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¿Me entiendes?

Resumen: El presente ensayo se realizará bajo la perspectiva de Ranciere y su visión de


un espectador estético emancipado. Para el análisis se considerará el concepto de la
“contaminación emocional” para abarcar dos experiencias (una performance y una
cotidiana) con el objetivo de llegar a la conclusión Mandokiana de que la conexión estética
del espectador con las obras se logra a través de la cultura y es subjetiva.

Abstract: This essay was conducted under the perspective of Ranciere and his vision of an
emancipated aesthetic spectator. For the analysis, the concept of "emotional
contamination" can be considered to encompass two experiences (a performance and a
daily thing) with the aim of reaching the Mandokian conclusion of the spectator's
aesthetic connection with reality is achieved through the culture and it is subjective.

El 19 de mayo conocí a Gabriel y su obra de arte. Para ella, él necesitaba pintura roja,
un plástico para no ensuciar el piso, sus manos, su cuerpo, la ropa que siempre tenía
que lavar nuevamente y por último (y para mí, lo más importante, un público que
apreciara su performance).

Ese día la carpa de circo estaba en el Estadio Municipal de Recoleta, estaban haciendo
un varieté para pagar el tratamiento a un chico que se había caído de un trapecio
actuando (según lo que leí en un cartel afuera), entré muy cuidadosa, era un ambiente
que no conocía, iba sólo porque mi pololo iba a tocar ahí.

La carpa estaba hecha con retazos de carteles de campañas políticas y protegía del frío
a los familiares (desde una abuelita muy muy viejita en silla de ruedas, hasta un grupo
de niñitos jugando con las telas a ser estrellas de circo. Como ellos, cuando entré vi a
una chica actuando en una lira, dando vueltas en ese aro. Para cada una de las hazañas
de la chica, se escuchaba un “AAHHHHHH” colectivo, todos aplaudían, la familia del
circo aplaudía a sus hijos. El acto había terminado.

‘Y ahora vamos con el señor Gabriel, que trae nos trae su obra ‘Muerto por Dentro’, dijo
el animador del evento. Un hombre joven y barbón entra al escenario con la mirada fija,
descalzo, con bóxer y camisa, un plástico blanco grande para no manchar el piso y
pintura roja. Una niña lloraba porque su mamá la había retado, dos perros corrían y
ladraban peleando, algunas señoras se pararon a comprar números de rifa o queques y
cafés. Quedó gente sentada en las graderías, pero yo sentía que realmente no estaban
ahí. Comenzó a sonar Creep de Radiohead y comenzaban los 3 minutos más largos de
mi vida.

Comenzó la música y el hombre


que veía comenzó a llorar
desesperanzado y hacer sonar el
piso con sus palmas. A cada
sollozo, tomaba un poco de pintura
y la esparcía por su cuerpo. De a
poco, cada parte de su cuerpo se
llenaba de pintura y yo sentía la
desesperación que sentía su
Momento en que comenzó la performance de
personaje mientras moría por Gabriel en el Circo Social La Chimba
dentro.

Lo que pasó con el público durante la presentación podría definirse como una
contaminación colectiva. Vi dos señoras que cuchicheaban y se reían de la performance.
Otros dos niños miraban aterrados al hombre. El resto comía mientras conversaba o
simplemente estaban desinteresados en el reportaje que estaba brindando Gabriel.
Terminaba la performance, y para rematar, dos perros entraron al escenario y salieron
con sus patas teñidas de rojo. Todos reímos, menos Gabriel, que seguía llorando en el
escenario mientras se pegaba en su pecho con la pintura roja.
Después de esta experiencia me sentí terrible, sentí que quizás la misma contaminación
emocional que estaba viviendo el artista era quizás la que ese personaje estaba
sintiendo por el poco respeto que tenía la gente en ese momento a un acto tan puro
como estar haciendo una performance e identificando a alguien que estaba sufriendo.
Creo que esto tiene mucha relación con la crítica al espectador que realiza Ranciere. “El
espectador permanece ante una apariencia, ignorando el proceso de producción de esa
apariencia o la realidad que ella recubre. En segundo lugar, es lo contrario de actuar. La
espectadora permanece inmóvil en su sitio, pasiva” (Ranciere, J, 10)

Él nos invita a realizar una búsqueda hacia un espectador que adquiera un rol más
activo y participativo. Que se necesita otro teatro, un teatro sin espectadores. Pero no
en un sentido literal, sino que metafórico. En vez de apelar únicamente a la afición por
las imágenes mostradas, es apelar a un aprendizaje profundo de lo que puede ocurrir
en el teatro, en participa activamente, en reflexionar en torno a las problemáticas
representadas, en hacerse partícipe de su desarrollo.

En este sentido, si Ranciere hubiera visto esta performance y la relación de ella con la
gente como un teatro que no pudo vencer las barreras de la ignorancia y el
embrutecimiento “Hay que arrancar al espectador del embrutecimiento del espectador
fascinado por la apariencia y ganado por la empatía que le obliga a identificarse con los
personajes de la escena. Se le mostrará entonces un espectáculo extraño, inusual, un
enigma del que debe buscar el sentido” (Ranciere, J, 11).

