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EPÍLOGO
Habría sido más fácil demostrar el gran parecido de esa dualidad con
los rasgos más reales de la conciencia burguesa contemporánea en la eco-
nomía política, en la sociología y en la política (sin hablar ya del irra-
cionalismo filosófico del presente siglo). De ahí no debe deducirse que
en el mundo occidental no haya hombres sensatos, capaces de, buscar muy
concienzudamente la solución de los complejos problemas planteados ante
la cultura de nuestra época Mas tampoco debe verse en las invenciones
de Rauschenberg o de Warhol una simple adaptación a los intereses reaccionarios de
clase. Esa apoteosis del gusto comercial puede ser una ten-
tativa sincera, aunque también absurda de conservar una singular "acti-
tud espiritual". Aquí no se trata más que de la desesperanza de tal actitud
que atrae al artista con la promesa de devolverle la lozanía. Claro, cuando
"mistifi-
existe un sobrante de ociosas reflexiones puede darse el lujo de
carne" y mistificar a los demás. Sin, embargo, no podrá uno librarse de su
ignominioso estado espiritual; al contrario, cuanto más grande sea la as-
piración de la conciencia superflua de retomar a la materia impensante,
"postura
espiritual" del artist
tanto más abstracta e impotente será la a
Miguel Angel, al imitar en sus obras a la naturaleza las creaba con el
sudor de su frente. En cambio, Andy Warhol no ha hecho más que com-
Arar su lata de conservas. La mayor obra artística del pop, dice Warhol,
es nuestro planeta, la Tierra Pero, como es notorio, la Tierra no necesita
que nadie la cree: existe. Basta con destacarla de su "habitual contexto', o
contemplarla desde el ángulo de una determinada "postura espiritual". En tal
transformación se la investirá de un sentido condicional (el segundo), y eso ya es
arte. Así, el supremo misterio del arte estriba en llevar una vida simple de
filisteo, como la máquina, sofocando la propia indignación contra todo eso mediante
unas superconciencia peculiar.
El pop-art no haz inventado ese procedimiento, sólo le ha infundido una claridad
meridiana. He ahí por qué la furiosa polémica de los paladines del arte abstracto
contra la incursión en los dominios del arte de la lata dei conservas, de los
objetos de, plástico, adquiridos, en el comercio próximo, o de las cacerolas
desportilladas es francamente ridícula. "¿No es ése el material del que nace lo
bello?" —pregunta Geneviéve Bonnefoi en Les Lettres Nouvelles. No obstante, páginas
antes.reseña con admiración el arte de los famosos maestros Dubuffet y Fautrier, de
la postbélica "escuela de París". Veamos el contexto de la notabilidad de su arte.
"Por esta vez se ha mostrado tal descortesía —escribe Geneviéve Bonne-foi— con la
pintura tradicional como jamás se había hecho. La delicada paleta de los maestros
italianos ;y la transparente e imponderable pintura al óleo que parece deslizarse
suavemente, todo se ha precipitado a una sima como si no hubieran existido los
hermanos Van Eyck. En cambio, se han abierto paso en la pintura los materiales
groseros: el alquitrán, el betún; la escayola y hasta el estuco, los guijos, la
arena, el albayalde o el cemento. Desaparece el, lienzo por ser incapaz de:
sostener tal peso, siendo sustituido por madera, cartón o estuco, imitando a veces
el mármol."
A los críticos académicos les disgustan esos burdos materiales, comenta burlona
Genevilve. ¿Por qué cambia de tono ante el arte de la lata de conservas o los
trastos viejos de un albañal? ¿Acaso es peor que el barro disuelto en el albayalde?
La pintura abstracta último modelo está tan sedienta de ayuntarse con sustancias
toscas y con las fuerzas espontáneas
de la naturaleza que crean efectos visibles sin ayuda del hombre, haca-minado tan
lejos, traspasando el límite de la imagen, al mundo de las
cosas que a los pioneros de la "nueva realidad" al estilo de Warhol no les ha
quedado más que salvar una línea casi inexistente.
