en enfer et de la aporta beaucoup de riches pieces”. Asimismo, después
del abandono de Tollan, Quetzalcóatl viajó hacia oriente y se arrojó a una hoguera. Luego
bajó al Inframundo, antes de convertirse en Venus. Con respecto de la narrativa mítica maya,
Hunahpu y Xbalamqué son los gemelos protagonistas del Popol Vuh, cuento quiché dedicado a
las aventuras míticas de estos dos hermanos, mismos que tienen que realizar numerosas prue-
bas en el reino subterráneo de Xibalba antes de arrojarse juntos en una hoguera y subir al cielo
como nuevos astros solar y lunar. Cfr. R. Tena (ed.), Histoire du Mechique, Dirección General
de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 2011, p. 155; Id.
(ed.), Anales de Cuauhtitlan, Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes, México 2011, p. 51; Popol Vuh, le antiche storie del Quiché, ed. A.
Recinos, Einaudi, Torino 1960, pp. 102-103; N. Ragot, Les au-delàs aztèques, cit., pp. 51, 88.
ABSTRACT
62
Cfr. B. de Sahagún, Historia general, cit., vol. i, pp. 105-106; D. Durán, Historia de las
Indias, cit., t. i, cap. xvi, p. 155; cap. xviii, p. 166.
63
A. López Austin - L. López Luján, Monte Sagrado-Templo Mayor, Instituto Nacional
de Antropología e Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Inves-
tigaciones Antropológicas, México 2009, p. 50; E. Mazzetto, Les typologies des sanctuaires
mexicas, cit., pp. 271-293.
KEYWORDS