Siento que, efectivamente, al no dotar de sentido a la experiencia, la gente se vio atraída


a una apariencia “chistosa” que tenía Gabriel al estar realizando su show. Para él, el
teatro tiene que vencer esas barreras. Tiene que vencer la “contaminación emocional”
que sufrió el artista en la experiencia que describí anteriormente.

Terminó de sonar Creep y el personaje de la performance se transformó en Gabriel


nuevamente, un chico de unos 30 años lleno de pintura saludando a un público que para
Ranciere sería ignorante. Ellos no lograron entender el por qué de la pintura, por qué
lloraba, por qué el protagonista estaba muriendo por dentro. Yo creo que estaba
muriendo por lo mismo que ellos estuvieron haciendo durante su presentación, no
involucrarse.

Pese a esto, Ranciere no sólo responsabiliza a los espectadores de esta desconexión: “es
más bien a los intelectuales y a los artistas a los que habría que emancipar en primer
lugar, liberándolos de la creencia en la desigualdad en nombre de la cual se atribuyen
la misión de instruir y hacer activos a los espectadores ignorantes y pasivos
(Fernández-Savater, A, 2). Creo que puede que la performance no haya sido suficiente
para instruir a este público que no está acostumbrado a este tipo de propuestas y hacer
más comprensible el concepto de muerte que quería lograr.

Ella es Edulia del


Carmen Muñoz y
este carnet venció el
6 de febrero de
1957. Hace un mes
estaba en una
sesión de fotos en
unas ruinas de un
edificio que
Carné de Edulia del Carmen Muñoz pertenece al
gobierno y
encontré este carnet entre muchas de las cosas que estaban desordenadas en un
desván. Carpetas y más carpetas de papeles viejos y amarillentos, entre medio, este
carnet, que, para mí, era una obra de arte. No podía creer que yo tuviera algo que tuvo
alguien que nació hace más de 70 años en mis manos. Pensé en por qué estaba ahí, qué
cosas ella había vivido en esos años. Me pasé mil películas distintas viendo ese carné
(tanto, que me lo tuve que llevar).

Después de pensar en todas esas teorías conspirativas se me pararon los pelos. Ese tono
amarillento del carné me hizo pensar en que quizás ella había vivido episodios tristes,
distintos a los que yo he vivido, pero tristes igualmente. Quizás ella era pintora y cuando
mostraba sus cuadros a su marido los botaba a la basura. Fue extraño, sentí que la
contaminación emocional que yo, Gabriel y muchos más, fue algo que hace mucho
tiempo podemos estar sintiendo y que no tiene nada que ver con la contaminación
atmosférica (fenómeno que últimamente se vuelve cada vez más fuerte)… ¿Por qué
logré pensar tantas cosas con solo ver un carnet de identidad antiguo?

“El sentido de las cosas es su significado emotivo, vital, relacional, sensorial para el
sujeto. Tiene que ver con el sentimiento y la sensatez, indispensables para la
sobrevivencia” (Mandoki, K, 84)

Para Mandoki, las percepciones estéticas tienen que ver principalmente con el sujeto y
a través de la cultura el ser humano puede hacer interpretaciones de sentido. Para ella,
el objeto existe en tanto que es subjetivado por el sujeto. Por esto, yo creo que las dos
experiencias estéticas que viví en torno a la contaminación emocional son
completamente contrarias. La gente en el Circo La Chimba no logró sentir una conexión
cultural con el acto que yo si logré sentir con un objeto tan cotidiano como un carné. La
mamá de la chica que estaba en la lira cuando entré a la carpa pudo haber logrado una
mayor conexión estética que yo en ese mismo instante, que entré en medio de la
actuación, y todo esto pudo haber ocurrido en base a la cultura. En esta misma línea, la
bisnieta de Edulia del Carmen Muñoz podría sentir una mayor conexión con el carné
que ahora yo tengo en mi poder.

“Las diferentes sensaciones de contento o disgusto descansan, no tanto sobre la


condición de las cosas externas que las suscitan, como sobre la sensibilidad peculiar a
cada hombre para ser grata e ingratamente impresionado por ellas” (Kant, I, 2)

Bibliografía:

1) Kant, Immanuel. “Lo bello y lo sublime”. Librodot.com, 2014.7


2) Fernández-Savater, Amador. “La emancipación pasa por una mirada del
espectador que no sea la programada”. Blog público. Mayo 2010.
http://blogs.publico.es/fueradelugar/140/el-espectador-emancipado
3) Ranciere, Jacques. “El espectador emancipado”; edición de Ariel Dillo, Buenos
Aires, Manantial, 2010.
4) Mandoki, K. Estética cotidiana y juegos de la cultura: Prosaica I (Vol. Tomo 1).
Conaculta Fonca.
5)

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