Otro enemigo del pop-art, el venerable Herbert Read, toma una octava más baja,
respecto a Geneviéve Bonnefoi. Autor de numerosos tratados, escritos en el espíritu
de formas mas tempranas del modernismo que siempre defendió y justificó, Read sigue
considerándolas hoy como la última palabra de= la innovación. A su juicio no debe
pasarse de ahí. Piensa que el arte-moderno corre el peligro de la incoherencia, la
insensibilidad, la rudeza, el individualismo. Read todavía'comprende la pintura
abstraccionista incipiente, mas en el paroxismo de Pollock y de otros "artistas de
la acción" ve una amenaza para el arte auténtico. En lo que toca al pop-art,
Herbert Read opina que es un "antiarte, carente de estilo". "¿Qué ligazón pueden
crear entre el pintor y el> público esos torpes garabatos y esos montones de
cachivaches?" Por lo demás, "ese antiarte no tiene raíces en la historia de la
cultura de los pueblos, sólo sirve a los mercachifles para reclamar sus artículos";
el "p0P-art es producto de la competencia capitalista"; "llegamos de lleno al
problema de la decadencia de 'la dvilizadónm, etc. Es, alta TOCIr O lo anterior lo
ha escrito un prestigioso representante de la nueva ola. Herbert Read desea el
triunfo del modernismo sin sus irresistibles, pero completamente absurdas secuela&
Su actitud estriba en marchar por el "camino medio", generalmente admitido como una
virtud de los ingleses.
"¿O es que el movimiento iniciado por Cezanne debía, ineluctablemente conducir a la
decadencia? Claro que no. El arte debe ser revolucionario, porque es la expresión
de la lucha contra el decaimiento espiritual. Mas las condiciones sociales de
nuestra época han engendrado el antiarte. Si el arte llega a fenecer, el alma
humana será estéril y la barbarie se apoderara `del mundo."'
¡ Hermosas palabras! Por desgracia, luego de ceder de buena voluntad Parte de su
territorio a los vándalos atacantes, Herbert Read es impotente para mantener su
Dunkerque, pequeña cinta de tierra pelada. .A lo largo de varios decenios él mismo
se hincaba de rodillas ante la estética de la voluntad artística agresiva, capaz de
imponer el cumplimiento de cualquier orden a la conciencia ajena. El mundo clásico
de Read es-el cubismo y Sus engendros. ¿Cómo retener el arte en esa frontera al
margen de los "burdos garabatos"?
"¿O es que el movimiento iniciado por Cezanne debía ineluctablemente conducir a la
decadencia?" —se pregunta Herbert Read. Por supuesto, tal fatalidad no existe si el
pintor moderno es capaz de retornar a la verdad objetiva del contenido y a su
modelo real. Mas, para Read lo que principalmente distingue el arte del antiarte no
es el realismo en su más elevado significado, sino el estilo. Si el artista es
capaz de crear, una forma organizada, coherente, aunque sea informe e incluso
tosca, esa obra queda dentro` del marco del arte. r
Sin embargo, el criterio del nuevo acadernismo no resiste comparación con los
hecho& Si todo se circunscribe a supeditar la forma a la unidad de estilo, el pop-
artismo, con su "personalidad estilizada" se ajusta perfectamente a ese signo. El
profundo vicio de esas corrientes, el pop-art, por, ejemplo, radica justamente en
que no les interesa el contenido real del asunto. No importa en aras de qué, lo que
importa es poseer una fuerza elemental y la integridad de un ser sano. Y si para
ello es preciso sacrificar la aversión que nos produce la vulgaridad, ¡abajo la
misma! ¡ Viva el filisteísmo, último baluarte del inexpugnable equilibrio! Esos
muchachos no creen en la verdad, la bondad y la belleza, creen solamente en la
organización formal de la psique por medio de métodos agresivos, adobados por
lar,publicidad comercial.
Justamente en esa sustitución de la verdad objetiva y su imagen real
por la voluntad artística hipnotizadora, capaz de hacer girar la conciencia humana
hacia donde le plazca y de obligar al público a ingerir cuanto quiera, con tal de
que la respalde una fuerte "postura espiritual", estriba la esencia de todo
modernismo que niega la verdad objetiva de la imagen real apercibida por nosotros.
Ese sistema se asienta sobre la estética de la insinuación, la "sugestibilidad". Lo
demás son estacionamientos pasajeros, centros de aprovisionamiento en la ruta. Del
cubismo al abstr-ac-cionisrno y de éste al arte de los desperdicios y de los
"objetos manufacturados" no conduce un sendero angosto y sinuoso, sino una gran
pista automovilística, tendida en flecha.
Herbert Read omite deliberadamente que las primeras pruebas de lienzos con objetos
reales se llevaron a efecto ya en la época del cubismo. Baste con recordar los
famosos "collages" de 1912 y 1913, es decir, tiras pegadas de papel de tapicería,
de telas o papel imitando mármol o madera y la• inclusión en la pintura de objetos
auténticos. El padrino de ese antiarte fue el poeta Guillaume Apollinaire, amigo de
los cubistas. Al defender el derecho del artista a crear una obra de arte con la
materia que le. plazca, Apollinaire apuntó: "Los xnosaístas trabajaban con mármol o
con trozos de Madera variopinta. Es notorio que un artista italiano pintaba con
excrementos. Durante la Revolución Francesa algunos dibujaban con sangre. Se puede
pintar con cualquier cosa: con tubos, timbres de correos, tarjetas postales,
naipes, candelabros, trozos de hule, cue-llos."5 Naturalmente, si puede pintarse
con pintura, ¿por qué no pintar con cuellos? ¡La idea es bien atrevida! Si se puede
arrancar una muela, ¿por qué no cortar la cabeza para quitarse un dolor neurálgico?
Todo pensamiento desarrollado hasta su amplitud máxima se convierte en un
contrasentido. El Tiziano pintaba a veces con el dedo, por consiguiente, el pincel
tampoco es imprescindible. En ese caso, ¿por qué no pintar con la barba o con el
cabello, por qué no untar de pintura a la modelo para que ella misma estampe su
impronta en el lienzo? (Eso se llama ahora "pincel vivo"). Pero más vale no pintar
y dejar a los elementos imprimir su obra en el lienzo. Finalmente, aún mejor,
volverle la espalda al arte: En resumidas cuentas, ya Apollinaire resolvía los
problemas pictóricos suprimiendo la pintura, su diferenciación de la realidad
plasmada. En ese abstraccionismo tope, las obras de arte se identifican con el
objeto y entre ellos no existe nada más que la "Postura espiritual" del artista.
De tal suerte, Herbert Read pudo observar el inicio de la "atrofia del arte" ya
hace mucho, proceso que comenzó al renunciar a la plástica. De ahí la búsqueda de
materiales que no pueden plasmar nada, fuera de sí mismos. Serrín o arena
sustituyen a la pintura. David Burliuk arroja el lienzo al barro, precediendo en
medio siglo al "arte cósmico" de Ives Klein. Nace la 'escultura-pintura", compuesta
de esculturas cinceladas o de simples objetos, sujetos al: lienzo. El cuadro pasa a
ser una colección simbólica de residuos de la vida real: ruedas viejas, armazones
eléctricas. A eso siguen construcciones abstractas de metal, madera, vidrio :-y
otros materiales técnicos. Lo único que queda es decir "adiós" a las artes plás-
ticas y declarar que el tipo supremo de pintura es la vida que no representa nada.
Tal era la situación reinante en los años mozos de Herbert Read. Entonces surgió
por primera vez el antiarte seguido de la amenaza de un vandalismo voluntario. En
los libros de Read leemos a menudo una extraña idea: ya es tiempo de que el arte
deje de plasmar la vida, ya que su misión estriba en crear no el espejo del mundo,
sino una realidad independiente. Empezando por el cubismo todas las corrientes
modernistas se apropian el mérito del invento del lienzo independiente de la
naturaleza, que no la imita, del objeto singular. Su ideal deviene la feliz iden-
tificación del espíritu sufriénte con la materia insensible. El odio del pen-
samiento a sí mismo, su anhelo de ofuscar ante sí la real fisonomía del universo,
mediante una oscura técnica pictórica, hipertrofiada por sustancias groseras, en
eso radica hace mucho ya el misterio de la falsa y débil filosofía que por hábito
sigue llamándose pintura.
¿Por qué se enjugan las lágrimas, señores míos? ¿No les gusta la mueca repugnante
que hace a vuestro arte su mal educada criatura, el pop? Ustedes lo han querido, le
han enseñado toda clase de indecencias, habéis quebrado los pilares de la educación
normal, levantados por siglos de noble laboriosidad, arrojándolos como trastos
inservibles que entorpecen la voluntad creadora. No os quejéis ahora. A lo hecho,
pecho.
En tiempos inmemoriales el arte surgió para reflejar el objeto real fuera del ser
pensante. En cierta fase del desarrollo artístico las artes figurativas hicieron
nacer de sus entrañas una tendencia a la inversa. La imagen va decayendo hasta
transformarse en una potencia negativa, en una "postura espiritual" vacía. Es lo
que se ha venido llamando pintura abstracta. Queda un paso más y ante nosotros se
alza de nuevo el objeto, del cual dio principio el arte. La lata de conservas es
una lata de conservas. La identificación absoluta está lograda.